VS
Escenario: Es un lugar oscuro y sombrío, pareciendo una isla gótica. El combate se celebrará donde gusten los señores.
Condiciones:
Probabilidad de muerte.
Cicatrices.
Sin saltos de turnos.
El ganador decide si asesinar al otro.
Si ganas, te quedas con mi recompensa y mis objetos (ninguno hasta el momento).
Puedes añadir y quitar condiciones a gusto.
Orden de turnos:
1: NGC
Señor Nat ha efectuado 1 lanzada(s) de uno 1 :
- 1
NGC 1672
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Akuma no mi
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Era de noche y alcé mi mirada al cielo buscado respuestas en la lejana y vasta luna. No sentí ninguna presencia, no en ese momento. Mi recompensa era interesante, llamativa para aquellos aventureros que probaran suerte conmigo. Sin embargo sabía que aquella noche sería única y que tendría que lidiar con problemas a los cuales nunca antes estuve sometido. Me mantuve de pie mientras una tenue brisa acariciaba mi cuerpo. Tenía ambas Hojas Gemelas empuñadas en mis manos, listas para arremeter contra cualquiera que osara abatirse en un duelo contra mí.
-Huelo algo – dije mientras la sangre de mi cuerpo comenzaba a hervir.
Podía sentir el palpitar de los corazones humanos. Su olor ya me era conocido, en un principio fue todo... turbio, pero con el paso del tiempo supe que debía alimentarme de ellos hasta dominar mi poder. Una extraña presencia apareció en el oscuro prado. En ese momento lo entendí todo, sabía que la noche me traería buenos recuerdos. ¡Esa noche quería despedazar todo lo que tuviera en frente! Antes de arremeter contra la extraña presencia, encendí un cigarrillo y dejé que inundara mis pulmones. Me relajó lo suficiente para mantener mi cabeza fría.
Al darme cuenta de la presencia me sentí un poco decepcionado. No se trataba de nada más que una pobre chica, aparentemente de unos quince o dieciséis años. ¿Acaso el destino quería que asesinara a una pobre muchacha? Pero sus ojos... estaban llenos de determinación. Terminé de fumar mi cigarrillo y esperé los primeros movimientos, si es que acaso osaba atacarme.
-Huelo algo – dije mientras la sangre de mi cuerpo comenzaba a hervir.
Podía sentir el palpitar de los corazones humanos. Su olor ya me era conocido, en un principio fue todo... turbio, pero con el paso del tiempo supe que debía alimentarme de ellos hasta dominar mi poder. Una extraña presencia apareció en el oscuro prado. En ese momento lo entendí todo, sabía que la noche me traería buenos recuerdos. ¡Esa noche quería despedazar todo lo que tuviera en frente! Antes de arremeter contra la extraña presencia, encendí un cigarrillo y dejé que inundara mis pulmones. Me relajó lo suficiente para mantener mi cabeza fría.
Al darme cuenta de la presencia me sentí un poco decepcionado. No se trataba de nada más que una pobre chica, aparentemente de unos quince o dieciséis años. ¿Acaso el destino quería que asesinara a una pobre muchacha? Pero sus ojos... estaban llenos de determinación. Terminé de fumar mi cigarrillo y esperé los primeros movimientos, si es que acaso osaba atacarme.
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Akuma no mi
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La luna me mira, y yo le devuelvo la mirada. En cierto modo me hipnotiza, pero no me quiero dejar engatusar. Su luz me apasiona, y cada noche desde que tengo memoria me quedo hasta las tantas observándola, cada vez un poco más. A ratos me quedo pensando, y sólo el viento en los sauces me saca de mis adentros; es como música para mis oídos, y mi gaita deseará tocarla cuando la tenga a mano. Sin embargo algo me saca de mi ensueño; no del todo, pero lo suficiente para que aparte los ojos rojos de la plata que me mira. Ha sido un resplandor anaranjado, y lo hereda un pequeño foco rojizo, ceniciento y que se mueve.
No tarda mucho en llegar a mí y puedo sentir cómo mis pulmones son inundados por el tabaco de ese hombre. Lleva dos espadas desenvainadas, lo que me hace pensar en cómo habrá encendido el cigarro, y lo observo por un instante más. Reconozco su cara, aunque en la oscuridad no sabría decir si es un simple parecido. Al fin y al cabo, ¿Qué hará un hombre de tanta recompensa rondando una ciudad muerta? Los árboles ya se instalan en medio de los barrios, y los muros caen cuando sus raíces así lo deciden. ¿Qué hace aquí?
Me rasco el ala con el pico, sin dejar de observar. Si es mi presa tendré un buen botín, y si no un cadáver en el cementerio más. ¿Qué importa? Al fin y al cabo es por el bien mayor... Necesito ropa nueva, y arreglar mi espada, que empieza a mellarse.
Un gañido ensordecedor sale por mi pico, y mis alas se extienden. Comienzo a volar y me sitúo tan alto como puedo sin perder de vista, a unos dos kilómetros. Puede que si veo un roedor lo cace, aunque espero controlar el instinto depredador por el bien de mi dinero. Sólo será un ratito... Mientras tanto, doy largas vueltas sobre su cabeza, sin batir las alas en lo más mínimo si puedo evitarlo. El viento golpea mi cara y la melodía del aire danzando a mi alrededor me lleva a una sensación de libertad increíble. Quiero terminar esto rápido para poder perderme un rato, sólo un rato...
No tarda mucho en llegar a mí y puedo sentir cómo mis pulmones son inundados por el tabaco de ese hombre. Lleva dos espadas desenvainadas, lo que me hace pensar en cómo habrá encendido el cigarro, y lo observo por un instante más. Reconozco su cara, aunque en la oscuridad no sabría decir si es un simple parecido. Al fin y al cabo, ¿Qué hará un hombre de tanta recompensa rondando una ciudad muerta? Los árboles ya se instalan en medio de los barrios, y los muros caen cuando sus raíces así lo deciden. ¿Qué hace aquí?
Me rasco el ala con el pico, sin dejar de observar. Si es mi presa tendré un buen botín, y si no un cadáver en el cementerio más. ¿Qué importa? Al fin y al cabo es por el bien mayor... Necesito ropa nueva, y arreglar mi espada, que empieza a mellarse.
Un gañido ensordecedor sale por mi pico, y mis alas se extienden. Comienzo a volar y me sitúo tan alto como puedo sin perder de vista, a unos dos kilómetros. Puede que si veo un roedor lo cace, aunque espero controlar el instinto depredador por el bien de mi dinero. Sólo será un ratito... Mientras tanto, doy largas vueltas sobre su cabeza, sin batir las alas en lo más mínimo si puedo evitarlo. El viento golpea mi cara y la melodía del aire danzando a mi alrededor me lleva a una sensación de libertad increíble. Quiero terminar esto rápido para poder perderme un rato, sólo un rato...
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Akuma no mi
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Algo no me daba buena espina después de todo. Todo pareció desvanecerse de mi vista, guardé mis armas y decidí caminar despreocupadamente. Estaba atento ante cualquier movimiento, no puedo explicar por qué... pero de alguna manera sentía que algo me observaba. Normalmente tenía esa percepción pues desde el incidente con el tenryuubito mi paranoia creció, no tanto para ir a un loquero pero podríamos decir que si afecta. De vez en cuando, sí.
Ambas armas estaban bien guardadas mientras que le daba la última calada a mi cigarrillo y sentía la necesidad de encender uno inmediatamente. Me senté en una desfigurada roca plateada apoyando mi espalda en ella. Encendí el cigarrillo y pegué la primera quemada con entusiasmo mientras sentía como el caliente humo descendía hasta mis pulmones. Me quedé embobado viendo la luna intentando entenderlo todo; ¿cómo es que llegó hasta allí? ¿Por qué quedó con esa forma? Había varias cosas que sabía, obvio, pero quería pensarlas una vez más para ver si podía descubrí algo más.
No tenía sueño alguno pero cerré los ojos permaneciendo alerta ante cualquier cosa. Estaba sobre lo que parecía ser un cementerio, terreno hábil para alguien como yo... rodeado de muerte. A veces sentía que en lo único que era bueno era en causar dolor. En mis tiempos libres gustaba de la soledad, intentar entender la naturaleza y revelar sus misterios. No creía en el destino pero algo indicaba que sucedería algo fantástico o... más bien terrible.
-Esto es lo malo de salir sin un poco de hierba...
Comencé a pensar en cómo había llegado hasta allí. Esperaba que sucediera algo grandioso, y como siempre se ha dicho, tienes que tener cuidado con lo que deseas. No siempre recibirás las cosas como te gustan pero tu deseo se cumplirá.
Ambas armas estaban bien guardadas mientras que le daba la última calada a mi cigarrillo y sentía la necesidad de encender uno inmediatamente. Me senté en una desfigurada roca plateada apoyando mi espalda en ella. Encendí el cigarrillo y pegué la primera quemada con entusiasmo mientras sentía como el caliente humo descendía hasta mis pulmones. Me quedé embobado viendo la luna intentando entenderlo todo; ¿cómo es que llegó hasta allí? ¿Por qué quedó con esa forma? Había varias cosas que sabía, obvio, pero quería pensarlas una vez más para ver si podía descubrí algo más.
No tenía sueño alguno pero cerré los ojos permaneciendo alerta ante cualquier cosa. Estaba sobre lo que parecía ser un cementerio, terreno hábil para alguien como yo... rodeado de muerte. A veces sentía que en lo único que era bueno era en causar dolor. En mis tiempos libres gustaba de la soledad, intentar entender la naturaleza y revelar sus misterios. No creía en el destino pero algo indicaba que sucedería algo fantástico o... más bien terrible.
-Esto es lo malo de salir sin un poco de hierba...
Comencé a pensar en cómo había llegado hasta allí. Esperaba que sucediera algo grandioso, y como siempre se ha dicho, tienes que tener cuidado con lo que deseas. No siempre recibirás las cosas como te gustan pero tu deseo se cumplirá.
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Mis alas baten una vez más, y me inclino para descender ligeramente y controlar más al hombre que he visto hace apenas un rato. Un criminal de alto precio y mayor peligrosidad, un asesino de nobles, si no me falla la memoria... ¿Tal vez no sea tan peligroso? Esos orondos dragones celestiales más que zarpa tienen una mullida almohadilla de terciopelo. Sin embargo, no puedo fiarme. No debo, mejor dicho; al fin y al cabo podría matarme, pero no hay nada que me impida distraerme.
Un kilómetro de altura, y los círculos son más amplios. Se ha sentado en lo que asemeja un cementerio, y los colores de su piel resaltan a la luz de la luna. El detalle se pierde un poco, pero tiene unos rasgos bastante atractivos, para ser un humano. Casi me va a dar pena... ¿A quién intento engañar? Es tanto dinero que podría retirarme un par de años, o varias décadas, y regresaría con otro nombre y buscaría algo más de dinero para relajarme de nuevo. Tal vez hasta me mudase a esta isla, aunque últimamente está muy transitada, no podría vivir tranquila. ¿Pero qué más da? Es mi casa, mi hogar.
Grito en la noche, y el agudo chillido hace que el polvo se levante en una pradera cercana, a apenas un par de kilómetros. Distingo un pequeño roedor, aunque no sé si conejo o rata en medio de esta oscuridad rota sólo por el blanco velo de esta luna mortecina.
Bajo un poco más, en picado, y vuelvo a ascender. No lo he atrapado, pero era una liebre. Mi auténtica presa ya sabe que estoy aquí, si no por la carrera por mi voz.
Trazo elipses en el aire, dejando a mi presa casi en un extremo tratando no perderlo de vista, volando a unos trescientos metros en radio de dos kilómetros... No sabrá ni de dónde llegó el primer golpe. O su último aliento, quién sabe.
Un kilómetro de altura, y los círculos son más amplios. Se ha sentado en lo que asemeja un cementerio, y los colores de su piel resaltan a la luz de la luna. El detalle se pierde un poco, pero tiene unos rasgos bastante atractivos, para ser un humano. Casi me va a dar pena... ¿A quién intento engañar? Es tanto dinero que podría retirarme un par de años, o varias décadas, y regresaría con otro nombre y buscaría algo más de dinero para relajarme de nuevo. Tal vez hasta me mudase a esta isla, aunque últimamente está muy transitada, no podría vivir tranquila. ¿Pero qué más da? Es mi casa, mi hogar.
Grito en la noche, y el agudo chillido hace que el polvo se levante en una pradera cercana, a apenas un par de kilómetros. Distingo un pequeño roedor, aunque no sé si conejo o rata en medio de esta oscuridad rota sólo por el blanco velo de esta luna mortecina.
Bajo un poco más, en picado, y vuelvo a ascender. No lo he atrapado, pero era una liebre. Mi auténtica presa ya sabe que estoy aquí, si no por la carrera por mi voz.
Trazo elipses en el aire, dejando a mi presa casi en un extremo tratando no perderlo de vista, volando a unos trescientos metros en radio de dos kilómetros... No sabrá ni de dónde llegó el primer golpe. O su último aliento, quién sabe.
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Un ruido me despertó y alejó de mis pensamientos; un ave. El grito del animal alado fue fuerte y estremeció mi cuerpo a lo que salté del susto. Creí que fue más que nada por estar tan alerta al ambiente que cualquier ruido inusual o figura desconocida me alteraría. Más bien sé que no estoy solo pero un ave es un ave y no me cazaría, no con el tamaño que tengo. Miro al cielo intentando buscar una respuesta ante los últimos sucesos que he vivido pero no consigo conseguir nada. Busqué en mis bolsillos un encendedor; cogí uno, era de color blanco con unas plásticas letras talladas. Me lo quedé viendo pensando en si fumarme otro cigarrillo o no, pero al final lo terminé guardando superando mis ganas de continuar con mi intoxicación pulmonar.
Estaba todo silencioso y el tiempo de pensar se estaba acabando, debía volver antes de que la gente que me esperaba por los alrededores comenzara a preocuparse. Despegué mi espalda de la plateada roca y comencé a caminar lentamente, paso a paso avanzando sin rumbo fijo. Lo peor del silencio es que siempre escuchas las voces en tu cabeza. Sentí la brisa nocturna acariciar mi cabeza y agitar mi cabello; mientras la sentía decidí quedarme unos segundos más allí, acariciando el viento. Entendiendo alguna que otra cosa.
Muchas personas creen y afirman que las cosas pasan por algo, por otra parte yo pienso que lo que ocurre no es nada más que el resultado de la sumatoria de las decisiones que tomamos. Nada místico. Un pensamiento más matemático. Sin embargo hay situaciones en las que el razonamiento matemático se ve amenazado. Si no hubiese esperado aquellos segundos, quizás hubiese llegado sano y salvo a mi hogar. O tal vez todo hubiese sido peor.
Solté un suspiro tras el término de la leve brisa. Ahora sí. Comencé a avanzar a paso lento mientras dejaba atrás un oscuro vacío que ni siquiera mis ojos de vampiro lograban atravesar; normalmente la oscuridad no era ningún problema para mí. La única luz que había allí era la luna, nada más que eso. Cuando estamos acostumbrados a que todo se nos resuelva, dejamos de lado algunas características humanas fundamentales para sobrevivir.
-¡Que aburrimiento! – dije mientras alzaba mis brazos al cielo – Una cerveza me vendría bien.
Estaba todo silencioso y el tiempo de pensar se estaba acabando, debía volver antes de que la gente que me esperaba por los alrededores comenzara a preocuparse. Despegué mi espalda de la plateada roca y comencé a caminar lentamente, paso a paso avanzando sin rumbo fijo. Lo peor del silencio es que siempre escuchas las voces en tu cabeza. Sentí la brisa nocturna acariciar mi cabeza y agitar mi cabello; mientras la sentía decidí quedarme unos segundos más allí, acariciando el viento. Entendiendo alguna que otra cosa.
Muchas personas creen y afirman que las cosas pasan por algo, por otra parte yo pienso que lo que ocurre no es nada más que el resultado de la sumatoria de las decisiones que tomamos. Nada místico. Un pensamiento más matemático. Sin embargo hay situaciones en las que el razonamiento matemático se ve amenazado. Si no hubiese esperado aquellos segundos, quizás hubiese llegado sano y salvo a mi hogar. O tal vez todo hubiese sido peor.
Solté un suspiro tras el término de la leve brisa. Ahora sí. Comencé a avanzar a paso lento mientras dejaba atrás un oscuro vacío que ni siquiera mis ojos de vampiro lograban atravesar; normalmente la oscuridad no era ningún problema para mí. La única luz que había allí era la luna, nada más que eso. Cuando estamos acostumbrados a que todo se nos resuelva, dejamos de lado algunas características humanas fundamentales para sobrevivir.
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