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- ¡Ven aquí, estúpido mono! -Gritaba el príncipe, mientras perseguía a un mono por los árboles.
El mono llevaba en las manos una manzana que el príncipe estaba a punto de comerse. Se la había quitado de sus propias manos, y aquello era algo que Zuko no iba a tolerar. El mono saltaba de rama en rama y Zuko lo seguía, saltando de rama en rama e impulsándose con los pies para perseguir a la ágil bestia.
- ¡Por mi honor, detente y no seré malo contigo!
El mono contestó con un grito burlón. El príncipe frunció el ceño y gruñó, mientras se colgaba de una rama con las manos y se balanceaba, saltando hacia delante para volver a usar los pies. El moreno sorteaba ramas y hojas que se le ponían delante mientras perseguía al primate, pero no fue capaz de ver una de ellas. Se golpeó en la frente con una gruesa rama y cayó al suelo de espaldas desde el árbol. Perdió la respiración un segundo mientras escuchaba como el mono gritaba y se alejaba entre las ramas. El príncipe gruñó y golpeó el suelo con el puño. Entonces, en un gesto sobredramático, levantó el puño hacia arriba sin levantarse.
-Juro que me vengaré, maldito mono. Recuperaré mi manzana.
El mono llevaba en las manos una manzana que el príncipe estaba a punto de comerse. Se la había quitado de sus propias manos, y aquello era algo que Zuko no iba a tolerar. El mono saltaba de rama en rama y Zuko lo seguía, saltando de rama en rama e impulsándose con los pies para perseguir a la ágil bestia.
- ¡Por mi honor, detente y no seré malo contigo!
El mono contestó con un grito burlón. El príncipe frunció el ceño y gruñó, mientras se colgaba de una rama con las manos y se balanceaba, saltando hacia delante para volver a usar los pies. El moreno sorteaba ramas y hojas que se le ponían delante mientras perseguía al primate, pero no fue capaz de ver una de ellas. Se golpeó en la frente con una gruesa rama y cayó al suelo de espaldas desde el árbol. Perdió la respiración un segundo mientras escuchaba como el mono gritaba y se alejaba entre las ramas. El príncipe gruñó y golpeó el suelo con el puño. Entonces, en un gesto sobredramático, levantó el puño hacia arriba sin levantarse.
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Reddo Teikoku florecía de mi mano como Emperador. Tenía una bella mujer a mi lado. Mi madre al otro y todo el pueblo alabándome. Gracias a mí, habíamos conseguido un desarrollo sin igual. Tratos con otras islas que ayudaron a nuestra economía y que no todo se tuviera que velar por las directrices del Emperador, osea yo. La hormona de la felicidad se respiraba en el aire y, como una medida protectora y de gran alcance, formé una alianza con el Gobierno Mundial. La idea no había sido mía, sino que había sido de mi madre. De hecho, gran parte de mis políticas, florecían de sus ideas y de las de mi esposa. Yo las analizaba, veías pro y contra, y las mejoraba antes de implementarlas. ¿Qué había sido de mis hermanos? Le prohibí volver a Azula, con una clara amenaza de muerte como tocara la isla. Y con Zuko tuvimos un acuerdo de no agresión…. Un sueño hecho realidad, la verdad….
– ¡Auch! – grité al sentir como es que una manzana me caía en la cabeza y me devolvía al mundo real. Estaba en un árbol, descansando y aprovechando la sombra de este. – Así se supone que se descubrió la gravedad. – Susurraba mientras me acariciaba la nuca. Bostecé de forma exagerada y fue entonces cuando lo vi. Un hombre se había dado un buen golpe en una rama y caía al suelo maldiciendo, de forma ridículamente exagerada, a un mono. ¿Qué le pasaba con los monos? Me quedé sentado mientras lo veía con cierta curiosidad. ¿Por qué me sonaba de algo? No lograba recordar donde lo había visto, pero se me hacía increíblemente familiar. ”Bueno… Tampoco me importa” – seguramente si no hablaba y no hacía nada, me ignoraría y se iría en la búsqueda de aquel mono que lo había “humillado” de una forma graciosa.
– ¡Auch! – grité al sentir como es que una manzana me caía en la cabeza y me devolvía al mundo real. Estaba en un árbol, descansando y aprovechando la sombra de este. – Así se supone que se descubrió la gravedad. – Susurraba mientras me acariciaba la nuca. Bostecé de forma exagerada y fue entonces cuando lo vi. Un hombre se había dado un buen golpe en una rama y caía al suelo maldiciendo, de forma ridículamente exagerada, a un mono. ¿Qué le pasaba con los monos? Me quedé sentado mientras lo veía con cierta curiosidad. ¿Por qué me sonaba de algo? No lograba recordar donde lo había visto, pero se me hacía increíblemente familiar. ”Bueno… Tampoco me importa” – seguramente si no hablaba y no hacía nada, me ignoraría y se iría en la búsqueda de aquel mono que lo había “humillado” de una forma graciosa.
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El chico se levantó, sacudiéndose la tierra de las ropas. Se apartó un mechón del largo pelo que le había quedado frente a la cara y suspiró. ¿Por qué perseguía monos? Tenía más dignidad que eso... Aunque aquel primate le había quitado su almuerzo. Estúpido primate.
El príncipe bostezó, cuando se dio cuenta de que a poca distancia había un tipo vestido de traje y corbata. ¿Por qué demonios iba así vestido a un sitio como aquel?
- Vaya. No sabía que ahora los monos sabían vestirse elegantes- Bromeó el príncipe-. Soy Zuko.
Se acercó al chico y le tendió la mano con una sonrisa, esperando presentarse. Lo cierto es que algo en aquel muchacho le hacía sentirse raro. Sus facciones, el color de sus ojos... Era como si estuviera en Reddo otra vez. Y aquello no era un sentimiento agradable. No podía poner un pie en Reddo, tal como había jurado ante su padre hará un tiempo, hasta que fuese lo suficientemente fuerte.
Lo cierto era que aún así, echaba de menos su isla. La gente en las calles era agradable, los bosques eran bonitos y, sobre todo, echaba de menos pasear con su hermana por la ciudad. Por suerte, aún tenía a esta cerca, aunque sentía que esta se alejaba cada vez más sin remedio.
El príncipe bostezó, cuando se dio cuenta de que a poca distancia había un tipo vestido de traje y corbata. ¿Por qué demonios iba así vestido a un sitio como aquel?
- Vaya. No sabía que ahora los monos sabían vestirse elegantes- Bromeó el príncipe-. Soy Zuko.
Se acercó al chico y le tendió la mano con una sonrisa, esperando presentarse. Lo cierto es que algo en aquel muchacho le hacía sentirse raro. Sus facciones, el color de sus ojos... Era como si estuviera en Reddo otra vez. Y aquello no era un sentimiento agradable. No podía poner un pie en Reddo, tal como había jurado ante su padre hará un tiempo, hasta que fuese lo suficientemente fuerte.
Lo cierto era que aún así, echaba de menos su isla. La gente en las calles era agradable, los bosques eran bonitos y, sobre todo, echaba de menos pasear con su hermana por la ciudad. Por suerte, aún tenía a esta cerca, aunque sentía que esta se alejaba cada vez más sin remedio.
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”No es cierto….” – ignoré su broma por completo y le presté atención a su nombre. Era Zuko. De fie, frente a mí, como si la cosa no fuera importante. ¿Qué tanta mala suerte debía tener? Recordaba con claridad que mi madre lo describía como un hombre muy diferente a Azula y, la verdad, no tenía idea si eso era cierto o no. Suspiré con calma y me levanté, aprovechando de esa manera, devolverle el saludo. ”Que simplemente… Fluya” – tenía que ser natural. Era claro que no podía hacer lo mismo que hice con ella, no podía mentir, a final de cuentas, no sabía engañar a nadie y mentir se me daba pésimo. Solo quedaba estar preparado para todo. ”Menuda suerte la mía, ¿no?” – me apoyé en el árbol y me crucé de brazos.
– Soy Ushio. – No tenía idea de cómo iba a reaccionar. Seguía preguntándome como, en un lugar alejado de la mano de Dios, me encontraba con él. No tenía detalles de por qué no estaba en Reddo, apenas había algo de información en el diario de mi madre y preguntarle, de buenas a primeras, seguramente, sería algo así como una sentencia de muerte. ”Odio estas situaciones, en serio” – no me sentía cómodo hablando con cualquiera de los mellizos. Solía ser alguien tranquilo y me jactaba de poder controlar mis emociones, pero… Ante ellos, era casi imposible. ¿Qué debía hacer ahora? No tenía muchas ideas y, salvando que el atacara, no tenía muchas razones para hacerlo de vuelta. Ni siquiera tenía razones para ser hostil, solo iba a dejar que las cosas tomarán su ritmo y no iba a presionar nada…. ¿Qué es lo que iba a pasar?
– Soy Ushio. – No tenía idea de cómo iba a reaccionar. Seguía preguntándome como, en un lugar alejado de la mano de Dios, me encontraba con él. No tenía detalles de por qué no estaba en Reddo, apenas había algo de información en el diario de mi madre y preguntarle, de buenas a primeras, seguramente, sería algo así como una sentencia de muerte. ”Odio estas situaciones, en serio” – no me sentía cómodo hablando con cualquiera de los mellizos. Solía ser alguien tranquilo y me jactaba de poder controlar mis emociones, pero… Ante ellos, era casi imposible. ¿Qué debía hacer ahora? No tenía muchas ideas y, salvando que el atacara, no tenía muchas razones para hacerlo de vuelta. Ni siquiera tenía razones para ser hostil, solo iba a dejar que las cosas tomarán su ritmo y no iba a presionar nada…. ¿Qué es lo que iba a pasar?
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"Ushio..."
El nombre resonaba por las paredes de su mente como un lejano recuerdo. Lo había oído antes, sin duda, pero... ¿Dónde? ¿Cuándo? Escudriñó la cara del trajeado con los ojos unos segundos, buscando facciones familiares, pero lo único que podía reconocer eran los ojos ambarinos, bastante comunes en la familia real de la que el antiguo príncipe provenía. ¿Tendría alguna relación? Tal vez un familiar lejano, los Kasai tenían primos y nobles esparcidos por las islas que formaban parte del Imperio del Fuego. Pero aunque así fuese, eso no explicaba la familiaridad que tenía con el nombre Ushio. Zuko no había conocido a ninguna familia derivada de los Kasai, a excepción de los Beifong, pero estos eran los más distintos físicamente a la familia real del imperio.
- Es un placer, Ushio.
No quería convertir aquello en una batalla de dialectos por saber más del otro, pero la curiosidad sobre el trajeado lo corroía por dentro cada vez más. Miró hacia arriba, a la rama con la que se había golpeado, y dio un largo silbido, intentando adoptar una postura y forma de hablar más casual.
- Menudo leñazo me he pegado, ¿eh? Por cierto, Ushio, ¿De dónde eres? No es común que haya gente por aquí.
El nombre resonaba por las paredes de su mente como un lejano recuerdo. Lo había oído antes, sin duda, pero... ¿Dónde? ¿Cuándo? Escudriñó la cara del trajeado con los ojos unos segundos, buscando facciones familiares, pero lo único que podía reconocer eran los ojos ambarinos, bastante comunes en la familia real de la que el antiguo príncipe provenía. ¿Tendría alguna relación? Tal vez un familiar lejano, los Kasai tenían primos y nobles esparcidos por las islas que formaban parte del Imperio del Fuego. Pero aunque así fuese, eso no explicaba la familiaridad que tenía con el nombre Ushio. Zuko no había conocido a ninguna familia derivada de los Kasai, a excepción de los Beifong, pero estos eran los más distintos físicamente a la familia real del imperio.
- Es un placer, Ushio.
No quería convertir aquello en una batalla de dialectos por saber más del otro, pero la curiosidad sobre el trajeado lo corroía por dentro cada vez más. Miró hacia arriba, a la rama con la que se había golpeado, y dio un largo silbido, intentando adoptar una postura y forma de hablar más casual.
- Menudo leñazo me he pegado, ¿eh? Por cierto, Ushio, ¿De dónde eres? No es común que haya gente por aquí.
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Al parecer, no me recordaba o no asociaba mi nombre a algo. Lo cual, en cierta parte, era factible. Yo apenas había dejado rastros en Reddo y mi madre me había llevado lejos antes de tener siquiera consciencia. ”Aunque, si es como lo describen, no debería tantos problemas” – suspiré de forma tranquila y me terminé de acomodar en aquel árbol. El clima no estaba mal y se estaba fresquito bajo la sombra de éste. Preguntó de donde era y fue ahí cuando sentí una extraña presión en mi pecho. ¿Qué debía decirle? Nunca había sido muy bueno mintiendo y, en cierto modo, tampoco me gustaba mucho. Nunca me consideré de ellos que ocultaran la verdad, pero… Ahora era necesario. Justo en estos instantes, era necesario. ”¿Qué haré si me descubre?” – Si era como Azula, no tardaría mucho en descubrir la verdad. ¿Qué debía hacer? Volví a suspirar con algo de pesadez.
– Soy de una isla sin nombre del Grand Line – dije de forma calmada, tratando de sonar natural. Sentía curiosidad por saber qué le había pasado en su cara. – Si no es mucha intromisión, ¿qué te pasó en la cara? – Le pregunté algo más relajado. Quizás no lo demostraba por fuera, pero por dentro estaba nervioso, me sentía algo tímido y su poderosa presencia no ayudaba en nada. Si esto acababa en alguna lucha, tenía todas las de perder. ”Solo relájate, Ushio” – me dije a mi mismo tratando de recuperar el control de mi cuerpo y de mis sensaciones.
– Soy de una isla sin nombre del Grand Line – dije de forma calmada, tratando de sonar natural. Sentía curiosidad por saber qué le había pasado en su cara. – Si no es mucha intromisión, ¿qué te pasó en la cara? – Le pregunté algo más relajado. Quizás no lo demostraba por fuera, pero por dentro estaba nervioso, me sentía algo tímido y su poderosa presencia no ayudaba en nada. Si esto acababa en alguna lucha, tenía todas las de perder. ”Solo relájate, Ushio” – me dije a mi mismo tratando de recuperar el control de mi cuerpo y de mis sensaciones.
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"Una isla sin nombre del Grand Line..."
El dragón seguía escudriñando los rasgos de Ushio. Cada vez le quedaba más claro que podría tener alguna relación con su familia. Sobre todo por el hecho de que se parecía su tío Iroh cuando este era joven. ¿Podría ser... su primo? No, imposible. Kazemaru había desaparecido en la guerra, sí. Sin embargo, el chico que tenía enfrente parecía demasiado joven para ser su primo, el cual tenía ya los dieciseis años cuando Zuko era un crío de cinco.
- Ah, bueno... Digamos que... Es lo que ocurre cuando intentas poner tus ideales sobre los del honor de tu familia.
Si era de Reddo, debía conocer la historia de Zuko el deshonrado, seguro. El joven miró a los lados, algo confuso. Tal vez debía preguntarle directamente si era de Reddo. Sí, corría el riesgo de que fuese un enviado de su padre que lo buscaba para entregarlo por su accidentada huida. En ese caso, no tendría más que luchar y defenderse. Se cruzó de brazos y miró a Ushio.
- Ushio... ¿Eres de Reddo Teikoku, verdad?
El dragón seguía escudriñando los rasgos de Ushio. Cada vez le quedaba más claro que podría tener alguna relación con su familia. Sobre todo por el hecho de que se parecía su tío Iroh cuando este era joven. ¿Podría ser... su primo? No, imposible. Kazemaru había desaparecido en la guerra, sí. Sin embargo, el chico que tenía enfrente parecía demasiado joven para ser su primo, el cual tenía ya los dieciseis años cuando Zuko era un crío de cinco.
- Ah, bueno... Digamos que... Es lo que ocurre cuando intentas poner tus ideales sobre los del honor de tu familia.
Si era de Reddo, debía conocer la historia de Zuko el deshonrado, seguro. El joven miró a los lados, algo confuso. Tal vez debía preguntarle directamente si era de Reddo. Sí, corría el riesgo de que fuese un enviado de su padre que lo buscaba para entregarlo por su accidentada huida. En ese caso, no tendría más que luchar y defenderse. Se cruzó de brazos y miró a Ushio.
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¿Por qué mentía? ¿Por qué no era capaz de afrontar la verdad de cara? Parecía un idiota tratando de esconderse, de vivir siempre con el miedo de que alguien lo atacara o traicionara; vivía siempre con miedo. Su fuera no era capaz de suprimir aquel terror que sentía de solo pensar en las posibilidades de que una enorme pelea estallara y él acabara muerto. Dejaría de lado a sus amigos, a su banda, a todos los que en su día confiaron en él… En su tan sobreestimada fuerza. Escuchó a Zuko y no pudo evitar sorprenderse. ”¿Se la hizo Ozai? Vaya..” – suspiró con calma y sonrió de medio lado… ¿Qué había pasado entre esos dos? Aunque, no podía asegurar que el mismo emperador le hubiera hecho aquella cicatriz, pero tampoco es que se le ocurrieran más posibles teorías.
No era tonto, sabía que tarde o temprano Zuko se iba a terminar dando cuenta de quién era realmente. Y con la pregunta que le había hecho, ya solo era cuestión de unos segundos más u otra pregunta que lograra, finalmente, acorralarlo. No se veía capaz de seguir alargando la mentira… Compartían ciertos rasgos familiares y cualquier idiota diría la similitud entre ellos. ”¿Qué debo hacer?” - pensó mientras trataba de encontrar una solución. ¿Existía alguna? No podía negar que fuera complicado, que fuera casi imposible engañar a Zuko o esconder su verdadero origen. Quizás solo debía afrontar la verdad y ver qué sucedía.
– Sí, Zuko. Soy de Reddo. – Guardó silencio… Si él lograba hilar todo, aceptaría todo y afrontaría cualquier consecuencia. Si no… Sería salvado por obra de algún extraño milagro. Era hora de dejar todo a la suerte.
No era tonto, sabía que tarde o temprano Zuko se iba a terminar dando cuenta de quién era realmente. Y con la pregunta que le había hecho, ya solo era cuestión de unos segundos más u otra pregunta que lograra, finalmente, acorralarlo. No se veía capaz de seguir alargando la mentira… Compartían ciertos rasgos familiares y cualquier idiota diría la similitud entre ellos. ”¿Qué debo hacer?” - pensó mientras trataba de encontrar una solución. ¿Existía alguna? No podía negar que fuera complicado, que fuera casi imposible engañar a Zuko o esconder su verdadero origen. Quizás solo debía afrontar la verdad y ver qué sucedía.
– Sí, Zuko. Soy de Reddo. – Guardó silencio… Si él lograba hilar todo, aceptaría todo y afrontaría cualquier consecuencia. Si no… Sería salvado por obra de algún extraño milagro. Era hora de dejar todo a la suerte.
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