Nos comemos la isla o nos come a nosotros [Pasado - Arribor y Frog]

Un agradable olor llegó hasta el Flor de Invierno, casi como una llamada a todos los marineros hambrientos del mar. Era aroma a carne asada, más propia de un restaurante que del mar abierto y orientó el barco hacia su dirección. Todos los tripulantes del barco salieron a cubierta a deleitarse con el olor de la comida, algo que, dado su largo viaje, no habían podido hacer en varios días. El Flor de Invierno, era propiedad de los Piratas de Nieve, un grupo de novatos en la Grand Line que no tuvieron problemas en aceptar a un nuevo miembro en su banda, al menos de forma temporal pues el trato era que él les prestaría su fuerza a cambio de que saldasen sus deudas económicas. Sin embargo, si hubiesen conocido a ese nuevo miembro probablemente no le hubiesen dejado subir a bordo, ni siquiera teniendo en cuenta su fama y reputación. Al fin y al cabo, pocos piratas se fiaban de Arribor Neus.

Arribor se consideraba un autoestopista, un viajero que de vez en cuando vagaba por el mundo en solitario, en cuyo caso se enrolaba en algún que otro barco para disfrutar de un medio de transporte gratis. Aquel caso no era distinto, simplemente se bajaría en una isla que le gustase y, tras agradecer a sus anfitriones por haber pagado sus deudas, se largaría en busca de algo que hacer. Lo más normal sería que acabase con más deudas o algún que otro problema absurdo y tuviese que repetir de nuevo todo el ciclo. En realidad no podían quejarse. Él solo les pidió un favor y ellos interpretaron que un pirata con su recompensa querría unirse a ellos a cambio de dinero; claro que Arribor jamás afirmó que lo haría, solo les dijo que estaría encantado. Si lo entendieron mal no era cosa suya.

Como cocinero experto y hambriento amateur, fue el primero en percibir el olor desde su cómoda hamaca. No era un buen invitado y pasaba la mayor parte del tiempo escaqueado del trabajo diario en el barco, dejando que otros se ocuparan. De hecho, ni siquiera se molestó en decirles que sabía cocinar, más que nada para que no le exigiesen hacerlo. Su rutina allí era básicamente hacer el vago y saquear la nevera de vez en cuando, lo que empezaba a despertar antipatías entre sus "compañeros". Pero por desgracia para sus incautos colegas, había algo aún más molesto que él; algo llamado Franklin.

La morsa había permanecido oculta en su chaqueta, transformada en su forma de concha, mientras Arribor hablaba con los Piratas de Nieve pero en cuanto hubo subido al barco empezó a hacer de las suyas. Durante la primera cena se subió a la mesa, partiendo las patas con su enorme peso y babeando la comida de la mayoría de la tripulación; el segundo día se comió el colchón del capitán; y cada vez que podía aprovechaba para incordiar a todo el mundo con sus apariciones repentinas. La parte buena era que podían usar su peculiar habilidad de dial de luz para alumbrar un poco las oscuras noches. Aun así ninguno de los piratas se atrevía a protestarle a Arribor por lo que aquel barco era como su resort particular.

Y como tal, ahora lo dirigía hacia el origen de ese delicioso olor, un archipiélago de islas boscosas en cuyas costas podía verse... ¿carne? Los ojos se le salían de las cuencas, había visto cosas raras en su vida pero aquella se llevaba la palma. Una planta de carne, ese sitio era un paraíso y más después de que la mayor parte de la comida se echase a perder por culpa de un repentino e incontrolable ataque de hambre y sonambulismo que había tenido unos días atrás. El acceso era algo complicado, pues tenían que escalar por un precipicio que extrañamente era verde, pero el hambre les espoleaba y les impelía a seguir. Arribor hincó el diente a un suculento trozo de carne y lo arrancó de cuajo para comérselo con calma. Aquella isla era perfecta, ¿que podía salir mal?

Parado en la cubierta de algún barco, se observaba la silueta de un persona... Llevaba capa, una espada y escudo, y se mecía lentamente a son del mar. Pero al observar más de cerca se distinguía que esa persona, era nada más y nada menos que un sapo. Frog, que estaba viajando en un tipo de tripulación pirata. Aunque no le gustaba hacer eso, era su única opción para moverse entre isla e isla. Ya que pocas personas aceptaban a una rana como tripulante en su barco. Aquellos tipos eran personas buenas, trataban a Frog como un compañero más. Pero a pesar de todo, seguían siendo piratas, y no podía entablar amistad con unos delincuentes. Aunque poco a poco a pesar de no querer, fue ganando cariño a esos pillos, que después de todo eran muy divertidos.

Se encontraban en un viaje hacia cualquier rumbo, y ya hace varios días que estaban viajando. Los días y las noches eran muy divertidas, se la pasaban tomando sake, y bromeando entre ellos. Probar que pasa cuando una rana toma sake, era muy divertido. Y así pasaron los días, con mucho descuido en su viaje, por suerte para todo el grupo, ningún peligro apareció frente a ellos. Sólo que dado a las noches, y al gran apetito de toda la tripulación se les acabó la comida. Y casi como siempre, cuando les llegue la desesperación, intentaron devorar a la pequeña rana. Por suerte, eso no pasó de un fallido intento, e intentaron llegar a la más próxima isla. O en su defecto un archipiélago, este sería el archipiélago boin, una isla que tenía como costumbre el comer a los reyes marinos o humanos que llegaban a sus tierras, atraídos por el aroma de comida proveniente de ella. Aunque el equipo de Frog desconocía esto.

Llegaron muy hambrientos a aquella isla, incluso la rana se había quedado sin insectos con los cuales alimentarse. Así que debpian trabajar en equipo si no querían morirse de hambre, así llegaron debajo de algún tipo de precipicio de color verde, era de un tamaño considerable, pero nada difícil para la capacidad de salto de la rana. Luego de charlar unos momentos con sus compañeros, se decidió que sería el primero en ir, mientras ellos ideaban la manera de subir. Así que la rana dió tremendo salto, y a duras penas logró llegar arriba de ese precipicio. De la isla venía un olor agradable, y pronto se dio cuenta que la isla era la comida. Era el paraíso para el amante de la buena comida. Frog tomó un pedazo de hoja, y se la metió a la boca. No tenía idea de a que sabía, pero de lo que estaba seguro era de que era delicioso.

Se acercó una ves más hacia el precipicio, y observó como sus "aliados" temporales subían trepándose sobre esa superficie verde. El capitán del barco iba primero, e indicó a Frog de que explorara la isla, mientras ellos subían. Así que preparó su espada y escudo, por si encontraba algún peligro en el camino, y dando pequeños saltos avanzaba en medio de la isla. Mientras, se daba cuenta de que no sólo la isla era deliciosa, también los bichos que habitaban en esta lo eran. Se dio cuenta de esto, cuando devoro una pequeña mosca que volaba alrededor suyo. A su alrededor se encontraban estas plantas que sabían delicioso, pero sabía que algo extraño sucedería en esta isla. Nada tan hermoso podría existir sin ningún peligro. Quizá no se encontraba sólo en esta isla, y pronto sería atacado por algún animal o persona, o todo esto era un sueño, uno muy real. Pero de algo ocurría en esta isla, estaba seguro. Así que en medio de las plantas, saltaba la pequeña rana explorando sus alrededores, e ingresando hacia el centro de aquella isla.

La isla-buffet, como había empezado a llamarla Arribor, resultaba ser más extraña según avanzaba. Los ríos de fideos, los árboles con bolas de pollo en lugar de fruta y el olor a gofres que arrastraba a Franklin hacia el centro de la isla eran solo algunos ejemplos de las absurdeces que ese lugar tenía reservadas. De ser por él se habría conformado con lo que ya había comido pero su molesta mascota tenía bastante saque y no se conformaba con facilidad. A la morsa le dio por avanzar siguiendo a una extraña rana y Arribor no tuvo más remedio que seguirla para que no se perdiese. Además se le antojaba algo dulce; quizás hubiera por ahí una cascada de chocolate o un arbusto de algodón de azúcar.

Por el camino cogía varias cosas que le parecían apetitosas, pero no podía evitar sentirse como un idiota que había sido engañado, básicamente lo que le pasaba una vez a la semana. Todo era demasiado bonito para ser verdad y le extrañaba mucho que un lugar así no estuviera habitado. Claro que también le extrañaba que existiera un lugar así. Sacándoles algo de ventaja saltaba la rana... literalmente. Si mal no recordaba había algo parecido a un mutante en el barco, otro molesto polizón de esos que no pagaba sus deudas seguramente, aunque no recordaba su nombre y de hecho había achacado su aspecto a que la mayor parte del viaje lo pasó bebiendo. Tampoco tenía demasiado interés en esa panda de crédulos novatos, pero ese tipo llamaba su atención. Ahora que estaba sereno se fijaba en que no era producto de su imaginación.

Como era costumbre, no tardó en perder de vista a su extraño compañero, así que no le quedó otra que preguntar. -Ehhh. -exclamó para que la rana, o el hombre o lo que fuese pudiese oírle. -¿Has visto una morsa por aquí? Debe haberse perdido entre tanta comida y si se aleja mucho será un engorro buscarla. - Probablemente no le ayudaría, pues durante su viaje le habría visto gorronear y aprovecharse de los ingenuos tripulantes, pero no perdía nada por probar. Si no, siempre podía ir a pedirles a lso otros que buscasen por él.

La rana continuó dando saltos alrededor de la isla. Cada ves encontraba cosas mas extrañas, o mejor dicho comida. No había explicación para que la comida creciera en los árboles, o que esos árboles crecieran en sólo una isla. Cada ves mas extrañado exploraba los rincones de aquella isla, probando de ves en cuando un pequeño bocadillo, no había razón para no hacerlo. Pero sabía que esta isla tenía algo oculto, y aunque aun no lo sabía, lo preveía. Nada tan bueno podía existir sin ningún peligro, frase que Frog conocía muy bien, dado a que en busca de poder, fue convertido en una rana. Así, perdido en sus pensamientos continuó explorando.

Hasta que detrás de él apareció un tipo, este como todos los demás, se sorprendía al observar a la rana. Y esta decidió ignorarlo, por ahora. Ya que parecía ser un tipo común y corriente, sólo lo parecía. Muy de cerca ambos no cruzaron palabra, hasta que el hombre exclamó, llamando la atención de la rana. Este preguntó sobre una morsa, era algo extraño ver una morsa en ese lugar, al igual que una rana... Pero, Frog decidió acercarse a aquel tipo. Poco le importaba el bienestar del hombre, pero no podía abandonar a un compañero animal.

- Hablas de una morsa...- Dijo mientras hacía una pausa pensando la situación.- Pero bueno, podría ayudarte.- Dijo mientras apartaba la mirada de aquel tipo. Frog era un tipo muy desconfiado. Pero este tipo aparentaba tener algo diferente, así que no sería nada malo intentar buscar una morsa.

- Bueno, debemos iniciar a buscar. Tengo un mal presentimiento con esta isla, o lo que sea- Comentó mientras adelantaba al hombre saltando. Aún deseaba investigar sobre esta isla, y mientras buscaba a aquel animal, podría aprovechar para encontrar quizá alguien interesante con quien luchar.

-"Un mal presentimiento, vaya cosa." -pensó Arribor. Si hiciese caso a todos los indicios de peligro, trampas, enemigos o muerte inminente no se movería de la cama. Había llegado al punto de que sus malos presentimientos eran poco más que molestos zumbidos en el fondo de su cabeza como una pequeña mosca que podía ignorar fácilmente. Además, según su experiencia, los malos presentimientos auguraban siempre algo divertido. -En marcha, entonces. -El pirata comenzó a caminar por el extraño bosque en busca de Franklin, preguntándose qué clase de criatura era aquella que le acompañaba. Había visto a gente rara pero una rana parlante era algo nuevo.

-¿Y qué clase de engendro eres? ¿Una rana? ¿Un hombre? ¿Un perro disfrazado?-preguntó sin el más mínimo tacto o educación. La sutileza no era lo suyo precisamente y no le gustaba guardarse sus preguntas, al fin y al cabo, era un tipo curioso por naturaleza. Tal vez fuese algo parecido a Franklin y tuviese algún tipo de habilidad o a lo mejor era solo un animal de lo más raro. Había visto criaturas absurdas durante sus viajes, así que tenía la mente abierta. En cualquier caso, el mundo estaba lo bastante loco como para que un ser así no desentonara demasiado.

Tras un rato de caminata empezó a molestarle un ruido lejano, como si algo estuviese derribando árboles como si nada. De nuevo decidió ignorar la obvia señal de peligro y continuar con la búsqueda como si nada. Si algo o alguien les salía al paso simplemente lo apartaría de un golpe y seguiría su camino. Pero el ruido se hacía cada vez más evidente y al final se hartó de ignorarlo. El pirata se giró dispuesto a apalizar lo que le estuviese molestando, aunque no se esperaba lo que vería. Un enorme monstruo marino avanzaba por la isla a un centenar de metros de su posición. La criatura parecía embelesada con la comida de la isla, casi tan hambriento como él mismo hasta hacía un rato. No tenía muy claro porque no se quedaba en el mar con los de su especie, pero tampoco le preocupaba.

Continuaron caminando ambos, en busca de aquel animal. Mientras el hombre intervenía, preguntando a la rana sobre su origen. Ciertamente está pregunta le hacía sentirse nostálgico. Su origen, el mismo se lo había preguntado muchas veces lo mismo. La respuesta era aún muy confusa para él,  pues ni el sabía la forma exacta en la que se había convertido en una rana. Pero no era momento de lamentarse, ya se había resignado a vivir como un anfibio. Así luego de tomarse su tiempo, se dispuso a responder al hombre, que parecía ser muy descuidado con el sólo hecho de haber perdido a su morsa.

- Pues algún día fui humano. Pero por cosas del destino terminé en este cuerpo.-- Dijo recordando tristemente lo que le había sucedido. Era algo duro para la rana, pero poco a poco debía lograr superar por completo aquello.  Así continuaron caminando, y Frog empezó a escuchar un ruido, que alertaba haber peligro no muy lejos de donde estaban. Pero el hombre a su lado no se alertaba en lo mínimo, al parecer le parecía insignificante aquel ruido. Y como no quería parecer como un cobarde, decidió ignorarlo por ahora, a pesar de que cada vez era más fuerte, y parecía acercarse.

Hasta que fue imposible ignorar el ruido, por lo que el pirata fue en busca del causante de aquel ruido, y junto con él la rana. No paso mucho tiempo hasta encontrarlo, era enorme y se arrastraba intentando comer todo lo que podía de aquella isla. Era un rey marino, que hambriento intentaba devorar la isla. Poco a poco se acercaba hacia su posición, era una mounstruosidad, por lo menos comparado al tamaño de la rana. Está se asustó un poco, no esperaba ver aquel animal en la isla. Sacó su espada, por si las cosas se complicaban, y observo a su alrededor, a ver si encontraba algo interesante. Así un pequeño animal aparecía detrás de una roca, la verdad desconocía la apariencia de una morsa, pero quizá aquello era lo que estaban buscando. Esto era peligroso, no conocía a su compañero, pero el tendría muchos problemas para matar aun rey marino...