Steve
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Akuma no mi
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Límite de tiempo : Sin fecha límite.
Escenario : Reino localizado en North Blue. En este reino nació y fue ejecutado "Mentiroso Norland". Su historia es conocida a lo largo de todo North Blue, la de como hizo partir a su rey a Grand Line en busca de la Ciudad de Oro y como fue ejecutado como mentiroso tras no encontrarla.
Empieza
Condiciones :
- Sin saltos de turno.
- Daños y cicatrices on-rol, pero nada de muerte.
- Escenario que no favorezca a ninguno de los dos.
- Experiencia correspondiente.
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Caminaba por las calles del reino Lvneel. En pleno North Blue. No tenía muchos motivos para estar ahí salvo quizás, conocer un poco sobre la historia de la isla o bien descansar. No tenía muchas ganas de hacer nada. Estaba en algo así como un espacio temporal ido, como si nada me importara un carajo. ”Que flojera” – pensaba. El pueblo era tranquilo y no pasaba gran cosa. Mis dos espadas en mi espalda y una en el cinto. ”Ahora que lo pienso… Aún no pruebo esa espada” – la saqué y la miré con detenimiento. Me la había regalado Taiga y, según él, era de Kairoseki. La piedra de mar que permitía tocar a los usuarios de ciertas frutas paramecias y a cualquier Logia. Una gran arma la verdad, pero, al no toparme con alguien así, no la he tenido que usar. Era una espada, a mi gusto, bonita. Un filo precioso y un dibujo del ying y el yang en el mango.
– Ya llegara el día en que la pueda usar. – Dije mientras la guardaba. ¿Cuándo llegaría aquel día? Estaba, en cierta manera, emocionado para poder usarla. Una espada tan fuerte debía ser usada, pero no siempre y solo con las personas correctas. Suspiré y puse mis dos manos sobre la nuca. Caminaba tranquilamente y no había mucho que hacer, debería planificar algo… Pero ya luego.
– Ya llegara el día en que la pueda usar. – Dije mientras la guardaba. ¿Cuándo llegaría aquel día? Estaba, en cierta manera, emocionado para poder usarla. Una espada tan fuerte debía ser usada, pero no siempre y solo con las personas correctas. Suspiré y puse mis dos manos sobre la nuca. Caminaba tranquilamente y no había mucho que hacer, debería planificar algo… Pero ya luego.
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El pelirrojo caminaba tranquilamente por las calles del reino de Lvneel. Era un lugar un tanto extraño, que incluso le recordaba a aquellas historias medievales de sus libros. Castillos, reyes, princesas... Incluso grandes aventuras en busca de tesoros legendarios, como los que se nombraban en "Las trolas de Mentiroso Norland", quinta edición, corregida por la RAEM (Real Academia de Escribas Modernos). Le habría gustado presenciar aquellos hechos de forma directa y juzgar por sí mismo si estos eran verdad o no. Al fin y al cabo, no creía que ningún hombre estuviera tan loco como para continuar mintiendo incluso si eso significaba su muerte. Pero bueno, eso no importaba demasiado. Ahora tan solo se preocuparía por encontrar alguna clase de entretenimiento, tal vez alguna taberna cercana en la que poder pasar un buen rato, conociendo a las féminas locales o escuchando los rumores del lugar... O, simplemente, disfrutar de aquella bolsa de gominolas artesanales que había adquirido por un módico precio. Realmente estaban deliciosas, aunque no le agradaban demasiado esas de color moho. Bueno, ya se las daría a alguien que quisiera aceptarlas.
- Veamos... ¿Por dónde podría empezar? -murmuró mientras se llevaba una de fresa a la boca, saboreándola al tiempo que recorría la plaza en la que se encontraba con la mirada.
Un pequeño grupo de personas pasó cerca de él, riendo y chismorreando sobre algo. Al parecer, algún pirado se había puesto a desenvainar su espada en mitad de una de las calles, así como a hablar cual lunático con ella, como si esta tuviera vida. No le iba a juzgar por ello, pues como espadachín sabía el aprecio que podía cogerle un guerrero de la espada a su arma, aunque no le pareció correcto el hecho de exhibirla en público sin motivo alguno. ¡Ese malandrín podría hacer daño a alguien por accidente! Tal vez debería ir a buscarle y tener una buena charla con él, aunque lo cierto es que no tenía ni idea de qué clase de aspecto tendría. Tan solo sabía la dirección en la que lo habían visto.
- Bueeeno... Supongo que al menos me entretendré un poco buscándole -se dijo a sí mismo con una alegre sonrisa, antes de lanzar una nueva gominola al aire y atraparla con la boca- Mmm... ¡De limón!
Con esto en mente, el alocado agente se dirigió a paso ligero hacia la dirección de la que había venido aquella gente, con la esperanza de encontrar a su objetivo rápidamente. La verdad es que no esperaba que fuese a resultar demasiado fácil, pues las calles estaban siendo bastante concurridas a aquella hora y la visibilidad era un tanto reducida en algunos puntos donde se aglomeraban especialmente. Sin embargo, contaba con una buena pista, y es que no mucha gente portaría consigo una espada. "Algo es algo, ¿no?" Tan solo hubo un pequeño fallo de cálculo en sus planes, y es que al ir fijándose más en las cinturas de la gente que en la posición que ocupaban, terminó tropezando al chocar contra alguien, lo que produjo que su pequeña bolsita de dulces comenzara a pasarse de una mano a otra, en un intento desesperado del pelirrojo por mantenerla a salvo mientras corría calle abajo.
- ¡No, no, no!
Y... ¡Zas! Kusanagi terminó en el suelo, y sus gominolas desperdigadas por este a excepción de unas pocas que habían quedado en el fondo de la bolsa... Y sí, eran aquellas con ese color moho tan saludable. Al parecer se había estrellado con alguien. Alguien a quien no prestó especial atención, debo decir, pues estaba demasiado ocupado lamentándose por la pérdida de sus preciadas gominolas. Vaya fastidio, tendría que volver y comprar más, aunque... ¡Eh! ¡Aún quedaba una roja!
- ¡Parece que no voy a tener tan mala suerte! -dijo en voz alta, aún sentado en mitad de la calle, mientras algunas personas le miraban raro, así como al tipo que se encontraba con él, pero poco le importaba a decir verdad.
- Veamos... ¿Por dónde podría empezar? -murmuró mientras se llevaba una de fresa a la boca, saboreándola al tiempo que recorría la plaza en la que se encontraba con la mirada.
Un pequeño grupo de personas pasó cerca de él, riendo y chismorreando sobre algo. Al parecer, algún pirado se había puesto a desenvainar su espada en mitad de una de las calles, así como a hablar cual lunático con ella, como si esta tuviera vida. No le iba a juzgar por ello, pues como espadachín sabía el aprecio que podía cogerle un guerrero de la espada a su arma, aunque no le pareció correcto el hecho de exhibirla en público sin motivo alguno. ¡Ese malandrín podría hacer daño a alguien por accidente! Tal vez debería ir a buscarle y tener una buena charla con él, aunque lo cierto es que no tenía ni idea de qué clase de aspecto tendría. Tan solo sabía la dirección en la que lo habían visto.
- Bueeeno... Supongo que al menos me entretendré un poco buscándole -se dijo a sí mismo con una alegre sonrisa, antes de lanzar una nueva gominola al aire y atraparla con la boca- Mmm... ¡De limón!
Con esto en mente, el alocado agente se dirigió a paso ligero hacia la dirección de la que había venido aquella gente, con la esperanza de encontrar a su objetivo rápidamente. La verdad es que no esperaba que fuese a resultar demasiado fácil, pues las calles estaban siendo bastante concurridas a aquella hora y la visibilidad era un tanto reducida en algunos puntos donde se aglomeraban especialmente. Sin embargo, contaba con una buena pista, y es que no mucha gente portaría consigo una espada. "Algo es algo, ¿no?" Tan solo hubo un pequeño fallo de cálculo en sus planes, y es que al ir fijándose más en las cinturas de la gente que en la posición que ocupaban, terminó tropezando al chocar contra alguien, lo que produjo que su pequeña bolsita de dulces comenzara a pasarse de una mano a otra, en un intento desesperado del pelirrojo por mantenerla a salvo mientras corría calle abajo.
- ¡No, no, no!
Y... ¡Zas! Kusanagi terminó en el suelo, y sus gominolas desperdigadas por este a excepción de unas pocas que habían quedado en el fondo de la bolsa... Y sí, eran aquellas con ese color moho tan saludable. Al parecer se había estrellado con alguien. Alguien a quien no prestó especial atención, debo decir, pues estaba demasiado ocupado lamentándose por la pérdida de sus preciadas gominolas. Vaya fastidio, tendría que volver y comprar más, aunque... ¡Eh! ¡Aún quedaba una roja!
- ¡Parece que no voy a tener tan mala suerte! -dijo en voz alta, aún sentado en mitad de la calle, mientras algunas personas le miraban raro, así como al tipo que se encontraba con él, pero poco le importaba a decir verdad.
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Todo estaba tranquilo, la verdad pueblos así me asombraban y los encontraba más bien escasos. ¿Qué decir? La gente vivía bien y se demostraba feliz. Nada de otro mundo y todo iba a relajo. Con lo que me ocurrían dos cosas: La primera, anotarla en mi lista de futuras islas para retirarme una vez cumpla mis objetivos y, la segunda; aumentar mi flojera. ”A veces soy un vago y me doy asco” – pensaba en mi mundo. Mi mano, ahora, descansaba en mi espada de Kairoseki. Notaba mirabas extrañas a mi alrededor, seguramente, por ser el tonto que había desenvainado una espada sin previo aviso en mitad de la calle. Oía, claramente, “tonto”, “presumido”, “guapo”, “hermoso”, “espadachín de mierda”, y otros tantos insultos y/o halagos a mi físico. ”Debería buscar un lugar donde quedarme” – Y entonces… Alguien o algo me chocó y me hizo tumbarme. Me levanté, limpiándome el polvo de mis ropas, y miré al responsable. Era un chico pelirrojo con un parche en su ojo y, como yo, portaba tres espadas. Dos en el cinto y una a su espalda. Por lo que alcancé a escuchar, estaba comiendo algo y era la última que le quedaba.
– Ten más cuidado para la otra – dije mirándolo bien… La gente se iba alejando. Yo, en cambio, solo extendí mi mano para ayudarlo a levantarse. Si aceptaba mi ayuda, iba a tirarlo con algo de fuerza. – Puedes dañar a alguien seriamente si sigues jugando así. – Una vez estuviera en la vertical y si no me decía nada, me iría de nuevo por mi camino y seguiría como si nada. Aunque… Era un compañero espadachín y nunca estaba de más un duelo, pero la pereza y falta de ganas, en ese momento, eran mayores. ”Y aún tengo que encontrar una posada o algo así” – me recordé tranquilamente. ¿Dónde estarían? Esperaba que no tan lejos del centro de la ciudad, la idea de caminar para comprar comida y conectarme con la aldea… No me agradaba, la verdad. Suspiré y me di vuelta para empezar a caminar. ¿Qué haría el pelirrojo?
– Ten más cuidado para la otra – dije mirándolo bien… La gente se iba alejando. Yo, en cambio, solo extendí mi mano para ayudarlo a levantarse. Si aceptaba mi ayuda, iba a tirarlo con algo de fuerza. – Puedes dañar a alguien seriamente si sigues jugando así. – Una vez estuviera en la vertical y si no me decía nada, me iría de nuevo por mi camino y seguiría como si nada. Aunque… Era un compañero espadachín y nunca estaba de más un duelo, pero la pereza y falta de ganas, en ese momento, eran mayores. ”Y aún tengo que encontrar una posada o algo así” – me recordé tranquilamente. ¿Dónde estarían? Esperaba que no tan lejos del centro de la ciudad, la idea de caminar para comprar comida y conectarme con la aldea… No me agradaba, la verdad. Suspiré y me di vuelta para empezar a caminar. ¿Qué haría el pelirrojo?
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Kusanagi estaba a punto de engullir la última gominola roja, aquella que había sido bendecida por los mismísimos dioses de todas y cada una de las religiones existentes para no caer de su bolsa, disponiéndose a cumplir el cometido por el que había sido engendrada y preparada durante toda (aunque corta) existencia: ser devorada por el pelirrojo. Bueno, en realidad no había sido hecha para él concretamente, pero estaba seguro de que si el dulce tuviera conciencia propia, se habría sentido orgulloso de estar destinado a acabar en su estómago. O no, pero como no era el caso tampoco importaba demasiado. Estaba a punto de comerse la golosina cuando, de repente, una voz a su lado le sacó de su ensimismamiento, diciendo algo sobre que debía tener más cuidado. "Mierda, por un momento casi me olvido de disculparme" se dijo a sí mismo, disponiéndose a disculparse con él.
- Oh, vaya... -susurró mientras le observaba fijamente, esbozando una leve sonrisa al ver que portaba unas cuantas espadas consigo. Sin duda alguna, había encontrado al alterador de la paz que había estado buscando durante toda su vida... Bueno, vale, durante aquellos últimos minutos de esta.
Tomó su mano con la mano libre, dejando que le ayudara a levantarse mientras escuchaba todo lo que tenía que decirle. ¿En serio trataba de darle lecciones sobre seguridad? ¡Él, que había desenvainado una espada en público, alterando a la gente del lugar! Definitivamente tendría unas palabritas con él, y nadie en el mundo podría salvarle de la regañina del pelirrojo. El tipo se dispuso a marcharse, sin que Kusanagi hubiera respondido siquiera a sus palabras, y para cuando se dio la vuelta el agente se encontraba justo frente a él, cortándole el paso. Menos mal que nadie les estaba prestando atención, porque de haber sido así los lugareños habrían pensado que el chico se había teletransportado. No negaba que la idea resultaba realmente atractiva. "Kus, el teletransportador", sonaba como un gran título, aunque estaba algo alejado de la realidad. Lo único que había hecho era moverse a una velocidad absurdamente rápida. ¿Cómo respondería ante ello el espadachín? Bueno, lo primero era lo primero. Ya se preocuparía por esas cosas en otro momento.
- Oye -comenzó, llevándose la gominola a la boca y saboreándola detenidamente, mostrando una extraña expresión de satisfacción antes de continuar- ¿No crees que es un tanto hipócrita llamarme la atención para que tenga cuidado? Deberías disculparte con todas aquellas personas que se han asustado al verte desenvainar sin motivo alguno -seguía degustando el dulce, alzando una mano con el índice extendido, en un gesto de desaprobación, mientras negaba con la cabeza- Eres un malandrín muy desconsiderado. ¡Tendría que castigarte confiscando esa espada que tanto aprecias! Pero nah, hoy es tu día de suerte. Me conformaré con que escribas mil veces en un papel: "No volveré a desenvainar ninguna de mis espadas delante de la gente, porque esto puede alterar a los demás y probablemente meterme en problemas con las fuerzas de la justicia. Además, le cedo todos los números de mis conocidas a este pelirrojo tan sexy, a saber: ..." -hizo una pequeña pausa, pensando en cómo le había quedado y asintiendo finalmente- Sí, creo que eso será suficiente. A partir de ahí continuas con los números que recuerdes y después podrás marcharte.
El pelirrojo tragó la chuche y aferró la bolsa entre sus dientes, sacando del interior de su chaqueta una pequeña libreta y arrancando una hoja vacía de esta, guardándola inmediatamente después y tendiéndole el papel al azabache. Ladeó levemente la cabeza, e incluso sonrió con los ojos cerrados y una expresión alegre. Si hacía todo lo que le había dicho podría perdonarle, dejando que continuase con su camino para... Bueno, para hacer lo que estuviera a punto de hacer.
- Oh, vaya... -susurró mientras le observaba fijamente, esbozando una leve sonrisa al ver que portaba unas cuantas espadas consigo. Sin duda alguna, había encontrado al alterador de la paz que había estado buscando durante toda su vida... Bueno, vale, durante aquellos últimos minutos de esta.
Tomó su mano con la mano libre, dejando que le ayudara a levantarse mientras escuchaba todo lo que tenía que decirle. ¿En serio trataba de darle lecciones sobre seguridad? ¡Él, que había desenvainado una espada en público, alterando a la gente del lugar! Definitivamente tendría unas palabritas con él, y nadie en el mundo podría salvarle de la regañina del pelirrojo. El tipo se dispuso a marcharse, sin que Kusanagi hubiera respondido siquiera a sus palabras, y para cuando se dio la vuelta el agente se encontraba justo frente a él, cortándole el paso. Menos mal que nadie les estaba prestando atención, porque de haber sido así los lugareños habrían pensado que el chico se había teletransportado. No negaba que la idea resultaba realmente atractiva. "Kus, el teletransportador", sonaba como un gran título, aunque estaba algo alejado de la realidad. Lo único que había hecho era moverse a una velocidad absurdamente rápida. ¿Cómo respondería ante ello el espadachín? Bueno, lo primero era lo primero. Ya se preocuparía por esas cosas en otro momento.
- Oye -comenzó, llevándose la gominola a la boca y saboreándola detenidamente, mostrando una extraña expresión de satisfacción antes de continuar- ¿No crees que es un tanto hipócrita llamarme la atención para que tenga cuidado? Deberías disculparte con todas aquellas personas que se han asustado al verte desenvainar sin motivo alguno -seguía degustando el dulce, alzando una mano con el índice extendido, en un gesto de desaprobación, mientras negaba con la cabeza- Eres un malandrín muy desconsiderado. ¡Tendría que castigarte confiscando esa espada que tanto aprecias! Pero nah, hoy es tu día de suerte. Me conformaré con que escribas mil veces en un papel: "No volveré a desenvainar ninguna de mis espadas delante de la gente, porque esto puede alterar a los demás y probablemente meterme en problemas con las fuerzas de la justicia. Además, le cedo todos los números de mis conocidas a este pelirrojo tan sexy, a saber: ..." -hizo una pequeña pausa, pensando en cómo le había quedado y asintiendo finalmente- Sí, creo que eso será suficiente. A partir de ahí continuas con los números que recuerdes y después podrás marcharte.
El pelirrojo tragó la chuche y aferró la bolsa entre sus dientes, sacando del interior de su chaqueta una pequeña libreta y arrancando una hoja vacía de esta, guardándola inmediatamente después y tendiéndole el papel al azabache. Ladeó levemente la cabeza, e incluso sonrió con los ojos cerrados y una expresión alegre. Si hacía todo lo que le había dicho podría perdonarle, dejando que continuase con su camino para... Bueno, para hacer lo que estuviera a punto de hacer.
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Aquel pelirrojo se levantó y, al momento, de girarme ya estaba de nuevo frente a mí y… Soltó aquel.. “Discurso”. ¿Qué mierda se había fumado o inyectado? Me apodó como malandrín y, me aconsejó, que debía tener más cuidado y no ir desenvainando mis espadas para no asustar a la gente. Lo que me sorprendió era que quería que le pasara los números de chicas sexys que conociera… ”Pervertido” – pensé y no pude evitar soltar una carcajada. Me pasó el papel y mi risa no se controló. Era divertido aquel chico, demasiado. Suspiré para relajarme y volver en mí. ¿Qué debía hacer? No podía tomarme en serio a alguien que hablaba de esa forma y con esas expresiones. Y menos si buscaba números de mujeres para dios sabe qué cosa pervertida.
– Lo siento, amigo – dije mientras le tocaba el hombro y empezaba a caminar. – Pero es imposible que te tome en serio – decía entre risas. ¿Cómo había alguien así de idiota en el mundo? – Es que… Das risa, pervertido-kun. – Vi a la gente y todas se alejaban de nosotros. ”Y pensar que él está dando este humillante espectáculo” – Me encogí de hombros y, con algo de rapidez, empecé a alejarme. No quería que me vincularan con alguien como él, aquel idiota pervertido que buscaba mujeres. Aunque, por su apariencia, no parecía ser mala persona…. ”No te dejes engañar por las apariencias” – me recordé mientras seguía caminando alejándome de aquel idiota de pelo rojo. ¿Qué hacía alguien así navegando? ¿Qué intenciones podría tener?
– Lo siento, amigo – dije mientras le tocaba el hombro y empezaba a caminar. – Pero es imposible que te tome en serio – decía entre risas. ¿Cómo había alguien así de idiota en el mundo? – Es que… Das risa, pervertido-kun. – Vi a la gente y todas se alejaban de nosotros. ”Y pensar que él está dando este humillante espectáculo” – Me encogí de hombros y, con algo de rapidez, empecé a alejarme. No quería que me vincularan con alguien como él, aquel idiota pervertido que buscaba mujeres. Aunque, por su apariencia, no parecía ser mala persona…. ”No te dejes engañar por las apariencias” – me recordé mientras seguía caminando alejándome de aquel idiota de pelo rojo. ¿Qué hacía alguien así navegando? ¿Qué intenciones podría tener?
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Kusanagi ladeó la cabeza ante sus respuestas, tomando la bolsa ya con la mano libre y observando al hombrecillo que tenía delante. Se estaba riendo, pero no alcanzaba a comprender por qué. Bueno, en realidad sí que lo hacía. Hasta él mismo no se habría tomado en serio tras aquella charla, y al fin y al cabo era lo lógico, no había hecho más que tomarle el pelo un poco, pero... Había sido tan divertido. No varió su postura mientras el tipo posaba la mano en su hombro, comenzando a alejarse. Tan solo ensanchó un poco su sonrisa y esperó a que pasase de largo.
- Ains... Bueno, si quieres hacer las cosas difíciles, no seré yo quien te lo impida -murmuró, ladeando el cuerpo para observarle- Más diversión para ambos, ¿no?
Al concluir estas palabras el pelirrojo bajó la mirada hacia la mano que no sostenía la hoja de papel. Mientras que segundos antes se encontraba vacía, ahora se presentaba aferrando una espada envainada. Escudriñó todos y cada uno de los detalles de su funda, así como de la empuñadura, para ponerse a lanzarla hacia arriba una vez se dio por satisfecho. No parecía ser una mala espada, aunque supuso que no era aquella de la que el azabache se sentía tan orgulloso. No era nada del otro mundo, a decir verdad. Se había visto obligado a guardar la bolsa de gominolas, eso sí, ¿pero qué más daba? Tal vez le pudiera ofrecer unas pocas como disculpa después. Él no se las iba a comer de todos modos. Alzó el arma y guardó la hoja de papel en uno de los bolsillos de su chaqueta, justo antes de tratar de llamar la atención del contrario.
- ¡Ey! ¡Creo que te has dejado esto olvidado! -le gritó, moviendo la katana de un lado a otro para que pudiera verla bien.
Tuvo que hacer uso de toda su fuerza de voluntad para no estallar a reír en aquel momento. Bastante tendría el chico con que le hubiera quitado su espada como para que encima se mofase de ello, pero joder... Estaba siendo tan divertido. En el momento en que pasó a su lado tras tocarle el hombro Kusanagi se había vuelvo a mover rápidamente, y en apenas un parpadeo le había arrebatado una de las espadas que llevaba envainadas en la espalda. Aquel tipo ni siquiera se había extrañado con el anterior movimiento, y estaba sumergido en un auténtico debate interno sobre si sería alguien realmente fuerte (lo suficiente como para que aquello no le impresionase) o, simplemente, que fuera un tanto cortito y no se hubiera dado cuenta. En cualquier caso, su mantra le indicaba que todas las posibilidades apuntaban a la segunda.
- Siento tener que ponerme así, pero ya que no quieres aprender por las buenas, supongo que tendré que enseñarte por las malas. ¿Tanto te costaba mostrar una disculpa sincera? Eso me habría bastado -le riñó, suspirando tras ello y apuntándole con el arma envainada desde su posición- Te dejaré dos opciones: La primera consiste, básicamente, en que yo confisque tu espada por los disturbios que has provocado, y que vayas al cuartel a hacer los trámites pertinentes para recuperarla, tras una pequeña multa -una leve pausa- La segunda... Que vengas a quitármela. Si lo consigues, hasta te dejaré marchar con ella, aunque seguirás teniendo que disculparte.
Tras esto aguardó sin variar su posición, esperando que tras aquella provocación el chico hiciera su primer movimiento. A decir verdad, esperaba que se comportase como un buen ciudadano y presentara una disculpa, pero algo le decía que no sería así... Y al menos podría entretenerse durante un rato.
- Ains... Bueno, si quieres hacer las cosas difíciles, no seré yo quien te lo impida -murmuró, ladeando el cuerpo para observarle- Más diversión para ambos, ¿no?
Al concluir estas palabras el pelirrojo bajó la mirada hacia la mano que no sostenía la hoja de papel. Mientras que segundos antes se encontraba vacía, ahora se presentaba aferrando una espada envainada. Escudriñó todos y cada uno de los detalles de su funda, así como de la empuñadura, para ponerse a lanzarla hacia arriba una vez se dio por satisfecho. No parecía ser una mala espada, aunque supuso que no era aquella de la que el azabache se sentía tan orgulloso. No era nada del otro mundo, a decir verdad. Se había visto obligado a guardar la bolsa de gominolas, eso sí, ¿pero qué más daba? Tal vez le pudiera ofrecer unas pocas como disculpa después. Él no se las iba a comer de todos modos. Alzó el arma y guardó la hoja de papel en uno de los bolsillos de su chaqueta, justo antes de tratar de llamar la atención del contrario.
- ¡Ey! ¡Creo que te has dejado esto olvidado! -le gritó, moviendo la katana de un lado a otro para que pudiera verla bien.
Tuvo que hacer uso de toda su fuerza de voluntad para no estallar a reír en aquel momento. Bastante tendría el chico con que le hubiera quitado su espada como para que encima se mofase de ello, pero joder... Estaba siendo tan divertido. En el momento en que pasó a su lado tras tocarle el hombro Kusanagi se había vuelvo a mover rápidamente, y en apenas un parpadeo le había arrebatado una de las espadas que llevaba envainadas en la espalda. Aquel tipo ni siquiera se había extrañado con el anterior movimiento, y estaba sumergido en un auténtico debate interno sobre si sería alguien realmente fuerte (lo suficiente como para que aquello no le impresionase) o, simplemente, que fuera un tanto cortito y no se hubiera dado cuenta. En cualquier caso, su mantra le indicaba que todas las posibilidades apuntaban a la segunda.
- Siento tener que ponerme así, pero ya que no quieres aprender por las buenas, supongo que tendré que enseñarte por las malas. ¿Tanto te costaba mostrar una disculpa sincera? Eso me habría bastado -le riñó, suspirando tras ello y apuntándole con el arma envainada desde su posición- Te dejaré dos opciones: La primera consiste, básicamente, en que yo confisque tu espada por los disturbios que has provocado, y que vayas al cuartel a hacer los trámites pertinentes para recuperarla, tras una pequeña multa -una leve pausa- La segunda... Que vengas a quitármela. Si lo consigues, hasta te dejaré marchar con ella, aunque seguirás teniendo que disculparte.
Tras esto aguardó sin variar su posición, esperando que tras aquella provocación el chico hiciera su primer movimiento. A decir verdad, esperaba que se comportase como un buen ciudadano y presentara una disculpa, pero algo le decía que no sería así... Y al menos podría entretenerse durante un rato.
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Las cosas se estaban saliendo de control rápidamente. ¿Por qué…? Era como si fuera un imán de problemas y mis descansos fueran… Imposibles de suceder. ”¿En qué momento lo hizo”? – pensaba mientras me giraba y veía como aquel maldito pelirrojo me jugaba con mi espada blanca. ¿Cómo carajos había hecho eso? La verdad, estaba impresionado con su velocidad, no solo con lo había hecho, sino que también la vez anterior cuando se puso delante de mí en un segundo. ”Todos los tontos son veloces” – pensé mientras sacaba la espada negra de mi espalda. ¿Sería necesario usar mi espada de Kairoseki? Lo veía bien y por más que lo analizaba, parecía un debilucho más que solo tenía la velocidad a su favor.
– ¿Eres espadachín, no? – pregunté con algo de seriedad mientras me ponía en guardia. La verdad, no quería pelear con alguien así. Pero, ¿qué otra opción tenía? Mis espadas eran sagradas y nadie las tocaba, a excepción mía, claro. – Entonces… Debes saber que la espada de uno es lo más importante, ¿no? – mi tono se iba elevando y todos a nuestro alrededor se iban gritando una que otra cosa. Entre otras, que estábamos locos y esas cosas. – Como dije, no hice nada malo… ¿Por qué exageras todo, pelirrojo-kun? – suspiré… ¿Serviría cuestionar a un tonto? Esperaba que sí, esperaba que funcionara. – En fin, soy Ushio… ¿Un gusto?
No estábamos tan separados, así que debería ser capaz de sorprenderlo. Di un gran paso hacia adelante y traté de hacerle un gran corte en diagonal en todo lo que sería su pecho, si lo llegaba a esquivar, intentaría hacer lo mismo pero de forma ascendente y de derecha a izquierda. Incluso si lograba esquivar todo eso, intentaría atravesarlo con mi espada en su corazón. Una vez acabara con todos mis ataques, me separaría de él y esperaría alguna respuesta o algún ataque… O las dos cosas.
– ¿Eres espadachín, no? – pregunté con algo de seriedad mientras me ponía en guardia. La verdad, no quería pelear con alguien así. Pero, ¿qué otra opción tenía? Mis espadas eran sagradas y nadie las tocaba, a excepción mía, claro. – Entonces… Debes saber que la espada de uno es lo más importante, ¿no? – mi tono se iba elevando y todos a nuestro alrededor se iban gritando una que otra cosa. Entre otras, que estábamos locos y esas cosas. – Como dije, no hice nada malo… ¿Por qué exageras todo, pelirrojo-kun? – suspiré… ¿Serviría cuestionar a un tonto? Esperaba que sí, esperaba que funcionara. – En fin, soy Ushio… ¿Un gusto?
No estábamos tan separados, así que debería ser capaz de sorprenderlo. Di un gran paso hacia adelante y traté de hacerle un gran corte en diagonal en todo lo que sería su pecho, si lo llegaba a esquivar, intentaría hacer lo mismo pero de forma ascendente y de derecha a izquierda. Incluso si lograba esquivar todo eso, intentaría atravesarlo con mi espada en su corazón. Una vez acabara con todos mis ataques, me separaría de él y esperaría alguna respuesta o algún ataque… O las dos cosas.
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No pudo hacer otra cosa más que dibujar una sonrisa con sus labios en el momento en que le vio desenvainar, y era incapaz de dejar de preguntarse si aquel arma que empuñaba sería la misma de la que tanto había alardeado antes de su llegada. Si era así, tal vez tuviera alguna clase de peculiaridad, pero por el momento le parecía bastante normal. El chico no era lento, al menos si no le comparamos con la velocidad del pelirrojo, y salvó la distancia que les separaba rápidamente. Pero ay... Sus ataques eran tan directos y predecibles que incluso resultó ligeramente decepcionante. Probablemente fuera un novato, y no podía culparle por ello, le recordaba demasiado a la época en la que no era más que un joven iniciado en la Cipher Pol... Etapa que se prolongó durante mucho tiempo, a decir verdad, pero eso carecía de relevancia. Kusanagi bajó la espada envainada y se dispuso a responder al ataque. Un corte en diagonal siempre era fácil de evadir, principalmente porque el movimiento necesario para realizarlo era bastante exagerado, sobre todo cuando era de arriba a abajo. Tan solo ladeó su cuerpo, desplazándose un poco hacia la derecha mientras la espada pasaba cerca que su torso.
- Pero hombre... ¿No sabes que jugar con espadas es peligroso? Podrías hacerle daño a alguien... O intentarlo -le dijo en un tono relajado, casi divertido, mientras veía venir el segundo ataque.
En este se esforzó un poco más (minimamente) y decidió bloquearlo con el arma que le había quitado. Sin desenvainarla, claramente. No quería que el pobre chico pudiera salir herido. El arma giró en su mano, trazando un movimiento circular, haciendo que la funda colisionara contra el filo del arma del contrario, desviando su trayectoria con bastante facilidad. "Es un tanto impulsivo, para qué negarlo" pensó mientras le observaba preparar un ataque más. La espada apuntaba directamente al pecho, justo al corazón del pelirrojo. Kusanagi frunció el ceño y, en esta ocasión, no hizo movimiento alguno. Sus músculos se tensaron y, a su vez, endurecieron, un momento antes de que el filo de la oscura espada impactara contra él, generando un sonido similar al que producirían dos metales al chocar.
- Tekkai... -susurró, de forma inaudible, mientras recrudecía su expresión y clavaba su mirada en la del azabache- ¿Sabes? Eso no ha estado nada bien. ¿Un ataque que, de dar, es inevitablemente letal? Chico... Me has decepcionado.
De nuevo movió la espada envainada en un movimiento circular, haciéndola chocar contra la espada negra para apartarla de su pecho y, a continuación, en un movimiento tan rápido que escapaba a la vista, colocó la mano izquierda a escasos centímetros del rostro de Ushio. El sonido salió de esta, y el pelirrojo generó una onda sónica que, de alcanzar su objetivo, al espadachín le resultaría equivalente a recibir un puñetazo en la cara. No importaba si recibía aquel ataque o no, aunque dudaba que fuera a ser capaz de evadirlo. A continuación lanzaría una estocada con el arma envainada, tratando de golpearle con la punta de la funda en la boca del estómago, con fuerza suficiente como para cortarle la respiración un momento y hacerle retroceder. De lograrlo, giraría sobre sí mismo al tiempo que haría danzar la espada en su mano, describiendo círculos con ella y aprovechando la inercia del movimiento para golpear al espadachín de lleno en el pómulo izquierdo.
- Y yo que no quería hacerte daño... -suspiró, apoyando el arma sobre el hombro y la mano libre sobre la cintura, observando con seriedad al azabache.
- Pero hombre... ¿No sabes que jugar con espadas es peligroso? Podrías hacerle daño a alguien... O intentarlo -le dijo en un tono relajado, casi divertido, mientras veía venir el segundo ataque.
En este se esforzó un poco más (minimamente) y decidió bloquearlo con el arma que le había quitado. Sin desenvainarla, claramente. No quería que el pobre chico pudiera salir herido. El arma giró en su mano, trazando un movimiento circular, haciendo que la funda colisionara contra el filo del arma del contrario, desviando su trayectoria con bastante facilidad. "Es un tanto impulsivo, para qué negarlo" pensó mientras le observaba preparar un ataque más. La espada apuntaba directamente al pecho, justo al corazón del pelirrojo. Kusanagi frunció el ceño y, en esta ocasión, no hizo movimiento alguno. Sus músculos se tensaron y, a su vez, endurecieron, un momento antes de que el filo de la oscura espada impactara contra él, generando un sonido similar al que producirían dos metales al chocar.
- Tekkai... -susurró, de forma inaudible, mientras recrudecía su expresión y clavaba su mirada en la del azabache- ¿Sabes? Eso no ha estado nada bien. ¿Un ataque que, de dar, es inevitablemente letal? Chico... Me has decepcionado.
De nuevo movió la espada envainada en un movimiento circular, haciéndola chocar contra la espada negra para apartarla de su pecho y, a continuación, en un movimiento tan rápido que escapaba a la vista, colocó la mano izquierda a escasos centímetros del rostro de Ushio. El sonido salió de esta, y el pelirrojo generó una onda sónica que, de alcanzar su objetivo, al espadachín le resultaría equivalente a recibir un puñetazo en la cara. No importaba si recibía aquel ataque o no, aunque dudaba que fuera a ser capaz de evadirlo. A continuación lanzaría una estocada con el arma envainada, tratando de golpearle con la punta de la funda en la boca del estómago, con fuerza suficiente como para cortarle la respiración un momento y hacerle retroceder. De lograrlo, giraría sobre sí mismo al tiempo que haría danzar la espada en su mano, describiendo círculos con ella y aprovechando la inercia del movimiento para golpear al espadachín de lleno en el pómulo izquierdo.
- Y yo que no quería hacerte daño... -suspiró, apoyando el arma sobre el hombro y la mano libre sobre la cintura, observando con seriedad al azabache.
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Imposible…. Había bloqueado todos mis ataques y… El último, solo se impactó contra su pecho y no hizo nada. Fue golpear acero o algo incluso más duro. ”¿Akuma no mi?” – pensé en la probabilidad que fuera alguna clase de metal. Lo cual, explicaría porque no había logrado nada. Aunque, era envidiable sus habilidades. ”Es más fuerte de lo que aparenta” – fue entonces cuando sentí un poderoso golpe en mi rostro que me mandó a volar unos metros. Ni siquiera lo había visto llegar, solo sabía que estaba siendo golpeado. Lo siguiente fue un poderoso golpe, con mi propia espada envainada, en la boca del estómago. Me hizo escupir algo de saliva y perder el aire. Caí arrodillado y eso me salvó, de milagro, de su último ataque.
– ¿Quién eres? – le pregunté mientras usaba mi espada para levantarme. Era muy fuerte… ¿Pirata? No, no recordaba ningún cartel de wanted con su rostro. Podría ser un marine, incluso revolucionario…. No, algo me decía que era algo mejor que lo último. Suspiré con calma… Me costaba respirar. – Al menos, quiero saber el nombre de mi oponente. – Él era superior a mí en todo sentido… No era un motivo para rendirme, de hecho, solo era una prueba más de lo mucho que me faltaba. Saqué la espada de Kairoseki… No era que mi poder aumentaría si sacaba aquella espada, pero… Era la oportunidad perfecta para ver su poder. ”Si es Logia o Paramecia, podré cortarlo.” – me dije a mi mismo con una sonrisa.
Suspiré… ”Debo atacar una vez más…” – tenía que comprobar nuestra diferencia de niveles. Aunque era obvia… Quería ver que tan alejado estaba de él. ”Tiene más velocidad que yo y alguna fruta que lo hace intocable” – lo estaba analizando de forma fría. No podía darme el lujo de atacar a ciegas, al menos, debía idear algún plan. Alguna distracción… ”Podría intentar usar fintas o golpes falsos…” – mis movimientos anteriores habían sido muy obvios y predecibles. Tenía sorprenderlo de alguna forma y… Claro, en el proceso recuperar mi espada. Me moví hacía él con velocidad, al llegar a él, hice una finta del mismo ataque anterior… Pero me detuve a medio camino y con ambas espadas traté de hacer un doble corte en horizontal. Luego, giraría sobre mí mismo, para intentar hacerle un ataque en vertical…. Finalizaría tratando de cortar el hombro y dejar inutilizado uno de sus brazos.
– ¿Quién eres? – le pregunté mientras usaba mi espada para levantarme. Era muy fuerte… ¿Pirata? No, no recordaba ningún cartel de wanted con su rostro. Podría ser un marine, incluso revolucionario…. No, algo me decía que era algo mejor que lo último. Suspiré con calma… Me costaba respirar. – Al menos, quiero saber el nombre de mi oponente. – Él era superior a mí en todo sentido… No era un motivo para rendirme, de hecho, solo era una prueba más de lo mucho que me faltaba. Saqué la espada de Kairoseki… No era que mi poder aumentaría si sacaba aquella espada, pero… Era la oportunidad perfecta para ver su poder. ”Si es Logia o Paramecia, podré cortarlo.” – me dije a mi mismo con una sonrisa.
Suspiré… ”Debo atacar una vez más…” – tenía que comprobar nuestra diferencia de niveles. Aunque era obvia… Quería ver que tan alejado estaba de él. ”Tiene más velocidad que yo y alguna fruta que lo hace intocable” – lo estaba analizando de forma fría. No podía darme el lujo de atacar a ciegas, al menos, debía idear algún plan. Alguna distracción… ”Podría intentar usar fintas o golpes falsos…” – mis movimientos anteriores habían sido muy obvios y predecibles. Tenía sorprenderlo de alguna forma y… Claro, en el proceso recuperar mi espada. Me moví hacía él con velocidad, al llegar a él, hice una finta del mismo ataque anterior… Pero me detuve a medio camino y con ambas espadas traté de hacer un doble corte en horizontal. Luego, giraría sobre mí mismo, para intentar hacerle un ataque en vertical…. Finalizaría tratando de cortar el hombro y dejar inutilizado uno de sus brazos.
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El pelirrojo se mantuvo impasible mientras el contrario se recuperaba de su arremetida. Había logrado acertarle todos los golpes a excepción del último, problemas de un pequeño error de cálculo, pues no había contado con que tal vez se inclinaría en el suelo tras el segundo ataque. ¿Tal vez estaba algo oxidado? Era posible, llevaba mucho tiempo sin combatir en serio. Suspiró pesadamente mientras le daba un margen de tiempo suficiente al otro para que pudiera ponerse en pie. La distancia que les separaba ahora era algo superior, de unos cinco metros, más que suficiente como para que el otro tuviera que cargar contra él si pretendía intentar darle de nuevo. Su mirada permaneció clavada en los ojos de su oponente todo este tiempo, escudriñando su rostro, como si estuviera analizando sus emociones mientras peleaban. A decir verdad, no parecía ser alguien malvado de por sí, pero sus acciones requerían un cierto castigo. Después de todo, podría haber llegado a matar a alguien si se hubiera tratado de otra persona que no fuera él mismo. El chico le preguntó su nombre, ante lo que Kusanagi respondió con un tono serio, casi autoritario.
- Kusanagi Yu -dijo, sin más, bajando la espada envainada y flexionando levemente las piernas al ver que el espadachín desenvainaba otra espada más. Esta parecía tener algo diferente, aunque no llegaba a entender demasiado bien el qué. Supuso que se trataba de la espada que había estado exhibiendo antes de su llegada.
No había que ser un genio para suponer lo que estaba a punto de pasar. Ese insensato iba a lanzarse contra él de nuevo, pese a haber comprobado en sus propias carnes la diferencia de nivel que había entre ambos. No podía culparle, él mismo era del tipo de gente que no se rendía, por muy desesperada que fuera la situación, incluso si aquello suponía su propia muerte. Sin embargo, en su caso las causas poseían una relevancia mayor a un simple "me has quitado mi espada". ¿De verdad le merecía la pena arriesgar la vida? Pensaba devolvérsela, pero ahora era demasiado tarde como para irse de rositas con una simple disculpa. Le tocaría aprender la lección. Ni siquiera empleó el mantra para tratar de predecir los movimientos de Ushio. Su mano derecha aferró la empuñadura de la espada, mientras que la izquierda sujetaba la vaina de esta con firmeza.
Apenas transcurrió un parpadeo antes de que el combate estuviera sentenciado. El agente se encontraba a la espalda del espadachín, caminando tranquilamente, alejándose de él unos pocos metros. La espada que portaba se encontraba desenvainada, y su filo relucía con el reflejo de la luz del Sol. ¿Qué había ocurrido? Simplemente se había adelantado a los movimientos del azabache, realizando un movimiento de iaido a una velocidad descabellada. Efectivamente, se había desplazado a unos 50 metros por segundo, ni siquiera había empleado todo su potencial. En el momento en que hubo pasado por su izquierda había desenvainado, aprovechando la fuerza del movimiento para tratar de trazarle un corte a lo largo de todo el costado, lo suficientemente profundo como para poder dejarle fuera de combate sin llegar a ser letal. El pelirrojo detuvo sus pasos, quedando de espaldas a su oponente, envainando la espada con lentitud. Ladeó el cuerpo para fijar su mirada en él. Si todo había salido según lo esperado, probablemente se encontrara tendido en el suelo por el dolor. El chico suspiró y se dispuso a devolverle la espada. Debería llevarle a algún sitio donde pudieran tratarle la herida.
- Tan solo espero que esto te haya servido de lección. Hoy soy yo, pero tal vez en otra ocasión tu oponente no tenga tantos reparos en acabar con tu vida -le diría una vez se encontrase a su lado.
Tras esto le miraría con severidad y le echaría una mano para levantarse -de nuevo, si es que le había alcanzado- para acompañarle a la enfermería más cercana.
- Kusanagi Yu -dijo, sin más, bajando la espada envainada y flexionando levemente las piernas al ver que el espadachín desenvainaba otra espada más. Esta parecía tener algo diferente, aunque no llegaba a entender demasiado bien el qué. Supuso que se trataba de la espada que había estado exhibiendo antes de su llegada.
No había que ser un genio para suponer lo que estaba a punto de pasar. Ese insensato iba a lanzarse contra él de nuevo, pese a haber comprobado en sus propias carnes la diferencia de nivel que había entre ambos. No podía culparle, él mismo era del tipo de gente que no se rendía, por muy desesperada que fuera la situación, incluso si aquello suponía su propia muerte. Sin embargo, en su caso las causas poseían una relevancia mayor a un simple "me has quitado mi espada". ¿De verdad le merecía la pena arriesgar la vida? Pensaba devolvérsela, pero ahora era demasiado tarde como para irse de rositas con una simple disculpa. Le tocaría aprender la lección. Ni siquiera empleó el mantra para tratar de predecir los movimientos de Ushio. Su mano derecha aferró la empuñadura de la espada, mientras que la izquierda sujetaba la vaina de esta con firmeza.
Apenas transcurrió un parpadeo antes de que el combate estuviera sentenciado. El agente se encontraba a la espalda del espadachín, caminando tranquilamente, alejándose de él unos pocos metros. La espada que portaba se encontraba desenvainada, y su filo relucía con el reflejo de la luz del Sol. ¿Qué había ocurrido? Simplemente se había adelantado a los movimientos del azabache, realizando un movimiento de iaido a una velocidad descabellada. Efectivamente, se había desplazado a unos 50 metros por segundo, ni siquiera había empleado todo su potencial. En el momento en que hubo pasado por su izquierda había desenvainado, aprovechando la fuerza del movimiento para tratar de trazarle un corte a lo largo de todo el costado, lo suficientemente profundo como para poder dejarle fuera de combate sin llegar a ser letal. El pelirrojo detuvo sus pasos, quedando de espaldas a su oponente, envainando la espada con lentitud. Ladeó el cuerpo para fijar su mirada en él. Si todo había salido según lo esperado, probablemente se encontrara tendido en el suelo por el dolor. El chico suspiró y se dispuso a devolverle la espada. Debería llevarle a algún sitio donde pudieran tratarle la herida.
- Tan solo espero que esto te haya servido de lección. Hoy soy yo, pero tal vez en otra ocasión tu oponente no tenga tantos reparos en acabar con tu vida -le diría una vez se encontrase a su lado.
Tras esto le miraría con severidad y le echaría una mano para levantarse -de nuevo, si es que le había alcanzado- para acompañarle a la enfermería más cercana.
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¿Qué había ocurrido? Ni siquiera había llegado a tocarle y él ya estaba a mis espaldas y yo de pie, con un gran tajo en mi pecho… ”Solo… Desapareció” – pensé mientras tosía sangre por la boca y me giraba para verle. Quizás estaba loco por intentar quedar de pie, quizás era un suicida cuando mi cuerpo y alma me pedían seguir peleando, pero… Mis fuerzas no me acompañaban. Envainé las dos espadas y me dejé llevar cayendo al suelo. No estaba inconsciente, pero no dudaba en estarlo pronto. ”Nunca tuve una oportunidad, ¿eh?” – sonreí con calma y me quedé en el suelo. Mi herida, seguramente, no iba a ser mortal. ¿Cuántas oportunidades había tenido para matarme? ¿Tres? Quizás eran más, pero… ¿Qué importaba? Él estaba de pie, había ganado y yo había sido humillado por un poder que rebasaba las imaginaciones humanas.
– Gracias… – dije mientras me volteaba. ¿Qué iba a pasar? Ni yo tenía idea, en mi estado podía pasar cualquier cosa. Excepto, claro, levantarme e ir yo mismo a un hospital. – Sé que es tarde, pero… Lo siento. No lo volveré a repetir. – Sonreí despacio. Era tarde, lo sabía, pero nunca sobraba admitir los errores y sí que había aprendido. No solo me habían derrotado, había sido completamente humillado… Él estaba en ligas diferentes, eso era lo que yo tenía que superar o, por lo menos, hacer el intento. Suspiré con tranquilidad y extendí mis brazos. Odiaba admitir mis derrotas, pero… ¿A quién quería engañar? ¿Un falso orgullo? ¿Ego, quizás? ”Solo… Perdí ante un poder, de momento, inigualable” – daba risa pensar aquello. Daba risa pensar en cómo había sucedido todo aquello… Fue, solamente, por mostrar una espada ante el público, no disculparme de manera correcta y comportarme como un idiota. Él tenía razón, otra persona no hubiera dudado en matarme. Había acabado.
– Gracias… – dije mientras me volteaba. ¿Qué iba a pasar? Ni yo tenía idea, en mi estado podía pasar cualquier cosa. Excepto, claro, levantarme e ir yo mismo a un hospital. – Sé que es tarde, pero… Lo siento. No lo volveré a repetir. – Sonreí despacio. Era tarde, lo sabía, pero nunca sobraba admitir los errores y sí que había aprendido. No solo me habían derrotado, había sido completamente humillado… Él estaba en ligas diferentes, eso era lo que yo tenía que superar o, por lo menos, hacer el intento. Suspiré con tranquilidad y extendí mis brazos. Odiaba admitir mis derrotas, pero… ¿A quién quería engañar? ¿Un falso orgullo? ¿Ego, quizás? ”Solo… Perdí ante un poder, de momento, inigualable” – daba risa pensar aquello. Daba risa pensar en cómo había sucedido todo aquello… Fue, solamente, por mostrar una espada ante el público, no disculparme de manera correcta y comportarme como un idiota. Él tenía razón, otra persona no hubiera dudado en matarme. Había acabado.
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