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Después de haber conocido a Cooper en aquella isla del Sur, Zero había continuado su camino hasta Galuna. Isla que llevaba una buena forma de vida gracias al gobierno y a la constante protección que el Shichibukai Uchiha Madara les daba. Eso decían los rumores, pero no creía ver a aquel tipo ese día. El temporal estaba bastante mal y las nubes negras que se acercaban indicaban que iba a haber tormenta. Cuando llovía, todas las personas se refugiaban, pero al moreno que iba a ir de visita, le encantaba quedarse bajo ella. Era posible que aquello lo hubiese heredado de su padre. De todas formas no pasaba mucho tiempo con su madre como para preguntarle su opinión sobre la lluvia. Se tiraba las semanas con su padre o cazando criminales, aquello era una vida de la que no se quejaba. Tan solo le daba rabia no poder atacar a los marines.
El luchador estaba llegando en un pequeño barco de madera. Los dueños eran un par de pescadores que solían ayudar a las personas a llegar a destinos a los que ellos también fuesen. Había tenido mucha suerte de que aquellos tipos se dirigiesen a Galuna desde la isla tropical del Sur. En ese momento Zero estaba en lo alto de la borda, mirando el puerto con calma. Llevaba su kimono naranja de siempre, con el símbolo del Zan nin na. Era el estilo de lucha de su padre y el cual había aprendido también. En su espalda portaba una vara roja de madera y una pequeña mochila dónde llevaba sus cosas. En los pies unas sandalias marrones. Estaba bastante calmado y tenía una expresión calmada y tranquila. No podía esperar a comer en algún bar con el poco dinero que poseía. El hambre se estaba apoderando de él. Entonces fue cuando les hizo una señal a aquellos hombres con la mano y saltó del navío.
Sus pies aterrizaron en la madera de uno de los muelles del puerto. Entonces comenzó a caminar con toda la calma del mundo. Su musculatura era bastante buena y por ello las personas que se hallaban pescando le miraban de forma fija. Al parecer no estaban acostumbrados a sujetos de aquel tipo. A él le daba lo mismo y continuaba tranquilamente mirando a su alrededor, buscando un puesto de comida o sitios dónde poder entrar a pedir algo. No tenía nada de calor debido al tiempo y eso le abría muchísimo más el apetito. Pasó por un puesto de verduras que ofrecían lechugas a buen precio. Pasó de él sin mirar ni siquiera. Le apetecía carne, fideos o cualquier cosa que no estuviese fría. También había heredado aquello de su padre. Metió la mano en su bolsillo, sacando su cartera roja y mirando lo que tenía en el interior.
El luchador estaba llegando en un pequeño barco de madera. Los dueños eran un par de pescadores que solían ayudar a las personas a llegar a destinos a los que ellos también fuesen. Había tenido mucha suerte de que aquellos tipos se dirigiesen a Galuna desde la isla tropical del Sur. En ese momento Zero estaba en lo alto de la borda, mirando el puerto con calma. Llevaba su kimono naranja de siempre, con el símbolo del Zan nin na. Era el estilo de lucha de su padre y el cual había aprendido también. En su espalda portaba una vara roja de madera y una pequeña mochila dónde llevaba sus cosas. En los pies unas sandalias marrones. Estaba bastante calmado y tenía una expresión calmada y tranquila. No podía esperar a comer en algún bar con el poco dinero que poseía. El hambre se estaba apoderando de él. Entonces fue cuando les hizo una señal a aquellos hombres con la mano y saltó del navío.
Sus pies aterrizaron en la madera de uno de los muelles del puerto. Entonces comenzó a caminar con toda la calma del mundo. Su musculatura era bastante buena y por ello las personas que se hallaban pescando le miraban de forma fija. Al parecer no estaban acostumbrados a sujetos de aquel tipo. A él le daba lo mismo y continuaba tranquilamente mirando a su alrededor, buscando un puesto de comida o sitios dónde poder entrar a pedir algo. No tenía nada de calor debido al tiempo y eso le abría muchísimo más el apetito. Pasó por un puesto de verduras que ofrecían lechugas a buen precio. Pasó de él sin mirar ni siquiera. Le apetecía carne, fideos o cualquier cosa que no estuviese fría. También había heredado aquello de su padre. Metió la mano en su bolsillo, sacando su cartera roja y mirando lo que tenía en el interior.
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Era casi la hora de comer y Jung Su tenía hambre. El joven chiquillo de pelo naranja se encontraba en un barco pesquero dirigiéndose a su próximo destino, Isla Galuna. No tenía mucho dinero, así que no iba a gastarse mucho en comida, con suerte tan sólo comería palomitas. Llevaba días alimentándose de pescado y algo de fruta, ya estaba harto de eso, necesitaba algo dulce. A parte, el olor a pescado y a mar que desprendía aquel barco no ayudaba en nada, y el pequeño camarote con olor a húmedo, tampoco. Tan sólo portaba su kimono naranja una manzana en el bolsillo. Salió del camarote, escuchando el sonido de la madera casi podrida crujir. El cielo estaba nublado, pareciera que la lluvia estaba de camino y eso no ayudaba en nada al pobre joven. Se acercó al jefe del pequeño navío y le dio el dinero del viaje. No era muy caro, pero tampoco barato.
Había llegado ya a la isla Galuna, esperó que el barco lanzara las anclas y que desplegaran las escaleras para bajar de aquel barco húmedo. Comenzó a caminar por el puerto, pisando las tablas de madera de roble que le recordaban a uno de sus entrenamientos, o mejor dicho, a su enfrentamiento con su gran enemigo. El árbol de satanás. Se podía ver que llevaba sus nudillos vendados por culpa de sus entrenamientos duros, ya que de tanto golpear paredes y árboles, tenía las manos repleta de heridas. Avanzó lentamente, mientras las miradas de las personas de aquel lugar se centraban en él. "¿Qué hace un chiquillo de doce años navegando sólo?" Escuchaba a la gente chismorrear. No era un maldito niño, sino un joven de dieciséis con problemas de crecimiento.
Mientras caminaba y escuchaba a la gente parlotear sobre él, se dio cuenta de algo, de algo que le encantó. Había una joven de unos dieciocho delante de él, con unos pantalones tejanos ajustados que le hacían marcar un redondo trasero. A parte de eso, vestía con una chaqueta de cuero marrón y tenía una larga cabellera de color dorada. Jung Su fue detrás de ella, viendo que entraba a una especie de bar y se sentaba en la barra. Antes de entrar a ese lugar, vio a un hombre alto y fuerte con un kimono parecido al que él llevaba, de color naranja. "Ojalá yo fuese tan alto como él." Pensó. Quería crecer, era uno de sus sueños, no quería quedarse cómo niño de por vida. Entró al bar y se sentó en una de las mesas. El camarero se acercó a él.
- ¿Qué desea, joven? - Preguntó el camarero con una jarra de cerveza en la mano, limpiándola con una servilleta.
- Si hay palomitas, trae unas con sabor dulce, necesito algo dulce. - Dijo Jung Su mientras su estómago rugía. Ya era hora de comer algo dulce y dejar el pescado y las frutas atrás. - ¡Ah! ¡Y también un zumo de frambuesa! - Recalcó.
Había llegado ya a la isla Galuna, esperó que el barco lanzara las anclas y que desplegaran las escaleras para bajar de aquel barco húmedo. Comenzó a caminar por el puerto, pisando las tablas de madera de roble que le recordaban a uno de sus entrenamientos, o mejor dicho, a su enfrentamiento con su gran enemigo. El árbol de satanás. Se podía ver que llevaba sus nudillos vendados por culpa de sus entrenamientos duros, ya que de tanto golpear paredes y árboles, tenía las manos repleta de heridas. Avanzó lentamente, mientras las miradas de las personas de aquel lugar se centraban en él. "¿Qué hace un chiquillo de doce años navegando sólo?" Escuchaba a la gente chismorrear. No era un maldito niño, sino un joven de dieciséis con problemas de crecimiento.
Mientras caminaba y escuchaba a la gente parlotear sobre él, se dio cuenta de algo, de algo que le encantó. Había una joven de unos dieciocho delante de él, con unos pantalones tejanos ajustados que le hacían marcar un redondo trasero. A parte de eso, vestía con una chaqueta de cuero marrón y tenía una larga cabellera de color dorada. Jung Su fue detrás de ella, viendo que entraba a una especie de bar y se sentaba en la barra. Antes de entrar a ese lugar, vio a un hombre alto y fuerte con un kimono parecido al que él llevaba, de color naranja. "Ojalá yo fuese tan alto como él." Pensó. Quería crecer, era uno de sus sueños, no quería quedarse cómo niño de por vida. Entró al bar y se sentó en una de las mesas. El camarero se acercó a él.
- ¿Qué desea, joven? - Preguntó el camarero con una jarra de cerveza en la mano, limpiándola con una servilleta.
- Si hay palomitas, trae unas con sabor dulce, necesito algo dulce. - Dijo Jung Su mientras su estómago rugía. Ya era hora de comer algo dulce y dejar el pescado y las frutas atrás. - ¡Ah! ¡Y también un zumo de frambuesa! - Recalcó.
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Después de unos momentos, el cazador se dio cuenta de que llevaba una cantidad suficiente para comer. Por suerte tenía más reservas en la mochila, pero eran meras frutas, de las cuales ya estaba más que harto. Durante sus viajes solo se había alimentado de manzanas y peras. Era una situación un poco sofocante y por ello deseaba un solomillo de los más ricos del planeta. En ese momento soltó un suspiro mirando al cielo. Una pequeña gota de agua cayó en su mejilla y por ello arqueó una ceja, dándose cuenta de que iba a caer la de Dios. No había que ser un genio para adivinar aquello y más cuando todo el tormentazo comenzó a caerle encima. Sus cabellos no tardaron mucho en quedar completamente empapados y por ello soltó un suspiro enorme. No debía arriesgarse a que las cosas de su mochila terminasen en un estado similar y por ello miró rápidamente a su alrededor. Pudo ver un bar y sin pensárselo entró a toda prisa.
Nada más hacerlo se limpió los restos de agua con la mano y miró a su alrededor. Había pocas personas pero una de ellas parecía estar sentada en la barra. Un chico de cabellos claros y con un kimono similar al suyo. El color era un poco más pálido pero no era un dato que importase mucho. Escuchó como el chico pedía palomitas y aquello le hizo alzar la ceja. No entendía el por qué de ese pedido. Tal vez amaba esa comida y decidió no hacer muchas preguntas. Él simplemente esperó a que trajesen el pedido del otro chico y después pidió él lo suyo. – ¡Yo quiero un solomillo a la pimienta con un refresco de limón! – El camarero asintió pero le advirtió que eso iba a tardar un poco más en hacerse. El moreno no tenía prisa y asintió con la cabeza para después soltar un leve suspiro.
La verdad es que su objetivo estaba cumplido pero no podía evitar mirar el kimono del otro chico. Dejó la mochila en el asiento de al lado junto a la vara de madera y después mostró una expresión calmada mientras dirigía su mirada al chico de cabellos naranjas. – Perdona ¿Tienes un estilo de lucha o algo por el estilo? – Dijo con un tono de voz calmado mientras se limpiaba un poco uno de sus mechones. Le llamaba mucho la atención la gente que luchaba cuerpo a cuerpo como él. No esperaba una respuesta pues por el momento había conocido a tres personas agradables. El resto resultaban ser unos bordes que no dirigían la palabra. Esperaba que aquel chico fuese distinto. – Oh, que descortés, perdona. Mi nombre es Zero, Zero Lars. – Mencionó entonces presentándose para entablar la conversación de forma más cómoda. La lluvia caía con una violencia impresionante y aquello podía significar que no iban a salir en mucho o a lo mejor no. Él estaba deseando salir pero dejar su mochila allí era peligroso, pero no quería mojar sus cosas. Estaba en un dilema de los complicados.
Nada más hacerlo se limpió los restos de agua con la mano y miró a su alrededor. Había pocas personas pero una de ellas parecía estar sentada en la barra. Un chico de cabellos claros y con un kimono similar al suyo. El color era un poco más pálido pero no era un dato que importase mucho. Escuchó como el chico pedía palomitas y aquello le hizo alzar la ceja. No entendía el por qué de ese pedido. Tal vez amaba esa comida y decidió no hacer muchas preguntas. Él simplemente esperó a que trajesen el pedido del otro chico y después pidió él lo suyo. – ¡Yo quiero un solomillo a la pimienta con un refresco de limón! – El camarero asintió pero le advirtió que eso iba a tardar un poco más en hacerse. El moreno no tenía prisa y asintió con la cabeza para después soltar un leve suspiro.
La verdad es que su objetivo estaba cumplido pero no podía evitar mirar el kimono del otro chico. Dejó la mochila en el asiento de al lado junto a la vara de madera y después mostró una expresión calmada mientras dirigía su mirada al chico de cabellos naranjas. – Perdona ¿Tienes un estilo de lucha o algo por el estilo? – Dijo con un tono de voz calmado mientras se limpiaba un poco uno de sus mechones. Le llamaba mucho la atención la gente que luchaba cuerpo a cuerpo como él. No esperaba una respuesta pues por el momento había conocido a tres personas agradables. El resto resultaban ser unos bordes que no dirigían la palabra. Esperaba que aquel chico fuese distinto. – Oh, que descortés, perdona. Mi nombre es Zero, Zero Lars. – Mencionó entonces presentándose para entablar la conversación de forma más cómoda. La lluvia caía con una violencia impresionante y aquello podía significar que no iban a salir en mucho o a lo mejor no. Él estaba deseando salir pero dejar su mochila allí era peligroso, pero no quería mojar sus cosas. Estaba en un dilema de los complicados.
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Mientras Jung esperaba su plato favorito, palomitas, escuchó cómo comenzó a llover. Las gotas de agua caían con fluidez, rebotando contra los cristales de aquel lugar. Incluso en momentos clave se podía escuchar tronar, grandes estruendos que llenaban la isla. Sin duda no hacía buen tiempo y eso molestaba al joven, aunque no tanto. Se dio cuenta que gracias a la lluvia quedaría en aquel bar durante un largo rato, mirando a aquella belleza de mujer. Ahora podía mirarle la cara, unos ojos grandes y de color zafiro, con unos labios carnosos y color rosados. Era una diosa para él, ojalá pudiese acercarse a ella e intentar ligar, lástima de su pequeña estatura.
Por fin le trajeron las palomitas, ya era hora, se estaba muriendo de hambre. Comenzó a comer mientras bebía del zumo recién exprimido, cuando de pronto entró a aquel lugar el tipo alto y fuerte que había visto momentos antes. Su cabello era negro y de punta, con el kimono naranja. Le picaba la curiosidad a Jung de qué hacía un, aparentemente luchador, en aquel lugar. ¿Tal vez venía de Isla Puño, cómo él? Escuchó su voz, fuerte, mientras pedía un solomillo. Acto después aquel hombre se dirigió hacia Jung tras dejar una mochila y un bo de madera. El moreno le preguntó al chico sobre si tenía un estilo de lucha o algo parecido, sin olvidarse de presentarse momentos después. Jung dejó el zumo de frambuesa en la mesa, al igual que el bol de palomitas dulces, y mientras con una mano cogía un puñado de palomitas, asintió con la cabeza.
- Mi nombre es Jung Su, y claro que tengo un estilo de lucha, se llama Jet Explosión. – Decía tras meterse un puñado de palomitas en la boca. Tragó y continuó. – Se especializa sobretodo en la fuerza bruta. Por cierto… ¿Y tú, eres algún tipo de luchador? – Le preguntó mientras volvía a coger un puñado de palomitas.
Hacía mucho tiempo que Jung no conocía a un luchador, y al ver que le preguntaba sobre su estilo, pensó que Zero podría ser uno. Por fin había alguien que no pensaba que llevaba esa ropa cómo un disfraz, lo tomaban en serio por una vez en la vida. Dio un trago al zumo de frambuesa esperando la respuesta de aquel hombre. Quien sabe, tal vez podrían llegar a entrenar juntos si se dedicaba a algún estilo de lucha. Jung Su llevaba mucho tiempo entrenando sólo, si podía tener alguien que le acompañase, sería más divertido que enfrentarse a la diabólica naturaleza y sus endemoniados árboles.
Por fin le trajeron las palomitas, ya era hora, se estaba muriendo de hambre. Comenzó a comer mientras bebía del zumo recién exprimido, cuando de pronto entró a aquel lugar el tipo alto y fuerte que había visto momentos antes. Su cabello era negro y de punta, con el kimono naranja. Le picaba la curiosidad a Jung de qué hacía un, aparentemente luchador, en aquel lugar. ¿Tal vez venía de Isla Puño, cómo él? Escuchó su voz, fuerte, mientras pedía un solomillo. Acto después aquel hombre se dirigió hacia Jung tras dejar una mochila y un bo de madera. El moreno le preguntó al chico sobre si tenía un estilo de lucha o algo parecido, sin olvidarse de presentarse momentos después. Jung dejó el zumo de frambuesa en la mesa, al igual que el bol de palomitas dulces, y mientras con una mano cogía un puñado de palomitas, asintió con la cabeza.
- Mi nombre es Jung Su, y claro que tengo un estilo de lucha, se llama Jet Explosión. – Decía tras meterse un puñado de palomitas en la boca. Tragó y continuó. – Se especializa sobretodo en la fuerza bruta. Por cierto… ¿Y tú, eres algún tipo de luchador? – Le preguntó mientras volvía a coger un puñado de palomitas.
Hacía mucho tiempo que Jung no conocía a un luchador, y al ver que le preguntaba sobre su estilo, pensó que Zero podría ser uno. Por fin había alguien que no pensaba que llevaba esa ropa cómo un disfraz, lo tomaban en serio por una vez en la vida. Dio un trago al zumo de frambuesa esperando la respuesta de aquel hombre. Quien sabe, tal vez podrían llegar a entrenar juntos si se dedicaba a algún estilo de lucha. Jung Su llevaba mucho tiempo entrenando sólo, si podía tener alguien que le acompañase, sería más divertido que enfrentarse a la diabólica naturaleza y sus endemoniados árboles.
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La comida del moreno no tardó mucho más en llegar. Era un enorme pedazo de carne con una salsa jugosa y apetecible. El luchador tomó el tenedor y comenzó a comer despacio, sintiendo como aquella delicia le inundaba la boca. El sabor era perfecto y no quería parar de alimentarse de aquella carne tan suculenta. También le dio un trago a su bebida, notando la deliciosa acidez del limón recorrerle la garganta. Había invertido bastante bien su dinero y estaba orgulloso de ello. Las manzanas no podían compararse con aquel banquete de los dioses. No entendía como los demás no podían pedir más a menudo cosas de aquel tipo. Si él fuera el dueño de un restaurante, solo pondría cosas como aquella. Todo eran perfecciones en aquel plato. De hecho llevaba incluso una buena guarnición de patatas con una salsa más blanca. Sabía a alioli. Era una combinación muy buena.
Escuchó las palabras sobre el estilo de lucha del chico. Se parecía al suyo, al menos al que figuraba en la base del suyo, como el de su padre. En ese momento sonrió de lado observando cómo tomaba aquel puñado de palomitas. El zumo parecía tener buena pinta y todo. Entonces le hizo una pregunta que provocó una sonrisa ladeada en Zero. El chico lo miró de forma calmada para después contestarle en un tono tranquilo. – Así es. Soy de la rama del Zan nin na. Aunque estoy llevándolo por mi propio camino. Se basa en brutalidad también pero yo lo estoy modificando a un poco más de movilidad. – Una dijo aquello, soltó un leve suspiro y bebió de nuevo de su bebida. Se señaló el emblema del kimono naranja y después se relamió despacio. – Este es el escudo. Aunque ahora el único ser vivo que lo usa es mi padre. Los maestros primarios fueron asesinados. – Mencionó en un tono un poco más serio.
Cierto era que su padre era el único usuario de ese estilo. El suyo además de ser el mismo pero con mucha menos experiencia, era el Zan nin na extreme. Dónde llevaba sus capacidades al máximo para lograr lo mejor de lo mejor en el tema del cuerpo a cuerpo. Volvió a pinchar un trozo de carne y a masticarlo para después tragarlo. – ¿Le gusta la especialidad del chef? – Dijo el camarero con una sonrisa amable. En ese momento el moreno mostró una sonrisa calmada y le levantó el pulgar en señal de aprobación. – No he probado nada mejor en años. Sin duda es el mejor plato del planeta, señor. Dele las felicitaciones de mi parte. – Mencionó entonces para después cruzarse de brazos y entrecerrar los ojos. Metió la mano en su mochila y sacó un pequeño libro dónde indicaba muchísimas técnicas del estilo base. Una de ellas, la cual dominaba Drake, le molaba mucho. Se llamaba Ripera o utsu y era su siguiente meta. Dominar dicho poder. Lo malo es que el lobo blanco la había mejorado hasta un punto bestial que no creía dominar.
Un rayo retumbó entonces en el bar, cosa que hizo al joven luchador mirar por la ventana. El agua continuaba cayendo de forma violenta en la isla Norteña. Soltó un enorme suspiro y se colocó en pie, caminando hacia la ventana. Hallstat debía de estar cerca de allí. Había oído hablar de ella, pero nunca la había visitado y por ello tenía ganas de hacerlo. Volvió a su sitio, mirando al chico de cabellos naranjas. – ¿Qué opinión tienes sobre la marina? – Dejándose de formalidades, le habló sobre aquello de repente. Sus ojos estaban clavados en los suyos y su expresión era tranquila. Le interesaba muchísimo saber la respuesta del luchador. A lo mejor se llevaba una sorpresa o quizás no. Él al menos pensaba seguir con sus ideales ocultos, para de aquella forma no tener problemas con nadie del gobierno. No se consideraba lo suficientemente fuerte como para enfrentarse a uno de ellos por el momento. Pero tan solo debía entrenar y calmarse. Tenía mucha vida por delante para hacerlo y no pensaba rendirse. Por algo era el hijo del criminal más buscado tras los piratas pertenecientes al grupo llamado “yonkou”. No conocía a ninguno pero había oído hablar de un tal Legim. Quería conocer a aquel tipo pero por el momento era buena idea esperar. Debía de ganar poder primero, antes de ver a los tipos peligrosos sin salir mal parado. Podían ponerse violentos sin motivo.
Escuchó las palabras sobre el estilo de lucha del chico. Se parecía al suyo, al menos al que figuraba en la base del suyo, como el de su padre. En ese momento sonrió de lado observando cómo tomaba aquel puñado de palomitas. El zumo parecía tener buena pinta y todo. Entonces le hizo una pregunta que provocó una sonrisa ladeada en Zero. El chico lo miró de forma calmada para después contestarle en un tono tranquilo. – Así es. Soy de la rama del Zan nin na. Aunque estoy llevándolo por mi propio camino. Se basa en brutalidad también pero yo lo estoy modificando a un poco más de movilidad. – Una dijo aquello, soltó un leve suspiro y bebió de nuevo de su bebida. Se señaló el emblema del kimono naranja y después se relamió despacio. – Este es el escudo. Aunque ahora el único ser vivo que lo usa es mi padre. Los maestros primarios fueron asesinados. – Mencionó en un tono un poco más serio.
Cierto era que su padre era el único usuario de ese estilo. El suyo además de ser el mismo pero con mucha menos experiencia, era el Zan nin na extreme. Dónde llevaba sus capacidades al máximo para lograr lo mejor de lo mejor en el tema del cuerpo a cuerpo. Volvió a pinchar un trozo de carne y a masticarlo para después tragarlo. – ¿Le gusta la especialidad del chef? – Dijo el camarero con una sonrisa amable. En ese momento el moreno mostró una sonrisa calmada y le levantó el pulgar en señal de aprobación. – No he probado nada mejor en años. Sin duda es el mejor plato del planeta, señor. Dele las felicitaciones de mi parte. – Mencionó entonces para después cruzarse de brazos y entrecerrar los ojos. Metió la mano en su mochila y sacó un pequeño libro dónde indicaba muchísimas técnicas del estilo base. Una de ellas, la cual dominaba Drake, le molaba mucho. Se llamaba Ripera o utsu y era su siguiente meta. Dominar dicho poder. Lo malo es que el lobo blanco la había mejorado hasta un punto bestial que no creía dominar.
Un rayo retumbó entonces en el bar, cosa que hizo al joven luchador mirar por la ventana. El agua continuaba cayendo de forma violenta en la isla Norteña. Soltó un enorme suspiro y se colocó en pie, caminando hacia la ventana. Hallstat debía de estar cerca de allí. Había oído hablar de ella, pero nunca la había visitado y por ello tenía ganas de hacerlo. Volvió a su sitio, mirando al chico de cabellos naranjas. – ¿Qué opinión tienes sobre la marina? – Dejándose de formalidades, le habló sobre aquello de repente. Sus ojos estaban clavados en los suyos y su expresión era tranquila. Le interesaba muchísimo saber la respuesta del luchador. A lo mejor se llevaba una sorpresa o quizás no. Él al menos pensaba seguir con sus ideales ocultos, para de aquella forma no tener problemas con nadie del gobierno. No se consideraba lo suficientemente fuerte como para enfrentarse a uno de ellos por el momento. Pero tan solo debía entrenar y calmarse. Tenía mucha vida por delante para hacerlo y no pensaba rendirse. Por algo era el hijo del criminal más buscado tras los piratas pertenecientes al grupo llamado “yonkou”. No conocía a ninguno pero había oído hablar de un tal Legim. Quería conocer a aquel tipo pero por el momento era buena idea esperar. Debía de ganar poder primero, antes de ver a los tipos peligrosos sin salir mal parado. Podían ponerse violentos sin motivo.
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Jung Su miraba cómo Zero comía. Para tener un cuerpo tan grande, comía bastante despacio. El chico se imaginaba que alguien como ese tipo debería comer con velocidad y sin saborear. Pero en cuanto le dio el trago al zumo de limón, le entraron arcadas de sólo mirar. Jung Su odiaba el limón, no podía soportarlo y mucho menos su acidez. Sin embargo, seguía comiendo palomitas sin parar mientras miraba a Zero, era como estar viendo una película en el cine. Zero le dijo que su estilo era el Zan nin na, pero que lo estaba modificando. Eso le recordaba a él, ya que a pesar de utilizar el Jet Explosion, arte marcial de su familia, debía evolucionarlo, hacerlo mejor de lo que era. También le contó que el único vivo que utilizaba, a parte de él, su estilo de pelea era su padre, que los demás habían sido asesinados. Un rayo cayó cerca del lugar en el que se encontraban, por lo que hizo lo mismo que Zero, observar por la ventana. A pesar de su aspecto de niño, no tenía miedo a los rayos, lo cual era un logro. El moreno caminó hacia la ventana y luego volvió a sentarse, haciéndole una pregunta a Jung Su.
- Bueno, esa gente debe tener dinero, por lo que sí puedo aprovecharme de ellos para ser rico, lo haré. – Dijo mientras miraba su bolsillo, con tan sólo diez mil berries. – Eso sí, si plantan robles… Son mis enemigos. – Dijo ahora serio y sin pestañear. Lo decía alto y claro, convencido.
No entendía aquella pregunta del moreno, por eso se extrañó. La verdad es que el pequeño no se había planteado nunca nada sobre la marina o el gobierno. Lo único que sabía era que estaban forrados de dinero, o eso suponía, y que jamás había visto un solo berrie de ellos, cuando no hacía otra cosa más que vagar por el mundo, sin nada que comer ni beber. Pero igualmente lo único que le interesaba era el dinero, y da igual de dónde lo consiguiera, que intentaría lo que hiciese falta. Jung Su volvió a meterse un pequeño puñado de palomitas en la boca, y tras masticar y tragar se dispuso a seguir la conversación con Zero. Ya qué le había preguntado sobre el gobierno y sobre que pensaba, tenía interés en saber que pensaba el moreno.
- Entonces… ¿Y tú? ¿Qué piensas de ellos? – Dijo para justo después seguir comiendo palomitas, esperando la respuesta del moreno.
Algo tenía claro y era que aquella persona le resultaba interesante. Tal vez fuese fuerte, un buen rival o un buen aliado, si le ayudase a conseguir sus objetivos. Lo que estaba claro es que si era fuerte, Jung Su debía mantenerlo a su lado. El joven dio un sorbo del zumo de frambuesa y se distrajo por un momento, mirando el escote de la joven que había entrado al bar justo antes que él. Era bastante atractiva, por lo que no dudaría en hablar de mujeres con Zero. Lo que estaba claro es que quería saber su orientación sexual, ya que no se llevaba muy bien con los homosexuales, fueran del sexo que fueran. Y aún menos con los okamas.
- Bueno, esa gente debe tener dinero, por lo que sí puedo aprovecharme de ellos para ser rico, lo haré. – Dijo mientras miraba su bolsillo, con tan sólo diez mil berries. – Eso sí, si plantan robles… Son mis enemigos. – Dijo ahora serio y sin pestañear. Lo decía alto y claro, convencido.
No entendía aquella pregunta del moreno, por eso se extrañó. La verdad es que el pequeño no se había planteado nunca nada sobre la marina o el gobierno. Lo único que sabía era que estaban forrados de dinero, o eso suponía, y que jamás había visto un solo berrie de ellos, cuando no hacía otra cosa más que vagar por el mundo, sin nada que comer ni beber. Pero igualmente lo único que le interesaba era el dinero, y da igual de dónde lo consiguiera, que intentaría lo que hiciese falta. Jung Su volvió a meterse un pequeño puñado de palomitas en la boca, y tras masticar y tragar se dispuso a seguir la conversación con Zero. Ya qué le había preguntado sobre el gobierno y sobre que pensaba, tenía interés en saber que pensaba el moreno.
- Entonces… ¿Y tú? ¿Qué piensas de ellos? – Dijo para justo después seguir comiendo palomitas, esperando la respuesta del moreno.
Algo tenía claro y era que aquella persona le resultaba interesante. Tal vez fuese fuerte, un buen rival o un buen aliado, si le ayudase a conseguir sus objetivos. Lo que estaba claro es que si era fuerte, Jung Su debía mantenerlo a su lado. El joven dio un sorbo del zumo de frambuesa y se distrajo por un momento, mirando el escote de la joven que había entrado al bar justo antes que él. Era bastante atractiva, por lo que no dudaría en hablar de mujeres con Zero. Lo que estaba claro es que quería saber su orientación sexual, ya que no se llevaba muy bien con los homosexuales, fueran del sexo que fueran. Y aún menos con los okamas.
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El chico sonrió ante la respuesta de aquel chico. Aprovecharse de los marines era joderlo y eso iba con sus principios. Ellos fueron los causantes de la muerte de su tío Derian y debía de pagar muy caro aquello. Lo que no entendió fue lo del roble. Arqueó una ceja sin llegar a comprender a qué se refería. Era posible que fuera alérgico a aquel tipo de árbol o que hubiese algo en él que perjudicara la salud del pelinaranja. Podían ser varias cosas pero, el moreno no iba a hablarle de ello. A lo mejor era cosa de su pasado y no era bueno ir andando en lo ya ocurrido. Era mejor centrarse en el presente para mejorar lo de antaño. Era una de las formas de ver la vida, Zero le gustaba y por eso la utilizaba. Era mucho más listo que sus padres y por ello pensaba con frialdad y calma.
De repente el chico introdujo en su boca otro puñado de palomitas. Parecía disfrutar de su comida como ninguna otra persona. Entonces fue cuando él recibió la misma pregunta. Aquello hizo que el moreno mostrara una sonrisa amable. – “Es listo” – Pensó para sí mientras su rostro continuaba impasible en todo momento. Justo en ese momento, los ojos del chico se desviaron. Zero siguió la trayectoria y pudo ver como miraba a una joven que estaba allí sentada. El luchador entonces sonrió de forma calmada y le contestó con una simpleza impresionante. Como si lo que estuviese diciendo fuese la verdad y nada más. – Pues que mientras ayuden a los inocentes y no abusen de su poder, bienvenidos sean. – Claramente los odiaba. No tardó mucho entonces en terminar de darle un último trago a su refresco de limón. Después se le ocurrió un pequeña idea que podía ser divertida.
Se acercó despacio a aquella chica y la miró a los ojos con tranquilidad. Ella le miró también, preguntándose que podía querer aquel chico de ella. – Perdone señorita, mi socio es muy tímido pero, dice que está usted de muerte. – La chica no pudo evitar ruborizarse un poco. Quizás por el atrevimiento de Zero o por lo que el chico de cabellos naranjas podía sentir. – Puede que sea un poco bajito, pero tiene un gran corazón y lo que no es el corazón también. – Una vez dijo aquello se volvió a sentar junto al otro chico, mirándole con una sonrisa enfermiza. La chica entonces se acercó al luchador llamado Jung, lo que pasara en ese momento podía ser gracioso. Esperaba que el chico fuese un campeón y la sedujera al estilo macho wacho de pelo en pecho. Se quedaría observando con una mirada tranquila y comiendo. No había olvidado su cita con aquel precioso solomillo de los Dioses.
De repente el chico introdujo en su boca otro puñado de palomitas. Parecía disfrutar de su comida como ninguna otra persona. Entonces fue cuando él recibió la misma pregunta. Aquello hizo que el moreno mostrara una sonrisa amable. – “Es listo” – Pensó para sí mientras su rostro continuaba impasible en todo momento. Justo en ese momento, los ojos del chico se desviaron. Zero siguió la trayectoria y pudo ver como miraba a una joven que estaba allí sentada. El luchador entonces sonrió de forma calmada y le contestó con una simpleza impresionante. Como si lo que estuviese diciendo fuese la verdad y nada más. – Pues que mientras ayuden a los inocentes y no abusen de su poder, bienvenidos sean. – Claramente los odiaba. No tardó mucho entonces en terminar de darle un último trago a su refresco de limón. Después se le ocurrió un pequeña idea que podía ser divertida.
Se acercó despacio a aquella chica y la miró a los ojos con tranquilidad. Ella le miró también, preguntándose que podía querer aquel chico de ella. – Perdone señorita, mi socio es muy tímido pero, dice que está usted de muerte. – La chica no pudo evitar ruborizarse un poco. Quizás por el atrevimiento de Zero o por lo que el chico de cabellos naranjas podía sentir. – Puede que sea un poco bajito, pero tiene un gran corazón y lo que no es el corazón también. – Una vez dijo aquello se volvió a sentar junto al otro chico, mirándole con una sonrisa enfermiza. La chica entonces se acercó al luchador llamado Jung, lo que pasara en ese momento podía ser gracioso. Esperaba que el chico fuese un campeón y la sedujera al estilo macho wacho de pelo en pecho. Se quedaría observando con una mirada tranquila y comiendo. No había olvidado su cita con aquel precioso solomillo de los Dioses.
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Al parecer la contestación que le había dado Jung Su sobre lo de que pensaba sobre la marina le había hecho gracia a Zero. Pero era la pura verdad, si plantaban robles eran sus enemigos, y si tenían dinero se iba a aprovechar. Al parecer al moreno le parecía bien la marina mientras protegiesen a los inocentes, el problema para Jung Su era que no pensaba que hiciesen eso, ya que a él jamás le protegió nadie, tan sólo su madre. De nuevo le dio un trago a su refresco de limón, por lo que el pelinaranja desvió la mirada, evitando mirar aquella aberración. Parecía que Zero también estaba interesado en la chica de grandes pechos y se adelantó a Jung Su. Se acercó a la joven y le miró para justo después conversar con ella. Por una parte el joven muchacho estaba celoso, estaba claro que él no podía hacer eso ya que las mujeres tan sólo le tratarían cómo a un niño pequeño, pero lo que dijo Zero le sorprendió. Soltó una pequeña carcajada al aire ya que el moreno intentaba juntar a la joven con él, y sin contar con la última frase que dijo, sobre la estatura y lo que Jung Su tenía grande, que se podía mal pensar.
Zero volvió a sentarse al lado de Jung Su con una sonrisa extraña en su rostro. ¿Tal vez estaba poniendo a prueba las capacidades seductoras del joven? Si era así, lo que estaba claro era que el muchacho se las iba a mostrar. Mientras el moreno se puso a comer. Jung Su estaba algo nervioso ya que la chica se le acercó y comenzó a intentar mantener una conversación con él. Ya sabía lo que iba a pasar y era que aquella joven lo iba a tratar como a un niño pequeño y por eso se iba a aprovechar de la situación.
- ¡Pero que chico tan mono! – Soltó la muchacha mientras le acariciaba la cabeza a Jung Su. - ¿Dónde están tus padres? – Preguntó.
- No tengo padres… - Respondió mintiendo el pequeño luchador con una voz entrecortada. Puso una cara triste por lo que la muchacha no pudo evitar abrazarlo.
Jung Su se aprovechó del momento y de su estatura para posar la cabeza en uno de los grandes pechos voluminosos de aquella muchacha, mientras le dirigía una mirada a Zero. Comenzó a sonreír sin que la chica se diera cuenta y, con una de las manos, le levantó un pulgar al moreno y le dedicó una sonrisa pícara. Tras unos segundos abrazándola y disfrutando de aquello se dio cuenta de un enorme problema, nunca mejor dicho. Jung Su estaba teniendo una erección, por lo que debía hacer algo para que la chica no se diera cuenta. Desvió la atención tirando el zumo de frambuesa hacia el otro lado de la barra del bar y, en cuanto la mujer desvió la mirada, Jung Su posó la mochila entre sus piernas mientras permanecía sentado. Debía disimularlo cómo fuera, esperaba que Zero no se diese cuenta.
Zero volvió a sentarse al lado de Jung Su con una sonrisa extraña en su rostro. ¿Tal vez estaba poniendo a prueba las capacidades seductoras del joven? Si era así, lo que estaba claro era que el muchacho se las iba a mostrar. Mientras el moreno se puso a comer. Jung Su estaba algo nervioso ya que la chica se le acercó y comenzó a intentar mantener una conversación con él. Ya sabía lo que iba a pasar y era que aquella joven lo iba a tratar como a un niño pequeño y por eso se iba a aprovechar de la situación.
- ¡Pero que chico tan mono! – Soltó la muchacha mientras le acariciaba la cabeza a Jung Su. - ¿Dónde están tus padres? – Preguntó.
- No tengo padres… - Respondió mintiendo el pequeño luchador con una voz entrecortada. Puso una cara triste por lo que la muchacha no pudo evitar abrazarlo.
Jung Su se aprovechó del momento y de su estatura para posar la cabeza en uno de los grandes pechos voluminosos de aquella muchacha, mientras le dirigía una mirada a Zero. Comenzó a sonreír sin que la chica se diera cuenta y, con una de las manos, le levantó un pulgar al moreno y le dedicó una sonrisa pícara. Tras unos segundos abrazándola y disfrutando de aquello se dio cuenta de un enorme problema, nunca mejor dicho. Jung Su estaba teniendo una erección, por lo que debía hacer algo para que la chica no se diera cuenta. Desvió la atención tirando el zumo de frambuesa hacia el otro lado de la barra del bar y, en cuanto la mujer desvió la mirada, Jung Su posó la mochila entre sus piernas mientras permanecía sentado. Debía disimularlo cómo fuera, esperaba que Zero no se diese cuenta.
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El moreno observaba la situación con toda la calma del mundo. Tenía entradas de primera fila e iba a ver un bonito espectáculo. Cuando el luchador le miró con aquella expresión pícara, no pudo evitar mostrarle una similar. Estaba a punto de mojar el pincel, de darle al clavo, de meter el muñequito en la cueva, de afilar el sable, de aparcar la bici. Se lo había puesto en bandeja y solo necesitaba usar sus dotes en el arte de la seducción. A lo mejor se ponía a azotarla allí en mitad. Resultaría ser muy gracioso. De hecho el chico no sentía vergüenza y a lo mejor se ponía a dar palmas para mejorar aquello. A lo tonto podía formarse una extraña orgía, llena de gatos, pelinaranjas, guarrillas y palomitas. De hecho todos los ingredientes estaban dentro del bar. La lluvia los mantendría allí dentro para que todo fuera bien. El Dios de la fortuna sonreía al joven moreno.
Zero entonces en un desvió de mirada tonto, notó un inmenso bulto proveniente de la entrepierna del chico de cabellos naranjas. – Bendito sea el señor. – Dijo colocándose en pie y acercándose. Pudo ver que se colocó la mochila para disimular y en ese momento no pudo evitar empezar a reírse. La chica no parecía entender pero, el moreno miraba al otro chico con una expresión exageradamente risueña. Incluso le sacó un par de veces la lengua. – Niño, pero tú ¿qué comes? – La mujer no parecía entender nada pero el chico continuaba allí metido. Lo siguiente que hizo fue mirar directamente al camarero y le sonrió de forma amable. – Yo también quiero palomitas de esas que le habéis puesto. – El tipo no entendía nada pero al momento fue a por ellas.
De repente debido a la emoción del momento, Zero se transformó en su forma completa. En poco tiempo allí había un guepardo de pelaje amarillo y manchas negras. La zona del abdomen era blanca. La chica se asustó un poco y se abrazó más al pelinaranja. En ese momento el camarero volvió y miró al animal de forma miedosa. El luchador al darse cuenta de lo que pasaba miró al hombre sonriendo. – Hostia, un humano que habla. – El tipo empezó a gritar y corrió al interior de la cocina entre chillidos irreconocibles. El carnívoro no pudo evitar saltar a la barra y empezar a beber los restos del zumo tirado por Jung. – Yo también quiero el secreto de un miembro grande y sano. – Lamía despacio el líquido mientras sus ojos verdes continuaban clavados en la bebida. La chica trató de decir algo, pero el moreno la cortó. – Eh, que los humanos no hablan, silencio. – Aquello ya parecía una locura.
Zero entonces en un desvió de mirada tonto, notó un inmenso bulto proveniente de la entrepierna del chico de cabellos naranjas. – Bendito sea el señor. – Dijo colocándose en pie y acercándose. Pudo ver que se colocó la mochila para disimular y en ese momento no pudo evitar empezar a reírse. La chica no parecía entender pero, el moreno miraba al otro chico con una expresión exageradamente risueña. Incluso le sacó un par de veces la lengua. – Niño, pero tú ¿qué comes? – La mujer no parecía entender nada pero el chico continuaba allí metido. Lo siguiente que hizo fue mirar directamente al camarero y le sonrió de forma amable. – Yo también quiero palomitas de esas que le habéis puesto. – El tipo no entendía nada pero al momento fue a por ellas.
De repente debido a la emoción del momento, Zero se transformó en su forma completa. En poco tiempo allí había un guepardo de pelaje amarillo y manchas negras. La zona del abdomen era blanca. La chica se asustó un poco y se abrazó más al pelinaranja. En ese momento el camarero volvió y miró al animal de forma miedosa. El luchador al darse cuenta de lo que pasaba miró al hombre sonriendo. – Hostia, un humano que habla. – El tipo empezó a gritar y corrió al interior de la cocina entre chillidos irreconocibles. El carnívoro no pudo evitar saltar a la barra y empezar a beber los restos del zumo tirado por Jung. – Yo también quiero el secreto de un miembro grande y sano. – Lamía despacio el líquido mientras sus ojos verdes continuaban clavados en la bebida. La chica trató de decir algo, pero el moreno la cortó. – Eh, que los humanos no hablan, silencio. – Aquello ya parecía una locura.
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Jung Su se encontraba apretando su mochila hacia abajo, intentando que así bajara su erección, pero no parecía funcionar. Por suerte la joven no se había dado cuenta de aquello, aunque Zero sí. Éste comenzó a bromear sobre la situación, mofándose del muchacho con comentarios graciosos. El pelinaranja estaba nervioso ya que la joven estaba abrazándole, aplastando sus pechos contra la cara del chico. De pronto se fijó en algo, Zero se estaba transformando en algo extraño. “¿Tal vez tenga el poder de una akuma?” Pensó Jung Su mientras miraba al moreno. Comenzó a transformarse en un animal peludo y amarillo con manchas negras, de un tamaño grande. Al parecer se había transformado en un felino, concretamente en un guepardo. La joven se asustó aún más al ver a semejante felino, por lo que gritó y se abrazó con aún más fuerza que antes al pelinaranja. El camarero acababa de volver con un bol de palomitas y tal fue su susto al ver a aquel animal en su bar. Comenzó a gritar e intentó escapar de aquel lugar al ver que Zero, en su forma de guepardo, le había hablado. Era normal, muy pocos estaban acostumbrados a ver personas con akuma no mi, y aún menos con zoans. Zero saltó a la barra y comenzó a beber del zumo de Jung Su, mientras seguía soltando mofas y chistes sobre la erección del joven. Jung Su se hizo el valiente y apartó a un lado a la joven, iba a conquistarla cómo mejor podía hacer.
- Tranquila, yo te salvaré. – Dijo con una voz decidida y seria. Pero entonces sus ojos se abrieron de par en par, comenzó a sonreír cómo si fuese un niño viendo a una piruleta y empezó a hacer ruidos extraños, pequeños gemidos. Sus ojos brillaban cómo estrellas y se acercó a Zero, tratando de acariciarle la cabeza. - ¡Pero que gatito más mono! ¡Si lo llego a saber me traigo a Misifú para que jugase contigo! – Decía emocionado al ver su animal favorito, un felino. - ¿Quieres algo de comer, te despedazo al camarero a cachitos? – Dijo para justo después lanzar una mirada a uno de los camareros que estaba paralizado del miedo.
Jung Su agarró un cuchillo carnicero que había detrás de la barra y comenzó a afilarlo. El camarero ahora estaba aún más paralizado, al ver a un pequeño y sádico niño que iba a desmembrarle. El joven sonreía maléficamente mientras que el hombre comenzaba a orinarse encima. Traspasó la barra de un salto y se dispuso a apuñalar al camarero mientras sonreía sin parar. Pero paró justo cuando el cuchillo iba a atravesar el ojo del camarero, y comenzó a reírse sin parar mientras retrocedía. - ¿En serio creías que iba a desmembrarte? Jajaja. - Decía Jung Su entre risas. Cogió un puñado de palomitas y se las ofreció al felino mientras sonreía con felicidad. – Ten, come, hazte grande y fuerte. – El camarero cayó al suelo, desmayado por el tremendo susto y la cara de la joven estaba completamente blanca. El muchacho miró a la chica y le sonrió. – Tranquila, tan sólo es un lindo gatito. – Aclaró mientras él también comía de las palomitas. - ¡Camarero, fiesta en el bar, invita la casa! ¡Zumos de frambuesa y palomitas para todos, rápido! – Gritaba mientras volvía a su posición, al lado de la muchacha. Lo bueno era que entre tanto revuelo y tantas bromas, consiguió bajar su erección sin darse cuenta.
- Tranquila, yo te salvaré. – Dijo con una voz decidida y seria. Pero entonces sus ojos se abrieron de par en par, comenzó a sonreír cómo si fuese un niño viendo a una piruleta y empezó a hacer ruidos extraños, pequeños gemidos. Sus ojos brillaban cómo estrellas y se acercó a Zero, tratando de acariciarle la cabeza. - ¡Pero que gatito más mono! ¡Si lo llego a saber me traigo a Misifú para que jugase contigo! – Decía emocionado al ver su animal favorito, un felino. - ¿Quieres algo de comer, te despedazo al camarero a cachitos? – Dijo para justo después lanzar una mirada a uno de los camareros que estaba paralizado del miedo.
Jung Su agarró un cuchillo carnicero que había detrás de la barra y comenzó a afilarlo. El camarero ahora estaba aún más paralizado, al ver a un pequeño y sádico niño que iba a desmembrarle. El joven sonreía maléficamente mientras que el hombre comenzaba a orinarse encima. Traspasó la barra de un salto y se dispuso a apuñalar al camarero mientras sonreía sin parar. Pero paró justo cuando el cuchillo iba a atravesar el ojo del camarero, y comenzó a reírse sin parar mientras retrocedía. - ¿En serio creías que iba a desmembrarte? Jajaja. - Decía Jung Su entre risas. Cogió un puñado de palomitas y se las ofreció al felino mientras sonreía con felicidad. – Ten, come, hazte grande y fuerte. – El camarero cayó al suelo, desmayado por el tremendo susto y la cara de la joven estaba completamente blanca. El muchacho miró a la chica y le sonrió. – Tranquila, tan sólo es un lindo gatito. – Aclaró mientras él también comía de las palomitas. - ¡Camarero, fiesta en el bar, invita la casa! ¡Zumos de frambuesa y palomitas para todos, rápido! – Gritaba mientras volvía a su posición, al lado de la muchacha. Lo bueno era que entre tanto revuelo y tantas bromas, consiguió bajar su erección sin darse cuenta.
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El animal continuaba lamiendo el zumo derramado a toda velocidad. No podía permitir que le quitasen el secreto de un portentoso aparato reproductor. El sabor no le desagradaba, el del zumo, claro. Era sabroso y además tendría bastantes vitaminas. La frambuesa era algo rico y con un sabor bastante agradable. Para su gusto prefería el melón pero al no haber no le quedaba otra y tampoco se quejaba. Su cola se movía de un lado para otro mientras realizaba un ruido extraño. No muchos podían ver a un ser así todos los días y la verdad es que imponía mucho. Al menos el camarero se había puesto a chillar. Era ridículo ver como los humanos temían a cosas de aquel tipo. Sólo era un felino grande bebiendo de la barra de un bar, cosas peores habrían visto a lo largo de sus vidas. Los atracos eran muchísimo peores y nadie se quejaba ni chillaba.
En ese momento notó una mano en la cabeza. Esperaba que no fuera el de la perrera o algo por el estilo. Desvió unos momentos la mirada del líquido y pudo ver que era el otro luchador. Nombró a un tal Misifú y le acarició diciendo que era mono. El moreno respondió con toda la calma del mundo. – Soy un gatete monísimo. – Después de escuchar su pregunta se puso a decir que iba a filetear al pobre camarero. Zero entonces trató de contener la risa y se puso a mirar la escena con toda la tranquilidad posible. Después del susto, el pelinaranja le ofreció palomitas al ser de color amarillo. No tardó mucho en comenzar a comer cómo si fuese un animal salvaje de verdad. En ese momento la puerta se abrió y dejó pasar a un par de tipos con muy malas pintas. El primero era musculoso y en su mano derecha portaba un machete. Era de cabellos rubios y ojos dorados. El otro era más bajito, calvo y con un revólver en la mano derecha.
No tardaron mucho en decir que venían a atracar el bar y que el camarero les diera el dinero de la caja fuerte. El felino empezó a soltar una carcajada seria al escucharlos y lo siguiente que hizo fue acercarse al otro luchador. – Socio, estos capullos valen diez millones cada uno. Yo tengo una licencia de caza, si me ayudas te doy la mitad de la pasta y compramos cosas bonitas. – Nada más decir aquello, el tipo rubio alzó una ceja y frunció el ceño. – ¡Tú! El de los cabellos naranjas. Quiero a ese animal que habla, dámelo. – Zero se sintió un poco valorado al escuchar aquello pero seguro que no iban a tratarlo bien. Entonces el animal se acercó a los dos criminales y puso su cara más adorable posible mientras trataba de darle la patita al calvo. – ¡!!Oooooooooooissssh!!! – Dijeron tanto los criminales como el camarero al mismo tiempo. Aquello ya no parecía ni un atraco, de hecho los dos se pusieron a alabar al animal.
En ese momento notó una mano en la cabeza. Esperaba que no fuera el de la perrera o algo por el estilo. Desvió unos momentos la mirada del líquido y pudo ver que era el otro luchador. Nombró a un tal Misifú y le acarició diciendo que era mono. El moreno respondió con toda la calma del mundo. – Soy un gatete monísimo. – Después de escuchar su pregunta se puso a decir que iba a filetear al pobre camarero. Zero entonces trató de contener la risa y se puso a mirar la escena con toda la tranquilidad posible. Después del susto, el pelinaranja le ofreció palomitas al ser de color amarillo. No tardó mucho en comenzar a comer cómo si fuese un animal salvaje de verdad. En ese momento la puerta se abrió y dejó pasar a un par de tipos con muy malas pintas. El primero era musculoso y en su mano derecha portaba un machete. Era de cabellos rubios y ojos dorados. El otro era más bajito, calvo y con un revólver en la mano derecha.
No tardaron mucho en decir que venían a atracar el bar y que el camarero les diera el dinero de la caja fuerte. El felino empezó a soltar una carcajada seria al escucharlos y lo siguiente que hizo fue acercarse al otro luchador. – Socio, estos capullos valen diez millones cada uno. Yo tengo una licencia de caza, si me ayudas te doy la mitad de la pasta y compramos cosas bonitas. – Nada más decir aquello, el tipo rubio alzó una ceja y frunció el ceño. – ¡Tú! El de los cabellos naranjas. Quiero a ese animal que habla, dámelo. – Zero se sintió un poco valorado al escuchar aquello pero seguro que no iban a tratarlo bien. Entonces el animal se acercó a los dos criminales y puso su cara más adorable posible mientras trataba de darle la patita al calvo. – ¡!!Oooooooooooissssh!!! – Dijeron tanto los criminales como el camarero al mismo tiempo. Aquello ya no parecía ni un atraco, de hecho los dos se pusieron a alabar al animal.
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Mientras que Jung Su intentaba animar la fiesta invitando a todo el bar a palomitas y zumo de frambuesa, pudo escuchar cómo la lluvia seguía cayendo con fuerza, incluso algún que otro rayo caía cerca. La puerta de aquel lugar se abrió, entrando dos personas. Una era musculosa, rubio y ojos dorados con un machete enorme en su mano derecha, el otro era de pequeña estatura, sin pelo y con un arma de fuego en la mano. Jung Su no dudó en fruncir el ceño al ver tal arma de cobarde y aún más cuando ambos decían que venían a atracar el bar. El pelinaranja se puso en posición de pelea, serio y furioso hasta que escuchó lo que le dijo Zero. “¿Diez millones?” Pensaba mientras sonreía. Era su oportunidad de conseguir algo de dinero, no iba a dudar en vencer a ambos por pasta. Sus ojos comenzaron a brillar cual estrellas mientras dibujaba una sonrisa pícara en su rostro. Escuchó cómo le hablaban a él, pidiéndole al guepardo, por lo que les enseñó el dedo del medio de la mano derecha, negándose. Zero en cambio se acercó a los dos y comenzó a charlar con ellos mientras ponía una cara de lo más adorable posible. Jung Su también se acercó, ladeando la cabeza algo confuso y se dispuso a hablar con ellos.
- Bueno, chicos, hagamos una cosa para no gastar energías. Vosotros os entregáis amablemente y yo me hago rico con los diez millones que valen vuestra cabeza. – Decía mientras acercaba una silla hacia ellos y se sentaba, sin miedo a ninguno de los dos. – En caso contrario, simplemente tendré que daros una paliza, claro está. – Decía mientras agarraba un refresco que había en la mesa de al lado, de fresa. Se mostraba calmado.
Tras aquellas palabras de Jung Su los criminales no pudieron evitar comenzar a reír. Parecía que se burlaban del pelinaranja. - ¿Entregarnos a un niño cómo tú? Jajajajaja. ¡Por favor, qué miedo! – Gritaba con ironía el calvo del revólver.
Jung Su escuchó lo que le dijo aquel criminal y las risas de ambos, por lo que no pudo evitar cabrearse. Las uñas de su mano derecha crecieron y se las clavó en su propio corazón. Comenzó a inyectarse testosterona a sí mismo, haciendo que sus músculos aumentaran un poco y que sus huesos se hicieran más densos y tenaces. Estaba furioso, se levantó de golpe y agarró la silla en la cual estaba sentado, con las dos manos. Con un movimiento rápido estampó la silla contra el calvito, haciendo que éste saliese disparado contra la pared. Los ojos de Jung Su se volvieron completamente blancos y corrió directo hacia el criminal, lanzando puñetazos uno tras otros sin parar, directos al estómago, pecho y cara de aquel hombre.
- ¡Qué sea la última vez que me llamas niño! ¡¡Puto calvo de los cojones!! – Gritaba con furia mientras arremetía una y otra vez contra aquel criminal. Ahora estaba furioso, odiaba que le tratasen de esa forma, que le subestimaran. Aquellos hombres lo único que habían hecho era encender la mecha de una bomba humana. - ¡Hijo de perra! – Gritó mientras ahora se disponía a pisar una y otra vez al criminal.
- Bueno, chicos, hagamos una cosa para no gastar energías. Vosotros os entregáis amablemente y yo me hago rico con los diez millones que valen vuestra cabeza. – Decía mientras acercaba una silla hacia ellos y se sentaba, sin miedo a ninguno de los dos. – En caso contrario, simplemente tendré que daros una paliza, claro está. – Decía mientras agarraba un refresco que había en la mesa de al lado, de fresa. Se mostraba calmado.
Tras aquellas palabras de Jung Su los criminales no pudieron evitar comenzar a reír. Parecía que se burlaban del pelinaranja. - ¿Entregarnos a un niño cómo tú? Jajajajaja. ¡Por favor, qué miedo! – Gritaba con ironía el calvo del revólver.
Jung Su escuchó lo que le dijo aquel criminal y las risas de ambos, por lo que no pudo evitar cabrearse. Las uñas de su mano derecha crecieron y se las clavó en su propio corazón. Comenzó a inyectarse testosterona a sí mismo, haciendo que sus músculos aumentaran un poco y que sus huesos se hicieran más densos y tenaces. Estaba furioso, se levantó de golpe y agarró la silla en la cual estaba sentado, con las dos manos. Con un movimiento rápido estampó la silla contra el calvito, haciendo que éste saliese disparado contra la pared. Los ojos de Jung Su se volvieron completamente blancos y corrió directo hacia el criminal, lanzando puñetazos uno tras otros sin parar, directos al estómago, pecho y cara de aquel hombre.
- ¡Qué sea la última vez que me llamas niño! ¡¡Puto calvo de los cojones!! – Gritaba con furia mientras arremetía una y otra vez contra aquel criminal. Ahora estaba furioso, odiaba que le tratasen de esa forma, que le subestimaran. Aquellos hombres lo único que habían hecho era encender la mecha de una bomba humana. - ¡Hijo de perra! – Gritó mientras ahora se disponía a pisar una y otra vez al criminal.
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Las palabras del chico hicieron sonreír de lado al moreno. A lo mejor era verdad y todo que se iban a entregar por las buenas y todo. Pero al parecer nada era tan bonito y resultó ser que aquellos capullos empezaron a meterse con el otro luchador. El ceño del animal se frunció entonces de forma notoria ¿Esos tíos osaban meterse con su socio? Oh, así lo consideraba. Era la primera persona no familiar que le caía bien. Tan sólo se llevaba bien con su padre y el revolucionario del enorme espadón. No recordaba ahora su nombre pero sabía que tenía un poder similar al de su padre, quizás incluso superior. Pero todo aquello eran idioteces que no debía pensar en aquel momento. Se estaban metiendo con el chico de cabellos naranjas y eso no lo podía permitir. Encima le había dado palomitas y eso era un acto de bondad, bastante generoso.
Estaba a punto de saltar a por uno cuando de repente el otro luchador se puso serio. Se tocó el pecho de una forma rara y se lió a golpes con el pobre tipo sin pelo. La violencia parecía épica y legendaria pero, siendo criminales era normal que acabaran de esa forma. Una sonrisa ladeada se formó en el rostro de aquel tipo cuando vio al calvo fuera de combate. Entonces pudo ver cómo el rubio tomaba el machete de forma siniestra. Zero volvió a la forma humana y sin pensárselo estampó de forma rápida su puño en la cara de aquel capullo. La sangre salió volando de forma exagerada y eso hizo que el luchador sonriera de lado. La fuerza del chico había sido entrenada hacía poco y por ello tenía buena capacidad para dejar a sus oponentes fuera de juego.
El rubio quedó tirado en el suelo y con un par de dientes roto. La fuerza empleada por el moreno, a lo mejor había sido un poco exagerada pero, al ver que iba a usar un arma cortante contra el chico, se le fue un poco la pinza como era normal. No consentía las muertes no merecidas y aquel joven no merecía morir. De hecho viendo lo visto, incluso el pelinaranja podría haber vencido al tío del machete con facilidad. Se le veía fuerte y además muy seguro de sí mismo.
Entonces Zero se acercó a la barra y tomó sus cosas. Dejó el dinero en la barra por el trozo de solomillo y después miró a su compañero. – Bueno pues es el momento de meter a estos capullos en prisión. – Nada más decir aquello, notó como el Sol salía y de aquella forma terminaba la lluvia. Ahora solo debían ir a avisar a los marines. Se sentía con ganas de continuar viajando con aquella persona y de hecho iba a proponérselo. A lo mejor aceptaba y podían ir juntos a mostrar que eran grandes luchadores.
Estaba a punto de saltar a por uno cuando de repente el otro luchador se puso serio. Se tocó el pecho de una forma rara y se lió a golpes con el pobre tipo sin pelo. La violencia parecía épica y legendaria pero, siendo criminales era normal que acabaran de esa forma. Una sonrisa ladeada se formó en el rostro de aquel tipo cuando vio al calvo fuera de combate. Entonces pudo ver cómo el rubio tomaba el machete de forma siniestra. Zero volvió a la forma humana y sin pensárselo estampó de forma rápida su puño en la cara de aquel capullo. La sangre salió volando de forma exagerada y eso hizo que el luchador sonriera de lado. La fuerza del chico había sido entrenada hacía poco y por ello tenía buena capacidad para dejar a sus oponentes fuera de juego.
El rubio quedó tirado en el suelo y con un par de dientes roto. La fuerza empleada por el moreno, a lo mejor había sido un poco exagerada pero, al ver que iba a usar un arma cortante contra el chico, se le fue un poco la pinza como era normal. No consentía las muertes no merecidas y aquel joven no merecía morir. De hecho viendo lo visto, incluso el pelinaranja podría haber vencido al tío del machete con facilidad. Se le veía fuerte y además muy seguro de sí mismo.
Entonces Zero se acercó a la barra y tomó sus cosas. Dejó el dinero en la barra por el trozo de solomillo y después miró a su compañero. – Bueno pues es el momento de meter a estos capullos en prisión. – Nada más decir aquello, notó como el Sol salía y de aquella forma terminaba la lluvia. Ahora solo debían ir a avisar a los marines. Se sentía con ganas de continuar viajando con aquella persona y de hecho iba a proponérselo. A lo mejor aceptaba y podían ir juntos a mostrar que eran grandes luchadores.
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Mientras el muchacho golpeaba sin parar a aquel hombre se pudo escuchar un poderoso golpe a sus espaldas. Era Zero en forma humana, venciendo al tipo del machete de un solo golpe. Bueno, Jung Su ya había ganado diez millones lo cuál era bueno para su bolsillo, aunque poco tardaría en gastárselo. Así nunca se haría rico. Dio un último pisotón con gran fuerza sobre la entrepierna del calvo y se apartó de él, yendo a la barra del bar para así coger un puñado de palomitas. ”Pelear me da hambre.” Pensó mientras comía despreocupadamente. Una vez terminó con el bol entero metió la mano en el bolsillo para así sacar su pequeña cartera. La abrió y se dio cuenta de algo; no tenía dinero. Una gota de sudor cayó por su frente mientras soltaba una sonrisa de preocupación. ¿Cómo iba a pagar ahora? Se volvió a guardar la cartera y miró al camarero mientras pensaba en algo.
- Bueno, cómo os he salvado del robo, me invitáis a esto. ¿No? – Dijo mientras se giraba disimuladamente.
Vio cómo Zero se disponía a recoger sus cosas mientras le comentaba que era la hora de entregar a los criminales. Jung Su sonrió y miró por la ventana. Parecía que entre el revuelo que se había formado no se había dado cuenta del tiempo. Las nubes negras habían desaparecido por completo y parecía que por fin salía el sol. Había dejado de llover, por lo que era hora de salir del lugar. Comenzó a caminar hacia la puerta, no sin antes acercarse al calvito que yacía inconsciente en el suelo. Lanzó una última patada a la entrepierna de aquel criminal y lo agarró del pie derecho, arrastrándolo por el suelo. Antes de atravesar la puerta paró, girando la cabeza para así mirar a la muchacha con la cual había pasado una buena tarde.
- Por cierto, guapa, mi nombre es Jung Su. Te daría mi número, pero no tengo Den Den Mushi. – Decía con una sonrisa dibujada en su rostro mientras le giñaba un ojo. Ahora dirigió su mirada hacia Zero. – Vamos a entregar a estos criminales, Zero. – Dijo sin preocupaciones. Abrió la puerta y un haz de luz entró hacia el bar, iluminando la cara de Jung Su por completo. ”Es hora de hacerme rico.” Pensó.
- Bueno, cómo os he salvado del robo, me invitáis a esto. ¿No? – Dijo mientras se giraba disimuladamente.
Vio cómo Zero se disponía a recoger sus cosas mientras le comentaba que era la hora de entregar a los criminales. Jung Su sonrió y miró por la ventana. Parecía que entre el revuelo que se había formado no se había dado cuenta del tiempo. Las nubes negras habían desaparecido por completo y parecía que por fin salía el sol. Había dejado de llover, por lo que era hora de salir del lugar. Comenzó a caminar hacia la puerta, no sin antes acercarse al calvito que yacía inconsciente en el suelo. Lanzó una última patada a la entrepierna de aquel criminal y lo agarró del pie derecho, arrastrándolo por el suelo. Antes de atravesar la puerta paró, girando la cabeza para así mirar a la muchacha con la cual había pasado una buena tarde.
- Por cierto, guapa, mi nombre es Jung Su. Te daría mi número, pero no tengo Den Den Mushi. – Decía con una sonrisa dibujada en su rostro mientras le giñaba un ojo. Ahora dirigió su mirada hacia Zero. – Vamos a entregar a estos criminales, Zero. – Dijo sin preocupaciones. Abrió la puerta y un haz de luz entró hacia el bar, iluminando la cara de Jung Su por completo. ”Es hora de hacerme rico.” Pensó.
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