Haine vs Crimson

Dejó la petaca casi vacía sobre la mesa mientras gritaba "¡Eureka!" a los cuatro vientos. La gente del establecimiento se giró al ver como un extraño hombre vestido con una llamativa gabardina roja se levantaba con los brazos en alto en señal de júbilo al haber descubierto algo tan, o más, grande que el mismo One Piece. ¿Cómo es que nadie había conseguido descubrir todavía aquello? Con sólo leer esos libros podías obtener toda clase de poderes y habilidades. ¡Joder! ¿Para que querías la fruta si con esas simples y báscias instrucciones de como posicionar las manos podías incluso invocar un animal? Así encima podías nadar y tener un perro mágico que te ladre y te lama los dedos cuando salgas. ¡Era sencillamente genial!

Entonces vio como entraba un hombre al que ya conocía de antes. Estaba tan feliz que fue corriendo hasta él y le abrazó, como si fueran colegas de toda la vida -¡Haine, cuñado! -exclamó entre falsas lágrimas-. No te lo vas a creer, he descubierto. ¡La Rueda de este tiempo! -continuó, señalando a unos libros que acaba de de leer. Incluso él, alguien no especialmente culto, había conseguido comprenderlo. De aquí nada comprendería el significado de la vida y de qué están forjados los sueños. Le regaló todos esos manuales al peliblanco. -Coge todos los que quieras, ¡te los regalo!- Y entonces desapareció frente a sus ojos, escondiéndose usando el manual In, sumando a su habilidad como espía. De pronto volvió a aparecer delante de él. Esta vez toda la gente se fijaba en él. Mágicamente llamaba mucho la atención (y eso que todavía no estaba desnudo), por culpa del Draven. Volvió a esconderse con el In y todos dejaron de verlo. Volvió a aparecer y todos le miraban. -Draven, In, Draven, In, Draven, In... -decía mientras desaparecía y aparecía mientras saltaba como un idiota.

¡Pum! Un golpe seco impactó en su hermoso e imberbe rostro. Un puñetazo, un jab con la derecha que logró tumbarlo y dejarlo en el suelo durante unos segundos en los que todavía no sabía que había pasado. -Aquí, en la librería "El Maestro" no toleramos esta este de cosas, señor- escuchó decir al que parecía el jefe del local mientras se iba y se acomodaba su chaqueta, tirando ligeramente de los volantes de la misma. Crimson se levantó sorprendido por lo ocurrido. -"Joder, si que pega fuerte el puto viejo"-

Escuchó las palabras de Haine. La verdad es que tenía razón, si el resto de personas conseguían encontrar esos libro mágicos, todo el mundo se volvería un caos, entrarían en un debacle mundial de gente superpoderosa. Debía de destruir esos manuales con el propio conocimiento que estos le habían otorgado.  -A ver... ¿Cómo era? -se preguntó con los dedos índice y pulgar moviéndose sobre los lados de la barbilla, acariciando su rostro-. Creo que... ¡Puppet Mastah! -exclamó y sus armas empezaron a flotar mágicamente. ¡Tenía telekinesis!. En ese momento era lo más cercano a semidios que podía existir. -Haine, debemos de evitar a toda costa que este conocimiento salga de aquí. Debemos salvar al mundo de toda esta locura.

Hizo de pronto un símbolos raros con las manos, como si intentase comunicarse con un sordo enano mediante gestos, y cuando acabó se mordió el pulgar, haciéndose sangre. Era un pacto. -Kuchiyose no jutsu...- De pronto pegó la palma al suelo e invocó un gato. no haría mucho, pero al menos intimidaría. Eso pensaba él.  -Aura de aceros -susurró poco después. y sus brazos se convirtieron en dos cuchillas enormes, o al menos lo aparentaban. -Tú, gatete, te ordeno destruirlo todo- le dijo al felino azulado. -¡Aye, Sir! -respondió y empezó a golpear los estantes con sus prácticamente inexistentes garras. Crimson hizo lo propio con la magia que le había otorgado ese manuales divinos. Y sus cuchillos empezaron a moverse en todas direcciones, veinte metros a la redonda. Sus pistolas disparaban sin ton ni son y él podía redirigir las balas. Y sólo estaba comenzando, pues sus dos espadas más poderosas aún no habían sido desenfundadas. Las hojas saltaban en todas direciones. -Date prisa, no quiero que el viejo vuelva a pegarme -le dijo señalando su ya amoratado ojo. Y el también comenzó a cortar los libros, destruyendo el resto de ejemplares que no había regalado a Haine.