La Arquera y la Llama [Pasado Yumiko y Kusanagi]

Dolor, agonía, sufrimiento... ¿Por qué tenía que haberle tocado a él? Todos esos horribles sonidos asaltaban la cabeza del pelirrojo, como un millar de martillos golpeando su cráneo una vez tras otra. Si había alguna tortura peor que aquella no era capaz de imaginársela siquiera. La cabeza le daba vueltas y tan solo sabía dónde se encontraba por el infierno que había pasado para llegar hasta allí.

-¿Por qué tuve que beberme aquella última copa?-murmuró, con la cabeza apoyada sobre una mesa de madera y ambas manos sujetando su pelo.

Se encontraba en una humilde taberna de la pequeña ciudad, sentado en una de las mesas y maldiciéndose a sí mismo por los excesos cometidos el día anterior. Los recuerdos le eran borrosos, o tal vez el resacón que tenía le impedía pensar con claridad. Probablemente, sería esto último.

Debía de ser mediodía, pues el local estaba lleno de gente que disfrutaba de generosos platos de carne, pescado y verduras, acompañados por grandes jarras de cerveza, alguna copa de ron o, para los más pequeños, zumos de naranja. El pelirrojo era la excepción, pues lo único que tenía sobre la mesa era una tila, de la cual tenía la esperanza de que aliviase aquella tortura.

Deseaba contar con otro parche más para tapar su ojo "bueno". La luz le molestaba como si el mismísimo Sol se encontrase a escasos centímetros de su rostro. "No volveré a probar ni una sola gota de alcohol" pensaba, tratando de autoconvencerse aunque supiese que no cumpliría aquella promesa. Con dificultad, se irguió en su asiento y dio un pequeño sorbo a su tila, que contenía un pequeño toque de miel para endulzar su sabor. Se recostó en el respaldo y echó un lento vistazo a la sala.

-He venido en el mejor momento...-dijo con sarcasmo.

Multitud de niños se encontraban correteando y chillando mientras los adultos discutían a pleno pulmón sobre temas de escasa importancia. El caso era que el ruido le llegaba casi como un estruendo provocado por una gigantesca tormenta eléctrica, o al menos así lo percibía el chico, que volvió a dejar caer la cabeza sobre la mesa, dando un pequeño golpe. "Que alguien me mate ya".

El dolor persistía y no parecía que fuese a abandonarle durante un buen rato. Deseaba volarse la cabeza de un disparo y estaba dispuesto a hacerlo... Al menos si la terrible jaqueca le hubiese permitido incorporarse y encontrar un arma, pero por el momento aquello no era posible.

Creyó escuchar la puerta de la pequeña taberna abrirse, así como la dulce voz de una mujer, pero no tenía ni fuerzas ni ganas como para alzar la cabeza de la mesa, cosa realmente extraña en él. Iba a echar mano de nuevo a la tila, sin apartar su rostro de la dura madera, cuando sintió cómo alguien tocaba su hombro.

Se irguió lentamente, al tiempo que giraba la cabeza para ver quién era y qué quería, con el ceño levemente fruncido y el ojo ligeramente achinado. Se quedó estupefacto con lo que vio. Una chica joven, de pelo rubio y unos llamativos ojos de un azul claro y brillante, con un bello rostro y unas orejas un tanto peculiares. Agraciada con un cuerpo que el pelirrojo definiría como "hecho para el pecado", vestía unas ropas bastante ligeras, las cuales dejaban apreciar aquello con suma facilidad. Abrió bastante los ojos (incluido el que estaba bajo el parche, aunque no pudiese verlo). "Justamente hoy, que no puedo tenerme en pie, me topo con una chica así" pensaba el pelirrojo mientras se maldecía a sí mismo para sus adentros.

La chica dio un pequeño sorbo a un vaso de lo que parecía ser zumo, de un color rosado, lo cual en aquella calurosa situación (o tal vez por los delirios que le provocaba la resaca) le pareció al pelirrojo una escena, cuanto menos, provocativa. Acto seguido, la joven le ofreció el vaso para que diese un trago.

-¿Quieres probar esto? Igual te hace sentir mejor.

El pelirrojo asintió levemente y tomó el vaso de su mano.

-Gracias...

Lo acercó a sus labios y dio un ligero sorbo. Sintió el frío helado del zumo y aquel dulzor afrutado recorriendo su paladar y garganta, lo cual hizo que se espabilase casi al instante, aunque el dolor de cabeza persistía. Le ofreció el vaso de vuelta y le dedicó una ligera sonrisa, mirándola fijamente a los ojos.

-Parece que ha funcionado un poco-dijo en un tono bajo de voz-¿Quieres sentarte?

Tras decir eso señaló una silla de madera que se encontraba al lado de él, a su derecha.

La chica accedió rápidamente a sentarse junto a él cosa que, en parte, sorprendió al pelirrojo. Aquella chica era un manantial de amabilidad, demostrando aquello por el simple hecho de haberse acercado a un completo desconocido, que bien podría haberla mandado a freír espárragos, con la intención de aliviar el dolor que le oprimía. Le ofreció una pequeña pastilla, que al parecer había hecho ella, de un color verde claro.

-Bueno, supongo que no puedo acabar peor de lo que estoy ahora. Además, si la ha hecho una chica como tú, seguro que ayuda-dijo al tiempo que tomaba la pastilla de su mano, con una ligera sonrisa.

No había sido su frase más ingeniosa, pero en su estado pocas cosas más se le ocurrían. Con suerte aquel fármaco le ayudaría a apaciguar el intenso dolor. Lo ingirió rápidamente, tragándolo no sin antes notar un suave sabor a menta inundando su boca. Se quedó observando a la chica, al tiempo que sentía cómo iba mitigándose lentamente su dolor de cabeza, cosa que alivió al pelirrojo y que le hizo recuperar algo de energía, dando un trago más a su tila, terminándosela.

Se alarmó levemente cuando vio que se le cayó el vaso del zumo al suelo, el cual acabó disperso por este en forma de pequeños fragmentos de cristal. El agudo sonido que provocó aquello hizo que el chico sintiese un ligero pinchazo en la cabeza, apretando levemente los dientes. La observó mientras se llevaba una mano a la cabeza. Al parecer, aquella bebida le había provocado una pequeña jaqueca por haberla ingerido demasiado rápido. No pudo evitar que se le escapase una pequeña risita.

-Parece que no soy el único al que le dolerá la cabeza hoy-comentó en un tono más animado mientras se recostaba en el respaldo de la silla.

El camarero llegó para recoger los trozos de cristal. Tras terminar y recibir una pequeña propina por parte de la chica, esta se presentó.

-Kusanagi Yu, igualmente-dijo con una amable sonrisa, sin quitarle el ojo de encima-Aunque puedes llamarme Kus, para abreviar. Y gracias por la pastilla, realmente tienes buena mano con estas cosas-añadió-Dime, Yumiko... ¿Qué haces en esta ciudad? Quiero decir... ¿Vives por la zona, trabajas aquí, estás de visita...?

Comenzó el pelirrojo, tratando de entablar una agradable conversación al tiempo que intentaba conocer mejor a la chica. No estaría de más ser educado con alguien que acababa de ayudarle. Además, ¿quien sabe? Tal vez su compañía pudiera animar un poco los días que le quedaban por pasar en aquella isla e incluso le aportase algo de diversión a sus noches... Ya que su dolor había menguado, volvía a tener la actitud de siempre.

- Vaya, veo que he dado una buena primera impresión -comentó el pelirrojo ante su comentario sobre la bebida- Pues lo cierto es que no hago gran cosa. Podríamos decir que ando de vacaciones, más o menos.

Se estiró tras decir eso, haciendo que varios huesos de la espalda le sonasen. No había dormido en buena postura, por lo que sentía pequeñas molestias en la espalda. En ese preciso momento y justo antes de que al pelirrojo le diese tiempo a añadir algo más la chica le agarró y tiró de él, con una fuerza y energía que nunca se habría esperado de alguien de su constitución. Al parecer, la chica quería que le acompañase.

- No hacía falta tirar de mí, solo tenías que decirlo -dijo en un tono bromista, mientras recuperaba el equilibrio y seguía a la joven.

Dedujo rápidamente hacia dónde se dirigían al observar que miraba con atención el Cuartel que se encontraba en el centro de aquella isla. No se esperaba que le interesasen esas cosas, pero supuso que no era un mal plan. Al fin y al cabo, no había nada más interesante que hacer en aquel lugar. La chica le ofreció un bocado de su chocolatina, pero negó con la cabeza.

- Digamos que no tengo mucho apetito hoy. -contestó, dedicándole tras ello una leve sonrisa.

Lo cierto era que su estómago estaba bastante revuelto. La bebida definitivamente no le había sentado nada bien y, aunque gracias a la pastilla que le había dado Yumiko se encontraba bastante mejor, no se sentía con fuerzas como para probar a comer algo.

Tras un rato caminando cuesta arriba llegaron por fin a la cima. Se quedó observando la visión de la isla, rodeada de un mar tranquilo y pacífico, mientras la chica tomaba asiento en un banco que había a un metro escaso de donde se encontraba. Observó la posición del sol para orientarse y, tras unos pocos segundos, llevó su mirada hacia el Oeste.

- Parece ser que nacimos en lugares opuestos del mundo, Yumiko -comenzó, en un tono tranquilo- Mi hogar se encuentra en el West Blue. Una isla llamada Ferelia. Aunque la verdad, ha pasado tanto tiempo desde que estuve por última vez allí, que no se si podría llamarla "hogar" -hizo una leve pausa- O si quiero hacerlo.

Se aproximó hasta ella, sentándose a su lado, recostándose en el respaldo del banco y pasando un brazo por encima de este, para acto seguido llevar la mirada al cielo, tranquilo y despejado. Se quedó callado unos instantes. De repente, su expresión cambió, volviendo a ser bastante alegre, con una amplia sonrisa y mirándola fijamente con su ojo esmeralda.

- Y bueno, por hablar de algo y conocernos un poco... ¿Qué cosas te gusta hacer? Intuyo que te interesan los cuarteles... O al menos las cosas que hay en ellos, ya que me estás dirigiendo al de esta isla -rió levemente antes de continuar- Lo cierto es que a mi también me interesan bastante este tipo de cosas. Son... Instructivas desde un punto de vista técnico. Además, siempre se pueden sacar ideas bastante ingeniosas de estos. -hizo una pausa más- También me gusta dibujar. La gente dice que se me da bien, aunque yo no lo creo así, sinceramente.

Dicho aquello, esperó la respuesta de la chica. Tenía interés por saber qué tipo de cosas le gustarían a alguien como ella.

El chico alzó una ceja al ver que se había equivocado. Escuchó con atención e interés los gustos de la chica. Aparte del interés por la tecnología (cosa poco común en las personas que él conocía) la chica tenía unos gustos bastante normales, aunque lo cierto era que él tampoco tenía unos gustos demasiado extravagantes. Esperó a que terminase de hablar para incorporarse y seguirla hacia la entrada del cuartel.

- Bueno, digamos que tengo la afición de interesarme por todo lo referente a la cultura de los lugares que visito. Además de cualquier tipo de ciencia, pues me llaman bastante la atención -explicó el chico mientras metía las manos en los bolsillos del pantalón- También me gustan los días lluviosos, pero no para quedarme encerrado. Me gusta salir a la calle y sentir las gotas de agua cayendo sobre mí. Supongo que es algo que me inspira paz.

Se encogió de hombros tras terminar de hablar mientras llegaban a la entrada, donde dos marines montaban guardia. La chica se presentó descubriéndose al pelirrojo, para su sorpresa, como una cazadora de recompensas. ¿Quién lo habría dicho? De una chica tan cordial, amable y que a simple vista no parecía excesivamente fuerte, no podrías esperarte que fuese una cazadora de criminales. "Sin duda, las apariencias engañan" pensó mientras ella terminaba su presentación.

- Kusanagi Yu, solo soy un simple turista. Tenía interés por saber cómo es el día a día en un cuartel de la Marnia -se presentó él.

Obviamente, lo de ser un "simple turista" era una de las mentiras más gordas que podría haber soltado. Bien podría haberse presentado como un miembro de la Cipher Pol. Sin embargo, eso no era algo sensato. Si se extendía el rumor de que un agente del gobierno andaba rondando por la isla la gente se habría comenzado a poner nerviosa. Además, aquello podía traer más peligros que ayudas: nunca se sabe dónde pueden encontrarse los enemigos del gobierno.

- Bien, pueden pasar. Procuren no molestas a los marines mientras hacen sus quehaceres y, por supuesto, no entren en las zonas de acceso exclusivo para militares. -dijo el de la derecha, al tiempo que se echaban a un lado para dejarles pasar.

- No se preocupe, nos portaremos bien -añadió el pelirrojo en un tono despreocupado y casi bromista.

Comenzó a adentrarse en el enorme cuartel. Nada más entrar lo primero que se presentó ante ellos fue un enorme patio, en el cual se encontraban varios grupos de marines realizando sus ejercicios diarios: prácticas con los fusiles, entrenamientos con la espada, carreras por todo el recinto...

- Parece que su entrenamiento es bastante duro -le dijo a la chica mirándola de lado.

Echó un vistazo al colosal edificio. Debía de tener unos 20 pisos de altura, lo cual era bastante considerable. "Me pregunto si nos dejarán ir por libre... Intuyo que nos asignarán a algún novato para que nos enseñe las instalaciones". Aquella idea no le hacía demasiada gracia. Le aburrían sobremanera las visitas guiadas. No le gustaba tener que realizar un recorrido predeterminado, pues prefería ir por libre para ver los lugares que más le interesasen. Esperó a que la chica decidiese por dónde empezar, al menos hasta de que algún marine tocapelotas se dispusiese a guiarles.

Siguió a la joven cazarrecompensas hasta el campo de tiro, dejando que fuese ella quien probase a disparar primero. La chica tomó el rifle y el pelirrojo la miró con curiosidad. "¿Una tiradora? Supongo que le pega" pensaba mientras la observaba con una ligera sonrisa. Apretó el gatillo y la bala salió disparada, impactando de lleno en la diana, casi en el centro. Kusanagi abrió bastante los ojos, impresionado, pero se quedó de piedra cuando al segundo disparo la bala atravesó incluso el muro de detrás. La miró perplejo. "Eso es... ¿Haki?".

Había oído hablar de aquel extraño poder a sus superiores, e incluso había podido ver su potencial en un par de ocasiones, pero no se esperaba que aquella chica, de un aspecto tan puro e inocente, fuese capaz de utilizarlo. Sin duda no era alguien normal. En cuanto la chica terminó tomó otro rifle y se puso en posición.

- Bueno... La verdad es que no he disparado mucho, así que no creo que logre un buen disparo -le comentaba mientras se ponía en posición de disparo, imitando lo que había hecho ella para no hacerse daño en el hombro.

Se concentró todo lo que pudo. La diana le parecía un punto diminuto desde aquella distancia y no comprendía cómo había acertado con aquella facilidad. Aguantó la respiración, algo básico que le enseñaron años atrás para que el pulso no moviese el arma mientras apuntaba. Se tomó unos pocos segundos y apretó el gatillo. Como se imaginaba, ni siquiera le dio a la diana. Bajó el arma, decepcionado.

- Lo que yo decía, no soy demasiado bueno en esto -dijo con una pequeña sonrisa mientras la miraba de lado.

Probó de nuevo, haciendo lo mismo que antes pero esta vez tomándose algo más de tiempo en apuntar. Disparó y acertó a la diana, pero casi en el borde, muy alejado del centro. Suspiró con resignación mientras devolvía el rifle.

- Esto no es lo mío. Pero dime, ¿qué te parece si probamos las espadas? No creo que haya problema en que nos den un par de madera -le dijo con una mirada divertida mientras comenzaba a caminar hacia la parte del patio donde los reclutas practicaban con la espada- Después podemos ir a ver las instalaciones interiores, si quieres.

Pese a que tal vez la chica le había dejado un poco en ridículo, lo cierto es que se lo estaba pasando bastante bien con ella. Sin duda, aquél día prometía mucho. No sabía si conseguiría algo de ella, pero se estaba ganando su simpatía y amistad que, al fin y al cabo, tampoco estaba nada mal.

Mientras se dirigían hacia el campo de entrenamiento con espada, una zona situada a unos quince metros del campo de tiro, un misterioso hombre de cabellos rubios se interpuso en su camino. Al parecer, se trataba de uno de los comandantes de la isla. Se ofreció a supervisar su enfrentamiento, a lo que la chica respondió de forma humilde, explicando que no había usado nunca una espada, tras presentarse.

- Kusanagi Yu, un placer Comandante -respondió el chico tranquilamente, tal vez en un tono demasiado formal por la costumbre, aunque esperaba que la chica no le diera importancia.

Una vez les hubo entregado las espadas de madera se apartó y se dispuso a sentarse en una silla desde la cual supervisaría su combate. La espada era algo pesada, aunque el chico estaba acostumbrado a usar otras de un peso similar o incluso mayor. La hizo girar en su mano con normalidad, adaptándose a su peso para el combate. Acto seguido se situó frente a la cazadora y la apuntó con la espada también, aunque al contrario que ella con una sola mano.

- Cuando quieras, Yumiko -le dijo el pelirrojo, mirándola a los ojos, con una sonrisa que mostraba confianza.

La chica se lanzó a por él a bastante velocidad. Sin duda era extremadamente ágil, aunque se notaba a simple vista que no había luchado con una espada en su vida. Esquivó el tajo que lanzó con bastante facilidad y se preparó para contraatacar cuando, de repente, pudo observar cómo la espada de la chica salía por los aires. "¿Cómo ha...?". No tenía ni idea de cómo se las había apañado para lanzarla tan alto. Cuando la espada comenzó a descender, la chica que lanzó a un lado para evitar que le golpease, pero se golpeó con fuerza en el hombro. Parecía habérselo dislocado.

El joven agente soltó la espada y se acercó a toda velocidad a ella. No parecía poder moverse y, sin duda, se le había desencajado el hombro. No era la primera vez que se veía ante una situación así. Durante la instrucción se le enseñaba a los nuevos cómo debían actuar si sufrían una lesión así o si lo hacía algún compañero, mostrándoles como recolocar el hueso correctamente.

- Esto te va a doler un poco -dijo el chico mientras sujetaba con suavidad su hombro con ambas manos.

En un rápido movimiento le recolocó el hombro, notando un pequeño "clack" al hacerlo. Mientras esto ocurría, el comandante Light se acercó a su posición para comprobar que no se hubiese hecho nada demasiado grave.

Sonrió enormemente aliviado al ver que había conseguido hacer sentir mejor a la arquera la cual, sin previo aviso, se lanzó sobre él para abrazarle, sorprendiendo (gratamente) al pelirrojo que correspondió el abrazo en seguida. La soltó en cuanto el Comandante comenzó a hablar, esbozando una ligera sonrisa tras la muestra de afecto de la chica. Era mejor aplazar el entrenamiento con espada hasta que su hombro se hubiese recuperado del todo. Light les ofreció hacer una visita a las instalaciones para hacer más amena la espera, a lo cual la chica accedió.

- Me parece un buen plan -respondió el pelirrojo mirando a la cazadora y dedicándole una leve sonrisa.

Tras ello se dispusieron a seguir al Comandante por el interior del enorme edificio. Parecía haber decidido hacerles de guía, tal y como el pelirrojo había sospechado que ocurriría desde el principio. Lo siguieron por los pasillos mientras este daba un "entretenido" discurso sobre la magnificencia del cuartel. Una vez llegaron a la sala donde se encontraban las escaleras el rubio se dispuso a hablar con un empleado, distracción que ambos aprovecharon para escaquearse de la visita guiada.

Llegaron hasta lo que debía ser la cocina, entrando rápidamente y esperando perder de vista al marine durante un rato. El chico echó un vistazo a la enorme sala, demasiado desierta incluso para aquellas horas. Ambos se acercaron al fuego, donde una enorme cacerola se encontraba. Al parecer alguien había dejado preparándose una especie de guiso... O tal vez una sopa. La verdad era que el pelirrojo no entendía mucho de comida.

- Bueno, no creo que les importe que pruebes un poco -comentó el chico seguido de una pequeña risa.

Sin duda aquella tarde estaba siendo realmente divertida. No esperaba poder obtener tanto entretenimiento con una visita a un cuartel de la marina, aunque sin duda alguna aquello no sería lo mismo sin la presencia de la cazadora, la cual poco a poco se iba ganando más su confianza.

- ¿Cómo va tu hombro? -preguntó algo preocupado, acercándose un poco a ella- Cuando volvamos al campo de entrenamiento, si quieres, te enseñaré cómo sujetar correctamente una espada.

Sonrió tras decir aquello y miró hacia la puerta. No sabía cuanto tiempo más les quedaría antes de que el Comandante les encontrase, pero quería ver algo más que una simple cocina. "Tal vez podamos colarnos en algún laboratorio, o incluso hablar con el cargo mayor del lugar" pensaba, con bastante curiosidad. Miró de nuevo a la chica.

- ¿Seguimos explorando el edificio? Tenemos que aprovechar antes de que Light nos encuentre. Seguro que se pilla un buen cabreo -dijo de forma despreocupada y soltó una gran carcajada.

El pelirrojo observó sonriente cómo la chica comía, tras haber aceptado uno de los cazos que ella había preparado. Realmente parecía hambrienta y lo cierto era que sus formas le resultaron divertidas. Comía a toda prisa, pero aun así no descuidaba los modales. No tardó en hacer lo propio, devorando su plato con cuidado de no manchar nada, aunque era complicado... ¡Aquella cosa estaba de muerte! Una vez terminó con eso dejó el recipiente y se acercó a ella. Al parecer seguía teniendo interés por ver qué tipo de cosas podría encontrar en un cuartel marine, así como por la biblioteca del lugar. Kusanagi se limitó a asentir, mirándola y hablando en un tono animado.

- Podría ser interesante, para qué negarlo. Por mi parte está bien, podemos explorar el sitio un poco más... Al menos mientras no nos cojan los marines. No creo que estén demasiado contentos sabiendo que tienen dos polizones remoloneando por su querido cuartel -concluyó, acompañando la frase con una leve risa.

Ella se dirigió hacia la puerta, asomándose para comprobar que no hubiera moros en la costa. Sin embargo, volvió a entrar rápidamente al tiempo que un grupo de marines pasaba por el pasillo. Por un momento el pelirrojo palideció, pensando que acababan de encontrarles. Suspiró aliviado al ver que pasaban de largo. En cualquier caso... ¿Qué excusa podría darle al capitán si les encontraba? Estaba claro que no colaría si le decían que se habían perdido, ya que ellos mismos se habían escaqueado de él. Tal vez podría recurrir a aquello, aunque prefería no hacerlo. Volvió a mirar a la chica de cabellos dorados, la cual le volvía a agradecer su ayuda con el hombro.

- No hay nada que agradecer, no iba a dejarte ahí tirada muriéndote de dolor -le respondió en tono jovial, asintiendo después ante su idea- Sí, definitivamente llamaríamos demasiado la atención de ir por ahí con estas ropas... Además, seguramente ningún marine sería capaz de no fijarse en una chica tan llamativa.

La acompañó sin darle demasiada importancia a lo que acababa de decir, observando los uniformes de cocinero que la arquera había encontrado en aquel armario. Al igual que ella, cogió el que más se ajustaba a su talla. Aún así llamaría demasiado la atención con ese parche cubriendo su ojo, por lo que se lo quitó como si fuera lo más normal del mundo, mostrando su iris carmesí. Tras eso se colocó el sombrero y se ajustó el resto de prendas, listo para salir y dirigiéndole una mirada a Yumiko.

- Yo creo que servirá, siempre y cuando no nos topemos con el capitán, que ha sido quien más ha estado con nosotros. De todos modos, creo que da el pego -se estiró un poco- Bueno, será mejor que vayamos saliendo... Antes de que vuelvan.

Tras eso se dirigió hacia la puerta, abriéndola y mirando a ambos lados del pasillo para asegurarse de que no hubiera nadie allí. Una vez lo comprobó sujetó la puerta para que la chica saliese y comenzó a caminar junto a ella (si es que le seguía) por la base. Más o menos tenía una idea aproximada de cómo se distribuían aquellos cuarteles, pues en los pocos que había estado se seguía una estructura similar. La biblioteca se encontraba en los pisos intermedios mientras que, por el contrario, los laboratorios estaban o bien en las plantas más altas o en alguna subterránea. Sin embargo, cuando entraron no parecía haber ninguna escalera que condujera tierra abajo, así que supuso que no habría más remedio que subir.

- Bueno, tú dirás... ¿Qué quieres visitar primero, la biblioteca o el laboratorio? -preguntó mirándola de reojo, subiendo las escaleras a un ritmo calmado para no levantar sospechas. Parecía haber marines en la planta de arriba.

Mientras subían las escaleras la arquera le le expresó al pelirrojo su deseo de visitar la biblioteca del lugar. Tal vez para otros aquella idea hubiera resultado bastante aburrida pero, para él, que sentía un gran interés por todo lo referente al conocimiento, resultaba una actividad la mar de interesante. Asintió tras ello, dando a entender que estaba de acuerdo y se rió un poco ante su comentario. La verdad era que se sentía un tanto extraño vestido de aquella forma, más aún al no llevar el parche que normalmente mantenía escondido su ojo derecho, rojo como el rubí. Fue a raíz de sus palabras que se fijara en el aspecto de ella, que si no era tan llamativo como antes bien resultaba agradable para la vista.

- Bueno, no sé si realmente me quedará bien o no, pero una cosa es segura: si trabajases en algún restaurante no tengo muy claro qué preferirían comer sus clientes, si la comida o a su cocinera -comentó, sonriendo a la chica con complicidad y volviendo su vista al frente. Parecía haber gente en el segundo piso, pues prácticamente en cuanto llegaron comenzaron a escuchar pasos y voces que se aproximaban hacia ellos.

Yumiko salió corriendo sin previo aviso hacia el frente y Kusanagi la siguió rápidamente. Debían de buscar algún sitio donde esconderse o, al menos, alejarse de aquellas voces antes de que los marines les encontrasen. La cazadora abrió la puerta de lo que parecía ser un armario y le instó a entrar junto a ella. "No es mala idea." Se apresuró y cerró la puerta una vez estuvo dentro, dándose cuenta al instante de lo estrecho que era aquel sitio. Ella se abrazó a él y supuso que era para caber mejor, por lo que hizo lo propio pasando un brazo por su espalda y otro por su cintura. Para qué negarlo, la proximidad que había en ese momento era, cuanto menos, agradable. Casi podía sentir los latidos de su corazón, así como su respiración. Era una de aquellas situaciones que él definía como "caídas del cielo", y tuvo que reprimir una pequeña risa para que no les pillasen. Parecía que no estaban solos, ya que se podía escuchar algo de movimiento justo en la estantería superior, como si alguna clase de insecto o animal diminuto se estuviera moviendo. Su ojo derecho adquirió un leve brillo rojo al tiempo que se activaba su visión térmica. Era un gusano, o eso parecía por su forma. Gracias a aquella vista pudo ver cómo el grupo de marines pasaba de largo por delante del armario, sin haberse percatado de su presencia. Una vez se hubieron alejado lo suficiente acercó los labios al oído de la chica.

- Oye, no es que me incomode estar así, pero si vamos a estar tan pegados prefiero que sea en un sitio más amplio... Y sin compañeros indeseables -bromeó, sonriendo pese a que ella no pudiera verlo y abriendo la puerta con cuidado de no hacer ruido. Fue el primero en salir y le hizo una seña a ella- Está despejado -concluyó, estirándose y desactivando la visión térmica de su ojo.

No debían de haber pasado más de dos o tres minutos allí dentro, y aunque le había resultado bastante agradable la sensación de estar tan pegado junto a ella, la posición y el poco espacio que tenían lo habían vuelto un tanto incómodo, por lo que al estirarse le crujieron algunos huesos de la espalda. Miró a ambos lados del pasillo en el que se encontraban y se llevó la mano a la barbilla, pensativo. ¿En qué dirección podría encontrarse la biblioteca? Sentía la necesidad de dirigirse hacia el lado izquierdo, no sabía bien por qué, pero decidió hacer caso a su instinto. No solía fallarle.

- Vayamos por allí -dijo señalando en aquella dirección.

Pasearon por los pasillos del cuartel, observando la zona para tratar de encontrar la dichosa biblioteca, que parecía querer esconderse de ellos. "¿Dónde narices la tendrán? No debería ser tan difícil de encontrar" pensaba el pelirrojo, aún ataviado con el traje de cocinero, mientras observaba las innumerables puertas que les rodeaban. Definitivamente aquel lugar era un verdadero laberinto. ¿Cómo se apañarían los marines para no perderse en él? Después de un buen rato caminando por el piso la cazadora comenzó a reírse y llamó su atención, mostrándole una señal que indicaba la dirección de la biblioteca: justo hacia el lado contrario. Se llevó una mano a la nuca y se rascó, desviando la mirada y sonrojándose levemente. Había quedado un poco en ridículo, su intuición no había estado de su parte aquella vez.

- V-vayamos por allí entonces. Cuanto antes lleguemos menos posibilidades habrá de que nos encuentren -fue su respuesta antes de comenzar a caminar con paso rápido y decidido en la dirección de la señal. Tuvo que echar a correr para seguir a la arquera, que había acelerado el ritmo al igual que él.

Mientras avanzaban iba pensando en el cambio drástico que había habido desde que despertase con resaca hasta el encuentro con la chica y la infiltración en el cuartel de la Marina. Realmente jamás se le habría pasado por la cabeza que podría haberse metido en aquél lío... Ni que se lo iba a pasar tan bien. Aunque debía andarse con ojo: si descubrían que era un agente del gobierno probablemente informasen a alguno de sus superiores, y ello se podría traducir en uno o dos meses enteros fregando los baños del cuartel general. Una idea para nada agradable. Pero en fin, volviendo al tema que nos concierne... Tras un pequeño rato corriendo habían llegado por fin a la que parecía ser la entrada de la biblioteca. Sin embargo, se habían topado con un obstáculo más: la puerta estaba cerrada. Yumi intentó abrirla y plantear algunas opciones para hacerlo, pero todas parecían ser demasiado ruidosas y, para los que no lo eran, no disponía del material necesario. El pelirrojo, pensativo, rebuscó por los bolsillos de la ropa de cocinero algo que les pudiera servir de ayuda. De estos extrajo un pequeño palillo de madera. ¿Por qué llevaría eso encima?

- Vale... Creo que tengo una idea -respondió, sonriendo y mirando de forma pícara a la arquera- No soy especialmente bueno abriendo cerraduras, pero creo que servirá -siguió justo antes de acercarse hasta la puerta y apoyarse sobre una rodilla en el suelo, quedando a la altura de la ranura. El palillo no serviría para forzar la puerta, ya que probablemente se partiría de intentarlo. Acercó el palillo a esta y, justo antes de introducirlo, un aura azulada lo envolvió. Lo mantuvo dentro varios segundos y, tras eso, lo extrajo mientras se ponía de nuevo en pie- Esto ya está.

Con una ligera sonrisa guardó el palillo de nuevo en el bolsillo y se puso de espaldas a la puerta. Dio un golpe seco cerca de la cerradura, no demasiado fuerte, y la puerta se abrió tras un pequeño "crack". Lo que había hecho era congelar el interior del mecanismo para que fuese más sencillo romperlo. Sonriendo con satisfacción se hizo a un lado y le ofreció pasar primero a Yumi.

- Las damas primero.