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Era de noche ya. Hacía un par de horas que había oscurecido, y no había demasiado movimiento en el pueblo. A excepción de una única figura sentada en un tejado. Era un hombre envuelto en una capa negra con una máscara blanca de un hombre sonriente y un sombrero de copa. Sujetaba un den den mushi en su mano derecha y hablaba por él en voz baja. No era otro que Jack Silvers, el Renegado, el famoso terrorista anarquista que tras dos años y ocho meses encarcelado en el North Blue había escapado e iniciado una nueva ola de terror a lo largo de los mares cardinales, asesinando a decenas de miembros prominentes de gobiernos locales y oficiales marines. Su recompensa había aumentado enormemente desde entonces hasta alcanzar los noventa y cuatro millones de berries. Una misión le había llevado a Ohara en aquella ocasión. Tenía que acabar con un inspector del Gobierno que iba a visitar el lugar. El problema con ese inspector es que venía escoltado por agentes del CP, y gracias a un informante sabían que aquellos agentes tenían la misión de localizar al grupo revolucionario local.
- ¿Y dónde podré localizar a mi objetivo?
- Está en el cuartel del pueblo, al norte. Ten cuidado, Renegado. Además de los miembros del CP encontrarás un buen número de marines vigilándole.
Cortó la llamada y se guardó el den den mushi. Se levantó del tejado y bajó de un salto al suelo, con la capa ondeando a su espalda como si fuese un murciélago gigante. Cayó con las piernas flexionadas, se incorporó y se ajustó la capa de nuevo, envolviéndose en ella. Comprobó que su brazo cyborg estuviese bien colocado, aunque sabía que sí. No podía evitarlo, pues no acababa de acostumbrarse a él. Comenzó a caminar por las calles sin hacer ningún ruido. A pesar de ir con botas, era sigiloso como una sombra. Mientras caminaba, se fijó en un cartel de wanted en un tablón de anuncios. Se acercó con calma y soltó una risita por lo bajo. Era su nuevo cartel de wanted. Ya habían añadido a la recompensa por su cabeza una cifra interesante por el asesino de aquel veterano de la Marina, así como la liberación de Hiren y otros revolucionarios en el North Blue. Estaba comenzando a hacerse muy famoso y temido, y pronto podría usar eso en su favor para intentar influir en las masas.
- ¿Y dónde podré localizar a mi objetivo?
- Está en el cuartel del pueblo, al norte. Ten cuidado, Renegado. Además de los miembros del CP encontrarás un buen número de marines vigilándole.
Cortó la llamada y se guardó el den den mushi. Se levantó del tejado y bajó de un salto al suelo, con la capa ondeando a su espalda como si fuese un murciélago gigante. Cayó con las piernas flexionadas, se incorporó y se ajustó la capa de nuevo, envolviéndose en ella. Comprobó que su brazo cyborg estuviese bien colocado, aunque sabía que sí. No podía evitarlo, pues no acababa de acostumbrarse a él. Comenzó a caminar por las calles sin hacer ningún ruido. A pesar de ir con botas, era sigiloso como una sombra. Mientras caminaba, se fijó en un cartel de wanted en un tablón de anuncios. Se acercó con calma y soltó una risita por lo bajo. Era su nuevo cartel de wanted. Ya habían añadido a la recompensa por su cabeza una cifra interesante por el asesino de aquel veterano de la Marina, así como la liberación de Hiren y otros revolucionarios en el North Blue. Estaba comenzando a hacerse muy famoso y temido, y pronto podría usar eso en su favor para intentar influir en las masas.
Dos sombras avanzan en medio de la noche, rompiendo el absoluto silencio de las calles en la noche oscura con sus sonoras pisadas. Caminan despacio, con aire relajado y desganado. Hablan mientras hacen su ronda acerca de su sueldo, ilusiones de futuro, dejar la marina y montar un prostíbulo. Esto último espera haberlo escuchado mal, pues lejos del Tenryubitos esos negocios no funcionan bien. Detrás de las sombras camina la oscuridad misma, sin hacer apenas ruido, y todo el que hace camuflado por el eco de los hombres que lo adelantan. De capa y sombrero, Nat pasea en la ruta de los marines, que buscan sin mucho ahínco algún signo de revolución. "Inútiles morsas de Red Line, por el amor de Flubber. Si es más fácil encontrar un revolucionario que a un niño en una guardería. Nadie está conforme ya con el gobierno", piensa, a la vez que una silueta oscura aparece dibujada en un tejado. "Helo ahí", dice su cabeza, sin saber si será sólo imaginación suya. Podría ser un gato, una chimenea o un gato besando una chimenea, sólo Flubber lo sabe.
Él está en Ohara siguiendo su instinto más primario, pensando que allí podrá encontrar al Tigre sentoki, su último objetivo. Y, aunque no ha encontrado señas de él, ha acabado reuniendo jugosa información sobre un mandamás del gobierno y un par de Cipper pols. Es increíble el carisma y el poder de convicción de una daga en el cuello. Sin pensarlo dos veces, coge sus dagas, y acelera el paso. Sin sacar las manos de la capa, se acerca a ellos. Aún en el silencio de la noche y la oscuridad sólo salpicada por gotas de luz naranja, se mueve con sigilo. O, al menos, con suficiente sigilo como para que los Marines no se percaten de su presencia. O no se quieran percatar... Se pone casi a su altura, listo para terminar con los dos hombres de un soplo, y atraviesa las gargantas de ambos a través del espacio intervertebral entre atlas y axis. Los hombres caen al suelo sin poder gritar, ahogándose en su propia sangre y sin que el cuerpo responda a sus órdenes. "La muerte más poética". Los estertores de muerte y el aroma acre que empieza a envolver la calle le resulta romántico, casi enternecedor. Busca un contenedor en la calle, y con esfuerzo mete a los dos marines en él, no sin antes mover los cadáveres hacia una puerta, esperando que en lo que coagula la sangre, deje un reguero de carmesíes pistas falsas que lo exculpen si lo llegan a atrapar.
-Ah, el aroma de la madrugada.
Comienza a caminar sobre sus pasos, observando cada detalle. El viento parece tocar una marcha fúnebre entre el mobiliario urbano, chocando contra ventanas y haciendo sisear pequeños agujeros en las casas. De pronto, sin darse cuenta, vuelve al lugar donde estaba el gato que besaba la chimenea. "Parece que no es un gato", piensa mientras un encapado salta desde el tejado, cayendo al suelo con un ágil gesto. Sin percatarse de su presencia, o tal vez ignorándola, el hombre camina calmado, y se detiene ante un cartel de Wanted. No puede saber su gesto en la oscuridad, pero su rostro pétreo entona una sonrisa y un extraño sonido risueño sale de él. Parece estar pensando en algo con alegría. Tal vez sea quien está buscando. Hurga en su capa y encuentra la bolsa de conservación. La saca y, con tono extrañamente jovial en él, habla mientras agita la bolsa.
-¿Te apetece un bollo?
Él está en Ohara siguiendo su instinto más primario, pensando que allí podrá encontrar al Tigre sentoki, su último objetivo. Y, aunque no ha encontrado señas de él, ha acabado reuniendo jugosa información sobre un mandamás del gobierno y un par de Cipper pols. Es increíble el carisma y el poder de convicción de una daga en el cuello. Sin pensarlo dos veces, coge sus dagas, y acelera el paso. Sin sacar las manos de la capa, se acerca a ellos. Aún en el silencio de la noche y la oscuridad sólo salpicada por gotas de luz naranja, se mueve con sigilo. O, al menos, con suficiente sigilo como para que los Marines no se percaten de su presencia. O no se quieran percatar... Se pone casi a su altura, listo para terminar con los dos hombres de un soplo, y atraviesa las gargantas de ambos a través del espacio intervertebral entre atlas y axis. Los hombres caen al suelo sin poder gritar, ahogándose en su propia sangre y sin que el cuerpo responda a sus órdenes. "La muerte más poética". Los estertores de muerte y el aroma acre que empieza a envolver la calle le resulta romántico, casi enternecedor. Busca un contenedor en la calle, y con esfuerzo mete a los dos marines en él, no sin antes mover los cadáveres hacia una puerta, esperando que en lo que coagula la sangre, deje un reguero de carmesíes pistas falsas que lo exculpen si lo llegan a atrapar.
-Ah, el aroma de la madrugada.
Comienza a caminar sobre sus pasos, observando cada detalle. El viento parece tocar una marcha fúnebre entre el mobiliario urbano, chocando contra ventanas y haciendo sisear pequeños agujeros en las casas. De pronto, sin darse cuenta, vuelve al lugar donde estaba el gato que besaba la chimenea. "Parece que no es un gato", piensa mientras un encapado salta desde el tejado, cayendo al suelo con un ágil gesto. Sin percatarse de su presencia, o tal vez ignorándola, el hombre camina calmado, y se detiene ante un cartel de Wanted. No puede saber su gesto en la oscuridad, pero su rostro pétreo entona una sonrisa y un extraño sonido risueño sale de él. Parece estar pensando en algo con alegría. Tal vez sea quien está buscando. Hurga en su capa y encuentra la bolsa de conservación. La saca y, con tono extrañamente jovial en él, habla mientras agita la bolsa.
-¿Te apetece un bollo?
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Jack había notado tres auras pasar por una calle cercana mientras estaba recibiendo las órdenes, pero no le había dado excesiva importancia. En un pueblo como aquel podía percibir cientos de presencias, aunque la mayoría estaban latentes (señal de que estaban dormidos). Estas otras tres no lo estaban, pero no percibía ningún cambio repentino en su psique que le indicase que le hubiesen visto, por lo que no suponían una amenaza.
Pero eso cambió más adelante. Mientras bajaba había notado una perturbación y dos de las auras apagándose. ¿Dos muertes repentinas? Apestaba a asesinato. Por ese motivo, y notando que el tercer aura iba en su dirección, fingió no haber percibido nada. Se dirigió al cartel de wanted con la imagen de su máscara, y simuló estar distraído. Por debajo de la capa, agarró su machete y un cuchillo. "El segar la vida de otro humano sólo está justificado por un bien mayor. Y aun respaldándose en bienes mayores, es menester evitar el derramamiento de sangre, especialmente la inocente. ¿Qué os motiva a vos, misterioso asesino?" Canalizó energía a través de su cuchillo y lo dejó caer, guiándolo con la mente. Hizo que saliese de debajo de su capa y se situase en el aire, a un par de metros de altura. Tras es, notó el aura a su espalda y se centró en intentar investigarle con su mantra. Dominaba bastante bien el Kenbunshoku Haki, pero aun no hasta el punto de saber correctamente analizar el carácter de los demás. Podía hacerlo de manera limitada, sin embargo. Y lo que vio no le gustó. El hombre le habló, ofreciéndole un bollo, y Jack se giró hacia él.
- Veleidosa fortuna es la que aquesta noche hanos traído aquí, no lo dudo. Así que sois vos el misterioso segador que adelantó el último hálito de aquellos dos infortunados.
Aquel era el lenguaje de Jack, artificioso, culto y arcaico. Solía hablar de manera muy refinada pese a su bajo origen, pues así le habían educado sus padres. Se cruzó los brazos bajo la capa, sin soltar el machete pero esforzándose en que no se notase que estaba empuñando un arma. Ante un asesino no iba a bajar la guardia. Mantuvo el cuchillo levitando en el aire gracias a su Ha no Arashi, y se concentró en él. Si notaba alguna intención hostil en él, lo mataría al instante lanzándole el cuchillo a la cabeza. Aun tenía tiempo para cumplir su misión, así que un pequeño capricho como resolver aquel misterio no iba a estropearla. A través de la máscara, los ojos azules de Jack se clavaron en el extraño, examinándolo. Su cerebro trabajaba a toda velocidad, analizando a su rival con su prodigiosa mente. "Varón adulto de mediana estatura. Tiene brazos fuertes, pero no es excesivamente corpulento. Por sus manos veo que ejerce alguna clase de trabajo manual. El bollo parece casero, y si bien no está recién hecho tampoco es de esta mañana, por lo que lo ha debido hacer él mismo. En definitiva, es panadero. Sin embargo sus manos son fuertes y musculosas, y esas marcas entre el índice y el pulgar de su diestra me dicen que no es profano en el arte de la espada. Su capa no es precisamente nueva , y parece de viaje. En definitiva, estoy ante alguna clase de mercenario o asesino que se hace pasar por panadero." El gran punto fuerte del famoso asesino no era su destreza, o sus habilidades. Había muchos asesinos talentosos que llegaban a tener menos éxito. El gran punto fuerte de Jack era su inteligencia. Podía saber mucho sobre una persona sólo mirándola.
- Témome que voy a rechazar vuestra oferta. Ya he saciado mi hambre no hace demasiado, y juicioso es no fiarse del primer desconocido que llega en mitad de una oscura noche. Ahora, decidme, dado que hállome embargado por la curiosidad, ¿quiénes eran esos caballeros y por qué les disteis muerte?
Pero eso cambió más adelante. Mientras bajaba había notado una perturbación y dos de las auras apagándose. ¿Dos muertes repentinas? Apestaba a asesinato. Por ese motivo, y notando que el tercer aura iba en su dirección, fingió no haber percibido nada. Se dirigió al cartel de wanted con la imagen de su máscara, y simuló estar distraído. Por debajo de la capa, agarró su machete y un cuchillo. "El segar la vida de otro humano sólo está justificado por un bien mayor. Y aun respaldándose en bienes mayores, es menester evitar el derramamiento de sangre, especialmente la inocente. ¿Qué os motiva a vos, misterioso asesino?" Canalizó energía a través de su cuchillo y lo dejó caer, guiándolo con la mente. Hizo que saliese de debajo de su capa y se situase en el aire, a un par de metros de altura. Tras es, notó el aura a su espalda y se centró en intentar investigarle con su mantra. Dominaba bastante bien el Kenbunshoku Haki, pero aun no hasta el punto de saber correctamente analizar el carácter de los demás. Podía hacerlo de manera limitada, sin embargo. Y lo que vio no le gustó. El hombre le habló, ofreciéndole un bollo, y Jack se giró hacia él.
- Veleidosa fortuna es la que aquesta noche hanos traído aquí, no lo dudo. Así que sois vos el misterioso segador que adelantó el último hálito de aquellos dos infortunados.
Aquel era el lenguaje de Jack, artificioso, culto y arcaico. Solía hablar de manera muy refinada pese a su bajo origen, pues así le habían educado sus padres. Se cruzó los brazos bajo la capa, sin soltar el machete pero esforzándose en que no se notase que estaba empuñando un arma. Ante un asesino no iba a bajar la guardia. Mantuvo el cuchillo levitando en el aire gracias a su Ha no Arashi, y se concentró en él. Si notaba alguna intención hostil en él, lo mataría al instante lanzándole el cuchillo a la cabeza. Aun tenía tiempo para cumplir su misión, así que un pequeño capricho como resolver aquel misterio no iba a estropearla. A través de la máscara, los ojos azules de Jack se clavaron en el extraño, examinándolo. Su cerebro trabajaba a toda velocidad, analizando a su rival con su prodigiosa mente. "Varón adulto de mediana estatura. Tiene brazos fuertes, pero no es excesivamente corpulento. Por sus manos veo que ejerce alguna clase de trabajo manual. El bollo parece casero, y si bien no está recién hecho tampoco es de esta mañana, por lo que lo ha debido hacer él mismo. En definitiva, es panadero. Sin embargo sus manos son fuertes y musculosas, y esas marcas entre el índice y el pulgar de su diestra me dicen que no es profano en el arte de la espada. Su capa no es precisamente nueva , y parece de viaje. En definitiva, estoy ante alguna clase de mercenario o asesino que se hace pasar por panadero." El gran punto fuerte del famoso asesino no era su destreza, o sus habilidades. Había muchos asesinos talentosos que llegaban a tener menos éxito. El gran punto fuerte de Jack era su inteligencia. Podía saber mucho sobre una persona sólo mirándola.
- Témome que voy a rechazar vuestra oferta. Ya he saciado mi hambre no hace demasiado, y juicioso es no fiarse del primer desconocido que llega en mitad de una oscura noche. Ahora, decidme, dado que hállome embargado por la curiosidad, ¿quiénes eran esos caballeros y por qué les disteis muerte?
El hombre de rostro pétreo da la vuelta, dejando entrever su cara oculta tras una máscara, y Nat lo reconoce al instante. Ha visto su Wanted muchas veces, y muchas otras le han ofrecido sumas ingentes de dinero por llevar la cabeza de Jack Silvers, el renegado, como trofeo. Nunca había pensado en encontrarlo, pues siempre tuvo la sospecha de que el renegado es una máscara y no un hombre. Un ideal, algo intangible, puro. Sin embargo tras algunas informaciones Caspio conoce que el mito es el alter ego de Jack Silvers, un hombre escrupuloso, metódico y muy inteligente. No sería un mal aliado, y desde luego sería un tortuoso enemigo.
-También debéis conocer que puede ser afrenta para un caballero que su invitación sea rechazada- hace una pausa-. Mas conozco de vuestra buena intención, mi señor y podré en sabiendo aquello que no buscáis herir a un humilde servidor del pueblo- vuelve a guardar la bolsa en la capa-. Respecto a los muertos, dejemos que descansen ahora sin perturbar su sueño, merecen el respeto y la gracia, mas no la vida. Si hay dioses al otro lado, ahora serán bienvenidos como héroes al banquete del padre, pese a estar en el bando incorrecto de la lucha.
Habla así no porque se burle, sino porque es incapaz de no tratar de adaptarse a las hablas de la gente, aunque la lengua arcaica no es su fuerte. El arte de desaparecer en las sombras tampoco es su mayor fuerte, pero sin embargo sabe cómo pasar desapercibido un tiempo y observar todas las variables conocidas para llegar a una conclusión, y la más lógica es que el enmascarado se sienta amenazado. Su hombro está tenso, así que debe sujetar algo, aunque podría ser también un mal doblez de la capa. Mientras en la oscuridad casi plena trata de averiguar más sobre ese hombre, presiente que algo se le escapa. Tal vez los ojos azules del hombre estén escrutando su alma, buscando debilidades o juzgando sus actos. En cualquier caso en la Villa se esconde un mandatario del gobierno y mientras busca a su último enemigo la causa revolucionaria no es un mal camino, pues la información que posee la red y el entramado antigubermamental es tal que una mosca podría sobar el culo al gorosei y el líder revolucionario enterarse a las pocas horas. Tampoco va a unirse activamente a la causa, mas si entre brote y brote puede hacer algo de provecho en pro de la libertad no lo dudará. Observa bien al hombre, que parece tenso bajo su máscara, protegido bajo su capa y sombrero. Es increíble el parecido en los atuendos. Pese a la diferencia de altura, podrían suplantarse el uno al otro. Piensa en golpear durante una milésima de segundo, pero es un hombre respetable con un código moral férreo, y un poder sin igual. Dicen los cuentos de abuelas que pasó los casi tres años de cautiverio inmóvil, mirando hacia un punto de la puerta de su celda, sin comer ni dormir, hasta que añrendió su nombre y la hizo abrirse. Evidenremente es sólo un cuento, pero da una idea acerca de quién es el renegado. Tampoco parece un hombre sangriento, más bien pacifista, pues la pregunta acerca de los hombres muertos sonaba despectiva. En cualquier caso es evidente que el renegado quiere una respuesta más clara que la anterior.
-Soy la hoja en la noche, la daga en la oscuridad. La campana que tañe por la muerte, el ángel de siniestra tarea. Me entrenaron para ello, y cuando busqué paz me propiciaron muerte. Ahora yo propicio muerte a quien arrebata la paz. Y el gobierno ha provocado mucha guerra.
-También debéis conocer que puede ser afrenta para un caballero que su invitación sea rechazada- hace una pausa-. Mas conozco de vuestra buena intención, mi señor y podré en sabiendo aquello que no buscáis herir a un humilde servidor del pueblo- vuelve a guardar la bolsa en la capa-. Respecto a los muertos, dejemos que descansen ahora sin perturbar su sueño, merecen el respeto y la gracia, mas no la vida. Si hay dioses al otro lado, ahora serán bienvenidos como héroes al banquete del padre, pese a estar en el bando incorrecto de la lucha.
Habla así no porque se burle, sino porque es incapaz de no tratar de adaptarse a las hablas de la gente, aunque la lengua arcaica no es su fuerte. El arte de desaparecer en las sombras tampoco es su mayor fuerte, pero sin embargo sabe cómo pasar desapercibido un tiempo y observar todas las variables conocidas para llegar a una conclusión, y la más lógica es que el enmascarado se sienta amenazado. Su hombro está tenso, así que debe sujetar algo, aunque podría ser también un mal doblez de la capa. Mientras en la oscuridad casi plena trata de averiguar más sobre ese hombre, presiente que algo se le escapa. Tal vez los ojos azules del hombre estén escrutando su alma, buscando debilidades o juzgando sus actos. En cualquier caso en la Villa se esconde un mandatario del gobierno y mientras busca a su último enemigo la causa revolucionaria no es un mal camino, pues la información que posee la red y el entramado antigubermamental es tal que una mosca podría sobar el culo al gorosei y el líder revolucionario enterarse a las pocas horas. Tampoco va a unirse activamente a la causa, mas si entre brote y brote puede hacer algo de provecho en pro de la libertad no lo dudará. Observa bien al hombre, que parece tenso bajo su máscara, protegido bajo su capa y sombrero. Es increíble el parecido en los atuendos. Pese a la diferencia de altura, podrían suplantarse el uno al otro. Piensa en golpear durante una milésima de segundo, pero es un hombre respetable con un código moral férreo, y un poder sin igual. Dicen los cuentos de abuelas que pasó los casi tres años de cautiverio inmóvil, mirando hacia un punto de la puerta de su celda, sin comer ni dormir, hasta que añrendió su nombre y la hizo abrirse. Evidenremente es sólo un cuento, pero da una idea acerca de quién es el renegado. Tampoco parece un hombre sangriento, más bien pacifista, pues la pregunta acerca de los hombres muertos sonaba despectiva. En cualquier caso es evidente que el renegado quiere una respuesta más clara que la anterior.
-Soy la hoja en la noche, la daga en la oscuridad. La campana que tañe por la muerte, el ángel de siniestra tarea. Me entrenaron para ello, y cuando busqué paz me propiciaron muerte. Ahora yo propicio muerte a quien arrebata la paz. Y el gobierno ha provocado mucha guerra.
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A pesar de que no acababa de fiarse del extraño,este le habló de manera educada y empleando el mismo lenguaje culto y elevado que él usaba. Se notaba que no solía hablar así, pero hacía el esfuerzo por imitarle. Con cierto interés, Jack le dejó hablar, siendo incapaz de no sentir una cierta condescendencia. Hablaba como una persona que acabara de pasarse a la causa revolucionaria pero aun no tuviese muy claro cómo iban las cosas. Jack se cruzó de brazos y esperó a que terminase de hablar. No creía que le estuviese engañando para atacarle, pues no percibía actitudes hostiles por su parte con su mantra.
- Es interesante esto que decís, camarada. Sin embargo, ¿no somos acaso los revolucionarios los que venimos a enfrentar al hermano con el hermano y a llevarle guerra sin cuartel al Gobierno? ¿No arrebatamos nosotros la paz en busca del bien común y del fin de un período de tiranía, desidia e injusticia? Pues camarada, sólo sus espinas protegen al erizo de quienes quieren devorarle, y sólo el acero puede dar muerte a los enemigos del pueblo.
Extendió la palma de la mano izquierda e hizo que el cuchillo que flotaba en el aire descendiese hasta esta. Metió la mano dentro de la capa y envainó tanto el cuchillo que acababa de recoger como el que sujetaba con su mano derecha. Tras eso, le hizo un gesto para que le siguiese y se puso en marcha por las oscuras calles. Si era cierto que aquel hombre quería servir a la causa revolucionaria, la mejor manera de probarlo sería haciéndole ayudarle en aquella misión. Se centró en su haki mantra para localizar a todas las patrullas cercanas. Había algunas no demasiado lejos, pero en principio tenían el camino hasta el cuartel despejado.
- Si de verdad sois un amigo del pueblo y queréis echar abajo al Gobierno, demostradlo ayudándome. Hay ahora mismo en el pueblo un enviado del Gobierno escoltado por dos agentes del Cipher Pol 4. Estos tienen la misión de localizar y exterminar al colectivo revolucionario local. Ayudadme a matar a estas tres personas.
- Es interesante esto que decís, camarada. Sin embargo, ¿no somos acaso los revolucionarios los que venimos a enfrentar al hermano con el hermano y a llevarle guerra sin cuartel al Gobierno? ¿No arrebatamos nosotros la paz en busca del bien común y del fin de un período de tiranía, desidia e injusticia? Pues camarada, sólo sus espinas protegen al erizo de quienes quieren devorarle, y sólo el acero puede dar muerte a los enemigos del pueblo.
Extendió la palma de la mano izquierda e hizo que el cuchillo que flotaba en el aire descendiese hasta esta. Metió la mano dentro de la capa y envainó tanto el cuchillo que acababa de recoger como el que sujetaba con su mano derecha. Tras eso, le hizo un gesto para que le siguiese y se puso en marcha por las oscuras calles. Si era cierto que aquel hombre quería servir a la causa revolucionaria, la mejor manera de probarlo sería haciéndole ayudarle en aquella misión. Se centró en su haki mantra para localizar a todas las patrullas cercanas. Había algunas no demasiado lejos, pero en principio tenían el camino hasta el cuartel despejado.
- Si de verdad sois un amigo del pueblo y queréis echar abajo al Gobierno, demostradlo ayudándome. Hay ahora mismo en el pueblo un enviado del Gobierno escoltado por dos agentes del Cipher Pol 4. Estos tienen la misión de localizar y exterminar al colectivo revolucionario local. Ayudadme a matar a estas tres personas.
El hombre pareció agradado por su respuesta, aunque algo disconforme. Seguramente sería de aquella clase de hombre con moral rígida, que buscaba justicia pero también paz. Eran dos conceptos tan distantes como el bien y el mal. Si uno buscaba justicia era por castigar a alguien, alguien que había herido la paz, y quería arreglarlo con sangre. La justicia era sangre por sangre, seguir con un río de violencia sin límites, sin fin, que nunca llegaba a desembocar, sólo se retroalimentaba. Era mucho mejor su método. Un golpe frío, una cantidad interesante de dinero y adiós. Nadie sabía a quién atacar luego, y la violencia moría. Un oficio sucio, necesario y muy jugoso. Un ángel exterminador, el heraldo de la muerte, la tormenta que lleva la calma. No muchos lo veían así, peo era su justicia, pura y sagrada. Una espada manchada, y un mundo limpio. Era un buen trato.
- Es interesante esto que decís, camarada. Sin embargo, ¿no somos acaso los revolucionarios los que venimos a enfrentar al hermano con el hermano y a llevarle guerra sin cuartel al Gobierno? ¿No arrebatamos nosotros la paz en busca del bien común y del fin de un período de tiranía, desidia e injusticia? Pues camarada, sólo sus espinas protegen al erizo de quienes quieren devorarle, y sólo el acero puede dar muerte a los enemigos del pueblo.
"Interesante reflexión...", pensó Caspio. ¿Lo había llamado revolucionario? Él no era un revolucionario, era una fuerza entre los dos bandos. Un ente que mataba al que diera un paso más allá de la línea, una corriente que arrastraba a los que metían el pie en un río demasiado profundo. Así era hacía años. No había tenido elección, tampoco la necesitaba. Disfrutaba en aquella situación, enemigo de todos, amigo de algunos, héroe de sí mismo. Tal vez nadie lo apreciara, pero hacía un trabajo necesario. El renegado parecía un hombre afable tras la máscara, aunque estaba seguro de que su rostro pétreo guardaba algún secreto conocido por nadie, y ni en la prisión en la que estuvo encerrado había podido discernir. ¿Tal vez el secreto hubiera nacido allí? Quién sabe...
- Si de verdad sois un amigo del pueblo y queréis echar abajo al Gobierno, demostradlo ayudándome. Hay ahora mismo en el pueblo un enviado del Gobierno escoltado por dos agentes del Cipher Pol 4. Estos tienen la misión de localizar y exterminar al colectivo revolucionario local. Ayudadme a matar a estas tres personas.
"Mira tú qué curiosa coincidencia", dijo Caspio para sí. Aquello era lo que buscaba, matar al hombre del gobierno, diversión y justicia. Aunque a él le resultaba cómica la expresión "amigo del pueblo". Era amigo de sus armas, y de sus compañeros. El pueblo le daba igual. Bueno, a medias. Quería un futuro mejor, tanto para el pueblo como para él mismo, pero no quería unirse a una causa. No a una causa que llevaba tanto tiempo atascada en una batalla de desgaste. Muerte por muerte, sangre por sangre y sin eficacia ninguna. Las causas eran ideales, el gobierno era un enemigo del pueblo, y no el aliado que debiera.
- No soy amigo de nadie. Mas podemos ser aliados, si gustáis, Renegado...
- Es interesante esto que decís, camarada. Sin embargo, ¿no somos acaso los revolucionarios los que venimos a enfrentar al hermano con el hermano y a llevarle guerra sin cuartel al Gobierno? ¿No arrebatamos nosotros la paz en busca del bien común y del fin de un período de tiranía, desidia e injusticia? Pues camarada, sólo sus espinas protegen al erizo de quienes quieren devorarle, y sólo el acero puede dar muerte a los enemigos del pueblo.
"Interesante reflexión...", pensó Caspio. ¿Lo había llamado revolucionario? Él no era un revolucionario, era una fuerza entre los dos bandos. Un ente que mataba al que diera un paso más allá de la línea, una corriente que arrastraba a los que metían el pie en un río demasiado profundo. Así era hacía años. No había tenido elección, tampoco la necesitaba. Disfrutaba en aquella situación, enemigo de todos, amigo de algunos, héroe de sí mismo. Tal vez nadie lo apreciara, pero hacía un trabajo necesario. El renegado parecía un hombre afable tras la máscara, aunque estaba seguro de que su rostro pétreo guardaba algún secreto conocido por nadie, y ni en la prisión en la que estuvo encerrado había podido discernir. ¿Tal vez el secreto hubiera nacido allí? Quién sabe...
- Si de verdad sois un amigo del pueblo y queréis echar abajo al Gobierno, demostradlo ayudándome. Hay ahora mismo en el pueblo un enviado del Gobierno escoltado por dos agentes del Cipher Pol 4. Estos tienen la misión de localizar y exterminar al colectivo revolucionario local. Ayudadme a matar a estas tres personas.
"Mira tú qué curiosa coincidencia", dijo Caspio para sí. Aquello era lo que buscaba, matar al hombre del gobierno, diversión y justicia. Aunque a él le resultaba cómica la expresión "amigo del pueblo". Era amigo de sus armas, y de sus compañeros. El pueblo le daba igual. Bueno, a medias. Quería un futuro mejor, tanto para el pueblo como para él mismo, pero no quería unirse a una causa. No a una causa que llevaba tanto tiempo atascada en una batalla de desgaste. Muerte por muerte, sangre por sangre y sin eficacia ninguna. Las causas eran ideales, el gobierno era un enemigo del pueblo, y no el aliado que debiera.
- No soy amigo de nadie. Mas podemos ser aliados, si gustáis, Renegado...
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- Acepto vuestra ayuda. Tener un aliado en esta funesta tarea será un placer.
Avanzó por las calles, acompañado por su nuevo compañero, hasta el cuartel marine. Era un edificio de dos pisos con un balcón en el superior. No lo habían construido específicamente para ser una base militar, si no que era un edificio que habían adaptado para ello. Era más bien una especie de "comisaría". Eso facilitaría la infiltración, especialmente para un maestro en ella como él. Llevaba años entrando en edificios a hurtadillas sin que nadie le detectase. Se aproximaron al lugar, parándose a un par de edificios de distancia. A primera vista no parecía haber nadie vigilando, y un examen exhaustivo con mantra lo confirmó. Si había alguien de guardia, debía estar en el interior del edificio, aunque su haki le decía que las presencias que detectaba dentro estaban en calma. "Esto será fácil. No están alerta."
- Os preguntaréis posiblemente por qué los revolucionarios nos entregamos por la causa. ¿Por qué, cuando llevamos tantos años de guerra infructuosa? ¿Por qué, si el pueblo ni agradece ni comparte nuestra lucha, y en muchos casos nos desprecian? Porque no luchamos sólo por ellos. Luchamos por nuestras familias, por nuestros amigos, y por nosotros mismos. Uno puede cerrar los ojos a los problemas, o intentar arreglarse uno misma la vida y despreocuparse del resto... pero la opresión del sistema va a seguir ahí. Seguiremos sufriendo mientras no nos rebelemos, y nadie que no sea un noble es intocable o de la casta gobernante es intocable.
Se abrió la capa y comenzó a comprobar las cosas que llevaba en su arnés. Diales de humo, su cuerda con gancho para escaladas, la boleadora de acero... en pocos segundos encontró lo que buscaba. Sacó una especie de visor que se ajustó a la máscara a la altura de los ojos, y lo activó. Era un visor térmico. El haki mantra no era perfecto. Detectar presencias no implica que supiese su posición exacta, y eso lo compensaba con artefactos como ese. Miró a través de los muros con él. En el piso de arriba no parecía haber nadie en pie, pero en el bajo había al menos tres personas despiertas. Y le llegaban más lecturas del subsuelo, así que supuso que habría un sótano. "Teniendo en cuenta que el CP actúa en secreto, sería lógico pensar que están ahí." Se quitó el visor y siguió hablando con su compañero:
- El Gobierno no es más que un arma de los poderosos, una herramienta para mantener su dominio. ¿No es a caso la Marina y el CP la violencia llevada a la legalidad? ¿Por qué un marine tiene derecho a matar a un hombre por incumplir las leyes del Gobierno y alguien que pierde su casa por culpa de un empresario protegido por el Estado o cuya esposa es violada por un tenryuubito no puede defenderse sin convertirse en un criminal? Más importante aun, ¿por qué tiene alguien que decirnos lo que debemos hacer? Todos los hombres nacemos libres y cada cual debería tener el derecho y la responsabilidad de elegir lo que hacer de su vida y asumir las consecuencias. Te dejaré que reflexiones por el momento... ahora me infiltraré en el edificio y eliminaré a los guardias. Te espero en el vestíbulo.
No dudaba en que su compañero podría infiltrarse solo sin problemas, así que le dejaría esa parte a él. Se acercó al edificio, sacó la cuerda y la lanzó al balcón. La enganchó sin problemas y comenzó a trepar por la pared. Subió a este y recogió la cuerda, guardándola de nuevo en su arnés. Se acercó a hurtadillas a la puerta y la abrió lo más sigilosamente que pudo. Silencioso como una sombra, entró en el edificio. Dentro estaba oscuro como la boca de un lobo, así que se colocó su visor nocturno. Estaba en una especie de sala de oficinas, llena de escritorios con informes. La cruzó lo más rápido que pudo, atento en todo momento a su mantra. No parecía haber cambios en las auras que detectaba. Salió al pasillo y se dirigió a las escaleras. Desenfundó su machete al notar que uno de los guardias iba en su dirección. Se quedó cerca de los escalones, agazapado en las sombras. Pronto escuchó al marine subiéndolos, silbando. En cuanto llegó al piso de arriba, Jack se situó a su espalda, levantándose y agarrándole la boca con la mano cyborg. Le puso el machete al cuello y se lo rebanó en un único movimiento, cortándole la yugular y la nuez. El hombre gorgoteó, llevándose la mano al cuello, y se desplomó. El revolucionario reconoció sus galones, era un Teniente. ¿Qué hacía despierto a esas horas? Se suponía que las guardias las hacían los reclutas.
- Requiescat in pace - murmuró Jack, pasándole la mano derecha por la cara para cerrarle los ojos.
Limpió su machete contra la ropa del hombre y bajó a hurtadillas. Su compañero ya debía estar dentro, pues notaba su presencia bastante cerca. Al igual que otras dos acercándosele. "Me apresuraré, a lo mejor necesitará mi ayuda".
Avanzó por las calles, acompañado por su nuevo compañero, hasta el cuartel marine. Era un edificio de dos pisos con un balcón en el superior. No lo habían construido específicamente para ser una base militar, si no que era un edificio que habían adaptado para ello. Era más bien una especie de "comisaría". Eso facilitaría la infiltración, especialmente para un maestro en ella como él. Llevaba años entrando en edificios a hurtadillas sin que nadie le detectase. Se aproximaron al lugar, parándose a un par de edificios de distancia. A primera vista no parecía haber nadie vigilando, y un examen exhaustivo con mantra lo confirmó. Si había alguien de guardia, debía estar en el interior del edificio, aunque su haki le decía que las presencias que detectaba dentro estaban en calma. "Esto será fácil. No están alerta."
- Os preguntaréis posiblemente por qué los revolucionarios nos entregamos por la causa. ¿Por qué, cuando llevamos tantos años de guerra infructuosa? ¿Por qué, si el pueblo ni agradece ni comparte nuestra lucha, y en muchos casos nos desprecian? Porque no luchamos sólo por ellos. Luchamos por nuestras familias, por nuestros amigos, y por nosotros mismos. Uno puede cerrar los ojos a los problemas, o intentar arreglarse uno misma la vida y despreocuparse del resto... pero la opresión del sistema va a seguir ahí. Seguiremos sufriendo mientras no nos rebelemos, y nadie que no sea un noble es intocable o de la casta gobernante es intocable.
Se abrió la capa y comenzó a comprobar las cosas que llevaba en su arnés. Diales de humo, su cuerda con gancho para escaladas, la boleadora de acero... en pocos segundos encontró lo que buscaba. Sacó una especie de visor que se ajustó a la máscara a la altura de los ojos, y lo activó. Era un visor térmico. El haki mantra no era perfecto. Detectar presencias no implica que supiese su posición exacta, y eso lo compensaba con artefactos como ese. Miró a través de los muros con él. En el piso de arriba no parecía haber nadie en pie, pero en el bajo había al menos tres personas despiertas. Y le llegaban más lecturas del subsuelo, así que supuso que habría un sótano. "Teniendo en cuenta que el CP actúa en secreto, sería lógico pensar que están ahí." Se quitó el visor y siguió hablando con su compañero:
- El Gobierno no es más que un arma de los poderosos, una herramienta para mantener su dominio. ¿No es a caso la Marina y el CP la violencia llevada a la legalidad? ¿Por qué un marine tiene derecho a matar a un hombre por incumplir las leyes del Gobierno y alguien que pierde su casa por culpa de un empresario protegido por el Estado o cuya esposa es violada por un tenryuubito no puede defenderse sin convertirse en un criminal? Más importante aun, ¿por qué tiene alguien que decirnos lo que debemos hacer? Todos los hombres nacemos libres y cada cual debería tener el derecho y la responsabilidad de elegir lo que hacer de su vida y asumir las consecuencias. Te dejaré que reflexiones por el momento... ahora me infiltraré en el edificio y eliminaré a los guardias. Te espero en el vestíbulo.
No dudaba en que su compañero podría infiltrarse solo sin problemas, así que le dejaría esa parte a él. Se acercó al edificio, sacó la cuerda y la lanzó al balcón. La enganchó sin problemas y comenzó a trepar por la pared. Subió a este y recogió la cuerda, guardándola de nuevo en su arnés. Se acercó a hurtadillas a la puerta y la abrió lo más sigilosamente que pudo. Silencioso como una sombra, entró en el edificio. Dentro estaba oscuro como la boca de un lobo, así que se colocó su visor nocturno. Estaba en una especie de sala de oficinas, llena de escritorios con informes. La cruzó lo más rápido que pudo, atento en todo momento a su mantra. No parecía haber cambios en las auras que detectaba. Salió al pasillo y se dirigió a las escaleras. Desenfundó su machete al notar que uno de los guardias iba en su dirección. Se quedó cerca de los escalones, agazapado en las sombras. Pronto escuchó al marine subiéndolos, silbando. En cuanto llegó al piso de arriba, Jack se situó a su espalda, levantándose y agarrándole la boca con la mano cyborg. Le puso el machete al cuello y se lo rebanó en un único movimiento, cortándole la yugular y la nuez. El hombre gorgoteó, llevándose la mano al cuello, y se desplomó. El revolucionario reconoció sus galones, era un Teniente. ¿Qué hacía despierto a esas horas? Se suponía que las guardias las hacían los reclutas.
- Requiescat in pace - murmuró Jack, pasándole la mano derecha por la cara para cerrarle los ojos.
Limpió su machete contra la ropa del hombre y bajó a hurtadillas. Su compañero ya debía estar dentro, pues notaba su presencia bastante cerca. Al igual que otras dos acercándosele. "Me apresuraré, a lo mejor necesitará mi ayuda".
El hombre enmascarado aceptó la ayuda del verdugo, y comenzaron a caminar en silencio durante un rato. Nat seguía a Jack por las amplias calles, y por la plaza principal desde la que se veía el gran árbol del conocimiento prohibido. Aquel lugar había provocado una Buster Call en la isla y la había destruido casi por completo, aunque se iba recuperando. Ningún edificio tenía más de cien años en aquel lugar, que habían devastado porque la información era poder. Un poder tan fuerte y tan puro que hacía tambalear al gobierno por su mera existencia. Aquella idea le era agradable a Nat, destruir el gobierno existiendo, viviendo y usando sólo una pluma y un papiro. Sonaba casi divertido y, a la vez, extremadamente caótico. Recordaba sus días en el monasterio, cuando el maestro Galdo lanzaba una hoja y la dejaba caer, atravesándola con su espada sin que llegara a partirse, y cayendo más tarde la hoja, cortando el suelo. Aquello sí que era caos, una hoja cortando el suelo tras sobrevivir a una espada. Tal vez fuera una metáfora de aquella biblioteca, y el maestro se lo estuviera haciendo saber. Era probable que así fuera, Galdo controlaba y dominaba muchos temas. También había provocado aquel hombre la destrucción del Sentoki Tado en cierto modo, luchando por su supervivencia en nombre de su honor, y enseñándole a él que el honor no era algo a lo que aferrarse cuando estaban en juego vidas.
- Os preguntaréis posiblemente por qué los revolucionarios nos entregamos por la causa-La voz del revolucionario interrumpió sus pensamientos a la vez que paraban delante de un edificio que, tenía constancia, usaba de base la Marina y los demás cuerpos militares del gobierno-.¿Por qué, cuando llevamos tantos años de guerra infructuosa? ¿Por qué, si el pueblo ni agradece ni comparte nuestra lucha, y en muchos casos nos desprecian? Porque no luchamos sólo por ellos. Luchamos por nuestras familias, por nuestros amigos, y por nosotros mismos. Uno puede cerrar los ojos a los problemas, o intentar arreglarse uno misma la vida y despreocuparse del resto... pero la opresión del sistema va a seguir ahí. Seguiremos sufriendo mientras no nos rebelemos, y nadie que no sea un noble es intocable o de la casta gobernante es intocable.
Las palabras de jack resonaron en su cabeza mientras éste seguía hablando, dándole un incesante discurso que, a la par que aburrido, llevaba razón. La causa revolucionaria era la causa de un pueblo dormido que no parecía querer despertar, pero que debía hacerlo. La voz de los gobernantes debía ir en pos del pueblo, y no al revés. Caviló sobre ello mientras el renegado le daba unas órdenes y se encaramaba al balcón del primer piso. Nat se concentró durante un momento y trató de averiguar qué se encontraría allí. Poca gente, y mucha dormida, y un sótano repleto de presencias, aunque no podía percibir nada en claro. Se coló por las rendijas de la puerta, transformado en mercurio, y se introdujo en el edificio. Nada más se materializó dos marines fueron a por él, gritando que él no debía estar allí. Acabaron ensartados por sus dagas.
-Os equivocáis, hijos míos. Vosotros no deberíais estar aquí. Y tú podrías haber llegado antes. dijo, mirando al enmascarado que se acercaba a él-. Sospecho que lo que buscamos está en el sótano. Yo entro, pero la condición es que no puede haber supervivientes. Si me reconocen Derian estaría en un lío, y yo aún más.
Dicho aquello se acercó a una puerta en un lateral del edificio, que estaba seguro conduciría al sótano, y acertó. Allí una luz encendida y unas escaleras que bajaban daban la mayor pista de que aquello no era precisamente un ropero. Entró con su mandoble en la mao, listo para lo que allí se encontrara, decidido a acabar con todo lo que se encontrara allí. "Mercurio", pensó mientras detrás de él comenzaban a bolar bolas del elemento, listas para dispararse una vez estuviera abajo. Había siete personas, y lanzó siete esferas a la cara de aquella gente, que quedó cegada un instante, y con un par de movimientos rápidos terminó con tres de ellos. Lo justo para que los otros cuatro se quitaran la masa metálica de la cara, y trataran de atacarlo. Comenzaron a luchar, pero sin el factor sorpresa no podía acabar con aquellos hombres que se movían rápido como demonios. "Jack, más te vale aparecer", pensó mientras con sumo esfuerzo conseguía acertar a uno y partirlo a la mitad, desparramando sus tripas por el suelo.
- Os preguntaréis posiblemente por qué los revolucionarios nos entregamos por la causa-La voz del revolucionario interrumpió sus pensamientos a la vez que paraban delante de un edificio que, tenía constancia, usaba de base la Marina y los demás cuerpos militares del gobierno-.¿Por qué, cuando llevamos tantos años de guerra infructuosa? ¿Por qué, si el pueblo ni agradece ni comparte nuestra lucha, y en muchos casos nos desprecian? Porque no luchamos sólo por ellos. Luchamos por nuestras familias, por nuestros amigos, y por nosotros mismos. Uno puede cerrar los ojos a los problemas, o intentar arreglarse uno misma la vida y despreocuparse del resto... pero la opresión del sistema va a seguir ahí. Seguiremos sufriendo mientras no nos rebelemos, y nadie que no sea un noble es intocable o de la casta gobernante es intocable.
Las palabras de jack resonaron en su cabeza mientras éste seguía hablando, dándole un incesante discurso que, a la par que aburrido, llevaba razón. La causa revolucionaria era la causa de un pueblo dormido que no parecía querer despertar, pero que debía hacerlo. La voz de los gobernantes debía ir en pos del pueblo, y no al revés. Caviló sobre ello mientras el renegado le daba unas órdenes y se encaramaba al balcón del primer piso. Nat se concentró durante un momento y trató de averiguar qué se encontraría allí. Poca gente, y mucha dormida, y un sótano repleto de presencias, aunque no podía percibir nada en claro. Se coló por las rendijas de la puerta, transformado en mercurio, y se introdujo en el edificio. Nada más se materializó dos marines fueron a por él, gritando que él no debía estar allí. Acabaron ensartados por sus dagas.
-Os equivocáis, hijos míos. Vosotros no deberíais estar aquí. Y tú podrías haber llegado antes. dijo, mirando al enmascarado que se acercaba a él-. Sospecho que lo que buscamos está en el sótano. Yo entro, pero la condición es que no puede haber supervivientes. Si me reconocen Derian estaría en un lío, y yo aún más.
Dicho aquello se acercó a una puerta en un lateral del edificio, que estaba seguro conduciría al sótano, y acertó. Allí una luz encendida y unas escaleras que bajaban daban la mayor pista de que aquello no era precisamente un ropero. Entró con su mandoble en la mao, listo para lo que allí se encontrara, decidido a acabar con todo lo que se encontrara allí. "Mercurio", pensó mientras detrás de él comenzaban a bolar bolas del elemento, listas para dispararse una vez estuviera abajo. Había siete personas, y lanzó siete esferas a la cara de aquella gente, que quedó cegada un instante, y con un par de movimientos rápidos terminó con tres de ellos. Lo justo para que los otros cuatro se quitaran la masa metálica de la cara, y trataran de atacarlo. Comenzaron a luchar, pero sin el factor sorpresa no podía acabar con aquellos hombres que se movían rápido como demonios. "Jack, más te vale aparecer", pensó mientras con sumo esfuerzo conseguía acertar a uno y partirlo a la mitad, desparramando sus tripas por el suelo.
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