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English Garden, una bonita isla. O no. Depende de que lado de la isla estés. Por suerte para ti, has entrado en un barco turístico, al distrito sur de la ciudad principal de la isla: TowerBridge. Según desciendes del puerto puedes ver gente caminando de aquí para allá, la mayoría de ellos con aspecto humilde, ropas de mercaderes, o cargando con cajas de mercancías de aquí para allá. Algunos de ellos sobresalen sobre los demás, con un aspecto más desaliñado y rasgos más salvajes que los demás. Uno de ellos pasa a tu lado, cargado con una caja que por lo menos debe pesar trescientos kilos, y te echa una mirada enfadada cuando casi tropieza contigo:
- ¡Aparta, joder! ¡Estás en el puto medio! -su voz es gutural y grave, casi de cavernícola.
Oh, ¿que qué haces aquí? Bueno, en tu búsqueda de la fruta has oído algo sobre un extraño material que se encuentra en esta ciudad. Se dice que es un metal con propiedades que podrían definirse como mágicas. Y dado que aún no has tenido ninguna pista reveladora sobre la fruta, has pensado que tal vez a la Orden le interese sabes de este material. Lo malo... es que no sabes dónde está este metal extraño... Ves un mapa de la ciudad. ¿Por dónde empezar?
- ¡Aparta, joder! ¡Estás en el puto medio! -su voz es gutural y grave, casi de cavernícola.
Oh, ¿que qué haces aquí? Bueno, en tu búsqueda de la fruta has oído algo sobre un extraño material que se encuentra en esta ciudad. Se dice que es un metal con propiedades que podrían definirse como mágicas. Y dado que aún no has tenido ninguna pista reveladora sobre la fruta, has pensado que tal vez a la Orden le interese sabes de este material. Lo malo... es que no sabes dónde está este metal extraño... Ves un mapa de la ciudad. ¿Por dónde empezar?
Iliana Markov
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¡Al fin! ¡Tierra firme! Estaba harto de esa maldita cáscara de madera que no hacía más que balancearse de un lado a otro. No comprendía cómo podían los otros pasajeros conservar su comida en sus estómagos, o cómo se habían hecho a la mar en semejante deshecho de árboles muertos al que alguien había tenido la desacertada idea de llamar barco. Armado con sus escasas pertenencias, se echó la capucha de su túnica sobre la cabeza y bajó por la pasarela ayudado por un miembro de la tripulación. Le temblaban las piernas, y el estómago de vez en cuando rugía amenazando con torturarle de nuevo por haberle subido a aquella cosa. Al llegar al puerto, se apoyó sobre su cayado, y murmurando algunos improperios contra el mar y los barcos cochambrosos, comenzó a alejarse sin despedirse del hombre ni darle las gracias por ayudarle a bajar. Estaba algo malhumorado, pero animado hasta cierto punto por lo que le aguardaba.
No había encontrado la localización de la Shi Shi no mi, pero había escuchado hablar de que alguien en aquella isla se había hecho con un metal muy extraño. Estaría bien que lo obtuviese si era capaz, pues en la Orden lo encontrarían interesante. Si no era posible, al menos pediría al dueño que le dejara investigarlo y tomar notas sobre él. El conocimiento era poder. Mientras avanzaba hacia un cartel informativo con un mapa de la zona. De repente, un hombre tropezó con él, derribando al joven intelectual. El cayado de madera golpeó sonoramente el suelo y se alejó varios metros. Raistlin se revolvió con ira y buscó con la mirada al responsable, para localizar a un gigantesco hombretón que cargaba con una caja de gran tamaño. Este comenzó a soltarle tacos mientras se alejaba, y el alquimista se incorporó con esfuerzo, resoplando, conteniéndose para no contestarle. Aquel tipo habría podido aplastarlo como una mosca de haber querido.
- Maldito troglodita... - susurró en un tono inaudible Raistlin, con la respiración entrecortada.
Avanzó hacia su cayado a trompicones, y lo recogió. Una vez estuvo otra vez apoyado sobre este, siguió andando hacia el mapa, colocándose justo al lado de este. Le bastó con un momento de observación para memorizarlo, y dedicó los instantes siguientes a reposar apoyado contra este y recuperar el aliento. Pensó con lógica: si el metal obraba en poder de alguien, los mejores sitio para empezar a buscar serían el distrito este y el norte. Sin embargo, como presentarse frente a un puerta aleatoria de un rico y llamar para preguntar si guardaban un metal raro no era una idea sensata, decidió dirigirse al primer lugar. Tal vez los artesanos del lugar hubiesen escuchado algo.
No había encontrado la localización de la Shi Shi no mi, pero había escuchado hablar de que alguien en aquella isla se había hecho con un metal muy extraño. Estaría bien que lo obtuviese si era capaz, pues en la Orden lo encontrarían interesante. Si no era posible, al menos pediría al dueño que le dejara investigarlo y tomar notas sobre él. El conocimiento era poder. Mientras avanzaba hacia un cartel informativo con un mapa de la zona. De repente, un hombre tropezó con él, derribando al joven intelectual. El cayado de madera golpeó sonoramente el suelo y se alejó varios metros. Raistlin se revolvió con ira y buscó con la mirada al responsable, para localizar a un gigantesco hombretón que cargaba con una caja de gran tamaño. Este comenzó a soltarle tacos mientras se alejaba, y el alquimista se incorporó con esfuerzo, resoplando, conteniéndose para no contestarle. Aquel tipo habría podido aplastarlo como una mosca de haber querido.
- Maldito troglodita... - susurró en un tono inaudible Raistlin, con la respiración entrecortada.
Avanzó hacia su cayado a trompicones, y lo recogió. Una vez estuvo otra vez apoyado sobre este, siguió andando hacia el mapa, colocándose justo al lado de este. Le bastó con un momento de observación para memorizarlo, y dedicó los instantes siguientes a reposar apoyado contra este y recuperar el aliento. Pensó con lógica: si el metal obraba en poder de alguien, los mejores sitio para empezar a buscar serían el distrito este y el norte. Sin embargo, como presentarse frente a un puerta aleatoria de un rico y llamar para preguntar si guardaban un metal raro no era una idea sensata, decidió dirigirse al primer lugar. Tal vez los artesanos del lugar hubiesen escuchado algo.
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Tus pasos te llevan al barrio de los artesanos, y pasando de la zona monumental, llegas a la zona de los comercios. Allí, además de residencias, hay un gran número de pequeños negocios de todo tipo, desde herrerías hasta zapaterías y tiendas de comida. También hay una pequeña zona de mercado, donde ganaderos y granjeros venden sus mercancías a los compradores. Además de grandullones y gente de tez oscura, ves algunos hombres más delgados y estilizados, con peinados de vivos colores. Son, con diferencia, los menos abundantes, aunque en el barrio monumental había bastantes más. Un grandullón como el que encontraste en el puerto alza un lechón sobre su cabeza, mientras el animal chilla con miedo.
- ¡Mirad que tierno! ¡¡Jugoso y rico!! -grita.
No parece que en esta zona de mercadeo haya mucho donde preguntar, aunque tal vez entre la gente del lugar haya alguien que pueda saber algo del metal. Si no, siempre puedes probar en alguna de las herrerías.
- ¡Mirad que tierno! ¡¡Jugoso y rico!! -grita.
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Raistlin avanzaba con dificultad, cansado por el difícil viaje. Su respiración era dificultosa, y el brazo le temblaba cada vez que se apoyaba sobre su bastón. Tosió, y decidió hacer una parada táctica. Aun tenía bastantes ahorros. Se había ganado un dinero en Hallstat antes de partir trabajando como curandero, y había logrado desplumar a un conde a cambio de un remedio para sus problemas de apetencia sexual... y su silencio. Gracias al generoso pago, había ganado oro suficiente como para comprar un pasaje de barco y seguir teniendo dinero suficiente para vivir bien una temporada. Paso junto a un tenderete donde un gigantón sujetaba al que debía ser su hermano pequeño, y buscó algún albergue. El lugar estaba lleno de restaurantes, y había alguna taberna, pero un lugar le llamó especialmente la atención. Un edificio blanco de dos pisos con un cartel que ponía "El caballo brincador". Se paró un momento ante el lugar, evaluándolo. No parecía un lugar barato, pero eso implicaba que posiblemente lo tratarían bien. Se acercó, acompañado por el ruido de su cayado al tocar el suelo, y entró.
Al cabo de un rato estaba en una bañera de agua caliente, bebiendo de una copa de mosto. Se recostó contra el borde de esta, dando un suspiro de placer y encantado de darle un respiro a su machacado cuerpo. Tras acabar su tercera copa del tinto líquido, se levantó y se secó con una suave toalla. Habían puesto sus túnicas rojas para lavar, pues estaban un tanto sucias tras el viaje, así que se puso la negra y se encaminó al comedor del albergue. Allí se sentó en una mesa individual alejada, junto a la chimenea, y pidió una sopa caliente y un poco de arroz con pescadilla. Comió mientras consultaba uno de los libros que había llevado consigo desde Hallstat, y al acabar lo subió a su habitación. Salió a la calle, y comenzó a dar una vuelta por la zona, en busca de alguna herrería que pareciese particularmente grande, llamativa o que pareciese albergar a un herrero decente. Entró en una que parecía tener un buen tamaño y aguardó a que el artesano, que en ese momento trabajaba en la forja, acabase con eso y pudiera atenderle.
Al cabo de un rato estaba en una bañera de agua caliente, bebiendo de una copa de mosto. Se recostó contra el borde de esta, dando un suspiro de placer y encantado de darle un respiro a su machacado cuerpo. Tras acabar su tercera copa del tinto líquido, se levantó y se secó con una suave toalla. Habían puesto sus túnicas rojas para lavar, pues estaban un tanto sucias tras el viaje, así que se puso la negra y se encaminó al comedor del albergue. Allí se sentó en una mesa individual alejada, junto a la chimenea, y pidió una sopa caliente y un poco de arroz con pescadilla. Comió mientras consultaba uno de los libros que había llevado consigo desde Hallstat, y al acabar lo subió a su habitación. Salió a la calle, y comenzó a dar una vuelta por la zona, en busca de alguna herrería que pareciese particularmente grande, llamativa o que pareciese albergar a un herrero decente. Entró en una que parecía tener un buen tamaño y aguardó a que el artesano, que en ese momento trabajaba en la forja, acabase con eso y pudiera atenderle.
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Hace calor en la herrería. El hombre deja su trabajo en la fragua y se limpia las manos en su delantal de herrero manchado aquí y allá. Pese al aspecto algo rústico de su vestimenta, el hombre tiene una barba poblada y cuidada y una mirada avispada.
- Oh, buenos días, señor. ¿Puedo ayudarle en algo? -pregunta con una sonrisa.
En ese momento escuchas un ruido tras un estante que hay a tu lado, lleno de armas expuestas. Ves cómo un hacha cae, rasgándote la parte baja de la túnica. Una espada se mantiene en equilibrio peligrosamente en el borde del estante superior un instante antes de caer sobre ti.
- ¡Michael! ¡Ten cuidado! -grita el herrero-. ¡Puedes provocar un accidente! -tras el estante sale un zagal con varios objetos metálicos en las manos y cara asustada. Apenas debe tener ocho años.
- L-lo siento. -se disculpa.
- Oh, buenos días, señor. ¿Puedo ayudarle en algo? -pregunta con una sonrisa.
En ese momento escuchas un ruido tras un estante que hay a tu lado, lleno de armas expuestas. Ves cómo un hacha cae, rasgándote la parte baja de la túnica. Una espada se mantiene en equilibrio peligrosamente en el borde del estante superior un instante antes de caer sobre ti.
- ¡Michael! ¡Ten cuidado! -grita el herrero-. ¡Puedes provocar un accidente! -tras el estante sale un zagal con varios objetos metálicos en las manos y cara asustada. Apenas debe tener ocho años.
- L-lo siento. -se disculpa.
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Raistlin escuchó un golpe y un estruendo metálico a su derecha. Entonces algo tiró del borde de su túnica y escuchó el inconfundible sonido de la tela siendo rasgada. Se giró, para encontrarse con un hacha tirada en el suelo y un enorme expositor de armas, aun temblando ligeramente. Se fijó en una espada en precario equilibrio justo sobre su cabeza, y observó con creciente terror cómo el arma se iba inclinando hacia él. Se apartó velozmente, justo para ver el acero caer frente a él y estrellarse en el suelo frente a sus pies. Pálido de la impresión y algo asustado aun, observó el estante intentando buscar el origen de aquel desaguisado. Entonces escuchó al herrero regañando a alguien, y un niño de detrás del mueble. Raist entrecerró los ojos y frunció el ceño, mirando enfadado al chico. Ese torpe renacuajo había estado a punto de matarle. Por un momento estuvo a punto de gritarle, pero se contuvo. Su experiencia con la gente le decía que la mayoría era lo bastante estúpida como para que si lo hacía luego él quedase mal. Y no le apetecía enemistarse con el herrero al que iba a preguntar acerca del metal. Ignoró al niño y se giró hacia el barbudo.
- Buen día tengáis, maese. Mi nombre es Raistlin Majere, de la Orden de Alquimistas de Hallstat - dijo, realizando una leve inclinación de cabeza como saludo - Estoy viajando a lo largo del North Blue recopilando conocimiento e información para que sea incluida en la biblioteca de nuestra Orden, y me han llegado noticias de que ha sido encontrado un metal extraño. Deseo encontrarlo para poder examinarlo y tomar notas sobre él.
El tono de voz del joven alquimista era suave y calmado, a la vez que educado. Mientras hablaba, entrecruzó sus manos sobre el bastón y jugueteó con los pulgares, examinando al herrero. ¿Sería otro idiota, o podía sacar algo en claro de sus estúpidos balbuceos? Agh, estaba deseando encontrar su ansiada akuma no mi. Ya que estaba condenado a una existencia en un mundo de idiotas balbuceantes, al menos que los que le rodeaban fuesen idiotas balbuceantes controlados por él. No dejó traslucir ni una pizca de su odio interno, y continuó hablando con cortesía.
- No pude evitar fijarme en vuestra herrería. Debido a su gran tamaño y buena localización, supuse que estaría regentada por un profesional del oficio de éxito, y que alguien como vos tal vez hubiese oído hablar del tema.
Ahora le tocaba confiar en la estupidez del herrero. Si era otro idiota bondadoso, le daría la información que buscaba sin pedir nada a cambio. Si no... ya pensaría algo. Acababa de estar a punto de morir por culpa de su pupilo, siempre podía apelar a eso para chantajearle. Por otro lado, cabía la posibilidad de que no supiera nada.
- Buen día tengáis, maese. Mi nombre es Raistlin Majere, de la Orden de Alquimistas de Hallstat - dijo, realizando una leve inclinación de cabeza como saludo - Estoy viajando a lo largo del North Blue recopilando conocimiento e información para que sea incluida en la biblioteca de nuestra Orden, y me han llegado noticias de que ha sido encontrado un metal extraño. Deseo encontrarlo para poder examinarlo y tomar notas sobre él.
El tono de voz del joven alquimista era suave y calmado, a la vez que educado. Mientras hablaba, entrecruzó sus manos sobre el bastón y jugueteó con los pulgares, examinando al herrero. ¿Sería otro idiota, o podía sacar algo en claro de sus estúpidos balbuceos? Agh, estaba deseando encontrar su ansiada akuma no mi. Ya que estaba condenado a una existencia en un mundo de idiotas balbuceantes, al menos que los que le rodeaban fuesen idiotas balbuceantes controlados por él. No dejó traslucir ni una pizca de su odio interno, y continuó hablando con cortesía.
- No pude evitar fijarme en vuestra herrería. Debido a su gran tamaño y buena localización, supuse que estaría regentada por un profesional del oficio de éxito, y que alguien como vos tal vez hubiese oído hablar del tema.
Ahora le tocaba confiar en la estupidez del herrero. Si era otro idiota bondadoso, le daría la información que buscaba sin pedir nada a cambio. Si no... ya pensaría algo. Acababa de estar a punto de morir por culpa de su pupilo, siempre podía apelar a eso para chantajearle. Por otro lado, cabía la posibilidad de que no supiera nada.
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El hombre se mesa la barba mientras piensa. Tras unos instantes, niega, dejando caer los hombros, y dice:
- Lo siento, no he oído hablar de ese metal -parece algo triste por no poder ayudarte en tu búsqueda-. De todos modos, si lo que quieres es buscar un metal, tal vez deberías ir a buscar al Museo de Minería. Está por ahí, un par de calles más al norte. -el hombre señala la calle y hace un gesto con la mano.
Cuando vas a salir, sientes un tirón de la parte trasera de la túnica. El niño te mira con cara de cordero degollado y dice:
- Perdón, señor. -acto seguido regresa al interior del establecimiento.
El cielo empieza a nublarse, y unas diminutas gotas empiezan a caer sobre la ciudad. Lo que faltaba. Puedes elegir ir por unas pequeñas callejuelas cubiertas por toldos o bien seguir por la calle principal y cada vez más encharcada.
- Lo siento, no he oído hablar de ese metal -parece algo triste por no poder ayudarte en tu búsqueda-. De todos modos, si lo que quieres es buscar un metal, tal vez deberías ir a buscar al Museo de Minería. Está por ahí, un par de calles más al norte. -el hombre señala la calle y hace un gesto con la mano.
Cuando vas a salir, sientes un tirón de la parte trasera de la túnica. El niño te mira con cara de cordero degollado y dice:
- Perdón, señor. -acto seguido regresa al interior del establecimiento.
El cielo empieza a nublarse, y unas diminutas gotas empiezan a caer sobre la ciudad. Lo que faltaba. Puedes elegir ir por unas pequeñas callejuelas cubiertas por toldos o bien seguir por la calle principal y cada vez más encharcada.
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Raistlin se giró al notar el tirón, y miró con gesto hosco al niño. ¿Primero estuvo a punto de matarlo y ahora pedía perdón? ¿Así de fácil? En fin... parecía arrepentido de verdad, y ni siquiera él era tan de piedra como para no aceptar las disculpas del chaval. Con el ceño fruncido aun fruncido pero un gesto no tan hostil, le dio un par de palmadas en la cabeza y le dijo:
- No pasa nada.
Prácticamente al momento, se escabulló de nuevo hacia el interior de la herrería. El joven alquimista suspiró y se dio la vuelta. Entonces un goterón cayó sobre la punta de su nariz. Sacudió la cabeza, sorprendido y molesto. ¿Llovía? Lo que le faltaba... en fin, era de Hallstat. Por mucho que fuese propenso a estar enfermo, estaba acostumbrado a la lluvia, y sus túnicas protegían bien de esta. Se colocó la capucha y comenzó a caminar en la dirección indicada por el hombre. Era poco probable que encontrase el metal en el museo. Algo tan raro y valioso posiblemente estaría en manos de un rico. Sin embargo, puede que en el museo supieran algo, o incluso que ya lo hubiesen tenido allí siendo estudiado. Tal vez incluso realmente estuviera en el propio museo. En todo caso, ciertamente era uno de los lugares donde más probablemente recibiría información.
- Bien... Y ahora, ¿por dónde voy?
El camino obvio era seguir por la calle principal, pero no había soportales en los que refugiarse de la lluvia. Tenía a su derecha una callejuela secundaria cubierta por toldos. La miró, pensativo. ¿Se arriesgaría? "Técnicamente, no estoy en un barrio peligroso. O eso entiendo, dado que estamos en la zona de los artesanos. Pero esta es una ciudad desconocida para mi. Podría meterme en un lugar menos seguro, perderme o acabar en vete a saber qué líos. Así pues, ¿pescar un resfriado, o un navajazo entre las costillas? Casi que me quedo con la lluvia." Siguió por la calle principal, envolviéndose en su túnica y maldiciendo su suerte. Ojalá encontrase pronto ese maldito edificio.
- No pasa nada.
Prácticamente al momento, se escabulló de nuevo hacia el interior de la herrería. El joven alquimista suspiró y se dio la vuelta. Entonces un goterón cayó sobre la punta de su nariz. Sacudió la cabeza, sorprendido y molesto. ¿Llovía? Lo que le faltaba... en fin, era de Hallstat. Por mucho que fuese propenso a estar enfermo, estaba acostumbrado a la lluvia, y sus túnicas protegían bien de esta. Se colocó la capucha y comenzó a caminar en la dirección indicada por el hombre. Era poco probable que encontrase el metal en el museo. Algo tan raro y valioso posiblemente estaría en manos de un rico. Sin embargo, puede que en el museo supieran algo, o incluso que ya lo hubiesen tenido allí siendo estudiado. Tal vez incluso realmente estuviera en el propio museo. En todo caso, ciertamente era uno de los lugares donde más probablemente recibiría información.
- Bien... Y ahora, ¿por dónde voy?
El camino obvio era seguir por la calle principal, pero no había soportales en los que refugiarse de la lluvia. Tenía a su derecha una callejuela secundaria cubierta por toldos. La miró, pensativo. ¿Se arriesgaría? "Técnicamente, no estoy en un barrio peligroso. O eso entiendo, dado que estamos en la zona de los artesanos. Pero esta es una ciudad desconocida para mi. Podría meterme en un lugar menos seguro, perderme o acabar en vete a saber qué líos. Así pues, ¿pescar un resfriado, o un navajazo entre las costillas? Casi que me quedo con la lluvia." Siguió por la calle principal, envolviéndose en su túnica y maldiciendo su suerte. Ojalá encontrase pronto ese maldito edificio.
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La lluvia no deja de arreciar, y acabas llegando bastante calado a la zona del Museo. El enorme edificio se alza ante tí, con esplendorosa magnificencia. Hecho en roca blanca, con un estilo renacentista, el edificio tiene un portón principal abierto, del que no dejan de entrar y salir gente de aspecto variopinto. Parece haber un par de carteles sobre la exposición de minerales en el piso 4, una exposición de la prehistoria en el piso 3, y una colección de restos de excavaciones en las islas vecinas en los pisos 1 y 2. También hay un par de guardias de seguridad a los que puedes preguntar para orientarte.
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Al ver el edificio comenzó a avanzar a paso rápido hacia él, forzando sus cansadas piernas y el brazo del bastón. Sólo podía pensar en llegar cuanto antes al lugar para refugiarse de la lluvia. Era obvio que aquel lugar era el museo. Uno hubiese podido pensar que Raistlin lo había reconocido por ser más grande que los edificios del lugar, por su arquitectura claramente diferente a la del lugar o por el enorme letrero que rezaba "Museo de Minería". El joven se metió en el interior del edificio, y se acercó a unos carteles mientras se sacaba la capucha. En estos no vio nada que le interesase; necesitaba hablar con algún encargado o algo así. Se fijó entonces en unos tipos que debían ser los vigilantes. No estaba familiarizado con las costumbres de aquellos países extranjeros, pero el hecho de que iban armados y con uniforme hacía demasiado evidente su papel. En aquel momento, el joven alquimista hubiese preferido estar en su habitación tomando una taza de té caliente y leyendo algún libro, y no aguantar una tormenta y andar tratando con simios estúpidos en busca de un cacho de metal. Pero la vida del intelectual era dura. Se aproximó a los guardias, y dijo:
- Disculpadme, caballeros. ¿Podrían indicarme dónde puedo encontrar a alguno de los responsables del museo?
Pensó en añadir también que era miembro de la Orden, pero desconocía si era conocida más allá de las fronteras del reino. En la herrería lo había mencionado como método para impresionar al herrero, que seguramente no era más que un pobre diablo que poco sabía de lo que había más allá de la puerta de su casa. Y en fin, tampoco le hacía gracia ir gritándolo a los cuatro vientos. No sabía si eso se cumplía en otros países, pero en Hallstat la gente recelaba muchísimo de los intelectuales. Eso dificultaba mucho la labor de la Orden, y en muchos casos los alquimistas ocultaban su identidad para evitar encontronazos con el supersticioso pueblo llano, para quienes eran poco más que hechiceros y adoradores del diablo.
- Disculpadme, caballeros. ¿Podrían indicarme dónde puedo encontrar a alguno de los responsables del museo?
Pensó en añadir también que era miembro de la Orden, pero desconocía si era conocida más allá de las fronteras del reino. En la herrería lo había mencionado como método para impresionar al herrero, que seguramente no era más que un pobre diablo que poco sabía de lo que había más allá de la puerta de su casa. Y en fin, tampoco le hacía gracia ir gritándolo a los cuatro vientos. No sabía si eso se cumplía en otros países, pero en Hallstat la gente recelaba muchísimo de los intelectuales. Eso dificultaba mucho la labor de la Orden, y en muchos casos los alquimistas ocultaban su identidad para evitar encontronazos con el supersticioso pueblo llano, para quienes eran poco más que hechiceros y adoradores del diablo.
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- Eh... lo siento, ¿tiene usted un pase? -pregunta el guardia. No parece dispuesto a negociar-. Si no lo tiene, me temo que tengo que pedirle que no entre. La señorita Vashj no desea que nadie la moleste mientras hace sus negocios. El hombre te echa con un gesto de la mano.
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¿Un pase? Se fijó con un rápido vistazo que la gente que entraba enseñaba una entrada a los de seguridad. Vashj, ¿eh? Su mente trabajaba a toda velocidad realizando teorías y elucubraciones. Alguien con tanta influencia como para clausurar un museo entero al público, rumores de un metal extraño... las posibilidades de que ambos eventos estuviesen relacionados eran muy altas. Debía intentar entrar en ese lugar. Y para eso, debía pasar ante esos guardias. No eran muy avispados, pero sí fuertes. Parecía que no dudarían en echar a Raistlin si no se retiraba. "Sin embargo, obedecen órdenes. Sólo tengo que actuar y tratar de que obedezcan las mías. Manipular su subconsciente."
- Señor mío, tened cuidado con esa mano. ¿No veis que estáis frente a un hombre enfermo? - dijo, haciendo notar la presencia de su bastón dando un sonoro toque con él en el suelo - Reitero mi petición, dado que he perdido mi pase.
Ahora venía la parte complicada. Debía intentar convencerles de que DEBIAN cooperar con él y obedecerle o estarían en un lío. Se puso todo lo firme que le permitió su cansado cuerpo y los temblores del frío, y dijo:
- Estáis usted frente al representante de la Orden de Alquimistas de Hallstat. Soy un hombre de salud frágil, y si sigo a la intemperie seguramente acabe teniendo que guardar cama varios días. Dudo que a lady Vashj o a vuestros superiores les guste saber que me habéis dejado fuera del museo, así que es elección vuestra, caballero. Me dejáis pasar para que pueda calentarme y arreglar el problema del pase con lady Vashj, o me impedís la entrada y planteo una queja al director del museo por mantenerme fuera, cogiendo frío. Señor, no me gustaría recurrir a eso, no soy una persona a la que le guste perjudicar a un hombre que sólo hace su trabajo. Pero tampoco estoy dispuesto a enfermar por haber perdido un maldito pase, como comprenderéis.
Pronunció sus palabras con total educación, en un tono ligeramente ofendido pero respetuoso. Al mismo tiempo adoptó una pose que no dejaba lugar a réplica, como si fuese alguien acostumbrado a mandar. Si tenía suerte y realizaba una buena interpretación, tal vez lograse jugar con el subconsciente de aquellos tipos y lograr que se tragasen su historia. Una vez dentro, ya se las apañaría para pasar desapercibido.
- Señor mío, tened cuidado con esa mano. ¿No veis que estáis frente a un hombre enfermo? - dijo, haciendo notar la presencia de su bastón dando un sonoro toque con él en el suelo - Reitero mi petición, dado que he perdido mi pase.
Ahora venía la parte complicada. Debía intentar convencerles de que DEBIAN cooperar con él y obedecerle o estarían en un lío. Se puso todo lo firme que le permitió su cansado cuerpo y los temblores del frío, y dijo:
- Estáis usted frente al representante de la Orden de Alquimistas de Hallstat. Soy un hombre de salud frágil, y si sigo a la intemperie seguramente acabe teniendo que guardar cama varios días. Dudo que a lady Vashj o a vuestros superiores les guste saber que me habéis dejado fuera del museo, así que es elección vuestra, caballero. Me dejáis pasar para que pueda calentarme y arreglar el problema del pase con lady Vashj, o me impedís la entrada y planteo una queja al director del museo por mantenerme fuera, cogiendo frío. Señor, no me gustaría recurrir a eso, no soy una persona a la que le guste perjudicar a un hombre que sólo hace su trabajo. Pero tampoco estoy dispuesto a enfermar por haber perdido un maldito pase, como comprenderéis.
Pronunció sus palabras con total educación, en un tono ligeramente ofendido pero respetuoso. Al mismo tiempo adoptó una pose que no dejaba lugar a réplica, como si fuese alguien acostumbrado a mandar. Si tenía suerte y realizaba una buena interpretación, tal vez lograse jugar con el subconsciente de aquellos tipos y lograr que se tragasen su historia. Una vez dentro, ya se las apañaría para pasar desapercibido.
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El hombre parece dudar un instante, para luego señalar una serie de asientos dentro de la entrada del museo, a cubierto de la lluvia. Bueno, has pasado la primera barrera, y tal vez puedas colarte entre el gentío que hay por ahí. Todos parecen ser de la más alta alcurnia, y sinceramente, destacas como un merengue en el Camp Nou. El caso es que los asientos parecen cómodos y muy muy muy blanditos.
Del hall principal salen varias escaleras, a los pisos superiores, o bien una puerta que lleva a la sala principal de la exposición. En todos esos lugares parece haber guardias, así que tal vez no sea una buena idea ir como si nada. Todos ellos van uniformados y es probable que estén armados.
Los guardias son un total de 12 tiradores lvl 1 repartidos por la sala. Admitámoslo, aunque solo fuera uno, y estuviera desarmado, no ibas a tener oportunidad.
Del hall principal salen varias escaleras, a los pisos superiores, o bien una puerta que lleva a la sala principal de la exposición. En todos esos lugares parece haber guardias, así que tal vez no sea una buena idea ir como si nada. Todos ellos van uniformados y es probable que estén armados.
Los guardias son un total de 12 tiradores lvl 1 repartidos por la sala. Admitámoslo, aunque solo fuera uno, y estuviera desarmado, no ibas a tener oportunidad.
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Raistlin se acercó tambaleándose sobre su bastón a los asientos. Cansado, se desplomó sobre uno y se dejó descansar sobre este, jadeando ligeramente. Esperó un par de minutos para dejar reposar a sus piernas, y se quitó la empapada capa de la túnica para no resfriarse. Miró a su alrededor buscando un sitio donde dejarla, pero no vio nada. Frunció el ceño, algo molesto, y maldijo mentalmente a los idiotas que habían hecho aquel museo. Tras un rato de liberar odio contra aquel lugar y las madre de sus fundadores, se echó la capa por encima sin cerrársela, dejándola colgada de los hombros, y se levantó. Acompañado por el característico ruido de su bastón, avanzó entre la gente. Algunos lo miraban raro, pero Raistlin se limitó a cumplir su papel y avanzar todo lo digna y orgullosamente que le permitía su maltrecho cuerpo. Si mantenía una actitud tranquila en lugar de ponerse nervioso o actuar con cautela, nadie haría demasiadas preguntas. No pudo evitar fijarse en los guardias del lugar, pero no les prestó demasiada atención. No porque fuese un inconsciente, si no porque para transmitir realmente una actitud había que creerse uno mismo el papel que realizaba.
- A ver... dónde estará... - murmuró para sí - Ah, allá.
Se acercó renqueante a la puerta principal de la exposición. Era obvio que tenía que dirigirse hacia allí; si se metía por alguna de las escaleras a lo mejor lo guardias lo paraban. Se suponía, por el papel que representaba, que había ido a la exposición principal. Además, si sus sospechas eran ciertas, las probabilidades de que lo que buscaba estuviese en la exposición eran elevadas. Manteniendo su actitud, atravesó las puertas. Era hora de ver si tantos riesgos habían merecido la pena o si había cometido un error yendo allí.
- A ver... dónde estará... - murmuró para sí - Ah, allá.
Se acercó renqueante a la puerta principal de la exposición. Era obvio que tenía que dirigirse hacia allí; si se metía por alguna de las escaleras a lo mejor lo guardias lo paraban. Se suponía, por el papel que representaba, que había ido a la exposición principal. Además, si sus sospechas eran ciertas, las probabilidades de que lo que buscaba estuviese en la exposición eran elevadas. Manteniendo su actitud, atravesó las puertas. Era hora de ver si tantos riesgos habían merecido la pena o si había cometido un error yendo allí.
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La exposición principal está frente a ti. Se trata de una serie de salas dedicadas a cada una de las islas vecinas. Hay una de Hallstat, así que tal vez podrías acercarte a mirar qué han encontrado en tu isla natal. También hay de la isla helada de Gelum, de Mianna (sobre todo piedras volcánicas) y unas pocas de Karakura.
La sala está llena de gente, y puedes observar que la mayoría de ellos llevan una chapita dorada con las iniciales A.V.C. a modo de pin. ¿Qué demonios será esa cosa? En fin, el caso es que puedes ir a cualquiera de las cuatro zonas. La gente del lugar parece especialmente interesada en Gelum y Mianna, pues son las dos salas más llenas. Tal vez tengan algo especial e insólito.
La sala está llena de gente, y puedes observar que la mayoría de ellos llevan una chapita dorada con las iniciales A.V.C. a modo de pin. ¿Qué demonios será esa cosa? En fin, el caso es que puedes ir a cualquiera de las cuatro zonas. La gente del lugar parece especialmente interesada en Gelum y Mianna, pues son las dos salas más llenas. Tal vez tengan algo especial e insólito.
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El erudito observó con cierta nostalgia el cartel que indicaba la exposición de Hallstat. Le hubiese gustado echarle un vistazo, pero dudaba que todo aquello estuviese montado por algo de su isla natal. A parte, de haberse tratado de un hallazgo del reino, la Orden se hubiese enterado. Estaría bien investigar de todos modos, pero viendo que la mayor parte de gente estaba en las exposiciones de Gelum y Mianna, sería tal vez más productivo mirar aquella. "Si mis sospechas son ciertas, entonces lo más lógico sería que el mineral estuviera en la zona más visitada. Esto es una exposición privada, con lo que esta gente ha sido invitada explícitamente para alguna celebración... o para ver algo." Con mirada decidida, comenzó a avanzar hacia la sala de Gelum, encorvado y apoyándose sobre su cayado con ambas manos.
A medida avanzaba se fijó en que la mayoría de asistentes llevaban un pin dorado con unas letras. ¿A.V.C.? ¿Qué sería aquello? Se secó el sudor de la frente con un pañuelo, causado por el esfuerzo, mientras intentaba hacer memoria y pensar en nombres de gente poderosa, de organizaciones o compañías comerciales que pudiesen coincidir. Una sospecha cruzó su mente... ¿podía ser que la V fuese de "Vashj"? En ese caso, posiblemente el resto de letras fuesen las iniciales de su nombre de pila y apodo o segundo apellido. En algunas culturas se poseían dos o más en lugar de uno. "Sin embargo, ¿por qué chapas con su nombres? No... más bien deben hacer referencia a alguna clase de grupo. ¿Podría ser que fuese alguna clase de sociedad cultural fundada por la familia de esta mujer? Asociación Vashj... ¿Cultural? Sería más adecuado Asociación Cultural Vashj, así que posiblemente me equivoque. En fin... especular sin más datos es inútil." Observó la exposición, en busca de algo inusual, al tiempo que procuraba prestar atención a las conversaciones cercanas.
Mientras avanzaba, mantuvo una actitud de aparente concentración, fingiendo no estar atento a sus alrededores. Su intención era la misma que antes; evitar sospechas contrarrestando su apariencia con una pose que transmitiese seguridad, para que la gente no se hiciese demasiadas preguntas sobre quién era o qué hacía allí. Debía asumir, sin embargo, que era posible que hubiese quien supiera desde un primer momento que él no había sido invitado. "De ser así, el que no me hayan echado aun se volvería una situación preocupante. Estaré atento por si la situación se vuelve peligrosa."
A medida avanzaba se fijó en que la mayoría de asistentes llevaban un pin dorado con unas letras. ¿A.V.C.? ¿Qué sería aquello? Se secó el sudor de la frente con un pañuelo, causado por el esfuerzo, mientras intentaba hacer memoria y pensar en nombres de gente poderosa, de organizaciones o compañías comerciales que pudiesen coincidir. Una sospecha cruzó su mente... ¿podía ser que la V fuese de "Vashj"? En ese caso, posiblemente el resto de letras fuesen las iniciales de su nombre de pila y apodo o segundo apellido. En algunas culturas se poseían dos o más en lugar de uno. "Sin embargo, ¿por qué chapas con su nombres? No... más bien deben hacer referencia a alguna clase de grupo. ¿Podría ser que fuese alguna clase de sociedad cultural fundada por la familia de esta mujer? Asociación Vashj... ¿Cultural? Sería más adecuado Asociación Cultural Vashj, así que posiblemente me equivoque. En fin... especular sin más datos es inútil." Observó la exposición, en busca de algo inusual, al tiempo que procuraba prestar atención a las conversaciones cercanas.
Mientras avanzaba, mantuvo una actitud de aparente concentración, fingiendo no estar atento a sus alrededores. Su intención era la misma que antes; evitar sospechas contrarrestando su apariencia con una pose que transmitiese seguridad, para que la gente no se hiciese demasiadas preguntas sobre quién era o qué hacía allí. Debía asumir, sin embargo, que era posible que hubiese quien supiera desde un primer momento que él no había sido invitado. "De ser así, el que no me hayan echado aun se volvería una situación preocupante. Estaré atento por si la situación se vuelve peligrosa."
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Según entras en la sala de Gelum sientes cómo un frío bastante intenso te golpea. Y pronto entiendes por qué. Muchas de las excavaciones de Gelum se realizan en el frío hielo de la isla, y en esa sala hay excavaciones de enormes animales congelados en bloques de hielo. También hay restos de antiguos pobladores, y lo que parece ser la atracción estrella de esa parte de la exposición: sobre un enorme pedestal de mármol descansa lo que parece ser un huevo de color metalizado con tintes azules.
Un montón de gente está en ese lugar, aunque la mayoría de personas están alrededor del huevo metalizado y de un par de animales congelados especialmente espectaculares (un mamut y una especie de oso polar gigante)
- Huevo:
Un montón de gente está en ese lugar, aunque la mayoría de personas están alrededor del huevo metalizado y de un par de animales congelados especialmente espectaculares (un mamut y una especie de oso polar gigante)
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Raistlin se envolvió en la capa y tosió, algo afectado por el cambio de temperatura. Sus ropas aun estaban mojadas, lo que no mejoró la desagradable situación. Frunció el ceño y se internó en la exposición, dirigiéndose a una pieza rodeada de gente. "Ya podían poner aparatos de calor. Por lo que leí en la biblioteca de la Orden, en estos países extranjeros poseen máquinas que calientan el interior de los edificios sin necesidad de chimenea. Simplemente tendrían que cubrir lo expuesto y ya." Algo malhumorado, renqueó hacia la muchedumbre, abriéndose paso como pudo hasta estar lo bastante cerca para ver la pieza expuesta. Entonces abrió los ojos bastante, impresionado por el extraño y hermoso huevo.
¿Qué sería aquello? No tenía claro que fuese el material que buscaba. Efectivamente, tenía un color metálico... pero no estaba seguro de que fuese un metal. Más aun, tenía forma de huevo. ¿Podía ser que ya lo hubiesen trabajado? Había creído que siendo un hallazgo nuevo sería una mena. Extraño... tal vez no fuese eso lo que venía buscando. Pero, ¿cómo saberlo? Escucharía los comentarios cercanos, a ver si se enteraba de algo interesante, y si no averiguaba nada ni notaba nada raro se dirigiría a la sala de Mianna. Seguro que allí haría menos frío y estaría más a gusto. Carraspeó al notar picor en la garganta. ¿Ya se estaba resfriando otra vez? Estúpida lluvia...
¿Qué sería aquello? No tenía claro que fuese el material que buscaba. Efectivamente, tenía un color metálico... pero no estaba seguro de que fuese un metal. Más aun, tenía forma de huevo. ¿Podía ser que ya lo hubiesen trabajado? Había creído que siendo un hallazgo nuevo sería una mena. Extraño... tal vez no fuese eso lo que venía buscando. Pero, ¿cómo saberlo? Escucharía los comentarios cercanos, a ver si se enteraba de algo interesante, y si no averiguaba nada ni notaba nada raro se dirigiría a la sala de Mianna. Seguro que allí haría menos frío y estaría más a gusto. Carraspeó al notar picor en la garganta. ¿Ya se estaba resfriando otra vez? Estúpida lluvia...
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Según escuchas por los susurros de la gente, se trata de un huevo. ¿Un huevo con ese aspecto? Además, al lado del pedestal hay un pequeño cartelito que reza:
Que raro... El caso es que si sales del lugar y en la zona de Mianna parece haber un montón de gente, también. Entre los cuerpos disecados de dos enormes lagartos, y bajo un esqueleto completo de un pájaro de dimensiones colosales hay un montón de gente mirando un expositor donde parece haber restos de civilizaciones pasadas. Un hombre tropieza contigo y se disculpa con un gesto.
- Oh, lo siento... -dicho esto, se aleja a otra de las salas.
¿Y ahora, qué?
Huevo encontrado en la zona interior de Gellum. Se cree que pertenece a una especie reptiliana endémica. Los mitos locales hablan de dragones en esta isla, pero esos rumores están sin confirmar.
Que raro... El caso es que si sales del lugar y en la zona de Mianna parece haber un montón de gente, también. Entre los cuerpos disecados de dos enormes lagartos, y bajo un esqueleto completo de un pájaro de dimensiones colosales hay un montón de gente mirando un expositor donde parece haber restos de civilizaciones pasadas. Un hombre tropieza contigo y se disculpa con un gesto.
- Oh, lo siento... -dicho esto, se aleja a otra de las salas.
¿Y ahora, qué?
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El debilucho alquimista cayó de bruces al suelo por el empujón. Logró poner las manos delante y evitar un golpe más aparatoso, pero no pudo evitar llevarse un doloroso golpe en las rodillas. Alzó la cabeza, iracundo, para echar la bronca al descuidado que lo había tirado. El tipo se alejaba sin molestarse siquiera en ayudarle a levantarse de nuevo, ante lo que un enfadado Raistlin trató de gritarle, pero un ataque de tos le impidió pronunciar palabra alguna. Agarró su bastón, malhumorado, y se levantó con bastante esfuerzo, apoyándose en un asiento. Una vez en pie, observó a su alrededor en buscar de algo interesante que observar o estudiar, pero no había nada.
- Tal vez me haya confundido... - murmuró para sí mismo, en un tono inaudible.
Movido un poco por la curiosidad, se dirigió a la exposición sobre Hallstat. Difícil era que hubiese algo que la Orden no conociera ya, pero visto que no había nada en las exposiciones de Gellum ni Mianna, le apetecía mirar qué tenían sobre su tierra natal. Si no encontraba nada, miraría en la sala de Karakuri. Comenzó a alejarse de la multitud apoyándose en su cayado, respirando ahogadamente y tratando de ignorar el dolor de sus rodillas. Para cuando entró en la sala, se tuvo que apoyar (o más bien derrumbar) contra una pared para recobrar las energías. El sonido de sus pulmones hinchándose y deshinchándose parecían más el respirar de un moribundo que el de un hombre joven.
- Venga... ya... queda poco.
Una vez saliese de aquel condenado museo, se iría directamente al albergue a meterse en cama a descansar. No se sentía en condiciones de hacer nada. Maldijo su débil cuerpo, sintiendo una intensa y frustrante impotencia. Si tan sólo tuviese un cuerpo más fuerte... no, si tan sólo pudiera vivir sin aquella tortura diaria, las cosas serían diferentes. ¿Por qué él? ¿Era ese el precio de la inteligencia y el conocimiento? ¿Y por qué otros hombres de su talla intelectual gozaban de salud y felicidad, mientras él era tan sólo un enfermo crónico y amargado? Apretando los dientes por el esfuerzo, se separó de la pared y siguió avanzando hacia la exposición, agarrándose con ambas manos al cayado y caminando medio encorvado.
- Tal vez me haya confundido... - murmuró para sí mismo, en un tono inaudible.
Movido un poco por la curiosidad, se dirigió a la exposición sobre Hallstat. Difícil era que hubiese algo que la Orden no conociera ya, pero visto que no había nada en las exposiciones de Gellum ni Mianna, le apetecía mirar qué tenían sobre su tierra natal. Si no encontraba nada, miraría en la sala de Karakuri. Comenzó a alejarse de la multitud apoyándose en su cayado, respirando ahogadamente y tratando de ignorar el dolor de sus rodillas. Para cuando entró en la sala, se tuvo que apoyar (o más bien derrumbar) contra una pared para recobrar las energías. El sonido de sus pulmones hinchándose y deshinchándose parecían más el respirar de un moribundo que el de un hombre joven.
- Venga... ya... queda poco.
Una vez saliese de aquel condenado museo, se iría directamente al albergue a meterse en cama a descansar. No se sentía en condiciones de hacer nada. Maldijo su débil cuerpo, sintiendo una intensa y frustrante impotencia. Si tan sólo tuviese un cuerpo más fuerte... no, si tan sólo pudiera vivir sin aquella tortura diaria, las cosas serían diferentes. ¿Por qué él? ¿Era ese el precio de la inteligencia y el conocimiento? ¿Y por qué otros hombres de su talla intelectual gozaban de salud y felicidad, mientras él era tan sólo un enfermo crónico y amargado? Apretando los dientes por el esfuerzo, se separó de la pared y siguió avanzando hacia la exposición, agarrándose con ambas manos al cayado y caminando medio encorvado.
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ves un grupo de personas de aspecto rico y pomposo saliendo de la sala de Halstat siguiendo a un hombre con traje de negocios y gafas de sol. Parecen bastante apurados. Suben por una de las escaleras de la entrada al segundo piso, y los guardias se ponen en firme ante el hombre del traje.
Mientras tanto, en la zona de Halstat hay una gran cantidad de restos de arquitectura, alfarería y restos humanos. En general el lugar es bastante pobre, debido al estado del país, bastante cerrado para la exportación y ese tipo de cosas.
El caso es que también hay un par de cuadros de antiguos monarcas y una estatua de un hombre empuñando un estoque de piedra.
Maldita sea, ese sitio no parece tener nada interesante...
Mientras tanto, en la zona de Halstat hay una gran cantidad de restos de arquitectura, alfarería y restos humanos. En general el lugar es bastante pobre, debido al estado del país, bastante cerrado para la exportación y ese tipo de cosas.
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Maldita sea, ese sitio no parece tener nada interesante...
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Aquello comenzaba a resultar bastante frustrante. Suspiró pesadamente, con un sonido que pareció más un estertor de muerte que una respiración. Acto seguido comenzó a toser con bastante fuerza, causando que se le irritara la garganta. ¿Hasta cuándo iba a seguir empeorando el día? ¿A caso iba a enfermar para nada? Para otra persona un resfriado no significaba nada, pero para él podía suponerle pasar un par de semanas guardando cama. "Aun no has agotado todas tus opciones... relájate y descansa un poco" se dijo, procurando mantener el control. Aun podía ser que encontrase algo en la sala de Karakuri que hiciese merecer la pena el viaje. Se trataba de una exposición privada, así que pensar en que hubiera algo particulamente raro y valioso no era descabellado. Trató de respirar hondo lentamente, para evitar que sus torturados pulmones volvieran a jugarle una mala pasada, y echó un vistazo a la sala.
- La familia Markov... ¿aun se conservan cuadros siquiera de aquella gente? - murmuró al ver uno de los retratos.
El cuadro que miraba era una pintura de Sorin I de Hallstat, fundador del reino y la dinastía Markov. En este se representaba a un hombre pálido de pelo blanco, ataviado con una armadura y apoyado sobre una espada bastarda. Sí, en su tiempo había sido un gran monarca, pero los Markov habían caído en desgracia hacía ya siglos. Le extrañaba que se conservaran retratos siquiera, pues había habido una fuerte persecución contra ellos tras la guerra de sucesión. Por otro lado... creía recordar haber oído algo de que su estirpe seguía viva en una de las regiones occidentales de Hallstat, y que uno de los herederos de la casa se había convertido en un hombre influyente fuera del reino. En el momento no había concedido mayor interés al asunto, y ahora seguía sin dárselo, por mucho que fuese un dato curioso.
- Creo que ya me ha llegado de perder el tiempo. Hora de volver al trabajo - se dijo a sí mismo.
Se levantó con cierto esfuerzo, apoyándose con su bastón al tiempo que en el propio banco, y comenzó a avanzar torpemente hacia la sala de Karakuri. Si no había nada en esta, no le quedaría otra que largarse del lugar. Bastante se había arriesgado colándose en aquel lugar sin invitación, más aun con la enorme cantidad de guardias que había en el lugar.
- La familia Markov... ¿aun se conservan cuadros siquiera de aquella gente? - murmuró al ver uno de los retratos.
El cuadro que miraba era una pintura de Sorin I de Hallstat, fundador del reino y la dinastía Markov. En este se representaba a un hombre pálido de pelo blanco, ataviado con una armadura y apoyado sobre una espada bastarda. Sí, en su tiempo había sido un gran monarca, pero los Markov habían caído en desgracia hacía ya siglos. Le extrañaba que se conservaran retratos siquiera, pues había habido una fuerte persecución contra ellos tras la guerra de sucesión. Por otro lado... creía recordar haber oído algo de que su estirpe seguía viva en una de las regiones occidentales de Hallstat, y que uno de los herederos de la casa se había convertido en un hombre influyente fuera del reino. En el momento no había concedido mayor interés al asunto, y ahora seguía sin dárselo, por mucho que fuese un dato curioso.
- Creo que ya me ha llegado de perder el tiempo. Hora de volver al trabajo - se dijo a sí mismo.
Se levantó con cierto esfuerzo, apoyándose con su bastón al tiempo que en el propio banco, y comenzó a avanzar torpemente hacia la sala de Karakuri. Si no había nada en esta, no le quedaría otra que largarse del lugar. Bastante se había arriesgado colándose en aquel lugar sin invitación, más aun con la enorme cantidad de guardias que había en el lugar.
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