El periódico OPD
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Contratante: Ben Babbaw
Descripción de la misión:Sí, lo reconozco. Yo fui quien ayudó a Terra Kepler a huir de los barcos de la Marina. ¿Pero de verdad merezco todo esto? Vosotros no visteis su mirada seductora, ni escuchasteis su voz de sirena… ¡Prometió recompensarme! Y ahora estoy aquí, encerrado en la vieja prisión del cuartel de Navarone. Si me salváis podré hablarle bien de vosotros, de que somos amigos… ¡Por favor! ¡Seré generoso! Tengo cosas valiosas escondidas. ¡Por favor!
Objetivo: Salva a Ben Babbaw de la justicia.
Objetivo secundario o alternativo: Que no te descubran hasta que te hayas ido.
Premios:Un objeto de calidad mítica y los planos secretos de la armería de Marineford.
Premios por objetivos secundarios:Veinte millones de berries.
Descripción de la misión:Sí, lo reconozco. Yo fui quien ayudó a Terra Kepler a huir de los barcos de la Marina. ¿Pero de verdad merezco todo esto? Vosotros no visteis su mirada seductora, ni escuchasteis su voz de sirena… ¡Prometió recompensarme! Y ahora estoy aquí, encerrado en la vieja prisión del cuartel de Navarone. Si me salváis podré hablarle bien de vosotros, de que somos amigos… ¡Por favor! ¡Seré generoso! Tengo cosas valiosas escondidas. ¡Por favor!
Objetivo: Salva a Ben Babbaw de la justicia.
Objetivo secundario o alternativo: Que no te descubran hasta que te hayas ido.
Premios:Un objeto de calidad mítica y los planos secretos de la armería de Marineford.
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Cheshire
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Una mañana como cualquier otra. Eso parecía, al menos. Pero cuando pudieron darse cuenta, en realidad se dirigían hacia una isla. Lo cierto era que aquella tripulación era extraña, mucho más de lo que había podido pedir. Pero también eran gente de fiar, o por lo menos eso creía. Todavía no podía asegurar que confiase cien por cien en ellos, pero en un mundo tan inmenso como aquel, ¿de verdad quedaba alguien en quien confiaba? Lo más probable es que la respuesta fuese un no, aunque había algo en su interior que le hacía querer creer. Que le hacía tener fe en esos compañeros que tenía y en los que quizás podría llegar a considerar compañeros en un futuro. Eso era lo que le motivaba, al menos.
El mar había sido bastante cruel con ellos los últimos días. Tanto que, incluso aunque disponían de grandes dotes de navegación, habían acabado por moverse en su ruta. Demasiado. Si su idea principal había sido marchar por la Ruta del Rey en busca de tesoros, aventuras de piratas y alguna que otra historia más que contar... todo se torció. Seguramente pudiesen encontrar aventuras también por allí, al menos cuando encontrasen más provisiones con las que abastecerse y consiguiesen, por fin, volver al lugar en el que debían estar.
- Nos hemos perdido, ¿verdad? - Preguntó Riri mientras Cheshire terminaba de atarse sus espadas al cinto. Lo cierto era que perdidos perdidos no estaban, pero tampoco sabía exactamente dónde se encontraban. Y el único que conocía tanto -o más- que ella de navegación era el ornitorrinco que había subido a bordo en una isla anterior. Había sido toda una sorpresa encontrárselo, pues ni siquiera recordaba haberle ofrecido acompañarle, pero tampoco le importaba. Le había caído bien, y entre ganarse otro enemigo o encontrarse con un nuevo compañero de viaje prefería lo segundo, sin duda. Así que en cuanto le encontró y partieron, lo único que pudo hacer fue ofrecerle una cama, ropa limpia y toda la comida que quisiese comer dentro de sus posibilidades. Tal vez no fuese mucho, pero la aventura solo había hecho más que empezar.
Claro que eso ya era agua pasada. Ahora los problemas volvían a seguirles de cerca, envolviéndoles en misterio. ¿Qué era aquella isla que veían a lo lejos? Estaba habitada, eso lo sabía, pero bien podría tratarse de piratas, cazarrecompensas, marine e incluso poblaciones salvajes como la que había visto en las ruinas de Ireos. Debían ir con cuidado si querían bajar y buscar provisiones, así que se acercó al timón y redujo un poco la velocidad. Conforme lo hizo y consiguió tener una mejor visión de todo cuanto había en la superficie de la isla, achinó los ojos y sintió un escalofrío en el cuerpo.
- Eso es un ocho, ¿verdad? Y no un ocho cualquiera. ¿G-8? - Alzó la voz para preguntar a los suyos, sin quitar la vista del frente. Otra complicación más. No sabía el tipo de marine que podría haber en la isla, pero ser la base de un cuartel cuando había precio sobre algunas de las cabecitas de a bordo era un problema. Uno que prefería evitar por el momento, siempre que fuera posible. Ya había tenido sus problemas con la marine.- Vamos a dar una vuelta, no quiero atracar en el puerto principal.- Con un suave suspiro, dirigió el barco con suavidad atravesando el océano.
Aunque tardaron un poco más en llegar hasta tierra firme, valía la pena si podían evitar ser descubiertos. La idea principal era simple una vez estando allí: entrarían en la isla camuflados -o al menos lo suficientemente camuflados- y cruzarían el mercado. Comprar mercancías no sería un verdadero problema, así que con que bajasen dos valdría. Y como el que más idea tenía de mapas -al menos que ella supiese- era Arny, no dudó en ofrecerle acompañarle hasta el lugar.
- ¿Preparado? Puede que sea peligroso - Expresó con cierta preocupación una vez tuvo puesta aquella especie de túnica que, aunque algo raída, servía de camuflaje.- Tengo un mal presentimiento con este sitio, pero todo podría mejorar.- Compuso una suave sonrisa y se dejó caer por la barandilla del barco, aterrizando entre varios matorrales y el barro. Justo en frente había un pequeño y estrecho camino que parecía conducir hacia el centro de la isla, o por lo menos hacia la villa que hubiese por allí. Por suerte para ella, esa vez no iba sola y podía evitar perderse.
El mar había sido bastante cruel con ellos los últimos días. Tanto que, incluso aunque disponían de grandes dotes de navegación, habían acabado por moverse en su ruta. Demasiado. Si su idea principal había sido marchar por la Ruta del Rey en busca de tesoros, aventuras de piratas y alguna que otra historia más que contar... todo se torció. Seguramente pudiesen encontrar aventuras también por allí, al menos cuando encontrasen más provisiones con las que abastecerse y consiguiesen, por fin, volver al lugar en el que debían estar.
- Nos hemos perdido, ¿verdad? - Preguntó Riri mientras Cheshire terminaba de atarse sus espadas al cinto. Lo cierto era que perdidos perdidos no estaban, pero tampoco sabía exactamente dónde se encontraban. Y el único que conocía tanto -o más- que ella de navegación era el ornitorrinco que había subido a bordo en una isla anterior. Había sido toda una sorpresa encontrárselo, pues ni siquiera recordaba haberle ofrecido acompañarle, pero tampoco le importaba. Le había caído bien, y entre ganarse otro enemigo o encontrarse con un nuevo compañero de viaje prefería lo segundo, sin duda. Así que en cuanto le encontró y partieron, lo único que pudo hacer fue ofrecerle una cama, ropa limpia y toda la comida que quisiese comer dentro de sus posibilidades. Tal vez no fuese mucho, pero la aventura solo había hecho más que empezar.
Claro que eso ya era agua pasada. Ahora los problemas volvían a seguirles de cerca, envolviéndoles en misterio. ¿Qué era aquella isla que veían a lo lejos? Estaba habitada, eso lo sabía, pero bien podría tratarse de piratas, cazarrecompensas, marine e incluso poblaciones salvajes como la que había visto en las ruinas de Ireos. Debían ir con cuidado si querían bajar y buscar provisiones, así que se acercó al timón y redujo un poco la velocidad. Conforme lo hizo y consiguió tener una mejor visión de todo cuanto había en la superficie de la isla, achinó los ojos y sintió un escalofrío en el cuerpo.
- Eso es un ocho, ¿verdad? Y no un ocho cualquiera. ¿G-8? - Alzó la voz para preguntar a los suyos, sin quitar la vista del frente. Otra complicación más. No sabía el tipo de marine que podría haber en la isla, pero ser la base de un cuartel cuando había precio sobre algunas de las cabecitas de a bordo era un problema. Uno que prefería evitar por el momento, siempre que fuera posible. Ya había tenido sus problemas con la marine.- Vamos a dar una vuelta, no quiero atracar en el puerto principal.- Con un suave suspiro, dirigió el barco con suavidad atravesando el océano.
Aunque tardaron un poco más en llegar hasta tierra firme, valía la pena si podían evitar ser descubiertos. La idea principal era simple una vez estando allí: entrarían en la isla camuflados -o al menos lo suficientemente camuflados- y cruzarían el mercado. Comprar mercancías no sería un verdadero problema, así que con que bajasen dos valdría. Y como el que más idea tenía de mapas -al menos que ella supiese- era Arny, no dudó en ofrecerle acompañarle hasta el lugar.
- ¿Preparado? Puede que sea peligroso - Expresó con cierta preocupación una vez tuvo puesta aquella especie de túnica que, aunque algo raída, servía de camuflaje.- Tengo un mal presentimiento con este sitio, pero todo podría mejorar.- Compuso una suave sonrisa y se dejó caer por la barandilla del barco, aterrizando entre varios matorrales y el barro. Justo en frente había un pequeño y estrecho camino que parecía conducir hacia el centro de la isla, o por lo menos hacia la villa que hubiese por allí. Por suerte para ella, esa vez no iba sola y podía evitar perderse.
Arny Sanskari
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-Anda, que coincidencia más tonta- exclamó el ornitorrinco acercándose a una atareada Cheshire. Mientras la capitana revisaba los cajones con víveres para el viaje que había comprado, Arny aprovechó el momento para subirse a bordo entre saludos y estupefacción en su cara por el inesperado encuentro. Antes de que pudiera darse cuenta, el barco de la capitana Cheshire zarpaba rumbo a un nuevo puerto con un mink más en la tripulación. Un mink que no paraba de hablar sobre el viento, las corrientes y las mareas en un intento de pasar inadvertido y que nadie cuestionase su presencia a bordo. Al menos hasta que fuese demasiado tarde.
Cuando el “run run” de la voz de Arny comenzó a ser preocupante, hacía un buen rato que el puerto estaba en el horizonte. Momento en el que la capitana al fin relajó la concentración de las maniobras necesarias para mover aquel navío.
El ornitorrinco sabía lo que era ponerse al timón de un barco, y que la concentración necesaria para el desamarre y posterior puesta en ruta a veces se llevaba demasiado de la conciencia de lo que tenías alrededor.
En verdad los planes de Arny habían sido seguirla sin llamar demasiado la atención, pero volar a cierta altura transformado en una nube de gas le proporcionaba información sobre el viento y cambios importantes. Lo que sus conocimientos sobre el clima transformaba en información útil. Y se acercaban vientos fuertes, a los que el gaseoso mink, no tenía muchas ganas de enfrentar. Lejos de cejar en su empeño, resolvió “colarse” en el barco y probar suerte. Como ultima opción podría intentar escapar por el aire, peor por lo que había visto de aquella chica, dudaba mucho que fuese a ocurrir nada de lo que arrepentirse después.
Los días pasaron y los conocimientos sobre navegación del ornitorrinco vinieron bien en momentos complicados del viaje. Los fuertes vientos traían una mochila de nubes de tormenta que acompaño al navío durante buena parte del trayecto. El desvío inconsciente de la ruta solo significaba una cosa para Arny, para su espíritu aventurero esto era algo que no podía rechazar. Una oportunidad de exploración, dibujar un nuevo mapa de un lugar inesperado, como aquella isla en la que todos eran aliens disfrazados de vacas robot.
La emoción se tornó rápido en decepción. Una isla llena de marines no era lo que Arny entendía por aventura. Además estaba seguro de que no le dejarían caminar por cualquier lugar para dibujar un mapa fiel a la realidad. Siempre le ocurría lo mismo en presencia de bases de la marina... y todos sus mapas tendrían un importante agujero si aquello hubiera representado un problema para sus capacidades anteriormente, pero ahora iba acompañado.
-Siempre- Exclamó mientras calculaba el porcentaje de la isla que podría dibujar. Si todo era correcto en las guías y enciclopedias que había leído, la isla entera era una base de la marina, así que guardaba pocas esperanzas.
Arny se descolgó de la barandilla y amortiguó la caída doblando sus piernas. Disfrazarse resultaba complejo para Arny, y llamar la atención demasiado simple. Al menos en su forma física. -Puedo pasar desapercibido bastante bien, pero ten cuidado ahí dentro. Esta ruta no es la oficial de entrada y puede ser una trampa. Por otro lado, debo advertirte de que yo también comí una fruta- dijo antes de adoptar la forma gaseosa. Sus formas se desdibujaron despacio en el aire, mientras asumía por completo las propiedades de la mezcla de la atmósfera de Navarone, confundiéndose con el entorno salvo ante una mirada lo suficientemente aguda como para fijarse en las ondulaciones del aire.
Se movieron a ritmo hasta que salieron al otro lado del estrecho corredor. Casi más una grieta en la montaña que una entrada excavada. El pasadizo conducía a la parte trasera de la base. Un lugar olvidado donde anteriormente parecían hacer vida los soldados.
Al salir al otro lado pudieron apreciar un lugar para el fuego en el centro de un circulo de casas unifamiliares pequeñitas, como una plaza residencial abandonada hacía tiempo. El polvo hacía de alfombra en el interior de las casas, iluminadas tan solo por la claridad que entraba por las ventanas.
No muy lejos del lugar donde se encontraban, el bullicio propio de una subasta de mercado llegaba a los oídos de la extraña pareja que deambulaba por el desértico vecindario -Los recortes monetarios tuvieron que ser duros si eliminaron barrios enteros de soldados en la base- dijo Arny en un susurro cerca de la capitana. -Ahí parece que están subastando algún tipo de bienes incautados a los piratas. Y donde hay subasta, hay plaza de mercado- exclamó en voz baja -¿Vamos?-
Cuando el “run run” de la voz de Arny comenzó a ser preocupante, hacía un buen rato que el puerto estaba en el horizonte. Momento en el que la capitana al fin relajó la concentración de las maniobras necesarias para mover aquel navío.
El ornitorrinco sabía lo que era ponerse al timón de un barco, y que la concentración necesaria para el desamarre y posterior puesta en ruta a veces se llevaba demasiado de la conciencia de lo que tenías alrededor.
En verdad los planes de Arny habían sido seguirla sin llamar demasiado la atención, pero volar a cierta altura transformado en una nube de gas le proporcionaba información sobre el viento y cambios importantes. Lo que sus conocimientos sobre el clima transformaba en información útil. Y se acercaban vientos fuertes, a los que el gaseoso mink, no tenía muchas ganas de enfrentar. Lejos de cejar en su empeño, resolvió “colarse” en el barco y probar suerte. Como ultima opción podría intentar escapar por el aire, peor por lo que había visto de aquella chica, dudaba mucho que fuese a ocurrir nada de lo que arrepentirse después.
Los días pasaron y los conocimientos sobre navegación del ornitorrinco vinieron bien en momentos complicados del viaje. Los fuertes vientos traían una mochila de nubes de tormenta que acompaño al navío durante buena parte del trayecto. El desvío inconsciente de la ruta solo significaba una cosa para Arny, para su espíritu aventurero esto era algo que no podía rechazar. Una oportunidad de exploración, dibujar un nuevo mapa de un lugar inesperado, como aquella isla en la que todos eran aliens disfrazados de vacas robot.
La emoción se tornó rápido en decepción. Una isla llena de marines no era lo que Arny entendía por aventura. Además estaba seguro de que no le dejarían caminar por cualquier lugar para dibujar un mapa fiel a la realidad. Siempre le ocurría lo mismo en presencia de bases de la marina... y todos sus mapas tendrían un importante agujero si aquello hubiera representado un problema para sus capacidades anteriormente, pero ahora iba acompañado.
-Siempre- Exclamó mientras calculaba el porcentaje de la isla que podría dibujar. Si todo era correcto en las guías y enciclopedias que había leído, la isla entera era una base de la marina, así que guardaba pocas esperanzas.
Arny se descolgó de la barandilla y amortiguó la caída doblando sus piernas. Disfrazarse resultaba complejo para Arny, y llamar la atención demasiado simple. Al menos en su forma física. -Puedo pasar desapercibido bastante bien, pero ten cuidado ahí dentro. Esta ruta no es la oficial de entrada y puede ser una trampa. Por otro lado, debo advertirte de que yo también comí una fruta- dijo antes de adoptar la forma gaseosa. Sus formas se desdibujaron despacio en el aire, mientras asumía por completo las propiedades de la mezcla de la atmósfera de Navarone, confundiéndose con el entorno salvo ante una mirada lo suficientemente aguda como para fijarse en las ondulaciones del aire.
Se movieron a ritmo hasta que salieron al otro lado del estrecho corredor. Casi más una grieta en la montaña que una entrada excavada. El pasadizo conducía a la parte trasera de la base. Un lugar olvidado donde anteriormente parecían hacer vida los soldados.
Al salir al otro lado pudieron apreciar un lugar para el fuego en el centro de un circulo de casas unifamiliares pequeñitas, como una plaza residencial abandonada hacía tiempo. El polvo hacía de alfombra en el interior de las casas, iluminadas tan solo por la claridad que entraba por las ventanas.
No muy lejos del lugar donde se encontraban, el bullicio propio de una subasta de mercado llegaba a los oídos de la extraña pareja que deambulaba por el desértico vecindario -Los recortes monetarios tuvieron que ser duros si eliminaron barrios enteros de soldados en la base- dijo Arny en un susurro cerca de la capitana. -Ahí parece que están subastando algún tipo de bienes incautados a los piratas. Y donde hay subasta, hay plaza de mercado- exclamó en voz baja -¿Vamos?-
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A estas alturas de la vida Cheshire estaba segura de que, viese lo que viese, nada podría sorprenderle. O al menos, lo tenía claro hasta que vio a Arny convertirse en una masa de gas frente a sus ojos. Una fruta, había dicho, pero hasta donde había podido comprobar todas eran muy diferentes a esa. No le incomodó, desde luego, si la suya era capaz de semejantes cosas, estaba segura de que el resto tenían poderes espectaculares también. Esperó a que se preparase o a que por lo menos estuviese listo para partir y sonrió suavemente. Se colocó la capucha encima y tapó su rostro un poco con un pañuelo. Pasar desapercibidos era importante. No solo el lugar tenía una base marine, sino que además parecía funcionar como una especie de lugar central.
- Odio este tipo de sitios.- Comentó, simplemente acercándose a la entrada del camino semi oculto que llevaba hasta la ciudad. Había visto, a lo lejos, un par de marine caminando seguramente en su guardia diaria. A lo largo de su vida lo que más se repetía era ese uniforme, cargado de todo cuanto podía detestar y de lo que no podía alejarse ni mucho menos.- Creo que deberíamos intentar darnos prisa. Coger provisiones, cargar el log pose y marcharnos hasta la nueva isla, ya nos hemos desviado mucho de nuestro rumbo.- Varios pasos más hacia delante y se vieron inmersos por fin en lo que era el pueblo.
La mayoría de casas a su alrededor parecían estar habitadas, aunque en cuanto se pudieron fijar bien se dieron cuenta de que se trataba de familias de los soldados que habitaban allí. Claro que no eran únicamente casas de marine, también había otros tantos civiles involucrados en todo aquello, pero no podía estar segura de quién eran y lo que hacían allí. El mercado -no lo suficientemente grande, pero sí abastecido de todo lo que podían necesitar- se presentaba ante ellos, y la gente pululaba de un lugar a otro de la calle no solo caminando con tranquilidad, también seguros de que no les ocurriría nada. En otro momento, si no hubiese visto aquellas familias... Si no hubiese comprendido que esos niños, paseando de la mano de sus madres y padres tendrían que vivir lo mismo que ella, seguramente hubiese volado el sitio en pedazos hasta que únicamente hubiese quedado cenizas. Pero los vio, y por eso mismo se mantuvo quieta, apretando la cuerda que sujetaba su capucha y su capa con todas sus fuerzas hasta que las articulaciones le dolieron.
- Yo...- Deteniéndose un momento, ni siquiera fue capaz de terminar la frase. Nada más intentar hablar un trozo de periódico voló hasta su frente, tapándole por completo la visión durante un momento. La joven subió las manos lo suficiente como para agarrarlo y lo observó con curiosidad. Nunca había creído en el destino, ni en una fuerza externa que era capaz de predecir lo que iba a ocurrir y todo cuanto tenían pendiente. Pero aun así, en cuanto vio los titulares supo que algo estaba ocurriendo, que no era del todo normal que precisamente en ese instante observasen aquello. Se acercó a Arny sin mediar palabra y le enseñó el periódico, en el que se veía a un hombre encerrado. El titular rezaba algo sobre el arresto de aquella persona, aunque no se había enterado por su parte de lo ocurrido.
Justo en ese instante, en cuanto iba a comentar algo al respecto, escuchó a Arny. Asintió con suavidad y empezó a moverse, guardando el trozo de periódico viejo que había "encontrado". Se movió con discreción, evitando las miradas de cuantos pudiesen llegar a fijarse bien en ella. Era fácil pasar sigilosamente entre la multitud, sobre todo en un sitio como aquel, pero no estaba de más. En cuanto llegaron a la plaza, pudo observar gran cantidad de objetos en la subasta. La mayoría de ellos eran simples muebles que, o bien estaban ya viejos, o no tendrían ningún tipo de utilidad en su barco. Un piano, un par de sillones a juego, piezas de té. No le llamaban demasiado la atención, y tampoco valía la pena robarlos. Alguna que otra joya acaparó su atención, pero lo que más consiguió atraer sus miradas fue un tesoro. Sí, un cofre. Lleno de objetos recogidos de aquí y de allí.
- Este lote perteneció al hombre que ahora yace en nuestros calabozos. Empezamos la puja con cincuenta mil berries.- Y Cheshire supo qué era lo que quería.
- Odio este tipo de sitios.- Comentó, simplemente acercándose a la entrada del camino semi oculto que llevaba hasta la ciudad. Había visto, a lo lejos, un par de marine caminando seguramente en su guardia diaria. A lo largo de su vida lo que más se repetía era ese uniforme, cargado de todo cuanto podía detestar y de lo que no podía alejarse ni mucho menos.- Creo que deberíamos intentar darnos prisa. Coger provisiones, cargar el log pose y marcharnos hasta la nueva isla, ya nos hemos desviado mucho de nuestro rumbo.- Varios pasos más hacia delante y se vieron inmersos por fin en lo que era el pueblo.
La mayoría de casas a su alrededor parecían estar habitadas, aunque en cuanto se pudieron fijar bien se dieron cuenta de que se trataba de familias de los soldados que habitaban allí. Claro que no eran únicamente casas de marine, también había otros tantos civiles involucrados en todo aquello, pero no podía estar segura de quién eran y lo que hacían allí. El mercado -no lo suficientemente grande, pero sí abastecido de todo lo que podían necesitar- se presentaba ante ellos, y la gente pululaba de un lugar a otro de la calle no solo caminando con tranquilidad, también seguros de que no les ocurriría nada. En otro momento, si no hubiese visto aquellas familias... Si no hubiese comprendido que esos niños, paseando de la mano de sus madres y padres tendrían que vivir lo mismo que ella, seguramente hubiese volado el sitio en pedazos hasta que únicamente hubiese quedado cenizas. Pero los vio, y por eso mismo se mantuvo quieta, apretando la cuerda que sujetaba su capucha y su capa con todas sus fuerzas hasta que las articulaciones le dolieron.
- Yo...- Deteniéndose un momento, ni siquiera fue capaz de terminar la frase. Nada más intentar hablar un trozo de periódico voló hasta su frente, tapándole por completo la visión durante un momento. La joven subió las manos lo suficiente como para agarrarlo y lo observó con curiosidad. Nunca había creído en el destino, ni en una fuerza externa que era capaz de predecir lo que iba a ocurrir y todo cuanto tenían pendiente. Pero aun así, en cuanto vio los titulares supo que algo estaba ocurriendo, que no era del todo normal que precisamente en ese instante observasen aquello. Se acercó a Arny sin mediar palabra y le enseñó el periódico, en el que se veía a un hombre encerrado. El titular rezaba algo sobre el arresto de aquella persona, aunque no se había enterado por su parte de lo ocurrido.
Justo en ese instante, en cuanto iba a comentar algo al respecto, escuchó a Arny. Asintió con suavidad y empezó a moverse, guardando el trozo de periódico viejo que había "encontrado". Se movió con discreción, evitando las miradas de cuantos pudiesen llegar a fijarse bien en ella. Era fácil pasar sigilosamente entre la multitud, sobre todo en un sitio como aquel, pero no estaba de más. En cuanto llegaron a la plaza, pudo observar gran cantidad de objetos en la subasta. La mayoría de ellos eran simples muebles que, o bien estaban ya viejos, o no tendrían ningún tipo de utilidad en su barco. Un piano, un par de sillones a juego, piezas de té. No le llamaban demasiado la atención, y tampoco valía la pena robarlos. Alguna que otra joya acaparó su atención, pero lo que más consiguió atraer sus miradas fue un tesoro. Sí, un cofre. Lleno de objetos recogidos de aquí y de allí.
- Este lote perteneció al hombre que ahora yace en nuestros calabozos. Empezamos la puja con cincuenta mil berries.- Y Cheshire supo qué era lo que quería.
Arny Sanskari
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“El conocido mercader ambulante Ben Babbaw, responsable de la huida de Terra Kepler, ha sido apresado y será retenido en el cuartel de Navarrone, a la espera de su traslado a las minas de basalto."
El titular dejaba claro para el ornitorrinco que habían llegado en el momento justo. En el justo momento en el que el cuartel tendría guardia doble y problemas en cada esquina.
La prioridad era no llamar la atención, por lo que el ornitorrinco no abandonaría su forma elemental, pues un mink como él llamaría la atención más allá de lo que un perro gigante haría.
Pasando a través del mercado, evitando los puestos más concurridos y los más vacíos. Buscando un equilibrio entre demasiada gente alrededor y demasiado poca. Tratando de llamar lo mínimo posible la atención, la pareja llegó a la subasta. No hacía falta ser un genio perspicaz, ni un experto en gestos humanos, para darse cuenta que algo había llamado la atención de Ches -¿Las pertenencias aún calientes por la mano de su legitimo dueño, que está apresado aquí mismo?- Preguntó Arny alrededor de la chica, como si el propio viento hubiera formulado la pregunta. Muy bajito, solo para ella, pues los que estuvieran alrededor tan solo oirían el silbido de una brisa, corriendo entre la gente que poco a poco se aglomeraba alrededor de la tarima donde el subastador, presentaba los lotes uno tras otro -¿Y si recuperamos al dueño antes de que lo lleven a una mina?- Las ultimas palabras de Arny sonaron entrecortadas. Un cúmulo de emociones bullía en su interior desde el momento en que leyó el titular. Trataba de mantenerse firme, pero la visión de las pertenencias de aquel hombre, puestas a subasta antes incluso de que el humano hubiera sido trasladado. Había terminado por encender el carácter del ornitorrinco, quien tenía un pasado en la minería forzosa.
Arny tenía muy claro que la chica no estaba obligada a sacar a aquel hombre de la cárcel ni a entender la motivación que podría tener el mink para sacarlo. Arny entendía que Ches regresara de vuelta al barco y zarpase sin llamar la atención, antes de que las alarmas sonasen. Pero la determinación de sacar al tipo del calabozo había arraigado en el instinto libertario del ornitorrinco y lo empujaba a ayudar a aquel que ayudaba a otros.
El ambiente alrededor de la subasta empezaba a poner enfermo al mink, que tenía que aguantar los comentarios de aquellos, en su mayoría marines retirados, jactándose del botín incautado. De los trabajos hechos en desalojos forzosos y de lo llenas que estaban las celdas.
Como buitres sobre un cadáver, aquellas personas se lanzaban a la puja de bienes tanto de culpables como de inocentes. Pero todo aquel encarcelado, incluso antes de un juicio y de que este fuese justo o no, ya era considerado un criminal. Llegando a casos en los que la justicia al fin absuelve a los enjuiciados, solo para estos encontrarse con que sus casas y el esfuerzo de toda una vida, había sido subastado.
Como medida extra de seguridad, Arny había comenzado a contraer su cuerpo. Dado que ahora sus células eran gas, podría continuar menguando hasta hacerse realmente pequeño. Lo que aumentaría sus posibilidades de pasar inadvertido. A lo largo de un minuto, pueden suceder muchas cosas, pero manteniendo la concentración en hacerse más y más pequeño, no solo consiguió obviar a la gente a su alrededor, sino que alcanzó una estatura de tan solo diez centímetros mientras el barullo y las pujas por divanes viejos, que no antiguos, continuaban sin cesar.
-Ches- susurró detrás de su oreja izquierda -Tengo que sacar a Ben de la cárcel, no espero que lo entiendas, pero no lo puedo dejar ahí- explicó, listo para ponerse en acción y encontrar al prisionero.
Cheshire
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En el mismo momento en que escuchó a Arny sonrió. Ampliamente, como una niña que está entrando en una tienda de juguetes y a la que sus padres ofrecen cualquier cosa. Siempre quiso la libertad de elegir, pero nunca esperó que alguien verdaderamente se la diese. Aquella idea ni siquiera se le había pasado por la cabeza, no porque no quisiese liberar a alguien apresado, más bien porque comprendía que no mucha gente querría arriesgarse a algo semejante. Conseguir las pertenencias de alguien -pagando- resultaba bastante decepcionante si lo comparaban con la idea de adentrarse en un cuartel de la marine entre sus propias narices solo para rescatar a un prisionero.
- Deberíamos aprovechar ahora, entonces. Estarán más liados con la subasta que en cualquier otro momento.- Se dirigió al ornitorrinco intentando adaptarse al mismo tono que él había utilizado. En definitiva, esperar a un momento propicio seguramente sería contraproducente. La guardia, independientemente de la hora que fuese estaría más activa, y ni siquiera aprendiéndose sus patrones de guardia podrían escabullirse sin esperar un enfrentamiento directo. Algo que, aunque en otros momentos le hubiese parecido irrelevante, ponía en riesgo al resto de su tripulación en el barco. Ellos no estaban enterados de lo que ocurría allí y correrían peligro.
Para alguien que había sido esclava, el hecho de liberar a otros era algo revelador. Se podría decir que alentaba al orgullo de la joven, normalmente escondido en la parte más interna de su ser. Su propio pasado regresaba hasta ella para atormentarla, pero no le importaba. Para ella, arriesgarse por una persona que, como ella, intentaba hacer lo que más le apetecía en todo momento era más natural casi que respirar. No quiso darle explicaciones al ornitorrinco, había cosas que ella ni siquiera podía contarles todavía al resto de sus compañeros. No porque no confiase en ellos, sino porque resultaba algo totalmente extraño si lo comparaba con la persona que actualmente era. Formaba parte de ella, desde luego, pero cuando regresaba a semejantes imágenes lo único que conseguía era visualizar una sombra, guiándose hacia ella como si se tratase de una bruma permanente. Tal vez algún día consiguiese liberarse de aquellos grilletes que continuaban amenazando su existencia día a día. Y tal vez ayudar a otros como le hubiese gustado que le ayudasen a ella consiguiese aliviar esa carga. No lo sabía. Y le daba igual. No había un objetivo con todo aquello salvo el hecho de salvar a una persona.
Empezaría por eso. Luego lo demás sería cosa del destino.
- Lo entiendo, Arny. Y aunque no lo entendiese, si ese es tu objetivo, te ayudaré incluso aunque me cueste la vida. Viajamos juntos, somos compañeros. Además, creo que ayudar a ese hombre nos hará mucho más ricos. Tal vez no en fortuna, pero sí en lo referente a personalidad y sentimientos.- Asintió con suavidad, alejándose ya junto al ornitorrinco de la multitud. Aunque no conocía bien el terreno en el que estaban, lo más probable sería que lo tuviesen en la zona más custodiada del pueblo. Lleno de guardias, estaba segura de que lo tendrían preso en una jaula.- No es que sea una experta de la arquitectura de la marine, pero creo que una entrada a la altura de la calle será mucho más difícil.- Compuso, observando a distintos guardias en las esquinas, otros tantos paseando por la ciudad asegurándose de que todo estuviese correcto.- ¿Prefieres el tejado o intentar buscar un subterráneo? Podríamos movernos fácilmente por las alturas y tratar de entrar sigilosamente por alguna ventana.- Expuso. Su cerebro, fuera del tipo que fuese, funcionaba así. Veía algo y simplemente se lanzaba a ello casi sin pensar. Podía ser algo que había ganado gracias a la influencia del paso del tiempo y de la gente a la que había conocido, pero en realidad daba lo mismo cómo hubiese ganado aquella habilidad. Mientras le sirviese para sus objetivos, todo valía.- Tal vez buscar un subterráneo lleve más tiempo de lo que queremos.- Había muchas opciones y muchos planes sobre la mesa. ¿Cuál era el mejor? Solo el tiempo lo diría.
- Deberíamos aprovechar ahora, entonces. Estarán más liados con la subasta que en cualquier otro momento.- Se dirigió al ornitorrinco intentando adaptarse al mismo tono que él había utilizado. En definitiva, esperar a un momento propicio seguramente sería contraproducente. La guardia, independientemente de la hora que fuese estaría más activa, y ni siquiera aprendiéndose sus patrones de guardia podrían escabullirse sin esperar un enfrentamiento directo. Algo que, aunque en otros momentos le hubiese parecido irrelevante, ponía en riesgo al resto de su tripulación en el barco. Ellos no estaban enterados de lo que ocurría allí y correrían peligro.
Para alguien que había sido esclava, el hecho de liberar a otros era algo revelador. Se podría decir que alentaba al orgullo de la joven, normalmente escondido en la parte más interna de su ser. Su propio pasado regresaba hasta ella para atormentarla, pero no le importaba. Para ella, arriesgarse por una persona que, como ella, intentaba hacer lo que más le apetecía en todo momento era más natural casi que respirar. No quiso darle explicaciones al ornitorrinco, había cosas que ella ni siquiera podía contarles todavía al resto de sus compañeros. No porque no confiase en ellos, sino porque resultaba algo totalmente extraño si lo comparaba con la persona que actualmente era. Formaba parte de ella, desde luego, pero cuando regresaba a semejantes imágenes lo único que conseguía era visualizar una sombra, guiándose hacia ella como si se tratase de una bruma permanente. Tal vez algún día consiguiese liberarse de aquellos grilletes que continuaban amenazando su existencia día a día. Y tal vez ayudar a otros como le hubiese gustado que le ayudasen a ella consiguiese aliviar esa carga. No lo sabía. Y le daba igual. No había un objetivo con todo aquello salvo el hecho de salvar a una persona.
Empezaría por eso. Luego lo demás sería cosa del destino.
- Lo entiendo, Arny. Y aunque no lo entendiese, si ese es tu objetivo, te ayudaré incluso aunque me cueste la vida. Viajamos juntos, somos compañeros. Además, creo que ayudar a ese hombre nos hará mucho más ricos. Tal vez no en fortuna, pero sí en lo referente a personalidad y sentimientos.- Asintió con suavidad, alejándose ya junto al ornitorrinco de la multitud. Aunque no conocía bien el terreno en el que estaban, lo más probable sería que lo tuviesen en la zona más custodiada del pueblo. Lleno de guardias, estaba segura de que lo tendrían preso en una jaula.- No es que sea una experta de la arquitectura de la marine, pero creo que una entrada a la altura de la calle será mucho más difícil.- Compuso, observando a distintos guardias en las esquinas, otros tantos paseando por la ciudad asegurándose de que todo estuviese correcto.- ¿Prefieres el tejado o intentar buscar un subterráneo? Podríamos movernos fácilmente por las alturas y tratar de entrar sigilosamente por alguna ventana.- Expuso. Su cerebro, fuera del tipo que fuese, funcionaba así. Veía algo y simplemente se lanzaba a ello casi sin pensar. Podía ser algo que había ganado gracias a la influencia del paso del tiempo y de la gente a la que había conocido, pero en realidad daba lo mismo cómo hubiese ganado aquella habilidad. Mientras le sirviese para sus objetivos, todo valía.- Tal vez buscar un subterráneo lleve más tiempo de lo que queremos.- Había muchas opciones y muchos planes sobre la mesa. ¿Cuál era el mejor? Solo el tiempo lo diría.
Arny Sanskari
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Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
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Arny no tardo mucho en comprobar que Ches lo entendía. Antes de que ninguna palabra saliera por su boca, la expresión del rostro de la muchacha había sido lo suficientemente esclarecedora para el ornitorrinco. -Bien- sonó alrededor de la muchacha con tono alegre. Arny se desplazó cerca de la capitana para que esta pudiera sentir donde estaba, estirando un gaseoso brazo y tocando su hombro, fuera de la plaza.
La afluencia de gente común desapareció tras un par de calles. Cuanto más cerca del cuartel se encontraban, sin embargo, había muchos más guardias. Tras esconderse en un callejón saltando un contenedor para evitar una patrulla Arny lo tenía claro -A nivel de suelo no podemos acercarnos mucho más. Dame un segundo- pidió el reducido mink mientras se elevaba silenciosamente hacia el tejado de la casa que los había servido de cobertura. Arny buscaba patrullas por los tejados, observadores casuales o posibles den den mushi de vídeo antes de elevar a la chica hasta ahí arriba, pero no pudo descubrir nada, lo cual en parte fue un consuelo, pero prefería haber visto algún sistema de seguridad para saber que al sortearlo estarían bien.
-Los tejados parecen limpios, vamos, te subo- dijo agarrando a la chica por el cinturón y tirando de ella hacia arriba en silencio, casi sin esfuerzo debido al poco peso de la humana. Arrancando despacio, pero elevándose cada vez más rápido, la pareja llego al techo de la construcción, mas parecido a una terraza que a un tejado. Con una puerta que daba al interior, en uno de los laterales. pegado a este, otro edificio, más cercano al cuartel, dejaba un pasillo para que la pareja pudiera saltar el primer control de acceso al interior de la zona militar restringida. A partir de ahí cualquier explicación sería inútil pues serían procesados por allanamiento de zona gubernamental como mínimo. Por suerte Navarrone no estaba preparada para una intrusión por los tejados hasta bien cerca del cuartel. En medio de cuatro calles, ocupando la totalidad de la manzana, el edificio central del cuartel se ofrecía ante los dos intrusos con sus puertas abiertas, invitándolos a entrar. Pero las patrullas de la marina eran mucho más exhaustivas en aquella zona. La garita de la entrada estaba ocupada permanentemente por dos marines armados, una verja con maya de púas decoraba el perímetro del tejado y la mayoría de las ventanas presentaban rejas como protección.
-¿Puedes teleportarte dentro con tu poder?- preguntó Arny -Tengo un plan para poder pasar inadvertidos dentro, pero sería bueno que no te vieran sobrevolando la calle- explicó el mink medio divertido pensando en la imagen de la chica colgando del cinto por algo invisible mientras sobrevuela la calle por encima de los guardias.
-Me colaré entre las rejas y dormiré a todos dentro de la habitación antes de que se den cuenta de que estoy ahí- avisó antes de alejarse y entrar por la ventana que tenían en frente. Por suerte, las ventanas no sellaban a la perfección, por lo que gracias al más mínimo resquicio, el gaseoso mink, podía entrar al interior y comenzar a desplegar oxido nitroso por toda la estancia. Solo para descubrir que estaba vacía. Aun así el plan no era malo. El gas dormiría también a los den den mushi que estuvieran ocultos y a todos aquellos dentro del rango de acción antes de que pudieran dar la alarma, así que podrían avanzar hasta los sótanos sin ser detectados.
Arny se asomó a la ventana y levantó el pulgar de su mano derecha en dirección a Cheshire cuando hubo almacenado todo el gas somnífero junto a la puerta, evitando el desplome de su amiga. Cuando esta estuviera con él, los cubriría con una cúpula de oxido nitroso para prevenirlos de miradas indiscretas y poder avanzar dentro del cuartel antes de que la subasta terminase.
La afluencia de gente común desapareció tras un par de calles. Cuanto más cerca del cuartel se encontraban, sin embargo, había muchos más guardias. Tras esconderse en un callejón saltando un contenedor para evitar una patrulla Arny lo tenía claro -A nivel de suelo no podemos acercarnos mucho más. Dame un segundo- pidió el reducido mink mientras se elevaba silenciosamente hacia el tejado de la casa que los había servido de cobertura. Arny buscaba patrullas por los tejados, observadores casuales o posibles den den mushi de vídeo antes de elevar a la chica hasta ahí arriba, pero no pudo descubrir nada, lo cual en parte fue un consuelo, pero prefería haber visto algún sistema de seguridad para saber que al sortearlo estarían bien.
-Los tejados parecen limpios, vamos, te subo- dijo agarrando a la chica por el cinturón y tirando de ella hacia arriba en silencio, casi sin esfuerzo debido al poco peso de la humana. Arrancando despacio, pero elevándose cada vez más rápido, la pareja llego al techo de la construcción, mas parecido a una terraza que a un tejado. Con una puerta que daba al interior, en uno de los laterales. pegado a este, otro edificio, más cercano al cuartel, dejaba un pasillo para que la pareja pudiera saltar el primer control de acceso al interior de la zona militar restringida. A partir de ahí cualquier explicación sería inútil pues serían procesados por allanamiento de zona gubernamental como mínimo. Por suerte Navarrone no estaba preparada para una intrusión por los tejados hasta bien cerca del cuartel. En medio de cuatro calles, ocupando la totalidad de la manzana, el edificio central del cuartel se ofrecía ante los dos intrusos con sus puertas abiertas, invitándolos a entrar. Pero las patrullas de la marina eran mucho más exhaustivas en aquella zona. La garita de la entrada estaba ocupada permanentemente por dos marines armados, una verja con maya de púas decoraba el perímetro del tejado y la mayoría de las ventanas presentaban rejas como protección.
-¿Puedes teleportarte dentro con tu poder?- preguntó Arny -Tengo un plan para poder pasar inadvertidos dentro, pero sería bueno que no te vieran sobrevolando la calle- explicó el mink medio divertido pensando en la imagen de la chica colgando del cinto por algo invisible mientras sobrevuela la calle por encima de los guardias.
-Me colaré entre las rejas y dormiré a todos dentro de la habitación antes de que se den cuenta de que estoy ahí- avisó antes de alejarse y entrar por la ventana que tenían en frente. Por suerte, las ventanas no sellaban a la perfección, por lo que gracias al más mínimo resquicio, el gaseoso mink, podía entrar al interior y comenzar a desplegar oxido nitroso por toda la estancia. Solo para descubrir que estaba vacía. Aun así el plan no era malo. El gas dormiría también a los den den mushi que estuvieran ocultos y a todos aquellos dentro del rango de acción antes de que pudieran dar la alarma, así que podrían avanzar hasta los sótanos sin ser detectados.
Arny se asomó a la ventana y levantó el pulgar de su mano derecha en dirección a Cheshire cuando hubo almacenado todo el gas somnífero junto a la puerta, evitando el desplome de su amiga. Cuando esta estuviera con él, los cubriría con una cúpula de oxido nitroso para prevenirlos de miradas indiscretas y poder avanzar dentro del cuartel antes de que la subasta terminase.
Arny Sanskari
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Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Concentrado en mantener el gas apartado de las ventanas y en continuo movimiento hacia el pasillo al otro lado de la puerta, llenándolo poco a poco del peligroso somnífero.
Ningún paso, ningún ruido perturbó la concentración de Arny mientras manipulaba la composición del aire con su poder. Ninguno, ni siquiera el sonido de la chica materializándose detrás de él.
Una mirada por encima de su hombro revelo que Ches aun no había llegado -Algo anda raro- pensó entonces el mink, que se acercó a la ventana esperando encontrar a la chica en el tejado, pero tan solo las tejas esperaban la mirada del ornitorrinco -¿HOLA?- pensó sorprendido.
Tras examinar los alrededores con la vista y utilizar su capacidad para percibir la electricidad a su alrededor, la respuesta era más extraña de lo que pensó en un principio. Todo estaba en calma, las rondas continuaban a su ritmo habitual y la subasta acabaría pronto. Arny tenía que decidir que hacer, intuía el destino que le deparaba a aquel pobre hombre pero solo no tenía oportunidad de entrar y salir de la base del G-8 con un reo custodiado. La solución al dilema estaba clara, pero era un trago amargo para el que Arny no se había preparado. Tenía en mente la posibilidad de fracasar, claro. Pero no esperaba ni siquiera intentarlo, por lo que pasó unos minutos en el centro de aquella sala vacía intentando decidirse entre la razón y el corazón.
Finalmente, tras convertirse en su forma elemental y asumir el fracaso, atravesó la ventana de vuelta al exterior, abandonando el control sobre el gas somnífero con el que había inundado parte del edificio.
Una vez en el exterior pegó un ultimo vistazo alrededor, esperando, tal vez, encontrar algún rastro de la chica con la que había venido todo el camino hasta ahí. Pero no encontró nada.
-Tal vez no estaba preparada aún- Pensó, comprensivo, el ornitorrinco. Tras haber comprobado de primera mano la crueldad del mundo, Arny tenía el control de las emociones propio de quien tiene cierta experiencia, pero también comprendía el miedo a lo desconocido, el terror de las leyendas que se contaban sobre las cárceles y el pánico a ser apresado. Arny lo comprendía muy bien, pues su mayor temor era ser encarcelado de nuevo. Volver a perder la libertad que tanto le había costado conseguir. Esa era la razón por la que se había vuelto fuerte, ese fue el motivo que metió al mink en la mejor biblioteca del mundo durante años, para comprender como utilizar mejor su poder. Para no volver a ser apresado jamas.
-Tal vez más adelante- dijo para sí mismo pensando en Ches, mientras sus “pasos” lo encaminaban a la siguiente isla, a la siguiente aventura. Sus dotes de navegante y su capacidad de vuelo, junto con un equipaje ligero, era todo lo que necesitaba para volar libremente entre las nubes. La reducción del peso al transformarse literalmente en gas le permitía volar sin apenas desgastar una pequeña parte de energía, por lo que podría llegar lejos dejándose llevar por las corrientes de aire, sobrevolando tormentas peligrosas y, guiándose por sus conocimientos de navegación, llegar a salvo al siguiente puerto.
Ningún paso, ningún ruido perturbó la concentración de Arny mientras manipulaba la composición del aire con su poder. Ninguno, ni siquiera el sonido de la chica materializándose detrás de él.
Una mirada por encima de su hombro revelo que Ches aun no había llegado -Algo anda raro- pensó entonces el mink, que se acercó a la ventana esperando encontrar a la chica en el tejado, pero tan solo las tejas esperaban la mirada del ornitorrinco -¿HOLA?- pensó sorprendido.
Tras examinar los alrededores con la vista y utilizar su capacidad para percibir la electricidad a su alrededor, la respuesta era más extraña de lo que pensó en un principio. Todo estaba en calma, las rondas continuaban a su ritmo habitual y la subasta acabaría pronto. Arny tenía que decidir que hacer, intuía el destino que le deparaba a aquel pobre hombre pero solo no tenía oportunidad de entrar y salir de la base del G-8 con un reo custodiado. La solución al dilema estaba clara, pero era un trago amargo para el que Arny no se había preparado. Tenía en mente la posibilidad de fracasar, claro. Pero no esperaba ni siquiera intentarlo, por lo que pasó unos minutos en el centro de aquella sala vacía intentando decidirse entre la razón y el corazón.
Finalmente, tras convertirse en su forma elemental y asumir el fracaso, atravesó la ventana de vuelta al exterior, abandonando el control sobre el gas somnífero con el que había inundado parte del edificio.
Una vez en el exterior pegó un ultimo vistazo alrededor, esperando, tal vez, encontrar algún rastro de la chica con la que había venido todo el camino hasta ahí. Pero no encontró nada.
-Tal vez no estaba preparada aún- Pensó, comprensivo, el ornitorrinco. Tras haber comprobado de primera mano la crueldad del mundo, Arny tenía el control de las emociones propio de quien tiene cierta experiencia, pero también comprendía el miedo a lo desconocido, el terror de las leyendas que se contaban sobre las cárceles y el pánico a ser apresado. Arny lo comprendía muy bien, pues su mayor temor era ser encarcelado de nuevo. Volver a perder la libertad que tanto le había costado conseguir. Esa era la razón por la que se había vuelto fuerte, ese fue el motivo que metió al mink en la mejor biblioteca del mundo durante años, para comprender como utilizar mejor su poder. Para no volver a ser apresado jamas.
-Tal vez más adelante- dijo para sí mismo pensando en Ches, mientras sus “pasos” lo encaminaban a la siguiente isla, a la siguiente aventura. Sus dotes de navegante y su capacidad de vuelo, junto con un equipaje ligero, era todo lo que necesitaba para volar libremente entre las nubes. La reducción del peso al transformarse literalmente en gas le permitía volar sin apenas desgastar una pequeña parte de energía, por lo que podría llegar lejos dejándose llevar por las corrientes de aire, sobrevolando tormentas peligrosas y, guiándose por sus conocimientos de navegación, llegar a salvo al siguiente puerto.
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