Arny Sanskari
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Desde mejillones tamaño jumbo, hasta cremas de calabaza. Todo tenía cabida en la isla gourmet, pasando por todo tipo de carnes y especialidades de todos los lugares del mundo.
Arny había estudiado esta isla, como parte de la misma ruta, y tenía ciertas cosas en mente desde hacía tiempo, pero la vida no le había llevado hasta esta parte del paraíso aun. Pero ah, el mink acababa de llegar con su barco, un hermoso jabeque modificado. Había trabajado mucho en él tras adquirirlo como regalo por solucionar unos asuntos.
Velas estilo Iceburg bien aseguradas con el cordaje trenzado de Water Seven. Barriles con capacidad para almacenar hasta doscientos litros, garfios de abordaje con cuerda Water Seven, lo que los hacía casi indestructibles. Y tablones para acceder al barco más cercano fácilmente.
Mimi había estado en contra de cambiar de barco durante una buena temporada, incluso había hecho berrinches durante las comidas y las cenas por que la barcaza de carga tenía mucho más espació para un buen laboratorio en alta mar. Pero aquel pequeño carguero con el que habían cruzado los cabos gemelos no sería capaz de seguir navegando bajo el atroz clima de lo que estaba por llegar. Necesitaban un barco capaz de capear hasta la peor tormenta y Arny lo sabía, así que no habría argumento que la científica pudiera pensar para seguir conservando un lastre.
Con eso en mente, el ornitorrinco había traspasado todos sus bienes, dejando el carguero completamente vacío para su venta en Pucci. Seguro que alguien ofrecía un buen precio.
Con relativa sencillez, el navegante amarró su jabeque en puerto y saltó hasta el carguero para maniobrar y poder amarrarlo junto al primero. Los garfios habían servido muy bien como gancho de remolque, por lo que transportar ambos barcos hasta Pucci no había sido mucho problema. El único problema que tenía el mink ahora, era elegir un lugar donde comer.
Tras terminar el papeleo de amarre con el encargado del puerto, y solicitar una subasta para el carguero. Arny comenzó a caminar por las calles cercanas a la zona portuaria. Decenas de marisquerías y lugares especializados en pescados, rivalizaban con braserías y parrillas que basaban sus menús en carnes selectas recién traídas por mar. -Y solo es el comienzo- pensó el ornitorrinco sin saber que hacer. Los aromas de las diferentes delicias se mezclaban por las calles al ritmo de la fresca brisa marina. Los comentarios de los clientes se mezclaban con los pedidos en cocina y los “oído” que respondían los cocineros. Las calles tenían vida propia como si fuese un mercado. Cientos de turistas caminaban como una marabunta, probando platos de un restaurante a otro, dejando tras de sí el aroma de cientas de colonias, perfumes y fragancias que arruinaban el ambiente. -...HASTA ALGUIEN COMO ÉL- gritó una voz desde la pequeña plaza que atravesaba el ornitorrinco -SI, SI. EL PATO ESE, VENGA PARA ACÁ, CABALLERO- invitó el hombre dueño de la voz a Arny. El pequeño puesto estaba atestado de mirones mientras el chef preparaba algo en un fogón portátil frente a los clientes. Arny había visto muchas de esas “ponencias” en Nueva Ohara. Aquel tipo tan solo pretendía vender unas cazuelas y algo de menaje de cocina que había creado y necesitaba un reclamo solido que enseñase al publico todo lo que podía hacer su nuevo juego de sartenes -HASTA ESTE CABALLERO PUEDE COCER AL VAPOR CON ESTE JUEGO DE CAZUELAS APILABLES- dijo con la voz engolada mientras señalaba al mink -Puedes apostarlo- respondió Arny por lo bajo -PONGASE AQUÍ CONMIGO, LE GUIARÉ PASO A PASO, NO TENGA MIEDO, NO SE QUEMARÁ. PORQUE MIS UTENSILIOS DE COCINA ESTAN CREADOS PARA EVITAR ACCIDENTES- Se pavoneaba, dando tiempo al ornitorrinco a subirse a la tarima. Arny disfrutaba con aquel tipo de juegos. Sabía que podía ocurrir cualquier cosa. Hasta el invento podía tener éxito a veces.
El hombre vestido de cocinero, Arny comenzaba a dudar cada vez más que lo fuese realmente, dio instrucciones detalladas al mink. Casi como tratase de adiestrar a un perro. -...Vamos... agarrar las patatas y los arbolitos estos pequeños, soltarlos en la rejilla que hay encima del agua y tapar la olla...- respondió el navegante ya cansado de tanto rollo -S... Si.. ¡Si! las patatas y el brocoEL BROCOLI, SEÑORAS Y SEÑORES ES MUY BUENO PARA...- Arny desconecto de las tonterías que soltaba el vendehumo para engatusar al publico y metió las verduras en la cazuela sin esperar a más. Colocó la tapa y esperó mientras aquel tipo continuaba explicando por que era más sano cocinar al vapor y no utilizar tanta grasaza -Ni puta idea tienes, majo- pensaba el mink que miraba la cazuela que estaba a punto de comenzar a hervir.
-FUEGOOO- Un grito puso la voz de alarma sobre el fogón portátil de nuevo, arrancándola despiadadamente del discurso del hombre, que se quedo sin palabras al ver arder una cazuela llena de agua.
Cuando al fin pudo reaccionar ya era demasiado tarde. Con un gran fogonazo las patatas y el brocoli se habían calcinado hasta quedar incomestibles -Pero... pero como es siquiera posible... que has hecho... como lo has conseguido...- El tipo permaneció balbuceando sobre la cazuela que tan pronto se había encendido en llamas, así se había apagado. El publico dedico una gran carcajada al vendedor ambulante. Los aplausos y las risas descontroladas podrían oírse desde varias calles cercanas -Perdona, pero tengo realmente muy mala mano para la cocina- se disculpo Arny antes de alejarse un poco de la tarima.
Arny había estudiado esta isla, como parte de la misma ruta, y tenía ciertas cosas en mente desde hacía tiempo, pero la vida no le había llevado hasta esta parte del paraíso aun. Pero ah, el mink acababa de llegar con su barco, un hermoso jabeque modificado. Había trabajado mucho en él tras adquirirlo como regalo por solucionar unos asuntos.
Velas estilo Iceburg bien aseguradas con el cordaje trenzado de Water Seven. Barriles con capacidad para almacenar hasta doscientos litros, garfios de abordaje con cuerda Water Seven, lo que los hacía casi indestructibles. Y tablones para acceder al barco más cercano fácilmente.
Mimi había estado en contra de cambiar de barco durante una buena temporada, incluso había hecho berrinches durante las comidas y las cenas por que la barcaza de carga tenía mucho más espació para un buen laboratorio en alta mar. Pero aquel pequeño carguero con el que habían cruzado los cabos gemelos no sería capaz de seguir navegando bajo el atroz clima de lo que estaba por llegar. Necesitaban un barco capaz de capear hasta la peor tormenta y Arny lo sabía, así que no habría argumento que la científica pudiera pensar para seguir conservando un lastre.
Con eso en mente, el ornitorrinco había traspasado todos sus bienes, dejando el carguero completamente vacío para su venta en Pucci. Seguro que alguien ofrecía un buen precio.
Con relativa sencillez, el navegante amarró su jabeque en puerto y saltó hasta el carguero para maniobrar y poder amarrarlo junto al primero. Los garfios habían servido muy bien como gancho de remolque, por lo que transportar ambos barcos hasta Pucci no había sido mucho problema. El único problema que tenía el mink ahora, era elegir un lugar donde comer.
Tras terminar el papeleo de amarre con el encargado del puerto, y solicitar una subasta para el carguero. Arny comenzó a caminar por las calles cercanas a la zona portuaria. Decenas de marisquerías y lugares especializados en pescados, rivalizaban con braserías y parrillas que basaban sus menús en carnes selectas recién traídas por mar. -Y solo es el comienzo- pensó el ornitorrinco sin saber que hacer. Los aromas de las diferentes delicias se mezclaban por las calles al ritmo de la fresca brisa marina. Los comentarios de los clientes se mezclaban con los pedidos en cocina y los “oído” que respondían los cocineros. Las calles tenían vida propia como si fuese un mercado. Cientos de turistas caminaban como una marabunta, probando platos de un restaurante a otro, dejando tras de sí el aroma de cientas de colonias, perfumes y fragancias que arruinaban el ambiente. -...HASTA ALGUIEN COMO ÉL- gritó una voz desde la pequeña plaza que atravesaba el ornitorrinco -SI, SI. EL PATO ESE, VENGA PARA ACÁ, CABALLERO- invitó el hombre dueño de la voz a Arny. El pequeño puesto estaba atestado de mirones mientras el chef preparaba algo en un fogón portátil frente a los clientes. Arny había visto muchas de esas “ponencias” en Nueva Ohara. Aquel tipo tan solo pretendía vender unas cazuelas y algo de menaje de cocina que había creado y necesitaba un reclamo solido que enseñase al publico todo lo que podía hacer su nuevo juego de sartenes -HASTA ESTE CABALLERO PUEDE COCER AL VAPOR CON ESTE JUEGO DE CAZUELAS APILABLES- dijo con la voz engolada mientras señalaba al mink -Puedes apostarlo- respondió Arny por lo bajo -PONGASE AQUÍ CONMIGO, LE GUIARÉ PASO A PASO, NO TENGA MIEDO, NO SE QUEMARÁ. PORQUE MIS UTENSILIOS DE COCINA ESTAN CREADOS PARA EVITAR ACCIDENTES- Se pavoneaba, dando tiempo al ornitorrinco a subirse a la tarima. Arny disfrutaba con aquel tipo de juegos. Sabía que podía ocurrir cualquier cosa. Hasta el invento podía tener éxito a veces.
El hombre vestido de cocinero, Arny comenzaba a dudar cada vez más que lo fuese realmente, dio instrucciones detalladas al mink. Casi como tratase de adiestrar a un perro. -...Vamos... agarrar las patatas y los arbolitos estos pequeños, soltarlos en la rejilla que hay encima del agua y tapar la olla...- respondió el navegante ya cansado de tanto rollo -S... Si.. ¡Si! las patatas y el brocoEL BROCOLI, SEÑORAS Y SEÑORES ES MUY BUENO PARA...- Arny desconecto de las tonterías que soltaba el vendehumo para engatusar al publico y metió las verduras en la cazuela sin esperar a más. Colocó la tapa y esperó mientras aquel tipo continuaba explicando por que era más sano cocinar al vapor y no utilizar tanta grasaza -Ni puta idea tienes, majo- pensaba el mink que miraba la cazuela que estaba a punto de comenzar a hervir.
-FUEGOOO- Un grito puso la voz de alarma sobre el fogón portátil de nuevo, arrancándola despiadadamente del discurso del hombre, que se quedo sin palabras al ver arder una cazuela llena de agua.
Cuando al fin pudo reaccionar ya era demasiado tarde. Con un gran fogonazo las patatas y el brocoli se habían calcinado hasta quedar incomestibles -Pero... pero como es siquiera posible... que has hecho... como lo has conseguido...- El tipo permaneció balbuceando sobre la cazuela que tan pronto se había encendido en llamas, así se había apagado. El publico dedico una gran carcajada al vendedor ambulante. Los aplausos y las risas descontroladas podrían oírse desde varias calles cercanas -Perdona, pero tengo realmente muy mala mano para la cocina- se disculpo Arny antes de alejarse un poco de la tarima.
Elyria Priscraft
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Elyria llegó finalmente a Pucci. Había cogido el tren marítimo claro, era la isla más cercana a San Poplar, donde ella trabajaba y vivía, así que pudo ponerse guapa antes de salir y aún así tener tiempo de llegar temprano. Ya había visitado la isla en otras ocasiones, pero por una vez venía por placer en vez de por trabajo. Había una especie de feria gastronómica en la isla, y le apetecía ir a ver que ofrecían. Y a probarlo, claro está.
Esta vez iba con un vestido celeste ajustado, que llegaba hasta la altura de sus tobillos. Llevaba los hombros al descubierto, y unas mangas del mismo color que el vestido por separado, que se mantenían en sus brazos gracias a una cinta de un azul más oscuro. Había otra cinta de ese mismo azul junto a una blanca rodeando su cintura, atadas en un lacito al frente. Estaba usando sus tacones negros, y por supuesto, sus indispensables guantes de cuero. También se había dejado el pelo suelto, con tan solo unas horquillas para que no le molestase en los ojos, así que le llegaba unos cuantos centímetros por debajo de la cintura. Por si acaso, llevaba unas gomillas para recogerlo a la hora de comer si se daba la necesidad.
Estuvo paseando tranquilamente por el lugar, contemplando las tiendas y los diversos puestecitos de comida que había repartidos por allí. Y entonces escuchó los gritos de lo que parecía ser un vendehumos ruidoso que intentaba colarse su set de cacerolas a algún turista incauto. No pudo evitar fijarse en una especie de mink extraño. No terminaba de reconocer la especie, era como una amalgama extraña, y no recordaba haber leído sobre nada parecido.
Le estaba haciendo bastante gracia la escena, para que mentir, así se quedó viendo el show. El cómo se estaba dirigiendo al mink le irritaba un poco, provocando que frunciera el ceño. Pero por suerte estaban en una isla de la Liga de los Mares, el gobierno no le habría dejado llamar tanto la atención en público mucho rato.
Cuando vió cómo ardía la cazuela, le costó creer lo que estaba viendo. ¿Acababa de incendiar… agua? ¿Cómo? Eso hacía que las cazuelas fueran ciertamente interesantes, pero probablemente no en el sentido en el que pretendía el vendedor. Desde luego, esa actuación la había dejado en muy mal lugar. Por muy zopenco que fuera el cocinero, era imposible que algo así ocurriese sin un poco de ayuda.
Con algo de curiosidad, se acercó al mink, que ya se había alejado un poco a una zona menos llena de gente. Le mostró su mejor sonrisa, y le tendió la mano para saludarle. “Hola, soy Ely, un placer. He visto el… incidente que acaba de ocurrir. ¿Eres un científico loco y le echaste algo raro al agua? ¿O notaste algo raro en las cacerolas? Porque desde luego lo que acaba de ocurrir no es ni medio normal,” bromeó, riendo dulcemente.
“Y tenía curiosidad desde que te ví, así que si me permites la pregunta, ¿qué especie de mink eres? Nunca había conocido a alguién como tú.” Realmente no es como si hubiese conocido muchos minks a lo largo de su vida, pero bueno. Había leído sobre ellos y sobre su historia.
De repente, apareció detrás suyo el vendedor de antes. Y se le veía bastante enfadado. “¡Por fin te encuentro, pato inutil! Te fuiste sin pagar por los daños a mis cacerolas. ¡Por no hablar de mi reputación!” Dijo furioso, exigiendo una compensación económica.
Elyria alzó una ceja, girándose a mirarle. “Caballero, fue usted quien le invitó a usarlas, así que déjele en paz, ¿si?” Dijo en un tono serio, no iba a tolerar que le molestaran delante suya. Además, a saber si todo esto era simplemente un timo muy elaborado para hacer pagar a incautos por accidentes provocados por los propios fabricantes.
Esta vez iba con un vestido celeste ajustado, que llegaba hasta la altura de sus tobillos. Llevaba los hombros al descubierto, y unas mangas del mismo color que el vestido por separado, que se mantenían en sus brazos gracias a una cinta de un azul más oscuro. Había otra cinta de ese mismo azul junto a una blanca rodeando su cintura, atadas en un lacito al frente. Estaba usando sus tacones negros, y por supuesto, sus indispensables guantes de cuero. También se había dejado el pelo suelto, con tan solo unas horquillas para que no le molestase en los ojos, así que le llegaba unos cuantos centímetros por debajo de la cintura. Por si acaso, llevaba unas gomillas para recogerlo a la hora de comer si se daba la necesidad.
Estuvo paseando tranquilamente por el lugar, contemplando las tiendas y los diversos puestecitos de comida que había repartidos por allí. Y entonces escuchó los gritos de lo que parecía ser un vendehumos ruidoso que intentaba colarse su set de cacerolas a algún turista incauto. No pudo evitar fijarse en una especie de mink extraño. No terminaba de reconocer la especie, era como una amalgama extraña, y no recordaba haber leído sobre nada parecido.
Le estaba haciendo bastante gracia la escena, para que mentir, así se quedó viendo el show. El cómo se estaba dirigiendo al mink le irritaba un poco, provocando que frunciera el ceño. Pero por suerte estaban en una isla de la Liga de los Mares, el gobierno no le habría dejado llamar tanto la atención en público mucho rato.
Cuando vió cómo ardía la cazuela, le costó creer lo que estaba viendo. ¿Acababa de incendiar… agua? ¿Cómo? Eso hacía que las cazuelas fueran ciertamente interesantes, pero probablemente no en el sentido en el que pretendía el vendedor. Desde luego, esa actuación la había dejado en muy mal lugar. Por muy zopenco que fuera el cocinero, era imposible que algo así ocurriese sin un poco de ayuda.
Con algo de curiosidad, se acercó al mink, que ya se había alejado un poco a una zona menos llena de gente. Le mostró su mejor sonrisa, y le tendió la mano para saludarle. “Hola, soy Ely, un placer. He visto el… incidente que acaba de ocurrir. ¿Eres un científico loco y le echaste algo raro al agua? ¿O notaste algo raro en las cacerolas? Porque desde luego lo que acaba de ocurrir no es ni medio normal,” bromeó, riendo dulcemente.
“Y tenía curiosidad desde que te ví, así que si me permites la pregunta, ¿qué especie de mink eres? Nunca había conocido a alguién como tú.” Realmente no es como si hubiese conocido muchos minks a lo largo de su vida, pero bueno. Había leído sobre ellos y sobre su historia.
De repente, apareció detrás suyo el vendedor de antes. Y se le veía bastante enfadado. “¡Por fin te encuentro, pato inutil! Te fuiste sin pagar por los daños a mis cacerolas. ¡Por no hablar de mi reputación!” Dijo furioso, exigiendo una compensación económica.
Elyria alzó una ceja, girándose a mirarle. “Caballero, fue usted quien le invitó a usarlas, así que déjele en paz, ¿si?” Dijo en un tono serio, no iba a tolerar que le molestaran delante suya. Además, a saber si todo esto era simplemente un timo muy elaborado para hacer pagar a incautos por accidentes provocados por los propios fabricantes.
Arny Sanskari
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-Ey- saludó el mink mientras giraba la cabeza para mirar directamente a la chica. Las miradas entre el ornitorrinco y los que se alejaban del templete, contenían una carcajada mal disimulada por lo que acababa de pasar, por lo que Arny no se sorprendió al ser interceptado por Elyria.
-Yo soy Arny... y si... soy un científico y como tal, creo que algo loco estoy. Pero la verdad es que no le puse nada al agua ni noté nada raro... aunque la verdad es que me suele pasar ese tipo de cosas cada vez que trato de cocinar- explicó mientras se rascaba la nuca con la mano derecha y sonreía avergonzado -Tranquila, me lo preguntan mucho. Soy un ornitorrinco, un mink ornitorrinco- trataba de explicar cuando el vendedor se acercó a recriminar al mink. Tras interceder la chica, Arny tan solo pudo romper en carcajadas. La frente de aquel hombre comenzaba a abultarse, marcando todas las venas por la rabia mal contenida. El hombre, a punto de explotar al ver al ornitorrinco reír a pico abierto frente a su cara agitó los puños y gritó -ENCIMA NO TE RIAS DE MÍ, ME HAS DESTROZADO UN JUEGO DE CACEROLAS CARÍÍÍSIM...- El hombre cortó sus gritos al observar los rostros de sorpresa de las personas que aun quedaban alrededor y otras que atrajo el fuego tras el espectáculo. Todos a su alrededor se congelo por un instante. Por tan solo unas décimas de segundo su cerebro alcanzó el clímax de la observación y procesamiento de datos. El nivel más alto de consciencia al que un humano puede llegar sin recurrir al haki o poderes de las frutas. Su cuerpo se entregó a la adrenalina de verse rodeado de miradas estupefactas. Miradas de completa sorpresa e incredulidad.
A cámara súper lenta, siendo consciente de casi todos los rostros que lo rodeaban, de todos los cuerpos que, uno a uno, comenzando en algún lugar indeterminado detrás del vendedor, comenzaron a elevar una mano con el indicé listo para señalar el objeto de su burla. Una marejada de manos se elevó como una ola que persigue la costa señalando al vendehúmos, mientras el rugido del oleaje, rompió contra la fachada malhumorada del hombre en forma de sonora carcajada generalizada.
Arny estaba atento a la situación. Más atento de lo que aquel humano podía esperar, pues el ornitorrinco tenía experiencia con los eventos de demostraciones y gente que muestra sus experimentos en publico. Y sobre todo con sus egos. Por lo que tenía elaborada la respuesta de antemano.
Reírse de la frustración del tipo y enfurecerlo aun más, consiguió que mientras contenía su creciente ira, fuese tomando rápidas bocanadas de aire. Bocanadas que Arny había insuflado con helio. Por lo que cuando reventó con su perorata, antes siquiera de ser consciente de lo que pasaba, todo el mundo pudo escuchar cómo un dibujo animado enfadado, decía algo sobre unas cazuelas.
La frustración pudo con el tipo, que en el fondo no era mala persona, solo alguien con un mal día en el trabajo. Se giró en silencio y caminó con los ojos humedecidos hasta su mesa de exposición para comenzar a recoger todo tipo de cazuelas y sartenes, sautes y cazos bajo la atenta mirada de su publico. Que ahora no perdía ni uno solo de sus movimientos, esperando que se tratase de un número cómico un poco rebuscado
El ornitorrinco entonces guiñó un ojo a la muchacha y rió, agradecido a los poderes de su fruta por brindarle aquellas oportunidades.
-Oye, ¿estas sola?- preguntó mirando a sus alrededores -Hoy celebran una feria gastronómica en el centro. Aunque en verdad todos los días celebran alguna feria gastronómica de algo: pulpo, turrón... hasta competiciones de endivias según tengo entendido. Pero esta semana debe ser una gorda, por que esta todo el mundo muy entusiasmado. ¿Tu comes?- terminó preguntando al fin.
-Yo soy Arny... y si... soy un científico y como tal, creo que algo loco estoy. Pero la verdad es que no le puse nada al agua ni noté nada raro... aunque la verdad es que me suele pasar ese tipo de cosas cada vez que trato de cocinar- explicó mientras se rascaba la nuca con la mano derecha y sonreía avergonzado -Tranquila, me lo preguntan mucho. Soy un ornitorrinco, un mink ornitorrinco- trataba de explicar cuando el vendedor se acercó a recriminar al mink. Tras interceder la chica, Arny tan solo pudo romper en carcajadas. La frente de aquel hombre comenzaba a abultarse, marcando todas las venas por la rabia mal contenida. El hombre, a punto de explotar al ver al ornitorrinco reír a pico abierto frente a su cara agitó los puños y gritó -ENCIMA NO TE RIAS DE MÍ, ME HAS DESTROZADO UN JUEGO DE CACEROLAS CARÍÍÍSIM...- El hombre cortó sus gritos al observar los rostros de sorpresa de las personas que aun quedaban alrededor y otras que atrajo el fuego tras el espectáculo. Todos a su alrededor se congelo por un instante. Por tan solo unas décimas de segundo su cerebro alcanzó el clímax de la observación y procesamiento de datos. El nivel más alto de consciencia al que un humano puede llegar sin recurrir al haki o poderes de las frutas. Su cuerpo se entregó a la adrenalina de verse rodeado de miradas estupefactas. Miradas de completa sorpresa e incredulidad.
A cámara súper lenta, siendo consciente de casi todos los rostros que lo rodeaban, de todos los cuerpos que, uno a uno, comenzando en algún lugar indeterminado detrás del vendedor, comenzaron a elevar una mano con el indicé listo para señalar el objeto de su burla. Una marejada de manos se elevó como una ola que persigue la costa señalando al vendehúmos, mientras el rugido del oleaje, rompió contra la fachada malhumorada del hombre en forma de sonora carcajada generalizada.
Arny estaba atento a la situación. Más atento de lo que aquel humano podía esperar, pues el ornitorrinco tenía experiencia con los eventos de demostraciones y gente que muestra sus experimentos en publico. Y sobre todo con sus egos. Por lo que tenía elaborada la respuesta de antemano.
Reírse de la frustración del tipo y enfurecerlo aun más, consiguió que mientras contenía su creciente ira, fuese tomando rápidas bocanadas de aire. Bocanadas que Arny había insuflado con helio. Por lo que cuando reventó con su perorata, antes siquiera de ser consciente de lo que pasaba, todo el mundo pudo escuchar cómo un dibujo animado enfadado, decía algo sobre unas cazuelas.
La frustración pudo con el tipo, que en el fondo no era mala persona, solo alguien con un mal día en el trabajo. Se giró en silencio y caminó con los ojos humedecidos hasta su mesa de exposición para comenzar a recoger todo tipo de cazuelas y sartenes, sautes y cazos bajo la atenta mirada de su publico. Que ahora no perdía ni uno solo de sus movimientos, esperando que se tratase de un número cómico un poco rebuscado
El ornitorrinco entonces guiñó un ojo a la muchacha y rió, agradecido a los poderes de su fruta por brindarle aquellas oportunidades.
-Oye, ¿estas sola?- preguntó mirando a sus alrededores -Hoy celebran una feria gastronómica en el centro. Aunque en verdad todos los días celebran alguna feria gastronómica de algo: pulpo, turrón... hasta competiciones de endivias según tengo entendido. Pero esta semana debe ser una gorda, por que esta todo el mundo muy entusiasmado. ¿Tu comes?- terminó preguntando al fin.
Elyria Priscraft
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Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
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Energía
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“Encantada, Arny,” dijo con una sonrisa, sorprendida por el hecho de que no hubiese notado nada raro con la cacerola ni echado nada al agua. Luego se dio cuenta de que se estaba preocupando por tonterías, no era un dios todo poderoso, tal vez había algo. Aunque las reacciones del hombre después de todo lo que estaba pasando le hicieron pensar aún si era el caso, al menos no lo había hecho queriendo.
Elyria no pudo evitar reír por lo bajo cuando al vendedor le empezó a salir voz de pito. Suena como cuando alguien chupa un globo de Helio, pero es imposible que sea eso. A saber de dónde ha salido esa voz. Se dijo a sí misma, fijándose en como el hombre estaba siendo señalado y vigilado. No le había gustado cómo se había acercado al ornitorrinco con esos aires y esas exigencias, pero ahora le estaba dando un poco de pena, la verdad.
Finalmente se fue a recoger sus cacerolas y sus cosas, desapareciendo de la escena. Elyria se quedó mirando a Arny, escuchando su proposición. “Estoy sola sí, y quería echarle un ojo al festival gastronómico de esta semana de hecho. Si quieres podemos ir juntos y charlamos un rato, yo encantada,” dijo mientras sonreía de oreja a oreja, mirando a su alrededor en busca de algo interesante. “Y claro que como, ¿qué clase de pregunta es esa?” No pudo evitar reír dulcemente, y entonces comenzó a caminas. “Vamos, que por aquí no hay nada interesante”
Se metió por una de las calles que salían de la plaza, caminando tranquilamente. “Siempre me he preguntado cómo es vivir como un mink. Tiene que ser duro vivir con el racismo que han creado esas ratas… ¿Cómo haces para moverte por islas del gobierno?” Preguntó con curiosidad. Esos desgraciados no soportaban a nada que fuese diferente a ellos. Y luego tenían el valor de hacerse llamar la justicia del mundo. Una justicia que no dudaba en matar inocentes para lograr sus objetivos políticos y personales.
Finalmente llegaron a otra plaza por la zona del centro, donde parecían estar la mayoría de puestos de comida. Había un poco de todo, pero parecía que el tema principal de esta semana eran productos del mar. Y vaya pinta tenían, no le extrañaba para nada que hubiese tantísima gente. El olor a pescado cocinado de mil formas diferentes le hacía la boca agua, así que miro a su compañero alegremente. “Espero que te guste el pescado. Vamos a probar algo.”
Se acercó a uno de los puestos, ojeando los productos que ofrecían. Al parecer había todo tipo de pescados; tanto del mar, como los que criaban en la propia Pucci. Pero en este puesto se especializaban en cocinarlo a la plancha. Se pasó unos segundos mirando que le apetecía probar, y finalmente pidió un plato de degustación. No quería comer mucho aquí, no fuera a quedarse sin hambre para probar el resto de cosas.
El plato tenía una pinta increíble. Era una colección de pequeños trocitos de distintos pescados a la plancha, con un toque de limón y unos palillos para no llenarse las manos de aceite. De agradecer, la verdad, sobretodo para Elyria, que siempre tenía que usar guantes. No era agradable que se le manchasen de grasa. Miró al ornitorrinco, ofreciéndole, después de todo lo había pedido para compartir. “Coge, coge, tenemos de sobra para los dos. Y está super rico, no quieres perdértelo.”
Mientras comían, no pudo evitar fijarse en un grupito de pinta extraña llevando un cargamento a otro de los puestecitos de la plaza. ¿Son eso pingüinos karateka? Nunca los he probado la verdad, aunque se me haría un tanto… extraño. Pero bueno, eso es solo mi hipocresía, acabo de comerme un montón de peces distintos.
Unos minutos después, uno de los clientes de aquel puesto pareció volverse loco, como si estuviese super borracho o algo así. Era algo temprano, pero en estas cosas siempre solían haber borrachos, así que no le prestó mucha atención. Pero joder si era ruidoso, se le veía realmente afectado. Y espera, ¿es eso que está comiendo el pingüino karateka que entregaron antes?
Elyria no pudo evitar reír por lo bajo cuando al vendedor le empezó a salir voz de pito. Suena como cuando alguien chupa un globo de Helio, pero es imposible que sea eso. A saber de dónde ha salido esa voz. Se dijo a sí misma, fijándose en como el hombre estaba siendo señalado y vigilado. No le había gustado cómo se había acercado al ornitorrinco con esos aires y esas exigencias, pero ahora le estaba dando un poco de pena, la verdad.
Finalmente se fue a recoger sus cacerolas y sus cosas, desapareciendo de la escena. Elyria se quedó mirando a Arny, escuchando su proposición. “Estoy sola sí, y quería echarle un ojo al festival gastronómico de esta semana de hecho. Si quieres podemos ir juntos y charlamos un rato, yo encantada,” dijo mientras sonreía de oreja a oreja, mirando a su alrededor en busca de algo interesante. “Y claro que como, ¿qué clase de pregunta es esa?” No pudo evitar reír dulcemente, y entonces comenzó a caminas. “Vamos, que por aquí no hay nada interesante”
Se metió por una de las calles que salían de la plaza, caminando tranquilamente. “Siempre me he preguntado cómo es vivir como un mink. Tiene que ser duro vivir con el racismo que han creado esas ratas… ¿Cómo haces para moverte por islas del gobierno?” Preguntó con curiosidad. Esos desgraciados no soportaban a nada que fuese diferente a ellos. Y luego tenían el valor de hacerse llamar la justicia del mundo. Una justicia que no dudaba en matar inocentes para lograr sus objetivos políticos y personales.
Finalmente llegaron a otra plaza por la zona del centro, donde parecían estar la mayoría de puestos de comida. Había un poco de todo, pero parecía que el tema principal de esta semana eran productos del mar. Y vaya pinta tenían, no le extrañaba para nada que hubiese tantísima gente. El olor a pescado cocinado de mil formas diferentes le hacía la boca agua, así que miro a su compañero alegremente. “Espero que te guste el pescado. Vamos a probar algo.”
Se acercó a uno de los puestos, ojeando los productos que ofrecían. Al parecer había todo tipo de pescados; tanto del mar, como los que criaban en la propia Pucci. Pero en este puesto se especializaban en cocinarlo a la plancha. Se pasó unos segundos mirando que le apetecía probar, y finalmente pidió un plato de degustación. No quería comer mucho aquí, no fuera a quedarse sin hambre para probar el resto de cosas.
El plato tenía una pinta increíble. Era una colección de pequeños trocitos de distintos pescados a la plancha, con un toque de limón y unos palillos para no llenarse las manos de aceite. De agradecer, la verdad, sobretodo para Elyria, que siempre tenía que usar guantes. No era agradable que se le manchasen de grasa. Miró al ornitorrinco, ofreciéndole, después de todo lo había pedido para compartir. “Coge, coge, tenemos de sobra para los dos. Y está super rico, no quieres perdértelo.”
Mientras comían, no pudo evitar fijarse en un grupito de pinta extraña llevando un cargamento a otro de los puestecitos de la plaza. ¿Son eso pingüinos karateka? Nunca los he probado la verdad, aunque se me haría un tanto… extraño. Pero bueno, eso es solo mi hipocresía, acabo de comerme un montón de peces distintos.
Unos minutos después, uno de los clientes de aquel puesto pareció volverse loco, como si estuviese super borracho o algo así. Era algo temprano, pero en estas cosas siempre solían haber borrachos, así que no le prestó mucha atención. Pero joder si era ruidoso, se le veía realmente afectado. Y espera, ¿es eso que está comiendo el pingüino karateka que entregaron antes?
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Akuma no mi
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-Vamos entonces, estoy hambriento después de tanto cocinar- rio el mink mientras comenzaba a caminar con la chica -Bueno... no te negaré que fue duro al principio... Cuando inicié mi viaje era muy joven e ingenuo, pero tenía un sueño que era mi único motor... Terminé como esclavo, así que conozco bien como sois los humanos... No me mal entiendas, no estaría hablando contigo si tuviese algo contra la raza humana. Pero conozco la codicia, el miedo a lo desconocido, el odio a lo diferente... conozco todo eso, como se que también tenéis un lado bueno. Además ese motor sigue funcionando a plena potencia y tengo mis trucos para escapar de situaciones peligrosas- terminó de responder con un guiño cómplice a la chica
Tras charlar un rato mientras caminaban, llegaron a la plaza. Los olores de los diferentes puestos de comida se presentaban ante la pareja en ráfagas tentadoras. Bocanadas de aire que abrían el apetito y humedecían la boca. Los electroreceptores del ornitorrinco vibraban por toda la actividad eléctrica que ocurría en los cuerpos de los comensales a su alrededor. Aquella comida activaba los receptores de placer de la gente, cargando sus cuerpos de energía y haciéndolos brillar como focos ante los sentidos del mink, que comenzaba a estar ansioso por comer algo.
-¿Que si me gusta?- respondió divertido -¿Te gusta respirar?- preguntó con una carcajada corta. Comenzaba a estar borracho de nerviosismo. Tenía más hambre de lo que cabía esperar... o tal vez había algo en el aire que abría el apetito de manera inusitada.
-Yo quiero una brocheta de anguila eléctrica y un cucurucho de camarones para llevar- pidió mientras se relamía.
Cortando un trozo de la brocheta y depositándolo en el plato de la chica sonrió -Así puedo picar sin mancharme las uñas de grasaza- dijo picando un calamar rebozado con la punta del puncho -Y tu también pruebas la anguila- dijo sacando la lengua antes de meterse el calamar en el pico.
-Trixi... TRIXIIII- el incomprensible idioma gritado desde una mesa de atrás terminó por llamar la atención del mink sobre el grupo que Elyria llevaba un rato mirando. Su origen como predador le impedía tener consideraciones morales sobre algo que consideraba una presa, por lo que no tuvo mucho problema al ver el pedido de pingüino karateka, pero... ¿los gritos?
-LO SABÍA... CAZARON A TRIXI- lloraba el hombre, que como ultimo recurso para encontrar a su mascota, había pedido todos y cada uno de los pingüinos karateka que había por la zona. El hombre pudo reconocer a su amigo por las roturas de los huesos, pues él mismo se las había curado y conocía bien la estructura ósea del animal.
-La dualidad es inherente a las razas predadoras de sangre caliente con pensamiento avanzado y conciencia del “yo”- dijo entonces parafraseando uno de los densos libros sobre especies que había leído una vez en Nueva Ohara -O eso decía nosequé estudioso en una de sus obras sobre las diferencias entre comportamient... bueno... una peste de libro que tuve que leer una vez -Vamos, que por encontrar a su amigo ha hecho un enorme pedido de pingüinos, lo que terminara con las existencias y los cazadores tendrán que salir a por más para cubrir la demanda, por lo que muchos más serán abatidos- Arny levanto las manos a la altura de sus hombros en gesto de impotencia.
Tras charlar un rato mientras caminaban, llegaron a la plaza. Los olores de los diferentes puestos de comida se presentaban ante la pareja en ráfagas tentadoras. Bocanadas de aire que abrían el apetito y humedecían la boca. Los electroreceptores del ornitorrinco vibraban por toda la actividad eléctrica que ocurría en los cuerpos de los comensales a su alrededor. Aquella comida activaba los receptores de placer de la gente, cargando sus cuerpos de energía y haciéndolos brillar como focos ante los sentidos del mink, que comenzaba a estar ansioso por comer algo.
-¿Que si me gusta?- respondió divertido -¿Te gusta respirar?- preguntó con una carcajada corta. Comenzaba a estar borracho de nerviosismo. Tenía más hambre de lo que cabía esperar... o tal vez había algo en el aire que abría el apetito de manera inusitada.
-Yo quiero una brocheta de anguila eléctrica y un cucurucho de camarones para llevar- pidió mientras se relamía.
Cortando un trozo de la brocheta y depositándolo en el plato de la chica sonrió -Así puedo picar sin mancharme las uñas de grasaza- dijo picando un calamar rebozado con la punta del puncho -Y tu también pruebas la anguila- dijo sacando la lengua antes de meterse el calamar en el pico.
-Trixi... TRIXIIII- el incomprensible idioma gritado desde una mesa de atrás terminó por llamar la atención del mink sobre el grupo que Elyria llevaba un rato mirando. Su origen como predador le impedía tener consideraciones morales sobre algo que consideraba una presa, por lo que no tuvo mucho problema al ver el pedido de pingüino karateka, pero... ¿los gritos?
-LO SABÍA... CAZARON A TRIXI- lloraba el hombre, que como ultimo recurso para encontrar a su mascota, había pedido todos y cada uno de los pingüinos karateka que había por la zona. El hombre pudo reconocer a su amigo por las roturas de los huesos, pues él mismo se las había curado y conocía bien la estructura ósea del animal.
-La dualidad es inherente a las razas predadoras de sangre caliente con pensamiento avanzado y conciencia del “yo”- dijo entonces parafraseando uno de los densos libros sobre especies que había leído una vez en Nueva Ohara -O eso decía nosequé estudioso en una de sus obras sobre las diferencias entre comportamient... bueno... una peste de libro que tuve que leer una vez -Vamos, que por encontrar a su amigo ha hecho un enorme pedido de pingüinos, lo que terminara con las existencias y los cazadores tendrán que salir a por más para cubrir la demanda, por lo que muchos más serán abatidos- Arny levanto las manos a la altura de sus hombros en gesto de impotencia.
Elyria Priscraft
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Elyria reía dulcemente antes los divertidos comentarios del científico. “Nah, respirar esta super sobrevalorado y nos mata lentamente,” bromeó con una amplia sonrisa en su rostro, viendo como se iba a pedir algo de comida el también.
“¿Anguila? Nunca la he probado, pero no es un mal momento para hacerlo, ¿no?” Dijo antes de arrancar un trozo de la brocheta con un tenedor para metérselo en la boca. “Mmm… Es un sabor extraño, pero no esta malo. Y no me juzgues por usar tenedor, no quiero ponerme los guantes perdidos de grasa.” Dicho eso, siguió comiendo tranquilamente, probando un poco de todo hasta que ocurrió el incidente con los pingüinos karatekas.
“Vaya… parece que era su mascota o algo así, un poco turbio que se la pida para cenar si me preguntas.” Entonces escuchó su reflexión atentamente. Definitivamente era científico y le gustaba leer, esa forma tan sofisticada de decir algo tan sencillo no era algo al alcance de cualquiera. Pero el final hizo que se riese en voz alta, el contraste era demasiado divertido, le estaba cayendo bien el mink.
Pero ese hombre… definitivamente no tenía solo pena por la pérdida de un amigo. Despué otra persona comenzó a actuar extraño, y luego otra, y otra. Todos habían comido una tapita de pingüino karateka con unas bravas. Y lo sospechoso que era el grupo que entrego el cargamento no ayudaba al caso. Definitivamente había algo raro con todo eso, ese pingüino tenía algo raro.
“Ey Arny, ¿crees que van drogados?” Preguntó mientras ladeaba la cabeza. Entonces apareció Nissa delante suya, solo visible para ella como siempre. “Definitivamente van hasta arriba de droga, ¿estas ciega? Tienen los ojos super rojos,” le dijo cruzándose de brazos.
Quería responderle, pero no le apetecía quedar como una loca delante de Arny. Ni que pudiese ver eso desde tan lejos… En fin, se dijo a sí misma, suspirando profundamente. “Vamos a ver que pasa, esto es extraño. Me tienta probarlo para ver que demonios es, pero igual no es buena idea, llámame rara.”
Entonces caminó hasta el puesto, fijándose en que efectivamente, estaban drogadísimos. Ya estaba montando teorías en su cabeza. ¿Tenía un nuevo caso entre manos? ¿Le tocaría investigar? Pero cuando se iba a poner a interrogar al vendedor del puesto, escuchó a lo lejos un ruido familiar. Y cuando se fijo, pudo ver al Sargento Gunma, llevando a su pelotón en dirección a ellos.
Antes de que pudiera decir nada, arrestaron a la persona con la que iba a hablar, y se llevaron a todos los afectados, probablemente para protegerlos de cualquiera que intentara aprovecharse de su estado y para interrogarlos más tarde. También se llevaron el resto de pingüinos karateka sin cocinar, y entonces Guama se acercó a ella.
“Elyria, conmigo, ahora. Hay que encontrar el resto de cargamentos.”
“Sin problema sargento, un segundo,” dijo antes de girarse para mirar a su compañero. “Lo siento Arny, pero tendremos que hablar en otro momento.”
“¿Anguila? Nunca la he probado, pero no es un mal momento para hacerlo, ¿no?” Dijo antes de arrancar un trozo de la brocheta con un tenedor para metérselo en la boca. “Mmm… Es un sabor extraño, pero no esta malo. Y no me juzgues por usar tenedor, no quiero ponerme los guantes perdidos de grasa.” Dicho eso, siguió comiendo tranquilamente, probando un poco de todo hasta que ocurrió el incidente con los pingüinos karatekas.
“Vaya… parece que era su mascota o algo así, un poco turbio que se la pida para cenar si me preguntas.” Entonces escuchó su reflexión atentamente. Definitivamente era científico y le gustaba leer, esa forma tan sofisticada de decir algo tan sencillo no era algo al alcance de cualquiera. Pero el final hizo que se riese en voz alta, el contraste era demasiado divertido, le estaba cayendo bien el mink.
Pero ese hombre… definitivamente no tenía solo pena por la pérdida de un amigo. Despué otra persona comenzó a actuar extraño, y luego otra, y otra. Todos habían comido una tapita de pingüino karateka con unas bravas. Y lo sospechoso que era el grupo que entrego el cargamento no ayudaba al caso. Definitivamente había algo raro con todo eso, ese pingüino tenía algo raro.
“Ey Arny, ¿crees que van drogados?” Preguntó mientras ladeaba la cabeza. Entonces apareció Nissa delante suya, solo visible para ella como siempre. “Definitivamente van hasta arriba de droga, ¿estas ciega? Tienen los ojos super rojos,” le dijo cruzándose de brazos.
Quería responderle, pero no le apetecía quedar como una loca delante de Arny. Ni que pudiese ver eso desde tan lejos… En fin, se dijo a sí misma, suspirando profundamente. “Vamos a ver que pasa, esto es extraño. Me tienta probarlo para ver que demonios es, pero igual no es buena idea, llámame rara.”
Entonces caminó hasta el puesto, fijándose en que efectivamente, estaban drogadísimos. Ya estaba montando teorías en su cabeza. ¿Tenía un nuevo caso entre manos? ¿Le tocaría investigar? Pero cuando se iba a poner a interrogar al vendedor del puesto, escuchó a lo lejos un ruido familiar. Y cuando se fijo, pudo ver al Sargento Gunma, llevando a su pelotón en dirección a ellos.
Antes de que pudiera decir nada, arrestaron a la persona con la que iba a hablar, y se llevaron a todos los afectados, probablemente para protegerlos de cualquiera que intentara aprovecharse de su estado y para interrogarlos más tarde. También se llevaron el resto de pingüinos karateka sin cocinar, y entonces Guama se acercó a ella.
“Elyria, conmigo, ahora. Hay que encontrar el resto de cargamentos.”
“Sin problema sargento, un segundo,” dijo antes de girarse para mirar a su compañero. “Lo siento Arny, pero tendremos que hablar en otro momento.”
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