Espadas en la nieve [Aigon y Kenzo][Privado]

Las corrientes y el viento arrastraron el Skiff de Aigon hasta una isla invernal, una con grandes acantilados de paredes color azul que parecían puro hielo, el viento arrastraba consigo un frio que casi helaba la sangre. Por suerte para él, tenia ropa de abrigo en la embarcación, una chaqueta de cuero negro forrada con borrego blanco por el interior sobresaliendo por el cuello y las mangas, con la que se vistió dejando la capa por encima, también se puso unos guantes ceñidos y unas botas altas con tacón de corte militar.

Una vez en puerto bajó de un salto, amarró el bote lo más rápido que el frio de la noche le permitía y se dirigió al interior del puerto, parecía un pueblo de pescadores y personas rudas y trabajadoras, gente triste y aburrida para el musico. Sus pasos por la nieve le llevaron hasta un edificio blanco y grande situado justo en el centro del pueblo, en apariencia algún edificio importante de aquella isla al que Aigon no prestó demasiada atención, buscaba algún lugar donde calentarse y llenar el estómago, quizás, hasta relajarse y tocar alguna canción.

Siguiendo los pasos de uno de los pocos lugareños que quedaban por las calles nevadas del pueblo, encontró una posada construida en madera de chopos a la que se dispuso a entrar en cuanto la vio. Sonaba desde el interior una música que llamaba su atención cuanto más se acercaba al entrar encontró a tres chicas jóvenes tocando la melodía, así que se aproximo a la barra y desde allí se limitó a escuchar la canción. El camarero tras la barra se aproximó hacia él sirviéndole una taza de caldo humeante. - ¿Tienes Hambre? Tomate esta taza de caldo para calentarte mientras te preparo algo. - Dijo de manera seca y tosca, mientras Aigon seguía contemplando a las chicas tocar. Lo cierto es que estaba hambriento así que le asintió con la cabeza y le dio un sorbo a la taza mientras la sostenía con las dos manos frente a su cara, siempre sin perder de vista a las artistas.

-Esta delicioso viejo. – Dijo tras terminarse la taza y colocarla sobre la barra de nuevo. -Necesitaré una habitación para esta noche también, si dispone de una. - Esta vez miraba al hombre esperando que le diera una respuesta, no tenía intención de dormir en el Skiff con aquel intenso frio, sería mejor pasarla bajo techo y en una cómoda y caliente cama, aunque la economía de Aigon no solía dar para esos placeres de la vida.

-Por supuesto joven, mi esposa te preparará una cama y un baño con agua caliente enseguida. - Contestó el camarero mientras colocaba ante Aigon un enorme bol de guiso de ciervo y patatas humeante.

El peliazul comenzó a comerse el guiso de ciervo con ansia, mientras seguía escuchando la música de las muchachas, la posada, aunque no estaba llena, tenia bastantes lugareños, la mayoría hombres de mar, pescadores y marineros esperando que llegara la hora de zarpar, pero también había otros tipos con pintas de mercaderes sentados alrededor de una mesa. Entre ellos hablaban de lo que vendían o habían conseguido, temas a los que Aigon no prestaba ninguna atención.

Tras terminar su canción, una de las chicas se acerco a la barra para recoger tres bebidas, Aigon se quedó mirando a la chica, era muy guapa, pelirroja y de piel blanca. La chica le devolvió la mirada con una sonrisa tímida y luego fue a sentarse con sus compañeras en otra mesa. Aigon la seguía con la mirada coqueteando con ella, mientras que algunos de los presentes lo miraban con asombro. – Ya tienes preparada la habitación. – Advirtió el posadero desde el otro lado de la barra.

- ¡Genial! – Exclamó el peliazul y poniéndose en pie y dejando caer unas monedas sobre la barra. Luego coloco su mano derecha de forma vaga sobre las empuñaduras de Fushiguiri y Nozarashi, las katanas estaban colocadas en el cinto de Aigon a la altura de la cadera. – Subiré a darme un baño caliente, este frio es insoportable…- Dijo dirigiéndose a las escaleras para buscar su bañera. Tras entrar en la habitación, comprobó la temperatura del agua, estaba caliente y humeando. La habitación tenía pequeña estufa y varias velas encendidas, dejó sus katanas junto a la bañera y tiró su ropa sobre la cama antes de meterse dentro del agua con poco cuidado haciendo que parte de esta se derramara. -¡Seeeeh! – Esbozó una gran sonrisa mientras se acomodaba en la bañera de madera. -Debería buscar la forma de llegar a Grand line y unirme lo antes posible con aniki…- Pensaba hablando en voz alta mientras levantaba la mirada al techo dejando la mirada fija allí mismo durante un buen rato, quedándose totalmente sumergido de hombros hacia abajo.

Tomo un baño largo, que fue interrumpido después de tres toquecitos en la puerta de la habitación. -Adelante, pase. - Dijo el peliazul en tono alto mirando hacia la puerta, pero sin salir del agua. Al abrirse la puerta apareció la chica pelirroja que se dedicaba a cantar. Traía una bandeja con una botella aparentemente de sake tibio. -Pensé que te gustaría tomar algo mientras te dabas el baño y te subí un poco de sake. -Dijo con una voz dulce y tímida pasando a la habitación hasta llegar a la altura de Aigon para servirle un vasito de sake.

El musico agradeció con la cabeza, se bebió el sake de un trago y miró a la chica. -Muchas gracias. -Repitió antes de abordarle con una pregunta. - ¿Cómo te llamas? – Después de beber, Aigon había quedado con los brazos sobre el borde de la bañera y ahora acercaba el vaso para que le sirviera otro trago. -Me llamo Kanda. – Respondió sirviéndole de nuevo.

Mientras Kanda servía sake a Aigon comenzó a escucharse ruidos procedentes de la planta inferior, algún tipo entró a la posada formando algo de bulla. La chica dejo de servir y se acerco a la puerta hasta que se escucho un estruendo. - ¡Papá! - dijo la chica abriendo la puerta inmediatamente para salir corriendo escaleras abajo. El peliazul salió de la bañera rápidamente, mientras en de la posada llegaban los sonidos del comienzo de una revuelta, sillas arrastrándose y botellas, vasos cayendo al suelo y algún que otro golpe. Se vistió tan rápido como pudo para seguir los pasos de la chica y averiguar qué estaba pasando allí abajo.

Al llegar hasta las escaleras vio al tipo que le había atendido tirado en el suelo contra la barra y a la pelirroja y las otras dos chicas alrededor, algunas mesas y sillas tiradas en el suelo y todo el mundo observando a un tipo alto de cabello plateado, tenía unos ojos rojos carmesí muy amenazantes y la mano sobre la empuñadura de su katana. Parecía estar invitando a pelear a quien tuviera agallas de llevarle la contraria. - ¿Y a ti quien te ha enseñado modales? - Dijo Aigon bajando las escaleras esta vez con un paso mas sosegado y tranquilo, llevándose la mano derecha a la empuñadura de Nozarashi, la fría espada blanca y desenfundando de su vaina unos centímetros de la hoja. -Ahora deberías pedir disculpas a esta buena gente y salir de aquí cuanto antes. – Decía mientras bajaba el ultimo peldaño para quedar frente al de cabellos plateados, el resto de la posada enmudeció observando el cruce de miradas entre ambos espadachines. Kanda miró los ojos del peliazul, tenía una expresión seria, pero se le veía que estaba disfrutando de todo aquello. No había sido nunca la clase de hombre justiciero ni el que salvaba a damiselas en apuros, pero el fragor de la batalla si que le llamaba la atención.

-¡¡Salid de aquí los dos ahora mismo!! – Gritó la pelirroja poniéndose en pie y señalando hacia la puerta. Aigon se quedó allí inmóvil mirando al tipo durante unos segundos, no tenia intención de destrozar la posada, pero tampoco conocía las intenciones del espadachín y si por algún motivo se le ocurría comenzar allí mismo la refriega estaba preparada. -Por favor…- Dijo Kanda con un tono apenado en su dulce voz, mirando a los ojos del peliazul mientras se llevaba las manos al vestido.

-Ya has oído a la señorita. – Dijo Aigon volviendo a enfundar la katana sin soltar el mango de esta, esperaba que el tipo entrara en razón y saliera por la puerta de la posada. - ¿Quieres que te acompañe a la puerta? - Dijo con cierto tono de burla, esperando que el espadachín tomara la invitación de salir para comenzar fuera un duelo de espadas bajo la nieve.