Que no te subas a las góndolas [Dark - Lys]

Water seven. Su última parada en el estúpido viaje que había decidido llevar a cabo. Era su primera vez en la ciudad y llegó a ella con el amanecer. Cuando atracó en el puerto, su barco vistiendo las anodinas velas blancas que utilizaba cuando no quería que lo reconocieran, apenas había gente en las calles todavía. Pescadores que llevaban y traían pescado fresco, algún que otro trabajador de mirada cansada que se dirigía a su trabajo y poco más. Los negocios todavía no habían abierto y todo el lugar parecía en calma.

Lysbeth Ardian bajó a tierra firme sin tener muy claro qué quería hacer. Bien, había llegado al final. Había completado su ruta del paraíso. ¿Ahora qué? Paseó un rato, pero acabó sentándose en el murete de un puente que pasaba por encima de un canal. Mirando alternativamente al agua y a la palma de su mano, suspiró un tanto cansada. No había valido de nada. Había conseguido muchísimas cosas a lo largo de ese viaje. Había conocido a mucha gente y había participado en más de una aventura de dudosa legalidad. Había reído, corrido, peleado y disfrutado de cada punto.

Y pese a eso, no había sido suficiente. La duda todavía le quemaba en lo más hondo de sí misma y el papelito que llevaba consigo a todos lados parecía requerir su atención con más y más insistencia. ¿Quién era? ¿Por qué demonios había pensado que sería una buena idea olvidarlo todo? Exactamente, ¿a quién le estaba haciendo el favor? No sabía si había gente a la que había dejado atrás, si se había desvanecido en el aire o se había preocupado de disculparse y despedirse apropiadamente. Algo le decía que no. Si ella decidiera eso el día de mañana no querría decírselo a nadie. Le harían cambiar de idea, ¡y deberían! ¡era una decisión estúpida! Y ahora quedaba ella ahí, con sus dudas y su curiosidad, sin saber si debía de romper su propia promesa y tratar de averiguar la verdad… o intentar pasar página. Pero lo segundo ya lo había intentado por todos los medios y tras haber cruzado un mar entero, estaba igual que al principio. Curiosa. Indecisa. Enfadada.

Volvió a suspirar. No iba a decidirlo en un momento. A su alrededor, los comercios empezaban a abrir y poco a poco la ciudad iba cobrando vida. En algún punto debería pensarse el cambiar de apariencia, porque sabía que Water Seven estaba bajo la protección del gobierno y no tenía ganas ni de huida, ni de pelea.

Pero… eso podía esperar. Solo un poco. Lo justo como para disfrutar de mirar los canales otro rato.

Llevaba unos días dándole a la cabeza. Desde que había conocido a aquella chavala, la misma duda le devoraba poco a poco. Tendría que haberse retirado de Water Seven ya hace tiempo, pero seguía por ahí. Disfrutando de la ciudad. Estaba acostumbrado a vivir en una, por lo que estar en otra le daba cierta sensación de falsa nostalgia. Se llevó una mano a uno de los mechones que caía en el pelo y dudó. Más de lo que ya dudaba. ¿Por qué si podía predecir el futuro, no lo hacía con él mismo? ¿De qué servía tener ese poder si no quería conocer la verdad? La verdad que había luchado por esconder, claro está. El pozo de lázaro le arrebató parte de su esencia y le hizo ser feliz por cinco años. Y era una felicidad que no experimentaba nunca: la de la ignorancia. De no saber quién era o por qué había pasado. Pero no le quedaba otra. Al final luchó por la verdad y acabó recuperando la memoria que él mismo se arrebató. Y no le gustaba haberlo hecho.

No hacía un día que le agobiase demasiado. Antes tenía que evitar el sol, pero desde que encontró uno de los anillos de Derian podía notar su piel como la de un humano normal ante la estrella gigante. Mucha gente se tomaba tener una fruta del diablo como algo casi normal, pero él no. Se sentía mal permanentemente por todo lo que había pasado por Norin. No podía quitársele de la cabeza lo mal que estaba Rayne con el tema de la justicia. Y caminar o conocer gente no le ayudaba. Pasaba un rato de diversión, se sorprendía por todo lo que podía aprender con otras personas y al final del día era lo mismo. Soledad. Y aunque en cierta parte la disfrutase, necesitaba un calor más profundo, uno del que un amigo no podría darle jamás. Por lo que andaba y miraba de un lugar para otro. Con la mirada vaga y sin ganas, pero observaba cada persona que pasaba.

Hasta que notó algo fuera de lo inusual. Algo destacaba entre el mar de presencias de los canales de la ciudad del agua. Algo que rugía con fuerza y podía notar con una claridad fuera de lo inusual. Frunció ligeramente el ceño y se dirigió hacia la fuente de esta, viendo de espaldas a alguien que reconocía. Sonrió brevemente e imaginó alguna forma de presentarse ante ella. Había arreglado el tema de su personalidad tras recuperar la memoria y ahora no podría comportarse como en Cactus Island. Por lo que se colocó a su lado y le ofreció la mano.

—Vaya, Lysbeth... Cuánto tiempo —exclamó con una sonrisa mientras le miraba directamente a los ojos—. ¿Cómo te ha ido?

Quizás se sentía ligeramente unido a ella, a pesar de que no hubiesen estado demasiado tiempo juntos. Le había ayudado bastante con el tema de la fruta y le había salvado de que lo cazasen, por lo que quizás podría ocurrir algo de lo más interesante. Y eso es lo que buscaba: evadirse con alguien.

Se estaba inclinando sobre el agua, no porque pretendiera matarse, sino porque creía haber visto un pez dando un coletazo. Habría sido una forma muy estúpida de hacerlo, en realidad. Lo último que quería era que encontraran su cadáver en el fondo de un canal aleatorio de Water Seven. Por otro lado, ¿cómo es que había peces en el agua? ¿no utilizaban los canales como carreteras?

Estaba a medio camino entre confusa y concentrada cuando escuchó a alguien llamarla. Se giró y esbozó una sonrisa al descubrir a Dark mirándola. ¿Y este cómo había llegado aquí? Recordaba la que habían liado en Cactus Island, por supuesto. Todavía recibía alguna que otra ofrenda de la conejita a la que habían asustado. No se arrepentía, sin duda se lo había merecido de sobras. En lugar de estrecharle la mano, le dio un golpecito en el pecho con la mano, antes de suspirar y bajar del puente. No es que tuviera muchas ganas, pero supuso que era hora de volver a la vida real.

-Bueno, estoy aquí. He completado mi viaje, así que supongo que bien.

Antes de que pudiera controlarse, su sonrisa flaqueó un poco. Por un segundo, le enfadó. Ella era una gran actriz y algo así no debería suceder. Pero… ¿acaso eso no le confirmaba lo mucho que el puñetero tema le estaba molestando? Se cruzó de brazos y meneó la cabeza un par de veces, más para sí misma que para él.

-Si te soy sincera… podría ir mejor. El resumen es que empecé esta Ruta para olvidarme de una cosa y ahora que la he acabado tengo la sensación de que la recuerdo más que al empezar. Y ahora… no sé qué hacer.

Se apoyó en el puente, hundiendo la cabeza entre los brazos más de hastío que de pena. Genial, ahora iba contándole sus problemas literalmente a la primera persona que pasaba por delante. Demonios, necesitaba distraerse.

-Sabes, en realidad creo que solo necesito algo que… ¡oh!- Era la primera góndola del día, o por lo menos la primera que Lys veía. Un señor bajito la estaba conduciendo, pero los asientos de pasajeros estaban vacíos. Sonriendo, ahora con ganas, se giró hacia Dark.- ¿Te apetece dar un paseo? – Sin esperar respuesta, asumiendo que sería un sí, cruzó el puente y sin vacilar saltó por la borda. Aterrizó delicadamente en la góndola y se sentó con tranquilidad, dando palmaditas en el asiento vacío a su lado.

-Oh, usted no se preocupe, siga remando. No le molestaremos.- le dijo al incrédulo gondolero con una sonrisa de oreja a oreja.

¿Acaso se estaba abriendo con él? Sus ojos brillaron por un momento, casi deseando saber más de ella. Se había mostrado bastante misteriosa en el encuentro de Cactus Island, y eso hacía que tuviese una curiosidad casi insana. El conocer de los demás era una de las mayores cosas que le hacían alejarse de lo que quería olvidar. Por lo que cuando le escuchó y trató de responderla, por un segundo que tardó, vio que ya estaba saltando hacia abajo y la siguió. Saltó él también y no cayó con la misma gracia, agitando brevemente el barco pero sin ningún peligro. ¿Realmente debían subirse a las góndolas? Le gustaban, y nunca se había subido a una. Era una experiencia extraña y, a pesar de que se sintiese como navegar en un pequeño velero, quizás las corrientes de la ciudad del agua lo hacían de un momento especial. Porque no sabía por qué, pero la expresión que había puesto antes, de la manera que había evitado el tema... Le recordaba en cierta parte a él.

—Vaya... Ahora que estamos aquí, que por cierto, buenos días —saludó al gondolero, dedicándole una cálida sonrisa y dejándole un saquito de berries delante—. Ahora sí. ¿Qué pasa, Lysbeth? Evadiste con la ruta algo más mayor, ¿no? Pero ahora la has acabado y vuelves a sentir ese vacío que te come por dentro. ¿O me equivoco?

¿Hablaba con él mismo o con ella? No lo sabía. Pero sentía que debía intentar ayudarla. ¿Alguien le ayudó a él? No. Pero sí podía intentar ayudarla. Si se sinceraba o decidía contarlo, intentaría hacer algo. ¿Que se divirtiese? Fácil. Podían hacer un millón y medio de cosas espectaculares en Water Seven, por algo era la capital del agua. Apoyó sus codos en sus piernas y su barbilla en sus palmas, mirándola fijamente. ¿Qué haría ahora?

Ah, porras. No tenía que haber hablado. Podría haber parado en la primera frase, saludarle y ya. Ahora quería saber más y realmente no podía culparle. Forzó una sonrisa, no es que quisiera mentir pero tampoco quería hablar del tema. Sabía que cuanto más pensara en ello más ganas tendría de averiguar la verdad.

-¿Vacío? No es un vacío.

A veces se decía que ojalá fuera un vacío, pero no lo decía en serio. Si de verdad no hubiera nada en su cabeza, si todo tuviera sentido, no tendría esa necesidad que le estaba carcomiendo por dentro. No, no era un vacío, era un laberinto. Había partes que no estaban pero… no tenía sentido que no estuvieran. Tenía recuerdos inconexos, conversaciones en las que faltaban frases y frases a las que les faltaba contexto. Ah y… luego estaba la carta, claro. La confirmación de que efectivamente la única persona capaz de ponerle en jaque de esta manera era la misma a la que tenía si o si que aguantar día y noche: ella misma.

-Fue una mala decisión. Una que, aparentemente, me prometí que no desharía.- Hay un retintín de irritación en su voz, pero no puede evitarlo. Si algo, es lo más leve que puede hacer con respecto al tema.- Pero quiero hacerlo. Y la indecisión… me está corroyendo un poco.

Alarga la mano y la mete en el agua. Está fresquita. Durante unos metros avanzan tranquilamente, hasta que un empujón le sobresalta. Y… no es la única. Levanta la vista y ve que han chocado con otra góndola. Va a levantarse para decirle un par de cosas, pero para su sorpresa el gondolero que les lleva se adelanta. Hasta ahora parecía callado y francamente asustado, pero por lo visto se le ha pasado de golpe.

-¡Maldita sea, Mitchell! ¡¡Es la cuarta vez esta semana!!! ¿Qué coño te pasa por la cabeza, percebe de mierda?

- ¿Quéeee? ¿De qué vas, malnacido? Este es mi puto canal, que no te enteras. ¡Ni navegar sabes, hostia ya! Si nos chocamos es tu puñetera culpa, que estás cegato.

-¡Se acabó! VAMOS A ZANJAR ESTO. TÚ. YO. UNA CARRERA POR EL VIEJO CIRCUITO.

El otro gondolero se echa a reír.- ¿Y quién te va a ayudar, esos dos? ¡Sé quiénes sois! En el Viejo Circuito no se permiten akumas y a juzgar por su fama no creo que sepan ni remar sin ellas.

El gondolero se gira y los mira a ambos con ira, como esperando a que digan algo. Lys se gira hacia Dark, sin saber bien qué decir. Menudo percal.

Volvió a escucharla, una vez sentados. Parecía adolorida o por lo menos podía relacionarlo con algo. ¿Por qué tenía algo en la lengua y le recordaba a él? Quería atreverse a lanzar su teoría, pero prefería tirar el anzuelo lentamente y dejar que picase sola. Si era un tema tan delicado, no podía sonsacárselo de golpe. Tendría que salir de Lysbeth, o podría hacerle daño. Y no quería hacerle aquello.

—¿Has hecho algo de lo que te arrepientes, Lysbeth? Suena a... suena a que tomaste una decisión que te perjudicó a ti misma, muy directamente —le explicó mientras le miraba fijamente a los ojos.

No pudo volver a hablar con ella, fue cortado otra vez por la repentina pelea entre los gondoleros tras el golpe. Gruñió por lo bajo y decidió convertir aquello en una oportunidad para animar a la pirata.

—Lysbeth... Vamos a por este cabrón —exclamó mientras levantaba el puño—. Viejo, guíanos hacia donde tengamos que hacer la carrera. No voy a tolerar que te traten de esa forma. Además que si ganamos, Lysbeth Ardian me contará qué es lo que le pasa, quiero ayudarla.

¿Que eso último se lo acababa de inventar? Sí. Pero quizás añadiéndolo de esa forma, y sabiendo de sobras que Lysbeth era una persona que sabía escuchar, podría convencerla de que lo contase. No parecía cómoda y con un incentivo claro, como magnificar su problema al nivel de un premio de una improvisada carrera, le animaría. ¿Qué podía pasar por la cabeza de una persona tan fuerte? No lo sabía. Pero lo haría cuando se encargase de ganar esa carreara. Por lo que agarró el remo de la góndola y miró de refilón al otro hombre, pegando un fuerte golpe con este y provocando girar la góndola sobre sí misma. Claro, si lo hacía con tanta fuerza solo se movería hacia un lado. Se agarró como pudo a la morena y después se separó, disculpándose en el proceso.

—¡Menudo inútil! ¡¿Te crees que así voy a ganar?! —gritó el gondolero—. Que vamos 20 a 21. Si gana una más estaré perdido y tendré que darle mi góndola.

Dark ofreció el remo a Lysbeth y le dedicó un pequeño puchero. No sabía cómo ganar aquello y realmente quería saber de ella.

Okay, definitivamente no debería haberle dejado hablar. Ha aceptado la carrera, lo que en realidad le parece bien porque el otro gondolero es condenadamente desagradable y en cuanto lleguen a la línea de meta piensa tirarle al agua. Pero de la nada ha añadido que si ganan tendrá que contarle lo que le pasa y ahora de repente los dos gondoleros le están mirando con la misma expresión que tenía ella hace un segundo.

Frunce el ceño. ¿Acaso se da cuenta de lo que le está pidiendo? No, claro que no, si no no se lo pediría. Siente una extraña sensación en la boca del estómago. Debería haber olvidado todo el asunto, contárselo a alguien es justo lo que no debería hacer. Además, qué iba a decirle, ¿Qué siguiera su instinto? Lógicamente no iba a decirle que lo olvidara, sería estúpido.

Suspiró y asintió una sola vez con la cabeza. Todavía tenían que ganar y después de un pequeño y desastroso intento por parte de Dark, Lysbeth agarró el remo con una sonrisa.

-No se preocupe, si perdemos me aseguraré de robarle una góndola más grande y bonita.

Era lo mínimo, que el viejo también estaba aguantando sus dramas. En fin, al ajo. Los primeros intentos no fueron tampoco muy productivos, hasta que el gondolero se acercó y les dio a los dos con el remo en la cabeza.

-¡Pero vamos a ver! ¿Por qué cojones habéis aceptado si no tenéis ni puta idea de lo que hacéis? Yo remo, vosotros estad atentos para tirar a ese impresentable de su góndola.

Empezó a remar a toda velocidad en otra dirección y en seguida se perdieron entre los canales. Poco a poco, los edificios a su alrededor fueron cambiando, sustituidos por otros hechos de otra piedra, bastante más demacrados. El gondolero se puso recto y bajó la velocidad.

-Bienvenidos a la Ciudad Antigua. Estos edificios son los restos de los primeros Aqua Laguna y no hay góndolas de servicio que pasen por aquí. El Viejo Circuito da dos vueltas a esta zona, pero la dirección es cosa mía. En breves llegará ese viejo cascarrabias y traerá a sus dos hijos con él. Protegedme a mí y tiradle a él, eso es todo lo que tenéis que hacer. Nada de akumas- añadió mirándoles genuinamente mal.- o perderé automáticamente. Me da igual quienes seáis, con que seáis mejores que los turistas del tres al cuarto con los que tengo que lidiar.

¿Un circuito de carrera de góndolas? ¿Eso era legal? Tampoco es que le importase, pero necesitaba volver al gobierno mundial y no le salía muy rentable hacer ilegalidades. Por lo que, con un suspiro, se limitó a asentir con la cabeza mientras observaba cómo iba cambiando la arquitectura de las calles. Sin lugar a dudas estaban entrando en una zona que era más vieja, pero eso cualquiera podría haberlo notado.

—No nos insultes tanto eh, ¿no crees que te estás viniendo un poco para arriba? —Preguntó al gondolero—. Tanto ella como yo somos más que capaces para ayudarte, por lo que dedícate a lo tuyo y nosotros nos dedicaremos a lo nuestro.

Sacó a Fiamma Scarpone y apuntó hacia la otra góndola, pero el hombre le pegó con el remo en la mano, lanzándosela al suelo de la barca. Gruñió por lo bajo y pensó una forma original para lanzarlos. Miró hacia los demacrados puentes, hechos de una piedra grisácea que parecía tener muchos años y deterioro encima. Por lo que elevó el brazo y agarró una cuerda, haciendo un nudo con esta y lanzándoselo a la otra góndola. Falló y tuvo que volver a recogerla. Con las curvas que estaban recorriendo y al nivel de velocidad que iban sería muy complicado hacer alguna artimaña de ese calibre. Encima no podía volar y si pegaba un salto a lo mejor volcaba la góndola en la que estaban. Así que empezó a anudarse la cuerda por la cintura.

—Lysbeth, que sepas que confío en ti para hacer esto.

Tiró el extremo de la cuerda hacia ella y saltó hacia la otra barca, agarrándose al borde de esta y notando medio cuerpo ahogado en agua. La sensación de debilidad era casi horrible, pero tenía la suficiente fuerza en los brazos para tirar al primero que pudo. Después resbaló y todo su cuerpo se hundió en el agua, impidiéndole poder hacer nada. Solo esperaba que realmente Lysbeth hubiese tomado la cuerda, o se vería en un problema grave para salir. Por lo menos había tirado uno de los hijos.

E igual de rápido que se había decidido todo, de repente ya estaban compitiendo. El otro gondolero parecía haber salido de la nada, esta vez con refuerzos. Sus dos hijos más que humanos parecían moles de grasa humana. ¿Pero qué demonios? Y encima ambos calvos y con una sonrisa estúpida de oreja a oreja, estaba segura de que entre los dos no tenían más de tres neuronas. Entendía, sin embargo, por qué eran buenos para este tipo de competición, si todo lo que tenían que hacer era sentarse y no caerse por la borda.

Por desgracia para ellos, con o sin akuma la fuerza que tenían Dark y Lys era algo que no podían evitar.

Agarró la cuerda al vuelo, sin entender muy bien en qué estaba pensando. Segundos después, le vio volar en dirección a la otra góndola. Diablos. Medio cuerpo en el agua, medio maniobrando con el primero de los gordos. Se enrolló bien la cuerda en torno a la muñeca mientras se mordía el labio, un pelín preocupada. Solo un pelín. Sonrió al ver volar al primero de los hijos y escuchar al gondolero maldecir en voz alta. La sonrisa se le cayó al ver como Dark se hundía en el canal.

Tiró con fuerza para levantarle, pero la pesca no era lo suyo. Por suerte, iban a toda velocidad y en cuanto dieron una curva cerrada logró utilizar la inercia para sacarle y hacer que volviera a quedarse sentado en su góndola. Iban muy cerca ahora ambas barcas y supo que era hora de poner de su parte.

-¡Eh, viejo! - Le dijo al gondolero que les estaba llevando - ¡Cuando esto acabe, me vas a decir el mejor sitio para comer de toda Water Seven porque me vas a deber la victoria y la comida!

En realidad eso no tenía nada que ver con la carrera y era bastante injusto, pero dado que había aceptado amablemente a meterse en líos por él era lo mínimo que podía hacer. Además, empezaba a tener antojo de algo de comida con toda la adrenalina.

Aguardó al siguiente canal estrecho y ni corta ni perezosa, saltó de una góndola a otra por el aire, voltereta y todo. Aterrizó en los hombros del hijo que quedaba y aprovechó para cogerle del torso y dejarse caer hacia atrás, levantándolo por encima de su cabeza y dejándole caer a su espalda.

Solo hubo un único problema.

No había calculado bien y el gordo chocó contra la punta de la góndola antes de caer al agua, haciendo que se inclinase y, al final, volcase tirando a todos los que estaban dentro… Lys incluida. Sobresaltada intentó escapar, pero a todo a lo que llegó fue a agarrarse de la acera con una mano. De cuello para abajo, todo su cuerpo estaba sumergido… pero al menos estaba viva. Suspiró antes de gritarle a Dark y al otro gondolero, que se alejaban a toda velocidad:

-¡Os espero después de la meta!

Más les valía volver a por ella, o se lo haría pagar y no barato.

¿Pero qué hacía la loca? Bueno, salía bien la cosa, y lo hizo con bastante finura. De hecho iban a ganar gracias a ella, pero más bien le preocupó lo que pasó después. La góndola de sus contrincantes dio tal giro que ella también acabó perjudicada y, mientras la pasaba de largo, se puso a gritar como un loco.

—¡Lyyyyysbeeeeeeeeth! —Gritó mientras la corriente alejaba la góndola de ella.

«Va a estar bastante mal haber pedido que no me ayudase a quedarme en el canal para que acabe quedándose ella.» pensó mientras equilibraba la barca para no caer ellos también. Si el circuito era de dos vueltas lo único que tenían que hacer era agarrarla a la segunda, y encima estaría cerca de la meta. Por lo que pan chupado. Pasaron por esta y, en el segundo tramo, le ofreció la mano a la súcubo para traerla con ellos una vez más. Una vez se sentase, se colocaría una vez más para escucharla.

—Nee, felicidades, Lys-chan —exclamó bastante contento—. Sin lugar a dudas has hecho una pirueta de lo más flipante. Encima llegaremos al final de la segunda vuel...

Algo agitó su góndola. Se habían reunido los tres para intentar volcarla, provocando que se desestabilizase. Dark se llevó las manos a la cara algo asustado y después empezó a pisotear las manos que intentaban subir. Parecía una escena sacada de una película de terror y los calvos gordos unos ahogados de esos. Había leído recientemente en la novela de la artesanía de las minas, que cuando un zombie se ahogaba en el agua se volvía un ahogado. Y estaba experimentando el verdadero terror. Por lo que, a escasos segundos de la meta, se abrazó al torso de Lysbeth y chilló como una nena.

Y… allá que se fueron corriendo. Y allí que volvían… ¿corriendo? Ah, cierto, la carrera eran dos vueltas. Consiguió pescar la mano que le ofrecía al vuelvo y segundos después volvía a estar en la góndola, empapada pero satisfecha. Genial, ahora solo era cuestión de cruzar la meta y… oh, no.

¡Estaban por todas partes! Las manos rechonchas de los hijos del gondolero cascarrabias – el más cascarrabias, en realidad todos los gondoleros estaban de mal humor – habían apresado el borde de la góndola y se intentaban agarrar a sus tobillos para tirarlos. Dark empezó a darles pisotazos, pero el exceso de grasa que tenían les protegía de los golpes y seguían como si nada. Aún así, su gondolero seguía fiel y concentrado, ¡ya podían ver la meta en la lejanía!

De repente, escuchó un terrible chillido, agudo y primario, que activó algo en lo más profundo del cerebro de Lys, una parte de su cerebro de lagarto que sabía que solo había una reacción adecuada ante un grito como tal. Antes de darse cuenta de lo que estaba pasando había extendido los brazos y Dark había saltado a ellos, aferrándose a ella. Confusa, pero sabiendo que no había tiempo que perder, le tapó los ojos con una mano.

-Ne, no te preocupes. En seguida acabo con ellos.

No entendía por qué le asustaban tanto, aunque era cierto que bajo el agua tenían un aspecto bastante impresionante y no en el buen sentido. Haciendo gala de un maravilloso equilibrio, levantó un pie y lo recubrió de haki. Con un brillo cruel en la mirada, empezó a dar sus propios pisotones en manos, muñecas y cocorotas, todo lo que pillaba. Sus tacones dejaron marcas que tardarían bastante en irse y aunque ambos hermanos se hundieron en el canal, mientras cruzaban por fin la meta pudo escuchar un gemido distante que le puso los pelos de punta.

Y de repente, cayeron al agua.

Entró en pánico por un momento, antes de entender lo que pasaba. ¡Habían ganado! Y el imbécil del gondolero había empezado a dar saltos de alegría, tirándolos a todos de la góndola. Por suerte, a aquel canal no llegaba mucha agua y mientras ese viejo chapoteaba cubierto hasta las rodillas, ella había aterrizado sobre su trasero y al tener las manos y los pies en el agua no era capaz de moverse. Le miró mal, eso sí, antes de gritarle:

-Bueno qué, ¿nos echas una mano o cómo pretendes compensarnos? ¡Que te hemos ganado la carrera!

Con los ojos cerrados e hiperventilando, no presenció lo que hizo Lysbeth, pero sí se pudo sentir muy agradecido. Agujas pisoteando a ahogados, ¿era su infierno personal? No. Era un día regular cuando iba con conocidos. ¿Por qué si estaba solo no solía pasar nada interesante y con gente acababa en carreras ilegales de góndolas? Porque ahora estaba hundido en el canal. No necesitaba respirar, por lo que no podía ahogarse, pero tampoco podía moverse. Y empezaba a ser molesta la sensación... hasta hace unos meses podía nadar libremente.

—Yo sí que te echaba una mano, jovenzuela —dijo haciendo el gesto de apretar con las manos en el aire.

—Blugh blugh blugh —contestó enfadado Dark. Habría agitado el puño cabreado, pero simplemente no podía.

El hombre los sacó del agua, dejándoles encima del canal. Dark aprovechó para soltarle un puñetazo en la cabeza por viejo verde, el cual le hizo rebotar la cabeza brevemente y acabó desmayado. Se giró de brazos refunfuñando y los cruzó, levantando después uno para señalar a Lysbeth.

—Hemos ganado la carrera, por lo que tienes que contarme qué te pasa. ¿Quieres contármelo en algún restaurante o algo o te marcas un freestyle? Porque a mí me ha dado hambre con tanta carrera. Y tenemos justo delante uno.

Señaló hacia una pizarra con un menú por cinco mil berries de lo más suculento. Palitos de merluza rebozados. Frunció el ceño por un segundo: gracias al conocimiento de un obelisco, supo que los palitos de merluza nacían sin rebozar. Mucha gente creía lo contrario, era casi una creencia popular el argumentar que nacían rebozados. Pero él sabía que no. Igualmente abrió la puerta y le ofreció entrar, sorprendiéndose brevemente del interior. Parecía una pequeña cueva hacia dentro y los asientos estaban hechos de la misma piedra que salían de las paredes, casi esculpidos. Se llevó las manos a la espalda y le echó una ojeada al restaurante, pidiendo una mesa y sentándose después. Esperaba que aceptase la cena, ya que iba a invitarla. Y encima escuchar sus problemas. Quizás le sentaba bien portarse bien con otras personas, quién sabe.

Puso los ojos en blanco al escuchar al viejo, pero sonrió con la hostia que le cayó por parte de Dark. Eso sí que era un caballero, aunque mientras se alejaban se aseguró de darle un puntapié al viejo para que cayera al canal. Por imbécil.

Suspiró al escucharle. Si, vale, habían ganado. Y Lysbeth Ardian cumplía sus promesas… o por lo menos algunas, porque al contárselo iba a romper otra. Por otro lado, se la había hecho a sí misma, así que no era tan grave… ¿no?

Aceptó la invitación y entró con él al lugar. Vaya, tenía que admitir que tenía buen gusto. Todo era bastante rocoso, pero le daba un toque elegante y misterioso a la vez. Por lo menos tenía comida gratis, pensó mientras se sentaba frente a él. Le confundió un poco el menú, porque no entendía qué hacían los palitos de merluza en una cueva… a no ser que estuviera inundada en algún punto del pasado y los hubieran sacado de allí, ya rebozados. Sí, claro, eso tenía sentido. Mientras esperaban a que se los trajesen, sin embargo, supo que no había más sitio a donde huir. Le debía una explicación y quizá compartir sus dudas le ayudaría a decidirse. Todavía un tanto reticente, le tendió con sumo cuidado la carta que se llevaba a todas partes:

Querida yo:

Lamento haber tenido que hacer esto. Imagino que te sientes vacía y desorientada. Que tus recuerdos no se unen los unos con los otros y que seguramente haya años enteros de tu vida que no seas capaz de recordar. No pasa nada. Es mejor así; por favor confía en mí. Nada de lo que te han quitado es necesario para que continúes adelante. Conoce gente, redescubre lugares. Disfruta. Pelea. Aprende. Vive. Vive por ti y nunca te arrodilles ante nadie. No quiero volver a vivir una historia que no sea mía y esa es la razón de que estés aquí. Olvida que tienes un pasado, pues queda a buen recaudo. Lo único que importa ahora es lo que haces con el tiempo que tienes entre manos. Y sé que no me defraudarás porque, al fin y al cabo, hagas lo que hagas yo haría lo mismo.

Tuya, Lysbeth Ardián.

Aguardó a que la leyese y se la devolviese, antes de volver a ponerla a buen recaudo y explicarle lo que había deducido.

-Intuyo que me borré la memoria, hace ya un par de años. No recuerdo por qué, lógicamente, pero sé que no pudo ser nada bueno. Si no, no lo habría mandado todo al diablo. Pero ahora tengo curiosidad y tengo ganas de recuperar mis recuerdos. Me prometí que no lo haría, que no indagaría pero… quiero hacerlo. ¿Cómo vivir con la incógnita? Llevo toda la Ruta intentando no pensar en ello y siempre vuelve a mí. Pero… no sé lo que recordaré. O a quién recordaré. Ni si haré daño al hacerlo, ni si me dolerá a mí… es todo un lío.

Agarró un palito de los que acababan de traerles y le dio un mordisco con rabia. Oh. Estaba bueno.

Agarró uno de los palitos de merluza. El rebozado estaba crujiente y el sabor no era demasiado salado. Por dentro la textura era suave y, a pesar de estar caliente, casi recién sacado de la freidora... Estaba bueno, bastante. Intentó no hundirse en su típica cara de degustación intensa. Hizo arder sus manos para limpiar el aceite y tomó la nota, viendo una letra de lo más bonita. Leyó y empezó a desfigurársele la cara. Casi le daba terror leer poco a poco lo que contenía la nota. Se sentía casi como él mismo haciendo jurar a Xiba y Drake que le ayudasen a no recuperar la memoria. Cuando acabó de leerla, se la devolvió y elevó la cabeza lentamente, mirándola a los ojos.

—¿En serio? Yo... Yo sé cómo se siente eso. Hice exactamente lo mismo, de hecho... Seis años me tiré amnésico por borrarme la memoria a voluntad. Y... ¿quieres mi consejo? Mientras estaba amnésico, anhelaba con todo mi corazón quién era realmente y por qué había decidido tomar esa decisión. Intentaba buscarle la lógica y ver por qué me haría eso a mí mismo. Y una vez recuperé la memoria, entendí por qué quise perderla. Me dolió mucho y me sigue doliendo hasta ahora. A veces pienso si estaría mejor amnésico, si viviría mejor o sería más feliz... Pero no. No es lo correcto. No podemos evadir quienes somos, Lysbeth. Es cobarde. Y si necesitas ayuda para volver a descubrir quién eres, aquí tienes un amigo para que te ayude. Por lo menos un hombro en el que llorar.

Se mantuvo unos segundos con la mirada perdida después, mirando hacia otro lado e intentando no perderse en sus pensamientos. Simplemente le impactaba haber conocido a otra persona que estaba pasando lo mismo por lo que él pasó durante seis años. Era un sentimiento desolador, que te perseguía día a día. Y la nota... ¿La anterior Lysbeth no tenía a nadie que le ayudase a reencontrar el mundo? ¿O había sido tan valiente que no se lo había contado a nadie? Porque es lo que tendría que haber hecho él. No depender de nadie. Así que sacó del bolsillo de su chaqueta el cassette. Desenredó los cascos y se ofreció para ponérselos. ¿Quizás le ayudaría a encontrar algo la canción que él siempre escuchaba cuando estaba amnésico? No lo sabía. Pero tenía que intentarlo. Rebobinó varias veces la cinta y acabó encontrándola. Después le dio al play, colocándose a su lado y pegando la oreja con la suya.

—Yo escuchaba siempre esta canción —le confesó, recordando todo lo que significaba para él—. Cada vez que me desolaba no recordar. Esta canción me calmaba y me hacía seguir en mi camino para recuperar la memoria. Espero que te ayude a ti.

Y la escuchó, bajando la cabeza y esperando a ver qué hacía. Esperaba que realmente sirviese de algo, con todo su corazón. Nadie se merecía estar así.

La voz de Dark E. Satou se fue haciendo más y más distante mientras Lysbeth palidecía hasta quedarse blanca como la nieve. Había ido a contarle su secreto a la posiblemente única persona que había pasado exactamente por lo mismo. Seis años. ¡Seis años! Sintió náuseas. Ella apenas llevaba uno, quizá dos. Y la idea de seguir adelante con esa horrible sensación en el pecho y en el estómago… le ponía enferma. Se llevó una mano a la boca mientras apartaba el plato de comida con cuidado. No podía dar ni un solo bocado más.

Le miró, un tanto temblorosa. No sabía qué decir. Sus pensamientos corrían tan rápido por su mente que le costaba desenredar unos de los otros. Solo sabía que reinaba la confusión. Recuperó la nota cuando se la tendió a toda prisa, apretándola contra sí. No debería habérselo contado. No necesitaba que le dijera lo cobarde que había sido, ya lo sabía. Y aún así había una parte en lo más hondo de su interior que peleaba con orgullo, recriminándole que tuviera tan poca fe en sí misma. ¡Había un motivo, tenía que haberlo! Un buen motivo… estaba segura. No lo habría hecho de lo contrario. Pero si era un motivo tan bueno, no debería…

Paró, pero solo porque sintió que se sentaba junto a ella. Se sobresaltó por un momento, pero le hizo un hueco y tras vacilar un instante cogió los cascos que le tendía. Unas notas suaves y un tanto rotas inundaron sus oídos, obligándole a calmarse y escuchar. Se agarró con fuerza al borde de la silla, para no salir corriendo. Solo cuando empezó la guitarra fue capaz de aflojar los dedos y respirar con algo más de calma.

Le pareció que la letra se burlaba de ella, pero cuando intentó indignarse no fue capaz. De alguna manera parecía que quien fuera que cantaba sabía a la vez lo que había hecho y el por qué y no la culpaba. ¿Le compadecía? No, tampoco era eso. Pero se sentía como una niña a la que le revuelven el pelo después de haber cometido un tremendo error por haber creído que era lo correcto. Y al fin y al cabo, ¿no era eso lo que había hecho?

Se quitó los cascos a la vez que se limpiaba las lágrimas del rostro. Si, vale, de acuerdo. Lo entendía. Incluso si había cometido un error, era solo suyo y le correspondía arreglar el desastre. Y si había habido un buen motivo para hacerlo, lidiaría con ello en cuanto descubriese de qué se trataba. No podía vivir con la curiosidad. Debería de haberse conocido mejor. Quizá si nunca se hubiese escrito la nota no estaría así ahora. Culpa suya. Haberlo planeado mejor.

Se incorporó. Era incapaz de estarse quieta. Lo sentía por la comida, pero necesitaba aire fresco. Esbozó una pequeña sonrisa hacia Dark, algo amarga pero sincera.

-Gracias. De corazón.

Salió afuera y el cambio de temperatura le mordió la piel. No lo parecía, pero en aquella cueva-restaurante se estaba bastante calentito. Tras encogerse de hombros un par de veces, comenzó a caminar sin rumbo fijo hasta detenerse en otro puente. Se apoyó en el borde disfrutando de la brisa. Ya estaba mejor. Aguardó para ver si Dark le había seguido y le saludó con otra sonrisa, esta simplemente cansada. Una vez llegara hasta ella, le diría dónde quería acabar su primera Ruta.

-Hey… ¿te apetece subir a lo más alto de Water Seven? Quiero ver todos los canales a mis pies.

Le siguió hacia fuera una vez salió. Estaba muy jodido por verla así, pero tenía que mostrarse fuerte a apoyarla como pudiese. Le había visto llorar, y aquel momento tenía que remediarlo de alguna forma. Era valiente por su parte mostrar ese lado y explicarlo todo. Mucho. Y estaba muy segura de que la anterior Lysbeth Ardyan también lo era. Por eso mismo tenía el picazón de saber por qué. Lógicamente no más que ella, pero... ¿Por qué? Él tenía claro por qué lo había hecho. No soportaba estar sin Louise. ¿Pero ella? Se mostraba de lo más humana y le sorprendía. Había resultado ser siempre un tanto sarcástica y despreocupada, o eso le había retransmitido. Por eso mismo, cuando notó que quizás podía tener frío, extendió la mano y le ofreció a colocarle la chaqueta por encima. Si quería subir hasta lo más alto de Water Seven iba a refrescar aún más, por lo que tenían varias formas para llegar hasta lo más alto. No sabía por qué, pero quizás le atraía subir por los tejados e ir saltando. No es que quisiese dárselas de sobrado, pero quizás volar llamaría demasiado la atención y lo que necesitaba ahora Lysbeth era divertirse. O por lo menos evadirse un poco. Por lo que, sin siquiera decir mucho, soltó una única frase:

—Estoy seguro de que llego a la cima antes que tú.

Y dicho eso, saltó hacia el borde de una ventana, agarrándose con una mano y aprovechando la misma inercia para encadenar con otro salto. Este lo dirigió hacia el edificio de enfrente, repitiendo el proceso una vez más y acabando en el techo. La verdad es que no había probado a hacer parkour, pero por lo menos sabía que sería de lo más divertido. Saltar de un edificio a otro le daba cierta adrenalina que, aunque fuese un algo practicamente infundido por el momento, sabía que no corría un riesgo real de caer. La carrera de góndolas les había dejado lo suficientemente lejos como para que realmente fuese un reto. Pero tanto él como ella eran verdaderas bestias, tanto ágiles como veloces y fuertes, por lo que la palabra reto se les quedaba algo corta.

Descubrió tras superar por varios distritos que la gente que estaba conociendo hacían que se interesase. Que le importase. Iba de una isla a otra ayudando a los que consideraba ahora a sus amigos y hermanos, tanto mujeres como hombres. Y, aunque sabía que aquella carrera era una simple excusa para hacer lo que le había dicho que estaba mal —evadir los problemas— haber visto llorar a Lysbeth le había jodido. Porque quizás y solo quizás se veía reflejado en ella, por lo menos en lo desesperado que estaba por recuperar la memoria. Era algo muy jodido y duro, que sabía que hiciese lo que hiciese no funcionaría. Él la recuperó por reencontrarse con Diana, ¿cómo podría hacerlo ella? Si es que podía, claro. Quizás todo aquello no servía de mucho y la amnesia se quedaba de forma permanente.

No tardó mucho en llegar ayudándose de todo lo que había por en medio, tanto tejados, toldos, barras... Todo era útil para estar en su destino. Pero perdió la coordinación en el último lugar y se golpeó la cara contra el edificio más elevado de la ciudad del agua. Un mal cálculo, pero por lo menos tenía la cara intacta. Lamentablemente por golpearse de esa forma no había visto si había llegado antes él que ella, por lo que se limitó a sentarse una vez más a su lado si estaba ahí.

—Ya sé que te he dicho todo lo que te tenía que decir, pero no va de más hablar lo que necesites. Cuéntame, ¿qué tal te ha ido en la ruta? ¿Qué has hecho? Me interesa.

Le ofreció su chaqueta y aunque no le molestaba el frío, la aceptó con una pequeña sonrisa. Intuía que el espectáculo que le había dado no era algo a lo que estuviera acostumbrado y quería ayudar. Lo entendía. No era una situación convencional. Ninguno de los dos se esperaba compartir algo tan íntimo y peculiar. Una mala decisión, una radical, una que les acompañaría el resto de sus vidas. Incluso si recuperaba su memoria, no, cuando recuperase su memoria… sabía que no pasaría página tranquilamente. Tendría que enfrentarse a sí misma. Recordaría por qué había hecho lo que había hecho y además de lidiar con lo que fuera eso tendría que asumir que no había seguido su propio consejo. Que se había hecho daño por tonta. No le gustaba el precio, pero no podía no saber. ''Hagas lo que hagas yo haría lo mismo'', vale, genial, nota mental: callarme la puñetera boca.

Se acabó de colocar bien la chaqueta. Le quedaba cómicamente grande y olía distintivamente a una persona que no era ella. No terminaba de identificar a qué era, pero sabía que a partir de ahí lo asociaría con Dark. No era un mal olor, tan solo ajeno.

Cuando alzó la vista, vio que él había saltado a la primera ventana que había encontrado. De ahí subió al tejado y Lysbeth sonrió como una niña pequeña. No tardó en seguirle, ni en separarse para encontrar su propia ruta. En cuestión de segundos, la ciudad se había vuelto su parque personal. Dos edificios y una farola más allá se rompió el primero de los tacones, así que decidió quedarse descalza. Dio otro salto y notó las tejas bajos sus pies. Su sonrisa se ensanchó y cogió más velocidad. Atravesó terrazas, saltó muros y trepó paredes sin parar, encantada. Tuvo que frenar un momento para reubicarse, porque había echado a correr sin mirar siquiera cuál era el edificio más alto. En cuanto lo vio, no paró. Fue una carrera salvaje, improvisada y muy, muy necesitada. Cada salto, cada nueva textura y cada nuevo reto le hacían sonreír encantada. Más de una persona le vio; unos niños en bicicleta le señalaron entre gritos de asombro y una abuelita tiró un edredón al canal cuando aterrizó brevemente en la barandilla de su balcón.

Llegó justo a tiempo de ver a Dark estamparse la cara contra el último edificio. Entre risas, sin perder el ritmo, le pescó de la camiseta y le sentó a su lado, en lo más alto del edificio más alto de Water Seven. Era una especie de torreoncito que no dejaba mucho más espacio que el que necesitaban para sentarse, pero tampoco hacía falta. Recuperó el aliento durante unos segundos, disfrutando la vista. Era simplemente impresionante.

Regresó a la tierra al escuchar su pregunta y por un instante se quedó pensando. Era la primera vez que alguien le preguntaba por su vida de forma tan directa, sin ser una mera formalidad. En ese momento se dio cuenta de que Dark no era su amigo, pero quería que lo fuera. Intentó hablar con naturalidad, aunque no estaba acostumbrada a hablar de sí misma.

-La verdad… no ha sido un mal viaje. Creo que era algo que necesitaba, aunque solo fuera por probarme a mi misma que podía hacerlo. Tiendo a cambiar de isla y de mar muy rápido y a decidir mi destino en el momento. Esto era un ejercicio de autocontrol… y creo que puedo decir con tranquilidad que lo he conseguido.

Agarró una teja del tejado y la arrancó con facilidad. Mientras le daba vueltas en las manos, continuó hablando.

-Ha sido un viaje largo. He conocido a bastante gente… tú incluido, por cierto. Me alegro. He entrenado, he visto a viejas amigas y… creo que sobre todo he visto sitios. Y hay sitios increíbles. Me dan ganas de hacer otra, pero ahora mismo no sería más que una excusa para evitar buscar respuestas. Después de todo… me guste o no, sé que es lo que toca.

Con una uña, grabó la fecha dos veces en la teja y la partió en dos con elegancia. Le ofreció una mitad a Dark, mientras se guardaba la otra. Merecía la pena guardar un recuerdo de ese momento y de esa vista.

-¿Y tú? ¿Qué harás ahora?

Aceptó la teja con una sonrisa y miró hacia el cielo. No quedaba mucho para el juicio y la verdad es que no sabía qué hacer exactamente. Le alegraba escuchar la anécdota de Lysbeth, sobretodo de que se hubiese divertido. De hecho parecía estar con un mejor ánimo tras la carrera improvisada, por lo que la idea había sido buena al final. Bajó la cabeza y observó la inscripción que ponía, el día en el que se encontraban. Soltó una pequeña carcajada y le pasó el brazo por detrás para darle un beso en la frente si se dejaba. Sí, la verdad es que le alegraba que fuese un día importante. Encontrar a una persona que estaba pasando por lo mismo que él no le hacía sentir tan solo.

—Supongo que volver a Samirn. Fui de vacaciones unos días y, tras encontrarme con gente de lo más rara, acabé decidiendo vivir ahí. No sé por qué, pero quizás encuentro un poco de paz tener un lugar en el que asentarme. No me paso demasiado por allí pero ya dos de mis amigas han visto mi casa. De hecho una me ayudó hasta a pintar el exterior —exclamó con una sonrisa—. Tú también estás invitada a verla. Tengo que enseñársela a más gente, la verdad. No te lo llegarás a creer pero conocí a un chaval que le hice creer que Raftel existía. Decía que era su ídolo y tal, al final la cosa no acabó demasiado bien. Es un poco prepotente a veces, pero tiene muy buen fondo. De hecho cree que soy de su tripulación, los Fancy Cock Pirates —dijo entre carcajadas, pero honestas. No se reía de Claude, si no más bien de lo inocente que era. Le recordaba bastante a él, para qué mentir.

Dejó de dar vueltas a la teja y se levantó, ofreciéndole la mano a Lysbeth. Tenía sentimientos encontrados con la morena, la verdad. Sentía que era su amigo pero con su personalidad y su físico le habría propuesto otro tipo de cosas en un momento tan especial. Sin embargo debía mantenerse fiel a sus votos de viudo, por lo que prefirió no cagar el momento y seguir siendo amigos. Muy seguramente igual le diría que no, así que simplemente se dedicó a soltarle una sonrisa y girar la cabeza después para mirar hacia el horizonte. Ya tenía bastante por haber compartido esa clase de información con ella, y no eran anécdotas que se explicaban a la primera persona que pasara por ahí. Los dos habían intercambiado sus experiencias porque existía cierta confianza. O por lo menos sentía en que Lysbeth confiaba en él. Le hacía sentirse bien que la gente confiase en él y más tras haber estado tanto tiempo cagándola como el peliblanco alocado.

—Si algún día decides venir a verme, espero que tras recuperar tu memoria... Si me necesitas, estaré por Samirn. Solo tienes que preguntar por mí y cualquiera te guiará hacia mi casa. ¿Entendido? —Le preguntó mientras le clavaba la mirada—. Porque como me entere que sufres una vez más y no me llamas, me encargaré de tirarte de las orejas.

Y aunque supiese a ciencia cierta que Lysbeth era más fuerte que él, se aseguraría de realizar esa amenaza aceptando las consecuencias.

El beso le tomó por sorpresa. Se dejó hacer, un tanto incómoda por lo inesperado del gesto. Que ella supiera, era la primera vez que alguien que no era su jovencita le demostraba esa clase de afecto. No terminaba de disgustarle. Pero le dejó ir y ella pudo olvidarlo y centrarse en lo que le decía.

-Creo que nunca he estado en Samirn, pero me pasaré a hacer una visita una vez haya recuperado lo que es mío.

Ella no entendía de hogares. No recordaba tener ninguna casa y el lugar en el que se sentía más a gusto era su barco. Siempre estaba ahí para ella y lo adoraba. Aparte de eso, cuando más en calma se sentía era acurrucada en algún que otro bosque muy concreto. No sabía por qué, pero algo en su interior le decía que eso no iba a cambiar una vez recuperase sus recuerdos. Era una nómada, siempre lo había sido. Estaba dentro de ella y no había forma de arrancarlo.

Espera un momento. ¿Los Fancy Cock Pirates? Se levantó con él, un poco alucinada. ¿También se había topado con él? Demonios. Que le había hecho creer que Rafter existía, decía.

-Así que tú también has conocido al pollo. ¿No acabó bien, dices?

No podía evitar estar un poco preocupada, aunque se maldijo en silencio por ello. Puñetero  niño, al final le había cogido cariño y todo. Ah… alguien como Dark, no tenía duda de que aunque fuera para sus adentros le admiraría. Su ídolo… esperaba que no se hubiera pasado con él, aunque no dudaba de que en algún momento podría toparse con el pollo y preguntarle ella misma. Tenía la extraña costumbre de toparse en su camino últimamente.

-Entonces… ¿me estás diciendo que soy tu vicecapitana? – Intentó decirlo con tono serio, pero no pudo evitar sonreír al mirarle. – Je, je, me ha dado un cargo más alto que el tuyo. – Le picó por un momento, la coincidencia le hacía verdaderamente gracia. Hermanos de banda y sin saberlo, wow – Nah… en realidad las bandas no son lo mío. Me desenvuelvo mejor sola, la verdad. Pero bueno, si le conoces ya sabrás que es inútil intentar convencerle. Es un gran chico, pero también un gran zoquete.

Le puso un brazo en el hombro y se apoyó en él, disfrutando de la vista. El sol empezaba a ponerse y tanto el agua como los edificios tenían un curioso tinte dorado. Era… precioso. Simplemente precioso. Alzó una ceja al escuchar lo último que había dicho, pero se rió entre dientes en lugar de decir nada. Lo agradecía, pero si intentaba tirarle de las orejas se aseguraría de dejarle sin dedos con los que hacerlo.

Menuda casualidad. Le empezaba a dar un poco de escalofrío que les pasasen cosas tan parecidas, pero también había que admitir una cosa: Claude iba de lugar en lugar, por lo que era muy probable que se hubiesen cruzado en sus rutas. Contestó con una pequeña carcajada a la broma de la morena y después la escuchó. Se dejó pasar el brazo y él hizo lo mismo por un lado de ella. Ahí quizás entendió ligeramente que se sentía bien encima de Water Seven, haciendo lo que le venía en gana. Antes había tenido el poder de estar en cualquier lado, pero se sentía encerrado. Y ahora... Ese sentimiento de libertad, eso le daba calidez. ¿Quizás se equivocaba con volver a la Marine? No lo sabía. Pero antes de cuestionar su senda prefería disfrutar del momento. Por lo que aprovechó para contestarle.

—Ya... A mí tampoco me gusta ir en bandas, la verdad. Más que nada se lo acepté porque me daba pena, por lo menos por un par de viajes. Pero se estaba replanteando disolver la banda, así que —comentó mientras se estiraba y bostezaba— tendremos que ir despidiéndonos. No me gusta quedarme mucho rato en el mismo sitio y ya llevo una temporada en Water Seven. Con su permiso, vicecapitana, me iré retirando —bromeó, continuando lo que había empezado Lysbeth.

Pensándolo bien... se sentía bastante igual que ella. Quitando Samirn, no le gustaba estacionarse demasiado tiempo en el mismo sitio. Y ni siquiera pasaba tanto tiempo en esa isla. Lo llamaba hogar, pero no lo frecuentaba. Tampoco le hacía mucha gracia volver desde que pasó lo del culto debajo de su casa, pero eran riesgos que se tenían que asumir.

—La verdad es que la libertad... Yo... Bueno, mira. Antes de despedirnos, te diré qué fue lo que me hizo tomar la decisión de olvidarme de todo —exclamó mientras se giraba hacia ella y le miraba directamente a los ojos—. Hace muchos años una persona murió. No he podido superar su pérdida hasta el día de hoy. Además que hice cosas jodidamente horribles, como matar todos los piratas de Jaya. Fue un cúmulo de malas decisiones que me dejaron en dos posiciones: o me iba para siempre y decidía no volver, o me daba una nueva oportunidad a mí mismo perdiendo la memoria. Por lo que estudié más o menos qué haría. Y tras recuperar la memoria supe que... Supe que podía darme otra oportunidad.

Sacó el cassette y se lo ofreció. Era importante para él pero quería dejarlo como una señal para ayudarle a avanzar. Sabía que por ella misma podía hacerlo, pero no estaba de más darle un pequeño empujón. Así por lo menos no estarían juntos, pero sentiría que de alguna forma era útil. Si la canción había logrado sacarle una lágrima, seguramente encontraría decenas de canciones más que le harían sentir mejor. Joder, hasta a él le alegraba escuchar de vez en cuando la canción de la piña colada.

—Toma, te presto esto. Me gustaría que me lo devolvieses cuando recuerdes todo —le comunicó antes de saltar, para después llevarse los dedos a la frente. Los separó haciendo un símbolo de despedida y desapareció entre las sombras.

-Por lo menos tú aceptaste.

Le dijo con una pequeña sonrisa. A ella le había arrastrado sin más. Estaba segura de que en marineford todavía había algún que otro currante de escritorio que estaba convencido de que era la subcapitana de los Fancy Cock Pirates. Aysh. Tenía que volver por ahí en algún momento y dejar las cosas bien claras.

- ¿Disolverla? Si parecía encantado con la idea.

No era que quisiese seguir escuchándole hablar de la banda y confundiendo a extraños, pero desde luego sonaba raro. Tendría que cuadrar con él un día y asegurarse de que estuviera bien. Entre no querer ser su vicecapitana y que le diera igual cómo estaba el chico había un trecho. Esbozó otra sonrisa mientras se estiraba y asentía a las palabras de Dark.-Tienes mi permiso.- le comentó burlonamente.

Ella solo llevaba ahí unas horas, pero lo cierto era que después de ese atardecer cualquier otro que viera en Water Seven iba a saberle a poco. Aún no quería irse, de todas formas. Pasaría la noche en el barco y ya por la mañana vería a dónde se dirigía. Suspiró. El futuro que le estaba pintando Dark sobre su pasado no era bonito. O alguien se había muerto o había hecho algo horrible. Quizá ambas. Un escalofrío le recorrió, pero intentó no hacerle caso. La verdad era que lo segundo se le antojaba lo más probable. Por otro lado, no recordaba tener muchos escrúpulos, tan solo muy mala leche. A veces. ¿Qué podía hacerle arrepentirse tanto como para querer mandarlo todo a la mierda y olvidarlo? No quería saberlo, pero sabía que no podía quedarse solo con los recuerdos buenos.

Ya los tenía y por lo visto, no eran suficientes.

Cogió el cassete. Oliéndose lo que iba a hacer, aprovechó cuando se acercó para colarle entre la ropa un papelito con su número de Den Den mushi. Efectivamente, unos segundos después desapareció sin dejar que le devolviera lo prestado. Se quedó ahí en el tejado, sonriéndole a la nada durante unos segundos. No le interesaba para nada la música, pero se sentía bastante conmovida. Era un gesto precioso y apreciaba la promesa de un reencuentro.

Le quitó los cascos y le dio al play en aleatorio mientras se sentaba y acurrucaba en el tejado. Poco a poco la oscuridad fue envolviendo la ciudad y a Lys, canción a canción. Ya de madrugada, la pirata se quedó dormida entre las tejas, con una sonrisa en los labios y el casette al alcance de los dedos. Había sido un buen día.