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Era de noche. Un viento frío anunciando la llegada inminente del invierno azotaba la isla. La mayor parte de los habitantes de la ciudad se habían refugiado en sus hogares o en las tabernas, donde se calentaban a la lumbre bebiendo alcohol y contando historias. Sin embargo, no todos estaban refugiados. En una zona de callejuelas, entre edificios abandonados, un mercado ilegal de armas estaba en activo. Piratas, mercenarios, revolucionarios, bandidos, cazadores y diferentes personajes fuera de la ley (Así como algunos marines y agentes del gobierno mundial a los que le interesaba conseguir un arma exótica a buen precio) acudían a comprar munición, armamento vario y utensilios útiles. La compra de armas estaba muy regulada por ley en la zona, así que la mayor parte de los propietarios de armas eran extranjeros o las habían adquirido en otras islas o el mercado negro. Los agentes del gobierno local no hacía nada por erradicar aquel mercado, pues recibían generosos sobornos por partes de los mercaderes más acaudalados, interesados en mantener su negocio. Curiosamente, en el mercado de armas de Lvneel uno podía encontrar una variedad de estas casi obscena, lo que hacía que gente de fuera acudiese a comprar armas ilegalmente en la isla.
Aquella noche, a pesar del frío, la zona estaba concurrida como siempre. Un buen número de personas, prácticamente todas encapuchadas o enmascaradas, se paseaban entre los puestos y contemplaban la mercancía. En aquel lugar había pocas normas, pero la más importante era no armar ningún escándalo para no atraer a la guardia. De esto era consciente Jack, el cual observaba en aquel momento un cuchillo de asesino finamente acabado y de calidad evidente. Había perdido en su última misión uno de sus ocho cuchillos, así que necesitaba uno nuevo. Además tenía que comprar más munición para su pistola. Había gastado toda en un tiroteo con la Marina.
El asesino revolucionario era un hombre delgado, atlético y de mediana altura. Vestía con una capa negra que lo envolvía, tapando sus ropajes. Llevaba un calzado ligero negro, ideal para moverse sigilosamente, y cubría su rostro con una máscara de un hombre sonriente con perilla y bigotes. Para completar el atuendo, llevaba un sombrero negro de ala ancha y unos guantes de cuero del mismo color. Su melena, larga y de color castaño oscuro, sobresalía por debajo del sombrero.
- Entonces, ¿cuánto pedís por el cuchillo y por veinticuatro balas? - preguntó con voz suave.
- Son dos mil berries por el cuchillo y doscientos por cada cargador de ocho balas. Un total de dos mil seiscientos berries - dijo el mercader con voz amable, aunque incapaz de evitar una sonrisa de avaricia.
- No estoy conforme. El precio que pedís es abusivo por unos productos que podría adquirir en otra isla a menor precio. Os ofrezco novecientos berries por la daga y ochenta por cargador - replicó con calma el asesino.
- ¡Esto es un robo a mano armada! ¡Un ultraje! ¿De qué voy a vivir si prácticamente os vendo mis mercancías a precio de fábrica? - el mercader estuvo un buen rato quejándose de las injusticias del mercado, de la falta de comprensión de los compradores y de otros asuntos banales - Por esto os ofrezco generosamente mis productos por mil quinientos berries la daga y ciento veinte por cargador.
- Un precio más razonable, pero no suficiente. Mi última oferta son mil trescientos berries por la daga y cien por cargador. Un precio más que justo, con el que mantenéis vuestras ganancias y yo adquiero mis armas a buen precio.
El mercader refunfuñó algo y se quedo un momento callado, echando cuentas con los dedos con aspecto pensativo. Finalmente dio su visto bueno y le tendió los productos a Jack, al tiempo que este contaba una series de billetes y monedas y los dejaba sobre el tenderete. Efectuada la compra, se puso el cuchillo en la vaina del cinturón, oculta bajo la capa, y los cargadores en el interior de esta, en unos bolsillos internos. Tras esto se alejó unos metros y se apoyó contra una pared, tanteando el ambiente y observando a los asistentes. Sabía de buena tinta que algunos conocidos jefes mercenarios que habían luchado contra la Revolución andaban por la isla, y que algunos poderosos a veces frecuentaban el mercado. Tal vez podría hacer la noche fructífera y encontraría una presa para sus filos.
Aquella noche, a pesar del frío, la zona estaba concurrida como siempre. Un buen número de personas, prácticamente todas encapuchadas o enmascaradas, se paseaban entre los puestos y contemplaban la mercancía. En aquel lugar había pocas normas, pero la más importante era no armar ningún escándalo para no atraer a la guardia. De esto era consciente Jack, el cual observaba en aquel momento un cuchillo de asesino finamente acabado y de calidad evidente. Había perdido en su última misión uno de sus ocho cuchillos, así que necesitaba uno nuevo. Además tenía que comprar más munición para su pistola. Había gastado toda en un tiroteo con la Marina.
El asesino revolucionario era un hombre delgado, atlético y de mediana altura. Vestía con una capa negra que lo envolvía, tapando sus ropajes. Llevaba un calzado ligero negro, ideal para moverse sigilosamente, y cubría su rostro con una máscara de un hombre sonriente con perilla y bigotes. Para completar el atuendo, llevaba un sombrero negro de ala ancha y unos guantes de cuero del mismo color. Su melena, larga y de color castaño oscuro, sobresalía por debajo del sombrero.
- Entonces, ¿cuánto pedís por el cuchillo y por veinticuatro balas? - preguntó con voz suave.
- Son dos mil berries por el cuchillo y doscientos por cada cargador de ocho balas. Un total de dos mil seiscientos berries - dijo el mercader con voz amable, aunque incapaz de evitar una sonrisa de avaricia.
- No estoy conforme. El precio que pedís es abusivo por unos productos que podría adquirir en otra isla a menor precio. Os ofrezco novecientos berries por la daga y ochenta por cargador - replicó con calma el asesino.
- ¡Esto es un robo a mano armada! ¡Un ultraje! ¿De qué voy a vivir si prácticamente os vendo mis mercancías a precio de fábrica? - el mercader estuvo un buen rato quejándose de las injusticias del mercado, de la falta de comprensión de los compradores y de otros asuntos banales - Por esto os ofrezco generosamente mis productos por mil quinientos berries la daga y ciento veinte por cargador.
- Un precio más razonable, pero no suficiente. Mi última oferta son mil trescientos berries por la daga y cien por cargador. Un precio más que justo, con el que mantenéis vuestras ganancias y yo adquiero mis armas a buen precio.
El mercader refunfuñó algo y se quedo un momento callado, echando cuentas con los dedos con aspecto pensativo. Finalmente dio su visto bueno y le tendió los productos a Jack, al tiempo que este contaba una series de billetes y monedas y los dejaba sobre el tenderete. Efectuada la compra, se puso el cuchillo en la vaina del cinturón, oculta bajo la capa, y los cargadores en el interior de esta, en unos bolsillos internos. Tras esto se alejó unos metros y se apoyó contra una pared, tanteando el ambiente y observando a los asistentes. Sabía de buena tinta que algunos conocidos jefes mercenarios que habían luchado contra la Revolución andaban por la isla, y que algunos poderosos a veces frecuentaban el mercado. Tal vez podría hacer la noche fructífera y encontraría una presa para sus filos.
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Como perteneciente al linaje de la familia “Aran” me toco el seguir los principios de mi familia como los cazarrecompesas que somos, a lo que yo desde el día que obtuve la espada hereditaria por parte de mi familia me toco venerar cada día y noche el apodo de esta familia como si mi vida se jugase cada vez que de mi boca salía dicho nombre, ya que si no podrían pensar que hemos reducido nuestro poder, o como muchos otros dicen ya no somos lo que eramos, de ello a que me tome muy seriamente cualquier mensaje que me llegue para cumplir bajo el renombre de mi amada familia. Por ello siempre ando buscando la forma de poder demostrar a todo el mundo que nuestra familia continua activa en estos paramos de los mares cardinales, donde ya hace un tiempo fuimos conocidos por nuestra forma de acabar con todos los piratas y malhechores que se encontrasen el medio, siendo la mayoría de veces personas que juegan mucho con su fama o la recompensa que se les ha impartido por diferentes motivos, lo que al final del todo solo conseguirán que acaben sucumbiendo ante nuestras manos como las sucias moscas que son por creerse poderosas en estos mares de poco valor.
Para mi suerte hace un par de días me llego una petición de un marine de poco rango de un cuartel cercano. Este únicamente me pidió explícitamente a través de un correo que me llego gracias a mis dos mascotas de raza mapache que estuviese atenta a los movimientos en un reino no muy lejos de mi actual posición por el horario nocturno, ya que según pude entender entre su mensaje mal escrito estos se disponen a hacer entregas ilegales, y entre ellos suelen haber personas incluso de la justicia, por lo que me tocaba "únicamente" el mirar la zona y comprobar que nada loco ocurra, por lo que recogiendo las cosas de mi hostal nada mas finalizar la eliminación de pruebas-quemar la carta que me llego-solamente me toco empezar a desplazarme hacia aquella isla, pero no sin antes dar mi típico cambio de apariencia que suelo emplear antes de cualquier misión, a lo que sumo tardo unas dos horas normalmente. Por ello dirigiéndome hacia el espejo de mi habitación empiezo a hacer la magia que suelo hacer en mi aspecto con los diferentes productos y pelucas que porto, para así nada mas finalizar esto pasado un tiempo empezar a dejar el pago por el tiempo que pase aquí en su respectivo lugar, para así empezar sin problema alguno dirigirme hacia el barco que me llevaría hacia mi objetivo: El reino de Lvneel.
Mi apariencia es bastante diferente a la que suelo llevar como ropa predeterminada, ya que en vez de mis arrapos normales me dio por ponerme algo más infantil y que se suele poner a la edad joven. Por ello me coloque una peluca de tonalidades rojas sobre mi pelo, lo que me permite ocultar la gran melena que porto mientras un pelo mas corto empieza a ser visible. Este tiene un color rojizo, y su extensión no es tan grande, por lo que me pude hacer un flequillo hacia los dos lados-poniéndome uno de ellos con dos horquillas en forma de cruz-y recoger el pelo por la parte trasera, dejándome un fisco de pelo atado con una coleta. Por lo demás me puse una ropa mas cómoda como son unos pantalones muy cortos, al igual que una camisa de interior anaranjada-Esta es térmica y evita que me congele a donde me dirijo-y por fuera algo mas sutil, como una simple camisilla amarilla acabada en forma de falda. Y para complementar todo esto y no dejar mucha pierna vista me dispuse a ponerme dos grandes calcetines hasta la altura de la rodilla y unas botas invernales. Con esto había conseguido editar mi físico al completo, pero para evitar problemas me puse unas lentillas rojizas para disimular mejor mis ojos y que estos complementen con mi peinado, con lo que termine en ese entonces cuando estaba en mi habitación de retocarme para la misión.
Con este look que espero que me quede bien en este día, deje que mis pies aterrizasen en aquella isla donde se me había encomendado vigilar la zona lo mas poco cantoso posible, aunque supongo que eso nunca fue un gran don mío y siempre me pongo lo que yo deseo, así que evitando esa parte de la petición empecé a caminar en dirección hacia el pueblo central, a lo que puedo observar como muchos hombres corpulentos y sucios se están disponiendo a comprar mercancía a rabiar, como si hubiesen unas rebajas o algo por el estilo. A eso no me tengo que preocupar, sino mas bien si algo nuevo pasaría en esta noche con luna llena, de la que me encanta poder sentir esta tétrica oscuridad por el medio, como si el miedo inundase cada callejón y pasillo de las casas de este descolorido pueblo, lo que por unos momentos me hace elevar mis labios a una sonrisa lúgubre, lo que a veces me pasa cuando me imagino cosas que no debo hacer, pero tras unos segundos vuelvo a mi rostro infantil y continuo caminando, intentando seguir paseando por la zona y poder vigilar a todos los revolucionarios,piratas,marines e incluso otros cazadores que se dispusieran a comprar algo en estas ventas ilegales.
Mis ojos no paran de fijarse en cualquier persona del medio, siendo para mi suerte yo no ser muy cantosa como me imagine en un principio, ya que hay mucho tipo de personas, como son algunos vestidos con trajes de magos, o otros van mas mostrando pectorales que la propia ropa. En un principio me imagine el típico lugar todo oscurecido que todos andasen con batas negras y pareciendo mas raros que otra cosa, pero a simple vista esto parece mas un simple mercado con muchos tipos, aunque la mayoría de ellos llevan algo que los oculte algo, como es el caso de alguna mascara, o como bien dije un traje que ocultase sus ropas interiores, algo a mi parecer estúpido ¿Por que? Pues por que si te pillan que eres "fulanito" ¿Que ganan ellos? Nada. Únicamente si eres un pirata o revolucionario con recompensa te expondrías mucho, o en el caso de la justicia si alguien sabe que eres de los buenos iran todos a por ese sujeto. Pero en mi caso es diferente, ya que a mi realmente me da igual todo lo de mi alrededor, por lo que únicamente continuo cumpliendo mi cometido en esta isla, pero algo de pronto me saca de mis casillas, y es alguien que se me hace algo conocido.
Un individuo con una mascara particular se me hace visible frente a mi. Este según mal no recuerdo es un revolucionario, y creo que incluso es buscado por numerosos asesinatos. Lo bueno seria que ahora como la buena de la historia me dirigiese hacia su lado y dijese: "Estas detenido por ser muy malote", y listo. Pero como no es mi importancia únicamente cambio la trayectoria de mi vista hacia otro puesto y continuo paseando, evitando así que aquel sujeto pensase siquiera que le estuve mirando. Lo que mas me interesa es no hacer nada estúpido y solamente volver y dar por cumplida la misión, con lo que podría cobrar y empezar a hacer otra cosa mas interesante que no sea vigilar un puesto nocturno. Solo espero que este día no sea tan aburrido como siempre ocurre-Aunque por otro lado, así evito que tenga que actuar. Realmente ni yo misma me entiendo-pienso a la par que continuo con mis pasos, yendo hacia el horizonte en busca de algún mercado mas.
Para mi suerte hace un par de días me llego una petición de un marine de poco rango de un cuartel cercano. Este únicamente me pidió explícitamente a través de un correo que me llego gracias a mis dos mascotas de raza mapache que estuviese atenta a los movimientos en un reino no muy lejos de mi actual posición por el horario nocturno, ya que según pude entender entre su mensaje mal escrito estos se disponen a hacer entregas ilegales, y entre ellos suelen haber personas incluso de la justicia, por lo que me tocaba "únicamente" el mirar la zona y comprobar que nada loco ocurra, por lo que recogiendo las cosas de mi hostal nada mas finalizar la eliminación de pruebas-quemar la carta que me llego-solamente me toco empezar a desplazarme hacia aquella isla, pero no sin antes dar mi típico cambio de apariencia que suelo emplear antes de cualquier misión, a lo que sumo tardo unas dos horas normalmente. Por ello dirigiéndome hacia el espejo de mi habitación empiezo a hacer la magia que suelo hacer en mi aspecto con los diferentes productos y pelucas que porto, para así nada mas finalizar esto pasado un tiempo empezar a dejar el pago por el tiempo que pase aquí en su respectivo lugar, para así empezar sin problema alguno dirigirme hacia el barco que me llevaría hacia mi objetivo: El reino de Lvneel.
Mi apariencia es bastante diferente a la que suelo llevar como ropa predeterminada, ya que en vez de mis arrapos normales me dio por ponerme algo más infantil y que se suele poner a la edad joven. Por ello me coloque una peluca de tonalidades rojas sobre mi pelo, lo que me permite ocultar la gran melena que porto mientras un pelo mas corto empieza a ser visible. Este tiene un color rojizo, y su extensión no es tan grande, por lo que me pude hacer un flequillo hacia los dos lados-poniéndome uno de ellos con dos horquillas en forma de cruz-y recoger el pelo por la parte trasera, dejándome un fisco de pelo atado con una coleta. Por lo demás me puse una ropa mas cómoda como son unos pantalones muy cortos, al igual que una camisa de interior anaranjada-Esta es térmica y evita que me congele a donde me dirijo-y por fuera algo mas sutil, como una simple camisilla amarilla acabada en forma de falda. Y para complementar todo esto y no dejar mucha pierna vista me dispuse a ponerme dos grandes calcetines hasta la altura de la rodilla y unas botas invernales. Con esto había conseguido editar mi físico al completo, pero para evitar problemas me puse unas lentillas rojizas para disimular mejor mis ojos y que estos complementen con mi peinado, con lo que termine en ese entonces cuando estaba en mi habitación de retocarme para la misión.
- Apariencia Actual:
Con este look que espero que me quede bien en este día, deje que mis pies aterrizasen en aquella isla donde se me había encomendado vigilar la zona lo mas poco cantoso posible, aunque supongo que eso nunca fue un gran don mío y siempre me pongo lo que yo deseo, así que evitando esa parte de la petición empecé a caminar en dirección hacia el pueblo central, a lo que puedo observar como muchos hombres corpulentos y sucios se están disponiendo a comprar mercancía a rabiar, como si hubiesen unas rebajas o algo por el estilo. A eso no me tengo que preocupar, sino mas bien si algo nuevo pasaría en esta noche con luna llena, de la que me encanta poder sentir esta tétrica oscuridad por el medio, como si el miedo inundase cada callejón y pasillo de las casas de este descolorido pueblo, lo que por unos momentos me hace elevar mis labios a una sonrisa lúgubre, lo que a veces me pasa cuando me imagino cosas que no debo hacer, pero tras unos segundos vuelvo a mi rostro infantil y continuo caminando, intentando seguir paseando por la zona y poder vigilar a todos los revolucionarios,piratas,marines e incluso otros cazadores que se dispusieran a comprar algo en estas ventas ilegales.
Mis ojos no paran de fijarse en cualquier persona del medio, siendo para mi suerte yo no ser muy cantosa como me imagine en un principio, ya que hay mucho tipo de personas, como son algunos vestidos con trajes de magos, o otros van mas mostrando pectorales que la propia ropa. En un principio me imagine el típico lugar todo oscurecido que todos andasen con batas negras y pareciendo mas raros que otra cosa, pero a simple vista esto parece mas un simple mercado con muchos tipos, aunque la mayoría de ellos llevan algo que los oculte algo, como es el caso de alguna mascara, o como bien dije un traje que ocultase sus ropas interiores, algo a mi parecer estúpido ¿Por que? Pues por que si te pillan que eres "fulanito" ¿Que ganan ellos? Nada. Únicamente si eres un pirata o revolucionario con recompensa te expondrías mucho, o en el caso de la justicia si alguien sabe que eres de los buenos iran todos a por ese sujeto. Pero en mi caso es diferente, ya que a mi realmente me da igual todo lo de mi alrededor, por lo que únicamente continuo cumpliendo mi cometido en esta isla, pero algo de pronto me saca de mis casillas, y es alguien que se me hace algo conocido.
Un individuo con una mascara particular se me hace visible frente a mi. Este según mal no recuerdo es un revolucionario, y creo que incluso es buscado por numerosos asesinatos. Lo bueno seria que ahora como la buena de la historia me dirigiese hacia su lado y dijese: "Estas detenido por ser muy malote", y listo. Pero como no es mi importancia únicamente cambio la trayectoria de mi vista hacia otro puesto y continuo paseando, evitando así que aquel sujeto pensase siquiera que le estuve mirando. Lo que mas me interesa es no hacer nada estúpido y solamente volver y dar por cumplida la misión, con lo que podría cobrar y empezar a hacer otra cosa mas interesante que no sea vigilar un puesto nocturno. Solo espero que este día no sea tan aburrido como siempre ocurre-Aunque por otro lado, así evito que tenga que actuar. Realmente ni yo misma me entiendo-pienso a la par que continuo con mis pasos, yendo hacia el horizonte en busca de algún mercado mas.
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Jack estaba observando el mercado en busca de alguno de sus objetivos, cuando vio a uno que le llamó la atención. "Bingo" pensó. A pesar de su disfraz, reconoció a un empresario local al que le había echado el ojo y quería eliminar. Era extremadamente cruel con sus trabajadores, y había financiado a mercenarios para matar a sindicalistas y revolucionarios. "Ya eres mío." Debía de todos modos esperar a que terminase sus compras. Iba acompañado por dos hombres altos, sus guardaespaldas seguramente... pero ni ellos le librarían de un veloz ataque a un punto vital empleando el Sokudan o de un tiro por la espalda a corta distancia.
Pensaba en esto cuando vio algo realmente extraño. Una chica pequeña vestida con ropas bastante ligeras para el frío que hacía se paseaba por el mercado. Levantó muchas miradas de curiosidad, pero lo más inquietante fue cómo se fijaba en los asistentes con una mirada inquisitiva. Cuando miró a Jack, se fijó en él durante unos momentos y el rostro le cambió. Parecía que le había reconocido. La niña se giró y comenzó a alejarse tratando de disimular.
Jack se apartó de la pared y comenzó a seguirla con disimulo. En el interior de la capa, su mano agarró la empuñadura de uno de su cuchillos. La siguió a lo largo del mercado, fingiendo pararse en los puestos y tratando de camuflarse entre la multitud como sólo sabía hacer un asesino avezado como El Renegado. Finalmente llegaron a una zona donde aquella parte del mercado se acababa y había una serie de callejuelas desiertas antes de la siguiente zona de tenderetes. En vez de seguirla directamente, Jack se metió de nuevo entre la multitud. Volvió a un callejón anterior y dio un rodeo a paso rápido por unas callejuelas muy estrechas, donde no había un alma. Recorrió aquel atajo improvisado, y finalmente llegó a un punto desde donde podría emboscarla. La oscuridad de la noche y sus ropas negras, junto con su sigilo, eran el camuflaje perfecto. Esperó en un callejón que daba a la calle por donde pasaría la chica, con una cadena de bolas en su mano. Esa cadena se usaba para lanzarla a las piernas de la víctima, y por la propia inercia de las bolas, se enrollaba en torno a estas atándola y haciéndole caer.
Esperó en completo silencio durante unas interminables decenas de segundos. Seis, siete, ocho. Jack notó como una gota de sudor le bajaba por la nariz. Veinticuatro, veinticinco, veintiséis. A lo lejos comenzó a escuchar un ruido de pasos. Siguió contando los segundos en silencio para distraerse y obligarse a mantenerse totalmente inmóvil. Cuando iba por cuarenta, tuvo a la chica a la vista. "¡Ahora!" pensó. Velozmente, lanzó las cadenas a las piernas de la chica, encomendándose al destino. Pretendía ponerla en jaque para poder interrogarla.
Pensaba en esto cuando vio algo realmente extraño. Una chica pequeña vestida con ropas bastante ligeras para el frío que hacía se paseaba por el mercado. Levantó muchas miradas de curiosidad, pero lo más inquietante fue cómo se fijaba en los asistentes con una mirada inquisitiva. Cuando miró a Jack, se fijó en él durante unos momentos y el rostro le cambió. Parecía que le había reconocido. La niña se giró y comenzó a alejarse tratando de disimular.
Jack se apartó de la pared y comenzó a seguirla con disimulo. En el interior de la capa, su mano agarró la empuñadura de uno de su cuchillos. La siguió a lo largo del mercado, fingiendo pararse en los puestos y tratando de camuflarse entre la multitud como sólo sabía hacer un asesino avezado como El Renegado. Finalmente llegaron a una zona donde aquella parte del mercado se acababa y había una serie de callejuelas desiertas antes de la siguiente zona de tenderetes. En vez de seguirla directamente, Jack se metió de nuevo entre la multitud. Volvió a un callejón anterior y dio un rodeo a paso rápido por unas callejuelas muy estrechas, donde no había un alma. Recorrió aquel atajo improvisado, y finalmente llegó a un punto desde donde podría emboscarla. La oscuridad de la noche y sus ropas negras, junto con su sigilo, eran el camuflaje perfecto. Esperó en un callejón que daba a la calle por donde pasaría la chica, con una cadena de bolas en su mano. Esa cadena se usaba para lanzarla a las piernas de la víctima, y por la propia inercia de las bolas, se enrollaba en torno a estas atándola y haciéndole caer.
Esperó en completo silencio durante unas interminables decenas de segundos. Seis, siete, ocho. Jack notó como una gota de sudor le bajaba por la nariz. Veinticuatro, veinticinco, veintiséis. A lo lejos comenzó a escuchar un ruido de pasos. Siguió contando los segundos en silencio para distraerse y obligarse a mantenerse totalmente inmóvil. Cuando iba por cuarenta, tuvo a la chica a la vista. "¡Ahora!" pensó. Velozmente, lanzó las cadenas a las piernas de la chica, encomendándose al destino. Pretendía ponerla en jaque para poder interrogarla.
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Intentando no pensar en nada sobre mi alrededor continúe con mi mirada fija en el horizonte mientras una leve sonrisa se me empieza a dibujar en mi rostro al poder presenciar como algún que otro hombre encapuchado empiezan a observar más detalladamente mi persona mientras paseo, e incluso puedo oír como algún que otro empieza a cambiar su rumbo hacia mi persona, siendo esto notado cuando algunos pasos frenan para empezar a retomar mi camino. No pensé que estos fuesen tan tontos y ya su primera intención fuese seguirme para atacarme, o en su mejor caso que al notar algo diferente en su entorno sus mentes de baja calidad empezasen a fijarse únicamente en esa cosa del medio, siendo como puedo notar como la apariencia de una joven chica al pasar por las calles a esta horas de la noche es demasiado para algunos. Conociéndome habré abarcado la atención de algún que otro lugareño, por lo que debo alejarme de aquí lo más rápido posible pero sin parecer que he sido “pillada”, así que continuando los pasos empecé a llevarme las manos hacia mi espalda, concretamente cerca de la apertura del bolso, y empecé a mirar a todos los puestos más atenta, como si una compradora se hubiese apoderado de mí y me estuviesen dando ganas de comprar alguna que otra “arma”.
Cese un momento mis pasos al ver como una doble apertura de calles se abrió frente a mí, ya que tengo que ser lista y elegir el camino con menos gente, o al menos que no puedan pillarme con facilidad mientras efectuó el segundo cambio de apariencia. Así que dejándome llevar un poco por mi papel de niña buena empecé a apuntar con el dedo a ambas direcciones mientras empezaba a decir un tópico que siempre escuche en mi pueblo-Pito pito…gorgorito…Donde vas tú tan bonito…-Una vez finalizado la absurda frase para decidir un camino pude comprobar cómo mi dedo frenaba en la calle que dirigía hacia la izquierda, por lo que dando un leve brinco empiezo a caminar con suma tranquilidad hacia esas calles.
En esta zona no se puede apreciar ningún mercadillo y además la cantidad de gente es bastante inferior a como se está en la anterior calle. ¿Por qué será? Mis primeras sospechas tiran a que las cosas ilegales solo se hagan en las calles contiguas a la zona exterior del Reino, para que así sus habitantes no sepan de sus trueques-“Muy interesante”-Realmente pensé que no tendrían siquiera la poca inteligencia como para planear esto, pero ahora que ya se esto únicamente tengo que avanzar alguna que otra calle e ir recaudando todo lo que he obtenido en este paseo leve.
En mi transito por esta nueva zona empiezo a notar cierta sensación no muy buena. La verdad es que soy siempre muy desconfiada, pero de ello a estar temblando por cualquier cosa no es mi estilo. Pero algo normal, y creo que mas en esta situación, es poder notar cierto temor al ver como no se oye ni un solo paso y las calles parecen oscurecerse a tu paso, siendo mi mayor temor en que por esta zona me vayan a atacar por sorpresa, por lo que empecé a llevar lentamente mi mano hacia mi bolso mientras actuó, dejando que media lengua salga por mi boca para fingir la actitud de un joven-Cachis. Donde habré metido la linterna…-comento levemente y evitando elevar mucho el tono. Con estas palabras empiezo a agarrar fuertemente mi espada que escondo en mi bolso, para así empezar a mirar mi alrededor mientras seguía haciendo movimientos falsos para engañar a posibles miradores pervertidos.
De pronto algo se me hizo bastante llamativo. Cuando estaba pasando justamente por la abertura de una callejuela pude empezar a oír los chasquidos del metal, y al no haber otro sonido en mí alrededor mi primera intención fue girar mi rostro hacia aquella dirección, con lo que pude ver como un hombre medio camuflado se dispone a lanzarme algo ya en transcurso de su tiro. Yo sin saber que poder hacer únicamente pude actuar por reflejo en ese pequeño lapsus tiempo y solté mi bolso mientras daba un leve brinco hacia un lado al ver como el arma no me llega más allá del nivel de los pies. Con esto consigo dejar que mi espada vaya saliendo lentamente de mi equipaje-ya que el movimiento hacia uno de los lados hace que la mano que sujetaba la espada perdure, con lo que el bolso no se agarra a nada y cae- mientras con ese movimiento consigo echarme a un lado ya con el arma desenfundada y mirando a aquella escoria-¿Qué mierdas haces señor?-Exprese con rabia pero intentando llevar mi papel aun con esta situación, sin tiempo siquiera a saber con quien hablaba-¿Por qué atacas a una mujer que pasea por las calles?-Comento ya fijándome bien en esta persona que se encuentra allí en la callejuela, aunque por la oscuridad de la noche me es imposible visualizarla bien.
Cese un momento mis pasos al ver como una doble apertura de calles se abrió frente a mí, ya que tengo que ser lista y elegir el camino con menos gente, o al menos que no puedan pillarme con facilidad mientras efectuó el segundo cambio de apariencia. Así que dejándome llevar un poco por mi papel de niña buena empecé a apuntar con el dedo a ambas direcciones mientras empezaba a decir un tópico que siempre escuche en mi pueblo-Pito pito…gorgorito…Donde vas tú tan bonito…-Una vez finalizado la absurda frase para decidir un camino pude comprobar cómo mi dedo frenaba en la calle que dirigía hacia la izquierda, por lo que dando un leve brinco empiezo a caminar con suma tranquilidad hacia esas calles.
En esta zona no se puede apreciar ningún mercadillo y además la cantidad de gente es bastante inferior a como se está en la anterior calle. ¿Por qué será? Mis primeras sospechas tiran a que las cosas ilegales solo se hagan en las calles contiguas a la zona exterior del Reino, para que así sus habitantes no sepan de sus trueques-“Muy interesante”-Realmente pensé que no tendrían siquiera la poca inteligencia como para planear esto, pero ahora que ya se esto únicamente tengo que avanzar alguna que otra calle e ir recaudando todo lo que he obtenido en este paseo leve.
En mi transito por esta nueva zona empiezo a notar cierta sensación no muy buena. La verdad es que soy siempre muy desconfiada, pero de ello a estar temblando por cualquier cosa no es mi estilo. Pero algo normal, y creo que mas en esta situación, es poder notar cierto temor al ver como no se oye ni un solo paso y las calles parecen oscurecerse a tu paso, siendo mi mayor temor en que por esta zona me vayan a atacar por sorpresa, por lo que empecé a llevar lentamente mi mano hacia mi bolso mientras actuó, dejando que media lengua salga por mi boca para fingir la actitud de un joven-Cachis. Donde habré metido la linterna…-comento levemente y evitando elevar mucho el tono. Con estas palabras empiezo a agarrar fuertemente mi espada que escondo en mi bolso, para así empezar a mirar mi alrededor mientras seguía haciendo movimientos falsos para engañar a posibles miradores pervertidos.
De pronto algo se me hizo bastante llamativo. Cuando estaba pasando justamente por la abertura de una callejuela pude empezar a oír los chasquidos del metal, y al no haber otro sonido en mí alrededor mi primera intención fue girar mi rostro hacia aquella dirección, con lo que pude ver como un hombre medio camuflado se dispone a lanzarme algo ya en transcurso de su tiro. Yo sin saber que poder hacer únicamente pude actuar por reflejo en ese pequeño lapsus tiempo y solté mi bolso mientras daba un leve brinco hacia un lado al ver como el arma no me llega más allá del nivel de los pies. Con esto consigo dejar que mi espada vaya saliendo lentamente de mi equipaje-ya que el movimiento hacia uno de los lados hace que la mano que sujetaba la espada perdure, con lo que el bolso no se agarra a nada y cae- mientras con ese movimiento consigo echarme a un lado ya con el arma desenfundada y mirando a aquella escoria-¿Qué mierdas haces señor?-Exprese con rabia pero intentando llevar mi papel aun con esta situación, sin tiempo siquiera a saber con quien hablaba-¿Por qué atacas a una mujer que pasea por las calles?-Comento ya fijándome bien en esta persona que se encuentra allí en la callejuela, aunque por la oscuridad de la noche me es imposible visualizarla bien.
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