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Akuma no mi
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![[Pasado/Privado]Dos almas....no tan gemelas [Allen-Megumi] Empty](https://2img.net/i/empty.gif)
Hace un par de meses ya había dejado de cuidar a Rayder en las montañas de una isla cercana, por lo que me decante a dirigirme de vuelva a Villa Orange para recuperar las fuerzas y poder pasar algún que otro día sin tener que estar empleando mi energía, o en su defecto tener que estar repitiendo lo que realice en su momento junto a mi nakama. Por ello he decidido la gran locura de no emplear ningún poder de mi parte en mi estancia en esta villa excepto que la situación lo requiera, por lo que nada más llegar a esta desactive mi Akuma y me quede como persona normal y corriente paseando por sus alrededor, mostrando eso si una cálida sonrisa nada más aterrizar del vuelo por mi habilidad de levitar en mi forma hibrida.
Como siempre mi vestimenta no es de tanto callejera, dejando que mi trajeado negro con su camiseta verde interna se hiciera visible. Además dos guantes blancos y una pajarita de las mismas tonalidades me daban ese estilo tan servicial como a mí me gustaba, ya que desde que tengo los dedos de frente siempre me ha gustado ir vestido al estilo de un camarero, por ello siempre empleo estas vestimentas.
Mis pasos nada mas descender de los cielos fue el dirigirse hacia el interior de la villa, pudiendo contemplar como todas las casas, e incluso los habitantes, son gente bastante amable. Hacía meses que no tenía el honor de presenciar tales sonrisas y buen ambiente en mi entorno, lo que siempre quiera o no se agradece. Aunque un buen acompañante en estos momentos que no sea un mono que está tirando de tu pantalón desde hace un ratejo, en busca de que se le lleve a piola, me vendría muy bien, pero tampoco puedo quejarme, al menos no voy con una mente que se pone a pensar en cómo atacar por detrás a un conejo indefenso…al menos voy con alguien con…bueno un dedo en el trasero y otro en la frente.
-Ahora que lo pienso. Jamás te he puesto nombre monito, creo que será mejor que me vaya decantando por uno, o al final te tendré que asar hasta que se me ocurra algo-le digo con un tono medio bromista, a lo que el únicamente me toco con el dedo del trasero-Malditoooo….como te pille-digo dando una patada al aire en un fallido de asestarle.
Como siempre mi vestimenta no es de tanto callejera, dejando que mi trajeado negro con su camiseta verde interna se hiciera visible. Además dos guantes blancos y una pajarita de las mismas tonalidades me daban ese estilo tan servicial como a mí me gustaba, ya que desde que tengo los dedos de frente siempre me ha gustado ir vestido al estilo de un camarero, por ello siempre empleo estas vestimentas.
Mis pasos nada mas descender de los cielos fue el dirigirse hacia el interior de la villa, pudiendo contemplar como todas las casas, e incluso los habitantes, son gente bastante amable. Hacía meses que no tenía el honor de presenciar tales sonrisas y buen ambiente en mi entorno, lo que siempre quiera o no se agradece. Aunque un buen acompañante en estos momentos que no sea un mono que está tirando de tu pantalón desde hace un ratejo, en busca de que se le lleve a piola, me vendría muy bien, pero tampoco puedo quejarme, al menos no voy con una mente que se pone a pensar en cómo atacar por detrás a un conejo indefenso…al menos voy con alguien con…bueno un dedo en el trasero y otro en la frente.
-Ahora que lo pienso. Jamás te he puesto nombre monito, creo que será mejor que me vaya decantando por uno, o al final te tendré que asar hasta que se me ocurra algo-le digo con un tono medio bromista, a lo que el únicamente me toco con el dedo del trasero-Malditoooo….como te pille-digo dando una patada al aire en un fallido de asestarle.
Megumi Murasaki
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Velocidad
Agilidad
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Precisión
Intelecto
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Energía
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Akuma no mi
Varios
La última vez que estuve en Lvneel, escuché a dos viejecillas hablar muy bien de Villa Orange. Decían que era un lugar en el que poder relajarse y poder disfrutar del paisaje ligeramente más avanzado que en las demás islas. En esta ocasión viajaba yo sola, sin mi actual acompañante de viaje Hayato; él se había quedado con su tripulación haciendo dios sabe qué.
Desembarqué y me dirigí a pasear por aquella villa. Era bonita, y diferente a las islas en las que había estado antes de viaje, había sido muy buena idea el ir hasta allí. La gente de aquel lugar parecía muy amable y en el ambiente se respiraba paz y tranquilidad. Paseé unos cuantos minutos, quizás una hora; había árboles grandes por todo el lugar y casa muy bonitas y cuidadas.
En aquella isla hacía un tiempo agradable, ni frío ni calor. Yo vestía mi camisa y mi falda, como casi siempre; estaba perfecta en aquel ambiente.
A medida que visitaba aquella villa, entró a empezarme un mono terrible de regalices de fresa y no llevaba encima, así que a partir de aquel momento me dediqué a buscar alguna tienda en la que poder comprar un montón de aquellos dulces tan deliciosos para mi paladar. Por la periferia no encontré ninguna tienda en la que vendieran los regalices que yo quería, pero había mil y una chuches más con una pinta muy buena...pero yo quería regalices de fresa. Empecé a adentrarme un poco entre las casas, dejando la periferia atrás. Tras entrar en cinco tiendas, por fin encontré una en la que vendían mis tan amados regalices rojos.
-Buenos días. Dije mientras entraba sonriendo muy contenta.
Conseguí mis regalices y se los pagué a la amble viejecita de la tienda, que me regaló un caramelo, y según decía ella era dulce pero picaba mucho. Lo guardé en el bolsillo izquierdo de mi camisa y continué caminando mientras comía contenta mis regalices. Un grupo de chicos a la puerta de un colegio de secundaria se me quedaron mirando mirando cuchicheando, mientras que uno de ellos me miraba sonriendo, era el más guapo de todos; así que no pude evitar sonrojarme al darme cuenta. Seguí mi camino sin darle más importancia, aunque aquel detalle me había alegrado un poco más mi día allí.
No hay animales en esta villa, que extraño.
Llevaba allí más de dos horas, y aún no había visto ningún animalillo correteando por las calles, era un poco extraño. Estaba deseando ver algún animal y jugar con él. Desde hacía unos años, el juguetear con animales se había convertido en uno de mis hobbies. Dejé de pensar en aquello y seguí caminando con mis regalices disminuyendo a una velocidad considerable.
Llegué a un bar con una pequeña terracita en frente de un parque con una fuente en su centro. Me asomé adentro para ver que pinta tenía, y me senté en una mesa de aquella terraza. A los pocos segundos un camarero se acercó a mi mesa para tomarme nota. Pedí una limonada muy fría, siempre que estaba fuera de casa pedía algo fresquito y ácido. Me quedé mirando al parquecito, en el que por fin había animales, exactamente unos perros muy bonitos que paseaban tranquilamente con sus dueños. Al minuto el camarero volvió con mi limonada, me la sirvió, y le pagué los siete berries que costaba. Aquel chico había sido muy amable, y por lo que parecía, los chicos de aquella villa eran muy guapos.
Era muy relajante estar allí sentada mientras la gente caminaba tranquilamente.
Desembarqué y me dirigí a pasear por aquella villa. Era bonita, y diferente a las islas en las que había estado antes de viaje, había sido muy buena idea el ir hasta allí. La gente de aquel lugar parecía muy amable y en el ambiente se respiraba paz y tranquilidad. Paseé unos cuantos minutos, quizás una hora; había árboles grandes por todo el lugar y casa muy bonitas y cuidadas.
En aquella isla hacía un tiempo agradable, ni frío ni calor. Yo vestía mi camisa y mi falda, como casi siempre; estaba perfecta en aquel ambiente.
A medida que visitaba aquella villa, entró a empezarme un mono terrible de regalices de fresa y no llevaba encima, así que a partir de aquel momento me dediqué a buscar alguna tienda en la que poder comprar un montón de aquellos dulces tan deliciosos para mi paladar. Por la periferia no encontré ninguna tienda en la que vendieran los regalices que yo quería, pero había mil y una chuches más con una pinta muy buena...pero yo quería regalices de fresa. Empecé a adentrarme un poco entre las casas, dejando la periferia atrás. Tras entrar en cinco tiendas, por fin encontré una en la que vendían mis tan amados regalices rojos.
-Buenos días. Dije mientras entraba sonriendo muy contenta.
Conseguí mis regalices y se los pagué a la amble viejecita de la tienda, que me regaló un caramelo, y según decía ella era dulce pero picaba mucho. Lo guardé en el bolsillo izquierdo de mi camisa y continué caminando mientras comía contenta mis regalices. Un grupo de chicos a la puerta de un colegio de secundaria se me quedaron mirando mirando cuchicheando, mientras que uno de ellos me miraba sonriendo, era el más guapo de todos; así que no pude evitar sonrojarme al darme cuenta. Seguí mi camino sin darle más importancia, aunque aquel detalle me había alegrado un poco más mi día allí.
No hay animales en esta villa, que extraño.
Llevaba allí más de dos horas, y aún no había visto ningún animalillo correteando por las calles, era un poco extraño. Estaba deseando ver algún animal y jugar con él. Desde hacía unos años, el juguetear con animales se había convertido en uno de mis hobbies. Dejé de pensar en aquello y seguí caminando con mis regalices disminuyendo a una velocidad considerable.
Llegué a un bar con una pequeña terracita en frente de un parque con una fuente en su centro. Me asomé adentro para ver que pinta tenía, y me senté en una mesa de aquella terraza. A los pocos segundos un camarero se acercó a mi mesa para tomarme nota. Pedí una limonada muy fría, siempre que estaba fuera de casa pedía algo fresquito y ácido. Me quedé mirando al parquecito, en el que por fin había animales, exactamente unos perros muy bonitos que paseaban tranquilamente con sus dueños. Al minuto el camarero volvió con mi limonada, me la sirvió, y le pagué los siete berries que costaba. Aquel chico había sido muy amable, y por lo que parecía, los chicos de aquella villa eran muy guapos.
Era muy relajante estar allí sentada mientras la gente caminaba tranquilamente.
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