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El tiempo en aquella isla estaba resultando ser bastante bueno. Serían como las siete de la tarde, y unas pocas nubes tapaban el Sol, haciendo que el calor no estorbase mucho a aquel hombre. Un tipo de una altura cercana a los dos metros entrenaba tranquilamente en uno de los patios exteriores del lugar. Llevaba colocada una camisa blanca de manga larga, unos pantalones oscuros, y unos zapatos. Sus cabellos rubios estaban echados hacia atrás, y sus azulados ojos mostraban una expresión amable en todo momento. Llevaba ya unos quince minutos calentando, y por fin había empezado con la resistencia, trotando en círculos con calma. Mantenía un buen ritmo, y no parecía estar muy cansado. La verdad, es que desde que había terminado su entrenamiento con Kasai, estaba mucho más motivado a convertirse en uno de los agentes más fuertes del gobierno mundial. A diferencia de la gran mayoría, a él no le interesaba mucho el rokushiki.
Un olor distinto al que acostumbraba a oler el chico llegó hasta él. Se frenó de golpe, jadeando un poco, y tratando de adivinar lo que podía provocar semejante, y delicioso aroma. Después de unos momentos logró identificarlo como pollo, y eso le hizo mostrar una sonrisa ladeada. Al parecer ya estaban cocinando. Miró su reloj con calma, y pudo ver que faltaban veinte minutos para la comida, por lo que decidió esforzarse todo lo posible. Se quitó la camisa, mostrando un cuerpo musculoso, y bien curtido. Después de unos momentos se concentró, cerrando sus ojos y empezando a hacer abdominales. El sudor bajaba por su cuerpo al mismo tiempo que la respiración del joven aumentaba. Si se reventaba en los últimos momentos, la comida podía sentarle bastante mejor. Sabía que algunos de sus compañeros solían dejarse la mitad del plato siempre, y eso indicaba más comida para él.
- Cuarenta…
Susurró entonces mientras soltaba todo el aire de golpe cuando volvió a subir. Se mantuvo unos momentos allí, aguantando el dolor, y cerrando los ojos. Tras eso, se colocó en pie, pensando en si sería buena idea ir a darse una ducha, o dejarlo para después. No quería presentarse en el comedor apestando a sudor debido a su entrenamiento. Se llevó la mano a la nuca, y se puso a pensar mientras suspiraba. En ese momento, una agradable brisa ondeó un poco sus cabellos, despeinándolo. Eso le provocó que sonriera de forma amable, para después coger una de las botellas de agua que había llevado. Sin pensarlo, le dio un enorme trago, bebiendo toda el agua posible para después, echarse por encima del cuerpo. Tenía otras dos o tres botellas por si se le acababa la primera. Era un tío con recursos, y bastante preparado, por lo que podía estar tranquilo.
Un olor distinto al que acostumbraba a oler el chico llegó hasta él. Se frenó de golpe, jadeando un poco, y tratando de adivinar lo que podía provocar semejante, y delicioso aroma. Después de unos momentos logró identificarlo como pollo, y eso le hizo mostrar una sonrisa ladeada. Al parecer ya estaban cocinando. Miró su reloj con calma, y pudo ver que faltaban veinte minutos para la comida, por lo que decidió esforzarse todo lo posible. Se quitó la camisa, mostrando un cuerpo musculoso, y bien curtido. Después de unos momentos se concentró, cerrando sus ojos y empezando a hacer abdominales. El sudor bajaba por su cuerpo al mismo tiempo que la respiración del joven aumentaba. Si se reventaba en los últimos momentos, la comida podía sentarle bastante mejor. Sabía que algunos de sus compañeros solían dejarse la mitad del plato siempre, y eso indicaba más comida para él.
- Cuarenta…
Susurró entonces mientras soltaba todo el aire de golpe cuando volvió a subir. Se mantuvo unos momentos allí, aguantando el dolor, y cerrando los ojos. Tras eso, se colocó en pie, pensando en si sería buena idea ir a darse una ducha, o dejarlo para después. No quería presentarse en el comedor apestando a sudor debido a su entrenamiento. Se llevó la mano a la nuca, y se puso a pensar mientras suspiraba. En ese momento, una agradable brisa ondeó un poco sus cabellos, despeinándolo. Eso le provocó que sonriera de forma amable, para después coger una de las botellas de agua que había llevado. Sin pensarlo, le dio un enorme trago, bebiendo toda el agua posible para después, echarse por encima del cuerpo. Tenía otras dos o tres botellas por si se le acababa la primera. Era un tío con recursos, y bastante preparado, por lo que podía estar tranquilo.
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Al fin no tenía que soportar estúpidas órdenes, estúpidas misiones o estúpidos compañeros. Al fin, podría descansar y tener unos momentos de paz. Se levantó de su cama, se dio una buena ducha con agua helada y dejó que aquel líquido recorriera cada parte de su cuerpo. Al salir, fue a su armario y grande fue su sorpresa al darse cuenta de dos cosas. La primera, toda su ropa había sido cambiada por la típica de los del Cipher Pol y, la segunda, sus guantes y botas blancas ya no estaban. Maldijo por lo bajo, pero suspiró… Ya nada podía hacer, además, solo era ropa y, al no estar de misión, podía usarla sin muchos problemas. Se puso aquellas ropas y el reloj que encontró en un pequeño cajón que estaba en el mismo armario, junto con unos aretes, que también se los colocó.
– Bueno, al menos, no se ve tan mal.
Susurró con calma mientras se ajustaba la camisa, se terminaba de abrochar alguno de los botones y se arreglaba la corbata. Se miró una última vez al espejo, suspiró y terminó por salir de su habitación. La idea de estar en Ennies Lobby era tomar un pequeño y gran descanso de todas las cosas que había vivido. A la medida que iba caminando, iba viendo como algunos reclutas entrenaban, otros; mientras tanto, conversaban de cosas sin sentido. Algunos, solo caminaban con una estúpida sonrisa en su rostro. ”Gozan de la paz que trae el nombre del Gobierno Mundial. Insectos.” – pensó mientras trataba de acostumbrarse al traje. Le costaba moverse con normalidad y se sentía algo limitado. ¿Se quemaría si usaba su fruta con esto? No debería, nunca había sufrido algo de ese estilo. No tardó mucho, guiado por el olor, en llegar al comedor.
– Demasiada gente…
Susurró mientras entraba. Su mirada trataba de ubicar un sitio donde no hubiera nadie. Salvo algunas personas, no soportaba comer con nadie más. Y esa única persona ya estaba muerta… Así que quería estar solo. Al menos, lo suficiente como para poder disfrutar su comida. Encontró un lugar, apartado en una esquina. Se disponía a caminar cuando sintió que dos personas se acercaban a él. Se detuvo justo al medio, con los brazos cruzados y ellos no tardaron en llegar. Se plantaron enfrente suya, con una sonrisa y mirada de pocos amigos. Los reconoció, eran aquellos dos idiotas que había vencido antes de poder entrar, de forma definitiva, en el Cipher Pol. ¿Buscaban venganza?
– Largo. – Dijo, con un tono bastante frío. Ambos se miraron y se rieron a carcajadas.
– Te devolveremos aquellos golpes que nos diste, maldito… – Natsuki lo interrumpió. Puso su mano en su boca y lo elevó por los cielos. Lo miró de forma fría y sádica.
– Cuando yo diga algo, insectos como ustedes, me obedecen. ¿Está claro? – sonrió de forma tranquila, mientras que no apartaba su mirada del otro sujeto. Fue entonces que hizo que en su mano se generara un aura rojiza. – Te dejaré un pequeño recuerdo, basura. – Con la temperatura que estaba el aura, el sujeto no tardó en empezar a gritar de dolor y a moverse de forma desesperada. Lo soltó luego de unos minutos, Natsuki siguió su camino, ignorando el hecho de que ahora su “compañero” tenía una cicatriz con la forma de su mano en su rostro. Sacó su bandeja con su almuerzo y se fue a su asiento, el único donde podría estar solo…. O eso esperaba.
– Bueno, al menos, no se ve tan mal.
Susurró con calma mientras se ajustaba la camisa, se terminaba de abrochar alguno de los botones y se arreglaba la corbata. Se miró una última vez al espejo, suspiró y terminó por salir de su habitación. La idea de estar en Ennies Lobby era tomar un pequeño y gran descanso de todas las cosas que había vivido. A la medida que iba caminando, iba viendo como algunos reclutas entrenaban, otros; mientras tanto, conversaban de cosas sin sentido. Algunos, solo caminaban con una estúpida sonrisa en su rostro. ”Gozan de la paz que trae el nombre del Gobierno Mundial. Insectos.” – pensó mientras trataba de acostumbrarse al traje. Le costaba moverse con normalidad y se sentía algo limitado. ¿Se quemaría si usaba su fruta con esto? No debería, nunca había sufrido algo de ese estilo. No tardó mucho, guiado por el olor, en llegar al comedor.
– Demasiada gente…
Susurró mientras entraba. Su mirada trataba de ubicar un sitio donde no hubiera nadie. Salvo algunas personas, no soportaba comer con nadie más. Y esa única persona ya estaba muerta… Así que quería estar solo. Al menos, lo suficiente como para poder disfrutar su comida. Encontró un lugar, apartado en una esquina. Se disponía a caminar cuando sintió que dos personas se acercaban a él. Se detuvo justo al medio, con los brazos cruzados y ellos no tardaron en llegar. Se plantaron enfrente suya, con una sonrisa y mirada de pocos amigos. Los reconoció, eran aquellos dos idiotas que había vencido antes de poder entrar, de forma definitiva, en el Cipher Pol. ¿Buscaban venganza?
– Largo. – Dijo, con un tono bastante frío. Ambos se miraron y se rieron a carcajadas.
– Te devolveremos aquellos golpes que nos diste, maldito… – Natsuki lo interrumpió. Puso su mano en su boca y lo elevó por los cielos. Lo miró de forma fría y sádica.
– Cuando yo diga algo, insectos como ustedes, me obedecen. ¿Está claro? – sonrió de forma tranquila, mientras que no apartaba su mirada del otro sujeto. Fue entonces que hizo que en su mano se generara un aura rojiza. – Te dejaré un pequeño recuerdo, basura. – Con la temperatura que estaba el aura, el sujeto no tardó en empezar a gritar de dolor y a moverse de forma desesperada. Lo soltó luego de unos minutos, Natsuki siguió su camino, ignorando el hecho de que ahora su “compañero” tenía una cicatriz con la forma de su mano en su rostro. Sacó su bandeja con su almuerzo y se fue a su asiento, el único donde podría estar solo…. O eso esperaba.
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El rubio había metido sus botellas de agua dentro de la mochila que poseía, y ahora era el momento de ir a comer. Sus abdominales se notaban bastante marcados, e ir a hora a vestirse podía ser un coñazo. El olor que salía del comedor era demasiado delicioso como para continuar ignorándolo de aquella forma. El luchador entonces comenzó a caminar con calma hacia la zona de alimentos. Su mirada era amable como de costumbre, y esperaba que todo estuviese en calma como siempre. Era lo bueno de aquel lugar, que cuando no estaba Castor, la paz habitaba. Iba pensando en si acompañar la comida con un postre de chocolate, o invocar y pedir una tarta de fresa. Todo le estaba siendo bastante complicado, y por ello soltó un enorme suspiro. La vida era muy cruel en aquellos aspectos, y nada se podía hacer.
El médico por fin entró en la sala, y lo primero que vio fue a un tipo coger de la boca a un miembro del CP, que a juzgar por su aura, no era muy fuerte. Los ojos del lobo gris se abrieron como platos, y sin pensarlo empezó a caminar hacia aquellos tipos. Finalmente, el hombre del cabello pinchudo le soltó de una vez. El rubio observó el tipo herido, observando la marca de una mano en su rostro, y un olor a carne quemada que le hizo enfadar. Conocía de sobra al capullo que se había llevado la peor parte, y sabía que era demasiado bocazas. Pero eso era un recuerdo para toda su vida, un rostro quemado. Sus conocimientos de medicina le habían llevado a saber aquel tipo de cosas con facilidad. El luchador entonces caminó a la mesa en la que se había sentado el agresor. No pensaba tirarle la bandeja a la cabeza ni nada similar, pues la comida no era para jugar. Taiga se sentó en la mesa, mirándole a los ojos, o al menos buscando su mirada.
- Sé que ese tipo es muy bocas a veces, pero con el alzamiento, o un simple puñetazo te habría bastado para mostrar miedo. También podrías haber avisado a un agente de mayor rango ¿No crees?
Dijo con un tono serio, pero con un volumen tranquilo, para que solo le escuchase él. Sus azulados ojos se clavaron en el joven, mirándolo con tranquilidad. En ese momento, unos tipos trajeados entraron junto a unas enfermeras, colocando al hombre herido en una camilla, y llevándoselo de allí. Muchas personas miraron el espectáculo, pero continuaron a lo suyo. Por suerte, el rubio no iba diciendo cuál era su rango, y trataría de comportarse como si tuviese el mismo rango que aquel tipo. Sin permiso alguno, trató de colocarle la mano en el hombro derecho. Tenía su mantra activado por lo que pudiese pasar, y tan solo notaba algunas miradas. Teniendo en cuenta que iba sin camiseta, y estando muy sudado, aquello parecía algo raro. Sin embargo, Redfield sabía que era su deber actuar de aquella forma. Tenía que convertir el gobierno en un sitio justo.
- Has marcado la cara de ese hombre para toda la vida. Espero que no estés orgulloso de eso, pero a lo que quería ir. Si eres un tipo tan poderoso, quiero que me la marques a mí también en este mismo momento. Te estoy molestando, al igual que él ¿Serás tan valiente de hacer lo mismo? O ¿Con alguien de más experiencia no te atreverás? No quiero que te sientas amenazado, solo me gustaría que te dieses cuenta de que has usado un poder enorme contra alguien débil. Y contra uno de tu igual, no lo haces.
Taiga le miró a los ojos, esperando una respuesta por su parte, mientras trataba de robarle una patata frita del plato de comida. La había visto con muy buena pinta, y la verdad es que quería comprobar si el sabor también era delicioso.
El médico por fin entró en la sala, y lo primero que vio fue a un tipo coger de la boca a un miembro del CP, que a juzgar por su aura, no era muy fuerte. Los ojos del lobo gris se abrieron como platos, y sin pensarlo empezó a caminar hacia aquellos tipos. Finalmente, el hombre del cabello pinchudo le soltó de una vez. El rubio observó el tipo herido, observando la marca de una mano en su rostro, y un olor a carne quemada que le hizo enfadar. Conocía de sobra al capullo que se había llevado la peor parte, y sabía que era demasiado bocazas. Pero eso era un recuerdo para toda su vida, un rostro quemado. Sus conocimientos de medicina le habían llevado a saber aquel tipo de cosas con facilidad. El luchador entonces caminó a la mesa en la que se había sentado el agresor. No pensaba tirarle la bandeja a la cabeza ni nada similar, pues la comida no era para jugar. Taiga se sentó en la mesa, mirándole a los ojos, o al menos buscando su mirada.
- Sé que ese tipo es muy bocas a veces, pero con el alzamiento, o un simple puñetazo te habría bastado para mostrar miedo. También podrías haber avisado a un agente de mayor rango ¿No crees?
Dijo con un tono serio, pero con un volumen tranquilo, para que solo le escuchase él. Sus azulados ojos se clavaron en el joven, mirándolo con tranquilidad. En ese momento, unos tipos trajeados entraron junto a unas enfermeras, colocando al hombre herido en una camilla, y llevándoselo de allí. Muchas personas miraron el espectáculo, pero continuaron a lo suyo. Por suerte, el rubio no iba diciendo cuál era su rango, y trataría de comportarse como si tuviese el mismo rango que aquel tipo. Sin permiso alguno, trató de colocarle la mano en el hombro derecho. Tenía su mantra activado por lo que pudiese pasar, y tan solo notaba algunas miradas. Teniendo en cuenta que iba sin camiseta, y estando muy sudado, aquello parecía algo raro. Sin embargo, Redfield sabía que era su deber actuar de aquella forma. Tenía que convertir el gobierno en un sitio justo.
- Has marcado la cara de ese hombre para toda la vida. Espero que no estés orgulloso de eso, pero a lo que quería ir. Si eres un tipo tan poderoso, quiero que me la marques a mí también en este mismo momento. Te estoy molestando, al igual que él ¿Serás tan valiente de hacer lo mismo? O ¿Con alguien de más experiencia no te atreverás? No quiero que te sientas amenazado, solo me gustaría que te dieses cuenta de que has usado un poder enorme contra alguien débil. Y contra uno de tu igual, no lo haces.
Taiga le miró a los ojos, esperando una respuesta por su parte, mientras trataba de robarle una patata frita del plato de comida. La había visto con muy buena pinta, y la verdad es que quería comprobar si el sabor también era delicioso.
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El resto de los idiotas que estaban ahí lo miraban de forma desafiante, pero ninguno se atrevía a ponerse de pie y enfrentarle. Eran solo una panda de cobardes que solo actuaban cuando estaban en grupo, pero… ¿En serio existía alguien que le pudiera hacer frente? En aquel comedor, salvo algunos, todos estaban por debajo de su poder. No tardó más de la cuenta en llegar a su mesa y empezar a comer, teniendo especial cuidado en las salsas y que nada le cayera en su nuevo traje. La verdad, vestir de esa forma le estaba gustando y hasta le parecía algo cómodo. Solo debía quitárselo cuando fuera de misión y, el resto de días, podía vestir con traje. ”Nunca está de más vestirse de forma elegante” – se dijo mientras se llevaba el primer trozo a la boca. Estaba endemoniadamente delicioso.
– ¿Ahora quién viene a molestar? – susurró mientras seguía comiendo. Alzó la vista y vio a un tipo rubio y que, al parecer, se había molestado por cómo había solucionado aquel problema… Si es que se le podía decir de aquella forma. Se llevó un par de trozos a la boca, ignorando parte de sus palabras, poco le interesaban lo que pensara el resto sobre sus actos. ¿Le estaba sugiriendo acusar como un bebe llorón a otro? Se tuvo que aguantar las ganas de reírse a carcajadas. Además, ¿se atrevía a cuestionarlo? ¿Por qué le interesaba lo que hacía o no? Se detuvo unos instantes al sentir la mano de él en su hombro. Suspiró con calma y sonrió de medio lado, fue entonces que formó la misma aura roja, esta vez rodeando todo su cuerpo, que usó para quemar la cara al otro insecto. Si el tipo no la sacaba, iba a tener que soportar una temperatura no menor a los 250 grados.
– ¿Quieres de mi comida? – movió la bandeja a un lado, impidiendo que aquel maldito llegara a tocarla. La levantó y botó la comida al suelo. – Come, eres libre de hacerlo – su tono fue frío. ¿Qué no era capaz de hacerle eso a él? – ¿Qué no soy capaz de hacerte lo mismo? No hables como si me conocieras, además… Sí, estoy orgulloso de lo que hice. Basuras como él ni siquiera deberían vivir, debes agradecerme que no lo mate – ya le habían jodido la comida. ¿Por qué no lograba tener paz en ningún sitio? A veces sentía que era un imán que solo atraía problemas. Sabía de sobra que el rubiales era bastante fuerte, pero poco le interesaba. – Si andas defendiendo a cada insecto que ves, terminarás muriendo.
– ¿Ahora quién viene a molestar? – susurró mientras seguía comiendo. Alzó la vista y vio a un tipo rubio y que, al parecer, se había molestado por cómo había solucionado aquel problema… Si es que se le podía decir de aquella forma. Se llevó un par de trozos a la boca, ignorando parte de sus palabras, poco le interesaban lo que pensara el resto sobre sus actos. ¿Le estaba sugiriendo acusar como un bebe llorón a otro? Se tuvo que aguantar las ganas de reírse a carcajadas. Además, ¿se atrevía a cuestionarlo? ¿Por qué le interesaba lo que hacía o no? Se detuvo unos instantes al sentir la mano de él en su hombro. Suspiró con calma y sonrió de medio lado, fue entonces que formó la misma aura roja, esta vez rodeando todo su cuerpo, que usó para quemar la cara al otro insecto. Si el tipo no la sacaba, iba a tener que soportar una temperatura no menor a los 250 grados.
– ¿Quieres de mi comida? – movió la bandeja a un lado, impidiendo que aquel maldito llegara a tocarla. La levantó y botó la comida al suelo. – Come, eres libre de hacerlo – su tono fue frío. ¿Qué no era capaz de hacerle eso a él? – ¿Qué no soy capaz de hacerte lo mismo? No hables como si me conocieras, además… Sí, estoy orgulloso de lo que hice. Basuras como él ni siquiera deberían vivir, debes agradecerme que no lo mate – ya le habían jodido la comida. ¿Por qué no lograba tener paz en ningún sitio? A veces sentía que era un imán que solo atraía problemas. Sabía de sobra que el rubiales era bastante fuerte, pero poco le interesaba. – Si andas defendiendo a cada insecto que ves, terminarás muriendo.
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Taiga permaneció totalmente calmado, manteniendo su mano en el hombro de aquel tipo. No pensaba quitarla en ningún momento, y su objetivo sería que ese tipo atendiera a razones. No le deseaba nada malo, y solo quería hablar con él. Sus ojos azulados se clavaron en los oscuros suyos, esperando una respuesta por su parte. Se veía que era un cabezota, pero esperaba hacerle cambiar de opinión. Notaba las miradas de los demás encima, y no quería que aquello incomodase al chico. En ese momento, un dolor ardiente se apoderó de la mano del luchador. Un aura rojiza brilló desde el cuerpo de aquel agente, y eso provocó que el lobo la apartara a toda prisa. Se miró la piel, notándola rojiza, y sintiendo un escozor considerable. El rubio entonces soltó un pequeño suspiro. No se había esperado algo como aquello. Lo peor fue cuando el castaño tiró la comida al suelo, y dijo que el otro pobre hombre merecía morir. Aquello sin duda, era la viva imagen de un puto corrupto.
- ¿Sabes cuantos niños mueren de hambre cada día?
Mencionó en un tono serio. Él mismo enviaba sus pagas de agente a los más necesitados, o se ocupaba de darle todo a Kasai, para que él lo repartiera como debía ser. Taiga agachó la cabeza, apretó el puño de forma notoria, y después contuvo las ganas de gritarle. Se mordió un poco el labio inferior, hasta el punto en el que sangró. A continuación alzó su mirada hacia aquel tipo con traje. Las demás personas empezaron a cuchichear al mismo tiempo que se alejaban un poco de los dos. Lo siguiente que hizo el chico, fue tomar una botella de agua de su mochila, y volcar el líquido por la quemadura de su mano. A continuación la guardó de nuevo, y dirigió su mirada hacia el hombre trajeado.
- Quiero que todos salgan de esta sala, por favor.
Dijo en un tono alto. Muchos ya le conocían por su rango, y sus pocas pero peligrosas misiones. Muchos de aquellos agentes empezaron a salir del comedor, hasta que tan solo quedaron ellos dos solos. No quería que nadie viese lo que tenía que decirle a aquel hombre. Taiga entonces se puso en pie, relajó sus nervios, y pudo controlar sus sentimientos. Entonces le dedicó una sonrisa amable a aquel hombre. El silencio reinó en la habitación, y hasta los cocineros se habían retirado.
- Te lo pediré de buenas maneras. Recoge esa comida, yo mismo me la comeré, y tú podrás coger otro plato para ti. Pero… Como vuelvas a agredir a otra persona en esta base, ya sea civil o miembro del gobierno… Te haré pagar caro tu osadía ¿Tienes algo que decir a eso, chico?
Los ojos de Redfield tomaron un color dorado intenso, y sus dientes se afilaron bastante, hasta formar dos colmillos considerables. Una pequeña aura eléctrica y verdosa, empezó a rodear al luchador, el cual miraba a aquella persona con seriedad. De repente, volvió a meter la mano quemada de por medio, tratando de colocarla de nuevo en su hombro.
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Natsuki se tuvo que levantar. Su aura estaba quemando la silla y parte de la mesa. Notó que el rubiales se ponía un poco más serio y no pudo evitar reír por lo bajo. ¿Tan fácil era molestarlo? Ni siquiera valía su tiempo y, además… Hizo que todos se fueran de aquella sala. ¿Tan alto rango era? No le interesaba en lo absoluto, pero al parecer quería seguir en su plan de hacerle cambiar de opinión. Debía darle algunos puntos por ser tan obstinado. Rio a carcajadas al escuchar su primera pregunta. ¿Qué le interesaban a él los niños? Ellos solo podían echarle la culpa a ser tan débiles como para no conseguir un miserable plato de comida. Ni que fuera tan difícil robar un poco de comida o de dinero. Lo miró con curiosidad y algo de enfado ante la orden. No había desactivado su aura roja y no lo haría, era divertido ver como el tan imbécil lo tocaba de nuevo.
– Tendrás que darme una buena paliza si quieres que haga lo que me pides – dijo con una sonrisa tétrica. – ¿Civil? ¿Agente? ¿Qué más da? Tengo el permiso del Gobierno para hacer lo que me plazca. Elegiste el bando equivocado si quieres proteger a los pobres niños que mueren de hambre. – Su tono fue sarcástico y altanero.
No lo podía negar, se estaba divirtiendo al ver sus reacciones. Siempre le había gustado jugar con los de corazón puro y buenazos. Había notado el aura verde y como sus colmillos se afilaban, pero poco le interesaba. ¿Qué podía hacer para jugar un poco más con él? Si él seguía tocando su hombro, su mano no iba a sanar e iba a tener la misma cicatriz que el pobre insecto que lo había molestado. Sus ojos no se desviaban de la mirada del otro agente. Se preguntó, por unos segundos, por qué insistía tanto en hacerle cambiar de opinión. Era una pérdida total de tiempo, nadie podría cambiar a alguien que vivió toda su infancia luchando para vivir otro día. Él mataba para respirar el otro día. Él mataba para asegurarse una especie de futuro y ahora que era libre… Solo le quedaba disfrutar de su libertad.
– ¿Algo más, agente? – le preguntó con una sonrisa irónica. – Por cierto, si no quieres que tu mano se queme por completo, yo que tú la quito.
– Tendrás que darme una buena paliza si quieres que haga lo que me pides – dijo con una sonrisa tétrica. – ¿Civil? ¿Agente? ¿Qué más da? Tengo el permiso del Gobierno para hacer lo que me plazca. Elegiste el bando equivocado si quieres proteger a los pobres niños que mueren de hambre. – Su tono fue sarcástico y altanero.
No lo podía negar, se estaba divirtiendo al ver sus reacciones. Siempre le había gustado jugar con los de corazón puro y buenazos. Había notado el aura verde y como sus colmillos se afilaban, pero poco le interesaba. ¿Qué podía hacer para jugar un poco más con él? Si él seguía tocando su hombro, su mano no iba a sanar e iba a tener la misma cicatriz que el pobre insecto que lo había molestado. Sus ojos no se desviaban de la mirada del otro agente. Se preguntó, por unos segundos, por qué insistía tanto en hacerle cambiar de opinión. Era una pérdida total de tiempo, nadie podría cambiar a alguien que vivió toda su infancia luchando para vivir otro día. Él mataba para respirar el otro día. Él mataba para asegurarse una especie de futuro y ahora que era libre… Solo le quedaba disfrutar de su libertad.
– ¿Algo más, agente? – le preguntó con una sonrisa irónica. – Por cierto, si no quieres que tu mano se queme por completo, yo que tú la quito.
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Taiga apartó de nuevo la mano en cuanto notó que empezaba a quemarse de nuevo, aunque el agua sobre su piel hizo que lo supiese a tiempo para no recibir mucho tiempo. Se había evaporado con bastante facilidad. Ese tipo tenía algún tipo de poder relacionado con el fuego, y por ello frunció el ceño. No le gustaban las habilidades de ese tipo. Era una de las dos grandes muertes que las personas inocentes temían, morir quemadas o ahogadas. Soltó un suspiro al ver que no entraba en razón. Por mucho que le dijese que iba a tener que darle una paliza, no le veía lógica a aquella solución. Ese idiota se estaba jugando su puesto, y además le daba lo mismo. Redfield se llevó la mano a la cara, frotándola un poco. Al menos esperaría a que recogiese la comida.
En ese momento, el pelo pincho dijo que el gobierno le daba permiso para hacer lo que más le gustase. No solo eso, lo que dijo sobre los niños pobres le hizo abrir los ojos como platos. Ese cabrón había pasado del límite. Podía tener los permisos que le diese la gana, pero estaba claro quien mandaba más de los dos. El luchador sin camiseta, apretó de nuevo el puño. Analizó despacio a su oponente, dándose cuenta que debía de haber un jodido campo de fuerza que le otorgaba dicho poder, pues no llegó a tocarlo del todo cuando se quemó. Aquella aura rojiza debía de tener algo que ver. El poderoso lobo cerró los ojos despacio, tomando todo el aire posible, y tratando de calmarse. Entonces los abrió de golpe, mirando al hombre trajeado con calma.
- La gente como tú, no merece estar en esta organización. Además… ¡¿Qué sabrás tú sobre bandos?!
Gritó entonces algo enfurecido. Su aura verde aumentó entonces, ejerciendo un sonido eléctrico. Su mente pasó a un estado de concentración, y eso aumentó todas sus características un cincuenta por ciento. Sin previo aviso, lanzó un veloz puñetazo rumbo al centro de su cara. Con su fuerza, más aquella técnica activada, esperaba como mínimo hacerlo volar un par de metros. Sabía que iba a quemarse los nudillos en el proceso, pero era un precio que estaba dispuesto a pagar. De hecho, no tardó mirarle con el ceño fruncido, pero pese a eso, bastante relajado.
- Recoge la comida, o me ocuparé de que termines fuera del gobierno, compañero.
En ese momento, el pelo pincho dijo que el gobierno le daba permiso para hacer lo que más le gustase. No solo eso, lo que dijo sobre los niños pobres le hizo abrir los ojos como platos. Ese cabrón había pasado del límite. Podía tener los permisos que le diese la gana, pero estaba claro quien mandaba más de los dos. El luchador sin camiseta, apretó de nuevo el puño. Analizó despacio a su oponente, dándose cuenta que debía de haber un jodido campo de fuerza que le otorgaba dicho poder, pues no llegó a tocarlo del todo cuando se quemó. Aquella aura rojiza debía de tener algo que ver. El poderoso lobo cerró los ojos despacio, tomando todo el aire posible, y tratando de calmarse. Entonces los abrió de golpe, mirando al hombre trajeado con calma.
- La gente como tú, no merece estar en esta organización. Además… ¡¿Qué sabrás tú sobre bandos?!
Gritó entonces algo enfurecido. Su aura verde aumentó entonces, ejerciendo un sonido eléctrico. Su mente pasó a un estado de concentración, y eso aumentó todas sus características un cincuenta por ciento. Sin previo aviso, lanzó un veloz puñetazo rumbo al centro de su cara. Con su fuerza, más aquella técnica activada, esperaba como mínimo hacerlo volar un par de metros. Sabía que iba a quemarse los nudillos en el proceso, pero era un precio que estaba dispuesto a pagar. De hecho, no tardó mirarle con el ceño fruncido, pero pese a eso, bastante relajado.
- Recoge la comida, o me ocuparé de que termines fuera del gobierno, compañero.
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Se estaba divirtiendo. Sus palabras tenían el efecto que él buscaba en el rubiales. Era demasiado fácil hacerle perder el control, era demasiado sencillo hacer que alguien tan tranquilo, sereno, serio y hasta responsable, perdiera el juicio. Solo debía atacar los puntos sensibles de todo buen samaritano. Para Natsuki, claramente, no le interesaba el bienestar de nadie más que el suyo. No le interesaba la salud de otro más que la suya. Era demasiado egocéntrico, orgulloso y narcisista como para ponerse en el lugar de alguien que necesitara ayuda. Suspiró con calma e incluso ignoró el hecho de que había hecho enfadar, quizás, a quién no debía.
Logró cruzarse brazos antes de ver venir el golpe. Pero, eso no quitó el hecho de lo que mandara a volar ante unas cuantas mesas, sillas y, finalmente, haciendo un agujero en la pared. En el camino, había perdido la consciencia un par de veces e incluso se había mareado. ”¿En serio esconde tanta fuerza?” – pensó mientras trataba de centrar su visión y que el mundo no le diera vueltas. El brazo izquierdo, el cual había recibido todo el impacto, estaba destrozado. Además, había sentido una descarga poco amigable en su cuerpo y estaba bastante entumecido. Le habían dado una buena tunda y, para qué negarlo, se lo merecía. Tosió un poco de sangre mientras se trató de levantar. Escuchó las palabras del rubiales y tuvo que aguantarse las ganas de querer devolverle el golpe. Había llegado demasiado lejos. No podía darse el lujo de perder un puesto tan privilegiado como en el Gobierno Mundial por un poco de comida derramada. Se levantó al tercer intento y la sangre recorría desde su brazo izquierdo hasta el suelo.
– Tsk.
Tenía que tragarse su enorme orgullo para no perder este puesto. Era donde más le convenía estar, el lugar donde tenía todas las herramientas para ser como era sin tapujos y amparado por la ley. De esa forma, evitaba las molestas recompensas y podía hacer lo que quisiera con el permiso del Gobierno Mundial, eran demasiadas cosas en juego como para darse el lujo de perderlo por una miserable comida. Su brazo sería el único sacrificio de este día y eso ya le estaba imposibilitando para ir a futuras misiones... Con lo que odiaba quedarse quieto. Suspiró con calma, agarró la bandeja, no sin antes desactivar su aura para no fundirla en el proceso, y empezó a llenarla con la comida que estaba tirada en el suelo. La dejó en una mesa alejada y volvió a donde estaba el rubiales.
– Listo… – tomó una breve pausa y se terminó por calmar. – Solo quiero saber una cosa, una pequeña pregunta que espero no te moleste… – su tono era tranquilo e incluso estaba sin su aura… Ya era suficiente, había bajado la guardia y sus revoluciones. – Un rey que obliga a su pueblo a matarse entre ellos, ¿es justo? Mejor aún, lo que hacen los mismos Tenryubittos, ¿es justo? – no buscaba provocarlo ni siquiera sabía si él le iba a responder o no. – Si lo que buscas es justicia para todos… Pues, el Gobierno Mundial ampara y abala lo que hacen los Tenryubittos. Y sí, a ellos también hay que protegerlos, ¿estás dispuesto a tirar tus ideales por esas basuras? – soltó un leve suspiro y se terminó por sentar en una silla que no estaba muy lejos de ellos. – Si no quieres contestar, no te obligaré. Pero creer que la justicia existe es una utopía, una mentira. El mundo en sí es corrupto, cruel y despiadado, ¿en serio lucharías contra el mundo entero? – Se llevó la mano a su brazo izquierdo. Le dolía horrores y solo esperaba que lo que había dicho, no terminara de molestar al rubiales. Estaba relajado, tranquilo, adolorido de cojones, pero ya no iba a ofrecer más oportunidades para recibir otro de esos puñetazos; sabía de sobra que no aguantaría otro… Ni siquiera sabía cuánto tiempo más podría seguir consciente. ”Me las va a pagar… Maldito”
Logró cruzarse brazos antes de ver venir el golpe. Pero, eso no quitó el hecho de lo que mandara a volar ante unas cuantas mesas, sillas y, finalmente, haciendo un agujero en la pared. En el camino, había perdido la consciencia un par de veces e incluso se había mareado. ”¿En serio esconde tanta fuerza?” – pensó mientras trataba de centrar su visión y que el mundo no le diera vueltas. El brazo izquierdo, el cual había recibido todo el impacto, estaba destrozado. Además, había sentido una descarga poco amigable en su cuerpo y estaba bastante entumecido. Le habían dado una buena tunda y, para qué negarlo, se lo merecía. Tosió un poco de sangre mientras se trató de levantar. Escuchó las palabras del rubiales y tuvo que aguantarse las ganas de querer devolverle el golpe. Había llegado demasiado lejos. No podía darse el lujo de perder un puesto tan privilegiado como en el Gobierno Mundial por un poco de comida derramada. Se levantó al tercer intento y la sangre recorría desde su brazo izquierdo hasta el suelo.
– Tsk.
Tenía que tragarse su enorme orgullo para no perder este puesto. Era donde más le convenía estar, el lugar donde tenía todas las herramientas para ser como era sin tapujos y amparado por la ley. De esa forma, evitaba las molestas recompensas y podía hacer lo que quisiera con el permiso del Gobierno Mundial, eran demasiadas cosas en juego como para darse el lujo de perderlo por una miserable comida. Su brazo sería el único sacrificio de este día y eso ya le estaba imposibilitando para ir a futuras misiones... Con lo que odiaba quedarse quieto. Suspiró con calma, agarró la bandeja, no sin antes desactivar su aura para no fundirla en el proceso, y empezó a llenarla con la comida que estaba tirada en el suelo. La dejó en una mesa alejada y volvió a donde estaba el rubiales.
– Listo… – tomó una breve pausa y se terminó por calmar. – Solo quiero saber una cosa, una pequeña pregunta que espero no te moleste… – su tono era tranquilo e incluso estaba sin su aura… Ya era suficiente, había bajado la guardia y sus revoluciones. – Un rey que obliga a su pueblo a matarse entre ellos, ¿es justo? Mejor aún, lo que hacen los mismos Tenryubittos, ¿es justo? – no buscaba provocarlo ni siquiera sabía si él le iba a responder o no. – Si lo que buscas es justicia para todos… Pues, el Gobierno Mundial ampara y abala lo que hacen los Tenryubittos. Y sí, a ellos también hay que protegerlos, ¿estás dispuesto a tirar tus ideales por esas basuras? – soltó un leve suspiro y se terminó por sentar en una silla que no estaba muy lejos de ellos. – Si no quieres contestar, no te obligaré. Pero creer que la justicia existe es una utopía, una mentira. El mundo en sí es corrupto, cruel y despiadado, ¿en serio lucharías contra el mundo entero? – Se llevó la mano a su brazo izquierdo. Le dolía horrores y solo esperaba que lo que había dicho, no terminara de molestar al rubiales. Estaba relajado, tranquilo, adolorido de cojones, pero ya no iba a ofrecer más oportunidades para recibir otro de esos puñetazos; sabía de sobra que no aguantaría otro… Ni siquiera sabía cuánto tiempo más podría seguir consciente. ”Me las va a pagar… Maldito”
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El dolor que sintió el luchador en los nudillos, le hizo soltar un pequeño suspiro. Su aura eléctrica entonces desapareció por completo, volviendo a su estada normal. En su rostro podía verse una sonrisa tranquila. Su golpe había mandado a aquel tipo a volar bastantes metros, y eso le había hecho sentir un poco mal. La pobre pared había sido destrozada, y eso tan solo hizo que el rubio negase con la cabeza un par de veces. No había usado ni su haki para aquel golpe, y el resultado había sido exagerado. Llevaba un rato calmado, y lo siguiente que hizo a continuación fue mirar al chico con calma. Pudo ver el brazo de aquel hombre, y entonces caminó hasta un botiquín de la pared, abriéndolo, y sacando algunas cosas. Sus conocimientos de medicina eran bastante buenos. Emplearía sus dotes para curarlo si era necesario. Al ver como recogía las cosas, se sintió satisfecho.
Lo siguiente que le impresionó, fueron las palabras que el pelo pincho le había dicho. La verdad es que tenía razón, pero por algo estaba allí aquel chico. No tardó mucho en mostrarle una sonrisa amable. Pudo ver como se sentó en una silla, y lo siguiente que hizo fue tomar otra y colocarse justo en frente. Tomó unos vendajes, y los mojó en un poco de agua, dedicándole una mirada calmada a aquel chico. Tenía una clara respuesta para su pregunta, e iba a decírsela en su cara, sin miedo alguno. Era su forma de hacer las cosas, y de pensar. A lo mejor de bueno podía ser demasiado tonto.
- Me llamo Taiga Redfield, antiguo cazador famoso, y actual agente especial del gobierno. Tienes razón en todo lo que has dicho, y por eso estoy aquí. Luchando para cambiar todo el mundo, yo solo…
Una vez le dijese eso, acercaría la bandeja a donde estaba. Con su mano libre, empezó a comer los trozos de pollo que había. Esa comida había estado en el suelo hacía poco, pero no le importaba nada. No iba a insultar de esa forma a las personas que no podían comer. A continuación, trataría de colocarle el vendaje mojado en el brazo al chico, si es que le dejaba. Su intención era refrescarle la zona del golpe. Después lo mejor sería que fuese a la enfermería, pues allí no había camillas para continuar con la ayuda. Terminó de tragar la comida que tenía en la boca, la cual tenía un sabor delicioso. Después le volvió a sonreír con toda la calma del mundo.
- ¿Enfrentarme al mundo entero? Que así sea…
Mencionó entonces con una sonrisa amplia. Tenía más que planeado su ascenso mediante misiones que pudiesen ayudar a las personas, y al gobierno mundial de la forma más legal posible. Entonces se colocó en pie, y miró a aquel agente con una calmada impresionante pese a lo pasado. La verdad es que no quería que ese chico se echase a perder.
- Prometo no decir nada de lo que has hecho, pero a cambio me gustaría poder curarte ese brazo ¿Me permitirías?
Sin previo aviso comenzó a caminar hacia la enfermería.
Lo siguiente que le impresionó, fueron las palabras que el pelo pincho le había dicho. La verdad es que tenía razón, pero por algo estaba allí aquel chico. No tardó mucho en mostrarle una sonrisa amable. Pudo ver como se sentó en una silla, y lo siguiente que hizo fue tomar otra y colocarse justo en frente. Tomó unos vendajes, y los mojó en un poco de agua, dedicándole una mirada calmada a aquel chico. Tenía una clara respuesta para su pregunta, e iba a decírsela en su cara, sin miedo alguno. Era su forma de hacer las cosas, y de pensar. A lo mejor de bueno podía ser demasiado tonto.
- Me llamo Taiga Redfield, antiguo cazador famoso, y actual agente especial del gobierno. Tienes razón en todo lo que has dicho, y por eso estoy aquí. Luchando para cambiar todo el mundo, yo solo…
Una vez le dijese eso, acercaría la bandeja a donde estaba. Con su mano libre, empezó a comer los trozos de pollo que había. Esa comida había estado en el suelo hacía poco, pero no le importaba nada. No iba a insultar de esa forma a las personas que no podían comer. A continuación, trataría de colocarle el vendaje mojado en el brazo al chico, si es que le dejaba. Su intención era refrescarle la zona del golpe. Después lo mejor sería que fuese a la enfermería, pues allí no había camillas para continuar con la ayuda. Terminó de tragar la comida que tenía en la boca, la cual tenía un sabor delicioso. Después le volvió a sonreír con toda la calma del mundo.
- ¿Enfrentarme al mundo entero? Que así sea…
Mencionó entonces con una sonrisa amplia. Tenía más que planeado su ascenso mediante misiones que pudiesen ayudar a las personas, y al gobierno mundial de la forma más legal posible. Entonces se colocó en pie, y miró a aquel agente con una calmada impresionante pese a lo pasado. La verdad es que no quería que ese chico se echase a perder.
- Prometo no decir nada de lo que has hecho, pero a cambio me gustaría poder curarte ese brazo ¿Me permitirías?
Sin previo aviso comenzó a caminar hacia la enfermería.
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Era un tonto… Era un incrédulo si planeaba luchar contra el mundo buscando aquella utopía. Solo iba a morir por nada. Las personas no iban a cambiar, no iban a aprender nunca de sus errores, no iban a haber nada diferente yendo contra las leyes naturales de la vida. El fuerte sobrevive, el débil es subyugado y así en un ciclo sin fin. Dejó que hiciera lo que quisiera con su brazo destrozado… Sí, no estaba roto, estaba hecho polvo por dentro y fácilmente podía sentir como es que estaba partido en muchos pedazos. Aquel rubio se llamaba Taiga Redfield y era, antes de entrar en el Cipher Pol, un cazador de recompensas. Soltó un ligero suspiro mientras analizaba la situación con calma, al fin, los humos se habían calmado y todo estaba un tanto menos tenso. El ambiente mucho menos cargado y con algo de paz.
– Lamento decirlo, pero mis razones para estar aquí no son tan nobles o heroicas – empezó a decir mientras se levantaba. – Solo quiero recorrer el mundo y ya. No me interesa lo que pase a mi alrededor, tampoco si estalla una guerra o algo… – tomó una ligera pausa… Las imágenes de su pasado volvieron a su cabeza y tuvo que contenerse las ganas de soltar una que otra cosa que solo haría que Taiga se enfada… De nuevo. – Ya tuve suficiente con 19 años sufriendo peleas a muerte a diario. – Dijo con una sonrisa ladeada. No había contado eso jamás a nadie, pero era una forma de ganarse la confianza de Taiga y, cuando este bajara la guardia, podría vengarse de él por lo que le había hecho.
No tardó mucho en alcanzar a Taiga y empezar a caminar con él. ”Con lo genial que era el traje… Ahora está bastante manchado” – pensó con algo de resignación. No tardaron mucho en llegar a la enfermería. Con su brazo bueno, tocó la puerta, pero nadie abrió… Esperó unos cuantos segundos y, finalmente, se decidió por entrar. Suspiró con calma y vio que la enfermería era bastante grande y bastante bien equipada. Quizás hasta había algo que le curaría el brazo en solo segundos. Se sentó en la camilla y esperaría a que Taiga terminara de curar su brazo. Luego de eso, se iría a su habitación e iba a descansar. Ya fue suficiente acción por el día.
– Lamento decirlo, pero mis razones para estar aquí no son tan nobles o heroicas – empezó a decir mientras se levantaba. – Solo quiero recorrer el mundo y ya. No me interesa lo que pase a mi alrededor, tampoco si estalla una guerra o algo… – tomó una ligera pausa… Las imágenes de su pasado volvieron a su cabeza y tuvo que contenerse las ganas de soltar una que otra cosa que solo haría que Taiga se enfada… De nuevo. – Ya tuve suficiente con 19 años sufriendo peleas a muerte a diario. – Dijo con una sonrisa ladeada. No había contado eso jamás a nadie, pero era una forma de ganarse la confianza de Taiga y, cuando este bajara la guardia, podría vengarse de él por lo que le había hecho.
No tardó mucho en alcanzar a Taiga y empezar a caminar con él. ”Con lo genial que era el traje… Ahora está bastante manchado” – pensó con algo de resignación. No tardaron mucho en llegar a la enfermería. Con su brazo bueno, tocó la puerta, pero nadie abrió… Esperó unos cuantos segundos y, finalmente, se decidió por entrar. Suspiró con calma y vio que la enfermería era bastante grande y bastante bien equipada. Quizás hasta había algo que le curaría el brazo en solo segundos. Se sentó en la camilla y esperaría a que Taiga terminara de curar su brazo. Luego de eso, se iría a su habitación e iba a descansar. Ya fue suficiente acción por el día.
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El rubio caminaba tranquilamente junto a aquel chico de cabellos pinchudos. Sus palabras le hicieron rascarse un poco la nuca, debido a que no le gustaba el sufrimiento ajeno para nada. Sus manos pasaron a sus bolsillos, estando todavía dolorido por sus nudillos, los cuales estaban enrojecidos, y con un poco de piel levantada. En cuanto llegasen planeaba hacerse algunas curas también, pero eso sería después de haber tratado aquel brazo. Debido a que su aura de concentración había desaparecido, su mente quedó bastante relajada. Empezó a pensar que su fuerza había aumentado bastante, pues había empleado su técnica más débil. Nunca imaginó cargarse una pared, y tenía planeado pedir permiso para participar en la reparación de dicho agujero. Notó como los demás agentes volvían a la cocina a continuar comiendo, y eso le provocó una ligera sonrisa. Todo había vuelto a la normalidad después de su primera bronca en aquel sitio.
En cuanto llegaron a la enfermería, el chico abrió de forma impaciente. Al parecer no había nadie dentro, y eso iba a facilitarle las cosas al médico. No tardó mucho en tomar un equipo más completo, y ver a su paciente sentarse. Le retiró la toalla con toda la calma del mundo, y después le inyectó un componente blanco en el hombro. Pretendía anestesiarle todo el brazo para que no le doliese. Después de unos momentos, empezaría a rajar con un bisturí algunas zonas del brazo. Si él miraba le iba a sentar un poco vomitivo, pues vería sus propias arterias y venas. El objetivo de Taiga era sostener los huesos rotos, y esperar a que se le fuesen regenerando. Lo siguiente que hizo fue introducirle algunas placas de titanio entre las fisuras de los huesos destrozados, para de esa forma poder sostenerlos. Una vez terminase aquello, se dedicaría a coserles las aberturas con una aguja, y unos cuantos hilos bien gruesos. No quería que se soltase, y muriese desangrado.
- Si estalla una guerra, ahí estaré yo para poner orden. Puede que lo pasaras mal en el pasado, pero ahora estás aquí. No vas a volver a sentirte de esa forma si no quieres. Puedes contar conmigo para cualquier cosa, tanto si es en el tema de las heridas, como en problemas psicológicos, como en misiones que no te agraden o te resulten difíciles. Siempre es bueno tener un amigo, y a mi puedes considerarme uno.
Una vez le dijo aquello, el médico se dirigió a un pequeño grifo, introduciendo las manos en el agua, y lavándose la sangre. Lo había hecho bastante bien, y lo que tenía que hacer ahora aquel tipo, era relajarse un par de meses. Taiga entonces caminó hasta colocarse delante de él, dedicándole de nuevo una sonrisa amable. Estaba claro que ese tipo no era un santo, pero el rubio veía bondad en el fondo de él, tal vez demasiado profunda. Redfield tenía ese fallo, pensaba que todo el mundo podía llegar a ser una buena persona.
- Vas a notar cierto dolor en esa zona durante estos días. En cuatro meses yo mismo debo quitarte las placas, así que ya sabes. Antes de irte ponte un cabestrillo, anda.
En cuanto llegaron a la enfermería, el chico abrió de forma impaciente. Al parecer no había nadie dentro, y eso iba a facilitarle las cosas al médico. No tardó mucho en tomar un equipo más completo, y ver a su paciente sentarse. Le retiró la toalla con toda la calma del mundo, y después le inyectó un componente blanco en el hombro. Pretendía anestesiarle todo el brazo para que no le doliese. Después de unos momentos, empezaría a rajar con un bisturí algunas zonas del brazo. Si él miraba le iba a sentar un poco vomitivo, pues vería sus propias arterias y venas. El objetivo de Taiga era sostener los huesos rotos, y esperar a que se le fuesen regenerando. Lo siguiente que hizo fue introducirle algunas placas de titanio entre las fisuras de los huesos destrozados, para de esa forma poder sostenerlos. Una vez terminase aquello, se dedicaría a coserles las aberturas con una aguja, y unos cuantos hilos bien gruesos. No quería que se soltase, y muriese desangrado.
- Si estalla una guerra, ahí estaré yo para poner orden. Puede que lo pasaras mal en el pasado, pero ahora estás aquí. No vas a volver a sentirte de esa forma si no quieres. Puedes contar conmigo para cualquier cosa, tanto si es en el tema de las heridas, como en problemas psicológicos, como en misiones que no te agraden o te resulten difíciles. Siempre es bueno tener un amigo, y a mi puedes considerarme uno.
Una vez le dijo aquello, el médico se dirigió a un pequeño grifo, introduciendo las manos en el agua, y lavándose la sangre. Lo había hecho bastante bien, y lo que tenía que hacer ahora aquel tipo, era relajarse un par de meses. Taiga entonces caminó hasta colocarse delante de él, dedicándole de nuevo una sonrisa amable. Estaba claro que ese tipo no era un santo, pero el rubio veía bondad en el fondo de él, tal vez demasiado profunda. Redfield tenía ese fallo, pensaba que todo el mundo podía llegar a ser una buena persona.
- Vas a notar cierto dolor en esa zona durante estos días. En cuatro meses yo mismo debo quitarte las placas, así que ya sabes. Antes de irte ponte un cabestrillo, anda.
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Natsuki suspiró con calma mientras iba notando como Taiga hacía lo suyo. La verdad, poco le importaba que su brazo estuviera abierto y poder ver sus venas, músculos y hasta los pedazos de hueso que estaban esparcidos por su extremidad. Era algo normal de ver en el coliseo, era algo de todos los días ver como gente iba perdiendo sus extremidades o como los enfermeros trataban de forma pésima las heridas de los combatientes. Después de todo, ellos solo eran carne de cañón, un espectáculo más y el espectáculo siempre debía continuar.
Escuchó las palabras de Taiga y no pudo evitar alzar una ceja. ¿Qué le pasaba? ¿Amigo? Eso no existía. Su único amigo ya estaba muerto… Él mismo lo había asesinado poco antes de poder ser libre. ¿Cómo iba a confiar en alguien? Ni siquiera confiaba en su sombra. Era imposible que confiara en alguien como el médico. ¿Por qué? Porque estuvo solo siempre y así estaba mejor. Además, su orgullo y ego eran las causas de no hacerlo, había sido derrotado de un solo golpe y eso demostraba su debilidad. ”Tampoco lo haría” – los tipos más peligrosos eran los que se mostraban tan amigables… O así lo veía él. En cualquier momento te podían clavar el puñal en la espalda, traicionarte, usarte, manipularte. Suspiró con calma y se levantó una vez el rubio le dijo que podía irse.
– Entonces en cuatro meses nos vemos – de verdad, ¿cuatro meses sin poder hacer nada? Se iba a aburrir de sobre manera. – Claro, yo te aviso si llegara a necesitar ayuda. – ”Ni aunque se congelara el infierno lo haría, estúpido” – agarró el cabestrillo y se largó de ahí. Había sido un día de mierda, pero sobre todo por conocer a alguien como Taiga. Al menos, le había curado el brazo y eso era bueno. Cerró la puerta, por fuera, y se fue a su habitación. No tardó mucho en llegar, cerró con pestillo y se tumbó en la cama. Iba a dormir hasta hartarse, iba a comer hasta reventar e iba a perder el tiempo de mil formas diferentes. Esos cuatro meses iban a ser un maldito infierno.
Escuchó las palabras de Taiga y no pudo evitar alzar una ceja. ¿Qué le pasaba? ¿Amigo? Eso no existía. Su único amigo ya estaba muerto… Él mismo lo había asesinado poco antes de poder ser libre. ¿Cómo iba a confiar en alguien? Ni siquiera confiaba en su sombra. Era imposible que confiara en alguien como el médico. ¿Por qué? Porque estuvo solo siempre y así estaba mejor. Además, su orgullo y ego eran las causas de no hacerlo, había sido derrotado de un solo golpe y eso demostraba su debilidad. ”Tampoco lo haría” – los tipos más peligrosos eran los que se mostraban tan amigables… O así lo veía él. En cualquier momento te podían clavar el puñal en la espalda, traicionarte, usarte, manipularte. Suspiró con calma y se levantó una vez el rubio le dijo que podía irse.
– Entonces en cuatro meses nos vemos – de verdad, ¿cuatro meses sin poder hacer nada? Se iba a aburrir de sobre manera. – Claro, yo te aviso si llegara a necesitar ayuda. – ”Ni aunque se congelara el infierno lo haría, estúpido” – agarró el cabestrillo y se largó de ahí. Había sido un día de mierda, pero sobre todo por conocer a alguien como Taiga. Al menos, le había curado el brazo y eso era bueno. Cerró la puerta, por fuera, y se fue a su habitación. No tardó mucho en llegar, cerró con pestillo y se tumbó en la cama. Iba a dormir hasta hartarse, iba a comer hasta reventar e iba a perder el tiempo de mil formas diferentes. Esos cuatro meses iban a ser un maldito infierno.
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Taiga le dedicó una mirada tranquila al tipo de los cabellos pinchudos. Estaba contento de haber podido ayudarle con la herida, y ahora sabía que se lo iba a pensar dos veces antes de agredir a alguien de los suyos. Entrecerró los ojos entonces, mirando de forma calmada a su alrededor, y sabiendo que iba a tener que quedarse a limpiar la camilla. La sangre no era fácil de desincrustar de las sábanas, y algo le decía que iba a tener que usar productos especiales. Ladeó un poco la cabeza, y soltó un pequeño suspiro. Escuchó las palabras del castaño, y algo le dijo que eran ironía. De todas formas no esperaba caerle bien a todo el mundo. Él se iba a dedicar a realizar su trabajo, y nada más. Se relamió un poco tras unos momentos, y finalmente observó al chico salir por la puerta.
- Descansa…
Una vez dijo aquello, se colocó en pie y miró todo el espectáculo. Se rascó un poco la cabeza, y después de eso empezó a quitar las sábanas blancas de aquella camilla. La dejó en una cesta de ropa a lavar, y también recogió los restos de suciedad del suelo. Encima tuvo que fregar un poco las gotas carmesí del chico, pero tampoco era para tanto. Una vez que hizo todo aquello, dejó todo recogido, y salió por la puerta. Caminó tranquilamente hacia la cocina, donde continuaba la gente comiendo. Muchos al verle se quedaron callados, mientras que otros sonreían de forma alegre. Lo primero que hizo el médico fue tomar el comunicador. Tecleó el número adecuado, y comenzó a llamar por el caracol. Escuchó una voz algo mayor contestar, y no tardó en hablarle en un tono tranquilo.
- Agente especial Taiga al habla. Quiero que a partir de hoy el agente iniciado que suele portar un pendiente, y pelo pinchudo quede bajo mi supervisión ¿Es eso posible señor?
- Hmmm ¿El agente Natsuki? ¿Hizo algo?
- Mmmm… No, nada que deba preocuparnos. Pero creo que lo mejor sería vigilarle de cerca.
Una vez dijo aquello, las interferencias hicieron que el comunicador colgase. Ya escucharía la respuesta, pero por el momento se sentó en una de las mesas. Pidió otro plato de pollo con patatas, y en poco tiempo se lo trajeron. Comenzó a comer tranquilamente, mirando los destrozos que había causado en la pared.
- Descansa…
Una vez dijo aquello, se colocó en pie y miró todo el espectáculo. Se rascó un poco la cabeza, y después de eso empezó a quitar las sábanas blancas de aquella camilla. La dejó en una cesta de ropa a lavar, y también recogió los restos de suciedad del suelo. Encima tuvo que fregar un poco las gotas carmesí del chico, pero tampoco era para tanto. Una vez que hizo todo aquello, dejó todo recogido, y salió por la puerta. Caminó tranquilamente hacia la cocina, donde continuaba la gente comiendo. Muchos al verle se quedaron callados, mientras que otros sonreían de forma alegre. Lo primero que hizo el médico fue tomar el comunicador. Tecleó el número adecuado, y comenzó a llamar por el caracol. Escuchó una voz algo mayor contestar, y no tardó en hablarle en un tono tranquilo.
- Agente especial Taiga al habla. Quiero que a partir de hoy el agente iniciado que suele portar un pendiente, y pelo pinchudo quede bajo mi supervisión ¿Es eso posible señor?
- Hmmm ¿El agente Natsuki? ¿Hizo algo?
- Mmmm… No, nada que deba preocuparnos. Pero creo que lo mejor sería vigilarle de cerca.
Una vez dijo aquello, las interferencias hicieron que el comunicador colgase. Ya escucharía la respuesta, pero por el momento se sentó en una de las mesas. Pidió otro plato de pollo con patatas, y en poco tiempo se lo trajeron. Comenzó a comer tranquilamente, mirando los destrozos que había causado en la pared.
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Le estaba costando lo suyo conciliar el sueño. Aquel cabestrillo y saber que iba a estar un largo tiempo sin hacer nada, le molestaba. Todo por un miserable plato de comida, por la estúpida preocupación por una rata cualquiera y todo por la estúpida bondad de un idiota más. Bien poco le interesaba el Gobierno Mundial como para tener que soportar a un imbécil como Taiga. Se iba a hacer mucho más fuerte y, definitivamente, iba a matarlo. Ya lo había decidido y nadie le iba a quitar esa idea de su cabeza. Todo hubiera sido mucho más sencillo, tranquilo y hasta divertido si no se hubiera topado con un maldito idiota de buen corazón.
– Solo quiero dormir.
No pretendía llamar la atención, pero sentía que cada cosa que hacía, lograba llamar la atención de cada idiota y a cada cuál era peor. ¿Acaso sus problemas no iban a acabar nunca? Eso parecía, esa era la idea que iba pensando a menudo. Se quedó mirando el techo, la anestesia poco a poco iba perdiendo el efecto y el dolor iba reapareciendo. ”No me dijo que debía tomar para calmar el dolor, maldita sea” – se dijo al recordar aquello. Se encogió de hombros y le quitó importancia. Cerró sus ojos, soltó un ligero suspiro y, nuevamente, trató de conciliar el sueño. Dejó de pensar en lo que había sucedido, ya no importaba. Solo debía recuperarse y volver a hacer sus cosas cuánto antes.
– Solo quiero dormir.
No pretendía llamar la atención, pero sentía que cada cosa que hacía, lograba llamar la atención de cada idiota y a cada cuál era peor. ¿Acaso sus problemas no iban a acabar nunca? Eso parecía, esa era la idea que iba pensando a menudo. Se quedó mirando el techo, la anestesia poco a poco iba perdiendo el efecto y el dolor iba reapareciendo. ”No me dijo que debía tomar para calmar el dolor, maldita sea” – se dijo al recordar aquello. Se encogió de hombros y le quitó importancia. Cerró sus ojos, soltó un ligero suspiro y, nuevamente, trató de conciliar el sueño. Dejó de pensar en lo que había sucedido, ya no importaba. Solo debía recuperarse y volver a hacer sus cosas cuánto antes.
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- Juicio del gobierno mundial.
- Cuaderno de Belisarius: La visión del Gobierno Mundial
- Has cometido crimenes contra el Gobierno Mundial y su pueblo. ¿Qué tienes que decir en tu defensa? [Reto Obligatorio - Arribor vs Almirante Kikuma][Moderado - Niv. 7]
- Recuperando el poder del gobierno - Pasado
- Natsuki Yui [Ficha de personaje]
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