Roland von Klauswitz
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El sol, ardiente e inmisericorde, afilado como una navaja de afeitar, sofocante como un saco sobre la cabeza, refulgía sobre las infinitas arenas de Arabasta y arrancaba del mar de dunas una suerte de destellos dorados que convertían una nada absoluta carente de todo atisbo visible de vida en una mina de oro basada en luces y engaños. Allá junto al mar corría una agradable brisa salada, pero que enseguida quedaba engullida por las emanaciones dignas del más profundo infierno que proyectaba el manto de arena.
Hacía calor. Y eso a Roland no le gustaba.
-Me cago en mi putísima madre, ¡¡¡joder!!! ¡¿Por qué coño hace tanto calor aquí?! ¡¿Por qué coño hace tanto calor en ningún sitio?!
-Ro-Ro-Roland, es un desi-sierto-to-to. En los desiertos ha-ha-hace calo-lo-lo-calor.
-¡Me importa tres mierdas lo que haga en los desiertos! A la mierda la caza y su muy putísima madre, yo me voy de aquí. ¡Subid al barco cagando leches!
Blitz Escupitajos tartamudeó una incomprensible excusa que solo sirvió para que Roland lo destripase con la mirada. En su profesión se aceptaba todo tipo de moneda, pero no las excusas.
-El Log tiene que cargarse, saco de mierda -le dijo Kelly. La mecánica iba vestida con un mono, con las perneras remangadas y la parte de arriba caída sobre su cintura, dejando a la vista un sujetador rosa y una hipnótica cascada de sudor que se derramaba lentamente sobre su entreteto.
-Mis cojones son los que tienen que cargarse. ¡He dicho que nos vamos!
-Pe-pe-pe-pero el Lo-Lo-Log...
-¡A tomar por culo la mierda esa!
-Eh, mira, ahí hay un caballo...
Roland casi le arranca la cabeza al yonqui de Donner ahí mismo. Él estaba muriéndose literalmente de calor y el muy subnormal le señalaba una especie de puto bicho feísimo con chepa que apestaba a mierda. Si se contuvo fue solo porque Kelly se giró y sus sudorosas y brillante domingas en movimiento arrastraron sus ojos tras su húmedo bamboleo.
-No es un caballo -sentenció Kelly-. No sé qué es.
-Por mí como si es el novio de tu puta abuela. ¡Vámonos!
-Es un ca-ca-came-me-llo-llo-llo.
Roland desefundó el pistolón y le descerrajó cuatro satisfactorios tiros a esa cosa. El humo de Lulú le entró por las fosas nasales, pero en lugar del habitual efecto reconstituyente solo consiguió secárselas más.
-A tomar por culo. ¡Déjate de animales raros y arregla la maldita nevera! -le gritó a Kelly. El enorme frigorífico donde guardaban las reservas de helado llevaba roto dos días y el helado se estaba echando a perder. Incluso Donner, que cuando iba puesto no había quien lo alejara del dulce, empezaba a hacerle ascos, y eso que Roland lo había visto comerse un chicle sacado de debajo de una mesa. Lo peor de todo, sin embargo, era que no podía meterse dentro y soportar el clima asqueroso de ese cajón de arena gigante.
-No seas gruñón. Estamos en una isla famosa. Tienen el mejor casino de esta zona del mundo.
Roland se calló un insultó, cosa inusitada en él.
-¿Casino? -Kelly asintió-. ¿Cuánto tenemos que estar en este cagadero?
-Al menos un par de días, creo. No sé, perdí el libro de instrucciones de esta cosa -dijo señalando el Log Pose.
-Mierda. Pues vamos al casino ese. A ver si al menos puedo saquear a algún capullo. -Roland fue a buscar su moto sin dejar de quejarse, agarró las últimas cervezas frías que le quedaban y encendió el motor-. ¡Arreglad la nevera! -gritó antes de echar a volar-. Joder, espero que tengan aire acondicionado.
Hacía calor. Y eso a Roland no le gustaba.
-Me cago en mi putísima madre, ¡¡¡joder!!! ¡¿Por qué coño hace tanto calor aquí?! ¡¿Por qué coño hace tanto calor en ningún sitio?!
-Ro-Ro-Roland, es un desi-sierto-to-to. En los desiertos ha-ha-hace calo-lo-lo-calor.
-¡Me importa tres mierdas lo que haga en los desiertos! A la mierda la caza y su muy putísima madre, yo me voy de aquí. ¡Subid al barco cagando leches!
Blitz Escupitajos tartamudeó una incomprensible excusa que solo sirvió para que Roland lo destripase con la mirada. En su profesión se aceptaba todo tipo de moneda, pero no las excusas.
-El Log tiene que cargarse, saco de mierda -le dijo Kelly. La mecánica iba vestida con un mono, con las perneras remangadas y la parte de arriba caída sobre su cintura, dejando a la vista un sujetador rosa y una hipnótica cascada de sudor que se derramaba lentamente sobre su entreteto.
-Mis cojones son los que tienen que cargarse. ¡He dicho que nos vamos!
-Pe-pe-pe-pero el Lo-Lo-Log...
-¡A tomar por culo la mierda esa!
-Eh, mira, ahí hay un caballo...
Roland casi le arranca la cabeza al yonqui de Donner ahí mismo. Él estaba muriéndose literalmente de calor y el muy subnormal le señalaba una especie de puto bicho feísimo con chepa que apestaba a mierda. Si se contuvo fue solo porque Kelly se giró y sus sudorosas y brillante domingas en movimiento arrastraron sus ojos tras su húmedo bamboleo.
-No es un caballo -sentenció Kelly-. No sé qué es.
-Por mí como si es el novio de tu puta abuela. ¡Vámonos!
-Es un ca-ca-came-me-llo-llo-llo.
Roland desefundó el pistolón y le descerrajó cuatro satisfactorios tiros a esa cosa. El humo de Lulú le entró por las fosas nasales, pero en lugar del habitual efecto reconstituyente solo consiguió secárselas más.
-A tomar por culo. ¡Déjate de animales raros y arregla la maldita nevera! -le gritó a Kelly. El enorme frigorífico donde guardaban las reservas de helado llevaba roto dos días y el helado se estaba echando a perder. Incluso Donner, que cuando iba puesto no había quien lo alejara del dulce, empezaba a hacerle ascos, y eso que Roland lo había visto comerse un chicle sacado de debajo de una mesa. Lo peor de todo, sin embargo, era que no podía meterse dentro y soportar el clima asqueroso de ese cajón de arena gigante.
-No seas gruñón. Estamos en una isla famosa. Tienen el mejor casino de esta zona del mundo.
Roland se calló un insultó, cosa inusitada en él.
-¿Casino? -Kelly asintió-. ¿Cuánto tenemos que estar en este cagadero?
-Al menos un par de días, creo. No sé, perdí el libro de instrucciones de esta cosa -dijo señalando el Log Pose.
-Mierda. Pues vamos al casino ese. A ver si al menos puedo saquear a algún capullo. -Roland fue a buscar su moto sin dejar de quejarse, agarró las últimas cervezas frías que le quedaban y encendió el motor-. ¡Arreglad la nevera! -gritó antes de echar a volar-. Joder, espero que tengan aire acondicionado.
Thymo Bandle
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-MIRAAAAAAAAAAAAAAAAA MIIIIIIIIRAAAAAA- gritaba el enano a su hermanita mientras señalaba el cielo, el ardiente cielo de Arabasta -¿LO HAS VISTO? ESE GORDO HA DISPARADO A ESE CAMELLO, ESTOY SEGURO- El cazador parecía confuso -Tal vez deje la caza atrás para que la recoja su equipo- decía a su melliza mientras sobrevolaban las áridas arenas del desierto. Él en su forma de escarabajo, ella montada a horcajadas como solía ser habitual en la pareja.
Habían llegado a la isla hacía unas horas y la fascinación que sintieron al ver un mar de oro rodeando la ciudad los empujó a verlo más de cerca por si mismos. Tal solo para descubrir, desilusionados, que solo era arena, ardiente arena.
La moto voladora pasó por encima a los enanos, que se acercaron a investigar tras los disparos. Thymo escuchó las detonaciones del arma en el aire y picaron su curiosidad como cazador. Ahora aquel tipo que descargo medio cargador sobre un camello, se dirigía a toda velocidad a la población -Seguro que va a presumir de su pieza, aunque ni la haya cobrado- dijo Thymo, que conocía otros cazadores así -Vamos a seguirlo- dijo a su melliza manteniendo la velocidad del artefacto mecánico volador de aquel hombre. Aquella velocidad no suponía ninguna reto para la habilidad en el aire del pequeño y estaba seguro de poder interceptarlo. Estaba seguro de poder describir círculos a su alrededor mientras continuaba la ruta hacia adelante, si continuaba a esa velocidad y era necesario.
El pequeño empezó a elevarse gracias a las corrientes de aire caliente del desierto. Tomando altura fácil y rápidamente, hasta donde la espesura del aire era menor y la resistencia disminuía, facilitando la aceleración del pequeño. -EEEEHHHH BUENA CAZA, PERO NO VEO POR QUE DEJARIAS EL TROFEO EN EL SUELO- el pequeño seguía preocupado por los detalles que rodeaban la muerte de aquella bestia, pero sin percatarse que le estaba gritando a alguien volando sobre una moto. La deformación profesional del pequeño le impedía ver el resto de detalles que había alrededor de aquel hombre, tan solo la desfachatez de matar y abandonar al animal que hubiera servido de alimento para unos cuantos días -LO RECOGE TU EQUIPO, ¿VERDAD? Y VAS A VENDERLO A LA CIUDAD ADELANTANDOTE A LOS TUYOS PARA BUSCAR DONDE PAGAN EL MEJOR PRECIO, ¿A QUE SI?- gritaba mientras volaba cerca del bigote del humano.
Como un niño pequeño, inconsciente y desconocedor del sentido del decoro ni de ningún otro de los sentidos que se usan en sociedad habitualmente. Tan solo se acercaba y descargaba sus baterías de preguntas a los desconocidos movido por su espíritu curioso e ingenuo. Inconsciente del peligro de muchos de sus actos. Pero la verdad era que hasta el momento había conseguido salir bien librado, al igual que su melliza, por la inocencia que destilaban en cada una de sus acciones o palabras.
Habían llegado a la isla hacía unas horas y la fascinación que sintieron al ver un mar de oro rodeando la ciudad los empujó a verlo más de cerca por si mismos. Tal solo para descubrir, desilusionados, que solo era arena, ardiente arena.
La moto voladora pasó por encima a los enanos, que se acercaron a investigar tras los disparos. Thymo escuchó las detonaciones del arma en el aire y picaron su curiosidad como cazador. Ahora aquel tipo que descargo medio cargador sobre un camello, se dirigía a toda velocidad a la población -Seguro que va a presumir de su pieza, aunque ni la haya cobrado- dijo Thymo, que conocía otros cazadores así -Vamos a seguirlo- dijo a su melliza manteniendo la velocidad del artefacto mecánico volador de aquel hombre. Aquella velocidad no suponía ninguna reto para la habilidad en el aire del pequeño y estaba seguro de poder interceptarlo. Estaba seguro de poder describir círculos a su alrededor mientras continuaba la ruta hacia adelante, si continuaba a esa velocidad y era necesario.
El pequeño empezó a elevarse gracias a las corrientes de aire caliente del desierto. Tomando altura fácil y rápidamente, hasta donde la espesura del aire era menor y la resistencia disminuía, facilitando la aceleración del pequeño. -EEEEHHHH BUENA CAZA, PERO NO VEO POR QUE DEJARIAS EL TROFEO EN EL SUELO- el pequeño seguía preocupado por los detalles que rodeaban la muerte de aquella bestia, pero sin percatarse que le estaba gritando a alguien volando sobre una moto. La deformación profesional del pequeño le impedía ver el resto de detalles que había alrededor de aquel hombre, tan solo la desfachatez de matar y abandonar al animal que hubiera servido de alimento para unos cuantos días -LO RECOGE TU EQUIPO, ¿VERDAD? Y VAS A VENDERLO A LA CIUDAD ADELANTANDOTE A LOS TUYOS PARA BUSCAR DONDE PAGAN EL MEJOR PRECIO, ¿A QUE SI?- gritaba mientras volaba cerca del bigote del humano.
Como un niño pequeño, inconsciente y desconocedor del sentido del decoro ni de ningún otro de los sentidos que se usan en sociedad habitualmente. Tan solo se acercaba y descargaba sus baterías de preguntas a los desconocidos movido por su espíritu curioso e ingenuo. Inconsciente del peligro de muchos de sus actos. Pero la verdad era que hasta el momento había conseguido salir bien librado, al igual que su melliza, por la inocencia que destilaban en cada una de sus acciones o palabras.
Thyma Bandle
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Durante la visita al mar dorado que rodeaba la ciudad, Thyma descubrió que la arena le molestaba mucho más que el sofocante calor. Los minúsculos granos se le metían entre los pelitos haciéndola sentirse sucia todo el tiempo. Por eso sacudía su cuerpo cada dos por tres. Casi se cae en varias ocasiones por querer espolsarse la arena del cuerpo. Aunque su hermano no estaba volando muy rápido, una caída desde esas alturas podía resultar fatal. No podía negar que las vistas eran bonitas. La arena se extendía frente a ellos hasta donde les alcanzaba la vista y seguramente mucho más allá. Era como un océano de arena dorada y cálida. Las partículas en suspensión simulaban la evaporación de una superficie acuosa. Era un verdadero trampantojo para los sentidos. En aquel lugar reinaba la calma y el silencio. Hasta que el sonido de los disparos llamó la atención de los mellizos, rompiendo la tranquilidad del entorno. Encendió su curiosidad y no pudieron evitar echar un vistazo por la zona. Un hombre muy gordo había "cazado" un camello. La pequeña observaba la escena, casi con indiferencia. Entonces, Thymo explicó la situación a su melliza, bajo los ojos expertos que le otorgaba su profesión. La pequeña dejó de rascarse la cabeza en cuanto entendió por qué ese hombre había dejado atrás su captura. Tenía sentido.
Cuando aquel frondoso hombre, dejó atrás su presa, arrancó su moto y echó a volar. Thyma no pudo ahogar un grito de emoción. -¡WALAAAAAAAA! ¡QUE PASADA!- Exclamó en el momento que la moto pasaba por encima de ellos. A ojos de la Tontatta, Thymo tuvo la mejor idea del mundo mundial. Debían seguir a ese hombre y disipar todas sus dudas, que, como siempre, eran muchas. Cada uno tenía las suyas. El Tontatta comenzó a bombardearle a preguntas sobre la pieza de caza no cobrada, era obvio que esas fueran sus mayores incógnitas. Las dudas de Thymo eran una mezcla de deformación profesional y sus ganas de aprender y mejorar día a día. Thyma, en cambio, estaba alucinada con el vehículo. No había visto algo así nunca y hasta ese momento no sabía que lo querí... que lo "necesitaba". Poder volar junto a su hermano y aprender a hacer piruetas en el cielo, suponía un sueño por cumplir. -¡Oyeeeeee! ¿Dónde la has conseguido? Yo quiero una para mi. No se conducir, pero no pasa nada, aprenderé. ¿A que si?- Le decía al rechoncho hombre, mientras señalaba la imponente moto con la manita. -¿Se pueden elegir colores? Yo quiero una rosa y negra, con pinchos, ruedas grandes, cintas que ondeen al viento y un claxon que suene muy molón.- Thyma ya se imaginaba montada en su moto, siendo esta vez, ella, la que llevase a su hermano de viaje. Una enorme sonrisa se dibujaba en su rostro. -¿Nos das una vuelta en la moooto a mi hermano y a mi? Yo quiero ir delante y mi hermano también. ¿A que si Thymo?- Aunque los mellizos hablaban sin parar, habían aprendido, hace mucho tiempo, a no pisarse las palabras. Estaban sincronizados de tal manera que sus preguntas y diálogos se entrelazaban. Y es que, a ambos les interesaba saber que preguntaba el otro, para muchas veces, no preguntar lo mismo. Ajenos a la naturaleza de quién tenían en frente, se mostraron expectantes por sus respuestas.
Cuando aquel frondoso hombre, dejó atrás su presa, arrancó su moto y echó a volar. Thyma no pudo ahogar un grito de emoción. -¡WALAAAAAAAA! ¡QUE PASADA!- Exclamó en el momento que la moto pasaba por encima de ellos. A ojos de la Tontatta, Thymo tuvo la mejor idea del mundo mundial. Debían seguir a ese hombre y disipar todas sus dudas, que, como siempre, eran muchas. Cada uno tenía las suyas. El Tontatta comenzó a bombardearle a preguntas sobre la pieza de caza no cobrada, era obvio que esas fueran sus mayores incógnitas. Las dudas de Thymo eran una mezcla de deformación profesional y sus ganas de aprender y mejorar día a día. Thyma, en cambio, estaba alucinada con el vehículo. No había visto algo así nunca y hasta ese momento no sabía que lo querí... que lo "necesitaba". Poder volar junto a su hermano y aprender a hacer piruetas en el cielo, suponía un sueño por cumplir. -¡Oyeeeeee! ¿Dónde la has conseguido? Yo quiero una para mi. No se conducir, pero no pasa nada, aprenderé. ¿A que si?- Le decía al rechoncho hombre, mientras señalaba la imponente moto con la manita. -¿Se pueden elegir colores? Yo quiero una rosa y negra, con pinchos, ruedas grandes, cintas que ondeen al viento y un claxon que suene muy molón.- Thyma ya se imaginaba montada en su moto, siendo esta vez, ella, la que llevase a su hermano de viaje. Una enorme sonrisa se dibujaba en su rostro. -¿Nos das una vuelta en la moooto a mi hermano y a mi? Yo quiero ir delante y mi hermano también. ¿A que si Thymo?- Aunque los mellizos hablaban sin parar, habían aprendido, hace mucho tiempo, a no pisarse las palabras. Estaban sincronizados de tal manera que sus preguntas y diálogos se entrelazaban. Y es que, a ambos les interesaba saber que preguntaba el otro, para muchas veces, no preguntar lo mismo. Ajenos a la naturaleza de quién tenían en frente, se mostraron expectantes por sus respuestas.
Roland von Klauswitz
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Volar no arreglaba para nada el tema del calor. Había pensado que, tal vez, con algo de aire en movimiento dejaría de sudarle tanto la raja del culo, pero ni así. El viento en ese puto cagadero de gatos era como el bofetón de un horno industrial: caliente, amargo y cegador, porque encima estaba cargado de arenilla que se le metía en los ojos incluso aunque llevara gafas de sol. Cada poco tiempo tenía que echar un buen escupitajo para quitársela de la boca.
Apenas había puesto distancia de por medio entre sus chicos y él cuando una mosca cojonera se puso a seguirle. En realidad no tenía ni idea de lo que era, puesto que no se parecía a ningún bicho que hubiese visto nunca, pero el burro ese con chepa también había sido raro. Supuso que en un sitio así no podía crecer nada normal. Ni nada bueno, ya puestos. En opinión de Roland von Klauswitz, la única que tenía un poco de sentido en el mundo, había que ser un extraordinario trozo de mierda para vivir en un sitio semejante.
Para colmo, el diminuto insecto se puso a hablar. ¡A hablar con él! Y vaya voz tenía. Menudos pulmones. ¡Cuatro, debía tener! Acababa de darse cuenta de que eran dos... dos cosas. ¿Un bicho y un enano? ¿Dos enanos, uno de ellos con alas?
-¿Pero qué cojones queréis vosotros?
Esas dos mierdecillas gritonas le estaban sacando de quicio. La mecha de su paciencia era realmente corta en el mejor de los casos, y con ese calor, sabiendo el dineral que le costaría arreglar la nevera y habiendo bebido solo cerveza templada en los últimos dos días, Roland no estaba precisamente en sus cabales.
Seguramente por eso se decidió a sacar el lanzallamas.
Tocó una palanquita en el cuadro de mandos de Rudolf, un gigantesco cráneo de reno cuya mandíbula de abrió para dejar a la vista un tubo de metal agujereado. El aire onduló mientras el calor se acumulaba y se liberaba el combustible. Entonces dio una pasada con la moto para socarrar a esos dos bichos y poder seguir con su viaje al casino. A ver si allí al menos tenían bebida fría.
Apenas había puesto distancia de por medio entre sus chicos y él cuando una mosca cojonera se puso a seguirle. En realidad no tenía ni idea de lo que era, puesto que no se parecía a ningún bicho que hubiese visto nunca, pero el burro ese con chepa también había sido raro. Supuso que en un sitio así no podía crecer nada normal. Ni nada bueno, ya puestos. En opinión de Roland von Klauswitz, la única que tenía un poco de sentido en el mundo, había que ser un extraordinario trozo de mierda para vivir en un sitio semejante.
Para colmo, el diminuto insecto se puso a hablar. ¡A hablar con él! Y vaya voz tenía. Menudos pulmones. ¡Cuatro, debía tener! Acababa de darse cuenta de que eran dos... dos cosas. ¿Un bicho y un enano? ¿Dos enanos, uno de ellos con alas?
-¿Pero qué cojones queréis vosotros?
Esas dos mierdecillas gritonas le estaban sacando de quicio. La mecha de su paciencia era realmente corta en el mejor de los casos, y con ese calor, sabiendo el dineral que le costaría arreglar la nevera y habiendo bebido solo cerveza templada en los últimos dos días, Roland no estaba precisamente en sus cabales.
Seguramente por eso se decidió a sacar el lanzallamas.
Tocó una palanquita en el cuadro de mandos de Rudolf, un gigantesco cráneo de reno cuya mandíbula de abrió para dejar a la vista un tubo de metal agujereado. El aire onduló mientras el calor se acumulaba y se liberaba el combustible. Entonces dio una pasada con la moto para socarrar a esos dos bichos y poder seguir con su viaje al casino. A ver si allí al menos tenían bebida fría.
Thymo Bandle
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No fue el vocabulario, no fue la cabeza mecánica del reno moviéndose, no fue el aire ondulando ni el olor a combustible. Sino las vibraciones creadas por aquella arma lo que alertó a los avanzados sentidos del tontatta. Las antenas comenzaron a detectar la acumulación de energía dentro de la cámara de combustión del lanzallamas. El peligro se manifestó al iniciar la quema del combustible que pronto saldría despedido por el cañón con una tórrida exhalación. Pero los mellizos ya no estaban ahí.
-Sujétate- exclamó el pequeño a su hermana con su tono más serio antes de describir un giro en el aire y un tirabuzón que los pondría a los dos cabeza abajo, sobrevolando al hombre sobre la moto voladora. -SALAAAAOOO QUE SE TE QUEMA EL VEHICULO, COLEGA. ¿NECESITAS AYUDA? TE PUEDO DAR UN EMPUJON HASTA LA CIUDAD, ES MEJOR QUE SALTES, YO TE AGARRARÉ- gritó, por encima del ruido de las llamas, por encima del sonido de aquel extraño vehículo que tanto le había gustado a su melliza sin aparente resultado.
Thymo no entendía que aquello fuese un ataque hacia su persona ni hacia su hermanita, no lo veía como una acción agresiva hacia ellos, pues para empezar, era la primera vez que veía algo similar como un vehículo expulsando llamas, pero sabía que aquello no podía ser bueno por la cantidad de coches explotando que se rodaban en las películas de Mirrorball. Aunque a decir verdad, tampoco había visto nunca un vehículo que volase, por lo tanto, y ante la falta de referencias anteriores, su inocente forma de ver el mundo le impedía medir la situación correctamente. Él tan solo trataba de ayudar a un colega cazador en apuros, pero aquel gordo gigante continuaba subido encima de la moto como si fuese lo más normal del mundo.
La ciudad estaba cada vez más cerca, los sonidos aun no llegaban a los oídos del pequeño, pero su aguda vista ya podía discernir perfectamente los edificios y los tenderetes del mercado central -Va a provocar un accidente con ese cacharro estropeado, hermanita. Corramos a avisar para que preparen una pista libre de colisiones- dijo entonces a la pequeña, antes de arrancar a volar a toda velocidad. Las dunas se sucedían en rápida sucesión, una tras otra, mientras la distancia se acortaba rápidamente entre los hermanos y la población que tenían más adelante. No tardaron mucho en llegar gracias a la máxima velocidad de vuelo del enano, que cuando se lo proponía, podía volar realmente rápido. -VEHICULO EN LLAMAS, SE ACERCA UNA MOTO VOLADORA ARDIENDOOO- gritaba el enano al llegar a la ciudad. Los primeros en escuchar las advertencias miraban alrededor como espantados. Tal vez el susto que se llevaron al comenzar a oír los gritos que aparentemente salían de ningún lado fue la causa, pues segundos más tarde comenzaban a reír y mirar a todos lados como si alguien estuviera rodando una escena de den den mushi oculto. Una broma común en muchos reinos. Además la falta de motos en llamas estrellándose contra un edificio no ayudaban a la credibilidad de los gritos que habían salido de dios sabe donde.
El enano se dirigió a la zona que aparentaba mayor seguridad y medios para advertir y solicitar ayuda medica para cuando el enorme humano se estrellase -Supongo que casi-no, es un casi si- comentó jocoso con la pequeña, Thymo casi siempre tenía espacio para bromas y aquel nombre le parecía bastante gracioso -¿Lo pillas? Jajajaja.... MOTO VOLADORA EN LLAMAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAS- gritó, justo enfrente de los hombres trajeados que aguardaban frente a las puertas -Un gordo enorme vestido de rojo y con una moto voladora en llamas se acerca a la ciudad, va a necesitar ayuda cuando se golpee contra algún edificio- Lo mas peculiar del caso fue ver a los hombres de seguridad comunicarse rápidamente con sus pequeños caracoles con su equipo y ver el despliegue que se sucedió después. Aquel escarabajo hablador, lejos de ser tomado a broma, fue tomado más bien como una profecía y pese a la extrañeza del asunto a ninguno se le pasó por la mente que fuese mentira, pues los escarabajos en la cultura del desierto poseían cierta magia achacada por los propios humanos y ningún oriundo de las dunas mostraría incredulidad ante uno de estos insectos que se molestase en dar una advertencia, menos una tan seria como un accidente a punto de ocurrir.
-Sujétate- exclamó el pequeño a su hermana con su tono más serio antes de describir un giro en el aire y un tirabuzón que los pondría a los dos cabeza abajo, sobrevolando al hombre sobre la moto voladora. -SALAAAAOOO QUE SE TE QUEMA EL VEHICULO, COLEGA. ¿NECESITAS AYUDA? TE PUEDO DAR UN EMPUJON HASTA LA CIUDAD, ES MEJOR QUE SALTES, YO TE AGARRARÉ- gritó, por encima del ruido de las llamas, por encima del sonido de aquel extraño vehículo que tanto le había gustado a su melliza sin aparente resultado.
Thymo no entendía que aquello fuese un ataque hacia su persona ni hacia su hermanita, no lo veía como una acción agresiva hacia ellos, pues para empezar, era la primera vez que veía algo similar como un vehículo expulsando llamas, pero sabía que aquello no podía ser bueno por la cantidad de coches explotando que se rodaban en las películas de Mirrorball. Aunque a decir verdad, tampoco había visto nunca un vehículo que volase, por lo tanto, y ante la falta de referencias anteriores, su inocente forma de ver el mundo le impedía medir la situación correctamente. Él tan solo trataba de ayudar a un colega cazador en apuros, pero aquel gordo gigante continuaba subido encima de la moto como si fuese lo más normal del mundo.
La ciudad estaba cada vez más cerca, los sonidos aun no llegaban a los oídos del pequeño, pero su aguda vista ya podía discernir perfectamente los edificios y los tenderetes del mercado central -Va a provocar un accidente con ese cacharro estropeado, hermanita. Corramos a avisar para que preparen una pista libre de colisiones- dijo entonces a la pequeña, antes de arrancar a volar a toda velocidad. Las dunas se sucedían en rápida sucesión, una tras otra, mientras la distancia se acortaba rápidamente entre los hermanos y la población que tenían más adelante. No tardaron mucho en llegar gracias a la máxima velocidad de vuelo del enano, que cuando se lo proponía, podía volar realmente rápido. -VEHICULO EN LLAMAS, SE ACERCA UNA MOTO VOLADORA ARDIENDOOO- gritaba el enano al llegar a la ciudad. Los primeros en escuchar las advertencias miraban alrededor como espantados. Tal vez el susto que se llevaron al comenzar a oír los gritos que aparentemente salían de ningún lado fue la causa, pues segundos más tarde comenzaban a reír y mirar a todos lados como si alguien estuviera rodando una escena de den den mushi oculto. Una broma común en muchos reinos. Además la falta de motos en llamas estrellándose contra un edificio no ayudaban a la credibilidad de los gritos que habían salido de dios sabe donde.
El enano se dirigió a la zona que aparentaba mayor seguridad y medios para advertir y solicitar ayuda medica para cuando el enorme humano se estrellase -Supongo que casi-no, es un casi si- comentó jocoso con la pequeña, Thymo casi siempre tenía espacio para bromas y aquel nombre le parecía bastante gracioso -¿Lo pillas? Jajajaja.... MOTO VOLADORA EN LLAMAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAS- gritó, justo enfrente de los hombres trajeados que aguardaban frente a las puertas -Un gordo enorme vestido de rojo y con una moto voladora en llamas se acerca a la ciudad, va a necesitar ayuda cuando se golpee contra algún edificio- Lo mas peculiar del caso fue ver a los hombres de seguridad comunicarse rápidamente con sus pequeños caracoles con su equipo y ver el despliegue que se sucedió después. Aquel escarabajo hablador, lejos de ser tomado a broma, fue tomado más bien como una profecía y pese a la extrañeza del asunto a ninguno se le pasó por la mente que fuese mentira, pues los escarabajos en la cultura del desierto poseían cierta magia achacada por los propios humanos y ningún oriundo de las dunas mostraría incredulidad ante uno de estos insectos que se molestase en dar una advertencia, menos una tan seria como un accidente a punto de ocurrir.
- Thymo escarabajo:
Thyma Bandle
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Thyma se sujetó fuerte a su hermano, cuando éste comenzó a realizar tirabuzones y giros imposibles. A la pequeña, por un momento le pareció tan divertido, que no dudaría en pedirle una actuación así en cualquier momento más relajado. Ese no era el mejor momento, sin duda. Pues la moto de aquel deslenguado estaba a punto de salir ardiendo. -¡QUE SE TE QUEMAAAAA. QUE SE TE QUEMAAAAAAA! ¡AY AY AY!- Gritaba la Tontatta a pleno pulmón. No podía evitar preocuparse por la moto tan molona. Por lo que sacó su cerbatana y quiso expulsar espuma jabonosa de su interior. Intentando apagarla así, pero estaba tan nerviosa, que apenas le salieron unas pompas de colores. Thymo, por su parte le ofreció su ayuda, pero no dio resultado aparente, por lo que tuvo la genial idea de avisar a los aldeanos de la ciudad a la que se dirigía. El accidente era evidente e inminente, a ojos de los mellizos. Que se mostraron ansiosos por ayudar al pobre cazador. Los avisos de Thymo pareció hacer estallar en risas a muchos de las personas de la ciudad. Thyma no se lo podía creer. -¡MIRAD, MIRAD POR ALLI!- Las palabras de Thyma tampoco fueron suficientes para que los tomaran en serio y por mucho que ella señalase la dirección, el accidente no terminaba de suceder. Se podían oír mofas y sorna entre los habitantes, al oír a los mellizos.
Thymo decidió cambiar el rumbo hacia un lugar un poco mejor preparado, aparentemente. Su hermana se quedó rascándose la cabeza porque no entendió el chiste de su hermano, hasta que vislumbró el letrero del casino. Entonces estalló en una carcajada tardía, pero igualmente efectiva. Su hermano había visto el cartel desde mucho más lejos que ella. Cuando llegaron al extravagante edificio, en las puertas, se encontraron dos hombres vestidos de traje y con aspecto muy rudo. Thymo se puso frente a ellos y les advirtió del accidente. Ambos hombres abrieron mucho los ojos, ante la presencia de los mellizos y comenzaron a actuar de inmediato, con una coordinación excelente. Varios hombre con distintos uniformes hicieron presencia, casi al instante, frente a la empinada escalinata que daba al casino, en forma de pirámide. Por fin, les habían tomado en serio. Thymo aterrizó encima de una pequeña estatua, con forma de gato, que había a ambos lados de la entrada principal al casino. Thyma se soltó y bajó del caparazón de su hermano, de un salto, ante el asombro de los dos guardianes de traje. La Tontatta pensó que esos dos, no estaban acostumbrados a ver a pequeños, como ellos y menos en la forma con alas, de su hermano. Por lo que, aprovechando la atención de los hombres, se hizo la interesante y se sentó sobre la estatua, con las piernas entrelazadas. Mirando en la dirección por la que venía Roland. Alzó una de sus manitas y dijo: -Viene por allí.- Su voz sonó segura y contundente. Ambos hombres siguieron la mano de la pequeña, embelesados como si las palabras de la Tontatta hubiesen sido un hechizo. El asombro de aquellas personas iba mucho más allá del conocimiento de Thyma, pero eso no lo hizo menos entretenido para ella. Pues le gustaba ver cómo reaccionaba la gente al encontrarse con ellos. La mayoría nunca habían visto a un Tontatta en su vida y de ahí su asombro, pero para Thyma era causado por arte que los Bandle destilaban, que era capaz de embobar a cualquiera.
Thymo decidió cambiar el rumbo hacia un lugar un poco mejor preparado, aparentemente. Su hermana se quedó rascándose la cabeza porque no entendió el chiste de su hermano, hasta que vislumbró el letrero del casino. Entonces estalló en una carcajada tardía, pero igualmente efectiva. Su hermano había visto el cartel desde mucho más lejos que ella. Cuando llegaron al extravagante edificio, en las puertas, se encontraron dos hombres vestidos de traje y con aspecto muy rudo. Thymo se puso frente a ellos y les advirtió del accidente. Ambos hombres abrieron mucho los ojos, ante la presencia de los mellizos y comenzaron a actuar de inmediato, con una coordinación excelente. Varios hombre con distintos uniformes hicieron presencia, casi al instante, frente a la empinada escalinata que daba al casino, en forma de pirámide. Por fin, les habían tomado en serio. Thymo aterrizó encima de una pequeña estatua, con forma de gato, que había a ambos lados de la entrada principal al casino. Thyma se soltó y bajó del caparazón de su hermano, de un salto, ante el asombro de los dos guardianes de traje. La Tontatta pensó que esos dos, no estaban acostumbrados a ver a pequeños, como ellos y menos en la forma con alas, de su hermano. Por lo que, aprovechando la atención de los hombres, se hizo la interesante y se sentó sobre la estatua, con las piernas entrelazadas. Mirando en la dirección por la que venía Roland. Alzó una de sus manitas y dijo: -Viene por allí.- Su voz sonó segura y contundente. Ambos hombres siguieron la mano de la pequeña, embelesados como si las palabras de la Tontatta hubiesen sido un hechizo. El asombro de aquellas personas iba mucho más allá del conocimiento de Thyma, pero eso no lo hizo menos entretenido para ella. Pues le gustaba ver cómo reaccionaba la gente al encontrarse con ellos. La mayoría nunca habían visto a un Tontatta en su vida y de ahí su asombro, pero para Thyma era causado por arte que los Bandle destilaban, que era capaz de embobar a cualquiera.
Roland von Klauswitz
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De inmediato, Roland se arrepintió de haber tirado de fuego. Era la primera vez que le pasaba; normalmente le ponía cachondo ver a Rudolf vomitar un buen chorro de llamas. Era poder puro, el infierno desatado a un gesto de su mano. Lo malo era el calor que pegaba. Como si el ardiente sol no fuera suficiente, tenía que ir él y añadirle un sofocante extra en forma de llamarada. En no pocas ocasiones había pasado mucho calor en su taller, pero ni eso podía acercarse a lo que estaba sintiendo.
Cortó el combustible y el reno cerró la boca. Entonces aceleró, haciendo rugir violentamente las entrañas de la Black Rodolfus al exigir más al motor para llegar cuanto antes al maldito casino. Ya no veía a esas cosas molestas, ni tampoco las oía. Aunque cualquiera podría oír nada con el ruido que metía la moto...
La ciudad apareció entre la arena en cuestión de un rato. Una enorme construcción piramidal destacaba por encima de todos los demás edificios, que eran poco más que manchas de colores claros desperdigadas por ahí, como una diarrea de gaviota. En lo alto de la pirámide había una gran estatua dorada que imitaba a una especie de animal feo con dientes y un sombrero ridículo.
Aterrizó justo delante, porque supuso que el lugar más extravagante sería donde estuviera la pasta. De inmediato, se fijó en la gente. La mayoría llevaban una ropa rarísima, como camisones de vieja que aleteaban al viento. También había muchos que llevaban gorritos de tela que parecían pañales. Los odió al momento, pero no les prestó mucha atención.
-¡Aquí está! -gritó alguinen en cuanto Rudolf tocó tierra entre una nube de polvo-. ¡Apagadlo!
La gente se fue agolpando a su alrededor por alguna razón. Roland supuso que sería una celebración ridícula o una costumbre de esas tontas que tenía la gente de los sitios raros. Podría incluso haberlo soportado de no ser porque alguien le tiró un cubo de agua. Ahí sí se cabreo.
Roland se alzó en toda su altura, cinco largos metros de carne y grasa sudada y manchada de aceite de motor. Se quitó las gafas mojadas con lentitud y taladró al desgraciado que le había mojado con una intensa mirada infernal. Abrió la boca para decir algo, pero estaba muy cansado como para escupir toda la bilis que le había gustado. Así que se limitó a soltarle un directo a la cara y dejarlo tieso en el suelo con el pañal de cabeza embutido en su cráneo reventado. Acto seguido enfiló para el casino.
Cortó el combustible y el reno cerró la boca. Entonces aceleró, haciendo rugir violentamente las entrañas de la Black Rodolfus al exigir más al motor para llegar cuanto antes al maldito casino. Ya no veía a esas cosas molestas, ni tampoco las oía. Aunque cualquiera podría oír nada con el ruido que metía la moto...
La ciudad apareció entre la arena en cuestión de un rato. Una enorme construcción piramidal destacaba por encima de todos los demás edificios, que eran poco más que manchas de colores claros desperdigadas por ahí, como una diarrea de gaviota. En lo alto de la pirámide había una gran estatua dorada que imitaba a una especie de animal feo con dientes y un sombrero ridículo.
Aterrizó justo delante, porque supuso que el lugar más extravagante sería donde estuviera la pasta. De inmediato, se fijó en la gente. La mayoría llevaban una ropa rarísima, como camisones de vieja que aleteaban al viento. También había muchos que llevaban gorritos de tela que parecían pañales. Los odió al momento, pero no les prestó mucha atención.
-¡Aquí está! -gritó alguinen en cuanto Rudolf tocó tierra entre una nube de polvo-. ¡Apagadlo!
La gente se fue agolpando a su alrededor por alguna razón. Roland supuso que sería una celebración ridícula o una costumbre de esas tontas que tenía la gente de los sitios raros. Podría incluso haberlo soportado de no ser porque alguien le tiró un cubo de agua. Ahí sí se cabreo.
Roland se alzó en toda su altura, cinco largos metros de carne y grasa sudada y manchada de aceite de motor. Se quitó las gafas mojadas con lentitud y taladró al desgraciado que le había mojado con una intensa mirada infernal. Abrió la boca para decir algo, pero estaba muy cansado como para escupir toda la bilis que le había gustado. Así que se limitó a soltarle un directo a la cara y dejarlo tieso en el suelo con el pañal de cabeza embutido en su cráneo reventado. Acto seguido enfiló para el casino.
Thymo Bandle
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Para cuando los maromos trajeados fueron capaces de disimular su asombro, Thymo aun tenía algo más para ellos. No dejaba de ser un Bandle como su hermanita y los aires teatrales los llevaba tan en la sangre como ella.
Sobre la estatua del gato, el escarabajo, enorme para los estándares locales, adoptó una posición erguida más propia de un bípedo. Mientras, las patas sobre las que se había levantado engrosaban y adquirían volumen. Lo mismo sucedía con su primer par de brazos, que se recolocaban en una posición más adecuada para los hombros que comenzaron a diferenciarse de la cabeza, a través de un incipiente cuello. A esas alturas varios transeúntes habían comenzado a arrodillarse de manera bastante incomoda a ojos del pequeño, que pensaba que estar tan encorvado no era bueno para la espalda. Murmullos rítmicos surgían alrededor con el sonido de decenas de voces acompasadas.
Al comenzar a reducir la armadura del escarabajo rinoceronte, transformándola en un cuerpo parecido al de Thyma pero con secciones queratinosas. Con antenas y una mandibula más propia del insecto. El enano comentó -Pues si que tienen una forma rara de saludar a los actores famosos, ¿No? Creo que no es necesario tanto-
En verdad se le podía ver lo avergonzado que estaba ante el reconocimiento. -¡Que soy muy Thym-mido, cabrones!- exclamo con los pies a un palmo del suelo por el nervioso e incontrolado movimiento de sus alas. Con la manita derecha rozando su nuca, completamente ruborizado.
-La que hemos liado hermanit...- El enano no pudo continuar, en su forma híbrida tenía una capacidad de observación enorme, aunque no hubiera hecho falta en este caso. El enorme y mórbido humano de la moto en llamas aparecía volando como si nada y paraba cerca del casino -Ahí esta- dijo el tontatta señalando en la dirección que su melliza había anunciado previamente cuando lo vio en la lejanía.
Con un salto y un aleteo rápido, Thymo logró subirse al letrero que anunciaba el tipo de negocio que era la pirámide. A tiempo para ver como la gente, arremolinada alrededor del motoaviador, comenzaba a organizarse para acarrear cubos de agua mientras aparcaba. En cuanto la respuesta al primer cubo fue dada, la cadena paró inmediatamente. Compungidos, demasiado sorprendidos o asustados como para gritar o correr, algunos algo salpicados de cosas que deberían estar dentro de la cabeza del pobre aguador, abrieron paso al agresivo anciano chorreante.
Unos segundos después, el primer grito desgarró el aparente silencio. Solo roto por el sonido del viento y una docena de cubos llenos golpeando el suelo casi al unísono tras el puñetazo. Como espoleados por el sonido, una estampida humana sucedió después. Llenando el aire de arena en suspensión y dejando alguna babucha abandonada en el suelo, mientras los hombres de seguridad contactaban a través de un pequeño den den mushi que portaba uno de ellos. Alertaban de la situación a quien quiera que estuviese al otro lado de la línea, que hacía al pequeño caracol adoptar una expresión más parecida a una serpiente que a un humano. Siseando apenas como respuesta.
-Lo puso a mimir- exclamó sorprendido el enano. Pero más se sorprendió cuando el viejo apareció atravesando la nube, con un montón de partículas de arena pegadas debido al contenido del cubo que le vaciaron encima -Claroooo es un monstruo de arena, por eso es tan fuerte...- un segundo después podía escucharse la voz del pequeño a varios metros a la redonda, gritando atemorizado -¡UN MONSTRUO DE ARENAAAA! ¡¡QUE MIEEEEDOOOOO!!- El valiente cazador había enfrentado a la madre naturaleza y a algunos de sus hijos en los bosques de Mirrorball, pero jamás pensó que vería de frente un monstruo como los de las películas de la isla. -TE DIJE QUE ALGUNAS DE LAS PELIS ERAN DEMASIADO REALISTAS COMO PARA SER MENTIRA- gritó a su melliza -Y ESO QUIERE DECIR QUE ALGUNOS ACTORES SON ZOMBIES.... QUE MIEDOOOO- El enano había perdido la atención de la situación mientras miraba a todos lados, esperando encontrar cualquier otro monstruo apareciendo por encima de su hombro.
Sobre la estatua del gato, el escarabajo, enorme para los estándares locales, adoptó una posición erguida más propia de un bípedo. Mientras, las patas sobre las que se había levantado engrosaban y adquirían volumen. Lo mismo sucedía con su primer par de brazos, que se recolocaban en una posición más adecuada para los hombros que comenzaron a diferenciarse de la cabeza, a través de un incipiente cuello. A esas alturas varios transeúntes habían comenzado a arrodillarse de manera bastante incomoda a ojos del pequeño, que pensaba que estar tan encorvado no era bueno para la espalda. Murmullos rítmicos surgían alrededor con el sonido de decenas de voces acompasadas.
Al comenzar a reducir la armadura del escarabajo rinoceronte, transformándola en un cuerpo parecido al de Thyma pero con secciones queratinosas. Con antenas y una mandibula más propia del insecto. El enano comentó -Pues si que tienen una forma rara de saludar a los actores famosos, ¿No? Creo que no es necesario tanto-
En verdad se le podía ver lo avergonzado que estaba ante el reconocimiento. -¡Que soy muy Thym-mido, cabrones!- exclamo con los pies a un palmo del suelo por el nervioso e incontrolado movimiento de sus alas. Con la manita derecha rozando su nuca, completamente ruborizado.
-La que hemos liado hermanit...- El enano no pudo continuar, en su forma híbrida tenía una capacidad de observación enorme, aunque no hubiera hecho falta en este caso. El enorme y mórbido humano de la moto en llamas aparecía volando como si nada y paraba cerca del casino -Ahí esta- dijo el tontatta señalando en la dirección que su melliza había anunciado previamente cuando lo vio en la lejanía.
Con un salto y un aleteo rápido, Thymo logró subirse al letrero que anunciaba el tipo de negocio que era la pirámide. A tiempo para ver como la gente, arremolinada alrededor del motoaviador, comenzaba a organizarse para acarrear cubos de agua mientras aparcaba. En cuanto la respuesta al primer cubo fue dada, la cadena paró inmediatamente. Compungidos, demasiado sorprendidos o asustados como para gritar o correr, algunos algo salpicados de cosas que deberían estar dentro de la cabeza del pobre aguador, abrieron paso al agresivo anciano chorreante.
Unos segundos después, el primer grito desgarró el aparente silencio. Solo roto por el sonido del viento y una docena de cubos llenos golpeando el suelo casi al unísono tras el puñetazo. Como espoleados por el sonido, una estampida humana sucedió después. Llenando el aire de arena en suspensión y dejando alguna babucha abandonada en el suelo, mientras los hombres de seguridad contactaban a través de un pequeño den den mushi que portaba uno de ellos. Alertaban de la situación a quien quiera que estuviese al otro lado de la línea, que hacía al pequeño caracol adoptar una expresión más parecida a una serpiente que a un humano. Siseando apenas como respuesta.
-Lo puso a mimir- exclamó sorprendido el enano. Pero más se sorprendió cuando el viejo apareció atravesando la nube, con un montón de partículas de arena pegadas debido al contenido del cubo que le vaciaron encima -Claroooo es un monstruo de arena, por eso es tan fuerte...- un segundo después podía escucharse la voz del pequeño a varios metros a la redonda, gritando atemorizado -¡UN MONSTRUO DE ARENAAAA! ¡¡QUE MIEEEEDOOOOO!!- El valiente cazador había enfrentado a la madre naturaleza y a algunos de sus hijos en los bosques de Mirrorball, pero jamás pensó que vería de frente un monstruo como los de las películas de la isla. -TE DIJE QUE ALGUNAS DE LAS PELIS ERAN DEMASIADO REALISTAS COMO PARA SER MENTIRA- gritó a su melliza -Y ESO QUIERE DECIR QUE ALGUNOS ACTORES SON ZOMBIES.... QUE MIEDOOOO- El enano había perdido la atención de la situación mientras miraba a todos lados, esperando encontrar cualquier otro monstruo apareciendo por encima de su hombro.
Thyma Bandle
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La llegada de Roland no se hizo esperar y fue tan escandalosa, como el propio Roland. La moto rugía en el cielo, un estruendo capaz de oírse en casi toda la isla. Thyma bajó su bracito, para permanecer con ellos cruzados sobre su pecho. Por detrás de ella escuchaba a su hermano avergonzarse por tal despliegue, aunque era capaz de entender su postura, Thyma no podía evitar disfrutar con todo aquello. El gigante aparcó la moto en la base de la pirámide, junto a la gran escalinata. Era todavía más grande de lo que cabía esperar... Y más terrorífico... Los serviciales hombre acudieron en su ayuda y lo bañaron con agua, hasta que el horondo hombre terminó con la situación de un plumazo. El aguador cayó al suelo unos metros desplazado por el impacto, regando el suelo de sangre y otros fluidos. Se hizo el silencio por unos instantes, hasta que un desgarrador grito y una posterior estampida cortó el momento.
Thyma posó su manitas sobre la boca que ahora estaba totalmente abierta. Estaba horrorizada por lo que veía. Aquel inocente personaje, sólo trataba de ayudar. Ese hombre gigante era un desconsiderado y un bruto, eso le enfurecía. Además de un mal hablado. En ese momento Thymo reveló la verdad del asunto. La diminuta había visto varias películas épicas donde los caballeros tenían que enfrentarse a poderosos monstruos de las arenas. Sabía de sobra que un desierto podía ocultar muchas sorpresas y no todas ellas serían agradables. Tenían frente a ello la prueba más irrefutable. -Alguien debería lavarle la boca con jabón... y el alma también.- Dijo, puño en alto a su mellizo, mientras Roland caminaba hacia la puerta principal. Cuando estuvo a su altura, Thyma le increpó. -¡Eh, tu grandullón! ¡Eres un abusón, métete con los de tu tamaño! ¡Bestia, Salvaje, Animal, Asesino! ¡No puedes poner a todos a mimir!- La pequeña sentía toda la furia Bandle en su diminuto cuerpo. En realidad estaba muerta de miedo. La idea de tener que enfrentarse a un monstruo de las arena le aterraba, pero no podía dejar que ese ser se marchara impune sin haberle dicho cuatro cosas primero. Y se las dijo. De una forma totalmente atropellada y confusa, pero se las dijo. Thyma trepó hasta estar junto a su hermano. -Vamos.- Thyma agarró a su hermano de la mano y comenzó a tirar de él, no estaba dispuesta a que aquel hombre pusiese a "mimir" a nadie más, dentro del casino. Además todavía no le había contado dónde consiguió una moto tan molona. El contacto con su hermano y su presencia le daba el valor que necesitaba, en ese preciso momento.
Thyma posó su manitas sobre la boca que ahora estaba totalmente abierta. Estaba horrorizada por lo que veía. Aquel inocente personaje, sólo trataba de ayudar. Ese hombre gigante era un desconsiderado y un bruto, eso le enfurecía. Además de un mal hablado. En ese momento Thymo reveló la verdad del asunto. La diminuta había visto varias películas épicas donde los caballeros tenían que enfrentarse a poderosos monstruos de las arenas. Sabía de sobra que un desierto podía ocultar muchas sorpresas y no todas ellas serían agradables. Tenían frente a ello la prueba más irrefutable. -Alguien debería lavarle la boca con jabón... y el alma también.- Dijo, puño en alto a su mellizo, mientras Roland caminaba hacia la puerta principal. Cuando estuvo a su altura, Thyma le increpó. -¡Eh, tu grandullón! ¡Eres un abusón, métete con los de tu tamaño! ¡Bestia, Salvaje, Animal, Asesino! ¡No puedes poner a todos a mimir!- La pequeña sentía toda la furia Bandle en su diminuto cuerpo. En realidad estaba muerta de miedo. La idea de tener que enfrentarse a un monstruo de las arena le aterraba, pero no podía dejar que ese ser se marchara impune sin haberle dicho cuatro cosas primero. Y se las dijo. De una forma totalmente atropellada y confusa, pero se las dijo. Thyma trepó hasta estar junto a su hermano. -Vamos.- Thyma agarró a su hermano de la mano y comenzó a tirar de él, no estaba dispuesta a que aquel hombre pusiese a "mimir" a nadie más, dentro del casino. Además todavía no le había contado dónde consiguió una moto tan molona. El contacto con su hermano y su presencia le daba el valor que necesitaba, en ese preciso momento.
Roland von Klauswitz
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A decir verdad, Roland se sintió mejor tras aquel remojón, pero el puñetazo ya estaba dado y no podía despartirle los dientes a ese mamón. Así que siguió hacia el casino, haciendo caso omiso a los guardias de seguridad, que intentaban inútilmente ponerse en su camino. Roland se deshizo de los dos que lo sujetaban con un movimiento de su panza y empezó a pensar en cómo se iba a gastar las ganancias.
Sin embargo, estaba incómodo. El sudor, la arena y el agua le rozaban por todas partes, así que se quitó la camiseta de tirantes y dejó al descubierto su torso sucio, enorme y sudoroso. Mucho mejor. Bueno, un poco mejor. Por lo menos las damas tendrían un buen motivo para sonreír esa mañana.
De repente, una especie de mosca cojonera empezó a chillarle con una vocecita ridícula que sonaba como las tripas de un reno muerto cuando van soltando gas poco a poco. No olía tan mal, lo cual no quería decir que no fuese una lata.
-Quita, coño -gruñó Roland, agitando su manaza. ¿Era la misma cosa que le había acosado mientras volaba? Nah, esa ya debería estar frita. Sería de la misma especie. Putos bichos...
Aunque trató de dejar al bicho atrás, le siguió hasta el casino. Dentro ya le esperaban más guardias de seguridad, pero Roland no les hizo ni caso. El fresco de los ventiladores y las fuentes le tenía hipnotizado. Incluso se levantó una lorza para que el airecito le diese en sus enrojecidos y sudorosos interiores. Como esa cosa diminuta no le dejaba en paz, decidió aplastarlo.
-Cierra la boca, mierdecilla.
Roland extendió la mano para agarrarlo y meterlo debajo de su peluda teta de hombre. Seguro que ahí se le quitaban las ganas de gritarle. Y en cuanto a los guardias, se limitó a meter la mano en el saco y sacar un lingote de oro. Todos menos uno se detuvieron con las armas en alto, mirándolo con otros ojos al ver esa suma de dinero. Al que no se dejó impresionar le aporreó con el lingote. Luego lo tiró al suelo, mandó que se lo cambiaran por fichas y pidió una copa y un tarro de pepinillos.
Sin embargo, estaba incómodo. El sudor, la arena y el agua le rozaban por todas partes, así que se quitó la camiseta de tirantes y dejó al descubierto su torso sucio, enorme y sudoroso. Mucho mejor. Bueno, un poco mejor. Por lo menos las damas tendrían un buen motivo para sonreír esa mañana.
De repente, una especie de mosca cojonera empezó a chillarle con una vocecita ridícula que sonaba como las tripas de un reno muerto cuando van soltando gas poco a poco. No olía tan mal, lo cual no quería decir que no fuese una lata.
-Quita, coño -gruñó Roland, agitando su manaza. ¿Era la misma cosa que le había acosado mientras volaba? Nah, esa ya debería estar frita. Sería de la misma especie. Putos bichos...
Aunque trató de dejar al bicho atrás, le siguió hasta el casino. Dentro ya le esperaban más guardias de seguridad, pero Roland no les hizo ni caso. El fresco de los ventiladores y las fuentes le tenía hipnotizado. Incluso se levantó una lorza para que el airecito le diese en sus enrojecidos y sudorosos interiores. Como esa cosa diminuta no le dejaba en paz, decidió aplastarlo.
-Cierra la boca, mierdecilla.
Roland extendió la mano para agarrarlo y meterlo debajo de su peluda teta de hombre. Seguro que ahí se le quitaban las ganas de gritarle. Y en cuanto a los guardias, se limitó a meter la mano en el saco y sacar un lingote de oro. Todos menos uno se detuvieron con las armas en alto, mirándolo con otros ojos al ver esa suma de dinero. Al que no se dejó impresionar le aporreó con el lingote. Luego lo tiró al suelo, mandó que se lo cambiaran por fichas y pidió una copa y un tarro de pepinillos.
Thymo Bandle
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-Se arranca LA PELLEJAAAA- Exclamo, con los ojos muy grandes y las pupilas pequeñísimas el enano al ver al gigante sacarse la camiseta. Unos segundos más tarde Thymo, escandalizado, dijo con tono de sorpresa -Se puede disfrazar de humano... visiblemente mal por sus proporciones grotescas y todo lo sobrante que cuelga del cuerpo. Pero cualquiera que no lo vea transformarse, vería un humano gordo y feo en lugar de un monstruo de arena-
Thymo pensaba en voz alta mientras su melliza decía lo que nadie se atrevía, entretenido en sus propios pensamientos lo suficiente como para que la pequeña lo agarrase de la mano e intentase llevarlo a rastras tras el gigante.
Un suspiro de placer después, el enorme barrigón se ventilaba con el aire fresco del casino, lo cual parecía producir una distracción suficiente como para que los guardias del casino rodeasen a Roland. Distracción que se vio dada la vuelta tras aparecer un lingote dorado y brillante. Las caras de los trajeados decían cliente, pero los actos del sujeto seguían gritando “monstruo”. Tras poner a mimir a otro más, no se quedó satisfecho y agarro a la enana, sacándola del campo de visión del tontatta, haciéndola desaparecer en el interior de sus pliegues.
-ThiiiIIIIIMAAAAA- gritó el pequeño, presa de pánico y furia -ThiiiIIIMA- gritaba, pues era lo único que podía repetir el nervioso enano mientras se acercaba volando al cuerpo de arena del monstruo.
Las lorzas traseras fueron el primer objetivo del rápido tontatta, que no perdió el tiempo buscando una entrada al interior del monstruo. Estaba dispuesto a sacar a su melliza del cuerpo de arena que se la había tragado como arenas movedizas a toda costa. Por lo que no perdió el espíritu al levantar aquel trozo de cuerpo sudado solo para descubrir que no existía paso más allá del doblez del pliegue de carne. -THYMAAA- gritaba al levantar una nueva lorza. -THYYYYiiiiYYYYYmAHH- al descubrir el agujero del ombligo donde metió la cabeza tanto como pudo para llamar a su hermana.
El enfado llegó a su máximo cuando, incapaz de encontrar un agujero por el que entrar al interior del cuerpo, su propio cuerpo cambió.
Los brazos comenzaron a cambiar de forma, perdiendo las proporciones originales. El torso comenzó a inflamarse como si las costillas estuvieran saliendo por los laterales del pequeño cuerpo del tontatta. La cabeza pareció hincharse solo para recubrirse de una sustancia de color oscuro. Pronto, todo el cuerpo del pequeño vestía el indeterminado color oscurecido que variaba entre el azul y el negro, con reflejos morados o gris oscuro según golpease la luz.
Las piernas habían adoptado el aspecto que las patas de un escarabajo deberían tener, y el cuerpo se vio reforzado por placas oseas y pinchos. Completaba la armadura una serie de cuernos destinados tanto al ataque como a la defensa y un juego de ojos compuestos capaces de determinar hasta el más mínimo movimiento. Con los brazos convertidos en un escudo y una lanza, y un segundo par de apéndices de escarabajo ocupando el espacio donde antes estaban los costados de Thymo, el enano voló frente al monstruo con sus poderosas nuevas alas. -Suelta, bicho- exclamó como si riñera al perro -Deja salir a mi hermana de tu cuerpo arenoso y no me veré obligado a tirarte toda el agua que pueda encima. Se que es tu debilidad, lo vi en la película, y por eso te enfadaste tanto cuando te mojó ese señor- terminó con una sonrisa un tanto extraña en aquel rostro tan poco humano. Como si hubiera descubierto el secreto de la producción cuando aun faltan dos horas para que termine la película de suspense.
Thymo pensaba en voz alta mientras su melliza decía lo que nadie se atrevía, entretenido en sus propios pensamientos lo suficiente como para que la pequeña lo agarrase de la mano e intentase llevarlo a rastras tras el gigante.
Un suspiro de placer después, el enorme barrigón se ventilaba con el aire fresco del casino, lo cual parecía producir una distracción suficiente como para que los guardias del casino rodeasen a Roland. Distracción que se vio dada la vuelta tras aparecer un lingote dorado y brillante. Las caras de los trajeados decían cliente, pero los actos del sujeto seguían gritando “monstruo”. Tras poner a mimir a otro más, no se quedó satisfecho y agarro a la enana, sacándola del campo de visión del tontatta, haciéndola desaparecer en el interior de sus pliegues.
-ThiiiIIIIIMAAAAA- gritó el pequeño, presa de pánico y furia -ThiiiIIIMA- gritaba, pues era lo único que podía repetir el nervioso enano mientras se acercaba volando al cuerpo de arena del monstruo.
Las lorzas traseras fueron el primer objetivo del rápido tontatta, que no perdió el tiempo buscando una entrada al interior del monstruo. Estaba dispuesto a sacar a su melliza del cuerpo de arena que se la había tragado como arenas movedizas a toda costa. Por lo que no perdió el espíritu al levantar aquel trozo de cuerpo sudado solo para descubrir que no existía paso más allá del doblez del pliegue de carne. -THYMAAA- gritaba al levantar una nueva lorza. -THYYYYiiiiYYYYYmAHH- al descubrir el agujero del ombligo donde metió la cabeza tanto como pudo para llamar a su hermana.
El enfado llegó a su máximo cuando, incapaz de encontrar un agujero por el que entrar al interior del cuerpo, su propio cuerpo cambió.
Los brazos comenzaron a cambiar de forma, perdiendo las proporciones originales. El torso comenzó a inflamarse como si las costillas estuvieran saliendo por los laterales del pequeño cuerpo del tontatta. La cabeza pareció hincharse solo para recubrirse de una sustancia de color oscuro. Pronto, todo el cuerpo del pequeño vestía el indeterminado color oscurecido que variaba entre el azul y el negro, con reflejos morados o gris oscuro según golpease la luz.
Las piernas habían adoptado el aspecto que las patas de un escarabajo deberían tener, y el cuerpo se vio reforzado por placas oseas y pinchos. Completaba la armadura una serie de cuernos destinados tanto al ataque como a la defensa y un juego de ojos compuestos capaces de determinar hasta el más mínimo movimiento. Con los brazos convertidos en un escudo y una lanza, y un segundo par de apéndices de escarabajo ocupando el espacio donde antes estaban los costados de Thymo, el enano voló frente al monstruo con sus poderosas nuevas alas. -Suelta, bicho- exclamó como si riñera al perro -Deja salir a mi hermana de tu cuerpo arenoso y no me veré obligado a tirarte toda el agua que pueda encima. Se que es tu debilidad, lo vi en la película, y por eso te enfadaste tanto cuando te mojó ese señor- terminó con una sonrisa un tanto extraña en aquel rostro tan poco humano. Como si hubiera descubierto el secreto de la producción cuando aun faltan dos horas para que termine la película de suspense.
- Transformación de Thymo: Forma caballero:
Thyma Bandle
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Caminaba agarrada a la mano de su hermano gritando, a ese gordo, todo lo que se le ocurría. Tanto fue así, que cuando se le acabaron los improperios, Thyma continuó gritando los pasos de una sopa de cebolla. No había pasado del sofrito, cuando la mano del gigante la agarró y la introdujo bajo su enorme pecho. Thyma quedó enterrada entre lorzas, sudor y suciedad. -¡QUE ASCAZOOOOOOO!- se la oyó decir en un agónico pitido. La pequeña lograba escuchar a su hermano buscarla desesperadamente. Thyma pudo comprobar que el interior de esa mole humana no era de arena, como habían pensado en un primer momento. Solo era un montón de grasa, carne y... pelos. Ella se revolvía con todas sus fuerzas, pero no lograba soltarse de su presa. El olor allí dentro era nauseabundo y vomitivo. Agrio y ácido al mismo tiempo. Esa mezcla plomiza y penetrante logró que la Tontatta emitiese dos poderosas arcadas.
Thyma no podía ver lo que sucedía en el exterior y para ser sinceros el oxigeno ahí dentro era demasiado escaso. Debía actuar pronto si no quería perder el conocimiento por hipoxia y asco. Aquella bestia, salvaje, animal y asesina no paraba de moverse. Aunque sus movimientos no creaban ninguna abertura en su grasiento pecho, que más que un pecho a Thyma le pareció una ubre gigante. -¡Que asco, que asco, que asco...!- Repetía una y otra vez. Thyma era pulcra, muy pulcra, no soportaba sentir su cuerpo sucio y mucho menos del sudor de otra persona. Aquello comenzaba a desesperarla y decidió tomar una medida arriesgada para ella. Sabía que aquello tendría consecuencia fatales para su organismo, pero no aguantaba más ahí dentro. Abrió la boca todo lo que pudo y le propinó un mordisco con todas sus fuerzas, a una de las paredes anatómicas que la aplastaban. Su refinado paladar se inundó del sudor recocido y rancio de Roland y ahora también de sangre del mismo. Su mordisco fue como un pellizco potente. Pequeño en dimensiones, pero lo suficientemente fuerte como para desagarrar parte de su carne y hacer derramar su líquido vital. Acto seguido recubrió su cuerpo de un gel viscoso y resbaladizo. Tomando impulso con sus piernas salió disparada de aquella presa sudorosa. Nunca lo habría logrado de no ser por la particularidad de sus habilidades especiales, que le hacían ser tan escurridiza.
La Tontatta se estrelló contra el suelo, pero la caída no le lastimó. -¡Thymo he visto la muerte de cerca!- Exclamó reprimiendo las arcadas. Se puso en pie y sacó la lengua todo lo que pudo. Con sus manitas y algo de jabón intentó arrancar frenéticamente, de la misma, el nauseabundo aroma de Roland. Aquello fue inútil, pues su pituitaria estaba totalmente colapsada. La pequeña alzó su mano en dirección al gigante y lo señaló con su dedo índice. -¡ERES UN MARRANO, DÚCHATE QUE HUELES PESTE!- Logró acusarlo antes de comenzar a vomitar violentamente. Thyma echó hasta su primera papilla ingerida y por un momento sintió que la vida se le escapaba entre arcadas y vómitos. -¡Ay de mi, ay de mi!- Exclamaba la pestilente Tontatta. Cuando parecía que su estómago regresaba a la normalidad, Thyma sacudió su cuerpecito y comenzaron a salir despedidas pequeñas gotas de jabón líquido en todas direcciones. Pronto quedó completamente limpia y con un agradable aroma a lavanda. Buscó a su hermano con la mirada para comprobar que él se encontraba bien y cuando logró verlo pudo comprobar que su aspecto era muy diferente al habitual. No estaba acostumbrada a verlo en esa forma y le pareció alucinante. En otra situación hubiese revoloteado a su alrededor, observando todos los detalles de esa transformación y alabando todas y cada una de sus partes, pero tenían un sudoroso gigante entre manos, que tenía una manera muy curiosa de librarse de sus molestias. Thyma estaba muy enfadada, casi podía verse salir el humo por sus peludas orejitas. A partir de ahora actuaría con "algo más de prudencia", pues no quería acabar otra vez bajo una teta sudorosa o quién sabe si algo peor. Thyma desapelmazaba los pelitos de su pomposa cola mientras miraba de forma acusadora al gigante sudoroso. "No te lo perdonaré jamás." Pensó furiosa.
Thyma no podía ver lo que sucedía en el exterior y para ser sinceros el oxigeno ahí dentro era demasiado escaso. Debía actuar pronto si no quería perder el conocimiento por hipoxia y asco. Aquella bestia, salvaje, animal y asesina no paraba de moverse. Aunque sus movimientos no creaban ninguna abertura en su grasiento pecho, que más que un pecho a Thyma le pareció una ubre gigante. -¡Que asco, que asco, que asco...!- Repetía una y otra vez. Thyma era pulcra, muy pulcra, no soportaba sentir su cuerpo sucio y mucho menos del sudor de otra persona. Aquello comenzaba a desesperarla y decidió tomar una medida arriesgada para ella. Sabía que aquello tendría consecuencia fatales para su organismo, pero no aguantaba más ahí dentro. Abrió la boca todo lo que pudo y le propinó un mordisco con todas sus fuerzas, a una de las paredes anatómicas que la aplastaban. Su refinado paladar se inundó del sudor recocido y rancio de Roland y ahora también de sangre del mismo. Su mordisco fue como un pellizco potente. Pequeño en dimensiones, pero lo suficientemente fuerte como para desagarrar parte de su carne y hacer derramar su líquido vital. Acto seguido recubrió su cuerpo de un gel viscoso y resbaladizo. Tomando impulso con sus piernas salió disparada de aquella presa sudorosa. Nunca lo habría logrado de no ser por la particularidad de sus habilidades especiales, que le hacían ser tan escurridiza.
La Tontatta se estrelló contra el suelo, pero la caída no le lastimó. -¡Thymo he visto la muerte de cerca!- Exclamó reprimiendo las arcadas. Se puso en pie y sacó la lengua todo lo que pudo. Con sus manitas y algo de jabón intentó arrancar frenéticamente, de la misma, el nauseabundo aroma de Roland. Aquello fue inútil, pues su pituitaria estaba totalmente colapsada. La pequeña alzó su mano en dirección al gigante y lo señaló con su dedo índice. -¡ERES UN MARRANO, DÚCHATE QUE HUELES PESTE!- Logró acusarlo antes de comenzar a vomitar violentamente. Thyma echó hasta su primera papilla ingerida y por un momento sintió que la vida se le escapaba entre arcadas y vómitos. -¡Ay de mi, ay de mi!- Exclamaba la pestilente Tontatta. Cuando parecía que su estómago regresaba a la normalidad, Thyma sacudió su cuerpecito y comenzaron a salir despedidas pequeñas gotas de jabón líquido en todas direcciones. Pronto quedó completamente limpia y con un agradable aroma a lavanda. Buscó a su hermano con la mirada para comprobar que él se encontraba bien y cuando logró verlo pudo comprobar que su aspecto era muy diferente al habitual. No estaba acostumbrada a verlo en esa forma y le pareció alucinante. En otra situación hubiese revoloteado a su alrededor, observando todos los detalles de esa transformación y alabando todas y cada una de sus partes, pero tenían un sudoroso gigante entre manos, que tenía una manera muy curiosa de librarse de sus molestias. Thyma estaba muy enfadada, casi podía verse salir el humo por sus peludas orejitas. A partir de ahora actuaría con "algo más de prudencia", pues no quería acabar otra vez bajo una teta sudorosa o quién sabe si algo peor. Thyma desapelmazaba los pelitos de su pomposa cola mientras miraba de forma acusadora al gigante sudoroso. "No te lo perdonaré jamás." Pensó furiosa.
Roland von Klauswitz
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Roland casi sonrió cuando vio las miradas serviles de aquella chusma. Nada como el dinero para callar a los plastas, salvo tal vez la violencia. Pero estaba demasiado cansado como para pelear con todo el mundo. Una vez quedó claro quién mandaba allí y quién era el cliente, tocaba pensar qué juego iba a desplumar primero.
Entonces le atacó otro bicho. Empezó a recorrer su cuerpo tan concienzudamente como las furcias de Ártica y tan sutilmente como un jabalí enfadado. ¿Qué clase de insecto era ese? Roland venía de un lugar donde el frío mataba a todo lo que fuese más pequeño que una rata de las gordas, así que estaba poco acostumbrado a esa clase de mosca cojonera. Encima le estaba haciendo cosquillas, lo cual le arrancó a Roland un pedo explosivo y sonoro.
A manotazos, intentó aplastarlo, pero el cabrón era rápido. ¿No podía morirse y ya está? Una vez un ciervo lamió el sudor de Roland y se cayó muerto; esos bichos deberían haber seguido sus pasos, ¿no? Claro que aquella fue la vez en que probó la absenta que hizo en su bañera... De repente, notó un fuerte y doloroso pinchazo en una teta. Tan repentino e inesperado había sido que se giró en redondo en busca del responsable.
-¡Joder, me han disparado! -gritó.
Acto seguido, desenfundó el pistolón y pegó tres tiros al techo.
Clientes y trabajadores empezaron una carrera para alejarse de él. Los gritos copaban el vestíbulo, los inútiles se agolpaban en las puertas, pisoteándose entre ellos, empujando a los guardias, arrasando con máquinas y desparramando monedas por doquier. Mientras, Roland giraba para volarle la cabeza a su agresor.
-¡¿Dónde estás, hijo de puta?! -Pum, tiro de advertencia contra un tipo con pinta de guardia que desenfundaba un arma. De advertencia porque le dio en el hombro y no en la frente-. ¡Te mataré, cerdo! -Pum, tiro contra una tragaperras, que escupió una golosa pota de monedas.
Una extraña cosa diminuta se le puso en medio. Era tan ridícula que tuvo que bizquear un poco para captarla bien. ¡Era el bicho! ¡Otro! Demasiadas de esas cosas por ahí. Putos desiertos... Casi diría que le estaba hablando, pero había tanto ruido y esa cosa era tan pequeña que le costaba enterarse. Así que le tiró un manotazo para aplastarlo.
-¡Alto!
Roland se vio rodeado por media docena de tipos armados, no como los pringaos de la puerta, sino de verdad, con rifles de aspecto mortífero, espadas curvas que parecían lunas y protecciones en pecho y cabeza. Parecían gente un poco más dura, de esos que sí que han peleado alguna vez. Lulú les arrancaría la cabeza igualmente, pero al menos no le ponían mocosos delante.
-¿Es que no podéis iros todos a la mierda? ¡¿Y dónde están mis pepinillos?!
Entre la seguridad y los insectos gritones ya se le estaba agotando la poca paciencia que tenía. Otra de esas moscas parlante le chillaba. ¿Como que apestaba? El olor a hombre era algo varonil, pero no le extrañaba que esa mierdecilla no lo entendiese.
-A la mierda, estoy harto.
Fue lo que dijo justo antes de empezar a disparar. Otra vez.
Entonces le atacó otro bicho. Empezó a recorrer su cuerpo tan concienzudamente como las furcias de Ártica y tan sutilmente como un jabalí enfadado. ¿Qué clase de insecto era ese? Roland venía de un lugar donde el frío mataba a todo lo que fuese más pequeño que una rata de las gordas, así que estaba poco acostumbrado a esa clase de mosca cojonera. Encima le estaba haciendo cosquillas, lo cual le arrancó a Roland un pedo explosivo y sonoro.
A manotazos, intentó aplastarlo, pero el cabrón era rápido. ¿No podía morirse y ya está? Una vez un ciervo lamió el sudor de Roland y se cayó muerto; esos bichos deberían haber seguido sus pasos, ¿no? Claro que aquella fue la vez en que probó la absenta que hizo en su bañera... De repente, notó un fuerte y doloroso pinchazo en una teta. Tan repentino e inesperado había sido que se giró en redondo en busca del responsable.
-¡Joder, me han disparado! -gritó.
Acto seguido, desenfundó el pistolón y pegó tres tiros al techo.
Clientes y trabajadores empezaron una carrera para alejarse de él. Los gritos copaban el vestíbulo, los inútiles se agolpaban en las puertas, pisoteándose entre ellos, empujando a los guardias, arrasando con máquinas y desparramando monedas por doquier. Mientras, Roland giraba para volarle la cabeza a su agresor.
-¡¿Dónde estás, hijo de puta?! -Pum, tiro de advertencia contra un tipo con pinta de guardia que desenfundaba un arma. De advertencia porque le dio en el hombro y no en la frente-. ¡Te mataré, cerdo! -Pum, tiro contra una tragaperras, que escupió una golosa pota de monedas.
Una extraña cosa diminuta se le puso en medio. Era tan ridícula que tuvo que bizquear un poco para captarla bien. ¡Era el bicho! ¡Otro! Demasiadas de esas cosas por ahí. Putos desiertos... Casi diría que le estaba hablando, pero había tanto ruido y esa cosa era tan pequeña que le costaba enterarse. Así que le tiró un manotazo para aplastarlo.
-¡Alto!
Roland se vio rodeado por media docena de tipos armados, no como los pringaos de la puerta, sino de verdad, con rifles de aspecto mortífero, espadas curvas que parecían lunas y protecciones en pecho y cabeza. Parecían gente un poco más dura, de esos que sí que han peleado alguna vez. Lulú les arrancaría la cabeza igualmente, pero al menos no le ponían mocosos delante.
-¿Es que no podéis iros todos a la mierda? ¡¿Y dónde están mis pepinillos?!
Entre la seguridad y los insectos gritones ya se le estaba agotando la poca paciencia que tenía. Otra de esas moscas parlante le chillaba. ¿Como que apestaba? El olor a hombre era algo varonil, pero no le extrañaba que esa mierdecilla no lo entendiese.
-A la mierda, estoy harto.
Fue lo que dijo justo antes de empezar a disparar. Otra vez.
Thymo Bandle
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-¡THYMA!...¡THYMINAAAA!- gritó al ver salir a su melliza intacta. No tardó en acercarse a la pequeña y sacarla volando del centro de atención mientras el gordo sacaba tremendo trabuco y comenzaban los fuegos artificiales en la entrada del casino. Las gentes que anteriormente jugaban tranquilamente en cualquiera de las decenas de maquinas y mesas distintas, gritaban mientras huian de la entrada. Pronto la parte más alejada, junto al escenario elevado a cuatro metros, se llenó de rostros atemorizados intentando encontrar un lugar por el que escapar de escena.
La seguridad del casino estaba siendo masacrada, pero a Thymo solo le preocupaba la seguridad de su hermanita, por lo que tras aterrizar encima de una de las mesas de “Black Jack” y dejarla encima del tapete, manoseo, levanto, volteo y giro a la enana asegurándose que no estaba herida. Las antenas y ojos compuestos permitían al tontatta una inspección rápida bastante certera, pero tratándose de su melliza se aseguró que todo estaba bien.
-Escucha- dijo entonces una vez más tranquilo. -Cubre mis espaldas, me acercare a negociar. Soy el más resistente y ese monstruo no puede matar más gente- pidió antes de volver a alzar el vuelo.
Thymo había visto muchas películas, algunas varias veces, donde un negociador liberaba a los rehenes tan solo hablando con el secuestrador. O incluso conseguían convencer al pobre que estaba a punto de saltar sin alas desde una azotea, de no hacerlo. Por supuesto pensaba que estaba preparadisimo para hacerlo como la gente de las pelis. Lo que ignoraba era la superstición sobre los escarabajos que los oriundos de esas tierras tenían. En el momento que apareció de regreso, volando a la altura de las cabezas y gritando a todo pulmón -¡VALE YA JOLINES!¡TODOS QUIETOS!- todos los guardias de seguridad sin excepción cesaron en sus maniobras de acercamiento al asaltante y pusieron rodilla en tierra -No es tan complicado- pensó orgulloso de sus dotes de negociación. Había salvado algunas vidas humanas, pero el salvaje, animal, asesino de los pistolones permanecía aun dentro del edificio. -¿Pero por que eres taaan malo?- preguntó entonces al tipo de la moto voladora. Pues en sus cortas vidas, nunca habían enfrentado una maldad tan absoluta como la del barbudo agresivo. Thymo seguía atento y no se quedaba quieto mucho tiempo en el mismo lugar, volando erráticamente por si los disparos comenzaban de nuevo, mientras, gracias a sus sentidos superdesarrollados, mantenía siempre un ojo en su melliza.
La seguridad del casino estaba siendo masacrada, pero a Thymo solo le preocupaba la seguridad de su hermanita, por lo que tras aterrizar encima de una de las mesas de “Black Jack” y dejarla encima del tapete, manoseo, levanto, volteo y giro a la enana asegurándose que no estaba herida. Las antenas y ojos compuestos permitían al tontatta una inspección rápida bastante certera, pero tratándose de su melliza se aseguró que todo estaba bien.
-Escucha- dijo entonces una vez más tranquilo. -Cubre mis espaldas, me acercare a negociar. Soy el más resistente y ese monstruo no puede matar más gente- pidió antes de volver a alzar el vuelo.
Thymo había visto muchas películas, algunas varias veces, donde un negociador liberaba a los rehenes tan solo hablando con el secuestrador. O incluso conseguían convencer al pobre que estaba a punto de saltar sin alas desde una azotea, de no hacerlo. Por supuesto pensaba que estaba preparadisimo para hacerlo como la gente de las pelis. Lo que ignoraba era la superstición sobre los escarabajos que los oriundos de esas tierras tenían. En el momento que apareció de regreso, volando a la altura de las cabezas y gritando a todo pulmón -¡VALE YA JOLINES!¡TODOS QUIETOS!- todos los guardias de seguridad sin excepción cesaron en sus maniobras de acercamiento al asaltante y pusieron rodilla en tierra -No es tan complicado- pensó orgulloso de sus dotes de negociación. Había salvado algunas vidas humanas, pero el salvaje, animal, asesino de los pistolones permanecía aun dentro del edificio. -¿Pero por que eres taaan malo?- preguntó entonces al tipo de la moto voladora. Pues en sus cortas vidas, nunca habían enfrentado una maldad tan absoluta como la del barbudo agresivo. Thymo seguía atento y no se quedaba quieto mucho tiempo en el mismo lugar, volando erráticamente por si los disparos comenzaban de nuevo, mientras, gracias a sus sentidos superdesarrollados, mantenía siempre un ojo en su melliza.
Thyma Bandle
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Salir de la presa del enorme hombre se había convertido en todo un logro. Era una historia que tiempo después contaría como la gran hazaña de salir ilesos de un enfrentamiento con un gigante de arena. Por su puesto, la historia incluiría a su hermano y mucha, mucha fantasía. Furioso, seguramente por el mordisco, el hombretón comenzó a disparar a diestro y siniestro. Sin importarle, lo más mínimo el peligro que sus actos suponían. Thyma estaba aterrada con esa reacción. Menos mal, que su querido hermano la tomó en volandas y la sacó de la zona de peligro. Esquivando varios cascotes desprendidos de las molduras del techo y algunas balas. Muchas personas no tuvieron tanta suerte como la Tontatta y en mayor o menor grado, salieron heridos.
Thymo aterrizó con su hermana en una mesa de Black Jack. Momento en el cual, la pequeña aprovechó para volver a limpiar su cuerpo entero. Se sacudía con fuerza y salían despedidas, de su cuerpo, pequeñas gotas jabonosas. Luego Thymo comenzó a hacerle una inspección muy profunda a su hermana, para comprobar, no sólo que estaba bien, si no que además, lo estaba por todos los sitios. La pequeña le dejó hacer, sabía que era algo importante para él y que ella también lo hubiera hecho. Thyma finalmente abrazó brevemente a su hermano y le susurró: -Estoy bien, Thym.- Tras las comprobaciones el mellizo, pidió que la pequeña le cubriera las espaldas. Thyma agarró su cerbatana, cargó uno de sus dardos más veloces y apuntó al rededor de la sala. Estaba concentrada intentando captar el menos movimiento hostil para atacar en esa dirección. Thyma podía notar la determinación en su hermano y ello la invadía de fuerza y valor. Sabía que juntos nada les pasaría. Cuando empezó a hablar, la melliza no podía estar más de acuerdo. Asentía con la cabeza y se creció un poco, al ver a esos hombres obedeciendo su hermano y clavando la rodilla en el suelo. Era un espectáculo digno de ver.
Con su últimas palabras, la melliza no pudo evitar alzar su puño en dirección al gordo y agitarlo con fuerza. Estaba furiosa con su actitud. Era un tío muy malo y su forma de actuar sólo traía la desgracia. Alguien debía hacérselo ver y nadie mejor para eso que los mellizos Bandle. Así lo sentía Thyma. -Es verdad, no ganas nada siendo taan maalo.- Dijo la pequeña intentando ser lo más asertiva que le permitía la situación.
Thymo aterrizó con su hermana en una mesa de Black Jack. Momento en el cual, la pequeña aprovechó para volver a limpiar su cuerpo entero. Se sacudía con fuerza y salían despedidas, de su cuerpo, pequeñas gotas jabonosas. Luego Thymo comenzó a hacerle una inspección muy profunda a su hermana, para comprobar, no sólo que estaba bien, si no que además, lo estaba por todos los sitios. La pequeña le dejó hacer, sabía que era algo importante para él y que ella también lo hubiera hecho. Thyma finalmente abrazó brevemente a su hermano y le susurró: -Estoy bien, Thym.- Tras las comprobaciones el mellizo, pidió que la pequeña le cubriera las espaldas. Thyma agarró su cerbatana, cargó uno de sus dardos más veloces y apuntó al rededor de la sala. Estaba concentrada intentando captar el menos movimiento hostil para atacar en esa dirección. Thyma podía notar la determinación en su hermano y ello la invadía de fuerza y valor. Sabía que juntos nada les pasaría. Cuando empezó a hablar, la melliza no podía estar más de acuerdo. Asentía con la cabeza y se creció un poco, al ver a esos hombres obedeciendo su hermano y clavando la rodilla en el suelo. Era un espectáculo digno de ver.
Con su últimas palabras, la melliza no pudo evitar alzar su puño en dirección al gordo y agitarlo con fuerza. Estaba furiosa con su actitud. Era un tío muy malo y su forma de actuar sólo traía la desgracia. Alguien debía hacérselo ver y nadie mejor para eso que los mellizos Bandle. Así lo sentía Thyma. -Es verdad, no ganas nada siendo taan maalo.- Dijo la pequeña intentando ser lo más asertiva que le permitía la situación.
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Roland se giró para ver si había entrado la reina del desierto o algo así, porque todos esos mamones se habían puesto de rodillas al mismo tiempo, como si les hubiese asaltado un apretón repentino y coordinado. Seguramente hubieran comprendido que era lo mejor que podían hacer si no querían acabar como ese tipo al que solo se le sujetaba la pierna por dos colgajos de alguna guarrada rojiza.
-Eso es. Arrodillaos, jodidos muerdealmohadas. Vais a aprender a respetar a Mazazo, joder que sí.
Pero esas dos diminutas boñigas voladoras seguían tocándole las narices. Ahora que había más silencio podía oír mejor sus ridículas vocecitas aflautadas. A Roland le recordaban a niños, tan inocentones, insistentes y pequeños... Roland odiaba a los niños.
-¿Yo, malo? -No pudo evitar reírse. Era lo que le decían los críos del colegio a los que robaba en los recreos-. ¿Es que sois unas putas hadas madrinas? ¿Por qué no me dejáis en paz?
Roland, aprovechando que su oposición había decidido tomarse un descanso, se acercó a la barra escoltado por las intensas miradas de los guardias y se sirvió un copazo. En realidad arrancó el grifo de cerveza y abrevó del chorro, lo cual vino a ser lo mismo. Cuando se dio por satisfecho, con la barba goteando y plagada de burbujas, lanzó un sonoro eructo, se rascó los bajos y se golpeó la panza con la mano.
-Coño, mejor. -Luego metió la mano tras la barra y sacó un tarro con encurtidos. El primer trago al amargo jugo le arrancó un gruñido de satisfacción animal-. A ver, tú -dijo señalando al insecto volador-, ¿qué quieres y por qué me sigues? He cagado cosas más grandes y menos molestas que tú.
Los guardias parecían odiarle, lo cual estaba bien. Los débiles siempre odiaban a los fuertes. Además, por detrás distinguió a un par de delgaduchos trajeados, los típicos administradores de esos sitios. Con suerte, verían que iba servido de dinero y no pondrían más problemas. Incluso los muertos pueden olvidarse por el precio adecuado.
Luego se fijó en que la acompañante del bicho ese era una hembra. Pequeña, sí, pero en el desierto no estaba uno como para ponerse tiquismiquis.
-¿Y tú? Tú puedes seguirme si quieres, ya veremos cómo nos apañamos. ¡Pero antes, quiero una puta habitación! -gritó a los guardias y meneó el saco para que cayeran más lingotes de oro al suelo-. ¡Y una puta a secas, que la enana no me dura ni un minuto! Dais un servicio de mierda, pero al menos ya sabéis quién manda. Voy a tener que echar un par de días aquí y prefiero no tener que reventar a nadie. O sí, no sé. Ya veremos luego.
-Eso es. Arrodillaos, jodidos muerdealmohadas. Vais a aprender a respetar a Mazazo, joder que sí.
Pero esas dos diminutas boñigas voladoras seguían tocándole las narices. Ahora que había más silencio podía oír mejor sus ridículas vocecitas aflautadas. A Roland le recordaban a niños, tan inocentones, insistentes y pequeños... Roland odiaba a los niños.
-¿Yo, malo? -No pudo evitar reírse. Era lo que le decían los críos del colegio a los que robaba en los recreos-. ¿Es que sois unas putas hadas madrinas? ¿Por qué no me dejáis en paz?
Roland, aprovechando que su oposición había decidido tomarse un descanso, se acercó a la barra escoltado por las intensas miradas de los guardias y se sirvió un copazo. En realidad arrancó el grifo de cerveza y abrevó del chorro, lo cual vino a ser lo mismo. Cuando se dio por satisfecho, con la barba goteando y plagada de burbujas, lanzó un sonoro eructo, se rascó los bajos y se golpeó la panza con la mano.
-Coño, mejor. -Luego metió la mano tras la barra y sacó un tarro con encurtidos. El primer trago al amargo jugo le arrancó un gruñido de satisfacción animal-. A ver, tú -dijo señalando al insecto volador-, ¿qué quieres y por qué me sigues? He cagado cosas más grandes y menos molestas que tú.
Los guardias parecían odiarle, lo cual estaba bien. Los débiles siempre odiaban a los fuertes. Además, por detrás distinguió a un par de delgaduchos trajeados, los típicos administradores de esos sitios. Con suerte, verían que iba servido de dinero y no pondrían más problemas. Incluso los muertos pueden olvidarse por el precio adecuado.
Luego se fijó en que la acompañante del bicho ese era una hembra. Pequeña, sí, pero en el desierto no estaba uno como para ponerse tiquismiquis.
-¿Y tú? Tú puedes seguirme si quieres, ya veremos cómo nos apañamos. ¡Pero antes, quiero una puta habitación! -gritó a los guardias y meneó el saco para que cayeran más lingotes de oro al suelo-. ¡Y una puta a secas, que la enana no me dura ni un minuto! Dais un servicio de mierda, pero al menos ya sabéis quién manda. Voy a tener que echar un par de días aquí y prefiero no tener que reventar a nadie. O sí, no sé. Ya veremos luego.
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El pequeño tontata no era un hada madrina. Pero su capacidad para simplificar las cosas como haría un niño le impedía, en muchas ocasiones, observar las situaciones con una escala de grises. Las cosas eran buenas o malas, las personas eran buenas o malas. Y aquel barbudo sin duda era malo. Las palabras que utilizaba, los gestos al moverse. Hasta los gestos estando parado eran groseros y desafiantes. Su voz sonaba chulesca y autoritaria. Como si el mundo le debiese algo y estuviera buscando quien pudiera pagar esa deuda. Thymo pensaba que aquello solo ocurrían en las películas. Pero cuanto más viajaba más cuenta se daba que muchas de ellas estaban basadas en la vida real, por eso estaba tan preocupado por que aquel ser fuese uno de los monstruos que pululaban por los estudios. Pero de la vida real.
Aun así, él era un cazador y muy curioso. Sobre todo muy curioso. El comportamiento de aquel ser parecido a un enorme humano era digno de estudio y estimulaba su curiosidad -Pues al principio pensé que eras un colega cazador al verte el trabucón, y aquello con el camello, luego pensé que tu moto voladora se prendía en llamas y quería ayudarte, pero como no parecías escucharme por el sonido del motor me adelante al pueblo para que los aldeanos tuvieran cuidado por que venías en llamas y a toda leche y podría haber un accidente. En eso apareciste tú surcando los cielos con el cacharro todo peligroso ese y aquel señor que estaba al inicio de la cadena de aguadores para apagar el incendio tiró el primer cubo de agua- casi sin hacer pausa para respirar, continuó -Pero luego lo pusiste a dormir... como a otros después- dijo con un tono más serio -Lo demás ya lo conoces-
Mientras se explicaba, respondiendo inocentemente a las preguntas, regresó a su forma original con alas y se acerco a su melliza. Solo para ver como la codicia del mundo perdonaba los pecados de los que podían permitirse pagar el precio de su carácter. Poniendo una manita sobre la cerbatana que aun agarraba Thyma la miró y negó con la cabeza, indicando que todo había acabado con un gesto de tristeza en su rostro. El mal había ganado, había utilizado un truco sucio y Thymo no tenía la fuerza necesaria como para que la justicia ganase. -Ser un héroe como en las películas no es tan sencillo- confesó a su hermanita
Aun así, él era un cazador y muy curioso. Sobre todo muy curioso. El comportamiento de aquel ser parecido a un enorme humano era digno de estudio y estimulaba su curiosidad -Pues al principio pensé que eras un colega cazador al verte el trabucón, y aquello con el camello, luego pensé que tu moto voladora se prendía en llamas y quería ayudarte, pero como no parecías escucharme por el sonido del motor me adelante al pueblo para que los aldeanos tuvieran cuidado por que venías en llamas y a toda leche y podría haber un accidente. En eso apareciste tú surcando los cielos con el cacharro todo peligroso ese y aquel señor que estaba al inicio de la cadena de aguadores para apagar el incendio tiró el primer cubo de agua- casi sin hacer pausa para respirar, continuó -Pero luego lo pusiste a dormir... como a otros después- dijo con un tono más serio -Lo demás ya lo conoces-
Mientras se explicaba, respondiendo inocentemente a las preguntas, regresó a su forma original con alas y se acerco a su melliza. Solo para ver como la codicia del mundo perdonaba los pecados de los que podían permitirse pagar el precio de su carácter. Poniendo una manita sobre la cerbatana que aun agarraba Thyma la miró y negó con la cabeza, indicando que todo había acabado con un gesto de tristeza en su rostro. El mal había ganado, había utilizado un truco sucio y Thymo no tenía la fuerza necesaria como para que la justicia ganase. -Ser un héroe como en las películas no es tan sencillo- confesó a su hermanita
Thyma Bandle
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Aquel mastodonte era un malhablado. Thyma no sentía que tuvieran que darle explicaciones, aun así su hermano se las dio. Aferrada a su cerbatana asentía con sus palabras, pues todo eran verdades. Thymo regresó a su forma original y regresó junto a su melliza, impidiendo que le disparase. La Tontatta desinfló sus mofletes. -Sabias palabras hermanito, pero...- dijo enfurecida. Agitó su puño en alto mostrando su enfado. Dio unos pasos al frente y con su voz aguda y chillona increpó al gigante. -Oye tu, mira, te lo explico, yo no se que es una puta ni esas cosas raras que pides, pero yo tengo cuerda para rato, no me acabas tú, ni queriendo.- Se puso algo desafiante pero luego se calmó un poco. -Yo solo quería preguntarte dónde podía comprar una moto tan molona para mi. Porque tu moto y tu nos parecisteis muy molones, pero luego se prendió fuego y ya no me gusto tanto y tu ahora, menos aún, que tu moto.- Thyma se puso con los bracitos en jarra. -¿Te parece normal la que has liado?- La Tontatta regañaba al enorme hombre como si de una madre se tratase, solo que de haber podido le hubiese tirado uno de sus proyectiles mas potentes entre ceja y ceja. Si nadie de los presentes era capaz de plantarle cara, ella misma lo haría. Tenía el poder de los Bandle de su lado.
Los guardias y los hombres de traje miraban estupefactos la escena. Mientras una señorita muy poco refinada le llenaba una jarra con alguna bebida espirituosa. Con prisas y miedo, se la entregaba al hombre barrigón. Thyma miró a su hermano. -Thym, ¿Tu crees que en todos los desiertos habrá tipos así y... tanta arena? Sería horrible ¿A que si?- La inocencia de la Tontatta le hacia ver la situación a su manera. Aunque había visto a ese tipo matar a personas sin despeinarse, la pequeña no sentía el peligro que suponía desafiar a un desalmado como Roland. -No creo que le hagamos entrar en razón hermanito y no parece que me vaya a decir dónde comprar la moto. ¿Y si buscamos un sitio para comer?-
Los guardias y los hombres de traje miraban estupefactos la escena. Mientras una señorita muy poco refinada le llenaba una jarra con alguna bebida espirituosa. Con prisas y miedo, se la entregaba al hombre barrigón. Thyma miró a su hermano. -Thym, ¿Tu crees que en todos los desiertos habrá tipos así y... tanta arena? Sería horrible ¿A que si?- La inocencia de la Tontatta le hacia ver la situación a su manera. Aunque había visto a ese tipo matar a personas sin despeinarse, la pequeña no sentía el peligro que suponía desafiar a un desalmado como Roland. -No creo que le hagamos entrar en razón hermanito y no parece que me vaya a decir dónde comprar la moto. ¿Y si buscamos un sitio para comer?-
Roland von Klauswitz
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Esos enanos eran muy raros. Que si él era un cazador muy chulo, que si su moto se había pegado fuego... ¿De dónde había salido esa gente? Era cierto que Roland era un tío muy molón, aunque decir “molón” fuera de nenazas, y entendía que despertase la admiración por donde iba. La gente quería seguir al más fuerte para ver si se les pegaba algo, y ese siempre había sido él. Claro que lo único que había pegado alguna vez había sido la gonorrea...
Ya desde niño tenía lameculos que le hacían la pelota para que no les caneara. Roland tenía un don especial para reconocer a los pelotas. ¿Eran esos dos unos pelotas? No, más bien parecían otra cosa. Hablaban de una forma tan rara que se le ocurrió que podrían ser retrasados. Luego se planteó que serían niños, niños mutantes de alguna especie de raza de cucarachas chillonas. Pero entonces lo entendió. No eran niños, eran algo mucho mejor, algo con lo que Roland tenía mucha experiencia: eran unos pringados.
Y si de algo sabía Roland von Klauswitz era de exprimir a unos pringados.
-Venid conmigo a mi habitación, chavales -les dijo a los enanos-. Y ya os diré dónde conseguir una moto tan molona, hohohohoho.
Roland se palmeó la panza mientras se dirigía al ascensor. El ascensorista se apartó y él pulsó el botón para subir arriba del todo. Ahí estaban siempre las mejores habitaciones, o eso le habían dicho. La única vez que Roland había dormido en un hotel fue esa en la que se coló en el bar y se quedó frito tras acabarse el whisky.
-Venga, colegas, ya veréis que bien lo pasamos.
Ya desde niño tenía lameculos que le hacían la pelota para que no les caneara. Roland tenía un don especial para reconocer a los pelotas. ¿Eran esos dos unos pelotas? No, más bien parecían otra cosa. Hablaban de una forma tan rara que se le ocurrió que podrían ser retrasados. Luego se planteó que serían niños, niños mutantes de alguna especie de raza de cucarachas chillonas. Pero entonces lo entendió. No eran niños, eran algo mucho mejor, algo con lo que Roland tenía mucha experiencia: eran unos pringados.
Y si de algo sabía Roland von Klauswitz era de exprimir a unos pringados.
-Venid conmigo a mi habitación, chavales -les dijo a los enanos-. Y ya os diré dónde conseguir una moto tan molona, hohohohoho.
Roland se palmeó la panza mientras se dirigía al ascensor. El ascensorista se apartó y él pulsó el botón para subir arriba del todo. Ahí estaban siempre las mejores habitaciones, o eso le habían dicho. La única vez que Roland había dormido en un hotel fue esa en la que se coló en el bar y se quedó frito tras acabarse el whisky.
-Venga, colegas, ya veréis que bien lo pasamos.
Thymo Bandle
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Thymo estaba maravillado, tan solo hablando había conseguido calmar la sed de sangre del monstruo, y ahora estaba de buen rollo con los mellizos. Que a base de broncas y puños alzados habían domesticado a la bestia.
Malentendiendo la picara sonrisa que dibujaba el rostro del gordo, el pequeño no pudo mantener su transformación por más tiempo, perdiendo por completo la concentración y quedándose sin sustento aéreo en medio de una pasada a media altura. La caída se quedó en un susto pues el instinto de supervivencia era más fuerte que la sorpresa en la mente del cazador y sus pequeñas alas brotaron justo a tiempo para recuperar la compostura y controlar el viaje al suelo.
-¿HAS OIDO?- preguntó emocionado a su melliza -NOS DIRÁ LO DE LA MOTO- exclamaba con una enorme sonrisa en su rostro peludito. Fuera de toda duda, el pequeño avanzó al ascensor con el gigante que ya no parecía tan malo. Tal vez el sacrificio en sangre y cerveza había calmado la ira de aquel ser y ahora concedería deseos, como el genio de la lampara de aquella película tan graciosa con un loro que hablaba.
Dando saltitos emocionados como una pastora cargando orgullosa su cestita llena de huevos, Thymo brincó, más que caminó, hacia el interior de aquella sala cuadrada y estrecha -¿Esto es tu habitación?- preguntó extrañado mirando al otro humano presente, vestido con el uniforme del casino, preguntándose que hacía él en la habitación del gigante. Cuando aquello empezó a moverse, el enano soltó un gritito -¿QUE PASA?- preguntó asustado, mirando hacia todos lados. Estaba a punto de agarrar a su hermana y elevarse en el aire con ella por lo que pudiera pasar, cuando la caja dejó de moverse y Thymo se quedo quieto en el suelo, a medio paso, temeroso de si al volver a moverse, aquello continuaría su ascenso hasta que vio que los humanos estaban tan tranquilos y comenzaban a moverse hacia el lugar por el que habían entrado anteriormente.
La puerta se abrió dando paso a un pequeño hall amarmolado con tres puertas dobles de madera. Una pequeña mesita de formas delicadas, con un jarrón con flores frescas encima, daba ambiente junto a un sofá de cuero color camel. La luz entraba directamente por la punta de la pirámide y se distribuía gracias a un sistema de espejos y cristales, iluminando cada una de las puertas según el astro rey iba dando su paseo diario. La puerta que iluminaba era la única abierta, como invitando a entrar.
El mármol terminaba pasadas las puertas de entrada, donde madera oscura como el carbón servía de camino al interior de una lujosa suite. La pequeña estancia de entrada, con un mueble con un par de cajones y un espejo, conducía al interior de la habitación, donde un enorme salón decorado con motivos arabastescos era el centro de la estancia. A la derecha, una sala con una cama y baño completo. A la izquierda un baño con jacuzzi, y de frente, la acristalada puerta de una terraza que se asomaba a la ciudad desciendo un horizonte con el castillo de la familia real recortado contra el fondo.
En el centro del salón se encontraba una mesa baja rodeada de sofás y sillones. Un escritorio orientado para que la luz del día incida directamente de frente sobre ella y una lujosa silla completaban el mobiliario, dejando un gran espacio para fiestas con mucha gente.
-WWOOOOOOOOOOOOHHHHHHHHWWWWWWWWW- exclamó el enano con los ojos casi llorosos y la boca tan abierta que estaba a punto de desencajársela.
Malentendiendo la picara sonrisa que dibujaba el rostro del gordo, el pequeño no pudo mantener su transformación por más tiempo, perdiendo por completo la concentración y quedándose sin sustento aéreo en medio de una pasada a media altura. La caída se quedó en un susto pues el instinto de supervivencia era más fuerte que la sorpresa en la mente del cazador y sus pequeñas alas brotaron justo a tiempo para recuperar la compostura y controlar el viaje al suelo.
-¿HAS OIDO?- preguntó emocionado a su melliza -NOS DIRÁ LO DE LA MOTO- exclamaba con una enorme sonrisa en su rostro peludito. Fuera de toda duda, el pequeño avanzó al ascensor con el gigante que ya no parecía tan malo. Tal vez el sacrificio en sangre y cerveza había calmado la ira de aquel ser y ahora concedería deseos, como el genio de la lampara de aquella película tan graciosa con un loro que hablaba.
Dando saltitos emocionados como una pastora cargando orgullosa su cestita llena de huevos, Thymo brincó, más que caminó, hacia el interior de aquella sala cuadrada y estrecha -¿Esto es tu habitación?- preguntó extrañado mirando al otro humano presente, vestido con el uniforme del casino, preguntándose que hacía él en la habitación del gigante. Cuando aquello empezó a moverse, el enano soltó un gritito -¿QUE PASA?- preguntó asustado, mirando hacia todos lados. Estaba a punto de agarrar a su hermana y elevarse en el aire con ella por lo que pudiera pasar, cuando la caja dejó de moverse y Thymo se quedo quieto en el suelo, a medio paso, temeroso de si al volver a moverse, aquello continuaría su ascenso hasta que vio que los humanos estaban tan tranquilos y comenzaban a moverse hacia el lugar por el que habían entrado anteriormente.
La puerta se abrió dando paso a un pequeño hall amarmolado con tres puertas dobles de madera. Una pequeña mesita de formas delicadas, con un jarrón con flores frescas encima, daba ambiente junto a un sofá de cuero color camel. La luz entraba directamente por la punta de la pirámide y se distribuía gracias a un sistema de espejos y cristales, iluminando cada una de las puertas según el astro rey iba dando su paseo diario. La puerta que iluminaba era la única abierta, como invitando a entrar.
El mármol terminaba pasadas las puertas de entrada, donde madera oscura como el carbón servía de camino al interior de una lujosa suite. La pequeña estancia de entrada, con un mueble con un par de cajones y un espejo, conducía al interior de la habitación, donde un enorme salón decorado con motivos arabastescos era el centro de la estancia. A la derecha, una sala con una cama y baño completo. A la izquierda un baño con jacuzzi, y de frente, la acristalada puerta de una terraza que se asomaba a la ciudad desciendo un horizonte con el castillo de la familia real recortado contra el fondo.
En el centro del salón se encontraba una mesa baja rodeada de sofás y sillones. Un escritorio orientado para que la luz del día incida directamente de frente sobre ella y una lujosa silla completaban el mobiliario, dejando un gran espacio para fiestas con mucha gente.
-WWOOOOOOOOOOOOHHHHHHHHWWWWWWWWW- exclamó el enano con los ojos casi llorosos y la boca tan abierta que estaba a punto de desencajársela.
Thyma Bandle
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Thyma estaba confusa. El hombre había pasado de destruirlo todo y querer aplastarlos, a invitarles a sus departamentos. Pero claro, la invitación a acceder a información sobre las motos molonas y a pasarlo bien eran demasiado seductoras para la Tontatta. Thymo, además, se mostró ilusionado y eso fue lo que terminó de convencer a la pequeña. -Pues vaya habitación más chiquitaja.- Dijo al subirse al ascensor. Cuando comenzó a moverse, su cara fue de absoluto terror y comenzó a gritar en unas frecuencias peligrosas para cualquier tímpano, hasta que vio que sus acompañantes y ella misma estaban perfectamente. Pasado un rato, esa cosa dejó de moverse y las puertas se movieron, pero ahora el escenario había cambiado, ya no se veía la recepción. Thyma antes de salir miro a ambos lados alucinada. -Es una caja mágica. ¿A que si? Yo las conozco de los cuentos.- Dijo dignamente como si antes no hubiese estado gritando como una posesa.
La Tontatta seguía a su hermano y al grandullón ya no tan molón, absorta en la decoración del lugar, para lo escasa que era se notaba la ostentosidad. Había cuadros con grandes marcos de madera decorando los pasillos, esculturas de señores y señoras en posturas que parecían incómodas desde cualquier ángulos y grandes cortinas que separaban las diferentes estancias. Thyma comenzó a caminar pavoneándose como si de una estrella de cine se tratara. Para ella un entorno así solo hacía que empoderarla. Por fin, accedieron a la habitación de Roland. Ésta si que era impresionante, de verdad. Era grande glamurosa y con todo lujo de detalles. -Es maravillosaaaaaa.- La mirada de Thyma brillaba con luz propia al ver tanto poderío. Pasó la puntita de sus dedos por uno de los finos mármoles que decoraban una mesita. -Algún día Thymo... Algún día...- Su hermano sabía que aquel sitio era una sueño para Thyma. No ese sitio en concreto, sino el concepto que englobaba. Thymo era más sencillo y sus aspiraciones eran más humildes, pero Thyma pensaba a lo grande. Se había criado y cultivado entre los grandes artistas del panorama mundial y eso le había creado unas expectativas muy confusas del mundo real. Aun así los Bandle se acompañarían en sendos caminos con una sonrisa en el rostro y gestos de puro amor fraternal.
Cuando a Thyma se le borraron los símbolos del berrie de los ojos, se giró hacia su anfitrión con una exagerada reverencia. -Es una habitación preciosa. Nadie lo diría, pero... Tienes buen gusto.- La pequeña se acercó a los sofás que conformaban el salón principal y de un saltito se sentó en el borde. Cruzó sus piernas y como si estuvieses acostumbrada a este tipo de cosas continuó hablando. -Bueno, ninguno queremos perder nuestro preciado tiempo ¿A que si? Entonces... ¿Qué hay de esas motos molonas?- A Thyma se le escapó una pequeña sonrisa al mencionar el preciado vehículo. En el fondo se había convertido en una necesidad y le hacía una tremenda ilusión saciarla. Thyma era caprichosa por naturaleza y ahora tenía un nuevo objetivo.
La Tontatta seguía a su hermano y al grandullón ya no tan molón, absorta en la decoración del lugar, para lo escasa que era se notaba la ostentosidad. Había cuadros con grandes marcos de madera decorando los pasillos, esculturas de señores y señoras en posturas que parecían incómodas desde cualquier ángulos y grandes cortinas que separaban las diferentes estancias. Thyma comenzó a caminar pavoneándose como si de una estrella de cine se tratara. Para ella un entorno así solo hacía que empoderarla. Por fin, accedieron a la habitación de Roland. Ésta si que era impresionante, de verdad. Era grande glamurosa y con todo lujo de detalles. -Es maravillosaaaaaa.- La mirada de Thyma brillaba con luz propia al ver tanto poderío. Pasó la puntita de sus dedos por uno de los finos mármoles que decoraban una mesita. -Algún día Thymo... Algún día...- Su hermano sabía que aquel sitio era una sueño para Thyma. No ese sitio en concreto, sino el concepto que englobaba. Thymo era más sencillo y sus aspiraciones eran más humildes, pero Thyma pensaba a lo grande. Se había criado y cultivado entre los grandes artistas del panorama mundial y eso le había creado unas expectativas muy confusas del mundo real. Aun así los Bandle se acompañarían en sendos caminos con una sonrisa en el rostro y gestos de puro amor fraternal.
Cuando a Thyma se le borraron los símbolos del berrie de los ojos, se giró hacia su anfitrión con una exagerada reverencia. -Es una habitación preciosa. Nadie lo diría, pero... Tienes buen gusto.- La pequeña se acercó a los sofás que conformaban el salón principal y de un saltito se sentó en el borde. Cruzó sus piernas y como si estuvieses acostumbrada a este tipo de cosas continuó hablando. -Bueno, ninguno queremos perder nuestro preciado tiempo ¿A que si? Entonces... ¿Qué hay de esas motos molonas?- A Thyma se le escapó una pequeña sonrisa al mencionar el preciado vehículo. En el fondo se había convertido en una necesidad y le hacía una tremenda ilusión saciarla. Thyma era caprichosa por naturaleza y ahora tenía un nuevo objetivo.
Roland von Klauswitz
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Sí que les gustaba el ascensor a esos engendros... Roland regó la pequeña caja con un pedo que por un segundo enudeció el hilo musical, preguntándose qué tendría de especial. él apenas cabía siquiera. Por suerte, la habitación estaba bien. Roland había potado en otras mejores, pero nunca sin que alguien intentara echarle antes. Eso se le hacía raro, no tener que espantar al botones echándole su aliento de litro de whisky a la cara. Ahora tenía una suite solo para él, y sin pagar. Bueno, había dejado caer unos lingotes, pero eso era cosa del saco. Si le viera su madre... La buena vida.
-¿Dónde se caga aquí?
Paseó la vista por las amplias habitaciones en busca de un cuarto de baño o en su defecto de un jarrón muy grande. Al final acabó encontrándolo, pero era muy raro porque el espejo estaba limpio y la puerta no tenía pollas pintarrajeadas. Se sentía como en otro mundo. Levantó un pie cuando estuvo dentro y se sorprendió de no notar nada pegajoso bajo su bota.
-Hay que joderse con estos pijos.
Dieciocho minutos y tres descargas de la cisterna después, Roland se topó con que el botones esperaba aún allí. ¿Por qué no se había ido a buscarle algo de comer? No querría propina...
-Eh, chavales, dadle calderilla a este palurdo -les pidió a sus nuevos colegas diminutos. Luego se tiró en uno de los sofás-. ¿Cómo coño vais a llevar una moto vosotros? Las motos de verdad son solo para hombres. Y ahora pedid algo al bar. Algo caro. Pollo. -Qué coño, estaba de vacaciones-. Y que sea picante, quiero que el próximo pedo le pegue fuego a esas putas cortinas tan feas.
Dicho esto, se encendió un puro. Cuando el botones se largó, cogió el caracol que había sobre la mesita y llamó a Kelly al barco.
-Trae ese pedazo de pandero que tienes al hotel este de la cabeza de lagarto, nena. Coge mis cohetes buenos. Y vosotros dos -dijo a los enanos-. Quiero que invitéis para esta noche a todo lo que haya en esta isla que tenga más tetas que yo. Vamos a montar un fiestón de puta madre.
-¿Dónde se caga aquí?
Paseó la vista por las amplias habitaciones en busca de un cuarto de baño o en su defecto de un jarrón muy grande. Al final acabó encontrándolo, pero era muy raro porque el espejo estaba limpio y la puerta no tenía pollas pintarrajeadas. Se sentía como en otro mundo. Levantó un pie cuando estuvo dentro y se sorprendió de no notar nada pegajoso bajo su bota.
-Hay que joderse con estos pijos.
Dieciocho minutos y tres descargas de la cisterna después, Roland se topó con que el botones esperaba aún allí. ¿Por qué no se había ido a buscarle algo de comer? No querría propina...
-Eh, chavales, dadle calderilla a este palurdo -les pidió a sus nuevos colegas diminutos. Luego se tiró en uno de los sofás-. ¿Cómo coño vais a llevar una moto vosotros? Las motos de verdad son solo para hombres. Y ahora pedid algo al bar. Algo caro. Pollo. -Qué coño, estaba de vacaciones-. Y que sea picante, quiero que el próximo pedo le pegue fuego a esas putas cortinas tan feas.
Dicho esto, se encendió un puro. Cuando el botones se largó, cogió el caracol que había sobre la mesita y llamó a Kelly al barco.
-Trae ese pedazo de pandero que tienes al hotel este de la cabeza de lagarto, nena. Coge mis cohetes buenos. Y vosotros dos -dijo a los enanos-. Quiero que invitéis para esta noche a todo lo que haya en esta isla que tenga más tetas que yo. Vamos a montar un fiestón de puta madre.
Thymo Bandle
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Thymo brincaba de un lugar a otro de la suite casi sin control. Aquel enorme espacio, para alguien de su tamaño, impresionaba al enano, que no dejaba de preguntarse la necesidad de espacios tan amplios en una habitación de hotel. Su mente apenas llegaba a comprender el porque de una habitación en un lugar donde la gente va a jugarse el dinero, por suerte todo lo arreglaba el cine. En las películas de espías siempre había un baile en una habitación lujosa con terraza, además, el protagonista siempre parece algo que no es. El enano comenzaba a comprender.
Cuando el enorme motero daba vueltas por el lugar con la excusa de encontrar un sitio donde poner un huevo, todo se volvió cristalino en la mente del pequeño. Aquellas vueltas sin sentido eran para reconocer el terreno, estaba claro. Además, tardó muuuuucho tiempo encerrado en el baño. -Seguro que esta enviando datos a sus compañeros y analizando la situación- pensaba el tontatta, que aun sin dejar de recorrer cada rincón de la lujosa estancia dando saltos y voces hablando con su melliza. Mantenía sus pensamientos en las pistas que había tenido todo el tiempo delante de sus ojos. -Una moto voladora... POR DIOS, que hay de espías más que eso- comenzó a enumerar mentalmente -Tiene un montón de armas ocultas y licencia para matar- rio, recordando su propia licencia de caza -Lleva lingotes de oro en la mochila, seguro son recursos de su organización. Además seguro que esas ropas son un disfraz, son demasiado cutres y llamativas como para no estar representando un papel- pensó justo antes de poner las manos abiertas sobre la ventana y pegar la cara al cristal, admirando las vistas -Yo se mucho de actuar- pensaba lleno de orgullo al haber sido capaz de unir todas las pistas -¡¡Y el mejor rastreador de Mirrorball!!- resopló, llenando de vaho el cristal.
-¿Calderilla?- preguntó confundido el pequeñín -¿El Arbusto de la familia de las Saxifragáceas? ¿De uno a dos metros de altura, con hojas pequeñas, acorazonadas y lampiñas? ¿flores de color amarillo verdoso en racimos colgantes, y bayas rojas y carnosas? No se por que nadie querría dar en agradecimiento frutos tan insípidos, la verdad, pero lo cierto es que no tengo ninguno encima- dijo mirando directamente al botones, haciendo uso de sus conocimientos en herboristería, antes de darle la espalda y responder al espía -Las motos son transportes, no veo por que son para un sexo nada más, de todos modos la que la quiere es mi hermana, yo confío en mis alitas- dijo señalando su espalda con el pulgar de la mano derecha -Ella siempre ha querido volar por su cuenta, esta acostumbrada a las cabriolas y la velocidad viajando conmigo, pero quiere poder hacerlas ella por si misma- explicó, justo a tiempo para mirar al botones de nuevo a la cara ante el pedido de pollo picante "prendepedos". Éste, al ver que no iba a sacar en claro nada, más que pedidos continuos, decidió marcharse ante el primero, dispuesto a no volver.
La llamada dejaba cristalino al enano la coartada del infiltrado. -¿PANDERO?- pensó Thymo entusiasmado, pero la “orden” de traer todo lo que tuviera más de dos tetas a la habitación prendió la imaginación del enano, que ya se veía en una fiesta propia de superespías -¡¡ESO ESTA HECHO!!- exclamó muy fuerte antes de asumir su forma escarabajo a la espera de que su melliza saltara sobre su espalda, como tantas otras veces, para salir por la ventana a atraer todo lo que tenga más tetas que el motero. Deseando oír sonar el ritmo de ese pandero, pero esperando de verdad que lo acompañasen más instrumentos o sería música muy repetitiva para una fiesta
Cuando el enorme motero daba vueltas por el lugar con la excusa de encontrar un sitio donde poner un huevo, todo se volvió cristalino en la mente del pequeño. Aquellas vueltas sin sentido eran para reconocer el terreno, estaba claro. Además, tardó muuuuucho tiempo encerrado en el baño. -Seguro que esta enviando datos a sus compañeros y analizando la situación- pensaba el tontatta, que aun sin dejar de recorrer cada rincón de la lujosa estancia dando saltos y voces hablando con su melliza. Mantenía sus pensamientos en las pistas que había tenido todo el tiempo delante de sus ojos. -Una moto voladora... POR DIOS, que hay de espías más que eso- comenzó a enumerar mentalmente -Tiene un montón de armas ocultas y licencia para matar- rio, recordando su propia licencia de caza -Lleva lingotes de oro en la mochila, seguro son recursos de su organización. Además seguro que esas ropas son un disfraz, son demasiado cutres y llamativas como para no estar representando un papel- pensó justo antes de poner las manos abiertas sobre la ventana y pegar la cara al cristal, admirando las vistas -Yo se mucho de actuar- pensaba lleno de orgullo al haber sido capaz de unir todas las pistas -¡¡Y el mejor rastreador de Mirrorball!!- resopló, llenando de vaho el cristal.
-¿Calderilla?- preguntó confundido el pequeñín -¿El Arbusto de la familia de las Saxifragáceas? ¿De uno a dos metros de altura, con hojas pequeñas, acorazonadas y lampiñas? ¿flores de color amarillo verdoso en racimos colgantes, y bayas rojas y carnosas? No se por que nadie querría dar en agradecimiento frutos tan insípidos, la verdad, pero lo cierto es que no tengo ninguno encima- dijo mirando directamente al botones, haciendo uso de sus conocimientos en herboristería, antes de darle la espalda y responder al espía -Las motos son transportes, no veo por que son para un sexo nada más, de todos modos la que la quiere es mi hermana, yo confío en mis alitas- dijo señalando su espalda con el pulgar de la mano derecha -Ella siempre ha querido volar por su cuenta, esta acostumbrada a las cabriolas y la velocidad viajando conmigo, pero quiere poder hacerlas ella por si misma- explicó, justo a tiempo para mirar al botones de nuevo a la cara ante el pedido de pollo picante "prendepedos". Éste, al ver que no iba a sacar en claro nada, más que pedidos continuos, decidió marcharse ante el primero, dispuesto a no volver.
La llamada dejaba cristalino al enano la coartada del infiltrado. -¿PANDERO?- pensó Thymo entusiasmado, pero la “orden” de traer todo lo que tuviera más de dos tetas a la habitación prendió la imaginación del enano, que ya se veía en una fiesta propia de superespías -¡¡ESO ESTA HECHO!!- exclamó muy fuerte antes de asumir su forma escarabajo a la espera de que su melliza saltara sobre su espalda, como tantas otras veces, para salir por la ventana a atraer todo lo que tenga más tetas que el motero. Deseando oír sonar el ritmo de ese pandero, pero esperando de verdad que lo acompañasen más instrumentos o sería música muy repetitiva para una fiesta
Thyma Bandle
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Destreza
Precisión
Intelecto
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El grandullón encontró, por fin, el servicio que tanto iba buscando. Hasta ese momento no se habían podido desprender de la estela de hedor que dejaba a su paso. Los sonidos procedentes del interior del servicio asustaban a la pequeña. -Esta muy pocho ¿No?- Le dijo a su hermano, que daba vueltas por la sala sin parar. Se comunicaba con Thyma pero parecía estar sumido en sus propios pensamientos. No podía culparle por ello. La pequeña también estuvo rebuscando entre todos los rincones de la estancia mientras el gigantón vaciaba sus tripas. Revisó tosas las cortinas y tapetes de la estancia, las vistas de todas las ventanas y la comodidad de todos los asientos y sofás. No tuvo dudas de que su hermano mascullaba algo cuando le vio absorto mirando hacia un cristal empañado por su propio vaho.
Cuando el gordo salió, descubrieron que en ese casino la moneda de pago, de las habitaciones, era con bayas. A Thyma le pareció curioso, pero pensó que tal vez escaseaban en el desierto y era un producto muy valioso y preciado. Fue una pena no tener ninguna encima, pero si lograban encontrarlas de seguro se las traerían a los trabajadores en pago por las molestias ocasionadas.
Roland debía ser el jefe de su grupo, pues sólo un mandamás era capaz de dar tantas órdenes, a tantas personas en tan poco tiempo. Por un lado encargó a su grupo un gran pandero, cosa que a Thyma le hizo especial ilusión, pues llevaba mucho tiempo sin tocar su preciado instrumento y un pandero sería un gran acompañamiento. Además, no hay pandero y triángulo Bandle, sin fiesta añadida. Al mirar a su hermano pudo comprobar que él también estaba entusiasmado con lo que oía. Después de un día tan intenso, no había una mejor forma de relajarse que montando una buena juerga y en eso los mellizos eran expertos. Por otro lado, Roland les pidió a los mellizos que les llevasen, para la fiesta, todo en la isla que tuviera más tetas que él. Thyma no entendía muy bien a qué se refería y se sentía algo confusa, peor al ver a su hermano tan dispuesto, supo que él si sabía lo que tenían que hacer. Al instante y con toda su predisposición Thymo se convirtió en su forma voladora y su hermana no tardó en subirse a sus lomos admirando los colores de sus alas. Juntos salieron disparados por una de las ventanas que estaba abierta. -Thymo, ¿Qué tenemos que buscar?- Le preguntó la Tontatta con genuina curiosidad. Al ver que su hermano no respondía permaneció en silencio, viendo como se adentraba en el desierto. Fueron viendo varios grupos de personas, de animales y también algún pequeño oasis y poblados. Thymo parecía querer reconocer el terreno o tal vez estaba buscando algo en concreto, pero parecía realmente concentrado. La curiosidad de Thyma iba en aumento a cada kilómetro que surcaban.
En un momento dado Thymo detuvo el vuelo y se posaron en el suelo. No parecía haber nada de interés allí, más allá de unas pequeñas construcciones. Como no sabía lo que buscaban, no podía saber si el sitio era el adecuado o no. Thyma bajó de la espalda de su hermano y comenzó a preguntarle insistentemente por el pedido de Roland. Comenzaron a caminar. Pronto se cansó de su propia insistencia y cambió su línea de pensamientos. -Thymo ¿Crees que si hacemos lo que nos dice, hará una excepción en eso de que solo pueden llevar las motos los chicos? Yo seria una gran piloto ¿A que si?- Ese tema le preocupaba mucho. Ella en realidad era más fuerte que muchos de sus compañeros varones de la fábrica y más teniendo en cuenta su tamaño. Si el problema era el peso, estaba segura de no ser un impedimento y si la negativa era por un tema tradicional, Thyma se ganaría su cariño hasta que lograse su objetivo. Entonces, Thymo se detuvo en una especie de cercado. Su hermana se quedó observando sus movimientos, pues el Tontatta parecía absorto en sus pensamientos. "¿Qué estamos haciendo aquí?" Pensó.
Cuando el gordo salió, descubrieron que en ese casino la moneda de pago, de las habitaciones, era con bayas. A Thyma le pareció curioso, pero pensó que tal vez escaseaban en el desierto y era un producto muy valioso y preciado. Fue una pena no tener ninguna encima, pero si lograban encontrarlas de seguro se las traerían a los trabajadores en pago por las molestias ocasionadas.
Roland debía ser el jefe de su grupo, pues sólo un mandamás era capaz de dar tantas órdenes, a tantas personas en tan poco tiempo. Por un lado encargó a su grupo un gran pandero, cosa que a Thyma le hizo especial ilusión, pues llevaba mucho tiempo sin tocar su preciado instrumento y un pandero sería un gran acompañamiento. Además, no hay pandero y triángulo Bandle, sin fiesta añadida. Al mirar a su hermano pudo comprobar que él también estaba entusiasmado con lo que oía. Después de un día tan intenso, no había una mejor forma de relajarse que montando una buena juerga y en eso los mellizos eran expertos. Por otro lado, Roland les pidió a los mellizos que les llevasen, para la fiesta, todo en la isla que tuviera más tetas que él. Thyma no entendía muy bien a qué se refería y se sentía algo confusa, peor al ver a su hermano tan dispuesto, supo que él si sabía lo que tenían que hacer. Al instante y con toda su predisposición Thymo se convirtió en su forma voladora y su hermana no tardó en subirse a sus lomos admirando los colores de sus alas. Juntos salieron disparados por una de las ventanas que estaba abierta. -Thymo, ¿Qué tenemos que buscar?- Le preguntó la Tontatta con genuina curiosidad. Al ver que su hermano no respondía permaneció en silencio, viendo como se adentraba en el desierto. Fueron viendo varios grupos de personas, de animales y también algún pequeño oasis y poblados. Thymo parecía querer reconocer el terreno o tal vez estaba buscando algo en concreto, pero parecía realmente concentrado. La curiosidad de Thyma iba en aumento a cada kilómetro que surcaban.
En un momento dado Thymo detuvo el vuelo y se posaron en el suelo. No parecía haber nada de interés allí, más allá de unas pequeñas construcciones. Como no sabía lo que buscaban, no podía saber si el sitio era el adecuado o no. Thyma bajó de la espalda de su hermano y comenzó a preguntarle insistentemente por el pedido de Roland. Comenzaron a caminar. Pronto se cansó de su propia insistencia y cambió su línea de pensamientos. -Thymo ¿Crees que si hacemos lo que nos dice, hará una excepción en eso de que solo pueden llevar las motos los chicos? Yo seria una gran piloto ¿A que si?- Ese tema le preocupaba mucho. Ella en realidad era más fuerte que muchos de sus compañeros varones de la fábrica y más teniendo en cuenta su tamaño. Si el problema era el peso, estaba segura de no ser un impedimento y si la negativa era por un tema tradicional, Thyma se ganaría su cariño hasta que lograse su objetivo. Entonces, Thymo se detuvo en una especie de cercado. Su hermana se quedó observando sus movimientos, pues el Tontatta parecía absorto en sus pensamientos. "¿Qué estamos haciendo aquí?" Pensó.
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