Chiqui, Chiqui, Bang, Bang (Siver & Zane)

El cuartel entero estaba como loco desde hacía días. Los hombres iban y venían, haciendo favores a oficiales, comerciantes y nobles del reino para ganarse un buen puesto en la asignación de trabajos para el gran evento que se organizaba. Por lo que había podido entender, iba a celebrarse un desfile. Pero no era uno común, pues al parecer venía gente de todos los mares, incluso del mismísimo Grand Line. Supuse que un evento que atraía a tanto público sería digno de ver, así que yo también me aseguré de trabajar duro para ganarme el acceso al desfile. Después de todo, ¿quién no querría alegrarse la vista contemplando bellas señoritas? Y más aún si tal espectáculo podía acompañarse con una buena botella de licor que había tomado prestado de la cafetería y que reservaba para una ocasión especial.

Era el día previo al gran desfile, y me había tocado patrulla. La mayoría de los visitantes ya habían llegado a la isla para asistir a eventos previos, así que las calles estaban abarrotadas, por lo que toda vigilancia era poca. Incluso enviaron guardias de palacio para ayudar con dicha tarea. A mí me habían asignado la zona residencial, donde se ubicaban la mayoría de hoteles. Muchos de estos realmente caros, en los que se alojaba gente importante a la que había que mantener segura y contenta. Así que allí estaba yo, patrullando las calles, con mil pensamientos pasándome por la cabeza pero los ojos siempre puestos en mi tarea, lamentándome de que el trabajo estuviese siendo tan aburrido.

Durante varias horas caminé por las calles de la zona residencial, varias horas en las que no pasó absolutamente nada. Todo estaba tan tranquilo que daba asco. Al menos tranquilo en lo que a crímenes se refería, porque en lo referente a la actividad las calles estaban abarrotadas. Decenas de hombres, mujeres y niños iban de un lado a otro, cargados ellos o los sirvientes que los acompañaban con bolsas y paquetes que compraban en las muchas tiendas que había a lo largo del lugar. Llamaba la atención como, a pesar del claro problema económico de la ciudad, habían invertido una considerable suma en decoración, preparativos y en todo lo relacionado con el evento en general.

Mientras continuaba caminando me fui evadiendo cada vez más en mis pensamientos, de manera que al girar en una de las calles no pude reaccionar a tiempo al encontrarme de frente con otra persona, provocando un desafortunado choque y cayendo ambos al suelo. Me puse en pie de un salto y le ofrecí la mano para ayudarle a levantar.

- Culpa mía, iba distraído. - Me disculpé.

Mientras esperaba su respuesta pude ver que se trataba de un joven de más o menos mi misma edad, con un llamativo cabello de color rojo, largo y alborotado. Vestía ropa elegante, y aparentemente costosa, y llevaba a la cintura un par de espadas. Un individuo curioso, pensé.

El pelirrojo se disculpó también, comentando que iba distraído ya que era su primera visita al mar del norte. Ese pequeño detalle me pareció curioso, pues viajar entre los diferentes mares no era algo al alcance de cualquiera. Debía de ser un individuo interesante, o quizás otro niño rico hijo de algún noble de tierras lejanas. Fuera cual fuera el caso no tuve oportunidad ni de preguntarle, pues enseguida se despidió y continuó su camino. Encogiéndome de hombros hice lo propio, y seguí dando vueltas por la zona durante el resto del día sin ninguna incidencia.

A la mañana siguiente, tras mi entrenamiento matutino, me di una buena ducha y me dirigí sin perder un instante a la cafetería. Allí me serví un generoso desayuno, gracias a los contactos que había hecho en la cocina, y tras terminármelo fui directo al patio de reuniones, donde los oficiales designarían a aquellos que trabajarían directamente en el gran evento.

- Como ya sabréis, el desfile de hoy es de suma importancia. - Comenzó - Gente muy influyente ha gastado mucho dinero y quiere que todo salga bien. El número de visitantes de la isla se ha cuadruplicado en esta última semana, por lo que tendremos que aumentar la seguridad en los muelles y la mayoría de zonas. - Hizo una breve pausa - Pero no nos engañemos, todos estáis esperando a saber quiénes serán los afortunados que trabajarán directamente en el evento. - Sonrió - Los pelotones uno, cuatro y cinco, habéis sido elegidos en esta ocasión. Debéis tener en cuenta que vuestra prioridad en el día de hoy será mantener el orden durante el evento y asegurar la seguridad de nuestros invitados. Así que más os vale no fastidiarla, o me encargaré personalmente de que paséis el resto del año limpiando las letrinas. ¿Queda claro?

Para cuando terminó de hablar, yo ya había dejado de prestarle atención. Una sonrisa invadía mi rostro de lado a lado, orgulloso de pertenecer al cuarto pelotón. Finalmente, podría acudir al gran espectáculo.

En cuanto el oficial terminó su discurso, comenzó a dar las instrucciones pertinentes a los que habíamos sido elegidos para la tarea. Al parecer, había motivos para creer que alguien planeaba llevar a cabo un ataque durante el desfile. Y dado que se trataba de un evento de tal magnitud, al que asistirían invitados muy importantes, debía reforzarse la seguridad sin llamar la atención. Motivo por el cual los miembros del cuarto escuadrón debíamos ir de incógnito y vigilar el evento desde el interior del recinto, mientras que el grupo principal, formado por los veteranos y oficiales del lugar, vigilarían desde el exterior a la espera de intervenir si fuese necesario. Era una estrategia arriesgada en mi opinión, y así se lo hice saber a mi superior, pues por experiencia tenía claro que cuando los motivos burócratas influían en la toma de decisiones de la marina la cosa no solía salir bien. Pero poco parecía importarles pues decidieron mantener el plan.

Resignado, me retiré y fui directo a mi habitación, al igual que el resto de mis compañeros, para cambiarme y prepararme para el evento. Me quité la camiseta de entrenamientos y me vestí con la ropa más elegante que tenía, que no eran más que unos vaqueros de color negro y una camisa blanca. Tuve que dejar mi gorra de la marina, cosa que no me hacía especial ilusión, pero si no lo hacía poco podría pasar desapercibido.

En cuanto terminé de cambiarme puse rumbo al distrito oeste de la ciudad, donde se encontraba el recinto en el que se llevaría a cabo el desfile. Aún era temprano, pues a penas había pasado el medio día y el acto no comenzaría hasta la tarde, pero para una vez que iba a asistir a un algo así quería llegar pronto para disfrutar lo posible. Y para vigilar el lugar, claro está.

Una vez dentro me di cuenta de que, aún habiéndome vestido como lo había hecho, no encajaba demasiado en ese lugar. Pues la mayoría de los presentes eran nobles extravagantes con vestimentas cada una más llamativa que la anterior. Ese simple hecho hizo que comenzase a sentirme algo incómodo. Incomodidad que pasó a ser una verdadera molestia cuando más de uno de los invitados me tomó por un camarero, hasta el punto en que estuve a punto de perder los nervios y golpear en la cabeza a uno de ellos con la misma copa que me pidió le rellenase.

Tras un rato conseguí calmarme, no sin dificultades, cuando los camareros que si que trabajaban allí comenzaron a servir bandejas con todo tipo de suculentos platos. Y allí me quedé, saboreando la comida de la alta sociedad, que sería lo único bueno que tendrían, y esperando a que el evento comenzara o que sucediese cualquier cosa mínimamente sospechosa.

Pasaron las horas, mientras yo continué disfrutando de la comida que habían servido. Cuando quedaba alrededor de una hora para que diese comienzo el acto alguien se dirigió a mí. Enseguida le identifiqué, ya que se trataba del tipo pelirrojo con el que me había chocado la tarde anterior mientras patrullaba.

- Estoy trabajando. - Respondí a su saludo. No pretendía cortarle ni ser grosero, sino trataba de darle a entender que no llevaba el uniforme por un motivo, y que mi intención era mantener dicho motivo. Por suerte para mi pareció entender la indirecta, pues no hizo ni una sola mención al hecho de que fuese marine ni al por qué de mi presencia allí.

En un principio habría jurado que se trataba de otro de esos nobles estirados y repelentes, pero no era el caso. Resultó ser un tipo bastante entretenido, y bromista, así que enseguida entramos en confianza y charlamos durante un buen rato, aunque en ningún momento dejé de comer.

De pronto las luces del recinto se apagaron, y durante un momento creí que sería parte del evento que al fin daba comienzo, pero cuando estas volvieron a iluminar la gran estancia pude comprobar que lo que allí sucedía distaba mucho de ser un desfile de modelos. En el centro del escenario apareció un individuo de aspecto fiero. Era alto y corpulento, lucía una enorme barba roja y empuñaba dos grandes hachas.

- Dadme todo lo que llevéis encima y a nadie le pasará nada, ¿entendido? - Vociferó, al tiempo que lanzaba dos enormes bolsas de cuero al centro de la sala.

Olvidándome del pelirrojo a mi lado alcé la vista por encima del resto de invitados, buscando al resto de mis compañeros marines, que vestidos de paisanos como yo se habían distribuido por la sala como previamente acordamos. La situación parecía complicada, pero le superábamos en número así que no sería difícil reducirle. O al menos eso creía, pues a una señal de aquel desgraciado, más de la mitad de los camareros arrojaron al suelo las bandejas que llevaban y sacaron armas ocultas, pequeños cuchillos en su mayoría, y alguna que otra pistola. Habría al menos una decena de ellos, lo cual complicaba aún más las cosas. Ya que, por un lado no podríamos aprovechar la superioridad numérica para enfrentar su líder y habiendo rehenes de por medio, los que vigilaban el exterior no podrían entrar sin más.

“Hay que joderse… Tanta seguridad y a nadie se le ocurrió comprobar a los camareros”.

Los invitados no parecían muy dispuestos a ceder sus pertenencias sin más, por lo que tampoco teníamos mucho tiempo hasta que la situación empeorase. Volví a intercambiar miradas con mis compañeros, que permanecían en sus posiciones. Mediante pequeños gestos traté de darles indicaciones acerca de mi plan, y luego recé para que me hubiesen entendido.

- Prepárate, la cosa está a punto de ponerse muy tensa. - Susurré al joven pelirrojo.

Decidido a actuar, me encaré hacia el escenario, quedando de frente al fondo del mismo. Giré el torso para impulsar el golpe y luego lancé un puñetazo al aire. En cuanto el brazo terminó el recogido mi puño salió disparado de la muñeca, en dirección al enemigo. Éste lo vio venir, y con un simple paso atrás esquivó el golpe, de manera que siguió su recorrido en línea recta. Aquel tipo me dirigió una mirada de odio, supongo que no esperaría que le opusieran resistencia. Como fuera, debía pensar rápido, y así lo hice. El puño llegó al final del escenario, y rápidamente me aferré a una de las barandas. La cadena que unía brazo y puño comenzó a recogerse en el interior de este, pero al estar sujeto a la baranda, en lugar de venir el puño hacia mí, fui yo el que salió volando en dirección al escenario. Logré pillarle por sorpresa y, en cuanto estuve a su altura, le propiné un fuerte rodillazo en la mandíbula, haciéndole retroceder y tambalearse. Yo me solté y caí sobre el mismo escenario, rodando para amortiguar el golpe y poniéndome en pie de un salto. Me volví a encarar hacia mi rival, que escupió algo de sangre al suelo y se frotó la mandíbula con el dorso de la mano. Realmente no esperaba derrotarle solo con eso, pero reconozco que me habría gustado que el golpe le hubiese causado algo más que una simple magulladura.

“No va a ser tan fácil”. Pensé, mientras me posicionaba con la guardia alta, esperando que fuese él quien diera el siguiente golpe. Y así lo hizo, pues sin perder un instante se abalanzó sobre mí, con su brazo derecho en alto, y descargó un potente golpe descendente. Di un pequeño salto hacia atrás, con el tiempo justo de evitar que su hacha me partiese por la mitad. El filo del arma impactó con el suelo de la pasarela, haciendo que la madera se quebrase y saltasen fragmentos y astillas que me obligaron a cubrirme los ojos. Descuido que mi rival no dudó en aprovechar, propinándome un golpe con el canto de su otra arma, el cual me dio de lleno en el estómago y me lanzó al menos un metro hacia atrás. Ya no me quedaba duda de que no iba a ser un combate fácil.

Mientras el aprovechaba para recuperar su arma yo volví a levantarme de un salto, y de nuevo me encaré hacia él manteniendo la guardia. Ahora yo estaba contra la pared y el de frente a mí, por lo que quedaba de espaldas al resto de la sala.

Sin quitarle el ojo de encima, dirigí fugaces vistazos a su espalda, tratando de ver cuál era el panorama. Mis compañeros, con ayuda de la propia seguridad del evento, se estaban enfrentando al enemigo, pero no parecía que ningún grupo se estuviese imponiendo. Mi mirada se encontró entonces con la del joven pelirrojo con el que había estado hablando. Me fijé en sus katanas, y de nuevo le miré a los ojos, esperando que no fuesen solo de adorno.

Aclaraciones al lector:

El pelirrojo desenvainó una de sus katanas, llamando la atención del tipo de las hachas, que se encaró hacia él, y acto seguido le lanzó la misma. No le supuso demasiado problema desviarla hacia un lado, pero el joven espadachín aprovechó para lanzarse al ataque, empuñando sus otras dos armas. No era la estrategia que yo tenía en mente, pero resultó ser efectiva, pues logró alcanzarle, asestándole un corte en el abdomen. El barbudo soltó un quejido, pero no flaqueó ni un instante. Propinó una fuerte patada al joven, lanzándolo hacia atrás y devolviéndole a su posición inicial. Al menos había conseguido herirle.

Ahora mi rival estaba de espaldas a mí, situación que no iba a desaprovechar. Me lancé al ataque, llegando a su posición rápidamente y propinándole una fuerte patada tras la rodilla. El tipo era resistente, pero el golpe fue suficiente para hacerle perder el equilibrio e hincar la rodilla en el suelo. Acto seguido descargué un puñetazo con mi brazo biónico contra su oído derecho, con intención de aturdirle para continuar con mi ataque. Su cráneo debía ser realmente resistente, pero gracias a mi puño de metal y la fuerza del golpe logré lo primero. Aun así, no iba a ceder ni un ápice ese malnacido, pues girando su torso con el brazo extendido hizo un barrido hacia atrás que me hizo lanzarme al suelo de espaldas. De no haberlo hecho, ese golpe posiblemente me habría cortado por la mitad.

Volví a ponerme en pie, y el hizo lo propio, dando un par de pasos a un lado para quedar situado entre el pelirrojo y yo, con cada uno a un flanco, para así poder vernos a ambos. Los tres nos quedamos en pie, intercambiando miradas durante unos segundos, esperando a ver quién daba el siguiente paso.

Para bien o para mal, detestaba la espera, así que decidí que sería yo. Me acerqué a él, haciendo una finta, tratando de que no adivinase cual sería mi golpe. Decidió responder con un ataque directo, volviendo a alzar sus brazos y descargando un doble golpe descendente contra mí. Con un rápido juego de pies logré evadir el peligro y situarme a su lado, descargando una rápida sucesión de tres puñetazos contra su estómago y costado, impactando dos de estos en la herida que el espadachín le había logrado infligir.

Dejó escapar lo que parecía ser un quejido por el dolor. Luego soltó una de sus armas, quedando esta incrustada en el suelo del escenario, y con el brazo que le quedó libre me propinó un duro golpe con el antebrazo del mismo, haciéndome retroceder varios pasos. Enseguida recuperó su arma y volvió a erguirse, lanzando una mirada desafiante a cada uno de nosotros.

“Así no vamos a conseguir nada”.

Me ventaja contra él era la velocidad, pues me había quedado claro que su fuerza física distaba mucho de la de un hombre normal. Aun así, no era suficiente. Tenía que pensar en algo más, y solo se me ocurría una opción. Era una jugada peligrosa, una locura probablemente, pero si salía bien nos daría una considerable ventaja, y debía salir bien.

Dirigí una fugaz mirada a los ojos del pelirrojo, y en cuanto este me la devolvió asentí. Llamando la atención del grandullón volví a avanzar contra él, pero dejando esta vez la guardia de mi lado derecho abierta. Cómo esperaba, se percató de ello y trató de aprovecharlo, lanzando un golpe con su hacha contra mi costado. En el último momento me cubrí con el brazo derecho, el filo de su arma penetró la fina capa de tejido artificial que recubría mi implante y se detuvo al chocar contra el metal del que estaba hecho realmente. El chocar de los aceros resonó con contundencia, y aún con todo sentí que había logrado causar daños al brazo, los cuales recé por que no fuesen demasiado graves. Antes de que pudiese reaccionar sujeté su arma por el mango con la mano que me quedaba libre, tratando con todas mis fuerzas de retenerle el mayor tiempo posible.

- ¡Ahora!

El joven espadachín comprendió a la perfección la estrategia y, aprovechando el breve momento en el logré apresar a nuestro rival, lanzó contra él dos tajos descendentes con sus katanas que cercenaron con precisión casi quirúrgica el brazo del grandullón. Este retrocedió unos pasos, sujetándose la extremidad amputada con la mano que aún le quedaba mientras de esta brotaba la sangre a borbotones. Si bien había sido un corte limpio, el dolor que debía de sentir le hizo perder los nervios y la concentración.

Lo cierto era que no le desearía algo así ni a mi peor enemigo, pues yo mismo había pasado por esa experiencia en el pasado, pero no podía engañarme. Si bien no me gustaba, era algo que debía hacerse. Después de todo no era solo su vida la que estaba en juego, sino la de un montón de civiles que, aunque no fuesen precisamente de mi agrado, eran personas a las que había jurado proteger por encima de cualquier otra cosa.

Dejé caer al suelo el hacha, y con esta la mano amputada que aún se encontraba aferrada a la empuñadura del arma. El tipo seguía gritando, tratando toscamente de detener el sangrado, pero era inútil. Al darse cuenta trató de recoger su otra hacha, la cual había dejado caer tras el ataque del pelirrojo, pero este se lo impidió, lanzándose de nuevo al ataque. Con una serie de rápidos movimientos giró alrededor del cada vez más alterado bandido, asestándole una serie de cortes por todo el cuerpo que, si bien no eran lo bastante profundos para poner en peligro su vida, si lo eran para acabar debilitarle lo suficiente. En cuanto hubo dado una vuelta completa al enorme cuerpo del guerrero se echó a un lado, dejándolo frente a mí para que fuese yo quien decidiese que hacer con él.

Me acerqué lentamente. El tipo había vuelto a caer, agotado, y se mantenía de rodillas en el suelo, tratando de no desplomarse. En cuanto lo tenía en frente trató de alcanzarme con un puñetazo con el brazo que aún le quedaba, pero había perdido mucha sangre, apenas debían de quedarle fuerzas y, si mis cálculos eran correctos, su vista debía estar empezando a nublarse, así que no me resultó difícil detener el golpe, sujetándole por la muñeca. Con un rápido movimiento mío giré su brazo hacia el exterior, inmovilizándolo, y casi al mismo tiempo lancé un golpe con mi diestra hacia su mandíbula, impactando mi pucho contra esta y haciéndole caer de espaldas. Antes de que su enorme cuerpo se encontrase con el destrozado suelo del escenario ya había perdido la conciencia, y si seguía perdiendo sangre a ese ritmo no duraría mucho.

Alcé la vista y miré al resto de la sala, mis compañeros, con ayuda de la propia seguridad del evento, ya habían dado buena cuenta del resto de enemigos, así que di la orden de abrir las puertas para que los refuerzos del exterior pudiesen entrar.

- Avisad a los oficiales y contactad con el cuartel. Que envíen a un equipo médico, y aseguraos de que todos los civiles estén bien.

Mientras daba instrucciones a mis compañeros me quité la camisa y la utilicé para cubrir la herida del brazo de mi ya derrotado rival, luego me quité también el cinturón y lo até con fuerza alrededor de esta, a modo de torniquete improvisado. No era gran cosa, pero al menos ganaría tiempo hasta que llegase el equipo médico y pudiese tratarle en mejores condiciones.

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Pasé las siguientes horas en aquel destrozado salón, respondiendo una y otra vez a las mismas preguntas a distinta gente: oficiales, guardias y tipos trajeados que a saber para quien trabajarían. Cuando hube terminado con todo aquel teatro la mayoría de los asistentes del evento ya se habían marchado del lugar. Busqué al joven pelirrojo para agradecerle su ayuda, pero no le encontré por ningún lado. No sabía quién era, ni siquiera llegué a preguntarle su nombre, pero sin duda le debía una.