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No suelo hacer caso a las sugerencias de la gente a la que he intentado aplastar, pero no me suena nada mal lo de irnos por donde hemos venido. Un baño calentito, algo de chocolate y diez horas de sueño para que los dolores inconexos que se me han pegado como lapas se conviertan en bonitos moratones. Pero algo me dice que no vamos a irnos. Nunca hacemos lo que yo quiero.
Hago recuento de dolores antes de levantarme. El primero es el del humillante y estrepitoso fracaso. Creo que he llegado a rozar a Brutus, aunque a saber. Es un logro minúsculo en comparación con lo que esperaba, y ni de broma ha valido la pena dejarme los huesos contra el suelo por eso. En fin, al menos no he caído de muy alto. Algunos de los planes que barajamos para invadir Onigashima originalmente incluían cosas bastante más desagradables.
Me levanto y me siento ligera. Pasar de ser un meteorito humano a una chica normal tiene sus ventajas, como la embriagadora y falsa sensación de que podría volar si quisiera. Y creo que me va a hacer falta.
Xandra echa a volar -¿es que soy la única que no se separa del suelo?- y Brutus desaparece engullido por la habilidad de alguno de sus camaradas. La cera vuelve a la carga con fuerzas renovadas, esta vez acompañada por una hornada de peligrosas estacas blancas y una horda de vigoréxicos cuya capacidad intimidatoria se ve bastante mermada por los pegotes de cera. ¿Yo aún tengo el mío? Sí, hecho un guiñapo, pero sí. Genial, ahora a moverse.
Me lanzo al suelo sin gracia ni elegancia alguna. Noto una punta de cera llevarse algo de sangre al pasarme demasiado cerca. No importa ahora mismo, hay cosas más urgentes a las que dedicar mi atención. El pequeño ejército aquí congregado, por ejemplo. Dado que Kath debe enfrentarse a Brutus, el resto deberemos repartirnos el pastel.
-Ivan, ¿puedes encontrar y comerte al tipejo de la cerita?
Seguro que el vampiro puede olfatearlo o algo así. Eso deja al grupo de, espero, débiles tripulantes de relleno a disposición del resto. ¿El lancero es su líder? ¿O es el tal Marco? Me extrañaría que fuese él el responsable de la cera. No es una habilidad que relacione con alguien con un aspecto de guerrero. Además, si yo fuera él me mantendría a cubierto. En fin, de todos modos tampoco importa mucho. Voy a tener que cargármelo igualmente.
Lo primero es lo primero. Echo mano de un sandwich de perlas de mi bolsa, y animo al resto a hacer lo mismo. Ya que les he preparado fiambreras, lo mínimo es que las aprovechen. No es que un aperitivo vaya a sacarnos vivos de aquí, pero un plus de aguante para los huesos nunca viene mal. Y menos aún con lo que pienso hacer.
-No he practicado mucho esto -confieso-, pero no creo que sea bonito... para vosotros. Si alguien quiere retirarse, adelante. Sin rencores.
Deja de hablar, maldita sea. Hay que entrar en acción. Avanzo hacia la tropa, decidida a dar el primer golpe. Mejor eso a dejar que nos rodeen y se desplieguen como quieran. Paso a paso, mi peso crece. Kilo a kilo, tonelada a toneladas. Lo detengo en diez, lo máximo que manejo con soltura. Entonces echo a correr, mis pies dejando grietas allá donde se posan. Desactivo mi habilidad un segundo y salto hacia la multitud, para luego reactivarla antes de caer entre ellos. Incluso pesando diez mil kilos puedo combatir con normalidad, pisando y aplastando, empujando y embistiendo, partiendo muñecas y espadas, escudos y cráneos. Tan solo necesito crear un pequeño espacio a mi alrededor para tener algo de espacio en medio de su formación.
Dejo que el haki se filtre hasta mis manos y me encomiendo a mi instinto para que haga el resto.
Solo son unos cientos. Tan difícil no puede ser.
Hago recuento de dolores antes de levantarme. El primero es el del humillante y estrepitoso fracaso. Creo que he llegado a rozar a Brutus, aunque a saber. Es un logro minúsculo en comparación con lo que esperaba, y ni de broma ha valido la pena dejarme los huesos contra el suelo por eso. En fin, al menos no he caído de muy alto. Algunos de los planes que barajamos para invadir Onigashima originalmente incluían cosas bastante más desagradables.
Me levanto y me siento ligera. Pasar de ser un meteorito humano a una chica normal tiene sus ventajas, como la embriagadora y falsa sensación de que podría volar si quisiera. Y creo que me va a hacer falta.
Xandra echa a volar -¿es que soy la única que no se separa del suelo?- y Brutus desaparece engullido por la habilidad de alguno de sus camaradas. La cera vuelve a la carga con fuerzas renovadas, esta vez acompañada por una hornada de peligrosas estacas blancas y una horda de vigoréxicos cuya capacidad intimidatoria se ve bastante mermada por los pegotes de cera. ¿Yo aún tengo el mío? Sí, hecho un guiñapo, pero sí. Genial, ahora a moverse.
Me lanzo al suelo sin gracia ni elegancia alguna. Noto una punta de cera llevarse algo de sangre al pasarme demasiado cerca. No importa ahora mismo, hay cosas más urgentes a las que dedicar mi atención. El pequeño ejército aquí congregado, por ejemplo. Dado que Kath debe enfrentarse a Brutus, el resto deberemos repartirnos el pastel.
-Ivan, ¿puedes encontrar y comerte al tipejo de la cerita?
Seguro que el vampiro puede olfatearlo o algo así. Eso deja al grupo de, espero, débiles tripulantes de relleno a disposición del resto. ¿El lancero es su líder? ¿O es el tal Marco? Me extrañaría que fuese él el responsable de la cera. No es una habilidad que relacione con alguien con un aspecto de guerrero. Además, si yo fuera él me mantendría a cubierto. En fin, de todos modos tampoco importa mucho. Voy a tener que cargármelo igualmente.
Lo primero es lo primero. Echo mano de un sandwich de perlas de mi bolsa, y animo al resto a hacer lo mismo. Ya que les he preparado fiambreras, lo mínimo es que las aprovechen. No es que un aperitivo vaya a sacarnos vivos de aquí, pero un plus de aguante para los huesos nunca viene mal. Y menos aún con lo que pienso hacer.
-No he practicado mucho esto -confieso-, pero no creo que sea bonito... para vosotros. Si alguien quiere retirarse, adelante. Sin rencores.
Deja de hablar, maldita sea. Hay que entrar en acción. Avanzo hacia la tropa, decidida a dar el primer golpe. Mejor eso a dejar que nos rodeen y se desplieguen como quieran. Paso a paso, mi peso crece. Kilo a kilo, tonelada a toneladas. Lo detengo en diez, lo máximo que manejo con soltura. Entonces echo a correr, mis pies dejando grietas allá donde se posan. Desactivo mi habilidad un segundo y salto hacia la multitud, para luego reactivarla antes de caer entre ellos. Incluso pesando diez mil kilos puedo combatir con normalidad, pisando y aplastando, empujando y embistiendo, partiendo muñecas y espadas, escudos y cráneos. Tan solo necesito crear un pequeño espacio a mi alrededor para tener algo de espacio en medio de su formación.
Dejo que el haki se filtre hasta mis manos y me encomiendo a mi instinto para que haga el resto.
Solo son unos cientos. Tan difícil no puede ser.
- Cosas usadas:
- Sándwich de perlas: Para aprovechar totalmente el inconmensurable poder de las almejas, Kaya hace una mayonesa especial con sus cáscaras trituradas, además de con cuatro tipos de queso. El ingrediente secreto son las perlas. Se congelan, se agrietan con cuidado y introduce en ellas un aceite súperfluido obtenido a partir de una gamba habitual del Paraíso. El aceite se filtra en cara minúsculo poro de la perla y la vuelve blanda y comestible, como una cereza. Todo junto forma un aperitivo que proporciona un generoso extra de resistencia en los huesos y las articulaciones, impidiendo roturas o dislocaciones. Sus efectos se consumen rápidamente, así que sirve para aguantar uno o dos impactos fuertes como mucho.
Maestría en ámbitos - Rango 3: Heavy Soldier III - De forma pasiva, los movimientos de Kaya son un 50% más ligeros y rápidos de lo normal cuando no usa su poder. Activamente, puede cargar con su propio peso hasta 10 toneladas, pudiendo moverse y pelear con normalidad, y hasta las 20 toneladas con considerable esfuerzo.
Katharina von Steinhell
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Si hubiera funcionado se habría sorprendido, pero ya era normal ver a un Brutus intocable y con la capacidad de salir indemne sin importar la situación. Si Kaya estaba oculta en una de las tantas calabazas, ¿cómo pudo diferenciarla de las demás? Bueno, la única razón que se le ocurría era la habilidad de ver el futuro. Y, por si no fuera suficiente, pudo defenderse del ataque de Ivan sin recibir apenas daño. Si las ilusiones no funcionaban con él, se dejaría de sutilezas y los masacraría a todos con una superioridad física incuestionable.
Chasqueó los dedos y un portal apareció en la trayectoria del puño un instante antes de que este encontrara el rostro de Ivan. La mano surgiría por el portal de salida y este estaba ubicado a escasa distancia de la bruja, acomodado para ejecutar un corte limpio y preciso. No dejaría pasar ni una centésima de segundo, no le dejaría hacer ninguno de sus estúpidos trucos, e intentaría cortarle la mano. Entre el chasquido y el corte con Fushigiri alcanzaría a suceder únicamente un parpadeo.
—¿Por qué no te mueres de una puta vez, Brutus?
De pronto, tanto el suelo como las paredes se tornaron de cera a la vez que Brutus era absorbido por esta. Una nítida visión sobre lo que sucedería apareció en la cabeza de Katharina y, haciendo gala de su velocidad sobrehumana, dio un salto en diagonal para tomar a Inosuke, dar otro salto y esquivar todas las estacas. De paso le ordenó al gran behir, que alguna vez fue su propia mascota, que se llevara al puerco lo más lejos posible del campo de batalla. Si iba a estar como una estatua, mejor que no estuviera. Y hablando de pasos, también aceptó la comida de Kaya.
Chasqueó otra vez los dedos y esta vez desaparecieron tanto las ilusiones como los portales, regresando el escenario a la normalidad, salvo por la ingente cantidad de cera. Sus ojos emitieron un brillo azulado y de inmediato dos alas de cuervo nacieron en su espalda. Las agitó con suavidad y poco a poco fue separándose del suelo; mientras más alejada estuviera de la cera, mejor. El nivel de paranoia estaba lo suficientemente alto, vaya.
Buscó la presencia de Brutus con su mantra a la vez que Fushigiri se envolvía en llamas anaranjadas. No sabía si la encontraría, después de todo, se había escondido entre la cera, pero recordaba la fuerza de su Voz. En caso de encontrarla, y siempre que no pusiera en riesgo a cualquiera de sus compañeros, lanzaría una onda cortante bañada en fuego para dar inicio al combate cuerpo a cuerpo. Nada de trucos, nada de sutilezas.
—Estás perdiendo muchos hombres solo para distraerme —le espetó, estando atenta a lo que pudiera suceder.
Chasqueó los dedos y un portal apareció en la trayectoria del puño un instante antes de que este encontrara el rostro de Ivan. La mano surgiría por el portal de salida y este estaba ubicado a escasa distancia de la bruja, acomodado para ejecutar un corte limpio y preciso. No dejaría pasar ni una centésima de segundo, no le dejaría hacer ninguno de sus estúpidos trucos, e intentaría cortarle la mano. Entre el chasquido y el corte con Fushigiri alcanzaría a suceder únicamente un parpadeo.
—¿Por qué no te mueres de una puta vez, Brutus?
De pronto, tanto el suelo como las paredes se tornaron de cera a la vez que Brutus era absorbido por esta. Una nítida visión sobre lo que sucedería apareció en la cabeza de Katharina y, haciendo gala de su velocidad sobrehumana, dio un salto en diagonal para tomar a Inosuke, dar otro salto y esquivar todas las estacas. De paso le ordenó al gran behir, que alguna vez fue su propia mascota, que se llevara al puerco lo más lejos posible del campo de batalla. Si iba a estar como una estatua, mejor que no estuviera. Y hablando de pasos, también aceptó la comida de Kaya.
Chasqueó otra vez los dedos y esta vez desaparecieron tanto las ilusiones como los portales, regresando el escenario a la normalidad, salvo por la ingente cantidad de cera. Sus ojos emitieron un brillo azulado y de inmediato dos alas de cuervo nacieron en su espalda. Las agitó con suavidad y poco a poco fue separándose del suelo; mientras más alejada estuviera de la cera, mejor. El nivel de paranoia estaba lo suficientemente alto, vaya.
Buscó la presencia de Brutus con su mantra a la vez que Fushigiri se envolvía en llamas anaranjadas. No sabía si la encontraría, después de todo, se había escondido entre la cera, pero recordaba la fuerza de su Voz. En caso de encontrarla, y siempre que no pusiera en riesgo a cualquiera de sus compañeros, lanzaría una onda cortante bañada en fuego para dar inicio al combate cuerpo a cuerpo. Nada de trucos, nada de sutilezas.
—Estás perdiendo muchos hombres solo para distraerme —le espetó, estando atenta a lo que pudiera suceder.
- Resumen:
- » Crear un portal en la dirección del puño de Brutus e intentar cortarle la mano.
» Esquivar las estacas a la vez que saco a Inosuke de la situación peligrosa. Además le ordeno a Kashi que se lo lleve lo más lejos que pueda.
» Deshacer tanto las ilusiones como los portales.
» Buscar a Brutus con el haki de observación y, en caso de encontrarle, lanzar una onda cortante bañada en fuego en su dirección.
Ivan Markov
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Había fallado, pero no en vano. La sangre de Brutus recorrió su interior, fortaleciéndole y aumentando sus reservas. Redirigió parte de la sangre para aumentar su velocidad. Aquella sangre era espesa, de sabor delicado y al mismo tiempo intenso y concentrado. Era más poderoso que él mismo, lo que le arrancó un escalofrío. Sin embargo, ahora le tenía. Había probado su sangre, así que Brutus ya no podría huir de ellos. Asintió a Katharina cuando ella le protegió del golpe del pirata, sabedor de que podría haber sufrido daños serios, y tras eso se alejó elevándose, sacudiendo sus alas en movimientos cortos. A su alrededor, la trampa empezó a cerrarse. La sala comenzó a convertirse en cera, Brutus desapareció y un ejército entró a por ellos. Su haki de observación le avisó de la amenaza inminente, mostrándole una imagen mental de las estacas de cera. Se reposicionó para que las armas golpeasen su armadura, rebotando contra esta. La fuerza de los impactos desequilibró ligeramente su vuelo, pero logró estabilizarse.
- ¡No te olvides del P.A.N.D.A! - gritó a Alexandra, al verla cerca de él - Si las cosas se ponen feas, protege a Kaya. ¡Kath!
Buscó a Katharina con la mirada y le hizo un gesto, señalando la posición exacta de Brutus y la trayectoria que estaba siguiendo bajo el suelo. Bajo ellos, Pepito había cogido a Inosuke y se lo llevaba de allí obedeciendo las órdenes de Katharina. Bien, una preocupación menos. No podría luchar a gusto si mientras lo hacía tenía que cubrir al skypiano. Entonces cayó en la cuenta de algo. ¿Brutus había llamado a... Marco? El vampiro entrecerró los ojos, buscando con la mirada al nuevo enemigo. Si realmente era la persona que creía, estaban en severos aprietos. Enfrentarse a la vez a un Ju Senshi y al puño ejecutor de C. Zar iba a ser un auténtico desafío. Entonces lo localizó con la mirada, y frunció el ceño. Reconocía su rostro del cartel de "se busca".
- No será necesario buscarlo, Kaya. Es el que lidera a las tropas enemigas. 1.000.000.000 de berries, Marco el Conquistador. El ejecutor de Iulius C. Zar. Déjamelo a mí y ocúpate de los soldados - sonrió siniestramente - Podemos hacer caer aquí y ahora a dos de los pesos pesados del Hemperador. ¡Hagámosles sentir el verdadero terror!
Mientras hablaba, echó las manos al interior del Manto de Sombras y extrajo la Hoja Negra y su espada rota, Vanator. Las nervaduras de oro de la daga y el filo roto de la espada relucieron con las llamas de Katharina. Hizo girar ambas armas en sus manos, Vanator en la derecha y la Hoja en la izquierda, preparándose para ampliar el poder de corte y el rango de ambas armas. El filo extendido, difícilmente perceptible, sería su arma secreta en el siguiente ataque. Debía hacer que el próximo golpe mereciera la pena y explotar que Marco tal vez aún no había percibido el filo transparente. Concentró el endurecimiento en las armas y murmuró:
- Vierter Mond...
Salió disparado hacia el pelirrojo como una bala, con sus armas trazando una estela de niebla tras é. En lugar de cargar de frente, en los últimos metros torció un ala para trazar una curva en torno a él, haciendo una pasada por su lado derecho con la Hoja Negra. En lugar de frenarse, aceleró mientras volvía a alzar el vuelo, describir una curva cerrada y realizar otra embestida hacia uno de sus flancos, esta vez golpeando con Vanator y alejándose una vez más. A medida se movía, su velocidad crecía a un ritmo cada vez mayor. Tras la segunda acometida, se giró y se preparó para la tercera, esta vez moviéndose al doble de su velocidad normal. Su tercer ataque fue de frente, lanzando un tajo horizontal con ambas armas a la vez, una desde cada lado.
- ¡Erinia!
- ¡No te olvides del P.A.N.D.A! - gritó a Alexandra, al verla cerca de él - Si las cosas se ponen feas, protege a Kaya. ¡Kath!
Buscó a Katharina con la mirada y le hizo un gesto, señalando la posición exacta de Brutus y la trayectoria que estaba siguiendo bajo el suelo. Bajo ellos, Pepito había cogido a Inosuke y se lo llevaba de allí obedeciendo las órdenes de Katharina. Bien, una preocupación menos. No podría luchar a gusto si mientras lo hacía tenía que cubrir al skypiano. Entonces cayó en la cuenta de algo. ¿Brutus había llamado a... Marco? El vampiro entrecerró los ojos, buscando con la mirada al nuevo enemigo. Si realmente era la persona que creía, estaban en severos aprietos. Enfrentarse a la vez a un Ju Senshi y al puño ejecutor de C. Zar iba a ser un auténtico desafío. Entonces lo localizó con la mirada, y frunció el ceño. Reconocía su rostro del cartel de "se busca".
- No será necesario buscarlo, Kaya. Es el que lidera a las tropas enemigas. 1.000.000.000 de berries, Marco el Conquistador. El ejecutor de Iulius C. Zar. Déjamelo a mí y ocúpate de los soldados - sonrió siniestramente - Podemos hacer caer aquí y ahora a dos de los pesos pesados del Hemperador. ¡Hagámosles sentir el verdadero terror!
Mientras hablaba, echó las manos al interior del Manto de Sombras y extrajo la Hoja Negra y su espada rota, Vanator. Las nervaduras de oro de la daga y el filo roto de la espada relucieron con las llamas de Katharina. Hizo girar ambas armas en sus manos, Vanator en la derecha y la Hoja en la izquierda, preparándose para ampliar el poder de corte y el rango de ambas armas. El filo extendido, difícilmente perceptible, sería su arma secreta en el siguiente ataque. Debía hacer que el próximo golpe mereciera la pena y explotar que Marco tal vez aún no había percibido el filo transparente. Concentró el endurecimiento en las armas y murmuró:
- Vierter Mond...
Salió disparado hacia el pelirrojo como una bala, con sus armas trazando una estela de niebla tras é. En lugar de cargar de frente, en los últimos metros torció un ala para trazar una curva en torno a él, haciendo una pasada por su lado derecho con la Hoja Negra. En lugar de frenarse, aceleró mientras volvía a alzar el vuelo, describir una curva cerrada y realizar otra embestida hacia uno de sus flancos, esta vez golpeando con Vanator y alejándose una vez más. A medida se movía, su velocidad crecía a un ritmo cada vez mayor. Tras la segunda acometida, se giró y se preparó para la tercera, esta vez moviéndose al doble de su velocidad normal. Su tercer ataque fue de frente, lanzando un tajo horizontal con ambas armas a la vez, una desde cada lado.
- ¡Erinia!
- resumen y cosas:
- Me protejo de las estacas colocándome para que reboten contra mi armadura, aviso a Katharina de la posición de Brutus, cuento a la banda quién es Marco y le ataco volando.
Nombre de la técnica: Erster Mond, Erebus [Genuina]
Naturaleza de la técnica: Física
Descripción de la técnica: Ivan puede alargar el alcance de sus cortes en un 75% del tamaño del arma. El filo alargado es transparente y aunque visible, algo difícil de percibir. Puede canalizar sus técnicas a través de él. Como parte pasiva, una fina niebla tétrica brota de su armas cuando tiene ansias de matar. Dura dos posts.
Recarga: Tres posts.
Nombre de la técnica: Vierter Mond: Erinia [Mítica]
Naturaleza: Física/Akuma
Descripción: Acelerando al momento a un 100% de su velocidad máxima, recorta en un momento la distancia entre él y su objetivo, lanzando un corte. Acto seguido se retira a la misma velocidad, y repite la táctica dos veces más pasando la velocidad de desplazamiento y retirada en cada corte a un 150% y un 200% de su velocidad máxima respectivamente.
Recarga: Tres posts.
Katharina, tu hoja rebota contra el brazo de Brutus, ennegrecido por el endurecimiento. Cae sangre al suelo, así que seguramente le hayas hecho daño, pero parece que su mano no está con las manchas. Respecto a tus ilusiones, cuando tratas de desvanecerlas no tiene pinta de que desaparezcan, al menos no inmediatamente, y no como cabría esperar. Las calabazas se deshacen como atrezzo, rompiéndose su cáscara y dejando ver esqueletos de alambre, y el resto siguen el mismo camino. ¿Cómo ha sucedido eso?
Brutus no responde a la pregunta, pero sonríe mientras se hunde en la cera, permitiéndose el lujo de lanzarte un beso antes de que su cara desaparezca bajo la masa blanquecina. Te da el tiempo justo para salvar a Inosuke, pero un segundo más y seguramente habría sido ensartado por completo. Mientras tanto, Xandra se mantiene en el aire y... ¿No quieres ponerte el casco otra vez? Será divertido.
Kaya, parece que una vez más no se van a hacer las cosas como quieres, y cuando das un salto para intentar romper la formación se abren de forma totalmente organizada, formando una suerte de rosca cuya mitad interna apunta sus armas hacia ti y la otra se dirige al exterior. Parece que te han dejado un espacio mínimo, insuficiente para moverte pero lo bastante holgado para que, si tratas de hacer algo extraño, puedan reaccionar.
- ¡Formación! -escuchas que grita uno de ellos, y la cera en sus manos comienza a expandirse hasta formar escudos de torre que cubre la mayor parte de sus cuerpos. Y dos de ellos, uno a tu cara y otro a tu espalda, entran al círculo cubiertos por el escudo y enarbolando dos largas espadas rectas-. ¡Cortad!
Sus hojas no se ennegrecen, pero sí brillan, y descargan sobre ti cada uno un potente corte. Mientras tanto, Ivan y Katharina...
Brutus está bajo la cera, efectivamente, alejándose cada vez más a través de ella. Seguramente lo esté moviendo el pelirrojo, pero cuando el corte de la bruja descubrís al hombre en su interior, que se venda con su propia toga las heridas que le habéis provocado. Parece distraído por un segundo, pero cuando una gota de cera cae sobre su nariz mira hacia ella, sin dejar de vendarse.
- ¿No estás perdiendo tú un tiempo muy valioso por tu propia inseguridad? -te pregunta-. ¿Por qué necesitas derrocar a nadie solo por demostrar que eres fuerte? Si fuese por ego, o exceso de confianza, por lo menos tendría un sentido. Estúpido, pero un sentido. Si tan poderosa eres, ¿qué tienes que demostrar a nadie? ¿Por qué necesitas matar todo lo que se pone delante de ti? ¿Buscas reinar sobre una montaña de cadáveres? Creo que es francamente triste, jovencita. Estás arriesgando la vida de todos tus compañeros por un minuto de gloria mientras aquí hemos dedicado tiempo a protegernos de ti. Porque respetamos tu poder. -Una plataforma de cera lo eleva hasta tu altura-. Todo el mundo sabe que eres poderosa, una peligrosa rival... Salvo tú. Por eso tú has decidido que tienes que ganar aquí, a cualquier precio. En fin... Qué se le va a hacer.
Pasa su toga por la mano, y se materializa una espada corta de doble filo, sin guarda. Dirías que es una gladius, pero en lugar de pomo posee una rosa tallada. Al instante se ennegrece y descarga un tajo vertical tan potente que tu propio Haki te hace verte partida a la mitad. Y, a tu espalda... El corte es tan potente que podéis ver el mar y el cielo a través del agujero.
Mientras tanto, Ivan se encarga de Marco. Este parece bastante ajeno al discurso de Brutus, centrado exclusivamente en los movimientos del vampiro. Parece que le cuesta seguirlo con la mirada, pero tras el primer impacto -que estás seguro de haberle dado- se envuelve en una crisálida de cera para, cuando termina tu tercer golpe, deshacerla como si se tratase de una tela y lanzártela a ti, tratando de evadir tu vista por un instante, y entonces repite tus movimientos. No parece tan rápido como tú, pero realiza una primera finta corriendo sobre sus rampas de cera y abalanzándose sobre tu flanco, pero... También por el otro. Ahora que te fijas, ambos son blancos. Y el verdadero Marco está a tu espalda, tratando también de ensartarte. ¿Cuándo se ha movido tan rápido?
Y, por si vas a preguntar por la sangre, el brazo donde has acertado se ha cubierto de cera.
Brutus no responde a la pregunta, pero sonríe mientras se hunde en la cera, permitiéndose el lujo de lanzarte un beso antes de que su cara desaparezca bajo la masa blanquecina. Te da el tiempo justo para salvar a Inosuke, pero un segundo más y seguramente habría sido ensartado por completo. Mientras tanto, Xandra se mantiene en el aire y... ¿No quieres ponerte el casco otra vez? Será divertido.
Kaya, parece que una vez más no se van a hacer las cosas como quieres, y cuando das un salto para intentar romper la formación se abren de forma totalmente organizada, formando una suerte de rosca cuya mitad interna apunta sus armas hacia ti y la otra se dirige al exterior. Parece que te han dejado un espacio mínimo, insuficiente para moverte pero lo bastante holgado para que, si tratas de hacer algo extraño, puedan reaccionar.
- ¡Formación! -escuchas que grita uno de ellos, y la cera en sus manos comienza a expandirse hasta formar escudos de torre que cubre la mayor parte de sus cuerpos. Y dos de ellos, uno a tu cara y otro a tu espalda, entran al círculo cubiertos por el escudo y enarbolando dos largas espadas rectas-. ¡Cortad!
Sus hojas no se ennegrecen, pero sí brillan, y descargan sobre ti cada uno un potente corte. Mientras tanto, Ivan y Katharina...
Brutus está bajo la cera, efectivamente, alejándose cada vez más a través de ella. Seguramente lo esté moviendo el pelirrojo, pero cuando el corte de la bruja descubrís al hombre en su interior, que se venda con su propia toga las heridas que le habéis provocado. Parece distraído por un segundo, pero cuando una gota de cera cae sobre su nariz mira hacia ella, sin dejar de vendarse.
- ¿No estás perdiendo tú un tiempo muy valioso por tu propia inseguridad? -te pregunta-. ¿Por qué necesitas derrocar a nadie solo por demostrar que eres fuerte? Si fuese por ego, o exceso de confianza, por lo menos tendría un sentido. Estúpido, pero un sentido. Si tan poderosa eres, ¿qué tienes que demostrar a nadie? ¿Por qué necesitas matar todo lo que se pone delante de ti? ¿Buscas reinar sobre una montaña de cadáveres? Creo que es francamente triste, jovencita. Estás arriesgando la vida de todos tus compañeros por un minuto de gloria mientras aquí hemos dedicado tiempo a protegernos de ti. Porque respetamos tu poder. -Una plataforma de cera lo eleva hasta tu altura-. Todo el mundo sabe que eres poderosa, una peligrosa rival... Salvo tú. Por eso tú has decidido que tienes que ganar aquí, a cualquier precio. En fin... Qué se le va a hacer.
Pasa su toga por la mano, y se materializa una espada corta de doble filo, sin guarda. Dirías que es una gladius, pero en lugar de pomo posee una rosa tallada. Al instante se ennegrece y descarga un tajo vertical tan potente que tu propio Haki te hace verte partida a la mitad. Y, a tu espalda... El corte es tan potente que podéis ver el mar y el cielo a través del agujero.
Mientras tanto, Ivan se encarga de Marco. Este parece bastante ajeno al discurso de Brutus, centrado exclusivamente en los movimientos del vampiro. Parece que le cuesta seguirlo con la mirada, pero tras el primer impacto -que estás seguro de haberle dado- se envuelve en una crisálida de cera para, cuando termina tu tercer golpe, deshacerla como si se tratase de una tela y lanzártela a ti, tratando de evadir tu vista por un instante, y entonces repite tus movimientos. No parece tan rápido como tú, pero realiza una primera finta corriendo sobre sus rampas de cera y abalanzándose sobre tu flanco, pero... También por el otro. Ahora que te fijas, ambos son blancos. Y el verdadero Marco está a tu espalda, tratando también de ensartarte. ¿Cuándo se ha movido tan rápido?
Y, por si vas a preguntar por la sangre, el brazo donde has acertado se ha cubierto de cera.
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Una sonrisa burlesca se asomó en su rostro a la vez que escuchaba al enemigo. Ciertamente eran preguntas interesantes, pero no para meditar en mitad de una batalla.
—¿Y qué? —se limitó a responder, mostrándose aburrida—. Estás subestimando la determinación de mis compañeros, Brutus. No deberías hacerlo.
Frunció el ceño al ver que el enemigo sostenía una espada con una rosa tallada como reemplazo del pomo. Otro truco de magia igual de peligroso que el resto. Una sensación mortífera se adueñó del cuerpo Katharina, y entonces una poderosa visión de sí misma cortada por la mitad acudió a su cabeza.
La onda cortante encontró el rostro de la hechicera, separándolo con precisión quirúrgica y con tal habilidad que ninguna gota de sangre salpicó a ningún lado. El cercenado cuerpo de la bruja se mantuvo suspendido en el aire durante unos segundos eternos hasta que comenzó a caer, dejando una estela carmesí que desaparecía conforme descendía.
Al mismo tiempo, una imagen de la bruja se posicionaba en la espalda de su enemigo para lanzar un tajo vertical con la intención de cortar en canal a Brutus. Y para entonces la ilusión de su muerte habría desaparecido. El hombre reaccionaría, sabía que lo haría. Por ello es que el verdadero ataque era, en realidad, una carga invisible desde arriba con el propósito de cortar a Brutus por la mitad con una espada endurecida, espada que desprendía una llama violeta: Corazón de Fantasma.
Entonces, ¿qué había pasado? Inmediatamente después de conocer las intenciones de Brutus, la bruja ladeó su verdadero cuerpo y dejó una proyección de sí misma en el lugar a la vez que ascendía, envuelta en una ilusión de invisibilidad. Una vez esquivó la onda cortante del enemigo, creó una ilusión en la espalda de este y, aprovechando todas las distracciones, atacó. El resto era historia por decidir, ¿no?
—¿Y qué? —se limitó a responder, mostrándose aburrida—. Estás subestimando la determinación de mis compañeros, Brutus. No deberías hacerlo.
Frunció el ceño al ver que el enemigo sostenía una espada con una rosa tallada como reemplazo del pomo. Otro truco de magia igual de peligroso que el resto. Una sensación mortífera se adueñó del cuerpo Katharina, y entonces una poderosa visión de sí misma cortada por la mitad acudió a su cabeza.
La onda cortante encontró el rostro de la hechicera, separándolo con precisión quirúrgica y con tal habilidad que ninguna gota de sangre salpicó a ningún lado. El cercenado cuerpo de la bruja se mantuvo suspendido en el aire durante unos segundos eternos hasta que comenzó a caer, dejando una estela carmesí que desaparecía conforme descendía.
Al mismo tiempo, una imagen de la bruja se posicionaba en la espalda de su enemigo para lanzar un tajo vertical con la intención de cortar en canal a Brutus. Y para entonces la ilusión de su muerte habría desaparecido. El hombre reaccionaría, sabía que lo haría. Por ello es que el verdadero ataque era, en realidad, una carga invisible desde arriba con el propósito de cortar a Brutus por la mitad con una espada endurecida, espada que desprendía una llama violeta: Corazón de Fantasma.
Entonces, ¿qué había pasado? Inmediatamente después de conocer las intenciones de Brutus, la bruja ladeó su verdadero cuerpo y dejó una proyección de sí misma en el lugar a la vez que ascendía, envuelta en una ilusión de invisibilidad. Una vez esquivó la onda cortante del enemigo, creó una ilusión en la espalda de este y, aprovechando todas las distracciones, atacó. El resto era historia por decidir, ¿no?
- Resumen:
- Espectáculo de ilusiones: fingir la muerte + volverse invisible + intentar cortar por la mitad a Brutus.
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¿Soldados con sesera? ¿Dónde se ha visto eso? Se supone que están hechos solo para dar cabezazos hacia adelante sin plantearse si se harán daño o no. En cambio, reaccionan con celeridad a mi ataque. Yo daba por hecho que me subestimarían por ser ellos mucho más grandes, mucho más numerosos e ir armados... Igual la tonta soy yo.
El suelo se agrieta como debe cuando aterrizo con mi peso colosal a cuestas, pero hasta ahí lo previsible. La hueste, en lugar de caer derribados como los bolos que esperaba que fuesen, responde abriéndose coordinadamente y prestándome encantados un hueco central en su alineación, bien custodiada por un cerco de sus afilados aceros.
-Un comienzo poco prometedor. Pero podría ser peor.
Va a peor. Dos de ellos, espada en mano, se adelantan para enfrentarse a mí. O más bien para ejecutarme, porque no muestran la más mínima intención de disputar un combate que dure más de un espadazo. Tengo poco tiempo para reaccionar, así que el instinto me dice que me agache. No me parece lo más adecuado en mitad de un corro cerrado de gente, pero peor sería que esas dos hojas me dejaran sin cabeza.
Mi perspectiva pasa a ser la de una especie de muro blanquecino hecho de escudos. Mi trozo de cera es considerablemente menos útil que los de ellos, lo cual no debería sorprenderme, aunque aún tendré que darme con un canto en los dientes si no intenta matarme. En fin... En lugar de levantarme, busco el hueco entre el escudo y el suelo para dejar caer la mano y todo el peso que arrastra sobre el pie de uno de mis atacantes. Al mismo tiempo, porque la ambición es la clave del éxito a la hora de matar gente, extiendo una pierna hacia atrás para barrer las del otro y derribarlo.
Ese es el momento en que me incorporo. En cuanto los tenga en el suelo, saltaré sobre ellos un par de veces, cogeré el escudo de uno y confiaré en que el resto siga viniendo a por mí de dos en dos.
El suelo se agrieta como debe cuando aterrizo con mi peso colosal a cuestas, pero hasta ahí lo previsible. La hueste, en lugar de caer derribados como los bolos que esperaba que fuesen, responde abriéndose coordinadamente y prestándome encantados un hueco central en su alineación, bien custodiada por un cerco de sus afilados aceros.
-Un comienzo poco prometedor. Pero podría ser peor.
Va a peor. Dos de ellos, espada en mano, se adelantan para enfrentarse a mí. O más bien para ejecutarme, porque no muestran la más mínima intención de disputar un combate que dure más de un espadazo. Tengo poco tiempo para reaccionar, así que el instinto me dice que me agache. No me parece lo más adecuado en mitad de un corro cerrado de gente, pero peor sería que esas dos hojas me dejaran sin cabeza.
Mi perspectiva pasa a ser la de una especie de muro blanquecino hecho de escudos. Mi trozo de cera es considerablemente menos útil que los de ellos, lo cual no debería sorprenderme, aunque aún tendré que darme con un canto en los dientes si no intenta matarme. En fin... En lugar de levantarme, busco el hueco entre el escudo y el suelo para dejar caer la mano y todo el peso que arrastra sobre el pie de uno de mis atacantes. Al mismo tiempo, porque la ambición es la clave del éxito a la hora de matar gente, extiendo una pierna hacia atrás para barrer las del otro y derribarlo.
Ese es el momento en que me incorporo. En cuanto los tenga en el suelo, saltaré sobre ellos un par de veces, cogeré el escudo de uno y confiaré en que el resto siga viniendo a por mí de dos en dos.
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Apartó la tela de cera de un golpe de ala, para descubrir que Marco ya se había escabullido. Miró sus hojas con un vistazo fugaz. No había sangre en ninguna de ellas. Maldición... si probaba la sangre de Marco, podría tenerlo localizado en todo momento. Sopesó sus opciones. Marco no parecía tener tan potencial físico bruto como él, aunque eso no era raro teniendo en cuenta que él era usuario de zoan. Y aún así no se le quedaba tan lejos. Sin embargo era evidentemente hábil y dominaba la habilidad de su Doru Doru no mi con una destreza temible. Más aún, cada uno de ellos estaba llevando un trozo de cera de acuerdo a la orden impuesta por el Yonkou. Y para colmo, su Despertar no duraría eternamente. Iba a tener que ser hábil y rápido y matar al pirata lo antes posible. Percibió una amenaza inminente con su haki y reaccionó al límite, volviéndose e interponiendo a Vanator, reforzando la hoja con busoushoku.
Marco pasó a su lado... y por el otro a la vez. Ambos Marcos eran blancos y desprendían ese olor característico. Eran cera. Y el verdadero estaba a su espalda. Mierda. Había caído en su propia táctica e iba a ser atacado desde todos los flancos. Pero aún tenía trucos bajo la manga. No había llegado hasta ahí siendo simplemente sacudiendo su espada como un loco. Mientras las lanzas se abalanzaban sobre él, a punto de atravesar su carne, su cuerpo se desdibujó y adoptó una forma gaseosa. Las armas le alcanzaron y Ivan se deshizo en un banco de niebla. Casi al mismo tiempo, la nube de murciélagos se abalanzó sobre los tres Marcos, revoloteando a su alrededor para estorbarles y tratando de morder la cara del Marco real. No serían más que un estorbo, pero tal vez eso sería todo lo que necesitaba. ¿Podía haber intentado resistir los golpes y dejar que la armadura y la regeneración hiciesen el trabajo? Podría. Pero usar su forma de niebla le daba una ventaja táctica. Ahora podía reposicionarse a su gusto. Y así pues, apareció repentinamente desde el flanco menos esperado: justo frente él, volando en la rampa de cera, con ambas armas imbuidas en haki y envueltas en llamas blanco azuladas.
- Raserei: Eiskrieg.
Aprovechando el movimiento de su rival contra él, inició una lluvia de cortes y cuchilladas contra él, buscando sus brazos y su torso. Cada golpe iba perfectamente encadenado al anterior, y las dos hojas se movían en perfecta sincronía buscando los puntos débiles de la defensa de su rival. Tras hacer una rápida sucesión de ocho cortes, se apartó unos metros con un rápido golpe de las alas e hizo desaparecer la Hoja Negra en el interior de su capa. Entonces, agarrando a Vanator con ambas manos, trazó un corte descendente en el que impregnó su voluntad.
- ¡Macht des Königs: Kaiserschneider!
Una onda envuelta en llamas azules y con el poder de su busoushoku y haoshoku salió en dirección a Marco, tan potente que probablemente causaría potentes destrozos a su paso. Tuvo cuidado al resituarse para evitar que la onda pasase cerca de sus compañeros. Ahora tan solo quedaba esperar que la estructura no se les viniera encima con la potencia de su golpe y el anterior de Brutus.
Marco pasó a su lado... y por el otro a la vez. Ambos Marcos eran blancos y desprendían ese olor característico. Eran cera. Y el verdadero estaba a su espalda. Mierda. Había caído en su propia táctica e iba a ser atacado desde todos los flancos. Pero aún tenía trucos bajo la manga. No había llegado hasta ahí siendo simplemente sacudiendo su espada como un loco. Mientras las lanzas se abalanzaban sobre él, a punto de atravesar su carne, su cuerpo se desdibujó y adoptó una forma gaseosa. Las armas le alcanzaron y Ivan se deshizo en un banco de niebla. Casi al mismo tiempo, la nube de murciélagos se abalanzó sobre los tres Marcos, revoloteando a su alrededor para estorbarles y tratando de morder la cara del Marco real. No serían más que un estorbo, pero tal vez eso sería todo lo que necesitaba. ¿Podía haber intentado resistir los golpes y dejar que la armadura y la regeneración hiciesen el trabajo? Podría. Pero usar su forma de niebla le daba una ventaja táctica. Ahora podía reposicionarse a su gusto. Y así pues, apareció repentinamente desde el flanco menos esperado: justo frente él, volando en la rampa de cera, con ambas armas imbuidas en haki y envueltas en llamas blanco azuladas.
- Raserei: Eiskrieg.
Aprovechando el movimiento de su rival contra él, inició una lluvia de cortes y cuchilladas contra él, buscando sus brazos y su torso. Cada golpe iba perfectamente encadenado al anterior, y las dos hojas se movían en perfecta sincronía buscando los puntos débiles de la defensa de su rival. Tras hacer una rápida sucesión de ocho cortes, se apartó unos metros con un rápido golpe de las alas e hizo desaparecer la Hoja Negra en el interior de su capa. Entonces, agarrando a Vanator con ambas manos, trazó un corte descendente en el que impregnó su voluntad.
- ¡Macht des Königs: Kaiserschneider!
Una onda envuelta en llamas azules y con el poder de su busoushoku y haoshoku salió en dirección a Marco, tan potente que probablemente causaría potentes destrozos a su paso. Tuvo cuidado al resituarse para evitar que la onda pasase cerca de sus compañeros. Ahora tan solo quedaba esperar que la estructura no se les viniera encima con la potencia de su golpe y el anterior de Brutus.
- técnicas:
- La onda final es de la maestría de habilidad a rango 15, con llamas de Boreas y el golpe de haoshoku de Macht des Königs (al menos en sus primeros diez metros).
Nombre de la técnica: Raserei [Genuina]
Naturaleza de la técnica: Física
Descripción de la técnica: Llevado por la furia del combate, Ivan centra sus energías en aumentar su concentración. Reduce en un segundo la canalización de su próxima técnica. Puede usarlo dos veces por combate.
Recarga: Tres posts
Usado para reducir la canalización de Boreas a cero segundos.
Nombre de la técnica: Dritter Mond, Boreas [Genuina]
Naturaleza de la técnica: Elemental
Descripción de la técnica: Con este poder Ivan genera una llama fría en torno a un arma, sus manos o munición de una pistola. Esta llama está a -20º, y congela en vez de quemar. Una capa de escarcha se extiende desde el punto donde la llama impacta, congelando la zona cercana (por ejemplo, un corte en el antebrazo dejaría escarcha en una buena parte de este). Como componente escénico, es capaz de generar una desagradable sensación de frío al tocar a alguien.
Tiempo de canalización: Un segundo.
Nombre de la técnica: Macht des Königs [Nivel 3]
Naturaleza de la técnica: Modalidad de haoshoku haki
Descripción de la técnica: Concentra su haki del rey en un poderoso tajo con la espada. El golpe libera un estallido de poder de diez metros de radio, capaz de destrozar acero, que no daña al usuario. Además, cada vez que se confronte verbal o físicamente contra otro usuario de haki del rey, un fuerte viento se levantará en la zona. Si hay nubes de tormenta, probablemente comience a sonar truenos, y las nubes se partirán justo sobre ellos.
Tiempo de canalización: Dos segundos.
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¿Qué estaba planeando el bastardo de Brutus? ¿Por qué no se movía? Era difícil de creer que ese hombre cayese en la trampa que había preparado la bruja, de hecho, la paranoia había comenzado a crecer con una sutil idea: Katharina estaba volando directo a la trampa de Brutus. Sin embargo, era demasiado tarde para detenerse y fuera lo que fuera que hubiera planeado, lo detendría.
Despejó su mente de toda duda y continuó con el ataque. Si ese hombre moría, si de verdad Brutus moría, las fuerzas del Emperador sufrirían un golpe abrumador, uno del que no se recuperarían ni ahora ni nunca porque Katharina se encargaría de ello. Y, como quería estar completamente segura de que el mago muriese, reduciría a cenizas cada fibra de su cuerpo.
Justo después del corte con Fushigiri, la hechicera reunió energía mágica al mismo tiempo que sus ojos emitían un intenso brillo ámbar, como si el mismo fuego estuviera naciendo desde su interior. Las primeras lenguas anaranjadas y tan calientes como para fundir cualquier roca aparecieron con violencia.
—¡Hi no… Jigoku! —rugió a la vez que giraba, convocando un vórtice de fuego que no tardó en propagarse por el campo de batalla, aunque aún lejos de Ivan y el resto de sus compañeros.
En el caso de que todo funcionase, en el caso de que Brutus estuviera muerto, la hechicera desplegaría una onda de haoshoku para llamar la atención de todos los combatientes, tanto aliados como enemigos. Le gustaría levantar la cabeza del enemigo en señal de victoria, pero no tenía nada, no quedaría absolutamente nada. Era lo que significaba ser la recién autodenominada Bruja de la Destrucción.
—¡Su comandante está muerto y ustedes serán los siguientes! —anunció, apuntando con Fushigiri a la masa de soldados bien coordinados que tantos problemas le estaban dando a Kaya—. ¡¿Cómo prefieren morir?! ¡¿Cortados por mi espada o calcinados por una lluvia de fuego?! ¡¿O prefieren rendirse y entregarse voluntariamente como prisioneros a la próxima Emperatriz del Nuevo Mundo?! Hoy fue Brutus, pero mañana será Julius y el resto de su ejército. ¡¿Morirán hoy o vivirán otro día?! ¡Tienen tres segundos para decidirlo! —finalizó, levantando el índice de la mano que sostenía la cera.
La habitación temblaba por culpa de la imponente presencia de la hechicera. Decenas de rayos negros con bordes enrojecidos salían desprendidos de su cuerpo. ¡Sus ojos eran la clara representación del más caliente infierno! Estaba preparada para dejar caer el resto de su furia.
Despejó su mente de toda duda y continuó con el ataque. Si ese hombre moría, si de verdad Brutus moría, las fuerzas del Emperador sufrirían un golpe abrumador, uno del que no se recuperarían ni ahora ni nunca porque Katharina se encargaría de ello. Y, como quería estar completamente segura de que el mago muriese, reduciría a cenizas cada fibra de su cuerpo.
Justo después del corte con Fushigiri, la hechicera reunió energía mágica al mismo tiempo que sus ojos emitían un intenso brillo ámbar, como si el mismo fuego estuviera naciendo desde su interior. Las primeras lenguas anaranjadas y tan calientes como para fundir cualquier roca aparecieron con violencia.
—¡Hi no… Jigoku! —rugió a la vez que giraba, convocando un vórtice de fuego que no tardó en propagarse por el campo de batalla, aunque aún lejos de Ivan y el resto de sus compañeros.
En el caso de que todo funcionase, en el caso de que Brutus estuviera muerto, la hechicera desplegaría una onda de haoshoku para llamar la atención de todos los combatientes, tanto aliados como enemigos. Le gustaría levantar la cabeza del enemigo en señal de victoria, pero no tenía nada, no quedaría absolutamente nada. Era lo que significaba ser la recién autodenominada Bruja de la Destrucción.
—¡Su comandante está muerto y ustedes serán los siguientes! —anunció, apuntando con Fushigiri a la masa de soldados bien coordinados que tantos problemas le estaban dando a Kaya—. ¡¿Cómo prefieren morir?! ¡¿Cortados por mi espada o calcinados por una lluvia de fuego?! ¡¿O prefieren rendirse y entregarse voluntariamente como prisioneros a la próxima Emperatriz del Nuevo Mundo?! Hoy fue Brutus, pero mañana será Julius y el resto de su ejército. ¡¿Morirán hoy o vivirán otro día?! ¡Tienen tres segundos para decidirlo! —finalizó, levantando el índice de la mano que sostenía la cera.
La habitación temblaba por culpa de la imponente presencia de la hechicera. Decenas de rayos negros con bordes enrojecidos salían desprendidos de su cuerpo. ¡Sus ojos eran la clara representación del más caliente infierno! Estaba preparada para dejar caer el resto de su furia.
- Super técnica para finalizar cosas:
- Nombre de la técnica: 火の地獄 — Hi no Jigoku
Categoría: Técnica Épica
Descripción: Gira sobre sí misma para generar un infierno de llamas en forma de vórtice ardiente que alcanza un radio de 20 metros. Tarda dos segundos en canalizarse y debe esperar tres turnos para volver a usar esta técnica.
Enmarcaremos cada párrafo con el orden en que sucede para poder prestaros a cada uno la debida atención
2) Katharina, Brutus parece sonreír con cierta placidez mientras recibe tu golpe. Su cuerpo parece tan denso que no llegas a partirlo por la mitad, pero el tajo bien ha podido penetrar unos siete u ocho centímetros en su carne. Abre los brazos mientras lo recibe, y si no fuese porque cae inconsciente -seguramente no sobreviva mucho- casi parecería que forma parte de su plan. En ese momento, puedes ver cómo su cuerpo empieza a caer al suelo mientras tú ya rotas generando lenguas de fuego por todas partes. Aunque, lamento decirte, que si bien es grande la estancia, no estás a más de veinte metros de Ivan.
- ¡Hijo de puta! -grita Marco entonces. No parece enfadado contigo, sino con él-. Tú no te mueres hoy; no.
El fuego alcanza a Brutus, pero un sinfín de lenguas de cera semiderretida intentan encerrarlo de nuevo.
1) Kaya, tu estrategia parece dar resultado, al menos en su mayor parte. Logras agacharte y tomar por sorpresa a uno de ellos, tirándolo al suelo. Te da tiempo a saltar sobre este una vez, aunque el segundo ha sido capaz de evitar tu barrido y te regala un tajo superficial en la pierna. Logras obtener el escudo tras eso y no sé para qué tienes pensado utilizarlo, pero piensa rápido porque mientras el de la espada se abalanza hacia ti en un intento de finta, a tu espalda la línea avanza para tratar de clavarte media docena de lanzas.
1) Ivan, no parece que cojas desprevenido a Marco. Sorprendido, tal vez, pero no vendido. Con una velocidad insólita forma un amplio escudo sobre su brazo, recibiendo los cortes casi sin ningún daño mientras la cera brilla en un místico tono negruzco. Cuando lanzas tu última onda ambas figuras de cera se interponen en la trayectoria, también envueltas en Haki, para mitigar el impacto. El resultado es que el muro cae a pedazos, pero tanto la lanza como el soldado se mantienen inflexibles, mirando hacia ti. Es entonces que se oye el acero segando carne, y gira la cabeza de golpe hacia Katharina.
2) Katharina ha logrado impactar sobre Brutus, que cae al suelo mientras ella comienza a girar provocando un remolino de fuego que, si bien no estás particularmente cerca, la temperatura comienza a elevarse peligrosamente. Marco grita, pero a Brutus, e intenta sepultar su cuerpo en cera.
3) Marco frunce el ceño, furioso, y sin dar la espalda a Ivan empieza a hacer que más y más cera se vaya generando tan cerca como es capaz de Katharina. El acceso al piso superior ya se ha hundido entre la cera, y la cicatriz que el tajo de Brutus ha abierto comienza a cerrarse también con cera. Poco a poco el techo parece acercarse a vosotros, aunque aún no es peligroso, y del suelo que parece querer elevarse surgen una veintena de Marcos completamente blancos.
- La suerte está echada.
Con esas palabras diez lanzas se alargan hacia Ivan y otras diez hacia Katharina, mientras los charcos de cera derretida van haciendo que el suelo de cera vaya derritiéndose, incontrolable. Las lanzas que salen de los muñecos no parecen detenerse, sino que persisten hasta alcanzar las paredes.
Mientras Marco no pierde el tiempo, y al primer movimiento que hagas, Ivan, intentará ensartarte la lanza en el corazón imbuida en Haki de armadura.
- ¡No puedes ser emperatriz si no llegas a salir con vida! -brama Marco-. ¡Y me voy a ocupar de que no lo hagas!
Cada vez más el domo se convierte en una trampa mortal. El tiempo se agota, y la cera sigue acercándose.
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Frunció el ceño cuando su espada cortó a Brutus y vio una sonrisa en él, asumiendo que se trataba de otro de sus trucos. Sin embargo, las palabras de Marco advirtieron lo contrario y auténticas lenguas de cera comenzaron a frenar el avance de la llamarada. Pero ni siquiera la promesa de una muerte garantizada hizo retroceder al enemigo, y el responsable de esa demostración de valor era ese hombre.
El peligro resonó dentro de su cuerpo cuando un escuadrón de clones comenzó a nacer del suelo, todos hechos de cera e imponentes como el original. Aún en el cielo, mientras las llamas derretían la cera, la bruja miró a Marco con su único ojo y el mundo empezó a ir tan lento que parecía haberse detenido. «Así que de eso se trata», pensó mientras las lanzas salían disparadas de los muñecos.
—Kazoku.
Tras un pestañeo, la intensidad y la velocidad del combate volvieron. El techo comenzaba a venirse abajo y sendas estacas de cera buscaban atravesar a la hechicera. No obstante, un portal de tonos violetas se interpuso entre Katharina y las lanzas, redirigiéndolas a la periferia del pelotón enemigo para no darle a Kaya.
A la vez que reunía las llamas residuales de su técnica anterior entorno a su propio cuerpo, pensaba que ahora más que nunca veía las cosas con claridad. Sabía que la habitación colapsaría eventualmente, así que tanto ella como sus compañeros estaban contra el reloj. La buena noticia era que la trampa mortal dependía de Marco, por lo que, si Ivan le derrotaba, podrían declarar una victoria aplastante.
—¿Por qué estás tan seguro de que puedes contra mí? —le preguntó al lancero—. Ya pasaron los tres segundos.
Azotó el cielo con sus alas y cayó en picada hacia Brutus, quien se convertía en un capullo de cera, pero la bruja se había vuelto un verdadero misil bañado en llamas. Aprovechó el impulso del vuelo y la intensidad del fuego para contrarrestar cuanta cera pudiera ponerse en su mano. Su brazo se volvió todo de escamas y sus dedos se transformaron en verdaderas garras. Volvió a golpear el cielo y esta vez adquirió aún más velocidad, apresuró el brazo escamoso hacia delante y, cubierto de haki, luchó contra la cera para coger a un Brutus moribundo.
De lograrlo, buscaría con la mirada a Ivan y luego reuniría energía mágica para molestar un poco a Marco. La tierra bajo sus pies comenzaría a temblar poco a poco hasta parecer un terremoto. Entonces, una especie de ciempiés enorme emergería de la cera con la intención de clavar sus peligrosos colmillos en la carne del lancero. Para el comandante de un emperador no significaría mucho, así que lo interesante estaría a punto de suceder.
El ciempiés gigante sería la distracción para los ciempiés pequeñitos que comenzarían a subir por las piernas del hombre, colándose por entre las grietas de la armadura y cualquier hueco a poder ser utilizado, masticando la carne y devorando los músculos. Y todo con el único propósito de brindarle a Ivan la oportunidad de conectar un ataque potencialmente mortal.
—¡Nise no kōgeki! —anunciaría Katharina, concentrándose en mantener materializada las ilusiones de los ciempiés.
El peligro resonó dentro de su cuerpo cuando un escuadrón de clones comenzó a nacer del suelo, todos hechos de cera e imponentes como el original. Aún en el cielo, mientras las llamas derretían la cera, la bruja miró a Marco con su único ojo y el mundo empezó a ir tan lento que parecía haberse detenido. «Así que de eso se trata», pensó mientras las lanzas salían disparadas de los muñecos.
—Kazoku.
Tras un pestañeo, la intensidad y la velocidad del combate volvieron. El techo comenzaba a venirse abajo y sendas estacas de cera buscaban atravesar a la hechicera. No obstante, un portal de tonos violetas se interpuso entre Katharina y las lanzas, redirigiéndolas a la periferia del pelotón enemigo para no darle a Kaya.
A la vez que reunía las llamas residuales de su técnica anterior entorno a su propio cuerpo, pensaba que ahora más que nunca veía las cosas con claridad. Sabía que la habitación colapsaría eventualmente, así que tanto ella como sus compañeros estaban contra el reloj. La buena noticia era que la trampa mortal dependía de Marco, por lo que, si Ivan le derrotaba, podrían declarar una victoria aplastante.
—¿Por qué estás tan seguro de que puedes contra mí? —le preguntó al lancero—. Ya pasaron los tres segundos.
Azotó el cielo con sus alas y cayó en picada hacia Brutus, quien se convertía en un capullo de cera, pero la bruja se había vuelto un verdadero misil bañado en llamas. Aprovechó el impulso del vuelo y la intensidad del fuego para contrarrestar cuanta cera pudiera ponerse en su mano. Su brazo se volvió todo de escamas y sus dedos se transformaron en verdaderas garras. Volvió a golpear el cielo y esta vez adquirió aún más velocidad, apresuró el brazo escamoso hacia delante y, cubierto de haki, luchó contra la cera para coger a un Brutus moribundo.
De lograrlo, buscaría con la mirada a Ivan y luego reuniría energía mágica para molestar un poco a Marco. La tierra bajo sus pies comenzaría a temblar poco a poco hasta parecer un terremoto. Entonces, una especie de ciempiés enorme emergería de la cera con la intención de clavar sus peligrosos colmillos en la carne del lancero. Para el comandante de un emperador no significaría mucho, así que lo interesante estaría a punto de suceder.
El ciempiés gigante sería la distracción para los ciempiés pequeñitos que comenzarían a subir por las piernas del hombre, colándose por entre las grietas de la armadura y cualquier hueco a poder ser utilizado, masticando la carne y devorando los músculos. Y todo con el único propósito de brindarle a Ivan la oportunidad de conectar un ataque potencialmente mortal.
—¡Nise no kōgeki! —anunciaría Katharina, concentrándose en mantener materializada las ilusiones de los ciempiés.
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Ivan, una decena de columnas de cera atraviesan tu pecho. De pura casualidad ninguna llega a rozar tu corazón, pero el dolor es inconmensurable y en la entrada y salida de cada herida la cera comienza a envolverte con presteza. Kaya, a ti te alcanzan varias de las lanzas, pero solo una logra hundirse bajo tu axila, en el costado derecho. La herida es molesta y sangra profusamente.
Katharina, Marco no te responde. No parece siquiera atender a las ilusiones que has generado en su cuerpo, y aunque reprime una mueca de dolor no les dedica una mísera mirada. En cualquier caso sí que hay algo en lo que puedes fijarte: Mientras te lanzas contra Brutus enormes tentáculos de cera, decenas o tal vez centenares, comienzan a rodearte. Muchos se derriten al momento y se subliman, soltando un gas que, en grandes cantidades podría matarte, pero que en los pocos segundos que vas a estar ahí no tendría por qué hacerte nada. Sin embargo, la cera sigue rodeándote y los más lejanos logran tejer una esfera a tu alrededor. Tampoco sería un problema si no estuviese gasificándose tanta cera que, de pronto, no puedes ni respirar. Pero has atravesado el capullo de cera y tienes a Brutus entre las manos.
- Pareces una persona cuerda -dice a Ivan, lanzando una onda cortante que tira abajo cinco columnas de golpe-. Aún no tenéis la fuerza necesaria para enfrentaros al verdadero poder de un imperio, y aunque consigáis matarme, toneladas y toneladas de cera terminarán por aplastaros. -Señala una enorme esfera blanca que se va haciendo más y más grande. Si los del exterior os habéis fijado sabréis que Katharina está ahí dentro-. La cera normalmente es blanda. No resiste particularmente bien los golpes, pero al calentarla... -Mira hacia uno de los charcos-, se vuelve viscosa. Hacerle daño a algo así es sumamente difícil, y ahora mismo tu capitana está asfixiándose en una atmósfera de cera ardiente. Aun si puede resistir en su interior la temperatura de su irresponsabilidad, caerá inconsciente en breves. Si dejáis todas vuestras armas ahora cuando ella esté inconsciente la liberaré. Si no...
Tira otras cinco columnas. Solo quedan seis.
Katharina, Marco no te responde. No parece siquiera atender a las ilusiones que has generado en su cuerpo, y aunque reprime una mueca de dolor no les dedica una mísera mirada. En cualquier caso sí que hay algo en lo que puedes fijarte: Mientras te lanzas contra Brutus enormes tentáculos de cera, decenas o tal vez centenares, comienzan a rodearte. Muchos se derriten al momento y se subliman, soltando un gas que, en grandes cantidades podría matarte, pero que en los pocos segundos que vas a estar ahí no tendría por qué hacerte nada. Sin embargo, la cera sigue rodeándote y los más lejanos logran tejer una esfera a tu alrededor. Tampoco sería un problema si no estuviese gasificándose tanta cera que, de pronto, no puedes ni respirar. Pero has atravesado el capullo de cera y tienes a Brutus entre las manos.
- Pareces una persona cuerda -dice a Ivan, lanzando una onda cortante que tira abajo cinco columnas de golpe-. Aún no tenéis la fuerza necesaria para enfrentaros al verdadero poder de un imperio, y aunque consigáis matarme, toneladas y toneladas de cera terminarán por aplastaros. -Señala una enorme esfera blanca que se va haciendo más y más grande. Si los del exterior os habéis fijado sabréis que Katharina está ahí dentro-. La cera normalmente es blanda. No resiste particularmente bien los golpes, pero al calentarla... -Mira hacia uno de los charcos-, se vuelve viscosa. Hacerle daño a algo así es sumamente difícil, y ahora mismo tu capitana está asfixiándose en una atmósfera de cera ardiente. Aun si puede resistir en su interior la temperatura de su irresponsabilidad, caerá inconsciente en breves. Si dejáis todas vuestras armas ahora cuando ella esté inconsciente la liberaré. Si no...
Tira otras cinco columnas. Solo quedan seis.
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Se dio cuenta de que el líder enemigo era un hombre inteligente puesto que, por muy fuerte que fuera Katharina, su organismo seguía siendo el de un humano y, más pronto que tarde, terminaría cediendo ante los gases liberados por la combustión y las altas temperaturas dentro de ese infierno. En la cabeza de Marco debía ser épico imaginar que alguien como él pudiera encerrar y arrinconar a la bruja.
Pero aún le hacía falta ser más listo.
Presagio le advirtió de las intenciones de Marco y, acostumbrada a las altas velocidades con las que se movía, veía los tentáculos casi en cámara lenta. Formar una esfera de esas dimensiones para retener el dióxido de carbono le tomaría unos cuantos segundos a un usuario maestro, no era algo que pudiera hacerse instantáneamente, sin embargo, a Katharina no le tomaría ni la mitad de ese tiempo salir sin ningún problema.
Mientras los tentáculos terminaban de tejer la prisión de cera, la bruja formaba una distorsión en el espacio más allá de esta. Sabía que debía apresurarse puesto que ni siquiera ella podría soportar demasiado tiempo esa atmósfera infernal, pero, siendo justos, la trampa no era una complicación real. Así que, en perfecta coordinación, la bruja atravesó el portal al mismo tiempo que la prisión terminaba por cerrarse.
—Demasiado lento —sentenció después de atravesar y cerrar el portal.
Entonces, se detuvo un segundo a ver lo que estaba sucediendo a su alrededor.
Ver a su mejor amigo herido, atravesado por las estacas de cera, le hizo arder la sangre. Y saber que Kaya tampoco lo estaba pasando bien le hizo replantearse las cosas: era un buen momento para retirarse. Marco tenía razón: eventualmente el domo colapsaría y todos morirían. Y, a diferencia de los piratas de Iulius, Katharina no iba a darse el lujo de perder a ninguno de sus compañeros.
En el momento en que las vidas de sus amigos resonaron por sobre todas las cosas se dio cuenta de que había cambiado, de que había descubierto su propio límite, de que había descubierto su debilidad. No obstante, poco importaba cuando por fin después de tanto tiempo su fuerza tomaba un sentido distinto al de la destrucción. Sí, amaba destruir y quemar cosas, pero ahora… Ahora quería proteger lo que había construido.
Visto desde otro punto de vista, una retirada suponía una victoria aplastante frente al Emperador del Mar. Los piratas de Katharina no sufrirían ninguna baja importante, capturarían a Brutus y encima conocerían los planes del Yonkou. Era cierto que podían ir por el premio gordo, Marco, pero lamentablemente tenía razón en otra cosa: aún no tenían la fuerza necesaria.
De pronto, su cuerpo comenzó a volverse más esbelto y liviano, las alas de cuervo incluso se tornaron más aerodinámicas a cambio de perder masa muscular. Y de su espalda emergieron dos colas peludas a juego con Raikiri. Dicho de otro modo, usó la polimorfia para volverse más veloz y frágil. Si bien aún podía ser más rápida, creía que sería lo suficientemente veloz como para rescatar a sus compañeros y huir.
Golpeó el cielo con las alas y, de un momento a otro, apareció sobre Kaya para tomarla de la cintura con una de las colas y luego volar hacia Ivan. Primero, cortaría las estacas y luego tomaría al vampiro con su cola restante para retroceder lo más deprisa, a menos que este encontrase la manera de irse por su cuenta. Como que se había vuelto en una mula de carga; esperaba que Inosuke y Alexandra hubiesen huido por su cuenta. Y, por último, se despediría porque a veces era educada.
—Nos retiramos. Puedes intentar detenerme, pero no eres lo suficientemente rápido para atraparme. Lo dejaremos en un empate, aunque me llevo a tu amigo —dijo Katharina, dedicándole una mirada a Brutus.
Por supuesto que no sería fácil huir de Marco, pero, afortunadamente, Brutus había dejado una enorme grieta en la muralla y, hasta donde Katharina sabía, no había sido tapada con cera. Esperaba que Alexandra e Inosuke hubiesen huido ya… En fin, la bruja volaría directo hacia la salida a máxima velocidad porque, bueno, no quería ser capturada.
Pero aún le hacía falta ser más listo.
Presagio le advirtió de las intenciones de Marco y, acostumbrada a las altas velocidades con las que se movía, veía los tentáculos casi en cámara lenta. Formar una esfera de esas dimensiones para retener el dióxido de carbono le tomaría unos cuantos segundos a un usuario maestro, no era algo que pudiera hacerse instantáneamente, sin embargo, a Katharina no le tomaría ni la mitad de ese tiempo salir sin ningún problema.
Mientras los tentáculos terminaban de tejer la prisión de cera, la bruja formaba una distorsión en el espacio más allá de esta. Sabía que debía apresurarse puesto que ni siquiera ella podría soportar demasiado tiempo esa atmósfera infernal, pero, siendo justos, la trampa no era una complicación real. Así que, en perfecta coordinación, la bruja atravesó el portal al mismo tiempo que la prisión terminaba por cerrarse.
—Demasiado lento —sentenció después de atravesar y cerrar el portal.
Entonces, se detuvo un segundo a ver lo que estaba sucediendo a su alrededor.
Ver a su mejor amigo herido, atravesado por las estacas de cera, le hizo arder la sangre. Y saber que Kaya tampoco lo estaba pasando bien le hizo replantearse las cosas: era un buen momento para retirarse. Marco tenía razón: eventualmente el domo colapsaría y todos morirían. Y, a diferencia de los piratas de Iulius, Katharina no iba a darse el lujo de perder a ninguno de sus compañeros.
En el momento en que las vidas de sus amigos resonaron por sobre todas las cosas se dio cuenta de que había cambiado, de que había descubierto su propio límite, de que había descubierto su debilidad. No obstante, poco importaba cuando por fin después de tanto tiempo su fuerza tomaba un sentido distinto al de la destrucción. Sí, amaba destruir y quemar cosas, pero ahora… Ahora quería proteger lo que había construido.
Visto desde otro punto de vista, una retirada suponía una victoria aplastante frente al Emperador del Mar. Los piratas de Katharina no sufrirían ninguna baja importante, capturarían a Brutus y encima conocerían los planes del Yonkou. Era cierto que podían ir por el premio gordo, Marco, pero lamentablemente tenía razón en otra cosa: aún no tenían la fuerza necesaria.
De pronto, su cuerpo comenzó a volverse más esbelto y liviano, las alas de cuervo incluso se tornaron más aerodinámicas a cambio de perder masa muscular. Y de su espalda emergieron dos colas peludas a juego con Raikiri. Dicho de otro modo, usó la polimorfia para volverse más veloz y frágil. Si bien aún podía ser más rápida, creía que sería lo suficientemente veloz como para rescatar a sus compañeros y huir.
Golpeó el cielo con las alas y, de un momento a otro, apareció sobre Kaya para tomarla de la cintura con una de las colas y luego volar hacia Ivan. Primero, cortaría las estacas y luego tomaría al vampiro con su cola restante para retroceder lo más deprisa, a menos que este encontrase la manera de irse por su cuenta. Como que se había vuelto en una mula de carga; esperaba que Inosuke y Alexandra hubiesen huido por su cuenta. Y, por último, se despediría porque a veces era educada.
—Nos retiramos. Puedes intentar detenerme, pero no eres lo suficientemente rápido para atraparme. Lo dejaremos en un empate, aunque me llevo a tu amigo —dijo Katharina, dedicándole una mirada a Brutus.
Por supuesto que no sería fácil huir de Marco, pero, afortunadamente, Brutus había dejado una enorme grieta en la muralla y, hasta donde Katharina sabía, no había sido tapada con cera. Esperaba que Alexandra e Inosuke hubiesen huido ya… En fin, la bruja volaría directo hacia la salida a máxima velocidad porque, bueno, no quería ser capturada.
- resumen:
- —Escapar de la prisión de cera usando un portal.
—Llevar estadísticas de resistencia a velocidad para ser más veloz.
—Ir a por Kaya y también a por Ivan.
—Anunciar la retirada e intentar irme por la grieta que dejó Brutus.- Cositas usadas:
- No haré un copiar-pegar, pero en términos netamente bélicos... Para escapar de la prisión de cera uso la modalidad del mantra Presagio, Sentido de la velocidad 12 y Supīdo, que me permite crear portales en un segundo. Ya luego lo atravieso. Lo que sigue después es usar la tabla de mi fruta para pasar 3 rangos de resistencia a velocidad, quedando en tier 15. Lo otro es volar, ponerme colas de furro y ya estaría, creo.
Rainbow662
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¿De qué sirve un escudo contra una docena de lanzas, espadas y gente malhumorada empuñándolas con intenciones homicidas? Según mi reciente experiencia, de poco, pero admito que detener una sola cuchilla mortalmente afilada con dirección a mi cara ya rentabiliza de sobra este pedazo de hierro aparatoso y feo.
Cuando la espada impacta contra el escudo lo hace con fuerza. El sonido, como el de un gong, reverbera en mis oídos igual que la sacudida en mis brazos. El tipo deja una abolladura en el escudo, aunque peso tanto que ni me mueve. Las lanzas son más problemáticas. Enarbolo el escudo de forma bastante poco técnica, pero sirve de poco contra tantos enemigos.
Una de las lanzas me acierta en la mano y me hace soltarlo. ¿De qué sirve dejar caer un escudo contra una docena de lanzas? Pues eso.
Lanzo manotazos contra los ástiles, rompiendo un par de ellas al dejar caer el peso de mis manos contra la frágil madera. Lástima tener tan pocos brazos. El poco espacio y el cuerpo tirado en el suelo me dificultan esquivar, lo que tiene como consecuencia unos cuantos cortes nuevos. Me muevo hacia un lado para tratar de enfrentar todas las armas desde un mismo sitio, pero una de ellas se hunde bajo mi brazo. La hoja de tiñe de sangre oscura, rasgando piel, carne, una costilla y parte del asa de mi bolsa. Otra se clava en la propia bolsa, perforando el paquetito donde guardo las grajeas de zafiro. La sangre y las gominolas machacadas chorrean por el costado, por la pierna, hasta llegar al suelo, pringando al legionario caído y mis fabulosas sandalias wanenses de una densa mezcla de rojo y azul.
Me revuelvo y golpeo casi a ciegas. Hay tantos enemigos que es hasta difícil no acertar a alguien con un puñetazo lanzado sin mirar. Lo único malo es que detrás de cada uno hay siempre más. Aun así, lo único que puedo hacer es intentarlo. Agarrar una lanza y embestir, tumbar escudos y tratar de ponerles la mano encima, literalmente, a todos los que pueda para que unos cuantos miles de kilos hagan el trabajo sucio de romper sus huesos.
Quién sabe, igual Kath termina su pelea y me salva el culo antes de que me liquiden.
Cuando la espada impacta contra el escudo lo hace con fuerza. El sonido, como el de un gong, reverbera en mis oídos igual que la sacudida en mis brazos. El tipo deja una abolladura en el escudo, aunque peso tanto que ni me mueve. Las lanzas son más problemáticas. Enarbolo el escudo de forma bastante poco técnica, pero sirve de poco contra tantos enemigos.
Una de las lanzas me acierta en la mano y me hace soltarlo. ¿De qué sirve dejar caer un escudo contra una docena de lanzas? Pues eso.
Lanzo manotazos contra los ástiles, rompiendo un par de ellas al dejar caer el peso de mis manos contra la frágil madera. Lástima tener tan pocos brazos. El poco espacio y el cuerpo tirado en el suelo me dificultan esquivar, lo que tiene como consecuencia unos cuantos cortes nuevos. Me muevo hacia un lado para tratar de enfrentar todas las armas desde un mismo sitio, pero una de ellas se hunde bajo mi brazo. La hoja de tiñe de sangre oscura, rasgando piel, carne, una costilla y parte del asa de mi bolsa. Otra se clava en la propia bolsa, perforando el paquetito donde guardo las grajeas de zafiro. La sangre y las gominolas machacadas chorrean por el costado, por la pierna, hasta llegar al suelo, pringando al legionario caído y mis fabulosas sandalias wanenses de una densa mezcla de rojo y azul.
Me revuelvo y golpeo casi a ciegas. Hay tantos enemigos que es hasta difícil no acertar a alguien con un puñetazo lanzado sin mirar. Lo único malo es que detrás de cada uno hay siempre más. Aun así, lo único que puedo hacer es intentarlo. Agarrar una lanza y embestir, tumbar escudos y tratar de ponerles la mano encima, literalmente, a todos los que pueda para que unos cuantos miles de kilos hagan el trabajo sucio de romper sus huesos.
Quién sabe, igual Kath termina su pelea y me salva el culo antes de que me liquiden.
Ivan Markov
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Ahí estaba otra vez. Los colores del mundo apagándose, el sonido de su respiración enrareciéndose. La banda sonora de la muerte se aproximaba. Las lanzas atravesaban su cuerpo, sumándose a las heridas que le había provocado el fuego de su capitana. Si no fuese por su Despertar, aquel sería su final sin lugar a dudas. Y aún bien podía serlo. No tenía esperanzas de que aquella tercera vida que había tenido la suerte de disfrutar fuese a tener una cuarta. Aquella era su última oportunidad. Observó a Kaya peleando desesperadamente, en solitario. A Katharina siendo envuelta por la cera. Inosuke y Alexandra llevaban rato desaparecidos y esperaba que estuviesen a salvo. Estaban en serios aprietos. ¿Qué hacía ahora? Escuchó las palabras de Marco y estas sonaron como un martillo golpeando los pilares de sus convicciones. Rendirse. ¿Lo había hecho alguna vez? Trató de buscar en su memoria un caso en que hubiese aceptado la derrota y rogado por su vida. No... ni siquiera las dos veces que había enfrentado la muerte a manos de su padre y de su hermana. Decían que para todo había una primera vez. ¿Era el momento en que Ivan Markov al fin se tragaría su orgullo?
- Yo...
Entonces apareció Katharina a través de un portal. A pesar de la desesperada situación, la capitana no se rendía. ¿Por qué iba a hacerlo él? ¿Dónde habían quedado su orgullo y su valor? Juntos vencerían a Marco y sentenciarían aquel combate finalmente, aunque tuviesen que pelear bajo las ruinas y cascotes del domo derruido. Con una sonrisa feroz, comenzó a arrancarse las estacas. Sabía que era una lucha desesperada y prácticamente suicida. Marco tenía ventaja, estaba en un terreno donde llevaba las de ganar. Sin embargo, era bajo la adversidad cuando más brillaba su poder. Podía vencerle, estaba seguro de ello. Las heridas de estaca comenzaron a cerrarse, consumiendo parte de las restantes energías de su Despertar. Entonces Katharina dio una orden que le hizo girarse hacia ella sorprendido, con una expresión confusa. ¿Huir? Le hizo un gesto cuando se acercó a él para que no lo cogiera. Apretó los dientes. No quería huir.
En su interior se enfrentaron su enorme orgullo y sed de sangre contra la lealtad que sentía hacia Katharina y la voz de la razón que le decía que el riesgo no estaba equiparado a la recompensa. Ya tenían a Brutus. No merecía la pena arriesgar la vida por Marco. Sin embargo, la otra parte de él respondió que Marco también era una pieza poderosa en el ajedrez. Y que retirarse sería admitir que no tenía poder para derrotarlo. Inspiró hondo y suspiró lentamente, negando con la cabeza. Recordó la promesa hecha a Katharina y sus planes. Si moría ahí, no podría cumplirla. Tampoco podría volver a Hallstat. Chistó, enfadado consigo mismo por la decisión que acababa de tomar, su orgullo herido. Voló al encuentro de su capitana, guardando la Hoja Negra y empuñando su espada rota, Vanator, a dos manos. Concentrando su haki de armadura más poderoso en el golpe, lanzó la onda cortante más fuerte que fue capaz para abrir totalmente la apertura que Marco intentaba cerrar con cera.
- ¡AHORA! - dijo, acelerando todo lo que fue capaz en dirección a la salida.
- Yo...
Entonces apareció Katharina a través de un portal. A pesar de la desesperada situación, la capitana no se rendía. ¿Por qué iba a hacerlo él? ¿Dónde habían quedado su orgullo y su valor? Juntos vencerían a Marco y sentenciarían aquel combate finalmente, aunque tuviesen que pelear bajo las ruinas y cascotes del domo derruido. Con una sonrisa feroz, comenzó a arrancarse las estacas. Sabía que era una lucha desesperada y prácticamente suicida. Marco tenía ventaja, estaba en un terreno donde llevaba las de ganar. Sin embargo, era bajo la adversidad cuando más brillaba su poder. Podía vencerle, estaba seguro de ello. Las heridas de estaca comenzaron a cerrarse, consumiendo parte de las restantes energías de su Despertar. Entonces Katharina dio una orden que le hizo girarse hacia ella sorprendido, con una expresión confusa. ¿Huir? Le hizo un gesto cuando se acercó a él para que no lo cogiera. Apretó los dientes. No quería huir.
En su interior se enfrentaron su enorme orgullo y sed de sangre contra la lealtad que sentía hacia Katharina y la voz de la razón que le decía que el riesgo no estaba equiparado a la recompensa. Ya tenían a Brutus. No merecía la pena arriesgar la vida por Marco. Sin embargo, la otra parte de él respondió que Marco también era una pieza poderosa en el ajedrez. Y que retirarse sería admitir que no tenía poder para derrotarlo. Inspiró hondo y suspiró lentamente, negando con la cabeza. Recordó la promesa hecha a Katharina y sus planes. Si moría ahí, no podría cumplirla. Tampoco podría volver a Hallstat. Chistó, enfadado consigo mismo por la decisión que acababa de tomar, su orgullo herido. Voló al encuentro de su capitana, guardando la Hoja Negra y empuñando su espada rota, Vanator, a dos manos. Concentrando su haki de armadura más poderoso en el golpe, lanzó la onda cortante más fuerte que fue capaz para abrir totalmente la apertura que Marco intentaba cerrar con cera.
- ¡AHORA! - dijo, acelerando todo lo que fue capaz en dirección a la salida.
- cosas:
- La onda cortante va con habilidad y fuerza 15 y endurecimiento con un haki de armadura nivel 7.
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Si durante el escaso lapso de tiempo durante el rescate alguien se ha fijado bien, podrá ver varias cosas: La primera, que las heridas de Brutus han sido cubiertas de cera. También que tiene los ojos abiertos y expresión sonriente, casi plácida. Como digo, solo durante unos breves instantes es posible darse cuenta de esto, dado el caos de la situación. Katharina es capaz de recoger a ambos, pero su movimiento es tan veloz que la onda de Ivan llega tarde. Solo por un poco.
Katharina, tu movimiento ha sido tan veloz que podrías haber muerto. Delante de ti, cuando estás a apenas milímetros de la única oquedad -habiendo dejado atrás la onda de Ivan- esta se solidifica en un denso muro que, casualmente, tiene una oquedad lo bastante grande como para que pases. Exactamente del tamaño necesario. Aun así, al salir comienzas a sentir un dolor inenarrable cuando una de tus colas es guillotinada. La que sostenía a Ivan. El corte es tan preciso y apurado que se ha llevado algunos milímetros de tu cocsis, pero deja tu otra cola intacta. Cuando la crisis termine, podrás percatarte del delicado punto rojo que hay en el centro de tu pecho, justo en tu corazón. Apenas lo notas, pero sabes que podría haberte atravesado. Lo más peligroso es que ni tu Haki ni tu clarividencia ha podido advertirte.
- Salís dos menos de los que entráis -dice Brutus con sorna. Su voz suena cansada, pero no débil. Incluso con ese corte, no parece que le moleste mucho.
Ivan, pese a que el golpe podría ser extremadamente doloroso, la cera te abraza hasta envolverte, y mientras te atenaza Marco se acerca tranquilamente. Cuando está a tu altura, sobre peldaños de su elemento, te libera. Mirándote fijamente suspira por un momento, y te dedica una media sonrisa con cierto amargor.
- Cometéis un error llevándooslo. Sin el dominio de su maestro, Brutus es una amenaza para vosotros aún mayor. -Abre un hueco en la cera, que podrías aprovechar para salir-. No podéis contenerlo, y tiene la cualidad más peligrosa que un hombre poderoso podría poseer: Es un hombre bueno.
Tras eso, te da la espalda y comienza a descender, alejándose de ti.
Katharina, tu movimiento ha sido tan veloz que podrías haber muerto. Delante de ti, cuando estás a apenas milímetros de la única oquedad -habiendo dejado atrás la onda de Ivan- esta se solidifica en un denso muro que, casualmente, tiene una oquedad lo bastante grande como para que pases. Exactamente del tamaño necesario. Aun así, al salir comienzas a sentir un dolor inenarrable cuando una de tus colas es guillotinada. La que sostenía a Ivan. El corte es tan preciso y apurado que se ha llevado algunos milímetros de tu cocsis, pero deja tu otra cola intacta. Cuando la crisis termine, podrás percatarte del delicado punto rojo que hay en el centro de tu pecho, justo en tu corazón. Apenas lo notas, pero sabes que podría haberte atravesado. Lo más peligroso es que ni tu Haki ni tu clarividencia ha podido advertirte.
- Salís dos menos de los que entráis -dice Brutus con sorna. Su voz suena cansada, pero no débil. Incluso con ese corte, no parece que le moleste mucho.
En el interior del domo...
Ivan, pese a que el golpe podría ser extremadamente doloroso, la cera te abraza hasta envolverte, y mientras te atenaza Marco se acerca tranquilamente. Cuando está a tu altura, sobre peldaños de su elemento, te libera. Mirándote fijamente suspira por un momento, y te dedica una media sonrisa con cierto amargor.
- Cometéis un error llevándooslo. Sin el dominio de su maestro, Brutus es una amenaza para vosotros aún mayor. -Abre un hueco en la cera, que podrías aprovechar para salir-. No podéis contenerlo, y tiene la cualidad más peligrosa que un hombre poderoso podría poseer: Es un hombre bueno.
Tras eso, te da la espalda y comienza a descender, alejándose de ti.
Fin del encuentro
- Resumen y premios:
- Dos puntos de entrenamiento - Kaya: Aprendes a usar escudos de forma funcional, pero no elegante - Katharina: Brutus te acompaña, por ahora. Pierdes una cola de tu transformación kitsune. - Ivan: Cuando rebusques por tus bolsillos, descubrirás una moneda de cera.
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