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Comenzaba un bonito día en la fría isla Gelum. A pesar de no haber ni una nube, el frio era tal que si escupías, a los segundos se congelaba. El Sol salía brillante, haciendo que la escena fuese irónica cuanto menos, deslumbrando a los viandantes mediante los reflejos que creaba en la escarcha. Una pequeña aldea con casas de piedra se hallaba en esta isla, y sus habitantes más mayores ya llevaban desde hace rato despiertos en la calle, criticando la juventud de hoy día, y que en sus tiempos hacía mucho más frio. Toda una postal invernal. Salvo por un rostro tétrico que se veía en una ventana. Unos ojos grandes, verdes y temblorosos miraban la calle con ansia. Tras unos segundos aquel tipo se giró, y se dirigió hacia una silla donde había sentado un peluche con forma de conejo rosa.
-No, no, no, no. Esto no está bien, Morris. Vinimos aquí buscando nieve, y tan solo hace un frío infernal. Escarcha...-se sacudió la chaqueta del traje, haciendo que pequeños cristales de hielo cayeran al suelo -PERO NADA DE NIEVE. Desde luego...es la última vez que me dejo guiar por ti, Alfred. -Se giró, dándole la espalda al peluche y comenzó a susurrar para sí mismo. -Tranquilo, Jack. Él solo lo hizo porque quería verte feliz.
El chico de grandes ojos verdes parecía haberse tranquilizado un poco. Con la mano en la cabeza, miró de nuevo por la ventana. Aquel pueblucho le había decepcionado. Se sacudió completamente de un escalofrío, y cogió al peluche en brazos. Hacía frio, y en los días de frio no había nada mejor que tomarse un té. Desde la ventana, Jack había visto una tetería, por lo que ya tenía un objetivo claro por la mañana. Saltó fuera de la casa rompiendo una de las ventanas. Tras salir, se giró y miró la ventana que acababa de romper y la que había roto la noche anterior para entrar. Sonrió y se dirigió a la tetería, dispuesto disfrutar de un buen trago. De té, por supuesto.
Entró de forma escandalosa, saludando a todos.
-¡Buenos días tengan, hermosas personas de Gelum!
Todos lo miraron con una sonrisa y le devolvieron el saludo. Sin mucho más que decir, Jack se sentó, y en la silla de al lado sentó al muñeco. Una joven camarera se acercó para tomarles nota. Jack la miró intensamente, mientras golpeaba arrítmicamente su rodilla con el puño derecho y sonreía.
-Bien, yo quiero un té verde lo más simple que tengas. Para él algo sin teína, un roibos o así. -Miró al peluche, sobresaltado.-Está bien, está bien. Tráele algo como lo mío.- Entonces mientras ponía la mano cubriendo su boca, le susurró a la camarera.-Tráele algo sin teína que luego no duerme.
La chica se fue un tanto confundida, bajo la mirada del chico. Éste la miraba como si se tratase de la más linda muñeca de trapo que jamás había visto. Cuando se metió en la cocina, Jack miró al peluche con una mirada un tanto seria.
-No voy a decirle que me gusta, Trevor. No seas pesado. Esa muñequita es demasiado linda y simpática. Nos tomaremos el té y nos iremos a buscar algo de nieve.
La chica volvió con una bandeja con té y unas pastas, a las que según dijo, invitaba la casa. Jack comió una con una gran sonrisa, y tras esto tomó un sorbo de té. Su cara cambió por completo. Lo que antes era una cara amable con una sonrisa, ahora era una expresión de asco terrible.
-Te pedí lo más simple. ¿Esto es lo más simple? ¿De verdad pretendes que me crea que este té donde se pueden captar notas de distintas frutas y flores es lo más simple? Estáis putamente enfermos.-Miró al peluche. -Siento haber dicho una palabrota. Nos vamos.
Acto seguido, le derramó el té a la camarera sobre el delantal lentamente, para después tirar la taza contra otra de las camareras que estaba en la barra, que por suerte tan solo se hizo un moratón. Cogió al peluche y salió con la cabeza bien alta, dejando atrás a una panda de gente boquiabierta que no supo reaccionar.
Jack, un tanto molesto aún por lo del té, decidió que ir al puerto a buscar nieve sería lo mejor, por alguna extraña razón eso le pareció lógico.
Mar= mucha agua. Agua=nieve. Mucha agua=mucha nieve. Mar=mucha nieve.
Esa fórmula es perfecta, pensó. Y se puso en camino.
-No, no, no, no. Esto no está bien, Morris. Vinimos aquí buscando nieve, y tan solo hace un frío infernal. Escarcha...-se sacudió la chaqueta del traje, haciendo que pequeños cristales de hielo cayeran al suelo -PERO NADA DE NIEVE. Desde luego...es la última vez que me dejo guiar por ti, Alfred. -Se giró, dándole la espalda al peluche y comenzó a susurrar para sí mismo. -Tranquilo, Jack. Él solo lo hizo porque quería verte feliz.
El chico de grandes ojos verdes parecía haberse tranquilizado un poco. Con la mano en la cabeza, miró de nuevo por la ventana. Aquel pueblucho le había decepcionado. Se sacudió completamente de un escalofrío, y cogió al peluche en brazos. Hacía frio, y en los días de frio no había nada mejor que tomarse un té. Desde la ventana, Jack había visto una tetería, por lo que ya tenía un objetivo claro por la mañana. Saltó fuera de la casa rompiendo una de las ventanas. Tras salir, se giró y miró la ventana que acababa de romper y la que había roto la noche anterior para entrar. Sonrió y se dirigió a la tetería, dispuesto disfrutar de un buen trago. De té, por supuesto.
Entró de forma escandalosa, saludando a todos.
-¡Buenos días tengan, hermosas personas de Gelum!
Todos lo miraron con una sonrisa y le devolvieron el saludo. Sin mucho más que decir, Jack se sentó, y en la silla de al lado sentó al muñeco. Una joven camarera se acercó para tomarles nota. Jack la miró intensamente, mientras golpeaba arrítmicamente su rodilla con el puño derecho y sonreía.
-Bien, yo quiero un té verde lo más simple que tengas. Para él algo sin teína, un roibos o así. -Miró al peluche, sobresaltado.-Está bien, está bien. Tráele algo como lo mío.- Entonces mientras ponía la mano cubriendo su boca, le susurró a la camarera.-Tráele algo sin teína que luego no duerme.
La chica se fue un tanto confundida, bajo la mirada del chico. Éste la miraba como si se tratase de la más linda muñeca de trapo que jamás había visto. Cuando se metió en la cocina, Jack miró al peluche con una mirada un tanto seria.
-No voy a decirle que me gusta, Trevor. No seas pesado. Esa muñequita es demasiado linda y simpática. Nos tomaremos el té y nos iremos a buscar algo de nieve.
La chica volvió con una bandeja con té y unas pastas, a las que según dijo, invitaba la casa. Jack comió una con una gran sonrisa, y tras esto tomó un sorbo de té. Su cara cambió por completo. Lo que antes era una cara amable con una sonrisa, ahora era una expresión de asco terrible.
-Te pedí lo más simple. ¿Esto es lo más simple? ¿De verdad pretendes que me crea que este té donde se pueden captar notas de distintas frutas y flores es lo más simple? Estáis putamente enfermos.-Miró al peluche. -Siento haber dicho una palabrota. Nos vamos.
Acto seguido, le derramó el té a la camarera sobre el delantal lentamente, para después tirar la taza contra otra de las camareras que estaba en la barra, que por suerte tan solo se hizo un moratón. Cogió al peluche y salió con la cabeza bien alta, dejando atrás a una panda de gente boquiabierta que no supo reaccionar.
Jack, un tanto molesto aún por lo del té, decidió que ir al puerto a buscar nieve sería lo mejor, por alguna extraña razón eso le pareció lógico.
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El día parecía tener un clima bastante frío. Era normal teniendo en cuenta aquella isla y que encima se hallaba en el Norte. Ni siquiera podían verse pájaros volando por el cielo. Los árboles tenían los troncos llenos de escarcha y algunas hojas estaban en un estado pésimo. Tan solo eran datos sin importancia que no interesaban al hombre que se hallaba en aquel sitio. Un maldito local dónde servían té con pastas. La verdad es que al joven que se hallaba sentado en una de las mesas no le agradaban demasiado. Sin embargo estaba allí por otra cosa muy distinta. Un encargo de su mafia. El asunto era algo secreto que solo él conocía a la perfección y que no podía darse el lujo de contar a nadie.
Se ocultaba tras un periódico que leía con calma y tranquilidad. Las noticias sobre la guerra Norteña eran impresionantes. El mundo estaba constantemente en guerra pero era algo que no le interesaba mucho. Lo que había que preguntarse realmente era ¿Quién era este chico? Un joven de un metro con ochentaicinco. De cuerpo curtido y con buena complexión. Sus cabellos eran castaños y pinchudos, de longitud media. Parecía que no se había peinado en la vida ya que recordaba a un erizo. Sus ojos eran azules y portaba consigo unas gafas de sol redondas de un tono morado. Vestía con una camisa blanca de manga larga y con una chaqueta negra que portaba por encima. Ésta estaba abierta pero de todas formas abrigaba muy bien la zona de los brazos. Portaba unos zapatos y un pantalón largo. Ocultas en su cintura descansaban dos vainas. Una más grande que la otra. Sus dos preciosidades estaban ahí esperando algo de acción. Este hombre era Ban Midou, el príncipe serpiente. Un mafioso dedicado a su trabajo.
De repente pudo ver como un tipo sumamente extraño entraba por la puerta. Le llamó la atención el hecho de que llevara un peluche con él. Se quedó observándolo despacio desde la esquina y usando el periódico como escudo hasta que vio lo que había liado en la tienda. Cuando lanzó la taza y salió por la puerta consiguió despertar una suave carcajada por parte del espadachín. Ban caminó hasta las camareras y las miró con una sonrisa amable y totalmente tranquila. – No se preocupen señoritas. No creo que vuelva por hoy… – Sus intensos ojos azules se clavaron en la rubia que tragó algo de saliva pues aquel chico era bastante “extraño”. Enseguida salió del lugar con ambas manos en los bolsillos y las gafas de Sol algo bajadas para dejar a la vista sus orbes.
Ahora pudo ver como aquel hombre empezaba a alejarse rumbo al puerto y con toda la calma del mundo empezó a caminar hacia él. Le había despertado el interés y sentía mucha curiosidad por saber quién sería. En su mafia no había enfermos de aquella calaña y conocer a uno podía ser incluso interesante. Caminó detrás todo el camino a una distancia prudente hasta que finalmente llegó a su lado derecho con toda la tranquilidad del mundo. – Esas camareras son unas ineptas. No saben apreciar a un maestro del té cuando lo ven ¿Cómo estáis? – Dijo dirigiéndose a él y a su peluche mientras mostraba una sonrisa sádica con toda la confianza del mundo. Ahora tan solo esperaba recibir una respuesta de aquel hombre de grandes ojos.
Se ocultaba tras un periódico que leía con calma y tranquilidad. Las noticias sobre la guerra Norteña eran impresionantes. El mundo estaba constantemente en guerra pero era algo que no le interesaba mucho. Lo que había que preguntarse realmente era ¿Quién era este chico? Un joven de un metro con ochentaicinco. De cuerpo curtido y con buena complexión. Sus cabellos eran castaños y pinchudos, de longitud media. Parecía que no se había peinado en la vida ya que recordaba a un erizo. Sus ojos eran azules y portaba consigo unas gafas de sol redondas de un tono morado. Vestía con una camisa blanca de manga larga y con una chaqueta negra que portaba por encima. Ésta estaba abierta pero de todas formas abrigaba muy bien la zona de los brazos. Portaba unos zapatos y un pantalón largo. Ocultas en su cintura descansaban dos vainas. Una más grande que la otra. Sus dos preciosidades estaban ahí esperando algo de acción. Este hombre era Ban Midou, el príncipe serpiente. Un mafioso dedicado a su trabajo.
De repente pudo ver como un tipo sumamente extraño entraba por la puerta. Le llamó la atención el hecho de que llevara un peluche con él. Se quedó observándolo despacio desde la esquina y usando el periódico como escudo hasta que vio lo que había liado en la tienda. Cuando lanzó la taza y salió por la puerta consiguió despertar una suave carcajada por parte del espadachín. Ban caminó hasta las camareras y las miró con una sonrisa amable y totalmente tranquila. – No se preocupen señoritas. No creo que vuelva por hoy… – Sus intensos ojos azules se clavaron en la rubia que tragó algo de saliva pues aquel chico era bastante “extraño”. Enseguida salió del lugar con ambas manos en los bolsillos y las gafas de Sol algo bajadas para dejar a la vista sus orbes.
Ahora pudo ver como aquel hombre empezaba a alejarse rumbo al puerto y con toda la calma del mundo empezó a caminar hacia él. Le había despertado el interés y sentía mucha curiosidad por saber quién sería. En su mafia no había enfermos de aquella calaña y conocer a uno podía ser incluso interesante. Caminó detrás todo el camino a una distancia prudente hasta que finalmente llegó a su lado derecho con toda la tranquilidad del mundo. – Esas camareras son unas ineptas. No saben apreciar a un maestro del té cuando lo ven ¿Cómo estáis? – Dijo dirigiéndose a él y a su peluche mientras mostraba una sonrisa sádica con toda la confianza del mundo. Ahora tan solo esperaba recibir una respuesta de aquel hombre de grandes ojos.
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Jack podía notar que alguien lo seguía en su camino hacia el puerto. Aquel tipo no se molestaba en ser silencioso ni esconderse, por lo que Jack pensó que debía tener la intención de venderle alguna colección de muñecos. Al ver que solo se trataba de un hombre que se preocupaba por ellos, se sintió un poco decepcionado, aunque aquel tipo parecía entender su enfado.
Con un giro parecido a una pirueta de ballet, Jack se colocó de frente a aquel sujeto. Le miró primero con su cara de enfado, pero poco a poco empezó a esbozar una sonrisa macabra. Esa sonrisa terminó en una carcajada profunda que hizo que se inclinase hacia atrás, con los ojos muy abiertos. De repente, de nuevo sobriedad en su rostro y su postura. Dejó al peluche en el suelo y estiró la mano hacia aquel tipo. Le diese o no la mano, intentaría en un movimiento rápido hacerle una marca en la mano con el bisturí, con forma de J.
-Ahora eres mi mano derecha. -Tras esto miró al peluche. -Lo siento, tú no puede pelear aún.
Con una sonrisa enorme en la cara, levantó en alto su puño y gritó.
-VAMOS A POR NIEVEEEEEEEEEEEEEEEEEE.
Y salió disparado hacia el puerto, no sin antes recoger su peluche.
Al llegar y no encontrar nada de nieve, se enfadó. Comenzó a temblar de ira, y a soltar votos por la boca. Su formula era perfecta, no lo entendía. Empezó a tirar piedras a los barcos que estaban amarrados, rompiendo algunos cristales. De uno de esos barcos salieron cuatro marines que comenzaron a gritar que parase. Ante aquella orden, Jack se enfadó aún más y le lanzó una piedra a la cabeza, que por suerte para aquel tipo, no llegó a darle. Jack buscó a el tipo de las gafas de Sol y le gritó.
-Vamos, joder. Que se ríen de nosotros.
Con un giro parecido a una pirueta de ballet, Jack se colocó de frente a aquel sujeto. Le miró primero con su cara de enfado, pero poco a poco empezó a esbozar una sonrisa macabra. Esa sonrisa terminó en una carcajada profunda que hizo que se inclinase hacia atrás, con los ojos muy abiertos. De repente, de nuevo sobriedad en su rostro y su postura. Dejó al peluche en el suelo y estiró la mano hacia aquel tipo. Le diese o no la mano, intentaría en un movimiento rápido hacerle una marca en la mano con el bisturí, con forma de J.
-Ahora eres mi mano derecha. -Tras esto miró al peluche. -Lo siento, tú no puede pelear aún.
Con una sonrisa enorme en la cara, levantó en alto su puño y gritó.
-VAMOS A POR NIEVEEEEEEEEEEEEEEEEEE.
Y salió disparado hacia el puerto, no sin antes recoger su peluche.
Al llegar y no encontrar nada de nieve, se enfadó. Comenzó a temblar de ira, y a soltar votos por la boca. Su formula era perfecta, no lo entendía. Empezó a tirar piedras a los barcos que estaban amarrados, rompiendo algunos cristales. De uno de esos barcos salieron cuatro marines que comenzaron a gritar que parase. Ante aquella orden, Jack se enfadó aún más y le lanzó una piedra a la cabeza, que por suerte para aquel tipo, no llegó a darle. Jack buscó a el tipo de las gafas de Sol y le gritó.
-Vamos, joder. Que se ríen de nosotros.
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Ban observaba a aquel tipo despacio con una sonrisa tranquila en el rostro. De repente ese tipo dio una extraña pirueta y le miró tendiéndole la mano. Los azulados orbes del príncipe serpiente se clavaron en los suyos. Sabiendo lo que había hecho en el local anterior era una elección difícil el aceptar aquella mano. Sin embargo decidió arriesgarse y a continuación estiró la suya propia para estrecharla. En el momento en que lo hizo pudo sentir el movimiento de aquel tío y lo siguiente que hizo fue pegar un tirón violento hacia atrás al mismo tiempo que con la mano libre agarraba el mango de Azazel. Pudo evadir aquel ataque pero no del todo pues se llevó un corte horizontal de derecha a izquierda en su mano. Frunció el ceño dándose cuenta de que había usado una pequeña arma blanca. Por lo que llegó a ver pensó que era un bisturí de los que usaban los médicos para cortar.
Ahora le dijo algo de que era su mano derecha y salió corriendo mientras gritaba que debían de ir a por nieve. El espadachín tomó su espada al mismo tiempo que una sonrisa siniestra se formaba en su rostro. – Yo te voy a dar a ti nieve, capullo. – Acto seguido empezó a correr tras aquel hombre con toda la intención de lanzarle un tajo bien dado en el pecho. En ese momento pudo verle en el puerto y sabía que ya era suyo. Justo cuando iba a por él pudo ver como cogía piedras y empezaba a lanzarlas a puto barco marine. Los ojos del chico se abrieron como platos y se frenó en seco. Aquello era una jodida locura y lo podían poner precio por la cabeza. Los marines no tardaron en decirle que parase y él loco no planeaba hacerlo al parecer. De repente uno de aquellos marines le gritó a Ban que él y su amigo iban a acabar en prisión y saltó del barco empezando a correr hacia él con una katana en su mano derecha.
Una expresión un poco seria se formó en el rostro del mafioso que ahora guardó la katana y sacó su espada bastarda, Cladón. – Supongo que ya no hay vuelta atrás. – Nada más decir aquello alzó una ceja y lanzó un potente corte de arriba abajo realizando un tajo grave en el pecho del marine y dejándolo tirado en el suelo. El líquido carmesí empezó a salir de éste. Los demás al ver dicha escena salieron también empezando a correr hacia él y el lobo de los ojos grandes. Ban le daba igual pues la vida de un mafioso estaba llena de tumbos y normalmente eran buscados. De hecho su propio padre vería normal aquello y no le diría nada. La mayoría de los hombres de su familia valían precio. Incluida Terumi, la mujer de veintisiete años rubia que le había provocado y había acabado casi violada por él. Aunque empezaba a pensar que esa chica quería recibir aquel trato por parte del chico serpiente. Ahora soltó un suspiro y miró la escena de forma calmada.
Ahora le dijo algo de que era su mano derecha y salió corriendo mientras gritaba que debían de ir a por nieve. El espadachín tomó su espada al mismo tiempo que una sonrisa siniestra se formaba en su rostro. – Yo te voy a dar a ti nieve, capullo. – Acto seguido empezó a correr tras aquel hombre con toda la intención de lanzarle un tajo bien dado en el pecho. En ese momento pudo verle en el puerto y sabía que ya era suyo. Justo cuando iba a por él pudo ver como cogía piedras y empezaba a lanzarlas a puto barco marine. Los ojos del chico se abrieron como platos y se frenó en seco. Aquello era una jodida locura y lo podían poner precio por la cabeza. Los marines no tardaron en decirle que parase y él loco no planeaba hacerlo al parecer. De repente uno de aquellos marines le gritó a Ban que él y su amigo iban a acabar en prisión y saltó del barco empezando a correr hacia él con una katana en su mano derecha.
Una expresión un poco seria se formó en el rostro del mafioso que ahora guardó la katana y sacó su espada bastarda, Cladón. – Supongo que ya no hay vuelta atrás. – Nada más decir aquello alzó una ceja y lanzó un potente corte de arriba abajo realizando un tajo grave en el pecho del marine y dejándolo tirado en el suelo. El líquido carmesí empezó a salir de éste. Los demás al ver dicha escena salieron también empezando a correr hacia él y el lobo de los ojos grandes. Ban le daba igual pues la vida de un mafioso estaba llena de tumbos y normalmente eran buscados. De hecho su propio padre vería normal aquello y no le diría nada. La mayoría de los hombres de su familia valían precio. Incluida Terumi, la mujer de veintisiete años rubia que le había provocado y había acabado casi violada por él. Aunque empezaba a pensar que esa chica quería recibir aquel trato por parte del chico serpiente. Ahora soltó un suspiro y miró la escena de forma calmada.
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El tipo que ahora era la mano derecha de Jack había acabado con la vida de uno de los marines que había amenazado a aquel par con encerrarlos, cosa que contentó bastante a Jack. Si hay que matar, se mata, y si no, pues se toma té. Ése era uno de sus refranes. El tipo que en un principio parecía no haberse tomado muy bien el corte en la mano, parecía haber asumido que el joven Jackie lo había metido en un lío y que tendría que combatir a su lado. El pirata pensó "Justo como lo había planeado." aunque realmente no había planeado nada de aquello.
Dos de los marines se lanzaron a por Jack, uno con unos puños americanos, y el otro armado con un katana. El chico rápidamente corrió hacia el de la katana, que preparó una estocada. Cuando se acercó lo suficiente, se lanzó por el suelo, directo a la rodilla izquierda, recibiendo un corte en la mejilla. Cuando su pie colisionó con la rodilla del marine, se pudo escuchar un fuerte crack, a la vez que la articulación de aquel defensor de la ley se volvía del revés. El dolor hizo que el tipo soltase la espada, hecho que aprovechó el luchador para lanzar un gancho a su cabeza, cayendo de espaldas el marine, inconsciente. Jack se quedó mirando el cuerpo de aquel tipo, tendido sobre el suelo, cuando sintió un golpe contundente por la espalda que lo hizo desequilibrarse. El tipo de los puños americanos estaba ahí. La mirada de Jackie se clavó en sus ojos. Aquella inquietante mirada desequilibrada. El marine desvió la mirada y se dispuso de nuevo a golpear. Su puño alcanzó el hombro izquierdo del chico, el cual se había dejado golpear para al recibir el impacto, girarse conforma era golpeado, y dar un rodillazo en el codo a su atacante, luxándolo y dejándolo inútil. Tras esto, se encajó el hombro que se le había desencajado, sin mostrar dolor aunque sintiéndolo, y con una gran sonrisa en la boca dio una patada giratoria en la cabeza a su contrincante, dejándolo en el suelo, aunque consciente. Viendo a aquellos dos marines tirados a sus pies, el chico se sintió muy feliz. Se agachó cerca del que seguía consciente y le susurró.
-Hoy me siento piadoso. Tu compañero no va a morir hoy frente a tus ojos.
Acto seguido, le clavó el bisturí en ambos ojos con unos movimientos rápidos, para después hacerle un corte en la garganta que sentenció su muerte. Tras esto, fue hacia el otro, que permanecía inconsciente, y le hizo otro corte en la garganta.
Una vez acabado ese trabajo, se giró para ver que era de su compañero. Quizás estaba muerto. ¿Qué haría si esto era así? Tendría que buscar otra mano derecha. El chico antes tales pensamientos comenzó a lagrimear.
Dos de los marines se lanzaron a por Jack, uno con unos puños americanos, y el otro armado con un katana. El chico rápidamente corrió hacia el de la katana, que preparó una estocada. Cuando se acercó lo suficiente, se lanzó por el suelo, directo a la rodilla izquierda, recibiendo un corte en la mejilla. Cuando su pie colisionó con la rodilla del marine, se pudo escuchar un fuerte crack, a la vez que la articulación de aquel defensor de la ley se volvía del revés. El dolor hizo que el tipo soltase la espada, hecho que aprovechó el luchador para lanzar un gancho a su cabeza, cayendo de espaldas el marine, inconsciente. Jack se quedó mirando el cuerpo de aquel tipo, tendido sobre el suelo, cuando sintió un golpe contundente por la espalda que lo hizo desequilibrarse. El tipo de los puños americanos estaba ahí. La mirada de Jackie se clavó en sus ojos. Aquella inquietante mirada desequilibrada. El marine desvió la mirada y se dispuso de nuevo a golpear. Su puño alcanzó el hombro izquierdo del chico, el cual se había dejado golpear para al recibir el impacto, girarse conforma era golpeado, y dar un rodillazo en el codo a su atacante, luxándolo y dejándolo inútil. Tras esto, se encajó el hombro que se le había desencajado, sin mostrar dolor aunque sintiéndolo, y con una gran sonrisa en la boca dio una patada giratoria en la cabeza a su contrincante, dejándolo en el suelo, aunque consciente. Viendo a aquellos dos marines tirados a sus pies, el chico se sintió muy feliz. Se agachó cerca del que seguía consciente y le susurró.
-Hoy me siento piadoso. Tu compañero no va a morir hoy frente a tus ojos.
Acto seguido, le clavó el bisturí en ambos ojos con unos movimientos rápidos, para después hacerle un corte en la garganta que sentenció su muerte. Tras esto, fue hacia el otro, que permanecía inconsciente, y le hizo otro corte en la garganta.
Una vez acabado ese trabajo, se giró para ver que era de su compañero. Quizás estaba muerto. ¿Qué haría si esto era así? Tendría que buscar otra mano derecha. El chico antes tales pensamientos comenzó a lagrimear.
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El chico permanecía calmado observando la situación con su espada bastarda en la mano derecha. La sangre bajaba de ésta hasta el puerto mientras el castaño buscaba tranquilamente un cigarro entre sus ropas. Después de unos momentos logró sacarlo y se lo puso en la boca al mismo tiempo que ahora trataba de localizar su mechero. Metió su mano libre en todos los bolsillos posibles de su ropa y empezó a ponerse nervioso al ver que no lo tenía. En ese momento otro marine corrió hacia él entre gritos. En su mano había otra espada y si planeaba vencerle con ella es que estaba muy confiado. El castaño después de varios intentos sonrió de forma feliz al notar un bulto en un pequeño bolsillo de su camisa.
Justo cuando iba a sacarlo pudo ver la hoja de aquel tipo ir hacia él. Sin pensárselo le lanzó un corte con su espada bastarda parándolo con suma facilidad. Después realizó un rápido movimiento cortándole en el pecho y tirándolo al suelo. No había necesidad de rematarlo y se puso a encender aquel cigarro. Cuando lo hizo pegó una enorme calada para después soltar todo el humo de golpe y relamerse despacio. – Realmente esto es lo mejor que uno se puede llevar a la boca. – Dijo ahora mientras se colocaba bien las gafas de Sol y ocultaba tras ellas sus intensos ojos azulados. Miró el cuerpo del marine que había intentado cortarle y al ver que trataba de coger su arma le dio una patada en el pecho tirándolo a la helada agua.
En ese momento se giró mirando a aquel tipo de cabellos verdes y ojos grandes. El muy enfermo estaba clavando unos bisturís en los ojos de uno de aquellos hombres. Después le cortó el cuello y finalmente asesinó al otro. Aquello hizo que pusiera una mueca de asco para después guardar su arma ¿Qué clase de loco metía cuchillos en los ojos? Uno muy malito la verdad. No pudo evitar ahora caminar hacia él para mirarle con toda la calma del mundo mientras continuaba fumando tranquilamente. – Dentro del barco quedan más y nos habrán visto. Si no quieres ver un cartel con precio por tu cabeza deberíamos entrar a terminar lo empezado. – Una vez dijo aquello se dio cuenta de que estaba condenando a muerte a los marines pero le dio un poco igual en ese momento. Él también se estaba jugando que le pusieran precio. Ahora todo dependía de lo que dijera aquel tío con ojos de lechuza.
Justo cuando iba a sacarlo pudo ver la hoja de aquel tipo ir hacia él. Sin pensárselo le lanzó un corte con su espada bastarda parándolo con suma facilidad. Después realizó un rápido movimiento cortándole en el pecho y tirándolo al suelo. No había necesidad de rematarlo y se puso a encender aquel cigarro. Cuando lo hizo pegó una enorme calada para después soltar todo el humo de golpe y relamerse despacio. – Realmente esto es lo mejor que uno se puede llevar a la boca. – Dijo ahora mientras se colocaba bien las gafas de Sol y ocultaba tras ellas sus intensos ojos azulados. Miró el cuerpo del marine que había intentado cortarle y al ver que trataba de coger su arma le dio una patada en el pecho tirándolo a la helada agua.
En ese momento se giró mirando a aquel tipo de cabellos verdes y ojos grandes. El muy enfermo estaba clavando unos bisturís en los ojos de uno de aquellos hombres. Después le cortó el cuello y finalmente asesinó al otro. Aquello hizo que pusiera una mueca de asco para después guardar su arma ¿Qué clase de loco metía cuchillos en los ojos? Uno muy malito la verdad. No pudo evitar ahora caminar hacia él para mirarle con toda la calma del mundo mientras continuaba fumando tranquilamente. – Dentro del barco quedan más y nos habrán visto. Si no quieres ver un cartel con precio por tu cabeza deberíamos entrar a terminar lo empezado. – Una vez dijo aquello se dio cuenta de que estaba condenando a muerte a los marines pero le dio un poco igual en ese momento. Él también se estaba jugando que le pusieran precio. Ahora todo dependía de lo que dijera aquel tío con ojos de lechuza.
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-Tranquilo. Precio nos van a poner de todas formas. Somos una banda pirata. Los Dead skull dolls. Y, ¿qué pirata es pirata sin precio por su cabeza? Aunque no todavía. Hoy no hace suficiente Sol como para que puedan ponérnoslo.
Tras decir aquello se dirigió hacia el barco de aquellos marines. De un salto se subió, y comenzó a dar patadas al suelo, alertando a los marines de dentro. Tras esto se colocó a un lado de la puerta por la que se accedía a la bodega. Cuando salió el primer marine, de una patada lo desvió hacia la borda, y de una segunda lo tiró por ella. Otros dos salieron, uno se lanzó con un puñal a por Jack, y el otro fue hacia su acompañante con un hacha enorme. Cuando el del puñal atacó, Jack cogió la hoja del arma con la mano, rajando un poco las vendas que tenía envolviéndole la mano, mientras con el otro puño comenzaba a asestarle puñetazos en la cara al marine, intentando hundirle el tabique nasal. Después de un pequeño forcejeo y unos ocho puñetazos, el luchador soltó el puñal, a lo que el marine retrocedió. El tipo soltó el puñal y se llevó las manos a la nariz que no dejaba de sangrar, mientras hacía ruidos que indicaban que se estaba ahogando. Jack decidió terminar aquello rápido. Estaba tomando más tiempo del que debía, y no podrían ver nieve si eso seguía así. Cogió de la ropa al marine, que parecía a punto de desfallecer, y lo lanzó también por la borda. El agua fría de aquella zona sería un buen final para todo el que cayese en ella.
Una vez su compañero hubiese acabado, Jack procuraría lanzar todos los cuerpos al agua, intentando borrar toda huella. Hasta un puto loco como él era consciente de que aún no eran lo suficientemente fuertes como para enfrentarse a un grupo grande de defensores de la ley. Tras esto, se dirigió a el tipo de las gafas de sol.
-Me gusta como manejas la espada. Me alegro de haberte elegido a ti. Vayamos a tomar el té a algún sitio, pero no en este pueblucho. Esa muñequita me da miedo.- Dijo mientras hacía un gesto de temblar y ponía cara de pánico, para después soltar una carcajada.
El chico se subió en el barco y borró todos los signos que indicaban que aquel barco pertenecía a los marines y le hizo un gesto al espadachín para que subiese. Tras ello, lo puso en marcha, sin despegarse de la costa, buscando otro pueblo para atracar.
Tras decir aquello se dirigió hacia el barco de aquellos marines. De un salto se subió, y comenzó a dar patadas al suelo, alertando a los marines de dentro. Tras esto se colocó a un lado de la puerta por la que se accedía a la bodega. Cuando salió el primer marine, de una patada lo desvió hacia la borda, y de una segunda lo tiró por ella. Otros dos salieron, uno se lanzó con un puñal a por Jack, y el otro fue hacia su acompañante con un hacha enorme. Cuando el del puñal atacó, Jack cogió la hoja del arma con la mano, rajando un poco las vendas que tenía envolviéndole la mano, mientras con el otro puño comenzaba a asestarle puñetazos en la cara al marine, intentando hundirle el tabique nasal. Después de un pequeño forcejeo y unos ocho puñetazos, el luchador soltó el puñal, a lo que el marine retrocedió. El tipo soltó el puñal y se llevó las manos a la nariz que no dejaba de sangrar, mientras hacía ruidos que indicaban que se estaba ahogando. Jack decidió terminar aquello rápido. Estaba tomando más tiempo del que debía, y no podrían ver nieve si eso seguía así. Cogió de la ropa al marine, que parecía a punto de desfallecer, y lo lanzó también por la borda. El agua fría de aquella zona sería un buen final para todo el que cayese en ella.
Una vez su compañero hubiese acabado, Jack procuraría lanzar todos los cuerpos al agua, intentando borrar toda huella. Hasta un puto loco como él era consciente de que aún no eran lo suficientemente fuertes como para enfrentarse a un grupo grande de defensores de la ley. Tras esto, se dirigió a el tipo de las gafas de sol.
-Me gusta como manejas la espada. Me alegro de haberte elegido a ti. Vayamos a tomar el té a algún sitio, pero no en este pueblucho. Esa muñequita me da miedo.- Dijo mientras hacía un gesto de temblar y ponía cara de pánico, para después soltar una carcajada.
El chico se subió en el barco y borró todos los signos que indicaban que aquel barco pertenecía a los marines y le hizo un gesto al espadachín para que subiese. Tras ello, lo puso en marcha, sin despegarse de la costa, buscando otro pueblo para atracar.
Ban Midou IV
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Ban continuaba fumando la mar de tranquilo mientras observaba a aquel hombre con comportamientos de loco. No le daba mucha importancia pues si trataba de cortarle de nuevo le daría una colleja. De todas formas viendo que se manejaba bastante bien cuerpo a cuerpo era mejor dársela con la espada. No iba a arriesgarse a llevarse un puñetazo de aquel tipo. Su estilo siempre había sido basado en armas cortantes y no en el cuerpo a cuerpo. De todas formas no es que no tuviese fuerza, simplemente no poseía técnica. Las artes marciales en su caso habían sido sustituidas por artes de espada. Usaba varios como el Murasaki Hebi o el recién aprendido estilo de la nube. Ban era toda una caja de sorpresas a decir verdad, nunca se sabía cómo iba a reaccionar.
Pudo ver como aquel hombre se subía al barco alertando a marines. Aquello después de haber dicho que debían ponerles precio por ser una banda pirata con un nombre raro que no logró recordar. Después puso a su amigo el Sol como excusa tonta. Necesitaba atención médica urgentemente si no quería que le cortasen la cabeza en un futuro. Subió junto a él con algo de curiosidad y se puso a mirar a su alrededor despacio. Entonces fue cuando los marines empezaron a subir enfadados. Mientras el tipo de cabellos verdes peleaba con uno, a por él fue un jodido tipo con un hacha enorme. Sus cabellos eran cortos y castaños pero menos pinchudos que los suyos. Sus brazos indicaban que era un devastador y trató de lanzarle un golpe descendente con mucha potencia.
Por suerte el espadachín era más veloz que aquel payaso. Se movió a un lado con velocidad notando como el arma del enemigo realizaba un agujero en la cubierta. Acto seguido Ban sacó su espada bastarda para ejecutar un tajo que cortó el brazo derecho de aquel tipo. Se tiró al suelo empezando a soltar quejidos y en ese momento fue cuando el espadachín usó la parte roma del arma para pegarle con fuerza en la cabeza. Los chillidos cesaron cuando aquella persona había quedado totalmente inconsciente y los ojos cerrados. Guardó su arma y lo tiró al puerto con calma. No lo había rematado por pena pues no solía asesinar si no eran órdenes directas de su mafia. Soltó un suspiro y ahora el tipo de antes se acercó a él halagándole sobre el uso de la espada que tenía.
Nombró a una muñeca y el mafioso entendió que se refería a la camarera del mar o algo así ¿Muñeca? No pensaba que lo dijese en el sentido bonito de la palabra. En lugar de ser un halago a una chica parecía como si le hubiese llamado objeto. De todas formas no iba a preguntar para confirmarlo y de repente el loco empezó a eliminar lo básico del barco para camuflarlo de alguna forma. El problema era otro, las velas de todos los barcos marines tenían el escudo. Si cortaba las velas poco iba a ser útil aquel trozo de madera. Prefirió no comprobar si iba a cortar las velas y miró a otro lado escuchándole. Entonces aquel navío se puso en marcha y el chico se sentó en la borda totalmente atento a los movimientos del hombre de cabellos verdes. – Bueno aceptaré debido a que no quiero estar aquí cuando los refuerzos marines lleguen. – Una vez dijo aquello soltó un suspiro observando a su nuevo acompañante.
Pudo ver como aquel hombre se subía al barco alertando a marines. Aquello después de haber dicho que debían ponerles precio por ser una banda pirata con un nombre raro que no logró recordar. Después puso a su amigo el Sol como excusa tonta. Necesitaba atención médica urgentemente si no quería que le cortasen la cabeza en un futuro. Subió junto a él con algo de curiosidad y se puso a mirar a su alrededor despacio. Entonces fue cuando los marines empezaron a subir enfadados. Mientras el tipo de cabellos verdes peleaba con uno, a por él fue un jodido tipo con un hacha enorme. Sus cabellos eran cortos y castaños pero menos pinchudos que los suyos. Sus brazos indicaban que era un devastador y trató de lanzarle un golpe descendente con mucha potencia.
Por suerte el espadachín era más veloz que aquel payaso. Se movió a un lado con velocidad notando como el arma del enemigo realizaba un agujero en la cubierta. Acto seguido Ban sacó su espada bastarda para ejecutar un tajo que cortó el brazo derecho de aquel tipo. Se tiró al suelo empezando a soltar quejidos y en ese momento fue cuando el espadachín usó la parte roma del arma para pegarle con fuerza en la cabeza. Los chillidos cesaron cuando aquella persona había quedado totalmente inconsciente y los ojos cerrados. Guardó su arma y lo tiró al puerto con calma. No lo había rematado por pena pues no solía asesinar si no eran órdenes directas de su mafia. Soltó un suspiro y ahora el tipo de antes se acercó a él halagándole sobre el uso de la espada que tenía.
Nombró a una muñeca y el mafioso entendió que se refería a la camarera del mar o algo así ¿Muñeca? No pensaba que lo dijese en el sentido bonito de la palabra. En lugar de ser un halago a una chica parecía como si le hubiese llamado objeto. De todas formas no iba a preguntar para confirmarlo y de repente el loco empezó a eliminar lo básico del barco para camuflarlo de alguna forma. El problema era otro, las velas de todos los barcos marines tenían el escudo. Si cortaba las velas poco iba a ser útil aquel trozo de madera. Prefirió no comprobar si iba a cortar las velas y miró a otro lado escuchándole. Entonces aquel navío se puso en marcha y el chico se sentó en la borda totalmente atento a los movimientos del hombre de cabellos verdes. – Bueno aceptaré debido a que no quiero estar aquí cuando los refuerzos marines lleguen. – Una vez dijo aquello soltó un suspiro observando a su nuevo acompañante.
Jack Bottom
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A Jack le costaba manejar aquel barco. No tenía mucha experiencia como marinero, así que el barco navegaba de forma muy extraña. El chico no hacía más que poner caras raras mientras le daba vueltas al timón, intentando que el barco siguiera la dirección que él deseaba, pero nunca siempre se pasaba un poco con los giros, así que iban haciendo zigzag. El cielo seguía muy claro y no parecía que fuese a nevar, lo que molestaba a Jack profundamente.
El chico giró la cara hacia su compañero, y sin dejar de hacer gestos extraños comenzó a hablarle a aquel tipo que parecía no dejar de mirarlo.
-Mano derecha, aún no nos hemos presentado. Si no lo hacemos es posible que si alguno de los dos muere, no podamos poner algo bonito en la lápida. Bueno, tú si puedes ponerlo en la mía. Buen capitán, mejor degustador de té. Yo solo podría poner "Este hombre era la hostia con la espada, y llevaba gafas de Sol." Yo soy Jack Bottom, pero todos me llamaban Jackie Doll, aunque tú puedes llamarme como quieras, mientras no me llames bizcochito.
Tras esto, Jack siguió mirándole, esperando una presentación por su parte. Jack pensaba que su mano derecha era alguien guay, pero necesitaba que se acercase más a él. Le gustaba estar rodeado de sus muñecos, y él era aún demasiado distante.
El chico divisó una pequeña aldea, y decidió que debía ser un buen lugar para parar. Conforme se acercaban, plegó las velas para llegar con el empuje que les quedaba, para que nadie viese que era un barco marine. Cuando hubieron amarrado bien el barco, Jackie saltó del barco a los tablones de madera del muelle, cuando uno de ellos se partió, y casi se cae al agua. Agua helada, y para más inri, agua salada. Jack la odiaba. No por el agua en sí, sino por la sensación que dejaba al secarse. Se incorporó y se dirigió hacia el pueblo, con su peluche en la mano.
-Vamos, mano derecha. A ver si hay un buen local de té.
Entraron en aquel sitio, que parecía un pueblo de cuentos. Las casas tenían decoraciones que recordaban a dulces, como la de Hansel y Grettel. La gente vestía con ropa que parecía sacada de otro tiempo, y todos tenían una cara sonriente y rojiza. Aquel lugar parecía un lugar feliz para vivir, aunque a Jack le daba un poco de mala espina la cara de la gente. Vio como la gente hacía cola para rellenar botellas a una fuente de agua. Había varias fuentes, pero todos iban a la misma. Corrió hacia la fuente, y colándose, empezó a beber con ansias. No parecía tener nada de especial. Uno de los ciudadanos se dirigió a él.
-Tranquilo, chico. Que te va a sentar mal.
-Calla, saco de pienso.
Y tras esto, volvió con su compañero, para darse cuenta de que justo al lado tenían una tetería. Entró, abriendole la puerta a su compañero antes, y se sentó en una mesa para tres, donde sentó también a su peluche.
-No os he presentado. Él es Ignacio. -Se giró hacia la camarera del local -Camarera, tres tazas de lo mejor que tenga. Hip.
De repente, a Jack le dio hipo. Además, llevaba unos minutos actuando demasiado tranquilo y con demasiada concordancia entre sus acciones. ¿Qué ocurría? La cabeza le daba unas pocas vueltas, pero el pirata no hizo nada, salvo mirar fijamente a su mano derecha.
-Aquí están. Tres tés de agua de la fuente Absoluta. Bébanselo despacio, o sino mañana les dolerá la cabeza. Una cosa, todo el pueblo les ha visto llegar en un barco un poco roto. ¿Han sido atacados por los piratas? Si quieren pueden pasar la noche en mi segunda casa que está subiendo el pueblo, aquí tienen las llaves. Desde allí pueden llamar a los marines con un den den mushi que tengo. Tenemos que unirnos todos para acabar con esos malhechores.
-Vale, guapa.
Tras esto, el chico se empezó a beber el té con sorbos pequeños pero rápidos, que seguían un ritmo musical. Al terminar, miró a su compañero, cogió a su peluche y dijo algo.
-Mejor vamos a esa casa y ahí hablamos.
El chico se levantó para caerse después. Se volvió a levantar y fue a la barra, donde pagó todo. Pero todo lo de la gente que estaba en el local. Salió por la puerta y volvió a caer. Comenzó a subir la calle lentamente, dando recurvas, hasta llegar a un sitio en el que ponía "Mi segunda casa". Tuvo que esperar a su compañero pues se había dejado las llaves en la tetería. Una vez hubiesen entrado, se tiró en una alfombra de oso que había en el suelo, y se dispuso a hablar con su compañero.
El chico giró la cara hacia su compañero, y sin dejar de hacer gestos extraños comenzó a hablarle a aquel tipo que parecía no dejar de mirarlo.
-Mano derecha, aún no nos hemos presentado. Si no lo hacemos es posible que si alguno de los dos muere, no podamos poner algo bonito en la lápida. Bueno, tú si puedes ponerlo en la mía. Buen capitán, mejor degustador de té. Yo solo podría poner "Este hombre era la hostia con la espada, y llevaba gafas de Sol." Yo soy Jack Bottom, pero todos me llamaban Jackie Doll, aunque tú puedes llamarme como quieras, mientras no me llames bizcochito.
Tras esto, Jack siguió mirándole, esperando una presentación por su parte. Jack pensaba que su mano derecha era alguien guay, pero necesitaba que se acercase más a él. Le gustaba estar rodeado de sus muñecos, y él era aún demasiado distante.
El chico divisó una pequeña aldea, y decidió que debía ser un buen lugar para parar. Conforme se acercaban, plegó las velas para llegar con el empuje que les quedaba, para que nadie viese que era un barco marine. Cuando hubieron amarrado bien el barco, Jackie saltó del barco a los tablones de madera del muelle, cuando uno de ellos se partió, y casi se cae al agua. Agua helada, y para más inri, agua salada. Jack la odiaba. No por el agua en sí, sino por la sensación que dejaba al secarse. Se incorporó y se dirigió hacia el pueblo, con su peluche en la mano.
-Vamos, mano derecha. A ver si hay un buen local de té.
Entraron en aquel sitio, que parecía un pueblo de cuentos. Las casas tenían decoraciones que recordaban a dulces, como la de Hansel y Grettel. La gente vestía con ropa que parecía sacada de otro tiempo, y todos tenían una cara sonriente y rojiza. Aquel lugar parecía un lugar feliz para vivir, aunque a Jack le daba un poco de mala espina la cara de la gente. Vio como la gente hacía cola para rellenar botellas a una fuente de agua. Había varias fuentes, pero todos iban a la misma. Corrió hacia la fuente, y colándose, empezó a beber con ansias. No parecía tener nada de especial. Uno de los ciudadanos se dirigió a él.
-Tranquilo, chico. Que te va a sentar mal.
-Calla, saco de pienso.
Y tras esto, volvió con su compañero, para darse cuenta de que justo al lado tenían una tetería. Entró, abriendole la puerta a su compañero antes, y se sentó en una mesa para tres, donde sentó también a su peluche.
-No os he presentado. Él es Ignacio. -Se giró hacia la camarera del local -Camarera, tres tazas de lo mejor que tenga. Hip.
De repente, a Jack le dio hipo. Además, llevaba unos minutos actuando demasiado tranquilo y con demasiada concordancia entre sus acciones. ¿Qué ocurría? La cabeza le daba unas pocas vueltas, pero el pirata no hizo nada, salvo mirar fijamente a su mano derecha.
-Aquí están. Tres tés de agua de la fuente Absoluta. Bébanselo despacio, o sino mañana les dolerá la cabeza. Una cosa, todo el pueblo les ha visto llegar en un barco un poco roto. ¿Han sido atacados por los piratas? Si quieren pueden pasar la noche en mi segunda casa que está subiendo el pueblo, aquí tienen las llaves. Desde allí pueden llamar a los marines con un den den mushi que tengo. Tenemos que unirnos todos para acabar con esos malhechores.
-Vale, guapa.
Tras esto, el chico se empezó a beber el té con sorbos pequeños pero rápidos, que seguían un ritmo musical. Al terminar, miró a su compañero, cogió a su peluche y dijo algo.
-Mejor vamos a esa casa y ahí hablamos.
El chico se levantó para caerse después. Se volvió a levantar y fue a la barra, donde pagó todo. Pero todo lo de la gente que estaba en el local. Salió por la puerta y volvió a caer. Comenzó a subir la calle lentamente, dando recurvas, hasta llegar a un sitio en el que ponía "Mi segunda casa". Tuvo que esperar a su compañero pues se había dejado las llaves en la tetería. Una vez hubiesen entrado, se tiró en una alfombra de oso que había en el suelo, y se dispuso a hablar con su compañero.
Ban Midou IV
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Maldito barco, o estaba enfermo o el loco sabía menos de navegación que un drogadicto de física cuántica. Curiosa comparación ¿Por qué no iba a saber? Un tipo drogado podía ser listo pero de todas formas el luchador navegaba como el culo. El navío parecía un pato mareado por aquellas aguas y el castaño estaba empezando a ponerse nervioso. Después le llamó de nuevo mano derecha y se presentó como Jack. Era un tipo demasiado liante pero había peores o al menos debía haberlos, el mafioso por su parte no los había visto. Hoy en día estar como una cabra era un arte y muchos enfermos acababan llegando alto en la vida. Se quedó mirando al mar con toda la calma del mundo. Era enorme y ellos muy pequeños. El espadachín se preguntaba cómo serían los cuarteles de la marina. Debían de ser impresionantes sin duda alguna. Las ganas que tenía de visitar uno eran enormes. Pero podía ser demasiado peligroso y todo. Tal vez si se llevaba a Tetsuyo la cosa cambiaba. Aquel científico era increíble y pese a ser un ladrón de galletas de chocolate, era un buen tío.
Pasaron unos momentos y el chico le respondió a aquel hombre con problemas. – Mi nombre es Ban Midou Cuarto. El próximo líder de los Taketo. La mafia más poderosa que conocerá los mares. – Una vez dijo aquello se quedó mirándole de forma tranquila. Después de unos momentos llegaron por fin a la orilla y el tipo ocultó las velas. Ese barco no debía permanecer allí o pronto les darían caza. De forma disimulada colocó su mano derecha en la cubierta y éste empezó a derretirse despacio hasta tomar un color naranja y negro. Había transformado sus dedos en magma y ahora trataba de hacer un agujero en la madera. Después estaría unos momentos más introduciendo aquel líquido ardiente y llenaría el navío de huecos para que se hundiera despacio. Estaba feliz de haber consumido aquella fruta. Era un hombre de lava y además su habilidad con la espada era bastante buena. Después siguió a aquel hombre tranquilamente con ambas manos en los bolsillos mientras que unas gotitas de aquella sustancia ardiente bajaban por su frente. Notó como el peliverde le volvía a llamar mano derecha y aquello le hizo contenerse un poco. Se llamaba Ban.
Llegaron a un pequeño pueblo dónde había una fuente interesante. La gente por alguna razón se ponía a hacer cola para llenar botellas. Tal vez era la mejor agua de la isla o algo por el estilo. El luchador no tardó en hacer gala de su locura y se puso a beber sin parar. Incluso insultó a un pobre hombre que no había hecho nada. Debía de darle una colleja para que se estuviese quieto de una vez. De ahí se dirigieron a una tetería de nuevo y el espadachín esperó a que no la liase. Se sentaron en una mesa con tres asientos y pidió tres bebidas. El castaño no tenía sed y no pensaba beber de aquello. Lo qué pasó a continuación dejó sin palabras al mafioso. Una mujer que no conocían de nada les ofrecía las llaves de su casa. Luego había robos, es que la gente era imbécil. No podía creerlo y sabiendo que esa chica era así de descuidada menos ganas de beberse aquello. De hecho ahora volcó el líquido en una maceta de forma disimulada. Por lo menos ya estaban relajados y tal vez se quedaban allí unos minutos agradables.
No pudo ver pues aquel capullo se bebió la bebida con sorbos enfermizos y después dijo que se movieran de nuevo. Ban ya estaba cansándose de seguirle. Encima había pagado lo de todos, bonita forma de llamar la atención. El mafioso era un experto en aquello a decir verdad pero aquel joven un novato. Cuando salieron y se dirigieron al edificio pudo ver el cartel ¿Quién cojones pone “mi segunda casa”? Ese pueblo estaba lleno de idiotas. Una vez entraron el chalado se tumbó en una alfombra de piel de oso. La casa parecía ser antigua y solo era de un piso. Había relojes viejos y las paredes eran de madera. Había una chimenea en la sala y entonces fue cuando el mafioso formó un pequeño chorro de magma que lanzó sobre la madera. En pocos segundos la temperatura prendió fuego y dejó aquello bien caliente. A continuación se sentó en un sofá y colocó su pierna derecha sobre la rodilla izquierda. – Cómo volvamos a movernos te corto una mano. No puedes liarla de esa forma, hombre. – En ese momento metió la mano en su chaqueta cogiendo un den den mushi. – Terumi, necesito que le digas a mi padre que llegaré tarde. Seguramente a tiempo para la hora de la cena. – Una vez dijo aquello colgó. Ante todo avisaba a su mafia de cuando iba a llegar a los sitios y aquellas cosas.
Ahora miró a aquel hombre de forma un poco seria mientras unas gotas de lava iban cayendo por sus ojos y de éstos a su boca. Allí usaba la lengua para apartarlas. Encima no se quemaba ni nada parecido. Sin duda alguna era una fruta poderosa. – Llámame Ban, no mano derecha. Aunque Príncipe serpiente tampoco me desagrada. No sé para qué estamos en la casa de esa tía pero yo quiero acción. – Una vez dijo aquello clavó sus azulados ojos en el tipo. Realmente estaba como una cabra pero aquella agua parecía tener algo raro. El enfermo no estaba en su mejor momento y parecía más normal. A aquellas el barco ya debía de estar hundido seguramente y por ello se alegraba. Esperaba no tener que liarse de nuevo a espadazos con la marina. De repente uno de los cuadros se cayó y el chico se quedó quieto. Le cayó en la cabeza reventándosela totalmente en miles de gotas de magma. Después se le recompuso como si nada y Ban suspiró.
Pasaron unos momentos y el chico le respondió a aquel hombre con problemas. – Mi nombre es Ban Midou Cuarto. El próximo líder de los Taketo. La mafia más poderosa que conocerá los mares. – Una vez dijo aquello se quedó mirándole de forma tranquila. Después de unos momentos llegaron por fin a la orilla y el tipo ocultó las velas. Ese barco no debía permanecer allí o pronto les darían caza. De forma disimulada colocó su mano derecha en la cubierta y éste empezó a derretirse despacio hasta tomar un color naranja y negro. Había transformado sus dedos en magma y ahora trataba de hacer un agujero en la madera. Después estaría unos momentos más introduciendo aquel líquido ardiente y llenaría el navío de huecos para que se hundiera despacio. Estaba feliz de haber consumido aquella fruta. Era un hombre de lava y además su habilidad con la espada era bastante buena. Después siguió a aquel hombre tranquilamente con ambas manos en los bolsillos mientras que unas gotitas de aquella sustancia ardiente bajaban por su frente. Notó como el peliverde le volvía a llamar mano derecha y aquello le hizo contenerse un poco. Se llamaba Ban.
Llegaron a un pequeño pueblo dónde había una fuente interesante. La gente por alguna razón se ponía a hacer cola para llenar botellas. Tal vez era la mejor agua de la isla o algo por el estilo. El luchador no tardó en hacer gala de su locura y se puso a beber sin parar. Incluso insultó a un pobre hombre que no había hecho nada. Debía de darle una colleja para que se estuviese quieto de una vez. De ahí se dirigieron a una tetería de nuevo y el espadachín esperó a que no la liase. Se sentaron en una mesa con tres asientos y pidió tres bebidas. El castaño no tenía sed y no pensaba beber de aquello. Lo qué pasó a continuación dejó sin palabras al mafioso. Una mujer que no conocían de nada les ofrecía las llaves de su casa. Luego había robos, es que la gente era imbécil. No podía creerlo y sabiendo que esa chica era así de descuidada menos ganas de beberse aquello. De hecho ahora volcó el líquido en una maceta de forma disimulada. Por lo menos ya estaban relajados y tal vez se quedaban allí unos minutos agradables.
No pudo ver pues aquel capullo se bebió la bebida con sorbos enfermizos y después dijo que se movieran de nuevo. Ban ya estaba cansándose de seguirle. Encima había pagado lo de todos, bonita forma de llamar la atención. El mafioso era un experto en aquello a decir verdad pero aquel joven un novato. Cuando salieron y se dirigieron al edificio pudo ver el cartel ¿Quién cojones pone “mi segunda casa”? Ese pueblo estaba lleno de idiotas. Una vez entraron el chalado se tumbó en una alfombra de piel de oso. La casa parecía ser antigua y solo era de un piso. Había relojes viejos y las paredes eran de madera. Había una chimenea en la sala y entonces fue cuando el mafioso formó un pequeño chorro de magma que lanzó sobre la madera. En pocos segundos la temperatura prendió fuego y dejó aquello bien caliente. A continuación se sentó en un sofá y colocó su pierna derecha sobre la rodilla izquierda. – Cómo volvamos a movernos te corto una mano. No puedes liarla de esa forma, hombre. – En ese momento metió la mano en su chaqueta cogiendo un den den mushi. – Terumi, necesito que le digas a mi padre que llegaré tarde. Seguramente a tiempo para la hora de la cena. – Una vez dijo aquello colgó. Ante todo avisaba a su mafia de cuando iba a llegar a los sitios y aquellas cosas.
Ahora miró a aquel hombre de forma un poco seria mientras unas gotas de lava iban cayendo por sus ojos y de éstos a su boca. Allí usaba la lengua para apartarlas. Encima no se quemaba ni nada parecido. Sin duda alguna era una fruta poderosa. – Llámame Ban, no mano derecha. Aunque Príncipe serpiente tampoco me desagrada. No sé para qué estamos en la casa de esa tía pero yo quiero acción. – Una vez dijo aquello clavó sus azulados ojos en el tipo. Realmente estaba como una cabra pero aquella agua parecía tener algo raro. El enfermo no estaba en su mejor momento y parecía más normal. A aquellas el barco ya debía de estar hundido seguramente y por ello se alegraba. Esperaba no tener que liarse de nuevo a espadazos con la marina. De repente uno de los cuadros se cayó y el chico se quedó quieto. Le cayó en la cabeza reventándosela totalmente en miles de gotas de magma. Después se le recompuso como si nada y Ban suspiró.
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Jack estaba pensativo. Su mano derecha no parecía estar muy receptivo, y le dijo que quería acción. Quizás era eso lo que necesitaba para relajarse y ser más cercano. El chico se sentó, mirando como el espadachín no paraba de juguetear con sus poderes, y pensó en cómo podrían utilizar eso para conseguir la marcha que su compañero quería. Lava, lava, lava...estaría bien quemar algún cuartel o algo. Jack cayó en la cuenta. ¿Qué necesitaban? Dinero. Había visto un banco un poco antes, podrían sacar una buena tajada si conseguían entrar en él. Jack se levantó, ajustándose las vendas de las manos y miró a Ban sonriendo.
-Mano derch...digo Ban, ya sé cómo hacerte feliz. Pero antes...
El chico miró a la zona de la pared desde la que había caído el cuadro. Se acercó y puso el oído, golpeando un poco con los nudillos. De repente, de un puñetazo atravesó la pared. En esa zona no había ladrillos, solo una fina capa de pladul. Estaba claro que los habían estado espiando. El chico metió la cabeza, pero allí ya no había nadie. Al sacar la cabeza se puso nervioso, y empezó a actuar como siempre.
-Mierda, mierda, mierda. Nos quería espiar esa maldita camarera. A saber que quería. Pues que le diga adiós a su tetería. Ban, ¿no querías acción? Vamos a sacar dinero del banco, a base de puños. Tenemos que conseguir suficiente dinero como para poder fabricar nuestra propia nieve. Es una pena que mi formula estuviese equivocada.
Tras esto, recordó las palabras del espadachín sobre volver a moverse.
-Y no me cortes ninguna mano. Sino no podré saludarte.
Salió de la casa, dirección al banco, con una sonrisa un tanto tenebrosa. En aquel momento, parecía realmente alguien serio con una meta. Mientras andaba de camino a su destino, se ajustó la corbata, se arregló la chaqueta, y metió al peluche en uno de los bolsillos de ésta, del cual sobresalía casi entero. Iban a tener acción.
Al llegar a la puerta, de una patada la echó abajo. Entró y gritó para las personas que había dentro.
-QUIETO TODO EL MUNDO.
Tras esto, a un guardia de seguridad se le cayó la pistola, y se disparó sola, haciendo un agujero en el techo. El chico cogió la pistola, y le pegó al guardia en la mandíbula, tirándolo al suelo.
-Mano derch...digo Ban, ya sé cómo hacerte feliz. Pero antes...
El chico miró a la zona de la pared desde la que había caído el cuadro. Se acercó y puso el oído, golpeando un poco con los nudillos. De repente, de un puñetazo atravesó la pared. En esa zona no había ladrillos, solo una fina capa de pladul. Estaba claro que los habían estado espiando. El chico metió la cabeza, pero allí ya no había nadie. Al sacar la cabeza se puso nervioso, y empezó a actuar como siempre.
-Mierda, mierda, mierda. Nos quería espiar esa maldita camarera. A saber que quería. Pues que le diga adiós a su tetería. Ban, ¿no querías acción? Vamos a sacar dinero del banco, a base de puños. Tenemos que conseguir suficiente dinero como para poder fabricar nuestra propia nieve. Es una pena que mi formula estuviese equivocada.
Tras esto, recordó las palabras del espadachín sobre volver a moverse.
-Y no me cortes ninguna mano. Sino no podré saludarte.
Salió de la casa, dirección al banco, con una sonrisa un tanto tenebrosa. En aquel momento, parecía realmente alguien serio con una meta. Mientras andaba de camino a su destino, se ajustó la corbata, se arregló la chaqueta, y metió al peluche en uno de los bolsillos de ésta, del cual sobresalía casi entero. Iban a tener acción.
Al llegar a la puerta, de una patada la echó abajo. Entró y gritó para las personas que había dentro.
-QUIETO TODO EL MUNDO.
Tras esto, a un guardia de seguridad se le cayó la pistola, y se disparó sola, haciendo un agujero en el techo. El chico cogió la pistola, y le pegó al guardia en la mandíbula, tirándolo al suelo.
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Ban continuaba aburrido con los ojos entrecerrados. No entendía que diablos estaba haciendo allí y le estaban dando ganas de irse de una vez hacia el Este. Irse con su mafia era la mejor opción pues allí nadie podía darle una diversión de las buenas. Tal vez debía pedirle al tipo peliverde luchar con él sin emplear su fruta. De esa forma estaban igualados pues tampoco usaría su haki ni sus mejores habilidades. De hecho por un lado se lo estaba pensando mucho pues al estar loca aquella persona lo mismo le echaban una buena bronca y trataban de denunciarlo. El pobre ya no sabía ni lo que debía hacer y se dedicaba a mirar a su alrededor repetidas veces. Quemar aquella casa podía ser una opción pero luego pensó que la mujer no le había hecho nada malo. Había oído de una villa llamada Syrup. Tal vez podía dirigirse allí y hacer algo útil.
Tenía entendido que una mafia de nivel más bajo le debía mucho dinero a su padre y se negaban a pagarlo los muy morosos. En su mente se mostró la idea de derretirlos. Una sonrisa se formó en su rostro cuando de repente aquel tipo dijo que tenía la forma de hacerle feliz. Lo dudaba bastante pero estaba dispuesto a escucharle. Después se acercó a la pared y de un puñetazo la rompió, desvelando que era una trampa. El castaño ya se esperaba algo así pues una mujer no le daba su casa a dos desconocidos así de buenas. Quizás esperaba grabarles haciendo algo extraño. Que mentes tan enfermas se estaba encontrando allí el mafioso. No tardó en soltar un suspiro para ver como aquel hombre salía de la casa.
Ya le había advertido que si se volvían a mover le pensaba cortar una mano pero parecía pasar de todo. Se llevó los dedos a la barbilla unos momentos y finalmente se puso en pie. Empezó a seguirle despacio hasta que vio que entraba en un edificio. No uno cualquiera, el puto banco. A saber que iba a hacer ahí con la cantidad de cámaras que había en esos sitios. Abrió la puerta despacio y se dio cuenta de que había pegado a un jodido guardia. Definitivamente estaba como una cabra. El castaño ahora se puso en medio para tratar de parar aquella locura o le iban a poner un precio que se iba a cagar. Caminó ayudando al guardia a levantarse y después se puso frente a aquel hombre peli verde de forma que las cámaras graban la espalda de Ban. Miró al chico guiñándole el ojo de forma disimulada y sacó su katana apuntándole con ella después.
Su mirada parecía bastante seria pero debía hacer aquello bien para que no tuviese problemas al menos él. – ¡Ya sé que esos piratas te han obligado pero esto no es así! ¡Deja a esta pobre gente y avisa a la marina de lo que ha pasado! ¡Me obligaras a cortarte la cabeza si no colaboras! – Esperaba que aquella persona cogiese el mensaje a la primera y no diera problemas. Si no era así iba a tener que cortarle de verdad. De hecho pudo ver un reloj colgando de una de las paredes. Se le estaba haciendo tarde. Tras hacer aquello se marcharía de la isla de una vez. No podía perder el tiempo de aquella forma tan estúpida. De hecho Tetsuyo podía estar jugando con cosas peligrosas en el barco con el que había viajado Ban a la isla. Ese loco científico nunca se estaba quieto, de modo que le entraron los nervios y miró al peli verde de forma más seria. El magma empezó a surgir de la piel de Midou, resbalándole desde la frente a las mejillas y después a la barbilla.
Tenía entendido que una mafia de nivel más bajo le debía mucho dinero a su padre y se negaban a pagarlo los muy morosos. En su mente se mostró la idea de derretirlos. Una sonrisa se formó en su rostro cuando de repente aquel tipo dijo que tenía la forma de hacerle feliz. Lo dudaba bastante pero estaba dispuesto a escucharle. Después se acercó a la pared y de un puñetazo la rompió, desvelando que era una trampa. El castaño ya se esperaba algo así pues una mujer no le daba su casa a dos desconocidos así de buenas. Quizás esperaba grabarles haciendo algo extraño. Que mentes tan enfermas se estaba encontrando allí el mafioso. No tardó en soltar un suspiro para ver como aquel hombre salía de la casa.
Ya le había advertido que si se volvían a mover le pensaba cortar una mano pero parecía pasar de todo. Se llevó los dedos a la barbilla unos momentos y finalmente se puso en pie. Empezó a seguirle despacio hasta que vio que entraba en un edificio. No uno cualquiera, el puto banco. A saber que iba a hacer ahí con la cantidad de cámaras que había en esos sitios. Abrió la puerta despacio y se dio cuenta de que había pegado a un jodido guardia. Definitivamente estaba como una cabra. El castaño ahora se puso en medio para tratar de parar aquella locura o le iban a poner un precio que se iba a cagar. Caminó ayudando al guardia a levantarse y después se puso frente a aquel hombre peli verde de forma que las cámaras graban la espalda de Ban. Miró al chico guiñándole el ojo de forma disimulada y sacó su katana apuntándole con ella después.
Su mirada parecía bastante seria pero debía hacer aquello bien para que no tuviese problemas al menos él. – ¡Ya sé que esos piratas te han obligado pero esto no es así! ¡Deja a esta pobre gente y avisa a la marina de lo que ha pasado! ¡Me obligaras a cortarte la cabeza si no colaboras! – Esperaba que aquella persona cogiese el mensaje a la primera y no diera problemas. Si no era así iba a tener que cortarle de verdad. De hecho pudo ver un reloj colgando de una de las paredes. Se le estaba haciendo tarde. Tras hacer aquello se marcharía de la isla de una vez. No podía perder el tiempo de aquella forma tan estúpida. De hecho Tetsuyo podía estar jugando con cosas peligrosas en el barco con el que había viajado Ban a la isla. Ese loco científico nunca se estaba quieto, de modo que le entraron los nervios y miró al peli verde de forma más seria. El magma empezó a surgir de la piel de Midou, resbalándole desde la frente a las mejillas y después a la barbilla.
Jack Bottom
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fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Por fin podría hacer feliz a su compañero, y esto puso contento a Jack. El chico pensaba que Ban era un aficionado al teatro y por eso actuaba así. Aquel banco podría ser un buen escenario y los clientes y los trabajadores un público excelente, por lo que decidió ayudar al espadachín a cumplir su sueño.
-Jamás. Esos piratas me han prometido devolverme a mi familia si les llevaba el dinero que pedían. Has de entenderme, joven al que no conozco de nada. Necesito volver a probar la miel de los dulces labios de mi amada, y jugar con mis hijos en el patio de la casa hasta que la luz del sol nos deje y dé paso a las estrellas. Por eso no puedo rendirme ahora. Prepárate para un combate eter...AAAAAAAAAAAAH, ¿QUÉ ES ESTO?
El luchador comenzó a fingir que recibía golpes de un adversario invisible. No dejaba de soltar gemidos de dolor, y de vez en cuando se convulsionaba un poco ante aquellos golpes imaginarios que a veces recibía en el estómago. Llegó incluso a morderse la lengua para poder escupir un poco de sangre. El chico se tiró al suelo de rodillas, para mirar al espadachín a los ojos, llorando, mientras toda la gente los miraba en silencio.
-Eres muy fuerte con esa técnica de puños invisibles.Por favor. Necesito ayuda contra esos piratas. Ya que no me dejas hacer esto, por favor, acompáñame a luchar contra ellos.
De la piel del espadachín empezó a surgir un poco de lava. Jack pensó que seguramente se debía a la excitación de su debut como actor. El chico se levantó, y pidió perdón a la gente del banco, y le dio un sana sana culito de rana al guarda de seguridad, para después salir con su compañero bajo los aplausos de la gente, que pensaba que acababa de nacer un nuevo par de héroes anti-piratas.
Jack se quedó mirando fijamente a Ban, para tras esto intentar darle un abrazo con lágrimas en los ojos.
-Eres muy bueno en lo tuyo.- Jack se refería a actuar. - Me da pena, Ban, pero tengo que ir a intentar recuperar la casa de mis padres, que están MUERTOOOOOOS. El puto gobierno me la quitó. Tú no sabes la cantidad de muñecos que yo tenía, además de lo grande que era el jardín. Podríamos jugar alguna vez allí si quieres, pero por ahora esto es un adiós. Ya volveremos a vernos, no puedo perder a mi mano derecha. ¿Tienes den den mushi? Dame tu número, para cuando yo tenga el mio.
Tras la despedida, el chico se fue andando a la tetería, dispuesto a destrozarla. Pero de camino, notó como algo frio le tocaba la punta de la nariz. Miró al cielo, y vio como estaba empezando a nevar, por lo que se olvidó de ese tema y se puso a brincar por todos lados.
-Jamás. Esos piratas me han prometido devolverme a mi familia si les llevaba el dinero que pedían. Has de entenderme, joven al que no conozco de nada. Necesito volver a probar la miel de los dulces labios de mi amada, y jugar con mis hijos en el patio de la casa hasta que la luz del sol nos deje y dé paso a las estrellas. Por eso no puedo rendirme ahora. Prepárate para un combate eter...AAAAAAAAAAAAH, ¿QUÉ ES ESTO?
El luchador comenzó a fingir que recibía golpes de un adversario invisible. No dejaba de soltar gemidos de dolor, y de vez en cuando se convulsionaba un poco ante aquellos golpes imaginarios que a veces recibía en el estómago. Llegó incluso a morderse la lengua para poder escupir un poco de sangre. El chico se tiró al suelo de rodillas, para mirar al espadachín a los ojos, llorando, mientras toda la gente los miraba en silencio.
-Eres muy fuerte con esa técnica de puños invisibles.Por favor. Necesito ayuda contra esos piratas. Ya que no me dejas hacer esto, por favor, acompáñame a luchar contra ellos.
De la piel del espadachín empezó a surgir un poco de lava. Jack pensó que seguramente se debía a la excitación de su debut como actor. El chico se levantó, y pidió perdón a la gente del banco, y le dio un sana sana culito de rana al guarda de seguridad, para después salir con su compañero bajo los aplausos de la gente, que pensaba que acababa de nacer un nuevo par de héroes anti-piratas.
Jack se quedó mirando fijamente a Ban, para tras esto intentar darle un abrazo con lágrimas en los ojos.
-Eres muy bueno en lo tuyo.- Jack se refería a actuar. - Me da pena, Ban, pero tengo que ir a intentar recuperar la casa de mis padres, que están MUERTOOOOOOS. El puto gobierno me la quitó. Tú no sabes la cantidad de muñecos que yo tenía, además de lo grande que era el jardín. Podríamos jugar alguna vez allí si quieres, pero por ahora esto es un adiós. Ya volveremos a vernos, no puedo perder a mi mano derecha. ¿Tienes den den mushi? Dame tu número, para cuando yo tenga el mio.
Tras la despedida, el chico se fue andando a la tetería, dispuesto a destrozarla. Pero de camino, notó como algo frio le tocaba la punta de la nariz. Miró al cielo, y vio como estaba empezando a nevar, por lo que se olvidó de ese tema y se puso a brincar por todos lados.
Ban Midou IV
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Akuma no mi
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Las venas de la cabeza del chico empezaron a inflarse un poco al ver lo que estaba haciendo aquel loco. Si hacía ese tipo de cosas iban a pensar que Ban era usuario de una fruta de invisibilidad o algo por el estilo. El mafioso no quería llamar la atención y simplemente se cruzó de brazos mirando a otro lado como si con él no fuese la cosa. Aquel hombre se estaba muriendo seguramente pues parecía un enfermo. Ahora sí que consideró a todos los miembros de su mafia cuerdos pues pese a haber tíos raros no llegaban a semejante punto. De hecho estaba echándolos a todos de menos y claramente tras salir del banco iba a salir corriendo rumbo a su transporte. Debía borrar aquel enfermizo capítulo de su mente cuanto antes.
Cuando al loco le dio por terminar su maldito acto hizo algo raro con el guarda y después salió a fuera. El espadachín no pensaba quedarse allí para cuando viniesen los marines y soltó un suspiro para después mirar a aquellas personas. – Caballeros continúen con lo suyo. Si vuelve a entrar le mataré. – Dicho aquello se dio la vuelta y traspasó el umbral de la puerta con una mirada calmada. En ese momento aquel chalado trató de darle un abrazo al mafioso. Éste rápidamente frunció el ceño y se volvió intangible por lo que aquel peliverde se había abrazado a una masa de magma ardiendo y seguramente se habría quemado como nunca. De hecho incluso podía haberse jodido vivo debido a la temperatura a la que estaba el cuerpo de aquel castaño. Ban solía ser social y amable pero ese hombre ya le había metido en demasiados líos. Primero con la marina, después con un banco ¿Lo siguiente que iba a ser? No daría la oportunidad de que fuese nada.
Entonces escuchó a aquella persona pedirle su número de den den mushi. Ni de coña pensaba dárselo. Es más, no deseaba volver a encontrarse con aquel hombre en su vida. Encima de nuevo le había llamado mano derecha, si no lo mató fue ya por un poco de pena. Empezó a pensar que tal vez el hombre no tenía culpa de estar como una cabra. – No tengo den den mushi. De todas formas es el momento de que desaparezca, Jack. – Cuando lo vio marcharse soltó un enorme suspiro pues era el hombre más feliz del mundo en ese momento. Metió ambas manos en los bolsillos y empezó a caminar alejándose tranquilamente de aquel lugar. No iba a volver a pisar aquella isla en años por miedo a encontrarse con ese hombre. Al paso que iba no tardaría en tener un precio y todos los cazadores irían tras él. De hecho incluso el mafioso podía unirse a la caza si resultaba un dinero muy tentador. Uno no estaba hecho de piedra y tenía sus avaricias personales.
Después de unos quince minutos caminando por la nieve llegó hasta su barco. La nieve caía del cielo desde hacía ya un rato pero no era algo que importase al príncipe serpiente. Usó la tablilla para entrar a cubierta y allí se acercó despacio al timón. No sabía nada de navegación pero al menos podría saca el navío de allí. Retiró el ancla y tras poner rumbo hacia cualquier lugar tomó su comunicador. – Tesumi ¿Cómo hago para que esta cascara de madera me lleve a la base? – Escuchó las instrucciones por parte de la chica y soltó un enorme suspiro para después colgar. No había entendido gran cosa pero ya se las apañaría. Lo que sí pudo ver fueron un par de barcos de la marina que se acercaban desde el Sur. Cuando llegasen a la isla él ya estaría lo suficiente lejos para que le involucrasen en algo. Ban era muy listo para aquellas cosas y se le daba muy bien escabullirse. Lo que hizo a continuación fue sentarse en la borda y sacó a Cladón empezando a limpiarla. Debía tener bien cuidadas sus arma y tenía tiempo de sobra por el camino.
Cuando al loco le dio por terminar su maldito acto hizo algo raro con el guarda y después salió a fuera. El espadachín no pensaba quedarse allí para cuando viniesen los marines y soltó un suspiro para después mirar a aquellas personas. – Caballeros continúen con lo suyo. Si vuelve a entrar le mataré. – Dicho aquello se dio la vuelta y traspasó el umbral de la puerta con una mirada calmada. En ese momento aquel chalado trató de darle un abrazo al mafioso. Éste rápidamente frunció el ceño y se volvió intangible por lo que aquel peliverde se había abrazado a una masa de magma ardiendo y seguramente se habría quemado como nunca. De hecho incluso podía haberse jodido vivo debido a la temperatura a la que estaba el cuerpo de aquel castaño. Ban solía ser social y amable pero ese hombre ya le había metido en demasiados líos. Primero con la marina, después con un banco ¿Lo siguiente que iba a ser? No daría la oportunidad de que fuese nada.
Entonces escuchó a aquella persona pedirle su número de den den mushi. Ni de coña pensaba dárselo. Es más, no deseaba volver a encontrarse con aquel hombre en su vida. Encima de nuevo le había llamado mano derecha, si no lo mató fue ya por un poco de pena. Empezó a pensar que tal vez el hombre no tenía culpa de estar como una cabra. – No tengo den den mushi. De todas formas es el momento de que desaparezca, Jack. – Cuando lo vio marcharse soltó un enorme suspiro pues era el hombre más feliz del mundo en ese momento. Metió ambas manos en los bolsillos y empezó a caminar alejándose tranquilamente de aquel lugar. No iba a volver a pisar aquella isla en años por miedo a encontrarse con ese hombre. Al paso que iba no tardaría en tener un precio y todos los cazadores irían tras él. De hecho incluso el mafioso podía unirse a la caza si resultaba un dinero muy tentador. Uno no estaba hecho de piedra y tenía sus avaricias personales.
Después de unos quince minutos caminando por la nieve llegó hasta su barco. La nieve caía del cielo desde hacía ya un rato pero no era algo que importase al príncipe serpiente. Usó la tablilla para entrar a cubierta y allí se acercó despacio al timón. No sabía nada de navegación pero al menos podría saca el navío de allí. Retiró el ancla y tras poner rumbo hacia cualquier lugar tomó su comunicador. – Tesumi ¿Cómo hago para que esta cascara de madera me lleve a la base? – Escuchó las instrucciones por parte de la chica y soltó un enorme suspiro para después colgar. No había entendido gran cosa pero ya se las apañaría. Lo que sí pudo ver fueron un par de barcos de la marina que se acercaban desde el Sur. Cuando llegasen a la isla él ya estaría lo suficiente lejos para que le involucrasen en algo. Ban era muy listo para aquellas cosas y se le daba muy bien escabullirse. Lo que hizo a continuación fue sentarse en la borda y sacó a Cladón empezando a limpiarla. Debía tener bien cuidadas sus arma y tenía tiempo de sobra por el camino.
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