Eichi Tsukasa
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Nostalgia, aquel sentimiento que rodeaba al pelirrojo al observar el pequeño pueblo. Sus viajes lo habían traído hasta estas tierras; una isla en el North Blue, llamada Skyros. El pueblo de la isla era muy similar a Pendragon, ¿la diferencia? Solo el rey gobierna; y no hay facciones de nobleza como en su isla natal. Se notaba que los habitantes adoraban al soberano; y al parecer, este reinaba justamente. En Pendragon las cosas eran distintas, los nobles controlaban todo y la gente común la pasaba mal, además, el régimen que imponía su padre era idéntico a un dictadura. Si no fuera porque su progenitor apoyaba las acciones de los nobles, hace tiempo estos se hubieran revelados; aun así, la amenaza de una guerra civil aun perdura. – Vamos, aleja esos pensamientos deprimentes de mi. También me afecta, ¿sabes? – La voz de Akashi retumbó en su mente, y el pelirrojo decidió ignorarla. Desde baterilla que el control que tenía sobre su otro yo se estaba aflojando. Cualquier paso en falso que diera el joven príncipe, podría costar caro.
Unos murmullos alrededor suyo los sacaron de sus pensamientos; al girarse, pudo ver que una multitud estaba viendo una muralla. Desde esa posición no podía ver bien que era lo que estaban observando, por lo que decidió preguntarle a uno de los nativos de la isla. – Diculpe, ¿Qué es lo que están observando? – El habitante lo miró de forma rara; pero al ver su apariencia, la expresión de su rostro. Debe de haberse fijado que no era de esta isla, pensó el pelirrojo. – Ah, ¿usted no esta isla, verdad?Hace algunas semanas, comenzó una seguidilla de asesinatos nocturnos; y hasta ahora, el culpable no a podido ser hallado. Es por eso que el rey decidió ofrecer una recompensa a quien lo capturara. – Eichi arqueó una ceja intrigado. ¿Un asesino en serie? Eso era algo interesante. El joven príncipe agradeció al nativo; y se quedó en ese mismo lugar, esperando a que la multitud se dispersara.
Pasaron unos diez minutos, hasta que por fin la gente decidió seguir con sus cosas. El pelirrojo se acercó hasta la muralla, y vio un cartel que decía simplemente, se busca. La foto de una persona encapuchada cubría la parte superior del papel, y la recompensa era de doce millones de berries. Eichi se lo pensó por unos momentos, hasta que se decidió. Esperaría hasta la noche, e intentaría capturar al criminal. La recompensa era jugosa; y si tenía suerte, tal vez podría encontrar información de "esa" persona. El joven príncipe miró su reloj, y resistió el impulso de suspirar. Faltaba unas tres horas para que oscureciera, por lo que tendría que hacer tiempo. Por el momento, buscaría algún lugar para comer y beber algo. El viaje le había cansado demasiado.
Unos murmullos alrededor suyo los sacaron de sus pensamientos; al girarse, pudo ver que una multitud estaba viendo una muralla. Desde esa posición no podía ver bien que era lo que estaban observando, por lo que decidió preguntarle a uno de los nativos de la isla. – Diculpe, ¿Qué es lo que están observando? – El habitante lo miró de forma rara; pero al ver su apariencia, la expresión de su rostro. Debe de haberse fijado que no era de esta isla, pensó el pelirrojo. – Ah, ¿usted no esta isla, verdad?Hace algunas semanas, comenzó una seguidilla de asesinatos nocturnos; y hasta ahora, el culpable no a podido ser hallado. Es por eso que el rey decidió ofrecer una recompensa a quien lo capturara. – Eichi arqueó una ceja intrigado. ¿Un asesino en serie? Eso era algo interesante. El joven príncipe agradeció al nativo; y se quedó en ese mismo lugar, esperando a que la multitud se dispersara.
Pasaron unos diez minutos, hasta que por fin la gente decidió seguir con sus cosas. El pelirrojo se acercó hasta la muralla, y vio un cartel que decía simplemente, se busca. La foto de una persona encapuchada cubría la parte superior del papel, y la recompensa era de doce millones de berries. Eichi se lo pensó por unos momentos, hasta que se decidió. Esperaría hasta la noche, e intentaría capturar al criminal. La recompensa era jugosa; y si tenía suerte, tal vez podría encontrar información de "esa" persona. El joven príncipe miró su reloj, y resistió el impulso de suspirar. Faltaba unas tres horas para que oscureciera, por lo que tendría que hacer tiempo. Por el momento, buscaría algún lugar para comer y beber algo. El viaje le había cansado demasiado.
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Una canasta de baloncesto y un hombre a punto de tirar a canasta. Zero había hablado con un par de pescadores para que le llevaran a él y a Jung Su hacia la siguiente isla. Esos tipos no sólo habían aceptado. Tenían un par de canastas dónde solían hacer un poco de deporte. Tras ellas había unas redes azules para que el balón no cayese al agua. La verdad es que estaba todo muy bien preparado. El tipo que estaba a punto de lanzar no era otro que el moreno. Su mirada parecía estar concentrada en lo que hacía. De repente lanzó con tranquilidad. El balón impactó en el tablón pero, justo entonces saltó con fuerza y con una sola mano tomó aquel objeto, clavándolo de forma violenta en el aro. La canasta entera tembló unos instantes. El sudor caía por el rostro del luchador de forma tranquila. Llevaba allí una media hora y no sabía nada del chico de cabellos naranjas.
Llevaba su habitual kimono naranja, con el símbolo del Zan nin na en el pectoral izquierdo. Por dentro una camiseta de color azul y unas sandalias de madera en los pies. Su mochila estaba a un lado junto a un palo de madera rojizo. Sus brazos eran anchos y se notaba que los tenía bien entrenados. No tardó mucho en ver a uno de aquellos marineros, el cual se acercó con una sonrisa amable. – Chico, estamos a punto de llegar. Lo mejor será que os preparéis para desembarcar pronto. – Era un hombre amable. Tendría unos cincuenta años. Cabellos largos y grisáceos, ojos azules, y ropa vieja. Zero asintió con la cabeza y dejó aquel balón en su sitio. Tomó sus cosas y se acercó a la borda. Al parecer era verdad que habían llegado. El chico podía ver el muelle de madera y varios barcos allí anclados. Soltó un leve suspiro y se dirigió hacia una puerta que debía dar al interior del navío. – ¡Jung! ¡Hemos llegado! – Una vez dijo aquello, sonrió de lado.
No tardó mucho en caminar hasta la tabla de madera y saltar al muelle. Miró a su alrededor de forma calmada y sonrió de forma amplia. Todo parecía estar en orden pues no había peleas ni nada por el estilo. Los mercaderes gritaban con energía para que las personas les comprasen sus productos. Pudo ver a un par de hombres comiendo plátanos y a una niña pequeña mirando un puesto de pescado, absorta mientras observaba un pulpo. La verdad es que parecía ser una isla bastante interesante. El chico entonces se quedó esperando a que su compañero bajase del barco de una vez. El capitán picha brava debía de estar ligando o algo por el estilo. Lo que si pasó, es que el moreno comenzó a andar. Ya le alcanzaría el chico después si eso.
Llevaba su habitual kimono naranja, con el símbolo del Zan nin na en el pectoral izquierdo. Por dentro una camiseta de color azul y unas sandalias de madera en los pies. Su mochila estaba a un lado junto a un palo de madera rojizo. Sus brazos eran anchos y se notaba que los tenía bien entrenados. No tardó mucho en ver a uno de aquellos marineros, el cual se acercó con una sonrisa amable. – Chico, estamos a punto de llegar. Lo mejor será que os preparéis para desembarcar pronto. – Era un hombre amable. Tendría unos cincuenta años. Cabellos largos y grisáceos, ojos azules, y ropa vieja. Zero asintió con la cabeza y dejó aquel balón en su sitio. Tomó sus cosas y se acercó a la borda. Al parecer era verdad que habían llegado. El chico podía ver el muelle de madera y varios barcos allí anclados. Soltó un leve suspiro y se dirigió hacia una puerta que debía dar al interior del navío. – ¡Jung! ¡Hemos llegado! – Una vez dijo aquello, sonrió de lado.
No tardó mucho en caminar hasta la tabla de madera y saltar al muelle. Miró a su alrededor de forma calmada y sonrió de forma amplia. Todo parecía estar en orden pues no había peleas ni nada por el estilo. Los mercaderes gritaban con energía para que las personas les comprasen sus productos. Pudo ver a un par de hombres comiendo plátanos y a una niña pequeña mirando un puesto de pescado, absorta mientras observaba un pulpo. La verdad es que parecía ser una isla bastante interesante. El chico entonces se quedó esperando a que su compañero bajase del barco de una vez. El capitán picha brava debía de estar ligando o algo por el estilo. Lo que si pasó, es que el moreno comenzó a andar. Ya le alcanzaría el chico después si eso.
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Tan sólo un agujero negro, oscuro cómo la noche, se encontraba frente a los ojos de Jung Su. El joven pelinaranja de kimono del mismo color que su cabello se encontraba postrado ante algo que el odiaba, madera de roble. Estaba arrodillado, ¿había perdido contra su peor enemigo? Sí y… Sí. Sus manos estaban tocando aquella sucia madera al igual que sus rodillas. Estaba en una pequeña habitación estrecha con un olor peculiar, por no decir repugnante. Tan sólo él, la madera, el agujero negro y unas moscas volando. Tenía una mala cara, pálido y sudaba sin parar. De pronto sus mofletes se hincharon y sus ojos se cerraron, haciendo que por la boca expulsase un líquido amarillo extraño con pequeños tropezones de algo parecido al maíz. Sí, se encontraba en un lavabo vomitando. Todo había sido por culpa de la noche anterior, que intentando celebrar su primer millón de berries y su primer paso hacia un gran futuro de riquezas, decidió hincharse a comer palomitas sin parar, de todos los sabores, tanto saladas cómo dulces. Eso y las cantidades de zumo que se bebió creó un mejunje extraño en su estómago, haciendo que el pobre Jung Su a la mañana siguiente se encontrase fatal, con sudores, piel pálida y cómo no, vómitos. Y el estar en un barco navegando todo el día y noche y zarandeándose no ayudaba en nada.
- Qué asco… ¿Cómo puedo estar postrado ante la sucia madera de roble…? Soy repugnante. – Decía mientras se limpiaba la boca con la manga del kimono. – Nota para el futuro: No comer tanto. – Aclaró para al terminar lanzar más vómito por la boca. Su cara era las típicas de las películas de terror, con ojos morados por las ojeras y un rostro triste.
De pronto escuchó la voz del capitán avisando de que ya habían llegado a su destino. ”¿Tan pronto? Necesito mejorar antes…” Pensaba mientras se intentaba colocar de pie. Hacía un esfuerzo increíble para poder levantarse, apoyándose en la pared para así ayudarse, hasta que al fin lo consiguió. Mientras intentaba prepararse escuchó ahora la voz de Zero diciéndole que ya habián llegado. Jung Su chasqueó la lengua y caminó hacia la puerta, abriéndola para así salir. Ahora estaba en un pasillo oscuro y húmedo, estrecho. Por culpa de su estado veía aquel pasillo mucho más largo de lo normal, por lo que con ayuda de la pared, apoyándose, consiguió por fin salir de aquel infierno, llegando a la cubierta del barco. Se fijó en que Zero estaba saltando para pisas tierra firme. Jung Su silbó con la fuerza que pudo y Misifú apareció. Un pequeño gato negro con patas y hocico blanco. Se subió al hombro derecho de Jung Su y éste comenzó a caminar.
- Por fin aire fresco. – Dijo con una voz cansada.
Caminó por cubierta hasta llegar a un extremo. Se dispuso a mirar hacia abajo, parecía más alto de lo normal. Zero caminaba dejando atrás a Jung Su, así que el pelinaranja debía darse prisa. Levantó la pierna para apoyarse en la barandilla de madera del barco para así intentar saltar a tierra firme, pero no todo salió como él quería. Por culpa de los pocos reflejos y la poca energía que tenía resbaló, con tan mala suerte que cayó en plancha al suelo, haciendo un ruido ensordecedor. Tranquilo amigo lector, Misifú pudo saltar a tiempo, por lo que no le pasó nada. El gato lamió la cara del joven que no tenía fuerzas ni para quejarse, por lo que disimulando entre la gente, comenzó a arrastrarse cual gusano por la tierra, para así alcanzar a Zero. ”Dios, que pereza…” Pensaba mientras Misifú se subía a su espalda.
- Qué asco… ¿Cómo puedo estar postrado ante la sucia madera de roble…? Soy repugnante. – Decía mientras se limpiaba la boca con la manga del kimono. – Nota para el futuro: No comer tanto. – Aclaró para al terminar lanzar más vómito por la boca. Su cara era las típicas de las películas de terror, con ojos morados por las ojeras y un rostro triste.
De pronto escuchó la voz del capitán avisando de que ya habían llegado a su destino. ”¿Tan pronto? Necesito mejorar antes…” Pensaba mientras se intentaba colocar de pie. Hacía un esfuerzo increíble para poder levantarse, apoyándose en la pared para así ayudarse, hasta que al fin lo consiguió. Mientras intentaba prepararse escuchó ahora la voz de Zero diciéndole que ya habián llegado. Jung Su chasqueó la lengua y caminó hacia la puerta, abriéndola para así salir. Ahora estaba en un pasillo oscuro y húmedo, estrecho. Por culpa de su estado veía aquel pasillo mucho más largo de lo normal, por lo que con ayuda de la pared, apoyándose, consiguió por fin salir de aquel infierno, llegando a la cubierta del barco. Se fijó en que Zero estaba saltando para pisas tierra firme. Jung Su silbó con la fuerza que pudo y Misifú apareció. Un pequeño gato negro con patas y hocico blanco. Se subió al hombro derecho de Jung Su y éste comenzó a caminar.
- Por fin aire fresco. – Dijo con una voz cansada.
Caminó por cubierta hasta llegar a un extremo. Se dispuso a mirar hacia abajo, parecía más alto de lo normal. Zero caminaba dejando atrás a Jung Su, así que el pelinaranja debía darse prisa. Levantó la pierna para apoyarse en la barandilla de madera del barco para así intentar saltar a tierra firme, pero no todo salió como él quería. Por culpa de los pocos reflejos y la poca energía que tenía resbaló, con tan mala suerte que cayó en plancha al suelo, haciendo un ruido ensordecedor. Tranquilo amigo lector, Misifú pudo saltar a tiempo, por lo que no le pasó nada. El gato lamió la cara del joven que no tenía fuerzas ni para quejarse, por lo que disimulando entre la gente, comenzó a arrastrarse cual gusano por la tierra, para así alcanzar a Zero. ”Dios, que pereza…” Pensaba mientras Misifú se subía a su espalda.
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Le rugía el estómago al pelirrojo, había estado buscando algún restaurante o bar donde pudiera comer algo por unos treinta minutos ya; pero hasta ahora, no había tenido suerte. Eichi preguntó por los alrededores del porque las tiendas estaban cerradas, viendo que aún era demasiado temprano. Los aldeanos dijeron que la gente cerraba antes sus negocios por miedo al asesino en serie que rondaba por el pueblo. Era un dato interesante; al parecer, el encapuchado nunca cometía sus crímenes dentro de las viviendas. Siempre era por las calles, razón por la cuál, de noche parecía pueblo fantasma esta isla. El joven príncipe considero ese dato muy interesante, por lo que lo guardó en su memoria para un futuro uso, cuando intente apresar al criminal esta noche.
Deambuló por unos diez minutos más, hasta que pudo encontrar un lugar. Por su apariencia, parecía como un bar restaurante, por lo que dudaba que fuera un lugar de mala muerte. – Aun así – pensó el pelirrojo – con este hambre, me conformaría por cualquier cosa. – Tomo una bocanada de aire; y al cabo de unos segundos, lo soltó. Enderezó su postura, y entró al establecimiento. El pelirrojo parpadeo al observar lo limpio que estaba el lugar, además de que estaba casi vació, salvo por una familia que consistía en; una mujer adulta, un hombre mayor, dos niños y dos mujeres; estas parecían que fueran de su edad. Eichi decidió ignorar eso, y se sentó en el bar.
En eso, una persona se acercó a Eichi. – Disculpe. ¿Qué es lo que desea ordenar? – El, ahora revelado camarero, preguntó con voz profesional. El joven príncipe se lo pensó por un poco, hasta que respondió. – Deseo un plato de carne con puré de papas, además de un jugo de naranja por favor. – El camarero anotó el pedido, se inclinó respetuosamente y se marchó. Eichi volvió a suspirar; y se colocó sus audífonos, mientras que poco a poco entraba a su mundo. Aun así, se mantenía alerta a cualquier disturbio, y para cuando traigan su pedido.
Deambuló por unos diez minutos más, hasta que pudo encontrar un lugar. Por su apariencia, parecía como un bar restaurante, por lo que dudaba que fuera un lugar de mala muerte. – Aun así – pensó el pelirrojo – con este hambre, me conformaría por cualquier cosa. – Tomo una bocanada de aire; y al cabo de unos segundos, lo soltó. Enderezó su postura, y entró al establecimiento. El pelirrojo parpadeo al observar lo limpio que estaba el lugar, además de que estaba casi vació, salvo por una familia que consistía en; una mujer adulta, un hombre mayor, dos niños y dos mujeres; estas parecían que fueran de su edad. Eichi decidió ignorar eso, y se sentó en el bar.
En eso, una persona se acercó a Eichi. – Disculpe. ¿Qué es lo que desea ordenar? – El, ahora revelado camarero, preguntó con voz profesional. El joven príncipe se lo pensó por un poco, hasta que respondió. – Deseo un plato de carne con puré de papas, además de un jugo de naranja por favor. – El camarero anotó el pedido, se inclinó respetuosamente y se marchó. Eichi volvió a suspirar; y se colocó sus audífonos, mientras que poco a poco entraba a su mundo. Aun así, se mantenía alerta a cualquier disturbio, y para cuando traigan su pedido.
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Zero continuaba caminando tranquilamente por aquel lugar. Portaba una sonrisa calmada como de costumbre. La brisa hizo que sus mechones se moviesen de forma ligera, cosa que le hizo sonreír de lado. Se relamió pensando en comer cosas ricas que por allí hubiera. De hecho no tardó mucho en ver un puesto de sardinas, las cuáles despedían un olor delicioso. El sabor debía de ser cosa de los dioses. La sensación de tener aquellos peces en su boca podía ser lo que llevaba buscando durante días. No tardó mucho en caminar hasta aquel sitió y miró los precios con calma. Empezó a olisquear de forma exagerada y a continuación miró hacia atrás para ver si estaba su compañero detrás. Una gotita de sudor cayó por su cabeza al verlo allí tumbado y arrastrándose. A lo mejor le dolía la barriga o alguna cosa por el estilo. Soltó un enorme suspiro y después se acercó con una mirada calmada.
No tardó mucho en sonreírle de forma calmada para después relamerse. – Socio, ahí tenemos un puesto de sardinas a muy buen precio. Anda, comamos unas cuantas. – Dijo lo último con una expresión suplicante, queriendo no comer solo. Entonces volvió de nuevo al puesto de comida y miró de nuevo los peces. Miró al dueño, el cual era un hombre rubio de cabellos cortos. Sus ojos eran violetas y de cuerpo parecía estar demasiado flaco. Vestía con una camisa roja y un delantal blanco. Sus pantalones eran del mismo tono que la prenda superior. Las botas que portaba, eran plateadas y brillaban bastante. También tenía un pendiente en forma de aro dorado en la oreja derecha. Prácticamente era un chico joven que estaba ganándose la vida de forma honrada. Tenía una cicatriz en la mejilla, como si le hubiesen dado un arañazo violento. Aquello hizo al moreno alzar una ceja pero, no era asunto suyo y por ello no iba a meterse.
Miró un poco más y después de unos momentos habló en un tono calmado. – Quiero el pack Alfa. Diez sardinas por 80.000 berries. – El chico asintió de forma calmada y tomó el cuchillo de cocina. Con una maestría impresionante cortó un trozo de papel plateado y metió la comida, ofreciéndosela después al luchador. Sus ojos violetas se clavaron de forma intensa en los del cazador. – Muchas gracias por la comida, cuídese. – Dijo el chico de forma amable para después acercarse a su compañero y ofrecerle. – No es nada, cuidado por las noches. Hay un asesino suelto… – Aquellas palabras hicieron al joven alzar una ceja. Después miró a su socio de forma calmada y le habló con calma. – Mmm… no sé por qué pero, ese vendedor me parece muy raro. – Soltó un suspiro y una vez hubiera cogido el pelinaranja, él también se pondría a comer tranquilamente. El sabor sin duda era delicioso y le hizo soltar incluso un jadeo. La sal de aquellos peces le encantaba pero, empezó a sentir una sensación extraña en el estómago. Además su olfato le dijo que olían un poco raras. – Jung… – Mencionó cerrando un momento a los ojos, buscando al rubio con la mirada pero, ya no estaba.
No tardó mucho en sonreírle de forma calmada para después relamerse. – Socio, ahí tenemos un puesto de sardinas a muy buen precio. Anda, comamos unas cuantas. – Dijo lo último con una expresión suplicante, queriendo no comer solo. Entonces volvió de nuevo al puesto de comida y miró de nuevo los peces. Miró al dueño, el cual era un hombre rubio de cabellos cortos. Sus ojos eran violetas y de cuerpo parecía estar demasiado flaco. Vestía con una camisa roja y un delantal blanco. Sus pantalones eran del mismo tono que la prenda superior. Las botas que portaba, eran plateadas y brillaban bastante. También tenía un pendiente en forma de aro dorado en la oreja derecha. Prácticamente era un chico joven que estaba ganándose la vida de forma honrada. Tenía una cicatriz en la mejilla, como si le hubiesen dado un arañazo violento. Aquello hizo al moreno alzar una ceja pero, no era asunto suyo y por ello no iba a meterse.
Miró un poco más y después de unos momentos habló en un tono calmado. – Quiero el pack Alfa. Diez sardinas por 80.000 berries. – El chico asintió de forma calmada y tomó el cuchillo de cocina. Con una maestría impresionante cortó un trozo de papel plateado y metió la comida, ofreciéndosela después al luchador. Sus ojos violetas se clavaron de forma intensa en los del cazador. – Muchas gracias por la comida, cuídese. – Dijo el chico de forma amable para después acercarse a su compañero y ofrecerle. – No es nada, cuidado por las noches. Hay un asesino suelto… – Aquellas palabras hicieron al joven alzar una ceja. Después miró a su socio de forma calmada y le habló con calma. – Mmm… no sé por qué pero, ese vendedor me parece muy raro. – Soltó un suspiro y una vez hubiera cogido el pelinaranja, él también se pondría a comer tranquilamente. El sabor sin duda era delicioso y le hizo soltar incluso un jadeo. La sal de aquellos peces le encantaba pero, empezó a sentir una sensación extraña en el estómago. Además su olfato le dijo que olían un poco raras. – Jung… – Mencionó cerrando un momento a los ojos, buscando al rubio con la mirada pero, ya no estaba.
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Jung Su se arrastraba poco a poco por la tierra inundado en su dolor estomacal. Aquello era un infierno, no podía casi ni moverse y rezaba para que se pasase ya. Seguía pálido y con lágrimas en los ojos, haciendo pucheros con su boca cual niño pequeño. No tenía hambre, ni sed, lo único que quería era comer algo de jamón dulce con pan y aceite o arroz hervido, eso era bueno para el estómago según su madre, aparte de una buena manzanilla. Se podía dar cuenta que la mayoría de tiendas de aquel lugar estaban cerradas, la calle estaba medio vacía y todo aquello le resultaba extraño. ”Qué pueblo fantasma…” Pensaba entre llantos de dolor. Vio cómo su compañero Zero se acercaba a un puesto dónde vendían sardinas, cuyas tenían un precio exorbitado. Zero miró a Jung Su y se dio cuenta de que éste estaba en el suelo tumbado. Le dijo de comer sardinas, pero al pelinaranja no le entraban ganas algunas de comer, y mucho menos pescado.
- Lo siento, pero debo rechazar la oferta, no me siento muy bien. – Dijo el joven con ojeras exageradas. Entonces Misifú, que estaba a su espalda, soltó un maullido. – Aunque al parecer Misifú sí que quiere. – Decía mientras miraba hacia arriba, intentando señalar con los ojos.
Volvió al puesto de peces y acabó comprando un montón de sardinas, diez en concreto. El dependiente era un chico joven y rubio con un pendiente dorado. ”Eso debe costar bastante, es oro puro… No debería poder comprarlo un dependiente normal.” Pensó extrañado el joven pelinaranja. Éste era un experto con los precios, o mejor dicho un obsesionado. Le gustaba más el dinero que a un tonto una piruleta. Tenía ganas de levantarse y arrancarle el pendiente para después venderlo, pero a pesar de tener ganas, lo que no tenía eran fuerzas, por lo que siguió tumbado y mirando.
Zero ahora le ofreció las sardinas y Misifú saltó desde la espalda a la cabeza de Jung Su, para así agarrar una con la boca y ponerse a comer con velocidad. – Cuidado, te va a sentar mal la comida si comes tan rápido. – Dijo Jung Su mientras lo veía comer. Su voz era suave y pausado, haciendo notar sus pocas energías. El dependiente soltó un comentario extraño sobre un asesino que andaba suelto, lo que le pareció dar igual a Jung Su. Zero se puso a comer y entonces el joven pelinaranja se dio cuenta de algo, aquel dependiente rubio se fue corriendo. ”Tal vez tenga miedo del asesino…” Pensó mientras veía comer a sus compañeros.
Algo extraño comenzó a suceder cuando escuchó a Zero decir el nombre del muchacho pero con voz calmada. Misifú parecía encontrarse lleno, tanto que se puso a dormir, aunque tenía mala cara. - ¿Qué te pasa, Zero…? – Dijo Jung Su extrañado. - ¿Te ha sentado mal la comida? – Preguntó preocupado. Se había quedado con la cara de aquel dependiente, desde luego que era algo extraño, demasiado.
- Lo siento, pero debo rechazar la oferta, no me siento muy bien. – Dijo el joven con ojeras exageradas. Entonces Misifú, que estaba a su espalda, soltó un maullido. – Aunque al parecer Misifú sí que quiere. – Decía mientras miraba hacia arriba, intentando señalar con los ojos.
Volvió al puesto de peces y acabó comprando un montón de sardinas, diez en concreto. El dependiente era un chico joven y rubio con un pendiente dorado. ”Eso debe costar bastante, es oro puro… No debería poder comprarlo un dependiente normal.” Pensó extrañado el joven pelinaranja. Éste era un experto con los precios, o mejor dicho un obsesionado. Le gustaba más el dinero que a un tonto una piruleta. Tenía ganas de levantarse y arrancarle el pendiente para después venderlo, pero a pesar de tener ganas, lo que no tenía eran fuerzas, por lo que siguió tumbado y mirando.
Zero ahora le ofreció las sardinas y Misifú saltó desde la espalda a la cabeza de Jung Su, para así agarrar una con la boca y ponerse a comer con velocidad. – Cuidado, te va a sentar mal la comida si comes tan rápido. – Dijo Jung Su mientras lo veía comer. Su voz era suave y pausado, haciendo notar sus pocas energías. El dependiente soltó un comentario extraño sobre un asesino que andaba suelto, lo que le pareció dar igual a Jung Su. Zero se puso a comer y entonces el joven pelinaranja se dio cuenta de algo, aquel dependiente rubio se fue corriendo. ”Tal vez tenga miedo del asesino…” Pensó mientras veía comer a sus compañeros.
Algo extraño comenzó a suceder cuando escuchó a Zero decir el nombre del muchacho pero con voz calmada. Misifú parecía encontrarse lleno, tanto que se puso a dormir, aunque tenía mala cara. - ¿Qué te pasa, Zero…? – Dijo Jung Su extrañado. - ¿Te ha sentado mal la comida? – Preguntó preocupado. Se había quedado con la cara de aquel dependiente, desde luego que era algo extraño, demasiado.
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Diez minutos mas tarde, Eichi se encontraba disfrutando de su comida. Por el hambre que tenía, termino devorándose el alimento en menos de cinco minutos, lo cual daba algo de miedo la verdad. Ver a alguien comer tan rápido; pero con modales iguales a las de un príncipe (bueno, lo es; pero nadie tenía que enterarse), era un espectáculo raro de ver.
Una vez que acabó, se decidió por preguntarle algo al, que suponía, era el dueño. – Oiga, disculpe. ¿Qué me puede decir del asesino en serie que aparece en las noches? – Eso hizo que todo el bar quedará en silencio; no es como si hubiera mucha gente en todo caso. El dueño miró con ojos críticos al pelirrojo. – Disculpe, joven. ¿Para que quiere saber eso? – Eichi no rechistó en responder. – Porque, quiero atraparlo señor. – El propietario se quedó en silencio, para luego soltar un suspiro. Buscó bajo la barra algo, para luego dejarlo encima de este. Eichi observó que se traba del mismo cartel que había visto en la plaza, por lo que miro con ojos confusos al dueño. – Esa es la cosa joven – empezó a hablar nuevamente el señor – no sabemos nada de el. Lo único de lo que tenemos certeza, es que ataca a mujeres de noche. Y en muy raras ocasiones, a forasteros – Finalizó el dueño.
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Un pensativo Eichi paseaba por las calles, mientras repasaba lo que le había dicho el dueño de aquél restaurante. Luego de que le dijera aquello, el pelirrojo le interrogó de como tenían una imagen de el. Es en eso, cuando reveló algo impactante. Al parecer, una persona había sobrevivido al ataque de aquél asesino; y gracias a eso, pudieron obtener una imagen decente del perpetrador. Aunque la capa, tapaba casi todo su cuerpo, así como su rostro.
Se disponía a ir hasta la vivienda del sobreviviente, para poder interrogarla de lo sucedido. En eso estaba, cuando se fijó en dos personas que andaban montando algo en medio de la calle, y lo que parecía ser un... ¿Gato? Al acercarse, se fijó en que una de las personas estaba tirada en el suelo; y la otra estaba hablándole a la nada. Arqueo una ceja, y observó que había algo en el suelo; era un paquete de sardinas. Curioso, recogió una del suelo; y al olerla, notó algo extraño. Frunció el ceño, y empezó a preguntar algo a la multitud que se estaba formando. No estaba muy seguro, pero era mejor prevenir antes que lamentar. – ¿Hay algún doctor por acá? – La gente comenzó a susurrar entre ellos, y de entre ellos, surgió un hombre mayor de pelo blanco. – Yo soy doctor joven. – El pelirrojo miró a los ojos del hombre, y fijó su vista en los dos jóvenes que estaban en problemas. El doctor asintió, entendiendo, y se dirigió hacia donde estaba el pelinegro.
Eichi suspiró, y fijó su vista en el personaje que estaba tirado. Se agachó para que este pudiera escucharlo mejor. – Hey, escucha. Se que no me conoces de nada, pero al parecer ingirieron algo en mal estado. Así que los ayudaré por ahora. – Tomó del brazo, y lo pasó sobre su hombro para poder llevarlo. Normalmente lo pondría en su espalda, pero el gato impedía que pudiera hacer eso el pelirrojo. Suspiró nuevamente, y se acercó hasta donde se encontraba el doctor y el pelinegro, no sin antes mirar de reojo el puesto se sardinas. Se encontraba totalmente vacío.
Una vez que acabó, se decidió por preguntarle algo al, que suponía, era el dueño. – Oiga, disculpe. ¿Qué me puede decir del asesino en serie que aparece en las noches? – Eso hizo que todo el bar quedará en silencio; no es como si hubiera mucha gente en todo caso. El dueño miró con ojos críticos al pelirrojo. – Disculpe, joven. ¿Para que quiere saber eso? – Eichi no rechistó en responder. – Porque, quiero atraparlo señor. – El propietario se quedó en silencio, para luego soltar un suspiro. Buscó bajo la barra algo, para luego dejarlo encima de este. Eichi observó que se traba del mismo cartel que había visto en la plaza, por lo que miro con ojos confusos al dueño. – Esa es la cosa joven – empezó a hablar nuevamente el señor – no sabemos nada de el. Lo único de lo que tenemos certeza, es que ataca a mujeres de noche. Y en muy raras ocasiones, a forasteros – Finalizó el dueño.
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Un pensativo Eichi paseaba por las calles, mientras repasaba lo que le había dicho el dueño de aquél restaurante. Luego de que le dijera aquello, el pelirrojo le interrogó de como tenían una imagen de el. Es en eso, cuando reveló algo impactante. Al parecer, una persona había sobrevivido al ataque de aquél asesino; y gracias a eso, pudieron obtener una imagen decente del perpetrador. Aunque la capa, tapaba casi todo su cuerpo, así como su rostro.
Se disponía a ir hasta la vivienda del sobreviviente, para poder interrogarla de lo sucedido. En eso estaba, cuando se fijó en dos personas que andaban montando algo en medio de la calle, y lo que parecía ser un... ¿Gato? Al acercarse, se fijó en que una de las personas estaba tirada en el suelo; y la otra estaba hablándole a la nada. Arqueo una ceja, y observó que había algo en el suelo; era un paquete de sardinas. Curioso, recogió una del suelo; y al olerla, notó algo extraño. Frunció el ceño, y empezó a preguntar algo a la multitud que se estaba formando. No estaba muy seguro, pero era mejor prevenir antes que lamentar. – ¿Hay algún doctor por acá? – La gente comenzó a susurrar entre ellos, y de entre ellos, surgió un hombre mayor de pelo blanco. – Yo soy doctor joven. – El pelirrojo miró a los ojos del hombre, y fijó su vista en los dos jóvenes que estaban en problemas. El doctor asintió, entendiendo, y se dirigió hacia donde estaba el pelinegro.
Eichi suspiró, y fijó su vista en el personaje que estaba tirado. Se agachó para que este pudiera escucharlo mejor. – Hey, escucha. Se que no me conoces de nada, pero al parecer ingirieron algo en mal estado. Así que los ayudaré por ahora. – Tomó del brazo, y lo pasó sobre su hombro para poder llevarlo. Normalmente lo pondría en su espalda, pero el gato impedía que pudiera hacer eso el pelirrojo. Suspiró nuevamente, y se acercó hasta donde se encontraba el doctor y el pelinegro, no sin antes mirar de reojo el puesto se sardinas. Se encontraba totalmente vacío.
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Zero continuaba con el ceño fruncido. Se colocó de rodillas y apretó los puños, mosqueado. Al parecer las sardinas tenían veneno o algo por el estilo. Encima el capullo del vendedor ya no estaba, no iba a poder huir de su olfato. Iba a comérselo vivo por idiota. Cerró los ojos y soltó un enorme gruñido. Encima el animalito de su compañero también había comido, todo por su culpa y su manía de querer comerse todo. Trataba de controlar su respiración lo mejor posible y por ello se colocó en pie y miró hacia arriba. Notaba un fuerte dolor de cabeza. Era la primera vez que sentía aquellos síntomas sin estar enfermo. El sudor comenzaba a caer por su frente y no era una cosa que le hiciera feliz. Se notaba cansado y le costaba ver un poco. Tenía que ser fuerte y aguantar. No se iba a dejar eliminar por un payaso de tres al cuarto y menos con un pendiente así de feo.
En ese momento un hombre de cabellos blancos, y mayor se acercó a él de forma amable. Le tendió una botella de un líquido blanco y después le sonrió. – Tranquilo, tómate esta leche y te limpiará el estómago. Va mezclada con fármacos y suelo llevar varias, está mala… – El moreno entonces asintió con la cabeza y bebió del recipiente. En ese momento notó unas ganas de vomitar impresionantes pero, pudo contenerse. A continuación miró al hombre de forma seria y le habló como pudo. – Ayude también al animalito… – Dijo de forma suplicante mientras señalaba a Misifú. El hombre sonrió y asintió con la cabeza mientras intentaba darle de la botella al felino. Entonces el luchador de cabellos oscuros frunció el ceño y miró a la dirección en la que se había ido aquel rubio. Esa mala rata no iba a escaparse.
El chico saltó con fuerza y en pleno aire cambió su forma a la de un enorme felino de pelaje amarillo y manchas negras. Estaba en su forma completa, y tras un rugido, salió corriendo a unos ciento veinte kilómetros por hora. No iba a descansar hasta encontrar a aquel maldito bastardo que había intentado asesinarle. La leche con medicinas del médico, había funcionado y le había salvado de una buena. El cabrón del pendiente iba a pagar lo que había hecho con su vida o con la mayor de las palizas. Olisqueaba de forma agresiva, mirando a su alrededor y correteando por las calles de la isla. No encontraba a su presa. En poco tiempo, se hallaba en la puerta de una enorme catedral. Volvió a la forma humana y soltó un suspiro. Se había alejado de su compañero y ahora no sabía volver. Era ya mala suerte pero bueno, ya se verían. Ambos destacaban por sus ropas. Justo entonces vio unos doce monjes vestidos con kimonos naranjas, pasar por una calle. – Ah, precioso. – Dijo con ironía mientras se cruzaba de brazos y soltaba un enorme suspiro.
En ese momento un hombre de cabellos blancos, y mayor se acercó a él de forma amable. Le tendió una botella de un líquido blanco y después le sonrió. – Tranquilo, tómate esta leche y te limpiará el estómago. Va mezclada con fármacos y suelo llevar varias, está mala… – El moreno entonces asintió con la cabeza y bebió del recipiente. En ese momento notó unas ganas de vomitar impresionantes pero, pudo contenerse. A continuación miró al hombre de forma seria y le habló como pudo. – Ayude también al animalito… – Dijo de forma suplicante mientras señalaba a Misifú. El hombre sonrió y asintió con la cabeza mientras intentaba darle de la botella al felino. Entonces el luchador de cabellos oscuros frunció el ceño y miró a la dirección en la que se había ido aquel rubio. Esa mala rata no iba a escaparse.
El chico saltó con fuerza y en pleno aire cambió su forma a la de un enorme felino de pelaje amarillo y manchas negras. Estaba en su forma completa, y tras un rugido, salió corriendo a unos ciento veinte kilómetros por hora. No iba a descansar hasta encontrar a aquel maldito bastardo que había intentado asesinarle. La leche con medicinas del médico, había funcionado y le había salvado de una buena. El cabrón del pendiente iba a pagar lo que había hecho con su vida o con la mayor de las palizas. Olisqueaba de forma agresiva, mirando a su alrededor y correteando por las calles de la isla. No encontraba a su presa. En poco tiempo, se hallaba en la puerta de una enorme catedral. Volvió a la forma humana y soltó un suspiro. Se había alejado de su compañero y ahora no sabía volver. Era ya mala suerte pero bueno, ya se verían. Ambos destacaban por sus ropas. Justo entonces vio unos doce monjes vestidos con kimonos naranjas, pasar por una calle. – Ah, precioso. – Dijo con ironía mientras se cruzaba de brazos y soltaba un enorme suspiro.
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Las personas de la isla comenzaban a amontonarse alrededor de los luchadores. Muchos de ellos creían que Jung Su estaba muerto, que lo había asesinado el asesino, menuda paradoja. Pero no, veían sus movimientos de gusano arrastrándose por el suelo mientras su estómago rugía de dolor. De pronto un hombre de cabellos blanco se acercó a los luchadores, fardando de que era médico. ”Y a mí que me importará…” Pensaba el joven mientras se retorcía en el suelo. ”Yo lo que necesito es a una buena mujer que me cuide…” Entre pensamientos lascivos de como una mujer vestida sugerentemente de conejita le cuidaba mientras cubría con sus pechos la joven cara del muchacho, una persona se acercó a él. Vio unos zapatos que se acercaban. ”Por favor, Buda, si de verdad existes, que sea una chica.” Rezaba Jung Su mientras intentaba mirar hacia arriba. Pero no. El que se acercó parecía ser un joven pelirrojo que trataba de ayudarlo. ”Buda, ajustaremos cuentas cuando me muera.” El chico apoyó a su hombro a Jung Su para acercarlo donde estaba el médico. Vio como el supuesto enfermero le dio una especie de leche blanca a Zero, que seguramente fuese medicina. El moreno tuvo una arcada pero por suerte no vomitó. Una vez recuperado, salió corriendo del lugar. El médico se acercó ahora a Jung Su, Misifú y al pelirrojo, ofreciéndole la leche al gato. Éste la olió, pero parecía no quererla ya que olía bastante mal.
- Vamos, Misifú, no pasa nada. Sólo es leche. – Dijo Jung Su intentando alegrar su cara. – Mira, te demostraré que está buena. – Agarró con escasas fuerzas la leche y le fue a dar un trago. – Mmm… Qué rica… - Dijo con una voz suave antes de probarla. Entonces le dio un buen trago y la escupió de golpe. - ¡Buda, qué asco! – Gritó con fuerzas y una cara asqueada. – ¡Esto está realmente asqueroso! ¡¿Qué lleva?! ¡¿Limón?! – Gritaba montando un numerito en mitad de la calle. Al parecer se había recuperado, pero no por beber aquello, ya que no llegó a tragar, sino del mal sabor que tenía. Jung Su tenía más cuento que la Blancanieves.
Al menos consiguió que bebiese el gato y así se recuperara. Jung Su se apartó del pelirrojo y le dio las gracias. ”Si hubieras sido mujer…” Entonces se acordó de su compañero, Zero, que había marchado corriendo en su forma completa de guepardo en busca del tendero que le vendió las sardinas. El pelinaranja suspiró con cansancio mientras agarraba a Misifú y lo bajaba de su cabeza, a su hombro. Comenzó a caminar hacia donde supuestamente se había ido Zero, guiado por los gritos de los ciudadanos que habían visto a una bestia salvaje. ”Debe ser Zero.” Se giró y miró al pelirrojo.
- Por cierto, yo soy Jung Su, y el que se largó era Zero. – Dijo mientras miraba al pelirrojo y señalaba hacia la dirección que había marchado su compañero. – Gracias por ayudar. ¿Cuál es tu nombre? – Jung Su estaba pasando del maldito médico que le había intentado intoxicar con esa leche asquerosa. Éste hizo una mueca y frunció el ceño, enfadado ya que lo ignoraban. – Por cierto, voy a buscar a mi compañero, espero que nos volvamos a ver. – Dijo mientras abría su mano derecha y sus uñas crecían y se afilaban. Se hirió a si mismo apuñalándose en el corazón, inyectándose hormonas de testosterona. – Agárrate, Misifú.
Jung Su comenzó a correr en dirección a los gritos, sin parar. Gracias a la testosterona tenía un poco más de velocidad, aunque no era nada comparada con la de Zero. Corrió y corrió hasta encontrar algo que le llamó la atención. Era una especie de catedral, donde había monjes con trajes naranja como los de Jung Su y Zero. Al lado de la catedral, había un sugerente bar con neones de colores. ”¿Dónde se habrá metido Zero…? ¿Qué es lo que haría yo? ¡Oh, ya sé!” Pensaba para sí mismo. Comenzó a caminar hacia el bar sugerente con Misifú. Podía ver cómo tan sólo entraban personas extrañas y fornidas, con cicatrices. Desde luego que no era un lugar muy pacífico. ”Espero que me dejen entrar.”
- Vamos, Misifú, no pasa nada. Sólo es leche. – Dijo Jung Su intentando alegrar su cara. – Mira, te demostraré que está buena. – Agarró con escasas fuerzas la leche y le fue a dar un trago. – Mmm… Qué rica… - Dijo con una voz suave antes de probarla. Entonces le dio un buen trago y la escupió de golpe. - ¡Buda, qué asco! – Gritó con fuerzas y una cara asqueada. – ¡Esto está realmente asqueroso! ¡¿Qué lleva?! ¡¿Limón?! – Gritaba montando un numerito en mitad de la calle. Al parecer se había recuperado, pero no por beber aquello, ya que no llegó a tragar, sino del mal sabor que tenía. Jung Su tenía más cuento que la Blancanieves.
Al menos consiguió que bebiese el gato y así se recuperara. Jung Su se apartó del pelirrojo y le dio las gracias. ”Si hubieras sido mujer…” Entonces se acordó de su compañero, Zero, que había marchado corriendo en su forma completa de guepardo en busca del tendero que le vendió las sardinas. El pelinaranja suspiró con cansancio mientras agarraba a Misifú y lo bajaba de su cabeza, a su hombro. Comenzó a caminar hacia donde supuestamente se había ido Zero, guiado por los gritos de los ciudadanos que habían visto a una bestia salvaje. ”Debe ser Zero.” Se giró y miró al pelirrojo.
- Por cierto, yo soy Jung Su, y el que se largó era Zero. – Dijo mientras miraba al pelirrojo y señalaba hacia la dirección que había marchado su compañero. – Gracias por ayudar. ¿Cuál es tu nombre? – Jung Su estaba pasando del maldito médico que le había intentado intoxicar con esa leche asquerosa. Éste hizo una mueca y frunció el ceño, enfadado ya que lo ignoraban. – Por cierto, voy a buscar a mi compañero, espero que nos volvamos a ver. – Dijo mientras abría su mano derecha y sus uñas crecían y se afilaban. Se hirió a si mismo apuñalándose en el corazón, inyectándose hormonas de testosterona. – Agárrate, Misifú.
Jung Su comenzó a correr en dirección a los gritos, sin parar. Gracias a la testosterona tenía un poco más de velocidad, aunque no era nada comparada con la de Zero. Corrió y corrió hasta encontrar algo que le llamó la atención. Era una especie de catedral, donde había monjes con trajes naranja como los de Jung Su y Zero. Al lado de la catedral, había un sugerente bar con neones de colores. ”¿Dónde se habrá metido Zero…? ¿Qué es lo que haría yo? ¡Oh, ya sé!” Pensaba para sí mismo. Comenzó a caminar hacia el bar sugerente con Misifú. Podía ver cómo tan sólo entraban personas extrañas y fornidas, con cicatrices. Desde luego que no era un lugar muy pacífico. ”Espero que me dejen entrar.”
Eichi Tsukasa
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Aquél sujeto, ahora revelado como Jung Su, le agradeció a al pelirrojo su hospitalidad; y luego, marchó corriendo en busca de su amigo. El tipo le había preguntado su nombre; pero antes que el pelirrojo pudiera decir algo, este se fue sin más. – Hay que ver, ya nadie tiene buenos modales por estos lados. – Un mohín apareció en el rostro del pelirrojo, y luego suspiró. Se dio media vuelta, y le habló al doctor. – Muchas gracias por ayudar doctor – El hombre simplemente asintió, y se dispuso a poner marcha. En eso, el pelirrojo habló de nuevo. – Disculpe, pero me gustará hacerle una pregunta. – El hombre lo miró de forma confusa, pero asintió. – ¿Qué puede decirme acerca del asesino? – El doctor abrió los ojos totalmente, comenzó a sudar, y luego se marchó corriendo de aquél lugar.
Eichi se quedó parado en aquél lugar, aquella acción le había tomado completamente por sorpresa. Cuando volvió en sí, se dio cuenta que que el doctor ya estaba a unos 10 metros de distancia, por lo que tuvo que actuar. Rápidamente, se transformó en su forma híbrida, y persiguió al hombre. Le tomó unos veinte segundos en alcanzar al doctor. En cuanto lo hizo, lo tomó del cuello de la camisa, y se lo llevó a un callejón estrecho y oscuro. – Muy bien. – Comenzó con voz fría, mientras que aprisionaba contra la pared al señor. – Dime todo lo que sabes. – Por el tono de voz del chico; y por sus ojos dorados, solo se podía deducir una cosa. Ya no era Eichi el que estaba al mando, si no que era su otra personalidad, Akashi.
El pobre doctor se meaba del miedo, mientras se debatía en que hacer. Por un lado, estaba el hecho de que trabajando para el asesino, llegaría a un punto en el que este lo mataría; y por el otro, si mentía corría el riesgo de que aquél demonio que lo sujetaba, se decidiera por acabar con su vida. Finalmente, el hombre se decidió y soltó un suspiro de derrota. – Muy bien, la verdad es que yo no se mucho de ese lunático la verdad. El nos amenaza, a mi y a otros nativos de este pueblo, a hacer todo lo que nos pida. Si no lo hacemos, nos matara a nosotros junto a nuestras familias. Por favor, tiene que creerme. – La voz del hombre se notaba desesperada. Por unos momentos el pelirrojo no dijo nada; pero luego, asintió y le soltó.
El doctor suspiró aliviado, pero al sentir la presencia asesina de aquél demonio, nuevamente comenzó a tiritar de miedo. Alzo la vista, observó como este lo miraba sin expresión en aquellos orbes dorados. Por alguna razón, Akashi tenía su mano extendida. El hombre tragó en seco al observar aquello, y miró de forma cuestionable al pelirrojo. – Las verdaderas curas, ahora... Y en cuanto tiempo hará efecto el veneno de la leche. – El doctor abrió los ojos de par en par, sorprendido de que el pelirrojo haya descubierto ese detalle. El hombre sonrió, y de sus bolsillos sacó tres botellas con un líquido claro e irreconocible. – Es un veneno que no se le notan sus efectos hasta que sea muy tarde. Una vez bebido, si el que lo tomó no recibe la cura en menos de tres horas, solo le espera la muerte. – Akashi tomó las curas, y asintió agradecido por el gesto. Sus ojos volvieron a ser rojos, lo que significaba que había vuelto a ser Eichi. El pelirrojo se disponía a marcharse, cuando el doctor le dio un último aviso. – El asesino es usuario del Mantra joven, y sabe ocultar muy bien su presencia. Por esa misma razón, solo hace aparición durante las noches. – Eichi sintió, y se marchó de aquél lugar en búsqueda de los dos sujetos de antes. El doctor suspiró, y rogó a todos los cielos de que ese joven pudiera ser capaz de derrotar a aquél sádico.
Eichi se quedó parado en aquél lugar, aquella acción le había tomado completamente por sorpresa. Cuando volvió en sí, se dio cuenta que que el doctor ya estaba a unos 10 metros de distancia, por lo que tuvo que actuar. Rápidamente, se transformó en su forma híbrida, y persiguió al hombre. Le tomó unos veinte segundos en alcanzar al doctor. En cuanto lo hizo, lo tomó del cuello de la camisa, y se lo llevó a un callejón estrecho y oscuro. – Muy bien. – Comenzó con voz fría, mientras que aprisionaba contra la pared al señor. – Dime todo lo que sabes. – Por el tono de voz del chico; y por sus ojos dorados, solo se podía deducir una cosa. Ya no era Eichi el que estaba al mando, si no que era su otra personalidad, Akashi.
El pobre doctor se meaba del miedo, mientras se debatía en que hacer. Por un lado, estaba el hecho de que trabajando para el asesino, llegaría a un punto en el que este lo mataría; y por el otro, si mentía corría el riesgo de que aquél demonio que lo sujetaba, se decidiera por acabar con su vida. Finalmente, el hombre se decidió y soltó un suspiro de derrota. – Muy bien, la verdad es que yo no se mucho de ese lunático la verdad. El nos amenaza, a mi y a otros nativos de este pueblo, a hacer todo lo que nos pida. Si no lo hacemos, nos matara a nosotros junto a nuestras familias. Por favor, tiene que creerme. – La voz del hombre se notaba desesperada. Por unos momentos el pelirrojo no dijo nada; pero luego, asintió y le soltó.
El doctor suspiró aliviado, pero al sentir la presencia asesina de aquél demonio, nuevamente comenzó a tiritar de miedo. Alzo la vista, observó como este lo miraba sin expresión en aquellos orbes dorados. Por alguna razón, Akashi tenía su mano extendida. El hombre tragó en seco al observar aquello, y miró de forma cuestionable al pelirrojo. – Las verdaderas curas, ahora... Y en cuanto tiempo hará efecto el veneno de la leche. – El doctor abrió los ojos de par en par, sorprendido de que el pelirrojo haya descubierto ese detalle. El hombre sonrió, y de sus bolsillos sacó tres botellas con un líquido claro e irreconocible. – Es un veneno que no se le notan sus efectos hasta que sea muy tarde. Una vez bebido, si el que lo tomó no recibe la cura en menos de tres horas, solo le espera la muerte. – Akashi tomó las curas, y asintió agradecido por el gesto. Sus ojos volvieron a ser rojos, lo que significaba que había vuelto a ser Eichi. El pelirrojo se disponía a marcharse, cuando el doctor le dio un último aviso. – El asesino es usuario del Mantra joven, y sabe ocultar muy bien su presencia. Por esa misma razón, solo hace aparición durante las noches. – Eichi sintió, y se marchó de aquél lugar en búsqueda de los dos sujetos de antes. El doctor suspiró, y rogó a todos los cielos de que ese joven pudiera ser capaz de derrotar a aquél sádico.
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El moreno continuaba mirando a su alrededor, mientras olisqueaba un poco el aire. No reconocía el olor del rubio por ningún lado, y eso le estaba molestando. Su mirada continuaba buscando a aquel maldito cobarde. El uso de veneno era sólo para los miedicas que no podían usar los puños por miedo a romperse una uña. Ese tipo de personas eran despreciables. Él y su compañero eran tíos, de los que podían partir piernas como machos de pelo en pecho. Debían de pillarse un vehículo más bonito. Uno dónde hubiese un gimnasio, y si era necesario un bar o cancha de baloncesto. Sin duda, tenía planes con su socio. No muchas personas le caían bien, y por ello ahora estaba bastante feliz. En su rostro se formó una sonrisa amplia. Momentos después volvió a estar serio, debido a que se había acordado del capullo del veneno. Las sardinas del demonio eran las culpables de todo. Iban provocando al estar tan deliciosas. Encima baratas y en pack generosos.
El chico entonces vio pasar al pelinaranja. Se estaba acercando a un local con luces, dónde entraban tipos que parecían ser fuertes. Justo iba a correr hacia él, cuando de repente sintió una sensación de dolor en su rostro. Salió despedido hacia atrás, y atravesó la puerta de la catedral. Su espalda estaba dañada, sentía una sensación incómoda recorrerle. En su boca notó el sabor metálico de la sangre, y miró a los lados. No veía nada, salvo personas rezando, que ahora corrían a la salida. Eso era debido a que un tío había atravesado la puerta. Zero empezó a levantarse con dificultad. En ese momento dos tipos entraron, mirándole de forma seria. El primero era un chico musculoso de su estatura, de cabellos morados y ojos rojizos. Vestía con una armadura dorada, y en cada mano llevaba una espada. Sus ojos se clavaron en el chico de forma seria, como si estuviese mala leche. El otro era un semigigante de tres metros, el autor del puñetazo. De cabellos rubios, cortos y de ojos azulados. Vestía con un kimono azulado, encima tenía la misma mirada que el otro tipo.
El luchador les miró de forma seria, frunció el ceño, y se colocó en postura de combate. Estaba ofendido con lo pasado. No le habían avisado ni siquiera. – ¿Quién diablos sois? ¿Por qué me atacáis a traición? – Sus oscuros ojos se clavaron en los de ellos. No iba a dejarse achantar. De repente el espadachín, se lanzó a por él. Zero evadió el primer corte para después, evitar otro más agachándose. De una patada, tiró a su oponente al suelo. Justo entonces escuchó el sonido de un disparo. La sangre salió de su hombro, tras él apareció el rubio del puesto de sardinas, sonriendo de lado. – No te he presentado a mis amigos. El espadachín violeta, y el monstruo del Norte. – El chico soltó un jadeo y miró a su alrededor, estaba rodeado por los tres monstruos. El enorme rubio se lanzó por él, pero de un puñetazo lo tiró al suelo de forma violenta. Tras aquello se llevó otro tiro en hombro contrario, lo que provocó un grito del zoan. A continuación se llevó un tajo en el pecho, acabando tirado en el suelo. Sonrió de lado mientras los miraba. – Cobardes… – Mencionó de forma seria.
El tío de las sardinas entonces salió corriendo de allí, metiéndose por un pasadizo de la catedral. Los otros dos comenzaron a pisar al moreno, pero éste tuvo el valor de bloquear con los brazos. Se puso en pie lo más rápido posible, y de repente imbuyó su puño en haki armadura, impactándolo en el rostro del espadachín. El tipo quedó inconsciente en el acto pero, el moreno ya no podía continuar luchando. El semigigante lo tomó del cuello, alzándolo de forma violenta y comenzando a ahogarlo. Zero estaba demasiado débil, aquellos dos tiros le habían hecho perder bastante sangre.
El chico entonces vio pasar al pelinaranja. Se estaba acercando a un local con luces, dónde entraban tipos que parecían ser fuertes. Justo iba a correr hacia él, cuando de repente sintió una sensación de dolor en su rostro. Salió despedido hacia atrás, y atravesó la puerta de la catedral. Su espalda estaba dañada, sentía una sensación incómoda recorrerle. En su boca notó el sabor metálico de la sangre, y miró a los lados. No veía nada, salvo personas rezando, que ahora corrían a la salida. Eso era debido a que un tío había atravesado la puerta. Zero empezó a levantarse con dificultad. En ese momento dos tipos entraron, mirándole de forma seria. El primero era un chico musculoso de su estatura, de cabellos morados y ojos rojizos. Vestía con una armadura dorada, y en cada mano llevaba una espada. Sus ojos se clavaron en el chico de forma seria, como si estuviese mala leche. El otro era un semigigante de tres metros, el autor del puñetazo. De cabellos rubios, cortos y de ojos azulados. Vestía con un kimono azulado, encima tenía la misma mirada que el otro tipo.
El luchador les miró de forma seria, frunció el ceño, y se colocó en postura de combate. Estaba ofendido con lo pasado. No le habían avisado ni siquiera. – ¿Quién diablos sois? ¿Por qué me atacáis a traición? – Sus oscuros ojos se clavaron en los de ellos. No iba a dejarse achantar. De repente el espadachín, se lanzó a por él. Zero evadió el primer corte para después, evitar otro más agachándose. De una patada, tiró a su oponente al suelo. Justo entonces escuchó el sonido de un disparo. La sangre salió de su hombro, tras él apareció el rubio del puesto de sardinas, sonriendo de lado. – No te he presentado a mis amigos. El espadachín violeta, y el monstruo del Norte. – El chico soltó un jadeo y miró a su alrededor, estaba rodeado por los tres monstruos. El enorme rubio se lanzó por él, pero de un puñetazo lo tiró al suelo de forma violenta. Tras aquello se llevó otro tiro en hombro contrario, lo que provocó un grito del zoan. A continuación se llevó un tajo en el pecho, acabando tirado en el suelo. Sonrió de lado mientras los miraba. – Cobardes… – Mencionó de forma seria.
El tío de las sardinas entonces salió corriendo de allí, metiéndose por un pasadizo de la catedral. Los otros dos comenzaron a pisar al moreno, pero éste tuvo el valor de bloquear con los brazos. Se puso en pie lo más rápido posible, y de repente imbuyó su puño en haki armadura, impactándolo en el rostro del espadachín. El tipo quedó inconsciente en el acto pero, el moreno ya no podía continuar luchando. El semigigante lo tomó del cuello, alzándolo de forma violenta y comenzando a ahogarlo. Zero estaba demasiado débil, aquellos dos tiros le habían hecho perder bastante sangre.
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Jung Su seguía mirando aquel local y se dio cuenta de algo. No solo entraban hombres fuertes, sino que también entraban mujeres, y no precisamente feas. Los ojos del joven se volvieron rojos, tornando las formas de un corazón, saliéndose de las órbitas, sacando la lengua. Aquellas mujeres parecían modelos, aparte de que iban vestidas con sugerente ropa, enseñando unas piernas lisas y brillantes y unos hombros perfectos, morenos. No podía dejar de mirar como aquellos voluminosos pechos votaban cada vez que daban un paso con aquellos tacones de aguja, los cuales hacían que su trasero se elevara, dando una curva perfecta para todo hombre. Caminaba serio y con la cabeza alta, de puntillas. Se acercó a uno de los seguratas que habían vigilando la zona, esperó que dos mujeres pasaran y, justo detrás de ellas, estaba él, intentando pasar.
- Voy con ellas. – Dijo con una voz grave, notándose que la estaba forzando. Intentó pasar entre los dos hombres altos y fuertes y, justo cuando lo iba a conseguir, estos le cortaron el paso poniendo los brazos.
- ¿A dónde vas, niño? Esto no es un lugar para ti. – Dijo uno de los musculados.
- ¿Qué me has llamado? – Dijo con un tono retórico. Una vena comenzó a hincharse en su frente y, una de sus cejas se arqueaba, mientras la otra se fruncía. – No soy un niño, ya tengo dieciséis años. – Aclaró serio y ahora levantando un poco el labio superior, enseñando parte de los dientes como forma de ataque.
- Con aún más razón. Aquí solo entran gente de más de veinte años. Vamos, adultos. – Explicó el otro hombre.
- ¡Oh! ¿Dije dieciséis? Quería decir… Veinte. Sí, tengo veinte años, así que si me permiten… - Soltó intentando entrar, caminando hacia adentro y empujando los brazos de los hombres.
Éstos le empujaron hacia atrás. - ¿En serio crees que somos idiotas? – Aclaró uno de ellos.
- Ah… No cuela… ¿No? – Dijo ahora apenado. – Pues no me dejáis otra opción. – Llevó su puño hacia atrás mientras flexionaba la rodilla y se posicionaba de lado, estaba a punto de mandar a volar a esos dos grandullones, pero entonces un estruendo se escuchó. Bajó su brazo y se quedó pensativo, y de nuevo otro más. Parecían disparos, hasta que se escuchó una voz gritar. ”¿Zero?” Pensó. Al parecer el que gritó tenía la voz de su compañero al cual estaba buscando. ”Parece que no está aquí, entonces.” Se dijo a sí mismo. – Habéis tenido suerte, parece que mi compañero está en otro lado. Pero volveré. – Seria era su voz, potente.
Comenzó a caminar con las manos en los bolsillos, silvando una canción extraña y algo infantil. Los monjes de trajes naranjas corrían asustados y entonces se dio cuenta de algo, del tendero rubio del pendiente de oro. Jung Su salió corriendo detrás de él, pasando de largo la catedral, pero, en su trámite, le pareció ver el cabello puntiagudo del moreno. Retrocedió unos pasos, hasta la puerta y se dio cuenta de algo. Un hombre enorme de unos tres metros, rubio de cabellos cortos con un kimono azulado, luchador seguramente, sosteniendo del cuello a un cansado y malherido Zero. ”¿Qué?” Se acercó lentamente y silenciosamente a aquel semigigante por la espalda, se agachó doblando las rodillas y juntó las dos manos, levantando los dedos índices y corazón.
- ¡Ataque del dolor máximo! – Gritó con fuerzas lanzando aquel potente ataque. Los dedos se dirigieron con velocidad al trasero gordo de aquel tipo, hincándose dentro con las uñas afiladas gracias a su akuma no mi. Aquel grandullón soltó un quejido enorme, sus ojos salieron de sus órbitas y soltó a Zero, cayendo de rodillas al suelo, soltando bilis por la boca. Aquel ataque había sido súper efectivo, había vencido a aquel rubio enorme con un solo golpe. Se levantó y lanzó una patada para rematar, directa a la cabeza de aquel hombre, lanzándolo hacia un lado y haciendo que su oreja derecha sangrase sin parar. Cayó derrotado. Jung Su miró a su compañero y no dudó en ayudarle. – Algo de medicina sé, pero sólo lo básico… Por cierto, al fin te encuentro. – Dijo despreocupado mientras se rajaba parte de su kimono para tapar las heridas de bala de su compañero y atándolo con fuerza. – Vamos, te pondrás bien.
- Voy con ellas. – Dijo con una voz grave, notándose que la estaba forzando. Intentó pasar entre los dos hombres altos y fuertes y, justo cuando lo iba a conseguir, estos le cortaron el paso poniendo los brazos.
- ¿A dónde vas, niño? Esto no es un lugar para ti. – Dijo uno de los musculados.
- ¿Qué me has llamado? – Dijo con un tono retórico. Una vena comenzó a hincharse en su frente y, una de sus cejas se arqueaba, mientras la otra se fruncía. – No soy un niño, ya tengo dieciséis años. – Aclaró serio y ahora levantando un poco el labio superior, enseñando parte de los dientes como forma de ataque.
- Con aún más razón. Aquí solo entran gente de más de veinte años. Vamos, adultos. – Explicó el otro hombre.
- ¡Oh! ¿Dije dieciséis? Quería decir… Veinte. Sí, tengo veinte años, así que si me permiten… - Soltó intentando entrar, caminando hacia adentro y empujando los brazos de los hombres.
Éstos le empujaron hacia atrás. - ¿En serio crees que somos idiotas? – Aclaró uno de ellos.
- Ah… No cuela… ¿No? – Dijo ahora apenado. – Pues no me dejáis otra opción. – Llevó su puño hacia atrás mientras flexionaba la rodilla y se posicionaba de lado, estaba a punto de mandar a volar a esos dos grandullones, pero entonces un estruendo se escuchó. Bajó su brazo y se quedó pensativo, y de nuevo otro más. Parecían disparos, hasta que se escuchó una voz gritar. ”¿Zero?” Pensó. Al parecer el que gritó tenía la voz de su compañero al cual estaba buscando. ”Parece que no está aquí, entonces.” Se dijo a sí mismo. – Habéis tenido suerte, parece que mi compañero está en otro lado. Pero volveré. – Seria era su voz, potente.
Comenzó a caminar con las manos en los bolsillos, silvando una canción extraña y algo infantil. Los monjes de trajes naranjas corrían asustados y entonces se dio cuenta de algo, del tendero rubio del pendiente de oro. Jung Su salió corriendo detrás de él, pasando de largo la catedral, pero, en su trámite, le pareció ver el cabello puntiagudo del moreno. Retrocedió unos pasos, hasta la puerta y se dio cuenta de algo. Un hombre enorme de unos tres metros, rubio de cabellos cortos con un kimono azulado, luchador seguramente, sosteniendo del cuello a un cansado y malherido Zero. ”¿Qué?” Se acercó lentamente y silenciosamente a aquel semigigante por la espalda, se agachó doblando las rodillas y juntó las dos manos, levantando los dedos índices y corazón.
- ¡Ataque del dolor máximo! – Gritó con fuerzas lanzando aquel potente ataque. Los dedos se dirigieron con velocidad al trasero gordo de aquel tipo, hincándose dentro con las uñas afiladas gracias a su akuma no mi. Aquel grandullón soltó un quejido enorme, sus ojos salieron de sus órbitas y soltó a Zero, cayendo de rodillas al suelo, soltando bilis por la boca. Aquel ataque había sido súper efectivo, había vencido a aquel rubio enorme con un solo golpe. Se levantó y lanzó una patada para rematar, directa a la cabeza de aquel hombre, lanzándolo hacia un lado y haciendo que su oreja derecha sangrase sin parar. Cayó derrotado. Jung Su miró a su compañero y no dudó en ayudarle. – Algo de medicina sé, pero sólo lo básico… Por cierto, al fin te encuentro. – Dijo despreocupado mientras se rajaba parte de su kimono para tapar las heridas de bala de su compañero y atándolo con fuerza. – Vamos, te pondrás bien.
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Al salir de aquél callejón, notó que el cielo estaba oscureciéndose. Al observar a su alrededor, notó que las calles estaban en silencio. No había ningún alma rondando por los alrededores, las tiendas habían cerrado, y las cortinas de las viviendas estaba cerradas. De un momento a otro, un pueblo vivo, se había convertido en algo similar a un pueblo fantasma sacado directamente de una película de horror. Cautelosamente, Eichi se empezó a mover silenciosamente por las calles. Sus sentidos estaban alertas a cualquier ruido que pudiera escuchar, por si las dudas, se transformó en su forma híbrida nuevamente.
En eso, sucedió. Los sentidos del pelirrojo captaron los movimientos del asaltante solamente cuando estaba a punto acuchillarlo. Solo el entrenamiento que había tenido a lo largo de los años; y de que tenía su forma híbrida activa, lograron que el pelirrojo pudiera esquivar ese ataque. Eichi jadeó un poco, y miró a su atacante. Se trataba de una persona alta, fácilmente que podría llegar a los dos metros de altura. Su cuerpo estaba cubierto en un manto negro que llegaba hasta el suelo, y su cara estaba cubierta por una mascara esquelética. Sonidos antinaturales salían de la ranura de su mascara, lo que puso los pelos de Eichi se pusieran de punta. Una cosa era verlo en un cartel, y otra cosa muy distinta era verlo en persona.
– Tu... ¿Eres el asesino que ronda por estos lados? – Era una pregunta estúpida, y el mismo pelirrojo sabía aquello. El criminal no hizo nada durante unos momentos, luego, sacó un cuchillo ensangrentado de su capa, y por su estado, parecía como su fuera fresca. – ¿Sangre? – Pensó con desconcierto el pelirrojo. – De done habrá saca... – Eichi no pudo terminar su pensamiento, porque en eso, notó como un líquido caliente bajaba por sus mejillas. Al llevar la mano a su rostro y luego ponerla en su línea de visión, observó como ahora estaba manchada con algo rojo. El joven príncipe abrió los ojos de par en par, estupefacto ante lo que había sucedido. ¿Como había pasado aquello? Eichi creía que el asesino no había logrado conectar el golpe; pero al parecer, no fue así.
No pudo seguir pensando, porque en eso, el asesino ataco. En segundos, se encontraba frente a Eichi con el cuchillo en alto. Este pudo reaccionar a tiempo, y se preparó para una contra. Sin embargo, el encapuchado cambió de mano en el último segundo antes de impactar, tomándolo por sorpresa. Eichi recibió ese golpe de lleno en el rostro, mandándolo hacia atrás unos metros, pero sin caer al piso. Rápidamente, entró en modo de batalla, y atacó ferozmente al enmascarado. Puños, patadas, fintas... Aquél tipo esquivaba todo lo que le lanzaba Eichi. Por sus movimientos, el chico intuía que el asesino podía predecir sus movimientos antes de que este los hiciera. ¿Pero como sucedió aquello?... En eso el pelirrojo recordó los entrenamientos con Saiba y entendió.
Aquél criminal, podría ser que fuera un usuario del haki, más concretamente, el mantra. Si eso era cierto, sus opciones de ganar había disminuido considerablemente. La primera vez que había experimentado el haki, fue en un entrenamiento. Pero ahora, se encontraba en una lucha a muerte, y el encapuchado no se contendría como lo había hecho su maestro. El asesino se cansó de estar a la defensiva, y pasó al ataque. Eichi se protegía con todo lo que podía, pero los movimientos del criminal eran veloces y certeros. Lentamente, el cuerpo del pelirrojo fue llenándose de moretones y de cortes de cuchillos. No sabía si podía aguantar tanto.
Mientras tanto, el doctor miraba la escena atento desde el callejón. Este apretó sus puños con rabia sentirse incapaz de hacer nada. En eso, se le vino a la mente a los dos sujetos de hace unos minutos atrás. Un brillo de determinación apareció en su rostro, y rápidamente se alejó de aquél lugar en búsqueda de los dos sujetos. Era cierto que el no podía hacer nada, pero esos dos sí. Si se negaban, usaría la excusa de que el pelirrojo tenía las curas del veneno de la leche. Solo esperaba que el chico pudiera sobrevivir hasta ese entonces...
En eso, sucedió. Los sentidos del pelirrojo captaron los movimientos del asaltante solamente cuando estaba a punto acuchillarlo. Solo el entrenamiento que había tenido a lo largo de los años; y de que tenía su forma híbrida activa, lograron que el pelirrojo pudiera esquivar ese ataque. Eichi jadeó un poco, y miró a su atacante. Se trataba de una persona alta, fácilmente que podría llegar a los dos metros de altura. Su cuerpo estaba cubierto en un manto negro que llegaba hasta el suelo, y su cara estaba cubierta por una mascara esquelética. Sonidos antinaturales salían de la ranura de su mascara, lo que puso los pelos de Eichi se pusieran de punta. Una cosa era verlo en un cartel, y otra cosa muy distinta era verlo en persona.
– Tu... ¿Eres el asesino que ronda por estos lados? – Era una pregunta estúpida, y el mismo pelirrojo sabía aquello. El criminal no hizo nada durante unos momentos, luego, sacó un cuchillo ensangrentado de su capa, y por su estado, parecía como su fuera fresca. – ¿Sangre? – Pensó con desconcierto el pelirrojo. – De done habrá saca... – Eichi no pudo terminar su pensamiento, porque en eso, notó como un líquido caliente bajaba por sus mejillas. Al llevar la mano a su rostro y luego ponerla en su línea de visión, observó como ahora estaba manchada con algo rojo. El joven príncipe abrió los ojos de par en par, estupefacto ante lo que había sucedido. ¿Como había pasado aquello? Eichi creía que el asesino no había logrado conectar el golpe; pero al parecer, no fue así.
No pudo seguir pensando, porque en eso, el asesino ataco. En segundos, se encontraba frente a Eichi con el cuchillo en alto. Este pudo reaccionar a tiempo, y se preparó para una contra. Sin embargo, el encapuchado cambió de mano en el último segundo antes de impactar, tomándolo por sorpresa. Eichi recibió ese golpe de lleno en el rostro, mandándolo hacia atrás unos metros, pero sin caer al piso. Rápidamente, entró en modo de batalla, y atacó ferozmente al enmascarado. Puños, patadas, fintas... Aquél tipo esquivaba todo lo que le lanzaba Eichi. Por sus movimientos, el chico intuía que el asesino podía predecir sus movimientos antes de que este los hiciera. ¿Pero como sucedió aquello?... En eso el pelirrojo recordó los entrenamientos con Saiba y entendió.
Aquél criminal, podría ser que fuera un usuario del haki, más concretamente, el mantra. Si eso era cierto, sus opciones de ganar había disminuido considerablemente. La primera vez que había experimentado el haki, fue en un entrenamiento. Pero ahora, se encontraba en una lucha a muerte, y el encapuchado no se contendría como lo había hecho su maestro. El asesino se cansó de estar a la defensiva, y pasó al ataque. Eichi se protegía con todo lo que podía, pero los movimientos del criminal eran veloces y certeros. Lentamente, el cuerpo del pelirrojo fue llenándose de moretones y de cortes de cuchillos. No sabía si podía aguantar tanto.
Mientras tanto, el doctor miraba la escena atento desde el callejón. Este apretó sus puños con rabia sentirse incapaz de hacer nada. En eso, se le vino a la mente a los dos sujetos de hace unos minutos atrás. Un brillo de determinación apareció en su rostro, y rápidamente se alejó de aquél lugar en búsqueda de los dos sujetos. Era cierto que el no podía hacer nada, pero esos dos sí. Si se negaban, usaría la excusa de que el pelirrojo tenía las curas del veneno de la leche. Solo esperaba que el chico pudiera sobrevivir hasta ese entonces...
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El chico no tenía apenas aire, sus ojos estaban ya rojos. De repente sintió como la mano de aquel tipo le soltaba, cayendo al suelo. Zero tomó todo el oxigeno posible, y comenzó a toser con fuerza. El sudor le caía por la frente como si hubiese hecho el mayor esfuerzo de su vida. Trató de controlarse pero, le estaba costando muchísimo. Notaba una sensación de odio en su interior, las ganas de ir a reventar al maldito rubio le podían. Jadeaba como podía, de hecho sus ojos estaban abiertos como platos. Había estado muy cerca de la muerte. Nunca antes se había visto en aquella situación tan horrible. Ahora entendía lo que era morir bajo el agua. Se aseguraría de no caer nunca. Ser un usuario podía ser una desventaja brutal, pero él iba a usar su poder para abrirse paso en su camino. Era todo un luchador, y usaría sus capacidades físicas para ser mejor.
En ese momento notó una fuerte presión en sus heridas, miró a su lado, y pudo ver al pelinaranja. Le estaba ayudando a vendarse. El moreno le dio las gracias, apretó los puños después, debido a la rabia. La situación era muy jodida por culpa del vendedor de sardinas. El otro chico al parecer le estaba buscando. A lo mejor se había precipitado al salir corriendo. En ese momento el médico de ante entró por la puerta. – Disculpad, un chico está siendo atacado en un callejón. Necesita ayuda, si lo hacéis, él os dará los antídotos, al parecer mi leche no ha funcionado como creía. – Una vena se marcó en la frente del luchador. El peliblanco había sido listo, y no mencionó que el culpable había sido él. De esa forma se había salvado el culo. El moreno continuaba envenenado, y eso podría indicar que Misifú también. Zero ya estaba ardiendo de enfado, sus ojos mostraron una expresión de rabia. Las venas de su cuerpo comenzaron a marcarse un poco más.
En ese momento miró a su compañero. No podía imaginarse a Jung triste, no después de haberle salvado. No iba a permitir que perdiese a su mascota. Después de todo, fue él quien le ofreció las sardinas. El guepardo dejó salir su energía al exterior, debido al enfado. Sus cabellos comenzaron a ponerse en punta, y sus ojos tomaron un color verdoso. Su musculatura aumentó, hasta el punto de que, la parte superior del kimono estalló. Su fuerza se cuadruplicó, y además parecía estar mucho más serio. No podía estar mucho tiempo en aquella forma pero, sería suficiente para vencer a aquel imbécil. El médico le dio la dirección mientras se iba alejando despacio. – Compañero, salvemos a Misifú. – Dijo en un tono serio. Justo entonces comenzó a correr hacia el sitio que el hombre peliblanco había indicado. Su velocidad era bastante buena, tampoco iría embolado, esperaría a su socio. Si iban juntos, todo podía ser mucho mejor. El objetivo era derrotar a aquel payaso del pendiente, y de paso pisarle la cabeza.
Zero no tardó mucho en llegar al sitio. Allí vio a un tipo encapuchado, atacando con un cuchillo a un joven pelirrojo. El luchador rubio, se desplazó frente a aquel tipo, y de un puñetazo violento lo estampó contra una de las paredes. El tipo quedó clavado, y mirando hacia abajo. Entonces se quitó la capucha, mostrando ser el imbécil del pendiente. El Lars fijó su mirada en el pelirrojo, y después le habló en un tono serio. – ¿Dónde están los antídotos? – Se notaba que el chico tenía un fuerte orgullo. Su personalidad parecía totalmente cambiada. Su aura dorada realizaba un ruido un poco molesto. Sus cabellos en punta, se movían de un lado a otro, como si hubiese viento. Su técnica del estilo Zan Nin Na Extreme, funcionaba a la perfección. A lo mejor debía mejorarla pero, por el momento estaba cómodo con ella. Era una sensación que le hacía venirse arriba. Notaba un poder impresionante por su cuerpo, y adoraba aquello. El sudor cada vez le caía mucho más rápido. Tal vez el culpable era el veneno pero, no iba a poder mantener aquella forma mucho tiempo. Entonces el asesino sacó dos machetes, y miró a los tres de forma seria. Zero se sentía un poco mejor, debido a los vendajes de su compañero, pero le dolía todavía.
En ese momento notó una fuerte presión en sus heridas, miró a su lado, y pudo ver al pelinaranja. Le estaba ayudando a vendarse. El moreno le dio las gracias, apretó los puños después, debido a la rabia. La situación era muy jodida por culpa del vendedor de sardinas. El otro chico al parecer le estaba buscando. A lo mejor se había precipitado al salir corriendo. En ese momento el médico de ante entró por la puerta. – Disculpad, un chico está siendo atacado en un callejón. Necesita ayuda, si lo hacéis, él os dará los antídotos, al parecer mi leche no ha funcionado como creía. – Una vena se marcó en la frente del luchador. El peliblanco había sido listo, y no mencionó que el culpable había sido él. De esa forma se había salvado el culo. El moreno continuaba envenenado, y eso podría indicar que Misifú también. Zero ya estaba ardiendo de enfado, sus ojos mostraron una expresión de rabia. Las venas de su cuerpo comenzaron a marcarse un poco más.
En ese momento miró a su compañero. No podía imaginarse a Jung triste, no después de haberle salvado. No iba a permitir que perdiese a su mascota. Después de todo, fue él quien le ofreció las sardinas. El guepardo dejó salir su energía al exterior, debido al enfado. Sus cabellos comenzaron a ponerse en punta, y sus ojos tomaron un color verdoso. Su musculatura aumentó, hasta el punto de que, la parte superior del kimono estalló. Su fuerza se cuadruplicó, y además parecía estar mucho más serio. No podía estar mucho tiempo en aquella forma pero, sería suficiente para vencer a aquel imbécil. El médico le dio la dirección mientras se iba alejando despacio. – Compañero, salvemos a Misifú. – Dijo en un tono serio. Justo entonces comenzó a correr hacia el sitio que el hombre peliblanco había indicado. Su velocidad era bastante buena, tampoco iría embolado, esperaría a su socio. Si iban juntos, todo podía ser mucho mejor. El objetivo era derrotar a aquel payaso del pendiente, y de paso pisarle la cabeza.
Zero no tardó mucho en llegar al sitio. Allí vio a un tipo encapuchado, atacando con un cuchillo a un joven pelirrojo. El luchador rubio, se desplazó frente a aquel tipo, y de un puñetazo violento lo estampó contra una de las paredes. El tipo quedó clavado, y mirando hacia abajo. Entonces se quitó la capucha, mostrando ser el imbécil del pendiente. El Lars fijó su mirada en el pelirrojo, y después le habló en un tono serio. – ¿Dónde están los antídotos? – Se notaba que el chico tenía un fuerte orgullo. Su personalidad parecía totalmente cambiada. Su aura dorada realizaba un ruido un poco molesto. Sus cabellos en punta, se movían de un lado a otro, como si hubiese viento. Su técnica del estilo Zan Nin Na Extreme, funcionaba a la perfección. A lo mejor debía mejorarla pero, por el momento estaba cómodo con ella. Era una sensación que le hacía venirse arriba. Notaba un poder impresionante por su cuerpo, y adoraba aquello. El sudor cada vez le caía mucho más rápido. Tal vez el culpable era el veneno pero, no iba a poder mantener aquella forma mucho tiempo. Entonces el asesino sacó dos machetes, y miró a los tres de forma seria. Zero se sentía un poco mejor, debido a los vendajes de su compañero, pero le dolía todavía.
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Jung Su, a pesar de haber destrozado la parte de arriba de su kimono para vendar a Zero, había conseguido cubrir todas las heridas del moreno. Ahora su kimono no tenía mangas, así que el pelinaranja estaba enseñando los hombros. De pronto entró el médico que había dado aquella leche a Zero y a Misifú, diciendo que un chico estaba siendo atacado en un callejón, que la leche no funcionaba bien y que el otro tipo tenía los antídotos. Jung Su se quedó anonadado, debía ir rápido para salvar a sus dos compañeros. Comenzó a cabrearse al saber que su débil y pequeño compañero Misifú iba a morir si no hacía nada, por suerte Zero tendría unas horas más de vida. El moreno miró al pelinaranja mientras su cabello se ponía de punta y sus ojos se volvían verdosos, aumentando su musculatura y estallando la parte de arriba de su Kimono. Jung Su tampoco dudó, por lo que hizo crecer sus uñas y se las clavó en el corazón, dándose un chute de testosterona para así aumentar sus características. Gracias a que su kimono ya no tenía mangas, se pudo ver como salía pelo naranja de sus axilas y su voz se volvía más grave. Su compañero comenzó a correr así que Jung Su acarició la cabeza de Misifú.
- Vamos a salvaros, lo prometo. – Dijo confiado a su pequeño compañero peludo para después ponerse a correr detrás de Zero.
No tardaron en llegar al lugar donde estaba sucediendo aquella pelea. Había un hombre encapuchado atacando al pelirrojo que le había ayudado anteriormente. Un golpe de Zero fue directo a por aquel hombre misterioso, estampándolo contra la pared. El hombre dejó ver su rostro y parecía ser el rubio del pendiente de oro, el mismo tendero que había dado las sardinas a Misifú y Zero. El asesino sacó dos machetes y se dispuso a atacar al moreno herido. Iba a lanzarle un corte directo al tórax, pero Jung Su fue más rápido y se puso en medio, agarrando los dos brazos de aquel tipo. Aun así recibió un corte en su antebrazo derecho y comenzó a sangrar y el asesino le propinó un cabezazo directo a la frente. El pelinaranja se quedó un poco aturdido, pero incluso con eso, se dispuso a atacar. Se agachó con suma facilidad, flexionando sus rodillas y lanzó una patada baja directa a la rodilla izquierda del asesino, haciendo que éste clavara su pierna en el suelo, dolorido. Jung Su saltó hacia atrás mientras veía el líquido rojizo de su brazo caer al suelo, al parecer era una herida grave.
- Vamos a tener que unirnos los tres. – Dijo serio mientras pensaba en como curar su brazo. – Este tipo es más fuerte de lo que había pensado.
El asesino se levantó como si nada y dedicó una sonrisa sádica a los tres tipos. Jung Su se arrancó un trozo de su pantalón y se vendó el brazo. Al parecer iba a tener que pasar por un sastre después de aquello, ya que se iba a quedar en ropa interior si seguía vendando heridas.
- Vamos a salvaros, lo prometo. – Dijo confiado a su pequeño compañero peludo para después ponerse a correr detrás de Zero.
No tardaron en llegar al lugar donde estaba sucediendo aquella pelea. Había un hombre encapuchado atacando al pelirrojo que le había ayudado anteriormente. Un golpe de Zero fue directo a por aquel hombre misterioso, estampándolo contra la pared. El hombre dejó ver su rostro y parecía ser el rubio del pendiente de oro, el mismo tendero que había dado las sardinas a Misifú y Zero. El asesino sacó dos machetes y se dispuso a atacar al moreno herido. Iba a lanzarle un corte directo al tórax, pero Jung Su fue más rápido y se puso en medio, agarrando los dos brazos de aquel tipo. Aun así recibió un corte en su antebrazo derecho y comenzó a sangrar y el asesino le propinó un cabezazo directo a la frente. El pelinaranja se quedó un poco aturdido, pero incluso con eso, se dispuso a atacar. Se agachó con suma facilidad, flexionando sus rodillas y lanzó una patada baja directa a la rodilla izquierda del asesino, haciendo que éste clavara su pierna en el suelo, dolorido. Jung Su saltó hacia atrás mientras veía el líquido rojizo de su brazo caer al suelo, al parecer era una herida grave.
- Vamos a tener que unirnos los tres. – Dijo serio mientras pensaba en como curar su brazo. – Este tipo es más fuerte de lo que había pensado.
El asesino se levantó como si nada y dedicó una sonrisa sádica a los tres tipos. Jung Su se arrancó un trozo de su pantalón y se vendó el brazo. Al parecer iba a tener que pasar por un sastre después de aquello, ya que se iba a quedar en ropa interior si seguía vendando heridas.
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El pelirrojo no lo estaba pasando bien, y él lo sabía perfectamente. Desde hace unos minutos que solo se encontraba a la defensiva; no era mucho que podía hacer si iba a la ofensiva, el mantra de aquél asesino podía adivinar todo lo que el joven príncipe hacía, antes que este pudiera conectarlos. Recordó las palabras de Saiba; tenía que ser paciente. Para derrotar a un usuario el haki, sin poseerlo, era mejor aguantar lo posible e intentar pillarlo desprevenido. Por suerte, gracias a su memoria eidética, pudo aprender bastante de su forma de pelear; de modo que ya no recibía golpes o cortes, limitándose a solo esquivar. Aun claro, como todo ser humano, poseía una resistencia limitada. Llegaría el punto que su cansancio le pasaría la cuenta, y sus movimientos se volverían lentos.
En eso, notó como a la distancia se acercaba una estela... ¿Dorada? Sea lo que sea, parecía que era una presencia aliada, pero no puede estar seguro del todo. Fijó su vista en el asesino, la persona que venía no sabía que este tipo poseía Mantra, por lo que tenía que crear una distracción. – Hay que ver. Se supone que eres un asesino profesional; y mírate, teniendo problemas con alguien como yo. Patético – El efecto de la burla del pelirrojo, tuvo su cometido. El criminal tensó sus músculos, y dio un salto en dirección a Eichi con el cuchillo en alto. No pudo conectar aquél golpe, porque la estela de antes, impactó con el asesino, estampándolo en la pared.
Eichi giró su cabeza, y no pudo evitar arquear una ceja de la impresión al notar que era uno de los dos sujetos envenenados. Estaba cambiado; su pelo estaba en punto y eran de un color parecido a los ojos únicos de Akashi. Al ver que el asesino tardaría un poco en levantarse, el hombre misterioso me pidió que le diera los antídotos. Sin embargo, antes de que el pelirrojo pudiera responder, el sujeto llamado Jung, hizo acto de aparición. Este dijo algo acerca de que los tres se unieran, y el pelirrojo no podía estar más de acuerdo. – Por mi bien, solo una cosa. El sujeto tiene Mantra, así que recomiendo que alguien sea de cebo para dirigir la atención de su haki en un solo punto. – Eichi volteo la mirada al asesino, notando con cierta curiosidad como su capa caía, dejando al descubierto su rostro.
Eichi lo reconoció; pero a juzgar por la expresión en el rostro de sus acompañantes, estos si lo hicieron. Sacudió su cabeza lentamente, y le entregó los dos antídotos; uno a Jung y su gato, y el otro para el sujeto que aun no sabía su nombre. – Viendo que yo fui el de la idea, y que soy el menos herido de los tres, seré quien actúe de carnada mientras ustedes lo golpean por los lados... Oh, y por cierto, mi nombre es Eichi. Luego de decir aquello, el pelirrojo tensó los músculos, y se dirigió a toda velocidad hacia el asesino. Nuevamente había empezado un intercambio de golpes entre esos dos, pero esta vez, el pelirrojo saldría ganador con ayuda de los otros dos.
En eso, notó como a la distancia se acercaba una estela... ¿Dorada? Sea lo que sea, parecía que era una presencia aliada, pero no puede estar seguro del todo. Fijó su vista en el asesino, la persona que venía no sabía que este tipo poseía Mantra, por lo que tenía que crear una distracción. – Hay que ver. Se supone que eres un asesino profesional; y mírate, teniendo problemas con alguien como yo. Patético – El efecto de la burla del pelirrojo, tuvo su cometido. El criminal tensó sus músculos, y dio un salto en dirección a Eichi con el cuchillo en alto. No pudo conectar aquél golpe, porque la estela de antes, impactó con el asesino, estampándolo en la pared.
Eichi giró su cabeza, y no pudo evitar arquear una ceja de la impresión al notar que era uno de los dos sujetos envenenados. Estaba cambiado; su pelo estaba en punto y eran de un color parecido a los ojos únicos de Akashi. Al ver que el asesino tardaría un poco en levantarse, el hombre misterioso me pidió que le diera los antídotos. Sin embargo, antes de que el pelirrojo pudiera responder, el sujeto llamado Jung, hizo acto de aparición. Este dijo algo acerca de que los tres se unieran, y el pelirrojo no podía estar más de acuerdo. – Por mi bien, solo una cosa. El sujeto tiene Mantra, así que recomiendo que alguien sea de cebo para dirigir la atención de su haki en un solo punto. – Eichi volteo la mirada al asesino, notando con cierta curiosidad como su capa caía, dejando al descubierto su rostro.
Eichi lo reconoció; pero a juzgar por la expresión en el rostro de sus acompañantes, estos si lo hicieron. Sacudió su cabeza lentamente, y le entregó los dos antídotos; uno a Jung y su gato, y el otro para el sujeto que aun no sabía su nombre. – Viendo que yo fui el de la idea, y que soy el menos herido de los tres, seré quien actúe de carnada mientras ustedes lo golpean por los lados... Oh, y por cierto, mi nombre es Eichi. Luego de decir aquello, el pelirrojo tensó los músculos, y se dirigió a toda velocidad hacia el asesino. Nuevamente había empezado un intercambio de golpes entre esos dos, pero esta vez, el pelirrojo saldría ganador con ayuda de los otros dos.
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Los ojos del luchador continuaban clavados en aquel asesino. Ese tipo estaba resultando ser una verdadera molestia. Zero sabía que iban a pasarlo un poco mal aún pero, tenía muchísima fe en vencer. Era un usuario del Zan nin na, no podía darse el lujo de ser derrotado por un payaso. Sus cabellos rubios continuaban ondeando, aquella aura dorada brillaba con fuerza. En aquel estado podía decirse que era una bestia. Pese a no tener la parte superior del kimono, sentía bastante calor. Sus músculos estaban sudando, debido a la enorme cantidad de energía que estaba usando. Mantener aquel poder no era moco de pavo, pero merecía totalmente la pena, y por ello estaba aguantando. Su respiración era cada vez más agitada, y empezaba a cansarse bastante. No pensaba rendirse, es más, era el momento de lanzarle unos cuantos ataques a aquel parásito. Apretó los puños, y se lanzó a por él, pero pudo ver como se abalanzaba también frente a él, con dos armas.
El pelinaranja se interpuso, tomando a aquel inútil de los brazos, y comenzando a forcejear. De hecho recibió incluso un cabezazo. El luchador estaba a punto de estallar, cuando de repente le lanzó lo que parecía ser el antídoto. Zero no se lo pensó ni un momento, lo metió en su boca, y bebió. Cerró los ojos, notando como el líquido bajaba por su garganta. La refrescante sensación, hizo que soltara un leve suspiro. Ahora no tenía miedo de usar todo su poder, y de quedar en un estado pésimo. Entonces el pelirrojo comenzó su ataque contra el asesino. Ambos intercambiaban puñetazos. Lo estaba distrayendo para que ellos lo atacasen. El moreno entonces entrecerró los ojos. Sin pensárselo se lanzó a por aquel tipo, impactándole una patada en la zona baja de la espalda, tirándolo al suelo, y provocándole un dolor considerable. El asesino se puso pie, frunciendo el ceño, y mirándolos con rabia. Realmente parecía estar mosqueado, de hecho no tardó mucho en sacar otro de sus cuchillos, mirando fijamente a los luchadores.
Zero continuaba confiado, hasta que su pelo comenzó a volverse negro de nuevo. Su musculatura bajó, y sus cabellos tomaron la forma de siempre. Estaba en su aspecto de siempre. No había podido mantener más tiempo aquella habilidad. Frunció el ceño ante eso, y no le quedó más remedio que aceptarlo. De todas formas, en su forma normal, también sabía pelear bien. De repente el cuerpo del chico continuó cambiando. Esta vez, su piel empezó a cubrirse de un pelaje amarillento, y con manchas negras. Su tamaño llegó hasta los tres metros y medio. Sus manos eran zarpas, y de la parte baja de la espalda, le salió una cola. Se hallaba en su forma híbrida. El enorme monstruo lanzó un rugido que hizo al tipo echarse hacia atrás. Encima imbuyó su brazo en haki armadura. Ahora iba a liarse una buena. Los dorados ojos del felino lo observaban con tranquilidad. Era como si lo estuviese analizando. El terrible monstruo resultaba intimidante. Todos le llegaban por la cintura. Era una auténtica bestia. Muchos podían pensar que estaba descontrolado, pero no. Sabía muy bien lo que hacía, y a quién debía de atacar.
El pelinaranja se interpuso, tomando a aquel inútil de los brazos, y comenzando a forcejear. De hecho recibió incluso un cabezazo. El luchador estaba a punto de estallar, cuando de repente le lanzó lo que parecía ser el antídoto. Zero no se lo pensó ni un momento, lo metió en su boca, y bebió. Cerró los ojos, notando como el líquido bajaba por su garganta. La refrescante sensación, hizo que soltara un leve suspiro. Ahora no tenía miedo de usar todo su poder, y de quedar en un estado pésimo. Entonces el pelirrojo comenzó su ataque contra el asesino. Ambos intercambiaban puñetazos. Lo estaba distrayendo para que ellos lo atacasen. El moreno entonces entrecerró los ojos. Sin pensárselo se lanzó a por aquel tipo, impactándole una patada en la zona baja de la espalda, tirándolo al suelo, y provocándole un dolor considerable. El asesino se puso pie, frunciendo el ceño, y mirándolos con rabia. Realmente parecía estar mosqueado, de hecho no tardó mucho en sacar otro de sus cuchillos, mirando fijamente a los luchadores.
Zero continuaba confiado, hasta que su pelo comenzó a volverse negro de nuevo. Su musculatura bajó, y sus cabellos tomaron la forma de siempre. Estaba en su aspecto de siempre. No había podido mantener más tiempo aquella habilidad. Frunció el ceño ante eso, y no le quedó más remedio que aceptarlo. De todas formas, en su forma normal, también sabía pelear bien. De repente el cuerpo del chico continuó cambiando. Esta vez, su piel empezó a cubrirse de un pelaje amarillento, y con manchas negras. Su tamaño llegó hasta los tres metros y medio. Sus manos eran zarpas, y de la parte baja de la espalda, le salió una cola. Se hallaba en su forma híbrida. El enorme monstruo lanzó un rugido que hizo al tipo echarse hacia atrás. Encima imbuyó su brazo en haki armadura. Ahora iba a liarse una buena. Los dorados ojos del felino lo observaban con tranquilidad. Era como si lo estuviese analizando. El terrible monstruo resultaba intimidante. Todos le llegaban por la cintura. Era una auténtica bestia. Muchos podían pensar que estaba descontrolado, pero no. Sabía muy bien lo que hacía, y a quién debía de atacar.
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Jung-Su escuchó las palabras del pelirrojo que avisaban del poder que tenía el asesino, el mantra. ”Así que también lo posee… Pero no es tan fuerte como mi padre.” Pensó Jung-Su. También comentó algo sobre hacer de cebo y entonces, el sujeto llamado Eichi le lanzó los antídotos a Jung-Su y a Zero para justo después actuar como carnada, lanzándose contra el asesino para así intercambiar golpes. El pelinaranja le dio el antídoto a su gato casi a la fuerza, ya que éste no parecía querer tomar aquello. Lo dejó en el suelo para que no saliese herido y se dispuso a entrar en combate. Se fijó como su compañero comenzó a cambiar drásticamente, volviéndose una especie de humano/guepardo casi gigante, mucho más alto que el resto. Entonces, mientras Eichi tenía distraído al asesino, Zero lo atacó por la espalda para lanzarlo al suelo. ”Ahora es la mía.” Al levantarse el rubio, Jung-Su se dispuso a correr a su máxima velocidad, viendo que éste estaba distraído. Se lanzó de un salto, soltando un grito enorme.
- ¡Gyah! – Gritó con gran fuerza.
El pelinaranja se lanzó a la espalda de aquel asesino. Debía mantenerlo quieto y por eso hizo crecer sus uñas de las manos, para hincarlas en los bíceps de aquel hombre. Él sabía que su agarre no era el mejor, es más, a pesar de ser un muy buen luchador para su edad, escaseaba bastante en agarres de ese tipo, por eso debía mantenerse el mayor tiempo posible como una lapa. Abrió su boca mientras el asesino intentaba quitárselo de encima y entonces lanzó un mordisco al hombro derecho del rubio, haciendo que este gritase de dolor y así no pudiese deshacerse de él con tanta facilidad.
- ¡Ahora, Eichi! ¡Acaba con él! – Se dirigió hacia el pelirrojo mientras la sangre de aquel asesino caía por su barbilla.
Pero no aguantó. Estaba a punto de soltarse, el asesino consiguió soltarse en parte de Jung-Su, pero éste no se dejó. Se agarró a la pierna derecha de aquel hombre justo al caer al suelo, para así entorpecer su paso y su movimiento. De esa forma sería más fácil para sus compañeros acertar un buen golpe contra aquel asesino. Debía de hacer lo posible, su herida sangraba, dolía, escocía, ardía, pero no iba a dejar que aquel corte acabara con él. Cerró los ojos y se agarró con aún más fuerzas, esperando que aquel asesino cayese derrotado ante los ataques del moreno y el pelirrojo.
- ¡Gyah! – Gritó con gran fuerza.
El pelinaranja se lanzó a la espalda de aquel asesino. Debía mantenerlo quieto y por eso hizo crecer sus uñas de las manos, para hincarlas en los bíceps de aquel hombre. Él sabía que su agarre no era el mejor, es más, a pesar de ser un muy buen luchador para su edad, escaseaba bastante en agarres de ese tipo, por eso debía mantenerse el mayor tiempo posible como una lapa. Abrió su boca mientras el asesino intentaba quitárselo de encima y entonces lanzó un mordisco al hombro derecho del rubio, haciendo que este gritase de dolor y así no pudiese deshacerse de él con tanta facilidad.
- ¡Ahora, Eichi! ¡Acaba con él! – Se dirigió hacia el pelirrojo mientras la sangre de aquel asesino caía por su barbilla.
Pero no aguantó. Estaba a punto de soltarse, el asesino consiguió soltarse en parte de Jung-Su, pero éste no se dejó. Se agarró a la pierna derecha de aquel hombre justo al caer al suelo, para así entorpecer su paso y su movimiento. De esa forma sería más fácil para sus compañeros acertar un buen golpe contra aquel asesino. Debía de hacer lo posible, su herida sangraba, dolía, escocía, ardía, pero no iba a dejar que aquel corte acabara con él. Cerró los ojos y se agarró con aún más fuerzas, esperando que aquel asesino cayese derrotado ante los ataques del moreno y el pelirrojo.
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El pelirrojo continuaba intercambiando golpes con el rubio asesino; ya había conseguido adaptarse completamente a la forma de luchar de aquel hombre. Si bien, debido a su mantra, no pudo encajar golpes en su cuerpo de su contrincante, este tampoco lograba hacer eso debido a la velocidad del pelirrojo. Eichi admitía que el asesino era fuerte y resistente, pero solo era eso. Si el sujeto no poseyera haki, él estaba seguro que podría haberlo derrotado gracias a sus atributos físicos mejorados. Ser derrotado por alguien de poca monta como ese tipo, sería un insulto tanto para él como para sus dos maestros. Eichi se estremeció por dentro; si su maestro se enteraba de que había sufrido dos derrotas en tan solo semanas, el castigo que recibiría el joven pelirrojo sería horrible. Si, era mejor llevarse eso a la tumba. Era lo más sensato.
Mientras continuaban intercambiando golpes, el príncipe observó, por el rabillo del ojo, como el hombre de cabellos dorados se preparaba para atacar. Eichi sonrió un poco, empezando a tenderle una trampa al asesino. Estratégicamente, se movió a una posición donde el tipo podría golpear al rubio fácilmente; y al mismo tiempo, el no recibiría daño. Su plan marchó a la perfección; al ver una apertura, el moreno se lanzó a por el rubio, encajándole una fuerte patada en la espalda de este. El impacto fue tal, que el asesino fue impulsado un poco hacia atrás, cayendo al suelo en el proceso. Aquél moreno era fuerte, eso lo admitía el joven príncipe. El rubio se colocó de pie nuevamente, y por la expresión de su rostro, estaba mosqueado.
Antes que alguno de los dos pudiera hacer algo, Jung salió corriendo a toda velocidad hacia él, agarrándose de la espalda del asesino firmemente. Luego de aquello, el joven de cabellos naranjos le pidió al pelirrojo, que asestara el golpe de gracia en el asesino. Sin ninguna expresión en su rostro, el pelirrojo se preparó para usar su último golpe. Corrió rápidamente hacia el asesino, e impacto con el filo de su palma la frente del rubio. Ese ataque fue mortal, lo suficiente para forzar la cabeza del tipo hacia atrás. No uso demasiada fuerza, tan solo estaría inconsciente durante un par de horas.
– No sé ustedes, pero el rey da una recompensa a quien consiguiera atrapar a este tipo – dijo el pelirrojo, mientras apuntaba al inconsciente asesino. Le tendió una mano a Jung para levantarlo, y una vez hecho eso, se marcharía hacia el palacio real. Eichi suponía que podían partir la recompensa en tres, después de todo, él no lo habría logrado si no hubiera sido por esos dos. Miró al otro expectante, mientras arqueaba una ceja al ver la transformación de aquél moreno. ¿Así que él era una Zoan? Eso era interesante, por lo que el joven príncipe guardó ese dato en su mente.
Mientras continuaban intercambiando golpes, el príncipe observó, por el rabillo del ojo, como el hombre de cabellos dorados se preparaba para atacar. Eichi sonrió un poco, empezando a tenderle una trampa al asesino. Estratégicamente, se movió a una posición donde el tipo podría golpear al rubio fácilmente; y al mismo tiempo, el no recibiría daño. Su plan marchó a la perfección; al ver una apertura, el moreno se lanzó a por el rubio, encajándole una fuerte patada en la espalda de este. El impacto fue tal, que el asesino fue impulsado un poco hacia atrás, cayendo al suelo en el proceso. Aquél moreno era fuerte, eso lo admitía el joven príncipe. El rubio se colocó de pie nuevamente, y por la expresión de su rostro, estaba mosqueado.
Antes que alguno de los dos pudiera hacer algo, Jung salió corriendo a toda velocidad hacia él, agarrándose de la espalda del asesino firmemente. Luego de aquello, el joven de cabellos naranjos le pidió al pelirrojo, que asestara el golpe de gracia en el asesino. Sin ninguna expresión en su rostro, el pelirrojo se preparó para usar su último golpe. Corrió rápidamente hacia el asesino, e impacto con el filo de su palma la frente del rubio. Ese ataque fue mortal, lo suficiente para forzar la cabeza del tipo hacia atrás. No uso demasiada fuerza, tan solo estaría inconsciente durante un par de horas.
– No sé ustedes, pero el rey da una recompensa a quien consiguiera atrapar a este tipo – dijo el pelirrojo, mientras apuntaba al inconsciente asesino. Le tendió una mano a Jung para levantarlo, y una vez hecho eso, se marcharía hacia el palacio real. Eichi suponía que podían partir la recompensa en tres, después de todo, él no lo habría logrado si no hubiera sido por esos dos. Miró al otro expectante, mientras arqueaba una ceja al ver la transformación de aquél moreno. ¿Así que él era una Zoan? Eso era interesante, por lo que el joven príncipe guardó ese dato en su mente.
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El guepardo estaba a punto de atacar a aquel maldito idiota, pero al parecer, su compañero se lanzó a la espalda del capullo. Empezó a retenerlo, justo a tiempo para que el pelirrojo terminase la faena. El enemigo quedó tendido en el suelo, con los ojos cerrados y fuera de juego. El enorme felino soltó un enorme gruñido, justo para después empezar a cambiar un poco físicamente. Sus cabellos aparecieron, su piel fue cambiando hasta tomar el tono rosado de siempre. Su altura bajó, y en poco tiempo volvía a estar en su aspecto de siempre. Soltó un pequeño suspiro, quitándose el sudor de la frente. Estaba muy cansado, sobre todo después de todo lo pasado. De todas formas estaba feliz. El capullo del cobarde estaba derrotado, y el pequeño gato estaba a salvo. Lo miró de forma amable, y después de unos momentos miró al resto de sus socios.
El moreno caminó acercándose al pelirrojo, tendiéndole la mano con calma. Su expresión era calmada pese a lo pasado. Pero se notaba que estaba muy cansado. Era normal después del combate que se habían tenido que dar. – Yo soy Zero. Siento no haberme presentado antes, pero estaba mosqueado por lo del veneno. – Una vez dijo eso, escuchó las palabras del chico sobre la recompensa. Alzó una ceja, mirando entonces a Jung. Dio un par de pasos hacia él, mostrando una sonrisa de oreja a oreja. Lo primero que hizo fue comprobar que estuviese bien, después le levantó el pulgar de forma animada. – ¿Escuchaste eso? ¡Dinero, hermano! – Dijo con toda la confianza del mundo, para después caminar tras Eichi. Suponía que el pelinaranja y el felino irían también. Por fin iban a llevarse algo bueno. Desde que llegó, solo recibió tiros y veneno. Las sardinas era un plato que no pensaba probar en un tiempo. Era normal a fin de cuentas. No era justo todo lo que habían pasado.
No tardaron mucho en llegar a un enorme castillo. Era impresionante, y por suerte para ellos, en la puerta había un hombre vestido con una capa, y una armadura. En la cabeza una corona, y a su alrededor muchos tipos armados. El moreno sonrió de lado, colocando la mano derecha en el hombro del pelirrojo, y la izquierda en la de su compañero. – Yo voto que Jung se ocupe de todo. Yo parezco un ladronzuelo, y Eichi, es Eichi. – Dijo sin argumento, pero bromeando como de costumbre. Miró entonces al pelinaranja, mostrándole una sonrisa en todo momento. – Yo te sostengo a Misifú si lo deseas. – Dijo entonces de forma tranquila, estirando ambos brazos por si accedía. El día estaba nublándose un poco. Les convenía terminar aquello lo más rápido posible. Después, el moreno le diría a Eichi que fuese con ellos. Si el chico aceptaba, los tres podían pasarlo bien. Es más, se lo dijo ya. – Eichi-san ¿Te vienes con nosotros? Podemos viajar juntos ¡Viviendo aventuras! – Parecía estar animado.
El moreno caminó acercándose al pelirrojo, tendiéndole la mano con calma. Su expresión era calmada pese a lo pasado. Pero se notaba que estaba muy cansado. Era normal después del combate que se habían tenido que dar. – Yo soy Zero. Siento no haberme presentado antes, pero estaba mosqueado por lo del veneno. – Una vez dijo eso, escuchó las palabras del chico sobre la recompensa. Alzó una ceja, mirando entonces a Jung. Dio un par de pasos hacia él, mostrando una sonrisa de oreja a oreja. Lo primero que hizo fue comprobar que estuviese bien, después le levantó el pulgar de forma animada. – ¿Escuchaste eso? ¡Dinero, hermano! – Dijo con toda la confianza del mundo, para después caminar tras Eichi. Suponía que el pelinaranja y el felino irían también. Por fin iban a llevarse algo bueno. Desde que llegó, solo recibió tiros y veneno. Las sardinas era un plato que no pensaba probar en un tiempo. Era normal a fin de cuentas. No era justo todo lo que habían pasado.
No tardaron mucho en llegar a un enorme castillo. Era impresionante, y por suerte para ellos, en la puerta había un hombre vestido con una capa, y una armadura. En la cabeza una corona, y a su alrededor muchos tipos armados. El moreno sonrió de lado, colocando la mano derecha en el hombro del pelirrojo, y la izquierda en la de su compañero. – Yo voto que Jung se ocupe de todo. Yo parezco un ladronzuelo, y Eichi, es Eichi. – Dijo sin argumento, pero bromeando como de costumbre. Miró entonces al pelinaranja, mostrándole una sonrisa en todo momento. – Yo te sostengo a Misifú si lo deseas. – Dijo entonces de forma tranquila, estirando ambos brazos por si accedía. El día estaba nublándose un poco. Les convenía terminar aquello lo más rápido posible. Después, el moreno le diría a Eichi que fuese con ellos. Si el chico aceptaba, los tres podían pasarlo bien. Es más, se lo dijo ya. – Eichi-san ¿Te vienes con nosotros? Podemos viajar juntos ¡Viviendo aventuras! – Parecía estar animado.
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Eichi acabó con el asesino lanzando con el costado de su mano un fuerte golpe en la frente de aquel miserable, haciendo que este cayese hacia atrás inconsciente. Entonces comenzó a hablar sobre una recompensa que tenía aquel tipo, por lo cual Jung-Su se quedó anonadado. Sin duda quería el dinero, y no le iba a importar partirlo en tres partes, pero… ¿Cuánto sería? Eso debía de verlo con sus propios ojos. Mientras Zero volvía a su forma humana. El pelinaranja se miró de arriba abajo y vio sus ropajes, totalmente destrozados. Ahora debía ir a comprarse ropas nuevas o llevar éste a un sastre para que lo arreglase. No sabía cuánto le iba a costar, pero con el dinero de aquel asesino estaba seguro de que iba a tener de sobras. Agarró a Misifú tras levantarse del suelo y se lo puso encima de la cabeza, el pobre estaba temblando, así que lo calmó con unas suaves caricias sobre su cuerpo.
- ¡Berries! – Gritó tras escuchar lo que le dijo Zero. Se dispuso a caminar junto a sus dos compañeros. Su estómago comenzó a rugir y se acordó de algo, desde el día anterior que no había comido nada por culpa del dolor de barriga, así que después de aquello se iría a por un buen bol de palomitas. Tenía bastante hambre y necesitaba algo que llevarse a la boca, así que de camino al palacio se compró un pequeño bollo con forma de pez, delicioso. Había comprado dos más para Zero y Eichi, así que sin duda, tras llegar allí, se los ofreció.
Estaban en un castillo, digno de un cuento de hadas. Sin duda aquel rey tendría muchísimo dinero, así que pagar por la cabeza de alguien que atemorizaba a su pueblo no sería nada fácil. El rey estaba ahí de pie, junto a varios guardaespaldas. Se sabía que era él por el simple hecho de llevar una corona dorada sobre su cabeza. Tras las palabras de su compañero moreno, dejó que aguantase a Misifú y agarró al criminal del pelo, arrastrándolo por el suelo para así dejárselo a los pies del Rey.
- Mi recompensa. – Dijo en un tono serio. Sin duda le iban a pagar, su cuerpo tenía varias heridas vendadas, la ropa destrozada... El rey se quedó sorprendido al ver a un pequeño niño arrastrando al asesino.
- ¿Lo hiciste tú, pequeño?
- Yo sólo no, también me ayudaron mis compañeros. – Tras decir eso, el rey le ofreció una bolsa llena de berries. A Jung-Su le entraron ganas de salir corriendo, pero… Sus compañeros le habían caído bien, aparte de que aún estaba Misifú. Agarró la bolsa y comenzó a andar. Recordó que en el embarcadero aún debían estar los mercaderes que le habían llevado a él y a Zero, así que se dispuso a caminar hacia allí. – Vamos, tengo algo para vosotros, aunque también hay que repartir el dinero.
Llegó al embarcadero y subió al barco, caminando hacia su camarote. - ¡Hey, Jung! ¿Cómo te encuentras? – Preguntó el capitán mientras soltaba una pequeña e inusual carcajada. El pelinaranja le levantó el dedo pulgar y le soltó una media sonrisa, sin duda estaba bien. Una vez entró a su camarote, esperaría a sus compañeros para así sacar una gran maleta. Ahí poseía varios objetos que les ofreció, aparte de diez millones de berries para cada uno y un Den Den Mushi.
– Esto por las molestias y… Porque me sobran, cuando veo algo a bajo precio, no dudo en comprarlo.
- ¡Berries! – Gritó tras escuchar lo que le dijo Zero. Se dispuso a caminar junto a sus dos compañeros. Su estómago comenzó a rugir y se acordó de algo, desde el día anterior que no había comido nada por culpa del dolor de barriga, así que después de aquello se iría a por un buen bol de palomitas. Tenía bastante hambre y necesitaba algo que llevarse a la boca, así que de camino al palacio se compró un pequeño bollo con forma de pez, delicioso. Había comprado dos más para Zero y Eichi, así que sin duda, tras llegar allí, se los ofreció.
Estaban en un castillo, digno de un cuento de hadas. Sin duda aquel rey tendría muchísimo dinero, así que pagar por la cabeza de alguien que atemorizaba a su pueblo no sería nada fácil. El rey estaba ahí de pie, junto a varios guardaespaldas. Se sabía que era él por el simple hecho de llevar una corona dorada sobre su cabeza. Tras las palabras de su compañero moreno, dejó que aguantase a Misifú y agarró al criminal del pelo, arrastrándolo por el suelo para así dejárselo a los pies del Rey.
- Mi recompensa. – Dijo en un tono serio. Sin duda le iban a pagar, su cuerpo tenía varias heridas vendadas, la ropa destrozada... El rey se quedó sorprendido al ver a un pequeño niño arrastrando al asesino.
- ¿Lo hiciste tú, pequeño?
- Yo sólo no, también me ayudaron mis compañeros. – Tras decir eso, el rey le ofreció una bolsa llena de berries. A Jung-Su le entraron ganas de salir corriendo, pero… Sus compañeros le habían caído bien, aparte de que aún estaba Misifú. Agarró la bolsa y comenzó a andar. Recordó que en el embarcadero aún debían estar los mercaderes que le habían llevado a él y a Zero, así que se dispuso a caminar hacia allí. – Vamos, tengo algo para vosotros, aunque también hay que repartir el dinero.
Llegó al embarcadero y subió al barco, caminando hacia su camarote. - ¡Hey, Jung! ¿Cómo te encuentras? – Preguntó el capitán mientras soltaba una pequeña e inusual carcajada. El pelinaranja le levantó el dedo pulgar y le soltó una media sonrisa, sin duda estaba bien. Una vez entró a su camarote, esperaría a sus compañeros para así sacar una gran maleta. Ahí poseía varios objetos que les ofreció, aparte de diez millones de berries para cada uno y un Den Den Mushi.
– Esto por las molestias y… Porque me sobran, cuando veo algo a bajo precio, no dudo en comprarlo.
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Bueno, al menos ahora el pelirrojo sabía el nombre de sus dos acompañantes; el moreno se llamaba Zero y el pequeño, Jung. Internamente, el pelirrojo se encontraba bailando de alegría al descubrir un hecho muy importante. El pelinaranja era pequeño, al fin había conocido a alguien que fuera mas enano que él. Ya estaba que lloraba por eso; Eichi creía que siempre sería el hombre más pequeño del planeta. Tuvo que controlarse para no llorar abiertamente y provocar una escena bochornosa; no se vería bien que un príncipe como él hiciera eso, aunque nadie lo reconociera por estos lados. Tan concentrado estuvo en sus pensamientos, que cuando llegaron al palacio real se sorprendió. ¿Tanto tiempo estuvo el pelirrojo en sus cavilaciones? Joder, debía dejar de hacer eso; algún día él no vería por donde iría y sufriría algún tipo de accidente.
Tuvo que morderse el labio, para no intervenir cuando Zero dijo que Jung se encargara de la recompensa. No sabía que actuaría el pequeño en situaciones frente a la realeza; el hubiera sido mejor opción debido a su pasado. Al cabo de unos segundos, suspiró; el estaba de incógnito por esos lados, y no le convenía llamar la atención de esa forma. De repente, la voz de Zero lo sacó de sus pensamientos. Eichi parpadeó un poco al escuchar la propuesta del moreno; realmente no se esperaba eso. ¿Qué haría? No los conocía de mucho, aunque el joven príncipe debía admitir que ambos eran fuertes. Ambos podrían serle de utilidad para acabar con la vida del asesino de su hermano, además tendría protección extra en el caso de que alguno de los caballeros de la guardia real lo encontrara.
El pelirrojo detuvo su pensamiento allí mismo, luego suspiró con tristeza. ¿En verdad estaba pensando de esa forma? El pelirrojo estaba actuando como alguien de su familia lo haría; alguien manipulador y traicionero. No se había dado cuenta que su otro yo le influenció tanto hasta ese punto; era algo deprimente. Eichi miró a los ojos del moreno en busca de algún tipo de engaño en aquella propuesta; pero al no encontrar nada cerró los ojos y asintió. – Muy bien, acepto. – Después de todo, tampoco tenía nada que perder con eso. Además, viajar con compañía le haría bien para su personalidad.
Luego de recibir el dinero por entregar el asesino al rey, los tres partieron en dirección al puerto. Una vez allí, entraron a un pequeño barco y luego se dirigieron a una de las habitaciones. Allí Jung, para la sorpresa del pelirrojo, le entregó unas cosas útiles a este. Mucho dinero, un dial de grabación, un DDM y una mascara para respirar bajo el agua. El pelirrojo parpadeó un poco al ver eso, pero luego se encogió de hombros y aceptó los objetos. ¿Quién era él para rechazar tal regalo? El joven príncipe suspiró y miro por una de las ventanas de aquel camarote; esperando cual era sería su destino al lado de sus dos nuevos compañeros.
Tuvo que morderse el labio, para no intervenir cuando Zero dijo que Jung se encargara de la recompensa. No sabía que actuaría el pequeño en situaciones frente a la realeza; el hubiera sido mejor opción debido a su pasado. Al cabo de unos segundos, suspiró; el estaba de incógnito por esos lados, y no le convenía llamar la atención de esa forma. De repente, la voz de Zero lo sacó de sus pensamientos. Eichi parpadeó un poco al escuchar la propuesta del moreno; realmente no se esperaba eso. ¿Qué haría? No los conocía de mucho, aunque el joven príncipe debía admitir que ambos eran fuertes. Ambos podrían serle de utilidad para acabar con la vida del asesino de su hermano, además tendría protección extra en el caso de que alguno de los caballeros de la guardia real lo encontrara.
El pelirrojo detuvo su pensamiento allí mismo, luego suspiró con tristeza. ¿En verdad estaba pensando de esa forma? El pelirrojo estaba actuando como alguien de su familia lo haría; alguien manipulador y traicionero. No se había dado cuenta que su otro yo le influenció tanto hasta ese punto; era algo deprimente. Eichi miró a los ojos del moreno en busca de algún tipo de engaño en aquella propuesta; pero al no encontrar nada cerró los ojos y asintió. – Muy bien, acepto. – Después de todo, tampoco tenía nada que perder con eso. Además, viajar con compañía le haría bien para su personalidad.
Luego de recibir el dinero por entregar el asesino al rey, los tres partieron en dirección al puerto. Una vez allí, entraron a un pequeño barco y luego se dirigieron a una de las habitaciones. Allí Jung, para la sorpresa del pelirrojo, le entregó unas cosas útiles a este. Mucho dinero, un dial de grabación, un DDM y una mascara para respirar bajo el agua. El pelirrojo parpadeó un poco al ver eso, pero luego se encogió de hombros y aceptó los objetos. ¿Quién era él para rechazar tal regalo? El joven príncipe suspiró y miro por una de las ventanas de aquel camarote; esperando cual era sería su destino al lado de sus dos nuevos compañeros.
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Zero sonrió cuando el pelirrojo dijo que iría con ellos. Al menos cada vez eran más, y eso siempre se agradecía. Al menor por parte del hijo de Drake. El luchador esperaba tranquilamente que el pequeño pelinaranja volviese. Él mientras tanto tenía en su mano derecha un pequeño bollo en forma de pez, el cual le había dado su compañero. Lo mordió de forma rápida, sintiendo el delicioso sabor. No como las malditas sardinas. Aquellas cabronas merecían la muerte. Notaba al pelirrojo un poco nervioso, pero decidió pensar en otra cosa, ahora que eran tres, todo sería muchísimo más fácil. De hecho, no había malos rollos entre Zero y Jung, todo lo contrario. Se llevaban muy bien, y de hecho se ayudan el uno al otro. Ahora podrían hacerlo entre los tres, y de paso cazar juntos. El dinero era fundamental para el pelinaranja. El moreno pasaba un poco, pero mientras se divirtiera le daba lo mismo.
Una vez que el chico volvió, comenzaron a caminar hacia el barco. El día había estado bien, y el puto asesino ya no debía de ser un problema. Todo estaba en orden por ello. No tardaron mucho en volver, pero antes de entrar al camarote. El felino pudo ver el balón de baloncesto. Sonrió de forma amable, tomándolo con una mano y mirándolo. Sus ojos estaban entrecerrados, y no podía notarse que estaba muy calmado ya. Se había ido relajando después de todo el viaje. Cuando vio que sus compañeros continuaban, el chico miró al aro. Emitió una sonrisa calmada, corriendo de repente hacia él. De un tremendo salto, clavó la mano violentamente en su objetivo. Encestó de forma violenta, realizando un mate bastante bueno. Una vez lo hizo, se limpió el sudor de la frente, empezando a seguir al resto. En su rostro podía verse una sonrisa distinta, estaba cómodo.
Iba silbando, esperando a ver a dónde iban. Tenía ganas de tumbarse un rato a descansar. En ese momento el pelinaranja empezó a ofrecerles cosas. El moreno quedó impresionado, pues no se esperaba nada de aquello. El respirador acuático le hizo reír un poco, podía servirle para morirse un poco más tarde. Todo lo demás, lo metió sin pensarlo en los bolsillos. Después de aquello, trató de ofrecerle la mano. Si él la aceptaba, tiraría de él, tratando de darle un abrazo. – ¡Gracias Jung! ¡Los cuidaré como un tesoro! – Una vez dijese aquello se separaría. Se cruzó de brazos mientras el capitán pasaba de un lado a otro, de hecho saludó al chico de los cabellos naranjas. Zero estaba seguro de que ellos tres iban a vivir muchísimas aventuras juntos. Podían formar un equipo y todo, dónde los tres se dedicasen a liarla y demás. Por el momento él fue a su cuarto. Se tumbó en su preciosa cama, cerrando los ojos y dispuesto a dormirse.
Una vez que el chico volvió, comenzaron a caminar hacia el barco. El día había estado bien, y el puto asesino ya no debía de ser un problema. Todo estaba en orden por ello. No tardaron mucho en volver, pero antes de entrar al camarote. El felino pudo ver el balón de baloncesto. Sonrió de forma amable, tomándolo con una mano y mirándolo. Sus ojos estaban entrecerrados, y no podía notarse que estaba muy calmado ya. Se había ido relajando después de todo el viaje. Cuando vio que sus compañeros continuaban, el chico miró al aro. Emitió una sonrisa calmada, corriendo de repente hacia él. De un tremendo salto, clavó la mano violentamente en su objetivo. Encestó de forma violenta, realizando un mate bastante bueno. Una vez lo hizo, se limpió el sudor de la frente, empezando a seguir al resto. En su rostro podía verse una sonrisa distinta, estaba cómodo.
Iba silbando, esperando a ver a dónde iban. Tenía ganas de tumbarse un rato a descansar. En ese momento el pelinaranja empezó a ofrecerles cosas. El moreno quedó impresionado, pues no se esperaba nada de aquello. El respirador acuático le hizo reír un poco, podía servirle para morirse un poco más tarde. Todo lo demás, lo metió sin pensarlo en los bolsillos. Después de aquello, trató de ofrecerle la mano. Si él la aceptaba, tiraría de él, tratando de darle un abrazo. – ¡Gracias Jung! ¡Los cuidaré como un tesoro! – Una vez dijese aquello se separaría. Se cruzó de brazos mientras el capitán pasaba de un lado a otro, de hecho saludó al chico de los cabellos naranjas. Zero estaba seguro de que ellos tres iban a vivir muchísimas aventuras juntos. Podían formar un equipo y todo, dónde los tres se dedicasen a liarla y demás. Por el momento él fue a su cuarto. Se tumbó en su preciosa cama, cerrando los ojos y dispuesto a dormirse.
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Tras Jung Su ofrecer aquellos maravillosos regalos sacados de un mercadillo, Zero le ofreció estrechar la mano. El pelinaranja estiró su brazo, pero entonces el moreno lo empujó hacia él y le soltó un abrazo. ”Ojalá tuviese pechos, esto sería más cómodo.” Cuando Zero se apartó se fue hacia su camarote, que estaba justo al lado. Por suerte en aquel barco había otro camarote vacío y Jung Su llevó a Eichi allí, para que se pudiese instalar. Tras eso, volvió al suyo para así sentarse en su cama, no es que la echase mucho de menos, pero se tumbó y cerró los ojos. Debían de elegir su próximo destino, pero se durmió.
En su mente tan sólo veía una isla, extraña, ciudadanos ayudando a revolucionarios, revolucionarios con un gran precio por su cabeza y que se escondían del gobierno. De pronto un escarabajo gigante se para en frente de los tres compañeros, lanzándose con fuerza a por ellos. El trío golpea a aquel enorme insecto hasta hacerlo pedazos y, justo dentro de su coraza, se puede ver unas letras. “Isla Kabushi”.
Despertó, se levantó de golpe, ya tenía su próximo destino en mente. Sabía que allí eran muy buenos con la madera, por desgracia, así que tal vez podrían conseguir un barco propio. Recordaba cosas que le contó su tío sobre aquella isla y tenía pequeños flashes, como si ya hubiera estado allí. Salió de su camarote abriendo la puerta con fuerza y gritó para que todos le escuchasen, en especial sus dos compañeros.
- ¡Nos vamos a isla Kabushi~!
También había descubierto algo nuevo aquel día, y era que entregando a criminales podía conseguir una gran cantidad de dinero, podría cumplir su sueño de ser rico. ¿Quién no se haría cazador?
En su mente tan sólo veía una isla, extraña, ciudadanos ayudando a revolucionarios, revolucionarios con un gran precio por su cabeza y que se escondían del gobierno. De pronto un escarabajo gigante se para en frente de los tres compañeros, lanzándose con fuerza a por ellos. El trío golpea a aquel enorme insecto hasta hacerlo pedazos y, justo dentro de su coraza, se puede ver unas letras. “Isla Kabushi”.
Despertó, se levantó de golpe, ya tenía su próximo destino en mente. Sabía que allí eran muy buenos con la madera, por desgracia, así que tal vez podrían conseguir un barco propio. Recordaba cosas que le contó su tío sobre aquella isla y tenía pequeños flashes, como si ya hubiera estado allí. Salió de su camarote abriendo la puerta con fuerza y gritó para que todos le escuchasen, en especial sus dos compañeros.
- ¡Nos vamos a isla Kabushi~!
También había descubierto algo nuevo aquel día, y era que entregando a criminales podía conseguir una gran cantidad de dinero, podría cumplir su sueño de ser rico. ¿Quién no se haría cazador?
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