[Pasado-Privado] Dos extraños y un festival. Altercados en villa Shimotsuki [Rose & Xanxus]

Me hallaba llegando al puerto de la isla del eterno otoño del mar del este, concretamente el desembarcadero de la villa shimotsuki. El crepúsculo de la mañana se vislumbraba desde la popa del barco, a medida que el sol parecía que emergía de lo más profundo del océano iluminando el ancho mar. Un servidor se encontraba en un barco mercante cuyos pasajeros estaban heridos y amordazados en la bodega, salvo el timonel, el cual estaba siendo apuntado por unas de mis armas.

Estando a menos de mil metros de la zona portuaria saqué a todos los prisioneros a cubierta, los monté en un bote y los dejé en el mar, atados de pies y manos sin poder desatarse; no obstante la trampa residía en que el barco estaba agujereado, por lo que se hundirían poco a poco y sin poder nadar, iba a resultar la muerte perfecta, lenta y agonizante.

En menos de diez minutos llegué a la isla, sentencié al timonel con un disparo a bocajarro en la sien, me cambien de ropa, por las salpicaduras de sangre y bajé del barco.

El puerto estaba desierto, no había nadie, en la lejanía se observaba que las calles de la villa estaban decoradas con cuerdas con papelinas de colores, como si un festival se fuera o estuviera celebrando, la ocasión perfecta para saquear y robar algo. Me adentré en una de las calles, una muchacha me miró fijamente, algo que no me gustaba -¿qué miras? –espeté de mala gana.

La joven simplemente pasó de mi pregunta y siguió a lo suyo, como si no hubiera dicho nada. Seguí caminando hasta encontrar un pequeño parque, dónde me senté a esperar que el pueblo tuviera algo de brío.

Hacía mucho tiempo que no pisaba la villa Shimotsuki. Sino recuerdo mal hace unos tres años. Me pregunto si habría cambiado todo eso o seguiría como siempre. La verdad es que poseía una memoria de pez y con la amnesia que tuve hace tiempo no lo recordaba todo bien... Bajé de la Dolce Vendetta la cual estaba atracada en una pequeña playa abandonada. Me encantaba el olor a mar. Me sentía tan relajada y calmada que dejaba de pensar en todo lo que me rodeaba a mi alrededor aunque lo único que había eran árboles moviéndose por la brisa del viento.

El sol brillaba con fuerza y no había ni una sola pincelada de nubes en el cielo. Caminé lentamente por un sendero hasta llegar a al pueblo. Dado a mi posición de navegante orientarme era perfecto y tan solo tardé varios minutos en regresar al pueblo si no me hubiese entretenido por el camino. No tenía la culpa, pero a medida que avanzaba había escuchado un ruido entre los matorrales y quién menos me esperaba apareció. Chispitas dio un saltito hasta el suelo y se acercó a mi corriendo. Con sus patitas se estaba comiendo una pipa. Lo recogí y lo puse en mi hombro. Le encantaba ir ahí.

Finalmente llegué a la entrada de Shimotsuki. Todo parecía en completa calma y ver la gente por las calles reflejaba la calidez de las familias. A veces me pregunto si volvería a saber que era tener una familia... Observé los tipo de tiendas también y todos eran amables, hasta me regalaron unas pulseras. Estaba llegando a una pequeña plazoleta cuando Chispitas saltó al suelo y echó a correr. -¡Chispitas!- Grité enfadada. Corrí tras él y este saltó a la cara de un hombre que estaba sentado en un banco. Mierda, porque siempre tenía que estar llamando la atención... Suspiré y me acerqué un poco al chico avergonzada. -Lo siento... Mi mascota... le encanta saltar a las caras de la gente... -Dicho eso recogí a Chispitas y lo volví a poner en mi hombro.

Desde aquel banco se podía ver todo el tránsito de aquel pueblo de espadachines, era un pueblo humilde de esos que ya no quedan, la presencia del gobierno era inevitable, pero era acogedor y hogareño. Era la primera vez que estaba en aquella aldea y no me disgustaba, algo me decía que en el futuro este podría ser mi hogar, aunque no lo tenía del todo claro. El sol terminó de salir por el levante de la isla, un calorcito empezaba a emanar y con ello la gente empezaba a salir de sus hogares; el cielo estaba despejado, ni una sola nube, algo que me gustaba.

Me disponía a levantarme para buscar información sobre uno de mis hermanos de la infancia, Alviss, el cual según mis contactos había sido trasladado a Shimotsuki, esta villa, cuando un bichejo se postró sobre mi cara. El bicho no olía mal, pero su diminuta lengua se me había metido en la nariz y eso no me gustaba, era antihigiénico. En pocos segundos fue retirado de mi cara y una joven pelirroja de buen ver, para que mentir, me estaba pidiendo perdón.

'Su cara me suena de algo, pero de que’ –me pregunté en ese momento, aunque me daba igual si es alguien importante o no.

-Tres son multitud, así que o se va tu asquerosa rata o te vas tú –espeté con desprecio, mirándola a los ojos.

¿Asquerosa rata? ¿Perdona? Ese hombre no sabía con quien hablaba. Mi expresión de chica dulce y sonriente cambió al momento. Enarqué mis cejas y subí una mano a mi cadera. Mientras acariciaba a Chispitas. Cuando soltó su comentario lo menos que hice fue soltar una carcajada. Coloqué a Chispitas en mi hombro y me acerqué a él, quedando poca separación. Detestaba ese tipo de gente que solo querían dar la impresión de ser unos malotes, pero en el fondo no llegaban ni a eso.

Ladeé la cabeza y dejé caer toda mi melena hacia un lado. -¿Sabes qué? No nos vamos a ir, me entran más ganas de quedarme. - Solté una sonrisa con cierta indiferencia. Apoyé mi mano sobre la rodilla y de mis labios comenzaron a salir palabras. -Oh lo siento señor. No era mi intención molestarle. Pero tranquilo. Solo está hablando con una ex-Shichibukai que ahora mismo podría dejarle muerto. -Repliqué con cierto sarcasmo. - ¿Tiene algo más que decir? No quiero perder el tiempo, ya que bueno, tengo cosas más importantes que tratar con un simple civil escuálido y que a lo mejor ni sabe luchar. -El muchacho me había cabreado. -Pero tienes suerte de que te hayas encontrado conmigo y no con otro, porque a lo mejor te quedabas sin brazos, piernas o cabeza. Yo tan solo te cortaría otra cosa. Espero que me hayas entendido. - Me estiré y seguí sonriendo. Me separé un poco de él y saqué mi katana. Di una vuelta y con una suave finta dirigida a su hombro dejé mi nombre puesto. Ahora tendría la marca "Rose" en su hombro derecho. Una cicatriz eterna. -Para que no te olvides de mi. -Guiñé un ojo sonriendo y me giré para irme.

‘¿Aunque una ex-Shishibukai?’ –Mostré una mueca de alegría. Esto debió tomárselo como una ofensa, pues tras seguir hablando osó desenfundar su katana y atravesar mi camisa de seda escribiéndome su nombre.

‘Ha sido rápida’ –Me asombré.

No podía creerlo, sin inmutarme la muchacha había desenvainado y me había escrito su nombre en el hombro derecho, algo increíble. –No creo que me olvide de ti pelirroja. –Una sonrisa vacilona, que ocultaba un gesto de orgullo herido, se vislumbraba en mi rostro. Me crují el cuello y me levanté.

-Me has caído bien, pero te voy a dejar una cosa clara, -me acerco a ella –Vuelve a desenfundar tu acero contra mí y será lo último que hagas –en ese instante mis ojos se volvieron un poco felinos, y unas diminutas chispas, casi imperceptibles, surgieron a flor de piel, debido al poder de mi akuma no mi. Después de esto me calmé, hice un ademán con la mano a forma de cortesía y me presenté –Soy Illión, Illión D. Soul. –Hice una pausa- ¿Tú eres? –pregunté.

Me di la vuelta en cuanto el hombre habló. La tela de su camisa se había tintado de un color rojizo. Apenas me moví del sitio y esperé a que se acecara. Me alegró oír que no se olvidaría de mi, me gustaba dejar esas marcas como castigo de meterse conmigo o... porque simplemente me parecía. Suspiré y le miré a los ojos. Vaya, no llegaba a pensar que un comienzo así pudiese acabar bien. Enarqué una ceja y miré al chico de arriba abajo. La verdad es que me había plantado cara y eso me daba razones para que alguien se ganase mi respeto.

-Tu también me has caído bien. La gente que se revela suele ganarse mi respeto fácilmente. -Tras su comentario, me crucé de brazos y alcé una ceja. - ¿Me estás amenazando?- Pregunté con una sonrisa desafiante. - Tranquilo. No gastaré energías en desenfundar mi espada por ti. - Illión era su nombre, y cuando me preguntó por el mío tardé varios segundos en responder. -Dark D. Rose -Dije seriamente. Me acerqué un poco más a él, le miré a los ojos y luego puse la mano en la cicatriz del hombro. - Respecto a tu comentario... lo ignoraré. Así que cuida tus palabras a la próxima... o sino probaré todas mis fuerzas contigo. - Apreté con fuerza la herida y soltó un poco más de sangre. De mi mano brotó un poco de hielo y en ese momento mis dientes se convirtieron en colmillos y mi cuerpo en la forma híbrida de mi akuma. Miré mi garra y solté un gruñido. No debía haberme convertido en un sitio tan público. -Y por ese hielo no temas, te hará bien, es para que cicatrice mejor. -Dije sonriendo con cierto tono de burla.

La muchacha parecía legal, se podía decir que me caía bien, aunque las primeras apariencias siempre engañan. Sin previo aviso se convirtió en un híbrido entre humana y felina, utilizó un extraño hielo y la herida cicatrizó más rápidamente.

“Así que también eres una usuaria neko, interesante” –me dije a mí mismo.

Mi camisa estaba teñida de sangre, algo que no me gustaba, la gente suele fijarse en esos pequeños detalles como la sangre o la ropa harapienta, así que tenía que comprarme otra camisa blanca. –Rose, puesto que eres la causante de la rotura y embadurnamiento de mi camisa, creo que me debes un tour por la ciudad en busca de la zona comercial.

No estaba en mi comportamiento, ni lo está todavía, invitar a muchachas a realizar actividades más allá de lo estrictamente profesional, siempre que la situación o precise pues me gusta estar solo, sin embargo aquella pelirroja tenía un extraño encanto que me cautivaba poco a poco.

Volví a mi forma natural. No entiendo ¿Por qué me había transformado sin darme cuenta? Es como si de mi estado de ánimo me transformase de forma fácil. Miré mi muñeca y mi mano varias veces. ¿Estaba cambiando...? Eché mi mano hacia atrás como si no quisiese que la viera, quizás a partir de ahora debería controlar mi carácter.

Su comentario me llamó la atención. ¿Yo la causante? El se había puesto en medio, sino me lo hubiese encontrado no habría pasado nada de esto y no tendría su hermosa cicatriz con mi nombre. Suspiré y miré al cielo. A pesar de todo tenía un poco de razón... quizás un paseo por la isla no vendría mal a ninguno de los dos.

-¿Me tomas por tu criada? Acepto la propuesta de dar un paseo por la isla, pero por que me apetece no porque tú me lo pidas. -Tomé una pausa y seguí hablando. - Además estoy aburrida, quizás sirvas para entretenerme mientras paseamos. - Dije con una sonrisa desafiante. Comenzamos a caminar por las calles de Shimotsuki y llegamos a una zona en la que estaba compuesta solamente por tiendas o lugares de ocio como bares... ect. - ¿Y bien? Esta es la zona comercial ¿Te apetece hacer algo aquí o quieres seguir paseando? - Me crucé de brazos y me apoyé en la pared de uno de los garitos y miré al suelo esperando su respuesta. Los mechones pelirrojos caían sobre mi cara al estar de esa forma, así que base soplidos los apartaba cada poco.

-¿Criada? No, si te considerara mi criada te enviaría a hacer otros quehaceres. –Contesté.

Empezamos a dar caminar por la villa, todo el mundo estaba preparando el festival anual, dicho festival consistía en el paso de un grado a otro de los estudiantes a espadachines del dojo de la isla, algo interesante desde un punto de vista bélico-cultural, aunque a mí personalmente no me interesaba.

Llegamos a la calle comercial, llena de tiendas de todo tipo, bares y tabernas. –Esta zona está bien, busco una camisa y te invito a una copa de vino. –Respondí. Entramos en la primera tienda que veo con camisa s y busco una blanca, tras probarme cuatro encuentro la mía, la pago y me voy. En plena calle me cambio de ropa, dejando ver mi cuerpo con multitud de quemaduras y algunas cicatrices, la gente me observaba pero mi mirada de odio hacía que retiraran la mirada.

-Bueno pelirroja, ¿dónde te apetece tomar algo?

Enarqué una ceja con su comentario. ¿Otros quehaceres? Vaya, tengo a mi lado al amo y señor del mundo. Menudo estúpido si se cree que comportándose así va a conseguir algo o ser algo. - Bueno, vamos. - Dije con tono de impaciencia. Tan solo tenía que comprar una camisa así que esperaba que fuese rápido aunque lo de invitarme no sonaba nada mal.

Mientras él buscaba una camisa en una de las tiendas de la calle yo me quedé afuera esperando. En las paredes de los edificios había carteles anunciando un evento anual. El evento se trataba de una especie de iniciación con estudiantes espadachines si mal no recuerdo. Sonaba interesante, quizás hacia lo largo de la tarde me pasase a ver como estaba todo aquello.

Me quedé de brazos cruzados apoyada en la pared mirando al suelo hasta que por fin el señorito salió. Lo observé mientras se cambiaba la camisa. Vaya, si que tenía heridas y cicatrices. Me pregunto en cuantas batallas habría estado. - Al fin. - Dije acercándome a él. Para su pregunta comenzamos a caminar tratando de buscar alguna taberna en la que tomar algo. Ninguna me llamaba mucho la atención hasta que llegamos a la de una esquina. -Ahí. - Dije señalándosela. - Espero que tengas suficiente dinero. - Comenté con una sonrisa mientras me dirigía hacia la puerta y la abría lentamente provocando un fuerte tintineo en señal de que entraban clientes.

Miré a la pelirroja con alevosía, después de todo estaba dando por sentado que iba a invitarla a tomar todo lo que ella quisiera, sin embargo, al mirarla todos mis instintos carnales que suelo evitar desde hace años salen a la luz y el galán libidinoso que llevo dentro deja ver sus defectuosas artimañas –Esta bien, te invitaré, pero solo por ser tú –le guiño un ojo.

Tras esto entramos en el local, este estaba abarrotado de gente, el ambiente era bueno, no parecía ser un lugar para la plebe, sino para personas de estatus alto, como el mío. Nos sentamos y por mi parte pedí una botella de vino, cosecha de hace setenta y dos años, a doscientos mil berries la botella, una exquisitez.

-¿Y tú que pedirás? –pregunté.

Cuando llego nuestros pedidos, pude comprobar que como toda pirata que se precie bebía como una condenada, su aguante para el alcohol era memorable, casi tanto como el mío, que ya era decir.

Manteníamos una conversación amena sobre mi pasado y las cicatrices de mi cuerpo, era reacio a hablar de ellos, pero ella me transmitía cierta confianza, raro en mí. De repente, una pequeña explosión se escuchó fuera, seguida de una multitud de gritos de alboroto; instintivamente llevé mis manos a mis pistolas.

-¿Qué ha sido eso?

Que pícaro era el muchacho este. Había escuchado esa frase un montón de veces y sería raro que la llegase a olvidar. Por suerte, simplemente sonreí y me adentré en el bar. El ambiente estaba muy cargado, no solo por las personas sino por el humo y el olor a hombres que allí había. Los dos nos sentamos en una mesa un poco apartada del centro. A pesar de estar abarrotado el lugar las personas no parecían normales, por su aspecto y comportamiento reflejaban gestos refinados como si de la alta clase se tratase. Oh, genial, alta clase, detesto venir a lugares como estos.

Me crucé de brazos y pasé una pierna sobre la otra. En cuanto me preguntó que quería pedí una simple copa de alcohol. No quería emborracharme con una botella entera tal y como hacía, pero vaya, el señorito se iba a lo caro. Bufé con una sonrisa. El tiempo que estuvimos hablando fue bastante ameno. Esa charla me dio ideas de como había sido su vida, todo para comprenderlo mejor. En cierto modo sentía una gran confianza con él, como si le conociese o fuese familiar mío, pero eso era imposible.

Un gran estruendo interrumpió nuestra charla. Me levanté al instante y afiné el oído. Podía escuchar muchos más estruendos, pero no se comparaban como el de ahora. La gente se alarmó toda y yo miré a mi acompañante, él se estaba preparando también. - Vayámonos de aquí. - Dije con un tono de preocupación. Agarré su brazo y tiré de él. Ir afuera era lo mejor. En cuanto llegué a la puerta otro estruendo fuerte sonó. - ¿Qué son esos ruidos? - Inquirí. - Bueno da igual, voy a salir ¿Vienes conmigo? - Pregunté mientras ponía la mano sobre la katana. Abrí la puerta lentamente y salí.