Dos revolucionarios espadachines [Dranser-Flea]

Dranser se hallaba caminando por aquel paraje donde solía vivir, por el momento estaba disfrutando de las ventajas que le daba su nueva fruta. Vestía una camiseta de manga larga negra, un chaleco de color canela y un pantalón del mismo tono, en sus pies unas sandalias y en su cintura se veía la funda de una espada que solía llevar consigo, la cual recibía el hombre de Gin Kiba. Hacía tiempo que no practicaba con ella y comenzaba a aburrirse un poco por ello, de modo que decidió dirigirse a un pequeño campo de prácticas que conocía.

- Bueno creo que es hora de practicar un poco con la espada, llevo un tiempo que no hago nada, soy un verdadero vago. El general debe estar subiéndose por las paredes.

Dijo mientras caminaba alegremente, recordaba que era el encargado de ordenar una sala de reuniones y el capullo salió corriendo en cuanto pudo, eso le hizo reír sin duda alguna. No tardó mucho más en llegar, había varios muñecos de madera de buena calidad, los cuales estaban empalados en algunos postes de dos metros. Desenfundó su arma y pegó un suspiro mientras se relajaba y pensaba en su estilo de lucha, dejó su arma apuntando hacia abajo y entrecerró los ojos al mismo tiempo que sus manos apretaban el mango de su arma.

- Daburu Shi… ¡Inu Kuro!

Dijo ahora lanzando un tajo con fuerza hacia el primer muñeco y provocándole un buen corte en la base del cuello, apenas penetró con la hoja en la madera, no era cuestión de romper los muñecos. Estaba algo aburrido de estar solo pero por el momento no podía quejarse y continuaba con aquello de forma simple y elegante, la noche se acercaba y debía aprovechar aquellos cortes.

Que lindo es estar por fin en una isla donde nadie te mira con cara de asustados, donde nadie trata de atacarte por el hecho de tener una recompensa por tu cabeza. Baltigo, la isla de la Revolución. Se estaba muy tranquilo, en el Cuartel General. No había noticias, ninguna novedad, nada de lo que preocuparse, así que decidí ir al campo de entrenamiento, a ver si me quitaba ese aburrimiento que tenía encima. Únicamente fui con mi nueva espada, Urumi, la cual puede enrollarse pero también corta la carne perfectamente como cualquier espada afilada. No sabia qué tan poderosa podría ser esa espada junto a mi estilo, el Niten Ichi-Ryu.

Fue ahí cuando mi ojo cyborg detectó una persona, en el mismo lugar al que yo estaba yendo. No tenía por qué dudar de él, ya que no había nada más que revolucionarios por esos lares. "Silver D. Dranser" decía la leyenda por encima de la cabeza del hombre, al cual se le notaba un despeinado y pinchudo cabello. Aquél tipo estaba entrenando también, y casualmente era espadachín, al igual que yo. Gracias a mi ojo pude ver que el chico tenía talento, sabía lo que hacía y lo hacía muy bien. Decidí acercarme y echar un vistazo desde más cerca.

Me puse a su espalda, a entrenar con uno de los muñecos que se encontraban en esa hilera. Desenvainé mi espada, y me puse en una posición de combate que no solía llevar, manejando la katana a dos manos. Lo primero que hizo el arma fue enrollarse por sí sola. Decepcionado, y un poco molesto, solté el mango sólo con mi mano derecha mientras que con la izquierda hice un movimiento poco ortodoxo, pero efectivo, pues Urumi logró cortar al muñeco, más o menos donde se encontraría el pómulo, de ser un humano, claro está. Al mismo tiempo, seguía viendo al chico, con la vista trasera que mi nuevo ojo cyborg me daba. Me di vuelta para hablarle.

- Vaya, sí que sabes manejar tu espada, ¿eh? Aparenta ser un colmillo, ¿No es así, Dranser? - le dije, sonriendo a un lado, pues posiblemente el chico no se esperaba que supiera su nombre nada más verlo. - Por si no lo sabes, soy el sub-capitán de una banda revolucionaria. Puedes unirte si gustas, te esperaré con los brazos abiertos, camarada.

Sinceramente hacía mucho no hablaba con alguien amablemente. Posiblemente las últimas veces que me hablaron fueron los superiores de la revolución, dándome órdenes. Ahora tenía la oportunidad de hablar normalmente con un compinche, posiblemente de rango inferior al mío, pues pocas veces lo había visto por la isla, y no recordaba haberlo visto en algún cartel de recompensa, pero bueno, con la poca memoria que tengo, quizás tenía precio por su cabeza.

El chico continuaba con su pequeña práctica, el muñeco de madera ya tenía numerosos cortes por su cuerpo, la verdad es que se le estaba dando bastante bien. Hacía tiempo que no podía practicar a gusto en un sitio donde se sintiera seguro, sabía de sobra que allí estaba a salvo y no le iba a pasar nada de nada, de todas formas su cabeza no valía nada, era alguien libre por el momento. Todavía tenía algo de miedo por la bronca que le iban a echar, pero decidió centrarse en lo que estaba y continuó de forma tranquila con sus cosas. En aquel sitio no había forma de aprovechar el poder de su fruta, pero no era algo que le quitara el sueño, de hecho se sentía bien de no tener que usarla mucho, la verdad sea dicha, le encantaba, pero en pequeñas dosis de diversión y adrenalina. El domador era una persona de gustos tranquilos y sencillos, nada del otro mundo a decir verdad, un simple recluta rebelde.

Mientras continuaba a lo suyo, pudo notar como una persona se acercaba despacio, cuando le vio, no le sonaba de nada, sin embargo se puso a pensar. El chico se puso tras el practicando también, a juzgar por el sonido de su arma, también debía ser un espadachín, eso era bueno, no era el único y encima ese tipo sería un amigo dado el lugar donde estaban. Al principio le dijo que sabía usar bien su espada, cosa que le hizo sonreír, pero lo siguiente le dejó impresionado, sabía su nombre, era un don nadie, pero aún así le conocían. Eso le dejó sin habla unos segundos pues no sabía que responder. Ese chico dijo ser el sub capitán de una banda, incluso le invitó a unirse a ella. Ahora le había reconocido, sabía que de algo le sonaba ese hombre.

- Te lo agradezco mucho, lengua sangrienta. Es un honor conocerte Flea D Grohl. Al principio no sabía quién eras pero ahora que has dicho lo de tu división lo he recordado jejejeje. Gracias por la invitación amigo, pero de hecho estoy formando mi propia división, la cual llamaré Escuadrón 7. Sin embargo espero poder combatir algún día a tu lado contra el gobierno, aún soy algo novato en el arte de la espada.

Terminó añadiendo lanzando un nuevo corte que provocó una buena grieta en el entrecejo del muñeco, sabía de ese hombre, el cual lamía la sangre de sus presas. Sabía que pertenecía a la famosa división del comandante revolucionario Leonel Racovich. Pero el chico iba a montar la suya propia, aunque algún día llegaría a ser tan buena como la de Dealer Foxes, o al menos eso pretendía. Después de unos segundos guardo su arma despacio y se giró para observar al chico con una sonrisa amable en el rostro mientras se llevaba la mano derecha a la cabeza, rascándose en esta un poco durante unos escasos segundos.

- ¿Cómo es que me conoces? Me has dejado impresionado, no soy alguien a tener en cuenta, aún soy un recluta novato.

Primero solamente sonreí. Luego no pude evitar la carcajada. Este tipo me conocía, por más que no fuese alguien de renombre, sabía quien era, sabía mi apodo, hasta dijo que era un honor conocerme. También comentó que le encantaría luchar a mi lado contra el gobierno algún día. A mí sinceramente siempre me gustó pelear en solitario, uno versus uno, pero quizás se refería a hacer una misión en conjunto, cosa que no iba a tardar mucho tiempo. Me preguntó cómo sabía su nombre, cosa que no me sorprendió, y me dijo que estaba armando su propia banda.

- Créeme que no pasará mucho tiempo para que nos pongan en una misión. - le dije, sonriendo. - Y no digas que es un honor conocerme, que no soy nadie todavía. Eso tienes que decir cuando te salude el Comandante Azumi Kento, por ejemplo, él sí que es una persona para tener honores de saludar. Tu nombre lo sé debido a esto. - señalé mi ojo derecho, el cyborg, donde toda mi vida hubo un parche blanco. - Este ojo me permite ver el nombre de la persona que estoy viendo, es algo simple. De todas formas tengo que aprender a usarlo, no hace mucho que lo poseo.

Dicho esto, le mostré mi nueva espada, demostrándole mis habilidades con el muñeco que había cortado hace poco tiempo atrás. Era difícil de manejar, sin duda, pero cuando aprendiera será complicado para los rivales defenderse. Sólo tenía que hacer movimientos poco ortodoxos, como si de un látigo se tratase, pero al mismo tiempo usando una posición similar al esgrima, para que la espada pueda alargarse lo máximo posible. Le hice pequeños tajos al muñeco en la zona abdominal, torácica, y en donde debería estar la rótula, en la parte trasera, más precisamente en la articulación, donde se juntan los meniscos y ligamentos.

- ¿Te gusta? - le pregunté. Luego hice unos movimientos extraños, como si fueran nun-chakus, para luego, cuando se estiró al 100%, poder enfundarla sin problema alguno. No pensaba mostrarle a Rhino, me daba algo de pereza sacarla y volverla a envainar. - Por cierto, ¿Qué estás haciendo aquí? ¿No deberías estar trabajando? - arqueé la ceja, sonriendo.

Aquel chico le caía bien, no solo era buena persona, además tenía sorprendentes habilidades y una espada interesante, esta se doblaba como si nada, un dato curioso en un arma de ese tipo. Los cortes que realizaba sobre los muñecos eran impresionantes, seguramente pese a que dijo no ser alguien conocido, podría llegar a serlo, tenía madera para ello. Asintió a sus palabras con una sonrisa cuando le preguntó si le gustaba aquello, la verdad es que prefería las espadas o katanas tradicionales, pero aún así era algo impresionante de ver. Las siguientes palabras hicieron que el chico abriera los ojos impresionado. Tenía un ojo que podía adivinar el nombre de las personas, eso molaba bastante pues podría reconocer a cualquiera que portara una máscara o algo así, o al menos pensaba eso. Ya decía que era muy raro que alguien le reconociera cuando aún no era tomado en cuenta.

Sus palabras sobre el comandante Azumi le hicieron sonreír, ese hombre era una leyenda viva y nunca había tenido el placer de verle en carne y hueso, sería un honor de los grandes verle. Pero eso daba igual ahora, el chico se sentía bien conociendo a personas y para él siempre era un honor poder llamar a una persona “nuevo amigo”. De repente el chico dijo unas palabras que hicieron al castaño soltar una enorme carcajada, no tenía excusa, no podía decirle que se había escaqueado para entrenar, pero no tenía nada creíble preparado. De modo que tras unos segundos asintió y le dijo la verdad de forma amable, en un tono agradable y calmado, era una buena persona al parecer, no como algunos revolucionarios engreídos y bastardos. Odiaba a ese tipo de gente que se creía superior a todo el mundo y lo iban pregonando como si nada pasará por ello.

- La verdad es que me he escaqueado, quería poder entrenar alguna vez, no tengo mucho tiempo para ello, ya que mis misiones últimamente son viajar por el Oeste. No hago mucho, tan solo informo y es algo que comienza a ser aburrido, pero espero que esa misión que dices llegue pronto, quiero ser útil de alguna forma. Ya que me has enseñado esa espada, permíteme mostrarte un poco de mis habilidades. ¡Fauna Fauna No…! ¡Águila!

De repente en su rostro se formó una sonrisa amplía, entrecerró los ojos y saltó con ganas, no cayó al suelo como habría hecho una persona normal por el poder de la gravedad terrestre. Comenzó a volar a toda velocidad sin necesidad de alas, parecía estar pasándolo bomba y tras unos segundos bajó y aterrizó junto al hombre del ojo molón. Después soltó una pequeña carcajada mientras se llevaba la mano derecha a la cabeza, rascándose un poco y observando al chico con una sonrisa. Quería averiguar hasta donde podía llegar el chico a deducir, tal vez era capaz de adivinar las habilidades de Dranser fácilmente o tan solo habría visto una técnica voladora, quería ver su reacción

Este chico sin duda alguna podría aspirar a algo grande en la revolución. Una lástima su poca disciplina ante el trabajo, debido a que me admitió amablemente que debería estar trabajando, pero se escapó para entrenar. No sabía qué decirle. Quizás debería aconsejarle que haga caso a las órdenes, así podría escalar posiciones en la Armada, pero también pensaba en decirle que estaba bien, que debía tener un tiempo para entrenar. Opté por decirle las dos cosas, pero debería esperar un poco.

Debía esperar porque me mostró una de sus habilidades. "Fauna Fauna no... Águila" gritó y pego un gran salto. En dicho salto no volvió a caer, como cualquier humano, si no que comenzó a volar. Segundos después bajó de nuevo, sonriendo. Yo me encontraba algo asombrado, pues pocas veces había visto a un hombre volar, y que no tuviera una Zoan, pues si tuviese una en su poder, se transformaría en un ave, pero no fue el caso, si no que volaba en forma humana. Yo solamente aplaudí, sorprendido. Luego le comenté sobre su escape.

- Mira, muchacho, me temo que no deberás escaparte más. Con esa baja disciplina, nunca podrás ser alguien en la revolución, y mucho menos dirigir una división. Sin embargo, no está mal de vez en cuando dejar el lado lo formal y venir a aumentar tus poderes aquí, en este patio de entrenamiento. - Me acerqué y le dí unas cuantas palmadas en el hombro. - Trata de dormir menos, y en los tiempos libres venir aquí a cortar muñecos. Consejo de dormilón. - Dicho esto, sonreí y le guiñé un ojo.

Era mi momento de mostrar mi Akuma no Mi, así que me transformé en híbrido, y, al igual que Dranser, comencé a volar, pero de una manera más extraña, pues las Mantícoras no tienen tanta estabilidad como el mismísimo hombre. Bajé y volví a mi forma humana. Nunca había estado junto a un miembro de la Revolución de rango inferior al mío, por ende nunca había podido dar sermones. Me agradaba la situación. Más que un colega de la Armada, este tipo era ya un amigo para mí, y un futuro y fuerte aliado a los Dealer Foxes. En aquél momento decidí tener al chico en cuenta, y seguirlo más de cerca, para ver de qué manera mejora y aumenta sus habilidades. Tal vez pida a los rangos altos alguna misión en conjunto, para ver sus habilidades realmente, y no en un campo de entrenamiento, en una isla únicamente de revolucionarios.

- Sobre tu habilidad - le comenté. - ya se el nombre, tú mismo lo has dicho: Fauna Fauna no Mi. También se que es una Paramecia, ya que si fuera una Zoan te transformarías en un animal, cosa que no has hecho. No obstante, no se qué te permite hacer exactamente, aparte de volar, claro está. - Le sonreí, no sabía si había puesto en escena sus habilidades para saber qué deducía yo ante semejante vuelo, o si lo hizo por mostrar. - Y sobre el ojo, siempre fui incapaz de recordar nombres, así que hago de esto un ayuda-memoria. También soy un poco duro de oído, por lo que no suelo escuchar los nombres a la perfección, así que los tengo escritos correctamente en la cabeza de cada persona. Puedo desactivar esta opción, si gusto. - Dicho esto giré una rueda que había en el borde del ojo, y el nombre de Dranser desapareció. - Ahora no puedo ver tu nombre, Dante.

Quería saber más de este hombre. Saliendo de las técnicas o habilidades, quería saber algo de su vida, algo que lo haya marcado. Lógicamente no puedo preguntar eso directamente, pues quizás oculta algo de su pasado que no quiere mencionar, así que debería buscar indirectas para luego llegar a la respuesta que yo quiero. Tenía pensado preguntarle qué había sido de su vida, por qué se dedicaba a entrenar, si quería salvar a alguien, o simplemente cumplir un objetivo, pero se me vino a la cabeza una pregunta bastante mejor e interesante.

- Y, dime: ¿Por qué te has unido a la revolución?