[Abierto] The Dralion´s Resort -

Byakuro sonrió. El Calm Belt era un lugar un poco extraño para edificar un enorme complejo hotelero, pero tampoco era algo que supusiera un problema para él. Aterrizó en una estrecha bahía entre acantilados. Había sido invitado a pasar un tiempo en aquel lugar. Y todo lo que fuera fiesta y relax, a él le gustaba.

- ¡Hola! -gritó a pleno pulmón-. ¿Hay alguien? -ante su enérgico saludo, un grupo de pequeños drones con aspecto humanoide se acercaron a él y le analizaron con una especie de luz rara.
- Byakuro Kyoya, sea bienvenido al Dralion's Resort -los robots realizaron una leve reverencia-. ¿Desea que llevemos su equipaje? -preguntaron con amabilidad programada.
- Nah, puedo yo solo. -sonrió el cazador al ver aquellos armatostes tan extraños.

El cazador empezó a caminar por el camino que llevaba hasta un enorme edificio con forma de vela, que se recortaba contra los árboles de la isla. Era una estructura impresionante, con grandes cristaleras. El cazador se preguntó cuántos millones de berries costaría aquella monstruosidad arquitectónica. Al llegar a la entrada del coloso de acero y cristal, las puertas automatizadas que llevaban a recepción se abrieron de golpe. El lugar parecía desierto, así que el chico se sentó en una esquina de la sala, esperando a ver a alguien vivo por allí, además de aquellos extraños robots.

- Bueno, Klaus... ya estamos aquí. -sonrió, sacando a su camaleón de debajo de su chaqueta. El animal miró alrededor con indiferencia y soltó un gruñido.

Paseaba por el puerto despacio, oyendo personas gritar, bocinas de barcos, gaviotas y el susurro de un mar relativamente en calma. Una caja alargada yacía en el suelo cerca de aquel barco, junto con muchas otras, esperando a ser guardadas en las bodegas. Miró hacia los lados para asegurarse de que nadie la veía, la cogió y se alejó con ella hasta un lugar apartado. La abrió como pudo forzándola un poco con un trozo de hierro oxidado que también había recogido. En su interior había una especie de telas... ¿Cortinas? ¿Para qué les hacían falta cortinas? Le daba igual, el caso es que le servía. Metió sus katanas dentro, envueltas en la tela para disimular. No podía ir con ellas a la vista sin llamar la atención. Además se había tapado la cicatriz de la cara con maquillaje. Sospecharían menos de ella.

Volvió a clavar como pudo la tapa e hizo una marca en la madera con óxido del pedazo de hierro. Así podría distinguir mejor donde estaban sus armas. Luego ser acercó de nuevo al barco en el que debía ir: un gran buque que transportaba suministros a una perdida isla en el Calm Belt, Rusukaina, donde se hallaba el hotel al que la habían invitado. No sabía por qué a ella y no tenía muy claro si aquello era una trampa; según había oído la mayor parte era isla deshabitada y salvaje. Pero dado que aquel barco de suministros parecía dirigirse allí, decidió arriesgarse. Sangre sudor y lágrimas era lo que costaba moverse por el Calm Belt. Quien quiera que fuera el hombre ese que había construido el hotel y enviado la carta, no quería que lo encontraran, ni ataques sorpresa de nadie.

Dejó la caja en el suelo, junto con otras de que debían ser cargadas también en aquel barco. Cuando vio que alguien se pasaba por allí a intentar poner orden hizo ademán de recogerla. Aquel tipo era alto, fuerte, llevaba una especie de lista en la mano y por su cara de crispación parecía a punto de explotar.

-¡¿Qué?! ¿Creéis que tenemos todo el día para meter estas cajas en la bodega? ¡Ya vamos muy retrasados! -les gritó señalando la lista. Luego la miró. -¿Y si en vez de quedarte media hora agachada subes el cargamento?

Aquel hombre hizo un gesto de desprecio y se fue por donde había venido. El plan no estaba saliendo mal. Tenía poco tiempo antes de que volviera así que cogió la caja de nuevo, y subió al barco para luego adentrarse en las bodegas. Localizó un gran montón de paquetes en una esquina que dejaban un hueco detrás y ahí dejo el suyo, para luego esconderse tras ellos. Por último se acurrucó como pudo intentando estar cómoda y que no le pillara el frío. Le esperaba un largo viaje.


Abrió los ojos despacio y recordó donde se hallaba. Volvía a oír los sonidos de un puerto. ¡Estaban descargando! Se estiró por completo, como un gato y un escalofrío recorrió su columna. "Bueno, quizás sera hora de salir". Se levantó, cogió su caja y salió.

-¡Eh! ¿Qué hacías tú ahí?

-¡No la dejéis irse! ¡Nos está robando!

Se esperaba ese tipo de recibimiento, quizás debería haber esperado un poco más. Sacó las katanas de su escondrijo. Aquellos hombres se pararon en seco, expectantes, mientras ella los ignoraba y trataba de alejarse de allí lo máximo posible. Alice les guiñó un ojo.

-Aún por encima de que os ayudo a cargar cortinas... Y me lo pagáis así. ¡Gracias por el viaje! -les dijo mirando atrás mientras se iba.

-¡Yujuuuuu! ¡¿Hay alguien?! -exclamó mientras giraba para ver a su alrededor.

La isla parecía preciosa, de una belleza salvaje. La vegetación lo tapaba todo, incluso los edificios que podía observar parecían integrados en la naturaleza. Al tiempo que se dedicaba a curiosear oyó un pitido a su espalda. Se giró y vio unos pequeños robots, que acto seguido la escanearon con una especie de luz que la cegó por un momento al pasar por su cara. Se miraron unos a otros. Por alguna razón que ignoraba, no lograban reconocerla o estaban confusos.

-Oh, ya sé.

Se frotó la cara para quitarse la base de maquillaje que tapaba su cicatriz. La escanearon de nuevo.

-Alice Turner, bienvenida al Dralion's Resort. ¿Necesita ayuda con el equipaje? -le dijeron.

"¿Equipaje?" Sólo llevaba su sempiterna mochila.

-No, gracias -y se fue en dirección al edificio que más destacaba. Aquel debía ser el hotel.

"Bueno, ya que estamos aquí y es gratis, habrá que pasárselo bien. Incluso puede que me encuentre con alguien conocido..."

Aterricé en la isla, mirándolo todo con los ojos muy abiertos. La invitación me había llegado hace tres días y como la perspectiva de unas vacaciones pagadas era siempre bienvenida, me puse en marcha de inmediato. Al llegar y ver el hotel desde el aire, solté un silbido de admiración que Cetus intentó imitar.

-Jajaja ya casi lo tienes...pero por dios, esto es enorme. ¿No se habrán confundido con la carta?

La verdad es que era más que posible. Estaba en Nueva Esperanza cuando una especie de pájaro robótico se dio contra una palmera...y un sobre cayó delante mío. Me aparté del ''cadáver'' del ave y como a caballo regalado no se le miran los dientes, pues aquí estaba. Estaba impresionada, según nos acercábamos más y más a tierra veía detalles que me convencían del paraíso en el cual me encontraba. Una atmósfera fresca y un olor frutal flotaban en el ambiente, y una ligera brisa me revolvía el pelo. El sol en lo alto y ni una sola nube, solo presagiaban cosas buenas.

Al posar mis pies en la arena de la playa me dieron ganas de quedarme en bañador solo para poder quitarme las botas y notar las diminutas piedrecitas directamente en mi piel. Decidí que eso sería lo primero que haría, así que posé a Cetus en mi hombro y empezamos a buscar la entrada principal. Al atraversarla, todo era lujo y calma por todas partes. Había unas pocas personas en la recepción, pero nada exagerado. Se estaba a gusto. Una especie de mujer robot se me acercó y me pidió la invitación. Se la tendí con una sonrisa.

-Muchas gracias, acompáñeme al mostrador, por favor. ¿Qué clase de habitación desea?

-Algo amplio si no es mucha molestia, me gusta tener espacio.

-Por supuesto, señorita. ¿Equipaje?

Le tendí la alfombra y el pequeño petate donde guardaba el resto de mis cosas. Ella comenzó a caminar y me llevó ante una puerta de madera. Le di las gracias y entré. Era preciosa y grande como la había pedido, pero con pocos muebles. Un gran armario, una gigantesca cama redonda con sábanas blancas, un espejo y una cómoda. Alfombras de suaves tonos verdes cubrían el suelo y al fondo había una puerta que supuse daba al baño. Ahora que lo recordaba, desde el aire había visto una piscina. Animada por la perspectiva de un baño, me desnudé y me coloqué el bañador de dos piezas ilusionada. Me até un pareo a la cintura y recogiendo a Cetus, que se había tumbado en la cama, salí de la habitación descalza.

Byakuro vio desde su asiento cómo varias personas entraban en la recepción. Le pareció reconocer a cierta persona de su asociación. Eso era bueno. Lo pasarían en grande en aquel lugar. Seguro que había mucho por hacer. Le hizo un gesto para que se acercase.

- ¡Alice, cuánto tiempo! -sonrió. No la veía desde el día de Shoko. Por suerte en aquel hotel no parecía que hubiera mosquitos. Recordaba haberle dado una vibre card y pedirle que se uniera a su asociación. Y ahora estaba allí. Era gracioso, y una agradable coincidencia.

Inmediatamente después, una chica pelirroja entró en la recepción. Los sentidos de Byakuro se activaron de golpe. Era su imoto, o solo se lo parecía. Una sonrisa torcida se dibujó en su cara. Aún tenía buenos recuerdosm y un precioso vestido con él. Sería interesante encontrársela allí. Le hizo un gesto, al igual que a Alice, pero ésta lo ignoró y se fue de la sala. Byakuro suspiró, y creó una copia de sí mismo, que envió hacia la habitación de Aki, en silencio. La vio abrir la puerta, y la copia creó un pequeño tope para evitar que se cerrase. Se asomó al umbral para entrar sigilosamente y darle un susto a su imoto. La escena que vio hizo que se colorase: su imoto cambiándose y poniéndose un bañador. Retrocedió un par de pasos y se apoyó en la pared frente a la puerta, mientras esperaba a que ella saliese. Tuvo que esperar poco. La pirata abrió la puerta y el cazador sonrió.

- Hacía tiempo que no te veía, imoto-chan... -sus ojos relampaguearon y su eterna sonrisa se amplió.

Mientras tanto, el otro Byakuro esperaba a que alguien fuera a atenderlo a recepción, acomodado en el sillón.

Había pasado ya una semana desde el día en el que le llegó la invitación del Sichibukai. Aquella extraña ave robótica había aparecido de la nada, sorprendiéndole mientras permanecía tumbado en un claro, en una remota isla del North Blue, golpeando casi por acto reflejo al "animal". Una vez leyó la invitación, quedó bastante confundido."¿Por qué a mi?" se preguntaba el pelirrojo. En cualquier caso, una invitación era una invitación, y ya que no debía pagar nada no iba a ser tan estúpido como para rechazarla. Además, tal vez pudiese obtener buenos contactos allí.

Tras una larga semana de travesía en un pequeño velero, durante la cual el pelirrojo había pagado el trayecto trabajando de cocinero en el navío, por fin pudo ver el enorme complejo hotelero en el horizonte. Lo primero que le llamó la atención (pues era lo más fácil de distinguir) era la enorme edificación, un derroche de lujo y tecnología, que dejó perplejo al pelirrojo. Sin duda se notaba el poderío económico del Sichibukai. Tardaron poco más de dos horas en alcanzar el puerto "La Punta de Lanza".

Amarraron el barco y sacaron unas tablas de madera para que Suoh pudiese desembarcar. En cuanto pisó los tablones del puerto, una enorme comitiva de androides salió a su encuentro, con música alegre de fondo, lanzando algunas flores de los más diversos colores y aplaudiendo. Le sorprendía la "humanidad" que tenían aquellas máquinas, de las cuales una se apresuró a recibirle, quedándose a escasos metros de él.

-Bienvenido sea al "Dralion's Resort" señor, esperamos que tenga una agradable estancia en nuestro maravilloso hotel y que sea de su agrado. ¿Quiere que le llevemos el equipaje?-comenzó.

-No, puedo llevarlo yo mismo-dijo el pelirrojo algo serio, aún bastante impresionado por aquella calurosa bienvenida.

-Como desee, sígame por favor, le acompañaré a recepción, donde podrá escoger habitación y comenzar a disfrutar de nuestras instalaciones-siguió el androide al tiempo que comenzaba a caminar.

El pelirrojo lo siguió, cargando con una pequeña mochila. Básicamente llevaba algo de ropa, un bañador negro que le llegaba algo por encima de las rodillas y con dibujos trivales como adorno en color rojo carmesí, unas gafas de sol (negras también) y, por supuesto, un par de cajetillas de tabaco."Espero poder conseguir más" pensaba mientras seguía al androide. Tras un rato caminando, se adentraron en el colosal edificio, donde le dirigieron hacia la recepción. Suoh eligió una de las habitaciones en el mar. Prefería una zona tranquila y apartada del ruido, con el sonido del mar como única compañía.

Tras recibir las llaves, fue dirigido hacia la habitación. Una vez en la puerta, el androide hizo un saludo.

-Para cualquier cosa que necesite, no dude en dirigirse a cualquier androide del hotel, las 24 horas del día. Disfrute de su estancia-hizo una leve reverencia y se marchó.

El pelirrojo entró en la habitación para dejar la mochila. Se quitó su calurosa ropa y se puso el bañador junto a una camiseta blanca de manga corta (y su colgante, por supuesto). Colocó las gafas en su pelo, metió una cajetilla en el bolsillo del bañador y salió, rumbo al edificio principal de nuevo.

-Bueno, veamos qué se puede hacer por aquí...