Sonidos particulares [Privado][Pasado][Max - Adam]

“Se necesita joven con experiencia en la música (cualquier instrumento), preguntar por la casa de Jhon Bach”. El anuncio llamó mi atención. Me había detenido para curiosear los trabajos que se ofrecían en el tablón de anuncios fuera del edificio de la alcaldía. Entre tantos anuncios y afiches vi el que ofrecían un trabajo para alguien que era músico. “Un dinero extra no estaría mal”, pensé mientras entraba dentro del edificio y preguntaba a una recepcionista si podría obtener información de aquellos que dejaban los avisos en el tablón. Me dieron indicaciones de cómo llegar a la casa de Jhon Bach y me marché bastante contento por la forma tan amable en que me trataron.

-No debe estar muy lejos –dije mirando en el que papel donde me habían dibujado un pequeño diagrama del camino a seguir.

De pronto, un rugido que provenía de mi estómago me detuvo. Definitivamente estaba abriendo. Afortunadamente, había guardo un sándwich en mi bolsa de cuero que había comprado en un la tienda cuando llegué a Domica. Estaba justo en la plaza y busqué un asiento para poder comenzar a comer. Encontré una banqueta junto a la pileta central. Coloqué mi guitarra a un lado y me senté. Saqué el sándwich y le da una mordida. Estaba bastante bueno. Tenía pollo, durazno en delgadas cortadas en forma semilunar, mayonesa encima y lechuga para completar. En la plaza las cosas parecían estar tranquilas. Me quedé viendo a una niña pequeña de ojos marrones y cabello castaño que perseguía a un grupo de palomas. Su madre, una joven mujer con el mismo color de cabello y ojos, apareció para cogerla de la mano. Escuché claramente el sollozo de la niña por querer seguir jugando con las palomas, pero su madre mencionó que no debía ensuciarse. Caminaron cerca de mí y pude escuchar claramente como la niña decía:

-Mamá, hoy es mi cumpleaños, déjame jugar con las palomas un poco más.

-No cariño, ya es hora de ir con tus abuelos.

Los ojos de la niña comenzaron a humedecerse y su rostro se preparó para llorar. Movió su cabeza para el otro lado y nuestras miradas se cruzaron. Yo estaba terminando de comer y le regalé una sonrisa con la boca llena de comida. La niña sonrió. Aparté mi mirada de ella y arrugué el envoltorio del sándwich. Luego escuché unos pasos acercándose a mí.

-Disculpe –dijo una voz delicada -. Esperó no incomodarlo.

Levanté la mirada. Encontré a la joven madre y su hija justo frente a mí. La niña estaba escondida detrás de la pierna de su madre y me miraba solo con uno de sus lindos ojos.

-Mi hija acaba de ver que usted tiene una guitarra y me ha dicho que quiere que usted le cante una canción –dijo la joven mujer algo ruborizada -. Es su cumpleaños y bueno, una niña a veces tiene caprichos extraños.

La miré y le sonreí.

-¿Alguna canción en especial? –pregunté tomando mi guitarra entre mis manos.

-Ninguna, la que usted vea que puede ser para ella.

-Tengo la canción perfecta –dije poniéndome cómodo en mi sitio y llevando mis dedos a las cuerdas de mis guitarra.

Música de referencia:

Empezar con los lobos sería una locura… necesitaba encontrar animales menos violentos, cuyos ataques no me causaran un daño remarcable… necesitaba un gran número de éstos, así que debían ir en grupo…. Aunque sería mejor empezar por no sociables.

Eso es… ¿pero dónde viven las palomas? Allí viven… donde las abuelas lanzan migas deseosas de tener alguien que las escuche… donde los niños intentan cazarlas no para matarlas… si no por la mera ilusión de verlas tomar el vuelo.

La paloma parece ser un ave sucia e hinchada que persigue a sus congéneres inflando su pecho… o buche… profiriendo un repiqueteante gorgojeo, parece ser que existen individuos privilegiados que son perseguidos y posiblemente cortejados por otros… ¿serán los machos quien cortejan? El pico parece débil, no puntiagudo… diseñado para la toma de alimento suelto… granos quizá, o algún insecto ocasional no resguardado…

Morfológicamente presentan estructuras similares con varios morfotipos de tamaño… los colores varían en patrones de negro, blanco, y menos ocasionalmente marrón… color de ojos variables…
Pasemos a la etología: Comportamiento gregario… competencia por las migas, anidaje en casas… constante desecho de excrementos blanquecinos que ocasionalmente presentan un punto negro concentrado… ¿es esto la urea? , es una ventaja para no perder agua… pero a mi parecer es bastante líquido. Vaya… eso es, diferente… los gorriones parecen tener que subir los cuellos al beber mientras que sus primos más grandes tan sólo… tragan.

Esas dos palomas no han bajado con sus congéneres… hmm…. Parecen palomas… pero sus cabezas son ligeramente diferentes… picos más rectos… y presentan un color más liso… ¿serán las que viven en el bosque?
- Perdone señora… ¿por qué no se acercan esas palomas de allí? –la mujer de temblorosas manos me dedica una sonrisa.
- Son tórtolas… a veces bajan, pero son animales muy precavidos… no son como las palomas domésticas…

Esa es la razón… por eso los abotargados pichones se acercan más a mí… no son lo que busco… han perdido la feralidad.
- Tome, puede quedarse con mi pan…- se lo doy y ella arquea sus labios en tristeza.
- Siento que no hayan querido comer… no estarán acostumbradas a ti…
- No se preocupe… quizás otro día- levanto mi sombrero, al final sí que deberé ir al bosq…
El rasgueo y las piel sobre madera y metal… la letra da una importante lección sobre las relaciones, no sólo amorosas… pero la voz no va a… no va acorde con la tristeza inherente de quien lo escribiera… no… hay ilusión en la tonada, hay sonrisa y dedicación. Hay alma.

Ahí están… con su felicidad virgen escuchando al juglar.
- Gracias…- dice la mujer que también se ha visto tocada por el arte. – Vamos hija… que ya tenemos que irnos.
- Adiós señor…- se despide, y mientras caminan hacia mí puede oírse claramente la petición- ¿mamá, puedo tener una guitarra?

Así comienza todo… aunque el “ya veremos” seguramente cambiará el instrumento… pero quizás le sirva de algo.

Puedo aplazar la excursión al bosque… la oportunidad se me ha presentado.

- ¿Puedo sentarme?- ahí está… feliz, una madera inerte que ha conseguido dar vida. ¿Por qué ellos sí… y yo no? Sé cuál es la diferencia… y la respuesta… pero en hacerme esa pregunta… en hacerla simplemente es lo que me hace normal por un instante… y ese tiempo no es suficiente.

La niña me sonrió. Sus ojos parecían brillar mientras escuchaba la canción que le estaba dedicando por su cumpleaños. Su madre me miraba con algo de sorpresa al oír la tonada dulce que salía de mi instrumento. Ambas se marcharon complacidas luego de agradecerme por el momento. Unos minutos después, mientras me preparaba para marcharme, escuché una voz que solicitaba permiso para sentarse a mi lado. Levanté la mirada y vi a un muchacho de aspecto peculiar frente a mí. Lo analicé por un segundo y llegué a la conclusión de que no parecía ser alguien normal. Sus cabellos blancos y sus ojos de color ambas me llamarón mucho la atención ya que jamás había visto a alguien así.

-Si –respondí sonriendo -. No hay ningún problema. En un momento más me marcharé.

No esperaba conseguir una conversación fluida con el extraño hombre, pero definitivamente sería bastante interesante saber su origen y su conducta. “No todos los días se ve gente así”, pensé mientras volvía a sacar papel con las instrucciones para llegar a la casa de Jhon Bach. Repasé lo escrito allí una vez más y volví a guardarlo en mi bolso de cuerpo. Suspiré un momento y levanté mis brazos para estirarme.

Ropas oscuras, capucha… fuerte… moreno y piel clara… añadiendo.
Me lo permite… y así termino mi acción a su lado. ¿De qué huye? Se levanta estirando sus brazos al aire mientras las espadas se colocan en una posición más comoda… ahí está el instrumento reposando tocando el suelo, agarro el mástil…

- ¿De qué huye? Para ser un músico va usted… muy armado, así como con un atuendo diseñado para ocultarse, aunque he de decir que si toca en las plazas no debe de ser de un peligro… real.- aunque puedo equivocarme.
Es una guitarra normal… se la tiendo mientras me levanto, descubriéndome la cabeza en un pequeño pero importante gesto.

- Mi nombre es Adam, psicólogo de vocación… - sonrío con la misma sonrisa de Duchenne diseñada. - ¿Y usted?
Esperaría su respuesta y le acompañaría a donde quiera que ese papel le dijera que fuese, éste puede ser un día en el que aprenda muchas cosas interesantes.

“¿Huir?”, pensé mientras miraba al extraño que estaba a mi lado. Sonreí al escuchar su presentación. La psicología para era mí algo bastante útil, pero aquel hombre era lo suficientemente extraño para usarla de otra manera.

-Eres bastante observador –dije introduciendo mis manos en los bolsillos de mi pantalón -. La espadas son solo una afición que tengo, digamos lo así. Mi nombre es Maximilian D. Frinz, soy solo un viajero que va de aquí para allá.

Coloqué mi guitarra en la espalda y luego dije:

-Voy a ir a una casa donde me han ofrecido un trabajo. Si gustas podrías acompañarme. Sino, que el día se provechoso para ti.

Di unos pasos y caminé lentamente para esperar a Adam si se atrevía a seguirme.

Su gesto se arruga en una duda… ¿no he acertado? O quizás es que aún no se ha dado cuenta… claro que simplemente podría tener un sentido de la moda particular.
Sonríe e introduce las manos en los bolsillos.
- Eres bastante observador- ¿debería tomármelo como un halago la propia descripción de mi actitud? ¿O como un indicio de que tengo razón en mi alegato?- . La espadas son solo una afición que tengo- extraña y belicosa-, digamos lo así- porque algo oculta en su alegato-. Mi nombre es Maximilian D. Frinz- se presenta con el nombre completo, es probable que tenga cierto orgullo familiar- , soy solo un viajero que va de aquí para allá.
Toma el instrumento que le ofrezco y se lo coloca a la espalda.
-Voy a ir a una casa donde me han ofrecido un trabajo. Si gustas podrías acompañarme. Sino, que el día se provechoso para ti.- parece un alma libre y despreocupada.

- Claro… te acompaño- digo siguiéndole - . ¿El trabajo es relacionado con la música o con cortar gente? Ya sabes… por irme haciendo a la idea.

Esperar respuesta.
- Y... espero no ser demasiado pesado, pero... ¿cuál es la razón por la que se convierte en viajero? ¿Es una búsqueda con algún propósito?

Su voz parecía despreocupada, poco intranquila, mantenía un tono constante y no trataba de obtener información de más con sus preguntas. Era alguien precavido, no intentaba llamar la atención con su actitud. No parecía gesticular expresión alguna, no podía identificar cambios o variaciones muy grandes en su rostro. “Es una persona interesante”, pensé mientras movía la cabeza de un lado a otro como si fuera un niño con dudas.

-Nada motiva más a un aventurero que saber las cosas del mundo, hay alguna razón más grande para salir al mar y viajar por todas las islas. No eres pesado –dije sonriendo y dando brinquito en el aire -. Pregunta lo que quieras, soy un libro abierto, si al final decides matarme, lo entenderé.

Le ofrecí una sonrisa despreocupada. No sabía si mis bromas causarían algún efecto sobre él y pronto averiguaría más cosas sobre su forma de ser. Recordé que había preguntado sobre él trabajo y reí para mi mismo pensando en el efecto que causaría decirle que era un pirata y a veces asesinaba a tipos malos.

-Creo que tu primera pregunta, ha sido más para ti. Quizás en tu mente busques unas justificación para todo, ¿mecánico?, yo no te llamaría así, tal vez practico y directo. No voy a matar a nadie, al menos hasta donde yo sé. Necesitan personas con habilidades en musicales, eso es todo.  

El silencio se podría catalogar como incómodo, su mirada intenta comprender… y su cuello muestra lo fallido del intento. Fuerzo mi segunda pregunta sin esperar respuesta.

Spoiler:

Empieza por contestar mi segunda pregunta.
-Nada motiva más a un aventurero que saber las cosas del mundo, hay alguna razón más grande para salir al mar y viajar por todas las islas. No eres pesado- ¿intenta reconfortarme? Salta con la ilusión de una colegiala-. Pregunta lo que quieras, soy un libro abierto, si al final decides matarme, lo entenderé. ¿Qué? Es… algo muy atípico, quizás sea alguien poco común.

A pesar de la gravedad de la mortalidad parece aceptarla… es una actitud sabia que comparto, aunque puede también ser fruto de un ego desmesurado. Carece de humor para ser considerado un chiste,  no hay deje sarcástico ni irónico…

Tu pregunta creo que ha sido más para ti-, quizás en tu mente busques unas justificación para todo, ¿mecánico?- he sido considerado así por el ojo inexperto, pero mis actitudes son las más orgánicas de todas-, yo no te llamaría así- quizás no carece de experiencia como pensaba-, tal vez práctico y directo- lo dice como halago-. No voy a matar a nadie, al menos hasta donde yo sé – funcional y pragmático-. Necesitan personas con habilidades musicales, eso es todo.

¿Lo es?

Volvamos a su pseudoacusación.
- Yo ya tengo un propósito, o mejor dicho… me he decidido por un propósito, como cualquier otra persona, y he de viajar para poder aprender lo suficiente como para cumplirlo, si lo logro… no es algo que me acose como a muchos otros, no me lo tomo como una obligación- me encojo de hombros para apoyar mis palabras-. Te sorprendería cuantas personas se obsesionan. Pero tengo una inteligencia emocional bastante saludable… a veces la uso con otros, es lo que tiene mi profesión no profesional.- debería buscar algún título al que opositar.

Las calles reverberan con la tranquilidad de un pueblo marítimo.

Sonreí cuando Adam terminó de hablar. Su manera de ordenar las palabras era graciosa y particular. Era bastante simple para decir las cosas, pero algo que noté era que por momentos algunas de sus palabras rimaban. Todo parecía estar bastante tranquilo. Las casas tenían un diseño bastante agradable. Tejados coloridos, ventanas de madera y puertas con grabados bonitos. No parecía un mal lugar para vivir. Llegamos a la casa de Jhon Bach. Era una casa de dos niveles. El primero tenía dos ventanas grandes, una a cada lado de la puerta. No se veía nada desde fuera ya que unas cortinas marrones oscuras estaban cubriendo la ventana desde dentro. Caminé hacia la puerta y la golpeé.

“Me pregunto, ¿qué clase de persona será el tipo que ha puesto el aviso?, ¿tal vez necesite clases de música para alguno de sus hijos?, seria genial poder enseñarle a alguien”, pensaba mientras esperaba que la puerta se abriera. La puerta se abrió lentamente con un sonido muy peculiar. “Parece que necesita un poco de aceite”, pensé. Una figura extraña apareció detrás de la puerta. Un hombre alto, con la piel pálida a excepción de la que rodeaba sus ojos que era completamente negra. Tenía ojos hundidos de color marrón oscuro y una cabellera negra corta. Vestía con un traje negro, camisa blanca y una corbata gris.

-Buenos días –dijo con un tono de voz muy serio y casi estirando cada silaba al momento de hablar produciendo que el “Buenos días”, tuviera una duración más de lo normal.

-Vengo por el aviso, soy músico –respondí con entusiasmo.

-Muy bien, pasen –volvió a decir las cosas de la misma forma como antes había hecho -. El joven Bach, los atenderá muy pronto.

Lancé una mirada rápida al corredor que estaba frente a mí y sentí un extraño escalofrío recorriendo mi espalda. Era un oscuro pasillo con una lámpara pegada al techo con velas muy gastadas que apenas y producían luz.

Una sonrisa sincera, amable y que muestra disfrute. ¿Cuándo exactamente se inicia una amistad? Aún no hay intercambio de experiencias suficiente para constatar la relación con seguridad.

Tras unos minutos se detiene en una casa de dos plantas, sigue la temática del colorido vecindario de tejados coloreados ¿una manera de identificar las casas desde el puerto para los marineros?, presentan además simbología tallada en las puertas… una cultura curiosa.
Hay algo atípico en aquella casa… ventanas cerradas, cortinas echadas… carece de la hospitalidad marinera de las adyacentes, de la luz y el cariño de sus inquilinos. Maximilian llama en la madera. La puerta se abre quejándose.

- Buenos días- No parece ser de reacción lenta, no hace tanto que ha llamado a la puerta… pero aun así habla de manera pausada y con excesiva vocalización.

Un formal esqueleto… de ojos hundidos en cuencas teñidas de negro. Mayordomo.
- Vengo por el aviso, soy músico- la pasión contrasta con la paciencia del servicio.

- Muy bien, pasen. El joven Bach, los atenderá muy pronto.
El interior de la casa era como el interior de muchas personas… oscuro, lóbrego, huraño… de un luto que contrastaba con la alegre fachada cuya alma se podía averiguar por sus ojos.

Nos lleva a un pequeño salón impoluto, de muebles revestidos de cuero rojizo y candelabros dorados… no hay ninguna foto, ningún cuadro que retrate personas… sólo un par de descoordinados paisajes que sin duda complementarían a piezas centrales que ahora habían sido eliminadas de la pared empapelada. Falta un mueble, algo estrecho… ¿una cajonera larga?
Off: Yo colaboro, si te parece, en la construcción de la escena.

Un muchacho apareció frente a nosotros. Sostenía con los dientes un panecillo y tenía el cabello totalmente alborotado. Sonrió con el trozo de pan entre los dientes. Cogió la parte que estaba fuera y masticó la otra. Produjo un sonido extraño mientras intentó hablar con la boca llena. Se metió el resto de pan en la boca y siguió masticando mientras sacaba una libreta de apuntes. Caminó hasta donde estábamos y se sentó frente a nosotros.

-Gracias por venir – dijo cerrando su libreta de apuntes -. Me llamo Jhon Bach, ¿quién de ustedes es el músico que pedí?

Levanté la mano. El hombre estiró su brazo derecho y estrechamos nuestras manos en un gesto de saludo.

-Y él es... –dijo señalando a Adam.

-Mi compañero –respondí sin pensarlo para que no hubiera ningún problema.

-Bien, bien, los compañeros son importantes – dijo mientras sacaba de su bolsillo un pequeño frasco de vidrio.

Le quitó la tapa y vertió un poco del espeso líquido en sus manos. Guardó el frasco y se frotó las manos. “Un maniático de la limpieza”, pensé mientras veía como sacudía las manos.

-Perdonen que los haya recibido aquí, definitivamente este lugar necesita un arreglo. Bueno yo no estoy mucho en casa. Lo que necesito es que hagan un trabajo por mí. Veamos, hay una chica a la que quiero que vayas y le dediques una canción en mi nombre.

“¿Es en serio?”, pensé mientras escuchaba la explicación del muchacho. Aparentemente el chico se había enamorado de una joven de la ciudad y esperaba que yo la cortejara en su nombre. Era una idea un poco estúpida, pero por algo de dinero soportaría la vergüenza conmigo mismo.

-Y tú, ¿por qué no lo haces? –pregunté con curiosidad.

-Tengo mucho trabajo que hacer. Entenderás que ser científico en estos días es un trabajo que requiere mucha concentración.

-Está bien, aceptaré el trabajo. Si ocurre algo, creo que será bueno que tú cubrieras los gastos.

-Claro –dijo poniéndose en pie y haciendo una reverencia para marcharse.

Miré a Adam y sonreí.

El joven Bach apareció sosteniendo su desayuno entre los dientes. Parece que se ha despertado ahora mismo dado su desastroso pelo. Habló engollipado de aquel bollo casero, sin terminar de comprender que era inteligible. Terminó su desayuno antes de sentarse en el sillón sacando con un acostumbrado movimiento una pequeña libreta.
-Gracias por venir- la cerró, como quien comprobaba la última idea apuntada-. Me llamo Jhon Bach, ¿quién de ustedes es el músico que pedí? – parece orgulloso… pero quizás es que no le importe realmente.
Maximilian levantó la mano para identificarse. Se saludaron con rápido y firme apretón.
- Y él es…- me señala, despersonalizándome y reduciéndome, si no soy el músico no tiene nada que tratar conmigo… ¿Verdad?
- Mi compañero- contesta por mí, y lo prefiero… mantendré la boca cerrada en este trato. Sólo observaré.
- Bien, bien, los compañeros son importantes- se limpia las manos con un gel trasparente e inodoro. Cinco segundos desde su contacto físico… el bote parecía medio gastado… ¿compulsión o precaución?
Perdonen que los haya recibido aquí, definitivamente este lugar necesita un arreglo- ¿antigua residencia? ¿De paso?-. Bueno yo no estoy mucho en casa. Lo que necesito es que hagan un trabajo por mí – ahora me incluye -. Veamos, hay una chica a la que quiero que vayas – ya no- y le dediques una canción en mi nombre.
Para querer cortejar no has puesto mucha… intención. ¿No le importa?
-Y tú, ¿por qué no lo haces? –preguntó el músico, sin tabú alguno.
-Tengo mucho trabajo que hacer. Entenderás que ser científico en estos días es un trabajo que requiere mucha concentración- Es una mala excusa… carece del trasfondo de importancia de un deber, de una emergencia… ¿es que miente?
-Está bien, aceptaré el trabajo – sin ningún dato más… demasiado atrevido- . Si ocurre algo, creo que será bueno que tú cubrieras los gastos – pero no dudará en aprovechar la economía de su patrón.
- Claro- se levanta con prisa, despidiéndonos noblemente con su inclinar antes de marcharse.
Maximilian me sonríe. ¿Quiere hacerme partícipe del cheque en blanco?
- Es tu trabajo, pero si consideras que puedo ayudarte y obtener parte de la recompensa- me encogí de hombros-, eres libre de hacerlo.

El mayordomo entra extendiéndonos un sobre. Los detalles de la misión.
Lo tomo, aunque ha sido ofrecido a mi compañero. Nombre, edad , estilo preferido de música… lo más inquietante es el horario que determina dónde podemos encontrarla.
Es un buen trabajo de información. Se lo tiendo a Maximilian, para mí leer es memorizar.
- ¿Vamos?

Lanzo una rápidamente al sobre que me entrega Adam. Definitivamente no parecía la gran cosa, a pesar de que el horario era bastante exagerado. Escrito con una letra desordenada, pero aun con la posibilidad de ser leído por una persona común y corriente, la hora era la media noche. La chica respondía al nombre de Marianne Lecart, 24 años de edad, su estilo de música preferida era la música romántica y lenta. Su casa no estaba muy lejos.

-Parece que tendremos una noche agitada – dije con sarcasmo, tratando de que Adam riera -. Qué te parece si te invito algo de comer mientras esperamos.

La propuesta se la hice no solo porque tenía hambre. Quería conocer al chico, saber más de él, entender su forma de actuar y pensar. Adam parecía en gran medida, a pesar de su extraña vestimenta, una persona peculiarmente extraña, interesante y misteriosa. Lo último me mantenía aun con los sentidos en alerta. No debía ser tan inocente para creer que era un cordero libre de pecado, así que quizás probara como se desenvolvía de acuerdo a ciertas situaciones.

-¿Te gusta la música, Adam?, a mi padre siempre le gustaba –dije mientras caminábamos por las calles nuevamente en busca de un buen lugar donde comer -. Siempre me han llamado la atención los sonidos particulares de cada cosa. Una vez, alguien me dijo que incluso las personas producían una cierta melodía cuando estaban vivas. La vibración del espíritu se combina con los latido del corazón, producen lo que algunos llaman “Gloria Vitae”, es algo que solo las personas con un verdadero talento pueden llegar a escuchar.

- Parece que tendremos una noche agitada- fue sarcástico, aunque realmente no había razón para ello, al fin y al cabo vamos a tener que esperar hasta las doce de la noche… así que no hay ironía, quizás si hubiera dicho “una noche tranquila” hubiera tenido humor por definición. Asiento levemente, para luego negar con una pequeña sonrisa intentando hacerle ver que no lo ha usado bien- . Qué te parece si te invito algo de comer mientras esperamos – volví a asentir, esta vez más profusamente. Los silencios sí son graciosos, por definición.

OFF ILUSTRATIVO:

Salimos de aquella oscura, el mayordomo cerró la puerta tras nosotros sin casi darnos tiempos a terminar de salir… esa actitud es… extraña. ¿No debería querer que su amo saliera a relacionarse? Las calles de Domica estaban llenas de comercios locales, pizarras con menús traídos de las profundidades del mar del sur, mariscos y moluscos… verduras, cocidos de patatas… y la subrayada información de que había carne local. Los animales de la isla son esquivos, presentan esa peculiaridad intuitiva… ¿pero hasta los peces? Había encontrado algo más sencillo de probar que las palomas.

- ¿Te gusta la música, Adam?, a mi padre siempre le gustaba- parece reconfortado con la idea del apoyo familiar, ¿ya no tiene padre?-. Siempre me han llamado la atención los sonidos particulares de cada cosa. Una vez, alguien me dijo que incluso las personas producían una cierta melodía cuando estaban vivas. La vibración del espíritu se combina con los latido del corazón, producen lo que algunos llaman “Gloria Vitae”, es algo que solo las personas con un verdadero talento pueden llegar a escuchar.

Yo solo soy un hueco donde la música reverbera, perdiéndose en la oscuridad… sin dejar nada al exterior. No hay quizás esta vez.

- Me gusta la música- aunque a la música no le gusto yo - . Es una teoría interesante, ¿crees que tienes talento para decirme que música produzco yo?- sonreí levemente- Aunque el talento más bien se forja… se necesita material de base, y a mayor calidad mayor talento…- mi vista se fija en una pequeña tasca dentro de la callejuela, un lugar alejado de la calle principal- Los sitios escondidos suelen ser los mejores en calidad precio, vamos- giré sobre mis talones introduciéndome en el callejón.

Un cartel de madera maciza y de letras desgastadas “Abuela comadreja”, una puerta destartalada y cristales opacos, no de sucio, si no del propio pasar del tiempo y la influencia del sol… un llamador desgastado y pulido por la grasa de las manos. Tiré de él para mirar el interior. Gente mayor, familias de marineros… el olor a comida caliente y el rumor de las conversaciones en un tono que parecen intentar eclipsar a las otras, parece apropiado.
- ¿Qué me dices?- dije dispuesto a entrar.

-Parece un buen lugar-respondí mientras daba algunos pasos para mirar dentro.

Parecía un buen lugar, discreto y acogedor. El aroma a comida recién hecha llegó hasta mí e hizo que comenzara a salivar. A mi mente llegaron las ideas de la jugosa carne siendo bañada por una deliciosa salsa. Amaba la buena comida y más aún si era preparada por manos hábiles. Regresé a la realidad al ver que parecía que algunos ojos se posaban sobre mí por mi extraña expresión al cerrar los ojos para pensar en la comida. Me sentí un poco avergonzado y busqué con la mirada una mesa vacía. Un lugar cómodo, con cuatro sillas y poca iluminación, perfecto para dos personas que no trataban de llamar la atención.

-Allí –dije susurrando a Adam para que me siguiera.

Caminamos y nos sentamos uno en frente del otro. Dejé mis cosas a un lado y guardé el sobre con la carta donde estaban los datos de la chica a la que debíamos llevar la música a media noche. Un muchacho, que no parecía pasar de una edad de 15 años, se acercó a nuestra mesa con un pequeño trozo de tela. Limpió la mesa y luego se irguió frente a nosotros.

-¿Qué se van a servir? –preguntó con una sonrisa cordial -. Tenemos conejo asado, panecillos dorados con mantequillas, guiso de carne con arroz, sopa de la casa, fideos con salsa de champiñones y un exquisito pastel de carne.

Al oír la comida que disponía el lugar, fui escogiendo algunas cosas que parecían innegable sin mi día. De todos los que mencionó, escogí los panecillos, el guiso de carne y el pastel. También le agregué una jarra de café y algunos pasteles que dulces ya que el azúcar jamás podría faltar en mi comida.

Maximilian D. Frinz aceptó, entró y se dejó inundar por los aromas y los sabores… parecía alguien que añoraba una comida maternal, un buen caldo caliente hecho con cariño y la compañía de los hermanos, que por mucho que le molestaran, seguiría queriendo.

Divisó en la esquina poco concurrida un sitio sin ventanas, donde la luz indirecta escondía en el tumulto de las acciones de otros nuestra presencia. Ese era el peor sitio para ocultarse, sin manera de salir fácil de allí y en el punto más obvio donde los que no quieren ser encontrados deberían estar. Si le perseguían, como daba a entender por su ropa, debían ser bastante torpes...

Se sentó, y por la comodidad de mi cuello para mantener la conversación me senté delante de él, previo colgar mi chaqueta y mi sombrero en la espalda de mi propio asiento.

OFF: No muevas a mi personaje, al menos sin preguntar “mardito”.

El mancebo se acercó proponiendo los platos con una voz que empezaba a romperse por la pubertad, y mi acompañante pidió su plato de entre la lista.
- Yo quiero algún plato de bestia local. Nada de conejo de granja, ni de carne externa… bien un pez del río o un bicho de bosque. El dinero no es problema… no pago yo- dije señalando al músico, sin apartar la mirada de los ojos del muchacho- De beber quiero agua, a menos que haya algún vino regional o bebida típica, en cuyo caso tráigame eso. Y de postre… alguna delicia local... su preferido por ejemplo- sonreí, y el muchacho escogió por mí de vuelta a la cocina.

- Bueno, amigo Max- porque si continuas llamando a la gente de una manera los patrones psicológicos cambian en favor, o muy en contra, del vocablo- , ¿qué canción planeas dedicar y cómo vas a hacer para que la muchacha no se tome la dedicación más a favor de ti que de nuestro patrón?

Mis ojos se detuvieron en el mástil de la guitarra antes de volver a mirar al otro participante del diálogo.

Apoyé mis codos sobre la mesa y coloqué mi cara entre mis manos. Miré a todos lados como buscando algo y luego recordé lo último que Adam había dicho. “¿A favor de mí?”, eso podía ser un problema, pero la chica no debería saber quién era yo. Ese podría ser la solución a todos nuestros problemas. Iba a comenzar a hablar cuando el mesero llegó con la comida. Colocó los platillos en la mesa y se marchó regalándonos una sonrisa. Cogí uno de los panecillos y lo mordí.

-Tranquilo, ya veremos qué pasa luego. Disfruta de la comida

No sabía si Adam tomaría tan bien mi despreocupación, pero no me gustaba estresarme tanto. El queso del panecillo estaba condimentado por dentro con un poco de pimienta, lo cual le daba un sabor espectacular.

-Deberías probar estos panecillos –dije mientras devoraba otro -. Están deliciosos.

El músico se acomodó sin seguir reglas protocolarias. ¿Está cómodo con mi presencia, o falsea? El mancebo se da prisas en atender nuestra comanda, bien tienen la comida ya preparada en grandes ollas calientes o nos ha servido la comanda de otra mesa. Falta mi comida… estará haciéndose.
Max inicia su panecillo, deleitándose en la mordida.
-Tranquilo, ya veremos qué pasa luego. Disfruta de la comida- demasiado me pide.
- Deberías probar estos panecillos- engulle otro- .Están deliciosos- dice con la garganta aun trabajando. Ofrece la comida en un interés por aumentar la amistad, no complacer este gesto sería poco apropiado, robarle una cantidad demasiado grande estaría mal visto.
- Cogeré medio- partí la masa con el cuchillo y lo coloqué sobre mi plato para cortar lentamente trozos que ingerir. Almidón, pimienta, queso fundido tipo 4, nada nuevo - .Gracias.

La gente alrededor sigue en sus mundos, sus fiestas, sus niños llorando y sus abuelos que no dejan de contar batallitas.

- ¿Max, alguna vez te has preguntado dónde comienza la justicia? ¿Los límites de la moralidad?- digo con voz neutra.

Parecía un ambiente bastante normal, al menos así yo lo sentía. Ya había estado antes en Domica y fueron días en los que la tranquilidad no estuvo para nada a la orden del día. Sin embargo, al ver cada cuadro familiar que había en las mesas, me relajé un poco. Había escuchado la pregunta de Adam y trataba de buscar las palabras más adecuadas para contestarle. “¿La justicia?, ¿los límites de la moralidad?”. Estaba claro que los pensamientos de ese chico buscaba una respuesta con profundidad o algo que pareciera tan complejo como realmente definir ambos conceptos desde un único punto de vista.

-Creo yo, que para eso deberías preguntar algo primero –respondí mientras cogía un cuchillo con la mano derecha para cortar un trozo del pastel de carne -¿Qué piensas,que es justo?, ¿todos podemos tener el mismo concepto de justicia?, ¿actuar moralmente te hace feliz?, ¿es lo correcto siempre lo mejor?, ¿podrías perdonar a alguien que no actué como tú quieras?

Lo miré a los ojos. Estaba casi seguro de que entendía que lo que trataba de que yo opinara era para ver mi posición en el mundo, pero yo tenía mis principios claros, prefería ser neutral y solo guiarme bajo mis propios conceptos de justicia. La maldad y la bondad no cuadraban en mi vida, solo la diferencia jugaban un papel imprescindible e relevante.

Me pierde de vista por un segundo, volviendo su visión al vacío intrapersonal, luego contesta algo que no es , ni de lejos, una respuesta.
- Pues te hago esas mismas preguntas- bebo- . En mi caso... pues supongo que quieres saber mi opinión al respecto... No pienso que nada sea justo, la justicia me parece un sistema de respuesta a estímulos... los hacemos justos, no es que lo sean. Podemos tener un mismo concepto de justicia si lo delimitamos así, consciente o inconscientemente. No- pero nada lo hace realmente-, no del todo. Lo correcto es lo que decidimos que es correcto, que sea o no sea mejor depende del sistema en el que lo evaluemos. El perdón necesita de un sentimiento de odio, o de resentimiento... y pocas veces llegan a hacer acciones tan graves, aunque me dicen que suelo ser bastante, y quizás demasiado, rencoroso- aunque tan sólo sea evaluado así.

Vuelvo a tomar un trago.
- Tu turno.

Permanece en silencio. ¿Ha sido una verdad demasiado fuerte para él? Quizás cuestiona su vida ahora... o quizás simplemente le ha dado un ictus. Mi comida llega con el chisporroteo de un plato metálico.

Corto en silencio hasta que el plato queda casi vacío, cuando mi estómago deja de anunciar su hambre y no su plenitud. Las familias felices, los atareados trabajadores y el paralizado músico. ¿Y yo? ¿Dónde estoy yo en esta ecuación? En un lado, igualando a toda situación a mi alrededor. Todo soy yo, y a la vez nada. Las metáforas son inútiles para aquel que no las entiende, pero soy yo mismo quien la ha creado... siendo útil para mí. No se me dan bien las palabras, nunca lo han hecho.

Terminada mi comida vuelvo al lugar de donde nunca debí salir, a las sombras de una fresca plaza, para espiar las vidas de aquellos extraños seres con los que, se supone, comparto género.