El del cubo de arena contra chispitas

Condiciones:
- Si Gajeel gana podrá escoger entre cobrar la recompensa o recibir insignias al mérito militar.
- A muerte.
- Escenario que ni perjudique ni favorezca a ninguno de los dos.
- Si Gajeel gana, experiencia correspondiente más el extra por niveles de desventaja.

Escenario: Dressrosa: Este reino le roba el corazón a los visitantes por muchas razones... La primera por su fascinante aroma a flores y por el delicioso aroma de su comida. La segunda, por el apasionado baile de sus mujeres. Éste es el país del Amor y la Pasión.

Comienza Gajeel

Dressrosa, el reino del Amor. Por las calles de la ciudad me encontraba, oliendo el aroma de la comida, el cuál me guiaba hasta de donde provenía ese aroma. Era una taberna. Entre en seguida y me senté en la barra pidiendo un gran trozo de carne y una botella de sake. Esperé tranquilamente, mientras se me caía la baba por el trozo de carne que me iba a zampar.

En realidad estaba en una misión aunque había tiempo para relajarse y tomar un aperitivo, luego ya buscaría a la mujer que se me había encomendado.

Por fin el tabernero trajo mi comida y bebida. Comencé a pegarle mordisco al gran trozo de carne, saqué el cartel de "Se busca", se lo enseñé al tabernero y le dije con la boca llena:

- ¿Ha visto a esta mujer? Es un peligro para este reino y debo encontrarla lo antes posible.

Mientras esperaba su respuesta daba mordiscos al trozo de carne y unos buenos tragos a la botella de sake.

Al preguntar eso al tabernero, este se puso como nervioso mientras se iba a la cocina rapidamente. ¿Qué le habría pasado? ¿Acaso me estaba ocultando algo? Eso lo descubriría más tarde.

A los pocos instentes me fijé en dos tipos que había sentado en la barra, no parecíuan muy amigables y además vi como uno se llevaba la mano a la pistola. Yo esbocé una sonrisa, estaba bastante seguro de mi mismo y mientras trababa la comida y me bebía un poco de sake, le dije:

- No te conviene hacer eso amigo.

Tras eso, con mi dedo pulgar de la mano izquierda desenvainé un poco a Lucero del Alba, como dándole un aviso de que como se le ocurriera hacer algo su pobre y triste vida se extinguiría.