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La arquera y el skater. ¿Qué podría salir mal? [Priv. Pasado][Annie & Yata] {Dom 4 Jun 2017 - 21:02}
-Woah... - Murmuró una vez más.
Annie observó el interior del restaurante con mucho detalle. ¡Era enorme! ¿Cómo eran capaz de mantener algo así? Llevaba semanas navegando desde su último encuentro con Syxel en Galuna. Llevaba tiempo preparándose para visitar Greenlyn por primera vez. Según las historias era una tierra de magia y misterios, de tierras encantadas por leyendas u otras criaturas. Aquello era un subidón de emoción cada vez que Annie pensaba en lo que le depararía; sin embargo, tuvo que hacer aquí una parada. Su viejo barco, con el cual llevaba meses viajando estaba bastante destrozado. No sabía cuanto aguantaría en alta mar, pero ya llevaba gastados sus pocos ahorros en mantenerlo a flote. Si tuviese un poco más de dinero, solo un poco más, podría tener el barco que quisiera, pero le tocaba aceptar que era una vulgar ladrona y qué jamás tendría acceso a uno a no ser que lo robase.
La arquera entró con su águila en el hombro, mirando boquiabierta a todas las personas que estaban sentadas comiendo. La gente no paraba de echar miradas furtivas por su comportamiento maleducado y, sobre todo, por meter un animal al interior. Poco le importaban a Annie las normas que tuviese el restaurante, si ella quería comer allí Ayden acabaría quedándose con ella. La albina paseó gran parte del local, yendo en busca de alguna mesa libre hasta que por fin encontró una. Tiró el arco sobre la mesa.
Se dejó caer sobre la silla de golpe, haciendo resonar la madera gastada. El águila se bajó y se posó en la mesa, mirando a todo su alrededor, no solía espantarse con el bullicio ni el jaleo de los humanos. De vez en cuando solía picar la mesa, tratando de comer alguna miga de pan. Ella, mientras tanto, empezó a balancearse en la silla con el brazo apoyado sobre la mesa, esperando con ansia a que la atendieran. Arqueó una ceja mirando hacia los lados. Tenía hambre.
Annie observó el interior del restaurante con mucho detalle. ¡Era enorme! ¿Cómo eran capaz de mantener algo así? Llevaba semanas navegando desde su último encuentro con Syxel en Galuna. Llevaba tiempo preparándose para visitar Greenlyn por primera vez. Según las historias era una tierra de magia y misterios, de tierras encantadas por leyendas u otras criaturas. Aquello era un subidón de emoción cada vez que Annie pensaba en lo que le depararía; sin embargo, tuvo que hacer aquí una parada. Su viejo barco, con el cual llevaba meses viajando estaba bastante destrozado. No sabía cuanto aguantaría en alta mar, pero ya llevaba gastados sus pocos ahorros en mantenerlo a flote. Si tuviese un poco más de dinero, solo un poco más, podría tener el barco que quisiera, pero le tocaba aceptar que era una vulgar ladrona y qué jamás tendría acceso a uno a no ser que lo robase.
La arquera entró con su águila en el hombro, mirando boquiabierta a todas las personas que estaban sentadas comiendo. La gente no paraba de echar miradas furtivas por su comportamiento maleducado y, sobre todo, por meter un animal al interior. Poco le importaban a Annie las normas que tuviese el restaurante, si ella quería comer allí Ayden acabaría quedándose con ella. La albina paseó gran parte del local, yendo en busca de alguna mesa libre hasta que por fin encontró una. Tiró el arco sobre la mesa.
Se dejó caer sobre la silla de golpe, haciendo resonar la madera gastada. El águila se bajó y se posó en la mesa, mirando a todo su alrededor, no solía espantarse con el bullicio ni el jaleo de los humanos. De vez en cuando solía picar la mesa, tratando de comer alguna miga de pan. Ella, mientras tanto, empezó a balancearse en la silla con el brazo apoyado sobre la mesa, esperando con ansia a que la atendieran. Arqueó una ceja mirando hacia los lados. Tenía hambre.
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Bostezó con calma mientras usaba su skate para llegar a todas las mesas. Una bandeja en cada mano. Su habilidad con el uso de su patineta llegaba a tal punto que ni siquiera la sopa se derramaba o que las copas, servidas de los finos vinos que sus clientes pedían, derramaban una gota. Llegó a las mesas, dejó los platos en cada una y siguió moviéndose por el Baratie mientras buscaba algún cliente que no estuviera siendo atendido en ese momento. Sus ojos se toparon con una nueva visitante. Por costumbre, tenía el “mal hábito” de analizar el poder de todos los que llegaran. Así, en caso de que generaran problemas, saber, más o menos, si podía contenerlos y hacer que el barco no sufriera daños. ”Es fuerte… Debe ser la más fuerte de por aquí” – pensó mientras la seguía con la mirada.
– Es imposible negarlo… Es hermosa… ¿Podré hacerlo? – Musitó en voz baja. Sintió como un leve escalofrío lo recorría en toda su espalda. Siempre le había costado hablar con una mujer y más si era alguien tan hermosa como la que acababa de llegar. Medía más o menos lo mismo que él y no aparentaba tener más de veinte años. La vio tirar su arco en la mesa y como es que, literalmente, se dejaba caer en la silla. Escuchó la madera crujir por el peso inesperado. Además, lo que le llamó la atención, fue su increíble águila.
Suspiró con calma y se acercó a la mesa en la que ella estaba sentada. En su brazo derecho llevaba un pañuelo blanco. Él vestía con su ropa habitual, salvando que tenía un delantal sobre su cintura. Golpeó su skate y lo agarró con su brazo izquierdo. Dejó en la mesa la carta y la miró a los ojos… Unos segundos, antes de ponerse rojo y verse obligado a desviar la mirada. ”Cálmate, Yata. Es momento de madurar” – pensó. Tomó un poco de aire y, tomando toda la valentía que se necesitaba para hablar con una chica, fue que le dijo:
– Bienvenida al Baratie. Soy Misaki Yata y seré yo el que te atenderá – tomó una ligera pausa y dejó un vaso de agua sobre la mesa. – ¿Qué quieres para comer? Este es el mejor barco restaurant del mundo, así que probaras comida deliciosa. – Le dijo con una suave sonrisa.
– Es imposible negarlo… Es hermosa… ¿Podré hacerlo? – Musitó en voz baja. Sintió como un leve escalofrío lo recorría en toda su espalda. Siempre le había costado hablar con una mujer y más si era alguien tan hermosa como la que acababa de llegar. Medía más o menos lo mismo que él y no aparentaba tener más de veinte años. La vio tirar su arco en la mesa y como es que, literalmente, se dejaba caer en la silla. Escuchó la madera crujir por el peso inesperado. Además, lo que le llamó la atención, fue su increíble águila.
Suspiró con calma y se acercó a la mesa en la que ella estaba sentada. En su brazo derecho llevaba un pañuelo blanco. Él vestía con su ropa habitual, salvando que tenía un delantal sobre su cintura. Golpeó su skate y lo agarró con su brazo izquierdo. Dejó en la mesa la carta y la miró a los ojos… Unos segundos, antes de ponerse rojo y verse obligado a desviar la mirada. ”Cálmate, Yata. Es momento de madurar” – pensó. Tomó un poco de aire y, tomando toda la valentía que se necesitaba para hablar con una chica, fue que le dijo:
– Bienvenida al Baratie. Soy Misaki Yata y seré yo el que te atenderá – tomó una ligera pausa y dejó un vaso de agua sobre la mesa. – ¿Qué quieres para comer? Este es el mejor barco restaurant del mundo, así que probaras comida deliciosa. – Le dijo con una suave sonrisa.
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El aroma que provenía del interior de las cocinas hacía la boca agua a Annie. ¿Era el paraíso? En ese momento, con el hambre que tenía, desde luego que sí. Los aromas de las deliciosas comidas se entremezclaban dejando un rastro. La albina dejó de balancearse y pasó una pierna sobre la otra, mirando la decoración de las instalaciones. Los colores eran llamativos y vivos, llamando la atención nada más entrar. Las paredes estaban decoradas con dibujos hechos a mano. Annie era capaz de apreciar aquel arte, cuando era una adolescente había pintarrajeado muchas paredes con carboncillo y sabía que aquel estilo era callejero, pero le daba un buen toque al restaurante.
El sonido de unas ruedas contra las plaquetas del local hizo que la albina se girase, tratando de buscar qué se acercaba. Cuando vio al chico sobre un monopatín no pudo evitar pensar en que se iba a estampar contra alguna mesa o el suelo. ¿Cómo era capaz de mantenerse en algo así? Los inventos de hoy en día... Annie ladeó la cabeza en cuanto el chico empezó a hablar. Su nombre era Misaki Yata, pero desde luego tenía un poco de ego hacia el restaurante. Ella decidiría si era el mejor restaurante o no, con la última taberna que había visitado en Galuna sería muy difícil superar el nivel.
-Yo soy Annie - respondió inmediatamente en cuanto él moreno se presentó -. ¿Este restaurante es tuyo? - Inquirió con curiosidad, después se dio cuenta de qué debía pedir en vez de hacer perder el tiempo al chico -. ¡Oh! Bueno, mmm... Tráeme lo más rico que tengáis por aquí, pero que sea sin verduras. Detesto las verduras, ¡son una invención del demonio! - Hizo una mueca de asco refiriéndose a lo último.
Tras eso, no le quedó más remedio que esperar. El águila miraba al moreno con curiosidad, moviendo la cabeza de un lado a otro, parecía que iba a saltarlo de un momento a otro. Annie pasó la mano por la cabeza de su águila para calmarla y esta se acurrucó en la mesa envolviéndose entre sus alas.
-Ah, y si puedes trae un poco de pan para Ayden. Está tan hambriento como yo.
El sonido de unas ruedas contra las plaquetas del local hizo que la albina se girase, tratando de buscar qué se acercaba. Cuando vio al chico sobre un monopatín no pudo evitar pensar en que se iba a estampar contra alguna mesa o el suelo. ¿Cómo era capaz de mantenerse en algo así? Los inventos de hoy en día... Annie ladeó la cabeza en cuanto el chico empezó a hablar. Su nombre era Misaki Yata, pero desde luego tenía un poco de ego hacia el restaurante. Ella decidiría si era el mejor restaurante o no, con la última taberna que había visitado en Galuna sería muy difícil superar el nivel.
-Yo soy Annie - respondió inmediatamente en cuanto él moreno se presentó -. ¿Este restaurante es tuyo? - Inquirió con curiosidad, después se dio cuenta de qué debía pedir en vez de hacer perder el tiempo al chico -. ¡Oh! Bueno, mmm... Tráeme lo más rico que tengáis por aquí, pero que sea sin verduras. Detesto las verduras, ¡son una invención del demonio! - Hizo una mueca de asco refiriéndose a lo último.
Tras eso, no le quedó más remedio que esperar. El águila miraba al moreno con curiosidad, moviendo la cabeza de un lado a otro, parecía que iba a saltarlo de un momento a otro. Annie pasó la mano por la cabeza de su águila para calmarla y esta se acurrucó en la mesa envolviéndose entre sus alas.
-Ah, y si puedes trae un poco de pan para Ayden. Está tan hambriento como yo.
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Yata no pudo evitar soltar una risa suave ante su pregunta. ¿Si el restaurante era suyo? Bueno… Era, según varios de sus compañeros, el mejor cocinero de este. Se quedó pensando unos segundos y con su haki supo que el dueño no estaba cerca, quizá podía lucirse un poco y sacarle una sonrisa a la peliblanca. Retiró la carta con su mano, mientras que dejaba caer su skate, puso su pie izquierdo sobre este y vio al águila. ”En cualquier momento, salta y me arranca un ojo.” – pensó de forma divertida.
– Pues… Sí, es mío – dijo con una enorme sonrisa. Su tono fue bastante elevado y más de uno de sus compañeros lo quedó viendo de forma extraña. – Lo tengo desde hace unos… – No pudo terminar su frase porque fue entonces que sintió una poderosa patada en su cabeza.
– Disculpe las molestias, señorita – el dueño, el verdadero, había sido el responsable de todo. Miró a Yata y lo agarró de la oreja derecha. – No le creas a este idiota. Ahora, tú a cocinar y quiero que la atiendas como toda una reina. Se lo merece. – Soltó un ligero suspiro y luego se fue.
– Maldito viejo… – susurró mientras se acariciaba la cabeza. – Ahora te traigo la comida, Annie y también el pedazo de pan para Ayden – dijo eso y se fue en su monopatín. Su haki aún no estaba muy desarrollado y había modos de vulnerarlo. Suspiró con calma y entró en la cocina. Dejó su skate cerca de la entrada y se arremangó las mangas. – Así que sin verduras… Veamos, puedo hacer pescado o carne junto con una pasta o arroz – negó con la cabeza y se cruzó de brazos. – Muy común. Puede ser… Sí, eso haré.
Una vez acabó su preparación, agarró el plato y volvió a salir, en skate, de la cocina. Tuvo que tener cuidado de no chocar, porque sus compañeros iban de un lado a otro, pero no era nada que no estuviera tan fuera de lo común. ”Aunque me pregunto si hoy habrán peleas. Espero que no, solo la semana pasada tuve que echar a diez personas.” – se encogió de hombros y no tardó en llegar a la mesa de Annie. Dejó el plato sobre la mesa: Puramente carne; todo cortado en cubitos y, por encima de ellos, una salsa roja, aunque no solo había carne en sí, también habían diferentes tipos de peces.
– Lo denominé… Festival de la Carne – dijo con gran emoción mientras dejaba los cubiertos correspondientes en la mesa y un vaso de agua. – Y para Ayden… Solo pan – dejó el pedazo de pan cerca del plato de Annie… No se iba a arriesgar a que ese pájaro le arrancara un dedo. – Disfruta, espero que te guste. – Finalizó… Mirando a otro lado, un poco rojo.
– Pues… Sí, es mío – dijo con una enorme sonrisa. Su tono fue bastante elevado y más de uno de sus compañeros lo quedó viendo de forma extraña. – Lo tengo desde hace unos… – No pudo terminar su frase porque fue entonces que sintió una poderosa patada en su cabeza.
– Disculpe las molestias, señorita – el dueño, el verdadero, había sido el responsable de todo. Miró a Yata y lo agarró de la oreja derecha. – No le creas a este idiota. Ahora, tú a cocinar y quiero que la atiendas como toda una reina. Se lo merece. – Soltó un ligero suspiro y luego se fue.
– Maldito viejo… – susurró mientras se acariciaba la cabeza. – Ahora te traigo la comida, Annie y también el pedazo de pan para Ayden – dijo eso y se fue en su monopatín. Su haki aún no estaba muy desarrollado y había modos de vulnerarlo. Suspiró con calma y entró en la cocina. Dejó su skate cerca de la entrada y se arremangó las mangas. – Así que sin verduras… Veamos, puedo hacer pescado o carne junto con una pasta o arroz – negó con la cabeza y se cruzó de brazos. – Muy común. Puede ser… Sí, eso haré.
Una vez acabó su preparación, agarró el plato y volvió a salir, en skate, de la cocina. Tuvo que tener cuidado de no chocar, porque sus compañeros iban de un lado a otro, pero no era nada que no estuviera tan fuera de lo común. ”Aunque me pregunto si hoy habrán peleas. Espero que no, solo la semana pasada tuve que echar a diez personas.” – se encogió de hombros y no tardó en llegar a la mesa de Annie. Dejó el plato sobre la mesa: Puramente carne; todo cortado en cubitos y, por encima de ellos, una salsa roja, aunque no solo había carne en sí, también habían diferentes tipos de peces.
– Lo denominé… Festival de la Carne – dijo con gran emoción mientras dejaba los cubiertos correspondientes en la mesa y un vaso de agua. – Y para Ayden… Solo pan – dejó el pedazo de pan cerca del plato de Annie… No se iba a arriesgar a que ese pájaro le arrancara un dedo. – Disfruta, espero que te guste. – Finalizó… Mirando a otro lado, un poco rojo.
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Annie había preferido elegir aleatoriamente la comida. El hecho de leer mal le avergonzaba así que no quería hacer perder el tiempo al camarero. En el fondo le daba igual que plato fuese, como había dicho anteriormente, todo aquello que no llevase verduras era bien recibido. Yata no tardó en responder a su pregunta, aunque la escena fue un peculiar, pues no pudo terminar de acabar la frase. Resulta que el restaurante no era suyo, ¡qué mentiroso! ¿Cómo podía mentir con algo así? ¿Que trataba de hacer?
El golpe que recibió por parte del señor hizo que la albina soltase unas sonoras carcajadas. La albina frotó un ojo quitándose una lagrimilla de la risa que le había provocado. Pobre camarero, pensó. El anciano parecía cansado por tener que soportar eses comportamientos, o eso le pareció a la albina.
¿Tratarla como una reina? Ella se quedó boquiabierta. Nunca antes habían utilizado esa expresión con ella... Que buena persona. La verdad es que no merecía nada, no entendía a qué venía ese trato. Se estaban haciendo una imagen equivocada de ella. Annie asintió en cuanto ambos se fueron a preparar las cosas. Solo tocaba esperar.
La albina se acomodó en la silla, acercándose a la mesa. Pasó la mano sobre la cabeza de Ayden y lo acarició suavemente, agachándole la cabeza aposta para picarlo. El águila se revolvió toda, estirando sus alas como si se hubiese enfadado. Sonrió y se cruzó de brazos sobre la mesa, apoyando de vez en cuando la cabeza sobre ellos. Que aburrido era esperar.
Por suerte, Yata no tardó en llegar con el plato. Desde afuera tenía una pinta deliciosa, Annie cogió un tenedor y lo clavó en la carne, masticando rápidamente. ¡Estaba delicioso! Antes de continuar comiendo cogió el mendrugo y lo desmenuzó sobre la mesa y Ayden se puso a picotearlo. La mercenaria, sin embargo, se fijó en Yata, el cual parecía un poco ruborizado, a lo mejor estaba enfermo.
-Pues está muy rico - Respondió con una sonrisa de oreja a oreja -. Por cierto, ¿te encuentras bien? Tu cara está roja, a lo mejor necesitas comer algo.
El golpe que recibió por parte del señor hizo que la albina soltase unas sonoras carcajadas. La albina frotó un ojo quitándose una lagrimilla de la risa que le había provocado. Pobre camarero, pensó. El anciano parecía cansado por tener que soportar eses comportamientos, o eso le pareció a la albina.
¿Tratarla como una reina? Ella se quedó boquiabierta. Nunca antes habían utilizado esa expresión con ella... Que buena persona. La verdad es que no merecía nada, no entendía a qué venía ese trato. Se estaban haciendo una imagen equivocada de ella. Annie asintió en cuanto ambos se fueron a preparar las cosas. Solo tocaba esperar.
La albina se acomodó en la silla, acercándose a la mesa. Pasó la mano sobre la cabeza de Ayden y lo acarició suavemente, agachándole la cabeza aposta para picarlo. El águila se revolvió toda, estirando sus alas como si se hubiese enfadado. Sonrió y se cruzó de brazos sobre la mesa, apoyando de vez en cuando la cabeza sobre ellos. Que aburrido era esperar.
Por suerte, Yata no tardó en llegar con el plato. Desde afuera tenía una pinta deliciosa, Annie cogió un tenedor y lo clavó en la carne, masticando rápidamente. ¡Estaba delicioso! Antes de continuar comiendo cogió el mendrugo y lo desmenuzó sobre la mesa y Ayden se puso a picotearlo. La mercenaria, sin embargo, se fijó en Yata, el cual parecía un poco ruborizado, a lo mejor estaba enfermo.
-Pues está muy rico - Respondió con una sonrisa de oreja a oreja -. Por cierto, ¿te encuentras bien? Tu cara está roja, a lo mejor necesitas comer algo.
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Los segundos en que ella masticaba y probaba, le parecieron eternos. ¿Por qué siempre se tenía que poner tan nervioso cuando alguien probaba una de sus preparaciones? Era un muy extraño hábito que había adquirido tiempo atrás… Cuando aún le podía cocinar a Rose. ”Todo sería diferente si ella estuviera aquí… Ahora” – pensó, mientras aún podía sentir su piel o recordar su aroma. Dejó de pensar en ello, no era el momento ni el lugar… Ya tendría una larga conversación con la almohada, bajo la luz de las estrellas y el melancólico sonido del mar. Por unos instantes, incluso, apenas era capaz de sentirse parte de la realidad. Las palabras de Annie, fueron suficientes como hacerlo volver. Se alegró de que lo encontrara rico y, de hecho, pudo sentir como es que su seguridad a la hora de cocinar aumentaba. Escuchó su siguiente pregunta y no pudo evitar soltar una ligera risa.
– Sí, estoy bien – le respondió con calma. – Es solo que bueno… – calló unos segundos, buscando las palabras idóneas. – No, nada. Olvídalo – miró como es que el águila comía el pan y, por unos momentos, se tranquilizó de que esa ave ya no lo viera como su siguiente presa. Incluso se preguntó qué tipo de sabor tendría. – Que bueno que te haya gustado. Lo hice con especial cuidado para ti. – Finalizó con tranquilidad, lentamente, empezaba a entrar en confianza y ya podía hilar más de una palabra sin tener que ponerse rojo tal palabra.
Miró a los lados y al ver que todas las mesas ya estaban siendo atendidas, decidió tomarse un pequeño descanso. Sin decir nada, se sentó frente a la albina. Dejó su skate a un lado. No tenía que preocuparse de sus compañeros o si se armaba una pelea, todos podían manejar, más o menos bien, a cualquier persona en el East Blue. La última línea de defensa era él y anciano, así que no habría problemas porque él se tomara unos minutos de descanso. La miró, por unos segundos, a los ojos antes de desviar su mirada al águila. ”¿Qué pasaría si le hago cariño? No, fijo pierdo un dedo o un ojo” – dejó de pensar en ello. Suspiró con tranquilidad.
– ¿Qué te trae por aquí? – le preguntó, con bastante curiosidad. – Digo… Eres bastante fuerte y eso no es algo usual en el East Blue. Además, se nota que tienes experiencia navegando. – Su tono fue bastante calmado. Se empezó a balancear en la silla y esperó su respuesta.
– Sí, estoy bien – le respondió con calma. – Es solo que bueno… – calló unos segundos, buscando las palabras idóneas. – No, nada. Olvídalo – miró como es que el águila comía el pan y, por unos momentos, se tranquilizó de que esa ave ya no lo viera como su siguiente presa. Incluso se preguntó qué tipo de sabor tendría. – Que bueno que te haya gustado. Lo hice con especial cuidado para ti. – Finalizó con tranquilidad, lentamente, empezaba a entrar en confianza y ya podía hilar más de una palabra sin tener que ponerse rojo tal palabra.
Miró a los lados y al ver que todas las mesas ya estaban siendo atendidas, decidió tomarse un pequeño descanso. Sin decir nada, se sentó frente a la albina. Dejó su skate a un lado. No tenía que preocuparse de sus compañeros o si se armaba una pelea, todos podían manejar, más o menos bien, a cualquier persona en el East Blue. La última línea de defensa era él y anciano, así que no habría problemas porque él se tomara unos minutos de descanso. La miró, por unos segundos, a los ojos antes de desviar su mirada al águila. ”¿Qué pasaría si le hago cariño? No, fijo pierdo un dedo o un ojo” – dejó de pensar en ello. Suspiró con tranquilidad.
– ¿Qué te trae por aquí? – le preguntó, con bastante curiosidad. – Digo… Eres bastante fuerte y eso no es algo usual en el East Blue. Además, se nota que tienes experiencia navegando. – Su tono fue bastante calmado. Se empezó a balancear en la silla y esperó su respuesta.
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La albina comió un pedazo más de carne, saboreando los distintos tipos de especias que había. Hacía tiempo que no comía tan bien, quizás desde Greenlyn; sin embargo, darse un festín de vez en cuando le venía bien. Toda su vida tuvo que aguantar las sobras de quienes la cuidaban o pasar hambre cuando estaba en el orfanato. Ahora le tocaba de disfrutar de todos los placeres de la vida y nadie, nadie iba a impedírselo. Era libre para hacer lo que quisiera y le gustara, así como abandonar el foco de podredumbre de Skellige.
Las palabras de Yata resultaban agradables. Nunca había recibido tantos halagos seguidos, quizás fuese por interés. Muchos se acercaron con esas intenciones cuando necesitaban algo y, este probablemente, no sería el último. Annie posó el tenedor sobre la mesa y bebió un poco de agua fría. Mientras estaba a lo suyo prestó atención a todo lo que hacía Yata.
Annie se fijó en el skate. Era bastante bonito y llamativo. Se preguntaba si sabría montar en él, aunque tampoco era un sitio acorde. No tenía práctica en eso de ir sobre ruedas, prefería el timón de un barco, navegar en mar abierto con el viento a su lado. Lo sencillo era lo mejor, sabía que si montaba en el skate podría causar un desastre y lo que menos quería era causar malas impresiones. Para un sitio en el que no la echaban y le hacían halagos...
-Curiosidad - respondió ante la pregunta -. ¿Fuerte? - Annie arqueó las cejas -. Yo no soy fuerte... simplemente uso mi arco. ¿Y cómo sabes que soy navegante? Ya sé, ya sé. ¡Eres un adivino! - exclamó con una sonrisa -. ¿Y tú, estás siempre aquí? Yo no sería capaz de aguantar un trabajo así, necesito acción diaria.
Annie pasó la mano por la cabeza de Ayden, el cual ya casi había terminado todo el pan. Ella se dio cuenta de las miradas que el chico echaba a su mascota.
-No te va a comer eh.
Las palabras de Yata resultaban agradables. Nunca había recibido tantos halagos seguidos, quizás fuese por interés. Muchos se acercaron con esas intenciones cuando necesitaban algo y, este probablemente, no sería el último. Annie posó el tenedor sobre la mesa y bebió un poco de agua fría. Mientras estaba a lo suyo prestó atención a todo lo que hacía Yata.
Annie se fijó en el skate. Era bastante bonito y llamativo. Se preguntaba si sabría montar en él, aunque tampoco era un sitio acorde. No tenía práctica en eso de ir sobre ruedas, prefería el timón de un barco, navegar en mar abierto con el viento a su lado. Lo sencillo era lo mejor, sabía que si montaba en el skate podría causar un desastre y lo que menos quería era causar malas impresiones. Para un sitio en el que no la echaban y le hacían halagos...
-Curiosidad - respondió ante la pregunta -. ¿Fuerte? - Annie arqueó las cejas -. Yo no soy fuerte... simplemente uso mi arco. ¿Y cómo sabes que soy navegante? Ya sé, ya sé. ¡Eres un adivino! - exclamó con una sonrisa -. ¿Y tú, estás siempre aquí? Yo no sería capaz de aguantar un trabajo así, necesito acción diaria.
Annie pasó la mano por la cabeza de Ayden, el cual ya casi había terminado todo el pan. Ella se dio cuenta de las miradas que el chico echaba a su mascota.
-No te va a comer eh.
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El ruido no era algo especialmente molesto. Estaba acostumbrado a que las personas en el Baratie tuvieran grandes charlas. Muchos de ellos venían por la comida, pero otros venían por una razón totalmente diferente: Ver pelear a los camareros del restaurant ante cualquier idiota que, bueno… Osara a hacer alguna estupidez. Se sentó bien y, de paso, se aprovechó de quitar su delantal y dejarlo colgado en la parte de atrás de la silla. Esperaba, con cierta ansia, la respuesta de Annie. Esta era una de las pocas ocasiones en que Yata se ponía a conversar con algún cliente. De reojo iba viendo que todo iba bien, así que estaba totalmente relajado.
Escuchó las palabras de Annie y no pudo evitar sonreír. ”Dulce coincidencia” – pensó. No tenía idea que era navegante, pero se alegró de adivinar ese detalle. Él solo se refería a que ya tenía tiempo en los mares y, de cierta forma, era fácil saber cuándo alguien era un verdadero novato o no. ¿En qué categoría entraría él? Quizá ni tan novato, pero tampoco era un veterano, después de todo, seguía encadenado al East Blue y a cada día que pasaba sentía que aquella persona que estaba esperando nunca llegaría. ¿Tendría que cumplir su sueño él solo? ¿Acaso ya nadie tenía sueños imposibles? Dejó de pensar en ello, no era el momento indicado para reflexionar sobre ello. Estaba en medio de una conversación con Annie y no quería que ella pensara que no le estaba prestando atención o algo por el estilo.
– Más o menos… – dijo con calma. – Llevo trabajando aquí cerca de 2 años, pero no creo que aguante un tercero o un cuarto. Tengo un sueño que tengo que cumplir si o si – su tono fue acompañado con una suave sonrisa. – ¿Conoces el All Blue? Se dice que es un mar legendario, un mito, una tontería – empezó a contar con gran elocuencia. – En él, dicen las leyendas, que uno es capaz de encontrar todos los peces del mundo. East, Weast, North y South Blue reunidos en un único punto – tomó una ligera pausa y recuperó el aliento. – Quiero encontrarlo… Además, se lo prometí a una persona muy importante para mí. Así que quiero saber si es verdad o no. – Agachó su cabeza unos momentos y luego miró al águila. Se le estaba acabando el pan, ¿lo siguiente sería él?
– Pues yo creo que en cualquier minuto me arranca un dedo. – Dijo a broma de broma, apuntando al águila y luego quedarse callado. ¿Qué diría ella?
Escuchó las palabras de Annie y no pudo evitar sonreír. ”Dulce coincidencia” – pensó. No tenía idea que era navegante, pero se alegró de adivinar ese detalle. Él solo se refería a que ya tenía tiempo en los mares y, de cierta forma, era fácil saber cuándo alguien era un verdadero novato o no. ¿En qué categoría entraría él? Quizá ni tan novato, pero tampoco era un veterano, después de todo, seguía encadenado al East Blue y a cada día que pasaba sentía que aquella persona que estaba esperando nunca llegaría. ¿Tendría que cumplir su sueño él solo? ¿Acaso ya nadie tenía sueños imposibles? Dejó de pensar en ello, no era el momento indicado para reflexionar sobre ello. Estaba en medio de una conversación con Annie y no quería que ella pensara que no le estaba prestando atención o algo por el estilo.
– Más o menos… – dijo con calma. – Llevo trabajando aquí cerca de 2 años, pero no creo que aguante un tercero o un cuarto. Tengo un sueño que tengo que cumplir si o si – su tono fue acompañado con una suave sonrisa. – ¿Conoces el All Blue? Se dice que es un mar legendario, un mito, una tontería – empezó a contar con gran elocuencia. – En él, dicen las leyendas, que uno es capaz de encontrar todos los peces del mundo. East, Weast, North y South Blue reunidos en un único punto – tomó una ligera pausa y recuperó el aliento. – Quiero encontrarlo… Además, se lo prometí a una persona muy importante para mí. Así que quiero saber si es verdad o no. – Agachó su cabeza unos momentos y luego miró al águila. Se le estaba acabando el pan, ¿lo siguiente sería él?
– Pues yo creo que en cualquier minuto me arranca un dedo. – Dijo a broma de broma, apuntando al águila y luego quedarse callado. ¿Qué diría ella?
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Al fin y al cabo, todo el mundo tenía sueños. Unos más que otros, pero sueños eran. Las aspiraciones de Yata llamaron la atención de la albina. ¿El All blue? Creía que eran historias que se inventaban los mercaderes y arlequines. Incluso ella hizo alguna que otra historia para niños basada en ese mar, donde supuestamente, estaban todos los peces del mundo. Seguramente no eran más que cuentos, pero ella no le iba a quitar las ilusiones. Si él era feliz... le desearía mucha suerte con su proyecto.
Annie terminó de comer lo poco que quedaba en su plato. El tiempo había pasado tan rápido que ni se había dado cuenta. La verdad es que todo estaba delicioso. Ese cocinero tenía unas manos hábiles, un talento innato. Annie agarró con cuidado a su águila y la posó entre los dos. No sin antes despejar la mesa.
-Se llama Ayden - Dijo con una sonrisa - Tócalo, no te hará nada, ¡vamos!
Al ver la poca iniciativa del cocinero, la arquera cogió su mano y la posó sobre el lomo del ave. Dejándola sobre la de este durante unos segundos. Después, la apartó y vio como ambos creaban un vínculo. Si a su mascota no le gustase, ya le habría saltado a la cara. Eso era bueno.
-Quizás algún día pueda llevarte hasta el All blue en mi barco. Aunque... a este ritmo... se acabará hundiendo antes en alta mar - Dijo desanimada, apoyando la mano en la mejilla e inflando los mofletes -. Lo conseguí hace unos meses por casualidad en un lugar muy lejano, estaba abandonado. ¿Sabes? Cuando lo vi estaba lleno de oro, pero después desapareció y solo me quedé con una moneda dorada de símbolos extraños.
Annie la sacó de su bolsillo. Siempre la llevaba con ella. La puso en la palma de la mano y la hizo saltar por los aires, hasta que volvió a guardarla. Luego, se encogió de hombros sonriendo.
Annie terminó de comer lo poco que quedaba en su plato. El tiempo había pasado tan rápido que ni se había dado cuenta. La verdad es que todo estaba delicioso. Ese cocinero tenía unas manos hábiles, un talento innato. Annie agarró con cuidado a su águila y la posó entre los dos. No sin antes despejar la mesa.
-Se llama Ayden - Dijo con una sonrisa - Tócalo, no te hará nada, ¡vamos!
Al ver la poca iniciativa del cocinero, la arquera cogió su mano y la posó sobre el lomo del ave. Dejándola sobre la de este durante unos segundos. Después, la apartó y vio como ambos creaban un vínculo. Si a su mascota no le gustase, ya le habría saltado a la cara. Eso era bueno.
-Quizás algún día pueda llevarte hasta el All blue en mi barco. Aunque... a este ritmo... se acabará hundiendo antes en alta mar - Dijo desanimada, apoyando la mano en la mejilla e inflando los mofletes -. Lo conseguí hace unos meses por casualidad en un lugar muy lejano, estaba abandonado. ¿Sabes? Cuando lo vi estaba lleno de oro, pero después desapareció y solo me quedé con una moneda dorada de símbolos extraños.
Annie la sacó de su bolsillo. Siempre la llevaba con ella. La puso en la palma de la mano y la hizo saltar por los aires, hasta que volvió a guardarla. Luego, se encogió de hombros sonriendo.
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¿Cuánto tiempo habría pasado? Miró el reloj que colgaba en una de las paredes del restaurant y ya habían pasado cerca de veinte minutos. ¿Tanto? No se pudo evitar sorprender ante ese hecho. Su descanso estaba durando mucho y ya estaba escuchando al anciano enfurecido gritándole por estar haciendo el vago. Se encogió de hombros… Siempre encontraba algún motivo, por idiota que sea, para gritarle. A veces se preguntaba si lo hacía con la intención de formar un mayor carácter en él o solo era porque era un viejo cascarrabias. Suspiró y le prestó atención a Annie. Ella ya había acabado con su comida y eso alegró al joven cocinero. ¿Pediría postre? Aunque lo había hecho de manera balanceada, nunca venía mal uno y él tenía en mente algo ideal para ella.
Sintió como es que la albina tomaba de su mano y, al estar un poco desprevenido, apenas pudo ofrecer resistencia. Logró sentir como es que tocaba el lomo del águila. Por unos momentos, no sabía qué sentir… Si ponerse a correr por tener tanto contacto con Annie o dejarse llevar y disfrutar de aquella experiencia. Si había algo que odiaba, era ser estúpidamente tímido y solo por eso es que se obligó a no salir corriendo. Era la primera vez que tocaba un águila y quería disfrutar del momento. No duró mucho, de todos modos, pero fue… Extraño, una sensación única, pero extraña.
Escuchó las palabras de Annie y no pudo evitar sonreír. ¿No tenía barco? No era un problema, él tenía uno y estaba en muy buen estado. No iba a tener problemas en dárselo, después de todo, si algún día se decidía ir al mar y encontrar su sueño, tenía unos cuantos ahorros para algo más grande y eficaz. Se levantó de la silla y miró a la albina a los ojos.
– De momento, me temo, que tengo que rechazar tu oferta. Mis compañeros aún me necesitan, pero… – de un solo golpe en uno de los lados de su skate, y este llegó a sus manos; se lo colocó por debajo del brazo. – Yo tengo un barco. Es el que usé antes de llegar aquí. Puedo dártelo, si lo deseas – le hizo un suave gesto con su cabeza, para que ella lo siguiera. Si lo hacía, solo la llevaría por una de las puertas laterales del barco y ahí se encontrarían con su pequeño barco. Una sola vela, para dos personas y bastante espacioso. – Tiene dos habitaciones, un baño y una cocina. Caben solo dos personas y te ayudará bastante – le diría si lo seguía o no. – ¿Qué dices? ¿Lo quieres? – Le preguntó con una sonrisa.
Sintió como es que la albina tomaba de su mano y, al estar un poco desprevenido, apenas pudo ofrecer resistencia. Logró sentir como es que tocaba el lomo del águila. Por unos momentos, no sabía qué sentir… Si ponerse a correr por tener tanto contacto con Annie o dejarse llevar y disfrutar de aquella experiencia. Si había algo que odiaba, era ser estúpidamente tímido y solo por eso es que se obligó a no salir corriendo. Era la primera vez que tocaba un águila y quería disfrutar del momento. No duró mucho, de todos modos, pero fue… Extraño, una sensación única, pero extraña.
Escuchó las palabras de Annie y no pudo evitar sonreír. ¿No tenía barco? No era un problema, él tenía uno y estaba en muy buen estado. No iba a tener problemas en dárselo, después de todo, si algún día se decidía ir al mar y encontrar su sueño, tenía unos cuantos ahorros para algo más grande y eficaz. Se levantó de la silla y miró a la albina a los ojos.
– De momento, me temo, que tengo que rechazar tu oferta. Mis compañeros aún me necesitan, pero… – de un solo golpe en uno de los lados de su skate, y este llegó a sus manos; se lo colocó por debajo del brazo. – Yo tengo un barco. Es el que usé antes de llegar aquí. Puedo dártelo, si lo deseas – le hizo un suave gesto con su cabeza, para que ella lo siguiera. Si lo hacía, solo la llevaría por una de las puertas laterales del barco y ahí se encontrarían con su pequeño barco. Una sola vela, para dos personas y bastante espacioso. – Tiene dos habitaciones, un baño y una cocina. Caben solo dos personas y te ayudará bastante – le diría si lo seguía o no. – ¿Qué dices? ¿Lo quieres? – Le preguntó con una sonrisa.
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Annie arqueó una ceja extrañada. ¿Un barco? ¿Así de gratis? Nadie daba nada de gratis, a no ser que tuviese un beneficio así que la otra opción era que el chico era muy buena persona. Dudó en ir. Estaba acostumbrada a robar cosas, pero... no era lo mismo que te las dieran. Cuando robaba no sentía ningún remordimiento hacia la persona, no la conocía y nunca sabría quién era; sin embargo, dar regalos significaba que tarde o temprano debería devolverle algún favor. Pero bueno, alguien que trabaja de cocinero en un restaurante no podría traerle problemas así que... ¿por qué no?
La albina se puso en pie y acomodó su arco en la espalda. Después, Ayden alzó sus alas y se apoyó en su hombro. Observando a todos los comensales mirarlo. Por lo bajo había muchos cuchicheos acerca de su mascota, pero ella hizo oídos sordos. Encima de que le iban a dar un barco, no sería tan desconsiderada como para montar una pelea en medio del restaurante.
Annie lo siguió y pronto llegaron a una zona donde estaba solo ese barco. Era pequeño, pero desde fuera parecía acogedor. La vela era de color beige y parecía estar en buen estado. En comparación al suyo... a este no se le caía la madera a pedazos. Se cruzó de brazos y dio un par de vueltas hacia los lados, mirándolo detenidamente. Definitivamente, era un buen barco. Y por el espacio no tendría problemas. Cuando consiguiese dinero podría reformarlo y hacerlo un poco más grande.
-¡Venga vale! - Exclamó emocionada.
Ayden se soltó y fue volando hasta la punta del pequeño mástil. A él también le gustaba.
-¿Esto no tendrá truco verdad? Si intentas engañarme, iré a por ti - Dijo con una sonrisa, aunque era verdad.
La albina se puso en pie y acomodó su arco en la espalda. Después, Ayden alzó sus alas y se apoyó en su hombro. Observando a todos los comensales mirarlo. Por lo bajo había muchos cuchicheos acerca de su mascota, pero ella hizo oídos sordos. Encima de que le iban a dar un barco, no sería tan desconsiderada como para montar una pelea en medio del restaurante.
Annie lo siguió y pronto llegaron a una zona donde estaba solo ese barco. Era pequeño, pero desde fuera parecía acogedor. La vela era de color beige y parecía estar en buen estado. En comparación al suyo... a este no se le caía la madera a pedazos. Se cruzó de brazos y dio un par de vueltas hacia los lados, mirándolo detenidamente. Definitivamente, era un buen barco. Y por el espacio no tendría problemas. Cuando consiguiese dinero podría reformarlo y hacerlo un poco más grande.
-¡Venga vale! - Exclamó emocionada.
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-¿Esto no tendrá truco verdad? Si intentas engañarme, iré a por ti - Dijo con una sonrisa, aunque era verdad.
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Yata se quedó callado mientras esperaba respuesta de la peliblanca. La vio dudar en si lo seguía o no, seguramente, pensaba que había algún truco… Pero él no necesitaba de un barco. Mientras trabajara en el Baratie, tenía comida, baños, habitación propia e incluso un ligero sueldo y, dicho sea de paso, incluso ya tenía un wanted. Era absurdo, una pequeñez, nadie se fijaría en él, pero ahí estaba… Colgado sobre una de las paredes de cuarto, un cartel de se busca con su foto de hace unos dos años atrás, con un precio. ”2.500.000 de recompensa. Es pequeño incluso para los niveles del East Blue” – pensó con una ligera sonrisa. Así que eso era lo que ganaba por huir, a la fuerza, del tipo enmascarado. ¿Qué rango tendría? ¿Qué tan fuerte se estaría haciendo? Suspiró y escuchó la anhelada respuesta.
– No hay truco, Annie – le dijo con una sonrisa. – Yo no lo necesito. Solo te pido que lo cuides mucho – no lo podía evitar, desde ese barco, había visto como Rose lo obligaba a irse y ella trataba de detener el intento del enmascarado por capturarlo. – Debería bastarte como para llegar al Grand Line – de reojo miró dentro del restaurant solo para darse cuenta que estaban llegando muchos clientes. El descanso ya había terminado. – Oh… Cierto, no me he presentado bien. Soy Misaki Yata, pirata y cocinero a tiempo completo, incluso tengo un wanted. Es una burla, pero ahí está. – Le dijo tratando de sacarle una sonrisa.
El clima era perfecto para navegar y alguien como ella no debería tener problemas en cruzar un mar tan simple como el East Blue. Lo conocía bastante bien, después de todo, tuvo que investigarlo para así tener una ruta sencilla y rápida para llegar al Grand Line. Miró al cielo y una suave brisa cruzó entre los dos moviendo sus castaños cabellos. ”Cierto… Casi se me olvida” – miró a Annie con calma, directo a los ojos… Con cierto grado mayor de confianza, al menos, un poco más.
– No te preocupes por pagar, yo invito. – Le dijo con una gran sonrisa.
– No hay truco, Annie – le dijo con una sonrisa. – Yo no lo necesito. Solo te pido que lo cuides mucho – no lo podía evitar, desde ese barco, había visto como Rose lo obligaba a irse y ella trataba de detener el intento del enmascarado por capturarlo. – Debería bastarte como para llegar al Grand Line – de reojo miró dentro del restaurant solo para darse cuenta que estaban llegando muchos clientes. El descanso ya había terminado. – Oh… Cierto, no me he presentado bien. Soy Misaki Yata, pirata y cocinero a tiempo completo, incluso tengo un wanted. Es una burla, pero ahí está. – Le dijo tratando de sacarle una sonrisa.
El clima era perfecto para navegar y alguien como ella no debería tener problemas en cruzar un mar tan simple como el East Blue. Lo conocía bastante bien, después de todo, tuvo que investigarlo para así tener una ruta sencilla y rápida para llegar al Grand Line. Miró al cielo y una suave brisa cruzó entre los dos moviendo sus castaños cabellos. ”Cierto… Casi se me olvida” – miró a Annie con calma, directo a los ojos… Con cierto grado mayor de confianza, al menos, un poco más.
– No te preocupes por pagar, yo invito. – Le dijo con una gran sonrisa.
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Annie giró sobre si misma, mirando hacia el barco. Se cruzó de brazos y asintió con la cabeza. ¡Qué buena idea había sido venir! Solo con ver los colores y el gesto que Yata había tenido con ella sabía el nombre que merecía el pequeño barco. Sin embargo, recordó que no podía irse sin más, su anterior barco seguía amarrado al Baratie y no podía dejarlo así como así.
Cierto era que no había mucha cosa de valor dentro de él. Cosas suyas como algún arco u objetos de utilidad, del resto, todo estaba hecho un desastre. El agua se colaba constantemente por las tablas de la cubierta. Este al menos estaba en buen estado y ya no se enfermaría por pasar frío ni pillaría resfriados por mojarse las noches de tormenta.
Parece ser que el chico, aparte de tener una atareada vida de cocinero también era pirata. Vaya vaya, y parecía inocente cuando lo conoció. Lo miró de arriba abajo y se sorprendió. No tenía pinta de pertenecer a un grupo así... aunque las apariencias engañan. De todas formas, no tenía una gran recompensa que lo delatase. Ya tendría tiempo de ver adónde sería capaz de llegar ese retaco.
-¿En serio? - Los ojos se le iluminaron en cuanto dijo que la invitaría -. Entonces... me temo que tendré que invitarte a un postre.
Se acercó hasta él, esperando que lo siguiera hasta la entrada. Ayden se quedaría en el barco. No tendría problemas en estar solo, siempre acababa encontrando a la dueña.
-Me encanta todo lo que lleve chocolate. ¿Serás capaz de sorprenderme con eso? - Inquirió con una sonrisa -. Cuando termine prepararé todo lo del otro barco para pasarlo a este. ¿Me ayudarás? Por cierto, llamaré Victory al barco. ¿Te gusta?
Cierto era que no había mucha cosa de valor dentro de él. Cosas suyas como algún arco u objetos de utilidad, del resto, todo estaba hecho un desastre. El agua se colaba constantemente por las tablas de la cubierta. Este al menos estaba en buen estado y ya no se enfermaría por pasar frío ni pillaría resfriados por mojarse las noches de tormenta.
Parece ser que el chico, aparte de tener una atareada vida de cocinero también era pirata. Vaya vaya, y parecía inocente cuando lo conoció. Lo miró de arriba abajo y se sorprendió. No tenía pinta de pertenecer a un grupo así... aunque las apariencias engañan. De todas formas, no tenía una gran recompensa que lo delatase. Ya tendría tiempo de ver adónde sería capaz de llegar ese retaco.
-¿En serio? - Los ojos se le iluminaron en cuanto dijo que la invitaría -. Entonces... me temo que tendré que invitarte a un postre.
Se acercó hasta él, esperando que lo siguiera hasta la entrada. Ayden se quedaría en el barco. No tendría problemas en estar solo, siempre acababa encontrando a la dueña.
-Me encanta todo lo que lleve chocolate. ¿Serás capaz de sorprenderme con eso? - Inquirió con una sonrisa -. Cuando termine prepararé todo lo del otro barco para pasarlo a este. ¿Me ayudarás? Por cierto, llamaré Victory al barco. ¿Te gusta?
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Yata estaba un poco nervioso sobre la posible respuesta de Annie, pero, sobre todo, estaba nervioso porque era una mujer bella. ¿Cuándo iba a ser el día en qué dejara de ser tímido? Solo había una mujer con la cual él no era de ese modo, ¿se trataría de un tema de confianza? Aunque bueno, siempre se trataba de eso. Era curioso, confiaba en sus habilidades culinarias, en su fuerza y en que lograría cumplir sus sueños de una forma u otra, pero tenía cero confianza al hablarle a una mujer. ¿Le traería problemas en un futuro no muy lejano? Quizá sí, quizá no… Sabía que pronto lo iba a descubrir y que, tarde o temprano, volvería a toparse con Annie.
Escuchó sus palabras y sonrió. Había aceptado y, sobre todo, le quedó la sensación de que ella estaría esperando noticias de él. Sin darse cuenta, quizá… Acababa de hacer una amiga, una aliada y eso le agradaba. El mar era gigantesco y nunca sabría cuándo o de qué forma fuera a necesitar una mano ayuda.
– ¿Algo con chocolate? Claro, no es problema – le dijo mientras la acompañaba. – Sobre el nombre del barco… Es perfecto.
Escuchó sus palabras y sonrió. Había aceptado y, sobre todo, le quedó la sensación de que ella estaría esperando noticias de él. Sin darse cuenta, quizá… Acababa de hacer una amiga, una aliada y eso le agradaba. El mar era gigantesco y nunca sabría cuándo o de qué forma fuera a necesitar una mano ayuda.
– ¿Algo con chocolate? Claro, no es problema – le dijo mientras la acompañaba. – Sobre el nombre del barco… Es perfecto.
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