Katharina von Steinhell
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Desde muy joven adoptó la disciplina como uno de los pilares fundamentales de su vida, demostrándolo en sus entrenamientos y estudios diarios, además de lo organizada que es como dueña de casa. Acostumbraba a despertarse bien temprano por la mañana, cuando los rayos del sol ni siquiera salían, pero ese día no fue así: despertó por el ruido.
La bruja gruñó como señora malhumorada y frunció el ceño. ¿Quién hacía tanto ruido a esas horas? ¿Era idiota o algo? Salió de la cama y entonces se dio cuenta de que tenía frío, de que se sentía débil. Tosió, pero no le dio importancia y dejó atrás el cuarto; habría pillado un resfriado por dormir con la ventana abierta. Recorrió el pulcro pasillo de siempre y llegó al comedor. Por alguna razón, Kaya le estaba dando con la cuchara a la olla mientras Franklin le hacía ojitos para ver si rescataba algún pedazo. No le sorprendía, era pan de cada día, pero le irritaba más que en otras ocasiones. Le dedicó una de esas miradas de «si no paras, te mataré».
Solo cuando abandonó el comedor recordó que no tenía hambre. Comía hasta bien entrada la noche y aun así despertaba con hambre, así que era uno de esos monstruos que comen al despertar. Tampoco le dio importancia; quizás era uno de esos días. El sol le cegó cuando salió a la cubierta; tardó en recuperar la vista. A lo lejos podía ver al puerco hablando con Cazapeces. Extrañamente, pescaba sentado en la baranda y no lanzándose al mar como un desquiciado.
—Buenas tardes, señorita.
Escuchó una voz a su espalda y se giró. Era Marcus.
—¿Cómo que buenas tardes? Si son las…
—¿Las dos de la tarde? Lo siento por interrumpirte, pero no ibas a adivinar. Les dije a los chicos que te dejaran dormir y que no hicieran ruido, pero ya ves… En serio, Kath, ¿en qué momento montaste todo este circo?
—Es una buena pregunta, Marcus, muy buena… —contestó mientras miraba a Rose podar las plantas del jardín. De entre todos los chicos, la pelirroja era su única esperanza—. En todo caso, tuviste que haberme despertado. Tengo cosas pendientes y he perdido nueve horas.
Llevaba tiempo intentando traducir un viejo documento que encontró durante sus aventuras en Arabasta. Intrigada estaba porque ese papel arrugado y amarillento tenía el emblema de su familia. Su bisabuelo era una de las pocas personas que podían leer los Obeliscos y descifrar la historia prohibida, ese momento en el que Monkey D. Luffy se alzó como Rey de los Piratas.
Por otra parte, estaba formulando una nueva forma de magia que le permitiría salir de situaciones… críticas. Un salvavidas. Para ello, usaba un tipo de lenguaje rúnico creado por y para ella que consistía, más o menos, en armar un rompecabezas. También se parecía a las matemáticas: cada runa tenía un valor y, dependiendo de la operación, se llegaba a uno u otro resultado. A eso le llamaba fórmulas mágicas. Y en esa ocasión no hallaba un elemento fundamental para obtener ese resultado que tanto quería.
—Estás estresada, mujer, eres una piedra —le dijo Marcus con una sonrisa burlona—. No, en serio, necesitas relajarte un poco. Tu cabeza está a mil por hora y puedes ser muy fuerte, pero recién estás entrando en la adultez. No tienes tantas preocupaciones como crees.
No le gustaba que Marcus le sermoneara porque siempre le terminaba dando la razón. Como todos los científicos, era un tanto excéntrico e increíblemente listo. Y también una de las pocas personas que podía sermonear a Katharina.
—Como sea, ¿dónde vamos? —preguntó, desviando intencionalmente el tema de conversación.
—Haremos una parada en la Isla de Kwan. Curioso, ¿sabes? Se escribe con uve doble y se pronuncia Ku-hán. Como si la “h” fuera una “j”.
—He leído sobre esa isla… ¿Por qué vamos a Kwan? —La bruja pronunció el nombre con absoluta naturalidad, como si lo hubiera dicho un millón de veces—. Sería una vergüenza de lingüista si no pudiera pronunciar este nombre, ¿no crees?
—Je, supongo… Bueno, si has leído sobre la isla sabrás por qué te llevo. Sí, ha sido decisión mía. No me costó convencer a Ivan porque básicamente estaba borracho y parece que ya todo le da igual. A Inosuke le parece bien y a Kaya… Bueno, es ella.
Creo que lloverá pronto, dijo al mirar el cielo.
La bruja gruñó como señora malhumorada y frunció el ceño. ¿Quién hacía tanto ruido a esas horas? ¿Era idiota o algo? Salió de la cama y entonces se dio cuenta de que tenía frío, de que se sentía débil. Tosió, pero no le dio importancia y dejó atrás el cuarto; habría pillado un resfriado por dormir con la ventana abierta. Recorrió el pulcro pasillo de siempre y llegó al comedor. Por alguna razón, Kaya le estaba dando con la cuchara a la olla mientras Franklin le hacía ojitos para ver si rescataba algún pedazo. No le sorprendía, era pan de cada día, pero le irritaba más que en otras ocasiones. Le dedicó una de esas miradas de «si no paras, te mataré».
Solo cuando abandonó el comedor recordó que no tenía hambre. Comía hasta bien entrada la noche y aun así despertaba con hambre, así que era uno de esos monstruos que comen al despertar. Tampoco le dio importancia; quizás era uno de esos días. El sol le cegó cuando salió a la cubierta; tardó en recuperar la vista. A lo lejos podía ver al puerco hablando con Cazapeces. Extrañamente, pescaba sentado en la baranda y no lanzándose al mar como un desquiciado.
—Buenas tardes, señorita.
Escuchó una voz a su espalda y se giró. Era Marcus.
—¿Cómo que buenas tardes? Si son las…
—¿Las dos de la tarde? Lo siento por interrumpirte, pero no ibas a adivinar. Les dije a los chicos que te dejaran dormir y que no hicieran ruido, pero ya ves… En serio, Kath, ¿en qué momento montaste todo este circo?
—Es una buena pregunta, Marcus, muy buena… —contestó mientras miraba a Rose podar las plantas del jardín. De entre todos los chicos, la pelirroja era su única esperanza—. En todo caso, tuviste que haberme despertado. Tengo cosas pendientes y he perdido nueve horas.
Llevaba tiempo intentando traducir un viejo documento que encontró durante sus aventuras en Arabasta. Intrigada estaba porque ese papel arrugado y amarillento tenía el emblema de su familia. Su bisabuelo era una de las pocas personas que podían leer los Obeliscos y descifrar la historia prohibida, ese momento en el que Monkey D. Luffy se alzó como Rey de los Piratas.
Por otra parte, estaba formulando una nueva forma de magia que le permitiría salir de situaciones… críticas. Un salvavidas. Para ello, usaba un tipo de lenguaje rúnico creado por y para ella que consistía, más o menos, en armar un rompecabezas. También se parecía a las matemáticas: cada runa tenía un valor y, dependiendo de la operación, se llegaba a uno u otro resultado. A eso le llamaba fórmulas mágicas. Y en esa ocasión no hallaba un elemento fundamental para obtener ese resultado que tanto quería.
—Estás estresada, mujer, eres una piedra —le dijo Marcus con una sonrisa burlona—. No, en serio, necesitas relajarte un poco. Tu cabeza está a mil por hora y puedes ser muy fuerte, pero recién estás entrando en la adultez. No tienes tantas preocupaciones como crees.
No le gustaba que Marcus le sermoneara porque siempre le terminaba dando la razón. Como todos los científicos, era un tanto excéntrico e increíblemente listo. Y también una de las pocas personas que podía sermonear a Katharina.
—Como sea, ¿dónde vamos? —preguntó, desviando intencionalmente el tema de conversación.
—Haremos una parada en la Isla de Kwan. Curioso, ¿sabes? Se escribe con uve doble y se pronuncia Ku-hán. Como si la “h” fuera una “j”.
—He leído sobre esa isla… ¿Por qué vamos a Kwan? —La bruja pronunció el nombre con absoluta naturalidad, como si lo hubiera dicho un millón de veces—. Sería una vergüenza de lingüista si no pudiera pronunciar este nombre, ¿no crees?
—Je, supongo… Bueno, si has leído sobre la isla sabrás por qué te llevo. Sí, ha sido decisión mía. No me costó convencer a Ivan porque básicamente estaba borracho y parece que ya todo le da igual. A Inosuke le parece bien y a Kaya… Bueno, es ella.
Creo que lloverá pronto, dijo al mirar el cielo.
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Cada pisada significaba mil y un cosas. Respirar profundamente este aire definitivamente era una bendición. ¿Hace cuánto que no lograba sentir tanta paz? Ni ya recuerdo cuando fue la última vez que disfrute deambular en la nada y, saber que al mismo tiempo hacer tal cosa significa un algo. ¿Cuantas formas de vida existentes jabran descubierto este lugar? ¿Acaso mi compañera y yo somos dignos de pisar estas tierras?
Kwan… ¿por qué he sentido tu llamado?
¿Puedes responderme? Solo estaba navegando. Siendo yo y pude escuchar como algo dentro de ti me llamaba. Podía escuchar como ese algo pedía ayuda y, aun en mi ente sigo escuchándolo. Esta isla definitivamente no es normal, lo sé, cada centímetro de mi cuerpo puede sentirlo. Coloco mi mano en el suelo y puedo sentir vida. Puedo sentir su respiración, puedo sentir el todo de este lugar. ¿Qué me ocurre? ¿Acaso estoy evolucionando? ¿Acaso mi lado animal está saliendo a flote y… mi asenso como la criatura más poderosa me está mostrando que existe algo más allá de lo que veo?
Siento miedo, alegría, emoción, angustia, ansiedad, felicidad y tristeza. ¿Por qué logro sentir tantas cosas solo por estar en este lugar? ¿Debo salir de aquí? No, aun no es el momento. Aun no eh encontrado eso que tanto me llama.
-Suzaku… ¿tú puedes sentirlo? - Mi fiel compañera plumífera solo se concentraba en picotearme la cabeza. Era extraño, se suponía que los animales eran más sensibles a este tipo de cosas. ¿Por qué solo yo puedo sentir esto? Muchas preguntas… y las respuestas aún sigue sin aparecer. Ya tendría tiempo para ello, por ahora era momento de ir al puerto. Este tenía un nombre muy interesante, el puerto de Luwang, un bonito nombre.
La infraestructura de los habitantes de esta isla no dejaba de sorprenderme. Me recordaba mucho a lo que había leído sobre Wano. Aunque los colores que suelen usar aquí en Kwan eran más característicos entre el azul y el verde esmeralda. Sería maravilloso tener la oportunidad de posar mi bandera en este lugar… había preguntado a algunos lugareños si habían recibido ataques de piratas, ellos reafirmaron que no era algo muy común, pero que cuando solían ser atacados por bandidos o por piratas, la misma fuerza de la realeza de la ciudadela de Thiwang. Eso había tomado totalmente mi intención, pregunte un poco más acerca de esta familia real, di a conocer que era un extranjero en búsqueda de música, buena comida y metales fantásticos. Por mis vestimentas me llegaron a confundir que provenía del mismo Wano, pero lo negué afirmando que algún día me gustaría conocer esa isla.
La gente fue muy amable y aclararon mis dudas, la familia real no resultaba ser algo que yo detestase a simple vista. Este reino estaba en total armonía y solo utilizaban la fuerza para defenderse. Algo muy admirable, di un pequeña reverencia con la cabeza y me dispuse a seguir mi camino y buscar un lugar donde descansar. Conseguí un pequeño puesto de comida con mesas al aire libre. Tenían a la venta algo llamado ramen, me dispuse a degustar aquel delicioso platillo y mi compañera comió un plato lleno de pescado.
Ahora tocaba reposar, y no había mejor manera de hacerlo que jugar a un juego de mesa. Pregunte a la gente de mi alrededor si conocían sobre el ajedrez. Me alegre al observar que mucha gente lo conocía y otra gente estaba dispuesta a aprender. Saque mi tablero de ajedrez y me dispuse a jugar con quien quisiese retarme. – Quien logre ganarme, le invitare el platillo mas caro de este lugar. – Las personas emocionadas comenzaron a hacer fila y el resto simplemente se disponía a hacer observadora.
Arroje el dado, me había tocado ser fichas negras en este primer juego. Mostré respeto hacia mi oponente inclinando la cabeza. El realizo su primer movimiento, yo hice lo mismo. y al pasar unos instantes, era obvio el resultado de aquel primer juego.
-Jaque mate.
Kwan… ¿por qué he sentido tu llamado?
¿Puedes responderme? Solo estaba navegando. Siendo yo y pude escuchar como algo dentro de ti me llamaba. Podía escuchar como ese algo pedía ayuda y, aun en mi ente sigo escuchándolo. Esta isla definitivamente no es normal, lo sé, cada centímetro de mi cuerpo puede sentirlo. Coloco mi mano en el suelo y puedo sentir vida. Puedo sentir su respiración, puedo sentir el todo de este lugar. ¿Qué me ocurre? ¿Acaso estoy evolucionando? ¿Acaso mi lado animal está saliendo a flote y… mi asenso como la criatura más poderosa me está mostrando que existe algo más allá de lo que veo?
Siento miedo, alegría, emoción, angustia, ansiedad, felicidad y tristeza. ¿Por qué logro sentir tantas cosas solo por estar en este lugar? ¿Debo salir de aquí? No, aun no es el momento. Aun no eh encontrado eso que tanto me llama.
-Suzaku… ¿tú puedes sentirlo? - Mi fiel compañera plumífera solo se concentraba en picotearme la cabeza. Era extraño, se suponía que los animales eran más sensibles a este tipo de cosas. ¿Por qué solo yo puedo sentir esto? Muchas preguntas… y las respuestas aún sigue sin aparecer. Ya tendría tiempo para ello, por ahora era momento de ir al puerto. Este tenía un nombre muy interesante, el puerto de Luwang, un bonito nombre.
La infraestructura de los habitantes de esta isla no dejaba de sorprenderme. Me recordaba mucho a lo que había leído sobre Wano. Aunque los colores que suelen usar aquí en Kwan eran más característicos entre el azul y el verde esmeralda. Sería maravilloso tener la oportunidad de posar mi bandera en este lugar… había preguntado a algunos lugareños si habían recibido ataques de piratas, ellos reafirmaron que no era algo muy común, pero que cuando solían ser atacados por bandidos o por piratas, la misma fuerza de la realeza de la ciudadela de Thiwang. Eso había tomado totalmente mi intención, pregunte un poco más acerca de esta familia real, di a conocer que era un extranjero en búsqueda de música, buena comida y metales fantásticos. Por mis vestimentas me llegaron a confundir que provenía del mismo Wano, pero lo negué afirmando que algún día me gustaría conocer esa isla.
La gente fue muy amable y aclararon mis dudas, la familia real no resultaba ser algo que yo detestase a simple vista. Este reino estaba en total armonía y solo utilizaban la fuerza para defenderse. Algo muy admirable, di un pequeña reverencia con la cabeza y me dispuse a seguir mi camino y buscar un lugar donde descansar. Conseguí un pequeño puesto de comida con mesas al aire libre. Tenían a la venta algo llamado ramen, me dispuse a degustar aquel delicioso platillo y mi compañera comió un plato lleno de pescado.
Ahora tocaba reposar, y no había mejor manera de hacerlo que jugar a un juego de mesa. Pregunte a la gente de mi alrededor si conocían sobre el ajedrez. Me alegre al observar que mucha gente lo conocía y otra gente estaba dispuesta a aprender. Saque mi tablero de ajedrez y me dispuse a jugar con quien quisiese retarme. – Quien logre ganarme, le invitare el platillo mas caro de este lugar. – Las personas emocionadas comenzaron a hacer fila y el resto simplemente se disponía a hacer observadora.
Arroje el dado, me había tocado ser fichas negras en este primer juego. Mostré respeto hacia mi oponente inclinando la cabeza. El realizo su primer movimiento, yo hice lo mismo. y al pasar unos instantes, era obvio el resultado de aquel primer juego.
-Jaque mate.
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Las primeras gotas acariciaron su rostro cuando la costa de la Isla de Kwan comenzó a rebelarse como un fantasma entre la oscuridad. Desde la distancia, podía verse una gran montaña sumergida en la neblina, una gran saliente que parecía un largo dedo. La bruja había escuchado del sitio al que se dirigía el Horror Circus. Era una tierra que muchos consideraban sagrada, un lugar destinado a la peregrinación. Cada rincón de Kwan tenía un solo propósito: la búsqueda del espíritu. Podía entender por qué Marcus había convencido a todos para que fueran a Kwan, pues cada uno de los tripulantes tenía asuntos pendientes de los que ocuparse, ¿no?
Temes que continúe convirtiéndome en un monstruo, que no haya vuelta atrás, ¿verdad, Marcus?, pensó con los codos apoyados en la baranda del barco, mientras miraba con expresión vacía la isla a la que se acercaban poco a poco. Había pasado por muchas cosas, desde la muerte de su hermana hasta la traición de Zane, y era un buen momento para ordenar los pensamientos, para ordenar la vida. Y es que daba igual cuánta fuerza tuviera, no importaba si podía destruir un reino entero, al final los problemas siempre eran más grandes que ella.
Aún conservas la esperanza de que vuelva a ser la niña que conociste en Greytown, ¿eh?, se dijo con una sonrisa nostálgica. En ese momento te dije que yo también quería hacer realidad mis sueños, que quería vivir mi vida. Se había esforzado más que nunca para salvar a Marcus de una muerte segura. Detuvo la gran conspiración orquestada por un miembro del Cipher Pol para dominar las mentes de todos los ciudadanos, y al final nunca nadie le agradeció. Ya lo había aceptado hacía tiempo: jamás sería la heroína de la historia. Acumulaba demasiados cadáveres para serlo y, sin importar lo que hiciera, nunca podría redimirse de sus pecados.
—No recuerdas cuándo, pero un día la muerte dejó de ser algo importante y pasó a ser algo cotidiano, lo más normal del mundo. —La bruja se giró y encontró la cálida mirada de Rose—. ¿Que por qué sé lo que estás pensando? Eres como un libro abierto para mí, Katharina, uno escrito con las palabras que yo usaría.
—¿Crees que algún día dejemos de ser… esto? —preguntó con una sonrisa débil, regresando la mirada a la silueta de la gran montaña.
—No lo sé. Tal vez —contestó la pelirroja, acercándose a la hechicera y colocando sus brazos en la baranda—. Si eso es lo que quieres, ¿por qué no? De entre todos nosotros eres casi la única que puede lograr todo lo que se propone.
Escuchar a Rose era como beber agua de un manantial tras haber recorrido el desierto más seco del Paraíso. La bruja no respondió, pero tanto su mirada como su sonrisa expresaron un silencioso pero sincero gracias. No hacía falta ver el vaso medio lleno para darse cuenta de que tenía buenos amigos a su lado.
La arquitectura de Kwan podía relacionarse erróneamente con la del lejano país de Wano. Si bien las casas cuadradas eran de madera y tenían unos techos triangulares con puntas curvas, la disposición de las tejas y los faroles que colgaban eran ligeramente distintos. Otra similitud eran los variados cerezos, tanto de hojas azules como de hojas rosas, que había en la calle. Si el pueblo costero pudiera verse en planta, cualquiera con un ojo entrenado se daría cuenta de la distribución en flor de loto de los edificios, otro detalle que hacía de Kwan un país distinto de Wano.
El pueblo costero era un lugar pequeño de nombre Kwan-Yi, que significaba algo como “La Pequeña Kwan”. Cientos de canales de aguas turquesas dividían el asentamiento, obligando la construcción de una infinidad de puentes de madera con pequeñas vigas de las cuales colgaban faroles en forma de globo. Los habitantes llevaban grandes sombreros de bambú bien labrado, túnicas gruesas y calcetines de lana. Casi no había forma de diferenciar las ropas que usaban los hombres de las que usaban las mujeres, aunque la bruja, como buena sastre que era, identificaba unas sutiles diferencias en las terminaciones y en las técnicas de bordado. La feminidad estaba grabada con maestría en las túnicas de las chicas.
—¿Me acompañas? —le preguntó a Rose y luego estornudó—. Creo que de verdad he pillado un resfriado…
Un puesto humilde y pequeño, pero llamativo a la vez, llamó toda su atención. Era un edificio de madera que cumplía con la infraestructura clásica de Kwan. Tenía mesas al aire libre protegidas por grandes sombrillas. Había un numeroso grupo de hombres reunido en torno a una mesa donde estaban jugando… ¿ajedrez? No, las piezas eran diferentes. No importaba. La hechicera tomó asiento y levantó la mano para llamar a la mesera, una jovencita de diez años y ojos achinados. Le atendió con una amabilidad que rozaba la ternura y más pronto que tarde dejó con suavidad dos tazones de ramen.
—Yo invito esta vez. Puedes comer lo que quieras, Rose.
Temes que continúe convirtiéndome en un monstruo, que no haya vuelta atrás, ¿verdad, Marcus?, pensó con los codos apoyados en la baranda del barco, mientras miraba con expresión vacía la isla a la que se acercaban poco a poco. Había pasado por muchas cosas, desde la muerte de su hermana hasta la traición de Zane, y era un buen momento para ordenar los pensamientos, para ordenar la vida. Y es que daba igual cuánta fuerza tuviera, no importaba si podía destruir un reino entero, al final los problemas siempre eran más grandes que ella.
Aún conservas la esperanza de que vuelva a ser la niña que conociste en Greytown, ¿eh?, se dijo con una sonrisa nostálgica. En ese momento te dije que yo también quería hacer realidad mis sueños, que quería vivir mi vida. Se había esforzado más que nunca para salvar a Marcus de una muerte segura. Detuvo la gran conspiración orquestada por un miembro del Cipher Pol para dominar las mentes de todos los ciudadanos, y al final nunca nadie le agradeció. Ya lo había aceptado hacía tiempo: jamás sería la heroína de la historia. Acumulaba demasiados cadáveres para serlo y, sin importar lo que hiciera, nunca podría redimirse de sus pecados.
—No recuerdas cuándo, pero un día la muerte dejó de ser algo importante y pasó a ser algo cotidiano, lo más normal del mundo. —La bruja se giró y encontró la cálida mirada de Rose—. ¿Que por qué sé lo que estás pensando? Eres como un libro abierto para mí, Katharina, uno escrito con las palabras que yo usaría.
—¿Crees que algún día dejemos de ser… esto? —preguntó con una sonrisa débil, regresando la mirada a la silueta de la gran montaña.
—No lo sé. Tal vez —contestó la pelirroja, acercándose a la hechicera y colocando sus brazos en la baranda—. Si eso es lo que quieres, ¿por qué no? De entre todos nosotros eres casi la única que puede lograr todo lo que se propone.
Escuchar a Rose era como beber agua de un manantial tras haber recorrido el desierto más seco del Paraíso. La bruja no respondió, pero tanto su mirada como su sonrisa expresaron un silencioso pero sincero gracias. No hacía falta ver el vaso medio lleno para darse cuenta de que tenía buenos amigos a su lado.
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La arquitectura de Kwan podía relacionarse erróneamente con la del lejano país de Wano. Si bien las casas cuadradas eran de madera y tenían unos techos triangulares con puntas curvas, la disposición de las tejas y los faroles que colgaban eran ligeramente distintos. Otra similitud eran los variados cerezos, tanto de hojas azules como de hojas rosas, que había en la calle. Si el pueblo costero pudiera verse en planta, cualquiera con un ojo entrenado se daría cuenta de la distribución en flor de loto de los edificios, otro detalle que hacía de Kwan un país distinto de Wano.
El pueblo costero era un lugar pequeño de nombre Kwan-Yi, que significaba algo como “La Pequeña Kwan”. Cientos de canales de aguas turquesas dividían el asentamiento, obligando la construcción de una infinidad de puentes de madera con pequeñas vigas de las cuales colgaban faroles en forma de globo. Los habitantes llevaban grandes sombreros de bambú bien labrado, túnicas gruesas y calcetines de lana. Casi no había forma de diferenciar las ropas que usaban los hombres de las que usaban las mujeres, aunque la bruja, como buena sastre que era, identificaba unas sutiles diferencias en las terminaciones y en las técnicas de bordado. La feminidad estaba grabada con maestría en las túnicas de las chicas.
—¿Me acompañas? —le preguntó a Rose y luego estornudó—. Creo que de verdad he pillado un resfriado…
Un puesto humilde y pequeño, pero llamativo a la vez, llamó toda su atención. Era un edificio de madera que cumplía con la infraestructura clásica de Kwan. Tenía mesas al aire libre protegidas por grandes sombrillas. Había un numeroso grupo de hombres reunido en torno a una mesa donde estaban jugando… ¿ajedrez? No, las piezas eran diferentes. No importaba. La hechicera tomó asiento y levantó la mano para llamar a la mesera, una jovencita de diez años y ojos achinados. Le atendió con una amabilidad que rozaba la ternura y más pronto que tarde dejó con suavidad dos tazones de ramen.
—Yo invito esta vez. Puedes comer lo que quieras, Rose.
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- Jaque mate ¿alguien más juega? - Ya llevaba un par de victorias seguidas. Me resultaba sorprendente el nivel de habilidad que los ciudadanos de Kwan tenían para entender este juego de mesa. Llegaron a ponerme en apuro algunos apuros en muchos momentos durante las partidas. Para mi suerte, los juegos de mesa se me daban bien, ya que me gustaba imaginar que el campo de batalla era un tablero de juegos donde la estrategia es la que gana al final.
Al parecer nadie quería continuar, pero se mostraban muy amables y me llovieron unas cuantas preguntar acerca de mi manera de ver el juego. Yo solo me limite a explicar que se me daba bien porque tenía toda la vida jugando al ajedrez, personalmente no consideraba correcto comentar que me gustaba imaginar campos de batallas en tableros de juego, eso podía llegar a ser un comentario bastante turbio para la pacifica gente de este lugar.
-Me ha gustado mucho tenerlos de oponentes en mi juego de mesa. Como agradecimiento ¡Yo invito la siguiente ronda de todos los presentes! – La pequeña que estaba atendiendo me hizo una señal y posteriormente comenzaron a realizar los preparativos para servir la comida a todos los presentes. Todos se mostraban agradecidos y contentos con mi acción, quizás ninguno había conseguido derrotarme, pero tener oponentes tan agradables en mis partidas de ajedrez era algo que debía agradecer. – ¿Podemos mandar a pedir sake? ¿Alguien conocer un lugar donde se pueda comprar?
Algunos hombres dijeron que había alguno que otro vendedor ambulante que vendía licor, al igual que otros muchos que vendía todo tipo de comida, dulces y bebidos. - ¿En serio? Entonces ¡llamadlos a todos! Freites D. Alpha dará a toda la gente amable de este lugar una feria de comida como agradecimiento a su amabilidad.
Un pequeño carnaval culinario no me caería mal en momentos como estos. Saque mi shamisen y me dispuse a tocar una sonata tranquila y relajante, de esas que brindaban paz al alma. Las personas alrededor parecían disfrutar y poco a poco los vendedores junto a toda la comida, dulces y alcohol comenzaron a llegar. – ¿Cuánto cuesta el contenido de cada puesto? – Todos los vendedores sacaron cuentas rápidamente y todo daba un total de medio millón. – Pagare el doble – Dije arrojando una bolsa con el dinero a la joven chica que me atendió por primera vez- Tu luces como la mas honesta, asegúrate que sea repartido equitativamente entre todos los dueños de puesto de comida y quédate con un poquito más por ser tan amable.
Seguía tocando. Todos a mi alrededor disfrutaban, bailaban, bebían y comían. Era un ambiente bastante agradable y podía disfrutarlo mucho. Pero mis ojos se percataron de la presencia de una persona que no esperaba encontrarme aun. Era ella, Katharina Von Steinhell. A simple vista lucia como una chica cualquiera con un cuerpo de enseño, cada cosa en su lugar bien puesta. Aunque juzgarla por su apariencia era un error fatal, muchos decían que el precio por su cabeza era muy poco en comparación a lo que debía ser, otros que tan solo era una mujer loca.
Yo por mi parte, puedo decir que es linda a simple vista. El Parche le da cierta apariencia bastante madura.
Hoy no era día de pelear ni de buscar batallas a lo tonto. Hoy era un día de buscar paz en mi corazón y disfrutar de una maravillosa mañana. Cruzamos miradas, ella se percato de mi y yo le mire a ella directamente a los ojos. Toque mas rápido mi instrumento , no dejaba de sonar armonioso. Le regale una sonrisa amable e incline mi cabeza en modo de saludo. Luego, me volví a sentar a la gente a mi alrededor.
Soy el hermano mayor, una criatura que anhela dos cosas. La destrucción de quienes me robaron todo y, recuperar la familia que me han robado.
Al parecer nadie quería continuar, pero se mostraban muy amables y me llovieron unas cuantas preguntar acerca de mi manera de ver el juego. Yo solo me limite a explicar que se me daba bien porque tenía toda la vida jugando al ajedrez, personalmente no consideraba correcto comentar que me gustaba imaginar campos de batallas en tableros de juego, eso podía llegar a ser un comentario bastante turbio para la pacifica gente de este lugar.
-Me ha gustado mucho tenerlos de oponentes en mi juego de mesa. Como agradecimiento ¡Yo invito la siguiente ronda de todos los presentes! – La pequeña que estaba atendiendo me hizo una señal y posteriormente comenzaron a realizar los preparativos para servir la comida a todos los presentes. Todos se mostraban agradecidos y contentos con mi acción, quizás ninguno había conseguido derrotarme, pero tener oponentes tan agradables en mis partidas de ajedrez era algo que debía agradecer. – ¿Podemos mandar a pedir sake? ¿Alguien conocer un lugar donde se pueda comprar?
Algunos hombres dijeron que había alguno que otro vendedor ambulante que vendía licor, al igual que otros muchos que vendía todo tipo de comida, dulces y bebidos. - ¿En serio? Entonces ¡llamadlos a todos! Freites D. Alpha dará a toda la gente amable de este lugar una feria de comida como agradecimiento a su amabilidad.
Un pequeño carnaval culinario no me caería mal en momentos como estos. Saque mi shamisen y me dispuse a tocar una sonata tranquila y relajante, de esas que brindaban paz al alma. Las personas alrededor parecían disfrutar y poco a poco los vendedores junto a toda la comida, dulces y alcohol comenzaron a llegar. – ¿Cuánto cuesta el contenido de cada puesto? – Todos los vendedores sacaron cuentas rápidamente y todo daba un total de medio millón. – Pagare el doble – Dije arrojando una bolsa con el dinero a la joven chica que me atendió por primera vez- Tu luces como la mas honesta, asegúrate que sea repartido equitativamente entre todos los dueños de puesto de comida y quédate con un poquito más por ser tan amable.
Seguía tocando. Todos a mi alrededor disfrutaban, bailaban, bebían y comían. Era un ambiente bastante agradable y podía disfrutarlo mucho. Pero mis ojos se percataron de la presencia de una persona que no esperaba encontrarme aun. Era ella, Katharina Von Steinhell. A simple vista lucia como una chica cualquiera con un cuerpo de enseño, cada cosa en su lugar bien puesta. Aunque juzgarla por su apariencia era un error fatal, muchos decían que el precio por su cabeza era muy poco en comparación a lo que debía ser, otros que tan solo era una mujer loca.
Yo por mi parte, puedo decir que es linda a simple vista. El Parche le da cierta apariencia bastante madura.
Hoy no era día de pelear ni de buscar batallas a lo tonto. Hoy era un día de buscar paz en mi corazón y disfrutar de una maravillosa mañana. Cruzamos miradas, ella se percato de mi y yo le mire a ella directamente a los ojos. Toque mas rápido mi instrumento , no dejaba de sonar armonioso. Le regale una sonrisa amable e incline mi cabeza en modo de saludo. Luego, me volví a sentar a la gente a mi alrededor.
Soy el hermano mayor, una criatura que anhela dos cosas. La destrucción de quienes me robaron todo y, recuperar la familia que me han robado.
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Si bien la lluvia era débil y despreocupante, la gente parecía no encontrar motivos para guarecerse en sus hogares y esperar junto a la chimenea para pasar el frío, pero tarde o temprano iniciaría la tormenta. Carecía de los conocimientos meteorológicos apropiados para predecir con exactitud el tiempo, pero hacía años que miraba el cielo día y noche: sabía cuándo llovería. Y si a los lugareños no les importaba, ¿por qué a ella sí?
—Parece que se están divirtiendo —dijo la pelirroja, mirando de reojo al grupo de hombres—. ¿Quieres enseñarles cómo se juega el ajedrez?
La bruja sonrió con un dejo de nostalgia, apoyando la cabeza en la mano con cierta delicadeza.
—Solía jugar con mi madre, pero no recuerdo haberle ganado una sola vez. También me enseñó a tocar el piano, decía que era la niña más talentosa del mundo, ¿sabes? —Sonrió, pero la mueca desapareció cuando una atrevida gota de lluvia golpeó la punta de su nariz—. Desde que falleció no he vuelto a hacer nada de lo que hacía de niña. No he vuelto a jugar ni he vuelto a tocar.
—¿Y quieres hacerlo?
—Yo… No lo sé, es una buena pregunta. Estos últimos años han sido duros, creo que no he tenido el tiempo para estas reflexiones. O quizá solo estoy corriendo de mí misma, no lo sé. —Acomodó la sombrilla y luego se llevó los palillos a la boca—. Al menos la comida me sabe igual de exquisita que siempre, creo que debería comer un poco más cuando ando desanimada.
La música llegó a los oídos de la hechicera y pronto se armó un escándalo. Los hombres que estaban jugando al ajedrez comenzaron a aplaudir al chico que había reconocido como Freites D. Alpha, un pirata del Paraíso que ostentaba una recompensa de doscientos millones de berries. No sabía que Kwan era un lugar interesante para esa clase de gente, pero tampoco podía quejarse de ninguna cosa, después de todo, ella estaba ahí, ¿no? Al parecer había ganado todas las partidas y, como agradecimiento, invitaba a comer a todo el mundo.
—Un gesto demasiado noble para un pirata, ¿no crees? Nos iremos después de comer, no quiero problemas con esta gente—comentó la bruja sin devolverle la mirada al chico—. Cuando casi maté a Ivan en el torneo me di cuenta de que soy un peligro incluso para mis amigos, así que decidí sellar mis poderes. No soy ni la mitad de lo poderosa que alguna vez fui, pero me siento mucho más… libre. Es como si me hubiera quitado un enorme peso de encima. ¿Y sabes qué es lo curioso de todo? No faltan los idiotas que tientan a la muerte queriendo retarme como si tuvieran alguna oportunidad por haberme vuelto más débil.
—Y no necesitas ningún poder mágico para lograr tus ambiciones, Katharina. Todo lo que necesitas es voluntad —respondió Rose con esa seguridad que tanto demostraba—. Después de la muerte de mi padre pensé en suicidarme, creía que no tenía un lugar en este mundo, pero entonces apareciste. A pesar de que fuimos enemigas, me tendiste la mano y me dejaste navegar a tu lado. Desde entonces te he visto hacer cosas que jamás habría imaginado, me has demostrado que eres la indicada para gobernar este mundo.
La misma niña de antes volvió a la mesa de Katharina con una botella blanca y dos tazones de ramen. Dijo que el chico del ajedrez había invitado a todos los que estaban cerca, que ella estaba encargada de que así fuera. La bruja agradeció el gesto de la pequeña con una sonrisa y volteó la mirada hacia Freites D. Alpha, preguntándose qué quería ese mocoso en Kwan.
—Tengo suerte de tenerte como amiga, Rose —contestó, dedicándole una cálida sonrisa—. ¿Has vuelto a usar el «Ojo del Guía»? —La pelirroja asintió—. ¿Puedes ver si el pirata nos dará problemas?
—No lo hará.
—Parece que se están divirtiendo —dijo la pelirroja, mirando de reojo al grupo de hombres—. ¿Quieres enseñarles cómo se juega el ajedrez?
La bruja sonrió con un dejo de nostalgia, apoyando la cabeza en la mano con cierta delicadeza.
—Solía jugar con mi madre, pero no recuerdo haberle ganado una sola vez. También me enseñó a tocar el piano, decía que era la niña más talentosa del mundo, ¿sabes? —Sonrió, pero la mueca desapareció cuando una atrevida gota de lluvia golpeó la punta de su nariz—. Desde que falleció no he vuelto a hacer nada de lo que hacía de niña. No he vuelto a jugar ni he vuelto a tocar.
—¿Y quieres hacerlo?
—Yo… No lo sé, es una buena pregunta. Estos últimos años han sido duros, creo que no he tenido el tiempo para estas reflexiones. O quizá solo estoy corriendo de mí misma, no lo sé. —Acomodó la sombrilla y luego se llevó los palillos a la boca—. Al menos la comida me sabe igual de exquisita que siempre, creo que debería comer un poco más cuando ando desanimada.
La música llegó a los oídos de la hechicera y pronto se armó un escándalo. Los hombres que estaban jugando al ajedrez comenzaron a aplaudir al chico que había reconocido como Freites D. Alpha, un pirata del Paraíso que ostentaba una recompensa de doscientos millones de berries. No sabía que Kwan era un lugar interesante para esa clase de gente, pero tampoco podía quejarse de ninguna cosa, después de todo, ella estaba ahí, ¿no? Al parecer había ganado todas las partidas y, como agradecimiento, invitaba a comer a todo el mundo.
—Un gesto demasiado noble para un pirata, ¿no crees? Nos iremos después de comer, no quiero problemas con esta gente—comentó la bruja sin devolverle la mirada al chico—. Cuando casi maté a Ivan en el torneo me di cuenta de que soy un peligro incluso para mis amigos, así que decidí sellar mis poderes. No soy ni la mitad de lo poderosa que alguna vez fui, pero me siento mucho más… libre. Es como si me hubiera quitado un enorme peso de encima. ¿Y sabes qué es lo curioso de todo? No faltan los idiotas que tientan a la muerte queriendo retarme como si tuvieran alguna oportunidad por haberme vuelto más débil.
—Y no necesitas ningún poder mágico para lograr tus ambiciones, Katharina. Todo lo que necesitas es voluntad —respondió Rose con esa seguridad que tanto demostraba—. Después de la muerte de mi padre pensé en suicidarme, creía que no tenía un lugar en este mundo, pero entonces apareciste. A pesar de que fuimos enemigas, me tendiste la mano y me dejaste navegar a tu lado. Desde entonces te he visto hacer cosas que jamás habría imaginado, me has demostrado que eres la indicada para gobernar este mundo.
La misma niña de antes volvió a la mesa de Katharina con una botella blanca y dos tazones de ramen. Dijo que el chico del ajedrez había invitado a todos los que estaban cerca, que ella estaba encargada de que así fuera. La bruja agradeció el gesto de la pequeña con una sonrisa y volteó la mirada hacia Freites D. Alpha, preguntándose qué quería ese mocoso en Kwan.
—Tengo suerte de tenerte como amiga, Rose —contestó, dedicándole una cálida sonrisa—. ¿Has vuelto a usar el «Ojo del Guía»? —La pelirroja asintió—. ¿Puedes ver si el pirata nos dará problemas?
—No lo hará.
Freites D. Alpha
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Suspire satisfecho. La imagen que llegaba a mis ojos era una de las cosas más hermosas en este mundo. En cierto modo, me hizo recordar un poco a mi familia biológica, aquella familia que perdí por culpa de los engaños de los dragones celestiales. Podía ver como las personas disfrutaban de la comida. Bailaban con mi música. Bebían del sake riendo a carcajadas. Todo eso me recordaba tanto a los momentos que disfrutábamos cuando íbamos a los festivales. Yo como buen chico inocente jugaba y comía lleno de mucha inocencia y felicidad.
Hermosos recuerdos… tan hermosos, que lograban hacer salir las lágrimas de mis ojos.
-¿Estas bien? – ME pregunto un niño que se percató de mis lágrimas. Yo al darme cuenta que estaba llorando, procedí a secarme las lágrimas y sonreír con ternura hacia el pequeño.
- Por supuesto, pequeño. – Dije, mostrándome feliz. – Digamos que solo he tenido un lindo recuerdo que ha llenado mi alma de muchas emociones. Ve y disfruta.
El chiquillo se retiró. Por un momento medite un poco en mi cabeza un poco más. La melancolía y la tristeza se apoderaron de mi alma por unos instantes, y eso no estaba mal. Llorar demostraba que yo era poseía corazón y un alma, a pesar de yo mismo considerarme algo que no es humano. Humanos… puedo llegar a la conclusión que mucho de ellos no eran del todo malos. Miremos este panorama por ejemplo, todos felices y disfrutando de sus vidas sin querer hacer daño a nadie más. Sonrisas, risas y felicidad ¿Qué podía tener de malo eso?
Malo era querer apagar esa llama de felicidad con dictadura y esclavitud. Y por eso es que mi gente y yo hacemos lo que hacemos. Una buena casusa al final de cuentas, declarar la guerra a aquellos reinos tiranos y declararlos luego mis territorios, donde la personas tendrían la oportunidad de vivir tranquilo y reclamar lo que se merezcan siempre y cuando luchen por ello.
Y claro, pagando la cuota. La guerra y la protección no se financian solos.
Mire una vez más al tablero de ajedrez que se encontraba en la mesa. Comencé a jugar contra mí mismo un rato. De vez en cuando no estaba mal hacerlo. Seguí así por un rato mientras mentalizaba por unos instantes y me dio curiosidad mirar de nuevo hacia donde estaba Katharina. ¿Había aceptado el plato de comida? Eso era una buena señal. Por unos instantes me le quede mirando y en cuanto ella me mirase, le señalaría el tablero de ajedrez, una clara señal de que la estaba invitando cordialmente a una partida.
De ella aceptar y acercarse. Inclinaría mi cabeza en señal de cortesía y le daría la oportunidad de elegir el color de sus fichas, aunque si ella me dijera que elíjese yo, claramente escogería las negras.
- Un placer en conocerle, señorita Von Steinhell. – Dije sonriendo con amabilidad. – Espero poder disfrutar de una magnifica partida con usted. Bajo esta pequeña lluvia. – Aun no comenzaba la lluvia fuerte. De igual manera, las pocas gotas de intentaban caer sobre mi insumiera lograban tocar mi piel, se evaporaban al instante. Aunque, Suzaku estaba bajo una sombrilla mirándonos jugar.
Hermosos recuerdos… tan hermosos, que lograban hacer salir las lágrimas de mis ojos.
-¿Estas bien? – ME pregunto un niño que se percató de mis lágrimas. Yo al darme cuenta que estaba llorando, procedí a secarme las lágrimas y sonreír con ternura hacia el pequeño.
- Por supuesto, pequeño. – Dije, mostrándome feliz. – Digamos que solo he tenido un lindo recuerdo que ha llenado mi alma de muchas emociones. Ve y disfruta.
El chiquillo se retiró. Por un momento medite un poco en mi cabeza un poco más. La melancolía y la tristeza se apoderaron de mi alma por unos instantes, y eso no estaba mal. Llorar demostraba que yo era poseía corazón y un alma, a pesar de yo mismo considerarme algo que no es humano. Humanos… puedo llegar a la conclusión que mucho de ellos no eran del todo malos. Miremos este panorama por ejemplo, todos felices y disfrutando de sus vidas sin querer hacer daño a nadie más. Sonrisas, risas y felicidad ¿Qué podía tener de malo eso?
Malo era querer apagar esa llama de felicidad con dictadura y esclavitud. Y por eso es que mi gente y yo hacemos lo que hacemos. Una buena casusa al final de cuentas, declarar la guerra a aquellos reinos tiranos y declararlos luego mis territorios, donde la personas tendrían la oportunidad de vivir tranquilo y reclamar lo que se merezcan siempre y cuando luchen por ello.
Y claro, pagando la cuota. La guerra y la protección no se financian solos.
Mire una vez más al tablero de ajedrez que se encontraba en la mesa. Comencé a jugar contra mí mismo un rato. De vez en cuando no estaba mal hacerlo. Seguí así por un rato mientras mentalizaba por unos instantes y me dio curiosidad mirar de nuevo hacia donde estaba Katharina. ¿Había aceptado el plato de comida? Eso era una buena señal. Por unos instantes me le quede mirando y en cuanto ella me mirase, le señalaría el tablero de ajedrez, una clara señal de que la estaba invitando cordialmente a una partida.
De ella aceptar y acercarse. Inclinaría mi cabeza en señal de cortesía y le daría la oportunidad de elegir el color de sus fichas, aunque si ella me dijera que elíjese yo, claramente escogería las negras.
- Un placer en conocerle, señorita Von Steinhell. – Dije sonriendo con amabilidad. – Espero poder disfrutar de una magnifica partida con usted. Bajo esta pequeña lluvia. – Aun no comenzaba la lluvia fuerte. De igual manera, las pocas gotas de intentaban caer sobre mi insumiera lograban tocar mi piel, se evaporaban al instante. Aunque, Suzaku estaba bajo una sombrilla mirándonos jugar.
Katharina von Steinhell
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En el mundo había personas especiales que nacían con capacidades muy distintas a las del resto. Algunas tenían mucha fuerza y cualquier esfuerzo físico no suponía un reto; otras, eran increíblemente listas y podían aprender cualquier cosa en minutos. Rose tenía su propio talento. La pelirroja de metro setenta, largas piernas y piel nívea, aire sereno y sonrisa adorable, podía ver el futuro como ninguna otra criatura. Si bien la bruja podía adelantarse unos cuantos segundos en un espacio muy limitado, Rose podía ver lo que sucedería dentro de los próximos días e incluso semanas, aunque mientras más lejos veía, menos elementos conseguía distinguir.
El «Ojo del Guía» era una poderosa habilidad derivada del mantra con restricciones muy duras y un impacto psicológico absurdo, después de todo, conocer el futuro implica ver las muertes de las personas que amas. Desde Wano que Rose entrenaba todos los días, buscaba perfeccionar su peligrosa capacidad de ver el futuro, y poco a poco entendía las limitaciones de esta.
—Supongo que puedo aceptar su arrogante invitación, ¿no? —dijo la hechicera, levantándose de su asiento y acomodándose el kimono—. Si pudiera jugar a una décima parte de lo que jugaba ajedrez, me tomarían ocho turnos ganarle.
—En el cuarto turno usará el alfil de negras y lo moverá a la…
—Tranquila, no hace falta que me ayudes —le interrumpió Katharina, sonriendo y guiñándole un ojo—. Puedo ganarle a este niño sin ayuda. No te preocupes, estaré bien.
Cuando caminó hacia la mesa donde estaba sentado Freites, las personas se hacían a un lado instintivamente, como si supieran desde siempre que no debían meterse en su camino. Incluso las gotas de lluvia parecían querer evitarla, aunque solo era un efecto óptico causado por su devastadora presencia. Tosió y luego pensó lo estúpida que era por exponerse de esa manera a la lluvia; si estaba enferma lo mejor era cuidarse. Podía resistir bajas y altas temperaturas, fuerzas sobrehumanas y cuestiones que nadie imaginaba, pero las enfermedades le seguían afectando como a cualquier otro humano.
Cogió la silla y la movió con suavidad hacia atrás, sentándose y quedando frente a Freites. Guardó silencio durante unos segundos, como esperando que él hablara primero, y así lo hizo. Se fijó en que las gotas de lluvia se evaporaban antes de que tocaran la piel del pirata. ¿Tenía un poder que le permitía aumentar el calor corporal? Bueno, había visto toda clase de habilidades, desde transformar a las personas en comida hasta generar tormentas eléctricas.
Analizó con mirada clínica al muchacho e incluyó un escaneo de mantra, descubriendo que tenía una gran ambición, aunque también reconoció cierta… duda en él. Si bien era imposible saber si era uno de los herederos, debía descartar desde ya esa posibilidad. Uno en un millón, recordó.
—Si sabes quién soy no hace falta que me presente —respondió la hechicera—. Tú debes ser Freites D. Alpha, uno de los nuevos peligros que debe enfrentar el Gobierno Mundial. ¿Sabes que llevas una letra importante en tu apellido? Probablemente no, pero está bien. ¿Me estás invitando a jugar? —Esperó cualquier gesto de confirmación—. De acuerdo, pero no uses el alfil negro en el cuarto turno.
Y entonces comenzó el juego.
Cuando Freites ordenó el tablero, la bruja sintió un fuerte golpe nostálgico. Pudo oír la voz de su madre dentro de su cabeza, pudo oler la dulce fragancia que llevaba a todos lados. Imaginó sus suaves ojos azulados y entonces sonrió para sí. La extrañaba casi tanto como a Freya y, si tuviera que elegir entre su madre y sus poderes heredados de ella, no lo pensaría dos veces, después de todo, jamás pidió ser la heredera de la voluntad de los von Steinhell.
Realizó una apertura básica, moviendo el peón a E4, y entonces su único ojo brilló con intensidad: estaba viendo el futuro, viendo lo que Freites haría para luego tomar la mejor decisión. ¿Era trampa? Bueno, más o menos, pero podía adjudicarse la calidad de pirata cuando le conviniera.
El «Ojo del Guía» era una poderosa habilidad derivada del mantra con restricciones muy duras y un impacto psicológico absurdo, después de todo, conocer el futuro implica ver las muertes de las personas que amas. Desde Wano que Rose entrenaba todos los días, buscaba perfeccionar su peligrosa capacidad de ver el futuro, y poco a poco entendía las limitaciones de esta.
—Supongo que puedo aceptar su arrogante invitación, ¿no? —dijo la hechicera, levantándose de su asiento y acomodándose el kimono—. Si pudiera jugar a una décima parte de lo que jugaba ajedrez, me tomarían ocho turnos ganarle.
—En el cuarto turno usará el alfil de negras y lo moverá a la…
—Tranquila, no hace falta que me ayudes —le interrumpió Katharina, sonriendo y guiñándole un ojo—. Puedo ganarle a este niño sin ayuda. No te preocupes, estaré bien.
Cuando caminó hacia la mesa donde estaba sentado Freites, las personas se hacían a un lado instintivamente, como si supieran desde siempre que no debían meterse en su camino. Incluso las gotas de lluvia parecían querer evitarla, aunque solo era un efecto óptico causado por su devastadora presencia. Tosió y luego pensó lo estúpida que era por exponerse de esa manera a la lluvia; si estaba enferma lo mejor era cuidarse. Podía resistir bajas y altas temperaturas, fuerzas sobrehumanas y cuestiones que nadie imaginaba, pero las enfermedades le seguían afectando como a cualquier otro humano.
Cogió la silla y la movió con suavidad hacia atrás, sentándose y quedando frente a Freites. Guardó silencio durante unos segundos, como esperando que él hablara primero, y así lo hizo. Se fijó en que las gotas de lluvia se evaporaban antes de que tocaran la piel del pirata. ¿Tenía un poder que le permitía aumentar el calor corporal? Bueno, había visto toda clase de habilidades, desde transformar a las personas en comida hasta generar tormentas eléctricas.
Analizó con mirada clínica al muchacho e incluyó un escaneo de mantra, descubriendo que tenía una gran ambición, aunque también reconoció cierta… duda en él. Si bien era imposible saber si era uno de los herederos, debía descartar desde ya esa posibilidad. Uno en un millón, recordó.
—Si sabes quién soy no hace falta que me presente —respondió la hechicera—. Tú debes ser Freites D. Alpha, uno de los nuevos peligros que debe enfrentar el Gobierno Mundial. ¿Sabes que llevas una letra importante en tu apellido? Probablemente no, pero está bien. ¿Me estás invitando a jugar? —Esperó cualquier gesto de confirmación—. De acuerdo, pero no uses el alfil negro en el cuarto turno.
Y entonces comenzó el juego.
Cuando Freites ordenó el tablero, la bruja sintió un fuerte golpe nostálgico. Pudo oír la voz de su madre dentro de su cabeza, pudo oler la dulce fragancia que llevaba a todos lados. Imaginó sus suaves ojos azulados y entonces sonrió para sí. La extrañaba casi tanto como a Freya y, si tuviera que elegir entre su madre y sus poderes heredados de ella, no lo pensaría dos veces, después de todo, jamás pidió ser la heredera de la voluntad de los von Steinhell.
Realizó una apertura básica, moviendo el peón a E4, y entonces su único ojo brilló con intensidad: estaba viendo el futuro, viendo lo que Freites haría para luego tomar la mejor decisión. ¿Era trampa? Bueno, más o menos, pero podía adjudicarse la calidad de pirata cuando le conviniera.
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Sus palabras que estaban llenas de mucha autoridad y seguridad. Muchos en este mundo se atrevían a llamarla “la bruja loca” por la manera en que ella solía resolver las cosas. Por mi parte, tan solo veo una joven como cualquier otra. Hermosa y de larga cabellera rosada, personalmente no era el tipo de mujer que me atraía, pero he de admitir que no estaba nada mal. – Muchas cosas he escuchado sobre el apellido D, señorita Von Steinhell. Aunque simplemente solo son rumores, nada muy concreto. – En algún bar de por allí abre escuchado que la gente del apellido D era… “especial”. A través de la historia podíamos escuchar legendas o sucesos donde esa letra estaba de por medio.
Como el caso de Moneky D. Luffy.
- Y con respecto a lo del gobierno mundial. – Dije tranquilamente, mientras avanzaba mi peón a la posición E3. - Ellos se lo buscaron.
No tenía razón alguna para profundizar con mucho. Katharina era una total desconocida para mí. Solo habia escuchado hablar de ella en bares o en lugares donde ella habría pasado con anterioridad. Ella había recorrido un largo camino para llegar al punto donde se encuentra, incuso la noticia de su derrota en el gran torneo surco cada rincón del océano. Muchos afirmaron que ella ya no era tan invencible como antes. Pero según lo que puedo sentir con mi mero instinto de conquistador… subestimar a esta mujer es un error fatal.
-La mente que todo lo planea contra el ojos que todo lo ve. – Dije tranquila y sonrientemente. – Haki de visión ¿No es así? Su comentario del alfil me hizo pensar que tanto usted como su acompañante son conocedoras del haki. – Realmente el simple hecho de jugar contra alguien que ve el futuro me gustaba bastante. Eso me recordaba una vez que mi padre me hizo una pregunta la primera vez que jugamos ajedrez. Si alguien que lee la mente juega contra alguien que ve el futuro ¿Quién gana? Esa pregunta hasta el sol de hoy aun me deja pensando en cual podía ser el resultado del mismo.
Una excelente paradoja para dormir ¿no?
Chasquee los dedos y mi compañera plumífera me arrojo un par de barras de acero del tamaño de una pieza de ajedrez. Yo las atrapa y lentamente saque de la manga de mi kimono una pequeña caja que formaba parte de mi kit de herrería. Saque una aguja y por un momento detalle a la pirata frente a mí de pies a cabeza. Luego, calenté la aguja en mi mano hasta que se pusiera roja y comencé a tallar con sumo cuidado una pequeña figura de Katharina. Luego de que ella hiciera su siguiente movimiento y yo hiciera reposar la pequeña figura en un vaso con agua que Suzaku coloco a mi lado. Sacaría la pequeña figura de Katharina Von Steinhell secándola y extendiéndosela para que la tomara.
- Un regalo de mi parte. – Dije sonriendo con amabilidad. – Puede colocarla en el tablero de ajedrez ocupando la posición que usted desee.
Dicho eso, me quede meditando por un momento el movimiento de la hechicera. Sus jugadas están basadas en lo que ella podía ver. ¿Pero… que tanto podía ver ella? Una situación así me generaba ansiedad un montón. Es por eso que me dispuse a tallar otra pieza de ajedrez.
Una de mí.
Como el caso de Moneky D. Luffy.
- Y con respecto a lo del gobierno mundial. – Dije tranquilamente, mientras avanzaba mi peón a la posición E3. - Ellos se lo buscaron.
No tenía razón alguna para profundizar con mucho. Katharina era una total desconocida para mí. Solo habia escuchado hablar de ella en bares o en lugares donde ella habría pasado con anterioridad. Ella había recorrido un largo camino para llegar al punto donde se encuentra, incuso la noticia de su derrota en el gran torneo surco cada rincón del océano. Muchos afirmaron que ella ya no era tan invencible como antes. Pero según lo que puedo sentir con mi mero instinto de conquistador… subestimar a esta mujer es un error fatal.
-La mente que todo lo planea contra el ojos que todo lo ve. – Dije tranquila y sonrientemente. – Haki de visión ¿No es así? Su comentario del alfil me hizo pensar que tanto usted como su acompañante son conocedoras del haki. – Realmente el simple hecho de jugar contra alguien que ve el futuro me gustaba bastante. Eso me recordaba una vez que mi padre me hizo una pregunta la primera vez que jugamos ajedrez. Si alguien que lee la mente juega contra alguien que ve el futuro ¿Quién gana? Esa pregunta hasta el sol de hoy aun me deja pensando en cual podía ser el resultado del mismo.
Una excelente paradoja para dormir ¿no?
Chasquee los dedos y mi compañera plumífera me arrojo un par de barras de acero del tamaño de una pieza de ajedrez. Yo las atrapa y lentamente saque de la manga de mi kimono una pequeña caja que formaba parte de mi kit de herrería. Saque una aguja y por un momento detalle a la pirata frente a mí de pies a cabeza. Luego, calenté la aguja en mi mano hasta que se pusiera roja y comencé a tallar con sumo cuidado una pequeña figura de Katharina. Luego de que ella hiciera su siguiente movimiento y yo hiciera reposar la pequeña figura en un vaso con agua que Suzaku coloco a mi lado. Sacaría la pequeña figura de Katharina Von Steinhell secándola y extendiéndosela para que la tomara.
- Un regalo de mi parte. – Dije sonriendo con amabilidad. – Puede colocarla en el tablero de ajedrez ocupando la posición que usted desee.
Dicho eso, me quede meditando por un momento el movimiento de la hechicera. Sus jugadas están basadas en lo que ella podía ver. ¿Pero… que tanto podía ver ella? Una situación así me generaba ansiedad un montón. Es por eso que me dispuse a tallar otra pieza de ajedrez.
Una de mí.
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—¿La mente que todo lo planea? Eso es un poco arrogante incluso para mí. Y no puedo verlo todo, pero sí lo suficiente para saber que no tienes oportunidad —contestó la bruja, soltando una sonrisa sarcástica, seca—. Ahora, ¿por qué estás tan seguro de que somos “conocedoras del haki”? Soy una gran psicóloga, niño, una de las mejores del mundo entero: para mí eres como un libro abierto.
Soltó un bostezo sin darse cuenta, no porque estuviera aburrida, sino porque estaba cansada. Vaya, hacía mucho que no se sentía así. Pidió disculpas por su gesto maleducado y luego invitó al pirata a mover la siguiente pieza. Sabía cuál movería, conocía sus intenciones, pero no estaba mal en darle un poco de esperanza, después de todo, incluso el destino podía ser cambiado.
Vio con expresión cautiva al ave descender del cielo, lanzando un par de barras de acero. La bruja, por acto reflejo, se cubrió la cabeza. El pirata las cogió y, haciendo gala de una habilidad como poco interesante, moldeó el metal hasta darle la forma de una diminuta versión de Katharina. La analizó con mirada crítica como buscando cualquier imperfección, pero era un trabajo impecable sin ningún fallo. Un pequeño pero significativo regalo frente a una actitud más humilde, ¿eh?
—Gracias —respondió, reemplazando a la reina—. Creo que es un puesto acorde a mí, ¿no?
La fiesta continuaba en el pueblo costero de Kwan. La gente bailaba y disfrutaba de la comida, mientras el agua se acumulaba en los canales que surcaban la tierra dándole la forma de un anillo perfectamente seccionado. Toda esa paz, ese ambiente relajado y ajeno a los problemas del mundo, le hacía preguntarse por qué un pirata que se hacía llamar a sí mismo un guerrero, alguien que buscaba sin descanso la guerra, estaba jugando ajedrez con ella. ¿Acaso tenía intenciones ocultas? No, las habría reconocido de inmediato. Tal vez, solo tal vez, estaba allí por la misma razón que Katharina.
—Esta tierra es conocida por su espiritualidad y también por sus peregrinajes. Es una buena oportunidad para reencontrarse con uno mismo, ¿sabes? —comenzó a hablar con la vista clavada en el ajedrez como esperando algún movimiento—. Si bien no soy una mujer demasiado espiritual, intento respetar las creencias de los demás. He escuchado de ti, Freites, y espero que no traigas tus problemas a esta isla: mientras yo esté aquí nada alterará la tranquilidad de Kwan.
Soltó un bostezo sin darse cuenta, no porque estuviera aburrida, sino porque estaba cansada. Vaya, hacía mucho que no se sentía así. Pidió disculpas por su gesto maleducado y luego invitó al pirata a mover la siguiente pieza. Sabía cuál movería, conocía sus intenciones, pero no estaba mal en darle un poco de esperanza, después de todo, incluso el destino podía ser cambiado.
Vio con expresión cautiva al ave descender del cielo, lanzando un par de barras de acero. La bruja, por acto reflejo, se cubrió la cabeza. El pirata las cogió y, haciendo gala de una habilidad como poco interesante, moldeó el metal hasta darle la forma de una diminuta versión de Katharina. La analizó con mirada crítica como buscando cualquier imperfección, pero era un trabajo impecable sin ningún fallo. Un pequeño pero significativo regalo frente a una actitud más humilde, ¿eh?
—Gracias —respondió, reemplazando a la reina—. Creo que es un puesto acorde a mí, ¿no?
La fiesta continuaba en el pueblo costero de Kwan. La gente bailaba y disfrutaba de la comida, mientras el agua se acumulaba en los canales que surcaban la tierra dándole la forma de un anillo perfectamente seccionado. Toda esa paz, ese ambiente relajado y ajeno a los problemas del mundo, le hacía preguntarse por qué un pirata que se hacía llamar a sí mismo un guerrero, alguien que buscaba sin descanso la guerra, estaba jugando ajedrez con ella. ¿Acaso tenía intenciones ocultas? No, las habría reconocido de inmediato. Tal vez, solo tal vez, estaba allí por la misma razón que Katharina.
—Esta tierra es conocida por su espiritualidad y también por sus peregrinajes. Es una buena oportunidad para reencontrarse con uno mismo, ¿sabes? —comenzó a hablar con la vista clavada en el ajedrez como esperando algún movimiento—. Si bien no soy una mujer demasiado espiritual, intento respetar las creencias de los demás. He escuchado de ti, Freites, y espero que no traigas tus problemas a esta isla: mientras yo esté aquí nada alterará la tranquilidad de Kwan.
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-¿Entonces soy un libro abierto para ti, señorita Von Stainhell? – Dije con tranquilidad. Cualquiera pensaría que al pronunciar un apellido tan… poco común con naturalidad me hacía un lingüista. Para nada. Desde muy pequeño me educaron para aprender a escuchar los nombres de las personas y pronunciarlos correctamente, ya que pronunciarlos mal se considera una falta de respeto. – Le ahorrare el trabajo. El gobierno me tacha de sociópata, psicópata, asesino, genocida, anarquista, con problemas de control de ira y un peligro que debe ser detenido antes que se salga de control.
La pequeña ficha de mí que estaba moldeando en mis manos poco a poco tomaba forma. La bruja había sustituido a la pieza de la reina con ella misma. Eso me decía muchas cosas de ella – Todo el nuevo mundo se trata sobre Haki. Lo sé, porque mi maestra me lo ha mencionado. Quien no es capaz de poseer una voluntad indómita en el nuevo mundo, está destinado a ser un mero sirviente de los Yonkous. Y claro, ni usted ni yo tenemos intención de servir a ninguno de ellos.
>>Ademas, usted es una pirata a la cual se le debería respetar. Muchas cosas he escuchado de usted, señorita Von Steinhell. Muchos la llaman niña caprichosa. Otros la llaman bruja loca. Pero si se toparan con usted, se tragarían sus palabras e implorarían por sus vidas. Solo los cobardes envidian el éxito de aquellos que si se atrevieron a arriesgar sus vidas. Y no, no conozco su historia, pero la fuerza no llega a menos que sacrifiques cosas. Lo sé porque lo que he vivido en carne propia. Sobra decir que usted tiene mi respeto. Pero, toparme con usted y entablar batalla... no... no estoy listo. Seria como una mosca topándose contra un dinosaurio y a pesar que yo ame luchar ¿Con que propósito? ¿Bajas innecesarias? ¿Daño colateral desmedido? No... yo amo la guerra, pero no ese tipo de guerra.
no pude evitar acariciar mi brazo metálico con mi mano derecha. Aquella perdida había sido grande para mí. Un brazo por una alianza, pero no cualquier alianza. Tenía a mi lado la tribu de guerreras más poderosa de todo el paraíso. Y eso me daba un total placer.
Termine de manufacturar la ficha de mi persona. No dude en ningún momento en colocarla sobre un peón. Justo en que da a la fila de su reina, en este caso, de su figura. -¿Qué tiene de divertido atacar a un enemigo que no tiene ninguna intención de luchar? – Dije moviendo mi peón un espacio adelante. Dándoles oportunidad de desarrollo a mi alfil y a mí reina. – Kwan es un lugar maravilloso. Desde que llegue, sentí como si la propia isla me diera la bienvenida. Mira a todos a su alrededor, señorita. Tanta felicidad y tanta alegría, y lo único que he tenido que hacer es poner unos cuantos berries de mi bolsillo. ¿Quién soy yo para quitarles tal felicidad? Nadie. El señor de la guerra apunta a vivir la guerra mas fantástica contra un oponente digno, no a dañar a gente inocente que quiere vivir su vida con tranquilidad.
Levante mi mano llamando la atención de uno de los vendedores de sake. Me arrojo una botella y la tome con tranquilidad. Di un trago profundo dando un suspiro de satisfacción. Definitivamente estaba disfrutando de la tranquilidad y la fiesta. – Construiré un lugar donde la fiesta nunca termine. – Dije sonriéndole con ternura. – Por cierto, yo apunto contra el Yonkou Berthil. Espero que no sea un objetivo que usted se plantee.
La pequeña ficha de mí que estaba moldeando en mis manos poco a poco tomaba forma. La bruja había sustituido a la pieza de la reina con ella misma. Eso me decía muchas cosas de ella – Todo el nuevo mundo se trata sobre Haki. Lo sé, porque mi maestra me lo ha mencionado. Quien no es capaz de poseer una voluntad indómita en el nuevo mundo, está destinado a ser un mero sirviente de los Yonkous. Y claro, ni usted ni yo tenemos intención de servir a ninguno de ellos.
>>Ademas, usted es una pirata a la cual se le debería respetar. Muchas cosas he escuchado de usted, señorita Von Steinhell. Muchos la llaman niña caprichosa. Otros la llaman bruja loca. Pero si se toparan con usted, se tragarían sus palabras e implorarían por sus vidas. Solo los cobardes envidian el éxito de aquellos que si se atrevieron a arriesgar sus vidas. Y no, no conozco su historia, pero la fuerza no llega a menos que sacrifiques cosas. Lo sé porque lo que he vivido en carne propia. Sobra decir que usted tiene mi respeto. Pero, toparme con usted y entablar batalla... no... no estoy listo. Seria como una mosca topándose contra un dinosaurio y a pesar que yo ame luchar ¿Con que propósito? ¿Bajas innecesarias? ¿Daño colateral desmedido? No... yo amo la guerra, pero no ese tipo de guerra.
no pude evitar acariciar mi brazo metálico con mi mano derecha. Aquella perdida había sido grande para mí. Un brazo por una alianza, pero no cualquier alianza. Tenía a mi lado la tribu de guerreras más poderosa de todo el paraíso. Y eso me daba un total placer.
Termine de manufacturar la ficha de mi persona. No dude en ningún momento en colocarla sobre un peón. Justo en que da a la fila de su reina, en este caso, de su figura. -¿Qué tiene de divertido atacar a un enemigo que no tiene ninguna intención de luchar? – Dije moviendo mi peón un espacio adelante. Dándoles oportunidad de desarrollo a mi alfil y a mí reina. – Kwan es un lugar maravilloso. Desde que llegue, sentí como si la propia isla me diera la bienvenida. Mira a todos a su alrededor, señorita. Tanta felicidad y tanta alegría, y lo único que he tenido que hacer es poner unos cuantos berries de mi bolsillo. ¿Quién soy yo para quitarles tal felicidad? Nadie. El señor de la guerra apunta a vivir la guerra mas fantástica contra un oponente digno, no a dañar a gente inocente que quiere vivir su vida con tranquilidad.
Levante mi mano llamando la atención de uno de los vendedores de sake. Me arrojo una botella y la tome con tranquilidad. Di un trago profundo dando un suspiro de satisfacción. Definitivamente estaba disfrutando de la tranquilidad y la fiesta. – Construiré un lugar donde la fiesta nunca termine. – Dije sonriéndole con ternura. – Por cierto, yo apunto contra el Yonkou Berthil. Espero que no sea un objetivo que usted se plantee.
Katharina von Steinhell
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—Tú y casi todo el mundo son un libro abierto para mí, la verdad —respondió con gesto aburrido e indiferente, dejando que la arrogancia respondiese por ella—. Sinceramente, me da igual cómo te ve el Gobierno Mundial y lo que el mundo pueda pensar de mí o de mi gente.
No iba a admitir en voz alta que había cometido errores graves y había abusado de su fuerza durante mucho tiempo. Jamás admitiría que se arrepentía de haberse comportado como una mujer sin escrúpulos a la hora de decidir quién vivía y quién no, pero en el fondo quería cambiar para construir un futuro más agradable para la gente del Horror Circus, para quienes confiaban en ella.
—Es gracioso, ¿sabes? Te autoproclamas “Señor de la Guerra”, dices querer una guerra fantástica contra un oponente digno y dejar de lado a los inocentes. ¿Cuán ingenuo puedes ser? —le preguntó, inclinándose hacia delante para mirar mejor a Freites—. Matarás a soldados, no a piezas de ajedrez, y los soldados son hombres que tienen esposa e hijos, que tienen un hogar que mantener, proteger y volver. ¿Y todo porque quieres participar en una gran guerra? Podría enlistar todo el daño colateral que recibirán los inocentes, pero sólo quiero que esto quede claro: eres más egoísta que yo, Freites. No te confundas, lo que hagas y a quién lastimes me da igual, pero un buen líder debe ser coherente con lo que dice y hace.
Le había pasado a ella, ¿cómo no iba a saber de lo que hablaba? Lastimó a muchísima gente que no se lo merecía, incluso a veces por capricho. Nunca pensó en cuánto daño hacía, en cuántas vidas destruía. La primera vez que meditó sobre sus actos fue poco después de arruinar la vida de Liliana, pero aun así mantuvo esa indiferencia frente al dolor y a la muerte. Y solo fue cuando conoció a Ivan que comenzó a tomar un poco más de consciencia; luego, llegó Kaya, Inosuke y Alexandra.
—Pero ha sido suficiente de sermones —dijo al final—. En Kwan se hacen peregrinaciones cada cierto tiempo y con Rose no dejaremos pasar la oportunidad. Viajaremos a las montañas junto con los monjes y nos quedaremos allí unos días. Puedes acompañarnos y de paso descubrir por tu cuenta si de verdad quieres convertirte en un “Señor de la Guerra”. Y te ahorro la pregunta: no necesitas saber mis motivaciones en esta isla.
La partida de ajedrez estaba por terminar y el gran viaje por comenzar.
No iba a admitir en voz alta que había cometido errores graves y había abusado de su fuerza durante mucho tiempo. Jamás admitiría que se arrepentía de haberse comportado como una mujer sin escrúpulos a la hora de decidir quién vivía y quién no, pero en el fondo quería cambiar para construir un futuro más agradable para la gente del Horror Circus, para quienes confiaban en ella.
—Es gracioso, ¿sabes? Te autoproclamas “Señor de la Guerra”, dices querer una guerra fantástica contra un oponente digno y dejar de lado a los inocentes. ¿Cuán ingenuo puedes ser? —le preguntó, inclinándose hacia delante para mirar mejor a Freites—. Matarás a soldados, no a piezas de ajedrez, y los soldados son hombres que tienen esposa e hijos, que tienen un hogar que mantener, proteger y volver. ¿Y todo porque quieres participar en una gran guerra? Podría enlistar todo el daño colateral que recibirán los inocentes, pero sólo quiero que esto quede claro: eres más egoísta que yo, Freites. No te confundas, lo que hagas y a quién lastimes me da igual, pero un buen líder debe ser coherente con lo que dice y hace.
Le había pasado a ella, ¿cómo no iba a saber de lo que hablaba? Lastimó a muchísima gente que no se lo merecía, incluso a veces por capricho. Nunca pensó en cuánto daño hacía, en cuántas vidas destruía. La primera vez que meditó sobre sus actos fue poco después de arruinar la vida de Liliana, pero aun así mantuvo esa indiferencia frente al dolor y a la muerte. Y solo fue cuando conoció a Ivan que comenzó a tomar un poco más de consciencia; luego, llegó Kaya, Inosuke y Alexandra.
—Pero ha sido suficiente de sermones —dijo al final—. En Kwan se hacen peregrinaciones cada cierto tiempo y con Rose no dejaremos pasar la oportunidad. Viajaremos a las montañas junto con los monjes y nos quedaremos allí unos días. Puedes acompañarnos y de paso descubrir por tu cuenta si de verdad quieres convertirte en un “Señor de la Guerra”. Y te ahorro la pregunta: no necesitas saber mis motivaciones en esta isla.
La partida de ajedrez estaba por terminar y el gran viaje por comenzar.
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-Y es por eso que Big Brother Kaizokudan ha dejado de existir, señorita. – Dije dando otro trago a mi botella de sake. – Puedo imaginar que la noticia aún no ha llegado a odios de todos. Pero hace ya un par de semanas que mi tripulación ha dejado de existir y, por ahora me dedico a ser yo mismo quien sea el único participe de mis deseos egoístas. – Miraba fijamente a los ojos a Katharina. – Porque al final de cuentas, no importa a qué medida seamos egoístas, seguimos siéndolo al final.
Mire el tablero, ojeado la situación. – Peón que come caballo. Torre come caballo. Peón come peón. Reina devora alfil. Caballo devora reina. Peón avanza a reina. – Predije totalmente el rumbo de la partida, porque sin importar que tanto ella pueda ver el futuro. La mente de un estratega siempre debería estar trabajando sin importar el escenario. – Si usted devoras mi ficha, esta en jaque mate. Si yo devoro su ficha, usted te llevas la victoria. –dije señalando su claro jaque mate a mi rey. – Si este fuera un escenario real, me pregunto quién sería más egoísta. Sabiendo que nuestros reyes son las cosas más importantes para nosotros.
Me levante. La lluvia pronto terminaría y seria momento para ponernos en marcha. – Lo primero que le diré es que acepto con mucho gusto acepto su invitación, señorita Von Steinhell. Lo segundo y, espero no se tome a personal lo que le diré, pero usted y yo somos dos especies muy distintas de piratas. Además. – Moví a mi rey en una posición bastante desprotegida, dándole claramente la victoria a ella. – yo no tengo nada que perder.
Me subí sobre mi compañera y espere porque ella terminara la partida y proseguir a seguirla. – No olvide su ficha que he hecho para usted. – Una vez ella estuviera lista, le seguiría al lugar donde me había invitado. Realmente no sonaba mal y conocer esta isla a profundidad sonaba a una experiencia maravillosa.
Mire el tablero, ojeado la situación. – Peón que come caballo. Torre come caballo. Peón come peón. Reina devora alfil. Caballo devora reina. Peón avanza a reina. – Predije totalmente el rumbo de la partida, porque sin importar que tanto ella pueda ver el futuro. La mente de un estratega siempre debería estar trabajando sin importar el escenario. – Si usted devoras mi ficha, esta en jaque mate. Si yo devoro su ficha, usted te llevas la victoria. –dije señalando su claro jaque mate a mi rey. – Si este fuera un escenario real, me pregunto quién sería más egoísta. Sabiendo que nuestros reyes son las cosas más importantes para nosotros.
Me levante. La lluvia pronto terminaría y seria momento para ponernos en marcha. – Lo primero que le diré es que acepto con mucho gusto acepto su invitación, señorita Von Steinhell. Lo segundo y, espero no se tome a personal lo que le diré, pero usted y yo somos dos especies muy distintas de piratas. Además. – Moví a mi rey en una posición bastante desprotegida, dándole claramente la victoria a ella. – yo no tengo nada que perder.
Me subí sobre mi compañera y espere porque ella terminara la partida y proseguir a seguirla. – No olvide su ficha que he hecho para usted. – Una vez ella estuviera lista, le seguiría al lugar donde me había invitado. Realmente no sonaba mal y conocer esta isla a profundidad sonaba a una experiencia maravillosa.
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Hacía rato que había dejado de prestarle atención a la partida de ajedrez, pues ya no le interesaba en lo absoluto. ¿Qué podía hacer un niño en contra de una bruja con clarividencia? Nada, estaba condenado a la derrota y aun así continuó jugando. A veces la línea que separaba la perseverancia de la estupidez era muy difusa; a veces, a la hechicera le agradaban los estúpidos.
Soltó un bostezo y se cubrió la boca con la mano, permitiendo que Freites hiciera todas las jugadas que tenía en mente. Podía leer todos sus movimientos, conocer sus ambiciones como si fueran las propias, incluso sabía lo que buscaba con fervor. Y todo porque era un libro abierto, un niño honesto e ingenuo incapaz de ocultar ninguna cosa a alguien con la capacidad de leer las almas de los seres humanos.
—A menos que seas basura siempre tendrás algo que perder —respondió la bruja después de ganar la partida de ajedrez—, pero no es mi trabajo hacértelo ver. Gracias por el obsequio, lo guardaré en algún lugar.
Cogió la pieza que había hecho Freites y se levantó de la silla, sintiendo la suave brisa de Kwan. Miró alrededor: la gente aún continuaba bebiendo y festejando, pasándoselo bien. Quería creer que la guerra jamás llegaría a una isla tan tranquila como esa, aunque no debía hacerse muchas expectativas.
—Vámonos, Rose. Si los cálculos que hiciste son correctos, la caravana partirá dentro de media hora.
—Llevo medicina por si tu salud empeora, Katharina. Y toma esto, deberías abrigarte.
¿Desde cuándo te convertiste en mi madre…?, se preguntó mientras se colocaba el abrigo que Rose le pasaba.
No había que pagar ninguna cuota monetaria a la caravana para recorrer los paisajes de Kwan, aunque los monjes que la conducían esperaban que los extranjeros hicieran alguna especie de ofrenda: comida, prendas, algún obsequio… Todo era bienvenido, no había ninguna exigencia. El propósito de los monjes era enriquecer el espíritu de los seres humanos, querían que aprendiesen a conectar con las criaturas vivas y aspirar a una vida más equilibrada en más de un sentido. Recibían desde piratas a miembros del Gobierno Mundial, pues creían ver seres humanos, no facciones ni intereses.
—Enriquecer el espíritu… Me pregunto a qué se referirán —comentó Rose, dirigiéndose a la caravana—. Dudo que se trate de una estafa, no nos están cobrando nada, pero aun así… Mi padre siempre fue un hombre de ciencia. Mi madre también. Ninguno jamás habló sobre el espíritu, ¿a qué crees que se referirán?
—Bueno, puedo citarte un par de libros, pero no creo que sea lo que buscas… Mis padres me enseñaron muchas cosas sobre el mundo y la magia, aunque jamás me hablaron sobre enriquecer el espíritu. Aprendí un poco más por mi cuenta cuando desperté el haki, pero mi maestro de ese entonces tampoco me habló mucho —respondió la hechicera, recordando la vez cuando destrozó la maldición puesta por el líder de la Orden.
Junto a unas pozas de agua encerradas por grandes piedras se hallaba la caravana. Había niños y mujeres, ancianos y hombres, incluso animales. Debía haber por lo menos unas cien personas ahí. Casi todas vestían túnicas propias de la región, se veían felices con sus amplias sonrisas. Por un momento, la bruja pensó que jamás calzaría en un lugar como ese, pero también quería asistir a la peregrinación…
—¿Y por qué le dijiste a ese niño que se uniera a la caravana?
—Quién sabe… Puede que así no se convierta en un problema para el mundo —contestó con gesto indiferente, y entonces estornudó.
Soltó un bostezo y se cubrió la boca con la mano, permitiendo que Freites hiciera todas las jugadas que tenía en mente. Podía leer todos sus movimientos, conocer sus ambiciones como si fueran las propias, incluso sabía lo que buscaba con fervor. Y todo porque era un libro abierto, un niño honesto e ingenuo incapaz de ocultar ninguna cosa a alguien con la capacidad de leer las almas de los seres humanos.
—A menos que seas basura siempre tendrás algo que perder —respondió la bruja después de ganar la partida de ajedrez—, pero no es mi trabajo hacértelo ver. Gracias por el obsequio, lo guardaré en algún lugar.
Cogió la pieza que había hecho Freites y se levantó de la silla, sintiendo la suave brisa de Kwan. Miró alrededor: la gente aún continuaba bebiendo y festejando, pasándoselo bien. Quería creer que la guerra jamás llegaría a una isla tan tranquila como esa, aunque no debía hacerse muchas expectativas.
—Vámonos, Rose. Si los cálculos que hiciste son correctos, la caravana partirá dentro de media hora.
—Llevo medicina por si tu salud empeora, Katharina. Y toma esto, deberías abrigarte.
¿Desde cuándo te convertiste en mi madre…?, se preguntó mientras se colocaba el abrigo que Rose le pasaba.
No había que pagar ninguna cuota monetaria a la caravana para recorrer los paisajes de Kwan, aunque los monjes que la conducían esperaban que los extranjeros hicieran alguna especie de ofrenda: comida, prendas, algún obsequio… Todo era bienvenido, no había ninguna exigencia. El propósito de los monjes era enriquecer el espíritu de los seres humanos, querían que aprendiesen a conectar con las criaturas vivas y aspirar a una vida más equilibrada en más de un sentido. Recibían desde piratas a miembros del Gobierno Mundial, pues creían ver seres humanos, no facciones ni intereses.
—Enriquecer el espíritu… Me pregunto a qué se referirán —comentó Rose, dirigiéndose a la caravana—. Dudo que se trate de una estafa, no nos están cobrando nada, pero aun así… Mi padre siempre fue un hombre de ciencia. Mi madre también. Ninguno jamás habló sobre el espíritu, ¿a qué crees que se referirán?
—Bueno, puedo citarte un par de libros, pero no creo que sea lo que buscas… Mis padres me enseñaron muchas cosas sobre el mundo y la magia, aunque jamás me hablaron sobre enriquecer el espíritu. Aprendí un poco más por mi cuenta cuando desperté el haki, pero mi maestro de ese entonces tampoco me habló mucho —respondió la hechicera, recordando la vez cuando destrozó la maldición puesta por el líder de la Orden.
Junto a unas pozas de agua encerradas por grandes piedras se hallaba la caravana. Había niños y mujeres, ancianos y hombres, incluso animales. Debía haber por lo menos unas cien personas ahí. Casi todas vestían túnicas propias de la región, se veían felices con sus amplias sonrisas. Por un momento, la bruja pensó que jamás calzaría en un lugar como ese, pero también quería asistir a la peregrinación…
—¿Y por qué le dijiste a ese niño que se uniera a la caravana?
—Quién sabe… Puede que así no se convierta en un problema para el mundo —contestó con gesto indiferente, y entonces estornudó.
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Entonces, vamos allá. El momento de partir estaba más pronto de lo que podía imaginar. Tardamos un par de minutos extras, ya que indicaron que querían esperar a ver si llegaba más personas. No me comía la impaciencia ¿La razón? Realmente si detestaba que me hicieran esperar, pero la gente era muy amable y me costaba mucho enojarme con ellos. Lo deje pasar un poco, solo fueron un par de minutos. Me dio tiempo de repasar todo lo que necesitaba para el viaje. Comida, bebida y sobre todo, lo que necesitaba para no dormirme. Eso me recuerda, nunca es tarde para un buen café. Me di la chance de comprar una buena cantidad antes de partir, me aseguraron que era el mejor. Di un sorbo y me llevé la grata sorpresa de que lo que me decían era cierto. Esta isla…. Tiene algo. Es una paz y una tranquilidad que no había sentido en años. No podía imaginarme este lugar envuelto en algún conflicto.
No… Kwan sin lugar a dudas es un lugar maravilloso. Nadie tiene derecho de quitarle algo así.
Pero seamos francos en estos momentos. La razón por la cual puede estallar una guerra puede ser por muchas cosas. Entre ellas podemos encontrar algunas más egoístas que otras, pero sin importar la medida, seguían siéndolo. Yo por mi parte había decidido darme la oportunidad de disfrutar el conflicto bélico de otra manera. La guerra seguía apasionándome, pero entendí el por qué. Me encantaba luchar contra mareas de enemigos yo solo. Eso podía admitirlo desde el fondo de mi corazón. Admito ser una criatura que se mueve por puro instinto en búsqueda de satisfacer mis necesidades, que, al final de cuentas, no dejan de ser cínicas. Conozco muy bien desde el primer estante que yo empuñé un arma y la blandí contra alguien, pude disfrutar tanto del momento que no podía parar de sonreír y cantar. Bueno, miento, si hubo una vez que levante mi arma contra alguien y no lo disfrute en lo mínimo.
Es algo que no me gusta recordar mucho.
La Caravana dio marcha. He de admitir que lo que veía cada vez me gustaba más. La flora y la fauna de Kwan era sorprendente. Incluso podría decir que era algo que salía solo en fabulas. Lo primero que veo que llama profundamente mi atención son las aves. Únicas en su tipo había una que perdidamente llamaba mi atención. Era pequeña y de color verde. Pico amarillo y con colores negros en sus plumas. Quería atraparla. Pregunte a alguno si tenían algún problema en domesticar alguna de esas aves. Para mi suerte no se mostraron con negativas. Sonreí tranquilamente ya trataría más tarde. Por ahora, quería dejarme llevar por el momento.
La pradera verde y los alrededores llenos de muchos colores. Nos acercábamos a una montaña que poco a poco se hacía más grande, pero aun estábamos lejos. Me di la oportunidad de poder meditar durante todo el camino, ya que el sol estaba comenzando a ocultarse. Hicimos la primera parada. Era una zona llena de rocas. Yo bajé de Suzaku y proseguí a inspeccionar un poco el lugar. Había rocas de todos los tamaños. Todas las personas preparaban sus carpas para acampar. Yo preferí estar al aire libre, se me hacía más cómodo. La plumífera y yo dimos unos cuantos saltos sobre las rocas hasta encontrar una bastante alta. Dimos un último vistazo al sol que se ocultaba en el horizonte.
Era momento de descansar.
O eso quisiera. Mientras los demás estaban allí, yo me di la oportunidad de armar una pequeña fogata sobre la roca más alta que encontré. Me cruce de piernas y respire profundo. Meditaba en la búsqueda de aquella sensación de hace mucho tiempo que había tenido en Auria. El haki, según mi maestra, es aquella fuerza espiritual que se encuentra en nosotros. Yo debía entrenar mi espíritu para lograr conseguirla.
Y es lo que hare.
No… Kwan sin lugar a dudas es un lugar maravilloso. Nadie tiene derecho de quitarle algo así.
Pero seamos francos en estos momentos. La razón por la cual puede estallar una guerra puede ser por muchas cosas. Entre ellas podemos encontrar algunas más egoístas que otras, pero sin importar la medida, seguían siéndolo. Yo por mi parte había decidido darme la oportunidad de disfrutar el conflicto bélico de otra manera. La guerra seguía apasionándome, pero entendí el por qué. Me encantaba luchar contra mareas de enemigos yo solo. Eso podía admitirlo desde el fondo de mi corazón. Admito ser una criatura que se mueve por puro instinto en búsqueda de satisfacer mis necesidades, que, al final de cuentas, no dejan de ser cínicas. Conozco muy bien desde el primer estante que yo empuñé un arma y la blandí contra alguien, pude disfrutar tanto del momento que no podía parar de sonreír y cantar. Bueno, miento, si hubo una vez que levante mi arma contra alguien y no lo disfrute en lo mínimo.
Es algo que no me gusta recordar mucho.
La Caravana dio marcha. He de admitir que lo que veía cada vez me gustaba más. La flora y la fauna de Kwan era sorprendente. Incluso podría decir que era algo que salía solo en fabulas. Lo primero que veo que llama profundamente mi atención son las aves. Únicas en su tipo había una que perdidamente llamaba mi atención. Era pequeña y de color verde. Pico amarillo y con colores negros en sus plumas. Quería atraparla. Pregunte a alguno si tenían algún problema en domesticar alguna de esas aves. Para mi suerte no se mostraron con negativas. Sonreí tranquilamente ya trataría más tarde. Por ahora, quería dejarme llevar por el momento.
La pradera verde y los alrededores llenos de muchos colores. Nos acercábamos a una montaña que poco a poco se hacía más grande, pero aun estábamos lejos. Me di la oportunidad de poder meditar durante todo el camino, ya que el sol estaba comenzando a ocultarse. Hicimos la primera parada. Era una zona llena de rocas. Yo bajé de Suzaku y proseguí a inspeccionar un poco el lugar. Había rocas de todos los tamaños. Todas las personas preparaban sus carpas para acampar. Yo preferí estar al aire libre, se me hacía más cómodo. La plumífera y yo dimos unos cuantos saltos sobre las rocas hasta encontrar una bastante alta. Dimos un último vistazo al sol que se ocultaba en el horizonte.
Era momento de descansar.
O eso quisiera. Mientras los demás estaban allí, yo me di la oportunidad de armar una pequeña fogata sobre la roca más alta que encontré. Me cruce de piernas y respire profundo. Meditaba en la búsqueda de aquella sensación de hace mucho tiempo que había tenido en Auria. El haki, según mi maestra, es aquella fuerza espiritual que se encuentra en nosotros. Yo debía entrenar mi espíritu para lograr conseguirla.
Y es lo que hare.
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Los primeros kilómetros de viaje fueron tranquilos y silenciosos, interrumpidos de vez en cuando por una que otra petición o comentario. Cada uno de los miembros de la caravana iba inmerso en sus propios pensamientos o contemplaba los bellos paisajes de la isla. No había ninguna duda de que la belleza de Kwan era como mínimo idílica. Tenía una geografía especialmente montañosa pero boscosa al mismo tiempo. Había decenas de cascadas que caían por las quebradas, todas conectando en los serpenteantes ríos. Y los templos con techos en forma de triángulo con las esquinas alzadas entregaban aún más armonía.
Los monjes anunciaron que la caravana entraría al Bosque de Erlang Shen, un lugar ideal para enfrentar los miedos y fortalecer el espíritu. Estaba conformado principalmente por enormes árboles con copas frondosas de colores rosas, y el sotobosque intercalaba capas de vegetación amarillas, anaranjadas y verdosas. Los senderos naturales eran lo suficientemente anchos como para que la caravana avanzara sin problemas. Podía oírse el canto de las aves y, de vez en cuando, el rugido de algún tigre.
—¿No sientes que la atmósfera se ha vuelto un poco… extraña? —preguntó Rose con el ceño fruncido y la mano puesta en la empuñadura de la espada.
La hechicera miró a su amiga y le dio la razón, pensando en si las palabras de los monjes tenían un sentido literal en vez de metafórico. ¿Y si en verdad el Bosque de Erlang Shen era un lugar ideal para enfrentar los miedos y fortalecer el espíritu? Bueno, seguramente no tendría efecto en alguien poderoso y sin temor alguno como la bruja, aunque… No, ¿a quién quería engañar? Puede que fuera el momento para comenzar a ser sincera consigo misma. Debía reconocer que tenía miedos como cualquier otro ser humano y que estaba bien tenerlos.
—¿A qué le tienes miedo, Ro?
La pelirroja se sintió extrañada por el repentino acortamiento de su nombre, pero le pareció tierno y sonrió con dulzura. Sin embargo, la pregunta le pilló un poco desprevenida y no sabía exactamente qué responder.
—A perderte —respondió con un poco de timidez tras reflexionar un momento la pregunta—. Me perdonaste la vida y me permitiste viajar contigo a pesar de ayudar a mi padre con sus monstruosidades. Me diste un motivo por el que seguir hacia delante. —Rose se detuvo y miró hacia abajo—. Aunque también me da miedo que te pierdas a ti misma.
—¿A qué te refieres?
—Conozco tu historia y debe ser difícil haber pasado por lo que tú pasaste. Yo también perdí a toda mi familia, creo que lo puedo entender —respondió la pelirroja—. ¿No crees que la venganza te puede consumir? ¿Y si el poder acaba corrompiéndote? Sé que intentas cambiar, pero me preocupa que termines volviéndote un… monstruo.
Había un reducido puñado de personas capaces de hablarle a la bruja con tanta honestidad, y ya que estaba en un viaje espiritual era un buen momento para agradecer por los amigos que tenía. La hechicera cogió con suavidad la mano de su amiga y la miró directo a su único ojo.
—Gracias por preocuparte, pero te prometo que no me convertiré en ningún monstruo ni la venganza me consumirá. Últimamente he estado pensando en que quiero construir un legado en vez de destruir el de alguien más. Quiero dejar el pasado atrás y mirar hacia el futuro —confesó Katharina el rostro iluminado por un haz de luz infiltrado—. Estoy un poco cansada de tener que luchar y luchar, de ser conocida como alguien que lo único que sabe hacer es destruir. He tardado en darme cuenta, pero he acabado construyendo mi propio hogar en el Horror Circus, y agradezco que formes parte de él.
Y ya que había otra persona que parecía estar siguiendo los pasos de la bruja en su adolescencia, debía aprovechar la oportunidad de preguntar y puede que dar un consejo gratuito. La hechicera no era solo fuerza y destrucción, también tenía otros dotes a relucir.
—¿Y tú a qué le tienes miedo, Freites? —preguntó Katharina, girando la mirada hacia el pirata que parecía anonadado por las aves que surcaban los cielos.
Los monjes anunciaron que la caravana entraría al Bosque de Erlang Shen, un lugar ideal para enfrentar los miedos y fortalecer el espíritu. Estaba conformado principalmente por enormes árboles con copas frondosas de colores rosas, y el sotobosque intercalaba capas de vegetación amarillas, anaranjadas y verdosas. Los senderos naturales eran lo suficientemente anchos como para que la caravana avanzara sin problemas. Podía oírse el canto de las aves y, de vez en cuando, el rugido de algún tigre.
—¿No sientes que la atmósfera se ha vuelto un poco… extraña? —preguntó Rose con el ceño fruncido y la mano puesta en la empuñadura de la espada.
La hechicera miró a su amiga y le dio la razón, pensando en si las palabras de los monjes tenían un sentido literal en vez de metafórico. ¿Y si en verdad el Bosque de Erlang Shen era un lugar ideal para enfrentar los miedos y fortalecer el espíritu? Bueno, seguramente no tendría efecto en alguien poderoso y sin temor alguno como la bruja, aunque… No, ¿a quién quería engañar? Puede que fuera el momento para comenzar a ser sincera consigo misma. Debía reconocer que tenía miedos como cualquier otro ser humano y que estaba bien tenerlos.
—¿A qué le tienes miedo, Ro?
La pelirroja se sintió extrañada por el repentino acortamiento de su nombre, pero le pareció tierno y sonrió con dulzura. Sin embargo, la pregunta le pilló un poco desprevenida y no sabía exactamente qué responder.
—A perderte —respondió con un poco de timidez tras reflexionar un momento la pregunta—. Me perdonaste la vida y me permitiste viajar contigo a pesar de ayudar a mi padre con sus monstruosidades. Me diste un motivo por el que seguir hacia delante. —Rose se detuvo y miró hacia abajo—. Aunque también me da miedo que te pierdas a ti misma.
—¿A qué te refieres?
—Conozco tu historia y debe ser difícil haber pasado por lo que tú pasaste. Yo también perdí a toda mi familia, creo que lo puedo entender —respondió la pelirroja—. ¿No crees que la venganza te puede consumir? ¿Y si el poder acaba corrompiéndote? Sé que intentas cambiar, pero me preocupa que termines volviéndote un… monstruo.
Había un reducido puñado de personas capaces de hablarle a la bruja con tanta honestidad, y ya que estaba en un viaje espiritual era un buen momento para agradecer por los amigos que tenía. La hechicera cogió con suavidad la mano de su amiga y la miró directo a su único ojo.
—Gracias por preocuparte, pero te prometo que no me convertiré en ningún monstruo ni la venganza me consumirá. Últimamente he estado pensando en que quiero construir un legado en vez de destruir el de alguien más. Quiero dejar el pasado atrás y mirar hacia el futuro —confesó Katharina el rostro iluminado por un haz de luz infiltrado—. Estoy un poco cansada de tener que luchar y luchar, de ser conocida como alguien que lo único que sabe hacer es destruir. He tardado en darme cuenta, pero he acabado construyendo mi propio hogar en el Horror Circus, y agradezco que formes parte de él.
Y ya que había otra persona que parecía estar siguiendo los pasos de la bruja en su adolescencia, debía aprovechar la oportunidad de preguntar y puede que dar un consejo gratuito. La hechicera no era solo fuerza y destrucción, también tenía otros dotes a relucir.
—¿Y tú a qué le tienes miedo, Freites? —preguntó Katharina, girando la mirada hacia el pirata que parecía anonadado por las aves que surcaban los cielos.
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