El Terror De Aquella Noche [Thanatos/Anglesey/Zackary]

Era una noche oscura y tenebrosa, el viento soplaba con una fuerza increíble, tanta vasta era, que conseguía mover los pocos árboles que por la zona había. La luna no estaba esa noche en el cielo, seguramente tapada por las nubes negras que invadían la noche. Un rumor que se había extendido rápidamente, decía que las minas de aquella isla estaban malditas. Había desaparecido gente, algunos cadáveres habían sido hallados colgados de sogas en la entrada de las minas y otros aparecían mutilados en las puertas de las casas. Algo inhumano y horrible, el gobierno tal vez podía estar haciendo sus planes al igual que la marina, pero para la persona que se había desplazado hasta allí, no era algo fantasmal. Pensaba que eran algunos psicópatas desquiciados o algo por el estilo, tal vez se equivocaba, todo iba a verse ese día tan espeluznante. Este individuo respondía al nombre del zorro del dolor, o también por su verdadero nombre, algo que muy pocos conocían, Thanatos. El cazador llevaba poco con su viaje, mediante algunos conocimientos, había conseguido ponerse unas cuantas metas más, ahora estaba interesado en ambiciones mayores.

- Parece que me estoy acercando...

Mencionó ahora despacio mientras sus ojos lilas a franjas, se fijaban en una pequeña entrada. El chico tenía el pelo naranja y su piel era pálida, tenía varios pircing por su rostro. En la nariz tres barritas le perforaban de lado a lado, bajo el labio inferior disponía de otras dos en forma de colmillos. En cada oreja tenía seis, sin contar la barra que atravesaba la oreja de arriba abajo. Sus uñas estaban pintadas en un rojo intenso, en su dedo pulgar de la mano derecha portaba un anillo morado. Vestía con una túnica negra con nubes rojas bordadas, un pantalón morado oscuro y unas sandalias de madera, debajo de estas, llevaba unos cómodos calcetines blancos. No parecía llevar ningún arma de filo ni nada parecido pues no las necesitaba, su cuerpo era lo único que utilizaba para el combate de momento, a no ser que más tarde le agradara otra forma de lucha. No tardó en llegar a la entrada de la mina, se quedó mirando un pequeño cartel, el cual no podía leer debido a la terrible oscuridad. Pasó de este y continuó su camino, adentrándose en el interior de la mina mientras se mantenía alerta, en el cartel que se acababa de saltar, ponía “No pasar”

- Este sitio está bastante oscuro. Deberé de tener cuidado con las posibles trampas, seguramente esos locos se esconden en el interior de este remoto lugar tan oscuro y aislado.

Thanatos continuó su camino mirando al frente, hasta que por fin pudo ver en las paredes de su lado, dos antorchas. Tomó tan solo una, la del lado derecho, después la observó despacio, alguien la había encendido hace poco, lo que le dio una pista fundamental. Aquello de repente comenzó a ponerse muy tétricos, se escuchaban distintos sonidos que dificultaban la concentración. El aire entraba con fuerza haciendo sonidos extraños, además algunos lamentos “Uaaaaaa…” hacían que el cazador frunciera el ceño. Parecían cómo si fueran bebes llorando, algo realmente espeluznante, la mirada del peli naranja iba de un lado a otro, no sabía qué hacer en una situación así. Los ruidos parecían venir de todas partes, no creía en los fantasmas pero algo le estaba poniendo nervioso, dejó la otra antorcha allí y comenzó a adentrarse en la mina de forma lenta y tranquila. Analizando los escandalosos llantos detenidamente y preparado para cualquier cosa, aquella noche parecía una verdadera pesadilla.

Una noche oscura y una leyenda sangrienta, el ambiente ideal para un demonio. Desde hacía unas semanas, solo un loco se atrevería a acercarse siquiera a la isla de Blanc Leumont, y sin embargo aquel era su destino. El agente bajó lentamente por la escalinata del barco, sin ninguna prisa, dejando que el viento meciera su corta y descuidada melena rubia y encendiendo el cuarto cigarrillo de la jornada. El cielo era un manto casi uniforme, totalmente negro en ausencia de la luz de la Luna y punteado por algunas estrellas que apenas destacaban en la intensa oscuridad. Lo único que iluminaba la isla eran las lámparas que podían verse desde el mar y que alumbraban las calles y casas de las aldeas y los asentamientos mineros. Sin embargo no le asustaba la oscuridad, había vivido demasiado tiempo en ella como para ahora asustarse.

El Ángel Negro se alejó del barco del gobierno y se encaminó hacia la mina más cercana. Si lo que se decía sobre la "maldición" de aquel lugar era cierto, posiblemente esa noche sucediese algo de nuevo. Aunque lo cierto era que no entendía de maldiciones. Para él, la sucesión de extrañas muertes acontecidas en la isla minera no eran más que la demostración de que algún alma oscura campaba a sus anchas por allí. Y era su deber detenerla. Según las instrucciones que había recibido, debía encontrar y eliminar al culpable de los asesinatos, pues los recursos extraídos de esas montañas eran importantes para los intereses del Gobierno Mundial. Sin embargo no tenía intención de matar sino de salvar. Su moral le impedía asesinar a alguien sin antes darle posibilidad de redención, por lo que se limitaría a darle una paliza para empezar con buen pie su carrera como agente.

En cuestión de minutos llegó hasta el asentamiento. A esas horas no había nadie trabajando y solo algunas lámparas sueltas iluminaban la enorme excavación. Aun así, la entrada al túnel estaba completamente a oscuras, como si hubiesen robado las lámparas que lo señalaban o como si jamás hubiese habido ninguna. Pero eso poco importaba, en su profesión la oscuridad era bien apreciada y se utilizaba como una herramienta a la hora de cumplir las misiones. O al menos eso tenía entendido, pues se encontraba inmerso en su primera misión en solitario y aún dudaba a la hora de cumplir las órdenes de sus superiores. Sabía que su unidad se jactaba del sigilo, la obediencia y la efectividad, así como de que poca gente conocía siquiera su existencia, pero él no era la clase de persona que se limita a obedecer, lo que le traía algún que otro quebradero de cabeza a sus superiores.

Fue entonces, mientras andaba perdido en sus recuerdos y ensoñaciones, cuando un sonido de pisadas llamó su atención. Parecía proceder de un lugar cercano, en concreto, tal y como descubrió unos segundos más tarde, procedía del interior del túnel. Apenas eran audibles, pero el eco del interior de la montaña amplificaba su intensidad. Parecía que había acertado con el lugar, por lo que se acercó sigilosamente en la oscuridad del túnel, solo rota por la tenue luz que emanaba su cigarrillo. Era evidente que allí dentro había alguien, o al menos sonaba como si lo hubiese. Tal vez se tratase del asesino que buscaba o de alguna víctima potencial, pero en cualquier caso no perdía nada por curiosear un rato.

Zackary se adentró en el interior del túnel, consciente de que sería fácil detectar su presencia allí igual que él había descubierto la de la persona que había allí. El agente encendió su mechero y comenzó a hablarle a la oscuridad. -Es una noche muy oscura como para trabajar en la mina. Deberías tener cuidado, nunca se sabe cuando puedes toparte con una maldición. -dijo con un siniestro tono de voz que no hizo sino recordarle los tiempos en los que él mismo era una maldición.

Empezaba a creer que su búsqueda era inútil. Bueno, para qué mentir, lo creía desde hace bastante ya.
Había llegado a aquella isla sombría con pocas esperanzas y dispuesta a pasar un rato agradable pero sus planes se habían truncado al llegar a la posada en la que pensaba alojarse. Aquí y allá se oían murmullos sobre asesinatos misteriosos y la gente del lugar, que comenzaba a mostrarse supersticiosa, hablaba de una maldición en la mina o de la presencia de criaturas fantasmales. Y los mineros, ociosos ahora porque no se atrevían a volver a sus puestos de trabajo, pasaban las horas en la taberna bebiendo para ahogar las penas, ojerosos.

La verdad es que no había mucho que hacer en aquel pueblo. Ya había ido incluso por las casas preguntando, tratando de encontrar a alguien que la reconociera como la antigua niña que había sido o que le hablara de lugareños que hubieran muerto en algún triste naufragio. Pero nada. La miraban con miedo y más teniendo en cuenta los acontecimientos. Puede que hasta sospecharan de ella o de cualquier cara desconocida de los últimos días. Puede que también sospecharan de las que les eran conocidas...

Se levantó de su mesa en la taberna, recogió sus katanas, y tras sujetárselas al cinturón y pagar por su cena, salió a la calle. La verdad es que había un ambiente cargado pero quizás sólo fuera la tensión acumulada de los propios habitantes de la villa, ¿no? De hecho, probablemente no había nada de sobrenatural en aquellos ataques, tan sólo algunos maleantes que se cebaban con la población. Seguro que había una razón para los asesinatos, fuera moralmente válida o no.
Allí se sentía muy observada, fuera donde fuera. Pero no tenía nada mejor que hacer y el hecho de que fuera noche cerrada, apenas iluminada por la luna de forma muy vaga no la asustaba. Empezó su camino hacia la entrada de la mina, el cual le llevaría un buen rato.


La entrada al túnel parecía un boca negra que no auguraba nada bueno. Al lado de ella se distinguían vagamente los bordes de un cartel de madera clavado en el suelo que probablemente decía "No pasar" o algo de ese estilo. Del interior de la mina salían una especie de gemidos amplificados por la forma del túnel, entre otros sonidos. Pero tampoco era tan raro, llevaba oyendo ruidos raros todo el camino hasta allí, desde aullidos, extraños cantos de pájaro y ramas que se quebraban. Podía deberse a cualquier animal.
Se encogió de hombros. Adentrándose en el túnel, a pocos metros parecía haber dos personas ya que era capaz de distinguir dos tipos de pisadas diferentes y retazos de una conversación.

-... noche ... oscura ... mina. ... cuidado ... maldición.

Sonaba un poco siniestro. Decidió hacerse transparente a pesar de que seguramente podría camuflarse fácilmente en la negrura y se dirigió hacia ellos, intentando hacer el menor ruido posible. De las paredes del túnel, que sólo estaban apuntaladas en ciertas zonas, se desprendía tierra al pasar la mano. "Perfecto, ahora tengo que evitar tocar las paredes, además de piedras sueltas por el suelo." Casi se le escapó un suspiro de resignación que rompería la quietud del lugar.

Trató de acercarse más para oír a los desconocidos hablar.

Aquel lugar realmente era temible, el peli naranja pensaba que debió de haberse llevado a sus dos caminos del dolor. Sin embargo ya no había marcha atrás y debía afrontar aquello sin el poder de su fruta del diablo. Los quejidos eran espeluznantes y cada vez iban a peor. El pequeño sonido de un encendedor llegó a sus oídos, lo que hizo que el cazador frunciera el ceño un momento y cerrará su puño derecho. acto seguido escuchó aquella voz que le hablaba, tal vez se trataba de los asesinos que estaba buscando, permaneció callado unos segundos mientras pensaba que hacer. La opción de girarse era tentadora, pero tal vez le estaban apuntando o algo por el estilo. No llevaba sus marionetas y no podía defenderse bien, pero aún así también sabía combatir perfectamente por sí mismo. Cerró los ojos despacio sin llegar a darse la vuelta, acto seguido empleó su seria voz para comenzar a hablar en un tono frío y calmado, como si pasara de todo y le diera igual quién estaba detrás de él.

- Lo mismo podría decir de ti, es bastante tarde para estar en un lugar como este. Hay muchos asesinos sueltos, no sé si eres uno de ellos, pero me da igual, mi identidad es algo que no me importa revelar. Si vas a intentar matarme, hazlo cuanto antes, pero no me quedare quieto.

De repente el cazador se giró a gran velocidad con la antorcha por delante, iluminando el espacio entre aquella voz y la suya. Pudo ver la silueta de una persona, pero no veía bien sus rasgos, sin embargo los suyos se pudieron ver perfectamente debido a la luz del fuego que poseía en la antorcha. No sabía si era un enemigo o no, pero dejó claro que no se iba a dejar coger o eliminar. Acto seguido metió la mano en su bolsillo de forma lenta, parecía como si fuese a sacar un arma, pero de repente sacó una pequeña tarjeta. En ella estaba algo de su información, la cual tapó con su dedo pulgar, dejando solo la parte dónde ponía claro que era un cazador. Instantes después la guardó de forma tranquila mientras alzaba la mirada observando el techo de la cueva, había varios murciélagos, los ignoró y volvió la vista hacia la silueta que tenía delante.

- Cazador Thanatos Namikaze. Estoy aquí por los asesinatos de la isla. Si no te importa me gustaría que te identificaras, si no lo deseas, al menos podrías ir delante. Ten en cuenta que me estoy arriesgando mucho, ya que no te conozco ni sé nada sobre ti.

Dijo ahora mientras le observaba de forma tranquila esperando su respuesta, de repente escuchó unos pasos en el silencio de la oscuridad. Miró hacia el pasillo por el que había venido y frunció el ceño, pero después chasqueó la lengua y volvió a observar al chico. Cuando todo parecía ir bien, un sonido espeluznante en forma de llanto de niño pequeño surgió, después un fuerte viento salió del interior de la cueva. El fuego de la antorcha del cazador se apagó totalmente y todo quedó a oscuras, salvo por la pequeña luz del mechero de ese hombre. El cazador pegó su espalda a la pared quedándose callado, los ruidos cesaron y el viento paró.

- Maldita sea… parece que alguien está pasándolo bastante bien con esto.

El sonido de su encendedor resonó en el interior del túnel con gran intensidad, rompiendo el silencio sepulcral. La pequeña llama iluminó momentáneamente la oscuridad que le envolvía y dejó entrever su rostro durante un segundo antes de apagarse. Según avanzaba podía ver como destacaba en el túnel la luz anaranjada de una antorcha oculta tras el cuerpo de alguien. Apenas podía distinguir el aspecto de aquel hombre a pesar de la luz, pues llevaba una túnica oscura cubriendo su cuerpo y en su rostro había varias algo parecido a púas de acero que sobresalían de él... o que lo atravesaban, sin duda era un tipo raro. Zackary se detuvo a pocos metros de él, aún al amparo de la oscuridad de forma que su cara todavía no se revelaba.

-Lo mismo podría decir de ti, es bastante tarde para estar en un lugar como este. -comenzó a decir el hombre frente a él. -Hay muchos asesinos sueltos, no sé si eres uno de ellos, pero me da igual, mi identidad es algo que no me importa revelar. Si vas a intentar matarme, hazlo cuanto antes, pero no me quedare quieto. -Una declaración interesante. No parecía ser un tipo amistoso aunque, bien mirado, él tampoco lo era. Aun así no era su intención matar a nadie, como tampoco lo era dejar escapar a un posible asesino. El pelinaranja se identificó como Thanatos, un cazarrecompensas que por alguna razón que solo él conocería se había interesado por la supuesta maldición que azotaba la isla minera. Se le hacía raro ver a  un cazador en un lugar como aquel, normalmente los de su clase se dedicaban a perseguir gente con recompensa no a internarse en minas en plena noche.

El Ángel Negro se planteó la posibilidad de decirle quien era, aunque no tardó mucho en descartarla. Si ser sociable ya se le daba mal de por sí, el secretismo que su agencia le exigía impulsaba su tendencia a guardarse sus secretos para él. El agente decidió actuar como de costumbre y pasó delante del cazador, tal y como este le había pedido, con paso lento y medido, pendiente de cualquier posible ataque. No es que se fiara de cualquier desconocido con el que se cruzaba, así que no le quitaría el ojo de encima. Además aún no lo había descartado como culpable por lo que prefería que se confiara yendo tras él.

Entonces lo oyó, un sonido agudo e intenso seguido por una fuerte y repentina ráfaga de viento, provenientes ambos del interior de la montaña. Axel se quedó anonadado, no se esperaba algo así. Lo siguiente fue un intenso silencio, como si nada hubiese ocurrido, un silencio tan intenso como la oscuridad de la mina. Echó un vistazo hacia el otro tipo, como si él hubiera podido ser el responsable de ese repentino suceso. Al ver que parecía tan sorprendido como él, decidió seguir avanzando para ver que era lo que encontraba entre la oscuridad, con su mechero como única fuente de luz entre la negrura y alerta ante todo. Luego se detuvo un segundo y se giró hacia el otro tipo.

-Deberías largarte de aquí. Si te pasa algo no me haré responsable, cazador. -Tras decir esto, siguió hacia delante, respiró hondo y apagó el mechero. -"Los demonios no temen a la oscuridad."

En el encuentro los dos hombres habían estado muy a la defensiva, casi como si se pudiera cortar la tensión con un cuchillo. Se hallaban uno frente al otro, intentando averiguar lo máximo posible del que podía llegar a ser su contrincante o su aliado. Por lo menos parecía que ambos pretendían averiguar quién estaba detrás que los crímenes y plantarle cara. Apenas podía ver nada excepto sus serias caras ligeramente iluminadas por una antorcha y sombras que bailaban contra las paredes.

Por fortuna la entrada a la mina era lo suficientemente ancha como para pasar sin molestarlos. "Hmmm, será un poco complicado pero podré alcanzar al interior." Uno de ellos se había girado en su dirección cuando se les acercó, quizás a causa del ruido de sus pasos. Todavía no había aprendido a ser del todo sigilosa... pero no le había ido mal. No hizo falta adelantarlos, ellos emprendieron la marcha.
Las paredes, de tierra, estaban húmedas y el ambiente cargado a medida que se adentraban más y más en el túnel. Se escuchaba maquinaria pesada al fondo y también aquellos gemidos que ponían los pelos de punta, que erizaban la piel pero que podían ser tanto humanos, animales o causados por algo artificial. Con suerte, no oirían demasiado sus pasos con toda aquella algarabía.

El túnel se bifurcaba en dos unos diez metros después para conectar con otras salas. A la derecha se oía agua correr, como si de un manantial subterráneo se tratara, o simplemente un canal de agua desviada para explotar la mina de forma más eficiente. A la izquierda, en cambio, seguían aquellos golpes, aquellos sonidos de metal, gemidos... que cada vez sonaban menos fantasmales pero más crueles.
Se paró en seco, sin saber muy bien cómo reaccionarían los hombres que iban delante. Lo primero que su mano hizo fue sujetar el mango de una de las katanas, expectante. ¿Qué se encontrarían al otro lado? Estaba muy oscuro...

Thanatos se mantenía serio observando al hombre que tenía frente a sus ojos, o al menos al que podía notar debido a la oscuridad. Al parecer el hombre no hablaba, eso podía significar que no era un amigo o que era mudo, las posibilidades eran múltiples. Pero la posibilidad de que no pudiera hablar la descartó enseguida pues anteriormente le había hablado, a no ser que fuera una radio que llevara o algo así. La tensión era enorme y se podía palpar, en una situación como esa no se podía saber quién era el malo y quién el bueno. El peli naranja mantenía su mirada fría y seria en aquel hombre esperando una respuesta, no se fiaba mucho, pero los sucesos de la cueva le preocupaban algo más. Después de unos momentos la única luz que los ayudaba era el mechero del tipo extraño, el cual empezó a caminar delante, pero de repente dijo unas palabras que hicieron al zorro sin dolor frenarse. Eso produjo una sonrisa amplía y arrogante en el rostro del cazador. “A un Dios no le puede pasar nada” pensó para después empezar a caminar tras él de forma tranquila y calmada sin miedo alguno.

- Lo mismo digo amigo, puedo cuidar de mí mismo perfectamente. Prosigue con tu camino sin preocuparte, yo haré lo mismo.

Los pasos del hombre de la túnica negra y nubes rojas, seguían avanzando tras el otro hombre, el cual levaba el mechero para iluminar la situación. De repente los caminos iban a separarse o podrían continuar juntos, eso dependía de la situación y las elecciones de los dos. El camino se dividía en dos rutas distintas, en una se escuchaba agua, como si fuera un rio subterráneo o un manantial. En el otro lado continuaban aquellos quejidos y sonidos raros, parecía la típica escena de videojuego dónde separaban el cielo del infierno, Thanatos no se llevaba muy bien con el agua, de modo que miró al otro chico para ver que iba a hacer este. Antes de dejarle contestar, pegó un paso adelante mientras ahora se ponía a su nivel y giraba el rostro para observarle. Su mirada seguía seria como siempre, ahora dejó fluir sus palabras para decirle a aquel hombre el camino que iba a tomar él.

- Parece que aquí se divide el camino, interesante. No sé qué camino vas a tomar, pero mi elección es el infierno. Jejeje… veamos como acaba todo esto de la maldición, me empieza a parecer a montaje mal hecho.  

Ahora comenzó a caminar adelantándose por el camino donde los ruidos continuaban escuchándose, tal vez lo único que había allí era unos jodidos locos torturando gente y forjando armas. Cosa que no le sorprendería, pero lo mejor sería torturar a esos desgraciados para que supieran conocer el verdadero dolor, por el momento todo estaba por ver. El peli naranja empezó a ver una intensa luz, se frenó y se escondió tras una roca sin saber si el otro chico le había seguido o se había dividido. Frente a sus ojos había una mina enorme, unas luces en el techo iluminaban lo justo para poder ver, todo estaba lleno de andamios y personas atadas con cadenas, las cuales jadeaban de dolor. Algunos tenían dagas clavadas en sitios no vitales y otros estaban siendo azotados. Al parecer había unos doce hombres, todos vestían con un pantalón blanco y con una máscara negra que solo dejaba ver sus ojos, una panda de locos, algo que ya se esperaba el cazador. Aquel espectáculo era horrible, ahora salió el chico de su escondite con la mirada inexpresiva y observando a aquellos tipos de forma seria.

- Sentid el dolor, conocer el dolor, comprobad el dolor, probad el dolor, aceptar el dolor.  

Tras aquellas palabras salió corriendo hacia uno de aquellos tipos e impactó su puño contra su cabeza, tirándolo con fuerza al suelo y provocando que este gritara de dolor mientras el resto tomaban armas de hierro y corrían hacia el peli naranja.

-"Izquierda... o derecha. Agua... o ruidos extraños." -Ante él se encontraba una decisión importante. Debía decidirse entre seguir un camino u otro y equivocarse en su elección podría suponerle problemas. Por un lado tenía los ruidos siniestros, seguramente producto del viento, el eco o algo así aunque no podía estar seguro; por otro, tenía el sonido de un arroyo en el interior de la montaña. No conocía los detalles de esa supuesta maldición pero imaginaba que un río subterráneo era un buen lugar donde ocultarse y planear lo que quiera que planease el responsable de aquello. Durante unos segundos permaneció en silencio, meditando sobre si seguir o no al cazador pelinaranja cuando oyó una respiración a su espalda. Parecía que no eran los únicos allí. Zackary se agachó a coger una pequeña piedra del suelo y la lanzó repentinamente hacia atrás.

-Hay mucho eco aquí para seguir a alguien. -Y como si sus palabras lo hubiesen provocado, un gemido ahogado llegó hasta sus oídos procedente del túnel de la izquierda, seguido de un sonido metálico. Sin perder un segundo echó a correr hacia allí usando la débil luz de su mechero como guía en la oscuridad. Unos metros más adelante vio como el tipo que se hacía llamar Thanatos golpeaba a un hombre y lo derribaba. Por suerte allí había algo más de luz. Había varios focos repartidos por la amplia cavidad en la que desembocaba ese corredor, así como lámparas por doquier. El Ángel Negro no se paró a preguntar que ocurría, simplemente actuó por instinto y saltó hacia el grupo de gente que empuñaba armas. Todos ellos vestían igual y no parecían tener buenas intenciones. Nada más ver aparecer al cazador del pelo naranja y después a él, uno de ellos se marchó por otro pasillo mal iluminado, adentrándose más en la montaña y dejando que sus compañeros se ocupasen de ellos.

El rubio vio como uno de ellos se acercaba a su posición empuñando una espada bastante larga, aunque pudo evitar su ataque impulsándose en una roca y colocándose a su espalda. El agente lanzó una patada baja con la que lo derribo para luego girar sobre su eje y golpear su cuello con la rodilla. Acto seguido se dirigió hacia uno de los tipos que estaban encadenados y buscó por las cercanías donde encontrar las llaves de sus esposas. Mientras buscaba, ignoraba lo que le decía el hombre encadenado y se dedicaba a enfrentar a los enemigos que se le acercaban. Intentaría dejar a alguno consciente para poder interrogarle después aunque no parecían estar por la labor de colaborar. Supuso que tendría que convencerles para hablar.

En ese momento, una nueva hoja se acercaba a su garganta, empuñada por un extraño tipejo con máscara. Zack rodó un metro por el suelo y pateó la rodilla de su adversario con fuerza, al mismo tiempo que saltaba para soltar un derechazo a otro tipo. En ese momento dio con lo que buscaba: las llaves. Se acercó hacia un juego de llaves que había quedado tirado por allí y, tras noquear a otro rival y rematar al último que había enfrentado, liberó al primero de los presos de aquel lugar y lo acercó hasta un rincón oscuro sin mediar palabra. El hombre lo miraba dudoso sobre qué hacer, pero el CP1 lo ignoró y se centró en los tipos que quedaban conscientes. Aún quedaba trabajo por hacer.

La pequeña piedra que tiró aquel tipo hacia atrás pasó rozando su cara, causándole un pequeño corte en la mejilla. Se llevó la mano a la cara con un quejido ahogado pero después sonrió un poco. Aquel tipo tenía fuerza y buena puntería y probablemente sería de utilidad en al situación que parecía venírseles encima. Estaban demasiado ocupados oyendo los gemidos de delante como para notar el de detrás. Él dudó si irse por el túnel de la derecha, donde sonaba el ruido del agua corriendo y podía ser un buen lugar para esconderse. Pero mientras tanto el otro hombre, el que tenía tantos piercings en la cara, entró en el de la izquierda sin dudarlo un segundo. Ella lo siguió y poco después el que había tomado el camino de la derecha volvió.

Aquella sala ofrecía un panorama dantesco. Prisioneros encadenadas, con dagas clavadas, siendo azotados... Y los que perpetraban el crimen vestían de blanco y llevaban máscaras. Como fuera, no necesitaba verles las caras. El cazador causó confusión atacando a uno de ellos. Obviamente aquella hizo que todos sacaran su armas y cargaran contra él. El otro lo ayudó un poco pero rápidamente se dirigió a un manojo de llaves que usó para liberar a uno de los prisioneros y llevárselo a un rincón. Puede que intentara interrogarlo para saber a qué se enfrentaban exactamente. Quizás no fuera la mejor opción, el cautivo parecía muy nervioso como para responder a nada en ese momento.

Uno de los tipos que torturaban a los prisioneros se escapaba por otro pasillo conectado a la cueva principal. Alice desenvainó una katana y la usó con un par de hombres a la espalda del chico con el pelo naranja que cayeron como fulminados al seccionarles la médula espinal. Aquellos que estuvieran mirando en su dirección solo verían a los maleantes caer, lo cual sería bastaste gracioso. Y escalofriante. Se daba cuenta de que lo más seguro era que estuviera ayudando a aumentar la fama de maldito que ya tenía ese lugar por sí solo.
Le daba igual. La situación allí abajo parecía medianamente controlada, por lo que siguió al que se había desviado por otro pasillo. Él no se detenía y estuvo a punto de caer un par de veces por tropezar con alguna piedra. El túnel tenía algunas antorchas distribuidas por las paredes pero con bastantes metros entre ellas, por lo que la luz era escasa. Algunas también estaban apagadas... ¿A la guarida de quien se estaban acercando? Al final del largo trayecto una puerta desvencijada y que conservaba sólo un poco de pintura roja.

-¡Jefe, abra! ¡Tenemos problemas! ¡Abra, por favor! -dijo mientras golpeaba la puerta desesperado.
Alice se apoyó contra la pared, con los brazos cruzados y expectante.

Mientras el cazador avanzaba hacia el tipo recién golpeado, pudo notar como ahora por su lado surgía el rubio comenzando a golpear también a varios de aquellos hombres. Eso sin duda le provocó una pequeña sonrisa de lado, al parecer ese hombre era de fiar, se quitó la espina de la sospecha y se centró en el payaso que se levantaba tras su golpe. Este le miró con el ceño fruncido y salió disparado de nuevo hacia su oponente, el peli naranja por su lado entrecerró los ojos y estampó con una brutalidad increíble, su puño en la cara de su oponente. La máscara cayó a un lado, descubriendo a un tipo calvo de ojos dorados y barba desaliñada. Lo tomó del cuello y lo miró de frente, era la hora de terminar lo que había empezando, sin embargo en el reflejo de los ojos de aquel tipo, pudo ver a otros dos tras él. La situación se puso difícil en ese momento, lo único que se le ocurrió fue usarlo de escudo humano, con su presa agarrada, se dio la vuelta interponiéndolo entre sus oponentes. Sin embargo estos estaban ya en el suelo, él no había sido y eso hizo que mirara a los lados.

El rubio parecía estar ocupado liberando a uno de los prisioneros, por lo que descartó enseguida que se tratara de él. Dejó el tema a un lado y clavó su rodilla en la mandíbula de ese tipo. Lo había dejado inconsciente sin duda alguna, pero ahora tenía otros asuntos, pasó por al lado de otro de aquellos tipos, este le atacó con un martillo. El cazador lo esquivó con facilidad y golpeó su rostro, haciendo que el martillo cayera al suelo, el tipo siniestro ahora se apoderó de él y con una media sonrisa golpeó la cabeza de aquel tipo. Después escupió a un lado y escuchó un ruido procedente de uno de aquellos túneles. Caminó hacia este con su mirada seria de siempre, lo que allí vio, fue un tipo golpeando una puerta y pidiendo ayuda, se acercó despacio y sin pensárselo golpeó el brazo de aquel hombre con su nueva arma improvisada. Este gritó de dolor, pero se cayó, ya que el temible cazador cogió su cabeza y la estampó contra la puerta, dejándole inconsciente sin matarle. El sonido de una silla rechinando llegó ahora a los oídos del peli naranja. Se echó hacia atrás frunciendo el ceño y mirando la puerta.

Esta de repente se abrió con violencia, de allí surgió algo que el chico no se esperó, un jodido gigante de doce metros. Su altura era increíble y casi llegaba al techo de la mina, no entendía como había cogido por la entrada, tal vez había otra entrada por la parte de atrás. Portaba una máscara de cuervo, la cual tapaba su rostro, pero no ocultaba su mata de pelo moreno que caían por su espalda. No llevaba camiseta, su cuerpo estaba lleno de heridas, sus pantalones eran blancos, estaba descalzo y en sus manos poseía guantes de acero. Ese tío debía golpear con una fuerza enorme, el cazador se impresionó un poco pero no se dejó achantar, saltó varios metros hacia atrás y suspiró preparando el martillo para lo que fuera posible. Todo carecía de sentido pero ese tipo era terrorífico, además tras la puerta por la que se había atrevido a entrar, se escuchaba agua y el sonido de una cascada. Tal vez una salida, pero lo importante ahora era salvar al resto de personas y derrotar a aquella cosa.

- De modo que tú eres el culpable de que haya tanto miedo últimamente en esta isla.

El tipo que escapaba se internó por un pasillo iluminado por una serie de antorchas. Zack decidió ignorarlo temporalmente para centrarse en los adversarios que todavía continuaban acechándolos. Varios de los tipos enmascarados se abalanzaron de nuevo sobre él, espada en mano, saltando en cuanto estuvieron a poca distancia de su posición. El ángel Negro los observó mientras volaban hacia él, sin mostrar un ápice de miedo o preocupación. Hacía mucho tiempo que había desechado esas emociones y una pequeña riña en la oscuridad no significaba nada para él. Simplemente se limitó a girar sobre sí mismo y patear la mano de uno de los enmascarados, impulsándose en él para saltar por encima del resto. Una vez en el aire, giró sobre sí mismo varias veces mientras golpeaba desde arriba al resto de oponentes y después aterrizaba suavemente sin hacer apenas ruido.

La situación parecía haber cambiado. Ahora, la mayoría de los supuestos responsables de aquella "maldición" o lo que fuera yacían inconscientes en el suelo, y el prisionero que había liberado un rato antes seguía agazapado en la oscura esquina. Sin embargo, una serie de ruidos comenzaban a salir desde el túnel por el que había huido el otro tipo, seguido por el cazador de pelo naranja. El agente se dedicó a buscar algún adversario más para evitar que escapasen pero, cuando quiso darse cuenta, un enorme gigante de más de diez metros surgió armado con un par de guantes de hierro.

-"Interesante." -pensó Zack al ver como los pocos hombres que quedaban en pie se alejaban de aquel gigante, aunque más que con miedo, lo hacían como si simplemente quisieran dejarle pasar. Quizás ellos mismos lo hubiesen liberado para enfrentarse a los intrusos o tal vez se enfrentasen simplemente a su líder. En cualquier caso, su deber como agente del Cipher Pol era detenerlo y acabar con la oscura racha de asesinatos cometidos en esa isla. El rubio echó a correr hacia su adversario, aprovechando que se encontraba mirando al caza-recompensas y ascendiendo por la pared de roca tras él a base de impulsarse en los salientes que encontraba.

Por suerte, contaba con la ventaja de que la única luz de la caverna provenía de unos focos en el techo, por lo que pudo lanzar una roca a uno de ellos y causar la penumbra en una zona determinada, en concreto el área en la que se encontraba el gigante. No creía que ese grandullón pudiese verle acercarse si no había luz. En cuanto llegó a la altura de la cabeza del gigante, se impulsó con fuerza mientas giraba en el aire sobre su propio eje, lanzando una potente patada sobre su sien izquierda. Pudo notar como su pierna se resentía por el violento golpe, aunque al menos hizo tambalearse a su enorme adversario. Inmediatamente después, saltó hacia atrás para evitar u golpe que seguramente habría sido fatal debido al hierro que cubría sus manos. Parecía que sería un rival difícil de batir. Sin duda sería entretenido.

El chico de los piercings parecía haberse desembarazado de sus atacantes y pasó raudo junto a ella en busca del hombre que se escapaba. En lugar de tratar de esconderse y ver quien se encontraba tras aquella puerta, se limitó a atacarle y golpear su cabeza contra ella, de forma que el huido quedara inconsciente. Alice puso los ojos en blanco. "¿Se puede ser más bruto y descuidado?" Y eso que ella no se quedaba corta con la brutalidad a veces.

Creo que ninguno se esperaba lo que vendría de aquella puerta de madera descolorida pero que conservaba algunos tintes de rojo. Una mole de unos 12 metros o quizás más había aparecido. Parecía imposible que pudiera haber entrado por el túnel. "¿Habrá otra salida?" Había que tener en mente todas las opciones para una posible escapada de emergencia.

De pronto se hizo la oscuridad. No completa pero lo suficiente como para que le costara un poco ver. Todavía ni se había separado de la pared terrosa y por un momento agarró un puñado de tierra con cada mano y miró con desconcierto a su alrededor. Parecía que el tipo que le había hecho el rasguño en la cara con una pequeña piedra ahora había roto los focos con otra. Alice se puso en acción. No pesaba descubrirse por ahora, prefería ayudarlos hasta donde pudiera sin que la vieran porque podía ser contraproducente.

El gigante ocupaba casi todo el pasillo. Se puso tensa, expectante. Vio el hueco que quedaba entre las piernas de aquel gigante y se aprovechó de él para pasar a su espalda. Descubrió que la sala era una enorme habitación, a medio camino entre despacho y lugar de descanso. Los muebles era gigantescos, hechos a medida para él. No se fijó en nada más, las vidas de los allí presentes ya corrían demasiado peligro como para pararse con esas cosas. ¿Cuál era un buen punto del cuerpo para atacar?

Miró sus corvas. Era un buen lugar para atacar así que desenfundó un par de katanas con las manos. Corría el riesgo de que se derrumbara hacia atrás pero la habitación era grande suficiente, aunque no se había fijado en si existía otra salida. Bueno, aquel era el momento, se hizo visible para que los otros dos pudieran verla y cooperaran para tumbar a la mole.

El rubio no tardó en unirse a la fiesta contra el enorme gigante, el cual parecía muy peligroso, Thanatos por su lado frunció el ceño y tomó una tubería de acero que encontró en un lado, era hora de que el devastador diera un poco de caña. Pudo ver como los focos eran destrozados por el otro tipo y debido a eso, la luz desapareció de la jodida sala, por lo menos se veía lo justo, aunque de forma escasa. Ahora aquel tipo golpeó al gigante con una patada en la cabeza y después se apartó, aquello produjo un tambaleo de aquella cosa y unos gruñidos que empezó a soltar, al parecer la situación se ponía tensa. Ahora el cazador pudo ver como una chica surgía a las espaldas del gigante y parecía dispuesta a atacar, eso le hizo sonreír de lado, de modo que ella había sido la causante de ciertos ataques a aquellos criminales. Todo empezaba a cobrar sentido en aquel lugar de mala muerte, pero ahora iba a cumplir su parte, se encargaría de dejar a aquel gigante a merced de los demás. Por ello empezó a girar su tubería con buen manejo mientras entrecerraba los ojos despacio y dirigía su fría y seria voz hacia el ser de la montaña.

- Se te acabó la diversión, este es tu final. Vas a tener que responder por todos los asesinatos que has causado capullo. Despídete de la vida maldita basura. ¡Tetsu Okami!

El cazador se movió de forma ágil hasta colocarse frente a aquella cosa, el enorme monstruo enfadado trató de aplastarlo con su enorme puño, pero el movimiento del peli naranja le hizo fallar, debido a que rodó por el suelo de forma perfecta. El golpe hizo incluso un pequeño boquete en el suelo, lo que hizo que algunas piedras cayeran del techo, una de ellas cayó sobre el hombro de Thanatos, el dolor fue intenso y casi se le escapó un quejido, pero supo contenerse. Había soportado ya mucho dolor físico en su vida y podía con más, pero ahora no podía permitirse esos errores, la sangre empezó a salir de su hombro, haciendo que las gotas del líquido carmesí, tocaran el suelo despacio. Entrecerró los ojos notando como la enorme mole alzaba de nuevo su puño para tratar de atacarle, esta vez parecía ir más fuerte que antes, pero saltó de nuevo a un lado, el golpe destrozó otra parte del suelo con violencia. El chico esperaba a que el rubio también preparara un buen ataque para aquella cosa.

Pasados unos momentos, el cazador corrió con velocidad y saltó sobre la mano del enorme monstruo, para después pasar a su antebrazo y de ahí lanzar un poderoso golpe. Pegó con toda la tubería y su maldad, en toda la mejilla derecha, con eso y aprovechando el ataque de los otros dos esperaba que cayese, la sangre del enorme hombre saltó debido al porrazo de la barra. Un poco incluso bañó al cazador, el cual aterrizó en el suelo jadeando un poco y con la mano en el hombro, pero no le dio importancia y se giró de nuevo esperando a ver que había pasado con el tipo gigante y los otros dos.

La lucha se había vuelto de lo más interesante, no solo por la gran fortaleza que demostraba su adversario sino también por la inesperada aparición de una joven espadachina. No sabía de donde había salido, pero supuso que se trataba de la persona que había escuchado respirar a la entrada del túnel unos minutos atrás. -"Así que eras tú." -pensó mientras veía como el cazarrecompensas peleaba con su gran oponente, llevándose ambos unas cuantas heridas. La chica atacaba a sus piernas, el cazador a la cabeza. Supuso que sería un buen momento para hacerlo caer de una vez. Al fin y al cabo, sus potentes golpes comenzaban a afectar a la caverna y no quería que una roca le aplastase. Lo mejor sería salir de allí como pudiesen aunque no creía que les resultara fácil. Ese tipo parecía fuerte y no dudaba de que si se enfrentasen a él uno contra uno acabarían hechos puré. Por suerte, contaban con cierta ayuda inesperada.

Zack se movió rápidamente entre la oscuridad y se acercó al gigante. Los golpes de sus dos improvisados compañeros le habían herido y lo único que podía hacer para no caer del todo era apoyarse sobre el brazo izquierdo, pues sus piernas flaqueaban momentáneamente debido a los cortes de la joven. Aquel sería su objetivo. No le entusiasmaba la idea de hacer daño a alguien, aunque una parte d su ser le pedía con todas sus fuerzas que lo despedazase allí mismo, una parte de su ser que creía ya olvidada. Sin embargo no se dejaría seducir por el demonio de su interior, si por algo se caracterizaba el nuevo Ángel Negro era por no matar a no ser que fuera en una ocasión excepcional, así que se limitaría a dejarlo KO.

El agente salvó la distancia entre ellos en cuestión de segundos, aprovechándose de la penumbra que reinaba en el interior de la montaña. Estaba seguro de que se haría daño si golpeaba a ese tipo, pero por suerte contaba con las Llaves, una serie de técnica destinadas a preservar la vida, pero que el antaño despiadado Zack había pervertido en pos de la sangre. Esas eran las llaves que le permitirían derrotar a su rival. Todavía a la carrera, se colocó justo delante del brazo del gigante y apoyó las manos en el suelo, apoyándose sobre ellas y usando la fuerza de la caída para lanzar una potente patada justo en la muñeca. Pero no se detuvo ahí, ignoró el dolor que había sentido al atacar el duro cuerpo del gigante y giró sobre su eje al mismo tiempo que saltaba para lanzar una nueva patada, esta vez en dirección al codo.

El enorme asesino fue derribado por fin, dolorido por los golpes recibidos y agitando los brazos frenéticamente para intentar golpearles a alguno. Personalmente dudaba de que fuera suficiente hacerle caer una o dos veces para acabar con él, por lo que decidió apartarse un par de metros. En cualquier caso, nada le garantizaba que no hubiese otro enemigo oculto todavía, por lo que no podían bajar la guardia. Por desgracia uno de esos golpes casi al azar acertó a darle al rubio, mandándole a volar varios metros hasta chocar contra la dura pared de roca. Más les valía acabar cuanto antes o nadie saldría con vida de aquella montaña maldita.

Clavando las katanas (bueno, dos de ellas) detrás de una de las rodillas de aquel... ¿monstruo? había logrado que se tambaleara ligeramente. Supuso que bueno, no estaba mal, por algo había que empezar e hizo grandes esfuerzos para arrancar sus espadas de la carne del gigante. Los golpes que le habían propinado los dos hombres también le habían afectado, y mucho. No podía ver bien qué le hacían pero se imaginó, por los movimientos del gigante, que fuera lo que fuera era bastante devastador.

Su enorme cuerpo empezó a inclinarse hacia atrás en una trayectoria descendente y Alice tuvo que salir de allí por patas para evitar una muerte por aplastamiento. Al tocar el suelo, todo retumbó por su gran peso, como si de un pequeño seísmo se tratara. Quedó entre su cabeza y su brazo. Todavía se retorcía y movía, sorprendido por su propia caída y ella trataba de esquivar los movimientos de su brazo como podía. No era fácil, menos teniendo en cuenta la falta de luz.

Sabía que en cualquier momento podía levantarse pero no era el momento de ponerse a desaprovechar oportunidades. Desde su posición (entre el brazo izquierdo del gigante y su cabeza) y se acercó a su cuello. Seguía teniendo que esquivar algunos de sus movimientos pero estos en general se dirigían hacia los lados y no hacia su propia cabeza, como era lógico. Lo miró por un momento, dudando. Acto seguido clavó de nuevo una de sus espadas en la carne de aquel ser, pero esta vez en el cuello y al sacarla un chorro de sangre salió del corte como si de un surtidor se tratara.

No tuvo suerte. Como también le había pasado al hombre rubio el gigante se removió lo suficiente como para poder pegarle un manotazo y enviarla contra la pared. Se deslizó por la dura piedra hasta el suelo, arañándose la espalda como consecuencia de ello. Unos metros a su derecha había otra puerta, la salida de emergencia que debería haber buscado desde un principio. ¿Adónde llevaría? Perderse por los túneles no era una perspectiva muy agradable pero volver por donde había venido... menos. De todos modos no importaba. Jadeaba intentando llenas sus pulmones a toda costa pero se le hacía demasiado complicado debido al golpe. ¿Era aquel el fin? No, debía reponerse. ¿Por qué? ¿Qué sentido tenía? No lo sabía pero no iba a morir allí. Afortunadamente, el gigantón seguía pareciendo un escarabajo dado la vuelta que no puede ponerse sobre sus patas.

Off:

Su enorme oponente seguía moviéndose casi sin control, lanzando golpes a diestro y siniestro sin molestarse siquiera en mirar a donde golpeaba o en preocuparse por si acertaba a darles a alguno. El cazador se había perdido en la oscuridad, y ahora tendrían que ser la joven de las katanas y él mismo los que acabasen con el enorme loco que aterrorizaba la isla. El rubio se incorporó dolorido, posiblemente tuviera varias costillas rotas y varios moratones. No tenía ni idea de cómo diablos se las iban a arreglar para derrotar a ese tipo pero lo que estaba claro era que no iba a largarse de aquella montaña sin haberlo hecho. No iba a dejar que continuase matando impunemente, no si él podía impedirlo. Aunque en realidad, comenzaba a dudar de poder hacerlo. Pero eso poco importaba, si resultaba ser incapaz simplemente moriría con la conciencia tranquila.

Mientras todo esto pasaba por su mente, el grandullón comenzó a incorporarse, resistiendo el dolor de las heridas de sus piernas pero sin dejar de atizar a todo lo que se le antojaba. Estaba rabioso, como un animal enfurecido al que es imposible calmar. Solo que este animal era un maldito gigante de más de diez metros de altura y tenía un par de guantes metálicos. Aquel loco empezó a golpear la pared cada vez con más fuerza, como si quisiera... -"Oh mierda". -pensó. Si de verdad iba a hacer lo que pensaba que iba a hacer estaban en un buen lío. -Oye chica va a provocar un derrumbe. -exclamó. Al fin y al cabo ella era una civil y no tenía porqué verse involucrada en algo así, aunque todavía no tenía claro quién era.

En cualquier caso debían detener a ese maldito. Zack saltó contra él sin pensarlo dos veces, lanzando una potente patada directa a su rodilla izquierda. El enorme hombre se lamentó unos segundos y luego simplemente lo pateó lejos, directo contra uno de los altos focos que iluminaban la caverna. Fue entonces cuando cayó en la cuenta, si no podía vencerlo con fuerza usaría otra cosa. El rubio buscó con la mirada un generador, cualquier cosa que proporcionara energía a esas luces. Por suerte estaba acostumbrado a la oscuridad y la penumbra y no tardó mucho en encontrarlo. Una vez dio con él giró una pequeña rueda que señalaba la potencia y las luces restantes aumentaron su intensidad. En ese momento, mientras la caverna retumbaba con cada golpe, el joven agente pateó uno de los focos, el más cercano al enorme loco, de forma que este caería directamente sobre él. Aunque necesitaría algo más. -¡Ey chica! -exclamó, esperando que no se hubiera marchado. -Corta los cablesl. -La idea era simple, si la espadachina  cortaba los cables del aparatoso foco, podrían usar los extremos para electrocutar a aquella cosa. Solo esperaba que la joven lo hiciera sin chamuscarse, pues él se dedicaría a entretener a la mole mientras ella acababa con él.

OFF:

Era cierto, no podía simplemente irse. Ni él ni ella, si querían evitar que el gigante y sus hombres siguieran haciendo de las suyas en aquella isla o bueno, en cualquier lugar aunque estaba bien tener la salida de emergencia a la vista. Que por cierto... ¿qué se suponía que era lo que estaban haciendo? "Da igual, eso no es lo importante ahora." Eso pensaba Alice. Todavía resollaba, pero había conseguido recuperar un poco del aire perdido por el choque contra la pared. Se levantó con gran esfuerzo, ayudándose de los salientes de la rocosa pared, que previamente habían arañado su espalda.

Mientras se agarraba a la pared, ésta comenzó a temblar. Podía ver que el otro hombre no había salido mejor parado que ella y que su oponente golpeaba la pared con fuerza. ¿Qué era aquello que llevaba en las manos? ¡Joder! Trataba de derrumbar el lugar y parecía muy determinado a conseguirlo. ¿Acaso no corría riesgo de quedar sepultado él mismo? Hasta qué punto llegaría su desesperación...

El chico golpeó de nuevo y de nuevo fue enviado lejos también. Pero al parecer, se le encendió la bombilla, nunca mejor dicho. Subió la intensidad de las luces de la sala, cegándola por un momento. Al menos supuso que también estaría cegando a la mole, mientras ella intentaba acostumbrar la vista. Todavía seguía aturdida por el golpe y aquello no la ayudaba.

-Corta... cables...

El hombre, su aliado en esta estúpida lucha en la que se había quedado atrapados, tenía una buena idea. Mientras él distraía al tremendo monstruo, Alice visualizó los cables. Éstos junto con unas poleas ancladas en el suelo eran los que mantenían los focos sujetos. Sólo le quedaba fijarse bien en cuáles eran los que agarraban aquel foco concreto. De un espadazo cortó los cables que pensaba que eran los correctos (no se equivocó) y por suerte, debido al mango de la katana, no se electrocutó. Antes de que el peso de la lámpara hiciera subir los cables los acercó los cables a la piel de su rival, que empezó a convulsionarse ligeramente debido a la electricidad y a soltar quejidos. Probablemente su cuerpo era demasiado grande como para verse demasiado afectado, pero esperaba que el golpe del enorme foco que se dirigía a su cabeza lo rematara.

El cuerpo del gigante se convulsionó debido a la electricidad que lo recorría sin piedad, impidiéndole seguir golpeando la pared de roca. Aun así, el daño estaba hecho y el techo comenzaba a venirse abajo cada vez a mayor velocidad. Enormes fragmentos de piedra caían con una fuerza desmesurada, aplastando todo lo que encontraban. El agente liberó a los prisioneros que quedaban en la caverna y estos salieron a toda prisa por el túnel por el que habían entrado, guiados por el primero de los que el rubio había soltado. El enorme asesino se zafó de los cables y se giró hacia ellos, justo en el momento en que un gran foco caía cobre su cabeza. Ese golpe fue suficiente para hacer que se tambaleara y as heridas de sus piernas le hicieron caer de rodillas de nuevo.

Zack contempló como su rival se esforzaba por mantener su mente encendida, intentando no perder el conocimiento tras el largo combate. Él mismo estaba también bastante herido, aquella lucha había resultado bastante dura y aún no habían escapado de la oscura montaña. Estaba ya preparado para encaminarse al túnel, cuando una enorme roca cayó ante él y tapó la abertura por completo. Los focos fueron apagándose uno tras otro y la oscuridad se hizo dueña absoluta del interior de la mina. El Ángel Negro busco con la mirada a su compañera en la batalla. No la vio pero quizás ya hubiese salido, si había tenido suerte.

Fue entonces cuando lo oyó, un leve sonido de agua que destacó por un solo segundo en que ninguna roca caía. ¿Dónde estaba? ¿Había otra salida? -"Pues claro". -pensó. Si ese gigantón había aparecido antes de otro túnel, era probable que por allí hubiese una salida. Seguramente el agua vendría de allí. Zack echó a correr en dirección al lugar de donde recordaba que había salido aquel tipo, esquivando las enormes piedras como podía. El gigante volvió a intentar agarrarle, pero ya no tenía la rapidez de antes y pudo esquivarlo con un solo salto. Justo cuando le perseguía, una roca cayó sobre su cabeza, quedando sepultado segundos después. Mientras tanto, en cuando el rubio vio la salida, saltó con todas sus fuerzas para escapar de aquella trampa mortal.

OFF:

Aunque el gigante ya no golpeaba la pared de la cueva, una lluvia de piedra y tierra se cernía sobre ellos sin piedad, y no estaba muy claro que pudieran llegar a escapar. Alice se consoló diciendo que al menos los que estaban allí prisioneros había podido irse del lugar, con ayuda de su compañera de juergDe pelea, sí, de pelea. No influía en nada, pero le hubiera gustado saber por qué estaban allí, por que los torturaban, qué querían de ellos. Mil maneras de formular una misma cuestión, pero no creía que fuera a tener ocasión de hacerlo. En el mejor de los casos saldrían todos de la mina, pero ninguno querría hablar de ello con una completa desconocida.

El golpe del foco en la cabeza había resultado bastante efectivo. Se notaba que el gigante estaba a nada de quedar inconsciente pero seguí resistiendo y resistiendo a caer en un profundo aunque no necesariamente dulce sueño. Alice se dirigió al túnel por donde habían entrado. A cada paso los músculos querían retorcerse de dolor. Si aquello era el dolor físico no quería saber como serían las agujetas al día siguiente. Porque sí, esperaba llegar salva, que no sana, al día siguiente. Pero no era ese el tema. Aún estaba a medio camino de la boca del túnel cuando se oyó un gran estruendo y una roca taponó la entrada. Perfecto.

Trató de gritarle a su rubio compañero, poniendo las manos alrededor de la boca a modo de altavoz.

-¡Hay otra salida! ¡Ven!

El derrumbe no permitía que la oyera y las luces se apagaron de pronto. Todavía más perfecto, si es que eso era posible. No podía ayudarle en oscuridad casi completa, aunque le doliera no saber si estaba bien. Decidió dirigirse a su "salida de emergencia". Corrió rozando una de las paredes con la mano hasta que vio algo de luz a la salida. ¿Pero qué hora era? Habían ido bien entrada la noche pero... Podía ser. Por fin salió y observó como amanecía. Detrás quedaba ruido de derrumbe y de... ¿agonía? Si no fuera por la preocupación, quizás hasta hubiera disfrutado viendo cómo salía el sol.

Y un poco después, vio al chico rubio corriendo por el túnel a sólo un par metros de la salida. Un poco más, un poco más...

La anaranjada luz del alba jamás le había parecido tan bella y cálida. Tras su experiencia en el interior de la montaña, incluso el leve calor de la luz matutina le resultaba tan restauradora como un baño caliente. Normalmente ni siquiera se fijaba en las coloridas luces del amanecer, aunque tras lo vivido aquella maldita y extraña noche no pudo evitar quedarse mirándolas, abstraído durante unos segundos. Después de unos segundos, el rubio volvió a la realidad, ignorando los recuerdos de su oscuro pasado que ahora acudían a su mente como polillas a la luz. Se limpió el polvo de la ropa y examinó brevemente sus heridas. Cojeaba notablemente, pero por lo demás no tenía nada serio. Le alegraba no haberse roto un hueso, siempre le resultaba desagradable recolocarlo en su posición original... bueno, eso y que dolía bastante.

Junto a él estaba también la chica de antes, una joven espadachina de pelo oscuro cuya presencia todavía no entendía del todo. Le resultaba difícil imaginar el motivo por el que alguien querría entrar en una oscura y siniestra mina abandonada en mitad de la noche. En cualquier caso se alegraba de que hubiese estado allí, de lo contrario, difícilmente habría salido vivo de allí aunque se preguntaba que habría sido del cazador de pelo naranja. No parecía la clase de persona que saldría huyendo ante el peligro, de hecho parecía más bien lo contrario. Seguramente habría salido antes del derrumbe o algo así. Bueno, lo importante era que habían conseguido detener a esa gigantesca mole demente.

Tras salir del túnel, se encontraban ahora en un saliente de unos cinco metros de ancho y un poco más largo. No parecía en muy buen estado pero al menos aguantaba. Bajo ellos había una imponente caída que daba a un valle. La única forma de bajar era una amplia y robusta escalera de piedra tallada en la propia montaña y con una barandilla metálica poco fiable, aunque si el gigante era capaz de subir y bajar por ella debía de ser resistente. Allí abajo podían verse también vías y carros propios de las minas, así como varios túneles más con el mismo aspecto de abandono. No parecía que los criminales que habitaban ese lugar tuviesen intereses en las excavaciones, de hecho, puede que nunca supieran qué les había llevado a hacer lo que habían hecho. -"La naturaleza humana, supongo." -En cualquier caso no era momento para preguntas de ese tipo. Por el momento sería mejor que se centrasen en disfrutar de haber salido vivos de aquella locura. -Mi nombre es Zack. -dijo dirigiéndose a la joven. No era especialmente sociable, pero era un día especial.  -Te preguntaría qué haces aquí, pero supongo que no tiene mucha importancia, ¿no? Al menos hemos salido vivos.

Una vez él hubo salido pudo pararse a respirar profundamente. Se dejó caer en el suelo como un guiñapo, una muñeca rota y desmadejada. ¿Qué cojones acababa de pasar? Parecía estar en shock.

Oyó al hombre que había luchado a su lado hablar, aunque lo escuchaba como si estuviera lejos o una gruesa pared los separara. Sus ojos se estaban desenfocando y todo era naranja, como el cielo... Luchó contra esa extraña sensación. Probablemente sólo se debía al cansancio. Volvió a centrarse y se giró hacia el hombre. Observó con calma su pelo rubio despeinado y se fijó en sus ojos, entre azul y gris aunque con unos toques naranjas de la luz que se veía reflejada en ellos, como fuego. No parecía muy expresivo. Se fijó también, ahora que no le faltaba luz como dentro de la cueva, en su cuerpo. Delgado pero musculoso; alto. Curiosamente llevaba unas gafas al cuello.

-Yo me llamo Alice. Diría que encantada pero... creo que hubiera preferido que nos conociéramos en otras circunstancias -intentó esbozar una ligera sonrisa, pero hasta aquello le dolía. Ahora sí que podía permitirse pensar en las agujetas sobrehumanas que tendría al día siguiente. -Y sí, las razones de que nos encontremos aquí no importan demasiado. O al menos a mí no, después de lo que hemos pasado ahí dentro.

Se levantó con desgana ahora que se encontraba mejor. Miró como las escarpadas paredes del valle y por un momento sintió vértigo. La visión de aquellas escaleras talladas tampoco ayudó a mejorarlo.

-¿Crees que llegaremos al pueblo de alguna manera yendo por aquí? No podemos volver atrás... -miró de nuevo la boca del túnel y sacudió la cabeza.

Asió el comienzo de la barandilla, o al final, dependiendo del punto de vista y empezó a descender. Parecía que le esperaba un largo camino y sus piernas se quejaban a cada paso que daba.

Menos mal que la barandilla aguantaba, sino seguramente habría acabado tirado en el fondo de la mina sirviendo como alimento para los carroñeros. Estaba cansado como para bajar esas empinadas escaleras sin apoyarse en nada y no podía usar las dos manos porque estaba fumando. Y eso era sagrado. Después de un combate, y a veces durante, su adicción a la nicotina le impulsaba a gritos a fumar, aunque en situaciones como esa no era muy recomendable. Sería ridículo que después de sobrevivir a esa locura de noche muriese por resbalarse y abrirse la crisma en una maldita escalera de piedra. Gracioso... pero ridículo de todas formas. Por suerte allí nadie le conocía así que no pasaría a la historia como el agente más torpe del mundo si se caía.

Por suerte acabaron llegando al pueblo. Zack no era un tipo muy hablador, pero por el camino se presentó ante la chica invisible y le contó que era un marine. No podía contarle que trabajaba para el Cipher Pol, de hecho ni siquiera podía hablarle de su existencia a nadie, pero tampoco veía motivo para inventarse una mentira más elaborada. Además, tampoco había tanta diferencia entre sus funciones y las de un marine, aunque las suyas normalmente implicaban cierto grado de discreción más que bonitas banderas y sonoros cañonazos. En cualquier caso, dejaría que fueran los propios marines quienes se ocuparan del cuerpo del tipo de la cueva, si es que podían sacarlo de entre las rocas. No le interesaba demasiado saber quien era pero era de mal gusto dejarlo allí. Al menos no había tenido que matarlo, de eso se había encargado él mismo. No le gustaba matar y prefería dar a los criminales una posibilidad de redención, tal y como él había vivido. Sin embargo, si uno de ellos elegía la muerte no sería él quien se interpusiera.

Al cabo de un rato, cuando la luz de la mañana ya les iluminaba totalmente, llegaron a un pueblo. Allí todavía había poca actividad y probablemente no la habría durante el resto del día. Los extraños ruidos de la montaña habrían aumentado la paranoia en la isla y dudaba de que alguien se atreviese a salir mientras todavía durase la "maldición". Una vez llegase al barco informaría de lo sucedido y dejaría que fuera otro quien se ocupara de decirles que ya no tenían de qué preocuparse. En cierto modo le gustaba eso, una especie de héroe en las sombras. Sonaba bien. Supuso que era la mejor forma de tomarse un trabajo como el suyo. -Bueno, aquí nos despedimos. Intenta no meterte en más montañas embrujadas y si lo haces procura que sea de día. -dijo para despedirse de la joven. Luego simplemente se encaminó a buscar el barco. Solo esperaba que no estuviera muy lejos, no le apetecía andar.

El hombre parecía realmente extenuado mientras descendían por aquella precaria escalera en la pared de la montaña, tanto, que temía que cayera o se desmayara. Pero en fin, como buen tipo duro siguió como si nada. Ninguno de los dos daba la impresión de ser demasiado hablador pero aun así él le fue contando que era un marine o no sé qué. En verdad no lo estaba escuchando muy atentamente aunque le resultaba un poco extraño. Aunque se quisiera infiltrar, era raro que estuviera solo. ¿O simplemente le había pillado por sorpresa? No importaba realmente. Miraba a sus pies mientras caminaba. A cada paso desprendía algunas pequeñas piedras o tiraba algo de grava por el precipicio pero no llegaba a oír que nada golpeara contra el suelo. Aquello estaba muy alto.

El camino se le hizo interminable, pero efectivamente desembocaba en el bosque, y de ahí no fue demasiado difícil llegar al pueblo. El silencio que se cernía entre los dos no le parecía incómodo, al contrario. Puede que estuvieran demasiado cansados como para decir algo coherente.

Esta vez oyó perfectamente lo que Zachary le dijo y se encogió de hombros.

-Las montañas embrujadas tienen su gracia y más si es de noche... -dijo tratando de sacarse a sí misma una sonrisa.

No supo si la oyó, porque ya se había dado la vuelta y se iba. Ella se giró para encaminarse al pueblo, sabiendo ya que todos la mirarían mal cuando vieran el aspecto que tenía y probablemente harían demasiadas preguntas. En cinco minutos no recordaría mucho de lo que había pasado a no ser que se volvieran a encontrar en otra ocasión y su nombre se le habría olvidado.