Sweet Hollyday's en Candyland

Esmejit estaba agitando aquel espeso zumo azucarado en el interior de una coctelera de metal. Había encontrado un trabajo como barman en uno de los dulces restaurantes de Candyland, pero aquellos zumos con tan alto contenido en azúcar parecían más una especie de pasta que un líquido, y sus cócteles no parecían del todo bebibles. Eso, sumado a la manía que tenían en aquel lugar de ponerle cobertura de nata o chocolate a todo, había hecho que el chico hubiera dejado de lado los cócteles aquella noche para dedicarse al noble arte de los batidos. Había llegado a la isla en uno de los barcos de turistas que llegaban con motivo de la Sweet Hollyday's. En cuanto las fiestas terminasen, el chico saldría de aquel lugar de caramelo y dulce para tomar algo que no estuviera glaseado, azucarado o cubierto con una capa de crema o de mazapán.

- Un Sweet Cocoa. -le pidió un hombre con los dientes amarillos y una sonrisa bobalicona. La verdad es que parecía llevar un empacho de dulces.

El chico asintió y agarró un poco de coco y un bote de miel. Mientras los mezclaba en el interior de la coctelera, agarró otro bote, de un líquido que aún no había logrado identificar en lo que llevaba allí trabajando. Tras verter una generosa cantidad, siguió agitando el recipiente, y terminó por verterlo en un vaso alto con una pajita de color rojo. Añadió una sombrillita de papel, que si bien en un cóctel normal quedaba bien, ahí parecía fuera de lugar.

- Un Sweet Cocoa, marchando. -el chico soltó un suspiro. Aquel era el último cliente de aquella ronda, pero pronto llegarían más. Echaba de menos hacer un Lemon Drop, un Ron Ponch o el simple y famoso Bloody Mary. Y echaba de menos tomarlos.

-Oye chico… ¿Estas bien? –Preguntaba un hombre que recién bajaba al puerto desde un barco a un chico. El pobre estaba en cuclillas con la cabeza contra las rodillas, tosiendo constantemente y aparentemente llevaba así alrededor de 10 minutos.
-S-Si…Solo un segundo. –Decía al intentar levantarse y de inmediato volver a agacharse. –¡Aghk! D-debo continuar…

El viaje había resultado muy largo para Madison. No importaba si un viaje de isla a isla fuesen incluso de un par de horas, para él era lo mismo a que lo pusieran en una licuadora. Bajo circunstancias normales el esquivaba todos los viajes posibles, pero no esta vez, ya que al igual que cada año, era hora de la Sweet Holyday’s y el joven autoproclamado “Rey de los Caramelos” volvía de nuevo a arrasar con las delicias de la isla. El chico en realización de la inflada importancia impuesta en su ridículo título tensó sus músculos con gran convicción y en un respiro profundo se levantó alzando los brazos y vistiendo en su rostro lentes de sol en símil a la genialidad de su padre, gritando a todo pulmón.

-¡YO SOY EL REY DE LOS CARAMELOS!

Ya habiendo soltado su despliegue de exageración, Maddie se dio cuenta de que el hombre que le había hablado en primer lugar había caído al suelo del susto provocado por el raro grito del rubio. Ni corto ni perezoso se dispuso a ayudarle a levantarse y después de pedirle algunas indicaciones para navegar por la ciudad, el “Señor de los Todos los Dulces” se marchó dejando atrás a alguien que probablemente decidiera cambiarse a las ensaladas.

El chico pelirrojo agradeció en silencio que la gente le diera un pequeño descanso. Algunos ya habían ido a buscar el cuarto batido, y fue entonces cuando sonó una campana indicando que era la última ronda. Tras unas cuantas tandas de Fresi-Suisse, Banana Split y ChocoBombs, Airi vio la ocasión de salir a la calle y dar una vuelta. Tenía sus cosas en la consigna del restaurante, así que no tendría que estar cargando con ellas mientras daba un paseo.

- Apuf... -murmuró mientras salía al exterior. El cielo parecía cubierto de unas nubes algodonosas como el algodón de azúcar, y pensandolo bien, en aquella isla incluso era posible que fueran de algodón de azúcar. El chico pasó por cerca de un puesto de sombreros del Sweet Hollyday's y decidió que se gastaría el sueldo que acababa de cobrar por su servicio de servidor de batidos en comprarse algo. En el puesto encontró un sombrero de trozo de tarta, que agarró y se probó. Quitando que el sombrero era tres veces su cabeza, no era feo, así que lo pagó y empezó a caminar felizmente por la calle.

En un par de horas, el chico tendría que regresar para la siguiente tanda de adictos al azúcar, así que no perdía nada mientras tanto en ir a ver el ambiente en las calles: concursos de comidas, venta de pasteles e incluso un concurso de muñecos de bolas de azúcar glass. Impresionante. El pelirrojo iba tan ensimismado viendo el sinfín de actividades, que no se fijó en un chico entusiasta que caminaba por la calle, y se chocó contra él.

- Ufff... lo-lo siento mucho. Perdón. -se disculpó torpemente.

-Aw aw… N-no, descuida… me pasa seguido –Dijo el rubio recuperando su postura y su equilibrio, observando a la persona con la que chocó y enseguida analizando para asegurarse de que no se hubiese hecho daño. –Tengo que tener cuidado en esta isla, siempre me distraigo.-Sacudiéndose  un poco, dándose cuenta de un poco de crema proveniente del sombrero de Esmejit. -¡Oh! ¿De dónde sacaste eso? ¡Este año los hicieron más grandes! –El chico no podía evitar babear un poco mientras agitaba su cola como una especie de mascota.

Alzando sus lentes y poniéndolos sobre su cabeza a modo de cintillo, Madison se presentó con una reverencia y un amigable “Perdona la rudeza, soy Maddie” y mostrando su reciente interés en los grandes sombreros de pastel pidió al pelirrojo que le escoltara al puesto de sombreros confitados.

Esmejit quedó algo perplejo ante la reacción del chico con el que se había chocado. Parecía algo más joven que él, y se sorprendió ante el estrambótico sombrero que llevaba el pelirrojo. Enseguida quiso saber de dónde lo había sacado, por lo que Esmejit sonrió, algo más calmado. Aquel chico parecía simpático.

- Encantado, yo... soy Airi. -dijo el chaval con una sonrisa algo tímida. El otro le pidió que lo guiase hasta el puesto de sombreros de tarta. El chico tenía bastante tiempo hasta tener que regresar al restaurante a hacer más batidos, así que asintió y le dijo-. Sígueme, está por aquí.

El chico empezó a caminar entre la gente, evitando chocarse de nuevo. Tras unos diez minutos buscando el puesto, Esmejit encontró lo que buscaba: los enormes sombreros de azúcar parecían esperar con ansia un potencial comprador que se los llevase.

- Mira, es aquí. -sonrió el pelirrojo.

Los dos jóvenes sostuvieron una corta conversación a la vez que buscaban el afamado lugar de venta de sombreros, aunque era más bien todo unilateral por parte de Madison, el cual hablaba eufórico de todos sus planes para las fiestas de la isla.

-Este lugar se pone mejor cada año, no puedo esperar a llegar a los concursos. –Decía el rubio en referencia a los distintos juegos de feria. – ¡Hace dos años que vengo ganando todos los premios! ¡Incluso aun me quedan algunos dulces del año pasado! –Eufórico el chico-conejo  mostraba su billetera a Airi, con varias fotos en las que hacia diferentes competencias relacionadas con caramelos, como disparar chochitos al blanco, meter la cara en una tarta en busca de caramelos y pesca de truchas de goma.

Antes de que pudiera continuar, ya habían encontrado el lugar. Enormes sombreros  compuestos de torta, glaseados, crema, fondant, fresas, melocotones y muchas otras variedades. Madison estaba anonadado, tomando a Airi de la manga y temblando en un aura de arcoíris y piruletas. Antes de que el pelirrojo pudiese decir una palabra, el medio-tontatta ya había comprado un sombrero de tres pisos cuyo peso podría romper el cuello de cualquier persona normal, y para aun más sorpresa, le añadió un segundo piso al sombrero de Esmejit.

-¡Muchas gracias por mostrarme este lugar! ¡Este será un amuleto de la suerte para el premio mayor! –Armsterk tomó a Airi del brazo con una pausa dramática. -¡Esta vez voy a ganar seguro la Venus de jalea!

Cuando el chico llegó a la tienda de sombreros, pareció mostrar una admiración exacerbada por ellos. Esmejit se llevó la mano a la boca para contener una pequeña risa. Aquel chaval parecía emocionado por tan poca cosa...

"Plop"

El pelirrojo sintió más peso sobre su cuello de pronto, y cuando alzó la mirada se dio cuenta de que su sombrero contaba ahora con un piso más, y que Maddie había comprado uno más grande y exagerado aún que el suyo. Sin duda era un apasionado de aquellas cosas.

Entonces el chico de la tarta de tres pisos le dijo que su objetivo aquel año era conseguir la "Venus de Jalea". Airi no entendía que era aquello, así que le preguntó, por curiosidad:

- ¿Venus de Jalea? ¿Qué es eso?

El que su nuevo amigo preguntara tal cosa resultaba en una pequeña y coqueta risa por parte de Madison, que trataba al tema como algo de conocimiento popular.
-¿Eh? Supongo que no te has enterado. –Rápidamente el muchacho sacó un volante que tenía guardado en su mochila para mostrárselo a Airi, en el cual se mostraba a la famosa Venus.
-¡Es la jalea más rara de todas! ¡Esculpida por artesanos de jalea, exclusivos del medio de la jalea! –Decía madison emocionado. –Solo la fabrican una vez al año y se la dan como premio al que sea un verdadero amante de los dulces. Todos los dependientes de los juegos y las tiendas llevan un registro de puntos de “amor a los dulces”, y puedes ganarlos haciendo distintas cosas. -Madison hizo una corta pausa para señalar al ostentoso sombrero que portaba su amigo y proceder con su acto de exposición. –Por ejemplo, tú tienes 2 puntos, ya que estas cargando dos pisos de pastel en tu cabeza, pero si además te los comes, duplicaras tus puntos.

El medio tontatta iba para adelante y para atrás sobre las reglas de este juego que aparentemente toda la isla estaba jugando. Todo parecía mucho más complicado de lo que era, ya que básicamente usaba muchas palabras para decir “gana los juegos y comete los dulces por puntos” y todo terminando en -Incluso algunas personas quieren ganar la Venus para venderla, hay millonarios que pagarían una fortuna por ella.

Nota para Airi:

Esmejit quedó impresionado ante aquello. Lo que parecía un simple festival era en realidad una competición por conseguir un premio millonario. Eso explicaba muchas cosas, como por qué todo el mundo parecía emocionado por comer chuches y dulces hasta reventar, jugar a todos los juegos y gastarse un pastizal en general, buscando recuperarlo en cuanto consiguieran el ansiado premio.

- Vaya... entonces... -el chico observó su enorme sombrero. ¿Quién en su sano juicio se comería aquella enorme tarta? Es decir... aquello debía tener como cuatrocientas mil calorías, y seguramente convertiría la sangre de quien lo consumiese en una espesa pasta de colesterol y azúcar.

Sin embargo a Maddie no parecía importarle esto lo más mínimo. Airi no pudo evitar sonreír ante aquel optimista chico. Se encogió de hombros y dijo:

- Bueno, tengo una hora y pico antes de tener que volver a trabajar. Puedo acompañarte a conseguir puntos -el chico sonrió y señaló los puestos cercanos-. ¿Vamos?

-¡Eso sería muy amable de tu parte! ¡Gracias! Una hora será suficiente para ganar muchos puntos. –Madison sacudió energéticamente la mano de su compañero y procedió a comer el piso más alto de su sombrero pastelero, todo con una increíble velocidad, pero extrañamente sin ningún tipo mordiscos ruidosos o atragantamientos. Con servilleta en mano la tarta fluía como la seda por su garganta tan rápido que parecía que simplemente desaparecieran en el aire, en pocos segundos y de una manera un tanto presumida para sorprender a Airi, Maddie había obtenido 6 puntos.
-Vaya Vaya… Parece que sigues teniendo ese gran apetito, tres bien. Sería un coñazo patearte el culo si no tuvieras habilidad.

Tan imperceptible como la forma en que Madison se comió el pastel, dos manos largas con dedos delgados acariciaron las cabezas del rubio y si no hubiese sido porque aquella persona habló con su venenosa lengua y su marcado acento francés el joven Armsterk jamás se hubiese dado cuenta.

-¡T-tú!- Exclamó el hibrido enano a la vez que apuntaba acusatoriamente a aquel hombre.

La imponente figura se elevaba a dos metros de altura y era tan oscura como la noche más tenebrosa, vistiendo un traje completamente negro y de una apariencia tan elegante que solo se podría comprar con los pagos de una vida. En conjunto traía un sombrero enorme que proyectaba aun mas sombra sobre su cara, la cual de por sí ya estaba enmascarada con una especie de pasamontañas completo que solo dejaba ver sus ojos y boca.

-¿Así que te acuerdas de mí? ¡Eso sí que me alegra el día para variar, pequeño gusano! –El hombre sonreía de forma maquiavélica y burlona. –Es raro ver que alguien me reconozca.
-¿¡Reconocerte!? ¡No permitiré que alguien tan vil gane de nuevo la Venus de Jalea! –Gritó con furia el joven Madison, que había cambiado la actitud afable y dulce con la que se había presentado, empezando incluso a sudar como si estuviera bajo mucho estrés y sosteniendo un tembloroso pero muy apretado puño contra su pecho.
-¡Kahahahaha! ¡Veo que aun no te han bajado los cojones para golpearme! ¿Solo porque no he hecho nada malo aun, eh? ¡Esa actitud de hippie solo me facilita las cosas! –El villanesco sujeto no hacía más que burlarse en la cara de Madison por todo lo ancho. En medio de su risa, notó al pelirrojo que andaba con su objeto de burla. Sin perder la oportunidad de intentar humillarlo, El hombre de negro le dio un empujón al chico de las botas de tacón, lo suficientemente fuerte como para tumbarlo al piso y luego acercarse a su aparente amigo. -¿Y quién es este? ¿Te conseguiste un novio también? –Aprovechando el chance para ofender todos los aspectos posibles de todo el mundo, no perdió tiempo en insultar también la virilidad de Airi. –Me llaman Noir. Tengo un buen contacto con una funeraria, Tal vez las necesites para cuando termine con tu novio. ¡Kahahaha!
-¡Ya lo verás! ¡La verdad y la justicia son como dos corbatas que tarde o temprano retuercen el pescuezo de bellacos como tú! –Exclamaba el joven con cola, quien en medio del embrollo pidió un par de refrescos grandes. –¡Con esto van 13 puntos!
-¡Kahahahaha! ¿¡Solo 13!? Yo ya superé el record de la vez pasada. 204 puntos –Dijo Noir apartando un poco a Airi de su camino hacia la puerta. –Parece que no tengo competencia este año tampoco. –Terminó de hablar y se marchó del lugar destornillándose en una carcajada dejando atrás a un enfurecido Madison y a un sorprendido Airi.

Esmejit vio acercarse a la negra figura mientras Maddie devoraba el sombrero. Aquel hombre le dio un escalofrío, nada más verlo. Parecía bastante siniestro, y su actitud se vio reforzada cuando empezó a insultar al chico y al propio Airi.

- ¡No soy su novio! -dijo el pelirrojo, quejándose. Aquel tipo pareció ignorarlo y desapareció entre el gentío-. ¿Quién demonios es ese tipo? -le preguntó a Maddie.

Parecía que el tal Noir había ganado la Venus de Jalea el año anterior, y llevaba una puntuación de más de docientos. Aquello significaba que el tipo debía ser un máquina en cuanto a comer y jugar. Si Maddie quería ganarle, iba a tener que esforzarse.

- Seguro que puedes vencer a ese idiota. -le dijo con una voz confiada-. ¿Cuánta puntuación has logrado la última vez? Antes dijiste que habías venido dos años... ¿cuál es tu record?

-P-pues… Mi record fue de 115 hace 2 años y 140 el año pasado. –Dijo el rubio mientras se rascaba la mejilla con algo de pena. Aunque se trataba de un número que apabullaba a la media humana, quien seguro sufriría un coma diabético ante tanto dulce, no era suficiente para competir contra el agujero negro que representaba Noir. –Aun así… No se trata de conseguir la Venus ahora… ¡Si Noir la consigue, podrían pasar cosas terribles! ¡Magnates criminales y nobles mundiales pagarían una fortuna por ella! ¡Es un peligro que ande en el mercado! ¡Eso pasó hace un año y ahora está armado hasta los dientes! Yo… Necesito tu ayuda.

Con una mirada más seria que con la que Airi le conoció, Madison bajó su cortina de optimismo por un momento para expresarle al pelirrojo su preocupación por el asunto y pidiéndole asistencia.

-Te diré que… -Mordiéndose los labios como si se arrepintiera profundamente de lo que estaba a punto de decir, tomó un respiro profundo y continuó. –Dejaré que tú te la comas… si me ayudas a ganarla, es tuya… Pondré toda mi confianza en ti y esperaré que le des un buen uso.

Esmejit no sabía qué responder ante la petición de su compañero. Veía difícil el hecho de lograr comerse uno solo de los trozos de tarta de su sombrero, ¿cómo esperaba siquiera ayudar a Maddie? Aunque si podían sumar sus puntos de algún modo, cualquier ayuda sería bienvenida.

- Bueno, no prometo ser el chico que más coma del festival, pero ayudaré en lo que pueda. Y si ganamos la Venus, la compartiremos. Antes has comentado algo de ganar puntos, aunque tal vez comer no sea lo que mejor se me da... -soltó un leve quejido, y se acercó al puesto más cercano, una caseta de tiro al pastel-. Perdone, ¿podría decirme los puntos que llevo? -el chico sonrió tímidamente al dependiente, que lo miró un momento y se puso a buscar entre unos papeles.
- A ver, jovencito... -murmuró, y apuntó unas cifras. Tras unos momentos, el hombre sonrió y dijo-. No está mal, llevas 17 puntos en lo que lleva de festival.

Airi se sorprendió al oír la cifra. No recordaba haber hecho nada importante, aunque el hecho de hacer cócteles tal vez contase. El pelirrojo observó el puesto. El juego se basaba en golpear un muñeco con pequeños proyectiles en forma de pastel. Parecía bastante simple. A continuación, le preguntó al dependiente:

- ¿Cuántos puntos se pueden ganar por dar al blanco en este puesto? -el hombre sonrió y dijo.
- Golpear al muñeco son 5 puntos, pero si le das tres veces seguidas sin fallar, ganas 25. ¿Quieres probar suerte? -el hombre lo miró con las cejas arqueadas y un gesto confiable. Esmejit miró a Maddie.
- ¿Probamos? Son 25 puntos...

-¡Seguro! Pero antes… -El rubio hizo una pequeña pausa y se dirigió al hombre que atendía el puesto. – ¡Señor, quiero retar a ese chico! ¡Apuesto mis 6 puntos!

Antes de que Airi pudiera siquiera reaccionar, y además de una manera exageradamente sobreactuada, Madison fingió tropezarse y lanzó sus tres proyectiles en direcciones completamente al azar, fallándolos todos.

-Hohoho, Señor Airi, es su turno.- Prosiguió el bonachón dependiente del sitio, que podía ver a través de la idea de Madison tan claro como el agua.
-Esta es la tercera forma de conseguir puntos. –Dijo el chico con cola mientras mostraba una confiada sonrisa. –La mayoría de las personas no pueden comer tantos dulces, así que puedes retar a los demás por sus puntos. Así es como la mayoría de los piratas intentan ganar el juego. –Madison miró fijamente a Airi por un momento. –El dijo 25 Puntos y yo falle en mi apuesta… Si ganas, obtendrás 31 puntos, si fallas perderás 6.

El plan de Madison era ahora mucho más evidente, el increíble metabolismo del medio tontatta y la habilidad manual de Airi podría hacer que ambos ganasen cantidades enormes de puntos, y luego podrían solo retarse el uno al otro para amasarlos juntos en una cantidad que pueda ganar la grandiosa Venus.

Airi esbozó una sonrisa al entender el plan de su amigo. Si todo salía bien, podrían conseguir bastantes puntos. El chico preguntó al tendero, con aire curioso, una cosa:

- Disculpe, señor... si consigo tirar el muñeco una vez, he ganado ¿no? -preguntó, con aire inocente.
- En efecto, pequeño. -sonrió el hombre.
- Está bien... -Airi lanzó una de los proyectiles al muñeco, golpeándolo de refilón, con el segundo tiro, el monigote se tambaleó ligeramente por el impacto. El tercer tiro hizo que el muñeco quedase torcido por el golpe. Premio.

Airi soltó un suspiro de alivio y dejó caer las manos. Había tenido suerte. Y si sumaba su total de puntos, tenía un total de... cuarenta y ocho puntos. Casi un cuarto de lo que tenía Noir.

- Vale, creo que podemos vencer a Noir. -sonrió el chico, algo confiado.
- Vaya, vaya... un novato... -dijo una voz tras ellos. Airi se giró para ver un grupo de tres personas, todos ellos muy altos y de aspecto siniestro. Los típicos matones, vamos. El pelirrojo se sintió intimidado ante aquellos tipos-. ¿Qué opináis, los retamos a un juego? -preguntó uno de ellos, vestido de forma elegante, a sus compañeros.
- Puede ser divertido. -sonrió otro, con porte militar.
- Maddie... -susurró Airi-. Tal vez deberíamos irnos.

Aspecto de los tipos:

El que por la apariencia de las decoraciones parecía un juego amigable y divertido empezaba cada vez más a mostrar un lado oscuro y siniestro, lo cual quedaba en claro con los evidentes “cazadores de puntos” que aparecieron. Como Madison había dicho, muchas personas cosechaban puntos simplemente buscando gente en la que pudieran vencer en retos rápidos, ganando cantidades obscenas de puntos si simplemente te aprovechabas de los recién llegados; Siendo  Airi  un nuevo con casi 50 puntos, se había convertido en la presa ideal.

-¿Qué dicen chicos? Una partida amigable. –Dijo con una sonrisa falsa el matón de la chaqueta elegante–Yo puedo poner 11 puntos.
-¡Yo puedo entrar también con 8 puntos! ¿Qué tal chico? Si nos ganas obtendrás casi 20 puntos. –El matón de la ropa militar se unió al acorralamiento de Airi, además proponiendo un 2 contra 1.

Por el otro lado, el matón de la musculosa blanca usaba su gigantesca figura para apartar a Madison del todo el asunto, inhabilitándolo para parar el hostigamiento hacia su amigo. El rubio trataba de colársele, pero el contraste de sus tamaños lo hacía realmente difícil.

- Mmmm... -Airi no parecía convencido del todo-. ¿Y entonces yo debería poner diecinueve puntos? -preguntó, algo confuso. Aquello no tenía muy buena pinta, a decir verdad.
- ¡Sí! ¡Jugaremos una pelea con pistolas de merengue! -propuso el hombre de aspecto militar-. Tú podrás llevar dos, para estar igualado, chico.
- ¡Claro! -secundó el otro-. Y te daremos diez segundos de ventaja.
- Etto... vale. -asintió lentamente el pelirrojo.

El hombre de chaqueta corrió a un puesto cercano y volvió con tres pistolas rebosantes de un líquido extraño, de color amarillento. Luego, sonriente, le tendió una a Airi, que la agarró. Nunca antes había llevado un arma, ni tan siquiera una de mentira como aquella. Los hombres cogieron sus respectivas pistolas y se alejaron unos metros. El hombre de la chaqueta susurró algo a su compañero al oído y el otro soltó una risita. Y entonces apuntaron a Esmejit.

- Adelante. Tienes diez segundos. -sonrió el hombre de la chaqueta.

Esmejit apretó el gatillo, pero nada ocurrió, mientras los hombres le sonreían:

- ¿Vas a disparar o qué? -preguntó con una mueca el de pantalones militares, apuntándolo con la pistola.

Esmejit volvió a apretar, y un poco de crema pastelera salió por el cañón, cayendo al suelo. ¿Qué se suponía que estaba haciendo mal? Y entonces, los dos hombres le dispararon, manchando su chaqueta.

- Bueno, chico, un placer... -sonrió el hombre de la chaqueta-. Y gracias por los puntos.

Los hombres se fueron riendo, y Airi miró a Maddie, con cara de circunstancias. ¿Qué había pasado? Había sido tan rápido que no había tenido tiempo a reaccionar.

- Lo... lo siento. -se disculpó. Acababa de perder diecinueve puntos, por ser un inútil disparando. Empezó a caminar en silencio al puesto de las pistolas y dejó el arma. El dueño le sonrió, algo apenado.
- Vaya... no ha sido un buen día, ¿no? -preguntó, tratando de animal al pelirrojo mientras cogía las pistolas-. Espera, un momento... -el hombre agarró la pistola que había usado Airi y quitó una piedrecita del cañón-. Parece que este arma estaba atascada. -se frotó la barbilla, pensativo.