Worick L. Arcangelo
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[Pasado][Privado][Alice & Kuroi] Apostando con la vida de una desconocida. {Vie 19 Jun 2015 - 23:00}
Berries, muchos berries, necesitaba cantidades industriales para cumplir con mi objetivo, pero... ¿Realmente aquel era el mejor modo de hacerlo? No tenía claro si un casino iba a solucionar mis problemas, pero desde luego no perdía nada por intentarlo... ¿O quizás si? No sé, en aquel momento no me paré demasiado a pensarlo de modo que simplemente me lancé de cabeza a aquel lugar. La isla casino, que clase de empresario había tenido semejante idea... Decenas de miles de piratas habían pasado por aquella isla con intención de solucionar sus problemas económicos y habían fracasado en el intento, ¿por qué pensaba que iba a ser distinto conmigo? No lo tenía claro, pero algo dentro de mí me decía que debía intentarlo, que jugar “mis ahorros” a aquella carta era una buena idea, o quizás estuviera completamente equivocado.
Aquella isla, o mejor dicho aquella metrópolis que se alzaba en medio del mar era cuando menos intimidante, pues no era muy común encontrar ciudades tan grandes en el grand line.
Desembarqué en uno de los grandes puertos que había a uno de los lados de aquella isla, desde luego el que hubiera montado aquello no tenía problemas de dinero. Decenas de embarcaderos ocupaban una de las caras de la isla, que incluso ignorando las horas que eran se encontraba completamente activa. Por lo que se podía ver el ciclo día noche no afectaba aquel lugar, de modo que siempre estaba vivo: decenas de barcos yendo y viniendo del puerto, cientos de personas correteando en este mismo e incluso montones de gente comerciando en plena noche. Era un panorama digno de ver, aquella ciudad prometía ser divertida, pero primero tenía que aumentar mis fondos o no podría pasar allí más de dos noches. Sin pensarlo dos veces me encaminé hasta el casino que daba nombre a la isla, tenía ganas de ver cómo tenían aquello montado.
No tardé mucho en llegar hasta el casino que se erigía en el centro de la isla. “El pilar central sería un buen modo de llamarlo también”. Pensé para mis adentros mientras miraba en increíble edificio que era aquel casino, cuatro pisos de pura perdición que consumían a montones de hombres y mujeres, pero eso no iba a pasar conmigo tenía un claro objetivo como para perderme allí. Atravesé aquellas grandes puertas guardadas por trajeados guardias que al menos en lo que a mí respectaba no me asustaban en lo más mínimo, parecían bastante débiles, pero quién sabe quizás no todos fueran así. El interior estaba chapado en bonita madera que cubría tanto el suelo como las paredes, desde luego era un bonito lugar, con un gran hueco en el centro dónde una gran estatua de un “B” de berrie se hallaba, dónde las barandillas golpeaban con la nada. Mesas de poker, máquinas tragaperras, dados e incluso apuestas en peleas; aquel era el sueño de cualquier persona codiciosa.
Quería empezar con aquello cuanto antes de modo que me acerqué a una de las azafatas que se encargaban de cambiar el dinero, pero la cola era algo rara así que tendría que esperar un rato. Tras ese pequeño lapsus cambié todo lo que llevaba encima por fichas, todo o nada, si aquello no iba bien estaría sin un duro, pero al menos lo habría intentado. Con todas aquellas fichas me encaminé a una de las mesas de dados y me senté, era hora de empezar el juego:
- ¡Hola señores, Kuroi toma sitio en la mesa! -dije “amigablemente”, pensaba dejar a aquellos tipos sin blanca. Dudo que me tomaran enserio, desde luego mi apariencia no era más que la de un desnutrido crío de un extravagante aspecto. Una gran guadaña y una vieja mochila a mi espalda, acompañada por una desgastada chaqueta negra y una vieja camisa blanca, sujeta por un par de tirantes, eso y su blanca tez decorada con aquellos hilos carmesís.
Aquella isla, o mejor dicho aquella metrópolis que se alzaba en medio del mar era cuando menos intimidante, pues no era muy común encontrar ciudades tan grandes en el grand line.
Desembarqué en uno de los grandes puertos que había a uno de los lados de aquella isla, desde luego el que hubiera montado aquello no tenía problemas de dinero. Decenas de embarcaderos ocupaban una de las caras de la isla, que incluso ignorando las horas que eran se encontraba completamente activa. Por lo que se podía ver el ciclo día noche no afectaba aquel lugar, de modo que siempre estaba vivo: decenas de barcos yendo y viniendo del puerto, cientos de personas correteando en este mismo e incluso montones de gente comerciando en plena noche. Era un panorama digno de ver, aquella ciudad prometía ser divertida, pero primero tenía que aumentar mis fondos o no podría pasar allí más de dos noches. Sin pensarlo dos veces me encaminé hasta el casino que daba nombre a la isla, tenía ganas de ver cómo tenían aquello montado.
No tardé mucho en llegar hasta el casino que se erigía en el centro de la isla. “El pilar central sería un buen modo de llamarlo también”. Pensé para mis adentros mientras miraba en increíble edificio que era aquel casino, cuatro pisos de pura perdición que consumían a montones de hombres y mujeres, pero eso no iba a pasar conmigo tenía un claro objetivo como para perderme allí. Atravesé aquellas grandes puertas guardadas por trajeados guardias que al menos en lo que a mí respectaba no me asustaban en lo más mínimo, parecían bastante débiles, pero quién sabe quizás no todos fueran así. El interior estaba chapado en bonita madera que cubría tanto el suelo como las paredes, desde luego era un bonito lugar, con un gran hueco en el centro dónde una gran estatua de un “B” de berrie se hallaba, dónde las barandillas golpeaban con la nada. Mesas de poker, máquinas tragaperras, dados e incluso apuestas en peleas; aquel era el sueño de cualquier persona codiciosa.
Quería empezar con aquello cuanto antes de modo que me acerqué a una de las azafatas que se encargaban de cambiar el dinero, pero la cola era algo rara así que tendría que esperar un rato. Tras ese pequeño lapsus cambié todo lo que llevaba encima por fichas, todo o nada, si aquello no iba bien estaría sin un duro, pero al menos lo habría intentado. Con todas aquellas fichas me encaminé a una de las mesas de dados y me senté, era hora de empezar el juego:
- ¡Hola señores, Kuroi toma sitio en la mesa! -dije “amigablemente”, pensaba dejar a aquellos tipos sin blanca. Dudo que me tomaran enserio, desde luego mi apariencia no era más que la de un desnutrido crío de un extravagante aspecto. Una gran guadaña y una vieja mochila a mi espalda, acompañada por una desgastada chaqueta negra y una vieja camisa blanca, sujeta por un par de tirantes, eso y su blanca tez decorada con aquellos hilos carmesís.
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Había llegado a la isla poco tiempo atrás, sin apenas descansar de mis viajes. Seguía moviéndome de una a otra pagando trayectos en pequeños barcos o colándome en los grandes, temiendo que algún día me pillaran y acabara mal. O no, la verdad es que no me importaba demasiado. No me fiaba de nadie, ni siquiera pretendía enviar una mísera carta pues no tenía claro si aquel a quien buscaba la recibiría. ¿Y si eso lo ponía en peligro a él, o a mí misma? Había pasado tanto tiempo... y aún así podía ser un punto débil que aprovechar contra alguien poderoso. Por eso me embarcaba en el juego del gato y el ratón sin saber cómo se repartían los roles, aun pensando que era posible que ya no se acordara de mí y fuera gata. Si eso no funcionaba... o dejaba de luchar definitivamente o lucharía por otra causa. Y la primera opción era la que más me tentaba.
Una camarera deslizó hacia mí un vaso de cristal por la barra, que detuve con la mano. Y pensar que yo normalmente estaba del otro lado... Cuanto tiempo. Me asomé al líquido negro, que parecía reflejarme y no como espejo. Y antes de que la oscuridad me tragara, me la tragué aderezándolo con una rodaja de limón que mordí con saña después. De una sola vez. ¿Para qué, si mis sentidos ya estaban embotados desde hace tiempo? Incluso el bullicio del casino llegaba amortiguado. Recordaba a un sueño o una pesadilla, no parecía del todo real, aunque vaya si lo era.
-Otro, por favor -le pedí a la chica de antes y me pregunté si yo también parecía una fresca las veces que había estado tras la barra y no como clienta.
Miró a un hombre que parecía ser su supervisor y me señaló con ligero movimiento de cabeza, sin que yo me enterara. Él se encogió de hombros por el momento.
-Aquí tienes -respondió tras un tintineo de vasos y botellas y repitió el mismo movimiento de antes. -¿No crees... no crees que deberías parar? -titubeó, probablemente sin saber cómo me tomaría su comentario.
Sonreí con amargura.
-Es posible -respondí, para luego repetir el ritual de antes, pero sin pedirle más.
Ya era hora de irme de allí y tumbarme en la cama, esperar a la mañana siguiente e irme a una nueva isla, tras la decepción de no hallar en aquella lo que procuraba. Rutina sin más y la inercia me movía. Me levanté de la silla con dificultad, viendo como el suelo no era estable bajo mis pies. Estaba acostumbrada a los barcos, pero no a que se tambaleara la tierra firme. O quizás me tambaleaba yo, mira tú por donde.
Atravesé la sala zigzagueando en dirección a la salida y escuchando vagamente a los jugadores:
-¡EH! ¡... hecho trampas, seguro ... trampas!
-... señores, Kuroi... mesa!
-¡SEEEEH! ¡He... ganar!
Sus voces se mezclaban con la música, el repiqueteo de las fichas y las monedas de las máquinas tragaperras. En cualquier otro momento me hubiera molestado mucho, ahora ya me había cerrado en banda.
Una camarera deslizó hacia mí un vaso de cristal por la barra, que detuve con la mano. Y pensar que yo normalmente estaba del otro lado... Cuanto tiempo. Me asomé al líquido negro, que parecía reflejarme y no como espejo. Y antes de que la oscuridad me tragara, me la tragué aderezándolo con una rodaja de limón que mordí con saña después. De una sola vez. ¿Para qué, si mis sentidos ya estaban embotados desde hace tiempo? Incluso el bullicio del casino llegaba amortiguado. Recordaba a un sueño o una pesadilla, no parecía del todo real, aunque vaya si lo era.
-Otro, por favor -le pedí a la chica de antes y me pregunté si yo también parecía una fresca las veces que había estado tras la barra y no como clienta.
Miró a un hombre que parecía ser su supervisor y me señaló con ligero movimiento de cabeza, sin que yo me enterara. Él se encogió de hombros por el momento.
-Aquí tienes -respondió tras un tintineo de vasos y botellas y repitió el mismo movimiento de antes. -¿No crees... no crees que deberías parar? -titubeó, probablemente sin saber cómo me tomaría su comentario.
Sonreí con amargura.
-Es posible -respondí, para luego repetir el ritual de antes, pero sin pedirle más.
Ya era hora de irme de allí y tumbarme en la cama, esperar a la mañana siguiente e irme a una nueva isla, tras la decepción de no hallar en aquella lo que procuraba. Rutina sin más y la inercia me movía. Me levanté de la silla con dificultad, viendo como el suelo no era estable bajo mis pies. Estaba acostumbrada a los barcos, pero no a que se tambaleara la tierra firme. O quizás me tambaleaba yo, mira tú por donde.
Atravesé la sala zigzagueando en dirección a la salida y escuchando vagamente a los jugadores:
-¡EH! ¡... hecho trampas, seguro ... trampas!
-... señores, Kuroi... mesa!
-¡SEEEEH! ¡He... ganar!
Sus voces se mezclaban con la música, el repiqueteo de las fichas y las monedas de las máquinas tragaperras. En cualquier otro momento me hubiera molestado mucho, ahora ya me había cerrado en banda.
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Ni yo mismo acababa de entender que era lo que había pasado, pero de pronto empecé a oír mi nombre mientras de fondo la gente gritaba. Tan pronto había llegado ya había conseguido gran parte del dinero que necesitaba para mi objetivo, incluso me había apropiado de un barco y un montón de esclavos de un tenryubito ludópata que había en la mesa. Aquello era mucha suerte para mí, pero viendo que me favorecía no me quejaría y en lugar de eso seguiría jugando. La gente empezaba a acumularse a mi alrededor arrastrando a otras personas que en realidad no querían acercarse, pero se vieron forzadas a ello. Sin embargo no fue el cúmulo de personas lo que me sorprendió, sino una joven que se encontraba en este.
Sentí en ella lo mismo que yo sentía hace un tiempo y que su actitud reflejaba, dolor, ese dolor que te deja un sabor tan amargo. Antes de que me diese tiempo a reaccionar estaba rodeado de bellas mujeres, pero ninguna llamaba tanto mi atención como aquella joven de tez tan blanca casi como la mía, de extrañas proporciones y de andar algo sombrío. En un intento de llamar su atención o mejor dicho de traerla a mi juego... — Bueno parece que es el momento de jugar fuerte, apuesto todo lo ganado hasta ahora y además sumo a la apuesta a mi bella y bien dotada amiga. — Dije poniendo todo sobre la mesa y señalando a la joven de cabello oscuro y piel de porcelana
Sentí en ella lo mismo que yo sentía hace un tiempo y que su actitud reflejaba, dolor, ese dolor que te deja un sabor tan amargo. Antes de que me diese tiempo a reaccionar estaba rodeado de bellas mujeres, pero ninguna llamaba tanto mi atención como aquella joven de tez tan blanca casi como la mía, de extrañas proporciones y de andar algo sombrío. En un intento de llamar su atención o mejor dicho de traerla a mi juego... — Bueno parece que es el momento de jugar fuerte, apuesto todo lo ganado hasta ahora y además sumo a la apuesta a mi bella y bien dotada amiga. — Dije poniendo todo sobre la mesa y señalando a la joven de cabello oscuro y piel de porcelana
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Tenía la impresión de que alguien me estaba señalando, de que de repente tenía un montón de miradas clavadas en mi espalda, en mi nuca, donde fuera. No era una sensación agradable. Por un instante se me pasó por la cabeza (no digo pensar, porque definitivamente no lo estaba haciendo) que podía hacerme invisible y así ya no me verían. Claro, lo más lógico es que alguien desaparezca de repente, como si nada, muy normal. El caso es que seguía notando miradas y eso que estaba bastante distraída... Por no decir achispada, o en todo caso borracha. Sí, digámoslo con todas las letras. Y en shock, no olvidemos el shock o la depresión que todavía no me abandonaba. Puede que fuera porque tampoco la dejaba marchar por el momento. Me giré lentamente hacia la mesa desde la que había escuchado o creído escuchar algunos gritos. ¿En qué momento se había arremolinado tanta gente en aquel lugar? De pronto me veía inmersa en la corriente, que me arrastraba hacia la mesa y aunque hubiera querido, sería difícil que hubiera opuesto resistencia, tambaleante como estaba.
En cierto momento mi cerebro procesó las palabras que había oído y al parecer iban dirigidas a mí. Al parecer un jugador de la mesa pretendía que yo fuera un premio que apostar. Me reí, de forma seca y aunque no era una risa bonita, ya se hacía extraño hacerlo. Como si no lo hubiera hecho en demasiado tiempo y se me hubiera olvidado a medias cómo hacerlo...
-Podrías apostarme si fueras mi dueño, pero no es el caso... No tengo de eso -le dije, o dije al aire, suponiendo que me escucharía. La verdad es que ni siquiera sabía si estaba hablando demasiado bajo. -No tengo intención de entrar en tu juego. ¿Qué quieres y cómo podría estar segura de que vas a ganar? Es una tontería.
Para mi desgracia, parecía que mi opinión respecto al tema no importaba demasiado. Intenté salir de aquel corro que se había formado en torno a la mesa empujando a la gente que me rodeaba, pero no me dejaban, al parecer era bastante interesante lo que ocurría, querían saber cómo acabaría. Algunos incluso trataron de empujarme hacia la mesa de malas maneras. ¿Iba a tener que sacar mi daga? Empezaba a cabrearme y el alcohol en sangre disminuía. Estaba bastante segura de que daría en el blanco de ser necesario.
En cierto momento mi cerebro procesó las palabras que había oído y al parecer iban dirigidas a mí. Al parecer un jugador de la mesa pretendía que yo fuera un premio que apostar. Me reí, de forma seca y aunque no era una risa bonita, ya se hacía extraño hacerlo. Como si no lo hubiera hecho en demasiado tiempo y se me hubiera olvidado a medias cómo hacerlo...
-Podrías apostarme si fueras mi dueño, pero no es el caso... No tengo de eso -le dije, o dije al aire, suponiendo que me escucharía. La verdad es que ni siquiera sabía si estaba hablando demasiado bajo. -No tengo intención de entrar en tu juego. ¿Qué quieres y cómo podría estar segura de que vas a ganar? Es una tontería.
Para mi desgracia, parecía que mi opinión respecto al tema no importaba demasiado. Intenté salir de aquel corro que se había formado en torno a la mesa empujando a la gente que me rodeaba, pero no me dejaban, al parecer era bastante interesante lo que ocurría, querían saber cómo acabaría. Algunos incluso trataron de empujarme hacia la mesa de malas maneras. ¿Iba a tener que sacar mi daga? Empezaba a cabrearme y el alcohol en sangre disminuía. Estaba bastante segura de que daría en el blanco de ser necesario.
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Parecía que mis acciones habían molestado a la joven de cabellos oscuros y blanca piel como la nieve, la verdad es que lo había hecho sin pensar y quizás no había sido la mejor idea que he tenido, pero prometía ser divertido y en caso de perder tan solo tendría que recuperarla, no podía ser tan difícil ganar una vez más para recuperarla. Las masas habían arrastrado a la chica hasta situarla junto a mí, no era que me gustase arrastrar a otras personas a mis temas, pero aquella chica parecía muy enigmática e interesante así que por qué no. — Vamos, no seas así, solo será una ronda, no puede ser tan malo, en el peor de los casos prometo recuperarte sin importar cuales sean las condiciones, ¿qué te parece? — Le pregunté mientras sonreía y echaba a mi mano derecha los dados.
No esperé su respuesta, pues la influencia del corro que me rodeaba junto a los empujones y golpes me hicieron lanzar los dados, por una parte sin querer y por otra al no aguantar más aquella tensión. Giraban y giraban, pero nunca habría esperado lo que iba a pasar a continuación, pues al parecer mi suerte había llegado a su fin. — ¡OJOS... DE LA SERPIENTE! — Nunca imaginé que cuatro palabras podrían significar perder tanto, toda la fortuna que había amasado durante las últimas horas había desaparecido en un solo instante, pero lo que realmente me preocupaba no era aquel amasijo de dinero, sino la chica que acababa de meter en problemas por hacer aquella estupidez. Miré a la chica de piel de porcelana mientras una sonrisa algo triste se dibujaba en mi cara, aquella expresión suya se me quedó grabada en la mente.
— Señor, pasaremos a retirarle todo lo apostado además de tomar a la joven para que ahora forme parte del casino y sea ganada por alguien más afortunado que usted, hishishihshi. — Aquella estúpida risa no había hecho más que ponerme todavía más molesto, tomaron a la joven y se la llevaron entre la multitud, al parecer iba enserio todo aquello. ¿Cómo podía haber ocurrido aquello? — Perdonen, ¿saben dónde la llevan? — Pregunté al grupo de personas que hacían corrillo a nuestro alrededor mientras habían durado las apuestas. Los maleantes empezaron a reír y mi ira estalló, golpee a uno lanzándolo un par de metros más allá y concentré la energía en mi mano creando un seísmo en el rostro del segundo causando que cayese inconsciente en el instante y que el lugar temblará un poco. Solo quedaba el tercero que no tardó en darme lo que quería, habló de una especie de apuestas clandestinas que se organizaban sobre unas peleas en el sótano del lugar. También me dijo como lograr que me dejaran entrar, según me había dicho bastaría con decirle ciertas palabras a un crupier cerca de la ruleta, por lo visto la chica sería el premio gordo para el ganador.
Llegué al crupier y tras decir las palabras mágicas me dejo pasar tras la ruleta dónde habían unas escaleras ocultas tras una cortina, sin duda un lugar bien escondido. Al parecer aquel lugar estaba lleno de gente que comerciaba con cosas ilegales fuera del bajo mundo: esclavos, akumas, armas, cosas de todo tipo y bastante turbias. En cualquier caso todo aquello me daba lo mismo, al parecer debían de haber encadenado y apresado a mi compañera, por lo visto tenían material de primera para el tema ya que solían tratar con usuarios y seres de demás índoles de modo que al parecer la debían de haber encadenado con kairoseki. Por fin llegué al sótano, lleno de gente de aspecto bastante sospechoso y a un centenar de metros de profundidad a juzgar por la cantidad de escalones que había necesitado bajar hasta llegar, ahora solo cabía encontrar a la chica y ver contra quien tenía que pelear.
No esperé su respuesta, pues la influencia del corro que me rodeaba junto a los empujones y golpes me hicieron lanzar los dados, por una parte sin querer y por otra al no aguantar más aquella tensión. Giraban y giraban, pero nunca habría esperado lo que iba a pasar a continuación, pues al parecer mi suerte había llegado a su fin. — ¡OJOS... DE LA SERPIENTE! — Nunca imaginé que cuatro palabras podrían significar perder tanto, toda la fortuna que había amasado durante las últimas horas había desaparecido en un solo instante, pero lo que realmente me preocupaba no era aquel amasijo de dinero, sino la chica que acababa de meter en problemas por hacer aquella estupidez. Miré a la chica de piel de porcelana mientras una sonrisa algo triste se dibujaba en mi cara, aquella expresión suya se me quedó grabada en la mente.
— Señor, pasaremos a retirarle todo lo apostado además de tomar a la joven para que ahora forme parte del casino y sea ganada por alguien más afortunado que usted, hishishihshi. — Aquella estúpida risa no había hecho más que ponerme todavía más molesto, tomaron a la joven y se la llevaron entre la multitud, al parecer iba enserio todo aquello. ¿Cómo podía haber ocurrido aquello? — Perdonen, ¿saben dónde la llevan? — Pregunté al grupo de personas que hacían corrillo a nuestro alrededor mientras habían durado las apuestas. Los maleantes empezaron a reír y mi ira estalló, golpee a uno lanzándolo un par de metros más allá y concentré la energía en mi mano creando un seísmo en el rostro del segundo causando que cayese inconsciente en el instante y que el lugar temblará un poco. Solo quedaba el tercero que no tardó en darme lo que quería, habló de una especie de apuestas clandestinas que se organizaban sobre unas peleas en el sótano del lugar. También me dijo como lograr que me dejaran entrar, según me había dicho bastaría con decirle ciertas palabras a un crupier cerca de la ruleta, por lo visto la chica sería el premio gordo para el ganador.
Llegué al crupier y tras decir las palabras mágicas me dejo pasar tras la ruleta dónde habían unas escaleras ocultas tras una cortina, sin duda un lugar bien escondido. Al parecer aquel lugar estaba lleno de gente que comerciaba con cosas ilegales fuera del bajo mundo: esclavos, akumas, armas, cosas de todo tipo y bastante turbias. En cualquier caso todo aquello me daba lo mismo, al parecer debían de haber encadenado y apresado a mi compañera, por lo visto tenían material de primera para el tema ya que solían tratar con usuarios y seres de demás índoles de modo que al parecer la debían de haber encadenado con kairoseki. Por fin llegué al sótano, lleno de gente de aspecto bastante sospechoso y a un centenar de metros de profundidad a juzgar por la cantidad de escalones que había necesitado bajar hasta llegar, ahora solo cabía encontrar a la chica y ver contra quien tenía que pelear.
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-Que no me fío ni un pelo de que esto salga bien, eso me parece -dije con voz entrecortada, pero no importaba ya porque no creía que me fueran a dejar salir de allí fácilmente y no tenía del todo claro si quería irme, quedarme o simplemente no tener que pensar.
Además, había alguien importante en la mesa que había perdido varios esclavos y parecía tenerme el ojo echado, aunque quizás fuera mi imaginación. Un tenryubito, noble, o alguna de esas mierdas. Estaba mirándole, manteniéndole la mirada de hecho, y las palabras del crupier llegaron hasta mí un poco tarde y ensordecidas por el ruido que nos rodeaba. Miré al chico al que se le había ocurrido la genial idea de aportarme y la expresión de su cara no era muy alentadora. "Así que ha perdido. Y ahora, ¿qué?" Todavía estaba tanteando la daga bajo mi camiseta, porque las katanas causarían muchos destrozos y daños a gente inocente. O no tan inocente, ya que permanecían impasibles ante el espectáculo que suponía comerciar con la vida de, no una persona, sino varias que quizás no recuperaran la libertad nunca.
Un par de gorilas que había por allí me sujetaron los brazos y me arrastraron entre la multitud para llevarme a quién sabe dónde; todo daba vueltas. Pasamos por una puerta de tantas, bajamos unos cuantos pisos, y en algunos notaba las miradas desde unas celdas improvisadas que parecían encajadas en la pared. ¿Encajadas en la pared? Mi percepción dejaba que desear y caminaba sin saber por qué ni hacia dónde. Ni siquiera se me ocurrió preguntar.
Me metieron en uno de esos cubículos con barrotes, me quitaron las armas sin mucho cuidado ya que pensaban que porque no las había utilizado antes no las utilizaría después, me dejaron la daga. No hubo un cacheo en condiciones, lo cual agradecí más tarde, pero no noté ni me importaba en el momento. Clac. Ahora tenía un pie aprisionado. ¿Por qué sentía cada vez menos fuerz... Por eso no se habían molestado en desarmarme bien, supuse. Me tumbé (qué remedio, no podía sostenerme en pie) en una especie de banco de piedra que sobresalía de la pared y traté de ponerme lo más cómoda posible, que no era mucho. Ya cuando estuviera más lúcida pensaría en qué hacer...
Además, había alguien importante en la mesa que había perdido varios esclavos y parecía tenerme el ojo echado, aunque quizás fuera mi imaginación. Un tenryubito, noble, o alguna de esas mierdas. Estaba mirándole, manteniéndole la mirada de hecho, y las palabras del crupier llegaron hasta mí un poco tarde y ensordecidas por el ruido que nos rodeaba. Miré al chico al que se le había ocurrido la genial idea de aportarme y la expresión de su cara no era muy alentadora. "Así que ha perdido. Y ahora, ¿qué?" Todavía estaba tanteando la daga bajo mi camiseta, porque las katanas causarían muchos destrozos y daños a gente inocente. O no tan inocente, ya que permanecían impasibles ante el espectáculo que suponía comerciar con la vida de, no una persona, sino varias que quizás no recuperaran la libertad nunca.
Un par de gorilas que había por allí me sujetaron los brazos y me arrastraron entre la multitud para llevarme a quién sabe dónde; todo daba vueltas. Pasamos por una puerta de tantas, bajamos unos cuantos pisos, y en algunos notaba las miradas desde unas celdas improvisadas que parecían encajadas en la pared. ¿Encajadas en la pared? Mi percepción dejaba que desear y caminaba sin saber por qué ni hacia dónde. Ni siquiera se me ocurrió preguntar.
Me metieron en uno de esos cubículos con barrotes, me quitaron las armas sin mucho cuidado ya que pensaban que porque no las había utilizado antes no las utilizaría después, me dejaron la daga. No hubo un cacheo en condiciones, lo cual agradecí más tarde, pero no noté ni me importaba en el momento. Clac. Ahora tenía un pie aprisionado. ¿Por qué sentía cada vez menos fuerz... Por eso no se habían molestado en desarmarme bien, supuse. Me tumbé (qué remedio, no podía sostenerme en pie) en una especie de banco de piedra que sobresalía de la pared y traté de ponerme lo más cómoda posible, que no era mucho. Ya cuando estuviera más lúcida pensaría en qué hacer...
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