Galhard
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Los primeros días de Galhard como cadete en el cuartel de Dressrosa eran agotadores, los entrenamientos que Arthur, Jack y Al sometían al mismo eran igual de inhumanos que los que su padre le obligó a enfrentar cuando joven. Pero entre tanta teoría, estudio de los wanteds y entrenamiento físico Galhard podía gozar de tiempo libre, tiempo libre que no sabía como invertir por lo cual, habiendo quedado maravillado por el manejo del violín por parte del almirante en la aguja le pidió ser instruido en ello. Todo un lujo siendo Al mucho más conocido por su talento como músico que por su fiereza como almirante.
No tenía nada que perder más que preguntarle y el hecho de tocar un instrumento le ayudaría a despejar la cabeza después de tanto agobio físico y mental que los estándares de la brigada exigían. Arthur ya le había obligado a aprender a preparar un café decente, Jack estaba por verse que le exigía, si era listo podría repeler alguna petición de aprendizaje de Al interesándose precisamente en tocar el violín.
Aunque si bien, había que admitir que sería más urgente para el cadete entrenar su mantra, eso podía esperar ya que en poco sería enviado a una reunión de marines y cps precisamente con tal propósito que se cumpliese con éxito eso ya era otra cosa.
-¿Que me dice Almirante? Cree que me podría enseñar a tocar el violín. Aquella actuación en la aguja fue majestuosa...- Comentaba Galhard a Al, quien seguramente estaría ligeramente ocupado con algún tipo de trabajo que no podría haber relegado a Arthur o eso pensaba el cadete.
No tenía nada que perder más que preguntarle y el hecho de tocar un instrumento le ayudaría a despejar la cabeza después de tanto agobio físico y mental que los estándares de la brigada exigían. Arthur ya le había obligado a aprender a preparar un café decente, Jack estaba por verse que le exigía, si era listo podría repeler alguna petición de aprendizaje de Al interesándose precisamente en tocar el violín.
Aunque si bien, había que admitir que sería más urgente para el cadete entrenar su mantra, eso podía esperar ya que en poco sería enviado a una reunión de marines y cps precisamente con tal propósito que se cumpliese con éxito eso ya era otra cosa.
-¿Que me dice Almirante? Cree que me podría enseñar a tocar el violín. Aquella actuación en la aguja fue majestuosa...- Comentaba Galhard a Al, quien seguramente estaría ligeramente ocupado con algún tipo de trabajo que no podría haber relegado a Arthur o eso pensaba el cadete.
Había sido muy duro espantar a aquel fantoche de Water Seven. Podría haber acabado con él fácilmente, pero en el proceso la práctica totalidad de la isla habría acabado por ser destruida. Sin embargo, negociar con él para ahuyentarlo y hacer que sus hombres llegasen con cuentagotas hasta su base en el Nuevo Mundo le había permitido tenerlo bajo vigilancia constante. Al final, se había establecido en los alrededores de Thesalia, una isla gobernada de facto por otro señor del crimen. No es como si creyese que el hombre realmente pretendiese algo más que hacerse de oro, pero ahora que se había confirmado los remordimientos por haberlo engañado se disipaban totalmente. No obstante, el hombre era tan arrogante y vanidoso que engañarlo acudiendo a su propio orgullo había sido un juego de niños incluso para él, que no era demasiado hábil en esa clase de menesteres.
No obstante, había tenido que dar explicaciones -y no pocas- acerca del encuentro, muchas más sobre por qué le había dejado quedarse el dinero. Y aunque había puesto la mejor cara que podía, había terminado por acabar un tanto harto de tanta burocracia. Todos sabían que había hecho lo mejor, pero aun así nadie parecía aceptar que lo mejor requería un par de cesiones. ¿De qué servía una Water Seven arrasada? ¿No iban a gastar ya bastante en reemplazar los tendidos de Umi Reesha? Devastar la capital del agua era algo que todos sabían -sobre todo sus rivales- que, aunque pudiesen atacarlo con aquella daga envenenada, ellos se la habrían tenido que clavar a sí mismos. No había sido una decisión fácil, pero si bien Al no era el más listo de la clase, parecía ser el único que veía más allá de unos colores.
Desde el regreso a Dressrosa se había aislado un poco de todo. Necesitaba reflexionar, y sobre todo necesitaba tiempo para no pensar en el Apocalipsis ni en Thawne, así que tocaba. Pasaba el día tocando sus diversos instrumentos con una constancia y dedicación que ni siquiera a la música le había puesto en años. Era casi obsesivo, lo único que en cierto modo podía relajar su mente. Sobre todo su viejo violín, Oro de luna, que sonaba como ningún otro podía sonar. Vibraba con elegancia y persistencia, alcanzaba bajos increíbles y agudos melosos, creando melodías únicas que los hacían, cuando estaban juntos, ser uno solo con el sonido. Y con el silencio.
Normalmente los miembros de la Brigada sabían que nunca debían irrumpir en su despacho cuando se escuchaba música salir de él, pero de alguna forma el cadete había sido lo suficientemente osado, estúpido o atrevido como para interrumpirlo a mitad de una sonata. Al principio lo atravesó con la mirada, pero no tardó mucho en darse cuenta de que un talento como el suyo debía ser compartido. Tal vez Galhard había pulsado una tecla, la única, en la que tenía demasiado orgullo.
- Está bien -aceptó, dejando su instrumento sobre la mesita de cristal-. Pero vas a practicar hasta que te sangren los dedos. -Mostró sus manos, llenas de callos. Los de las palmas olían a cuero de la espada, pero los de las yemas de los dedos habían nacido sobre una infinidad de heridas-. ¿Tienes un violín?
Si no, él guardaba como una decena, pero la mayoría eran piezas de colección y solo tenía uno que realmente pudiera dejarle usar. El que había usado él para aprender.
No obstante, había tenido que dar explicaciones -y no pocas- acerca del encuentro, muchas más sobre por qué le había dejado quedarse el dinero. Y aunque había puesto la mejor cara que podía, había terminado por acabar un tanto harto de tanta burocracia. Todos sabían que había hecho lo mejor, pero aun así nadie parecía aceptar que lo mejor requería un par de cesiones. ¿De qué servía una Water Seven arrasada? ¿No iban a gastar ya bastante en reemplazar los tendidos de Umi Reesha? Devastar la capital del agua era algo que todos sabían -sobre todo sus rivales- que, aunque pudiesen atacarlo con aquella daga envenenada, ellos se la habrían tenido que clavar a sí mismos. No había sido una decisión fácil, pero si bien Al no era el más listo de la clase, parecía ser el único que veía más allá de unos colores.
Desde el regreso a Dressrosa se había aislado un poco de todo. Necesitaba reflexionar, y sobre todo necesitaba tiempo para no pensar en el Apocalipsis ni en Thawne, así que tocaba. Pasaba el día tocando sus diversos instrumentos con una constancia y dedicación que ni siquiera a la música le había puesto en años. Era casi obsesivo, lo único que en cierto modo podía relajar su mente. Sobre todo su viejo violín, Oro de luna, que sonaba como ningún otro podía sonar. Vibraba con elegancia y persistencia, alcanzaba bajos increíbles y agudos melosos, creando melodías únicas que los hacían, cuando estaban juntos, ser uno solo con el sonido. Y con el silencio.
Normalmente los miembros de la Brigada sabían que nunca debían irrumpir en su despacho cuando se escuchaba música salir de él, pero de alguna forma el cadete había sido lo suficientemente osado, estúpido o atrevido como para interrumpirlo a mitad de una sonata. Al principio lo atravesó con la mirada, pero no tardó mucho en darse cuenta de que un talento como el suyo debía ser compartido. Tal vez Galhard había pulsado una tecla, la única, en la que tenía demasiado orgullo.
- Está bien -aceptó, dejando su instrumento sobre la mesita de cristal-. Pero vas a practicar hasta que te sangren los dedos. -Mostró sus manos, llenas de callos. Los de las palmas olían a cuero de la espada, pero los de las yemas de los dedos habían nacido sobre una infinidad de heridas-. ¿Tienes un violín?
Si no, él guardaba como una decena, pero la mayoría eran piezas de colección y solo tenía uno que realmente pudiera dejarle usar. El que había usado él para aprender.
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Agilidad
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Los ojos del por aquel entonces cadete brillaron como luceros cuando Al aceptó su propuesta, era una buena forma de aprovechar el tiempo muerto que quedaba entre entrenamiento y entrenamiento y una forma estupenda de despejar su mente.
-Entrenar hasta sangrar es lo que hacía antes de entrar al cuerpoY ahora bajo los entrenamientos de la brigada también. Estoy preparado para ello almirate. Gracias por aceptarme como su pupilo en esto también- Espetó con una alegría enorme.
-Mmm... En cuanto a un violín... Como no sabía si aceptaría la propuesta no adquirí precipitadamente uno así que no... Aunque siempre puedo tratar de encargar uno o ir de forma rápida a algún lutier de Dressrosa.- Dijo aun con su entusiasmo inalterado, de pequeño había sido instruido en piano, nociones básicas, pero no había tenido oportunidad de probar con un violín así que aquello le hacía mucha ilusión, recordaba con cariño las veces que había ido al conservatorio de Lyneel y había escuchado la orquesta real. Siempre quiso saber como se debía sentir el hecho de estar encima de un escenario con un instrumento.
-Cuando digas hago lo pertinente para empezar los ensayos... ¡Creo que después de los entrenamientos para agudizar el haki de observación coincidimos en los ratos libres!- Sus ojos aún brillantes miraban a Al con enorme ilusión mientras juntaba sus manos cerca de su rostro. Ahora faltaría ver si su cuerpo se rompía antes con los entrenamientos físicos o con los entrenamientos de violín.
El cadete sabía que Al guardaba una colección extensa de violines en sus aposentos pero a juzgar por el talento del almirante seguramente iban a ser piezas de arte con un valor similar al de la mansión de su casa y entendía que Al no iba a cederle ninguno de ellos para aprender, más aún cuando siendo un aprendiz podría dañarlo sin querer. Gal esperaría la palabra de Al para ver si debía salir a hacer la compra del instrumento en menos de lo que cantase un gallo o no.
-Entrenar hasta sangrar es lo que hacía antes de entrar al cuerpo
-Mmm... En cuanto a un violín... Como no sabía si aceptaría la propuesta no adquirí precipitadamente uno así que no... Aunque siempre puedo tratar de encargar uno o ir de forma rápida a algún lutier de Dressrosa.- Dijo aun con su entusiasmo inalterado, de pequeño había sido instruido en piano, nociones básicas, pero no había tenido oportunidad de probar con un violín así que aquello le hacía mucha ilusión, recordaba con cariño las veces que había ido al conservatorio de Lyneel y había escuchado la orquesta real. Siempre quiso saber como se debía sentir el hecho de estar encima de un escenario con un instrumento.
-Cuando digas hago lo pertinente para empezar los ensayos... ¡Creo que después de los entrenamientos para agudizar el haki de observación coincidimos en los ratos libres!- Sus ojos aún brillantes miraban a Al con enorme ilusión mientras juntaba sus manos cerca de su rostro. Ahora faltaría ver si su cuerpo se rompía antes con los entrenamientos físicos o con los entrenamientos de violín.
El cadete sabía que Al guardaba una colección extensa de violines en sus aposentos pero a juzgar por el talento del almirante seguramente iban a ser piezas de arte con un valor similar al de la mansión de su casa y entendía que Al no iba a cederle ninguno de ellos para aprender, más aún cuando siendo un aprendiz podría dañarlo sin querer. Gal esperaría la palabra de Al para ver si debía salir a hacer la compra del instrumento en menos de lo que cantase un gallo o no.
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