¿Qué es el dolor? [Priv. Pasado][Kaede - Kuro]

Un, dos, tres... La lluvia comenzaba a descender desde el grisáceo cielo, oculto por un manto oscuro que vaticinaba la llegada de una nueva tormenta. Irónico pensar que el lugar conocido como "La Ciudad del Agua" pudiera temer al propio mar, más aún si se tenía en cuenta que los mejores barcos, capaces de surcar hasta los océanos más bravos, se fabricaban en ese mismo lugar. La gente que comerciaba por los canales de la ciudad acuática comenzó a recoger sus puestos y a cubrir los productos con telas para evitar en la medida de lo posible que el agua no llegase hasta estos en cantidad. Las madres llamaban a sus pequeños para que se abrigasen y se resguardasen bajo los blancos e inmaculados edificios que por todas partes se alzaban, pintando una armonía de pureza y prosperidad.

Cuatro, cinco, séis... Mientras tanto los astilleros aumentaban su actividad, comenzando a hacer hueco a los navíos que se apresuraban a atracar antes del comienzo de la inminente tormenta. Los marineros desembarcaban las mercancías de mayor valor al tiempo que los carpinteros reparaban los daños del casco y los capitanes y contramaestres se disponían a pagar los costes de mantenimiento y mano de obra. Cómo no, en uno de los buques que se resguardaban del temporal se encontraba el azabache. Ante el riesgo de que el mástil principal pudiera partirse en dos por los fuertes vientos el Capitán Lawel había decidido que la mejor opción sería hacer una pausa en Water Seven, donde el barco podría recibir las reparaciones pertinentes. Mientras, había asignado a un grupo de reclutas que patrullase por las calles, prestando ayuda a aquellos que lo necesitasen para resguardarse en sus hogares. Kuro era uno de ellos, como era de esperar, aunque sus intenciones eran más bien las de escaquearse. Total, su superior no podría estar atento a sus movimientos mientras se encargaba de los trámites pertinentes.

- Es hora de tomarse un pequeño descanso -susurró mientras comenzaba a deambular por la ciudad.

Siete, ocho, nueve... Sus azulados orbes recorrían con interés cada detalle de los edificios, que seguían un orden de ascensión sistemático, siendo la ciudad una especie de montaña de ladrillo, estando formada por varios anillos y recorrida por infinidad de canales que formaban las venas de esta, como si de un ser vivo se tratase. "Podría ser un lugar interesante de gobernar. Tal vez dentro de un tiempo solicite su protección." Aunque realmente más que por protegerla la ansiaba por su interés estratégico. Al fin y al cabo era el "astillero del mundo" y, llegado el momento, podría ser clave para sus planes. Un grito sacó de sus pensamientos al moreno, que clavó sus ojos en una mujer rubia que se encontraba a una decena de metros frente a él. Ladeó levemente la cabeza, sin entender demasiado bien el motivo de aquel grito. Siguió aproximándose, hasta estar a escasos tres metros de ella.

- Diez.

Terror, angustia, ira, depresión... ¿O tal vez se tratase de una forma de liberar tensión? No estaba muy claro el motivo de aquella manifestación de su voz, la cual debió de alertar a las personas que se hallasen en las proximidades. La mirada que le dirigió después tampoco le dio respuesta alguna. ¿Odio, miedo o desagrado? Definitivamente la mujer de cabellos dorados acababa de convertirse en un enigma que el azabache comenzaba a tener la necesidad de resolver. Sus palabras le descolocaron un poco, sin llegar a entender demasiado bien a qué habían venido. Chocó con su hombro, haciendo que se ladease ligeramente sin dejar de perseguirla con los zafiros que tenía por ojos. ¿Acaso la había molestado? Realmente estaba mejorando sus habilidades, pues en esta ocasión ni siquiera había necesitado abrir la boca. "Que... Interesante." No tardó demasiado en volverse hacia él, acercándose de nuevo y manifestando una disculpa. Kuro esbozó una entrenada sonrisa, transmitiendo en la medida de lo posible amabilidad y comprensión.

- No se preocupe, todos podemos tener un mal día -respondió de forma cordial, con lo cual esperaba ganarse poco a poco su confianza. Por su aspecto no parecía alguien del montón, sino más bien una persona que guardaba todo un mundo en su interior... ¿Habría lugar para el dolor en él?- ¿Necesita ayuda de algún tipo? Estamos para servirles y tal vez sea conveniente que se resguarde en algún lugar hasta que pase la tormenta.

A esas alturas pensó que ya habría dejado más que claro que se trataba de un marine, pues aunque sus ropajes no fuesen los más comunes entre los reclutas sus palabras habían manifestado esto de forma bastante directa. Tal vez así pudiera obtener la excusa que necesitaba para poder entablar una conversación con ella. Tenía esperanzas de que aquella mujer sintiese curiosidad por aquello a lo que él amaba sobre todas las cosas en el mundo. Y, tal vez, incluso dejase que se lo mostrara. Le mantuvo la mirada, posando sus zafiros sobre los de ella tras las lentes de sus gafas, las cuales se ajustó en un rápido gesto.

- Puedo escoltarla hasta algún refugio cercano o posada si así lo desea.

Pese a no variar la expresión de su rostro por dentro había sonreído ante su respuesta. "Bingo." Escuchó con atención a la mujer de cabellos dorados que se hacía llamar "Kaede". Un curioso nombre que tal vez mereciese un lugar en su pequeña colección de nombres. Desde luego no era uno demasiado común y añadiría algo de variedad a la lista. Últimamente no encontraba gente con nombres demasiado originales... La mayoría eran de lo más típico y común que podía existir en ese mundo. Aún recordaba el día que apuntó el nombre de su capitán: Lawell. Recordaba con claridad la primera vez que lo escuchó... "¿Cómo dice? ¿Laurel?" le había dicho, y aquello le acarreó el tener que limpiar los baños del cuartel durante tres meses seguidos por indisciplina. Pero en fin, que nos vamos del tema:

- Tiene usted un nombre poco común, señorita Kaede -comenzó de forma educaba, como las veces anteriores. Se puso firme, como habría hecho cualquier marine- Kuro Watanabe, para servirle -realmente pensaba que aquellos formalismos eran una sarta de estupideces, pero estaba obligado a seguir el protocolo, por lo que no tuvo más remedio. Volvió a una posición más relajada- Creo que hay una pequeña posada unas calles más arriba, tranquila y donde no suele haber demasiada gente. Le guiaré hasta allí, sígame.

Y tras esto comenzó a caminar, suponiendo que la mujer le seguiría allá donde fuese. Realmente no era que conociese demasiado bien la ciudad, pero durante el breve paseo que había dado logró memorizar la localización de varios tipos de edificios. Una tienda de armas, una frutería en la calle de al lado, una joyería varios cruces más abajo... Se podía decir que Water Seven contaba con todo tipo de establecimientos. De vez en cuando miraba a Kaede de forma disimulada, tratando de evitar que esta se diese cuenta. Habían muchas preguntas que necesitaban respuestas, pero por el momento comenzaría con una trivial con la que comenzar a coger soltura con ella. No le gustaba demasiado socializar, pero supuso que si quería averiguar algo no tendría más opción... Sin contar la tortura, claro.

- Dígame: ¿qué le trae a Water Seven? ¿Negocios, una parada en el viaje, turismo...?

Mientras avanzaban por las calles de la conocida "Capital del Agua", Kuro iba fijándose en todos los detalles que podía, quedándose con cada rincón, cada callejón y cada establecimientos al tiempo que se imaginaba posibles puntos útiles. Si alguna vez invadía aquella isla debería conocerla bien para que no le resultase una labor demasiado arriesgada, aunque con algo de suerte tal vez le encargasen su protección. En cualquier caso no dejó de prestar atención a las palabras de la mujer, la cual (según decía) se encontraba de turismo por decirlo de alguna manera. Kuro mostró una leve sonrisa, tratando de aparentar normalidad pese a que sintiese decepción en cierta medida. "Turismo... Esperaba algo más interesante." Una vez hubo terminado de hablar, el marine asintió y se dispuso a responder.

- Nuestra brigada está de paso por la isla. El barco ha sufrido ciertos daños y necesita de las reparaciones pertinentes. Mientras tanto nos han ordenado velar por la seguridad de los ciudadanos de Water Seven hasta que finalice la tormenta -dijo alzando su mirada al cielo unos instantes antes de volver a dirigirla hacia ella- Ya sabe, órdenes de los superiores y esas cosas, aunque si me permite tomarme la confianza, habría preferido poder visitar la ciudad libremente.

Le dedicó una pequeña sonrisa y prosiguió guiándola por la ciudad. No tardaron mucho más de cinco minutos en localizar la posada que el azabache había mencionado con anterioridad. Efectivamente, apenas parecía haber gente en su interior. Inspiraba ser un establecimiento tranquilo, que aparte de discreción ofrecía a sus clientes paz y un rincón donde poder descansar sin molestia alguna, incluso en uno de los puntos más ajetreados del mar donde probablemente se formase un buen alboroto todos los días. Llegó hasta la puerta y la abrió, echándose a un lado para que Kaede entrase en primer lugar.

- Las damas primero, ¿verdad? -le dijo ladeando ligeramente la cabeza y cerrando los ojos.

Por el rabillo del ojo pudo ver que se trataba de un lugar bastante humilde, con apenas dos o tres pares de mesas de madera en el comedor acompañadas cada una con cinco tres sillas del mismo material. Casi pegada a la entrada se encontraba la recepción, donde un hombre que debía de rondar los sesenta y muchos esperaba la llegada de nuevos clientes. Estaba acompañado de quien parecía ser su mujer, la cual aparentaba ser increíblemente más joven que él. "Eso es raro incluso para mí..."

Observó con detenimiento cómo entraba en la posada. Una vez estuvo dentro cerró la puerta con calma y la siguió hasta que ella tomó asiento en una de las mesas que había, no muy alejada de la barra. La verdad era que él habría escogido un sitio algo más apartado, más que nada para poder tratar cualquier asunto sin que ningún indeseable pudiera escuchar. En cualquier caso siempre podría bajar el tono de voz o dirigirse con ella a algún otro sitio más... Discreto. La mujer le preguntó si podía compensarle el haber hecho de guía de alguna forma. "Eso está por ver." Se rascó la nuca y sonrió como si lo hiciese de forma forzada, tratando de parecer algo nervioso y tímido.

- La verdad es que si me permite quedarme con usted me daría la excusa perfecta para escaquearme durante un rato de mis obligaciones. Le estaría más que agradecido -fue su respuesta, interpretando a la perfección la faceta que quería mostrarle a la rubia. Supuso que no se opondría a ello, así que tras esto tomó asiento justo en frente de ella y llamó la atención del hombre que se encontraba en la barra para que les sirviesen algo de beber- Y... Bueno, señorita Kaede. Cuénteme cosas sobre usted. Ya que vamos a pasar un rato aquí... Podría ser interesante conocerla un poco.

Cada palabra iba acompañada de una amable sonrisa y de un tono cordial. Realmente parecía la viva imagen del marine amable, deseoso de hacer el bien allá por donde fuese... Nada más lejos de la realidad. Se preguntaba qué clase de gustos podría tener alguien como ella. ¿Serían comunes o raros? Respetables... ¿O tal vez algo oscuros? Deseaba con todo su ser que sintiera interés por aquello a lo que él más amaba, aunque no mantenía demasiadas esperanzas en ello. Bien sabía que sus gustos eran un tanto especiales. En cualquier caso, no necesitaba su permiso para mostrarle las maravillas que podía ofrecer el mundo del dolor. Con algo de suerte, podría conseguir un lugar más discreto donde enseñarselo... Y divertirse un poco. Torturarla sería una buena forma de acabar con el estrés que llevaba soportando durante semanas. Una buena forma de desahogarse, sin duda.