El cielo, tan bonito y a la vez terrorifico [pasado]

Tras el viaje en barco desde la isla Conomi hacia las islas Geko, del barco de transporte y mercancías sale Momojiro, bajando de la tabla para pisar puerto, estaba cansado, para pagar su viaje había trabajado tanto en cocina como moviendo cajas, por lo que no pudo disfrutar de un pase de lujo en dicho navío. Nada más pisar los tablones del puerto, escuchó, a lo lejos el estruendo hueco de un trueno, lo que encogió su corazón, le aceleró el pulso y provocó un escalofrío que recorrió toda su columna vertebral, con el cuerpo estremecido decidió con paso firme, avanzar hacia la posada para poder dormir y claramente beber... Para Momojiro una tormenta era el momento de beber como un cosaco, pero dicho fenómeno atmosférico estaba lejos, quizás no le llegaría a posar sobre su cabeza. Entró en la primera posada que había, sabía que sería la más cara pues está a principio de puerto, pero los nervios por esconderse eran mayores que el aprecio que le tiene al dinero -Posadero, una habitación por favor- Pidió a un hombre tras una pequeña ventana, el cual, con una mirada un tanto descarada y de desprecio le da una llave con un numero y le cobra. No tardó en entrar para ver como era, por suerte no era muy pequeña pero desde la ventana podía verse la tormenta a lo lejos. Desesperado y nervioso, decidió bajar a la taberna donde la típica escena de vaqueros jugando a las cartas era representada pero en marineros -Un ron doble...- Pidió, no era un borracho, pero los truenos merecían un coma etílico...

Ocho mesas eran en total en aquella posada, al final, la barra y al lado derecho de esta las escaleras que subían hacia las habitaciones. Cuatro mesas eran ocupadas por gente jugando a las cartas, con cuatro marineros por mesa, dos de las mesas estaban colocadas juntas y ocupada por un grupo grande de diez personas, la séptima mesa solo ocupada por nuestro asustadizo trotamundos Momojiro y la octava, claramente estaba vacía. Serían sobre las siete de la tarde, cielo oscurecido y algo de vient...

- Atento a este truco -le digo, haciendo aspavientos parsimoniosos con las manos mientras mi voz decae en varias octavas su tono-. Nada por aquí, nada por ahí...

Hago un último movimiento veloz hacia su cara, pellizcándolo con suavidad y cuando la confusión se hace patente en su rostro le enseño el resultado de mis indudables poderes mágicos:

- ¡Te he robado la nariz!

El hombre parpadea, confuso, pero acto seguido frunce el ceño. Parece molesto por algo, aunque no logro averiguar el motivo. No obstante, acerca el cuchillo más a mi abdomen y ya puedo sentir el frío acero cerca de mi ombligo.

- ¡Que esto es un atraco, joder! -me grita-. ¡¿Cuántas veces tengo que repetirlo?! ¡Que me des toda tu pasta o te rajo!

Ah, así que era eso. Últimamente mucha gente me para con la misma petición, aunque no termino de entender por qué. Sé que mi fama se extiende ya por todas partes, pero nunca pensé que nadie pudiese fantasear con la receta de mis ñoquis de calabaza. En cualquier caso, resulta un esfuerzo muy grande prepararlo y no voy a compartirlo así porque sí con cualquiera.

- Lo siento, señor, pero aunque me encantaría ayudarlo mi pasta no está en venta.

Perplejo, tarda en reaccionar cuando aparto suavemente el arma y me hago a un lado, dejándolo atrás por unos segundos. Al menos esa es mi idea, pero él parece que no va a conformarse con que el legendario pirata, y recalco legendario, le haga un truco de magia. Alguna gente es muy desagradecida.

Corre detrás de mí, lógicamente, pero lo dejo atrás cuando llegamos a la calle principal de... Un momento, ¿en qué isla estoy? Más bien, ¿en qué mar estoy? No debería seguir colándome en barcos aleatorios como forma de viaje. No resulta demasiado práctica. Y, la verdad, ni siquiera me suenan estas calles. En fin...

El tipo me sigue de cerca, seguramente esperando un paso en falso, pero poco a poco empiezo a ignorarlo cuando me percato de lo mismo que él: Hay agentes de la autoridad. A mí no me importa, pero a él parece que sí, y se retira de nuevo mientras yo me meto a una taberna de mala muerte. En ella hay ocho mesas y una barra, marineros jugando timbas probablemente ilegales y un barman tuerto que me mira como si el disfuncional fuera yo. Aunque una vez me percato de que con la carrera la trenza se me ha ido al garete lo comprendo.

- ¡Eh, mesonero! -En estos sitios hay que llamar mesonero al tipo que atiende-. ¡Tu mejor alcohol y una botella para partírsela en la cara al más feo del bar!

Luego me llamarán buscalíos, pero seguro que algún tonto se da por aludido y viene a preguntar.

Después de darle un par de tragos al baso que pidió, hace una señal al tabernero y le pide la botella, el chico fue listo y se puso de espaldas a la ventana que daba a aquella tormenta, pero esa estrategia era un arma de doble filo pues no sabía si se acercaba o se alejaba, cuando el mesero le puso la botella la miró algo nervioso por la situación, su pulso se aceleraba y las manos empezaban a estar más calientes de lo normal. Como no puede ser de otra manera, de forma habitual, en los lugares algo grises como era este local, sucedían cosas que te hacían olvidar por que estabas preocupado, normalmente suelen ser disputas, peleas, apuñalamientos, pero hoy para la suerte del chico de la coleta marrón, fue algo diferente, una muchacha (o lo que Momojiro creía) bastante peculiar, entró en el bar, despeinada, agitada, lo cual era por la carrera que se acababa de pegar pero que iban a saber los que no la habían visto llegar, pidió de una forma bastante atípica una botella de alcohol y una pelea con el primer cateto que tuviera la piel lo suficientemente fina como para darse por aludido.

Un silencio incomodo se generó, cual película del oeste, si hombre, en ese momento donde todo está en silencio pero tanto los actores como los espectadores saben que se van a liar a tiros en menos de lo que canta un gallo. La muchacha era el centro de la tensión pero no era una loca o una borracha... Bueno, a ojos de Momo lo era, pero también se había dado cuenta que por la cicatriz de la mejilla derecha y su indumentaria, daban a entender que era asidua en lo que viene siendo "liarla en un bar"... Vale, no le daré más merito del que tiene, también sabía que esa chica tenía lo que hay que tener para darse de ostias en un sitio así por las cuatro armas que llevaba en la cintura... Quieras o no, es una pista de que se va a liar...

Momo a su vez, solo llevaba una katana bajo el manto que le tapaba un lado del cuerpo pero aún así, estando sentado era visible. Todos los demás sentados en las mesas no eran menos, visiblemente había cuchillos, espadas, flintlocks, vamos era un polvorín, la mínima chispa haría que todo saltara por los aires....

Hay bastantes candidatos, pero parece que ninguno lo bastante estúpido como para levantarse a la primera de cambio. Hay un tipo bizco y tuerto en una esquina, un señor con media cara quemada y una prostituta que en algún momento seguro resultó atractiva, pero ahora solo es... Bueno, prefiero no decir obscenidades en mis propios pensamientos, alguien podría asustarse si fuese capaz de leerlos, como por ejemplo ese chaval anacrónico que me mira de reojo con una mezcla entre excitación y miedo. ¡¿Me oyes, maldito entrometido?! ¡Sé que puedes leerme la mente!

- Y... Dígame... ¿El alcohol es para... beber? -me pregunta el barman-. Porque creo que ya ha...

- ¡Tsk! -le corto-. ¿Qué clase de maleducado corta un monólogo interior? -me mira estupefacto. Creo que piensa que estoy definitivamente borracho-. Te lo voy a decir despacio a ver si te enteras. Quiero. Beber. Alcohol. Si quisiera desinfectarme algo después de, hipotéticamente, arriesgarme al sífilis con la esposa de algún mesonero, estaría en una botica. ¿Tengo cara de querer una botica?

Contengo la sonrisa mientras lo observo. Sus cejas casi se tocan y le tiembla el labio inferior; incluso diría que se le está hinchando una vena en la frente. Va a ser este, ¿verdad? El menos borracho del local y va a ser el que intente pegarme una paliza.

- ¡Ja, cometes un error al...!

- Señor, salga de mi local inmediatamente.

- Pero... pero...

- No admitimos en esta taberna marrulleros y buscalíos. Si desea broca vaya a O'Malley's; aquí se viene a disfrutar.

- ¡Eso mismo! -grita el bizco-tuerto-. ¡Explícaselo, John!

- ¡Sí, que no se diga! -dice otra persona desde el fondo.

- Venga, colega -Un tipo estúpidamente alto pone su mano sobre mi hombro. Debe creerse muy imponente-. Te acompaño a la salida, no vaya a ser que te hagas daño mientras te marchas.

- ¡Puedo salir sin ayuda, gracias! -Me lo quito de encima con un ademán pesado y avanzo hacia la puerta-. ¡¿Y tú no vas a hacer nada?! -grito, mirando al telépata anacrónico-. Tú antes molabas.

Lo increpo con el dedo durante un par de segundos, pero el grandullón me empuja a través del umbral y cierra de un portazo. Escucho vítores mientras ruedo un par de vueltas sobre mí mismo, enfadado. ¿Cómo demonios podían saber que la apatía es mi debilidad? Todos son psíquicos, es la única respuesta lógica. Lo demostraré.

- ¡Os arrepentiréis de esto! -amenazo, dándome la vuelta con el culo un poco dolido-. Mi venganza será terrible.

[Rol off: Por comodidad paso a primera persona, disculpa las molestias]

Antes de que el mesonero le pregunte si el alcohol es para beber, que por una parte me parece una pregunta un tanto, vamos a decir lógica, puesto que es un bar, el sonido agudo, cual pitido constante aparece en mi sentido del oído, ¿Se decía que eso significaba que alguien hablaba de ti? Tonterías, el tapón de cera se habrá movido. El mesonero hace la pregunta típica para favorecer a un concursante el ganar un programa de cultura general y llevarse el premio gordo. La muchacha soltó una explicación detallada de por que estaba en un bar pidiendo alcohol y justificando el por qué se lo iba a beber, ante la frase de "Si quisiera desinfectarme algo después de, hipotéticamente, arriesgarme al sífilis con la esposa de algún mesonero, estaría en una botica. ¿Tengo cara de querer una botica? Una reacción espontanea invadió mi cuerpo, cual poseído por el demonio con la intención de robarme el alma y esta se deslizara fuerte y desbocadamente por mi boca para ser absorbida... Pero claro, no había ningún demonio, era el alcohol que intentaba tragar y un ataque de risa que pude controlar después de escupir todo el contenido de mi boca. Con un poco de vergüenza y una risa interna deseando gritar a voces, limpio la mesa y mis morros.

La tensión del ambiente empieza a calentarse cual olla a presión y por fin ¡Explota! " Señor, salga de mi local inmediatamente." Espera... ¿Qué? ¿Que taberna de mala muerte que se aprecie, es educada? ¿Estaré en una de esas veganas donde no permiten matar a un animal de un golpe seco para luego ser comido pero si clavarle una estaca de hierro vacía a un pobre árbol para que esté sangrando hasta la muerte? Echaron a la muchacha con bastante clase, demostrando tener más clase de la que esta mostraba pero, pensando en lo sucedido y diseccionando cacho a cacho los segundos que pasé mientras la mujer estaba en dicho cuchitril de mala muerte, llegué a la conclusión de... ¡No había pensado en la tormenta! Había captado toda mi atención, esa mujer era la musa que necesitaba y como sé que no hay que juzgar un libro por su cubierta, pero los humanos somos de ese tipo de personas, la chica tenía pinta de querer liarla en otro lado con peor gente... ¡Perfecto!

Me levanto corriendo de la mesa, meto mi mano en uno de los bolsillos y le dejo unas monedas sobre la tabla de madera al mesonero, agarro la botella que compré y marcho raudo tras la mozuela. Salí cual alma perseguida por el cosechador nocturno intentando atrapar a la muchacha...

[spoiler=Si la encuentro]
-¡Hola! ¡Disculpa!- Grito para interrumpir su camino -Hola, disculpe mi atrevimiento, pero he sido testigo de su gran actuación en el local de antes y... Estoy... Como decirlo... - Haber que mentira se me ocurre para poder engancharme cual sanguijuela a su arteria - Escribiendo un libro, si, eso, estoy intentando encontrar inspiración y está basado en peleas, rumores e historietas de taberna, veo que tiene intención de seguir con su actitud mostrada anteriormente, ¿Podría estar presente? Le invito a...- ;Me meto la mano en el bolsillo para mirar cuando dinero me queda -¡Le invito a las dos primeras copas!- Soy pobre... Quizás se me veía algo desesperado, pero era una pelea en el bar con un giro cómico bastante entretenido o cubrirme con una sabana como si fuera a parar un rayo y protegerme... ¿Que iba a hacer en este caso?

No mucha gente mira hacia mí. Parecen bastante ajenos al drama de un hombre que busca divertirse en la noche de... Cierto, ¿dónde estoy? Miro hacia todas partes buscando algo que me indique la isla en la que he terminado, o alguna casa medio abandonada que pueda ocupar por esta noche -o lo que queda de semana-, pero a primera vista no encuentro nada. Tampoco me interesa lo bastante como para indagar más; sin embargo, necesito pintura. Se van a enterar en esta taberna de mala muerte quién manda aquí, los voy a hacer temblar al oír el nombre de Claude von Appetit.

Echo a caminar no sin antes limpiarme la roña callejera que se ha pegado en mis pantalones, pero me detengo cuando a mis espaldas la puerta vuelve a abrirse. En efecto se han dado cuenta de quién soy y ya corren a disculparse con la esperanza de que tenga piedad de ellos. Me doy la vuelta con gesto altivo y pose nobiliaria, alzando la barbilla para parecer si cabe aún más alto. Con mi mejor mirada de indiferencia clavo los ojos en quien, de hecho, no esperaba encontrar: El mentalista anacrónico.

¿Cómo es posible que estés aquí? O sea, no sé si hablarte o no; ¿puedes leerme la mente? Responde en voz alta, yo no puedo leerte la mente. ¿De verdad puedes leer todas mis divagaciones y enterarte de ellas o pensar todo esto es estúpido y solo pierdo el tiempo? Porque si no puedes leerme la mente no tiene sentido ninguno que esté pensando solo para ti mientras te miro con el ceño fruncido y acerco la cara cada vez más y más a la tuya, en expresión curiosa. Pero también podría ser que resultes muy discreto y solo quieras usar tu poder sin que nadie más se entere. Está bien, te guardaré el secreto. Haré como si no pudieses leerme la mente. Casi siempre.

- ¿Escribiendo un libro? -pregunto-. ¿Sobre qué, exactamente? -pido saber, con la esperanza de que diga "sobre ti". ¡Mierda! Ahora si lees la mente lo sabrás. Jopé, ni un minuto he durado-. Peleas y tabernas es un buen resumen de la vida, pero no puede ni siquiera compararse a mis hazañas más épicas como... -Me detengo en seco, evitando activamente pensar ninguna. No me va a robar mis recuerdos para lucrarse sin antes pagar las copas-. ¿Sabes qué? Me has caído bien, y solo por eso creo que puedo dejar que me acompañes un rato. Siempre y cuando dejes de leerme la mente sin permiso.

Genial, y ahora parezco un paranoico. Y sabe que lo pienso.

- Por cierto, ¿qué isla es esta?

La muchacha se quedó un breve tiempo observando pero en seguida habló, aún que no entendí muy bien su frase -¿La mente?- Me quedé pensando dubitativo, quizás había hecho justamente lo que ella quería, ¿Era yo su objetivo? ¿Quizás su intención desde el principio era sacarme de esa taberna? Mmmm... Quizás la chica no parece tan ignorante como da a entender, ¿Se habrá encandilado de mi extrema belleza y habrá hecho esta estrategia para tirarme los trastos? No, no creo, no sabía que estaba nervioso por la tormenta, no me conoce... Bueno, pensar sobre el tema no lo solucionará. -Estás en las Islas Gecko- Contesto aún con más duda ¿No sabe ni donde está? Quizás no han sido tan buena idea salir tras de ella.

Al fondo de la calle había un edificio con bastantes luces las cuales tenían una luz bastante fuerte -Disculpe, ¿Como te llamas? Yo soy Momojiro, encantado- Me presento pues invitar a alguien sin saber su nombre, no me gustaba, era raro... -Si no puedo dirigirme a ti, como voy a invitarte a un par de copas- Comento con mi sonrisa más encantadora.

La tormenta parecía ir acercándose, el viento en las calles era cada vez más fuerte y traía un olor a humedad que provocaba escalofríos en la piel de Momo, el sonido de los truenos y el destello de los relámpagos empezaba a ser notable. -¿Te parece si vamos ya? Si nos llueve encima nos aguará la fiesta- Comento para meter prisa sin que se me noten los nervios pero quizás mis palabras eran más rápidas que las anteriores -¡Vamos!- Grité sobre actuando alegría mientras salia corriendo hacia dicha taberna

- Islas Gecko... -mascullo, tratando de recordar-. East Blue, cuadrante cuarenta y siete, a treinta y nueve millas de... De... -No me sale-. De algún otro sitio que seguramente sea más importante que este. Aunque te daré un consejo, muchacho: Antes de subir a un barco asegúrate de saber en qué puerto desembarcará o podrías acabar corriendo por el bien de tus ñoquis.

Siempre llevo una bolsita bien sellada de ñoquis en mi morral, que saco como un buen padre orgulloso para enseñárselos, A pesar de ser caseros están torneados con elegancia y esmero, presentando irregularidades apenas perceptibles, las suficientes para reconocerlos como artesanales pero no tantas como para que un aficionado haya podido hacerlos. Y, ahora que lo pienso, el ladrón de pasta podría estar cerca, así que mirando a todas partes con urgencia la guardo de nuevo, alejándola de la vista.

Se presenta. Momojiro es un nombre que me resulta curioso, pero más importante es que me pregunta el mío y por unos segundos me siento enormemente ofendido. Creo que se me nota porque momentáneamente frunzo el ceño y mi cabello comienza a arder -una habilidad que, de hecho, desconocía poseer hasta hace unos segundos-, aunque rápidamente vuelvo a la normalidad tratando de no hiperventilar, mirando fascinado mi propia cabellera.

- ¿Tú has visto eso? -pregunto, agarrándome la melena y enseñándosela ilusionado-. ¡Ha ardido! ¡Y está bien! ¿Desde cuando puedo hacer esto? Quiero decir, hace unas semanas no podía y, de pronto... -Espera, hay algo raro. ¿Por qué puedo de pronto hacerlo delante de este chico? Tal vez no sea un simple mentalista, sino un mago hecho y derecho-. En fin, me llamo Claude von Appetit. Mejor espada del mundo y... -Un bocinazo corta parte de la frase, pero yo continúo hablando-, de tus sueños. Y de los de todo el mundo, en realidad.

Quiere irse. Lo entiendo, puesto que en una zona llena de ladrones de pasta yo tampoco estaría muy a gusto. Sin embargo nunca había estado personalmente en las islas Gecko y no tengo muy claro qué se puede hacer en este lugar. A excepción de liarla, claro, o buscar un buen sitio para comer. Ahora que lo pienso no he comido desde que embarqué.

Un sonoro rugido que emana de mis adentros confirma el hambre que me atenaza, y agacho la cabeza con cierta vergüenza. Un guerrero de verdad jamás aqueja de apetito. Sin embargo, en mi caso viene de familia.

- ¿Lo coges? Porque es mi apellido. -Me río antes de darme cuenta de que no he dicho el chiste en voz alta, aunque si no le hace gracia probablemente implique que no lee la mente porque, de hacerlo, se estaría riendo a pecho partido-. Pero sí, vamos al lío.

Comienzo a caminar, guiando la marcha sin tener en cuenta que es muy mala idea sabiendo que ni siquiera sabía dónde estoy hasta hace unos instantes. Aun así voy andando enérgicamente a paso ligero, tocando de vez en cuando mi bolsa para asegurarme de que todo sigue en su lugar hasta que llego a una nueva taberna, al menos de mala muerte que la anterior. Liarla en esta será algo más sencillo, puesto que... No sé, alguna razón habrá, o si no no tendría ganas de entrar. Eso, o tengo mucha hambre. No descartemos todavía.

- Pues... Las damas primero -digo, abriéndole la puerta con mis más majestuosos modales de caballero-. Pero tú invitas.

¿Ñoquis? ¿Que ñoquis? Al sacar la bolsa lo entiendo, esta mujer esta fatal de la cabeza, saca una bolsa de "ñoquis" a la par que mira cual ladrón con su botín a todos lados, ¿Los habría robado? Quien en su sano juicio robaría eso, no entiendo de gastronomía así que pudiera ser que fuera algo super caro. Tengo que hacer claro hincapié que antes de decir su nombre, un escalofrío recorrió mi columna y la temperatura bajo un par de grados, no le dí importancia pero la sensación de algo tenebroso respirando en mi nuca podría ser una descripción clara de lo que sentí, ¡Já! ni que mi vida hubiera estado en peligro... ¡Y que puñetas a sido eso de su pelo! vale, es demasiado extraño hasta para mi, creo que mejor vuelvo a la tormenta. De pronto un trueno (el rugido del hambre) hace que mis pelos se ericen y cambie de opinión -¡Te invito a comer!- grito mientras acelero el paso a la taberna obviando claramente el chiste malo de su apellido... -Las damas primero- Sonreí por compromiso, ¿que le pasaba a esta chica? Y nada más entrar lo supe...

La taberna estaba llena de gente con cara de pocos amigos, si la anterior ya tenía mala pinta, esta sería el agujero oscuro y profundo donde desechar a lo peorcito de la sociedad, lugar donde ninguna madre desearía a sus hijos, pero claro, esto es juzgando al libro por su cubierta, quizás todos aquí tengan una carrera o un master... -Para mi un Whisky doble, para mi acompañante Claude lo que quiera- ¿Claude? Ahora que caigo, ¿que tipo de nombre es? El ambiente de la taberna era claramente más tenso de lo normal, pero algo me dice que es por lo sucedido antes de nuestra entrada por la puerta pues una presencia no cambia tanto una taberna entera...


Momentos antes de entrar:
Cliente 1: ¡Como nos ha podido engañar el idiota ese!
Cliente 2: ¡Nos ha robado todo el dinero!
Camarero: Y se ha ido sin dejar pista alguna, cuando lo encuentre le parto el espinazo
Cliente 1: No si antes le pillo yo, lo degollaré
Cliente 3: Como no nos hemos dado cuenta de que era un estafador
Cliente 4: El dinero fácil no existe, ¡Que rabia!
Cliente 5: Necesito desahogarme, ¡¡¡mi cuchillo quiere sangre!!!

Parece que he acertado con el garito. Según entramos el olor a desesperanza y, para qué negarlo, un par de retretes embotados, inunda mis fosas nasales. Intento no respirar demasiado fuerte y hacerlo por la boca, limitando en la medida de lo posible el hedor que llegue a mí. Cruzo los dedos, aprieto el culo y camino con la delicadeza que me caracteriza hasta la barra, detrás de Momojiro. Este pide un whisky doble y ofrece una carta blanca de "lo que yo quiera". Por un momento fantaseo con muchas cosas, pero pronto bajo de las nubes y estoy frente al camarero.

- Que qué quieres, joven. -Escupe contra un trapo y limpia con él el vaso que acto seguido pone a mi acompañante-. No tengo todo el día, princesa; ¿vas a pedir?

- Tomaré una cerveza; pero de botella. -En realidad ni con esas me la voy a beber, pero por lo menos no tendré que tocar su lapo con las manos.

- No hay casco. Aquí barril o nada, señorita; este es un bar de hombres.

Miro a Momojiro, confuso. ¿Piensa que soy una mujer o me está denigrando por querer botella? No me queda muy claro, pero la conversación a mis espaldas parece que se ha llevado la atención del muchacho. Bueno, tendré que resolver esto por mí mismo.

- Supongo que no queda más remedio. -Saco de mi morral una botella de tercio de litro, tintada para evitar que la luz penetre demasiado y desvirtúe su contenido-. En esta vida hay gallos y patos, y está claro que tú eres un pato y no lo sabes. -Saco dos vasos de chupito-. Pero vas a aprender a respetarme. Te reto a tumbarme, mesonero.

Se ríe pausada pero ostensiblemente.

- Tienes agallas para venir a mi local y retarme a tu juego de adolescentes, pero este es el mundo real. Te voy a dar una lección. ¡Sirve!

Abro la botella. Suena un "clac" seguido de un suspiro, y por un segundo humea. Se disipa pronto, pero veo en sus ojos que lo ha sentido. Los dos sabemos lo que es, pero ya es demasiado tarde para echarse atrás, y según sirvo brinda conmigo y lo apura de un trago. Yo no soy tan estúpido; lo vuelvo a introducir en la botella con cuidado mientras sus ojos comienzan a llorar y... Cayó al suelo. Pum. De un golpe.

- Era de esperar. Nunca dije que fuese a ser alcohol, ¿verdad?

Salto la barra y busco una botella precintada. Bueno, dos, que Momo se merece un poco de higiene también, y le tiendo un whisky bastante mejor que la aberración que le ha servido la masa de espasmos que tengo a mis pies. Para mí, sin embargo, cojo una botella de piña colada ya preparada y vuelvo a mi banqueta.

- A esta ronda invito yo -comento-. ¿De qué estaba hablando esta gente mientras yo cazaba, por cierto?

La conversación con el mesonero desde el minuto uno ya me pareció digna de una pequeña escena de pelea, pero no, la muchacha transformó un desprecio hacia ella en un reto el cual ganó... Cuando la botella se abrió me entró curiosidad de probar dicho licor, pero al ver, que en cuanto él se lo bebe y ella lo guarda me alegré de no haber dicho de unirme a la ronda de chupitos. En cuanto el hombre cayó me levanté para ver que le había pasado pero pronto pasé de el cuando me sirvió mi bella acompañante una botella nueva de wisky, dejé la del bar anterior en la barra y abrí la nueva -¡Gracias!- Comenté mientras la abría y le ofrecía un brindis de botellas.
A nuestras espaldas había una taberna entera cabreada por razones que no entendíamos pero uno de ellos se levantó y se quedó detrás nuestro -A ver... Como os lo explico, habéis venido en un momento poco oportuno, nos la acaban de jugar y tiene pinta que nos vamos a descargar con vosotros polluelos- Comenta con una sonrisa, cosa que fue bastante desagradable, dientes podridos, picados, uno era completamente negro y le faltaba un par -Mil disculpas, no han sido las mejores formas, pero el camarero se a sobrepasado, entiendalo- Comento de forma educada sabiendo que no serviría de nada. El hombre se ríe y escupe al suelo (Que manía tienen de escupir en este maldito lugar) -Veréis, caritas guapas, me voy a limpiar el culo con vuestra piel tersa y pálida- Se apoya el codo en mi hombro -Luego os vais a convertir en mis perros, si yo digo que ladréis ladráis, si yo dicho que me limpiéis las botas, lo haréis y si estáis en desacuerdo...- De su cinturón saca una Flintlock y me apunta en la cabeza, cosa que... Me puso nervioso que quieres que te diga... -¿Estamos?- Sentenció

Mi mano estaba sobre la botella, pero mi cabeza estaba calculando si llegaría a tiempo a desenvainar el arma antes de que el disparara la suya, un solo disparo de él o movimiento agresivo por mi parte y se iba a montar un buen gallinero, no me interesaba jugarme la vida pero ¡oye! Siendo sinceros ni me acuerdo de la tormenta, quizás no esté mal el jugarte el cuello... Si me salvo intentaré enfrentarme a la tormenta en vez de buscar escapatorias de este tipo... A quien se le ocurre...

- De nada -respondo-. Siempre es bueno llevar encima extracto de chile fantasma. Nunca sabes para qué lo vas a necesitar.

En realidad el extracto de chile es uno de mis principales trucos culinarios. Aporta ese picante exótico y potente que da sonoridad a cualquier plato, y rebajado con leche o nata suele dejar apenas un regusto agradable en la boca sin adormecer. Sin embargo tomar una sola gota puede doler si es a palo seco; no quiero ni imaginarme un vaso de chupito entero. Me pican los ojos solo de abrir la botella...

Hablando de lo cual, no me da tiempo a abrir la botella antes de que los paisanos se muestren no poco molestos con la derrota del mesonero -la cual en realidad no ha sido del todo justa, para ser honestos- y comienzan a amenazarnos. Momojiro intenta calmar los ánimos, pero todo lo que consigue es que le apunten a la cabeza. En circunstancias normales me molestaría porque este mequetrefe me esté robando el protagonismo, pero la verdad es que no ha hecho nada y se están desquitando con él. Sinceramente dudo que pueda sacar nada de intervenir, pero tampoco puedo dejar que maten la muchacho porque sí. Aunque bueno, igual algo habrá hecho.

- La verdad es que tiene razón, señor -digo, en tono neutro-. Guau, guau. Déjeme que le limpie las botas.

Abro la botella y la derramo sobre sus pies. Algunas gotas me salpican, pero ese es un problema del Claude del futuro. Puedo ver su rostro desencajarse y la pistola comenzar a moverse hacia mí, pero no dejo que llegue a apuntarme. Con un movimiento rápido estampo la botella en su cara, que se rompe derramando alcohol sobre él y esparciendo cristales por casi un metro a la redonda. Por suerte no son esquirlas diminutas, tan solo un par de trozos grandes. De hecho, aún tengo el cuello en la mano.

- En mi casa a los cerdos solíamos limpiarlos así -comento-. Un poco de alcohol y... -Un mechero en mi mano, una chispa momentánea y una leve llama sobre el encendedor-. ¿Debería, señor?

La pistola se le ha ido de las manos, pero la tiene al alcance si se da cuenta. Me acuclillo sobre él, con la llama extraordinariamente cerca de su oreja.

- No sé si habrás flambeado algo alguna vez -digo, mirando a Momojiro-. El fuego no está a una temperatura lo bastante alta como para matarte, pero sí te puede dejar la piel como un torrezno y quemarte los ojos. Es peligroso jugar con fuego, pero...

- ¡Por favor, no! -suplica el hombre, tapándose la cara-. ¡Lo siento, perdón! Acaban de robarnos el jornal y estamos nerviosos; no quería...

- ¿No querías...? -pregunto-. ¿No estabas dispuesto a disparar? Porque sacar la pistola para enseñarla es de cobardes, ¿lo sabes? Es como si yo ahora no te prendiese fuego; ¿qué pensarían tus compañeros de mí?

Cierro el mechero y me levanto. Le pego una patada en la cara y miro a los demás, con semblante serio.

- ¿Quién os ha robado? Momo y yo conseguiremos ese dinero.

El cañón apuntaba directamente a mi sien, no podía evitar fijarme en el reflejo brillante del metal por donde tras un fogonazo, mis sesos se esparcirían por toda la pared de detrás de mi, en ese momento se me pasaron muchas cosas por la cabeza, por qué había llegado hasta donde estaba, que diría mi familia tras enterarse de mi muerte, ¿Asistirían al funeral? Bueno, la pregunta sería exactamente ¿Me harían funeral o simplemente la noticia sería como el que oye llover? Cosas que espero no saber la verdad, sería deprimente saber la respuesta, no esperaba nada positivo de esas personas...

Mi compañera de barra intercedió ante mi amenaza de muerte, manchó los zapatos del agresor para luego propinarle tremenda ostia con la botella en la cabeza, salpicándome tanto de alcohol como de cristal, pero oye, no sería yo el que se quejase de unas pequeñas manchas, la sangre cuesta más de quitar y mis sesos de recoger... Lo siguiente fue de locos, cual villano de comic, la mujer tras rociar de líquido inflamable, sacó un mechero el cual prendió, pensé que íbamos a oler a barbacoa una semana entera... Por suerte la cosa no llegó a más, podría decirse que se enfrió el ambiente y no llegó a ¿calentarse? Nos dijeron que les habían robado y que por eso estaban así de... Irascibles, sin siquiera darme tiempo a procesarlo, la muchacha había aceptado el encargo de conseguir nuevamente su dinero -Espera... ¿Como?- Pregunté, sin poder llegar a quejarme, me interrumpieron -El señor W.Wonka, es el dueño de unas cuantas empresa de alimentos en varias islas, aquí tiene una fabrica, trabajamos para el, pero este mes no nos pagó las horas extras ni la paga extra, por si fuera poco, nos dijo que una de sus calderas había sido saboteada y nos a obligado a todos los trabajadores a pagarlo de nuestro bolsillo, ¡La caldera estaba bien!- Coje aire para seguir con su historia -Ha venido uno de sus hombres a cobrarse la deuda, se le a pagado pero media hora más tarde ha venido otro... Ahora resulta que el primero no a sido enviado por él y el segundo quiere el dinero que le dimos al primero... No se si me explico... - Increíble estafa les habían marcado, chico listo el primer matón... -Vamos, el primer matón sabía que teníais que pagar, habéis reunido el dinero entiendo y se lo habéis dado, el segundo que es quien tiene que cobrar la deuda no tiene el dinero... ¿Por que no habéis pagado directamente en la fabrica?- Pregunta lógica claro -¡El señor Wonka nos dijo que reunieramos el dinero que no nos molestaría haciéndonos ir a la empresa... Que él lo vendría a buscar...- Que turbio todo... -El camarero era quien iba a encargarse de encontrar al primer matón, pero lo habéis noqueado...- Ups... -¿Sabéis algo del matón?- pregunté -Se llama Lumpa, es hermano del segundo, que se llama Umpa... Es todo un desastre...- Comenta al borde del lloro -Es una estafa en toda regla, seguro que es Wonka el que está detrás de todo, ¿No os a parecido raro desde el inicio?- Vamos, es de primero de literatura, esta es la historia típica en las novelas o libros... -No, siempre hace cosas así- Eran idiotas... -Umpa nos ha amenazado con dañar a nuestras mujeres he hijas...- ¡O vamos! eso es chantaje, no iba a caer, ¡que les ayude otro! -Tengo un recien nacido, se llama Priscila, ¡mira! Y solo nacer ya corre peligro....- Me enseña una foto de un bebe, que feo el hijo p... Así no iba a conseguir hacerme chantaje emocional...

- Sí, sí, sí -digo, interrumpiendo su cháchara incesante-. Sé que no estás a mi altura, pero hoy no me importa hacer de niñera. Siempre y cuando no me robes el protagonismo todo va bien.

Esta gente comienza a hablar del robo. Según ellos un tal W. Wonka, empresario y al parecer un desgraciado de los de toda la vida, ha decidido hacer que sus propios empleados paguen por una maquinaria de cuyo rédito solo disfruta él. ¡Será villano! Me formo una imagen mental de cuán malvado puede llegar a ser, con su chistera morada y su piel blanquecina. Seguro que lleva gafas steampunk como las que venden en Dark Dome... O quizá sea simplemente un viejo calvo lo bastante amargado como para ver en el abuso de poder una forma de demostrar autoridad.

Mientras elucubro acerca de todas las posibles formas en las que el tal Wonka puede presentarse -entre ellas un vampiro pelirrojo y maquillaje de payaso y pistolas en vez de dientes- me pierdo más de la mitad de la conversación de esta gente, pero por el contexto termino entendiendo lo que sucede. A esta gente les han robado el dinero para la caldera... ¡No! Se lo han gastado en comprar el bar. Por eso están tan molestos con que haya robado las botellas, claro. ¡Son suyas! Supongo que desde este mom... No, espera, han dicho que les han robado, ¿en qué demonios pienso? Bueno, no importa, me quedo en silencio unos segundos mirando a Momojiro con una sonrisa esperando a que diga algo. Él estaba atendiendo, él sabrá qué hacer. Sin embargo a medida que mi sonrisa se va haciendo más evidente y mi mirada más vacía me doy cuenta de que la gente espera una respuesta por mi parte. Es obvio, claro: No todos los días tiene uno a Claude von Appetit delante en carne y hueso.

- ¡Tranquilos simples campesinos! -exclamo en tono heroico. Eso los distraerá-. ¡Nosotros salvaremos vuestro dinero de...! Ese tipo... Malo, o algo así... Y lo repartiremos entre los pobres. -Golpeo con el puño la palma de mi mano-. Sí, exactamente eso es lo que haremos, ¿verdad, Momo? ¡Vamos a enseñarle a esa gente lo que significa la plusvalía!

La gente se queda mirándome patidifusa. Efectivamente lo he logrado...

- ¿Nos ha llamado simples? -O no.

- Momo jamás haría eso, no es tan malo. ¡Vamos Momo!

No darles tiempo es la clave. Cojo otra botella más y salgo por la puerta sin dejar que pregunten nada más, atento al cielo que parece algo encapotado... Meh, no importa.

- Oye, Momo... ¿Por dónde empezamos a buscar el dinero? Que se explica fatal esta gente, oye.

No, era la única que palabra que me salía, casi se me desborda de la cabeza, pero esa maldita loca y pelirroja se me volvió a adelantar aceptado una propuesta que no se hizo, aún que claro después de noquear al camarero era lo que nos tocaba... Bueno, "le" tocaba. -¡Pero que me estás contando!- No sirvió de nada, salió por la puerta de forma heroica... -¡No escucha nada!- Grité en la taberna -Y se a ido sin saber a donde...- Comenta el que nos metió en este embrollo -Ya podíais haber cerrado la boca..- El hombre encogió los hombros como si no tuviera nada que ver... -¿Por donde queda la fábrica?- Pregunté antes de salir -[color:3edf=ff0000]Coge la calle principal, tira hacia puerto, entre medias veréis a lo lejos un gran edificio, lo encontraréis fácil, huele a chocolate- Vale, pistas decentes... ¿En serio tenía que ir yo? Salí del bar -Oye, Momo... ¿Por dónde empezamos a buscar el dinero? Que se explica fatal esta gente, oye.- Le miré mal como cuando tienes razón y alguien se atribuye el mérito -Fábrica, lejos, edificio grande, huele a chocolate- No iba a decir las pistas al dedillo, me daba en la nariz que esta mujer no para a escuchar a los demás, tiene demasiados pájaros en la cabeza...

Empecé a caminar cabizbajo por el marrón que tenía encima, esperaba que por lo menos no acabáramos muertos, por lo menos yo... Pero mi paso lento empezó a ser más rápido al caerme una pequeña gota de agua en la mano. Levanté la mano y me quedé mirando la gota, tan húmeda, tan pequeña, tan... ¡Mierda, llueve! Bueno aún no, pero va a llover -¡Vamos rápido, hay que conseguir el dinero!- Mierda, mierda, mierda, va a llover, va a llover, ¡POR QUE TIENE QUE LLOVER! Aceleré el paso sin pensar en si esta mujer loca y despreocupada me seguía...

Información:
La empresa se podía ver claramente si salías de las edificaciones, aún no llovía pero pequeñas gotas suicidas se abalanzaban de vez en cuando, una empresa de seis plantas bastante altas de techo, era de noche por lo que trabajadores no había, pero si gente, extrañamente había bastante gente comparando con lo normal, pero solo se podían ver a cuatro personas en la puerta una vez se acerquen... No parecían armados y las luces de la planta más alta estaban encendidas y se veían sombras

- ¡¿Me estás diciendo que W. Wonka es ese Wonka?! -pregunto, al escuchar lo del chocolate-. ¿El mismo W. Wonka con la fábrica de chocolate más grande del East Blue? ¿El W. Wonka que vive en las islas Gecko? ¿Ese W. Wonka? -Mi ilusión termina agotándose de golpe-. No me suena de nada.

En realidad el viejo Willfred Wonka y yo tenemos un asunto pendiente desde que éramos jóvenes cadetes en la Marina. Él, un hijo de papá miserable nacido en la más rica opulencia y yo, que soy demasiado bueno para este mundo. Hubo un tiempo en que llegué a considerarlo amigo, pero terminó por decirme lo peor que un hombre podría decirle a otro: "Pues mi papá le puede al tuyo". Pero bueno, los años han pasado y los dos hemos cambiado mucho. Yo he llegado al éxito en todo lo que me he propuesto, mientras que él tiene que conformarse con su mierda de factoría y su dinero. ¡Yo soy el que vive aventuras! Y mi padre no podría con el suyo, pero yo lo dejé sin dientes y lloró como una niña.

- Entonces -comento, más calmado-, ¿tenemos que acercarnos a la fábrica de chocolate? Creo que necesitarás esto.

Saco de mi bandolera una galleta de chocolate. En realidad no es que la necesite, pero por alguna razón todo el mundo quiere probar el chocolate Wonka y se olvida de la importancia de apoyar al pequeño artesano. Yo hice esa galleta como parte de una hornada única, irrepetible y tan majestuosa que debí poner todo mi talento en ella.

- Fue amasada sobre la alta meseta que corona la Red Line, con pepitas sacadas de lo más profundo de Raftel y horneadas en los fuegos incansables del Monte del Destino, creando una galleta para dominarlos a todos.

Me doy cuenta de que todo eso lo he dicho en voz alta, pero no importa. Es importante que sepa lo que es una galleta de verdad para que no se deje comprar por otras tonterías. En cualquier caso, se la coma o no, comienzo a caminar en dirección al olor del chocolate.

No tardo mucho en ver la fábrica. Como para no, ese humo negro que asciende hasta las nubes huele a mezclar gatitos bebés con grasa de cacao, y las altas chimeneas de ladrillo recuerdan más a un centro de incineración que al hogar de la felicidad que en las octavillas de publicidad se pretende mostrar. Además, alrededor del edificio se arremolina demasiada gente para una noche normal; ¿por qué? No es el momento, ni tampoco el lugar, para hacer cola por chocolate. Pero es que tampoco están haciendo cola. En fin, solo hay una forma de que pueda solucionar este problema.

Me quito los pantalones, metiéndolos en la bandolera y sacando una ajustada falda de tubo. Mi parte superior pronto sufre el mismo destino para que me ponga una camisa de satén blanco y cuello ligeramente escotado. Ahora que parezco un oficinista cualquiera cambio mis deportivas por un par de sandalias de tacón y me acerco al lugar dando palmas con cierto apuro.

- ¡Vamos, vamos, que no tengo todo el día! -exclamo-. ¡El señor Wonka quiere su dosis de cocaína para metérsela por el culo, ¿quién la trae?! -Miro a uno de ellos-. ¿Tú? Pues conmigo.

Todos los ricos tienen el mismo vicio. Agarro al camello del brazo y, con él, me cuelo en el edificio. Aunque creo que me he olvidado de algo.

Después de un buen rato flipando por a quien vamos a ver, que se ve que era el hombre con la fábrica más grande de chocolate a este lado del mar, resulta que no lo conocía... ¡Mira maldito ser del inframundo! me considero una persona paciente, relajada, amistosa, simpática y que ayuda al prójimo, pero te estas ganando un guantazo con toda la mano abierta que vas a estar cagando dientes un mes entero... ¡Me desquicias! Claramente solo lo pensé, no lo proclamé a los cuatro vientos que era peligrosa la muchacha... Cuando pareció centrarse, me comentó que necesitaría un objeto bastante útil para acercarme a la fábrica ¿Que me iba a dar? ¿Un arma? ¿Una capa? Donde la llevaría, ¿Un distintivo? Quizás hacernos pasar por Marines ayudaría, ¿Un...? Una maldita galleta de chocolate... De verdad, me iba a tirar de cabeza a la tormenta, lo pasaba menos mal que con esta locura de persona ¿¡Para que me haría falta una maldita galleta para entrar en la fábrica!? -¡Gracias!- Agradecí con una sonrisa amable... Pero por dentro estaba deseando que todo esto acabase ya ¡Por dios esto no podía ser cosa del alcohol, esta persona tenía problemas serios!

Me guardé la galleta en el bolsillo externo de mi galleta, -¿Monte del destino? ¿Donde queda eso?- ¡¡Para que pregunto!! ¡Esta tía me estaba arrastrando a su locura! -Quizás debamos.... ¡Pero que haces!- Iba a proponer un plan pero me desconcentró nuevamente la bipolaridad de la chica ¡Para que puñetas se estaba desnudando! Me tapé los ojos con las manos aún que algo de visión se escapaba entre mis falanges mientras se me sonrojaba el rostro -¡Por que te desnudas!- Grité en tono bajo valga la redundancia. Se cambió de arriba a bajo, ahora tenía un toque más elegante, más profesional, se puso ¿Tacones? ¡Me había estado engañando todo el tiempo! Seguro que era una estratagema para entrar como inspección de sanidad o algo por el estilo, claro hombre, ¿O acaso alguien en su sano juicio entraría en una fábrica a sustraer un dinero para los del bar con tacones? Ni que se pudiera pelear cono taco... -¡Vamos, vamos, que no tengo todo el día!- ¿Como a llegado a ellos tan deprisa? -¡El señor Wonka quiere su dosis de cocaína para metérsela por el culo, ¿quién la trae?!- ¡Pero que está diciendo! ¿Cocaína? ¡Nos va a buscar la ruina! ¡La van a apalear! -¿Tú? Pues conmigo- Y con toda su manzana dorada entra en la fábrica sin problemas...

Tirado en el suelo, mirando al cielo ahumado por la fábrica, me quedé pensando en una verdad como un templo... Había pasado de mi, me había dejado atrás ¿Pensaría que no soy lo suficiente bueno? La verdad que ella había entrado y yo estaba todo ofendido en el suelo por no haber podido infiltrarme de cualquier forma... ¡Ya está! Necesito el mismo descaro que le a puesto ella.

A paso firme me dirijo hacia los tres que quedan -¿Ha venido la asistente personal del señor W.Wonka? La estábamos buscando y me a parecido verla- Uno de ello asiente tímidamente con cara de sospechas -Menos mal, dos horas llevo buscando a esa maldita estirada con los tacones... ¿Como puede ir más rápido que yo con esos andares?- Pasé entre ellos directo a la puerta, mi actuación había sido perfecta... O eso pensé hasta que me cogieron del brazo -¿Quien diablos eres tu?- Hice un gesto brusco para zafarme de su agarre -Soy uno de los guardaespaldas personales del señor Wonka, no me vuelvas a tocar en tu vida o te corto el brazo...- Bua, que aspecto de tipo duro me había marcado... De pronto me cayó una ostia con toda la mano abierta -¡¿Crees que no sabemos quienes son nuestros compañeros?! ¡Te burlas de nosotros!- Me recuperé a tiempo del tortazo para ver que sacaban de sus ropas cuchillos, me acababa de meter en una pelea contra tres... ¡Como iba a saber que conocían tanto a sus trabajadores cuando acababa de pasar la borracha como si nada! Me vacilaba todo el mundo...

Centrando mi pensamiento en el tema que tenía ahora entre manos... Agarré el mango de mi espada -Vale, vale, se me a olvidado, soy del destacamento de... Mira, mentir tanto me cansa- Desenfundé mi espada, se echaron hacia atrás, entendí que por la diferencia de centímetros en hierro afilado y ahí fue el momento clave para mi jugada... Eché a correr sin mirar atrás dando la vuelta al edificio...

Todo ha salido a pedir de boca, pero apenas estoy atravesando el portal cuando escucho un grito a mis espaldas. Tanto el camello como yo cruzamos miradas tensas por lo que parece una eternidad. Levanta las cejas mientras sus labios se curvan en una desconsolada expresión de congoja. Yo lo miro, también preocupado, sin saber muy bien hasta dónde llega todo esto.

- Quizá deberíamos besarnos para romper esta tensión -digo acaloradamente. No es que quiera besarlo, pero por lo menos cuando da un paso atrás su estúpida cara deja de distraerme y puedo atender a lo que pasa fuera.

Me asomo a una ventana y veo que Momojiro ha sacado su espada. ¡Espera, Momo! Eso era lo que estaba olvidando. Va a desafiar a tres matones y... Ah, pues no. Sale corriendo. Como cuando le pregunte no me diga que no le parecieron rivales dignos voy a empezar a pensar que no es la clase de persona con la que quiera juntarme; muy miedoso para la vida de aventurero. En cualquier caso me acerco al traficante y tiro de sus solapas para acercarlo lo máximo posible a mí.

- Sal ahora mismo gritando "fuego".

- Pero no hay fuego.

Tiene razón.

Quince segundos más tarde atraviesa la puerta principal un camello en llamas, gritando por el dolor. Desde fuera seguramente puedan ver cómo la luz anaranjada de un incendio se mueve por las ventanas, seguramente quemando todo a su paso. La verdad es que solo son unos pocos papeles muy cerca de las ventanas, perfectamente seguros en las papeleras y lejos de cualquier cosa que no quiero que arda todavía, pero seguramente de el pego. Y si no el tipo que arde seguramente sea lo bastante creíble. Espero que la mantequilla lo proteja y lo apaguen a tiempo. O no, la verdad es que me da igual.

Aprovecho el caos que se está generando fuera para seguir a Momo desde el interior. Si puedo llegar a la siguiente puerta antes que él será relativamente sencillo hacer que entre, ¿pero cómo? Chasqueo los dedos; tengo una idea.

Salgo por la puerta principal y sin prestar atención a toda esa gente corro en la dirección de la persecución. Cuando por fin lo alcanzo pego un grito para conseguir llamar su atención:

- ¡Hey, vosotros! -Ahora que lo pienso, ya no estoy en el interior. ¡Maldito Momo!-. Dejad de jugar al pilla pilla, el hall central está en llamas.

- ¿Y tú quién eres? -preguntan. Con razón, en realidad.

- ¡Yo soy Claude von Appetit! -exclamo-. Mejor espada del mundo y hombre de tus sueños... Y de los de todo el mundo. Y ese chico es mi subcapitán. ¡Alejaos de él!

Echan a reír. Es un poco ofensivo, pero no se lo voy a tener en cuenta. Agarro a uno de ellos y lo estampo contra uno de los ventanales para que atraviese la ventana -solo con el fin de abrir una entrada, no por rencor- y, como parece un poco pequeña, repito el proceso con uno más.

- En fin, sin rencores -digo, dándole una patada en la entrepierna al tercero-. Pero no volváis a olvidar mi nombre. Vamos, Momo.

Tras correr alrededor del edificio montando bastante barullo, cosa contraproducente pues el sigilo con el que quería entrar se fue a freír espárragos. Observé una puerta trasera por la cual entrar si me deshacía de esos tres desgraciados. Dimos un par de vueltas mientras pensaba que hacer, y para cuando los vi cansados decidí darme la vuelta, pero en ese momento aparece mi pesadilla pelirroja e intercede -¿Que diablos haces?- Pregunté al verla salir, ¡No se había conseguido infiltrar! ¿¿Para que sale?? Maldito demonio pelirrojo... -Dejad de jugar al pilla pilla, el hall central está en llamas- ¿En llamas? Miré hacia el edificio y parecían verse por la ventana, ¿¡Que puñetas hacía hecho!? ¿No ibamos a recuperar el dinero? -¡Descerebrada!, ¿no ves que veníamos a recuperar el dinero? ¡Que pasara con el trabajo de todos esos si le quemamos la fábrica!- Si, le grité, pero es que se lo merecía, le faltaban unas dos horas a fuego lento en el horno para que se le acabara de cocer bien el cerebro... Luego se presenta ¡Para que dices tu nombre! Y no solo eso... -Y ese chico es mi subcapitán. ¡Alejaos de él!- Paré en seco

Spoiler:

Esta era mi cara, si, mi cara de... "Para que me voy a quejar si parece haber decidido hasta el nombre de mis nietos" los tres catetos me miraron directamente, solo pude reaccionar negando levemente con la cabeza, pero no negaba el ser sub-capitán, negaba la situación que se estaba descontrolando y no tenía forma de tomar las riendas... Luego claro... Coge a dos... Los lanza, al otro lo deja sin descendencia... Y por si fuera poco pretende entrar en ese edificio en llamas, ni de coña... -¡No pienso entrar!- No iba a entrar, ¿Estamos locos? ¡Está en llamas!

Spoiler:

Desde el interior de la ventana -¡Quieres entrar ya! El dinero no se recuperará solo... ¡Me sacas de mis casillas capitán!- Prefería mil veces estar en un edificio en llamas que debajo de la tormenta, no quería que me rayara un parto, ni ver la luz ni mucho menos escuchar ese ruido... Seguro que podíamos apagar ese fuego pero no parar esa tormenta...

Espera, ¿qué?

Cae un rayo.

Escucho el trueno, veo el relámpago. Pero no importa. Perplejo, miro al vacío mientras mi melena se empapa bajo la lluvia. Inexpresivo, sin comprender del todo lo que está sucediendo. Momojiro se ha metido al edificio, y las llamas de las papeleras parecen haberse descontrolado. Pero nada de eso importa ya, ¿de verdad lo ha hecho?

¿De verdad me ha llamado capitán?

Es la primera vez que alguien me trata con el respeto que merezco.

Comienzo a reírme. Quién me iba a decir que Momojiro sería el indicado, pero parece que él es la persona perfecta para... Para algo, no sé. Pero soy su capitán. Entro por las cristaleras rotas sin preocuparme mucho de dónde piso -más bien preocupándome de pisar bien donde debo- y miro lo que hay a mi alrededor.

- Bueno, definitivamente esto es fuego -explico-. Y todo el mundo sabe que en un incendio debes ir siempre hacia arriba. ¡Vamos! El despacho de Wonka está en la última planta.

En realidad hay mucha gente que opina que del fuego hay que huir en horizontal o, en el peor de los casos, hacia abajo como medio para salir corriendo. Está claro que esa gente no ha visto suficientes películas de acción, pero no es mi deber educar a todo el mundo. Eso sí, hay que subir por las escaleras. Avanzo hacia ellas con decisión mientras comienzo a explicarle a Momo las directrices de la banda:

- Lo fundamental para ser un buen Fancy Cock es ser pelirrojo, así que tendremos que comprarte una peluca -le digo-. También debes saber que, como capitán, tengo el deber y el derecho de adjudicarme toda fama que puedas lograr. Si en algún momento haces algo memorable debes decir "Claude von Appetit patrocina este atentado". No tiene que ser necesariamente un atentado, claro, pero cuando dices esa palabra todo el mundo te toma más en serio.

Sigo dándole explicaciones e instrucciones mientras subimos, hasta que en el piso seis nos topamos con dos enanos en traje de nylon rojo, extrañas gafas verdes y un peinado cuanto menos perturbador. También tienen un bronceado bastante antinatural, pero eso puede explicarse por la quimioterapia. Todos los estudios apuntan a que aguatar tontos durante demasiado tiempo está relacionado con el cáncer. Y con el homicidio.

- Vosotros debéis ser...

- ¡Somos Oompa y Loompa! -exclaman al unísono-. ¡Shamman Linlún! ¿Qué diablos haces aquí tú?

Parpadeo un par de veces.

- Creí que erais niños secuestrados. En fin, que el edificio está en llamas y quiero partirle la cara a Wonka. Si intentáis impedirlo Momojiro os hará frente; ¿verdad, Momo? -Le doy un empujoncito para que quede delante. Pelear contra dos niños con cáncer terminal es la clase de entrenamiento que necesita-. Confío en ti.

Recibo un empujón y me coloco frente a dos pequeños... ¿hombres? -Vale, vamos por partes, lo primero, ante un edificio en llamas, hay que huir, no subir, creo que eso lo has podido mal interpretar, "huir" no "subir" acuérdate, te salvará la vida algún día, segundo lo de la banda hay que hablarlo bien, como sub-capitán te voy a decir que no esta bien que invites a todo el mundo a la banda, tienes que saber a quien acoges bajo tu mandato, ¿y si es alguien malo?- Había desistido en meterle razón por vena a, caer en su paranoia e intentar mediante sus psicosis, llevarle al buen camino, ¿Se creía capitán? Pues había que encauzarle con temática parecida -Tercero, no podemos ir por ahí proclamando atentados así como así, te tienen que haber hecho algo, tener un motivo de peso y demás, ¿por qué esa mentalidad tan destructora? necesitas razones de peso, eso gusta más que proclamar cualquier cosa, ¡hay que pensar bien y a lo grande! que no somos aficionados...- Veré como le quito eso de la cabeza... -Cuarto, no me puedes hacer pelear contra gente por que sí, hay que tener una razón para ello y menos con gente con claros problemas de condroplásia, no está bien en un combate estarían en desven...- Uno de los dos enanos se lanzó directamente hacia mí, solo pude desenvainar para bloquear el cuchillo que guardaba el muy cabr... El segundo se deslizó por la espalda del primero e intentó apuñalarme en un ojo, pero desvié el primer cuchillo y bloqueé el segundo -¡Ostias!- Grité asombrado por la velocidad de estos dos enanos, empezamos a mantener un duelo de igualdad de niveles en un dos contra uno, pero el número importa y ellos tenían una pequeña ventaja además de que peleaban de forma sincronizada y totalmente coordinados lo que los hacía doblemente peligrosos, su forma de pelear era rápida y limpia pero cuando les golpeaba con mi espada tenían la suficiente fuerza como para bloquear mis ataques, eran oponentes muy dignos

La pelea se veía ventajosa para los dos gemelos, pues eran uno más que yo y aparte en la pelea era yo quien retrocedía, bajé lentamente por las escaleras pues ellos me dirigían hacia ahí pero mi coordinación de piernas tampoco era mala y pude bajarlas mientras peleaba sin tropezar. El golpe del hierro contra hierro creaba chispas en el ambiente, escena perfecta pues alrededor nuestro empezaba a hacer bastante calor y las primeras columnas de fuego se hacían presentes -¡si seguís atacando moriremos ahogados!- Comenté, veía huecos para atacar pero no quería derramar sangre, aún que dudaba si podía salir de ahí indemne con esos dos diablos sin ir en serio...

La planta en la que estábamos, había cintas y cadenas de montaje, era una linea de producción y habían grandes ollas con chocolate dentro, habían productos con los que mezclar dicho chocolate y demás, supongo que eran las famosas chocolatinas variadas de las que tanto hablan, famosas igual que nosotros lo seríamos por romper tantas ilusiones de niños al cargarnos dicha fábrica ¡Listo! diría que fue antentado patrocinado por ese desquiciado, ¡así me salvaría! Y estaría haciendo caso a mi capitán... Se cree que somos una banda ¿Pero que clase de pirada... ¡Ostias el enano que me mata!

fabrica:

El duelo con los pequeños era encarnizado, recibí unos cuantos cortes en brazos y piernas por lo que pasé a ser algo más agresivo, agarré una de los boles que había con almendra molida y se lo lancé a la cara a uno de ellos, cegándolo momentáneamente, lo que me permitió batirme en duelo con el otro y arrearle una patada en la cara, iría al pecho pero las medidas estaban desproporcionadas, cosa que lo lanzó hacia atrás lo que me permitió pasar al otro lado de la cadena de montaje y lanzarle todo tipo de cosas...

Entrecierro los ojos con una sonrisa. Otra vez está con su cháchara. Mientras habla no puedo evitar imaginarlo con un denso bigote imperial y marcado acento de alguna parte que solo existe en los libros -o en los chistes racistas-. Dice algo sobre que de los reclutas se sube, no se huye, y que el fuego no puede estar en la banda porque son dos y yo qué sé qué más estará pasando por la perturbada cabeza de este chico. Igual me he precipitado al hacerlo mi subcapitán.

- Momo, si te consideras un hombre de acción no debes dejar que la lógica dicte tus actos; no al menos la lógica mortal. -Los enanos y él comienzan a pelear, pero es obvio que necesita unas palabras de apoyo-: Piensa en grande, Momo. Todo lo que hagas debe ser cinematográficamente espectacular; conviértete en el protagonista de la película que quieres vivir. ¡Tú puedes, Momo!

Vale, tal vez me he pasado de ímpetus, pero ya que estoy... Saco los pompones de mi bandolera. No es particularmente grande, pero cuando sabes ordenar parece que te quepa todo lo que necesitas en ella, salvo un cocodrilo hinchable. La verdad, me habría gustado traérmelo, pero habría tenido que renunciar al kit de cuidado de barbas para traerlo. También al set de barbas postizas. Ah, mi set de barbas postizas, cuántas alegrías me ha dado.

- ¡Venga chicas, es hora de menear el culo! -corro tras la reyerta, danzando cuidadoso de no molestar demasiado y de no llevarme una puñalada accidental. Con un ritmo inventado voy coreando a solas consignas de animación-. ¡La semejanza es la similitud de dos conceptos mutuamente afines! ¡La continuidad es la agrupación en elementos continuos de pequeñas partes! ¡Vamos Momojiro!

Sigo haciendo proclamas a medida que nos acercamos a la fábrica. En ella recios hombres claramente maestros chocolateros forjan -porque en la viril industria chocolatera no se cocina, se forja- tabletas de chocolate a martillo sobre yunque creando la más deliciosa combinación de metales pesados y falta de higiene para dar el chocolate distintivo de Industrias Wonka: El almendrado. En realidad no son pedacitos de almendra sino esquirlas de plomo, ¿pero a quién le importa la intoxicación por metales pesados al ver semejante fábrica?

Son recios y duros hombres del metal: Sus torsos completamente depilados y lubricados con mantequilla, sudorosos mientras golpean con sus herramientas hasta crear el chocolate "perfecto"... Ese tipo de ahí con maquillaje kabuki tocando Rock n' roll all nite no parece muy chocolatero, pero sin duda es un maestro del metal. Casi opaca el ruido de la forja y dota al combate de una nueva dimensión más holística: Parece una slapstick comedy.

- ¡Vamos Momo! -grito-. ¡Confío en ti, hazlo por nuestro hijo! -Es un hijo figurado, pero los chocolateros se quedan mirándome. Luego miran a Momo-. ¿Qué, tenéis algo en contra del amor?

- Ay chochi -responde uno-. Ese chico claramente batea hacia el otro lado.

Me quedo mirando a Momojiro por un momento. ¿Podrá ser que sea hetero?

- Las mariconas locas lo convertís todo en un asunto sexual, ¿verdad?

Empecé a lanzar cosas a los enanos, juraría que a uno le dí con una fresa en un ojo, pero mientras lanzaba, uno de los hermanos, ya no sabía si era luna o chunda, se colocó tras la cinta e intentó apuñalarme, la verdad que la imagen era graciosa pues no me llegaba al cuerpo y sus intentos solo se reducían a intentar apuñalarme una mano cuando lanzaba algo -Jajajaja, no estás a mi altura...- Me reí, luego volví a caer que no era así -¡Disculpa! Mucho tiempo acompañado de la locura personificada- No le gustó mi chiste, claramente se le veía en la cara, pero de un salto me intentó demostrar que mi humor no estaba en armonía con el suyo, pues se me lanzó cual gato...

Spoiler:

-¡Quitamelo, quitamelo!- El hombrecillo se agarró a mi cabeza y sobre todo a mi coleta... Como se le ocurre tocar la cola de un hombre que se la peina tan bien, merece un castigo... Empecé a golpearme con todo lo que pillaba, la cinta, la columna, el suelo... Mala suerte la mía cuando intenté golpearle con el canto de una esquina de la maquina de metal, que el muy capu... De un salto de despega y me arreo en toda la frente y con ganas -¡Ahh!- Dios... notaba un corazón nuevo en la frente mientras el canijo se reía como un niño psicópata mientras me señalaba con una mano y se aguantaba la barriga con la otra. En ese momento, quizás fue la humillación, que empezó a llover y se escuchaba desde dentro o el estrés que me provocaba la mujer de pelo rojo, que en un arrebato de rabia, agarré al hombre cual niño de tres años y lo tiré dentro de un caldero de chocolate en ebullición.

No soy muy familiar, pero puedo llegar a entender, a comprender que a su otro hermano le sentase tan mal ver a su copia gritar mientras salía de la olla y retorcerse en la cinta por que quemase un poquito, puedo llegar a asumirlo, pero el tipo vino corriendo hacia mi con una rabia un tanto sobre actuada. Se acercó cual muñeco "chuky" cuchillo en alto, con la aparente intención de apuñalarme, había un gran palé de madera con frutos secos en su interior al cual me dirigí y de un buen golpe conseguí hacer un agujero y llenar el suelo de ellos, lo que hizo que el intento de asesinato se convirtiera en una caída muy graciosa. Agarré uno de los mil boles de acero que había con fruta y lanzando el contenido le golpeé lo más fuerte que pude en la cabeza, poniendo su cuerpo en reposo... Fase rem le llaman creo...

Tras acabar con mis oponentes, me giré y vi a la pelirroja hablando con los trabajadores, parecía disfrutar mientras a mi me cortaban poco a poco, pero no daría muestras de debilidad, miré hacia ella y pegando un mordisco a una de las manzanas de los boles dije la típica frase mítica de protagonista de peliculón cinematográfico -"No son las habilidades lo que demuestra lo que somos, son nuestras decisiones" - Dije recalcando que no hace falta matar para ganar -Y te tengo que decir... ¡Que asco! he pillado la manzana pocha... ¿Sanidad no se pasea por esta empresa?- Dije mientras salía de detrás de la cinta para ir al lado de mi perdición, digo.. Supuesto capitán... -Vayámonos de aquí... - Comenté mientras pude notar como el fuego cada vez iba a más...

Tras un rato de batalla dialéctica con ciertos trazos eróticos con el maestro chocolatero en tanga termino disculpándome.

- Tienes razón maestro Chronenbatch, ha estado mal generalizar -digo-. No todas las mariconas locas lo convertís en un asunto sexual. ¿Pero podrías dejar de agarrarme la entrepierna?

- No.

Lo miro con ojos de cachorrito angustiado, pero todo lo que hace por respuesta es apretar cada vez más mientras empiezo a impacientarme. No es que me moleste que me acose, es algo con lo que tengo que lidiar a diario por el simple hecho de salir a la calle, pero está bastante feo que en medio de una fábrica, mientras mi subcapitán se está enfrentando a un desafío tan épico como puede ser la batalla contra dos enanos a la vez, no me deje animarlo apropiadamente.

Por suerte uno de los dos choca contra él, y su reacción natural es llevarse las manos a las rodillas y poner el culo en pompa. Perplejo, sin comprender muy bien qué demonios le pasa, aprovecho mi oportunidad y alejo mi cuerpo al completo de sus manos. Por su seguridad, también alejo al enano, y mientras le intento hacer curas en el ojo -ahora mismo tiene una fresa clavada en él- ambos miramos cómo Momojiro se pelea con el otro. Animamos cada uno a uno, claro, pero compartimos el chocolate como si fuésemos viejos amigos hasta que el rival del chiquillo cae, de forma totalmente accidental, a una olla de chocolate hirviendo. Sale a duras penas y antes de que deje de respirar la cobertura se solidifica rápidamente.

- ¡Pero no te pongas así! -grito a Loompa, que al parecer es el gemelo vivo-. ¡Claramente se ha tirado él, ha sido un piscinazo! -Suspiro-. Otro sin espíritu deportivo.

Por suerte Momo no se deja amedrentar y le da una lección que, si sobrevive a la contusión sin lesiones neurológicas permanentes. Se le ha subido un poco a la cabeza y está empezando a delirar por su éxito, pero todo cae cuando la manzana que ha robado resulta que sabe mal. Parece despertarlo y recuerda que debemos seguir subiendo, aunque hay buenas noticias: Cuando salgamos podremos subir hasta el séptimo, donde nos espera Wonka.

O a lo mejor no.

En cualquier caso me voy corriendo mientras algunos de los chocolateros me lanzan su número de den den mushi y sigo reflexionando acerca de la posible heterosexualidad de Momo. Con esas pintas no lo parece, pero no se debe juzgar un libro por su portada ni a un pirata porque parezca un poquillo sarasa. De modo que en cuanto llegamos al séptimo le doy un abrazo de apoyo.

- Sé quién debas ser, Momo -le digo-. Yo te apoyaré hagas lo que hagas.

-Sé quién debas ser, Momo. Yo te apoyaré hagas lo que hagas- No conocía casi de nada a esta mujer pero lo poco que he pasado con ella me da a entender que claramente estaba teniendo ideas rocambolescas pasando por esa cabecita loca de pelo llameante... ¿Llameante? ¡Ostias el fuego! Por culpa de los dos enanos no me acordé que el edificio estaba en llamas, la temperatura claramente estaba aumentando en la planta actual, menos mal que empezábamos a subir, lo malo es que, nosotros subimos, pero el fuego también ¿Como bajaremos luego? Me estaba imaginando saltar por la ventana cuando el fuego nos acorrale, pero con suerte el edificio tendría un sistema de incendios para apagar todo el infierno que había generado el demonio del averno con el cual llegué a la empresa... Quizás fue el fogoso combate que tuve con los enanos, o el calor del fuego abrasador, pero me estaba derritiendo, me notaba más pesado y débil de articulaciones... Había que salir pronto de ahí...

Empecé a ascender siguiendo al demonio pelirrojo, sin entender por que le estaban tirando números, ¿sabían que si se quedaban ahí se iban a quemar en vida? ¡¡Que puñetas hacía tanta gente a estas horas en la fábrica!! ¿No conocen sus derechos? -¡Hacer algo con el fuego!- Les grité para que entraran en razón y o salvaran sus vidas o apagasen el fuego...

-Podrías haber ayudado a tu nakama con esos dos goblins- Repliqué, quizás no fui consciente en el momento pero esta situación que me estaba desquiciando, consiguió que no le pusiera atención a la tormenta que estaba sobre la fábrica de chocolate, ni siquiera me dí cuenta de los truenos que sonaron, quizás iban al unísono entre el ruido del fuego, del choque de metales y del golpe al enano pero sea lo que fuere, no estaba asustado... Por la tormenta, por el ser psicótico del purgatorio ya es otro tema... Miré por la ventana, viendo como las gotas de lluvia impactaban contra la cristalería cutre del edificio, en ese momento no habían destellos celestiales... Se me erizó todo el pelo del cuerpo, ¿Que estaba haciendo? -Acabemos esto cuanto antes...-