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Akuma no mi
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Prácticamente había visto todo lo que aquella isla podía ofrecerme así que decidí relajarme bajo la sombra del gran árbol del centro de Ohara, entre mis manos tenía una manzana roja a medio comer; de manera concreta una de las dos que me quedaban en la bolsa. Allí todo estaba muy tranquilo tanto que daban ganas de quedarse durante una larga temporada... Sus gentes eran amables y estaban bastante curtidas en la arqueología, había conocido a una buena chica que le había dado aquellas frutas y le había otorgado alojamiento, había conocido a un extraño marine que había llegado desde un barco de la marina...
Suspiré con pesadez entrecerrando con levedad mis ojos, había tenido grandes experiencias, mucho mejores de las que pensé que iba a tener. Por otro lado deseaba continuar viendo mundo, si aquel lugar me había encantado tanto la idea de que hubiesen cientos de sitios que me pudiesen gustar de igual manera o más me erizaba. Cerré mis ojos con levedad y me humedecí levemente mis labios resecos antes de darle un buen mordisco a la manzana.
De repente una idea surcó mi mente y mis ojos se abrieron de golpe, '¡¿qué hora era?!' miré el cielo y a partir de la posición del Sol intuí que serían las cinco de la tarde; aún era temprano y por ello no tendría problemas en descansar y tras ello ir a comprar una caña de pescar y algunos productos de cocina además de víveres para viajar en alta mar.
Casi sin darme cuenta me quedé dormido allí con la manzana a medio comer en mi pecho y con mi inseparable gorra negra haciendo sombra en los ojos para cubrirme de la molesta iluminación, el collar compuesto por una cadena que sujetaba un áncora brillaba iluminado por el sol y una suave brisa mecía mi cuerpo. Mi respiración se calmó y pronto comencé a inspirar y expirar aire bastante relajado.
Suspiré con pesadez entrecerrando con levedad mis ojos, había tenido grandes experiencias, mucho mejores de las que pensé que iba a tener. Por otro lado deseaba continuar viendo mundo, si aquel lugar me había encantado tanto la idea de que hubiesen cientos de sitios que me pudiesen gustar de igual manera o más me erizaba. Cerré mis ojos con levedad y me humedecí levemente mis labios resecos antes de darle un buen mordisco a la manzana.
De repente una idea surcó mi mente y mis ojos se abrieron de golpe, '¡¿qué hora era?!' miré el cielo y a partir de la posición del Sol intuí que serían las cinco de la tarde; aún era temprano y por ello no tendría problemas en descansar y tras ello ir a comprar una caña de pescar y algunos productos de cocina además de víveres para viajar en alta mar.
Casi sin darme cuenta me quedé dormido allí con la manzana a medio comer en mi pecho y con mi inseparable gorra negra haciendo sombra en los ojos para cubrirme de la molesta iluminación, el collar compuesto por una cadena que sujetaba un áncora brillaba iluminado por el sol y una suave brisa mecía mi cuerpo. Mi respiración se calmó y pronto comencé a inspirar y expirar aire bastante relajado.
Ibarenko Vlassrova
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Silencio...eso es lo que definía la entrada Iba a aquella ciudad...'controlada', Ohara, una ciudad cuyo pasado había sido señalado por la mano de los que quería matar, y controlada por los hilos de aquellos titiriteros a los que quería cortar los hilos. ¿Por qué Iba podía estar en tal sitio? Es decir, ¿cómo puede ser posible que estuviera allí un hombre como él, rodeado de hombres como ellos? Bueno, los motivos eran tan simples que apenas necesitaban explicación, Vlassrova buscaba un barco en el que navegar, a poder ser con poca gente, así que el ir a un sitio donde estuviera un barco y, al mismo tiempo, hubiera lacayos de sus futuras víctimas, era todo ventajas. Muchas ventajas.
Decir debo que poco tiempo pasó mientras investigaba lo que podían ver sus ojos. Mucha gente alborotada, algún que otro marine saciando sus penas en las tabernas, e incluso había mujeres que, desesperadas por la llamada de la lujuria, atacaban a cualquiera que le entrara por los ojos. - Patético... - Llegó a pensar al verlo. En fin, una tontería como esa no debía de frenarle. Debía seguir adelante, y encontrar el navío en cuestión. ¿Qué hizo? Por lo pronto optó por viajar hacia el mercado, pues era allí el lugar más lógico donde poder encontrar vendedores a los que comprar por...un módico precio, ¿no creen?
Decir debo que poco tiempo pasó mientras investigaba lo que podían ver sus ojos. Mucha gente alborotada, algún que otro marine saciando sus penas en las tabernas, e incluso había mujeres que, desesperadas por la llamada de la lujuria, atacaban a cualquiera que le entrara por los ojos. - Patético... - Llegó a pensar al verlo. En fin, una tontería como esa no debía de frenarle. Debía seguir adelante, y encontrar el navío en cuestión. ¿Qué hizo? Por lo pronto optó por viajar hacia el mercado, pues era allí el lugar más lógico donde poder encontrar vendedores a los que comprar por...un módico precio, ¿no creen?
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Akuma no mi
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Dormí durante varias horas y mi imperturbable sueño fue interrumpido por un fuerte pelotazo, me desperté sobresaltado y miré hacia mi alrededor. Con incredulidad pude contemplar el cómo unos críos me miraban con una mueca de horror y sostenían un objeto negro entre sus manos.
Parpadeé con levedad y me froté la cara con las manos sin prestarle nada de atención a lo que sostenían, me dolía el cuerpo por haber dormido durante tanto tiempo en aquella posición tan incómoda. Tras aquello bostecé y me incorporé llevándome las manos a la cabeza; mi gorra, aquellos críos me habían tirado la gorra al suelo. Miré en el suelo deseando encontrar mi preciado accesorio algo que recordé dónde estaba...
Me di la vuelta y contemplé con una mirada atónita el cómo aquellos críos salían corriendo con la gorra entre sus manos, de la impresión pateé la pelota con fuerza y la disparé hacia uno de los críos a quien le pegó en la nuca y perdió el equilibrio cayendo de bruces al suelo. Tiré mi manzana a medio comer al suelo y comencé la persecución a gran velocidad del segundo.
Estuve durante un buen tiempo corriendo tras aquel chico, entrando en diferentes callejones y rincones que utilizaba él como medio de escape hasta que finalmente lo acorralé en una calle sin salida en pleno mercado. La zona era solitaria y tan sólo estábamos los dos, el chico comenzó a llorar ante mi avance pensando en que iba a darle una paliza aunque aquello no podía estar más lejos de la realidad. Recuperé la gorra de sus temblorosas manos y me di la vuelta para dirigirme al mercado, eran las siete de la tarde y en aquella isla todavía era temprano.
Una vez en el centro del mercado me estiracé tratando de no chocar con ninguna persona de las allí presentes, nadie en concreto me llamó la atención así que sin más avancé hacia uno de los tres puestos que me llamaban la atención; me puse la gorra y me dirigí hacia el puesto de alimentación.
- Buenas tardes...
Le dije al hombre en un susurro sonriente.
- Buenas tardes, ¿qué desea?
Me preguntó con una voz servicial.
- Venía a ver si ustedes tenían en venta productos de cocina..., hablo de una sartén, una espumadera...
El hombre se llevó la mano a su barbilla y negó.
- No, eso es en el puesto que está justo enfrente del banco, aquí nosotros ofrecemos alimento en general...
Suspiré con levedad y pensé.
- Pues..., muchas gracias por indicarme el lugar, ¿podría ponerme un saco con 5 kg de puerro, 5 kg de tomates, 10 kg de manzanas, 10 kg de cebolla y 5 kg de zanahoria...?
El hombre anotó todo aquello y comenzó a prepararlo todo bastante servicial.
- ¿Quiere que se lo dividamos en barriles y se lo llevemos al puerto?, parece usted un viajero por la gran cantidad de pedidos que solicita.
Sonreí al escuchar aquello y asentí.
- Me haría usted un gran favor, y dígame, ¿cuál sería el coste?
El hombre comenzó a hacer cálculos y habló.
- Usted no parece ser un mal tipo, por ello le seré sincero, aquí las verduras son caras pero como están un poco pasadas de temporada le haré una gran rebaja, 5 mil berries, ¿qué le parece?
Aquello era un dineral para alguien tan pobre como yo, pero aun así asentí con la cabeza, necesitaba suministros para embarcarme.
- Trato hecho...
Le dije entregándole el dinero.
- En cuanto sean las 9 estaremos allí, díganos cual es su embarcación.
Le otorgué los datos de mi barca y lo dejé todo en regla antes de alejarme del puesto y dirigirme hacia el puesto de pesca, se me olvidó preguntarle dónde podría obtener carne pero no tenía apenas dinero para nada más.
Parpadeé con levedad y me froté la cara con las manos sin prestarle nada de atención a lo que sostenían, me dolía el cuerpo por haber dormido durante tanto tiempo en aquella posición tan incómoda. Tras aquello bostecé y me incorporé llevándome las manos a la cabeza; mi gorra, aquellos críos me habían tirado la gorra al suelo. Miré en el suelo deseando encontrar mi preciado accesorio algo que recordé dónde estaba...
Me di la vuelta y contemplé con una mirada atónita el cómo aquellos críos salían corriendo con la gorra entre sus manos, de la impresión pateé la pelota con fuerza y la disparé hacia uno de los críos a quien le pegó en la nuca y perdió el equilibrio cayendo de bruces al suelo. Tiré mi manzana a medio comer al suelo y comencé la persecución a gran velocidad del segundo.
Estuve durante un buen tiempo corriendo tras aquel chico, entrando en diferentes callejones y rincones que utilizaba él como medio de escape hasta que finalmente lo acorralé en una calle sin salida en pleno mercado. La zona era solitaria y tan sólo estábamos los dos, el chico comenzó a llorar ante mi avance pensando en que iba a darle una paliza aunque aquello no podía estar más lejos de la realidad. Recuperé la gorra de sus temblorosas manos y me di la vuelta para dirigirme al mercado, eran las siete de la tarde y en aquella isla todavía era temprano.
Una vez en el centro del mercado me estiracé tratando de no chocar con ninguna persona de las allí presentes, nadie en concreto me llamó la atención así que sin más avancé hacia uno de los tres puestos que me llamaban la atención; me puse la gorra y me dirigí hacia el puesto de alimentación.
- Buenas tardes...
Le dije al hombre en un susurro sonriente.
- Buenas tardes, ¿qué desea?
Me preguntó con una voz servicial.
- Venía a ver si ustedes tenían en venta productos de cocina..., hablo de una sartén, una espumadera...
El hombre se llevó la mano a su barbilla y negó.
- No, eso es en el puesto que está justo enfrente del banco, aquí nosotros ofrecemos alimento en general...
Suspiré con levedad y pensé.
- Pues..., muchas gracias por indicarme el lugar, ¿podría ponerme un saco con 5 kg de puerro, 5 kg de tomates, 10 kg de manzanas, 10 kg de cebolla y 5 kg de zanahoria...?
El hombre anotó todo aquello y comenzó a prepararlo todo bastante servicial.
- ¿Quiere que se lo dividamos en barriles y se lo llevemos al puerto?, parece usted un viajero por la gran cantidad de pedidos que solicita.
Sonreí al escuchar aquello y asentí.
- Me haría usted un gran favor, y dígame, ¿cuál sería el coste?
El hombre comenzó a hacer cálculos y habló.
- Usted no parece ser un mal tipo, por ello le seré sincero, aquí las verduras son caras pero como están un poco pasadas de temporada le haré una gran rebaja, 5 mil berries, ¿qué le parece?
Aquello era un dineral para alguien tan pobre como yo, pero aun así asentí con la cabeza, necesitaba suministros para embarcarme.
- Trato hecho...
Le dije entregándole el dinero.
- En cuanto sean las 9 estaremos allí, díganos cual es su embarcación.
Le otorgué los datos de mi barca y lo dejé todo en regla antes de alejarme del puesto y dirigirme hacia el puesto de pesca, se me olvidó preguntarle dónde podría obtener carne pero no tenía apenas dinero para nada más.
Ibarenko Vlassrova
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Toc, toc, toc, toc...eran los únicos sonidos que le importaba a nuestro joven loco durante las horas que habían pasado. El sonido de sus pasos era algo que consideraba importante, pues gracias a ellos seguía recordando quién era, y qué quería. ¿Por qué? Un sonido similar al Tic tac de un reloj; notar como aplastaba el suelo con cada paso que daba; reconocer tales pasos como suyos etc. En conjunto, un gran cantidad de sensaciones que únicamente le importaban a él. Pero, ¿qué es lo que ahora formó parte de sus recepciones? Un niño, o niñato, como queráis decirlo, que estaba corriendo por el mercado. Parecía llevar una gorra en la mano, aunque tampoco tuvo mucha facilidad para saber algo acerca de él a partir de un vistazo, pues el que estuviera corriendo no iba a favor de tal intención, es más, ni siquiera pudo llegar a ver claramente quién era aquél que corría detrás de tal proyecto de hombre. Sí, el que se hacía llamar Kaworu parecía haber cruzado al lado de Iba, mas éste no tenía información acerca de que ése fuera tal hombre. Lo consideró algo...carente de importancia.
Volviendo a la situación de Iba, podemos afirmar que durante el transcurso de su paseo, había oído que la zona donde más tipos de barcos se estaban concentrando últimamente era cerca de los muelles, es más, hablaban de que había tal variedad de barcos que, con suerte, se podría disfrutar de algún gran buque. ' Me gusta... ' Pensó la macabra cabeza de Iba. Era una oportunidad de lujo para adentrarse en algún barco y largarse de allí, con que debía aparecer por tal zona cuanto antes mejor. ¿Cuál fue la sorpresa? Que durante el camino, mientras observaba alguna que otra tienda, una figura le resultó conocida. ¿Sería él otra vez? Eso parece, es decir, el chico del que anteriormente hablamos, Kaworu, estaba comprando algún que otro bien, aunque tal acción parecía haber concluido, pues, por la acción de su mano, se diría que estaba ultimando los detalles. Iba sonrió.
Cuando pasó por su lado, la cabeza del Vlassrova pasaría cerca de los oídos de tal joven, lo que le dio la oportunidad perfecta para soltar un comentario espontáneo: - No todo lo que ven nuestros ojos acaba siendo la realidad. - Fueron sus palabras. Y siguió adelante, sin importarle si le llamase o incluso de gritase, con haber dicho eso ya tenía más que suficiente. ¿Qué fue lo que pasó a continuación? Que mientras caminaba, observó que cada vez más estaba más próximo a los muelles, de tal forma que tendría que empezar a dejar de ser visto. Por ende, optó por la brillante idea de caminar por lo que parecían ser unos callejones poco frecuentados por las... 'Grandes masas' de la zona. Motivo por el cual pronto fue asaltado.
Exacto, en poco tiempo aparecieron el típico dúo dinámico del gordito y el alto con un par de puñales y exigiendo que entregase todo lo que llevara. Él, Ibarenko Vlassrova, debía de entregar sus posesiones a un par de inútiles que no sabían tratar como se debía unos encantadores cuchillos. Le cabreó, la verdad, le molestaba tal simple prepotencia, motivo por el que, con tranquilidad fue abriendo sus maletines a ambos lados de los muslos. Los bandidos se extrañaron, e incluso intentaron atacarle, mas pro alguna razón, sus armas no cedían, todo lo contrario, parecían estar fijas en el aire. ¿Qué ocurrió de mientras? Que un par de cuchillos guardados en tales estuches salieron directos a los cuellos de sus asaltantes, atravesando sus yugulares; gritando como cochinillos, cerdos idiotas recompensados con el sufrimiento. Probablemente alertaran a algún que otro ciudadano, pero no era algo que le importase, todo lo contrario, los cuchillos clavados siguieron perforando hasta que dejaran un charco de sangre que usó Iba para escribir su nombre en una de las paredes.
Tras aquel estúpido acontecimiento, los cuerpos ensangrentados y destrozados por numerosos cortes realizados, Iba volvió a caminar. Al principio dejó un rastro de sangre, pero poco después empezó a perderse gracias a que se encontraba restregando las suelas de sus zapatos por el suelo a medida que caminaba. Una vez más, el mosntruo de los Vlassrova volvía al buen camino de la sangre.
Volviendo a la situación de Iba, podemos afirmar que durante el transcurso de su paseo, había oído que la zona donde más tipos de barcos se estaban concentrando últimamente era cerca de los muelles, es más, hablaban de que había tal variedad de barcos que, con suerte, se podría disfrutar de algún gran buque. ' Me gusta... ' Pensó la macabra cabeza de Iba. Era una oportunidad de lujo para adentrarse en algún barco y largarse de allí, con que debía aparecer por tal zona cuanto antes mejor. ¿Cuál fue la sorpresa? Que durante el camino, mientras observaba alguna que otra tienda, una figura le resultó conocida. ¿Sería él otra vez? Eso parece, es decir, el chico del que anteriormente hablamos, Kaworu, estaba comprando algún que otro bien, aunque tal acción parecía haber concluido, pues, por la acción de su mano, se diría que estaba ultimando los detalles. Iba sonrió.
Cuando pasó por su lado, la cabeza del Vlassrova pasaría cerca de los oídos de tal joven, lo que le dio la oportunidad perfecta para soltar un comentario espontáneo: - No todo lo que ven nuestros ojos acaba siendo la realidad. - Fueron sus palabras. Y siguió adelante, sin importarle si le llamase o incluso de gritase, con haber dicho eso ya tenía más que suficiente. ¿Qué fue lo que pasó a continuación? Que mientras caminaba, observó que cada vez más estaba más próximo a los muelles, de tal forma que tendría que empezar a dejar de ser visto. Por ende, optó por la brillante idea de caminar por lo que parecían ser unos callejones poco frecuentados por las... 'Grandes masas' de la zona. Motivo por el cual pronto fue asaltado.
Exacto, en poco tiempo aparecieron el típico dúo dinámico del gordito y el alto con un par de puñales y exigiendo que entregase todo lo que llevara. Él, Ibarenko Vlassrova, debía de entregar sus posesiones a un par de inútiles que no sabían tratar como se debía unos encantadores cuchillos. Le cabreó, la verdad, le molestaba tal simple prepotencia, motivo por el que, con tranquilidad fue abriendo sus maletines a ambos lados de los muslos. Los bandidos se extrañaron, e incluso intentaron atacarle, mas pro alguna razón, sus armas no cedían, todo lo contrario, parecían estar fijas en el aire. ¿Qué ocurrió de mientras? Que un par de cuchillos guardados en tales estuches salieron directos a los cuellos de sus asaltantes, atravesando sus yugulares; gritando como cochinillos, cerdos idiotas recompensados con el sufrimiento. Probablemente alertaran a algún que otro ciudadano, pero no era algo que le importase, todo lo contrario, los cuchillos clavados siguieron perforando hasta que dejaran un charco de sangre que usó Iba para escribir su nombre en una de las paredes.
Tras aquel estúpido acontecimiento, los cuerpos ensangrentados y destrozados por numerosos cortes realizados, Iba volvió a caminar. Al principio dejó un rastro de sangre, pero poco después empezó a perderse gracias a que se encontraba restregando las suelas de sus zapatos por el suelo a medida que caminaba. Una vez más, el mosntruo de los Vlassrova volvía al buen camino de la sangre.
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Tras hacer negocios con aquel hombre escuché una extraña frase que juraría que había sido susurrada en mi oído, no quise prestarle demasiada importancia ya que si algo me había demostrado aquella isla es que estaba llena de personas alocadas. Me dirigí hacia el puesto que me había señalado, no me quedaban demasiados berries por lo que no deseaba gastarlos todos y tampoco tenía esperanzas en tener dinero para todo; una vez allí esperé a que atendiesen a las personas que había antes de mí que gracias a un milagro se fueron. Al parecer se escucharon gritos en una callejuela cercana y llamó la atención de las personas.
Sin más aproveché para comerciar con aquel hombre...
- Buenas tardes mercader, ¿qué tiene a la venta?
Pregunté con calma a lo que él me respondió...
- Buenas tardes ciudadano, tenemos los mejores productos para viajar en alta mar, proporcionamos material imprescindible para partir, ¿qué necesita?
Su voz sonó bastante gentil, así que sin más demora solicité lo que estaba buscando.
- Necesito un cuchillo, un cacillo, 20 litros de agua, un cazo y una caña de pescar con sus complementos...
El hombre obedeció y me lo preparó todo al instante.
- Dígame..., ¿tiene algo para prender un fuego en alta mar?
Chasqueé la lengua con levedad abriendo los ojos al instante.
- Pues..., no la verdad...
El hombre me miró sonriente y me posó sobre la mesa una extraña caracola.
- Mire, es de edición limitada, si presiona este botón la caracola se calentará y le ayudará en el plato que desee hacer...
Me pareció extraño aquel mecanismo así que presioné el botón y me sorprendí al notar cómo aumentaba el calor hasta el punto que lo toqué con la mano y me quemé.
- ¡Joder!
Grité con la mano roja.
- ¿A que es útil?
Me preguntó con una gran sonrisa.
- Me lo llevo..., ¿cuánto es?
El tendero me sonrió de manera amplia sumando el valor de todos los precios.
- Son 10 mil berries.
Me afirmó con una sonrisa maliciosa, sí, definitivamente me estaba timando pero necesitaba aquellos productos para ir en alta mar y él me los estaba proporcionando...
- Tome los 10 mil berries..., llévelo a las 9 de la noche al puerto, allí recibiré la mercancía...
Susurré con desesperación antes de irme, dándome la vuelta para así dirigirme hacia la callejuela en la que había escuchado aquel extraño ruido, lugar en el que una agrupación de 20 marines estaba reunido examinando los cuerpos asesinados en el suelo. Contemplé aquella escena con naturalidad y vi cómo 2 de ellos se levantaban y revisaban la zona circundante al cuerpo descubriendo el escrito de "Iba" en sangre.
Me alejé de la zona y me dirigí al puerto antes de que uno de los marines se levantase y dirigiese algunas palabras a las personas allí presentes.
- ¡¿Alguien ha visto qué ha pasado aquí?!
Gritó en mitad del mercado, tras sus palabras seis de los marines se metieron en el interior de la callejuela siguiendo las pisadas ensangrentadas, unos ocho caminaron por el mercado rastreando los sospechosos, dos examinaron la escena del crimen, y el último se dirigió hacia a mí al ver que me daba la vuelta para irme.
- Oye tú, ¿quién demonios eres?, no te he visto nunca por aquí.
En cuanto el marine me dirigió la palabra me di la vuelta y lo miré de arriba a abajo, era un tipo bastante delgado y parecía ser un simple raso.
- Yo..., pues..., estaba haciendo algunas compras.
Dije mostrando una amplia sonrisa, acariciándome la gorra con suavidad, en cambio él miró mi katana y abrió los ojos como sorprendido.
- ¡Es el asesino!
Gritó señalándome mientras desenvainaba su sable a lo que los otros tres marines respondieron de la misma forma.
- Ya no tengo tantas ganas de quedarme en esta isla...
Susurré dando un pesado suspiro, dando dos pasos hacia atrás a la vez que alargaba mis manos hacia el frente como muestra de inocencia.
- Oye..., yo no he sido..., parad...
Les dije antes de que uno de ellos cargase hacia a mí con el arma en alto, entonces no pude evitarlo, di un paso hacia la derecha y posé mi mano derecha sobre la empuñadura de mi katana, desenvainé y realicé un tajo en la mano que sujetaba el arma cortando su brazo al instante. 'En qué líos me meto...' pensé para mis adentros antes de empuñar el arma con ambas manos dando un fuerte salto hacia atrás.
Sin más aproveché para comerciar con aquel hombre...
- Buenas tardes mercader, ¿qué tiene a la venta?
Pregunté con calma a lo que él me respondió...
- Buenas tardes ciudadano, tenemos los mejores productos para viajar en alta mar, proporcionamos material imprescindible para partir, ¿qué necesita?
Su voz sonó bastante gentil, así que sin más demora solicité lo que estaba buscando.
- Necesito un cuchillo, un cacillo, 20 litros de agua, un cazo y una caña de pescar con sus complementos...
El hombre obedeció y me lo preparó todo al instante.
- Dígame..., ¿tiene algo para prender un fuego en alta mar?
Chasqueé la lengua con levedad abriendo los ojos al instante.
- Pues..., no la verdad...
El hombre me miró sonriente y me posó sobre la mesa una extraña caracola.
- Mire, es de edición limitada, si presiona este botón la caracola se calentará y le ayudará en el plato que desee hacer...
Me pareció extraño aquel mecanismo así que presioné el botón y me sorprendí al notar cómo aumentaba el calor hasta el punto que lo toqué con la mano y me quemé.
- ¡Joder!
Grité con la mano roja.
- ¿A que es útil?
Me preguntó con una gran sonrisa.
- Me lo llevo..., ¿cuánto es?
El tendero me sonrió de manera amplia sumando el valor de todos los precios.
- Son 10 mil berries.
Me afirmó con una sonrisa maliciosa, sí, definitivamente me estaba timando pero necesitaba aquellos productos para ir en alta mar y él me los estaba proporcionando...
- Tome los 10 mil berries..., llévelo a las 9 de la noche al puerto, allí recibiré la mercancía...
Susurré con desesperación antes de irme, dándome la vuelta para así dirigirme hacia la callejuela en la que había escuchado aquel extraño ruido, lugar en el que una agrupación de 20 marines estaba reunido examinando los cuerpos asesinados en el suelo. Contemplé aquella escena con naturalidad y vi cómo 2 de ellos se levantaban y revisaban la zona circundante al cuerpo descubriendo el escrito de "Iba" en sangre.
Me alejé de la zona y me dirigí al puerto antes de que uno de los marines se levantase y dirigiese algunas palabras a las personas allí presentes.
- ¡¿Alguien ha visto qué ha pasado aquí?!
Gritó en mitad del mercado, tras sus palabras seis de los marines se metieron en el interior de la callejuela siguiendo las pisadas ensangrentadas, unos ocho caminaron por el mercado rastreando los sospechosos, dos examinaron la escena del crimen, y el último se dirigió hacia a mí al ver que me daba la vuelta para irme.
- Oye tú, ¿quién demonios eres?, no te he visto nunca por aquí.
En cuanto el marine me dirigió la palabra me di la vuelta y lo miré de arriba a abajo, era un tipo bastante delgado y parecía ser un simple raso.
- Yo..., pues..., estaba haciendo algunas compras.
Dije mostrando una amplia sonrisa, acariciándome la gorra con suavidad, en cambio él miró mi katana y abrió los ojos como sorprendido.
- ¡Es el asesino!
Gritó señalándome mientras desenvainaba su sable a lo que los otros tres marines respondieron de la misma forma.
- Ya no tengo tantas ganas de quedarme en esta isla...
Susurré dando un pesado suspiro, dando dos pasos hacia atrás a la vez que alargaba mis manos hacia el frente como muestra de inocencia.
- Oye..., yo no he sido..., parad...
Les dije antes de que uno de ellos cargase hacia a mí con el arma en alto, entonces no pude evitarlo, di un paso hacia la derecha y posé mi mano derecha sobre la empuñadura de mi katana, desenvainé y realicé un tajo en la mano que sujetaba el arma cortando su brazo al instante. 'En qué líos me meto...' pensé para mis adentros antes de empuñar el arma con ambas manos dando un fuerte salto hacia atrás.
Ibarenko Vlassrova
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Quién diría que iban a encontrar los cuerpos tan rápido. Parecía ser que, al fin y al cabo, no eran tan inútiles como pensaba Iba. Sorprendente llegó a pensar, pues de donde él venía, tardaban incluso días en notar que uno de esos estúpidos campesinos desaparecía. Ahora sí que iba a ser gracioso, pues los marines investigaban quién de todos ellos sería él, una figura que sabía por dónde caminar para evitar ser visto, aprovechando los bullicios y las zonas de carga como medio para ocultarse. Mas no todo estaba como él quería.
En un momento, mientras Ibarenko buscaba qué barco sería el que tomara como suyo, escuchó a un grupo de marines que, por casualidad, cruzó por su lado. Exclamaban con odio que habían encontrado al asesino, y que estaban haciendo frente al mismo. ¿Un doble...suyo? ¿Alguien había tenido cojones como para haber suplantado la identidad Vlassrova sin ser sangre Vlassrova? Eso no lo podía permitir, fuera quien fuera. Sin dilación, Iba comenzó a vigilar a aquel grupo de marines, para así lograr llegar a la zona de tal ciudad en que la que 'supuestamente' un Ibarenko Vlassrova estaba siendo rodeado. - Ni de coña. - Dijo con odio. - Aquel que me esté intentando suplantar se las verá con mi puñal. - Volvió a exclamar, pero esta vez más en sus adentros.
Cuestión de minutos era lo que tardó en llegar. No podía ser. ¿Ese chico de la gorra estaba imitando a Iba? Pero si estaba a la vista de todo el mundo, ¿a quién intenta engañar? Además, sus ropas no es que fueran muy...cuidadosas, todo lo contrario se podría decir, pues daban el cante a bastantes metros. Prestando más atención al joven, vio que portaba un arma de dos manos, una katana, la cual apenas podía apreciar desde su posición, ni falta que le hacía, pues era un fuerte seguidor de la simpleza de los cuchillos. Ellos sí que sabían cómo cortar corazones. Y salvar culos. ¿Que a qué me refiero, lector? Simple, aquel grupo de marines que Iba estuvo siguiendo, se trataban de soldados a distancia que habían posicionado sus armas de fuego para disparar una andanada de balas con las que intentar acabar con la vida de su doble, algo que a Iba le irritaba mucho más, y por lo que optó por entrar en escena. Colocado a una distancia menor a la del metro, la mitad para ser más exacto, de los soldados, Ibarenko abrió una vez más los estuches de ambas piernas, que daban para cinco cuchillos cada uno, sacando de ellos dos por estuchera. Lo sorprendente fue que no los tuvo que sacar con las manos, sino que, por sí mismos, salieron y rápidamente se dirigieron a las nucas de los soldados. Como era de esperar, tales zonas fueron atravesadas sin oponer mucha resistencia, pues estaban de espaldas al Vlassrova, aunque eso no quita que ya fuese visto.
Es más, fue el hecho de que había matado a tales soldados lo que hizo que entrara en escena, pero sin dar su nombre. Actuaría como un 'salvador' que posiblemente emparejarían con el chico de la gorra, llegando incluso a colocarlo como su lacayo. ¿Él? ¿Posible lacayo de ese tipo? Difícil sería. Por lo pronto, tendría que ayudarlo, para luego acabar con su vida, por intentar arrebatar su persona. - Tío. - Dijo al chico de la gorra una vez que estaba cerca suya. - ¿Qué te parece si admiras un poco de arte? - Volvió a decir mientras sonreía.
En un momento, mientras Ibarenko buscaba qué barco sería el que tomara como suyo, escuchó a un grupo de marines que, por casualidad, cruzó por su lado. Exclamaban con odio que habían encontrado al asesino, y que estaban haciendo frente al mismo. ¿Un doble...suyo? ¿Alguien había tenido cojones como para haber suplantado la identidad Vlassrova sin ser sangre Vlassrova? Eso no lo podía permitir, fuera quien fuera. Sin dilación, Iba comenzó a vigilar a aquel grupo de marines, para así lograr llegar a la zona de tal ciudad en que la que 'supuestamente' un Ibarenko Vlassrova estaba siendo rodeado. - Ni de coña. - Dijo con odio. - Aquel que me esté intentando suplantar se las verá con mi puñal. - Volvió a exclamar, pero esta vez más en sus adentros.
Cuestión de minutos era lo que tardó en llegar. No podía ser. ¿Ese chico de la gorra estaba imitando a Iba? Pero si estaba a la vista de todo el mundo, ¿a quién intenta engañar? Además, sus ropas no es que fueran muy...cuidadosas, todo lo contrario se podría decir, pues daban el cante a bastantes metros. Prestando más atención al joven, vio que portaba un arma de dos manos, una katana, la cual apenas podía apreciar desde su posición, ni falta que le hacía, pues era un fuerte seguidor de la simpleza de los cuchillos. Ellos sí que sabían cómo cortar corazones. Y salvar culos. ¿Que a qué me refiero, lector? Simple, aquel grupo de marines que Iba estuvo siguiendo, se trataban de soldados a distancia que habían posicionado sus armas de fuego para disparar una andanada de balas con las que intentar acabar con la vida de su doble, algo que a Iba le irritaba mucho más, y por lo que optó por entrar en escena. Colocado a una distancia menor a la del metro, la mitad para ser más exacto, de los soldados, Ibarenko abrió una vez más los estuches de ambas piernas, que daban para cinco cuchillos cada uno, sacando de ellos dos por estuchera. Lo sorprendente fue que no los tuvo que sacar con las manos, sino que, por sí mismos, salieron y rápidamente se dirigieron a las nucas de los soldados. Como era de esperar, tales zonas fueron atravesadas sin oponer mucha resistencia, pues estaban de espaldas al Vlassrova, aunque eso no quita que ya fuese visto.
Es más, fue el hecho de que había matado a tales soldados lo que hizo que entrara en escena, pero sin dar su nombre. Actuaría como un 'salvador' que posiblemente emparejarían con el chico de la gorra, llegando incluso a colocarlo como su lacayo. ¿Él? ¿Posible lacayo de ese tipo? Difícil sería. Por lo pronto, tendría que ayudarlo, para luego acabar con su vida, por intentar arrebatar su persona. - Tío. - Dijo al chico de la gorra una vez que estaba cerca suya. - ¿Qué te parece si admiras un poco de arte? - Volvió a decir mientras sonreía.
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En cuanto vi preparado a los marines para disparar una salva tomé a el marine que se estaba agarrando la herida del brazo y había soldado el sable interponiendo este en medio. Pensé en que ellos no dispararían al ver a su aliado en la trayectoria pero tampoco descendieron sus armas.
- ¡No disparéis, yo no soy el asesino!
Les grité antes de contemplar con una mirada incrédula el cómo unas dagas atravesaban sus nucas y los mataban al instante, reconocí esa forma de asesinar en cuanto vi los cuerpos muertos en el suelo; aquellos que desembocaron todo aquel malentendido.
- Tsh, oye..., marine...
Le susurré en el oído al que aún mantenía sujetado.
- Si gritas que él es el asesino, te dejaré con vida, ¿trato hecho?
Le volví a susurrar en el oído ahora con una sonrisa.
- S...sí.
Susurró con un hilo de voz a la vez que asentía con la cabeza.
- ¡Él es el asesino!
Gritó señalando al hombre de las cuchillas y cuando estuve de acuerdo con lo que dijo le empujé haciéndole caer de bruces, envainé mi katana y me di la vuelta emprendiendo una retirada estratégica en el interior de una de las callejuelas, debía de hacer tiempo hasta las 9 como pudiese y apenas eran las 7 y 45 de la tarde.
No está de más decir que pasé por completo de aquel hombre que sólo me había traído mal, '¡a tomar por culo su arte!' pensé en mi interior huyendo, deseando que él no hiciese lo mismo y menos aún detrás mía, ante el grito del marine aparecieron 13 más que estaban buscando en las callejuelas y en el mercado y fueron directos a por ellos.
- ¡No disparéis, yo no soy el asesino!
Les grité antes de contemplar con una mirada incrédula el cómo unas dagas atravesaban sus nucas y los mataban al instante, reconocí esa forma de asesinar en cuanto vi los cuerpos muertos en el suelo; aquellos que desembocaron todo aquel malentendido.
- Tsh, oye..., marine...
Le susurré en el oído al que aún mantenía sujetado.
- Si gritas que él es el asesino, te dejaré con vida, ¿trato hecho?
Le volví a susurrar en el oído ahora con una sonrisa.
- S...sí.
Susurró con un hilo de voz a la vez que asentía con la cabeza.
- ¡Él es el asesino!
Gritó señalando al hombre de las cuchillas y cuando estuve de acuerdo con lo que dijo le empujé haciéndole caer de bruces, envainé mi katana y me di la vuelta emprendiendo una retirada estratégica en el interior de una de las callejuelas, debía de hacer tiempo hasta las 9 como pudiese y apenas eran las 7 y 45 de la tarde.
No está de más decir que pasé por completo de aquel hombre que sólo me había traído mal, '¡a tomar por culo su arte!' pensé en mi interior huyendo, deseando que él no hiciese lo mismo y menos aún detrás mía, ante el grito del marine aparecieron 13 más que estaban buscando en las callejuelas y en el mercado y fueron directos a por ellos.
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Eso sí le gustaba más, debían de referirse a él como el culpable de las catástrofes, y no al gilipollas de la gorra. Por un momento, disfrutó de que tuvieran claro quién era quién, mas hubo algo que pronto le hizo bajar de las nubes. El chico de la gorra. Aquel insolente corría de él, ¿de verdad creía que iba a librarse la parte de justicia que le correspondía? No, ni de coña. Antes se arrancaba los dedos...e incluso los marines le ayudarían con ello.
El chico no era tonto, la verdad, había jugado con la vida de tal marinero para hacer que todo el foco de concentración estuviese puesto en él, no para darle el mérito por tales hazañas, sino para hacer que toda la fuerza del gobierno cayera sobre él. Y por mucho que le doliera, tenía que evitarlo. Es decir, debía evitar que aquella panda de perros de blanco le cogieran vivo, pues no dudarían en cortar su cuello por sus actos, o incluso meterlo en prisión. Al menos, ellos sí optaban por investigarle, a diferencia de otros.
Por este motivo, el joven Vlassrova no dudó en echar a correr también, no sin antes introducir los cuchillos en su estuchera, la cual posteriormente cerró. La carrera por la supervivencia había comenzado, y por lo pronto, la dificultad se había incrementado notablemente, y por ello tenía que ser precavido con sus actos, a la par que daba con aquel joven mentiroso. ¿Destino? Cualquiera que fuera, mientras no se topase con los de la marina y, en su camino, estuviera el joven de la gorra. - No se escapará. - Se dijo a sí mismo mientras lo perseguía.
El chico no era tonto, la verdad, había jugado con la vida de tal marinero para hacer que todo el foco de concentración estuviese puesto en él, no para darle el mérito por tales hazañas, sino para hacer que toda la fuerza del gobierno cayera sobre él. Y por mucho que le doliera, tenía que evitarlo. Es decir, debía evitar que aquella panda de perros de blanco le cogieran vivo, pues no dudarían en cortar su cuello por sus actos, o incluso meterlo en prisión. Al menos, ellos sí optaban por investigarle, a diferencia de otros.
Por este motivo, el joven Vlassrova no dudó en echar a correr también, no sin antes introducir los cuchillos en su estuchera, la cual posteriormente cerró. La carrera por la supervivencia había comenzado, y por lo pronto, la dificultad se había incrementado notablemente, y por ello tenía que ser precavido con sus actos, a la par que daba con aquel joven mentiroso. ¿Destino? Cualquiera que fuera, mientras no se topase con los de la marina y, en su camino, estuviera el joven de la gorra. - No se escapará. - Se dijo a sí mismo mientras lo perseguía.
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Eché a correr introduciéndome en los suburbios de aquella tranquila ciudad, perdiéndome entre los diferentes callejones que había hasta que finalmente llegué a un callejón sin salida. 'Mierda...' Pensé mirando hacia atrás escuchando las fuertes pisadas de aquel indeseable que parecía estar siguiéndome, de fondo se escucharon las voces de los malhumorados marines así que finalmente me preparé para lo peor, no desenfundé mi katana tan sólo tomé el mosquete entre mis manos y apunté hacia el frente.
Tardé poco en ver a aquel indeseable aparecer delante de mis ojos por lo que le apunté directamente entre ceja y ceja.
- ¡Tienes dos caminos, o te pego un tiro ahora mismo y si fallo los marines que te siguen el rastro acaban contigo, o nos unimos y los derrotamos como buenos piratas!
Estaba condenado a morir sin la ayuda de aquel tipo y viceversa, así que usando su mente fría calculó la mejor manera de sobrevivir en aquellos momentos y residía en la cooperación, sin embargo comenzó a correr hacia su posición colocándose en la esquina del callejón.
- Tú, he visto lo que haces con las dagas, tíralas al suelo y haz que salgan volando cuando los marines pasen sobre ellas, nos quitaremos a unos cuantos de en medio antes de emboscarlos.
Supuse que se uniría a mi cruzada sin oponer resistencia ya que ambos estábamos muy jodidos, así que actué con él como si realmente fuésemos aliados.
Tardé poco en ver a aquel indeseable aparecer delante de mis ojos por lo que le apunté directamente entre ceja y ceja.
- ¡Tienes dos caminos, o te pego un tiro ahora mismo y si fallo los marines que te siguen el rastro acaban contigo, o nos unimos y los derrotamos como buenos piratas!
Estaba condenado a morir sin la ayuda de aquel tipo y viceversa, así que usando su mente fría calculó la mejor manera de sobrevivir en aquellos momentos y residía en la cooperación, sin embargo comenzó a correr hacia su posición colocándose en la esquina del callejón.
- Tú, he visto lo que haces con las dagas, tíralas al suelo y haz que salgan volando cuando los marines pasen sobre ellas, nos quitaremos a unos cuantos de en medio antes de emboscarlos.
Supuse que se uniría a mi cruzada sin oponer resistencia ya que ambos estábamos muy jodidos, así que actué con él como si realmente fuésemos aliados.
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Ruido. Mucho ruido. Eso es lo que caracterizaba la situación en ese preciso instante. Ibarenko corría; los marines corrían; hasta el chico de la gorra corría. Todos corrían en ese momento, pero todos tenían motivos diferentes. ¿Cuál era el de Iba, dices? Encontrar a ese chico y hacerle ver qué ocurre cuando intentan suplantarlo, aunque, por mucho que le molestara por dentro, llevaba razón. En aquel callejón sin salida únicamente estaban ellos dos, y necesitaban el uno del otro. Mientras el asesino los mataba desde la lejanía, el otro podría servir como escudo humano para seguir atacando. En el mejor de los casos, él, Ibarenko, saldría manchado de sangre. Y le encantaba.
- Será todo un placer. - Dijo con una sonrisa de gran intensidad al proponerlo. ¿Querían ver cuchillos de cerca? Pues tendrán cuchillos de cerca, tan cerca que notarán como sus puntas de acero se clavan sobre sus yugulares y perforaran toda su garganta hasta que les salgan por la nuca. Oh sí, chico, ese espectáculo de sangre es algo que siempre enamoraba a Iba. Por ello...¡manos a la obra!
En poco tiempo, una vez más, y ya casi parecía monotonía, se abrieron las estucheras. Esta vez, los cinco cuchillos serían usados, de tal forma que contarían con diez armas que matarían a los soldados sin problemas. ¿Cómo serían usados? A diferencia de la última vez, estos estaban colocados en el suelo en filas de cinco, esperando la orden de ataque de su señor. En cambio, su señor esperaba la llegada de los soldados para poder lanzar el ataque. ¿Cuándo supo que era el preciso instante? Cuando en su radio de un metro entrasen las armas de tales hombres, pues, gracias a su poder, tal entrada sería percibida por un usuario como él, de tal forma que, entre el tiempo de reacción y la velocidad de entrada de sus enemigos, los puñales lanzados irían sucediéndose a sus victimas una a una, sin parar, como balas que atraviesan a sus enemigos. Cabe destacar que, si por algún casual alguien lograba evitar su cuchillo, su reciente compañero le daría fin a su vida. O eso esperaba él.
- Será todo un placer. - Dijo con una sonrisa de gran intensidad al proponerlo. ¿Querían ver cuchillos de cerca? Pues tendrán cuchillos de cerca, tan cerca que notarán como sus puntas de acero se clavan sobre sus yugulares y perforaran toda su garganta hasta que les salgan por la nuca. Oh sí, chico, ese espectáculo de sangre es algo que siempre enamoraba a Iba. Por ello...¡manos a la obra!
En poco tiempo, una vez más, y ya casi parecía monotonía, se abrieron las estucheras. Esta vez, los cinco cuchillos serían usados, de tal forma que contarían con diez armas que matarían a los soldados sin problemas. ¿Cómo serían usados? A diferencia de la última vez, estos estaban colocados en el suelo en filas de cinco, esperando la orden de ataque de su señor. En cambio, su señor esperaba la llegada de los soldados para poder lanzar el ataque. ¿Cuándo supo que era el preciso instante? Cuando en su radio de un metro entrasen las armas de tales hombres, pues, gracias a su poder, tal entrada sería percibida por un usuario como él, de tal forma que, entre el tiempo de reacción y la velocidad de entrada de sus enemigos, los puñales lanzados irían sucediéndose a sus victimas una a una, sin parar, como balas que atraviesan a sus enemigos. Cabe destacar que, si por algún casual alguien lograba evitar su cuchillo, su reciente compañero le daría fin a su vida. O eso esperaba él.
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Los trece marines corrieron alocados hacia aquel destino y los cuchillos asesinaron a los tres primeros que llegaron, los siguientes no se percataron de lo sucedido por lo que en nada de tiempo cayeron seis cuerpos muertos. Sin embargo los seis cuerpos obstruyeron el paso de las demás dagas que quedaron clavadas en las costillas de los primeros muertos, al no tener salida impactaron con lo primero que percibieron.
Una vez escuché todo lo que se había formado asomé mi mosquete y disparé, con él herí de pleno a un marine que murió al instante, las probabilidades de acertar una bala entre seis blancos eran demasiado grandes por lo que solo me preocupé en apuntar a la zona de las cabezas. Inmediatamente y ante la sorpresa que vieron los marines dispararon todos a la vez logrando una salva de 5 disparos que fueron a parar a el muro de la calle y al otro muro que quedaba en el propio callejón.
'¡Bien!' Grité en mi interior a la vez que me enganchaba el mosquete al hombro, desenvainaba mi katana con velocidad y cargaba contra los asustados hombres del gobierno mundial. La carga fue bastante efectiva dado que pude matar a dos de los cinco marines desarmados pensando que sus disparos habían sido efectivos.
Ante tal despliegue de recursos los tres últimos hombres huyeron aterrorizados tirando sus armas al suelo, pero pude tomar un mosquete de los siete hombres asesinados con las dagas; al estar cargado disparé al último hombre y le acerté provocando que perdiese el equilibrio y cayese de bruces.
Sus compañeros se dieron la vuelta al ver a su aliado caer y lo habrían socorrido de no ser porque tiré el mosquete al suelo y avancé con la katana en alto. La retirada de los dos últimos marines supuso una evidencia sin igual, sabían quiénes éramos y pronto tendríamos una recompensa; con tal hecho me acerqué al último hombre que reposaba en el suelo y lo ejecuté dándole un tajo en la nuca, cuando menos supiesen de nosotros mejor y él nos vería tomar un camino distinto.
- Oye, tú, debemos de irnos.
Le dije al tipo que me había metido en aquellos líos.
- Estos tipos son simples rasos, han caído casi todos excepto 2 por lo que esos dos llamarán a la marina. Hace poco hubo por aquí un barco de la marina por lo que recomiendo que separemos nuestros caminos ahora, llamarán a los barcos y nos buscarán si es necesario.
Suspiré con fuerza, tenía verdaderas ganas de matarlo pero mi mente me obligaba a mantenerlo con vida, si él andaba deambulando por ahí sería un buen foco de atención para la marina que lo perseguiría.
- Ahora es cuando separamos nuestros caminos, ten cuidado.
Le dije limpiando la sangre de mi katana con el uniforme de un marine, no estaba acostumbrado a ver tanta muerte pero aquel fue un momento crítico, así que sin más me retiré de aquel sitio envainando mi katana deseando no volver a ver a aquel hombre jamás.
Me escondería entre las callejuelas cerca del puerto buscando tomar la mercancía cuando llegase el momento y largarse, deseando que la noticia de que yo había asesinado a varios marines no llegase a los mercaderes.
- En fin..., una isla que me cierra las puertas...
Susurré con un suspiro, realmente me encantaba aquel lugar.
Una vez escuché todo lo que se había formado asomé mi mosquete y disparé, con él herí de pleno a un marine que murió al instante, las probabilidades de acertar una bala entre seis blancos eran demasiado grandes por lo que solo me preocupé en apuntar a la zona de las cabezas. Inmediatamente y ante la sorpresa que vieron los marines dispararon todos a la vez logrando una salva de 5 disparos que fueron a parar a el muro de la calle y al otro muro que quedaba en el propio callejón.
'¡Bien!' Grité en mi interior a la vez que me enganchaba el mosquete al hombro, desenvainaba mi katana con velocidad y cargaba contra los asustados hombres del gobierno mundial. La carga fue bastante efectiva dado que pude matar a dos de los cinco marines desarmados pensando que sus disparos habían sido efectivos.
Ante tal despliegue de recursos los tres últimos hombres huyeron aterrorizados tirando sus armas al suelo, pero pude tomar un mosquete de los siete hombres asesinados con las dagas; al estar cargado disparé al último hombre y le acerté provocando que perdiese el equilibrio y cayese de bruces.
Sus compañeros se dieron la vuelta al ver a su aliado caer y lo habrían socorrido de no ser porque tiré el mosquete al suelo y avancé con la katana en alto. La retirada de los dos últimos marines supuso una evidencia sin igual, sabían quiénes éramos y pronto tendríamos una recompensa; con tal hecho me acerqué al último hombre que reposaba en el suelo y lo ejecuté dándole un tajo en la nuca, cuando menos supiesen de nosotros mejor y él nos vería tomar un camino distinto.
- Oye, tú, debemos de irnos.
Le dije al tipo que me había metido en aquellos líos.
- Estos tipos son simples rasos, han caído casi todos excepto 2 por lo que esos dos llamarán a la marina. Hace poco hubo por aquí un barco de la marina por lo que recomiendo que separemos nuestros caminos ahora, llamarán a los barcos y nos buscarán si es necesario.
Suspiré con fuerza, tenía verdaderas ganas de matarlo pero mi mente me obligaba a mantenerlo con vida, si él andaba deambulando por ahí sería un buen foco de atención para la marina que lo perseguiría.
- Ahora es cuando separamos nuestros caminos, ten cuidado.
Le dije limpiando la sangre de mi katana con el uniforme de un marine, no estaba acostumbrado a ver tanta muerte pero aquel fue un momento crítico, así que sin más me retiré de aquel sitio envainando mi katana deseando no volver a ver a aquel hombre jamás.
Me escondería entre las callejuelas cerca del puerto buscando tomar la mercancía cuando llegase el momento y largarse, deseando que la noticia de que yo había asesinado a varios marines no llegase a los mercaderes.
- En fin..., una isla que me cierra las puertas...
Susurré con un suspiro, realmente me encantaba aquel lugar.
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Oh sí, chico. Así sí que puedes hacer feliz a un Vlassrova. ¿Qué mejor forma de matarlos que con su propia arma? Puede llegar a resultar ciertamente literario, como un tópico, que seguro que habrá sobre ello, pero el hecho de que sus propias armas fueran las que dieran fin a su trabajo, era algo que...Iba adoraba.
No dijo nada a sus palabras. Él sabía algo y, si estaba allí, por el contraste con las ropas de los nativos, significa que tendría un barco u otro tipo de vehículo marítimo. En definitiva, que sería él su billete de ida. Un billete de ida, veloz, la verdad, pues en cuanto acabó de hablar salió corriendo para dejar el callejón atrás. En cambio, Ibarenko movió algunos cuerpos, hasta lograr que sus cuchillos volvieran a sus respectivas estucheras. ¿Acabó ahí? Al contrario. Volvió a manchar sus dedos de sangre y, una vez más, escribió su nombre en la pared:
No dijo nada a sus palabras. Él sabía algo y, si estaba allí, por el contraste con las ropas de los nativos, significa que tendría un barco u otro tipo de vehículo marítimo. En definitiva, que sería él su billete de ida. Un billete de ida, veloz, la verdad, pues en cuanto acabó de hablar salió corriendo para dejar el callejón atrás. En cambio, Ibarenko movió algunos cuerpos, hasta lograr que sus cuchillos volvieran a sus respectivas estucheras. ¿Acabó ahí? Al contrario. Volvió a manchar sus dedos de sangre y, una vez más, escribió su nombre en la pared:
IBARENKO VLASSROVA SERÁ DUEÑO DE VUESTRAS ALMAS.
Escribió en el mayor tamaño que pudo.
Antes de irse, vio que aún quedaban algunas armas, mas ninguna era un puñal que llevar a mano. Una pena, sinceramente, pues era un claro ejemplo de no saber apreciar un buen arma de otra. En fin, sería una locura adentrarse en la ciudad abriendo y cerrando el estuche, por lo que, de los diez cuchillos que tenía, cogió dos de ellos para llevarlos en las manos. ¿Quién sabe cuándo volverían a darse más marineros rasos? O incluso vendría algún alto cargo. Eso sí que sería bueno, matar a un cargo importante de la marina, a un perro de los 'Dioses'.
Pues bien, una vez hecho todo esto, y tras haber divagado lo suficiente, comenzó a correr. ¿Dirección? El puerto. El señor gorrilla debía de estar allí, y su barco era su mejor medio de transporte, pro no decir que era el único que necesitaba para poder navegar. Tenía que ser consciente, bastante, de que pronto estaría lleno de soldados, por lo que...o los
mataba...o se escondía de ellos. La verdad, la idea de que pudiera matarlos le resultaba mucho mejor.Antes de irse, vio que aún quedaban algunas armas, mas ninguna era un puñal que llevar a mano. Una pena, sinceramente, pues era un claro ejemplo de no saber apreciar un buen arma de otra. En fin, sería una locura adentrarse en la ciudad abriendo y cerrando el estuche, por lo que, de los diez cuchillos que tenía, cogió dos de ellos para llevarlos en las manos. ¿Quién sabe cuándo volverían a darse más marineros rasos? O incluso vendría algún alto cargo. Eso sí que sería bueno, matar a un cargo importante de la marina, a un perro de los 'Dioses'.
Pues bien, una vez hecho todo esto, y tras haber divagado lo suficiente, comenzó a correr. ¿Dirección? El puerto. El señor gorrilla debía de estar allí, y su barco era su mejor medio de transporte, pro no decir que era el único que necesitaba para poder navegar. Tenía que ser consciente, bastante, de que pronto estaría lleno de soldados, por lo que...o los
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Estuve escondido durante algo más de una hora huyendo de toda persona que pudiese incriminarme o que estuviese relacionada con la marina, gracias al destino nadie me encontró y pude volver al puerto cuando fue la hora acordada. No tardé demasiado en llegar al sitio acordado para encontrarme allí con los dos mercaderes, ambos me trajeron toda la mercancía en 2 barriles, 6 sacos y 1 baúl en donde guardar los accesorios. Sin pensármelo dos veces agradecí el trabajo realizado y metí todos aquellos productos en el interior de la barcaza.
- Muchas gracias a ambos, partiré ya a la siguiente isla.
Dije con bastante tranquilidad ya que en aquellos momentos estaba embarcando un buque de la marina en el puerto y no me convenía que me viesen nervioso, ambos mercaderes se despidieron de mí recordándome que si volvía podía pasarme por allí para comprar materiales. En cuanto me di la vuelta para tomar la barca supe que si volvía a aquel lugar sería dentro de mucho tiempo así que me di la vuelta para contemplar el paisaje una última vez...
- J...¡Joder!
Exclamé cuando vi a dos capitanes de la marina, cuatro tenientes y sesenta soldados rasos armados y disparando a un extraño hombre que venía corriendo hasta mi posición.
- ¡¿Pero qué cojones haces?!
Le grité llevándome las manos a la cabeza imaginándome de quién se trataba corriendo hacia la barcaza para recoger el áncora del puerto desenganchar el bote y tomar uno de los remos. Comencé a remar con gran velocidad poniendo mi vida en ello si aquellos marines se fijaban en quién era quizás me hundiesen mi barca y sería arrestado; desde luego aquel tipo solo me traía problemas.
- Muchas gracias a ambos, partiré ya a la siguiente isla.
Dije con bastante tranquilidad ya que en aquellos momentos estaba embarcando un buque de la marina en el puerto y no me convenía que me viesen nervioso, ambos mercaderes se despidieron de mí recordándome que si volvía podía pasarme por allí para comprar materiales. En cuanto me di la vuelta para tomar la barca supe que si volvía a aquel lugar sería dentro de mucho tiempo así que me di la vuelta para contemplar el paisaje una última vez...
- J...¡Joder!
Exclamé cuando vi a dos capitanes de la marina, cuatro tenientes y sesenta soldados rasos armados y disparando a un extraño hombre que venía corriendo hasta mi posición.
- ¡¿Pero qué cojones haces?!
Le grité llevándome las manos a la cabeza imaginándome de quién se trataba corriendo hacia la barcaza para recoger el áncora del puerto desenganchar el bote y tomar uno de los remos. Comencé a remar con gran velocidad poniendo mi vida en ello si aquellos marines se fijaban en quién era quizás me hundiesen mi barca y sería arrestado; desde luego aquel tipo solo me traía problemas.
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' Corre, corre, joder, corre. ' Se repetía una y otra vez Ibarenko mientras le perseguían. ¿Cómo había logrado que le persiguiera tal número de soldados? Bueno, parece ser que apuñalar un capitán de la marina no era buena idea del todo. Pero no era su culpa, pues estaba separado del resto, e Iba adoraba jugar con sus juguetes, hasta que se rompen. Vaya.
En fin, eso alertó a todo el grupo. Al principio comenzó a fingir su típica risa, 'JUASJUASJUASJUAS', intentando expresar la emoción que le daba el asesinar y ser perseguido de tal forma, aunque su rostro serio no le ayudaba en nada. Bueno. ¿Cómo logró concluir la carrera? Fácil. Como se esperaba, llego hasta el puerto, una vez más, y vio a lo lejos al chico de la gorra. - Perfecto. - A medida que fue acercándose a los límites del puerto, empezó a concentrar su fuerza en las piernas para dar el salto que le salvaría.
Por poco, se caía, pero por suerte, logró subir al. barco, estampándose contra el suelo y rezando que el chico remara más que cualquier otro. - Co-corre, jo-joder...- Intentaba decir, con toda la euforia que era incapaz de transmitir.
En fin, eso alertó a todo el grupo. Al principio comenzó a fingir su típica risa, 'JUASJUASJUASJUAS', intentando expresar la emoción que le daba el asesinar y ser perseguido de tal forma, aunque su rostro serio no le ayudaba en nada. Bueno. ¿Cómo logró concluir la carrera? Fácil. Como se esperaba, llego hasta el puerto, una vez más, y vio a lo lejos al chico de la gorra. - Perfecto. - A medida que fue acercándose a los límites del puerto, empezó a concentrar su fuerza en las piernas para dar el salto que le salvaría.
Por poco, se caía, pero por suerte, logró subir al. barco, estampándose contra el suelo y rezando que el chico remara más que cualquier otro. - Co-corre, jo-joder...- Intentaba decir, con toda la euforia que era incapaz de transmitir.
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Continué remando a toda velocidad, tanto que incluso parecía un barco de vapor, el barco se zarandeaba de un lado a otro a causa de las balas de cañón que rebotaban a los lados del barco tocando el mar y el hecho de que estuviese remando yo solo; en uno de los golpes del mar casi volcamos.
- ¡Te voy a matar hijo de la gran pu...!
La bala de cañón en el mar silenció el comentario.
- ¡¿Qué coñ...?!
De nuevo otra bala de cañón zarandeó mi barco y evitó el comentario obsceno.
- ¡¿Pero qué coj... haces con tu put... vida maric...na...?! ¡Yo me ca... en tus muertos!
Las balas de cañón fueron silenciando mis palabrotas que con tanto amor le dedicaba a Ibankov hasta el punto de que me deformaron el mensaje por completo.
- ¡Mi ma... ...dre... can... ...ta flamen... ...co... muy bien!
Cuando nos alejamos lo suficiente del puerto pude respirar tranquilidad, había pasado momentos de verdadera tensión, ahora tan sólo quedaba tener una conversación larga y tendida hasta que llegásemos a la siguiente isla, así que comencé mi aventura en alta mar, dejando de remar para descansar y desplegando las velas para que la corriente marina por sí sola nos llevase a la siguiente isla. A decir verdad, aquella barca no nos llevaría demasiado lejos, no estaba hecha para cruzar mares enteros.
Y así comenzaron mis aventuras junto aquel loco que me había metido en tantos líos...
¿Fin...?
- ¡Te voy a matar hijo de la gran pu...!
La bala de cañón en el mar silenció el comentario.
- ¡¿Qué coñ...?!
De nuevo otra bala de cañón zarandeó mi barco y evitó el comentario obsceno.
- ¡¿Pero qué coj... haces con tu put... vida maric...na...?! ¡Yo me ca... en tus muertos!
Las balas de cañón fueron silenciando mis palabrotas que con tanto amor le dedicaba a Ibankov hasta el punto de que me deformaron el mensaje por completo.
- ¡Mi ma... ...dre... can... ...ta flamen... ...co... muy bien!
Cuando nos alejamos lo suficiente del puerto pude respirar tranquilidad, había pasado momentos de verdadera tensión, ahora tan sólo quedaba tener una conversación larga y tendida hasta que llegásemos a la siguiente isla, así que comencé mi aventura en alta mar, dejando de remar para descansar y desplegando las velas para que la corriente marina por sí sola nos llevase a la siguiente isla. A decir verdad, aquella barca no nos llevaría demasiado lejos, no estaba hecha para cruzar mares enteros.
Y así comenzaron mis aventuras junto aquel loco que me había metido en tantos líos...
¿Fin...?
Ibarenko Vlassrova
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[¿Cerramos el rol para la experiencia?]
Bô Thyjo
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