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Steve
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Akuma no mi
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Hacía unas cuantas semanas que había salido de viaje, había preparado todo a conciencia, hasta el punto de haber revisado varias veces mi inventario, aunque lo único era mi ropa y mis armas, lo suficiente para sobrevivir en el mar, así que era el momento de partir hacia este. Había tardado unos días, pero finalmente me había quedado sin comida, quizás podría tratar de comer de la madera o rogarle al programador por una lluvia de panes y peces, pero seguramente me ignorara y la madera… me quedaría sin bote antes de llegar a una isla, así que opté por recostarme y esperar a que me llegara una buena marea, aunque quizás me levantaba en alguna iglesia, fruto del respawn.
Pero por suerte, no tuve que sufrir eso, dado que había llegado a una pequeña isla, a la puesta de sol, la verdad es que no sabía cómo se llamaba dado que lo único que había por ahí era árboles y más árboles, sólo destacaban unas montañas que se veían en el horizonte, las cuales ni siquiera parecían buen sitio para grindear, así que no les hice ni caso a estas y empecé a adentrarme en el bosque. Este parecía muy frondoso, hasta el punto de que trastabillé varias veces por no poder ver las raíces que estaban casi enterradas, tenía que ver si encontraba algo o alguien con el que pudiera hablar y me dijera dónde estaba, puede que fuera una buena quest la que hubiera por allí. Estaba seguro de que me colmaría de recompensas, por lo que aceleré el paso, hasta el punto de ir al galope en vez de caminar normal.
Pero por suerte, no tuve que sufrir eso, dado que había llegado a una pequeña isla, a la puesta de sol, la verdad es que no sabía cómo se llamaba dado que lo único que había por ahí era árboles y más árboles, sólo destacaban unas montañas que se veían en el horizonte, las cuales ni siquiera parecían buen sitio para grindear, así que no les hice ni caso a estas y empecé a adentrarme en el bosque. Este parecía muy frondoso, hasta el punto de que trastabillé varias veces por no poder ver las raíces que estaban casi enterradas, tenía que ver si encontraba algo o alguien con el que pudiera hablar y me dijera dónde estaba, puede que fuera una buena quest la que hubiera por allí. Estaba seguro de que me colmaría de recompensas, por lo que aceleré el paso, hasta el punto de ir al galope en vez de caminar normal.
Worick L. Arcangelo
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Empezaba a caer el sol por el horizonte, sus últimos rayos iluminaron mi cara tumbada sobre la arena, entonces entre quejidos me desperté y observé a mi alrededor, no tardé en darme cuenta que había naufragado entonces dije:
- Maldita sea mi suerte, me temo que tendré que encontrar otra forma de salir de la isla y continuar mi camino, pero lo más importante ahora mismo es averiguar donde estoy.
Tras decir esto encendí un cigarro y eché un vistazo a mi alrededor: una playa de fina arena blanca como la luna, un acantilado escarpado que no parecía ser muy accesible a mi derecha, a mi izquierda unas montañas, tras de mi el sol cayendo en el horizonte y en último lugar un frondoso bosque al frente que se hallaba tristemente iluminado por la luz del atardecer. Evaluando la situación marchar a hacía el bosque y buscar algún tipo de forma de vida, inteligente o no, iba a ser el mejor modo de sobrevivir. Así que sin muchas vueltas me aseguré de que la Akuma se encontraba en perfecto estado y busqué mi bolsa por los alrededores, no tardé en encontrarla, entonces me introduje en el bosque dejando una estela de humo a mis espaldas.
Hacía ya un buen rato que caminaba por el bosque, aunque había vuelto una vez a la playa por perderme no lograba situarme en este, todo parecía igual y empezaba a pensar que estaba caminando en círculos, más bien tenía claro que lo hacía porque toda la zona me resultaba ya familiar. Fue entonces cuando escuché unas voces viniendo de unos árboles más lejanos, eran mi mejor opción, de modo que me acerqué a estas tan rápido como me fue posible. No tardé en llegar y pude ver que era una pareja de indígenas que parecían estar volviendo a su aldea tras una gran cacería pues, portaban un gran jabalí atravesado por un palo en sus hombros. Por desgracia no parecían muy amistosos, pues en cuanto me vieron soltaron el jabalí y tomaron sus armas, una lanza de piedra y una especie de machete hecho del mismo material, yo cogí mis dagas y esperé su ataque.
Aún siendo simples indígenas parecían tener un buen conocimiento del combate pues, cada uno vino por un flanco con la intención de hacerme dejar algún hueco, pero nada más lejos de lo que en realidad ocurrió. Con rapidez me dirigí al que venía por mi izquierda y me deslicé para clavarle mis dagas en ambas piernas, tras esto las solté para tomar la cadena entre estas y tirar de ellas, haciéndole soltar su lanza y caer contra el suelo. El otro chilló algo pero yo haciendo caso omiso, tome la lanza de su amigo, se la lancé impactando en su pecho, haciendo que muriera casi de manera instantánea mientras que su amigo chillaba de dolor. Entonces me acerqué al restante y extraje mis dagas sin ningún tipo de decoro mientras decía:
- No era mi intención hacer descansar vuestras almas, pero uno no puede rechazar su trabajo.
Acto seguido clavé mis dos dagas en su pecho, las extraje rápidamente y tomé el cuerpo para colgarlo del árbol más cercano, hice lo mismo con el segundo para luego marchar hacia el jabalí que estaba unos metros más allá. Una vez cerca de este empecé a preguntarme qué haría con él porque mis capacidades culinarias eran nulas, así que simplemente me eché en el árbol más cercano al lado del cerdo, esperando a ver si algún otro indígena se dignaba a venir en busca de sus compañeros.
- Maldita sea mi suerte, me temo que tendré que encontrar otra forma de salir de la isla y continuar mi camino, pero lo más importante ahora mismo es averiguar donde estoy.
Tras decir esto encendí un cigarro y eché un vistazo a mi alrededor: una playa de fina arena blanca como la luna, un acantilado escarpado que no parecía ser muy accesible a mi derecha, a mi izquierda unas montañas, tras de mi el sol cayendo en el horizonte y en último lugar un frondoso bosque al frente que se hallaba tristemente iluminado por la luz del atardecer. Evaluando la situación marchar a hacía el bosque y buscar algún tipo de forma de vida, inteligente o no, iba a ser el mejor modo de sobrevivir. Así que sin muchas vueltas me aseguré de que la Akuma se encontraba en perfecto estado y busqué mi bolsa por los alrededores, no tardé en encontrarla, entonces me introduje en el bosque dejando una estela de humo a mis espaldas.
Hacía ya un buen rato que caminaba por el bosque, aunque había vuelto una vez a la playa por perderme no lograba situarme en este, todo parecía igual y empezaba a pensar que estaba caminando en círculos, más bien tenía claro que lo hacía porque toda la zona me resultaba ya familiar. Fue entonces cuando escuché unas voces viniendo de unos árboles más lejanos, eran mi mejor opción, de modo que me acerqué a estas tan rápido como me fue posible. No tardé en llegar y pude ver que era una pareja de indígenas que parecían estar volviendo a su aldea tras una gran cacería pues, portaban un gran jabalí atravesado por un palo en sus hombros. Por desgracia no parecían muy amistosos, pues en cuanto me vieron soltaron el jabalí y tomaron sus armas, una lanza de piedra y una especie de machete hecho del mismo material, yo cogí mis dagas y esperé su ataque.
Aún siendo simples indígenas parecían tener un buen conocimiento del combate pues, cada uno vino por un flanco con la intención de hacerme dejar algún hueco, pero nada más lejos de lo que en realidad ocurrió. Con rapidez me dirigí al que venía por mi izquierda y me deslicé para clavarle mis dagas en ambas piernas, tras esto las solté para tomar la cadena entre estas y tirar de ellas, haciéndole soltar su lanza y caer contra el suelo. El otro chilló algo pero yo haciendo caso omiso, tome la lanza de su amigo, se la lancé impactando en su pecho, haciendo que muriera casi de manera instantánea mientras que su amigo chillaba de dolor. Entonces me acerqué al restante y extraje mis dagas sin ningún tipo de decoro mientras decía:
- No era mi intención hacer descansar vuestras almas, pero uno no puede rechazar su trabajo.
Acto seguido clavé mis dos dagas en su pecho, las extraje rápidamente y tomé el cuerpo para colgarlo del árbol más cercano, hice lo mismo con el segundo para luego marchar hacia el jabalí que estaba unos metros más allá. Una vez cerca de este empecé a preguntarme qué haría con él porque mis capacidades culinarias eran nulas, así que simplemente me eché en el árbol más cercano al lado del cerdo, esperando a ver si algún otro indígena se dignaba a venir en busca de sus compañeros.
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Estaba caminando tranquilamente, sintiendo como los últimos rayos de sol se filtraban entre los árboles y calentándome la nuca, poco antes de que se fuera completamente el sol, no sé porque seguía buscando algún humano, cuando sabía que no iba a encontrar a nadie, esa isla estaba demasiado desierta. O eso pensaba, un sonido sordo llamó mi atención, seguido de unos cuantos gritos que no parecían los de un animal, a menos que los animales lloraran por su vida, quizás no fuera buena idea acercarme donde provenían los gritos, pero mi instinto me dijo que a lo mejor podría carroñear un poco de loot suelto, pero lo único que vi fue un hombre clavando unas dagas en otro, de aspecto “rústico”, por lo que supuse que sería IA que reaparecería más tarde en su aldea de zarrapastrosos.
El que me interesaba era ese hombre de las dagas, que parecía, como decirlo… ¿trastornado? ¿loco, quizás, un poco, solo un poco, lo suficiente como para haber escapado de un centro psiquiátrico? Pero ese loco estaba cerca de la única fuente de comida, un jabalí un poco manchado de sangre de los hombres muertos que yacían en el suelo. Quería acercarme lentamente, pero mi estómago hizo un ruido por la falta de comida en los últimos días, así que decidí salir del matojo tras el que estaba y dirigirme a él.
-Esto… no tengo ningún problema contigo, así que preferiría mantenerme alejado de esos cuchillos tan bonitos que tienes y compartir la comida ¿quieres?
Hablaba con el hombre que segundos antes había matado a sangre fría a una persona y si pudiera la usaría de asiento ¿en serio? ¿no veía que le había arrebatado la vida a un ser humano? La verdad es que me daban arcadas pero necesitaba comer y pasar la noche frente a un fuego y con ese personaje rondando la isla no dormiría tranquilo.
El que me interesaba era ese hombre de las dagas, que parecía, como decirlo… ¿trastornado? ¿loco, quizás, un poco, solo un poco, lo suficiente como para haber escapado de un centro psiquiátrico? Pero ese loco estaba cerca de la única fuente de comida, un jabalí un poco manchado de sangre de los hombres muertos que yacían en el suelo. Quería acercarme lentamente, pero mi estómago hizo un ruido por la falta de comida en los últimos días, así que decidí salir del matojo tras el que estaba y dirigirme a él.
-Esto… no tengo ningún problema contigo, así que preferiría mantenerme alejado de esos cuchillos tan bonitos que tienes y compartir la comida ¿quieres?
Hablaba con el hombre que segundos antes había matado a sangre fría a una persona y si pudiera la usaría de asiento ¿en serio? ¿no veía que le había arrebatado la vida a un ser humano? La verdad es que me daban arcadas pero necesitaba comer y pasar la noche frente a un fuego y con ese personaje rondando la isla no dormiría tranquilo.
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Apenas me había recostado junto al árbol cuando pude oír a alguien acercándose por el bosque, desde luego el sigilo no era lo suyo pues pude oírlo incluso antes de llegar a realizar algún tipo de contacto. Tras unos segundos pude ver claramente como una silueta humana surgía de entre los árboles, un chico de un aspecto limpio y elegante, aunque por su forma de moverse parecía bastante “estúpido”. Vestía con un traje y un sombrero de ala, todo de color negro lo que hacía resaltar el color verde de su cabello, no era un color muy común al igual que el dorado de sus ojos, o al menos no que yo supiera. Fue entonces cuando empezó a acercarse mientras miraba el jabalí, en aquel momento yo ya deduje cual era su idea así que me preparé para sacar mis dagas, pero me sorprendió, no quería tomar la comida para comérsela sino que la compartiéramos
Debía ser estúpido o algo similar pues sin ningún tipo de cortesía se me acercó para interrumpir mi sueño con una proposición tan estúpida como la de compartir la comida, pero bueno siempre cabía la posibilidad de que aquel chico tuviera idea de cocinar. “Si supiera cocinar no tendría mucho problema en compartir la comida con él” pensé, así que sin darle muchas más vueltas le dije:
- Esta bien no tengo ningún inconveniente en compartirla siempre y cuando tú la cocines, supongo que no hay demasiado problema con eso, ¿ verdad ? - Sin darle tiempo a contestar le lancé el mechero y le dije. - Para que enciendas el fuego, lo quiero de vuelta en cuanto lo hagas, o sino me llevaré algo más que el mechero.-
Tal vez este fuera el principio de una alianza para poder salir de aquella isla apartada de las manos de la muerte y en el peor de los casos supongo que tendría que realizar mi trabajo.
Debía ser estúpido o algo similar pues sin ningún tipo de cortesía se me acercó para interrumpir mi sueño con una proposición tan estúpida como la de compartir la comida, pero bueno siempre cabía la posibilidad de que aquel chico tuviera idea de cocinar. “Si supiera cocinar no tendría mucho problema en compartir la comida con él” pensé, así que sin darle muchas más vueltas le dije:
- Esta bien no tengo ningún inconveniente en compartirla siempre y cuando tú la cocines, supongo que no hay demasiado problema con eso, ¿ verdad ? - Sin darle tiempo a contestar le lancé el mechero y le dije. - Para que enciendas el fuego, lo quiero de vuelta en cuanto lo hagas, o sino me llevaré algo más que el mechero.-
Tal vez este fuera el principio de una alianza para poder salir de aquella isla apartada de las manos de la muerte y en el peor de los casos supongo que tendría que realizar mi trabajo.
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Alce la ceja al ver que el chico que estaba hablando, además de un maldito asesino era un chulo, por desgracia tendría que tragármelo si no quería quedarme sin comer, pero como intentase hacer algo lo mandaría a la iglesia más cercana, aunque no me gustara matar a nadie, creo que incluso disfrutaría ensartando a tal cerdo. Cogí el mechero que me ofrecía y fui a buscar un poco de leña seca, hojas caídas y palos, para hacer una fogata, pero no me hacía ninguna gracia cocinar para ese engendro. Tras varios minutos, traía lo suficiente como para que el fuego durara medio día, quizás más, me las ingenie con unos palos para que el jabalí estuviera sobre el fuego constantemente, al cual había quitado partes no comestibles antes, mientras le iba dando unas pocas vueltas sobre sí mismo, y de cuando en cuando echándole un ojo al hombre que me había dado el mechero.
Había pasado media hora y el jabalí estaba hecho, quizás un poco quemado, pero comestible al fin y al cabo, así que lo quite de la especie de invento que había hecho, cayendo este al perder el peso del jabalí, avivando un poco más el fuego y me acerque al asesino, clavando el palo que sujetaba al jabalí en el suelo, sin moverse este lo más mínimo y le tire el mechero al pecho.
-Cada uno se come una mitad, reparto equitativo.-Dije eso y corte con una de mis gujas el palo a la mitad, dejando dos partes iguales.-Si tienes alguna queja, la puedes hablar con mis dos armas.
No estaba de humor y si ese hombre me molestaba, le intentaría clavar con una guja contra el suelo.
Había pasado media hora y el jabalí estaba hecho, quizás un poco quemado, pero comestible al fin y al cabo, así que lo quite de la especie de invento que había hecho, cayendo este al perder el peso del jabalí, avivando un poco más el fuego y me acerque al asesino, clavando el palo que sujetaba al jabalí en el suelo, sin moverse este lo más mínimo y le tire el mechero al pecho.
-Cada uno se come una mitad, reparto equitativo.-Dije eso y corte con una de mis gujas el palo a la mitad, dejando dos partes iguales.-Si tienes alguna queja, la puedes hablar con mis dos armas.
No estaba de humor y si ese hombre me molestaba, le intentaría clavar con una guja contra el suelo.
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No tenía intención de pelear al menos por ahora, así que asentí mientras tomaba mi parte de la comida y la troceaba con una de mis dagas, no sin haberla limpiado antes en mi túnica. No tenía pensado revelar mi identidad a semejante “crío”, así que me aleje un par de árboles, me puse en el lado opuesto al que estaba él y tras unos minutos en silencio inicié la conversación:
- ¿ Y qué trae a un chico tan… “elegante” a esta isla desierta ? - Pregunté de una forma un tanto sarcástica para después seguir comiendo.-
De todos modos la situación tras la comida seguía siendo parecida ahora cargaba con un problema más, aquel chico pero para salir de allí íbamos a tener que colaborar, pues los indígenas no iban a presentar ningún tipo de reparo en el momento que nos hallaran. No eran seres muy amistosos ni razonables, sólo entendían la ley del más fuerte y si era necesario los haría descansar eternamente. Antes de oír la respuesta a mi pregunta pude oír como un pequeño grupo de indígenas se aproximaba, era una buena oportunidad para comprobar cómo se movía el peliverde. Coloqué la máscara de nuevo sobre mi rostro mientras salía de detrás del árbol, para señalar a mi espalda y decirle:
- Tenemos compañía. - Dije mientras me acercaba a él y le ofrecía mi mano, la pelea era inminente, no hay nada que una más que un enemigo común. -
- ¿ Y qué trae a un chico tan… “elegante” a esta isla desierta ? - Pregunté de una forma un tanto sarcástica para después seguir comiendo.-
De todos modos la situación tras la comida seguía siendo parecida ahora cargaba con un problema más, aquel chico pero para salir de allí íbamos a tener que colaborar, pues los indígenas no iban a presentar ningún tipo de reparo en el momento que nos hallaran. No eran seres muy amistosos ni razonables, sólo entendían la ley del más fuerte y si era necesario los haría descansar eternamente. Antes de oír la respuesta a mi pregunta pude oír como un pequeño grupo de indígenas se aproximaba, era una buena oportunidad para comprobar cómo se movía el peliverde. Coloqué la máscara de nuevo sobre mi rostro mientras salía de detrás del árbol, para señalar a mi espalda y decirle:
- Tenemos compañía. - Dije mientras me acercaba a él y le ofrecía mi mano, la pelea era inminente, no hay nada que una más que un enemigo común. -
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-¿Realmente te interesa? Quien me dice que no acabaré como uno de esos que son parte de la IA que yacen en el suelo.-Le dije al hombre que estaba ahora a varios metros, delante de mí, mientras le daba un mordisco al jabalí, arrancando la carne y degustando el sabor de esta.
Pero no duro mucho los pocos momentos de paz que reinaban en el pequeño claro, pues el asesino se levantó, quizás con más ganas de sangre, sinceramente lo ignore hasta que vi que venía hacía mí, no pude evitar un pequeño escalofrío que me recorrió toda la columna, como si la mano de un muerto hubiera recorrido esta lentamente, mire, por si acaso, si uno de estos no se había levantado, aunque de manera estúpida pude comprobar cómo los dos yacían muertos e incluso la sangre ya había parado de manar de sus cuerpos. Entendí el significado de ese escalofrío demasiado tarde quizás, porque pude ver las verdaderas intenciones de mi “amable” acompañante, me extendía la mano, quería que me levantara ¿para qué? Si quería pelear lo haría, pero al parecer solo teníamos compañía, más de esos lugareños, unos cuantos juguetes para mi acompañante, pero no para mí, no pensaba matar a nadie, no quería matar nadie.
-Entiendo, pelearemos juntos esta vez.-Le dije al cogerle la mano que me ofrecía y levantarme, estaba seguro de que no íbamos a morir, pero… ¿sería un buen precio a pagar por lo que presenciaría ahora?
Saque mis dos gujas, listo para la pelea, cuando vi aparecer a varios hombres, unos 6, todos de tez bronceada, adornos de huesos por el cuerpo y alguno que otro llevaba un fémur como arma, pero otro apareció un poco mas tarde que los demás, era mucho más alto que ellos, llegando al metro, con una piel cobriza y un cuerpo con músculos bastante pronunciados, este si llevaba una arma más “humana”, dado que era un hueso sí, pero este estaba afilado formando un arma de corte. Pero no le hice mucho mas caso, pues los hombres al ver a los muertos, se volvieron locos, lanzándose contra nosotros, el primero iba lanzando directamente contra mí, al cual le di con el mango del arma, lanzándolo contra un árbol, el segundo y el tercero, intentaban atacar por los flancos por lo que me moví hacia delante y clavando una guja en el suelo salte por encima de ellos, para dar un golpe giratorio con la parte no cortante del arma en el cuello de uno y un golpe en el estómago con la parte final de la vara al otro, dejándolos grogui. En ese tiempo no había mirado al que por ahora sería mi aliado, esperando que acabase con todos para encargarnos del grandullón a la vez.
Pero no duro mucho los pocos momentos de paz que reinaban en el pequeño claro, pues el asesino se levantó, quizás con más ganas de sangre, sinceramente lo ignore hasta que vi que venía hacía mí, no pude evitar un pequeño escalofrío que me recorrió toda la columna, como si la mano de un muerto hubiera recorrido esta lentamente, mire, por si acaso, si uno de estos no se había levantado, aunque de manera estúpida pude comprobar cómo los dos yacían muertos e incluso la sangre ya había parado de manar de sus cuerpos. Entendí el significado de ese escalofrío demasiado tarde quizás, porque pude ver las verdaderas intenciones de mi “amable” acompañante, me extendía la mano, quería que me levantara ¿para qué? Si quería pelear lo haría, pero al parecer solo teníamos compañía, más de esos lugareños, unos cuantos juguetes para mi acompañante, pero no para mí, no pensaba matar a nadie, no quería matar nadie.
-Entiendo, pelearemos juntos esta vez.-Le dije al cogerle la mano que me ofrecía y levantarme, estaba seguro de que no íbamos a morir, pero… ¿sería un buen precio a pagar por lo que presenciaría ahora?
Saque mis dos gujas, listo para la pelea, cuando vi aparecer a varios hombres, unos 6, todos de tez bronceada, adornos de huesos por el cuerpo y alguno que otro llevaba un fémur como arma, pero otro apareció un poco mas tarde que los demás, era mucho más alto que ellos, llegando al metro, con una piel cobriza y un cuerpo con músculos bastante pronunciados, este si llevaba una arma más “humana”, dado que era un hueso sí, pero este estaba afilado formando un arma de corte. Pero no le hice mucho mas caso, pues los hombres al ver a los muertos, se volvieron locos, lanzándose contra nosotros, el primero iba lanzando directamente contra mí, al cual le di con el mango del arma, lanzándolo contra un árbol, el segundo y el tercero, intentaban atacar por los flancos por lo que me moví hacia delante y clavando una guja en el suelo salte por encima de ellos, para dar un golpe giratorio con la parte no cortante del arma en el cuello de uno y un golpe en el estómago con la parte final de la vara al otro, dejándolos grogui. En ese tiempo no había mirado al que por ahora sería mi aliado, esperando que acabase con todos para encargarnos del grandullón a la vez.
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Mientras mi elegante compañero se hacía cargo de una pequeña parte de nuestros molestos amigos, yo peleaba con el más grandullón de todos y dos más que le acompañaban, esquivaba sus golpes mientras pensaba una forma de contraatacar. Por el otro lado mi trajeado amigo, no tenía muchos problemas para dejar K.O a sus contrincantes, pero yo no iba a ser tan benévolo con aquellos animales, así que dejé de esquivar sus inútiles embestidas y empecé el contraataque. Eché mano al interior de mi túnica, saqué un pequeño montón de agujas y empecé a lanzarlas hacia los indígenas, la mayoría impactaron en músculos importantes causandoles la pérdida del movimiento.
Esto funcionó con los dos más pequeños pero el grandullón ni se inmuto con las agujas, posiblemente debido a que era una bola de grasa enorme, de todos modos se quedó parado durante unos segundos al recibir las agujas, como si se hubiera quedado paralizado, aunque eso no duró mucho tiempo pues no tardó en volver a la carga. Ya habíamos acabado con las alimañas y solo quedaba el grandullón, así que tendríamos que despacharlo.
- Yo me haré cargo de derribarlo, asegurate de rematarlo y de hacerlo bien, no quiero que salgas herido por no querer dañar a estos animales. - Dije mientras volvía a echar mano a mis dagas y esprintaba hacia el grandullón. -
Me deslicé entre sus piernas repitiendo el mismo movimiento de hacía un rato, clavé mis dagas a la altura de sus gemelos para luego tirar de la cadena que quedaba colgando entre las dos dagas. Como era lógico el grandullón cayó quedando de rodillas, era el turno del peliverde.
Esto funcionó con los dos más pequeños pero el grandullón ni se inmuto con las agujas, posiblemente debido a que era una bola de grasa enorme, de todos modos se quedó parado durante unos segundos al recibir las agujas, como si se hubiera quedado paralizado, aunque eso no duró mucho tiempo pues no tardó en volver a la carga. Ya habíamos acabado con las alimañas y solo quedaba el grandullón, así que tendríamos que despacharlo.
- Yo me haré cargo de derribarlo, asegurate de rematarlo y de hacerlo bien, no quiero que salgas herido por no querer dañar a estos animales. - Dije mientras volvía a echar mano a mis dagas y esprintaba hacia el grandullón. -
Me deslicé entre sus piernas repitiendo el mismo movimiento de hacía un rato, clavé mis dagas a la altura de sus gemelos para luego tirar de la cadena que quedaba colgando entre las dos dagas. Como era lógico el grandullón cayó quedando de rodillas, era el turno del peliverde.
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El hombre, a diferencia mía no tenía ningún reparo en matar, ni antes ni ahora, eliminando a sus enemigos con unas agujas, era realmente admirable su habilidad con esas armas, pero quizás si no lo usara para algo tan terrible como matar… pero se notaba en la furia de estos indígenas que no iban a hacer lo que yo estaba haciendo, iban a matar, se notaba en la fiereza de sus golpes. Y entonces el asesino me hablo, me dijo que yo tenía que hacer lo mismo con el grandullón, me ponía en un aprieto ¿qué podía hacer yo ahora? Estaba entre matar a alguien, con todo lo que eso repercutiría en mi o ser asesinado por un psicópata sediento de sangre.
Me acerque al grande, se retorcía, gritaba por el dolor que le causaban las dagas que se le habían clavado en las piernas, en la zona de los gemelos. Mire mi arma, larga, con una hoja reluciente y cortante… parecía que pudiera cortarlo todo, incluso la vida de una persona, pero… ¿sería yo capaz de hacerlo? ¿Matar a una persona para salvar mi propia vida? Tenía una meta en la vida y ese hombre no, pero aun así no pensaba en que quitar una vida estuviera bien. No quiero, no quiero, no quiero, ¡joder! ¿Por qué habría llegado a aquella isla? ¿Era el designio del creador que me convirtiese en un asesino? No quería volverme como él, pero… tampoco quería morir, estaba seguro de que si me quedaba inmóvil lo remataría él, ese asqueroso ser, pero seguramente no fuera al único que rematara.
Casi sin darme cuenta, por puro instinto de supervivencia, empecé a mover el brazo con el que aguantaba el arma, mientras miraba al hombre que estaba a punto de matar a los ojos, en ese pequeño instante veía muchas cosas en sus ojos, furia, pánico, temor... Y sin darme cuenta, empecé a llorar, note que empecé a llorar porque sentí un impacto en el pecho acompañado de una humedad, luego otro, y después otro más, así hasta convertirse en un fluir continuo. El brazo pesaba, el hombre se agitaba todavía más, sabiendo que su final estaba cerca y aun así, intentaba salir de la prisión de su captor, con movimientos muy bruscos, y acompañando a los movimientos bruscos venían gritos de dolor que se grabarían en mi mente para siempre, los gritos de una víctima. Era el momento, si tardaba mas, puede que no lo contara, además el brazo se me estaba entumeciendo debido al peso del arma, así que lentamente fui moviéndola, con una parsimonia digna de un profesional que prepara su instrumental de trabajo, hasta que estuvo a diez centímetros de su cuello, el hombre había dejado de moverse por miedo a cortarse, me fijaba aun en los ojos del hombre, pero en mi campo de visión había entrado la guja, que temblaba debido a la tensión del momento, porque realmente no quería hacerlo. Cogí aire, lo expulse, cogí aire y lo volví a expulsar, ahora o nunca, me convencí varias veces con esa frase, pero no pude mover el brazo que se había quedado estático en esa posición, no sabía la razón y solo podía dar suposiciones, la viable a mi parecer era que le temía a la muerte, no quería ver a nadie morir a mis manos. Estuve un rato más así, quien sabe cuánto pues mi percepción del tiempo se había tornado abstracta y extraña, sintiendo los segundos como eternidades, una pequeña llantina del hombre me devolvió a la realidad. Ese llanto me molestaba, pero no podía hacer nada por salvarlo.
Volví a tomar aire, expulsándolo por la boca una vez más. Los rescoldos de la hoguera, iluminaba levemente su rostro, que mostraba el pánico que sentía él y yo en este momento. Lo mire, me miro, empecé mi movimiento lento, en dirección ascendente, cogiendo fuerza para que no sufriera durante mucho rato y lo deje caer por su propio peso. Sonó un crack, acompañado de una sinfonía agónica, al parecer no había muerto y el arma había impactado en la columna del hombre, quebrándola y dejándolo muy malherido, el hombre había vuelto a sus movimientos bruscos, intentando por todos sus medios arrancarse el arma que yacía clavada en su espalda, aumente la fuerza con la que la agarraba, para sacarla, que tras unos tirones cedió, haciéndome tambalear. Volví a donde estaba antes, mirando de nuevo la expresión que se había formado en la cara del hombre ¿cómo, me preguntaba, se podía hacer cambiar a alguien tanto con tan solo un objeto? En cierta medida era fascinante, pero, cuando vi la sangre caer desde su espalda recordé que había apuñalado a una persona y seguramente quedaría inválido por el resto de su vida. Era mejor que terminase el trabajo, por nuestro bien.
Alcé el arma, esta vez sin tantos miramientos, para bajarla, aun con más fuerza que antes. Otro crack, junto a otra ráfaga de movimientos violentos, el hombre era resistente, eso nadie se lo negaba. Volví a hacer el mismo movimiento, casi como si de una rutina se tratase. Un último golpe hizo cesar sus movimientos, al mismo ritmo en el que la sangre me salpicaba en la cara, un último golpe me despertó de esa extraña hipnosis que me había autoimpuesto, vi lo que había hecho y una arcada recorrió mi garganta instantáneamente. Caí al suelo, junto al hombre que yacía sin vida. Porque yo se la había cortado. Era un monstruo, no sabía cómo podía seguir vivo, había matado a alguien, solo de pensarlo me entraban ganas de vomitar y el ver a mi lado a un cadáver hizo que lo que había comido unos minutos antes saliera de nuevo, impactando en el suelo y juntándose con la sangre del muerto. El sabor de mi boca, era extraño, un amargo ácido que no había sentido nunca ¿era este el sabor de la muerte? Vi el arma clavada en el hombre, e intente, en un esfuerzo vano, en levantarme. Cuando lo conseguí, tarde un rato en sacar el arma, pues no quería tocarla y aun la cabeza me daba vueltas, no sentía eso como la realidad normal, en la que había vivido hasta minutos antes. ¿Era la misma persona que había dejado vivos a los indígenas aun peleando contra ellos, que tenían una sed de sangre? Sentía como algo en mi interior había cambiado, aunque el sabor del vomito, lo que yo creía que había sido la muerte, todavía estaba en mi boca, este era residual y había pasado a tener un regusto dulce, como si fuera algo bueno. Puede que no fuera tan malo matar. Mire la lanza que seguía sobre el cuerpo del asesinado. Jale un poco de ella, para ver cuán clavada estaba, y pude sacarla tras varios intentos sin demasiada fuerza aplicada a los tirones. Era extraño. La guja parecía más pesada ¿Sería el peso de la vida de mi victima? ¿O era el simple hecho de estar cubierta con su sangre? No sé porque, me quede mirando el rostro, ahora sin vida, del hombre. Su expresión final era con los ojos abiertos, seguramente por el dolor que sintió en ese preciso instante, y la boca también, lo más posible por los gritos que estaba profiriendo, puede que pidiendo ayuda, pero lo que más me atraía de esa escena, era sin dudar, el charco carmesí que manaba de su espalda, pocos centímetros por debajo de su cuello. Me fije en mi rostro, que se reflejaba en el líquido, junto a un cielo oscurecido y sin Luna, pero plagado de estrellas. No parecía la misma cara de siempre. No quería pasar por lo mismo otra vez. Rompí a llorar nuevamente, pasando a una posición fetal en la cual me arrullaba en el suelo, pensando en lo que había hecho. Pero no lloraba por el hecho de haber matado a alguien. Lo hacía porque sentía que de algún modo, me había gustado.
Me acerque al grande, se retorcía, gritaba por el dolor que le causaban las dagas que se le habían clavado en las piernas, en la zona de los gemelos. Mire mi arma, larga, con una hoja reluciente y cortante… parecía que pudiera cortarlo todo, incluso la vida de una persona, pero… ¿sería yo capaz de hacerlo? ¿Matar a una persona para salvar mi propia vida? Tenía una meta en la vida y ese hombre no, pero aun así no pensaba en que quitar una vida estuviera bien. No quiero, no quiero, no quiero, ¡joder! ¿Por qué habría llegado a aquella isla? ¿Era el designio del creador que me convirtiese en un asesino? No quería volverme como él, pero… tampoco quería morir, estaba seguro de que si me quedaba inmóvil lo remataría él, ese asqueroso ser, pero seguramente no fuera al único que rematara.
Casi sin darme cuenta, por puro instinto de supervivencia, empecé a mover el brazo con el que aguantaba el arma, mientras miraba al hombre que estaba a punto de matar a los ojos, en ese pequeño instante veía muchas cosas en sus ojos, furia, pánico, temor... Y sin darme cuenta, empecé a llorar, note que empecé a llorar porque sentí un impacto en el pecho acompañado de una humedad, luego otro, y después otro más, así hasta convertirse en un fluir continuo. El brazo pesaba, el hombre se agitaba todavía más, sabiendo que su final estaba cerca y aun así, intentaba salir de la prisión de su captor, con movimientos muy bruscos, y acompañando a los movimientos bruscos venían gritos de dolor que se grabarían en mi mente para siempre, los gritos de una víctima. Era el momento, si tardaba mas, puede que no lo contara, además el brazo se me estaba entumeciendo debido al peso del arma, así que lentamente fui moviéndola, con una parsimonia digna de un profesional que prepara su instrumental de trabajo, hasta que estuvo a diez centímetros de su cuello, el hombre había dejado de moverse por miedo a cortarse, me fijaba aun en los ojos del hombre, pero en mi campo de visión había entrado la guja, que temblaba debido a la tensión del momento, porque realmente no quería hacerlo. Cogí aire, lo expulse, cogí aire y lo volví a expulsar, ahora o nunca, me convencí varias veces con esa frase, pero no pude mover el brazo que se había quedado estático en esa posición, no sabía la razón y solo podía dar suposiciones, la viable a mi parecer era que le temía a la muerte, no quería ver a nadie morir a mis manos. Estuve un rato más así, quien sabe cuánto pues mi percepción del tiempo se había tornado abstracta y extraña, sintiendo los segundos como eternidades, una pequeña llantina del hombre me devolvió a la realidad. Ese llanto me molestaba, pero no podía hacer nada por salvarlo.
Volví a tomar aire, expulsándolo por la boca una vez más. Los rescoldos de la hoguera, iluminaba levemente su rostro, que mostraba el pánico que sentía él y yo en este momento. Lo mire, me miro, empecé mi movimiento lento, en dirección ascendente, cogiendo fuerza para que no sufriera durante mucho rato y lo deje caer por su propio peso. Sonó un crack, acompañado de una sinfonía agónica, al parecer no había muerto y el arma había impactado en la columna del hombre, quebrándola y dejándolo muy malherido, el hombre había vuelto a sus movimientos bruscos, intentando por todos sus medios arrancarse el arma que yacía clavada en su espalda, aumente la fuerza con la que la agarraba, para sacarla, que tras unos tirones cedió, haciéndome tambalear. Volví a donde estaba antes, mirando de nuevo la expresión que se había formado en la cara del hombre ¿cómo, me preguntaba, se podía hacer cambiar a alguien tanto con tan solo un objeto? En cierta medida era fascinante, pero, cuando vi la sangre caer desde su espalda recordé que había apuñalado a una persona y seguramente quedaría inválido por el resto de su vida. Era mejor que terminase el trabajo, por nuestro bien.
Alcé el arma, esta vez sin tantos miramientos, para bajarla, aun con más fuerza que antes. Otro crack, junto a otra ráfaga de movimientos violentos, el hombre era resistente, eso nadie se lo negaba. Volví a hacer el mismo movimiento, casi como si de una rutina se tratase. Un último golpe hizo cesar sus movimientos, al mismo ritmo en el que la sangre me salpicaba en la cara, un último golpe me despertó de esa extraña hipnosis que me había autoimpuesto, vi lo que había hecho y una arcada recorrió mi garganta instantáneamente. Caí al suelo, junto al hombre que yacía sin vida. Porque yo se la había cortado. Era un monstruo, no sabía cómo podía seguir vivo, había matado a alguien, solo de pensarlo me entraban ganas de vomitar y el ver a mi lado a un cadáver hizo que lo que había comido unos minutos antes saliera de nuevo, impactando en el suelo y juntándose con la sangre del muerto. El sabor de mi boca, era extraño, un amargo ácido que no había sentido nunca ¿era este el sabor de la muerte? Vi el arma clavada en el hombre, e intente, en un esfuerzo vano, en levantarme. Cuando lo conseguí, tarde un rato en sacar el arma, pues no quería tocarla y aun la cabeza me daba vueltas, no sentía eso como la realidad normal, en la que había vivido hasta minutos antes. ¿Era la misma persona que había dejado vivos a los indígenas aun peleando contra ellos, que tenían una sed de sangre? Sentía como algo en mi interior había cambiado, aunque el sabor del vomito, lo que yo creía que había sido la muerte, todavía estaba en mi boca, este era residual y había pasado a tener un regusto dulce, como si fuera algo bueno. Puede que no fuera tan malo matar. Mire la lanza que seguía sobre el cuerpo del asesinado. Jale un poco de ella, para ver cuán clavada estaba, y pude sacarla tras varios intentos sin demasiada fuerza aplicada a los tirones. Era extraño. La guja parecía más pesada ¿Sería el peso de la vida de mi victima? ¿O era el simple hecho de estar cubierta con su sangre? No sé porque, me quede mirando el rostro, ahora sin vida, del hombre. Su expresión final era con los ojos abiertos, seguramente por el dolor que sintió en ese preciso instante, y la boca también, lo más posible por los gritos que estaba profiriendo, puede que pidiendo ayuda, pero lo que más me atraía de esa escena, era sin dudar, el charco carmesí que manaba de su espalda, pocos centímetros por debajo de su cuello. Me fije en mi rostro, que se reflejaba en el líquido, junto a un cielo oscurecido y sin Luna, pero plagado de estrellas. No parecía la misma cara de siempre. No quería pasar por lo mismo otra vez. Rompí a llorar nuevamente, pasando a una posición fetal en la cual me arrullaba en el suelo, pensando en lo que había hecho. Pero no lloraba por el hecho de haber matado a alguien. Lo hacía porque sentía que de algún modo, me había gustado.
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Mi compañero era cuanto menos algo estúpido, en lugar de acabar rápido con el sufrimiento de aquel pobre animal se tiro un rato torturandolo, no se que había cambiado en él pero se torno una persona mucho más oscura mientras atacaba a aquel grandullón. Mientras él hacía el tonto con su víctima me limite a crucificar a los indígenas que había dejado con vida anteriormente, los tomé por la cabeza y los elevé para colgarlos clavando una aguja en su cuello, seguí con sus manos y por último sus pies. De este modo quedaban colgados en los árboles, los animales como ellos no merecían ni tan siquiera un entierro digno, castigarlos de aquella manera era el mejor modo de hacerlos descansar.
Yo estaba terminando cuando mi trajeado amigo se derrumbó junto al cadáver, no entendía qué cojones le pasaba en la cabeza hasta que me di cuenta que era la primera vez que arrebataba una vida. Tarde o temprano uno acaba acostumbrándose y llega a hacerlo sin tan siquiera dudarlo, pero la primera vez es algo que nunca olvidas, excepto en mi caso. De todos modos él iba a estar así por un buen rato así que sin molestarlo demasiado tomé el cadáver del grandullón, me costó bastante levantarlo pero tras un par de minutos ya se hallaba en compañía de sus amigos. El peliverde seguía tirado en el suelo llorando, yo no recordaba cómo había reaccionado en mi primer asesinato pero desde luego estaba seguro que no de aquel modo, no era muy de mi echarme a llorar. La situación me empezaba a cansar así que me acerqué al chico y le dije:
- Levanta tenemos que irnos, no podemos estar perdiendo toda la noche aquí, así que levanta y comportate como un hombre. - Dije mientras le ofrecía mi mano junto a un cigarro. -
No teníamos tiempo como para perderlo llorando por la muerte de un perro, lo mejor sería salir de aquella isla lo antes posible pero no teníamos ni idea de como hacerlo, tal vez encontrar el poblado indígena fuera el mejor modo de salir de aquel yermo lugar. Teniendo en cuenta que de algo se tenían que alimentar posiblemente tuvieran algún barco para pescar lo que nos permitiría salir de allí sin demasiado problema.
Yo estaba terminando cuando mi trajeado amigo se derrumbó junto al cadáver, no entendía qué cojones le pasaba en la cabeza hasta que me di cuenta que era la primera vez que arrebataba una vida. Tarde o temprano uno acaba acostumbrándose y llega a hacerlo sin tan siquiera dudarlo, pero la primera vez es algo que nunca olvidas, excepto en mi caso. De todos modos él iba a estar así por un buen rato así que sin molestarlo demasiado tomé el cadáver del grandullón, me costó bastante levantarlo pero tras un par de minutos ya se hallaba en compañía de sus amigos. El peliverde seguía tirado en el suelo llorando, yo no recordaba cómo había reaccionado en mi primer asesinato pero desde luego estaba seguro que no de aquel modo, no era muy de mi echarme a llorar. La situación me empezaba a cansar así que me acerqué al chico y le dije:
- Levanta tenemos que irnos, no podemos estar perdiendo toda la noche aquí, así que levanta y comportate como un hombre. - Dije mientras le ofrecía mi mano junto a un cigarro. -
No teníamos tiempo como para perderlo llorando por la muerte de un perro, lo mejor sería salir de aquella isla lo antes posible pero no teníamos ni idea de como hacerlo, tal vez encontrar el poblado indígena fuera el mejor modo de salir de aquel yermo lugar. Teniendo en cuenta que de algo se tenían que alimentar posiblemente tuvieran algún barco para pescar lo que nos permitiría salir de allí sin demasiado problema.
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Ahora mismo, no sabía ni que pasaba, pensaba que todo era una especie de sueño extraño, que un juego no podía llegar a ser tan real, pero en unas cuantas ocasiones volví a ver al hombre, obviamente estaba muerto y no era ninguna mentira. Había sido yo. En una de esas ocasiones volví a mirar, para ver como el asesino se lo llevaba… ¿debería llamarlo así, después de lo que había hecho? ¿No me estaba poniendo a su altura?
Tras un rato entre sollozos interrumpidos, volví a oír pasos, hasta ahora omitidos por mi mente, que estaba en un estado un poco frágil, para ver que una mano se ponía delante de mi cara. El hombre empezó a hablar, pero no le entendí nada excepto las últimas palabras, me decía que me comportara como un hombre ¿él? ¿Se creía el más indicado para decir nada? Aún así era la única persona ahora que podía ayudarme a salir de aquella isla, así que me fui incorporando, sin agarrarle la mano.
Ahí fue cuando vi lo que había hecho, había matado a todos los que yo había dejado noqueados, otra arcada recorrió mi garganta al ver tan sádica y asquerosa escena, pero pude de algún modo, contener el líquido que había llegado hasta mi boca. Me fije en el hecho de que, parecía algo extraño, me llamaba de una manera un tanto… especial, como si fuera una obra de arte abstracta. Me paré un momento y me quede observándolas, anonadado. Y un momento después, moví la cabeza rápidamente, sentía mi cuerpo extraño, como si no fuera yo. Me volví a dirigir al hombre, cogiendo el arma que yacía en el suelo, cubierta aun de sangre residual.
-Mira, no pienso estar más en esta isla. Así que o me ayudas a salir de aquí, o créeme que no te gustara acabar aquí conmigo.-Estaba desesperado, así que haría lo que fuera, aún si tuviera que cooperar con aquel hombre una vez más.
Tras un rato entre sollozos interrumpidos, volví a oír pasos, hasta ahora omitidos por mi mente, que estaba en un estado un poco frágil, para ver que una mano se ponía delante de mi cara. El hombre empezó a hablar, pero no le entendí nada excepto las últimas palabras, me decía que me comportara como un hombre ¿él? ¿Se creía el más indicado para decir nada? Aún así era la única persona ahora que podía ayudarme a salir de aquella isla, así que me fui incorporando, sin agarrarle la mano.
Ahí fue cuando vi lo que había hecho, había matado a todos los que yo había dejado noqueados, otra arcada recorrió mi garganta al ver tan sádica y asquerosa escena, pero pude de algún modo, contener el líquido que había llegado hasta mi boca. Me fije en el hecho de que, parecía algo extraño, me llamaba de una manera un tanto… especial, como si fuera una obra de arte abstracta. Me paré un momento y me quede observándolas, anonadado. Y un momento después, moví la cabeza rápidamente, sentía mi cuerpo extraño, como si no fuera yo. Me volví a dirigir al hombre, cogiendo el arma que yacía en el suelo, cubierta aun de sangre residual.
-Mira, no pienso estar más en esta isla. Así que o me ayudas a salir de aquí, o créeme que no te gustara acabar aquí conmigo.-Estaba desesperado, así que haría lo que fuera, aún si tuviera que cooperar con aquel hombre una vez más.
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Aquel chico estaba en un shock total, a pesar de su apariencia física y de su edad no era más que un crío en aquella situación, en aquel momento no era más que un corderito perdido alejado de su rebaño, pero si de verdad quería salir de allí con vida iba a tener que madurar y aprender a sobrellevar la carga de las vidas que ha robado. Mi fuerte no era sermonear ni hablar a la gente para tratar de ayudarles con sus problemas pero en aquel caso y teniendo en cuenta la situación iba a hacer una excepción, así que le dije:
- Posiblemente, no, mas bien seguramente me veas como un asesino al fin y al cabo es lo que soy, pero dejando eso de lado. Si no eres capaz de quitar una vida sin montar todo este numerito, no tiene sentido que te ayude porque de poco me va a servir un corderito herido en medio de un combate. Yo seré un monstruo, una bestia, un demonio o la muerte misma, pero te aseguro que si de mi depende ninguna persona que yo quiera saldrá herida mientras siga vivo, en cambio no puedo asegurar eso por tu parte. - Dije mientras echaba mano al interior de mi túnica y sacaba una aguja. - El miedo te paraliza y eso provoca que no seas capaz de reaccionar ante situaciones de extrema necesidad, si te envuelves en una verdadera pelea noquear a tus enemigos no será suficiente.
Tras decir esto hice una pausa para respirar y pensar que decirle a continuación, quería que le quedara claro cuál es la realidad de este mundo y que por mucho que uno no quiera, hay que mancharse las manos. Después de unos segundos recapacitando continué:
- Creo que este es el mejor modo de enseñarte cual es la diferencia entre tu y yo. - Dije segundos antes de atravesar mi mano con la aguja sin dudarlo ni un segundo para sacarla en seguida. - Las heridas, la sangre, el dolor, la muerte y todo lo relacionado con esta, todo eso ya es una parte de mi, esa es la diferencia entre tu y yo, es por eso y por cómo ha transcurrido mi vida que yo puedo matar sin remordimientos, mientras que tu te echas a llorar como un corderito desamparado. - Acto seguido tomé el final de la túnica y lo desgarré para separar un pequeño trozo con el que me envolví la palma de mi mano. - Decide lo que vas a hacer, pero si no tienes la intención de matar, limitate a morirte en este bosque, no quiero un corderito indefenso. -
Acto seguido empecé a caminar hacia la arboleda que estaba justo en nuestro frente, si venía o no, ya no me importaba era su problema.
- Posiblemente, no, mas bien seguramente me veas como un asesino al fin y al cabo es lo que soy, pero dejando eso de lado. Si no eres capaz de quitar una vida sin montar todo este numerito, no tiene sentido que te ayude porque de poco me va a servir un corderito herido en medio de un combate. Yo seré un monstruo, una bestia, un demonio o la muerte misma, pero te aseguro que si de mi depende ninguna persona que yo quiera saldrá herida mientras siga vivo, en cambio no puedo asegurar eso por tu parte. - Dije mientras echaba mano al interior de mi túnica y sacaba una aguja. - El miedo te paraliza y eso provoca que no seas capaz de reaccionar ante situaciones de extrema necesidad, si te envuelves en una verdadera pelea noquear a tus enemigos no será suficiente.
Tras decir esto hice una pausa para respirar y pensar que decirle a continuación, quería que le quedara claro cuál es la realidad de este mundo y que por mucho que uno no quiera, hay que mancharse las manos. Después de unos segundos recapacitando continué:
- Creo que este es el mejor modo de enseñarte cual es la diferencia entre tu y yo. - Dije segundos antes de atravesar mi mano con la aguja sin dudarlo ni un segundo para sacarla en seguida. - Las heridas, la sangre, el dolor, la muerte y todo lo relacionado con esta, todo eso ya es una parte de mi, esa es la diferencia entre tu y yo, es por eso y por cómo ha transcurrido mi vida que yo puedo matar sin remordimientos, mientras que tu te echas a llorar como un corderito desamparado. - Acto seguido tomé el final de la túnica y lo desgarré para separar un pequeño trozo con el que me envolví la palma de mi mano. - Decide lo que vas a hacer, pero si no tienes la intención de matar, limitate a morirte en este bosque, no quiero un corderito indefenso. -
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Apreté los dientes mientras oía las palabras de aquel hombre, de aquel que se creía lo suficientemente bueno como para dar esa clase de charlas. ¿De verdad pensaba que era mejor que yo? ¿Hasta el punto de autolesionarse? Era un idiota integral, pero lo necesitaba para salir de allí y por desgracia ya tenía las manos manchadas de sangre, era demasiado tarde para huir de esas imágenes que se había quedado grabadas en mi cabeza, los gritos de aquel que se iba a quedar ahí, colgado en un árbol. Mire al hombre a los ojos mientras se autolesionaba, la furia que recorría ahora mi cuerpo me decía que le golpease, que le atravesara con la lanza que portaba ahora mismo. Pero no lo hice. No sabía porque, la verdad, pero sentía que ese hombre era la única forma de salir de aquel infierno, así que me calle y solo proferí un pequeño gruñido.
Al verle avanzar por el bosque, tras haberse vendado, dude si seguirlo durante unos segundos. Lo mire durante un rato, pensando si no debía hacer caso a ese impulso que quería apuñalarlo y ver la expresión de su rostro. Deseche el pensamiento y lo seguí, siempre varios metros por detrás, con mis dos armas desenfundadas, por si tenía que usarlas, me daba igual si era contra él o contra otro de aquellos salvajes.
Al verle avanzar por el bosque, tras haberse vendado, dude si seguirlo durante unos segundos. Lo mire durante un rato, pensando si no debía hacer caso a ese impulso que quería apuñalarlo y ver la expresión de su rostro. Deseche el pensamiento y lo seguí, siempre varios metros por detrás, con mis dos armas desenfundadas, por si tenía que usarlas, me daba igual si era contra él o contra otro de aquellos salvajes.
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Parecía que mi idea había funcionado, el peliverde empezó a seguirme con una expresión de enfado en su cara y sin tan siquiera mediar media palabra conmigo, no es que me importará pero si tenía que cuidar de aquel Corderito deseaba que por lo menos nuestra relación no fuera tan cínica. No sabía como arreglar la situación y cada árbol que cruzaba parecía que la situación iba a peor, fue entonces cuando un pequeño presentimiento me hizo girar la cabeza un poco.
No vi nada raro, de no ser porque tras el Corderito pude ver una especie de silueta moviéndose, no me gustaba la situación así que me mantuve alerta pero sin tan siquiera amainar mi paso. Apenas pasaron unos segundos desde que divisé aquella sombra y un indígena saltó desde un árbol para apuñalar al peliverde, yo esperando algo como eso lancé rápidamente tres agujas que impactaron respectivamente en pecho, brazo y abdomen. El indígena cayó al suelo retorciéndose de dolor, mientras tanto yo como el peliverde nos acercábamos a este, entonces dije:
- Ese ha intentado matarte, quizá deberías devolverle el favor pero bueno haz lo que quieras. - Dije segundos antes de volver a darme la vuelta y seguir mi camino pero con un paso más tranquilo esperando que El Corderito se hiciera cargo de aquel animal y me siguiera. -
No debíamos de estar mucho más lejos del lugar donde esos animales descansaban, pues al parecer ese que nos atacó debía ser una especie de guardia fronterizo.
No vi nada raro, de no ser porque tras el Corderito pude ver una especie de silueta moviéndose, no me gustaba la situación así que me mantuve alerta pero sin tan siquiera amainar mi paso. Apenas pasaron unos segundos desde que divisé aquella sombra y un indígena saltó desde un árbol para apuñalar al peliverde, yo esperando algo como eso lancé rápidamente tres agujas que impactaron respectivamente en pecho, brazo y abdomen. El indígena cayó al suelo retorciéndose de dolor, mientras tanto yo como el peliverde nos acercábamos a este, entonces dije:
- Ese ha intentado matarte, quizá deberías devolverle el favor pero bueno haz lo que quieras. - Dije segundos antes de volver a darme la vuelta y seguir mi camino pero con un paso más tranquilo esperando que El Corderito se hiciera cargo de aquel animal y me siguiera. -
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Estaba caminando, detrás del individuo que quería que me ayudase a salir de aquella isla, agarrando todo el rato mis dos armas, y llevando la hoja a ras del suelo, cuando me fije que mi acompañante se había puesto a mirar hacía detrás, pero sin que se lo notara mucho, solo de reojo y manteniendo un ritmo constante, por lo que supuse que era para ver si iba a ayudarlo finalmente o puede que simplemente pura desconfianza, aunque no le hubiera dado motivos para hacerlo, así que no le di mucha importancia.
Puede que tuviera que hacerlo, o al menos eso pensé cuando unas cuantas agujas salieron volando alrededor de mi cabeza sin previo aviso, dure unos pocos segundos sin darme cuenta de que había pasado, pues si hubiera querido, habría apuntado mejor, hasta que lo oí hablar y me di la vuelta, viendo a un salvaje como los de antes moribundo en el suelo. ¿Por qué me había salvado? Suspire, no entendía porque lo había hecho, pero me dijo que rematara a aquel hombre. Lo mire a la cara, que hacía una mueca extraña por el dolor, pero en cierta manera bastante armoniosa. No dude como la vez anterior, un tajo al cuelo lo hizo callar. Seguí mi camino, apresurándome para volver a la posición en la que estaba antes, a varios metros detrás del hombre.
-¿Por qué lo has hecho?-Le pregunte con tono extrañado y enarcando una ceja, aun sin que este me estuviese mirando.-Te hubiera sido más fácil si me hubiera matado ¿no?
Puede que tuviera que hacerlo, o al menos eso pensé cuando unas cuantas agujas salieron volando alrededor de mi cabeza sin previo aviso, dure unos pocos segundos sin darme cuenta de que había pasado, pues si hubiera querido, habría apuntado mejor, hasta que lo oí hablar y me di la vuelta, viendo a un salvaje como los de antes moribundo en el suelo. ¿Por qué me había salvado? Suspire, no entendía porque lo había hecho, pero me dijo que rematara a aquel hombre. Lo mire a la cara, que hacía una mueca extraña por el dolor, pero en cierta manera bastante armoniosa. No dude como la vez anterior, un tajo al cuelo lo hizo callar. Seguí mi camino, apresurándome para volver a la posición en la que estaba antes, a varios metros detrás del hombre.
-¿Por qué lo has hecho?-Le pregunte con tono extrañado y enarcando una ceja, aun sin que este me estuviese mirando.-Te hubiera sido más fácil si me hubiera matado ¿no?
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Parecía que El Corderito iba aprendiendo, no dudo como anteriormente y acabó con el sufrimiento de aquel animal de una forma rápida y limpia. Después volvió hasta su posición anterior y me asaltó con la esperada pregunta, a la cual respondí:
- Como ya te dije antes, te aseguro que si de mi depende ninguna persona que yo quiera saldrá herida mientras siga vivo y así ha ocurrido. Respecto al porqué no te mato ni yo mismo lo sé, tal vez porque no eres mal tipo, porque simplemente me parece una pérdida de tiempo o porque me caes bien, coge la que más te guste. - Dije girandome mientras sonreía aunque él no pudiera apreciarlo por la máscara. - De todos modos eso ahora da igual, no tardaremos en llegar al poblado indígena así que ándate con ojo, no quiero tener que arrastrar corderos hasta el barco. ¡ Ah, por cierto ! Creo que va siendo hora de presentarse me llamo, Shi, por sí tienes que gritar mi nombre mientras te ataca un grupo de indígenas. - Dije entre risas. -
Tras este pequeño diálogo aceleré el paso con la intención de que llegaramos lo antes posible a nuestro destino, esperaba que las cosas fueran a mejor a partir de ahora y quién sabe tal vez El Corderito y yo hasta terminaramos por llevarnos bien.
- Como ya te dije antes, te aseguro que si de mi depende ninguna persona que yo quiera saldrá herida mientras siga vivo y así ha ocurrido. Respecto al porqué no te mato ni yo mismo lo sé, tal vez porque no eres mal tipo, porque simplemente me parece una pérdida de tiempo o porque me caes bien, coge la que más te guste. - Dije girandome mientras sonreía aunque él no pudiera apreciarlo por la máscara. - De todos modos eso ahora da igual, no tardaremos en llegar al poblado indígena así que ándate con ojo, no quiero tener que arrastrar corderos hasta el barco. ¡ Ah, por cierto ! Creo que va siendo hora de presentarse me llamo, Shi, por sí tienes que gritar mi nombre mientras te ataca un grupo de indígenas. - Dije entre risas. -
Tras este pequeño diálogo aceleré el paso con la intención de que llegaramos lo antes posible a nuestro destino, esperaba que las cosas fueran a mejor a partir de ahora y quién sabe tal vez El Corderito y yo hasta terminaramos por llevarnos bien.
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Era extraño, como una persona que mataba a sangre fría, podía comportarse de manera tan… jovial. Me impresionaba mucho, en parte porque solo había visto hasta hacía pocos segundos a un psicópata homicida y ahora parecía una persona agradable, es más, no dirías que se dedicaba a matar gente en sus ratos libres.
-Con que Shi…-Dude si decirle mi nombre, pero tenía que salir de allí y no estaría mal cooperar aunque después nos fuéramos cada uno por su lado-. Mi nombre es Ryuta, creo que lo necesitaras tu más, no pareces alguien muy… fuerte.-Solté una pequeña pulla, a tono de broma que me había acabado contagiando mi acompañante-.
Al cabo de un rato siguiendo a Shi, pudimos llegar a donde me estaba llevando, era una aldea de pocas casas, estas hechas de restos, parecía que una buena ráfaga de viento fuera a llevarse estas. Y estaba plagado de gente, pero no gente normal, gente como las dos personas que ya había matado, pensé en sí tendría que matarlos para huir, una pequeña inyección de adrenalina empezó a recorrer por mi cuerpo al pensar en ver sus caras, armoniosas en ese momento antes de la muerte y como quedarían así para el resto de la eternidad. Moví la cabeza rápidamente, de nuevo, me había afectado, lo que había hecho antes me había afectado mucho. Pero no podía echarme atrás ahora, debía hacerlo, tenía que matar si quería salir vivo.
Avance unos pasos, pues me había quedado estático, ensimismado en mis pensamientos, y me gire hacía Shi, buscando su cara que estaba tras una máscara. Era extraño, la verdad, pero no quería cuestionar porque lo hacía, a lo mejor era muy feo. Me lleve la mano al sombrero, que por suerte no había perdido en ese día tan movidito, pues una corriente de viento llego desde el oeste, moviendo levemente los pelos verdes que asomaban por debajo del fedora negro, al igual que la gabardina, aunque esta no se movía tanto debido al grosor. Eche un vistazo rápido a mi ropa a ver si había alguna mancha de sangre, y por suerte solo había caído en mi cara un poco de la primera víctima, y encima de mis zapatos, por suerte sobre la zona que llevaba metal protegiéndola. Me enfoque otra vez en la máscara del hombre.
-Ya sabes, si tienes algún problema solo tienes que suplicarme por ayuda, a lo mejor me lo pienso…-Dije antes de volver a avanzar hacia la aldea, posiblemente alertando a la gente de esta, pero estaba preparado para la pelea, con mis dos gujas en posición de batalla.-
-Con que Shi…-Dude si decirle mi nombre, pero tenía que salir de allí y no estaría mal cooperar aunque después nos fuéramos cada uno por su lado-. Mi nombre es Ryuta, creo que lo necesitaras tu más, no pareces alguien muy… fuerte.-Solté una pequeña pulla, a tono de broma que me había acabado contagiando mi acompañante-.
Al cabo de un rato siguiendo a Shi, pudimos llegar a donde me estaba llevando, era una aldea de pocas casas, estas hechas de restos, parecía que una buena ráfaga de viento fuera a llevarse estas. Y estaba plagado de gente, pero no gente normal, gente como las dos personas que ya había matado, pensé en sí tendría que matarlos para huir, una pequeña inyección de adrenalina empezó a recorrer por mi cuerpo al pensar en ver sus caras, armoniosas en ese momento antes de la muerte y como quedarían así para el resto de la eternidad. Moví la cabeza rápidamente, de nuevo, me había afectado, lo que había hecho antes me había afectado mucho. Pero no podía echarme atrás ahora, debía hacerlo, tenía que matar si quería salir vivo.
Avance unos pasos, pues me había quedado estático, ensimismado en mis pensamientos, y me gire hacía Shi, buscando su cara que estaba tras una máscara. Era extraño, la verdad, pero no quería cuestionar porque lo hacía, a lo mejor era muy feo. Me lleve la mano al sombrero, que por suerte no había perdido en ese día tan movidito, pues una corriente de viento llego desde el oeste, moviendo levemente los pelos verdes que asomaban por debajo del fedora negro, al igual que la gabardina, aunque esta no se movía tanto debido al grosor. Eche un vistazo rápido a mi ropa a ver si había alguna mancha de sangre, y por suerte solo había caído en mi cara un poco de la primera víctima, y encima de mis zapatos, por suerte sobre la zona que llevaba metal protegiéndola. Me enfoque otra vez en la máscara del hombre.
-Ya sabes, si tienes algún problema solo tienes que suplicarme por ayuda, a lo mejor me lo pienso…-Dije antes de volver a avanzar hacia la aldea, posiblemente alertando a la gente de esta, pero estaba preparado para la pelea, con mis dos gujas en posición de batalla.-
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Parecía que las tensiones entre el peliverde y yo habían comenzado a aliviarse, ahora ya podía incluso llamarlo por su nombre, aunque dudaba hacerlo. El se adelantó para encaminarse hacia el pueblo de los indígenas justo después de mirarse de arriba a abajo, parecía estar buscar rastros de sangre o alguna mancha en su ropa pero esta estaba impecable, todo lo contrario que la mía, llena de sangre y raída a causa de la herida que me había provocado en la mano. No quería que El Corderito cargará con mucha más culpa por asesinar a aquellos animales, así que me separé de él aprovechando que se había alejado de mí.
Empecé a introducirme en las chabolas de los indígenas de manera sigilosa, para liquidarlos indiscriminadamente: mujeres, niños, mascotas, viejos y hombres; nada sobrevivía a mi paso. Antes de que me diera cuenta mi túnica había tomado un color carmesí debido a la sangre de todos aquellos animales, el pueblo se había sumido en el caos y la gente empezó a correr asustado por las “calles” del mismo. No sabía cómo le iría al peliverde pero algo tenía claro, cada animal que yo hacía descansar era uno menos que aquel Corderito tenía que sufrir. A mí no me importaba en lo más mínimo cortar el hilo de la vida de aquellos infelices, yo vivía de aquello, era mi trabajo, “mi pasión”.
Pero la cosa se empezó a complicar y los soldados de la tribu empezaron a tomar las armas, parece que mi acompañante no había sido tan cuidadoso como yo a la hora de acabar con sus víctimas así que salí en su busca para evitar que acabará muerto o lo que es peor herido y que de este modo tuviera que cargarlo conmigo por bastante tiempo. Tras varios minutos buscandolo lo encontré con su cara cubierta de color carmesí, no era precisamente por haberse manchado con agua de rosas o vino, era sangre, posiblemente de algún infeliz de aquel pueblo o suya, la intriga me mataba. Así que me acerqué a él a toda prisa y le dije:
- ¿ Estás bien Corderito ? No te habrán herido. - Dije en un tono sarcástico pero algo no iba bien, notaba a Ryuta algo cambiado. -
Empecé a introducirme en las chabolas de los indígenas de manera sigilosa, para liquidarlos indiscriminadamente: mujeres, niños, mascotas, viejos y hombres; nada sobrevivía a mi paso. Antes de que me diera cuenta mi túnica había tomado un color carmesí debido a la sangre de todos aquellos animales, el pueblo se había sumido en el caos y la gente empezó a correr asustado por las “calles” del mismo. No sabía cómo le iría al peliverde pero algo tenía claro, cada animal que yo hacía descansar era uno menos que aquel Corderito tenía que sufrir. A mí no me importaba en lo más mínimo cortar el hilo de la vida de aquellos infelices, yo vivía de aquello, era mi trabajo, “mi pasión”.
Pero la cosa se empezó a complicar y los soldados de la tribu empezaron a tomar las armas, parece que mi acompañante no había sido tan cuidadoso como yo a la hora de acabar con sus víctimas así que salí en su busca para evitar que acabará muerto o lo que es peor herido y que de este modo tuviera que cargarlo conmigo por bastante tiempo. Tras varios minutos buscandolo lo encontré con su cara cubierta de color carmesí, no era precisamente por haberse manchado con agua de rosas o vino, era sangre, posiblemente de algún infeliz de aquel pueblo o suya, la intriga me mataba. Así que me acerqué a él a toda prisa y le dije:
- ¿ Estás bien Corderito ? No te habrán herido. - Dije en un tono sarcástico pero algo no iba bien, notaba a Ryuta algo cambiado. -
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Había entrado en la aldea, a paso lento y mirando al suelo, calculando cada movimiento antes de hacerlo, sentía como el viento que venía del oeste había amainado un poco, pero todavía rozaba la piel de mi cara, era una sensación agradable. Alcé un poco la vista y vi a mi primera víctima, delante de una de las chabolas, era un hombre y estaba distraído, quizás haciendo alguna tarea, realmente no me fije en lo que hacía, pues ya estaba corriendo hacía él, preparando el golpe.
Cuando llegue a donde estaba, se volteo, para ver como mi arma le atravesaba el pecho, clavándolo en la pared de la casa que estaba detrás de él y reventando la pared, dado los frágiles materiales de los que estaba hecha, dentro una mujer pego un grito y tiro una especie de tela por el aire, cayendo en una esquina. La mire, sin dejar de esbozar esa sonrisa, muestra de que la locura se había apoderado de mi mente.
Arranque la lanza que había quedado clavada en el suelo, en el cuerpo del hombre que yacía inerte y de él salía un charco carmesí, al cual le eche un vistazo rápido, solo para ver mi propia cara deseando más sangre. Esta vez, avance lentamente, dando pasos cortos y lentos, acercándome a la mujer de cabellos morenos poco a poco, dejando que sintiera tensión, que saboreara el miedo poco a poco, que la adrenalina se le disparase. A poco más de un metro, moví el arma para dejarla apuntando al cuello de la mujer, rozando una piel de color cobrizo, viendo el pánico de sus ojos y extrañamente, sintiendo como eso me encantaba, como quería que siguiese mirándome así. Apreté un poco el arma contra su cuello, haciéndole un corte leve en la garganta, oyendo como sollozaba, no por el daño que le hacía, si no por el hecho de que sabía que iba a morir, una pena que no pudiese hacer esa música por mucho tiempo. Pero no tenía mucho tiempo y empezaba a haber gritos por fuera de aquella chabola, gritos que perturbaban el bello sonido de su llanto, una pena, había perdido toda la gracia, así que apreté mas la hoja contra su cuello para atravesarlo fácilmente y con un movimiento cortarle el cuello, haciendo que su cabeza volara unos centímetros. Una pena, me había manchado la camisa blanca inmaculada con la vida de aquella mujer, pero no podía hacer nada.
Empecé a salir de la cabaña cuando oí como un alguien lloraba, o más bien rompía a llorar. Era el llanto de una niña, que estaba envuelta en la manta que había salido volando de las manos de la mujer. Cuando levante la manta, con intenciones de hacer que la niña se callara para siempre, vi la cara de una criatura pequeña, indefensa. Esa pequeña criatura, llorona y chillona para algunos, a mi me tranquilizo durante un momento de mi furia asesina, haciéndome recapacitar sobre lo que había hecho minutos antes. Había matado a gente inocente, solo por huir de aquella isla y lo peor de todo, es que había dejado a una niña pequeña sin padres. En cierto modo odiaba un poco en lo que me había vuelto, pero sabía que las palabras de Shi eran acertadas, y que, en algún momento tendría que seguir matando. La niña seguía con su lloriqueo, seguramente por algún problema extraño, que no llegaba a comprender. No podía dejarla ahí. Cogí la manta que había estado envolviéndola hacía unos momentos, era lo suficientemente grande como para poder usarla para cargarla, así que me la ate detrás del cuello y por si acaso, siempre iba con mi mano izquierda por debajo, aguantando a la niña, que por unos instantes había dejado de llorar.
Al final de la calle, vi una sombra, así que con la única mano libre que me quedaba, sostuve a guja y me prepare para luchar. Pero el que venía no era otro que Shi, pensé en que decirle cuando me pregunto si estaba bien, pero creo que lo mejor era decirle la verdad dado que se había preocupado por mi integridad física.
-Veeeras, si no te fijaras solo en mi cara, y vieras que tengo a una niña en brazos…-Hable con mi acompañante, dejándoselo caer, mientras la enseñaba pues la gabardina estaba cubriéndola un poco.-Seré un blando pero no un monstruo, no pienso dejar a una niña indefensa sin padres. Así que, si no te importa, no quisiera que le pasara nada a la niña.-Le dije mientras veía como esta se dormía tras un rato de llantina.-
Cuando llegue a donde estaba, se volteo, para ver como mi arma le atravesaba el pecho, clavándolo en la pared de la casa que estaba detrás de él y reventando la pared, dado los frágiles materiales de los que estaba hecha, dentro una mujer pego un grito y tiro una especie de tela por el aire, cayendo en una esquina. La mire, sin dejar de esbozar esa sonrisa, muestra de que la locura se había apoderado de mi mente.
Arranque la lanza que había quedado clavada en el suelo, en el cuerpo del hombre que yacía inerte y de él salía un charco carmesí, al cual le eche un vistazo rápido, solo para ver mi propia cara deseando más sangre. Esta vez, avance lentamente, dando pasos cortos y lentos, acercándome a la mujer de cabellos morenos poco a poco, dejando que sintiera tensión, que saboreara el miedo poco a poco, que la adrenalina se le disparase. A poco más de un metro, moví el arma para dejarla apuntando al cuello de la mujer, rozando una piel de color cobrizo, viendo el pánico de sus ojos y extrañamente, sintiendo como eso me encantaba, como quería que siguiese mirándome así. Apreté un poco el arma contra su cuello, haciéndole un corte leve en la garganta, oyendo como sollozaba, no por el daño que le hacía, si no por el hecho de que sabía que iba a morir, una pena que no pudiese hacer esa música por mucho tiempo. Pero no tenía mucho tiempo y empezaba a haber gritos por fuera de aquella chabola, gritos que perturbaban el bello sonido de su llanto, una pena, había perdido toda la gracia, así que apreté mas la hoja contra su cuello para atravesarlo fácilmente y con un movimiento cortarle el cuello, haciendo que su cabeza volara unos centímetros. Una pena, me había manchado la camisa blanca inmaculada con la vida de aquella mujer, pero no podía hacer nada.
Empecé a salir de la cabaña cuando oí como un alguien lloraba, o más bien rompía a llorar. Era el llanto de una niña, que estaba envuelta en la manta que había salido volando de las manos de la mujer. Cuando levante la manta, con intenciones de hacer que la niña se callara para siempre, vi la cara de una criatura pequeña, indefensa. Esa pequeña criatura, llorona y chillona para algunos, a mi me tranquilizo durante un momento de mi furia asesina, haciéndome recapacitar sobre lo que había hecho minutos antes. Había matado a gente inocente, solo por huir de aquella isla y lo peor de todo, es que había dejado a una niña pequeña sin padres. En cierto modo odiaba un poco en lo que me había vuelto, pero sabía que las palabras de Shi eran acertadas, y que, en algún momento tendría que seguir matando. La niña seguía con su lloriqueo, seguramente por algún problema extraño, que no llegaba a comprender. No podía dejarla ahí. Cogí la manta que había estado envolviéndola hacía unos momentos, era lo suficientemente grande como para poder usarla para cargarla, así que me la ate detrás del cuello y por si acaso, siempre iba con mi mano izquierda por debajo, aguantando a la niña, que por unos instantes había dejado de llorar.
Al final de la calle, vi una sombra, así que con la única mano libre que me quedaba, sostuve a guja y me prepare para luchar. Pero el que venía no era otro que Shi, pensé en que decirle cuando me pregunto si estaba bien, pero creo que lo mejor era decirle la verdad dado que se había preocupado por mi integridad física.
-Veeeras, si no te fijaras solo en mi cara, y vieras que tengo a una niña en brazos…-Hable con mi acompañante, dejándoselo caer, mientras la enseñaba pues la gabardina estaba cubriéndola un poco.-Seré un blando pero no un monstruo, no pienso dejar a una niña indefensa sin padres. Así que, si no te importa, no quisiera que le pasara nada a la niña.-Le dije mientras veía como esta se dormía tras un rato de llantina.-
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Maldito Corderito, realmente era buena persona, tenía una gran sed de sangre y eso era un gran problema porque si se descontrolaba podía volverse una carnicería, dudaba incluso si reconocería a sus “amigos”. Ahora no solo tenía que cargar con él sino también con una cría indefensa… ¿ Realmente había sido buena idea juntarme con aquel chico ? No hacía más que incordiarme y causarme un problema detrás de otro… De todos modos ahora ya era tarde para quejarme por aquello, él ya se había encariñado con la niña y no iba a atender a razones, así que no me quedaría otra que cargar con ella también. Cogí la mochila que cargaba a mi espalda y dije:
- Métela ahí, pero no vayas a cerrar la mochila… Y si de verdad no quieres que le pase nada, ten cuidado y mira donde la pones. - Decía mientras le lanzaba la mochila y dejaba caer un par de agujas en mi muñeca, estas no tardaron en seguir a la mochila y en pasar de largo al peliverde para impactar en un hombre que iba a apuñalarlo. Este cayó redondo en el suelo y yo me dí la vuelta, entonces seguí hablando. - Ve con ojo porque el jefe de la tribu y algunos de los hombres se estaban preparando para el combate, me adelantaré hasta la costa acaba de acomodar a la niña y alcánzame en cuanto puedas. - Dije mientras me alejaba corriendo y justo antes de desaparecer de su vista gritaba. -¡ Y por cierto no te mueras después de todos los problemas que me has dado !
Ya no podía ver a Ryuta a mi espalda, el pueblo estaba envuelto en gritos y llantos de desesperación llevados por aquel tenue viento que acompañaba a la noche. La luna bañaba el poblado con una tenue luz blanca, era una bonita noche, una perfecta para matar y teñir aquella luna de rojo. Empezaba a divisar la costa, una pequeña playa en la que había anclado un pequeño velero que parecía que usaban para pescar, aceleré la marcha para llegar lo antes posible y lo habría hecho de no ser por aquel golpe. Un grandullón, más grande que el último con el que nos encontramos me golpeo lanzándome por los aires y haciéndome tumbar un par de aquellas chozas, por suerte para mí las telas amortiguaron mi caída y me golpeo con el puño, no con un arma.
Aquel hombre era diferente al último con el que nos habíamos enfrentado, era mucho más fuerte y parecía ser mucho más sangriento que el último, eso no era bueno las cosas empezaban a complicarse: El jefe de la tribu, los hombres, aquel grandullón, la niña… Los problemas venían uno tras otro y la noche prometía ser larga, me levanté y vi a aquel grandullón, posiblemente mediría unos 2’5 metros y pesaba 400 kilos, no parecía ser alguien fácil de vencer. De todos modos si conseguía atraer su atención El Corderito no debía tener mucho problema para llegar a la costa con niña y tomar el barco para largarse de aquel yermo lugar. Y así fue empecé a pelear con aquella masa de carne atraiéndolo hacia las afueras del pueblo, con la intención de que Ryuta llegará sin demasiados problemas hasta el puerto.
Tras unos minutos ya estábamos en las afueras de la ciudad, el bosque quedaba a mis espaldas y el grandullón había arrasado con todo a su paso hasta aquel lugar, creando una especie de pasillo en la aldea. Mientras miraba a aquella bestia a los ojos me preguntaba como estaría el tonto del peliverde. ¿Habría llegado ya a la costa y se habría marchado ? Desea que si que lo hubiera hecho, pues no se si habría podido protegerlo de aquella cosa, es más no sabía ni si me podía proteger a mi mismo de aquel monstruo.
- Métela ahí, pero no vayas a cerrar la mochila… Y si de verdad no quieres que le pase nada, ten cuidado y mira donde la pones. - Decía mientras le lanzaba la mochila y dejaba caer un par de agujas en mi muñeca, estas no tardaron en seguir a la mochila y en pasar de largo al peliverde para impactar en un hombre que iba a apuñalarlo. Este cayó redondo en el suelo y yo me dí la vuelta, entonces seguí hablando. - Ve con ojo porque el jefe de la tribu y algunos de los hombres se estaban preparando para el combate, me adelantaré hasta la costa acaba de acomodar a la niña y alcánzame en cuanto puedas. - Dije mientras me alejaba corriendo y justo antes de desaparecer de su vista gritaba. -¡ Y por cierto no te mueras después de todos los problemas que me has dado !
Ya no podía ver a Ryuta a mi espalda, el pueblo estaba envuelto en gritos y llantos de desesperación llevados por aquel tenue viento que acompañaba a la noche. La luna bañaba el poblado con una tenue luz blanca, era una bonita noche, una perfecta para matar y teñir aquella luna de rojo. Empezaba a divisar la costa, una pequeña playa en la que había anclado un pequeño velero que parecía que usaban para pescar, aceleré la marcha para llegar lo antes posible y lo habría hecho de no ser por aquel golpe. Un grandullón, más grande que el último con el que nos encontramos me golpeo lanzándome por los aires y haciéndome tumbar un par de aquellas chozas, por suerte para mí las telas amortiguaron mi caída y me golpeo con el puño, no con un arma.
Aquel hombre era diferente al último con el que nos habíamos enfrentado, era mucho más fuerte y parecía ser mucho más sangriento que el último, eso no era bueno las cosas empezaban a complicarse: El jefe de la tribu, los hombres, aquel grandullón, la niña… Los problemas venían uno tras otro y la noche prometía ser larga, me levanté y vi a aquel grandullón, posiblemente mediría unos 2’5 metros y pesaba 400 kilos, no parecía ser alguien fácil de vencer. De todos modos si conseguía atraer su atención El Corderito no debía tener mucho problema para llegar a la costa con niña y tomar el barco para largarse de aquel yermo lugar. Y así fue empecé a pelear con aquella masa de carne atraiéndolo hacia las afueras del pueblo, con la intención de que Ryuta llegará sin demasiados problemas hasta el puerto.
Tras unos minutos ya estábamos en las afueras de la ciudad, el bosque quedaba a mis espaldas y el grandullón había arrasado con todo a su paso hasta aquel lugar, creando una especie de pasillo en la aldea. Mientras miraba a aquella bestia a los ojos me preguntaba como estaría el tonto del peliverde. ¿Habría llegado ya a la costa y se habría marchado ? Desea que si que lo hubiera hecho, pues no se si habría podido protegerlo de aquella cosa, es más no sabía ni si me podía proteger a mi mismo de aquel monstruo.
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El hombre me dio una… ¿mochila? ¿Cómo iba a meter un bebe en una maleta? Hasta que pensé en ponerlo en vertical, dejando su cabeza por fuera y yo llevar la maleta puesta, a veces era un poco tonto por no pensar en esos detalles, pero al menos así sabría que no se me caería por accidente. Coloque a la cría dentro de la maleta y me la puse encima de la gabardina, además de verle la cara y defenderla fácilmente, pues no tendría un brazo ocupado sujetándola. Asentí al escuchar las palabras de Shi, no tenía pensado morir, no ahí y tampoco iba dejar morir a la niña ni a ese… hombre, que me había ayudado al fin y al cabo, aunque sus métodos no fueran los mejores. Y he de recordar que me había salvado ya dos veces.
Al verlo correr en el horizonte, me dirigí directamente al supuesto puerto, pues no veía nada desde mi posición, pero supuse que yendo en dirección a uno de los extremos de la isla donde hubiera agua, podría encontrarlo, ya que los puertos, según había visto, no se colocaban en medio de los arboles, aunque sería entretenido ver como intentarían bajar los barcos.
Tras un rato caminando por el lugar, extrañamente pacifico para lo que había pasado un buen rato antes, llegue a encontrar el puerto, pero delante de él había un mastodonte, que no me dejaría pasar e intentarlo con la niña sería un verdadero suicidio. Por un momento se fijo en donde yo estaba, por suerte había una casa donde me pude meter y debido a mi vestimenta negra pude pasar desapercibido. Estuve un rato ahí, escondido pensando lo que hacer, vigilando por uno de los huecos que había en las paredes de la casa, hasta que vi a Shi, acercándose a aquel hombre ¿estaba tonto o que pasaba? Pero no iba a dudar ni un segundo, cuando lo vi alejarse lo suficiente, salí de mi escondite para correr hacia el único barco que había en el “muelle”, pues eran cuatro maderas mal puestas para hacer un puente sobre el agua y bajar de esa embarcación.
Cuando subí, me asegure de que no había nadie dentro, por lo que perdí unos minutos, pero cuando me asegure volví a la única habitación que tenía camas, para dejar a la pequeña en una de estas, arropándola con una sabana, llevaba un tiempo dormida, por lo que no me preocupe. Me fije mejor ahora, aunque la habitación solo tenía como fuente de luz el de las aberturas de las paredes y el de la puerta, rustica como ninguna, abierta. Tenía un pelo extraño, la verdad, aunque no podía decir nada teniendo el pelo verde, pues este era de color rosa y sus ojos, pequeños y que solo había abierto la primera vez que la vi, eran de un color carmesí claro, una tonalidad entre marrón y rojo un poco extraña. Me levante, y la deje dormida dentro del cuarto, debía ayudar al tonto de Shi, así que salí corriendo en su busca.
Tras un rato corriendo, lo vi peleando contra aquella masa de músculo, como sabía que no me iba a hacer caso y correr, salte por detrás de este con las dos gujas preparadas, cayendo sobre sus hombros, clavando mis armas en estos, intentando cortarle los brazos, pero su gran masa no me dejaba hacerlo a la primera.
-¡Ahora te toca a ti, dale ya!-Le grite mientras me tambaleaba por los movimientos del gigantón.-
Al verlo correr en el horizonte, me dirigí directamente al supuesto puerto, pues no veía nada desde mi posición, pero supuse que yendo en dirección a uno de los extremos de la isla donde hubiera agua, podría encontrarlo, ya que los puertos, según había visto, no se colocaban en medio de los arboles, aunque sería entretenido ver como intentarían bajar los barcos.
Tras un rato caminando por el lugar, extrañamente pacifico para lo que había pasado un buen rato antes, llegue a encontrar el puerto, pero delante de él había un mastodonte, que no me dejaría pasar e intentarlo con la niña sería un verdadero suicidio. Por un momento se fijo en donde yo estaba, por suerte había una casa donde me pude meter y debido a mi vestimenta negra pude pasar desapercibido. Estuve un rato ahí, escondido pensando lo que hacer, vigilando por uno de los huecos que había en las paredes de la casa, hasta que vi a Shi, acercándose a aquel hombre ¿estaba tonto o que pasaba? Pero no iba a dudar ni un segundo, cuando lo vi alejarse lo suficiente, salí de mi escondite para correr hacia el único barco que había en el “muelle”, pues eran cuatro maderas mal puestas para hacer un puente sobre el agua y bajar de esa embarcación.
Cuando subí, me asegure de que no había nadie dentro, por lo que perdí unos minutos, pero cuando me asegure volví a la única habitación que tenía camas, para dejar a la pequeña en una de estas, arropándola con una sabana, llevaba un tiempo dormida, por lo que no me preocupe. Me fije mejor ahora, aunque la habitación solo tenía como fuente de luz el de las aberturas de las paredes y el de la puerta, rustica como ninguna, abierta. Tenía un pelo extraño, la verdad, aunque no podía decir nada teniendo el pelo verde, pues este era de color rosa y sus ojos, pequeños y que solo había abierto la primera vez que la vi, eran de un color carmesí claro, una tonalidad entre marrón y rojo un poco extraña. Me levante, y la deje dormida dentro del cuarto, debía ayudar al tonto de Shi, así que salí corriendo en su busca.
Tras un rato corriendo, lo vi peleando contra aquella masa de músculo, como sabía que no me iba a hacer caso y correr, salte por detrás de este con las dos gujas preparadas, cayendo sobre sus hombros, clavando mis armas en estos, intentando cortarle los brazos, pero su gran masa no me dejaba hacerlo a la primera.
-¡Ahora te toca a ti, dale ya!-Le grite mientras me tambaleaba por los movimientos del gigantón.-
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La pelea era bastante intensa y parecía que mis agujas no le causaran ni el más mínimo dolor pues, incluso alcanzándole repetidas veces este no se inmuto ni lo más mínimo. Viendo esto último opté por pasar a mis dagas, las tomé rápidamente de mi cintura, haciendo correr la cadena de estas al separarlas y tomar una con cada mano, la verdadera pelea empezaba ahora. Retomé mis ataques pero esta vez de una forma más salvaje, atacando su costado me deslicé tan rápido como me fue posible y traté de golpearle, pero no salió muy bien. El grandullón uso uno de sus puños para golpear el suelo y de este modo obligarme a detener mi ataque, pero por si eso no fuera suficiente fue acompañado de otro duro puñetazo que me hizo volar contra un árbol unos metros más allá.
Él empezó a cargar hacía mí aprovechándose de la situación para acabar conmigo, yo me recompuse tan rápidamente como me fue posible y le propicie unos rápidos cortes a la altura del vientre, eran bastante profundos pero no lo suficiente como para que su tripa se abriera como un saco roto, tras esto me aparte tan rápido como pude de él para evitar un contraataque. Al sentir aquellos cortes el grandullón enloqueció y dentro de mi magullada máscara se dibujaba una sonrisa, tras esta un pequeño vómito de sangre manchó la máscara por el interior, empezó a deslizarse por esta hasta caer por mi cuello y manchar aún más la desgastada túnica.
- ¿ Qué te pasa grandullón ? No eres más fuerte que tus amigos, si, esos mismo que me sirvieron de merienda esta tarde. - Dije a modo de provocación y dejándome llevar por el momento, hacía mucho que no tenía un combate de aquella escala, no encontraba rivales que me hirieran con mucha facilidad. En cambio aquel hombre ya lo había hecho dos veces y no habían sido precisamente impactos leves… -
El grandullón rugió a modo de contestación y soltó un montón de raras palabras en su idioma, tras esto se preparó de nuevo para atacarme, pero algo impediría su ataque. Unos segundos después el tonto de Ryuta apareció con sus gujas a las manos, clavándoselas en los hombros intentando cortar los brazos de este, al sentir el dolor el grandullón empezó a moverse descontrolado mientras Ryuta me hacía señales para que atacara. Maldito tonto mira que darme ordenes a mi pero bueno, había creado la oportunidad ahora yo solo tenía que aprovecharla, así que lancé una de las dagas que impactó debajo del pectoral izquierdo de aquel hombretón. Tras esto dejé caer un montón de agujas sobre la muñeca de mi mano ahora libre, para luego pasarlas entre mis dedos y salir a la carrera.
En apenas unos segundos estaba frente aquella masa de carne, con la intención de acabar con el salté sobre la daga que ahora estaba clavada en él, la usé como apoyo para volver a impulsarme y situarme por encima de su cabeza. Entonces lancé las dagas, evitando a Ryuta, estas impactaron tanto en su cabeza como en sus hombros y hicieron que este se removiera aún más, sólo faltaba el golpe final así que elevé mi daga para cortarlo de arriba a abajo, la gravedad haría el resto. Pero la cosa se complicó, el grandullón se tumbó y me lanzó todavía más alto de una patada que me golpeó en el costado, esta me hizo soltar la daga y escupir otro montón de sangre. Mientras caía pude ver como tomaba a Ryuta con uno de sus brazos y tras golpearlo dos veces con el brazo restante, lo lanzó contra un árbol con tanta fuerza que la estructura del mismo colapsó. Yo seguía incapacitado en el aire y lo único que pude hacer fue chillar:
- ¡ Ryutaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa ! - Chillé desesperadamente preocupado por aquel estúpido, esperaba que estuviera bien, mejor dicho, rezaba porque estuviera bien pues, dudaba vencer a aquel grandullón sin su ayuda. -
Él empezó a cargar hacía mí aprovechándose de la situación para acabar conmigo, yo me recompuse tan rápidamente como me fue posible y le propicie unos rápidos cortes a la altura del vientre, eran bastante profundos pero no lo suficiente como para que su tripa se abriera como un saco roto, tras esto me aparte tan rápido como pude de él para evitar un contraataque. Al sentir aquellos cortes el grandullón enloqueció y dentro de mi magullada máscara se dibujaba una sonrisa, tras esta un pequeño vómito de sangre manchó la máscara por el interior, empezó a deslizarse por esta hasta caer por mi cuello y manchar aún más la desgastada túnica.
- ¿ Qué te pasa grandullón ? No eres más fuerte que tus amigos, si, esos mismo que me sirvieron de merienda esta tarde. - Dije a modo de provocación y dejándome llevar por el momento, hacía mucho que no tenía un combate de aquella escala, no encontraba rivales que me hirieran con mucha facilidad. En cambio aquel hombre ya lo había hecho dos veces y no habían sido precisamente impactos leves… -
El grandullón rugió a modo de contestación y soltó un montón de raras palabras en su idioma, tras esto se preparó de nuevo para atacarme, pero algo impediría su ataque. Unos segundos después el tonto de Ryuta apareció con sus gujas a las manos, clavándoselas en los hombros intentando cortar los brazos de este, al sentir el dolor el grandullón empezó a moverse descontrolado mientras Ryuta me hacía señales para que atacara. Maldito tonto mira que darme ordenes a mi pero bueno, había creado la oportunidad ahora yo solo tenía que aprovecharla, así que lancé una de las dagas que impactó debajo del pectoral izquierdo de aquel hombretón. Tras esto dejé caer un montón de agujas sobre la muñeca de mi mano ahora libre, para luego pasarlas entre mis dedos y salir a la carrera.
En apenas unos segundos estaba frente aquella masa de carne, con la intención de acabar con el salté sobre la daga que ahora estaba clavada en él, la usé como apoyo para volver a impulsarme y situarme por encima de su cabeza. Entonces lancé las dagas, evitando a Ryuta, estas impactaron tanto en su cabeza como en sus hombros y hicieron que este se removiera aún más, sólo faltaba el golpe final así que elevé mi daga para cortarlo de arriba a abajo, la gravedad haría el resto. Pero la cosa se complicó, el grandullón se tumbó y me lanzó todavía más alto de una patada que me golpeó en el costado, esta me hizo soltar la daga y escupir otro montón de sangre. Mientras caía pude ver como tomaba a Ryuta con uno de sus brazos y tras golpearlo dos veces con el brazo restante, lo lanzó contra un árbol con tanta fuerza que la estructura del mismo colapsó. Yo seguía incapacitado en el aire y lo único que pude hacer fue chillar:
- ¡ Ryutaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa ! - Chillé desesperadamente preocupado por aquel estúpido, esperaba que estuviera bien, mejor dicho, rezaba porque estuviera bien pues, dudaba vencer a aquel grandullón sin su ayuda. -
Steve
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Sentí como el gigante se revolvía y gritaba, con tal de quitarme de encima de él, pero tras unos movimientos extraños, hizo que Shi volara por los aires y a mí me cogió con una de sus manazas, para intentar golpearme, en unos momentos vi como su puño iba a impactarme. Todo esto, parecía que iba a acabar conmigo, que me iba a quedar en esa isla, dejando a Shi y a la niña, solos… ¿Quién iba a dejar a ese maldito asesino con una cría? Sentía como mi cuerpo empezara a relajarse, hasta el punto de que el par de puñetazos me impactaron por la zona que estaba libre de su agarre, e incluso llegando a no notar los golpes.
Pero después me lanzo contra un árbol, pero tampoco sentí ese golpe, era extraño, pues supuse que tal masa de carne tendría un poco mas de fuerza, me sonreí a mí mismo, posiblemente provocara a aquel… aquella cosa, pero podía moverme bien, lo notaba y también notaba como quería enseñarle un poco de su propia medicina. Empecé a levantarme, apoyándome en una de mis gujas, mirándole atentamente, pensé durante unos pocos segundos que hacer, pero no podía gastar mucho tiempo pues empezó una embestida contra mi persona. Cuando estaba a punto de impactar, pase difícilmente entre sus piernas, como había hecho Shi con el primer hombre que mate, pero exceptuando el hecho de que yo no le golpee en las piernas, pues utilice ese momento para efectuar un corte, haciendo un enorme giro contra su espalda, haciendo que la sangre salpicase bastante debido a los enormes cortes que le había hecho.
Mire hacía Shi, este estaba en el suelo y no sabía si podría levantarse, pero aun así le grite, mientras yo saltaba con la intención de acabar con la vida de aquel monstruo, pues intentaba cortar su cabeza.
-¡Veeeeeeenga, muerte ya!-Decía mientras volaba contra su cabeza, intentando hacer un corte cruzado para cercenarla fácilmente.-
Pero después me lanzo contra un árbol, pero tampoco sentí ese golpe, era extraño, pues supuse que tal masa de carne tendría un poco mas de fuerza, me sonreí a mí mismo, posiblemente provocara a aquel… aquella cosa, pero podía moverme bien, lo notaba y también notaba como quería enseñarle un poco de su propia medicina. Empecé a levantarme, apoyándome en una de mis gujas, mirándole atentamente, pensé durante unos pocos segundos que hacer, pero no podía gastar mucho tiempo pues empezó una embestida contra mi persona. Cuando estaba a punto de impactar, pase difícilmente entre sus piernas, como había hecho Shi con el primer hombre que mate, pero exceptuando el hecho de que yo no le golpee en las piernas, pues utilice ese momento para efectuar un corte, haciendo un enorme giro contra su espalda, haciendo que la sangre salpicase bastante debido a los enormes cortes que le había hecho.
Mire hacía Shi, este estaba en el suelo y no sabía si podría levantarse, pero aun así le grite, mientras yo saltaba con la intención de acabar con la vida de aquel monstruo, pues intentaba cortar su cabeza.
-¡Veeeeeeenga, muerte ya!-Decía mientras volaba contra su cabeza, intentando hacer un corte cruzado para cercenarla fácilmente.-
Worick L. Arcangelo
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Estaba tendido en el suelo casi inconsciente mientras Ryuta peleaba con aquel monstruo, una ira irrefrenable parecía consumir al peliverde que peleaba con todas sus fuerzas contra aquel monstruo. Viendo aquella escena no podía quedarme quieto, pero mis músculos apenas respondían a mis órdenes, a duras penas logré ponerme de pie y empecé a caminar hacia ellos.
Uno de mis brazos colgaba muerto, al parecer la pelea con aquel monstruo lo había sacado de su sitio y no podía moverlo, dejé caer un montón de agujas en mi brazo restante y las lancé a aquella masa, golpeándole en la espalda y haciéndole soltar un pequeño grito de dolor, parecía estar en las últimas. Ryuta dio un gran salto y de un limpio corte hizo caer la cabeza de aquel cerdo acompañada de un gran chorro de sangre, que bañó la hierba de un tono carmesí oscuro. Detrás de la dañada máscara, en mi ensangrentada cara se dibujó una pequeña sonrisa segundos antes de colapsar, había llegado a mi límite.
Caí rendido en el suelo, dolorido en todo el cuerpo menos en aquel brazo que ni tan siquiera sentía, apenas podía mantener el conocimiento, mientras me arrastraba para recuperar mis dagas del vientre de aquel mastodonte. Cuando estaba a los pies de este, Ryuta se me acercó y me dio mis dagas, mientras en su cara se dibujaba una pequeña sonrisa de satisfacción. Parecía que habíamos estado peleando durante horas pero apenas lo hicimos durante unos minutos, fue una atroz batalla, de la cual no había salido bien parado. Un brazo y unas cuantas costillas hechas papilla, eso era lo que me llevaba de aquella pelea, bueno eso y un nuevo compañero.
Tomé las dagas de las manos de Ryuta segundos antes de vomitar una gran ola de sangre, la cosa no pintaba muy bien, a duras penas logré articular cuatro palabras seguidas y le dije al peliverde:
- Tene...mos.. que ir...no...s, ha..y más sol...dados. - Tras decir aquello perdí el conocimiento, ahora todo estaba en manos del peliverde, la situación se tornaba cada vez más complicada. -
Uno de mis brazos colgaba muerto, al parecer la pelea con aquel monstruo lo había sacado de su sitio y no podía moverlo, dejé caer un montón de agujas en mi brazo restante y las lancé a aquella masa, golpeándole en la espalda y haciéndole soltar un pequeño grito de dolor, parecía estar en las últimas. Ryuta dio un gran salto y de un limpio corte hizo caer la cabeza de aquel cerdo acompañada de un gran chorro de sangre, que bañó la hierba de un tono carmesí oscuro. Detrás de la dañada máscara, en mi ensangrentada cara se dibujó una pequeña sonrisa segundos antes de colapsar, había llegado a mi límite.
Caí rendido en el suelo, dolorido en todo el cuerpo menos en aquel brazo que ni tan siquiera sentía, apenas podía mantener el conocimiento, mientras me arrastraba para recuperar mis dagas del vientre de aquel mastodonte. Cuando estaba a los pies de este, Ryuta se me acercó y me dio mis dagas, mientras en su cara se dibujaba una pequeña sonrisa de satisfacción. Parecía que habíamos estado peleando durante horas pero apenas lo hicimos durante unos minutos, fue una atroz batalla, de la cual no había salido bien parado. Un brazo y unas cuantas costillas hechas papilla, eso era lo que me llevaba de aquella pelea, bueno eso y un nuevo compañero.
Tomé las dagas de las manos de Ryuta segundos antes de vomitar una gran ola de sangre, la cosa no pintaba muy bien, a duras penas logré articular cuatro palabras seguidas y le dije al peliverde:
- Tene...mos.. que ir...no...s, ha..y más sol...dados. - Tras decir aquello perdí el conocimiento, ahora todo estaba en manos del peliverde, la situación se tornaba cada vez más complicada. -
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Le lleve las armas a Shi, que estaba en el suelo, lo suyo parecía bastante grave, así que antes de que terminara de hablar, guarde mis gujas y lo levante, intentando no mover mucho el brazo que tenía colgando inerte. Como no tenía mucho tiempo, lo cogí en peso, aguantándolo con mis manos y llevándolo lo más rápido que podía al barco, donde estaba la niña y que tenía pensado usar para huir. A cada paso que daba, me ponía más nervioso porque no sabía si nos podían asaltar más hombres y no dejaba de mirar a todos lados, obviamente sin cesar mi marcha.
Mire al chico, que se había desmayado minutos antes, e intentaba por todos mis medios que no nos encontráramos con otra persona hostil, aunque en parte fuera culpa suya por ir matando gente, suspire al pensar en eso, habían pasado tantas cosas en tan poco tiempo que… me había ayudado mucho, era simplemente eso, no podía dejar morir a alguien así, aunque fuera un asesino en serie.
Al cabo de un rato corriendo, vi el barco en el horizonte, por suerte no me había encontrado con nadie por el camino que había recorrido. Como ya casi no había nada de recorrido del barco, empecé a moverme bastante más rápido, tenía que llegar ya y poner rumbo a cualquier otra isla, cualquiera en la que la gente no intentase matarme… bueno, matarnos, debía cuidar de la pequeña ahora que había… Procure no pensar en eso por el momento y darme aún más prisa en llegar al barco.
Cuando subí al navío, lleve a Shi a el camarote donde estaba la niña, pero mientras bajaba pude sentir como me empezaba a doler todo, obviamente el cuerpo se había resentido por los golpes de aquel hombre, pero seguramente no lo sintiera hasta ahora debido a que estaba en tensión por el combate y la salud de aquel idiota. Llegue abajo y lo solté en una de las dos camas, mientras yo me quedaba apoyado en la otra, en la cual la cría dormía plácidamente. Me fije en el rostro de ella, sonreí un poco, pero lo oculte rápidamente aunque no había nadie que se fijara en eso, ¿cómo lo habría logrado? Me preguntaba antes de caer rendido por el cansancio
Mire al chico, que se había desmayado minutos antes, e intentaba por todos mis medios que no nos encontráramos con otra persona hostil, aunque en parte fuera culpa suya por ir matando gente, suspire al pensar en eso, habían pasado tantas cosas en tan poco tiempo que… me había ayudado mucho, era simplemente eso, no podía dejar morir a alguien así, aunque fuera un asesino en serie.
Al cabo de un rato corriendo, vi el barco en el horizonte, por suerte no me había encontrado con nadie por el camino que había recorrido. Como ya casi no había nada de recorrido del barco, empecé a moverme bastante más rápido, tenía que llegar ya y poner rumbo a cualquier otra isla, cualquiera en la que la gente no intentase matarme… bueno, matarnos, debía cuidar de la pequeña ahora que había… Procure no pensar en eso por el momento y darme aún más prisa en llegar al barco.
Cuando subí al navío, lleve a Shi a el camarote donde estaba la niña, pero mientras bajaba pude sentir como me empezaba a doler todo, obviamente el cuerpo se había resentido por los golpes de aquel hombre, pero seguramente no lo sintiera hasta ahora debido a que estaba en tensión por el combate y la salud de aquel idiota. Llegue abajo y lo solté en una de las dos camas, mientras yo me quedaba apoyado en la otra, en la cual la cría dormía plácidamente. Me fije en el rostro de ella, sonreí un poco, pero lo oculte rápidamente aunque no había nadie que se fijara en eso, ¿cómo lo habría logrado? Me preguntaba antes de caer rendido por el cansancio
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