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"-¿Cómo demonios he llegado hasta aquí?" -se preguntaba Arribor mientra seguía descargando cajas del barco. No estaba seguro de qué le había llevado a trabajar gratis para aquel viejo, pero fuera lo que fuera empezaba a resultar ridículo. Al menos solo tenía que aguantar un tiempo más en aquel estúpido trabajo y luego podría largarse de allí como si nada hubiera pasado, o por lo menos eso esperaba. Ya estaba empezando a odiar aquella isla.
Se encontraba en la isla Banaro, una isla repleta de montañas con un pequeño pueblo en el centro rodeado de bosques. Había llegado allí tras una larga tormenta que le pilló en alta mar y, aunque no tenía ni idea de navegación, había logrado llegar a salvo a una isla como por algún milagro divino. Sin embargo no fue el único extraño en llegar al pueblo aquel día. Junto a él había llegado un hombre que conocía bien, un ex-marine expulsado con deshonor que intentaba capturarle para que le dejasen realistarse en la Marina. Aquel tipo llevaba persiguiéndole durante semanas y había demostrado ser bastante persistente y tener una desmedida afición por los cañones. Normalmente no dudaría en enfrentarse a él, pero era un tipo muy hablador y le daba bastante pereza soportarlo. Prefería esperar a que se cansara.
Para su desgracia, aquel loco había acabado en la misma isla que él e incluso le había seguido hasta el pueblo. Allí, Arribor se topó con un anciano ciego que le confundió con su hijo y el pirata decidió aprovecharse de eso para pasar desapercibido hasta que el pirado de los cañones se fuera de la isla. Al principio creía que su plan iba a ser sencillo, imaginaba que solo tendría que inventarse alguna historia para entretener al anciano y pasar el día en su casa comiendo gratis. Sin embargo, el viejo resultó ser el dueño de varias tiendas y aquel día tenía que descargar un buen montón de cajas, aunque más bien le tocó hacerlo a él.
De esa forma acabó así, bajando grandes cajas de un barco para un viejo desconocido. Preferiría mil veces pelear contra el tipo que le perseguía antes que pasar el resto de su vida trabajando en aquella isla alejada de todo. Lo peor de todo era que el anciano resultó tener bastante mal genio y continuamente le reprochaba por no trabajar más deprisa, lo que no hacía sino enfadar más al pirata. Aquel día estaba resultando ser uno de los más absurdos de su vida. Realmente odiaba aquella isla.
Se encontraba en la isla Banaro, una isla repleta de montañas con un pequeño pueblo en el centro rodeado de bosques. Había llegado allí tras una larga tormenta que le pilló en alta mar y, aunque no tenía ni idea de navegación, había logrado llegar a salvo a una isla como por algún milagro divino. Sin embargo no fue el único extraño en llegar al pueblo aquel día. Junto a él había llegado un hombre que conocía bien, un ex-marine expulsado con deshonor que intentaba capturarle para que le dejasen realistarse en la Marina. Aquel tipo llevaba persiguiéndole durante semanas y había demostrado ser bastante persistente y tener una desmedida afición por los cañones. Normalmente no dudaría en enfrentarse a él, pero era un tipo muy hablador y le daba bastante pereza soportarlo. Prefería esperar a que se cansara.
Para su desgracia, aquel loco había acabado en la misma isla que él e incluso le había seguido hasta el pueblo. Allí, Arribor se topó con un anciano ciego que le confundió con su hijo y el pirata decidió aprovecharse de eso para pasar desapercibido hasta que el pirado de los cañones se fuera de la isla. Al principio creía que su plan iba a ser sencillo, imaginaba que solo tendría que inventarse alguna historia para entretener al anciano y pasar el día en su casa comiendo gratis. Sin embargo, el viejo resultó ser el dueño de varias tiendas y aquel día tenía que descargar un buen montón de cajas, aunque más bien le tocó hacerlo a él.
De esa forma acabó así, bajando grandes cajas de un barco para un viejo desconocido. Preferiría mil veces pelear contra el tipo que le perseguía antes que pasar el resto de su vida trabajando en aquella isla alejada de todo. Lo peor de todo era que el anciano resultó tener bastante mal genio y continuamente le reprochaba por no trabajar más deprisa, lo que no hacía sino enfadar más al pirata. Aquel día estaba resultando ser uno de los más absurdos de su vida. Realmente odiaba aquella isla.
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Tras varios días de dura jornada a bordo de mi pequeño bote conseguí vislumbrar una isla, esta tenía un montón de piedras sobresaliendo, no se veía mucha población en el exterior y nada más llegar a tocar la tierra dejé el bote anclado a lo que parecía ser un pequeño matorral, esperaba que mantuviera el barco ahí hasta que volviese, no parecía que ese mar estuviera muy agitado.
Una vez en tierra firme estiré los brazos con fuerza y grité esperando que nadie me escuchara pero sin hacer mucho caso al entorno, -¡A la aventura!- y tras este pequeño grito recogí mis cosas del bote y proseguí por el camino que parecía estar hecho explícita-mente para mi, era un camino de piedras pero parecía transitado, poco pero transitado. Seguí el camino hasta dar de algo extraño, un animal, era un erizo de tamaño algo más grande que uno normal y parecía furioso, al verle la cara me asusté y salí corriendo en dirección contraria y por casualidad mía toqué una cuerda y al segundo después sin poder reaccionar acabé en el aire a una altura de unos 2 metros en una red y estuve esperando ahí varios minutos.
Tras esos casi infinitos dos minutos en los que no se me había ocurrido romper la red un hombre vino y me bajo, este tenía un extraño palo y me fue pegando a lo que yo grité.
-¡Aaah, que demonios estas haciendo, esa cosa duele!- Grite de forma disparatada y con fuerza, ese hombre me había pegado con una rama para ver si reaccionaba, de lo más inculto sin duda.
-Oooh, perdone, pensaba que era usted un animal, ahora mismo la bajo de ahí.- Dijo este olvidando el asunto del palo y cortó el hilo para que yo bajara, pero en vez de bajar caí y no fue para nada una caída ligera si no de lo más brusca. Por suerte caí sobre una de mis conchas que para colmo, era la impact dial y esta recibió toda la fuerza de la caída.
De nuevo en el suelo pregunte al viejo si ese erizo era una especie venenos y este me confirmó que no lo era además de añadirme que no haría daño ni a una mosca. Parecía que ese erizo era la mascota de ese viejo, pues le seguía como si fuera un perro, esa isla era extraña y yo tenía que encontrar un lugar para pasar el rato. Me despedí del viejo y seguí mi camino esta vez algo más cómoda.
Tras unos minutos de caminata conseguí salir del bosque y encontrarme con una ciudad, una ciudad en medio de esa isla, que demonios hacía allí y porque no se podía ver desde fuera, no lo sabía ni me importaba, ahora lo importante era comer algo, el hambre se encontraba apoderándose de mi estómago. Caminé hasta dar de un restaurante y dentro pedí un tazo de ramen y una botella de sake, tras pagar y recogerlo salí fuera y me quedé comiendo en las escaleras de delante de la puerta del restaurante. El ramen estaba delicioso y tenía ganas de descubrir que extraños hábitos tenían los habitantes de esta isla, puesto que después de haber visto un erizo de mascota, había pocas cosas que pudieran sorprenderme, pero nunca se sabe.
Una vez en tierra firme estiré los brazos con fuerza y grité esperando que nadie me escuchara pero sin hacer mucho caso al entorno, -¡A la aventura!- y tras este pequeño grito recogí mis cosas del bote y proseguí por el camino que parecía estar hecho explícita-mente para mi, era un camino de piedras pero parecía transitado, poco pero transitado. Seguí el camino hasta dar de algo extraño, un animal, era un erizo de tamaño algo más grande que uno normal y parecía furioso, al verle la cara me asusté y salí corriendo en dirección contraria y por casualidad mía toqué una cuerda y al segundo después sin poder reaccionar acabé en el aire a una altura de unos 2 metros en una red y estuve esperando ahí varios minutos.
Tras esos casi infinitos dos minutos en los que no se me había ocurrido romper la red un hombre vino y me bajo, este tenía un extraño palo y me fue pegando a lo que yo grité.
-¡Aaah, que demonios estas haciendo, esa cosa duele!- Grite de forma disparatada y con fuerza, ese hombre me había pegado con una rama para ver si reaccionaba, de lo más inculto sin duda.
-Oooh, perdone, pensaba que era usted un animal, ahora mismo la bajo de ahí.- Dijo este olvidando el asunto del palo y cortó el hilo para que yo bajara, pero en vez de bajar caí y no fue para nada una caída ligera si no de lo más brusca. Por suerte caí sobre una de mis conchas que para colmo, era la impact dial y esta recibió toda la fuerza de la caída.
De nuevo en el suelo pregunte al viejo si ese erizo era una especie venenos y este me confirmó que no lo era además de añadirme que no haría daño ni a una mosca. Parecía que ese erizo era la mascota de ese viejo, pues le seguía como si fuera un perro, esa isla era extraña y yo tenía que encontrar un lugar para pasar el rato. Me despedí del viejo y seguí mi camino esta vez algo más cómoda.
Tras unos minutos de caminata conseguí salir del bosque y encontrarme con una ciudad, una ciudad en medio de esa isla, que demonios hacía allí y porque no se podía ver desde fuera, no lo sabía ni me importaba, ahora lo importante era comer algo, el hambre se encontraba apoderándose de mi estómago. Caminé hasta dar de un restaurante y dentro pedí un tazo de ramen y una botella de sake, tras pagar y recogerlo salí fuera y me quedé comiendo en las escaleras de delante de la puerta del restaurante. El ramen estaba delicioso y tenía ganas de descubrir que extraños hábitos tenían los habitantes de esta isla, puesto que después de haber visto un erizo de mascota, había pocas cosas que pudieran sorprenderme, pero nunca se sabe.
- PD:
- Siento la tardanza, acabo de comenzar el bachiller y debo mantenerme al día con todo al menos los primeros días así que puede que tarde en contestar entre 1 y 3 días como mucho entre post y post.
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El pirata resopló, intentando controlarse para no apalizar al anciano. Aquel viejo le increpaba constantemente y no dejaba de decirle lo mal que lo hacía todo, empezaba a resultar molesto. Fue en ese momento, cuando se vio reflejado en una de las ventanas del barco donde trabajaba, cuando pensó en lo estúpido que resultaba aquello. En cuanto se detuvo, el anciano volvió a gritarle y Arribor, harto ya de tantas tonterías, le lanzó una de las pesadas cajas que descargaba. El viejo pareció sorprenderse pero no vaciló a la hora de desenvainar su espada y partir en dos la caja de una estocada. Arribor ignoró la extraña muestra de fuerza y destreza de la que había hecho gala el hombre y se marchó de allí maldiciendo su estupidez y su mala suerte.
Mientras se largaba de allí y se alejaba del puerto atrajo las miradas de todos los trabajadores de la zona que, como él, se veían obligados a mover grandes cajas llenas de cosas que ni siquiera eran para ellos. El pirata cruzó el bosque, ignorando los alaridos de los monos y alguna que otra serpiente que pisó sin querer y se dirigió al pueblo decidido a terminar con la razón de su nefasto día. Todas las tareas absurdas que había tenido que realizar desde la mañana se debían a una única razón: le maldito chalado que le perseguía por ahí con su cañón intentando darle caza.
Hasta entonces no le había importado mucho y en lugar de enfrentarse a él había decidido ignorarle, supuso que sería lo mejor para evitarse problemas innecesarios con la Marina. Sin embargo ya había llegado a su límite y era hora de librarse de esa molesta mosca que le incordiaba. No dudaba de su victoria, sabía de sobre que podía ganar sin demasiados problemas y no tenía ninguna intención de ser blando. Solo había un problema, no tenía ni idea de dónde demonios estaba.
Llevaba como una hora caminando por el bosque, bastante enfadado y pensando en lo que ocurriría cuando se topase con su perseguidor. El problema de eso era que no había caído en la cuenta de que estaba andando en círculos desde hacía un rato y sin darse cuenta acabó perdido entre árboles frutales y molestos mosquitos. Jamás entendería como siempre le pasaban esas cosas a él.
Mientras se largaba de allí y se alejaba del puerto atrajo las miradas de todos los trabajadores de la zona que, como él, se veían obligados a mover grandes cajas llenas de cosas que ni siquiera eran para ellos. El pirata cruzó el bosque, ignorando los alaridos de los monos y alguna que otra serpiente que pisó sin querer y se dirigió al pueblo decidido a terminar con la razón de su nefasto día. Todas las tareas absurdas que había tenido que realizar desde la mañana se debían a una única razón: le maldito chalado que le perseguía por ahí con su cañón intentando darle caza.
Hasta entonces no le había importado mucho y en lugar de enfrentarse a él había decidido ignorarle, supuso que sería lo mejor para evitarse problemas innecesarios con la Marina. Sin embargo ya había llegado a su límite y era hora de librarse de esa molesta mosca que le incordiaba. No dudaba de su victoria, sabía de sobre que podía ganar sin demasiados problemas y no tenía ninguna intención de ser blando. Solo había un problema, no tenía ni idea de dónde demonios estaba.
Llevaba como una hora caminando por el bosque, bastante enfadado y pensando en lo que ocurriría cuando se topase con su perseguidor. El problema de eso era que no había caído en la cuenta de que estaba andando en círculos desde hacía un rato y sin darse cuenta acabó perdido entre árboles frutales y molestos mosquitos. Jamás entendería como siempre le pasaban esas cosas a él.
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Tras terminar con el tazo de ramen observé en el suelo un periódico tirado, lo recogí y lo abrí en una página cualquiera. Una de las noticias resaltó en mi mente, era una noticia local, la biblioteca de la isla había ganado un premio por tener la mayor cantidad de libros sobre plantas y animales en ese año, lo que resultaba algo incoherente, puesto que Ohara se suponía que tenía más libros, según había oído, pero el hecho de que hayan ganado el premio, quería decir que había una biblioteca en la isla. En ese momento recogí mis cosas y pregunté a la persona más cercana que encontré sobre la ubicación de la biblioteca.
Esta persona sonrió y me dijo que se encontraba en el centro de la ciudad, la tercera calle a la derecha y todo recto. Después de seguir sus instrucciones y andar durante 10 minutos conseguí llegar frente a un gran edificio con forma de roca, delante de este había un cartel que decía "Biblioteca Roca, disfrute de su lectura". Entré y todo el ruido se fue, era una biblioteca totalmente silenciosa y eso quería decir que esta estaba totalmente insonorizada, una roca insonorizada, ese es un trabajo de ingeniero casi perfecto.
Una vez dentro fui a la sección de animales y plantas en la que me encontré con una pared entera de libros, era exageradamente inmensa, recogí uno de los libros que hablaba sobre las plantas y los animales de la isla y hablé con el dueño de la biblioteca preguntándole si me lo podría quedar por hoy, iba a volver a la noche a entregarlo. El hombre me dijo que si y salí hojeando el libro, mientras seguía mi camino hacia el bosque, donde estaría investigando de primera mano estos especímenes, un grupo de personas me rodeo. Dada su apariencia solo podían ser ladrones, andaban con ropajes rotos y destrozados, todos mantenían una sonrisa malvada hacia mi, no tenían buenas intenciones.
-Señorita, nos dará todo el dinero y no sufrirá ningún daño.-Dijo uno de estos jóvenes mientras sonreía
-Y si no os doy nada, ¿qué pasará?-Dije yo sonriendo también, pero algo más seria
-Sentirá el dolor de la banda de ladrones de esta ciudad, así que lo mejor será que nos lo de.-Seguían hablando los jóvenes algo molestos por mi anterior pregunta
-Entonces acepto no daros nada, veamos de lo que sois capaces.-Respondí a su clara falta de respeto
Los cuatro jóvenes se abalanzaron sobre mi con bates de madera, y su jefe con palo con clavos. Recibí el golpe de los cuatro para demostrar que no sería tan fácil derrotarme, mi habilidad logia me permitía convertir todo mi cuerpo en tungsteno, un material mucho más denso que la madera o el acero y por lo tanto mucho más poderoso, todas sus armas se rompieron. Estos al ver eso quedaron desconcertados y salieron corriendo. Esperaba no haber llamado demasiado la atención de los ciudadanos, pero era ya tarde, estos al verme se metieron en sus casas rápidamente. Yo, por otro lado, seguí mi camino hacia el bosque lentamente.
Finalmente en el bosque mientras seguía leyendo el libro observé una de las plantas más características que había en esa isla, era un hongo de color dorado, al verlo empecé a hojear el libro en busca de este y salía en la penúltima página, se trataba de un Fungus Aureum y sus propiedades eran totalmente desconocidas, aunque se sabía que podía cicatrizar las heridas de manera instantánea, eso era sorprendente, así que cogí uno y lo guarde, en un futuro me sería útil. Para mi asombro en el bosque había una persona andando en círculos, o eso es lo que parecía, porque mientras investigaba lo vi al menos dos veces. En ese momento pensé en dirigirle la palabra, parecía no saber como llegar a la ciudad o muy sumiso en sus pensamientos.
-Hey, si buscas la ciudad, esta en esa dirección, pero ten cuidado la gente no parece muy amistosa, un grupo de ladrones acaba de atacarme.-Dije mirando al joven con una sonrisa mientras señalaba el camino hacia el centro de la isla, donde se encontraba la pequeña ciudad
Tras dirigirle la palabra esperé su respuesta con el libro cerrado y mirando a los alrededores en busca de otras plantas características. El joven era algo extraño, y parecía algo molesto, solo esperaba no haberle molestado más con mis anteriores palabras. Las personas se lo tomaban muy mal cuando alguien les intentaba orientar, esperaba que este no fuera el caso.
Esta persona sonrió y me dijo que se encontraba en el centro de la ciudad, la tercera calle a la derecha y todo recto. Después de seguir sus instrucciones y andar durante 10 minutos conseguí llegar frente a un gran edificio con forma de roca, delante de este había un cartel que decía "Biblioteca Roca, disfrute de su lectura". Entré y todo el ruido se fue, era una biblioteca totalmente silenciosa y eso quería decir que esta estaba totalmente insonorizada, una roca insonorizada, ese es un trabajo de ingeniero casi perfecto.
Una vez dentro fui a la sección de animales y plantas en la que me encontré con una pared entera de libros, era exageradamente inmensa, recogí uno de los libros que hablaba sobre las plantas y los animales de la isla y hablé con el dueño de la biblioteca preguntándole si me lo podría quedar por hoy, iba a volver a la noche a entregarlo. El hombre me dijo que si y salí hojeando el libro, mientras seguía mi camino hacia el bosque, donde estaría investigando de primera mano estos especímenes, un grupo de personas me rodeo. Dada su apariencia solo podían ser ladrones, andaban con ropajes rotos y destrozados, todos mantenían una sonrisa malvada hacia mi, no tenían buenas intenciones.
-Señorita, nos dará todo el dinero y no sufrirá ningún daño.-Dijo uno de estos jóvenes mientras sonreía
-Y si no os doy nada, ¿qué pasará?-Dije yo sonriendo también, pero algo más seria
-Sentirá el dolor de la banda de ladrones de esta ciudad, así que lo mejor será que nos lo de.-Seguían hablando los jóvenes algo molestos por mi anterior pregunta
-Entonces acepto no daros nada, veamos de lo que sois capaces.-Respondí a su clara falta de respeto
Los cuatro jóvenes se abalanzaron sobre mi con bates de madera, y su jefe con palo con clavos. Recibí el golpe de los cuatro para demostrar que no sería tan fácil derrotarme, mi habilidad logia me permitía convertir todo mi cuerpo en tungsteno, un material mucho más denso que la madera o el acero y por lo tanto mucho más poderoso, todas sus armas se rompieron. Estos al ver eso quedaron desconcertados y salieron corriendo. Esperaba no haber llamado demasiado la atención de los ciudadanos, pero era ya tarde, estos al verme se metieron en sus casas rápidamente. Yo, por otro lado, seguí mi camino hacia el bosque lentamente.
Finalmente en el bosque mientras seguía leyendo el libro observé una de las plantas más características que había en esa isla, era un hongo de color dorado, al verlo empecé a hojear el libro en busca de este y salía en la penúltima página, se trataba de un Fungus Aureum y sus propiedades eran totalmente desconocidas, aunque se sabía que podía cicatrizar las heridas de manera instantánea, eso era sorprendente, así que cogí uno y lo guarde, en un futuro me sería útil. Para mi asombro en el bosque había una persona andando en círculos, o eso es lo que parecía, porque mientras investigaba lo vi al menos dos veces. En ese momento pensé en dirigirle la palabra, parecía no saber como llegar a la ciudad o muy sumiso en sus pensamientos.
-Hey, si buscas la ciudad, esta en esa dirección, pero ten cuidado la gente no parece muy amistosa, un grupo de ladrones acaba de atacarme.-Dije mirando al joven con una sonrisa mientras señalaba el camino hacia el centro de la isla, donde se encontraba la pequeña ciudad
Tras dirigirle la palabra esperé su respuesta con el libro cerrado y mirando a los alrededores en busca de otras plantas características. El joven era algo extraño, y parecía algo molesto, solo esperaba no haberle molestado más con mis anteriores palabras. Las personas se lo tomaban muy mal cuando alguien les intentaba orientar, esperaba que este no fuera el caso.
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El bosque era de lo más monótono. Solo había árboles y más árboles idénticos, sin la más mínima distinción entre ellos, aunque tal vez la hubiese notado si no estuviera dando vueltas al mismo sitio una y otra vez. De vez en cuando se encontraba con un pequeño claro a unos metros de su posición, aunque por desgracia no se daba cuenta de que siempre era el mismo. Aquella eterna caminata estaba resultando de lo más irritante, empeorada en gran medida por los monos y los insectos. Casi empezaba a echar de menos al viejo loco y sus reproches, sobretodo porque la brisa marina era refrescante. Sin embargo, al cabo de un rato por fin dio con alguien.
Se trataba de una joven rubia que leía un grueso volumen con apariencia de aburrido. Esperaba que no se hubiera perdido también, porque de lo contrario tendría un problema grave. Al fin y al cabo tenía pensado pedirle indicaciones para salir de aquel maldito bosque y llegar de nuevo al pueblo. Sin embargo no llegó siquiera a saludarla, ya que había algo en ella que llamó su atención: sus orejas, las cuales eran extrañamente alargadas y puntiagudas, como si fuese una elfa o un duende. No entendía como diablos era capaz de encontrarse con alguna rareza prácticamente a cada paso que daba. La joven le indicó la dirección a la ciudad con una sonrisa, puntualizando que había sido atacada por unos ladrones.
La verdad era que ya había imaginado que era en aquella dirección, aunque no estaba seguro de porqué no había logrado salir ya del bosque. Aun así, el alivio que sintió al poder largarse de ese maldito bosque casi le hizo llorar. Por un momento incluso se distrajo de las extrañas orejas de la chica, aunque no dejó de mirarlas en ningún momento. Por suerte, aunque no era demasiado disimulado al menos no había dicho nada en voz alta, al menos por ahora. Entonces fue cuando cayó en lo de los ladrones. Si de verdad había algún criminal en el pueblo estaba seguro de que el ex-marine loco que le perseguía estaría allí. Era la oportunidad perfecta para librarse de él de una vez por todas.
-¿Ladrones, dices? Bueno eso no será problema, gracias por indicarme el camino. -le dijo el pirata mientras se encaminaba en la dirección que le había señalado. Aunque al cabo de unos metros se paró y volvió a dirigirse a la chica, aún había algo, o más bien alguien, que le preocupaba encontrarse. -¿No habrás visto a un viejo dando voces por ahí, no?
Se trataba de una joven rubia que leía un grueso volumen con apariencia de aburrido. Esperaba que no se hubiera perdido también, porque de lo contrario tendría un problema grave. Al fin y al cabo tenía pensado pedirle indicaciones para salir de aquel maldito bosque y llegar de nuevo al pueblo. Sin embargo no llegó siquiera a saludarla, ya que había algo en ella que llamó su atención: sus orejas, las cuales eran extrañamente alargadas y puntiagudas, como si fuese una elfa o un duende. No entendía como diablos era capaz de encontrarse con alguna rareza prácticamente a cada paso que daba. La joven le indicó la dirección a la ciudad con una sonrisa, puntualizando que había sido atacada por unos ladrones.
La verdad era que ya había imaginado que era en aquella dirección, aunque no estaba seguro de porqué no había logrado salir ya del bosque. Aun así, el alivio que sintió al poder largarse de ese maldito bosque casi le hizo llorar. Por un momento incluso se distrajo de las extrañas orejas de la chica, aunque no dejó de mirarlas en ningún momento. Por suerte, aunque no era demasiado disimulado al menos no había dicho nada en voz alta, al menos por ahora. Entonces fue cuando cayó en lo de los ladrones. Si de verdad había algún criminal en el pueblo estaba seguro de que el ex-marine loco que le perseguía estaría allí. Era la oportunidad perfecta para librarse de él de una vez por todas.
-¿Ladrones, dices? Bueno eso no será problema, gracias por indicarme el camino. -le dijo el pirata mientras se encaminaba en la dirección que le había señalado. Aunque al cabo de unos metros se paró y volvió a dirigirse a la chica, aún había algo, o más bien alguien, que le preocupaba encontrarse. -¿No habrás visto a un viejo dando voces por ahí, no?
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El joven me preguntó si no había visto a un viejo rondando y dando ordenes por la ciudad. En ese momento pensé en si había visto a alguien, y los únicos viejos que había visto eran el jefe de la biblioteca y varios viejos que caminaban en grupo hacia lo que parecía ser un río. Así que deseché por completo esas dos ideas y recordé que había oído algunos ruidos de alguien gritando Arribor dentro de la ciudad, cosa a la cual no le había prestado demasiada importancia, pero igual al joven le importaba.
-No he oído a ningún viejo decir nada al respeto de eso, pero lo que si he oído ha sido una persona que estaba gritando por una persona llamada Arribor dentro de la ciudad, tenía pinta de marine y suponía que estaba buscando a algún compañero suyo. Siento si no te he sido de ayuda.- Dije sonriendo hacia el joven, el cual cada vez más me inspiraba más confianza.
Poco después recogí un par de plantas del suelo y empecé a buscarlas en el libro que tenía entre manos, se trataba de plantas curativas, y se suponía que permitían un aumento de la velocidad de cicatrización de las heridas y además una reducción en la velocidad del sangrado de estas. Según había leído, esas propiedades se encontraban en las hojas de las plantas y solo había que frotarlas sobre una herida para reducir el tiempo de cicatrización a un cuarto del normal. En ese momento, aunque pareciese raro, cogí una de mis flechas y con la punta me corté el brazo izquierdo, para poco después coger varias hojas de esta planta y frotarlas contra la herida. Se sentía un dolor punzante debido a la herida, pero en muy poco tiempo ya no estaba, se había cicatrizado por completo.
Ese libro estaba muy bien escrito y los efectos estaban muy bien investigados, además ese bosque era perfecto para descubrir nuevas plantas curativas y venenosas para mis futuras necesidades, en algún momento necesitaría de esas hojas curativas, así que cogí un buen puñado y las guardé en uno de mis múltiples bolsillos. Poco después me quedé a mirar si el joven ya se había ido.
-No he oído a ningún viejo decir nada al respeto de eso, pero lo que si he oído ha sido una persona que estaba gritando por una persona llamada Arribor dentro de la ciudad, tenía pinta de marine y suponía que estaba buscando a algún compañero suyo. Siento si no te he sido de ayuda.- Dije sonriendo hacia el joven, el cual cada vez más me inspiraba más confianza.
Poco después recogí un par de plantas del suelo y empecé a buscarlas en el libro que tenía entre manos, se trataba de plantas curativas, y se suponía que permitían un aumento de la velocidad de cicatrización de las heridas y además una reducción en la velocidad del sangrado de estas. Según había leído, esas propiedades se encontraban en las hojas de las plantas y solo había que frotarlas sobre una herida para reducir el tiempo de cicatrización a un cuarto del normal. En ese momento, aunque pareciese raro, cogí una de mis flechas y con la punta me corté el brazo izquierdo, para poco después coger varias hojas de esta planta y frotarlas contra la herida. Se sentía un dolor punzante debido a la herida, pero en muy poco tiempo ya no estaba, se había cicatrizado por completo.
Ese libro estaba muy bien escrito y los efectos estaban muy bien investigados, además ese bosque era perfecto para descubrir nuevas plantas curativas y venenosas para mis futuras necesidades, en algún momento necesitaría de esas hojas curativas, así que cogí un buen puñado y las guardé en uno de mis múltiples bolsillos. Poco después me quedé a mirar si el joven ya se había ido.
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Así que aún le buscaba, ese tipo era muy molesto. Estaba casi seguro de que si se acercaba al pueblo otra vez tendría que ocuparse del ex-marine y después de trabajar como un esclavo para ese viejo loco prefería no hacerlo. ¿Porque no podían ofrecerle algo como una cama y una cerveza fría? La gente era muy hostil en esos tiempos, sobretodo con los honrados piratas como él. Sabía por experiencia que el aspecto influía mucho a la hora de ganarse enemigos, así que pensó en usar arbustos y hojas para camuflarse. Por desgracia casi nunca le funcionaban ese tipo de estrategias así que pensó en dejar que otra persona entretuviera a ese incordio que le perseguía mientras él se largaba tranquilamente. ¿Y quién mejor que una chica que recogía hierbas en el bosque?
El pirata empezó a trazar un pequeño y sencillo plan en su cabeza, algo bastante inusual en alguien como él. De vez en cuando pensaba estrategias o tácticas a corto plazo pero normalmente no iban más allá de cinco segundos. Se preguntaba que tal le iría; su idea era intentar que fuese esa joven la que distrajese al ex-marine para que le dejara salir de la isla en paz, aunque no estaba muy seguro de cómo iba a hacerlo. Contaba con que pudiese engañarla para que le acompañase al pueblo y una vez allí... bah, hacer planes nunca fue lo suyo. Eso era cosa de idiotas, así que usaría su estrategia predilecta: improvisar.
-Oye, este sitio parece peligroso. ¿Qué te parece si te acompaño un rato para evitar que te ataquen? -le propuso el pirata. Contaba con que no se le notase demasiado que tenía unas segundas intenciones; y esperaba también que no pensase que sus segundas intenciones eran de otro tipo. -Luego sería de gran ayuda si me guiases hasta el pueblo, si voy solo seguro que me pierdo. -Curiosamente en eso sí que tenía razón. Si había una cosa segura en el mundo era que Arribor se perdería en mitad del bosque. Aunque lo prefería antes que encontrarse nuevo con el anciano gruñón.
El pirata empezó a trazar un pequeño y sencillo plan en su cabeza, algo bastante inusual en alguien como él. De vez en cuando pensaba estrategias o tácticas a corto plazo pero normalmente no iban más allá de cinco segundos. Se preguntaba que tal le iría; su idea era intentar que fuese esa joven la que distrajese al ex-marine para que le dejara salir de la isla en paz, aunque no estaba muy seguro de cómo iba a hacerlo. Contaba con que pudiese engañarla para que le acompañase al pueblo y una vez allí... bah, hacer planes nunca fue lo suyo. Eso era cosa de idiotas, así que usaría su estrategia predilecta: improvisar.
-Oye, este sitio parece peligroso. ¿Qué te parece si te acompaño un rato para evitar que te ataquen? -le propuso el pirata. Contaba con que no se le notase demasiado que tenía unas segundas intenciones; y esperaba también que no pensase que sus segundas intenciones eran de otro tipo. -Luego sería de gran ayuda si me guiases hasta el pueblo, si voy solo seguro que me pierdo. -Curiosamente en eso sí que tenía razón. Si había una cosa segura en el mundo era que Arribor se perdería en mitad del bosque. Aunque lo prefería antes que encontrarse nuevo con el anciano gruñón.
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