AlexEmpanadilla
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Archipiélago Boin:
El Archipiélago Boin es una serie de islas en forma de flor de Grand Line. Dentro de él hay varios escarabajos gigantes y plantas devoradoras de hombres. En esa isla, se encuentra el bosque de Greenstone. También, en capítulos recientes, se sabe que hay un bosque hecho de comida llamado el Bosque de la Glotonería, que incluye un río de fideos seguidos de árboles de ciruelas y tallos de maíz. Mas tarde se descubre que esas islas son plantas gigantes carnivoras que comen reyes del mar
Clima: Despejado y precioso. Sin una nube en el cielo.
Condiciones:
El ganador se lleva 1500+bonus de las nuevas normas
El perdedor 1000+bonus de las normas.
De ganar Nat, cobrará la mitad de su recompensa y Cánabar tendrá que huir de prisión (quizá con ayuda de Nat).
De ganar Cánabar, se lleva un Berrie.
Sin saltos de turno.
Otros: La isla se va inclinando a partir del tercer post, para comerse a los animales y seres de la isla. La isla acabará por cerrarse por completo en el octavo post, por lo que la superficie de la isla estará completamente vertical a partir de este momento y hasta que acabe el combate.
Turnos: Cánabar - Nat - Cánabar...
Cánabar
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Nivel al inicio del combate: 46
La sangre bañaba el cuerpo de Cánabar calentando aún más la ya ardiente piel del tiburón. El Sol fulgía con fuerza en el cielo azulado. La espada había sesgado carne, músculo y hueso separando en dos a un pobre desgraciado que creía ser más rápido de lo que había sido. Otro inocente e iluso muerto más añadido a la lista de víctimas de aquella endiablada arma. El gyojin miró al muerto. Hacía muchísimo tiempo que nadie iba a por él, pero este no había dado motivos, solo intentos de ataques. Escupió con repugnancia hacia el cadáver y se marcó del lugar. Anduvo varios minutos hasta toparse con un lugar plácido. No fue difícil hallarlo, pues había terminado en una isla idílica. ¿Pero por qué?
Cada paso que había dado había estado acompañado de aquella pregunta. Aunque la respuesta era sencilla, no quería conocerla. Sin embargo, y para su desgracia, la conocía. Su corazón había actuado de nuevo como si volviera a tener conciencia. Había vuelto a obligarle a actuar de una forma que ya había olvidado. Aquel hombre, aquel cadáver... no había ido a por él, Cánabar era el cazador. Pero... ¿qué había hecho el fiambre para merecerlo? El tiburón tenía lagunas, el calor y la sed de sangre nublaban su vista aunque lo que más le cegaba era su propia negación. Lo había matado por hacer daño a una inocente niña. ¿Cómo se atrevía aquel desgraciado a tocar a aquella frágil criatura?
Cánabar cerró los ojos y respiró con fuerza. Él no era ningún salvador ni héroe, era un asesino y lo había demostrado. No importaba que el hombre lo mereciera o no, simplemente había hecho lo de siempre, matar. ¿Para qué servía si no? Solo era un monstruo que hacía lo único que se le daba bien, arrebatar vidas. Y así sería su existencia hasta que alguien hiciera lo mismo que él. No merecía otra cosa y tampoco lo esperaba. Casi deseaba tocar fin en aquella horrible agonía, terminar con aquella vida de sufrimiento que había dejado de ser una vida hacía mucho tiempo. Pero no podía. Él no era ningún cobarde, sin embargo le faltaba valor para morir. Aunque todos los monstruos mueren tarde o temprano.
La sangre bañaba el cuerpo de Cánabar calentando aún más la ya ardiente piel del tiburón. El Sol fulgía con fuerza en el cielo azulado. La espada había sesgado carne, músculo y hueso separando en dos a un pobre desgraciado que creía ser más rápido de lo que había sido. Otro inocente e iluso muerto más añadido a la lista de víctimas de aquella endiablada arma. El gyojin miró al muerto. Hacía muchísimo tiempo que nadie iba a por él, pero este no había dado motivos, solo intentos de ataques. Escupió con repugnancia hacia el cadáver y se marcó del lugar. Anduvo varios minutos hasta toparse con un lugar plácido. No fue difícil hallarlo, pues había terminado en una isla idílica. ¿Pero por qué?
Cada paso que había dado había estado acompañado de aquella pregunta. Aunque la respuesta era sencilla, no quería conocerla. Sin embargo, y para su desgracia, la conocía. Su corazón había actuado de nuevo como si volviera a tener conciencia. Había vuelto a obligarle a actuar de una forma que ya había olvidado. Aquel hombre, aquel cadáver... no había ido a por él, Cánabar era el cazador. Pero... ¿qué había hecho el fiambre para merecerlo? El tiburón tenía lagunas, el calor y la sed de sangre nublaban su vista aunque lo que más le cegaba era su propia negación. Lo había matado por hacer daño a una inocente niña. ¿Cómo se atrevía aquel desgraciado a tocar a aquella frágil criatura?
Cánabar cerró los ojos y respiró con fuerza. Él no era ningún salvador ni héroe, era un asesino y lo había demostrado. No importaba que el hombre lo mereciera o no, simplemente había hecho lo de siempre, matar. ¿Para qué servía si no? Solo era un monstruo que hacía lo único que se le daba bien, arrebatar vidas. Y así sería su existencia hasta que alguien hiciera lo mismo que él. No merecía otra cosa y tampoco lo esperaba. Casi deseaba tocar fin en aquella horrible agonía, terminar con aquella vida de sufrimiento que había dejado de ser una vida hacía mucho tiempo. Pero no podía. Él no era ningún cobarde, sin embargo le faltaba valor para morir. Aunque todos los monstruos mueren tarde o temprano.
Señor Nat
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Nat se apretó el cinturón. Aquella mañana en el baño lo había pasado un poco mal. Sintió como una textura adamantina surgiendo de su interior, brotar un diamante de sus deposiciones. Aquello no era sano, aunque si fuese real se haría rico, en gran medida. Pero había métodos para ganar dinero que cagar piedras preciosas. Cagar oro, cagar flores del loto o inflar globos con sus propias flatulencias y hacer formas de animales sería una buena manera. Sabía hacer la forma de una serpiente, de un gusano, de una oruga... Era todo un experto en aquello. No en vano adoraba a los niños, y hacía todo lo que estuviese en sus nalgas por contentarlos, y por agradar a las madres. Una madre siempre era una buena conquista sexual, todo dependía de gustar al niño, y si había marido... Siempre se podía invitar a cenar a una viuda, claro. Pero aquel día no estaba para ganar dinero, ni favores sexuales, ni siquiera para hacer el único animal que hacía mejor que los ya citados (ornitorrinco), sino para reunirse con un Gyojin. Un animal humanoide que iba por ahí con un espadón, y con el que quería probar suerte. Y no sabía por qué narices estaba en aquella isla-planta buscándolo. Habría que ser muy imbécil para estar ahí, aunque para su vergüenza él también se encontraba entre esa gente poco dotada de inteligencia que aparecía por allí a veces.
Caminó un poco sobre las hojas de aquella planta, buscando cualquier señal del gyojin que pretendía encontrar. Canabar Sykes, el pez parlante que iba a patrocinar sus próximas tres borracheras. Tal vez cuatro, si era comedido. Escuchó un par de cortes, carne y tendón se partían en aquel momento, y detectó con su mantra un ser. Era mucho más fuerte que un humano, aunque no tanto como un Karl. Tenía que ser un gyojin, casi seguro. Su chaqueta aquel día era negra, y ocultaba a colapso y destrucción, en la parte trasera de su espalda, mientras la hoja de Alma brillaba con un tono rojo en el bolsillo, tomada forma de una pequeña esfera más pequeña que un puño. Toda su ropa iba a juego, pareciendo casi un verdadero agente, aunque no tenía pensado seguir siéndolo mucho tiempo. La captura de Sykes iba a ser su trampolín a la Marina, y por ello no pensaba desaprovecharlo.
-Ey, pececito- dijo, secamente, mientras de sus manos surgía ardiente fuego-. Tengo hambre, ¿Te apetece ser mi sushi?
Creó un círculo que intentaba rodear a ambos contendientes, y quemar la planta. Una parte muerta no podía comerlo, y a él aquel fuego no le era problemático. Tal vez al pez sí. La cosa era que el animal se quedara en la trampa.
Halo [AIF]
Nivel cuando se abrió el reto: 35
Caminó un poco sobre las hojas de aquella planta, buscando cualquier señal del gyojin que pretendía encontrar. Canabar Sykes, el pez parlante que iba a patrocinar sus próximas tres borracheras. Tal vez cuatro, si era comedido. Escuchó un par de cortes, carne y tendón se partían en aquel momento, y detectó con su mantra un ser. Era mucho más fuerte que un humano, aunque no tanto como un Karl. Tenía que ser un gyojin, casi seguro. Su chaqueta aquel día era negra, y ocultaba a colapso y destrucción, en la parte trasera de su espalda, mientras la hoja de Alma brillaba con un tono rojo en el bolsillo, tomada forma de una pequeña esfera más pequeña que un puño. Toda su ropa iba a juego, pareciendo casi un verdadero agente, aunque no tenía pensado seguir siéndolo mucho tiempo. La captura de Sykes iba a ser su trampolín a la Marina, y por ello no pensaba desaprovecharlo.
-Ey, pececito- dijo, secamente, mientras de sus manos surgía ardiente fuego-. Tengo hambre, ¿Te apetece ser mi sushi?
Creó un círculo que intentaba rodear a ambos contendientes, y quemar la planta. Una parte muerta no podía comerlo, y a él aquel fuego no le era problemático. Tal vez al pez sí. La cosa era que el animal se quedara en la trampa.
Halo [AIF]
Nivel cuando se abrió el reto: 35
Cánabar
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Nada había terminado. Como su interminable historia. El sufrimiento volvía a hacerse presente pero con un rostro nuevo. Algún cazador más que se aventuraba a la última cacería de su vida. Otro aspirante a héroe que quería lucir la cabeza del monstruo y llenarse de gloria y fortuna. Lástima que hubiera ido a pro el monstruo erróneo. Lucía un traje negro, bastante elegante para ser un cazador de pacotilla. Aunque no sería el primer noble que iba a por él. Mostró una sonrisa de medio lado mientras sacudía su espada en el aire para deshacerse de la sangre que todavía barnizaba la hoja. Después escuchó al hombre que, al parecer, se creía muy gracioso. Dijo algo de convertir al gyojin en su sushi. Si había algo que Cánabar odiara más que a los prepotentes se trataba de los graciosillos como él.
Pero hizo algo que el tiburón no esperaba un círculo de fuego rodeó al tiburón creando así un área de combate bastante limitada. Era peligrosa, pero fácil de esquivar. Dio un salto potente esquivando el anillo ardiente, sin embargo no pudo evitar quedarse atrapado en él. Aquella era una muy buena jugada, pero con un fallo. El cazador acababa de condenarse quedándose en un lugar como ese con una bestia como aquella. Antes de que Cánabar pudiera iniciar su ataque el suelo comenzó a temblar e inclinarse muy lentamente hacia arriba. ¿Se trataba de un terremoto? Seguramente sería a causa de aquel tipo, acababa de mostrar que poseía los poderes de alguna fruta, por lo que no sería de extrañar que pudiera hacer aquello. Aunque era temible que pudiera mover todo el suelo.
Cánabar se quedó estático, cuando los temblores disminuyeron se preparó para atacar. Apuntó al enemigo con su espada y lanzó una onda cortante tan potente como pudo mientras corrió tras ella. Protegido por su ataque avanzó en pos de su enemigo. Cuanto más cerca mejor, su espada daría buena cuenta de él.
Onda cortante [AF]
Pero hizo algo que el tiburón no esperaba un círculo de fuego rodeó al tiburón creando así un área de combate bastante limitada. Era peligrosa, pero fácil de esquivar. Dio un salto potente esquivando el anillo ardiente, sin embargo no pudo evitar quedarse atrapado en él. Aquella era una muy buena jugada, pero con un fallo. El cazador acababa de condenarse quedándose en un lugar como ese con una bestia como aquella. Antes de que Cánabar pudiera iniciar su ataque el suelo comenzó a temblar e inclinarse muy lentamente hacia arriba. ¿Se trataba de un terremoto? Seguramente sería a causa de aquel tipo, acababa de mostrar que poseía los poderes de alguna fruta, por lo que no sería de extrañar que pudiera hacer aquello. Aunque era temible que pudiera mover todo el suelo.
Cánabar se quedó estático, cuando los temblores disminuyeron se preparó para atacar. Apuntó al enemigo con su espada y lanzó una onda cortante tan potente como pudo mientras corrió tras ella. Protegido por su ataque avanzó en pos de su enemigo. Cuanto más cerca mejor, su espada daría buena cuenta de él.
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