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- Sir Caddie:
Mientras paseas por la cubierta del barco que te lleva de vuelta a casa empiezas a ver a tu izquierda una isla un tanto peculiar, pues estas viendo a la vez una ciudad, desierto y un bosque. Puede que haya algo interesante en ella, o animales raros para quedarte, aunque claro, siempre puede seguir hasta casa, tú decides.
- Zane J.:
El barco mercante en el que estabas acaba de desembarcar en la ciudad, por lo que parece está totalmente amurallada. Bueno no era para menos, según los rumores que te han traído hasta aquí la antigua civilización que creó la ciudad poseía una tecnología increíblemente avanzada. Bien, parece que los mercaderes esperan que les pagues antes de bajar, no se fían que vuelvas. ¿Les pagaras?
La sed de aventuras se apodaron del joven tabernero pelirrojo al escuchar historias de un grupo de arqueólogos que visitaron su tasca. Tras una noche entera escuchando decenas de historias sobre una civilización antigua, cuyos avances tecnológicos podría igualar, e incluso superar, a la nuestra. Zane cogió su petate y una buena cantidad de berries, y se dispuso a buscar un barco que pasara por la zona y atracara allí el tiempo suficiente como para que pudiera explorar la isla.
Después de horas insistiendo, teniendo duras negociaciones con el jefe de un grupo de mercaderes, algo más preocupado por su imagen que por el estado de su navío o el bienestar de sus tripulantes, consiguió transporte para ir a la antigua isla de Zálaban, en el mar del sur. El viaje era largo, demasiado largo para alguien tan impaciente como el pelirrojo. Sin embargo, tras casi un mes embarcado, llegaron al mar del sur. Durante su viaje habían tenido multitud de problemas, teniendo que atracar más de una vez para reparar el barco, o bien porque el navegante era un incompetente, tiendo que ser él mismo quien llevara el barco por buen camino hasta llegar a la dichosa isla. Pese a todo aquello, aunque había demostrado que era alguien legal, el capitán no se fiaba del todo del pelirrojo, pero eso era recíproco, por lo que Zane, nada más mandar tirar el ancla, bloqueó el timón del barco, de tal manera que si alguien que no debiera lo intentara desbloquear se rompería.
-Si quieres bajar del barco, -el contramaestre se puso delante de la escotilla de salida, -tendrás que pagarme los tres millones –espetó el capitán.
Zane no era tonto e intuyó que algo así podría ocurrir. Había pasado casi toda su vida en la taberna, tratando con gente de la más baja calaña y sabía mejor que nadie que si pagaba ahora, el barco mercante de iría dejándole allí, sin posibilidad de retornar a su querido archipiélago. Simplemente, sacó una de las tres bolsas de dinero que tenía en su petate y la lanzó al aire un par de veces, con un suave movimiento de muñeca, haciendo tintinear las monedas de su interior, para nuevamente volverla a guardar. Se acercó al capitán, le mostró su mejor sonrisa, y le cogió del hombro, como si de un amigo se tratara – ¿Acaso no se fía de mi, capitán Dawson? –preguntó Zane.
-No he insinuado tal cosa –quitó el brazo del pelirrojo de su cuello, -pero los negocios son los negocios muchacho, te he traído hasta aquí y no sé si volverás vivo tras adentrarte en los más profundo de esta isla.
Entonces, Zane sonrió –Por eso mismo señor Dawson. Si usted recuerda las clausulas de nuestro acuerdo, que apuesto que sí, el dinero estipulado eran tres millones de berries, a cambio de ir a la isla de Zálaban y volver al archipiélago Sabaody –carraspeó la garganta y elevo la voz, -y como bien ha dicho aquí, delante de sus tripulantes como testigo, no es seguro de que vuelva, así que tan solo le daré un tercio de lo acordado, ya que nada me asegura que no os vayáis y me dejéis a mi suerte.
En la cara del capitán se vislumbró cierto odio hacia Zane, pero en su comportamiento no lo parecía, además de cierta perplejidad, lo que dejaba ver que no era alguien muy inteligente. Sin discutir aceptó las condiciones del joven aventurero, que le dió una de las bolsas con dinero y bajó del barco.
–¡POR CIERTO CAPITÁN! –Exclamó Zane desde la orilla, reflejando grajunería en su rostro, -HE BLOQUEADO EL TIMÓN, SI NO LO TRATÁIS CON CARIÑO, POSIBLEMENTE LO ROMPÁIS Y NOS QUEDÉMOS AQUÍ DURANTE MUCHO TIEMPO. –Tras esas palabras, el pelirrojo echó a correr hacia el interior de la isla, en linea recta, hasta toparse con una muralla.
-Qué manía las antiguas civilizaciones con cercarlo todo –comentó para sí mismo, dándole una patada a una piedra que había allí.
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El barco surcaba las olas sin ningún problema. Los marineros, todos ratones, ponían rumbo a Leonwood sin cesar. Debía volver allí para reunirme con el consejo de los reinos en representación de mi padre, que había sido herido en la guerra de Hallstat.
"La guerra..."
Era un recuerdo que me incomodaba. El momento en que huí acobardado de aquel... monstruo. No era algo de lo que estuviese precisamente orgulloso. Suspiré. Escuché unos pasos tras de mi en cubierta y la voz del capitán me sacó de mis recuerdos.
- Estamos sin provisiones, alteza. Y aún hay un largo camino.
Me giré. El capitán del barco era un ratón de Leonwood, ataviado con ropas rojas y un sombrero de tres puntas de color negruzco. Miré al mar con tranquilidad.
- ¿Cual es la isla más cercana? Podríamos ir y comprar lo que necesitáramos.
- Zábalam es la isla más cercana. Podríamos ir allí.
- Pon rumbo. Será un buen sitio.
El capitán no tardó en poner el barco rumbo a Zábalam, la cual empezaba a verse a lo lejos haciéndose cada vez más grande.
"La guerra..."
Era un recuerdo que me incomodaba. El momento en que huí acobardado de aquel... monstruo. No era algo de lo que estuviese precisamente orgulloso. Suspiré. Escuché unos pasos tras de mi en cubierta y la voz del capitán me sacó de mis recuerdos.
- Estamos sin provisiones, alteza. Y aún hay un largo camino.
Me giré. El capitán del barco era un ratón de Leonwood, ataviado con ropas rojas y un sombrero de tres puntas de color negruzco. Miré al mar con tranquilidad.
- ¿Cual es la isla más cercana? Podríamos ir y comprar lo que necesitáramos.
- Zábalam es la isla más cercana. Podríamos ir allí.
- Pon rumbo. Será un buen sitio.
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- Sir Caddie:
Una vez en la isla te dicen que tardaran un poco en encontrar las provisiones que necesitáis, tienen que ver precios, que tengan disponibilidad y demás cosas de comerciantes, vamos que en resumen vas a tener unos días para ti. Has oído a varios de los ratones marineros que en los bosques de esta isla hay aves muy veloces, y que algunos hasta cuentan que obedecen a los humanos, puede ser buena idea acercarse hasta el bosque a ver si también le hacen caso a los ratones.
- Zane J:
Mientras recorres la muralla en busca de una puerta o sitio para salir, pero ahora que lo piensas ¿Hacia dónde vas a ir nada más salir? Puede que ir a la biblioteca o archivos de la ciudad te de alguna pista de donde buscar tesoros, aunque claro, si estas más interesado en aventuras, siempre puedes ir al desierto o selva a ver que sale. Ahora que miras allí hay una puerta de unos cuatro metros de alto y dos de ancho, con guardias en ellas. ¿bueno, cuál es tu destino Junior?
Con la mano derecha apoyada en la muralla, Zane empezó a caminar en dirección este en busca de algún tipo de acceso que le llevar al interior de la antigua fortificación. El sol empezaba a pegar con fuerza. Gotas de sudor bajaban por la cara del pelirrojo, cuyo color de piel empezaba a parecerse al de su cabello.
“Joder, que calor…” –Pensaba, tras estar durante un largo tiempo caminando.
El terreno era yelmo y baldío, ni una sola planta salvo algún que otro cactus disperso y poco más. Al cabo de un rato, al fin, Zane encontró aquello que andaba buscando, una puerta. Sin embargo, ésta estaba custodiada por una pareja de guardias, que todavía no le habían visto.
“¿No se suponía que la isla estaba deshabitada?” –se preguntó, yendo directo hacia la entrada.
-¡Hola! –exclamó con energía nada más llegar -¿hay que pagar algún peaje por la entrada o es gratis? -preguntó, encogiendose de hombros, mientras observaba a los guardias. Ambos eran de tez morena y una musculatura considerable, la única diferencia signinificativa era la altura, ya que uno media en torno a los dos metros y el otro ni llegaba al metro y medio. Vestidos con un uniforme azul con botas marrones.
“Joder, que calor…” –Pensaba, tras estar durante un largo tiempo caminando.
El terreno era yelmo y baldío, ni una sola planta salvo algún que otro cactus disperso y poco más. Al cabo de un rato, al fin, Zane encontró aquello que andaba buscando, una puerta. Sin embargo, ésta estaba custodiada por una pareja de guardias, que todavía no le habían visto.
“¿No se suponía que la isla estaba deshabitada?” –se preguntó, yendo directo hacia la entrada.
-¡Hola! –exclamó con energía nada más llegar -¿hay que pagar algún peaje por la entrada o es gratis? -preguntó, encogiendose de hombros, mientras observaba a los guardias. Ambos eran de tez morena y una musculatura considerable, la única diferencia signinificativa era la altura, ya que uno media en torno a los dos metros y el otro ni llegaba al metro y medio. Vestidos con un uniforme azul con botas marrones.
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Suspiré cuando me dijeron que estaríamos en aquella isla un tiempo largo. Bajé del barco enseguida a lomos de Mondo, indicando a los marineros que volvería por la noche para dormir. En cuanto dejamos el barco, azucé al perro para que empezara a cabalgar hacia el bosque, adentrándose en su interior. Estaba algo preocupado debido a lo que charlaban los marineros, indicando que en el bosque había pájaros. No eran animales de mi agrado, pero lo cierto era que tal vez amaestrar uno fuese útil. Después de todo... Mondo no puede volar.
Hice que el perro aminorara su velocidad y empezara a caminar ligeramente deprisa. Incliné la cabeza hacia arriba, observando como los árboles llegaban hasta lo más alto del cielo. ¿Cómo serían aquellos pájaros? ¿Grandes? Suspiré.
En cierto modo me daba algo de miedo. Pero las necesidades y utilidades eran algo más importante que mis miedos. Tal vez así pudiese superarlos...
- Vamos, Mondo. ¿Hueles algo?
Hice que el perro aminorara su velocidad y empezara a caminar ligeramente deprisa. Incliné la cabeza hacia arriba, observando como los árboles llegaban hasta lo más alto del cielo. ¿Cómo serían aquellos pájaros? ¿Grandes? Suspiré.
En cierto modo me daba algo de miedo. Pero las necesidades y utilidades eran algo más importante que mis miedos. Tal vez así pudiese superarlos...
- Vamos, Mondo. ¿Hueles algo?
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- Spoiler:
- Los guardias se miran entre ellos cuando te ven llegar y les preguntas, tras lo que uno te responde que es lo que vienes a hacer a la ciudad, para justo después de tu respuesta decirte que son 2.000 berrys para poder pasar y disfrutar de la bella ciudad. Si se los das y pasas veras que las calles son más frescas que el exterior por algún extraño motivo sientes hasta una brisa. Si buscas bien podrás encontrar tiendas de antigüedades, un par de bibliotecas y hasta una tienda de historia, ¿Cómo venderán la historia?
- Spoiler:
- Cuando entras en la selva Mondo se pone a olisquear como le has pedido, pero ante la abrumadora cantidad de nuevos olores que capta le escuchas lloriquear un poco y taparse los ojos con las patas delanteras previamente a haberse tumbado sobre la fresca hierba. Parece que no va a ser tan fácil dar con una de aquellas peligrosas aves, o sí. Justo cuando que Mondo no sería de ayuda se levanta de golpe y se pone a ladrar mirando hacia arriba, para a continuación dar un salto hacia atrás a tiempo para evitar las garras de un ave, sólo que esta es mucho más grande que las que te han descrito con casi tres metros de envergadura de alas, que tras fallar se vuelve a elevar, ¿La seguirás o buscaras más en la espesura por tu cuenta?
A regañadientes el pelirrojo pagó la cuantiosa cantidad del peaje para acceder a la ciudad. Nada más entrar pudo contemplar con estupefacción la exquisita edificación en piedra de las casas de dos plantas de la ciudadela.
Parecía una población económicamente prospera, con muchas obras de ampliación por la zona este de la muralla por el superávit de población. Sin embargo, las apariencias, a veces, engañan, muchos ciudadanos estaban tirados en las calles pidiendo dinero o comida.
Zane podía ser muchas cosas, pero era demasiado generoso. En menos de doscientos metros se había dejado cien mil berries, algo que le agradecieron con creces los ciudadanos, ya que fue eliminado como objetivo para asaltos. Mientras deambulaba por la ciudad, el pelirrojo encontró una vieja tiendecita con muchos artículos de interés y decidió entrar. Estaba observando unos viejos mapas, cuando un objeto se le cayó en la cabeza, aturdiéndole. Tras ello, el encargado fue hacia él con rapidez, pero en lugar de ayudarle cogió el objeto y empezó a limpiarlo.
-Gracias por su preocupación –murmuró el pelirrojo.
Parecía una población económicamente prospera, con muchas obras de ampliación por la zona este de la muralla por el superávit de población. Sin embargo, las apariencias, a veces, engañan, muchos ciudadanos estaban tirados en las calles pidiendo dinero o comida.
Zane podía ser muchas cosas, pero era demasiado generoso. En menos de doscientos metros se había dejado cien mil berries, algo que le agradecieron con creces los ciudadanos, ya que fue eliminado como objetivo para asaltos. Mientras deambulaba por la ciudad, el pelirrojo encontró una vieja tiendecita con muchos artículos de interés y decidió entrar. Estaba observando unos viejos mapas, cuando un objeto se le cayó en la cabeza, aturdiéndole. Tras ello, el encargado fue hacia él con rapidez, pero en lugar de ayudarle cogió el objeto y empezó a limpiarlo.
-Gracias por su preocupación –murmuró el pelirrojo.
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Dado que no parece que quieras comprar el dependiente te sigue ignorando, aunque parece que tienes algo de suerte, un niño de unos diez años aparece desde detrás de la estantería. Su cara sonriente delata que acaba de liar alguna cosa, aunque ahora te mira con curiosidad, puede que por ser uno de los pocos clientes del tendero o por que no reciben demasiadas visitas.
-Hola, eres raro. ¿Quieres jugar conmigo?
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