El gran reto. Pandaman y el pepinillo (Privado, Alex Nat)

Condiciones del reto Off-rol:

El sol brillaba con fuerza, y proporcionaba un calor agradable sobre la cubierta de la Vela de Plata. Los tablones de madera noble refulgían y cada paso parecía ser dado sobre láminas de oro. Todo el barco brillaba con fuerza, y era casi cegador, pero soportable. El viento mecía suavemente las velas y la brisa acariciaba el rostro de Caspio, dejándole una sensación absolutamente maravillosa en la cara. El olor a sal del mar entraba en sus pulmones y le hacía sentir vivo, una sensación bastante gratificante. Caspio se acercó a la cubierta, relajado, para ver las olas que mecían el gigantesco barco de Deri-chan. Las corrientes fluían tranquilas, sin ninguna turbación, pero de repente algo pasó nadando a gran velocidad por estribor. Era una entidad alta, bastante musculosa, que parecía llevar una especie de máscara blanca con orejas negras. ¿Podría ser...? No, seguro que era una estupidez. Pandaman no era más que un mito, una leyenda con la que se asustaba a maleantes y se distraía a niños.

El barco se acercó al puerto, quedando en uno de los muelles más grandes del lugar. Al fin y al cabo, no era un ridículo esquife que se pudiera colar en cualquier parte. Era una gigantesca carabela hecha para viajes largos, y entrar en la parte estrecha de un puerto podría suponer problemas. Finalmente atracó, y uno de aquellos siervos sin nombre del vampiro desplegó la escalerilla de bajada al puerto. Nat bajó decidido, dispuesto a encontrar un lugar donde plantaran unos buenos pepinillos. Era algo que muy poca gente sabía, pero a las afueras de Ohara una familia llevaba cultivando pepinillos desde hacía generaciones, y se decía que eran los mejores del West Blue. Y el cocinero era un aficionado a todo lo que ostentara el título de "mejor".

A simple vista el pueblo parecía bastante tranquilo, aunque un hombre con el torso desnudo corría con una máscara blanca de orejas negras. "Será posible... ¿Cuántos imbéciles así hay en esta isla?", pensó con cierto enfado. No podía ser casualidad que viera aquello dos veces, y sólo podía significar una cosa. La gente de aquella isla estaba desquiciada. De repente sintió una presencia conocida bajaba tras él. Era el médico. Cuando estuvo a su altura comenzó a caminar junto a él.

-¿Y tú qué tienes pensado hacer hoy, doctor?- le dijo con un tono afable.

Alex se despertó. Tenía un sabor extraño en la boca. Había soñado que se comía un plato de pepinillos gigante, y que luego se bebía un largo trago de cerveza amarga. Y al despertarse tenía un sabor extraño en la boca, como el que se queda cuando hace mucho tiempo que no comes algo. Y además tenía halitosis. Se levantó de la cama. El barco estaba avanzando lentamente, lo notaba en el vaivén. Escuchó una gaviota. Habían llegado a puerto. Creía recordar que iban hacia Ohara. Un paraíso del conocimiento antiguo. Tal vez se pasara por la biblioteca si tenía la oportunidad. Cogió su maletín y sacó una botellita de enjuague bucal, para refrescar el aliento.

Salió a cubierta. Habían llegado a puerto. El sol de la mañana le daba en la cara. Vio como Nat bajaba del barco y lo siguió. En ese momento, un hombre pasó corriendo frente a ellos... "¿Ese no es...?". Alex había leído en su infancia una serie de cómics con un protagonista extraño: un hombre con cabeza de oso panda. Se llamaba Pandaman. Y ante sus ojos acababa de pasar alguien muy parecido al héroe de su infancia. Se encogió de hombros.

- ¿Y tú qué tienes pensado hacer hoy, doctor?
- No lo tengo pensado aún, tal vez me dirija a la Biblioteca de Ohara. Dicen que hay muchos libros interesantes allí. ¿Y tú? -preguntó con curiosidad.

El joven médico parecía interesado en la gran biblioteca de Ohara. Probablemente desconocía la cruel realidad de aquellos que se adentraban en ella. Por puro miedo a la infrmación oculta allí, la marina seguía con mirada implacable a cada persona que adquiría conocimientos en aquel lugar. Unos conocimientos que debían ser enterrados en lo más profundo de la historia. Cosas que podrían hacer temblar y tambalearse los cimientos de la civilización, seguramente. Tal vez aquello fueran sólo mentiras de los revolucionarios para desprestigiar al gobierno. "Uno hace una Buster call y ya lo toman por el malo de la película...", pensó irónicamente. Sin embargo, tuvo que frenar sus cavilaciones cuando Empanadilla le preguntó qué pensaba hacer él.

-Pues tengo que ir a comprar cosas para el barco. Ya sabes, carnes, pescado en salazón, hortalizas... Además, se me está agotando el Bourbon, y no puedo aguantar a Deri-chan sobrio.

Cuando llegaron al pueblo tras caminar por la pasarela hubieron de separarse. Él se dirigía a las afueras, en busca de aquel lugar fantástico cuyo cultivo estrella eran los pepinillos. Tenía ganas de probarlos, a ver si con suerte eran dignos de su paladar. Caminaba por las calles, viendo cómo la gente observaba al hombre que lo seguía de cerca. "¿Qué demonios?", pensó, al mirar a su espalda y ver a un hombre de su altura, aproximadamente. Llevaba una máscara de panda y pezoneras en forma de corazón. "Qué tío más raro". Trató de despistarlo yendo por callejones y vías atestadas de gente, pero aquel ser era implacable. Finalmente, cuando estaba delante de la granja, no pudo soportar más aquella ridícula persecución.

-¿Quién eres?- Preguntó fríamente, tratando de emanar desprecio-. ¿Qué quieres?

-A tu primera pregunta, soy Pandaman, el guardián de la justicia, héroe de los inocentes y de los puros, el salvador de los niños perdidos- En su voz sonaba orgullo. Definitivamente estaba chalado-. A tu segunda pregunta, conozco tus pérfidas intenciones, villano. Un mal arraiga esta tierra, y no consentiré que lo lleves al mar, donde podría contaminar el mundo entero. Si deseas llevar a cabo tu plan, primero deberás derrotarme. A mí y a mi arma purificadora

"Vale, esto es raro", pensó mientras daba la espalda a aquel esquizofrénico, que iba armado con un gigantesco calabacín. Con el tamaño de aquella verdura, podría ser usada como bastón de combate, pero la mera perspectiva de imaginarlo lo hacía reír. Continuó caminando hasta la granja, donde un amable hombre le preguntó qué deseaba.

-Necesito un poco de todo, básicamente. ¿Cuánto me puedo llevar por un millón de Berries?

Al hombre pareció hacérsele la boca agua, y sus ojos casi desbordaron las cuencas. Acercó una carretilla y comenzó a llenarla con toda clase de víveres, entre ellos los ansiados pepinillos. Un par de botes en vinagre, y otros frescos. Finalmente el hombre le hizo una proposición extraña. "¿Y no es menester del caballero tomar esposa? Mi hija es inteligente y tiene buenas dotes, seguro da buena cuenta de usted". Aquello lo hizo reír, y le enseñó su anillo. Ya no estaba casado, pero era una promesa a Yun, y otra a Yazori. Yun estaba demasiado cerca, y Yazori era la única que lo haría sentirse bien con pareja de nuevo. Comenzó a empujar la carretilla de vuelta al barco, contento y casi riéndose por las palabras del anciano, con el loco a sus espaldas.

Alex se dirigió al enorme árbol que se alzaba en el centro de la isla. Sabía que en aquella biblioteca había conocimientos prohibidos por el Gobierno, pero tenía acceso a otra fuente de información de gran valor. Además, en el peor de los casos contaba con la protección que le otorgaba el viajar con un Yonkaikyo. Seguramente lo vigilarían igualmente, pero no podrían detenerlo. Y eso le venía bien.

Tardó un rato largo en llegar al lugar. El árbol había sido incendiado un siglo y medio atrás, pero la planta había curado, y apenas quedaban rastros de las zonas quemadas. La entrada a la biblioteca era enorme, y un montón de marines vigilaban la entrada. En cuanto lo vieron, lo detuvieron. Vio que con todo el mundo hacían lo mismo. Había varias personas siendo cacheadas por los hombres. Allí un anciano encorvado que se apoyaba en un bastón de cedro, más allá una mujer joven de pelo anaranjado, en el otro... Alex se quedó chocado. Veía como un grupo de marines estaban cacheando a un hombre de espaldas a él, con un pesado abrigo de pieles, pero que en su cabeza tenía las características orejas de Pandaman. Pero en cuanto se giró, vio que en realidad solo era un gorro del famoso superhéroe. Le pareció bastante infantil hasta que vio a su lado un niño pequeño que decía:

- ¡Abuelo! ¡¡Devuélveme mi gorro!! -mientras estiraba sus pequeños bracitos tratando de alcanzar la cabeza del hombre.

"Cuantas coincidencias..." pensó el médico mientras entraba en la biblioteca. Aquel lugar era fastuoso. El Cuervo estaba tan ensimismado viendo la majestuosidad del edificio que no vio a la chica que venía de frente. Ambos chocaron, cayendo en el proceso los libros que la chica cargaba.

- Oh, lo siento. -le dijo mientras la ayudaba a recoger los libros que se habían caído. no pudo evitar leer algunos títulos sueltos: "La recogida de la calabaza para aprendices","Pepinillos, Lechugas y otras hortalizas verdes" y "Cómo obtener una cosecha de saludables ajos puerros: Guía rápida" entre otros. Aquella muchacha debía ser agricultora. Se preguntó qué estaría haciendo Nat en aquel momento. Tampoco es que le importara mucho. Se dirigió al mostrador dispuesto a leer algún libro de interés.

Aquel hombre empezaba a ponerlo nervioso. ¿A qué maldad se refería? Parecía mirar a la carretilla con odio y a la vez con preocupación, como si algo peligroso fuera en ella. Caspio estaba extrañado, mejor dicho, anonadado. Un tipo disfrazado de Pandaman lo perseguía con un calabacín gigante. Cuando se lo contara a Alex seguramente no lo creería, pero aquella situación era verdaderamente cómica. Mientras caminada pudo ver un local totalmente acristalado, transparente, y dentro una barra despachando comida. Debía ser una hamburguesería, o por lo menos lo aparentaba, despachando alimentos de calidad cuestionable entre dos cortes de pan. De repente, el hombre de la máscara salió corriendo al grito feroz de "¿Quién ha dicho la palabra prohibida? ¡Sangre!¡Muerte!¡Venganza!".

Aquello dejó a Caspio conmocionado, pero por lo menos aquel tipo ya se había marchado. Podía seguir tirando de la carretilla en paz, al margen de aquel loco. estaba deseando preparar una deliciosa ensalada con pepinillos. Seguramente a Drake aquello no le gustaría, así que se paró delante de una carnicería. Parecía muy limpia y cuidada, y la mujer de cuerpo ancho que regentaba el local parecía desprender simpatía. Seguramente tendría muy buena carne ahí, y la que no sirviera para pasados unos días comer la usaría para preparar hamburguesas. Todos disfrutaban de aquello, y si eran de buena calidad aún más. Vio un par de lechones en el mostrador, y un corzo, a parte de terneras, lomos, faldas, y vísceras. Compró todo lo que pensó le podría caber en el transporte, y acabó con unos veinte kilos de carne en cada mano. Salió y cuidadosamente colocó todo en la carretilla, evitando que las carnes aplastaran las hortalizas que había comprado. Eran demasiado buen producto para desperdiciarlas así.

Se preguntaba qué estaría haciendo Alex en la biblioteca mientras él caminaba hacia la plaza central. Esperaba reencontrarse con Alex allí y marcharse cuanto antes. No le agradaba en absoluto la presencia de marines. Le desagradaba el gobierno en general, salvo algunos especímenes concretos con los que, en ocasiones tenía buena relación. Caminó tranquilo mientras empujaba la carretilla, pensando que habría sido mejor pedirle a Drake que lo acompañara. Al fin y al cabo, él iba a comerse la mitad.

Llegó a la plaza central, un lugar abierto, con pequeñas parcelas con flores y una fuente en el centro. Era un lugar hermoso, y seguro que Alex se había fijado en todas las plantas, intentando identificar si había alguna curativa para afanarla sin levantar sospechas. Se sentó en un banco, mirando hacia la gran biblioteca, un gigantesco árbol hueco, esperando que el médico llegara.

Alex se encontraba en la biblioteca, con dos torres de libros enfrente de él. Había encontrado bastantes guías acerca de medicamentos y un montón de libros interesantes sobre historia antigua. Tal vez pudiera echarles una ojeada por encima, tan solo por curiosidad. Había uno que le había llamado la atención, más que nada por lo que había pasado aquella misma noche: "El significado de los sueños: Oniromancia" El médico abrió por el índice, murmurando para sí:

- A ver si encuentro aquí el significado de ese plato de pepinillos... -se sorprendió al ver que el índice de aquel libre, en principio sin fundamento científico, estaba muy bien estructurado y tabulado. El médico probó suerte en la sección de "Ingesta de hortalizas gigantes". Parecía que allí podía encontrar el significado de su sueño. Empezó a buscar, pasando el dedo por las lineas-. Oh, aquí está. Ingesta de pepinos, pepinillos, calabazas o calabacines -empezó a leer mientras una sonrisa burlona se le dibujaba en la cara-. El soñador recibirá un gran golpe de alguien admirado. Bah, menuda estup ¡Ay! -el médico se llevó las manos a la cabeza. Alguien lo había golpeado desde detrás. Cuando se giró no se lo podía creer. ¿Aquel tipo no era Pandaman? Estaba viendo borroso debido al golpe, pero sí que lo parecía. Y llevaba una especie de bastón de guerra con forma de calabacín... ¿o era un calabacín con forma de bastón? El médico no podía estar seguro. Se tapó la cabeza por instinto cuando vio caer el calabacín-arma por segunda vez sobre él. Pero cuando el golpe estaba a punto de descargarse sobre él, el arma-calabacín se detuvo. Pandaman (o quien demonios fuera aquel tipo) alzó la mirada y dijo:

- Otro insensato que osa pronunciar la palabra prohibida -de pronto fijó su vista en Alex-. La fortuna está de tu lado hoy, malhechor. Pero siempre estoy vigilante, recuérdalo. -tras pronunciar estas palabras, el hombre se fue a toda velocidad. Alex estaba en estado de shock. Y no era el único. Los testigos de aquel suceso también lo estaban. ¿Qué demonios acababa de ocurrir? Fuera lo que fuera, no se lo iba a comentar a Nat. Pensaría que se había vuelto loco.

Parecía que el médico estaba entretenido. Desde que se habían separado había pasado un buen tiempo y el cocinero ya tenía todo lo necesario para preparar una buena comida, además de haber conocido a aquel extraño tipo de la máscara. Parecía un tipo bastante turbio, con aquella frase de la palabra prohibida y ese grito de guerra digno de un Mark. "En fin, sólo queda esperar". Cuando el lobo no lo acompañaba, era él quien tenía que hacer de niñera de aquel hombre loco. No era muy difícil, pues no tenía por costumbre meterse en líos, pero era sumamente aburrido esperarlo mientras quería hacer cualquier cosa a solas.

Para entretenerse mientras esperaba decidió abrir uno de los botes de vinagre. Dentro estaba aquel delicioso manjar verde, con un toque agrio, con aroma mágico. Se llevó uno a la boca y lo paladeó hasta la saciedad. Cada pequeño mordisquito que le daba era un gozo supremo, una sensación de placer oral envidiable, un sabor que trascendía los sentidos. Parecía que el tiempo se detenía.

-Dios, qué pepinillos más geniales.

De repente se oyó un estruendo, y la puerta de la gran biblioteca se abrió de golpe. Por ella salía una figura oscura, difusa, corriendo a gran velocidad. Parecía llevar algo en las manos. Según se acercaba se hacía nítida, y Nat pudo ver que era el perturbado que hacía un rato lo amenazó con un calabacín gigante. Iba gritando frases sobre la palabra prohibida, venganza, muerte y sabe Flubber qué más cosas. Cuando estuvo lo suficientemente cerca se abalanzó sobre él y le dio un severo golpe en la cabeza con el calabacín purificador.

-Fuiste avisado, Pandaman nunca habla en vano. Sufre el poder del Calabacín justiciero, pecador- Dijo el hombre, y le lanzó un segundo golpe, que en aquel momento fue capaz de esquivar.

-¿Pero qué he hecho?

-Has mentado a los pepinillos, los deshonrosos vegetales que odian todo lo justo y bueno que crece en la tierra.

-Tú acabas de mentarlos también- Le respondió.

Aquello pareció saturar a aquel hombre, que comenzó a correr en todas direcciones mientras se golpeaba la cabeza con su arma. era un espectáculo gracioso. Gritaba aquellas cosas tan extrañas como las que antes comentaba, gritándoselas a sí mismo y respondiéndose "El calabacín limpiará mis manos. El calabacín es bueno conmigo" a cada golpe que se daba. Era ciertamente una actuación dantesca, pero por lo menos aquel musculoso y ridículo ser no lo molestaría en un buen rato. Sintió hambre una vez el aburrimiento venció a aquel espectáculo. Ver a un hombre golpearse con un gigantesco pene vegetal no era tan divertido tras el hexagésimo tercer golpe. Bueno, sí que lo era, para qué engañarse, pero le apetecía comer algo. Se decidió por aquella hamburguesería tan extraña que había visto unas calles atrás, y puso rumbo hacia ella, mientras Pandaman seguía a sus menesteres.

Alex siguió observando los libros. El siguiente libro trataba de reacciones complejas entre ácidos y bases variados para producir efectos diversos. Se llamaba "Reacciones complejas entre ácidos y bases variados para producir efectos diversos". Un nombre muy original, sin duda.

Alex suspiró. Pese a sus conocimientos de química, aquellas fórmulas seguían siendo extremadamente complejas y aburridas. Era cierto que los efectos que producían eran espectaculares, pero la dificultad de preparación de las mezclas era bastante horrible. Los esquemas de aquel libro eran sin duda aburridos y apenas servían para resumir lo escrito en el propio texto. El médico empezó a desesperarse. Aquellos conocimientos eran demasiado avanzados para él. Se sentía un incompetente. Decidió dejar de leer y salir a tomar el aire un rato.

En la salida, tras el chequeo rutinario realizado por los marines, el doctor vio algo que le llamó enormemente la atención. Un conjunto de carrozas, descendiendo hacia el pueblo. Una enorme fila de carruajes con motivos vegetales. Calabazas gigantes de color naranja, mazorcas de maíz grandes como casas, lechugas y tomates de colores brillantes, enormes pepinillos rodeados de guisantes y un sinfín de otros productos de la huerta. Y delante de todos ellos, presidiendo la comitiva hortícola, una figura que Alex empezaba a aborreder: un hombre con cabeza de panda y un cuerpo musculoso. Pandaman. De todos modos, quería ver adonde iba aquella procesion vegetal. Tal vez fuera una celebración de la cosecha. Empezó a caminar hacia el pueblo. Tal vez se encontrara a Nat allí.

Nat llegó a la hamburguesería, casi arrepintiéndose de la idea. El poderoso hombre que llevaba unos quince minutos golpeándose la cabeza contra un calabacín pareció sentirse puro de nuevo y continuó cumpliendo su labor de escoltarlo, procurando que aquellas cepas de maldad no salieran de la isla. Caspio no entendía el motivo por el que aquel ser odiaba tanto los pepinillos, pero tampoco le importaba. Se le había ocurrido una idea para librarse de él. Sólo tenía que invitarlo a comer.

-Oye Pandaman, la purificación del calabacín justiciero te ha debido de dejar hambriento. ¿Te apetece una hamburguesa?

-Nunca un héroe puede rechazar la invitación de un cordero reconducido a la senda de la virtud- Respondió con aire de grandeza.

Entraron en el local, y le pidió al enmascarado que esperase sentado en la silla. En el mostrador una chica rubia y regordeta lo atendió. Al parecer se llamaba Yoli y era la experta en productos cárnicos elegida tras una rigurosa búsqueda de más de cien candidatos para aconsejar sobre la mejor opción al consumidor. Sin embargo aquello le sonaba a cuento barato, tal vez por la voz apática de la muchacha, tal vez porque llevaba el pin identificativo del revés, quizá simplemente que la acababa de ver aplastar una mosca contra la barra con la mano desnuda y luego lamerla. Se le pasó el hambre al momento, sabiendo que en aquel lugar no se podía comer.

-Pues me gustaría pedir una hamburguesa superhipermegachachiespecial-de-la-muerte-Señaló al rótulo sobre sus cabezas-, pero sin tomate, bacon, huevo, lechuga, doble de carne, salchicha, glaseado estilo rosquilla, cabello de ángel, brazo de gitano ni crin de unicornio.

-Entonces quiere una hamburguesa normal con pep...

-¡No lo diga! Sí, sólo con eso. Le pagaré el precio completo. Para tomar aquí mismo.

La hamburguesa tardó unos minutos en salir, y estaba caliente. Parecía casi apetecible en aquel momento, pero sabía que no debía probarla, primero porque pertenecía al tipo de las pezoneras corazón, y segundo porque conocía suficiente la higiene del lugar. La dejó en la mesa, de frente a Pandaman, y le dijo que comiera. El héroe aceptó encantado, sin ni siquiera preguntar por qué no había hecho él un pedido. Pero cuando sus labios cataron el sabor de los pepinillos, aulló con una fuerza inhumana y cogió el calabacín. Se golpeó tan fuerte que la hortaliza se rompió a la mitad. Cogió sendos fragmentos y comenzó a golpearse con fuerza, como si de un tambor de piel se tratara. Otra vez se rompieron, y ya no los recogió. En lugar de aquello se levantó, ondeando con los brazos, haciendo ademanes y aspavientos mientras gritaba con una voz inhumana.

-¡He probado el fruto prohibido!¡Castigadme dioses, soy indigno!

Comenzó a dar vueltas por el local, hasta que llegó el momento en que se lanzó de cabeza contra uno de los ventanales que a Caspio había llamado tanto la atención en su momento. "Uy, cristal blindado", pensó al tiempo que el hombre caía tendido al suelo, con una posible lesión medular. Estaba saliendo por la puerta cuando el tipo lo apartó de un empujón y se largó gritando aquella cantinela de indignidad y flagelación. Caspio salió, cogió la carretilla y puso rumbo de nuevo a la plaza. Esperaba ver allí al doctor cuervo de nuevo.

Alex llegó a la plaza. El festival continuaba avanzando por el pueblo. Alex seguía las carrozas vegetales. Le preguntó a un hombre de los que caminaban al lado de una de las carrozas de que iba todo aquello:

- Oh, simplemente es un festival por la buena cosecha de este año. -así que como había supuesto el médico, aquella caravana era por la cosecha.

De pronto, de entre un par de edificios cerca de la carroza salió él. Alex sabía que empezaría a tener pesadillas con su sola imagen. Era Pandaman, y ya no llevaba su enorme bastón calabacín. Pero parecía que había enloquecido... más aún. Gritaba algo de un fruto prohibido y echaba espumarajos por la boca. De pronto se detuvo, observando el enorme carruaje ante él. Saltó hacia uno de los pepinillos, hecho de madera y hierro, y lo arrancó soltando un grito gutural. Lo lanzó por el aire, hacia el mar, como si de una pelotita de tenis se tratase. Alex no recordaba que aquel tipo tuviera tanta fuerza, pero ahora tenia miedo. La gente empezó a correr espantada por aquel tipo.

- ¡DESTRUIRÉ EL FRUTO PROHIBIDO! -dicho esto, salió corriendo en la dirección en la que había lanzado el enorme pepinillo de madera.

Alex no entendía nada. Estaba completamente anonadado. En ese momento, llegó Nat, tirando de una carretilla. El médico se acercó corriendo y dijo:

- ¡No te vas a creer lo que he visto! ¡Este día está siendo de locos!

Lo primero que vio Nat cuando se acercaba a la plaza fue un pepinillo volador. Después de lo que había visto aquel día ya no le sorprendía, de no ser porque aquel fruto medía varios metros de longitud. Era como una verde cría de rey marino volando por el aire, surcándolo al tiempo que un perturbado hombre cubierto por una máscara de panda corría debajo, gritando cosas como "destruir la maldad", "destruir el fruto prohibido" y cosas similares. Aquello le sonaba ya demasiado familiar, y no le agradaba la idea de ver a Pandaman en acción. Era increíble la velocidad a la que se movía aquel tipo, que corría detrás de una hortaliza voladora. Aquella situación era ridícula.

Estaba ya en la plaza, y Alex miraba la situación con la misma perplejidad que él. Se imaginaba que debía ser bastante extraño ver a un hombre corriendo tras aquello, al fin y al cabo, seguramente no hubiera vivido la misma experiencia que él. Había sido un día cuanto menos raro, y el sol ya había comenzado a descender de la cúpula celeste. Habían pasado horas sin darse cuenta. Era bastante curioso cómo un tipo tan ridículo había dado para tener una gran experiencia. El doctor se dirigió a él sin mucho preámbulo, y le habló.

- ¡No te vas a creer lo que he visto! ¡Este día está siendo de locos!

Era muy curioso que actuara así. Miró al pepino volador, que comenzaba a caer sobre el mar, y aquella figura ya ennegrecida por la distorsión óptica saltaba sobre ella, para entablar un combate a muerte. Sin duda era un choque de titanes. ¿Quién ganaría? Caspio habría apostado por el pepinillo, ya había comprobado las aptitudes del hombre y perdió contra un cristal. Parecía bastante enfadado con el pepinillo, que asemejaba a otras frutas que había a sus espaldas. Carrozas por la cosecha, para una celebración, y una de ellas de aquella figura heroica que trataba de arrancar el mal de la tierra. Pandaman. Lo estaban viendo demasiado en aquella isla, y no era agradable. Miró al médico.

-No me digas, Pandaman y su fruta prohibida, ¿Verdad?- Le dijo, con una sonrisa-. Antes llevaba un calabacín, pero se lo rompió contra la cabeza.

Comenzó a caminar, arrastrando la carretilla, de vuelta al barco. Alex seguramente iría con él.

Alex asintió cuando Nat le dijo lo de la fruta prohibida.

- Supongo que también has tenido un día duro. -sonrió y le puso el brazo sobre el hombro, en gesto amistoso. Observó lo que llevaba en la carretilla. No pudo evitar fijarse en los pepinillos. No le hacía mucha ilusión tomar aquello después de lo vivido, pero también había otras cosas deliciosas y con un aspecto impresionante. Sin duda ingredientes de la mejor calidad. Su estómago rugía. Tenía hambre.

Pandaman, aquel héroe de su infancia, se encontraba en el mar, peleando contra el pepinillo gigante, mientras un grupo de curiosos se había reunido en el puerto para contemplar aquel extraño espectáculo. Alex vio como el hombre de cabeza de panda daba una soberana paliza al vegetal de madera, con llaves de judo y golpes de kárate. Del pepinillo quedaba menos de la mitad intacto, pero el hombre no parecía detenerse, gritando como un desquiciado al tiempo que golpeaba con un poder infinitamente superior al que había mostrado en la biblioteca con él. El doctor acompañó a Nat al barco. Se le habían quitado las ganas de volver a la isla en una buena temporada. Suspiró mientras subían a la cubierta del barco. Miró a Nat y le dijo:

- ¿Puedes prepararme algo un poco consistente? Tengo mucha hambre ahora mismo.

Iban llegando al barco, y podían ver más de cerca la escena. Si Caspio hubiera apostado dinero, seguramente lo habría perdido. El gran constructo de metal comenzaba a ser una masa de hierros y planchas de de metal tiradas, comenzando a hundirse en el agua salada. Era un alivio, por lo menos, saber que el hombre panda no los molestaría más. Con mucho esfuerzo y ayuda de Alex consiguió subir la carretilla por las escaleras, mientras oían el estruendo del acero quebrando. Era casi romántico, como una oda a la destrucción de un pepinillo gigante en la orilla del mar con la marea alta. Finalmente, con la carretilla ya en la cubierta principal del barco, Alex, que parecía hambriento, le pidió algo consistente para comer. Al oír aquello, el lobo salió galopando de su camarote. Del camarote de Nat, se entiende, seguramente tras revolcarse por la alfombra y llenarla de pelos. Parecía emocionado, tanto que se lanzó sobre Caspio, aún en forma de lobo para tirarlo y volverse humano tras aquello. El golpe le dolió ligeramente, pero Drake sonreía como un niño pequeño.

-Esta vez te pillé- dijo, bastante contento-. Reclamo una buena cena como trofeo.

No podía negarse. Tanto el médico como el guardaespaldas eran personas con gran apetito, y eran como sus hermanos. Tenía que prepararles la comida, y también algo para él, que le rugía el estómago. Se metió con la carretilla en la cocina, y comenzó a guardar las cosas, separando las que iba a usar en aquel momento. Le apetecía pollo al ajillo, y además así se aseguraba de que el vampiro no tratara de robarles. Cortó el pollo, en varios trozos y comenzó a dorarlos, mientras tostaba los ajos, la cebolla, freía un par de papas para el acompañante y preparaba una maravillosa ensalada con atún, pepinillos y tomate cherri. El lobo aullaba cada vez que percataba el olor del animal en la sartén, y cuando Caspio echó el vino blanco sobre él el grito del lobo se hizo audible en Loguetown, seguramente.

De repente, un estruendo sonó y una voz tras él. "Eso te enseñará a no corromper los corazones de toda la gente buena y pura que habita este mundo. En el nombre de la justicia... ¡MUERE!". Aquel perturbado atacaba de nuevo. ¿No se librarían de Pandaman nunca? Estaba ya harto. Esperaba que zarparan pronto.

Terminó de preparar la comida y la sacó a cubierta, donde una pequeña mesa exterior esperaba para sostener los alimentos recién salidos, y así comer mirando el bello paisaje de los mares. Tras aquello, se sentó a la mesa y se dispuso a comer, acompañado si decidían sentarse, de los otros comensales.

Alex esperaba en cubierta, observando como Pandaman acababa con los restos de la estructura en un devenir de furia impetuosa y destructiva. Suspiró. El hombre de cabeza de oso panda gritó:

- Eso te enseñará a no corromper los corazones de toda la gente buena y pura que habita este mundo. En el nombre de la justicia... ¡MUERE! -Alex observó como el hombre descargaba un golpe que partió a la mitad los restos del vegetal gigante, levantando unas fuertes olas por la potencia del impacto. El médico sintió una brisa cuando la onda expansiva lo alcanzó. "Quá potencia..."

En ese momento apareció Nat, con varios platos de comida en la mano. Alex se sentó a la mesa, y Drake hizo lo mismo. Los tres tenían hambre. Empezaron a degustar la comida, aunque Alex no tomó de la ensalada. Había tenido suficientes pepinillos por un día.

El barco empezó a viajar hacia el horizonte al atardecer, y con la luz del crepúsculo, Alex pudo ver como Pandaman los observaba desde el puerto, armado de nuevo con un palo calabacín, sacado de a saber dónde. Aquel hombre estaba loco. Esperaba no volver a encontrárselo nunca más. El caos que se había desatado en la isla por su presencia era impresionante. Suspiró. Estaba terriblemente cansado, y no sabía muy bien por qué. Se dirigió a su camarote, despidiéndose de los demás, y se echó a dormir en la cama. Tras unos minutos cerró los ojos, y empezó a soñar con que alguien le perseguía, blandiendo un calabacín gigante. No fue una buena noche, pero sobreviviría.