Naipe
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No había pasado tanto tiempo desde los trágicos sucesos del día veintidós, donde los días ahora se tornaban en semanas y las semanas en meses. Era una noche de lluvia, de lluvia ácida en Yellow Spice, y me encontraba en el salón de baile de la mansión. Un lugar adornado por un gran piano en su centro con grandes alfombras repartidas por todo el suelo. Varias lámparas de araña iluminaban la rectangular estancia mientras que la lámpara mayor se situaba sobre dicho piano. Las cortinas estaban corridas en los ventanales que daban al jardín, todas salvo una, la que estaba inmediatamente detrás de mi. Pues yo me encontraba tocando el piano, concretamente una música llamada "Adagio E Cantábile mientras una copa de vino tinto reposaba sobre la matril del instrumento.
Estuve tocando por varias horas absorto en mis propios pensamientos, levantándome de vez en cuando del piano para tratar de contener algunas náuseas que me iban y venían por motivo de mi patología, a las cuales ahogaba en vino. Cuando me disponía a concluir la pieza musical por décimo quinta vez sonó el reloj; eran las nueve de la mañana. ¿Tanto había tocado?. Eso parecía y era hora de ponerme a trabajar. Así que nada, fui a mi dormitorio y engalané mi mejor vestimenta: traje de tres piezas negro con zapatos a juego. Una camisa blanca adornada por una corbata roja, único color destacable. Mientras me abrochaba los puños volví a la sala de baile, cogí la copa de vino y me la acabé del tirón, no sin antes ser interrumpido por mi mayordomo, Basil.
-Buenos días señor, le ha dejado toda la información de la que disponíamos acerca de lo que me pidió en su despacho- dijo el mayordomo con una sonrisa antes de retirarse de la sala .
¿Que era esa información? Simple. Me disponía a quitarme de en medio a uno de mis menores competidores en el mundo de la siderurgia, el barón Cohen. Y como era obvio, no quería que el apellido Blackwood se mancillara, así que...¿Porqué no contratar a alguien que me hiciera el trabajo? No podía ser cualquiera, y francamente me encontraba en un problema, pues el tema era muy delicado como para cedérselo al primer matarife que viera. Así que me resigné y me fui a mi biblioteca, a la cual no había entrado desde el fallecimiento de mi madre. No había cejado en mi empeño de acabar con Cohen así que estuve leyendo libros relacionados con sectas o buscando mapas e información sobre gentes "especializadas" , no sé, quizás samuráis o ninjas de Wano, quizás criminales de Whisky Peak...o matarifes de Water 7.
La búsqueda no dio fruto, hasta que apareció un nombre en la lista, en un viejo libro polvoriento que había encontrado. Los "Dokuto". No me llamó especialmente la atención en un primer momento, pues básicamente no me sonaban de anda, pero se me dio por leer su historia, o al menos la poca información que exponía el libro. Finalmente y una vez revisado el libro hice llamar a Basil.
-¿Necesita algo señor?- preguntó asomándose por la puerta del despacho. Obviamente necesitaba algo.
-¿Os suena el Clan Dokuto? Tu perteneces a los Blues, quizás sepas algo de este "clan", pues a mi francamente se me escapa. No suelo mirar tan abajo ya sabes- dije irónico.
El mayordomo se quedó pensando por unos minutos la respuesta a mi pregunta, y finalmente, como si se el encendiera la bombilla encima de la cabeza, respondió:
-Oh si, algo me quiere sonar. Cuando viajé hace un mes pude escuchar rumores en una taberna, nada importante, sobre alguien que dice ser de ese clan. ¿Porqué?.
-¿Sabrías si sería posible que lo encontraras en esa taberna de nuevo?.-dije mientras comenzaba a escribir una nota.
-Puedo intentarlo, o en todo caso podría dejar un mensaje de que usted ha preguntado por él. Quizás solo sean rumores, y los Dokuto ya no existan.
-Bueno...no pierdo nada por intentarlo, y si lo que dice este libro es cierto....ya tengo a mi asesino.- dije indicando a Basil que se acercara a mi mesa y entregándole la carta que acababa de escribir- Envíala a la taberna y encárgate que le llegue, me da igual como lo hagas. Ese hombre está invitado a cenar en mi casa en una semana. No me falles Basil.
-¿Y si es un rumor?.-dijo dubitativo el mayordomo cogiendo la invitación.
-En ese caso solo habré perdido tiempo y tendré un libro que quemar en la chimenea...nada más. Ahora ve.
Dicho esto el mayordomo asintió y se dispuso a emprender el viaje. ¿Acudiría ese fantasma a mi mansión?¿ Sería real? ¿ Sería un Dokuto o un farsante? Pronto lo averiguaría.
Estuve tocando por varias horas absorto en mis propios pensamientos, levantándome de vez en cuando del piano para tratar de contener algunas náuseas que me iban y venían por motivo de mi patología, a las cuales ahogaba en vino. Cuando me disponía a concluir la pieza musical por décimo quinta vez sonó el reloj; eran las nueve de la mañana. ¿Tanto había tocado?. Eso parecía y era hora de ponerme a trabajar. Así que nada, fui a mi dormitorio y engalané mi mejor vestimenta: traje de tres piezas negro con zapatos a juego. Una camisa blanca adornada por una corbata roja, único color destacable. Mientras me abrochaba los puños volví a la sala de baile, cogí la copa de vino y me la acabé del tirón, no sin antes ser interrumpido por mi mayordomo, Basil.
-Buenos días señor, le ha dejado toda la información de la que disponíamos acerca de lo que me pidió en su despacho- dijo el mayordomo con una sonrisa antes de retirarse de la sala .
¿Que era esa información? Simple. Me disponía a quitarme de en medio a uno de mis menores competidores en el mundo de la siderurgia, el barón Cohen. Y como era obvio, no quería que el apellido Blackwood se mancillara, así que...¿Porqué no contratar a alguien que me hiciera el trabajo? No podía ser cualquiera, y francamente me encontraba en un problema, pues el tema era muy delicado como para cedérselo al primer matarife que viera. Así que me resigné y me fui a mi biblioteca, a la cual no había entrado desde el fallecimiento de mi madre. No había cejado en mi empeño de acabar con Cohen así que estuve leyendo libros relacionados con sectas o buscando mapas e información sobre gentes "especializadas" , no sé, quizás samuráis o ninjas de Wano, quizás criminales de Whisky Peak...o matarifes de Water 7.
La búsqueda no dio fruto, hasta que apareció un nombre en la lista, en un viejo libro polvoriento que había encontrado. Los "Dokuto". No me llamó especialmente la atención en un primer momento, pues básicamente no me sonaban de anda, pero se me dio por leer su historia, o al menos la poca información que exponía el libro. Finalmente y una vez revisado el libro hice llamar a Basil.
-¿Necesita algo señor?- preguntó asomándose por la puerta del despacho. Obviamente necesitaba algo.
-¿Os suena el Clan Dokuto? Tu perteneces a los Blues, quizás sepas algo de este "clan", pues a mi francamente se me escapa. No suelo mirar tan abajo ya sabes- dije irónico.
El mayordomo se quedó pensando por unos minutos la respuesta a mi pregunta, y finalmente, como si se el encendiera la bombilla encima de la cabeza, respondió:
-Oh si, algo me quiere sonar. Cuando viajé hace un mes pude escuchar rumores en una taberna, nada importante, sobre alguien que dice ser de ese clan. ¿Porqué?.
-¿Sabrías si sería posible que lo encontraras en esa taberna de nuevo?.-dije mientras comenzaba a escribir una nota.
-Puedo intentarlo, o en todo caso podría dejar un mensaje de que usted ha preguntado por él. Quizás solo sean rumores, y los Dokuto ya no existan.
-Bueno...no pierdo nada por intentarlo, y si lo que dice este libro es cierto....ya tengo a mi asesino.- dije indicando a Basil que se acercara a mi mesa y entregándole la carta que acababa de escribir- Envíala a la taberna y encárgate que le llegue, me da igual como lo hagas. Ese hombre está invitado a cenar en mi casa en una semana. No me falles Basil.
-¿Y si es un rumor?.-dijo dubitativo el mayordomo cogiendo la invitación.
-En ese caso solo habré perdido tiempo y tendré un libro que quemar en la chimenea...nada más. Ahora ve.
Dicho esto el mayordomo asintió y se dispuso a emprender el viaje. ¿Acudiría ese fantasma a mi mansión?¿ Sería real? ¿ Sería un Dokuto o un farsante? Pronto lo averiguaría.
Dokuto D. Takeshi
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Desde que fue expulsado de su clan y poco después de llegar a los Blues, el ninja se había planteado dedicarse a la humilde tarea de cazar bandidos y cualquier malhechor por el que le ofrecieran algo de dinero, no solo porque compartía algunas similitudes con el milenario trabajo de su clan, sino porque incluso de esa manera sus habilidades aprendidas y entrenadas por años no se oxidarían, aunque para Takeshi, cuya vida había sido dedicada al clan, en ningún momento había pensado en renunciar a su entrenamiento sin importar que ya no fuera parte del clan.
Dicho eso, que su abuelo y maestro le hubiera concedido el permiso de seguir empleando el apellido era algo que no lograba comprender del todo, pues una vez expulsado era de suponerse que sus lazos con el clan quedarían inexistentes, pero ese no había sido el caso; por supuesto, que aún lo poseyera lo seguía manteniendo unido a sus miembros y por lo tanto a sus enseñanzas―. Y si ese es el caso, tengo que cumplir con el voto de silencio sobre los secretos del clan… Vaya viejo tan astuto jajaja ―le comentó a la persona que estaba a su lado, sonriendo tontamente antes de vaciar el contenido del tarro a través de su garganta por tercera vez; era evidente que estaba ebrio en esos momentos, de lo contrario, no estaría hablando tan abiertamente y menos con un desconocido, aunque aún en ese estado, el ninja jamás dejaría escapar algo relacionado profundamente con el clan Dokuto.
De cualquier manera, viajó en dirección a Yellow Spice luego de leer el contenido de la carta que se le había entregado algunos días atrás, después de todo, no era que tuviera motivos para negarse y además, dado que aquel hombre le preguntó por su apellido antes de pasarle el sobre, era evidente que lo habían invitado en relación a ese hecho; en base a ello, desde que llegó a la mansión situada en una lejana colina, no bajó la guardia ni perdió su tiempo, dedicándose a estudiar sutilmente el sitio mientras caminaba, pues de tratarse de una emboscada tenía que hacerse con una idea general del edificio o al menos de lo que había visto hasta ese momento y le permitiera idear una ruta de escape.
Al cabo de unos minutos fue llevado hasta una habitación y se le informó que, dado que habían llegado algunas horas antes de lo esperado, se le permitiría relajarse en la habitación hasta la hora de la cena, momento para el cual se le buscaría y guiaría del mismo modo hasta el comedor, ante lo cual el varón asintió en conformidad. Tenía que admitir no haber detectado ninguna intención oculta en el mayordomo que le escoltó por la mansión, lo que o bien significaba que era bastante bueno en hacerlo o porque no había nada oculto, pero eso no evitó que tras cerrarse la puerta se dispusiera a revisar el lugar.
Así, finalmente se hizo la hora de cenar y tal y como se le había participado, el mayordomo fue a buscarle y le llevó hasta el amplio comedor―. Debo asumir que debo esperar un poco más, ¿no? ―preguntó antes de caminar hasta la silla que le indicaban le pertenecía y se sentó, viendo entonces los cuadros colgados de la pared, así como parte de la decoración del lugar, tan solo para hacer tiempo mientras llegaba la persona que le había invitado.
Al cabo de un momento, una de las puertas se abrió y apareció la figura de un hombre cuya altura le pareció al ninja un poco más alta que la propia, así como dueño de algunos rasgos físicos que también captaron la atención del varón durante ese breve instante, tomando nota mental del aura que desprendía―. Naipe, supongo… ―mencionó de forma casual antes de levantarse de su asiento con calma, manteniendo la mirada en el sujeto; no descartaba la realización de un asesinato, pues solo por su apellido era que fue invitado, pero intuía que había alguna otra razón para que, antes de ofertar el trabajo, le hubieran invitado a cena, era eso o su pronto empleador era una persona demasiado generosa, o algo por el estilo.
Dicho eso, que su abuelo y maestro le hubiera concedido el permiso de seguir empleando el apellido era algo que no lograba comprender del todo, pues una vez expulsado era de suponerse que sus lazos con el clan quedarían inexistentes, pero ese no había sido el caso; por supuesto, que aún lo poseyera lo seguía manteniendo unido a sus miembros y por lo tanto a sus enseñanzas―. Y si ese es el caso, tengo que cumplir con el voto de silencio sobre los secretos del clan… Vaya viejo tan astuto jajaja ―le comentó a la persona que estaba a su lado, sonriendo tontamente antes de vaciar el contenido del tarro a través de su garganta por tercera vez; era evidente que estaba ebrio en esos momentos, de lo contrario, no estaría hablando tan abiertamente y menos con un desconocido, aunque aún en ese estado, el ninja jamás dejaría escapar algo relacionado profundamente con el clan Dokuto.
De cualquier manera, viajó en dirección a Yellow Spice luego de leer el contenido de la carta que se le había entregado algunos días atrás, después de todo, no era que tuviera motivos para negarse y además, dado que aquel hombre le preguntó por su apellido antes de pasarle el sobre, era evidente que lo habían invitado en relación a ese hecho; en base a ello, desde que llegó a la mansión situada en una lejana colina, no bajó la guardia ni perdió su tiempo, dedicándose a estudiar sutilmente el sitio mientras caminaba, pues de tratarse de una emboscada tenía que hacerse con una idea general del edificio o al menos de lo que había visto hasta ese momento y le permitiera idear una ruta de escape.
Al cabo de unos minutos fue llevado hasta una habitación y se le informó que, dado que habían llegado algunas horas antes de lo esperado, se le permitiría relajarse en la habitación hasta la hora de la cena, momento para el cual se le buscaría y guiaría del mismo modo hasta el comedor, ante lo cual el varón asintió en conformidad. Tenía que admitir no haber detectado ninguna intención oculta en el mayordomo que le escoltó por la mansión, lo que o bien significaba que era bastante bueno en hacerlo o porque no había nada oculto, pero eso no evitó que tras cerrarse la puerta se dispusiera a revisar el lugar.
Así, finalmente se hizo la hora de cenar y tal y como se le había participado, el mayordomo fue a buscarle y le llevó hasta el amplio comedor―. Debo asumir que debo esperar un poco más, ¿no? ―preguntó antes de caminar hasta la silla que le indicaban le pertenecía y se sentó, viendo entonces los cuadros colgados de la pared, así como parte de la decoración del lugar, tan solo para hacer tiempo mientras llegaba la persona que le había invitado.
Al cabo de un momento, una de las puertas se abrió y apareció la figura de un hombre cuya altura le pareció al ninja un poco más alta que la propia, así como dueño de algunos rasgos físicos que también captaron la atención del varón durante ese breve instante, tomando nota mental del aura que desprendía―. Naipe, supongo… ―mencionó de forma casual antes de levantarse de su asiento con calma, manteniendo la mirada en el sujeto; no descartaba la realización de un asesinato, pues solo por su apellido era que fue invitado, pero intuía que había alguna otra razón para que, antes de ofertar el trabajo, le hubieran invitado a cena, era eso o su pronto empleador era una persona demasiado generosa, o algo por el estilo.
Naipe
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Parecía que mi invitado llevaba en la mansión un par de horas. Debo admitir que me gustaba la puntualidad, pero esto me parecía excesivo. Aunque si lo pienso en frío quizás sea porque realmente necesita el trabajo, y eso no es bueno. Al menos mi mayordomo lo hizo esperar en la sala contigua a mi despacho mientras yo pulía los últimos detalles sobre su futuro encargo.
Entonces a la hora me apreté bien la corbata, y con paso calmado y un fichero lleno de hojas bajo el brazo, salí a su encuentro en el gran comedor. Pues parecía que finalmente íbamos a poder cenar. Así que las puertas se abrieron y pude ver al fin a mi invitado cara a cara, que ya estaba sentado listo para cenar. Mi mayordomo, que respondía por le nombre de Basil, simplemente asintió con la cabeza y se dispuso a ir a la cocina a por el primer plato, una jugosa sopa.
-Bienvenido a mi morada Sr Dokuto. Debo admitir que me ha sorprendido su presencia- dije con tono educado, tranquilo y amable- Pues si le soy sincero pensaba que hoy cenaría con un rumor.
Tomé asiento en la cabecera de la mesa, dejando el portafolios a mi derecha.
-¿Naipe? ¿Así me ha presentado el bueno de Basil en su carta?Oh, este hombre sin duda alguna me va a traer de cabeza. Naipe es un pseudónimo como bien entenderá, pero puede llamarme dentro de esta casa Sr Blackwood, aunque le responderé como "Naipe " también - dije antes de comprobar si mi copa estaba llena, y así era. Parecía que Basil estaba atento.
El primer plato no tardó en llegar, siriviéndose la sopa a mi invitado y a mi. Cogí una cuchara con la mano, y volví a dirigirme a mi invitado.
-Seguro que tiene muchas preguntas que hacerme Sr Dokuto, y pienso respondérselas todas, sin embargo, dígame una cosa. ¿Es un dokuto de verdad?. He podido leer acerca de su clan o estirpe o como prefiera llamarlo...y me ha dejado francamente...sorprendido. Y pocos lo logran..ah, y que aproveche- dije alzando la cuchara y tomando un primer sorbo de mi plato mientras Basil se quedó a mi derecha.
-Se preguntará porque le he llamado, es comprensible puesto que ha hecho un largo viaje atendiendo mi "trabajo". Si es verdad lo que dicen de usted, o de los suyos, creo que nos llevaremos muy bien. Pero antes...debe jurar que lo que escuchará en estas cuatro paredes no saldrá de aquí...o me temo que habrá graves consecuencias- dije con tono pesado- No le amenazo, pero bueno. Usted ya entiende por donde voy- concluí antes de hacer un aceno con la mano a Basil para que le entregara el portafolios a mi invitado.
Una vez entregado el portafolios, si Dokuto lo veía podría ver infinidad de fotos de una persona, de una casa, y de varias fiestas en dicha casa con su correspondiente información.
-El señor Ambrosio Spínola es un personaje muy reputado en esta isla, y una auténtica molestia. Controla las siderúrgicas del oeste de la isla y las exporta al Gobierno Mundial en Marinejoa. Digamos que sus negocios interfieren con los míos y me gustaría que eso dejara de ser así. Por eso le he llamado a usted, porque en teoría...es lo mejor de lo mejor....y será recompensado acorde a la precisión del trabajo. Spínola es hombre de festejos con los que "publicitarse" ante la comunidad pública, y por ello dará una fiesta mañana por la noche...y he sido invitado...y usted también irá.
Di un sorbo lento a mi copa mientras continuaba el discurso.
-Requiero de sus actividades o "dones" para apartar del tablero a este hombre y así facilitarme ciertos objetivos. Vamos lo que viene siendo una "purga". ¿Estará a la altura? ¿Acepta el contrato que le ofrezco?. Acabe con Spínola y le juro que no pasará hambre por meses. Por otro lado, no debe ser con veneno, jamás. El veneno es un aliciente de que cualquiera que esté en esa fiesta hubiera podido matarlo.
Di un sorbo a la sopa.
-Quiero que sea algo tradicional...no sé...ahogo, degollamiento. Eso ya se lo dejo a usted, pero a mi me deben ver en la planta baja con el resto de invitados cuando pase. No es desconocido que nos llevamos mal, pero por apariencias nos solemos invitar a las fiestas del contrario. Si tiene alguna duda gustoso se la responderé y pasaremos al siguiente punto.
Si, había sido directo...había que serlo. No me iba a andar por las ramas. Si Dokuto había venido, quizás fuera porque tenía menos escrúpulos que yo, o eso, o era un diligente profesional.
Entonces a la hora me apreté bien la corbata, y con paso calmado y un fichero lleno de hojas bajo el brazo, salí a su encuentro en el gran comedor. Pues parecía que finalmente íbamos a poder cenar. Así que las puertas se abrieron y pude ver al fin a mi invitado cara a cara, que ya estaba sentado listo para cenar. Mi mayordomo, que respondía por le nombre de Basil, simplemente asintió con la cabeza y se dispuso a ir a la cocina a por el primer plato, una jugosa sopa.
-Bienvenido a mi morada Sr Dokuto. Debo admitir que me ha sorprendido su presencia- dije con tono educado, tranquilo y amable- Pues si le soy sincero pensaba que hoy cenaría con un rumor.
Tomé asiento en la cabecera de la mesa, dejando el portafolios a mi derecha.
-¿Naipe? ¿Así me ha presentado el bueno de Basil en su carta?Oh, este hombre sin duda alguna me va a traer de cabeza. Naipe es un pseudónimo como bien entenderá, pero puede llamarme dentro de esta casa Sr Blackwood, aunque le responderé como "Naipe " también - dije antes de comprobar si mi copa estaba llena, y así era. Parecía que Basil estaba atento.
El primer plato no tardó en llegar, siriviéndose la sopa a mi invitado y a mi. Cogí una cuchara con la mano, y volví a dirigirme a mi invitado.
-Seguro que tiene muchas preguntas que hacerme Sr Dokuto, y pienso respondérselas todas, sin embargo, dígame una cosa. ¿Es un dokuto de verdad?. He podido leer acerca de su clan o estirpe o como prefiera llamarlo...y me ha dejado francamente...sorprendido. Y pocos lo logran..ah, y que aproveche- dije alzando la cuchara y tomando un primer sorbo de mi plato mientras Basil se quedó a mi derecha.
-Se preguntará porque le he llamado, es comprensible puesto que ha hecho un largo viaje atendiendo mi "trabajo". Si es verdad lo que dicen de usted, o de los suyos, creo que nos llevaremos muy bien. Pero antes...debe jurar que lo que escuchará en estas cuatro paredes no saldrá de aquí...o me temo que habrá graves consecuencias- dije con tono pesado- No le amenazo, pero bueno. Usted ya entiende por donde voy- concluí antes de hacer un aceno con la mano a Basil para que le entregara el portafolios a mi invitado.
Una vez entregado el portafolios, si Dokuto lo veía podría ver infinidad de fotos de una persona, de una casa, y de varias fiestas en dicha casa con su correspondiente información.
-El señor Ambrosio Spínola es un personaje muy reputado en esta isla, y una auténtica molestia. Controla las siderúrgicas del oeste de la isla y las exporta al Gobierno Mundial en Marinejoa. Digamos que sus negocios interfieren con los míos y me gustaría que eso dejara de ser así. Por eso le he llamado a usted, porque en teoría...es lo mejor de lo mejor....y será recompensado acorde a la precisión del trabajo. Spínola es hombre de festejos con los que "publicitarse" ante la comunidad pública, y por ello dará una fiesta mañana por la noche...y he sido invitado...y usted también irá.
Di un sorbo lento a mi copa mientras continuaba el discurso.
-Requiero de sus actividades o "dones" para apartar del tablero a este hombre y así facilitarme ciertos objetivos. Vamos lo que viene siendo una "purga". ¿Estará a la altura? ¿Acepta el contrato que le ofrezco?. Acabe con Spínola y le juro que no pasará hambre por meses. Por otro lado, no debe ser con veneno, jamás. El veneno es un aliciente de que cualquiera que esté en esa fiesta hubiera podido matarlo.
Di un sorbo a la sopa.
-Quiero que sea algo tradicional...no sé...ahogo, degollamiento. Eso ya se lo dejo a usted, pero a mi me deben ver en la planta baja con el resto de invitados cuando pase. No es desconocido que nos llevamos mal, pero por apariencias nos solemos invitar a las fiestas del contrario. Si tiene alguna duda gustoso se la responderé y pasaremos al siguiente punto.
Si, había sido directo...había que serlo. No me iba a andar por las ramas. Si Dokuto había venido, quizás fuera porque tenía menos escrúpulos que yo, o eso, o era un diligente profesional.
Dokuto D. Takeshi
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Mientras esperaba en el comedor, el varón pensó en su abuelo y en su clan, recordando algunas de sus enseñanzas, palabras y directrices, incluyendo la importancia de mantener secreto el status como asesino de sus miembros salvo de aquellos que ya lo supieran y contactaban con ellos bajo esa primicia. Dicho eso, para el resto del mundo la “principal” actividad de los Dokuto radicaba en la medicina tradicional, por lo que al escuchar de los Dokuto las personas solo pensarían, de manera general, en curanderos o médicos especializados, más nunca en ninjas y mucho menos en asesinos.
En palabras de su abuelo, «Nadie tiene mayor conocimiento para acabar con la vida de una persona que alguien que ha estudiado medicina, no importa la rama que haya tomado», y en este sentido, el clan estaba dividido en dos ramas, aquellos que pertenecían a la Interna y recibían un entrenamiento especial que los volvía aptos para desenvolverse como médicos y como asesinos, y los que pertenecían a la Externa que sabían del entrenamiento pero simplemente no eran aptos para recibirlo, aunque eso no les impedía aprender los oficios de la medicina tradicional; incuso esa pudo haber sido una de las razones por las que su abuelo le había permitido mantener el apellido, de manera que pudiera ejercer dichas funciones.
Por supuesto, Takeshi ignoraba que al embriagarse solía mencionar algunos pequeños indicios, nada demasiado revelador por lo menos y que dado su estado en esos momentos, cualquiera pensaría que solo estaba ebrio y decía tonterías, sin embargo, aquellos que supieran la verdad por investigación propia o tras encontrar algún registro histórico de las actividades del clan, fácilmente confirmarían la información.
Fuera como fuera, el hombre que entró en la sala le dio la bienvenida y tras hacerlo, se sentó en la cabecera de la mesa y comenzó a hablar del negocio que les acontecía a ambos, demostrando un distinguido control en sus movimientos y palabras, lo que reflejaba el claro hecho de ser una persona con clase, un aristócrata y por lo tanto, una persona con enemigos, o al menos, un enemigo del cual quería deshacerse; por otro lado, Takeshi no era una persona de muchas palabras, por lo que luego de sentarse de nuevo, únicamente se limitó a escuchar mientras el hombre le hablaba.
Del mismo modo, el ninja se mantuvo inmóvil pero no en un sentido rígido, y fue solo cuando el hombre dio un sorbo a su sopa que el varón imitó el acto usando su mano derecha, la razón era porque su izquierda, aunque estaba a la vista y no demostraba indicios de nada, apuntaba sutilmente al hombre, necesitando solo un movimiento específico de su mano para disparar una de sus armas ocultas directamente a la cabeza de su objetivo en caso de ser requerido, después de todo «Para confiar en una persona, primero debes dudar de ella», esa había sido otra de las palabras de su abuelo.
Cuando recibió la “sutil amenaza” de su empleador, no le costó entender que realmente no se trataba de ello, pues a fin de cuentas, de hacerse pública la conspiración, ésta afectaría muy negativamente la reputación del aristócrata, aunque lo mismo y no descartaba que el hombre manipularía las cosas y así salir indemne de la situación. De nuevo, asintió mientras el mayordomo hacia el recorrido con el portafolio en mano, dedicándose entonces a ver y estudiar el contenido una vez estuvo en su poder, analizando atentamente la información a medida que Blackwood explicaba el motivo por el cual su rival debía salir del juego.
El objetivo se trataba de un hombre de avanzada edad, regordete y con un estilo de vestir bastante extravagante para los años que parecía poseer, por otro lado, según se podía notar, la seguridad a su alrededor era relativamente alta, un aspecto bastante importante a considerar, sin embargo, nada que no se pudiera burlar si se ideaba la estrategia correcta; otros de los aspectos que llamó su atención, era que el sujeto tenía una hija pequeña con la que pasaba tiempo, y que no parecía tener esposa aunque eventualmente se mostraba acompañado, más no siempre, por lo que parecía ser una mujer joven de pelo corto cuya mirada se encontraba bastante alejada de la realidad, como si le hubiera arrebato su motivo de vivir.
Volvió su atención al hombre cuando parecía estar a punto de terminar, y como había hecho hasta ahora, asintió en conformidad con las condiciones que su empleador indicaba con la única diferencia de que esta vez se dispondría a hablar finalmente―. Muy bien, Sr. Blackwood, aunque es prácticamente un trabajo de un día para otro, lo tomaré… ―inició luego de unos segundos, colocando el portafolio sobre la mesa.
―Solo que como ha dicho, en efecto, tengo un par de dudas, entre ellas, ¿de qué manera me hará ingresar a la fiesta? Si está dentro de sus capacidades hacerme pasa por un mesero, sería una forma de hacerlo… ―chef o músico eran también dos formas bastante prácticas para infiltrarse en un lugar, pero el ninja no era bueno en lo más mínimo para tales actividades, y aun cuando pudiera, ambos oficios lo mantendrían fijado en un solo lugar lo que dificultaría su desplazamiento y más cuando la intención de Blackwood era que ocurriera en la misma fiesta según parecía.
―Ahora bien, entiendo que no quiera que se le relacione con el asesinato, pero del mismo modo, me parece que ese es de hecho el tipo mensaje que busca dar ¿me equivoco? ―usar veneno era sin duda una manera sencilla y que no levantaría sospechas, pero Blackwood solicitaba que no se hiciera por ese medio y quería aclarar el motivo, aunque no tuviera relación estrecha con el trabajo―. Una última cosa, ¿gusta que ocurra en los aposentos privados de Spinola o que sea frente a todo el mundo?…
En palabras de su abuelo, «Nadie tiene mayor conocimiento para acabar con la vida de una persona que alguien que ha estudiado medicina, no importa la rama que haya tomado», y en este sentido, el clan estaba dividido en dos ramas, aquellos que pertenecían a la Interna y recibían un entrenamiento especial que los volvía aptos para desenvolverse como médicos y como asesinos, y los que pertenecían a la Externa que sabían del entrenamiento pero simplemente no eran aptos para recibirlo, aunque eso no les impedía aprender los oficios de la medicina tradicional; incuso esa pudo haber sido una de las razones por las que su abuelo le había permitido mantener el apellido, de manera que pudiera ejercer dichas funciones.
Por supuesto, Takeshi ignoraba que al embriagarse solía mencionar algunos pequeños indicios, nada demasiado revelador por lo menos y que dado su estado en esos momentos, cualquiera pensaría que solo estaba ebrio y decía tonterías, sin embargo, aquellos que supieran la verdad por investigación propia o tras encontrar algún registro histórico de las actividades del clan, fácilmente confirmarían la información.
Fuera como fuera, el hombre que entró en la sala le dio la bienvenida y tras hacerlo, se sentó en la cabecera de la mesa y comenzó a hablar del negocio que les acontecía a ambos, demostrando un distinguido control en sus movimientos y palabras, lo que reflejaba el claro hecho de ser una persona con clase, un aristócrata y por lo tanto, una persona con enemigos, o al menos, un enemigo del cual quería deshacerse; por otro lado, Takeshi no era una persona de muchas palabras, por lo que luego de sentarse de nuevo, únicamente se limitó a escuchar mientras el hombre le hablaba.
Del mismo modo, el ninja se mantuvo inmóvil pero no en un sentido rígido, y fue solo cuando el hombre dio un sorbo a su sopa que el varón imitó el acto usando su mano derecha, la razón era porque su izquierda, aunque estaba a la vista y no demostraba indicios de nada, apuntaba sutilmente al hombre, necesitando solo un movimiento específico de su mano para disparar una de sus armas ocultas directamente a la cabeza de su objetivo en caso de ser requerido, después de todo «Para confiar en una persona, primero debes dudar de ella», esa había sido otra de las palabras de su abuelo.
Cuando recibió la “sutil amenaza” de su empleador, no le costó entender que realmente no se trataba de ello, pues a fin de cuentas, de hacerse pública la conspiración, ésta afectaría muy negativamente la reputación del aristócrata, aunque lo mismo y no descartaba que el hombre manipularía las cosas y así salir indemne de la situación. De nuevo, asintió mientras el mayordomo hacia el recorrido con el portafolio en mano, dedicándose entonces a ver y estudiar el contenido una vez estuvo en su poder, analizando atentamente la información a medida que Blackwood explicaba el motivo por el cual su rival debía salir del juego.
El objetivo se trataba de un hombre de avanzada edad, regordete y con un estilo de vestir bastante extravagante para los años que parecía poseer, por otro lado, según se podía notar, la seguridad a su alrededor era relativamente alta, un aspecto bastante importante a considerar, sin embargo, nada que no se pudiera burlar si se ideaba la estrategia correcta; otros de los aspectos que llamó su atención, era que el sujeto tenía una hija pequeña con la que pasaba tiempo, y que no parecía tener esposa aunque eventualmente se mostraba acompañado, más no siempre, por lo que parecía ser una mujer joven de pelo corto cuya mirada se encontraba bastante alejada de la realidad, como si le hubiera arrebato su motivo de vivir.
Volvió su atención al hombre cuando parecía estar a punto de terminar, y como había hecho hasta ahora, asintió en conformidad con las condiciones que su empleador indicaba con la única diferencia de que esta vez se dispondría a hablar finalmente―. Muy bien, Sr. Blackwood, aunque es prácticamente un trabajo de un día para otro, lo tomaré… ―inició luego de unos segundos, colocando el portafolio sobre la mesa.
―Solo que como ha dicho, en efecto, tengo un par de dudas, entre ellas, ¿de qué manera me hará ingresar a la fiesta? Si está dentro de sus capacidades hacerme pasa por un mesero, sería una forma de hacerlo… ―chef o músico eran también dos formas bastante prácticas para infiltrarse en un lugar, pero el ninja no era bueno en lo más mínimo para tales actividades, y aun cuando pudiera, ambos oficios lo mantendrían fijado en un solo lugar lo que dificultaría su desplazamiento y más cuando la intención de Blackwood era que ocurriera en la misma fiesta según parecía.
―Ahora bien, entiendo que no quiera que se le relacione con el asesinato, pero del mismo modo, me parece que ese es de hecho el tipo mensaje que busca dar ¿me equivoco? ―usar veneno era sin duda una manera sencilla y que no levantaría sospechas, pero Blackwood solicitaba que no se hiciera por ese medio y quería aclarar el motivo, aunque no tuviera relación estrecha con el trabajo―. Una última cosa, ¿gusta que ocurra en los aposentos privados de Spinola o que sea frente a todo el mundo?…
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