[Rol Moderado - Nivel 5] Extraña criatura en el pantano [Moderado para Alex]

Alex vio su grandiosa oportunidad en... ¡Oh, mierda! ¿Shoko otra vez? Sigh...

Volvamos a empezar. Alex estaba muy harto de ir a Shoko cada dos por tres, pero ahora por fin parecía que iba a encontrar algo. ¡Algo importante! ¡Algo que por fin le haría ascender en la jerarquía del cuerpo científico gubernamental lo suficiente como para poder financiar sus proyectos! El doctor viajaba en su barco, el cual surcaba las olas como el bisturí la carne del cadáver que Alex tenía tendido en la mesa de operaciones. Hacía ya una hora que el hombre había dejado de moverse, pero Alex seguía impresionado por el estado de sus vísceras, carcomidas por una extraña enfermedad.

El viaje prosiguió hasta que el chico llegó a la odiosa isla-pantano. Se preguntó si los colores predominantes allí serían el azul y el negro, y enseguida se cuestionó por qué había pensado eso. En cualquier caso, parecía que no era el único interesado en los rumores de gente desaparecido y convertida en homicidas. Un científico de bata blanca estaba ya en la costa, desembarcando sus bártulos con un cuerpo de unos cuantos científicos de campo. Alex pensó en que tal vez lo mejor fuera hablar con el tipo, para ver qué sabía acerca del caso. Siempre podrían trabajar juntos. Luego solo tendría que derretirle la cara con ácido para que no pudiera hablar y quedarse él con todo el mérito. O tal vez le practicase una lobotomía sin anestesia. Cualquiera de las dos opciones sonaba interesante.

- Buenos días... -dijo, mientras se acercaba al cabeza-tuerca-. ¿Vienes aquí por el caso de los locos desaparecidos? -preguntó, acercándose y murmurando, como si fuera un alto secreto.

Alex observó a su compañero científico, que parecía estarlo tratando como a un niño que busca atención. Tras eso, uno de los hombres del científico tropezó y la caja de aparejos que cargaba acabó en el suelo, con el consiguiente ruido de aparatos de laboratorio rotos.

La respuesta del doctor tuerca fue girarse hacia él con un ataque de ira que a Alex tan solo le pareció infantil y desproporcionado en comparación con el accidente, y mató a su subordinado a base de puñetazos. Unas gotitas de sangre salpicaron al doctor, que simplemente miró asqueado los puntos rojizos sobre su chaqueta.

- Podrías tener más cuidado... -murmuró, molesto, mientras se acercaba al cadáver e inspeccionaba el cráneo hundido. Sin duda el hombre tenía una fuerza brutal.

Tras una ojeada rápida, Alex se giró hacia el hombre-tuerca y murmuró:

- Me gustaría unir fuerzas con usted para la investigación de este extraño fenómeno. -dicho esto, extendió la mano, dispuesto a estrechársela a su compañero de oficio.

Alex se encogió de hombros, mientras estrechaba la mano del hombre, y activaba el haki mantra para detectar su aura. Por otro lado, el chico de pelo blanco empezó a pensar en todo lo que sabía sobre aquel extraño y curioso caso:

- Bueno, además de las desapariciones sin explicación aparente, parece ser que las víctimas aparecen a los pocos días, con un cuadro severo de psicopatía homicida -el doctor se encogió de hombros de nuevo, mientras analizaba con su mirada al doctor-. ¿Y usted sabe algo?

Tras el breve intercambio de información, Alex simplemente empezó a caminar hacia el interior de la isla, dejando tras de sí un ligero aroma a cloro que espantó a los mosquitos. Su mantra estaba activo, listo para evitar cualquier posible ataque por parte de los malnacidos insectos chupasangres. Ahora tan solo quería ponerse a trabajar. Cuanto antes acabase con su tarea en aquella isla, antes podría nombrarse doctor. Su estudio sería un éxito.

- Llámame Alex... -murmura el doctor, mientras observa el panorama. Sinceramente, la isla de Shoko nunca le ha gustado. Demasiados mosquitos, demasiada humedad y demasiados pantanos con arenas movedizas. Desvió su mirada hacia el microscopio de Stein y lo observó con curiosidad-. Bonito cacharro... -dijo, mientras empezaba a caminar, siempre atento de los mosquitos de un palmo de envergadura.

El doctor se internó en el pantano mientras pensaba en qué podía hacer para encontrar alguna de las víctimas e inspeccionarla. Supuso que lo mejor sería ir hacia una de las aldeas del lugar y preguntar. Tal vez así encontrase alguna pista de interés. Un "plop" húmedo y asqueroso lo liberó de su ensimismamiento. Se acababa de meter en un terreno fangoso lleno de arenas movedizas.

- Oh, venga... me acabo de ensuciar los zapatos... -dijo mientras se elevaba en el aire, en forma de gas, en dirección al pueblo más próximo.

Alex se acercó a uno de los tendidos en el suelo, convertido aún en un pequeño jirón de niebla verde, y entonces adquirió su forma humana, ante los ojos del asustado y esquelético hombre, que lo miró con ojos desorbitados. Seguramente si hubiera tenido algo de fuerza para gritar o revolverse, lo habría hecho, pero su cuerpo apenas parecía responderle.

- Tranquilo, soy médico. -murmuró Alex mientras sacaba una enorme jeringuilla y una serie de pastillas de colores. Al mismo tiempo, dejó de emitir cloro alrededor de sí mismo, para evitar asfixiar al pobre hombre, que bastante mal estaba ya. Si se moría, no le serviría de nada.

Con un rápido movimiento, el doctor clavó la aguja en la sangría del brazo derecho, inyectando una sustancia estimulante, e introdujo algunas pastillas en la boca del tipo, obligándole a tragar. Un par de enfermos más observaban la situación con gesto alarmado.

- Tranquilo, todo esto debería ayudarte a tener algo más de energía. -el doctor aprovechó la misma aguja para extraer algo de sangre del afectado y pensó en volver al barco para analizarla-. ¿Alguien puede decirme qué cojones está pasando en esta isla? Gracias... -murmuró el científico, mientras miraba a su paciente a la cara, con cierto fastidio por no saber qué ocurría allí.

Aprox...:

Alex suspiró. Él quería encontrar alguno de los especímenes que habían atacado la aldea para investigarlo, no a un montón de moribundos y a un viejo chocho. Es más, ni siquiera ellos parecían saber qué ocurría en realidad.

- Puta vida... -murmuró, mientras rebuscaba en su mochila algo que pudiera servirle: bisturí, venenos varios, un trozo de hígado en una bolsa de plástico, viagra, vinagre y aceite, un sacacorchos y un montón de pastillas de colores. Tras rebuscar entre todo aquello, encontró cosas más útiles: frascos de vitaminas y estimulantes, junto con unas botellitas del mismo aspecto, llenas de venenos de acción lenta. Se los tendió al hombre, tanto las medicinas como las ponzoñas, mirándolo con suspicacia y dijo-. Está bien, más os vale que la recompensa valga lo que estos medicamentos... -aquellos que tomasen medicamentos, se recuperarían, los demás morirían entre horribles sufrimientos, y él podría alegar una simple confusión de frascos. El chico escupió al suelo, y entonces detectó el aura de Stein acercándose. 

De un rápido movimiento, el hombre de pelo blanco guardó todo lo que no iba a usar de inmediato en el maletín y salió al camino del doctor de la tuerca estrambótica.

- Hey, Stein... odio este lugar, está lleno de mosquitos y huele mal... -le dijo a modo de saludo, fastidiado por la falta de datos útiles para la investigación-. Tal vez deberíamos ir a buscar a esos hombres que desaparecen, ¿no crees? -le dijo.

Alex observó la escena. Durante un instante pensó que la reacción del hombre se debía a las sustancias que le había suministrado, pero aquello no era normal. Entonces se dio cuenta de que en realidad tal vez lo que estaba pasando era que estaba contemplando los efectos de la enfermedad misteriosa que asolaba el lugar. Mientras Stein se encaraba al hombre, Alex observó con fascinación el comportamiento homicida de aquel viejo. Sin duda aquella enfermedad era una verdadera obra de arte de la biología.

- Interesante... -murmuró para sí mismo, mientras Stein le decía que aquel lugar ya estaba condenado. El médico sonrió ligeramente mientras echaba a correr tras el viejo asesino loco, tomando su aura como referencia. A no ser pasase algo extraño, aquel hombre no podría escaparse a su radar-. Así que una bacteria... tal vez sea buena idea probar a tratar con antibióticos a los hombres de ahí atrás para descartar esa posibilidad... -le dijo a Stein mientras corría a su lado.

Mientras hablaba, el médico se llevó a la boca una pastilla de color roja, un potenciador muscular para aumentar su velocidad. Aquel enfermo no se le iba a escapar.

Alex observó con bastante sorpresa las piernas del enfermo, arrancadas del resto de su cuerpo. El chico simplemente se quedó observando el panorama a su alrededor, hasta que cayó en la cuenta de aquella extraña planta. No recordaba haberla visto en ninguno de sus libros de botánica, lo que le extrañó.

- Vaya... -el chico se quedó sorprendido, más aún cuando el enorme vegetal profirió una orden sencilla a Stein: alimentarla.

El científico de la tuerca se giró hacia el doctor cuervo, con el puño imbuido en lo que parecía ser haki de armadura, posiblemente con intenciones hostiles. Trató de escanearlo con su mantra. Si de verdad presentaba intención de hacerle algún daño, lo notaría enseguida, y él obviamente se defendería. Es más, posiblemente le atacaría igualmente. La planta se encargaría de eliminar los restos.

- Vaya, Stein... que brazo más bonito... -murmuró, mientras se planteaba si matar al científico o no. Metió la mano dentro de su maletín, rozando con la yema de los dedos la cápsula de las Acid Ball, sin dejar de prestar atención al cabeza de hojalata.

Su aura era cada vez más agresiva. Como si al científico le afectase una mezcla entre la rabia canina y la diarrea galopante. Aquello no podía ser sano, y posiblemente eso explicase el mal humor del científico. El doctor vio como el hombre se quitaba aquella graciosa tuerca de la cabeza y empezaba a acercarse más aún. Sí, sí que parecía bastante dispuesto a pegarle. El peliblanco suspiró, mientras adquiría forma de gas. De poco le serviría contra el haki del hombre, pero de aquel modo podía utilizar una de sus armas más poderosas. Se metió una pastilla en la boca, y sonrió con sadismo al hombre frente a él, que ahora se lanzaba a toda velocidad, con el puño dirigido a su cabeza.

- Mierd... -el chico activó instintivamente su aura de cloro, que ahora se había transformado en una capa protectora de ácido clorhídrico a su alrededor. El puñetazo le golpeó, aunque se había logrado hacer a un lado ligeramente, y "sólo" le había roto la clavícula. El doctor rugió de dolor, mientras su hueso fracturado hacía un ruido crujiente-. ¡Yaaargh!

Llevándose la mano al hombro, observó a Stein. Esperaba que aquel golpe le hubiera hecho algo, al meter la mano y parte del brazo en el aura de cloro ácido. Escupió al suelo, y entonces echó a correr hacia el enemigo, todo lo rápido que pudo. El golpe había sido tan brutal que la única forma de soportarlo era mantenerse en forma de gas e intentar hacer una maniobra desesperada. Mientras su cuerpo se expandía hasta los cinco metros, trató de envolver por completo con el ácido a Stein, con la intención de quemarlo y corroerlo desde todas direcciones. Al mismo tiempo, trató de insuflar ácido en el interior de los pulmones del tipo, a través de las fosas nasales y la boca, con la finalidad de atacarle también desde el interior. Stein lo había cabreado mucho.

- Bebe cloro... y muere. -sentenció.

- Ooooh... pobrecito Stein -dijo Alex-. ¿Te has hecho pupita? ¿Te pican los ojitos? Bueno... una lástima que te vayas a quedar ciego por el ácido. Así no podré arrancarte los ojos en perfecto estado. -el doctor se vio rodeado por cuatro enormes muros de sal, de altura considerable-. Ooooh... que monada. El médico observó las paredes. En una de ellas estaba Stein, y sin duda iba a atacar usando alguna técnica especial, dado que dudaba que el científico solo fuera a rodearlo para que no escapase.

En efecto, cuatro copias de Stein brotaron de las paredes en un instante, tratando de golpear al doctor. Alex sonrió, mientras los cuatro individuos entraban en la zona de ácido. Por mucha sal que fuera, seguía reaccionando ante el ácido. Y dudaba que a su estructura molecular le sentase bien. Alex entonces emitió una explosión de cloro en todas direcciones, con toda la potencia que pudo. Esto haría tambalearse al auténtico Stein, además de hacer que posiblemente tragase cloro. Un puño lo atravesó por la cabeza, y otro por el hombro derecho. El tercero y el cuarto venían por la espalda y el costado izquierdo. Alex concentró cloro en esos dos lugares e hizo aparecer un aura de filos en ambos sitios, recubiertos con haki de armadura. El golpe del costado simplemente lo atravesó, y entonces la espalda le crujió con fuerza. El médico perdió todo el aire de los pulmones de pronto. El puñetazo había sido brutal, sin embargo esperaba que con el impacto, el otro hubiera hecho cortes en su mano, por los que el ácido empezaría a corroerlo. El doctor sentía la vértebra T7 astillada, y sabía que aquella herida podría ser letal en medio del combate. Metió la mano en el maletín, sacando una pequeña bomba que lanzó contra el muro del que había salido Stein. La explosión no le haría daño, pero abriría un hueco. Entonces, saldría por el mismo, y empezaría a crear siete clones de ácido clórico idénticos a él. En su forma actual, serían indiferenciables. Todos ellos despedirían el aura de muerte ácida a su alrededor, y cada uno de ellos podría atacar a Stein si era necesario. Además, sacó en silencio una jeringuilla de su maletín, llena de una sustancia transparente. El compuesto Anusu.

Cloric Bomb -> Cloric Blade (Haki armadura lvl 1) -> Cloric Clone

Alex observa el ataque desesperado de Stein con la lanza de sal, y se prepara para saltar a un lado. La punta de cloruro sódico se dirige a su cabeza, completamente envuelta en haki de armadura. El doctor se lanza a un lado para evitar el ataque, pero la lanza se detiene un instante antes, y Stein observa al doctor con miedo. Alex guarda la jeringuilla y se lleva la mano a la clavícula rota, y en la otra hace aparecer su hoja oculta, en un rápido movimiento que saja la garganta del científico que está frente a él. El borboteo de la sangre se empieza a escuchar mientras el hombre de la tuerca empieza a ahogarse en su propio jugo. Alex coloca la mano en el corte que ha provocado y comienza a insuflar gas ácido en los pulmones del tipo, con una mirada asesina. No iba a morir por atragantarse con sangre. Iba a quemarse desde dentro con el ácido.

- He dicho... bebe cloro... y muere -repitió el médico, apretando los dientes por el dolor de la clavícula rota y la vértebra astillada-. Tardaré unos días en recuperarme de esto, cabrón.

Después de eso, empezó a buscar por los alrededores alguna fruta que hubiera podido convertirse en la receptora de la Akuma no Mi de sal. Por simple diversión, se la daría a alguien y los tiraría al mar. Mientras tanto, no dejaba de ver la enorme planta que había frente a él. Se llegó a plantear el resucitar a Stein para practicarle una lobotomía y hacerlo su esclavo, pero entonces perdería su mayor arma: su cerebro.

- Meh... si quieres comer cómete este guiñapo. -le dijo Alex a la planta gigante, dándole una patada a los restos del científico para que la planta diera buena cuenta de él. Al fin y al cabo, tampoco le interesaba que alguien descubriese el asesinato. Con una rápida mirada alrededor, rastreó el lugar con mantra en busca de testigos de lo sucedido. Luego, observó la reacción de la planta ante el "aperitivo".

Alex se quedó mirando la enorme planta. Se encogió de hombros y observó el cadáver del anciano, dejándolo fuera del alcance de la planta. Y luego empezó a pensar en qué podría hacer para investigar aquel extraño vegetal.

- Bueno... planta -el doctor volvió a adquirir una forma tangible-. Hagamos un trato. Yo te alimento, y tú te vienes conmigo -ciertamente, el doctor se sentía un poco estúpido por el hecho de tratar de hablar con una planta-. Te daré los restos de mis experimentos. Cadáveres deliciosos para ti, y un campo de investigación completamente nuevo para mí. ¿Qué te parece? -le preguntó, mientras observaba el cuerpo inerte del otro.

Mientras esperaba la respuesta, expandió su aura de mantra hasta lo más lejos que podía, buscando otras presencias. Si la planta aceptaba, habría solucionado el primer problema. Luego vería qué hacer. Un mosquito gigante pasó zumbando al lado del médico, que le lanzó un orbe de cloro para envolverlo en el mismo y asfixiarlo. Agarró el cadáver del tamaño de un gorrión y se lo lanzó a la planta, a ver si le gustaba. Era interesante.