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Los sentimientos son la debilidad de un samurái. | En construcción. Empty Los sentimientos son la debilidad de un samurái. | En construcción. {Sáb 9 Mayo 2015 - 3:24}

Los sentimientos son la debilidad de un samurái.

El cielo se encontraba despejado y el sol permanecía radiante en el cielo. Este, descendía lentamente por las montañas del norte, dando paso a un rojizo característico a través de todo el firmamento. Un joven de cabellos rojizos que caían grácilmente atados por la espalda, observaba la puesta de sol boquiabierto. Era una escena que jamás olvidaría, y así fue, ya que esa era la primera escena que lograba recordar en su vida.

Un brazo se tendió por encima de él, y un susurro llegó a sus oídos. "Eso es una puesta de sol, Shiori." Le enseñó, elevando la mano y señalando hacia el sol que se consumía en el basto horizonte. El simple hecho de escuchar aquella voz le otorgaba paz y tranquilidad, incluso el mero hecho que lo oyese entre sus memorias pasadas. El crío elevó la vista y miró a quien tenía la mano encima de él; era su hermana, Satsuki Raiko. Le dedicó una cálida sonrisa y volvió a dirigirse hacia dentro. Cerró las Shōji detrás de ella y comenzó a sonar una voz más grave a los segundos, con un tono violento y autoritario. Shiori no recordaba demasiado bien esa escena ni la conversación, pero sí una frase que le marcó el resto de sus días. Se acercó a las puertas y apoyó el lado derecho de su cabeza, intentando escuchar. Permanecía curioso ante la magnitud sonora que albergaba el interior del edificio. "Las mujeres no debéis luchar. Sois débiles."

Y sus memorias, la distracción más preciada entre el silencio.

El joven creció entre riquezas y buena vida. Llegó a la temprana etapa en la que, preso de la devoción y de las ganas de ser un samurái, le incitó a renunciar a su propio estatus en la jerarquía feudal. Un juramento de sangre ante un gran rollo de papel hecho con hojas de cerezo, justificó su nuevo rango ante los Raiko renunciando a su apellido. Su padre era un fiel seguidor del Bushidō, y Shogun de gran parte de Wano. Era un orgullo y un gran acto de honor para el progenitor de Shiori que su propio hijo le sirviera. Ya no lo llamaría jamás Otou-sama, si no Shogun. A partir de ahora ya no compartían un vínculo sanguíneo, compartían un vínculo de lealtad y honor. "Nos veremos en cuatro años." Le ordenó su Shogun, indicándole lo que duraría su entrenamiento.

Los albergues no disponían de la lujosa comida del gran edificio. Estaban bien cuidados, predilectos de la limpieza, pero a Shiori le molestaba el hecho de que no pudiera comer lo que desease en cada momento. Al fin y al cabo, tenía diez años, y seguía manteniendo la mentalidad de un crío. Una vez se cansó de jugar a ser samurái, era demasiado tarde. Ya no podía volver al gran edificio al haber convivido con la plebe y haber juramentado su posición como aprendiz de samurái. Entonces, su entrenamiento prosiguió. Comenzaron con las bases y el dialecto que debían aprender. Al joven le asombraba la idea de mantener un arma entre sus manos; o eso pensaba, ya que era impaciente y quería adelantar la instrucción. Pasarían muchos meses antes de que tocase la primera arma.

Tras la transición de un mes, Shiori no lograba mantener su paciencia hacia el dojo. Echaba de menos a Satsuki y sus amigos de la alta cuna. Odiaba la comida de aquel lugar. No le gustaba estudiar dialectos ni formas. Tampoco recibir órdenes. Todo lo que lograba pensar, recordar e imaginar de su instrucción, eran contras. Llegaba cada día indignado hacia su futon, víctima del cansancio mental al que se sometía con las clases. Era inteligente y lograba entender las cosas sin demasiado esfuerzo; el problema, era hacerlas. Más de una vez, se metía en el futon con las manos hinchadas por lo fuerte que le pegaban en ellas por no realizar las tareas encomendadas. Lo veía inútil e innecesario, ya que no le importaba la

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