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Gareth Silverwing
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El legado Silverwing Empty El legado Silverwing {Jue 14 Sep 2023 - 1:56}

[justify]“Descendiente del linaje de un noble señor, antigua leyenda escrita y nacida de fuego y cenizas, trazada sobre el lienzo de incontables campos de batalla, ahora hijo de la más exitosa burguesía. Muchos pensarían que nuestro héroe nació con una fortuna por la cual la mayoría mataría, pero lo cierto era que cargaba desde su nacimiento con el peso de incontables expectativas. Heredero de todo, excepto libertad sobre su destino, ahora en su adolescencia se daba cuenta de que sólo tenía una esperanza para escapar de esa cárcel de responsabilidad, su única...”


Una mano empujó el libro ligeramente hacia abajo, tras este un rostro de mirada severa, unos ojos verdes tan familiares como los míos propios me daban a entender un mensaje sin siquiera vocalizar una sola palabra. Pero, aunque supiera que lo había comprendido a la perfección, no estaba de más que mi hermana dejara clara la razón por la que había interrumpido mi lectura.

- ¿Acaso piensas pasarte todo el día ahí leyendo? La profesora Karla dijo que si volvías a fallar en entregar los deberes solicitaría que informasen a nuestros padres, o peor, al abuelo. - Sonaba como una reprimenda, pero en su voz notaba más preocupación que enfado. Era normal, hacía ya un mes que no entregaba la tarea que nos asignaba, la paciencia de esa profesora de la vieja escuela estaba a punto de agotarse y añadir un nombre más a la larga lista de alumnos que había logrado expulsar. Lista que sospechaba que se enorgullecía de haber inflado artificialmente.

- Si estoy leyendo es porque ya lo he hecho, no soy tan irresponsable Atra. - Contesté con tono tranquilo señalando un montón de hojas apiladas en mi escritorio, para luego levantar de nuevo el libro y seguir con la lectura.

- No habrás vuelto a hacer sólo las diez primeras páginas, dejando el resto en blanco y esperando que no lo lean verdad. - Dijo mientras se ponía a revisar la tarea.

- Eso sólo funciona con el profesor Nolan, está a menos de un año de jubilarse y ya le da todo igual. Mientras no tenga que forzar la vista y te comportes en clase el aprobado está garantizado. - Tras decir eso me fulminó con la mirada, nunca había aprobado mi política del “mínimo esfuerzo”, era muy vocal en ese aspecto, pero esta vez parecía que se lo iba a callar mientras terminaba de revisar las hojas.

- Todo perfecto... Me sigue costando creer que tengas unas notas tan bajas viendo esto.

- Programo bien mis descansos, así disfruto de los mejores años de mi vida sin tener que gastar un segundo extra en los estudios. - Terminé por decir cerrando el libro y levantándome, sabiendo que, por el tono de Atra... y la hora, no me daría tiempo a terminar aquel capítulo. - Además, así te dejo margen para que brilles más, mi querida hermana.

- Anda, vamos. - Caminó hacia la puerta tras suspirar con una mano en la cara. - Las clases de la tarde están a punto de empezar, y no quieres otra sanción por llegar tarde.

Eran las cuatro menos cinco de la tarde, el sol iluminaba desde lo más alto los jardines centrales de la Academia Asticasia. A esta hora los alumnos comenzaban a marchar desde todas las alas de las instalaciones en dirección al edifico principal, una hermosa e histórica academia de más de tres siglos de antigüedad. El aulario central, de tres pisos con una planta en forma de U, con un patio en el centro, tras esta estaban los jardines, rodeados de los dormitorios a los lados y la biblioteca al final. De estas instalaciones salían una serie de caminos asfaltados que llevaban a instalaciones secundarias de otro tipo, dormitorios de los profesores, el embarcadero, el gimnasio y los campos de tiro. En general todo lo que necesitaba la academia de oficiales más prestigiosa que se dedicaba a formar al futuro de la Marina.

Como siempre que me acompañaba mi hermana las reacciones eran una mezcla de expresiones y comentarios que lo único que dejaban en claro era que no dejábamos a nadie indiferente. Por una parte, tenías a la Princesa Carmesí, mi hermana, una belleza inalcanzable, de notas perfectas, registro académico intachable, comportamiento ejemplar, férrea disciplina e imbatible en los duelos. En el otro lado del espectro estaba yo, a quien, tras años en la academia, todavía no terminaban de llegar a poner un apodo que se quedase, el Príncipe arruinado, Capitán Escurridizo, Dios mediocre... De cara a los demás lo único bueno que tenía era la cara y las formas, el resto era otra historia. Una mezcla entre notas mediocres que rozaban la expulsión, una lista de faltas que me tenía siempre al límite de suspender las asignaturas, tareas atrasadas, así como un registro inexistente de participación en duelos, bien por rechazar la confrontación, bien por evitarlos por tecnicismos, me había granjeado una infamia merecida.

Como siempre a los demás alumnos les costaba creer que fuéramos hermanos. Al vernos juntos el parecido era innegable, pero conociendo nuestro historial era normal que surgieran dudas. Claramente esta reacción no era algo que agradase a Atra, mientras que a mí me era indiferente lo que pensaran o dijeran de mí. Pero no podía ni quería hacer nada al respecto, menos a estas alturas.

Por fin llegamos al aula, con tanta historia como el propio edificio, en forma semicircular con cinco hileras de escritorios de madera gastada, pero impecablemente mantenida, colocados en forma de escalera, mirando a un atril central con una gran pizarra detrás. Los escalones de piedra erosionados por incontables pasos del ir y venir de alumnos hoy se gastaban un poco más con la llegada de una nueva clase.

Como siempre que la acompañaba éramos de los primeros, si había alguien ya en el aula se paraba y saludaba respetuosamente, a lo cual ella respondía de forma educada, misma rutina, distinto día. Poco a poco el aula se fue llenando con los alumnos restantes hasta que sólo faltaba una persona, la Señora Karla.

La puerta se abrió, pero no entró la persona que esperábamos, sino Nolan Rembran, el tutor al cargo de nuestra clase. Un hombre de unos cuarenta años, de pelo oscuro el cual comenzaba a clarear, expresión algo tensa, pero sin llegar a ser severo, con un rostro adornado por unas gafas oscuras y una barba de varios días. El sonido de la muleta en la que siempre se apoyaba anticipaba la persona que estaba a punto de cruzar el umbral, pero la sorpresa no llegó hasta que pudimos verlo con nuestros ojos. Sin mediar palabra caminó por encima de la tarima de madera, apoyó la muleta en el atril y carraspeó un poco para terminar de llamar una atención que ya era suya.

Buenos días. La señora Karla ha tenido un accidente con una escalera en la biblioteca y no podrá asistir a clase durante un par de semanas. - Dijo tan seco como siempre, podría esforzarse en decir las cosas con un poco más de tacto, pero supuse que años de servicio lo habituaron a comunicar las cosas de forma clara y directa. - La clase de hoy se suspende, continuará mañana cuando me sea entregado el programa de estudios que estáis siguiendo. Hasta entonces podéis usar estas dos horas como tiempo de estudio libre. - Dicho esto caminó hasta el escritorio del profesor al lado del atril y se sentó. - Si tenéis cualquier duda podéis acercaros y os atenderé lo mejor que pueda. - Claramente todos tenían dudas, no con respecto a la materia que nos daba Karla, pero no parecían estar por la labor de plantearlas.

En ese momento noté una mirada que se me clavaba desde un lado. Al mirar pude ver a mi hermana con un gesto cabreado, casi a punto de estallar, una mirada que decía de forma silenciosa “más te vale tener una buena excusa para esto”. No podía culparla, no sería la primera vez que a un profesor le ocurre algún “accidente” que le impide llegar a clase a la hora o asistir ese día. Sospechaba que estaba detrás de aquellas desagradables casualidades, tenía pruebas de un par de ellas y estaba completamente segura de, al menos, una de ellas. Ejemplos claros son el episodio de los gatos en el pasillo, la desaparición de la ropa del señor Lauren o la sobredosis de lentejas que sufrió el maestro Fu, ah y “esa de la que nadie habla nunca”. Era el autor de obras de arte que no podían ser reconocidas por razones obvias, trastadas y bromas de un joven adolescente revoltoso, pero ¿tanto como atentar contra la integridad de uno de los profesores? Por fortuna todavía no había cruzado esa línea.

- Te juro que esta vez no tengo nada que ver. - Le susurré aprovechando que se había armado cierto revuelo en clase por la noticia.

- ¿“Esta vez”? - Repitió levantando el todo hasta casi llamar la atención.

- Quiero decir... Las escaleras de la biblioteca son bastante viejas y ya tienen alguna tabla carcomida si no te fijas bien... - Comencé a poner excusas mientras miraba a los lados, no me estaba haciendo ningún favor, todo lo contrario, cada vez parecía más culpable. Ella suspiró y relajó su expresión

- Sé que “esta vez” no has sido tú, no sueles llegar a tanto. - Comentó mientras abría el libro de la materia y se preparaba a repasar.

- Me sorprende que desconfíes tanto de mí, querida hermana. - Contesté con un tono melodramático, al tiempo que ella respondió con una mirada que decía “no pongas a prueba ni mi paciencia ni tu suerte.

- Supongo que tienes suerte... - Fue lo único que dijo.

- Por cierto. - Interrumpió Nolan, había subido hasta ponerse delante nuestro sin que nos diéramos cuenta siquiera del sonido que hacía su muleta. - La señora Klara me encargó que le llevara la tarea que te encargó Señorito Silverwing. Fue muy insistente en que la corregiría personalmente a pesar de tener que pasar unos días en cama. - Acto seguido extendió la mano esperando que le diera los papeles.

Llevé la mano a mi maletín y mi expresión cambió cuando no los encontré en su sitio. Estaba visiblemente nervioso mientras rebuscaba entre los apuntes y los libros sin éxito. Nolan enarcó una ceja esperando que le diera los deberes cuando de pronto una risilla se escuchó a mi lado. Atra puso los papeles sobre la mesa.

- Qué despistado eres hermano, debiste de confundir mi bolsa con la tuya de nuevo. - Dijo mirándome de reojo. Nolan por su parte no hizo caso al gesto y tomó las hojas, comenzando a echarles un vistazo rápido.

- Y me puede decir señorita Silverwing... ¿Qué significa exactamente esto? - Preguntó visiblemente mosqueado mientras le mostraba que cada hoja tenía una caricatura malamente dibujada de la señora Klara dando clase.

- Casi no pude contener la risa viendo cómo la trampa de mi hermana se desmoronaba ante sus ojos. Quería darme una lección, pero estaba todavía a años de poder alcanzar al maestro.

- Creo que esa era tu cartera querida hermana, veo que el talento para las artes es algo que no compartimos. - Dije añadiendo sal a la herida entregando los verdaderos papeles a nuestro tutor. Este comprobó rápidamente que eran los adecuados y se dio la vuelta con un leve gruñido.

- Casi se le olvida... Quiero verlos a ambos en mi despacho tras la clase. - Terminó diciendo volteando la cabeza ligeramente y dedicándonos una mirada que hubiera hecho que muchos reclutas y veteranos por igual hubieran ensuciado sus pantalones. La broma no había sido de su gusto, pero era un pequeño precio a pagar por demostrar a mi hermana quién de los dos tenía talento para la picaresca.

Era una de las pocas personas que conocía capaces de echar la bronca a alguien hasta el punto de hacerlo llorar sin siquiera levantar la voz, sin insultos ni vejaciones, sólo hechos y el tono severo que sólo alguien con hijos podría aprender a emplear. Muchos eran los que habían salido con lágrimas en la cara de su despacho, mi hermana era una excepción, pero la conocía, no permitiría que nadie la viera en ese estado, ni siquiera yo. Después de que Nolan la dejara ir y le asegurase que este pequeño episodio no constaría en su expediente si se mantenía como uno aislado, insistió en que me quedase para una segunda ronda.

Una vez a solas hizo algo que no hacía con otros alumnos, sacó un cenicero de uno de sus cajones y un puro de un estuche al lado junto con su encendedor. Si algo se le daba bien era calar a la gente, y sabía que, a pesar de que lo que estaba haciendo estaba prohibido por normativa de la escuela, yo no diría nada. Dio una calada, se reclinó para abrir la ventana que tenía detrás sin siquiera voltearse y soltó el humo.

- Bien Gareth. - Dijo sin añadir ningún honorífico. - ¿A qué estás jugando?

- Sólo era una pequeña broma entre hermanos, algo inofensivo. - Contesté encogiéndome de hombros.

- No me refiero a eso, y lo sabes. - Abrió otro cajón y sacó unos papeles. - Estos son los registros de tus notas a lo largo de los más de dos años que lleváis en la academia, junto con la cuenta de faltas y atrasos de los deberes. Dime ¿ves algo especial en ellos? - Preguntó acercando los papeles a mi lado del escritorio. Por mi parte los cogí y les dí un vistazo rápido. - ¿Qué opinas al respecto?

- Que son las notas mediocres de un alumno que se esfuerza lo mínimo para aprobar. - Contesté sin pestañear, muchos me tomaban por alguien incompetente, los que me tenían en mayor estima por alguien sencillamente vago.

- Puedes quitarte la máscara chaval, sé lo que estás haciendo. Pero quiero saber la razón... o tendré que hablar con tu abuelo, y no le gustará que yo le llame para hablarle de ti. - Hice un gesto para dejar que continuase, a lo cual él respondió con una calada seguida de un suspiro hastiado. - Te diré lo que opino, la respuesta a eso ya es cosa tuya. Tus notas no son mediocres ni las justas, son perfectas... una media perfecta que camina en la línea de la mediocridad al borde de la expulsión, no son las notas de alguien que no quiera esforzarse, lo contrario, son las notas de alguien que se esfuerza todo lo que puede por mantener el perfil más bajo posible. Eres una persona que está haciendo todo lo necesario por granjearse una mala fama, por hacer que todos te subestimen. Se supone que esta academia es un lugar seguro, un santuario donde cultivar y pulir vuestros talentos. Entonces ¿Cuál es la razón o, mejor dicho, la amenaza que hace que te comportes de esta manera? - Sabía que su mirada podía ver a través de mí, no había sido nunca capaz de mentir delante de ese veterano, no por haberlo intentado y fracasado, sino porque tenía la sensación de que si mentía lo sabría al instante, como hizo antes.

Mi rostro cambió, el semblante siempre sonriente mantenía la sonrisa, pero la mirada era diferente, una da alguien que sabe que esto es algo serio, la mirada detrás de la máscara. Una que no podía darse el lujo de mostrar en público y que sólo su familia había visto en contadas ocasiones.

- Usted sabe cómo funciona esta escuela. La seguridad de estos muros es relativa, sólo aplicable de puertas para afuera. Pero no entre los propios alumnos. Un sesenta y cuatro por ciento de los graduados accede como oficiales a la Marina, de estos a penas el veintitrés por ciento termina sirviendo más de un año, no por bajas, sino porque se retiran voluntariamente. Un servicio militar ofrecido sólo para aumentar el prestigio de las familias que mantienen este ejército, y como todos los altos círculos estos tienen una serie de normas sociales y procesos que se aseguran el tráfico de influencias entre estas. Ahí es donde entra el mecanismo de la academia que se ideó para evitar que la escuela de oficiales fuera el caldo de cultivo perfecto para una aristocracia acomodada y desligada de la realidad militar. El sistema de duelos, en el que cualquier puede apostar cualquier cosa... dejando en manos de adolescentes, los cuales son las marionetas de sus papis, o sus hormonas, lo que venga antes. Si este sistema fuera justo nunca me hubiera tomado la molestia de hilar esta farsa, pero está lejos de serlo. A lo largo de los años ha sido pervertido hasta el punto de tolerar la intervención de influencias externas como “parte de la fuerza de cada uno de los interesados”, lo que llamaríamos trampas en otros duelos normales, todo para beneficiar a aquellos más hambrientos de poder. Por donde voy creerá que lo que quiero es una vida justa, se equivoca. Sabe a qué familia pertenecemos, ha mencionado a mi abuelo antes, conoce a mi madre, sabe lo que pasaría si alguien consigue algo de poder sobre ellos, y sabe que la forma más rápida de llegar es mi hermana, la cual nunca ha recurrido al derecho de rechazo. Por encima de todo esto ser la persona más talentosa de esta generación no ha hecho más que agrandar la diana sobre sus espaldas sólo por la gloria de poder llegar a esa cima inalcanzable. En estos años he frustrado treinta y cuatro intentos de intervención en estos duelos, todo mientras mantenía esa fachada de incompetente para que nadie sospechase nunca que soy capaz de ello. Me interesa poco el poder de mi abuelo o de la familia, pero no pienso permitir que deshonren a mi hermana de esa manera sólo por una disputa de poder entre niñatos endógamos con más cromosomas repetidos que falsos premios ganados en competiciones de pega en sus propios clubs sociales adornando sus polvorientas estanterías. Ella es la que da la cara por los dos, quien me protege de los insultos y las ofensas que me lanzan a la cara. Es mi deber, no por honor, sino como hermano, protegerla a ella de las amenazas que llegan desde la espalda. Si para ello tengo que sacrificar una reputación que no me importaba desde un principio lo haré con gusto. - Puse las manos sore la mesa y me puse de pie mientras le miraba a los ojos lanzando un desafío silencioso. - ¿Y bien? ¿Le parece esa una respuesta adecuada?

Por primera vez en años vi cómo esbozaba una sonrisa, la presión que notaba sobre el pecho a la hora de hablar con él se fue relajando poco a poco, como si con su mera presencia estuviera desescalando la situación. Habíamos tenido conversaciones parecidas antes en las que ya había dado a entender discretamente lo que hacía, pero nunca me había confrontado de esa manera, ni siquiera me había forzado a decir la verdad de una forma tan directa y sin filtros. Sólo con su presencia y un par de preguntas me había quitado la máscara, había ahondado en lo más profundo de mi alma y había hecho que me expusiera. Era aterrador, si era capaz de hacer eso de buen humor, no me imaginaba cómo debían ser los interrogatorios cuando trabajaba en la policía militar.

- Puede que no lo creas, pero te pareces más a tu abuelo de lo que crees. - Dijo terminándose el puro y dándose la vuelta para soltar el humo por la ventana, cortesía que no había tenido nunca conmigo. - Descanse Silverwing... Ah, y como castigo por lo de antes deberá ayudar a limpiar la biblioteca, todavía no han limpiado los restos rotos de la escalera. Puede retirarse. - Sentenció recuperando el tono formal que usaba con los alumnos, más cercano al que emplearía con un soldado que con un niñato.

Me recompuse, peinando un par de mechones que se habían descolocado durante la conversación y recuperando el semblante al tiempo que ajustaba el cuello de la camisa. Cuadrándome para darme la vuelta y dirigirme a la salida del despacho. Parecía que se me iba a salir el corazón del pecho, pero por alguna razón notaba el alivio de haberme quitado un gran peso de encima.

- Casi se me olvida. - Dijo antes de que cerrase la puerta del despacho. - Espero el reporte de su castigo en el escritorio de la clase mañana a primera hora. - Suspiré a la vez que asentía, no era la primera vez que me lo pedía, así que con eso sabía lo que tocaba.



***


La tarde la tendría ocupada, así que decidí ir al comedor y tomar algo rápido para aprovechar el tiempo. Mentiría si dijera que no me esperaba el círculo de personas que se había formado en el patio central, atentos todos y cada uno de ellos a lo que estaba ocurriendo. Un suceso raro en otras academias, pero rutinario en esta, especialmente a estas horas a las que todos salían de clase. Un duelo. Ya fuera por una disputa, una medida de fuerzas, o una simple apuesta, los motivos eran muchos y variados, pero casi siempre había uno o dos. Y muchas de las veces sabía perfectamente quien estaba en medio del aquel círculo. Me lo imaginaba por los aspavientos, por los pasos acelerados, por la columna de polvo que se levantaba tras un gran golpe, pero especialmente por los contendientes derrotados que solían salir volando por encima del círculo tras la derrota. Ah, sí, el joven Joan Jeturk había salido volando, no era mala persona, pero su cabeza era tan dura como el acero que vendía la empresa de su padre, orgulloso y un poco impulsivo. Me estaba imaginando la conversación que había llevado a que mi hermana se batiera con él en duelo. Me caía bien, no era la primera vez que esto pasaba, y siempre había aceptado el resultado con deportividad.

- Parece que es el resultado de siempre. - Dije con una sonrisa amistosa tendiéndole la mano.

- ¡¿Acaso te burlas de mí?! - Apartó la mano de un golpe mientras se levantaba claramente ofendido. Esto era impropio de él, pasaba algo.

- No sé qué crees que está pasando, pero podemos hablarlo. - Contesté dejando a un lado la sonrisa e ignorando el golpe, manteniéndole la mirada sin apartarme. - ¿Qué has apostado que es tan importante?

- No te hagas el tonto, sabes perfectamente lo que hay en juego. - Sus músculos se tensaron haciendo crujir la madera de la espada de entrenamiento que sostenía. De verdad creía que le estaba tomando el pelo.

- No nos hemos jugado nada. - Interrumpió mi hermana, quien echó una mirada a los curiosos. En pocos segundos se habían dispersado lo suficiente como para que pudiéramos hablar con cierta privacidad. - Pero piensa que si pierde la empresa de su familia será vendida. - Era un motivo para estar nervioso, pero a pesar de que la suya era una filial de la de nuestra madre, carecíamos de ese poder de decisión.

- ¿Quién te ha dicho eso? - Pregunté con tono tranquilo, pero claramente preocupado, que un rumor como ese empezara a circular nos daría problemas.

- ¿Es que acaso este no es el sello de vuestra familia? - Dijo sacando de su bolsillo una carta y mostrándola.

Nos retiramos a una sala de estudio para poder verla mejor. Sin duda para alguien que viviera ajeno a los negocios o fuera nuevo en ellos el lenguaje empleado le haría pensar que se trata de una carta genuina. Pero el sello tenía ciertos fallos que hacía ver que era una imitación chapucera, partes del logo fuera de lugar, rodeado por el círculo de diámetro equivocado y con las palabras “sello de garantía verdadero y genuino grabadas”, así como la falta de fecha y datos específicos de los términos de venta, beneficiarios, fechas de toma de decisión, nombres de la junta directiva que tomó dicha elección ni motivos. Tras explicar todo esto comprendió que se trataba de una falsificación de bastante mala calidad, lo que le alivió, pero no sirvió para tranquilizarlo. Su orgullo había sido herido por haber sido víctima de ese engaño. La pregunta era ¿De dónde había salido? Al parecer él se lo había encontrado en el buzón de su dormitorio, otro fallo, por cierto, las notificaciones de este tipo deben ser entregadas en mano.

- Con eso aclarado sólo me queda una pregunta ¿Por qué os pusisteis a lucahr y no lo hablasteis? - Pregunté girándome para mirarlos.

- No atendía a razones, intenté explicárselo. - Dijo mi hermana apartando la mirada.

- ¡Me golpeaste en cuanto dije que estabas ocultando algo! - Contestó el.

- ¡Porque me acusaste de ocultar algo! A mí - Replicó mi hermana indignada.

La discusión se prolongó unos minutos hasta el punto de que parecía que estaban a punto de volver a pelear. Pero por fortuna la razón ganó sobre la violencia y pudimos poner fin a este episodio. Le dejamos quedarse la carta para que notificara inmediatamente a los profesores, puede que no sirviera de mucho, pero a lo mejor al verlo el culpable se lo pensaría dos veces antes de actuar.



***


A esas horas la biblioteca estaba en silencio. Bueno, siempre lo estaba, pero esta vez más de lo habitual, sin casi nadie entre sus estanterías faltaban los pasos, las manos sacando libros de las estanterías o el ocasional carraspeo. Sólo nos encontrábamos aquí Sylca Brisbarne y yo. Una estudiante modelo, callada y algo reservada, pero diligente y responsable. En su segundo año se había ofrecido voluntaria para gestionar la biblioteca, aunque creo que era más por la tranquilidad del lugar y estar rodeada de libros que otra cosa. Lo hacía bien, pero de vez en cuando la veías distraída con algo debajo de la madera del mostrador. Al principio pensaba que eran apuntes, pero una sospecha me vino a la cabeza cuando vi de reojo una pequeña sonrisa formarse en su rostro.

No era asunto mío. Dejé de prestarle atención y me puse a barrer trozos de madera, los más pequeños obviamente, las astillas. Las patas rotas de la escalera y los peldaños los iba arrojando a mano a un cubo. Pero había algo que me llamaba la atención entre ellos. Todos estaban astillados, menos un par de ellos. Unos cortes planos en los bordes no llegaban a cortar la madera del todo. Estaba claro que habían sido serrados con algo, lo suficiente como para que la escalera se mantuviera, pero no para que soportase mucho tiempo el peso de una persona. Un sabotaje claro, alguien había quitado de en medio a la profesora durante un tiempo. Guardé un par de trozos en el bolsillo y el resto los metí en un cubo para tirarlos.

Para hacer eso se necesitaba cierta planificación, saber la escalera que iba a usar y el momento en el que estaría en la biblioteca. Alguien había observado su rutina y planificado un accidente para que se ausentara, aunque fueran unos días, o por lo menos esa era mi hipótesis. Siempre podría haber sido una broma que fue demasiado lejos o una venganza por unas notas bajas. No podía descartar nada, no con tan poca información. Si tenía que usar la escalera repetidamente significaba que estaba leyendo un libro de una sección concreta, un libro que no podía sacar de la biblioteca. Eso sólo eran los ejemplares únicos. Tenía que averiguar qué libro era. Las posibilidades eran escasas, pero no podía descartar que alguien lo hubiera hecho para evitar que tuviera acceso a ese libro sin que este desapareciera.

- Bueno, con esto ya deberían estar todos los trozos. - A pesar de que hablé con un tono un poco más bajo de lo normal Sylca no pudo evitar sobresaltarse. Sus lentes dejaron de reflejar la luz de la lámpara de escritorio para girarse en mi dirección, revelando unos ojos azules algo nerviosos.

- Ah. P-perfecto, entonces puedes tirarlos en el contenedor, no creo que la escalera tenga reparo. - Contestó algo inquieta mientras miraba de reojo abajo.

- ¿Ocurre algo? - Procuré que la pregunta fuera lo más cortés posible, mostrando cierta preocupación en el tono. Mientras me inclinaba sobre el mostrador para “asegurarme que estuviera bien un detalle me llamó la atención”

Un cuaderno sobre un libro de texto, una serie de dibujos y bocetos se podían apreciar entre sus páginas, bosquejos con monigotes sin detalles y una pequeña libreta con notas al lado. La cara que puso era la de una niña que había sido pillada haciendo una trastada, o quizás la de alguien cuya fachada de persona responsable se estaba desmoronando rápidamente. Trataba de poner excusas, pero no era capaz de articular ninguna palabra. Y entonces cogí el cuaderno antes de que pudiera guardarlo, dándome la vuelta rápidamente con una sonrisa pícara y ojeando las páginas. Saltó sobre el mueble con una agilidad inesperada, lanzando las manos hacia el cuaderno. Me aparté de un lado a otro varias veces mientras revisaba el contenido para vergüenza de Sylca, se notaba la frustración en su rostro. Estaba a punto de estallar, dejando de lado el poco protocolo que quedaba en la biblioteca para gritarme que se lo devolviera, pero entonces puse el dedo índice sobre sus labios y la miré a los ojos, devolviéndoselo sin un solo rasguño.

- La dinámica de las escenas parece estable, aunque no he leído los diálogos puedo hacerme a la idea del ritmo de la historia. Pero te fallan un poco las proporciones. - Su rostro cambió de pronto al escuchar la crítica. Quizás algo inesperado, dado que su mayor temor fuera una burla, o peor, la exposición de su secreto.

- Las proporciones son lo más difícil, al igual que mantener una sensación de simetría en perspectiva. - Contestó recomponiéndose y colocando sus trenzas en su sitio como si nada hubiera pasado. - Una sólo puede llegar tan lejos con muñecos...

- Quizás pueda ofrecerte una solución. - Comenté esbozando una sonrisa que trataba de ocultar mis intenciones. - Necesito que me hagas un favor, nada en especial, a cambio yo te ayudaré con ese problema. - Extendí la mano para que la estrechase.

Mantuvimos contacto visual durante unos segundos que se hicieron eternos, mi semblante no cambiaba, pero el suyo parecía reflejar sus pensamientos, estaba dudando, calculando si el riesgo de aceptar merecía la pena. Pero al final extendió la mano y me la estrechó, no era confianza lo que veía en ella, pero sí decisión.

- Tenemos un trato entonces. - Finalicé cogiendo la bolsa de basura y dándome la vuelta. - Iré a tirar esto, mañana tras la comida hablaremos de los detalles.

Tras decir eso salí de la biblioteca dejándola sola con sus pensamientos. La puerta se cerró a mis espaldas haciendo eco en el pasillo vacío sólo interrumpido por una cancioncilla tarareada mientras caminaba. Aquella tarde uno de los dos había hecho un trato con el demonio, un trato del cual no tardaría en arrepentirse.



***


Había pasado una semana, Nolan había recibido una copia de la problemática carta y más adelante un informe con lo que había descubierto, piezas de madera serrada, prueba de un sabotaje deliberado de propiedad de la academia. Junto a eso el nombre del libro que nuestra querida maestra había estado consultando, así como las veces que lo había consultado y las horas a las que lo había hecho. Como suponía, en patrones regulares, dos veces a la semana exactamente a la misma hora, los mismos días de la semana, durante los últimos tres meses. También había tenido acceso al libro en cuestión y pude ver que el culpable había cometido un error. La profesora Klara era consciente del valor de esos libros, especialmente los ejemplares únicos, con los más antiguos incluso usaba guantes. Este no era una excepción las páginas estaban bien tratadas, no las abría del todo para no dar de sí la vieja cola que las mantenía unidas al lomo. Pero había una serie de cinco páginas seguidas que mostraban signos de haber sido abiertas sin cuidado, exponiendo el adhesivo entre ellas. Sylca no recordaba que nadie le preguntase sobre ese libro que no fuera la profesora Klara, por lo que el culpable lo había leído aprovechando que la gente estaría más atenta a la profesora que al libro durante unas horas.

“La mano tras el puñal” Un libro no muy conocido escrito personalmente por Flabio Obsan durante su estancia en Impel Down antes de su ejecución. Un libro en el que narraba sus asesinatos, así como los métodos que empleaba y los planes que elaboraba, explicado de tal manera que pudieran servir de guía a alguien que quisiera seguir sus pasos. Muchos oficiales de la época sugirieron destruir el libro, pero otros con más cabeza acordaron no publicarlo, sino guardarlo para que sirviera de referencia en futuras investigaciones, al fin y al cabo, Fabio les había regalado la forma de contrarrestar sus métodos. De todas formas, a día de hoy pocos conocían en valor de este libro, en batallas en mar abierto servía de poco este conocimiento. Pero el capítulo que estaba abierto era especialmente interesante.


“Para esta artimaña se necesita cierta planificación, así como una noción del tiempo impecable, de todas formas, los resultados pueden resultar magníficos si todo se hace en orden. Lo ideal es que la estrella del espectáculo sea alguien orgulloso o que desee mantener cierta reputación, un faro brillante que se sostiene sobre los frágiles pilares de admiración que lo rodean. Este plan mata primero el orgullo del espíritu, para luego asestar el golpe de gracia al cuerpo...

… Tras haber estudiado a fondo los hábitos y manierismos de la estrella para asegurarse de que es receptiva a nuestra propuesta hay que generar un entorno idóneo para que acepte. Debemos saber le margen de tiempo con el que trabajamos, así como un estudio del posible metabolismo de la estrella. No viene mal tampoco usar algunos actores secundarios para tantear el terreno y ver las capacidades de nuestro protagonista...

… La esencia de la flor guante de luna es inocua por sí sola, pero lo que la hacer perfecta es que vuelve cualquier brebaje o comida aromático y apetecible hasta el punto de que muchos chefs se han planteado usarla ¿El problema? Que este aceite aromático posee un componente problemático, uno que al mezclarse con cualquier cítrico reacciona. Este componente no es disuelto por las enzimas estomacales y se disuelve sin problemas en el torrente sanguíneo para ser expulsado más adelante sin causar mayores problemas. Pero cuando la esencia de un cítrico accede a los pulmones en cuando empieza el espectáculo. La reacción de ambos componentes envenena los bronquios, extendiendo dicha toxina por la sangre. Es algo lento, pero eficaz...

Para el protagonista se sentirá como si le faltara el aliento, poco a poco perderá fuerzas a medida que sus músculos se relajan, como si se viera víctima de una fatiga inexplicable. Es en ese momento en el que hay que actuar. En una situación ideal como el combate singular de un duelo parecerá que poco a poco usted estará ganando ventaja. Siéntase creativo de usar esa situación como le plazca, disfrute del momento, saboree la victoria con un fresco aroma a limón y entonces... dé el golpe de gracia.

La intoxicación no es letal en sí, por lo que tiene que asegurarse de terminar la obra antes de dejar al público decepcionado. Pero confío en que el lector sabrá perfectamente lo que hacer con esta información. De todas formas, no está de más añadir unas cuantas recetas personales para los paladares más exquisitos...”


Tenía que hablar con mi hermana lo antes posible. Podía estar en problemas si no tenía cuidado lo que se llevaba a la boca los próximos días.



***


La luz anaranjada del atardecer se colaba por las ventanas, apenas bastaba para iluminar levemente los rostros de las cuatro personas presentes en la sala. Cuatro alumnos de la academia con una cosa en común, cuatro que ahora compartía un mismo objetivo. Todos ellos habían perdido ante la misma persona y, por una razón u otra, querían verla perder al menos una vez. Querían alcanzar lo que parecía inalcanzable, derrotar a lo invencible, y para ello emplearían los métodos que fueran necesarios. Ya lo habían intentado una vez, lo intentarían las veces que fuera necesario. Falco Pilgrim, de pelo castaño peinado hacia atrás, con un porte regio y mirada que parecía despreciar todo lo que estuviera debajo de él. Nunca se detenía a la hora de demostrar que era otro alumno estrella. Se podría decir que había nacido con todo, miembro de una familia noble con talento innato para la espada y una mente que dominaba todas las materias a la perfección... bueno, o casi. La presencia de Atra en la academia había mostrado ser una espina clavada en un ego tan grande y frágil como su talento, proyectando una sombra que había tratado de superar varias veces. Roy Raven, destacaba por su pelo blanco liso y piel morena. Un niño rico de manual, pasaba más tiempo delante del espejo que de un libro, alguien que pensaba que se lo merecía todo en el mundo sin mover un dedo, no tardó mucho en encontrar a quien le mostrase que se equivocaba. Había tratado de seducir a la señorita Silverwing repetidas veces hasta que vio que era inútil, no sabiendo tomar un no por respuesta, y con los intereses de su familia a sus espaldas, trató de ganar su mano en un duelo, dando como resultado una derrota humillante. Ryuji Matsudaira, destacaba por su clara herencia de Wano, alguien cuya familia se enorgullecía de que la esgrima que enseñaban en su escuela era la más fuerte. La derrota pública frente a aquella joven era una mancha en su historial, una que sólo podría limpiar de una forma. Tras haber intentado múltiples veces derrotarla la desesperación había hecho que cayese a usar métodos menos honorables, pero a estas alturas poco o nada le importaba.

- ¿Lo hiciste? - Preguntó Falco Pilgrim a la persona que tenía a la derecha.

- Sin problemas, tiene una buena dosis. - Respondió Roy. - Sólo tenemos que cambiar su café de todos los días por este. - Dijo sacando un termo igual al que usaba siempre su objetivo. - Gracias a las instrucciones que consiguió Ryuji será la suficiente como para debilitar a esa bestia.

- Recuerda, tiene que parecer que Flaco la ha superado. Si el efecto es demasiado fuerte la gente sospechará. - Puntualizó Ryuji. - Tras eso...

- Si, si... nuestra parte del trato, me retarás y quedaremos en empate, así tu escuela habría superado técnicamente a Atra. - Dijo Falco, a lo cual Ryuji asintió. - Bien. Ya sólo queda esperar, Bob el silencioso lleva una semana enviando cartas falsas para incitar a algunos de los más fuertes a batirse contra ella, eso la debe haber agotado.

Desde el fondo de la sala una figura cuyo rostro estaba oscurecido por la sombra de su gorra levantó la mirada del libro que parecía estar leyendo con la escasa luz. Asintió en silencio y levantó el pulgar para luego seguir con su lectura reclinado en la silla y los pies sobre la mesa.

- Ni una palabra, pero siempre cumple. - Dijo Roy.

- Mientras pagues Bob puede arreglar lo que quieras, sin escrúpulos y sin preguntas. Eso es lo que me gusta de Bob. - Añadió Falco. - Bien, ultimad los detalles, mañana actuaremos.

Todos asintieron, tras hablar un rato Roy y Ryuji fueron los primeros en salir. Tras despedirse Bob y Falco quedaron a solas en la sala. Un silencio tenso se hizo entre ellos a medida que escuchaba los pasos de los otros dos alejarse por el pasillo.

- No me fío de que todo salga a pedir de boca ¿Tienes preparado lo que te pedí? - Preguntó Falco.

Como respuesta Bob levantó un pulgar y sacó de debajo de su escritorio una pequeña caja de madera. Le había costado conseguirla, pero por el dinero que le habían pagado había sido relativamente sencillo tirar de las cuerdas adecuadas para que aquel precioso objeto acabase en sus manos. Una sonrisa se esbozó en el rostro de falco a la vez que tomaba la caja y se la llevaba. Llevaba tiempo planeando esto, no dejaría nada al azar.



***


El grito de una voz familiar me despertó. A juzgar por la altura de la luna debía ser pasada la medianoche. Había sonado a lo lejos, pero una serie de sonidos me indicaba que la persona que había gritado estaba acercándose rápidamente. Bostecé y estiré los brazos, moviendo la espalda de un lado a otro. Estiré la sábana por el suelo, agarré el colchón por debajo y giré para usarlo de cobertura.

Efectivamente un par de segundos más tarde algo, o mejor dicho alguien atravesó mi ventana partiéndola en mil pedazos, esparciendo astillas y cristales por toda la habitación. Aquellos ojos verdes reflejaban una luz roja al verse iluminados por la luna, Atra estaba cabreada, muy cabreada.

- ¡¿Qué demonios has hecho Gareth?! - Gritó importándole bien poco el sueño del resto de residentes, aunque bueno, ya sabían que no era buena idea meterse en su camino cuando estaba así.

- No tengo ni idea de a qué te refieres. - Contesté con tranquilidad mientras bajaba el colchón y recogía la sábana a modo de saco lleno de cristales y astillas.

- ¿Ah no? Quizás esto te refresque la memoria. - Dijo esta vez conteniendo el tono, pero aun visiblemente enfadada a la vez que dejaba hacer a mis pies una libreta. En la portada se leía “Después de clase sesión disciplinaria para dos” Sylca había terminado su obra mucho antes de lo esperado y me había puesto en los créditos como su modelo principal. Sin mucha preocupación lo cogí y empecé a revisar el contenido.

- Veamos... parece que va sobre nosotros. Aquí estamos discutiendo, aquí peleamos. Está bastante bien hecho, le conté que siempre sueles abrir con esta pose. La acción está bien enmarcada, parece difícil creer que sea una novata. - Fui diciendo en alto lo que pensaba según pasaba las páginas, sorprendido de que pudiera poner tanto detalle y dinamismo sin tener acceso a herramientas profesionales. - Parece que aquí me has derrotado, me tienes contra el suelo y aquí... - Me callé al ver el contenido de la siguiente página.

- ¿Sí? Por favor continúa. - Me insistió al ver que ni siguiera yo había sido capaz de evitar tener la cara roja como un tomate.

- Te juro que no tenía ni idea de que sería para esto... aunque he de decir que las poses que hacía eran un poco raras. - Dije cerrando la libreta, había visto suficiente.

- ¿No se te pudo pasar por la cabeza preguntar primero? ¿Tú ves lo que me haces ahí? Me dan ganas de vomitar sólo de pensarlo. - Estaba claro que trataba de contener las arcadas, cosa que a mí también me costaba.

- ¿Lo que te hago? Si tú también lo has visto habrá quedado claro que aquí soy la víctima, sobre todo en la página 14... que por cierto hay algunas partes que has sido ligeramente exageradas.

- ¡Basta de tonterías! Primero voy a destruir esa cosa y luego tú y yo hablaremos muy seriamente. Así que ya me lo estás dando. - Ordenó mientras extendía la mano.

- Por mucho que me duela, querida hermana, es la primera obra de una artista prometedora, son sus sueños e ilusiones. No puedo dártelo. - Respondí guardándolo detrás de mí.

- Entonces... ¿Entiendes lo que va a pasar no? - Me preguntó llevándose la mano a la espalda.

Ambos salimos volando por la ventana. Atra llevaba su arma en la mano, una lanza retráctil que siempre llevaba encima, sólo que esta vez había sacado la cuchilla. Tenía la hoja atrapada entre las manos a pocos centímetros de mi pecho, habiendo saltado hacia atrás para evitar que llegara a la carne. Ella seguía empujando a pesar de que estábamos a dos pisos de altura, sin importarle lo más mínimo la caída.

Torcí las manos y aparté el arma justo a tiempo, aprovechando el movimiento para adoptar una pose de caída. Al llegar al suelo con relativa seguridad nos separamos unos metros. En ese momento salí corriendo fuera de los jardines de los dormitorios, en dirección al lugar de siempre. No me apetecía que nos vieran, y menos a estas horas.

Corrimos entre las instalaciones, intercambiando golpes y contras en silencio mientras llegábamos a nuestro destino. El lugar que usábamos para entrenar, así como resolver nuestras disputas. Un lugar poco conocido cuya entrada se hallaba oculta por matorrales entre los jardines traseros del gimnasio, un acceso natural bajo un saliente de roca a un claro entre el follaje al lado de una caída de doce metros hasta el mar. La ausencia de árboles dejaba que pasasen la luz justa de la luna para que pudiéramos ver con claridad incluso en medio de la noche. Ya estábamos acostumbrados a esto.

Adopté la pose, listo para dejar de contenerme e ir con todo, ya no necesitaba ganar tiempo y escapar de sus ataques, sólo superarla... Sólo superarla. Ese era un buen chiste.

Acabé en el suelo, agotado y con varios cortes superficiales por el cuerpo, así como las costillas doloridas, dos dedos dislocados y el pijama destrozado. Apreté los dientes y con la mano sana recoloqué los dedos a la vez que me incorporaba, sólo para encontrar de frente la brillante hoja de Atra delante de mi rostro. Suspiré y le cedí la libreta, ella la cogió y la miró.

- … ¿Por qué llegas a estas alturas por esto? - Preguntó guardando el arma y sentándose a mi lado, mirando la luna.

- Ella estaba contenta. Por fin había encontrado alguien con quien podía ser ella misma y empezar a cumplir su sueño. No viste el brillo en sus ojos, tampoco el orgullo con el que contemplaba las primeras páginas terminadas. - Comencé a explicar mientras arrancaba retales rotos del pijama y los usaba como vendajes improvisados en los cortes. - Aunque no me guste su contenido si lo destruyes estarías insultando su esfuerzo, yo sólo quería protegerlo. - Ella se quedó unos segundos en silencio después de que hablara.

- Eso y porque tienes debilidad por las chicas guapas como ella. - Contestó medio riéndose.

- ¿También te has dado cuenta? Sería preciosa si se cuidara un poco más. Aunque no miento si digo que me gusta ese rollo de belleza oculta.

Como de costumbre tras hacer esto pasamos un rato hablando, en su mayor parte de nimiedades, cosas de nuestro día a día sin importancia. Era uno de los pocos momentos donde podíamos hablar como familia sin nadie cerca que juzgara, podíamos ser sinceros, quitarnos la máscara. Teníamos que aprovechar estos momentos, sabíamos que una vez nos graduásemos cada vez serían más escasos. Tendríamos más obligaciones, más trabajo, cada uno iría por su propio camino y casi ni nos veríamos salvo en asuntos de familia. Cuando noté que nos quedábamos sin tiempo le comenté lo que había estado investigando. Lo que podían intentar contra ella y mis ideas para evitarlo.

- Entonces ¿crees que van a intentar envenenarme? - Preguntó girando la cara para mirarme.

- Según el libro más bien sería intoxicarte. Todavía no tengo caro quien, aunque me hago a la idea, pero estaremos seguros cuando se pongan en marcha. Quieren debilitarte, que todo sea público y que parezca que eres vulnerable. - Le expliqué por encima sin entrar en muchso detalles.

- Si tienen que hacer eso es que no serán un problema. - Dijo confiada, algo que me preocupaba.

- Escucha, estos días sólo procura no tomar nada que no sepas de dónde ha salido. Si averiguo algo más te lo diré.

Ella se levantó y se quitó la suciedad de encima para luego tenderme la mano. Fui a agarrala, pero recordé que esa era la mano herida, así que me reí y le di la otra. Me puse de pie con su ayuda y me dispuse a poner rumbo al dormitorio, con suerte podría dormir un poco y recuperarme para que no destacara mucho al día siguiente. Pero ella me agarró del hombro, cuando me giré puso la mibreta en mi mano y me guiñó el ojo.

- Supongo que te lo has ganado por cubrirme las espaldas... Pero será mejor que te asegures de que no lo vuelva a ver en la vida y te quemaré junto con la libreta ¿Entendido? - Asentí y ambos caminamos de vuelta a los dormitorios. Nos esperaba un día largo.
Gareth Silverwing
Contraalmirante
Gareth Silverwing
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El legado Silverwing Empty Re: El legado Silverwing {Jue 14 Sep 2023 - 1:56}

***


Las primeras horas de clase habían sido somo siempre, monótonas y aburridas. No era de extrañar, en esta parte del semestre en la que el tiempo no acompañaba las clases eran teóricas más que prácticas. Nada fuera de lo normal por ahora, así que tendríamos un par de horas para ir al comedor y descansar, o eso pesaba.  

Como de costumbre una multitud se había arremolinado en el patio, otra vez más de lo mismo. Normalmente no prestaría mucha atención, pero hoy era diferente. Hoy quería mirar, quería ver si había gente que hiciera algo fuera de lo normal, miradas que no estuvieran dirigidas al centro, sino vigilantes de que alguien pudiese venir. Reconocía a varias personas que podrían estar detrás de esto, entre ellos una de las que podría ser perfectamente la mente detrás de lo que había estado investigando. Falco Pilgrim, si pudiera pensar en alguien con un ego tan frágil como para hacer una locura como esta sólo para quedar bien sería él mismo. Parece que estaban hablando en medio de los alumnos, ninguno de los dos se había puesto en guardia, pero por la teatral expresividad de sus brazos y el hecho de que se estaba asegurando de que todos mirasen me daba una pista de lo que intentaba. Tras eso le dio una carta a mi hermana y se marchó. Cuando la multitud se dispersó me acerqué a ella, quería sabler lo que estaba pasando.  

- ¿Una carta de desafío? - Pregunté.  

- Una carta de desafío. - Me confirmó ella. - Al atardecer en el acantilado tras el viejo polvorín. - Había algo que no me cuadraba. Normalmente querría que hubiera gente cerca para verlo, pero ese era un lugar bastante discreto.  

- Bien. Procura no tomar nada... ¿Qué es eso? - Pregunté señalando lo que había en la otra mano.  

- ¿Un latte? No esperarás que me pase la tarde sin un café - Dijo para luego pegar un sorbo. - ¡Oh!... Mierda.  

- Eres lista, pero siempre te pierden las costumbres. Vas en automático. No me extraña que crean que tienen una oportunidad. - La regañé tras ver que estaba mandando a la mierda las precauciones sólo por tener su café. Me llevé la mano al ceño y cerré los ojos mientras pensaba. -Vale, seguimos adelante. Pero si veo que algo sale mal, avisaré a Nolan. Ya está sobre aviso.  

El día continuó sin incidentes, pero estar alerta constantemente por si alguien más hacía algo fuera de lo normal era agotador. Sólo unas horas, sí, pero unas horas de estar vigilando a mi hermana. Ella pensaba que me preocupaba demasiado, yo demasiado poco. Me preocupaba, en unos meses nos graduaríamos, con suerte podríamos estar un par de meses más cerca, pero una vez nos asignasen un puesto tendríamos que partir. Era demasiado confiada, al igual que ella se preocupaba de que me tendiese una trampa una chica, no me quitaba de la cabeza el pensamiento de que ese orgullo suyo y esa confianza en su fuerza la terminasen metiendo en algo más grande que ella.  

Sacudí las preocupaciones de mi cabeza. Faltaban pocos minutos, tendría que estar atento, intentar escabullirme en algún sitio donde se pudiera ver el duelo. Era quien mejor la conocía, podía saber en un instante si algo iba mal. Conocía los caminos y atajos de la escuela mejor que nadie, podía llegar al despacho de Nolan en segundos. Pero sin pruebas era mejor no molestarlo, sino Falco se podría ir de rositas.  

Los alumnos comenzaban a retirarse tras las clases de la tarde, los jardines se estaban quedando desiertos mientras buscaba el mejor lugar por el que acercarme. El ala vieja de la escuela, una parte que antiguamente era usada como base marine. Algunos edificios fueron rehabilitados, otros dejados a su suerte con mínimo mantenimiento para hacer ejercicios de entrenamiento. El viejo polvorín era una de las zonas más desiertas de la escuela sin ser del todo secretas. Muchos la usaban para duelos en los que quisieran algo de privacidad, aunque los profesores lo desaconsejaban debido a la proximidad del acantilado, una caída sólo evitada por un bajo muro de piedra mal conservado.  

Tenía que apresurarme, ella ya había salido con antelación. Pero entonces lo vi. Una persona parada en medio del camino. Ryuji, y por la pose y los brazos cruzados parecía que no tenía intención de dejarme pasar. Unos pasos se escucharon a mis espaldas, de entre los matorrales salió Roy. Ryuji desenfundó una katana, Roy su estoque, no querían nada bueno.  

- Vas a venir con nosotros y vas a estar calladito ¿Entendido? - Dijo Ryuji en tono serio.

- Osea que erais vosotros todo este tiempo. No pensé que mi hermana fuera tan insoportable que os hiciera cooperar. - Contesté con una media sonrisa burlona en la boca.  

- ¡Silencio! - Ordenó Roy poniendo su estoque cerca de mi cuello. - ¿O es que acaso no te importa lo que le pase a tu hermana?  

- Me preocupa más lo que le pase a Falco sinceramente. - Me di la vuelta y lo miré a los ojos mientras presionaba la punta de su arma contra mi cuello. - He visto lo de la toxina, necesitaríais al menos ocho veces la dosis normal para hacerle algo.  

- Es por eso que necesitamos un plan B, para asegurarnos de que... - Empezó a explicar Roy pero Ryuji lo calló con una mirada. - En fin, vas a venir por las buenas o por las malas.

- De acuerdo. - Levanté las manos. - Si me derrotáis en un duelo.  

- ¿A ti? - Se burló Roy. - Un cobarde que huye de todas las confrontaciones ¿Acaso te acaban de crecer dos bolas ahora que no te queda más remedio?  

- Precisamente las que te faltan a ti. - Contesté. La cara de Roy se retorció en una mueca de furia al tiempo que trató de dar un tajo descendente con su arma.  

- ¡Roy espera! - Gritó Ryuji

La frase no terminó de salir de su boca antes de que se escuchara un golpe seco. La provocación me había permitido meterme en la zona del espadachín con un movimiento ágil del torso. Coloqué los pies en posición y ayudé al colpe con una rotación de cadera. Mi mano hizo contacto con su mandíbula a toda velocidad, pareciendo que la había rozado, pero con un sonido parecido al de una palmada. Sus ojos rotaron hacia arriba justo antes de dejar caer el estoque y desplomarse. Estaba inconsciente, un golpe en la mandíbula había sacudido su cerebro haciéndole perder el conocimiento. Me di la vuelta para encarar a Ryuji.

- Parece que ahora él está en lo más bajo del ranking. - Comenté mientras me sacudía las manos y crujía los nudillos. - ¿Quieres ir a hacerle compañía?  

- ¿Acaso llevas todo este tiempo escondiendo tu fuerza? ¿Por qué? ¿Qué sentido tiene? - preguntó confuso.  

- Precisamente este. - Comenté extendiendo los brazos. - Para hacer salir a las ratas de su agujero. Si alguien juega sucio necesitas a una persona que no tenga reparos en jugar más sucio que ellos. Ya hora que hemos llegado a esto y sé en lo que estáis metidos... no pienso permitir que os larguéis sin más. - Dije cambiando la sonrisa a un semblante serio a la vez que caminaba en dirección a Ryuji.  



***


Una única figura estaba de pie en medio de un descampado descuidado tomado por la naturaleza. Alrededor de este, cubierto por la sombra proyectada por el polvorín al atardecer, alumbraban tenuemente un círculo de velas cuidadosametne colocadas para que no prendieran la vegetación cercana. Falco Se encontraba ahí, con los ojos cerrados y una pose solemne, sujetando su espada con ambas manos, con su filo frente a la cara en una silenciosa plegaria.  

El silencio fue interrumpido por unos pasos sobre la tierra. Atra se aproximó al lugar fijándose en los detalles sin sentido a los que su rival había llegado. Siempre le había gustado aportar dramatismo a las cosas, como si se tratase de algún protagonista “Esfuerzos que no llevaban a nada, si pusieras tanto empeño en tu entrenamiento en vez de en cómo te ve la gente podrías llegar a ser un reto” pensó ella.  

- Bien. Estoy aquí, acabemos con esto cuanto antes. - Dijo Atra con cara de pocos amigos.  

- Oh, pero mi querida Atra. - Falco abrió los ojos y la miró con una sonrisa en la cara. - Recuerda que un duelo necesita testigos, y me he asegurado de traer a uno muy especial. Mientras ¿por qué no disfrutamos del atardecer y el aroma de estas velas.  

- ¿Te refieres a ganar tiempo para esperar que tu toxina haga efecto? - La pregunta pareció tomarlo por sorpresa. - No me importa. Será lo mismo que venir aquí sin haberme tomado un café.  

- La tox... ¡Je! - Se llevó la mano a la cara. - Debí haberlo sabido. Ha sido el entrometido de tu hermano ¿No? - Sonrió sobreponiéndose a la sorpresa. - No importa, supuse que siendo el monstruo que eres un truco como este apenas funcionaría. Por eso, me aseguré de tener un plan B entre manos. Y hablando de tu hermano... Debe de estar a punto de llegar. - Extendió la mano en dirección a la parte trasera del polvorín.

Durante unos segundos hubo silencio. Se notaba su impaciencia al ver que no pasaba nada. Comenzó a murmurar mientras revisaba visiblemente preocupado la zona, todo mientras los dedos de la pelirroja tamborileaban sobre su arma y esperaba con los brazos cruzados. Por fin algo parecía acercarse entre la maleza, cuando falco miró sus ojos no pudieron abrirse más. Era Ryuji, parecía que alguien le había dado una paliza, cargaba a Roy a la espalda y con una mano sujetaba los restos destrozados de su Katana.  

- ¿Qué demonios? ¡¿Qué demonios ha pasado?! - Gritó furioso al ver a los dos compinches malheridos.  

- Fue Gareth... él es... - Ryuji colapsó en el suelo sin terminar la frase.  

- ¿Fuerte? - Atra terminó la frase para sorpresa de Falco. La cara de la pelirroja era de completa pasividad. - Quiero decir. No es de extrañar teniendo en cuenta que es la única persona capaz de seguirme en ritmo en un entrenamiento. - Aquellas palabras golpearon como un martillo de realidad a Falco quien dio un paso atrás, mirando a los lados cada vez más presa del pánico.  

- ¡Seréis inútiles! - Gritó propinando una patada al costado de su compañero inconsciente. - Habéis perdido contra el mayor pedazo de mierda que ha pisado esta academia ¡Es inaceptable! - Levantó la espada, haciendo que la hoja descendiese rápidamente hacia ellos, completamente cegado por la ira. Un sonido metálico inundó el claro cuando las dos hojas se encontraron.  

- Primero me involucras en esta pantomima, luego le haces esto a tus compañeros... pero lo peor de todo es que has insultado a Gareth. Puede que sea un vago, un inútil y un baboso que no se toma nada en serio. Pero es mi hermano.  

Las hojas giraron, apartándose de los dos jóvenes inconscientes con un rápido movimiento de la joven, para luego encontrarse una vez más cruzadas frente a los rostros de los contrincantes. La espada de Falco temblaba, mientras que la de Atra permanecía estable con una fuerza férrea que dejaba claro quién estaba en control.  

Normalmente ella acabaría con todo rápidamente con un despliegue tan brutal como sincero de fuerza bruta. Pero esta vez era diferente, quería dejar algo claro. Que a pesar de los trucos baratos y las artimañas que había empleado Falco, a pesar de la destreza de la que presumía, a pesar de que ella notaba que la toxina estaba afectando a sus movimientos, ella seguía estando por encima de él. No se estaba molestando ni en atacar, simplemente paraba, desviaba y golpeaba levemente para apartarlo. No quería una victoria, quería un mensaje claro.  

- ¿Has tenido suficiente? - Dijo ella tras desarmar de un golpe limpio a su adversario y lanzarlo contra un árbol.  

- ¿Suficiente? - Escupió sangre. Se sentía humillado que hubiera llegado a este punto y ella ni siquiera lo estuviera tomando en serio. - Esa actitud arrogante tuya es la que me saca de mis casillas. Por fortuna tengo un tercer as bajo la manga. - Levantó la mano y cogió algo al vuelo. Bob el silencioso estaba entre los matorrales y le había lanzado un curioso objeto.  

Atra no podía dar crédito a sus ojos, pocas veces en su vida había visto una, pero estaba claro que lo que tenía en la mano era una amenaza. Una fruta del diablo, algo que daba a quien la comiera poderes sobrenaturales a cambio de no poder nadar el resto de su vida. Antes de que pudiera reaccionar Falco puso distancia entre ellos, acercándose al centro del círculo de velas para que no lo interrumpieran. Dio un mordisco tras otro hasta devorar la fruta en cuestión de segundos ante la mirada atónita de la pelirroja.  

- Si... Ya siento el poder. Con esto podré por fin superarte, ponerte en tu lugar, a ti y a tu estúpida familia. Con esto podré llegar a lo más alto de la marina... podre... - Se llevó la mano al estómago y vomitó lo que acababa de comer.  

Confuso fue a agarrar algunos de los trozos de fruta regurgitada, pero al agacharse se dio cuenta de un detalle. Uno de los pedazos se estaba derritiendo ante el calor de una de las velas. Tras mirarlo fijamente se dio cuenta. No era una fruta de verdad, sino una falsa de cera.  

- ¿Qué...? ¡¿Qué significa esto?! - Preguntó furioso mirando a Bob, pero lo único que encontró al mirarlo fue una blanca sonrisa bajo la sombra de su gorra.  



***


*La noche anterior*


Bob levantó la cabeza, distraído de su lectura de medianoche por unos pasos que se acercaban a su cuarto. A juzgar por el sonido era un ligero cojeo, pero la forma en la que sonaban y el ritmo eran inconfundibles para sus agudos sentidos. Gareth estaba acercándose.  

Bob abrió la puerta antes siquiera de que yo llamara. La única luz del cuarto era un flexo que iluminaba un cómic sobre una mesilla. Me miró de arriba abajo, evaluando los daños que había recibido tras mi encuentro con mi hermana. Sin mediar palabra se hizo a un lado y extendió la mano invitándome a entrar.  

- Agradezco su hospitalidad Bob, sobre todo a estas horas. - Dije a la vez que entraba y me sentaba en una de las sillas de su cuarto. - A mis espaldas Bob cerró la puerta y puso el cerrojo.  

- ¿Y Bien? - Preguntó una voz femenina a medida que se acercaba a la luz de la lámpara, revelando el rostro de una joven mink. Barbarah O´Belisk sabía ocultar bien su rostro con rasgos de tanuki bajo su atuendo. Casi nadie en la academia sabía su secreto, y los pocos profesores que lo sabían no decían nada, le pregunté hace tiempo y simplemente me dijo que sería mejor que no abriesen la boca o ella también lo haría. - ¿Negocios o placer? - Sacó una bolsa de patatas de un cajón y comenzó a picotear.  

- Un poco de ambas. - Contesté cogiendo una patata. - He estado investigando una serie de cosas estos días. No estoy seguro al cien por cien, pero tengo la sospecha de que estás metida en esto. Como tu amigo te diré que sea quien sea quien está detrás de esto, su plan no va a funcionar, no si está tan a medias como me parece. No quieres estar en el lado equivocado de este asunto cuando se resuelva.  

- ¿Es una amenaza? - Preguntó inclinándose y masticando una patata a la vez que se aseguraba que la luz se reflejase en sus colmillos.  

- Si lo fuera no estaría aquí por negocios. - Respondí mientras sacaba una libreta y la ponía sobre la mesilla.  

- Ahora estamos hablando. - Contestó tratando de alcanzar el objeto, pero lo aparté antes de que llegara a él.

- Primero mis términos. Quiero nombres e intuyo quien está tras esto y que tiene un as guardado, lo quiero.  

- Te saldrá caro. Como eso no sea el libro de cuentas de algún magnate no creo que... Espera, reconozco esa firma. - La mink se dio cuenta pronto del detalle que había pasado por alto a primera vista. - Esto es en lo que había estado trabajando Sylca ¿Cómo te has hecho con eso?  

- Resulta que no fue muy discreta a la hora de enseñárselo a sus compañeras de dormitorio, mi hermana no tardó en enterarse. El resto... es cosa mía. - Me encogí de hombros. - Mira, si te doy esto todos ganamos. Sylca se asegura de que su obra esté segura, yo obtengo lo que quiero y tú obtienes un objeto de gran valor.  

- Hmm... no sé, es una apuesta arriesgada. - Se llevó la mano al mentón mientras pensaba en la oferta.  

- Piénsalo de esta manera. Es algo que va a tener más y más valor según pasen los años. El primer manuscrito de Sylca, puede ser una pieza de coleccionista. Ambos sabemos que tiene talento. Por otra parte, cuanto más ascienda mi hermana mayor será su valor, y si me das lo que quiero esta parte la podemos asegurar fácilmente.  

- Es una inversión a largo plazo... Pero me gusta la idea de tener algo con lo que poder callar a tu hermana. - Decidió por fin.  

- Yo no te recomiendo usarlo más de una o dos veces. Sólo cuando no tengas alternativa. Ah, y yo no te lo he dado. - Añadí  

- Descuida eres un cliente cuya confidencialidad me interesa mantener. - Se sacudió las manos tras terminar la bolsa de patatas.  

- Entonces... ¿Tenemos un trato? - Pregunté extendiendo la mano.  

- Tenemos un trato. - Contestó estrechándomela.

La luz de la sala era escasa, pero lo suficiente como para iluminar las dos sonrisas de las mentes afines que, por fin, habían conseguido llegar a un acuerdo. Con una obra de arte de dudosa moralidad de por medio, esta era una decisión que podría tener consecuencias en las vidas de ambos a largo plazo si usaban ese poder de forma irresponsable. Pero cada uno había sonseguido lo que quería, y eso era todo lo que importaba de momento.  



***


Levanté la gorra y me quité la chaqueta delante de Falco, revelando la farsa de la que había sido víctima. El disfraz de Bob era uno que podía ocultar las facciones de la mayoría de las personas de su talla que supieran usarlo. El hecho de que ella no abriera la boca en público hacía de mi silencio un papel más convincente. Me había tenido que dar prisa, tanto que no pude atar a Ryuji y a Roy. Mi tapadera casi se fue a la mierda cuando apareció Ryuji estando a una palabra de desvelarla, pero por fortuna perdió el conocimiento antes de que se desmayara.  

- Significa que te ha salido el tiro por la culata. - El joven no daba crédito a lo que veían sus ojos. Una de las personas que más despreciaba, y la a la que más subestimaba se la había jugado. - Intentaste jugársela a mi hermana, y mírate, te has quedado sin plan, sin esbirros y... - Miré la verdadera fruta en mi mano. No debía, pero algo en ella me llamaba. - Sin poderes.  

Di un bocado tras otro. El sabor era tan horrible que hubiera deseado que fuera la de cera en vez de ella, pero el sabor de aquella victoria era tan dulce que eclipsaba los gritos de mis papilas gustativas. Era alguien que había intentado dañar a quien a quien quería, a mi mejor amiga y a mi familia, no me importaba condenarme a no poder nadar el resto de mi vida, esto era mi justicia.  

De pronto lo noté un latido, no, mejor dicho, un pulso como ningún otro que hubiera sentido recorrió mi cuerpo. Un calambrazo hizo que se tensaran todos mis músculos a la vez que perdía la noción de lo que estaba pasando. Cientos, no miles de estímulos al mismo tiempo sobrecargaron mi cerebro a la vez que mi nariz comenzaba a sangrar. Mi corazón se había detenido para luego comenzar a latir con más fuerza y velocidad que nunca en una arritmia digna de una pesadilla a la vez que mis pulmones no eran capaces de seguir el ritmo de lo que estaba sucediendo, haciendo que me faltase el aire ¿Acaso esta estaba envenenada? ¿Era posible que Falco me la hubiese liado a mí?  

No. Miré como pude al joven, este no tenía ni idea de lo que pasaba. Es más, se había levantado para correr hacia mí mientras gritaba que la escupiera, desesperado por recuperar su tesoro. Me agarró del cuello y comenzó a zarandearme violentamente. Sus gritos no llegaban a mis oídos, se veían ahogados por una cacofonía de sonidos provenientes de mi propio cuerpo. Atra quiso intervenir, apartar a Falco de mi lado, pero entonces pasó algo.  

Mi brazo, transformado en un apéndice gigantesco de músculo y tendón golpeó a Falco, lanzándolo contra las velas. Su cuerpo chocó con estas, rebotando en el duro suelo hasta llegar al muro del viejo polvorín. Su chaqueta se prendió fuego apenas dándole tiempo a quitársela, pero la solución fue peor que el problema, al prender con esta los matorrales cercanos. En un ataque de pánico, herido y sin saber lo que pasaba se dejó llevar por el instinto más básico de supervivencia y huyó del lugar.  

Por mi parte la situación no mejoraba, aquel monstruoso brazo se retrajo hasta volverse medianamente normal. Notaba mi cuerpo entero en ebullición a la vez que varios apéndices de carne, hueso y vísceras salían y volvían a entrar por mi espalda, como un ave que trata de entrenar unas grotescas alas. Cuando estas volvieron al cuerpo me levanté por instinto, aunque sin el control sobre este. Mi rostro se había roto, dejando ver entre las sombras de mi pelo alborotado tres pares de ojos que miraban a mi hermana con hostilidad. Mi boca se partió en cuatro mandíbulas a la vez que dejaba salir un aullido bestial impropio de ningún animal conocido.  

Me lancé a por ella con una ferocidad y fuerza aportadas por unas piernas retorcidas más propias de un ave, propinando una patada de la que apenas pudo defenderse a tiempo. La podía ver sin hacer nada, me gritaba, me llamaba, rogaba que recuperase el control, con lágrimas en los ojos, pero esto era algo que me superaba. Trataba de controlarme, pero era como si tuviera miles de riendas delante de mí, cada una hacía algo diferente, pero ninguna en concreto funcionaba. Era una batalla contra el tiempo, tenía que detenerme antes de hacer algo irremediable.  

Atra se defendía como podía mientras el bosque se prendía en llamas a nuestro alrededor. Pero cada vez se la notaba más agotada y, aunque se había decidido a luchar, se notaba que se negaba a ir con todo contra un hermano que no podía controlarse, obligándola a ir a la defensiva. Las garras colmillos, garfios y espolones se sucedían como una tormenta de ataques que ella aprovechaba a evadir aprovechando las múltiples aperturas que un animal descontrolado daría. Pero esto era una contrarreloj y pronto lo descubriría.  

Un crujido la hizo mirar a un lado. Roy y Ryuji, ambos inconscientes estaban a punto de ser aplastados por un árbol en llamas que estaba por caer. Rápidamente saltó hacia ellos, golpeando el tronco y apartándolos del lugar para llevarlos al lado del polvorín donde estarían más seguros.  

En ese momento se dio la vuelta para ver un gran apéndice musculoso estirándose como un resorte en su dirección con una punta de hueso en su extremo. La lanza de hueso se quedó parada a escasos centímetros de su cara. Al mirar detenidamente una docena de miembros parecidos a brazos habían surgido del apéndice, sujetándolo para detenerlo. La abominación se retrajo para formar de nuevo un brazo humano, al igual que la mitad de mi cuerpo.  

-Creo... que lo he detenido. - Dije con tratando de hilar cada palabra con un esfuerzo titánico. - Aprovecha ahora.  

- ¡No pienso dejarte aquí! - Dijo ella claramente angustiada.  

- No... No te estoy pidiendo... que me dejes... - La cara de mi hermana reflejaba que lo había entendido claramente.  

- No ¡No puedes hablar en serio! - Gritó cada vez más desesperada.  

- ¡Atra! - La corté casi al instante. - Sé que es la... primera vez que digo esto... pero no tengo el control. A penas estoy aguantando, y una vez lo pierda... Temo que no pueda volver. El fuego se está acercando, si lo suelto... no os dejará escapar. Tienes que hacerlo. - Mis músculos se movieron extendiendo los brazos de lado a lado.  

- Tiene que haber otra forma. - Agachó el rostro, tratando de ocultar sus lágrimas.  

- Míralo de esta forma... Siempre había soñado ser la heroína... Es tu momento.  

Mi memoria se perdió en un recuerdo distante. Cuando éramos niños y jugábamos inspirados en las historias de los cómics y las anécdotas del abuelo. Aquellas historias en las que ella era siempre la heroína, el parangón de la justicia. Yo siempre le dejaba el papel y hacía del villano o el monstruo de la semana. Esta no era una situación muy diferente, sólo que esta era la realidad, y si perdía el control ahora perdería todo lo que quería. La miré a los ojos y vocalicé una palabra sin voz alguna “Hazlo”.  

Atra agarró su arma con ambas manos y adoptó una pose que nunca había usado en la academia. Su pelo comenzó a ondear a la vez que desprendía un ligero brillo rojizo. Sus pies presionaron fuertemente contra el suelo hasta comenzar a levantar las pequeñas rocas a su alrededor. De su boca sólo salieron dos palabras inaudibles al tiempo que se lanzaba a toda velocidad “Horizon Cannon”.  Un destello rojo cruzó la distancia que nos separaba al tiempo que su velocidad loberaba un estruendo ensordecedor al chocar contra mí.  

Su lanza había atravesado mi costado, la fuerza restante se liberó en una onda de choque como un cañonazo a mis espaldas. Salí despedido hacia atrás, en aquel instante pude ver cómo ella levantaba el rostro lleno de lágrimas y trataba de agarrar mi mano desesperadamente. Atravesé el muro de piedra, cayendo al acantilado. Sonreí, debajo estaba el mar, si caía ahí ella estaría a salvo.  

Mi vida pasó ante mis ojos en la caída libre, todo a cámara lenta, como si mi mente quisiera extender este momento para siempre. Pero el agua se acercaba cada vez más rápido, y yo estaba dependiendo mis brazos para que no tratasen de agarrarse a un saliente.  

Pero entonces algo cruzó mi campo de visión, moviéndome hacia un lado, contra la pared del acantilado. Miré hacia arriba confuso. Ahí estaba mi abuelo, sujetándose con un brazo a su arma clavada en la roca y agarrándome del cuello de la camisa con el otro como si fuera un cachorro.  

- Relájate. Estás perdiendo el control porque estás en pánico. Si lo sigues forzando no lo controlarás. - Dijo con una voz mucho más calmada que de costumbre. Casi como si mi cuerpo le obedeciera, me fui relajando, tratando de recuperar el control de la respiración, tras eso todo fue cayendo como fichas de dominó. Todas aquellas riendas que apenas podía controlar fueron organizándose una a una, casi haciendo que supiera por instinto para qué servía cada una de ellas. - La que has liado jovencito. Tú y yo vamos a tener que hablar seriamente de esto. - Añadió al ver que todo volvía a la normalidad.  



***


La brisa que entraba por la ventana se sentía extrañamente bien, bueno, todo se sentía extraño desde aquel día. Mis sentidos, mis percepciones, luchaba por mantener la normalidad a pesar de ser consciente de todos y cada uno de ellos a la vez. En el calor del momento había tomado una decisión que había cambiado mi vida para siempre, para mejor o para peor, no lo sabía.  

Me encontraba tumbado en la cama del hospital. Mis heridas eran graves, aunque a los médicos les sorprendió la rápida recuperación de una perforación abdominal en apenas una semana, querían mantenerme bajo vigilancia por si acaso. A pesar de que seguía enfadada conmigo Atra venía a verme todos los días, me traía fruta y me mantenía al día de la situación en la academia. Resulta que nuestra pequeña aventura había sacado a la luz una trama mucho mayor.  

Cuando Nolan se puso a investigar descubrió que todo era parte de un intento de asesinato, no contra mi hermana, sino contra Falco. Roy Quería quitárselo de encima y echar la culpa a otro en el proceso, para eso sólo tenía que meterle en la cabeza la idea del poder de una akuma no mi. Cuando este buscase una encontraría la que yo me había comido, Bob sólo la estaba guardando hasta que llegase el momento, era alguien competente, pero no tanto como para conseguir un objeto tan raro sólo con días de plazo. Pero ¿Cómo una fruta del diablo puede matar a su usuario? No tardé en descubrir la respuesta. Ellos no tenían ni idea de lo que hacía, sólo habían visto que quien la tomaba moría y pensaron que sería una defectuosa o una broma de la naturaleza. La realidad era más compleja.  

El poder de esta fruta era, en resumidas cuentas, controlar tu propio cuerpo. Parecía una bobada, pero era algo más serio de lo que sonaba. Nada más ingerirla ganabas de forma inmediata el acceso a todos los controles de tu cuerpo, todos. Todo lo que normalmente funciona en automático deja de hacerlo, incluido algo tan básico como los latidos del corazón o la respiración. Imagina a alguien que de pronto se le para el corazón y no puede respirar. Entra en pánico, no sabe lo que pasa, no tiene ni idea de que puede simplemente desear que vuelva a latir y ocurrirá. Podía ser útil, pude ver de primera mano el potencial que tenía, pero no sabía si era un precio justo el ser consciente las veinticuatro horas del día de lo que ocurría en tu interior. Ahora tenía que volver a aprender todo de cero, como un bebé que aprendía a caminar. Cada músculo de mi cuerpo tenía que volver a controlarlo para mantener la normalidad, los primeros días habían sido literalmente luchar por respirar y no cagarme encima al mismo tiempo, humillante. Todo el entrenamiento de estos años había desaparecido, aunque confiaba en recuperar la forma con el tiempo y el control de estos poderes. Pero tardaría, y costaría esfuerzo.  

En cuanto a la presencia de mi abuelo. Nolan sospechaba que algo se estaba cociendo y decidió contactar con él personalmente, con la suerte de que llegó justo a tiempo. El fuego en el bosque fue lo que delató nuestra posición. Él esperaba encontrarse una riña entre niñatos, en vez de eso.... bueno, os podéis imaginar que la sorpresa no fue agradable. Y hablando del rey de Roma, ahora mismo se encontraba sentado a mi lado, tomando un café mientras leía el periódico. Tras saber lo que había tomado decidió tomarse unos días para vigilar que no volviera a salirme de control, aunque parecía que últimamente estaba convencido de que no pasaría nada.  

- Dime ¿Qué piensas hacer en cuanto te den el alta? - Preguntó sin apartar la mirada del periódico.  

- Supongo que volver a la academia. Puede que logre salvar este curso y graduarme con Atra. - Contesté mirando hacia la ventana.

- ¿Es eso lo que quieres? Parecía que te lo pasabas bien... Bueno, hasta que hiciste esa estupidez. - No me lo podía creer ¿Cuánto tiempo había estado mirando? ¿No se supone que llegó a nosotros al ver el fuego? O a lo mejor se lo había contado mi hermana. A saber. - Te lo preguntaré de nuevo. - Dijo mientras se levantaba y se ponía a mi lado, mirándome a los ojos. - ¿Quieres ser marine?  

- Quiero... - Estaba a punto de repetir lo que había dicho él, pero por alguna razón sentí que por fin podía ser sincero. - Quiero ser libre. Sí, podría ser marine, pero seguiría estando atado. Me gusta poder hacer las cosas a mi manera, a mi ritmo. Buscar retos, superarlos, y sentirme vivo al hacerlo, no ser ni el bueno ni el malo, sino un personaje secundario. - No sabía muy bien cómo ponerlo en palabras, pero era lo que se me ocurría ahora.  

- Eso suponía. - Contestó él con un suspiro. - Mira, te conozco desde que naciste, sé que tarde o temprano te meterás en problemas si entras en la marina, así que te ofrezco una solución. Vete y vive como quieras, no estás atado a las obligaciones de la familia. Pero, con tres condiciones. La primera es que cuando lo vea conveniente me pondré en contacto contigo para pedirte que hagas algo por mí, la segunda, que esto no salpique a tu familia y la tercera es que no la líes, si te capturan o te encarcelan no pienso mover un dedo para salvarte ¿Entendido?  

¿Era así? ¿Tan fácil? Parecían condiciones sencillas, por lo menos las dos primeras. Me estaba ofreciendo una salida a la vida que me habían programado desde el nacimiento, a una vida de deber que no podía rechazar. Pero esto venía con un precio inesperado, separarme de Atra antes de lo que esperado. Cerré los ojos y medité la respuesta durante un minuto algo tenso, ella estaría bien, confiaba en que hubiera escarmentado y no fuera tan confiada, al igual que lo había hecho yo. Los abrí para mirar a los ojos a Arthur, extendiendo la mano.  

- ¿Es un trato? - Pregunté esperando la respuesta.

- Es un trato. - Contestó estrechando la mano con firmeza. - Sólo no hagas que me arrepienta de esto Gareth. - Sin mediar palabra me levanté de la cama y me cambié. Una vez vestido me giré para darle un abrazo a mi abuelo.  

- Si ella me necesita, házmelo saber. - Le dije antes de soltarlo.  

Tras eso me dirigí a la ventana y me despedí de él con una sonrisa en la cara antes de dejarme caer a la libertad. Dejaba atrás la vida que conocía, iniciando una nueva, lejos de las presiones de la familia y el deber. Sólo tenía una cosa en mente, la vida que había soñado. El mundo estaba lleno de tesoros codiciados, objetos de gran valor custodiados, retos que estaban ahí para superar. Podía llegar a hacerme un nombre como un ladrón famoso. Pero bueno, esto eran posibilidades, una de todas las que tenía por delante.



***  



Epílogo.  


Arthur dejó la taza de café en la mesa, le gustaba la mezcla de aquel local, o quizás este la desarrolló tras años de críticas por parte del marine. Era un lugar frecuentado por oficiales de alto rango, un local que había vivido varias generaciones de militares y había sobrevivido a sus gustos, peculiaridades y, en ocasiones sus peleas. Pero esta era una tarde tranquila, sólo un par de mesas ocupadas a esa hora, y una de ellas con unos de los nombres más reconocidos de aquella generación. Arthur Siverwing y Jack Suzume, sentados hablando junto con una joven que todo el mundo supuso que era por el trato familia de uno de ellos.  

- En resumidas cuentas, tenía mis dudas, pero creo que hice lo correcto. - Terminó de contar Arthur. - ¿Tú qué opinas Jack?

- Es tu nieto, te preocupas demasiado. Seguro que estarán bien, los dos. - Contestó Jack antes de mirar el reloj. - Mierda, nos tenemos que ir, llegamos tarde. Arthur paga la cuenta anda, la próxima te invito.  

Los dos salieron tras despedirse y el viejo almirante terminó de leer las noticias antes de pedir la cuenta. Cuando llegó la hora de pagar se llevó la mano a la chaqueta, luego al pantalón y al final al bolsillo de la camisa. Entonces recordó el abrazo de su nieto. Lo único que encontró en sus bolsillos fue una nota.  

“Abuelo, como sabrás empezar una nueva vida cuesta dinero, así que me he tomado la libertad de tomar prestado un adelanto de cara al futuro. Un fuerte abrazo Gareth Silverwing.”

En ese momento Arthur tuvo serias dudas de que hubiera sido buena idea dejar a su nieto sin supervisión.[/justify]  


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El legado Silverwing Empty Re: El legado Silverwing {Lun 23 Oct 2023 - 12:14}

Buenos días, soy un moderador estereotípico y vengo a moderarte. Bip Bup.

Gareth es insoportable. Un petulante pretencioso y arrogante que construye a su alrededor una trama en la que lo tiene casi todo bajo control, hasta que no. A pesar de lo mal que me ha caído el joven Silverwing, la historia ha sabido mantenerme en vilo durante toda su extensión y hasta darme alguna que otra sorpresa. Sin embargo, necesita más repaso en la escritura, ya que además de erratas hay momentos en los que llegas a cambiar de género al protagonista.

En cualquier caso, te llevas la fruta y 1417 puntos de experiencia. Ganarías 142 doblones, que quedan en 72 tras el gasto en la akuma.

Ten un buen día.
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El legado Silverwing Empty Re: El legado Silverwing {Jue 26 Oct 2023 - 17:05}

Acepto la corrección.
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El legado Silverwing Empty Re: El legado Silverwing {Lun 30 Oct 2023 - 18:51}

Hoja actualizada.
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