Ficha de Cánabar Sykes

Su cabello oscuro destaca con una forma puntiaguda y no muy larga. Sus ojos grises brillan con fuerza casi siempre. Su cuerpo es fornido y musculoso, aunque no en exceso. Tiene una altura aproximada de dos metros y pesa más de cien quilos, convirtiéndose en una máquina de matar. Sus dientes son afilados y puntiagudos. Sus manos son grandes y bastas igual que sus pies. Sus piernas y brazos son gruesos pero definidos. El color de su piel varía entre unos tonos grisáceos en la espalda, parte del rostro y extremidades, y un color níveo en el abdomen, parte de los brazos y piernas y el resto de la cara. Casi siempre exhibe una gran sonrisa, aunque tiene una expresión atormentada como si siempre estuviera triste o sufriera un dolor constante. Su cuerpo luce muchas heridas y cicatrices con distintos orígenes, desde peleas actuales a sus combates como gladiador.

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¿Diferencia entre el bien y el mal? Algún día importó a Cánabar, pero ahora carece de importancia para él. Nunca se preocupa por las consecuencias de sus acciones. Piensa que la vida es demasiado corta para arrepentirse o aceptar reglas, por lo que incumple cualquier norma que no le guste y hace todo lo que le apetece. A pesar de que no disfruta con la muerte ni el dolor ajeno, no tiembla a la hora de dañar o asesinar a cualquiera que se oponga a él. No acepta órdenes ni liderazgo de nadie ni hace distinciones por raza o sexo. A sus ojos todos son iguales, todos merecen su odio sean quienes sean, por lo que no toma partido por ningún bando ni raza. No le gusta bromear y es muy directo, aunque también es vanidoso y tiene un complejo de superioridad e inmortalidad que, en ocasiones, lo supera y lo mete en graves problemas.

El combate es su principal afición. Debido a su pasado como gladiador una de las pocas cosas a las que pudo llamar “hobby” fue la lucha. Tantos años combatiendo lo dotaron de un deseo primitivo de luchar y superarse. También le agrada el entrenamiento físico, ya que era otra de las ínfimas cosas que podía hacer en su celda. Aunque no todo deriva de su pasado. Ha desarrollado una gran pasión por la comida hasta tal nivel que, en ocasiones, como en exceso y acaba con una gran cantidad de reservas y provisiones que bien podrían durar una semana. Por algún extraño motivo que él mismo desconoce, es aficionado a sonreír. Siempre que se encuentra en problemas sonríe aunque no quiera hacerlo, es algo automático y que, a pesar de lo que parezca, le gusta. También le gusta recordar sus victorias. Parece ser que su espada es muy importante para él y disfruta afilándola y cuidándola tanto como nadar en el infinito azul. Aunque lo que, con total seguridad, más le gusta es la libertad. Tantos años privado de ella lo han hecho adicto a ser libre. Las camas deben ser mullidas y grandes para que se sienta cómodo con ellas y adora taparse con una manta cuando hace frío. Y, lo que todo el mundo descubre nada más conocerlo, le encanta presumir de sí mismo y llamar la atención. Uno de sus secretos mejor guardado es su amor por el arte. Para un guerrero como él sería una deshonra que la gente conociera su afición por la pintura, escultura, música, lectura y arquitectura.

Odia con todas sus fuerzas, desde lo más profundo de su alma, a los esclavizadores por arrebatarle su infancia, su pasado y su vida. También detesta a los esclavos por no tener el valor de luchar por su libertad. No le gusta nada la cobardía y rechaza cualquier acto de piedad. Le desagrada todo aquel que lo mire mal, que lo desprecie o que lo juzgue por su raza o sexo. Desde pequeño tiene fobia a las espinacas y detesta a los cocineros ineficientes. Es claustrofóbico, por lo que no le gusta nada sentirse encerrado ni los barrotes. A pesar de que es una claustrofobia leve y puede soportarla, siempre evita estar en salas pequeñas. Odia relacionarse con la gente y que le hablen sin que él empiece la conversación. No le gusta nada que la gente se crea a su nivel o superior y detesta, con gran intensidad, las armas de fuego por ser una herramienta de matar para cobardes y guerreros débiles. Le desagradan completamente las órdenes y nunca cumple un mandato. Hace las cosas cuando quiere y como quiere, odia las obligaciones.

Le resulta muy fácil describir situaciones y lugares y escribirlas. De algún modo aprendió a leer de forma autodidacta y empezó a aprender diversas lenguas para su propio gozo. Como antiguo esclavo de combate es un guerrero habilidoso y es experto en la lucha con armas a dos manos, en especial espadas. Las heridas recibidas y realizadas en la arena y su facilidad para aprender le enseñaron algo de medicina básica.

No se le da nada bien la cocina. A pesar de que le encanta comer, es un cocinero nefasto. Tampoco es bueno planeando cosas, ya que es muy impulsivo y no piensa antes de actuar. Para desgracia de él no es nada habilidoso con las manualidades, posiblemente debido a sus enormes manos, y es un tirador horrible. Tampoco sabe manejar un barco y de carpintero es tan malo como cocinero. No tiene habilidad para tratar con la gente y se le da fatal la diplomacia y el comercio.

Nacido como un gyojin libre, fue criado en un entorno de pobreza y marginalidad. Sin embargo siempre tuvo un gran cariño por su tipo de vida y sus padres lo trataban con amor. Supo ganarse el respeto de sus compañeros gyojin por la fuerza, aunque no le gustaba aprovecharse de ello y lo educaron para que tratara a todos con igualdad y altruismo. Aprendió a leer de forma didacta, ya que no tenían dinero para que pudiera estudiar o que alguien le enseñara. Empezó a trabajar desde muy pequeño para ayudar a sustentar a su familia y se vio obligado a hacer cosas que no deseaba y a mezclarse con malas influencias para que sus padres pudieran mantener la casa. Sin embargo tuvo una infancia feliz. Jugaba cuando podía, salía con sus amigos cuando los horarios lo permitían, disfrutaba de los ratos que pasaba con sus padres… todo iba genial hasta aquel fatídico día. La puerta de su casa se abrió estrepitosamente a causa de un golpe. La bota elevada de un hombre debía ser la causante. Todo lo que pasó en aquel entonces permanece borroso, pero Cánabar recuerda que su padre fue asesinado de un tiro y que a él y a su madre se los llevaron presos por algún motivo. Lo siguiente que recordaba fue despertarse en una celda entre los fríos y rígidos brazos de su madre, que tenía la cara húmeda por las lágrimas que había derramado y los ojos vacíos e inexpresivos. El estado de shock que le produjo ver así a su madre duró horas. Pero, al fin, se “despertó” y comprobó sus sospechas. Su progenitora había muerto protegiéndolo de algo, ya fuera el frío o la paliza que parecía haber recibido. Su cuerpo exhibía heridas sangrientas y hematomas negruzcos que, seguramente, serían los que le habían quitado la vida. No pudo hacer nada, ni si quiera llorar. Un profundo dolor en el pecho lo paralizaba y le robaba la razón. Intentó moverse, pero sus extremidades permanecían rígidas, tan muertas como su madre. Intentó gritar, pero su voz se quedó atrapada en la garganta. Intentó llorar, pero sus ojos siguieron secos y a punto de explotar del dolor. No sabía lo que pasaba y no quería saberlo, pero tenía que reaccionar. Se apartó, con gran dificultad, del cadáver de su madre y se arrastró hasta la pared. ¿Por qué le había pasado eso? Entonces cayó una lágrima y estalló en un acongojante sollozo. Corrió hacia su madre y la abrazó con fuerza y no se separó de ella. Permaneció abrazado y llorando días. Ni si quiera probó la comida que le ofrecían sus carceleros. Hasta que un día entró alguien y lo golpeó. Sacaron el cadáver de su madre y lo tiraron a una fosa. Le dijeron algo de la esclavitud y la “Arena” y se lo llevaron. Ya no recuerda más de ello. Solo que una noche lluviosa se escapó y sacó a su madre de la fosa para enterrarla. Recibió una paliza monumental por ello y estuvo hospitalizado varios días. Al salir volvió a ser entrenado en el combate para su futuro como gladiador. Varios años pasaron hasta que consiguió cierto renombre matando al campeón del momento, “Sangre tibia”. Aquellos que lo habían esclavizado y entrenado desconocían que habían creado al monstruo que iniciaría su destrucción. Le habían quitado todo lo que tenía. Ahora era solo un cascarón vacío con un único objetivo, matar a aquellos que lo despojaron de su vida. No hay nada tan terrorífico como alguien que lucha por un objetivo y no tienes nada que perder. Cierto día consiguió escapar de su celda, armarse y entrar en la sala de los “Amos”. Aquél fue el día más feliz de su vida. Inició una orgía de sangre y caos que terminó con la muerte de doce hombres y tres mujeres. Todos aquellos “líderes” de los esclavizadores que lo habían convertido en lo que era. Pero ahora los odiaba con más fuerza, porque ya no podía hacerles nada, no podían volver a pagar. Escapó del lugar, robó una pequeña embarcación y partió de Isla Zexer sin nada más que una espada, un pantalón y una moneda de cobre como trofeo que pertenecía a uno de los “Amos”.