El comienzo de un largo viaje. (Alexptm29, Kaworu L. Nagisa) [Terminado.]

Tomé un pequeño bote con espacio suficiente para mí y los víveres que pude obtener y me embarcé en el calmado pero a veces fiero mar del Oeste. Apenas llevaba mis prendas y alguna arma que prefería mantener escondida debajo del madero que utilizaba como asiento.

Remaba y remaba mirando atrás, estaba abandonando la isla en la que una vez nací, sucedieron demasiadas cosas allí, demasiados momentos inundaban mi mente, algunos buenos, otros malos e incluso momentos en los que rabiaba me poseía, pero sobretodo reinaba la tristeza. No dejé a mis pocos conocidos en aquella isla por la tristeza sino por venganza, debía de cumplir mi misión, en algún lugar de aquel vasto mundo se escondía mi padre y haría lo que hiciese falta para tomar justicia.

No sabía haca dónde me dirigía, tan sólo remaba, a veces temía que mi destino fuese morir en medio del mar. Poseía un mapa sobre cómo llegar a la siguiente isla pero no sabía interpretarlo, así que finalmente decidí rehusar del mismo. Aquella barcaza que había robado estaba haciendo un trabajo eficiente, sobretodo conmigo al mando, un pirata novato que apenas sabía remar.

Tardé semanas en divisar mi destino, y lo hice cuando ya apenas me quedaban suministros de viaje, sí, estaba en apuros y aquello no era algo que me gustase demasiado. Ante mis ojos se mostraba una imponente Ohara, desde aquella distancia parecía tan pequeña..., pero pese a todo hermosa, deseaba llegar a la misma ya que sólo conocía su nombre. Deseaba llegar allí y revolcarme por sus verdes campos y me llamaba mucho la atención aquel árbol que se encontraba en el centro de todo.

No tardé demasiado respecto al tiempo viajado en llegar al puerto, en anudar "mi" barcaza y tomar mis armas, una katana que una vez perteneció a mi maestro y un mosquete que me colgué en el hombro y crucé en la espalda. No me preocupó demasiado portar armas ya que existía mucho caza-recompensas en aquel mar aunque nunca había tenido el placer de conocer a ninguno en persona. Agarré la bolsa con los víveres y me la colgué del pantalón. Esta no era excesivamente grande ya que de ella sólo quedaban cinco piezas de fruta.

Anduve durante media hora, recorriendo con un paso bastante calmado aquel puerto, me fijé en la forma de vida de los pescadores y los no tan pescadores, caza - recompensas habían desembarcado con pintas bastante duras aunque se mostraban ajenos a todo. Todo era fantástico para mí, un hombre que deseaba ver el mundo

A lo no tan lejos resplandecía el poblado oculto bajo la sombra del gran árbol, era de día, de manera concreta las ocho de la mañana, el sol iluminaba de manera molesta todo aquello y una suave brisa recorría el ambiente, los pájaros surcaban el puerto de un costado a otro canturreando ante la llegada del pescado, deseosos de obtener un poco de su preciado alimento, aunque los gritos de los marineros y en algunos casos los golpes los espantaban.

Abandoné el puerto una vez hube visto todo lo que ocultaba, incluyendo algunos barcos que me llamaron la atención, no era muy propenso a robar pero reconocí que sería necesario si deseaba llegar a nuevos destinos, sobretodo si no tenía un mísero "berry".

Me encontraba a algunos cientos de metros del poblado aunque no tardaría demasiado en llegar. Estaba nervioso, era mi primera isla y no sabía cómo responder ante ello, deseaba hablar con sus gentes, "comprar" nuevos productos y disfrutar de todo, antes de acabarme sin alimento tener que robar y desaparecer de allí, claro, aunque, al menos sería feliz.

A mitad del camino me topé con una mujer que me solicitó ayuda para llevar sus frutos, vio que yo no era más que un simple viajero así que me ofreció algo de su cosecha como pago, acepté bastante entusiasmado ya que aquello me venía de perlas. Al parecer su destino era el mismo que el mío por lo que quizás me podría hablar un poco sobre el poblado.

Estaba claro que iba a ocurrir, casi todos los cargos altos se encontraban en ese momento en el North Blue, por lo tanto era una estupidez que unos reclutas, encargados de la gentucilla, como nosotros estuviéramos en mitad de la batalla, incordiando a gente que claramente tenía mucha más experiencia que nosotros. Bah, estupideces, si me hubieran dejado combatir en esa batalla ya hubiera mandado a todos esos cobardes ante la justicia.

En esta ocasión me encontraba en un pequeño barco bajo las órdenes de Shiro Yuto, claramente un hombre mucho más capacitado para su puesto que Raigi der, el cual solo había demostrado ser un incompetente. Después de una larga travesía y muchas paradas, nos quedaba poco para llegar al cuartel marine del West Blue, pero necesitábamos parar una última vez en una isla para reabastecer provisiones.

Ohara, una isla bastante misteriosa, en mi isla natal no existía ningún árbol de semejantes proporciones, fuimos capaces de verlo antes que la propia isla. Desembarcamos en el puerto, estaba lleno de barcos, tanto grandes como pequeños, imaginé que sería una isla con mucha historia, y por lo tanto mucho turismo. Las órdenes estaban claras, explorar la isla, comprar provisiones, y detener a todo hombre sospechoso, los piratas de todo el mundo estaban aprovechando la movilización de tropas para saquear todas las islas posibles.

Me gustaba caminar por todos los mercados posibles antes de comprar mis productos, puesto que los mejores platos solo pueden ser hechos con los mejores productos, por lo tanto me adentré bastante en la isla. Allí pude ver más de cerca el árbol, por lo que pensé que no pasaría nada por acercarme, total, íbamos a quedarnos bastante tiempo en la isla.

Por el camino, me encontré con un hombre que me resultó bastante sospechoso, iba completamente vestido de negro excepto por unos pantalones grises. Primero miré sus ojos amarillentos, no entendía porque, pero no me generaban buenas vibraciones, y esas armas que portaba con él no ayudaban en nada. Me parecía bastante sospechoso, lo suficiente para hablar con él, pero luego me fijé que estaba con una mujer, parecía que estaba ayudándole llevando una cesta bastante pesada, así que eso me quito todas las sospechas. ¿Qué clase de pirata ayudaría a una mujer a llevar una cesta? Quizás ese hombre no era tan malo como pensé en un principio, así que supuse que esas armas serían para autodefensa, o simplemente sería un cazador, por lo tanto decidí seguir mi camino sin molestar a la pareja.

Continué portando aquella caja con completa tranquilidad, divisando la llegada de la marina, algo que de cierta manera me enervó aunque no lo suficiente. Sí, era un pirata, pero aún era un iniciado, nadie conocía mi nombre, nadie sabía mis ideales excepto mi hermano y mi maestro, un marine, aunque su trágica historia quitaba por completo que le hubiese confesado aquello a nadie, ni si quiera cometí un delito mayor para que fuese registrado como un delincuente.

Me percaté de la llegada de un recluta que se dirigió hacia a mí como para querer consultarme algo, me puse aún más nervioso al notarlo tan cerca..., quizás él no resultase un problema pero sus compañeros sí, así que enseguida dirigí mi mirada a la mujer y traté de conversar con ella.

- ¿Puedes contarme qué fue de este lugar en el pasado?, vengo de una tierra no muy lejana pero sí que desconoce bastante sobre el mundo, he venido aquí porque quiero ver el mundo.-

Siendo sincero sentía una mínima curiosidad por aquella isla de la que sólo conocía el nombre y casi sin darse cuenta comencé a asimilar todo lo que la mujer me decía asintiendo con la cabeza, aunque mi cabeza no estaba precisamente atento a sus palabras, no al principio, sino en una gran duda. "¿De verdad aquella mujer confiaba tanto en un hombre armado?"

Anduve de nuevo durante bastante tiempo, a medida que la mujer me iba contando la historia de aquella isla, el cómo los marines convocaron una "buster call" y la destruyeron, el cómo de allí salió "Nico Robin" una de las nakamas del segundo rey de los piratas Monkey D. Luffy y que en sus tiempos fue denominada la "chica demonio", el como un vice-almirante renegado murió en aquel lugar y finalmente, lo que aquella isla significó en un pasado, la mayor biblioteca existente.

No me llamaron demasiado la atención los monumentos de los que me hablaba, prefería vivir el presente, aunque sí que me llamó la atención el cariño que mostraba hacia el poblado y sus gentes, que tanto se esforzaron por volverlo a construir.

Entramos en el pueblo a los veinte minutos de abandonar el puerto. No era uno demasiado grande pero sí que estaba sobrecargado por el turismo, allí existían varias personas que iban armadas por la calle pero que no parecían ser una amenaza, al menos para él. Los ropajes de los pueblerinos eran bastante ligeros ya que el tiempo no era malo, aunque nunca me encontré mal con mis vestimentas pese a que fuesen más completas que las suyas.

Finalmente me introdujo en el interior de su casa. Una casa bastante pequeña pero no tanto como el lugar en el que había vivido durante toda mi vida, tenía dos pisos y las paredes parecían estar desgastadas, desde luego no eran ricos pero tampoco podía decirse que pobres. Dejé la cesta con las frutas sobre una mesa y esperé a la mujer, quien me entregó una bolsa rellena de berries, esta no era demasiado grande pero sí lo suficiente como para subsistir durante una moderada cantidad de tiempo.

- Ha sido una conversación muy agradable..., joven...-

Respondió la muchacha de no más de 25 años, llevándose el dedo índice a sus labios, recogiendo este entre el superior y el inferior, pasando su otro brazo bajo su pecho para luego clavar sus verdosos ojos en los del hombre. Iba vestida con una camiseta corta, blanca a juego con unos pantalones marrones un poco desgastados también cortos, sus cabellos eran de un tono castaño claro y largos pero estaban recogidos por medio de un pañuelo. Medía metro sesenta, algo que no tenía nada que envidiar el metro sesenta y ocho de Kaworu y sus rasgos eran bastante delicados. Labios finos y de un color suave, cejas finas, nariz levemente puntiaguda, delgada y tono de piel bastante claro para la zona en la que se encontraba.

- Vuelva cuando desee..., aquí tiene su casa...-

Dijo mostrando una picaresca sonrisa antes de retirar su dedo índice de sus labios y abrirle la puerta de la salida.

Iba a responder a sus palabras pero ciertamente me dejó en blanco, sentía cómo mis pensamientos se suicidaban uno tras otro sin saber qué respuesta dar a aquello, por lo que recogí el dinero y me lo guardé en uno de mis bolsillos sin contarlo, salí hacia el exterior y miré atrás para contemplarla por última vez, era muy guapa. Tras aquello miré la casa y la zona, sin duda la memoricé, volvería sin duda a aquella casa esa misma noche.

- Gracias, por todo, ¿cómo te llamas?-

Dije en un tono suave sin apartar mi mirada de sus labios.

- Alexandra.-

Respondió en un tono aún más suave que me erizó y me estremeció. Aquella conversación me era muy agradable pero quería ver mas sobre aquel poblado así que agarré una de mis restantes piezas de fruta y me la llevé a los labios. Se trataba de una manzana verde que recibió un gran bocado nada mas verla. Abandonaba aquella casa para dirigirme hacia el mercado, o al menos hacia la zona en la que creía que este se encontraba.

Al llegar al pueblo primero me quedé observando ese árbol gigante que se encontraba ante mí, era una maravilla, pero mientras no naciera sake entre sus ramas, no me interesaba lo más mínimo, así que busqué algún tipo de mercado en el cual comprar productos. Por más que caminaba, no encontraba ninguno bueno, por ahora los mejores productos eran los de un pequeño puesto en el puerto, así que decidí quedarme un poco más para luego volver.

Estaba divirtiéndome escuchando a un mercader decir lo buenos que eran sus apestosos productos cuando de golpe escuché un grito

- ¡Detente! ¡No soy quien crees! - Todo el mundo rodeaba al lugar del que venía el grito, así que me acerque a comprobar con una mano en mi katana, allí había un hombre alto, sin camiseta pero con pantalones verdes, que además llevaba una gorra en la que se leía la palabra "Head". Portaba una espada de dos manos bastante grande, que una persona normal no sería ni capaz de levantar. En el suelo, su victima, un hombre de pelo oscuro con ojos negros, camisa rasgada y pantalones cortos. - ¡Te juro que no conozco a esa persona de la que hablas!

- ¿Crees que puedes engañarme? - Dijo el hombre de la espada con una voz tan tranquila que hasta relajaba oírla - Eres Kandy El Golosina, tu cabeza vale cinco millones de berries, y hace bastante que no me pego un buen festín al cobrarme la cabeza de un pirata - Sonrió mientras se colocaba mejor su gorra, la cual comenzó a tapar los ojos del mismo con su sombra.

Era correcto, Kandy era un pirata que llevaba desaparecido meses, la marina lo había dado por muerto, parece que simplemente se había retirado a Ohara para vivir allí sin que nadie le molestara, quizá pensaría que nadie se atrevería a buscarlo en una isla que siempre está llena de cazarrecompensas, pero se arriesgaba a que esto le ocurriera si alguno lo reconocía

- ¿Y tú crees que puedes matarme? Mi vida como pirata se ha acabado, ahora vivo bien, es muy probable que me case y forme una familia, y tú no puedes evitarlo - Dicho esto se levantó, y fue corriendo hacia el cazarrecompensas para golpearle, pero en un movimiento casi instantáneo, como en un parpadeo, el espadachín avanzó y se puso detrás del pirata, para envainar su espada. Todo el mundo gritaba mientras la cabeza de Kandy caía al suelo, una mujer fue corriendo hacía el cadáver mientras lloraba, parecía que era ella con quien este se iba a casar.

El cazarrecompensas se acercó a ellos, empujó a la mujer y agarró la cabeza del pirata, para marcharse hacía el puerto, seguramente para coger un barco y cobrar la recompensa. Mirar a esa mujer llorando al lado de un cuerpo decapitado me hizo preguntarme: "¿Esto es la justicia?". Me quedé un rato más, viendo como gente lloraba la muerte de Kandy y algunos consolaban a la mujer, parecía que en dos meses se había ganado bastante respeto. No podía ver más esa situación, así que me preparé para marcharme al puerto.

Me dirigí hacia el mercado sin prestar mucha atención a lo que sucedía a mi alrededor, comiendo con completa tranquilidad mi brillante y jugosa manzana verde cuando de pronto escuché un gran jaleo, provenía del que parecía ser el mercado, justo entonces pensé... "increíble, he podido adivinar por fin dónde se encuentra algo" y proseguí mi camino hacia el frente encontrándome con la repugnante situación que veían mis ojos. Un hombre que perfectamente podía ser la polla de un cura al ver a un niño pequeño un criminal acabando con otro que decía que lo era.

No conocía a ninguno de los dos, ni si quiera a aquel hombre que decía tener 5 millones de recompensa aunque me era indiferente. Vi allí a un soldado raro de la marina que parecía mostrarse expectante, "¿esto es justicia?" pensé para mi interior cuando vi que el hombre no hacía nada y sin embargo suspiré con gran pesadez. Pensé en meterme en medio del enfrentamiento pero, ¿de qué serviría?, la marina me atacaría por haber atacado a alguien "inocente" y yo terminaría cumpliendo con el destino del de cinco millones, la marina.

Aunque un irremediable asco volvió a inundarme el cuerpo cuando el estúpido caza-recompensas intentó atacarle. "vaya fiasco, ¿no?, y nadie hará nada por él..." volví a pensar para mis adentros, ya con la manzana terminada de la cual sólo quedaban las semillas. Suspiré de manera amplia y observé el cómo aquel indeseable acababa con la vida de su presa, llevándose la cabeza entre sus dedos. Curiosamente pasó justo al lado mía y nuestros hombros chocaron, su masa muscular era más fuerte que la mía pero parecía que su agilidad dejaba mucho que desear.

Sin más tomé la manzana ya bien mordida, le escupí y la tiré hacia atrás impactándole esta de lleno en la nuca. No quise darme la vuelta para contemplar la situación pero sí que posé mi mano derecha sobre la empuñadura de mi katana, colocándome al lado del marine que se estaba dando la vuelta para largarse al puerto. Si el caza-recompensas se daba la vuelta probablemente se encontrase con el marine y le echase las culpas a él, ciertamente aquello me venía bien, no lo había calculado así pero me daría un punto a favor.

Pensé en colocarme al lado del marine para que él me ayudase a protegerme si recibía un ataque del adversario y así tener a la "ley" de mi mano, quizás de esa manera se hiciese justicia con el hombre aunque visto lo visto con el pobre pirata, no confiaba mucho en ella. Si el hombre trataba de atacar al marine él lo apoyaría y se ganaría un punto a favor, ayudaría al marine a combatir con el hombre y de esa manera podría averiguar algo sobre la corrupta ley.

Seguía caminando mientras miraba al suelo, no podía dejar de preguntarme si aquella situación era correcta, si un hombre ha de ser juzgado por lo que ha hecho en su pasado cuando ya lo ha dejado atrás, aunque tampoco tenía muy claro lo que podría haber hecho ese hombre antes, quizás incluso mereciera ese destino. Lo único que puedo prometer, es que todo ocurrió tan rápido que aun yendo lo más veloz posible no hubiera podido detener esa ejecución pública.

Mientras caminaba, de golpe cayeron ante mí los restos de una manzana, así que levanté la mirada y allí estaba ese cazarrecompensas, con una cara de tal enfado que me hizo desenvainar rápidamente la espada, e hice bien, ya que él la desenvainó muy rápido y me atacó con ella, con una fuerza bruta que podría haberme cortado en dos de un solo golpe. Coloqué ambas katanas en forma de cruz para cubrir el golpe, no lo paré pero por lo menos bajé la potencia y solamente me tiró al suelo.

- ¿Se puede saber que demonios ocurre? ¡No te he hecho nada! - Allí estaba yo, en la misma situación en la que se encontraba Kandy unos segundos antes, en el suelo con el tipo de la gorra delante, con un montón de gente rodeándonos. Solo había una diferencia, a mí no me atacaba por dinero, sino por furia, por lo tanto no me iba a dejar defenderme, ni siquiera decir unas últimas palabras como el pirata cuya cabeza había tirado de golpe contra el suelo para poder atacarme.

Antes de que pudiera levantarme, él seguía sus ataques, y yo los esquivaba a duras penas moviéndome hacía los lados o rechazando sus ataques con mis katanas. Algo estaba claro en esa situación, es que iba a morir, y de hecho, sus ataques sin piedad hubieran acabado con mi vida de no ser por lo que sucedió después, algo que nunca me hubiera imaginado...

En aquellos momentos me esperaba aquella respuesta por parte del caza-recompensas, todo estaba saliendo según lo planeado y el choque de las espadas lo rebelaba, sonreí para mis adentros reí en voz baja, una risa que fue oculta por el estallido del conflicto. No tardé en darme la vuelta y desenfundar aquella gloriosa katana de buena calidad, aunque tan efectiva como cualquier otra, contemplé la hoja ensimismado en ella y en la batalla y entonces esperé.

Al parecer el adversario estaba enfurecido, tanto que sus ataques repetidos podrían romper la guardia del marine desprevenido, cargaba con toda su furia así que no tardaría en perder toda su energía y dejar un punto flaco, ciertamente, el propio marine si coordinaba bien sus movimientos podría batirlo con bastante facilidad pero decidí que no sería mala idea lucirme un poco, además de que así él "me debería una".

Avancé con paso seguro y me coloqué al nivel del marine, justo en su lateral con la katana desenvainada, en cuando el mandoble impactó con las katanas en cruz alcé mi katana y descargué un potente ataque contra su canto, la propia furia del fuerte atacante desvió la trayectoria hacia la izquierda, ya que lo hice justo cuando trató de alzarla para descargar otro ataque. Aproveché ése momento de despiste para dar una zancada hacia al frente, colocar la katana a la altura de su cintura y cortar de manera lateral. Aprovechando la defensa del marine y la furia del hombre el ataque fue mortal.

Sus vísceras quedaron al descubierto y el hombre cedió de rodillas al suelo, dejó que su compañero, el marine decidiese si acabar con él o no, ya que él era la "justicia", aunque no le quedaría mucho de vida, dada la profundidad del corte. Antes de que pudiese contra-atacar le propiné un pisotón en la mano y pateé el mandoble mandándolo lejos de su posición, sí, estaba regalado para el marine.

No tardé demasiado en arrancar la camiseta del caza-recompensas para dirigirme hacia la cabeza del pirata cortada, envolverla con aquella camiseta rota y anudarla para que nadie lo viese, dejando un trozo pequeño arrancado con el que limpié la sangre de la katana y la volví a enfundar.

Me giré de nuevo sin ninguna mancha de sangre en mi cuerpo, había sido un corte limpio y bastante fácil, así que contemplé al marine esperando que tomase una decisión, pensaba cobrar la recompensa de aquella cabeza, diciendo que ya de paso la quitarían del listado de los piratas buscados.

Había sido un corte muy preciso, aquel cazarrecompensas estaba a mi merced en ese momento, así que coloqué ambas katanas en su cuello y me lo quedé mirando. Se notaba que todavía estaba muy enfadado, quería matarme, pero si hubiera intentado siquiera moverse, lo más probable es que sus restos hubieran decorado aquel suelo ya manchado por la sangre.

- ¿Sabes lo qué es la justicia, cazador? - Le dije mientras veía como se desangraba. - ¿Crees qué ese hombre merecía morir sin un juicio justo? - Volví a mirar los restos de la manzana en el suelo, pisados en aquel momento y llenos de polvo. - La justicia nos llega a todos, y he de decir que dejar que un hombre, aunque sea tan rastrero como tú, se desangre en mitad de un pueblo hasta morir no es justo. Por lo tanto, me ofrezco como mensajero de la misma y te libro de ese sufrimiento - Nada más terminar la frase, hice un corte limpio cortándole por completo la cabeza. Vi como esta caía al suelo mientras su cuerpo, aún arrodillado, caía hacía atrás. - ¡Gente del pueblo, enterrad a ambos muertos de una forma digna! -

Una vez acabado este asunto, miré hacía a todos lados buscando la cabeza de Kandy, y no la encontré por ningún lado, así que supuse que eso que llevaba aquel que me había salvado era su cabeza tapada.

- ¿Crees en la justicia, desconocido? Quizá deberías dejar que enterraran la cabeza de ese hombre junto al resto de su cuerpo. Aunque por lo que a mi respecta, puedes hacer con ella lo que quieras, y más después de haberme salvado. - Le dije mirándolo fijamente - Pero no creas que te debo nada, pago mi deuda al dejarte marchar porque aunque haya sido para defenderme, has cometido un asesinato, y aquellos que dicen defender a esta justicia te condenarían por ello. - Miré hacía otro lado, mientras una lágrima caía de mi ojo. - Mi padre fue ejecutado con mi moribunda madre mirándolo por matar a aquel que la había apuñalado. Ambos murieron el mismo día, no quiero que formes parte de esa historia, así que te recomiendo que huyas antes de que mis compañeros se enteren de esto. -

Después de advertirle, me quité la lágrima que caía por mi mejilla, recogí mis gafas de sol negras y me marché hacía mi barco. Aún tenía que comprar los productos de cocina, y después me pasaría toda la noche en el barco durmiendo y bebiéndome todo el sake que fueran trayendo mis compañeros

Escuché todo aquel discurso que mi mente trató de esquivar, parecía que había topado con el modelo de marine que lo daba todo por la justicia, "vaya suerte la mía, ¿no...?" pensé para mis adentros y finalicé aquello con un pesado suspiro. Abrí en ese momento la "bolsa" y miré la cabeza que se postraba ante mis ojos, el rostro de la víctima mostraba una mueca de terror, no estaba acostumbrado a tal visión y no me era del todo indiferente así que la volví a tapar.

- Amigo mío..., hoy no...-

Le dije en un susurro dándome la vuelta para entregársela a los ciudadanos, tal y como el maldito representante del gobierno me había aconsejado.

- Aquí la tenéis, ya sabéis..., no desobedezcáis al marine...-

Dije aquello con una voz un tanto deprimida y molesta, me dolía ver esos 5 millones delante de mis ojos y el cómo estos desaparecían, así que, sin más me di la vuelta deseando no ver aquella imagen. "Tsk..., aquel maldito caza-recompensas", pensé a sabiendas de que me había hecho acortar la vida útil de la katana de mi maestro para nada, así que estaba un poco cabreado, pero, tenía ante mis ojos el marine ideal, sí, ese con quien te puedes emborrachar e invita él.

- Oye, tú.-

Hablé colocándome a su lado, agarrándole del hombro para que no se fuese.

- ¿A dónde te crees que vas?, esto hay que celebrarlo.-

Le agarré la mano y tiré de él llevándolo hasta una taberna, deseaba beber sake del bueno aunque no me fiaba ni un pelo de si aquel hombre realmente poseía dinero o no. Entramos en el interior de un negocio pequeño pero poco lleno de personas, quienes estaban en su interior parecían ser simples ciudadanos, la mayoría hombres, así que éramos nosotros los únicos que estábamos armados. El recinto estaba decorado de una manera rústica e iluminado por velas, y frente a la barra cuatro taburetes altos estaban vacíos, el tabernero limpiaba una copa con  un trapo, esperando la llegada de nuevos clientes. Al parecer todos allí habían escuchado el jaleo del exterior pero estaban demasiado sumidos en sus bebidas como para molestarse en comprobar lo sucedido.

Sin pensarlo dos veces le acerqué a la barra y tomé asiento en una de las sillas altas.

- Espero que tengas dinero, marine. Me merezco una copa, ah, sí, limpia tus katanas, anda. El uso incorrecto de ellas y la falta de mantenimiento son motivos suficientes de que se estropeen.-

Dije por última vez entregándole el trozo de la camiseta que había usado para limpiar mi arma, estando por lo tanto un poco ensuciado de sangre, sin esperar más pedí dos copas de sake, esperó que pagase el marine ya que aquella ronda estaba a su cuenta.

Había sido arrastrado hacia aquella taberna sin poder evitarlo, aquel hombre tenía bastante fuerza y ante la promesa de sake yo cedí un poco, así que me deje llevar hasta la taberna donde pidió algo de beber después de decirme una frase que ya no recuerdo, ya que normalmente la palabra "sake" hace que deje de preocuparme por lo que ocurre a mi alrededor.

Me dio un trozo de la camiseta ensangrentada del cazador y me lo quedé mirando, no sabía que buscaba dándome esa tela ya que no había oído su frase, así que sonreí y me la guardé. No he viajado mucho a lo largo de mi vida, por lo tanto supuse que era costumbre en el west blue guardar telas manchadas en sangre de tus victimas.

El sake llegó, y comenzamos a beber, supuse que este hombre me invitaría, ya que era él quien me había traído y yo no sabría cuanto dinero gastaría en el mercado al volver del barco, así que dejé de preocuparme por ello y comencé a beber.

- ¿Qué buscas trayéndome aquí? - Nunca me he fiado de los desconocidos, por lo tanto no me fiaba de este hombre, y además había ignorado mi recomendación de escapar mientras pudiera - No creas que puedes comprarme invitándome a un poco de sake - Dije mientras seguía bebiendo el sake casi sin parar, hasta el punto de que costaba entender lo que decía.

Aquel día era muy extraño, y si relacionaban al desconocido con los asesinatos, estaría en un problema por beber con él, de hecho era probable que me consideraran un cómplice... Pero, ¿qué demonios? ¡Merece la pena a cambio de algo de sake!

- ¿Puedo preguntarte tu nombre? - La verdad es que me interesaba saber el nombre de aquel por el cual me estaba jugando la cabeza.

Comencé a beber aquel suculento sake a paso calmado, ya que sabía que poseía poca resistencia al sake y supuse que aquel hombre resistiría más por lo que como él invitaba aquello no sería un problema. Escuchó la primera pregunta del mismo y respondió, además de aclarar el por qué le dio aquel trozo de camiseta.

- Verás..., ¿marine?, no sé tu nombre. Te he traído aquí para que me invites a probar el sake de aquí, no he salido nunca de mi tierra y quiero ver nuevos lugares por lo que ando escaso de dinero. El trozo de camiseta que te he dado es para que limpies tus armas antes de que empiecen a dañarse.-

Di un largo sorbo entendiendo que aquello era inútil, sobretodo cuando se lo había dicho ya una vez y seguía con la misma pregunta Aun así no me gustaba contar demasiada información sobre mí, por lo que intenté esquivar un poco aquellas preguntas respondiendo lo justo y necesario, quizás el estado de aquel marine aumentase y la borrachera le hiciese recordar poco así que no se preocupó en exceso.

- No te estoy invitando, como bien te digo, me estás invitando tú a mí. En segundo lugar, he callado a ese hombre para salvar tu vida y proteger al pueblo, si eres un buen marine aprenderás a callar y a saber tomar tu sentido de la justicia, porque tú mismo has sido quien le ha cortado la cabeza, tú has acabado con su vida, no yo. Y mi nombre es Kaworu ... Kaworu Nagisa.-

Aquel juego de palabras lo hice para que se diese cuenta de que él realmente era el verdadero criminal o al menos hacérselo pensar, odiaba la idea de haber manipulado la situación para nada por lo que tuve que dejárselo bien claro para que no hubiese confusiones.

Rehusé de indicar que pertenecía a la larga descendencia de los "L." ya que odiaba el apellido de su padre además de saber que era un pirata conocido y decirlo ante un marine sólo le traería problemas. Bebí mi primer vaso de sake y continué con el segundo poniendo más galgo en este.

- Y..., ¿cuál es tu nombre, marine?, no me lo has contado.-

Continuó bebiendo sake a un ritmo más lento que el suyo, no deseaba terminar peor que él, prefería sacarle información mientras pudiese. En aquel juego él era el astuto, así que por ello tenía que manipular a su objetivo. Saber información sobre la marina es lo esencial antes de ser pirata y él no era precisamente alguien que dominase aquella información, mientras no fuese conocido podría manipular de aquella manera por lo que, no tenía prisa para ser buscado.

- Yo solamente he acabado con el sufrimiento que tú le habías causado, agradece que no te haya arrestado al ver lo que hiciste - Dije dejando de beber un momento, la actitud de ese tipejo me había irritado, parecía creerse superior a mí con cada una de sus palabras. - Mi nombre es Krosis Fate, y créeme que no me sobra el dinero, así que me temo que eres tú el que me va a tener que invitar, arréglatelas como quieras. ¿Por qué no le pides el dinero a la mujer con la que te vi antes? La de la cesta

Una vez terminada la bebida, me levanté y salí del bar ignorando todo lo que me rodeaba, ni siquiera recuerdo si el tal Nagisa me dijo algo antes de marcharme. Me dirigí al barco directamente dejando ese pueblo atrás. Una vez llegué al puerto, me dirigí al mercado y compré los productos que necesitaba, entonces me presenté ante Shiro y me quedé en la cubierta del barco.

En ese momento, hice lo que mejor se me daba, primero limpié y afilé mis katanas, después entrené con ellas, después volví a limpiarlas para después continuar entrenando con ellas. Todo lo que había sucedido en el pueblo sería algo que preferiría olvidar, pero no podía dejar de pensar en si de verdad se había cumplido la justicia, o si aún me quedaba mucho para descubrir lo que esta significaba.

Una vez llegada la noche, todos se fueron a dormir antes que yo, ya que no podía dejar de entrenar. Aquel cazarrecompensas había dejado muchísimos puntos flacos durante su ataque, y yo no había conseguido aprovecharme de ellos, eso me demostraba que si quería tener alguna posibilidad en el mar necesitaría muchísimo más entrenamiento. Bastante llegada la noche, me fui a dormir.

- ¿Y tú te consideras un marine?-

Dije suspirando pesadamente mientras se iba. Pagué la cuenta de los dos, ¿qué remedio tenía?, había fracasado, no había obtenido ningún tipo de información respecto a la marina, había perdido dinero y además no había tomado la recompensa de los cinco millones de berries. Desde luego el día no estaba siendo nada bueno así que sin más salí de aquella taberna. Pensé que no pagar nada y largarme pero al ser un pueblo tan pequeño no tardarían en localizarme y no tenía planeado irme tan pronto.

Una vez abandoné el lugar me dirigí por las tranquilas calles del mercado, habían retirado los cuerpos muertos y los afectados parecían no estar allí. El ajetreo había vuelto a aquella zona y de los sucesos ocurridos no quedaban ni rumores. "¿Qué clase de tío era ese?", pensé para mis adentros, ya que, oficialmente le había salvado la vida y me lo pagaba así, quizás habría sido mejor opción dejar que el marine se enfrentase sólo a él, aunque, había aprendido una lección: no debía de ayudar a los marines más, sobretodo si tenían pinta de estúpidos.

Anduve a lo largo de aquella zona, buscando algún puesto de confianza en el que comprar las provisiones de cuando abandonase el lugar y hubo varios puestos que me llamaron la atención. Todo allí tenía un precio bastante económico así que con su dinero restante no sería una molestia el sobrevivir en alta-mar durante unas semanas. No compró nada, ya que no sabía cuánto tiempo permanecería allí, que si el marine contaba algo sería más cercano a poco que a mucho, y de todas las formas sino era necesario no compraría un alimento que se pudriría con el paso del tiempo.

Cuando termine de revisarlo todo quise acercarme hacia el árbol enorme que se erguía en el centro de la isla, pero ya era tarde y la luz estaba empezando a esfumarse del entorno, por lo que no sería muy seguro andar por una zona que no reconocía. De todas las formas me esperaba el polvo de mi vida una vez llegase a la casa.

Estaba algo contento por el sake que había tomado aunque no en exceso, había que reconocer que el mismo había provocado cierto aumento de tamaño en el interior de sus pantalones, de manera concreta dentro de su ropa interior. Estuve demasiado ocupado pensando en lo que haría a partir de ahora hasta llegar a la mañana siguiente, demasiado como para pensar en aquel marine tan extraño.

Llegué a casa y la mujer me esperaba allí, toqué y me abrió la puerta recibiéndome con una túnica blanca que no poseía más prendas en su interior, y una vez hubo cerrado la puerta se la quitó. Pude contemplar su cuerpo desnudo en mitad de la noche, con la luz de las velas iluminando sus sutiles y perfectas curvas, así que hice lo propio me fui al baño, me hice una paja y me dormí me quité la camisa con rapidez dejando mi torso desnudo, un torso de un tono moreno y levemente marcado y la dejé en la mesa, hice lo propio con la gorra y con el pañuelo rojo que sujetaba mis cabellos dejándolos al aire libre.

Continué el beso de manera efusiva, deslizando mis manos por su cuerpo desnudo, rozando la aureola de sus pechos y posando mis dedos sobre sus puntiagudos pezones. Sentí ganas de devorarla más aún, por lo que la sostuve en brazos haciendo que sus piernas rodeasen mi cintura y pegué mis labios a su esbelto cuello, lo besé, lo mordí y lo lamí con suavidad, dejando que notase las fuertes respiraciones que desprendía mi propia nariz.

Todo aquello continuó con muy buen pie. pero me dio un gatillazo y se me jodió la noche Subimos a la segunda planta y buscamos la habitación entre risas con las manos ya que todo estaba muy oscuro.La encontramos y continuamos desnudándonos bajo la luz de la luna. De allí tan sólo salieron algunos gemidos, suspiros y respiraciones rápidas que sonaron al compás de los gemidos en la noche, un contraste hermoso, un cantar que finalizó cuando ninguno de los dos resistió más el placer.