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Las cinco de la tarde era una hora bastante agradable para pasear cuando el cielo estaba nublado. La mayoría de personas se hallaban tumbados tras un delicioso almuerzo y otros dormían la siesta. Además, con aquel día no hacía nada de calor. Varias personas parecieron tener la misma idea, pues podían verse algunos hombres de un lado a otro, comprando, riendo y buscando cosas qué hacer para matar el aburrimiento. También había mujeres como era obvio, las cuáles hacían lo mismo que los nombrados anteriormente. Una brisa de viento sopló con algo más fuerza de lo normal, haciendo que los toldos de los establecimientos se movieran provocando un ruido algo molesto. Los árboles derramaron algunas de sus hojas y los distintos animales callejeros se estremecieron.
Una figura apareció de repente por la zona del muelle, caminando hacia dentro de la isla. Llevaba un enorme sombrero de paja con algunas tiras de papel que ocultaban su rostro. Tan solo una corta melena oscura podía apreciarse por la parte de atrás. Vestía con un kimono negro típico de Wano. A su lado derecho de la cintura podía verse la funda de una katana. Sus pies estaban adornados por unas sandalias de madera y unos calcetines blancos. Cuando caminaba realizaba un sonido algo sonoro. Era como si llevase tacones, pero era debido a unas pequeñas piezas de sus sandalias, las cuales ocasionaban el ruido. Alguna gente miraba aquella silueta algo intrigados, pues no tenían ni idea de quién podía ser. El viento continuó soplando haciendo sonar un cascabel que colgaba de una parte del sombrero de aquella persona.
La figura de negro no tardó mucho en llegar a una zona en la que parecía haber algo de alboroto. Una especie de espectáculo de magia de un tío de cabellos rojizos, pero no le importó mucho. Entonces dos personas se acercaron por la espalda a aquella figura del sombrero, mostrando expresiones serias. Eran un par de tipos vestidos con trajes negros, corbatas, camisas blancas y gafas de Sol. Tosieron con fuerza para llamar la atención de la misteriosa persona, la cual se giró despacio mirándolos con calma. Lo primero que pensó es que tal vez había tenido más suerte de la que esperaba, pero cuando habló uno de ellos no pudo evitar pensar en lo contrario.
- Disculpe, usted lleva unas pintas un poco sospechosas ¿Le importa que le veamos la cara? Ya sabe la enorme cantidad de criminales que hay sueltos últimamente.
Aquella persona llevó la mano derecha hasta la funda de su arma, lo que hizo que aquellos tipos alzaran una ceja. Los dedos de la joven subieron un poco más hasta tocar el sombrero despacio. Lentamente fue retirándolo, dejando ver sus azulados ojos marinos y su corta melena. Su piel pálida y su expresión arrogante. La chica que había frente a ellos mostró una sonrisa ladeada y acto seguido separó sus finos labios para hablar en un tono chulesco.
- ¿Tantas ganas tenéis de ver a una joven como yo? – Aquellos tipos entonces se miraron entre ellos y tras asentir la dejaron tranquila, alejándose de la zona.
Una figura apareció de repente por la zona del muelle, caminando hacia dentro de la isla. Llevaba un enorme sombrero de paja con algunas tiras de papel que ocultaban su rostro. Tan solo una corta melena oscura podía apreciarse por la parte de atrás. Vestía con un kimono negro típico de Wano. A su lado derecho de la cintura podía verse la funda de una katana. Sus pies estaban adornados por unas sandalias de madera y unos calcetines blancos. Cuando caminaba realizaba un sonido algo sonoro. Era como si llevase tacones, pero era debido a unas pequeñas piezas de sus sandalias, las cuales ocasionaban el ruido. Alguna gente miraba aquella silueta algo intrigados, pues no tenían ni idea de quién podía ser. El viento continuó soplando haciendo sonar un cascabel que colgaba de una parte del sombrero de aquella persona.
La figura de negro no tardó mucho en llegar a una zona en la que parecía haber algo de alboroto. Una especie de espectáculo de magia de un tío de cabellos rojizos, pero no le importó mucho. Entonces dos personas se acercaron por la espalda a aquella figura del sombrero, mostrando expresiones serias. Eran un par de tipos vestidos con trajes negros, corbatas, camisas blancas y gafas de Sol. Tosieron con fuerza para llamar la atención de la misteriosa persona, la cual se giró despacio mirándolos con calma. Lo primero que pensó es que tal vez había tenido más suerte de la que esperaba, pero cuando habló uno de ellos no pudo evitar pensar en lo contrario.
- Disculpe, usted lleva unas pintas un poco sospechosas ¿Le importa que le veamos la cara? Ya sabe la enorme cantidad de criminales que hay sueltos últimamente.
Aquella persona llevó la mano derecha hasta la funda de su arma, lo que hizo que aquellos tipos alzaran una ceja. Los dedos de la joven subieron un poco más hasta tocar el sombrero despacio. Lentamente fue retirándolo, dejando ver sus azulados ojos marinos y su corta melena. Su piel pálida y su expresión arrogante. La chica que había frente a ellos mostró una sonrisa ladeada y acto seguido separó sus finos labios para hablar en un tono chulesco.
- ¿Tantas ganas tenéis de ver a una joven como yo? – Aquellos tipos entonces se miraron entre ellos y tras asentir la dejaron tranquila, alejándose de la zona.
Ichimura Hachiro
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Había un montón de movimiento en el local. Un montón de gente estaba reunida en un corro, observando a dos cocineros preparando platos en unas estaciones de trabajo improvisadas. El primero era un chico bajito y regordete con traje y gorro de cheff, de ojos azules y nariz achatada. El segundo era un tipo larguirucho y delgado, con el pelo recogido en una coleta y un traje rojo. El público observaba emocionado cómo preparaban sus platos, mientras en una mesa a unos metros de ellos un joven los observaba con expresión insondable. Era un hombre moreno de pelo blanco como la nieve, vestido con una camiseta blanca con rayas negras. La mesa estaba dentro del círculo de espectadores, como si fuese parte de la competición, pero a diferencia de los dos cheffs él no estaba haciendo nada fuera de lo común. Se limitaba a observar con atención a los dos hombres trabajar.
Mientras que el chico estaba preparando y troceando una caballa, el de la coleta troceaba unas extrañas raíces verdes. Hachiro arqueó una ceja, interesado y olisqueó el aire. Un aroma agridulce llegó a su nariz, envolviéndolo y transportándole imágenes de tierras exóticas y lejanas. Cerró los ojos y se centró en el olor, tratando de discernir de qué le sonaba. Entonces cayó en la cuenta; era raíz de cjuul, un ingrediente proveniente de las selvas del Nuevo Mundo. Normalmente era empleado como condimento, pero parecía que aquel hombre pretendía darle un uso bastante más central en su plato... ¿guarnición? Cuando lo vio sacar un enorme filete no le cupo duda alguna. Sí, iba a usar las raíces para acompañar aquella pieza de carne. Hachiro sonrió para sí mismo, feliz de haberse presentado como juez de aquella competición. Inicialmente lo había hecho para ganarse unos berries sin esperarse gran cosa de los participantes, pero parecía que iba a tener la oportunidad incluso de probar un ingrediente tan raro como aquel usado de una manera bastante imaginativa.
- En cambio, el otro... - murmuró.
El plato del cheff rollizo no parecía gran cosa al lado de aquel otro. Había puesto en remojo arroz integral mientras preparaba la caballa, y ahora se había puesto a cocer mientras freía el pescado. A simple vista, no parecía que fuese a hacer nada en especial... era tan solo un poco de arroz con caballa frita. Al menos eso pensó, hasta que vio cómo ponía una tetera al fuego. Algo más interesado, se frotó la barbilla preguntándose qué pretendería. Entonces recordó un plato que consistía en una especie de "sopa" de té verde y arroz. ¿Era eso lo que iba a preparar? Era un plato típico de Wano... cuando le vio sacar tiras de algas no le cupo duda. Sin embargo, aquel plato, el ochazuke solía prepararse con salmón. Era un cambio interesante a una receta tradicional. "Sigue siendo una competición de barrio, no voy a centrarme en lo innovadores y originales que sean. El tema central es el sabor." Demasiado subjetivo a ojos de Hachiro, pero no era el organizador. El primero en terminar fue el de la caballa, que puso el plato frente a él. La presentación no eran nada del otro mundo, un tazón lleno de arroz con tiras de nori y la caballa en medio, medio enterrada. Nada más posarlo, cogió la tetera y vertió su contenido en el plato, llenándolo hasta cubrir el arroz.
- Bien, veamos qué me dice tu cocina - dijo, cogiendo los palillos. Probó el arroz y la caballa, y luego dio un trago al té. Esbozó una leve sonrisa y dijo - Has sabido sustituir correctamente el salmón. Además se nota que has sido cuidadoso con la preparación de cada ingrediente. Sin embargo el arroz resulta algo insulso. Tal vez deberías haberlo acompañado de otros condimentos que lo complementaran, aunque he de decir que no me ha desagradado.
Posó el tazón sin terminarlo y esperó con curiosidad al plato del otro hombre. Entonces se fijó en que este estaba sacando el filete de una olla humeante. ¿Qué había hecho? Se había distraído con el chico y no se había fijado en la preparación del otro. Con una sonrisa de autosuficiencia, el tipo llegó y le presentó su receta: al instante sintió una fuerte "bofetada" de olor que le dieron ganas de taparse la nariz. No es que fuese desagradable, es que era demasiado intenso. Frente a él tenía lo que parecía un bistec con una capa verduzca por encima. Este reposaba sobre un montón de raíces fritas, algunas aún goteando aceite. Le había decepcionado... y mucho. Sólo por el olor ya podía hacerse una idea de que aquel plato había perdido, pero habría quejas si le daba la victoria al otro sin siquiera probarlo. Más aún, cobraba por aquello y no quería arriesgar ni un berrie de su parte. En casa necesitaban aquel dinero desesperadamente. Frunciendo el ceño, se "armó" con los cubiertos y empezó probando el bistec. El impacto en la boca fue tan fuerte como esperaba, tanto que tuvo que coger el vaso de agua para ayudarse a bajarlo. Acto seguido probó las raíces. Estas sabían también tan fuertes que tuvo que hacer un esfuerzo para mantener la compostura.
- ¿Y bien? ¿Qué tal está, juez-san? Mi plato pretende ser una auténtica bomba de sabor que conquiste a los que lo prueben por su fuer...
Hachiro se levantó, con una mirada tan severa que el cocinero se calló al instante.
- Has tratado de preparar un curry sustituyendo la cúrcuma por pimienta verde. Para colmo, has freído el bistec en una olla en la que has ido vertiendo agua para realzar su aroma. No has sabido compensar el introducir la pimienta en el curry ni has sido cuidadoso en las cantidades, por no hablar de que tu nefasta idea ha realzado aún más el sabor excesivo de tu receta. Tus fallos no se acaban ahí, sino que tu guarnición es incomible. La raíz de cjuul tiene un sabor tan agrio que resulta desagradable sin una preparación adecuada, por lo que suele usarse en pequeñas cantidades y troceada como condimento. Esto es un insulto a la cocina - dijo, apartando el plato.
- Pero... ¿qué? No, me niego a aceptar estos comentarios. ¡Yo mismo he probado esto antes! Seguro que estás comprado por ese chico.
Hachiro sonrió siniestramente. ¿Así que pretendía desacreditarle? Muy bien, tendría que jugar duro.
- Hay más fallos aún en tu plato: te has pasado en la preparación de la carne, con lo que ha quedado demasiado hecha. Eso además de hacerla menos apetecible ha hecho que tu intento de curry eclipsase totalmente su sabor. Por otro lado, la guarnición se supone que debe acompañar a la carne y complementarla, pero no es este el caso. Podría seguir mencionando tus errores, pero visto que no me creerás... pido un voluntario del público para probar ambos platos
Mientras que el chico estaba preparando y troceando una caballa, el de la coleta troceaba unas extrañas raíces verdes. Hachiro arqueó una ceja, interesado y olisqueó el aire. Un aroma agridulce llegó a su nariz, envolviéndolo y transportándole imágenes de tierras exóticas y lejanas. Cerró los ojos y se centró en el olor, tratando de discernir de qué le sonaba. Entonces cayó en la cuenta; era raíz de cjuul, un ingrediente proveniente de las selvas del Nuevo Mundo. Normalmente era empleado como condimento, pero parecía que aquel hombre pretendía darle un uso bastante más central en su plato... ¿guarnición? Cuando lo vio sacar un enorme filete no le cupo duda alguna. Sí, iba a usar las raíces para acompañar aquella pieza de carne. Hachiro sonrió para sí mismo, feliz de haberse presentado como juez de aquella competición. Inicialmente lo había hecho para ganarse unos berries sin esperarse gran cosa de los participantes, pero parecía que iba a tener la oportunidad incluso de probar un ingrediente tan raro como aquel usado de una manera bastante imaginativa.
- En cambio, el otro... - murmuró.
El plato del cheff rollizo no parecía gran cosa al lado de aquel otro. Había puesto en remojo arroz integral mientras preparaba la caballa, y ahora se había puesto a cocer mientras freía el pescado. A simple vista, no parecía que fuese a hacer nada en especial... era tan solo un poco de arroz con caballa frita. Al menos eso pensó, hasta que vio cómo ponía una tetera al fuego. Algo más interesado, se frotó la barbilla preguntándose qué pretendería. Entonces recordó un plato que consistía en una especie de "sopa" de té verde y arroz. ¿Era eso lo que iba a preparar? Era un plato típico de Wano... cuando le vio sacar tiras de algas no le cupo duda. Sin embargo, aquel plato, el ochazuke solía prepararse con salmón. Era un cambio interesante a una receta tradicional. "Sigue siendo una competición de barrio, no voy a centrarme en lo innovadores y originales que sean. El tema central es el sabor." Demasiado subjetivo a ojos de Hachiro, pero no era el organizador. El primero en terminar fue el de la caballa, que puso el plato frente a él. La presentación no eran nada del otro mundo, un tazón lleno de arroz con tiras de nori y la caballa en medio, medio enterrada. Nada más posarlo, cogió la tetera y vertió su contenido en el plato, llenándolo hasta cubrir el arroz.
- Bien, veamos qué me dice tu cocina - dijo, cogiendo los palillos. Probó el arroz y la caballa, y luego dio un trago al té. Esbozó una leve sonrisa y dijo - Has sabido sustituir correctamente el salmón. Además se nota que has sido cuidadoso con la preparación de cada ingrediente. Sin embargo el arroz resulta algo insulso. Tal vez deberías haberlo acompañado de otros condimentos que lo complementaran, aunque he de decir que no me ha desagradado.
Posó el tazón sin terminarlo y esperó con curiosidad al plato del otro hombre. Entonces se fijó en que este estaba sacando el filete de una olla humeante. ¿Qué había hecho? Se había distraído con el chico y no se había fijado en la preparación del otro. Con una sonrisa de autosuficiencia, el tipo llegó y le presentó su receta: al instante sintió una fuerte "bofetada" de olor que le dieron ganas de taparse la nariz. No es que fuese desagradable, es que era demasiado intenso. Frente a él tenía lo que parecía un bistec con una capa verduzca por encima. Este reposaba sobre un montón de raíces fritas, algunas aún goteando aceite. Le había decepcionado... y mucho. Sólo por el olor ya podía hacerse una idea de que aquel plato había perdido, pero habría quejas si le daba la victoria al otro sin siquiera probarlo. Más aún, cobraba por aquello y no quería arriesgar ni un berrie de su parte. En casa necesitaban aquel dinero desesperadamente. Frunciendo el ceño, se "armó" con los cubiertos y empezó probando el bistec. El impacto en la boca fue tan fuerte como esperaba, tanto que tuvo que coger el vaso de agua para ayudarse a bajarlo. Acto seguido probó las raíces. Estas sabían también tan fuertes que tuvo que hacer un esfuerzo para mantener la compostura.
- ¿Y bien? ¿Qué tal está, juez-san? Mi plato pretende ser una auténtica bomba de sabor que conquiste a los que lo prueben por su fuer...
Hachiro se levantó, con una mirada tan severa que el cocinero se calló al instante.
- Has tratado de preparar un curry sustituyendo la cúrcuma por pimienta verde. Para colmo, has freído el bistec en una olla en la que has ido vertiendo agua para realzar su aroma. No has sabido compensar el introducir la pimienta en el curry ni has sido cuidadoso en las cantidades, por no hablar de que tu nefasta idea ha realzado aún más el sabor excesivo de tu receta. Tus fallos no se acaban ahí, sino que tu guarnición es incomible. La raíz de cjuul tiene un sabor tan agrio que resulta desagradable sin una preparación adecuada, por lo que suele usarse en pequeñas cantidades y troceada como condimento. Esto es un insulto a la cocina - dijo, apartando el plato.
- Pero... ¿qué? No, me niego a aceptar estos comentarios. ¡Yo mismo he probado esto antes! Seguro que estás comprado por ese chico.
Hachiro sonrió siniestramente. ¿Así que pretendía desacreditarle? Muy bien, tendría que jugar duro.
- Hay más fallos aún en tu plato: te has pasado en la preparación de la carne, con lo que ha quedado demasiado hecha. Eso además de hacerla menos apetecible ha hecho que tu intento de curry eclipsase totalmente su sabor. Por otro lado, la guarnición se supone que debe acompañar a la carne y complementarla, pero no es este el caso. Podría seguir mencionando tus errores, pero visto que no me creerás... pido un voluntario del público para probar ambos platos
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La puerta de aquel local no tardó mucho en abrirse, dejando paso a la joven, la cual iba tapada de nuevo con su sombrero. Estaba en la ciudad del agua de paso, buscando algún barco en el que poder viajar hasta su siguiente destino. Ir con los pescadores empezaba a ser muy aburrido y nadando era algo totalmente imposible y cansado. Tal vez, gracias a que podía aguantar la respiración bajo agua durante horas, era capaz de hacer viajes, pero le daba demasiada pereza el solo pensar en la posibilidad. Soltó un pequeño bostezo y después de unos momentos miró el interior del lugar. Todos parecían estar centrados en algo importante, pero ella pasaba de todo. Caminó hacia la barra con toda la calma del mundo y se sentó en ella, pidiéndole al camarero un poco de sake. Se dio cuenta de que el joven estaba flipando con lo que ocurría en el centro y aquello la hizo fruncir levemente el ceño.
- Le he dicho que quiero un poco de sake.
Repitió en un tono serio, para después volver a ser ignorada. Unas venitas aparecieron en su frente una vez que pasó aquello y acto seguido estuvo a punto de llevar la mano derecha a su espada. Hizo un esfuerzo para contenerse y después de unos segundos se levantó, caminando hacia el círculo de malas maneras y sin quitarse el sombrero. Se dio cuenta de que parecía ser una concentración de monos viendo algo, pero cuando observó que era un tema culinario, cambió de parecer. Ella misma era cocinera y por ello sintió algo de curiosidad. No tuvo que ser una genio para saber que uno de los platos eran de su tierra, pues ella solía cocinarlo y comerlo. Se llevó la mano derecha a la barbilla y permaneció en silencio observando todo lo que pasaba. Finalmente el juez empezó con sus críticas. Uno de los participantes parecía ser un poco quejica. De hecho, tal vez llevara la razón y todo. Fue entonces cuando el peliblanco dijo aquellas palabras.
- Apártense. – Dijo en un tono alto y autoritario.
La morena entonces se quitó el sombrero, dejándolo a un lado y desvelando su rostro. Tenía toda la pinta de un samurái, pero siendo mujer, podía quedar algo raro. Sin decir nada más, se sentó tranquilamente al lado del tipo peliblanco. Antes de nada le dedicó una mirada totalmente inexpresiva, como si fuese una zombi. A continuación apartó el té y pidió sake. El camarero no tardó en dárselo, ese capullo ahora sí era atento… Malditos novatos. La chica no tardó en probar primero el alcohol con toda la calma del mundo, soltando después el aliento y limpiándose los labios con el dedo pulgar. Tampoco quería quedar de gorrona, por lo que se centró en lo que estaba de una vez.
Primero probó el plato que se suponía ser el ganador. Notó que en lugar de salmón había caballa. Alzó una ceja y sin pensarlo más probó un trozo. El sabor la agradó bastante y de hecho continuó probando el arroz. Estuvo unos veinte segundos comiendo en silencio sin decir palabra alguna. Realmente estaba bueno, aunque ella habría hecho salmón de verdad. A continuación apartó lentamente el plato y cogió el otro. Antes de nada lo olió despacio, arrugando la nariz un poco y acto seguido cortando un trozo de carne. Lo metió en su boca despacio y tras unos momentos lo masticó. Finalmente lo tragó y lo siguiente que hizo fue deslizar sus dedos muy suavemente hacia el plato. Lo fue empujando con una parsimonia increíble hasta tirarlo al suelo y romperlo.
- Puaj… – Se limitó a decir.
Se notaba que no era mucho de hablar con gente que no conocía. Su reacción no pareció gustar mucho al competidor que perdió, pues al ver semejante humillación golpeó con el puño la mesa donde estaban sentados el peliblanco y la morena. Las venas de su frente se marcaron y a continuación abrió la boca para decir algo, pero se detuvo. La samurái lo miró a los ojos con una expresión algo más seria que la normal. Era como si estuviese muy malhumorada aunque no fuese así. Además, deslizó su mano lentamente hacia la vaina de su arma, cosa que hizo al concursante retroceder unos pasos. La mano de la morena finalmente llegó hasta la sandalia, pues solo quería ajustarse bien el calcetín. Una vez lo hizo, notó un suspiro del quejica. A continuación se colocó en pie y terminó de beberse todo el sake.
- Buena crítica… – Mencionó en un tono inexpresivo mientras dirigía su mirada hacia el hombre de los cabellos blancos.
- Le he dicho que quiero un poco de sake.
Repitió en un tono serio, para después volver a ser ignorada. Unas venitas aparecieron en su frente una vez que pasó aquello y acto seguido estuvo a punto de llevar la mano derecha a su espada. Hizo un esfuerzo para contenerse y después de unos segundos se levantó, caminando hacia el círculo de malas maneras y sin quitarse el sombrero. Se dio cuenta de que parecía ser una concentración de monos viendo algo, pero cuando observó que era un tema culinario, cambió de parecer. Ella misma era cocinera y por ello sintió algo de curiosidad. No tuvo que ser una genio para saber que uno de los platos eran de su tierra, pues ella solía cocinarlo y comerlo. Se llevó la mano derecha a la barbilla y permaneció en silencio observando todo lo que pasaba. Finalmente el juez empezó con sus críticas. Uno de los participantes parecía ser un poco quejica. De hecho, tal vez llevara la razón y todo. Fue entonces cuando el peliblanco dijo aquellas palabras.
- Apártense. – Dijo en un tono alto y autoritario.
La morena entonces se quitó el sombrero, dejándolo a un lado y desvelando su rostro. Tenía toda la pinta de un samurái, pero siendo mujer, podía quedar algo raro. Sin decir nada más, se sentó tranquilamente al lado del tipo peliblanco. Antes de nada le dedicó una mirada totalmente inexpresiva, como si fuese una zombi. A continuación apartó el té y pidió sake. El camarero no tardó en dárselo, ese capullo ahora sí era atento… Malditos novatos. La chica no tardó en probar primero el alcohol con toda la calma del mundo, soltando después el aliento y limpiándose los labios con el dedo pulgar. Tampoco quería quedar de gorrona, por lo que se centró en lo que estaba de una vez.
Primero probó el plato que se suponía ser el ganador. Notó que en lugar de salmón había caballa. Alzó una ceja y sin pensarlo más probó un trozo. El sabor la agradó bastante y de hecho continuó probando el arroz. Estuvo unos veinte segundos comiendo en silencio sin decir palabra alguna. Realmente estaba bueno, aunque ella habría hecho salmón de verdad. A continuación apartó lentamente el plato y cogió el otro. Antes de nada lo olió despacio, arrugando la nariz un poco y acto seguido cortando un trozo de carne. Lo metió en su boca despacio y tras unos momentos lo masticó. Finalmente lo tragó y lo siguiente que hizo fue deslizar sus dedos muy suavemente hacia el plato. Lo fue empujando con una parsimonia increíble hasta tirarlo al suelo y romperlo.
- Puaj… – Se limitó a decir.
Se notaba que no era mucho de hablar con gente que no conocía. Su reacción no pareció gustar mucho al competidor que perdió, pues al ver semejante humillación golpeó con el puño la mesa donde estaban sentados el peliblanco y la morena. Las venas de su frente se marcaron y a continuación abrió la boca para decir algo, pero se detuvo. La samurái lo miró a los ojos con una expresión algo más seria que la normal. Era como si estuviese muy malhumorada aunque no fuese así. Además, deslizó su mano lentamente hacia la vaina de su arma, cosa que hizo al concursante retroceder unos pasos. La mano de la morena finalmente llegó hasta la sandalia, pues solo quería ajustarse bien el calcetín. Una vez lo hizo, notó un suspiro del quejica. A continuación se colocó en pie y terminó de beberse todo el sake.
- Buena crítica… – Mencionó en un tono inexpresivo mientras dirigía su mirada hacia el hombre de los cabellos blancos.
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En cuanto pidió un voluntario hubo una buena avalancha de ellos, pero antes de que Hachiro pudiera elegir uno, una mujer se abrió paso entre el público. Era una chica joven, de pelo oscuro corto y vestida como un samurái. Intrigado, sonrió y la dejó hacer. Daba igual quién lo hiciera, nadie iba a dar por bueno aquel insulto de plato, menos con uno tan bueno como el que había presentado el chico. La mujer parecía estar hecha de puro hielo; sin mostrar la más mínima emoción, probó la caballa tras beber un poco de sake, para luego pasar al intento de curry con raíces aberrantes. Esta vez si pareció reaccionar, soltando un sonido de desagrado. "Así que sí tiene sangre en las venas, ¿eh? Parecía tan indiferente que casi daba la impresión de que podrían haberle puesto un nido en la cabeza y en cuestión de semanas tendría pajaritos." Lo siguiente que hizo lo impresionó bastante. Con toda la calma y naturalidad del mundo, empujó el plato hasta el borde de la mesa, dejándolo caer y desparramando su contenido por el suelo, para luego mirarle y confirmar su veredicto. Hachiro tuvo que fingir una tos para evitar empezar a reír a carcajadas en mitad de la crítica, cosa que sí hicieron buena parte de los asistentes. Él tenía que mantener un mínimo la compostura como juez que era, para bien o para mal. No pudo evitar compararla mentalmente con una enorme gata perezosa, empujando un vaso hasta el borde de la mesa sólo para ver lo que pasaba.
- Aún te queda más, ¿verdad? Si tienes dudas invito a que le des a todos los que quieras de los presentes. No hace falta ser juez para ver el sacrilegio que has cometido con ese plato.
El hombre de la coleta comenzó a enrojecer hasta alcanzar un tono similar al del traje que llevaba, para a continuación girarse y marcharse atropelladamente de la taberna, empujando a todos los que estaban en su camino. Acabado su trabajo, Hachiro suspiró. Aquello había sido una decepción; no es que se hubiera esperado platos grandiosos y dignos de un restaurante, pero al menos que no llegaran al punto de dejarle mal sabor de boca. Supuso que el tipo ese debía ser un joven de familia rica, pues no cualquiera podía permitirse ingredientes exóticos como la raíz de cjuul, menos para un concurso de barrio. Respiró hondo y miró por un instante a la chica. Era... extraña, demasiado callada e inexpresiva por un lado, pero parecía compensar de sobra con sus reacciones. Miró al camarero y le dijo:
- Las rondas de la señorita corren de mi cuenta - acto seguido miró al chico - Enhorabuena, eres el ganador de esta ronda. Espero verte en las sesiones de los próximos días. Estaré pendiente de ti.
- Gra-gracias, señor - le contestó, algo inquieto.
- Por cierto, ¿te importa que me termine tu plato? Estaba bueno y me apetece quitarme el mal sabor de boca.
- Eh... ¡claro! Faltaría más.
Al final no le había salido mal la jugada. Además de unos berries extra para ayudar en casa había conseguido una comida gratis. Cogió el tazón y fue a sentarse a una mesa cercana a la barra donde no había nadie, disfrutando del sabor del plato. Desde luego no era una mala comida. Era mejor que muchas que podía probar en locales de la zona no precisamente malos, lo que decía bastante del talento e inventiva del chico. Con un amago de sonrisa, continuó comiendo, pidiendo un vaso de agua al camarero cuando pasó. Le hubiese gustado más algo con un sabor más impactante, pero no iba a hacer ascos a un plato bien cocinado y aún encima gratis. En casa no solía sobrarles el dinero, menos con lo desastre que era Minami para ahorrar.
- Aún te queda más, ¿verdad? Si tienes dudas invito a que le des a todos los que quieras de los presentes. No hace falta ser juez para ver el sacrilegio que has cometido con ese plato.
El hombre de la coleta comenzó a enrojecer hasta alcanzar un tono similar al del traje que llevaba, para a continuación girarse y marcharse atropelladamente de la taberna, empujando a todos los que estaban en su camino. Acabado su trabajo, Hachiro suspiró. Aquello había sido una decepción; no es que se hubiera esperado platos grandiosos y dignos de un restaurante, pero al menos que no llegaran al punto de dejarle mal sabor de boca. Supuso que el tipo ese debía ser un joven de familia rica, pues no cualquiera podía permitirse ingredientes exóticos como la raíz de cjuul, menos para un concurso de barrio. Respiró hondo y miró por un instante a la chica. Era... extraña, demasiado callada e inexpresiva por un lado, pero parecía compensar de sobra con sus reacciones. Miró al camarero y le dijo:
- Las rondas de la señorita corren de mi cuenta - acto seguido miró al chico - Enhorabuena, eres el ganador de esta ronda. Espero verte en las sesiones de los próximos días. Estaré pendiente de ti.
- Gra-gracias, señor - le contestó, algo inquieto.
- Por cierto, ¿te importa que me termine tu plato? Estaba bueno y me apetece quitarme el mal sabor de boca.
- Eh... ¡claro! Faltaría más.
Al final no le había salido mal la jugada. Además de unos berries extra para ayudar en casa había conseguido una comida gratis. Cogió el tazón y fue a sentarse a una mesa cercana a la barra donde no había nadie, disfrutando del sabor del plato. Desde luego no era una mala comida. Era mejor que muchas que podía probar en locales de la zona no precisamente malos, lo que decía bastante del talento e inventiva del chico. Con un amago de sonrisa, continuó comiendo, pidiendo un vaso de agua al camarero cuando pasó. Le hubiese gustado más algo con un sabor más impactante, pero no iba a hacer ascos a un plato bien cocinado y aún encima gratis. En casa no solía sobrarles el dinero, menos con lo desastre que era Minami para ahorrar.
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Precisión
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Azumi alzó una ceja cuando el chico de cabellos blancos dijo que lo que había tomado corría de su cuenta. Estaba acostumbrada a no pagar nada debido a su posición, pero ahora nadie sabía quién era y por eso se quedó un poco confusa. No dijo nada y simplemente se quedó callada mirando al suelo. Cerró los ojos escuchando las palabras de todos los presentes y su reacción fue tomar el sombrero de madera que se había quitado. Esta vez se lo colocó amarrado a la espalda y acto seguido miró de forma perezosa a su alrededor. El crítico de los cabellos blancos se había puesto a comer en otra mesa. Al parecer, parecía estar alimentándose con el plato del supuesto ganador. Ella ladeó un poco la cabeza y acto seguido se colocó en pie. Sin decir ni una palabra tomó una silla y la colocó justo en frente de él. Se sentó en ella y clavó su mirada en él. La escena podía parecer algo raro, pues no decía nada y solo le miraba de forma seria.
Cuando abría la boca para comer, ella acercaba el rostro para ver la campanilla. Podía parecer que estaba incordiando, pero tenía curiosidad por aquella persona. Llamarla plebeyo no era bueno y menos después de haberla invitado. El camarero se quedó mirando la escena algo confuso y lentamente se fue acercando a la mesa de los dos. Tosió un poco para llamar la atención de la chica y después la miró de forma seria.
- Por favor, esta persona está comiendo. Deberías dejarla tranquila.
Azumi pasó de mirar al peliblanco a fruncir el ceño clavando sus ojos en los del camarero. El hombre al ver la seriedad de la chica tragó saliva y dio un par de pasos hacia atrás. Entonces se retiró con la cabeza agachada. No parecía querer problemas y menos con una persona armada. Ella no había dado indicios violentos por el momento, por lo que supuso que eran algo cobardes. Volvió a clavar su mirada en el peliblanco de forma seria y a mirarle comer. Lentamente estiró su mano hacia él y trató de darle tres toquecitos con el dedo índice en el hombro. Independientemente de lo que él hiciera, habló en un tono alto para que le escuchase.
- Azumi.
Una sola palabra, su mano estirada hacia él y todo silencio. Claramente se estaba presentando y como aquel hombre no parecía ser un idiota, prefería mantener su postura seria. La puerta se abrió entonces dejando pasar algo de viento y meciendo la corta melena de la morena. La chica mientras tanto con su mano libre trató de coger un tenedor y pinchar de la comida del peliblanco sin ni siquiera pedirle permiso. Estaba muy bueno y quería comer un poco más. Si lo lograba lo haría a una velocidad enorme, pero manteniendo la mano en el aire mientras miraba a los ojos del peliblanco.
Cuando abría la boca para comer, ella acercaba el rostro para ver la campanilla. Podía parecer que estaba incordiando, pero tenía curiosidad por aquella persona. Llamarla plebeyo no era bueno y menos después de haberla invitado. El camarero se quedó mirando la escena algo confuso y lentamente se fue acercando a la mesa de los dos. Tosió un poco para llamar la atención de la chica y después la miró de forma seria.
- Por favor, esta persona está comiendo. Deberías dejarla tranquila.
Azumi pasó de mirar al peliblanco a fruncir el ceño clavando sus ojos en los del camarero. El hombre al ver la seriedad de la chica tragó saliva y dio un par de pasos hacia atrás. Entonces se retiró con la cabeza agachada. No parecía querer problemas y menos con una persona armada. Ella no había dado indicios violentos por el momento, por lo que supuso que eran algo cobardes. Volvió a clavar su mirada en el peliblanco de forma seria y a mirarle comer. Lentamente estiró su mano hacia él y trató de darle tres toquecitos con el dedo índice en el hombro. Independientemente de lo que él hiciera, habló en un tono alto para que le escuchase.
- Azumi.
Una sola palabra, su mano estirada hacia él y todo silencio. Claramente se estaba presentando y como aquel hombre no parecía ser un idiota, prefería mantener su postura seria. La puerta se abrió entonces dejando pasar algo de viento y meciendo la corta melena de la morena. La chica mientras tanto con su mano libre trató de coger un tenedor y pinchar de la comida del peliblanco sin ni siquiera pedirle permiso. Estaba muy bueno y quería comer un poco más. Si lo lograba lo haría a una velocidad enorme, pero manteniendo la mano en el aire mientras miraba a los ojos del peliblanco.
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Mientras disfrutaba de su comida, algo llamó su atención. La chica de antes se había sentado frente a él y lo miraba fijamente. Por un momento supuso que iba a saludarle o algo, pero se quedó callada mirándole. "Qué tipa tan rara" pensó, llevándose un cacho de caballa a la boca. Entonces la chica se acercó mucho, más de lo que era normal. El vello se le erizó y un escalofrío recorrió su espalda, incómodo por la actitud de ella. ¿Pero qué diablos? Casi parecía que estuviera intentando verle el interior de la garganta. Paró de comer y le devolvió la mirada con el ceño ligeramente fruncido. Iba a decir algo, cuando el camarero fue a su rescate... pero resultó ser un cobarde. Bastó con una mirada de ella para que quedara intimidado y se largara. Por otro lado no podía culparlo, aquella mujer era cuanto menos siniestra. Entonces la chica le tocó el hombro y le tendió la mano, diciendo su nombre. Al principio le pilló por sorpresa y se tensó un poco, pero al ver sus intenciones se relajó y le estrechó la mano, algo sorprendido por la actitud masculina de ella.
- Hachiro.
Aún se estaban saludando cuando ella cogió un tenedor y tomó rápidamente un bocado de su plato. Y otro. Durante unos segundos no pudo hacer más que observar anonadado como una completa desconocida devoraba su comida a una velocidad prodigiosa, pero para cuando se le pasó la sorpresa, una vena se le marcó en la frente, y con una sonrisa poco amistosa cogió los palillos. No iba a dejar que le dejara sin su plato gratis. Con un veloz movimiento de mano le quitó un cacho de caballa del tenedor y se lo llevó velozmente a la boca. Entonces empezó, como si se tratara de una extraña pelea con armas improvisadas, a defender su tazón apartando el tenedor de ella con los palillos y a quitarle todo lo que lograba cogerle, llevándoselo rápidamente a la boca.
- ¿Nadie te ha dicho que coger la comida de otros sin permiso es de mala educación?
Normalmente era una persona paciente, tal vez un poco quisquillosa para algunas cosas y un tanto orgulloso de más, pero de alguna manera aquella chica lograba sacarle de quicio. Con un veloz movimiento trató de atraparle nariz con los palillos a modo de pinza, tras lo que la miró enojado.
- Te he invitado a sake, no a que te comas mi arroz.
No tenía muy claro de qué iba aquella tipa. ¿Era simplemente tonta, una niña malcriada de una familia rica o qué diablos le pasaba en la cabeza? No le había llegado con invadir su espacio personal y observarle como si fuese alguna clase de animal del zoológico, sino que actuaba con si fuese lo más normal del mundo sentarse a la mesa de un desconocido y empezar a comerse su plato de arroz con caballa. ¡Que era gratis! Había que ser cruel para quitarle a un hombre comida que además había tenido la suerte de obtener sin gastar dinero.
- Hachiro.
Aún se estaban saludando cuando ella cogió un tenedor y tomó rápidamente un bocado de su plato. Y otro. Durante unos segundos no pudo hacer más que observar anonadado como una completa desconocida devoraba su comida a una velocidad prodigiosa, pero para cuando se le pasó la sorpresa, una vena se le marcó en la frente, y con una sonrisa poco amistosa cogió los palillos. No iba a dejar que le dejara sin su plato gratis. Con un veloz movimiento de mano le quitó un cacho de caballa del tenedor y se lo llevó velozmente a la boca. Entonces empezó, como si se tratara de una extraña pelea con armas improvisadas, a defender su tazón apartando el tenedor de ella con los palillos y a quitarle todo lo que lograba cogerle, llevándoselo rápidamente a la boca.
- ¿Nadie te ha dicho que coger la comida de otros sin permiso es de mala educación?
Normalmente era una persona paciente, tal vez un poco quisquillosa para algunas cosas y un tanto orgulloso de más, pero de alguna manera aquella chica lograba sacarle de quicio. Con un veloz movimiento trató de atraparle nariz con los palillos a modo de pinza, tras lo que la miró enojado.
- Te he invitado a sake, no a que te comas mi arroz.
No tenía muy claro de qué iba aquella tipa. ¿Era simplemente tonta, una niña malcriada de una familia rica o qué diablos le pasaba en la cabeza? No le había llegado con invadir su espacio personal y observarle como si fuese alguna clase de animal del zoológico, sino que actuaba con si fuese lo más normal del mundo sentarse a la mesa de un desconocido y empezar a comerse su plato de arroz con caballa. ¡Que era gratis! Había que ser cruel para quitarle a un hombre comida que además había tenido la suerte de obtener sin gastar dinero.
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La joven estrechó la mano del peliblanco con fuerza mientras no dejaba de mirarle con aquella expresión seria que llevaba consigo. Ya sabía su nombre y ahora no pensaba olvidarlo. Sus azulados ojos entonces se desviaron ligeramente hasta observar los palillos que el chico estaba usando como arma. Le había arrebatado parte de lo que cogió y entonces no se contuvo. Con su tenedor empezó a hacer movimientos rápidos bloqueando, evadiendo e impactando en los palillos. Su ceño se frunció ligeramente como si aquella enfadase. La velocidad que ambos tenían parecía estar algo por encima de una persona normal en aquel tema. La joven chasqueó la lengua y empezó a esforzarse en continuar con la batalla por ver quien degustaba la comida que quedaba en aquel plato. Estaba muy buena y se había quedado con ganas de más. Tampoco es que tuviese mucho dinero encima, pues ya había gastado todos sus ahorros.
- No lo han hecho.
Respondió entonces a la pregunta del peliblanco mientras notaba las pinzas en su nariz. Bajó la mirada hasta ellas quedando bizca por unos instantes y algo confusa. Cierto era que en su isla no le prohibían nada, pero aquello era agua pasada. Ahora estaba atenta a la sensación de su nariz. Tal vez era una especie de juego de las personas normales. Ella no tenía palillos y hacerlo con el tenedor podía ser algo doloroso. Sabía que aquel chico era amable, salvo porque no le quería dar comida. Entonces él dijo que no la estaba invitando a comerse su arroz. La morena ladeó un poco la cabeza y después estiró su mano hacia la nariz de él tratando de atraparla con sus dedos como él hizo con los palillos. Entonces frunciría un poco el ceño y le hablaría en un tono que mostraba un leve enfado.
- Pero oye, tengo hambre. Se supone que debo de comer para crecer fuerte y sana o terminaré muriéndome si no lo hago. – Sus palabras parecían ser exageradamente serias. Como si aquello fuese lo más importante del mundo para ella.
Se quedó un poco pensativa pensando en qué decirle para convencerle. Se le ocurrió una pequeña idea que a ella siempre le agradaba y por ello sonrió de forma un poco maligna. Tal vez aquello funcionaba. Debía aprender a valerse por sí misma y si conocía los gustos de los demás debía ser de mucha ayuda. Pensó en algo que le gustase mucho a ella y después de haberle dado un par de vueltas trató de acercarse de nuevo lo máximo posible. Su objetivo era estar a unos diez centímetros y después sonreír de forma confiada.
- Si compartes conmigo te prometo que te haré un masaje fantástico en la espalda. Se me da bastante bien y estoy segura de que te relajará, Hachiro-kun. – Disimuladamente volvió a intentar pinchar en el plato de él con el tenedor.
- No lo han hecho.
Respondió entonces a la pregunta del peliblanco mientras notaba las pinzas en su nariz. Bajó la mirada hasta ellas quedando bizca por unos instantes y algo confusa. Cierto era que en su isla no le prohibían nada, pero aquello era agua pasada. Ahora estaba atenta a la sensación de su nariz. Tal vez era una especie de juego de las personas normales. Ella no tenía palillos y hacerlo con el tenedor podía ser algo doloroso. Sabía que aquel chico era amable, salvo porque no le quería dar comida. Entonces él dijo que no la estaba invitando a comerse su arroz. La morena ladeó un poco la cabeza y después estiró su mano hacia la nariz de él tratando de atraparla con sus dedos como él hizo con los palillos. Entonces frunciría un poco el ceño y le hablaría en un tono que mostraba un leve enfado.
- Pero oye, tengo hambre. Se supone que debo de comer para crecer fuerte y sana o terminaré muriéndome si no lo hago. – Sus palabras parecían ser exageradamente serias. Como si aquello fuese lo más importante del mundo para ella.
Se quedó un poco pensativa pensando en qué decirle para convencerle. Se le ocurrió una pequeña idea que a ella siempre le agradaba y por ello sonrió de forma un poco maligna. Tal vez aquello funcionaba. Debía aprender a valerse por sí misma y si conocía los gustos de los demás debía ser de mucha ayuda. Pensó en algo que le gustase mucho a ella y después de haberle dado un par de vueltas trató de acercarse de nuevo lo máximo posible. Su objetivo era estar a unos diez centímetros y después sonreír de forma confiada.
- Si compartes conmigo te prometo que te haré un masaje fantástico en la espalda. Se me da bastante bien y estoy segura de que te relajará, Hachiro-kun. – Disimuladamente volvió a intentar pinchar en el plato de él con el tenedor.
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Hachiro suspiró y la miró, alejándose un poco de ella, que nuevamente se había acercado demasiado. Al final sonrió a su pesar y le acercó el tazón. No tenía ni idea de dónde había salido esa chica ni por qué parecía una niña en el cuerpo de una mujer, pero en el fondo era un cacho de pan y no podía negarse a compartir su comida con alguien que estaba pasando hambre. Sabía lo que era no tener nada que comer, pues no habían sido pocas las veces en que para castigarlo cuando era esclavo le habían dejado sin comida dos o tres días. Además Azumi le provocaba cierta ternura y no podía evitar que le recordase a cierta persona. Las dos eran unas desastres, cada cual a su manera. Entonces se dio cuenta del ofrecimiento que le había hecho ella y se dio cuenta de a qué sonaba. Pero no podía ser eso, Azumi parecía demasiado inocente para siquiera considerar algo similar. Y no le apetecía demasiado, la verdad, por no hablar de que... ¿pretendía darle un masaje en mitad del bar?
- No hace falta que me hagas ningún masaje - dijo, intentando darle un golpecito en la frente con los palillos - Anda come, y cuidado no vayas a acabar comiéndote también el tazón.
Parecía que estuviera famélica, era increíble. Devoraba todo a una velocidad alarmante, sin dejar ni el más pequeño grano de arroz en el plato. ¿Cuánto llevaría sin comer? Por sus pintas casi hubiese dicho que era alguna clase de mercenaria o cazadora, pero de serlo, era una con muy poco éxito si estaba tan pelada de dinero como para pasar hambre. Cogió su vaso y le dio un trago al agua, observándola pensativo. Le intrigaba bastante aquella chica. Su estómago entonces reclamó su atención con un quejido, recordándole que salvo por los pocos bocados que había tomado antes de que Azumi le cogiera el tazón, llevaba sin comer desde el desayuno. Al final iba a quedarse sin parte del dinero del trabajo, pero qué remedio.
- Camarero, una ración de onigiris de pollo.
Una chica vestida con un kimono que no parecía precisamente barato pero algo desgastado por el uso y una katana. Además se comportaba como si no tuviese claras las convenciones sociales y parecía no haber comido en tiempo. Lo viese como lo viese, aquello era un auténtico galimatías para él. Tenía diferentes ideas en mente, pero ninguna le convencía especialmente. Casi todo apuntaba sin embargo a que era de una familia rica, probablemente se hubiese fugado de casa o algo similar. Con un suspiro se acomodó en la silla y en cuando llegó su plato, cogió uno de de los onigiris y sin pararse (a diferencia de como solía) a saborearlo, lo devoró ferozmente. No estaban mal, aunque no pudo evitar pensar con cierta arrogancia que él podía hacerlos bastante mejor. ¿Por qué no preparar algo similar para cenar? Comenzó a planear mentalmente la receta para la cena, tratando de hacer memoria sobre qué tenían en la despensa. En el peor de los casos siempre podía hacer algo simple. Arroz había seguro, y si mal no recordaba también huevos.
- ¿De dónde vienes? ¿Y por qué no traes dinero contigo? Parece que no hayas comido en una semana - su tono fue ligeramente de reproche.
- No hace falta que me hagas ningún masaje - dijo, intentando darle un golpecito en la frente con los palillos - Anda come, y cuidado no vayas a acabar comiéndote también el tazón.
Parecía que estuviera famélica, era increíble. Devoraba todo a una velocidad alarmante, sin dejar ni el más pequeño grano de arroz en el plato. ¿Cuánto llevaría sin comer? Por sus pintas casi hubiese dicho que era alguna clase de mercenaria o cazadora, pero de serlo, era una con muy poco éxito si estaba tan pelada de dinero como para pasar hambre. Cogió su vaso y le dio un trago al agua, observándola pensativo. Le intrigaba bastante aquella chica. Su estómago entonces reclamó su atención con un quejido, recordándole que salvo por los pocos bocados que había tomado antes de que Azumi le cogiera el tazón, llevaba sin comer desde el desayuno. Al final iba a quedarse sin parte del dinero del trabajo, pero qué remedio.
- Camarero, una ración de onigiris de pollo.
Una chica vestida con un kimono que no parecía precisamente barato pero algo desgastado por el uso y una katana. Además se comportaba como si no tuviese claras las convenciones sociales y parecía no haber comido en tiempo. Lo viese como lo viese, aquello era un auténtico galimatías para él. Tenía diferentes ideas en mente, pero ninguna le convencía especialmente. Casi todo apuntaba sin embargo a que era de una familia rica, probablemente se hubiese fugado de casa o algo similar. Con un suspiro se acomodó en la silla y en cuando llegó su plato, cogió uno de de los onigiris y sin pararse (a diferencia de como solía) a saborearlo, lo devoró ferozmente. No estaban mal, aunque no pudo evitar pensar con cierta arrogancia que él podía hacerlos bastante mejor. ¿Por qué no preparar algo similar para cenar? Comenzó a planear mentalmente la receta para la cena, tratando de hacer memoria sobre qué tenían en la despensa. En el peor de los casos siempre podía hacer algo simple. Arroz había seguro, y si mal no recordaba también huevos.
- ¿De dónde vienes? ¿Y por qué no traes dinero contigo? Parece que no hayas comido en una semana - su tono fue ligeramente de reproche.
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La joven se abalanzó sobre el plato de arroz con caballa de forma salvaje. Con el tenedor podía coger mucho más que con los palillos y empezó a devorar a toda velocidad mientras no quitaba los ojos de la comida. Tenía muchísima hambre y todo por culpa de haber gastado todo, aunque tampoco tenía mucho. Había conocido tan solo a un chico pelirrojo y a un marine capullo que se metió con su pecho el muy pervertido. Menos mal que la cosa no fue a más o hubiese pillado precio por haberle atacado con su espada Sasori. El sabor del arroz y el pescado era muy rico y ella no tardó mucho en terminar de comérselo. El peliblanco dijo que no quería el masaje y eso la hizo ladear un poco la cabeza. Esperaba que él no pensara que ella era mala o no se le daba bien, pues sería una osadía por su parte.
Un plato de onigiris llegó entonces a la mesa. Encima con pollo. Los ojos de la joven se iluminaron y sin pensarlo cogió uno de ellos sin permiso. Lo hizo de forma disimulada y en un acto de máxima velocidad para que el peliblanco no se quejase. Entonces lo mordió con rapidez y se quedó mirándole con su típica sonrisa “de chica mala”. Debía admitir que estaba delicioso, pero empezaba a sentirse un poco mal por él y dejó de cogerle comida ¿Sentirse mal por otra persona? No comprendía bien aquello, pero empezó a entenderlo un poco. Agachó un momento la cabeza en señal de disculpa. Cuando lo hizo escuchó las palabras del peliblanco y por ello mostró una expresión más seria de lo habitual. Entonces soltó un pequeño suspiro y se cruzó de brazos mientras le miraba a los ojos.
- Gasté el dinero que tenía hace días. Vengo de Wano. Soy la princesa de una de las familias nobles de la isla, la única en la que reina una Gyojin. Soy mestiza entre delfín y humano. Mi padre era un mafioso importante llamado Emishi Taketo. Me enteré de que murió y ni siquiera mi hermano Ban Midou pudo hacer nada, por ello quería investigar por mí misma un poco y salí de casa. Ya de paso quise independizarme, pero no tengo a donde ir. Escuché que lo mató la marina, pero no tengo nada en contra de ellos, más bien del cabrón que lo delató, pero ya está muerto. Es todo lo que he podido reunir, pero quitando eso, ahora mismo estoy en blanco… – Dijo pensativa mientras se rascaba un poco la barbilla.
Una vez dijo aquello se quedó mirándole. Ella no se consideraba una criminal por el momento, pues no había cometido crímenes. Quería ser mafiosa, pero empezaba a pensar que era algo que le quedaba bastante grande. Se rascó un poco la cabeza y después soltó un suspiro. Se terminó de comer la bola de arroz con pollo y después de unos momentos se quedó mirando al peliblanco a los ojos.
- No quiero regresar a la vida de princesa, es aburrida. De modo que… Me voy contigo. – Dijo acoplándose con todo el descaro del mundo mientras le miraba de forma seria y trataba de agarrarle de la manga.
Un plato de onigiris llegó entonces a la mesa. Encima con pollo. Los ojos de la joven se iluminaron y sin pensarlo cogió uno de ellos sin permiso. Lo hizo de forma disimulada y en un acto de máxima velocidad para que el peliblanco no se quejase. Entonces lo mordió con rapidez y se quedó mirándole con su típica sonrisa “de chica mala”. Debía admitir que estaba delicioso, pero empezaba a sentirse un poco mal por él y dejó de cogerle comida ¿Sentirse mal por otra persona? No comprendía bien aquello, pero empezó a entenderlo un poco. Agachó un momento la cabeza en señal de disculpa. Cuando lo hizo escuchó las palabras del peliblanco y por ello mostró una expresión más seria de lo habitual. Entonces soltó un pequeño suspiro y se cruzó de brazos mientras le miraba a los ojos.
- Gasté el dinero que tenía hace días. Vengo de Wano. Soy la princesa de una de las familias nobles de la isla, la única en la que reina una Gyojin. Soy mestiza entre delfín y humano. Mi padre era un mafioso importante llamado Emishi Taketo. Me enteré de que murió y ni siquiera mi hermano Ban Midou pudo hacer nada, por ello quería investigar por mí misma un poco y salí de casa. Ya de paso quise independizarme, pero no tengo a donde ir. Escuché que lo mató la marina, pero no tengo nada en contra de ellos, más bien del cabrón que lo delató, pero ya está muerto. Es todo lo que he podido reunir, pero quitando eso, ahora mismo estoy en blanco… – Dijo pensativa mientras se rascaba un poco la barbilla.
Una vez dijo aquello se quedó mirándole. Ella no se consideraba una criminal por el momento, pues no había cometido crímenes. Quería ser mafiosa, pero empezaba a pensar que era algo que le quedaba bastante grande. Se rascó un poco la cabeza y después soltó un suspiro. Se terminó de comer la bola de arroz con pollo y después de unos momentos se quedó mirando al peliblanco a los ojos.
- No quiero regresar a la vida de princesa, es aburrida. De modo que… Me voy contigo. – Dijo acoplándose con todo el descaro del mundo mientras le miraba de forma seria y trataba de agarrarle de la manga.
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Le dirigió una mirada de reproche cuando cogió uno de sus onigiris, pero no dijo nada. Así que una princesa, ¿eh? Aquello cuadraba con sus deducciones. La parte de tener un padre mafioso era un poco más rara por no decir... peligrosa. Pero tampoco tenía nada que hacerle, ella no era una criminal y de todos modos su padre estaba muerto. Taketo, ese nombre le sonaba pero no acababa de caer en qué. En todo caso, por muy princesa que fuera estaba fugada (como imaginaba) y sin dinero, con lo que al menos le había echado una mano a una necesitada. Haberle dado su comida para enterarse de que tenía dinero de sobra hubiese sido un fallo garrafal. Decidió apurarse con su comida antes de que a Azumi le entrase más hambre y decidiera saquear nuevamente su plato. Podría preparar algo de pollo para la noche... no, sería repetir. El arroz en cambio era algo que se comía bien aún repitiendo. ¿Tal vez algo de comida del West Blue? Podía preparar algo de carne picada y hacer albóndigas con arroz. Llevaban ya bastante tiempo tomando cocina oriental y le apetecía variar un poco. Además en el mercado al mediodía había visto unos filetes de res de Lavengre a muy buen precio, podía pasarse al acabar allí.
- Lo siento por tu padre. Supongo de todos modos que con esa vida... - se frenó.
No tenía muy claro cómo seguir sin ofender su sensibilidad. No tenía claro cuánto quería ella a su padre o cómo llevaba su muerte. Inicialmente iba a decir que la gente con esa clase de vida no debía vivir muchos años, pero luego se dio cuenta de que no era el mejor comentario. Demasiado insensible y bruto. La verdad era que le resultaba una situación un poco incómoda... ¿y si simplemente dejaba el comentario en el aire y simplemente esperaba que se quedara olvidado? No tuvo que hacer mayores esfuerzos, pues Azumi se ocupó de que él mismo se olvidara de lo que había dicho. Al principio tardó en darse cuenta de lo que había dicho y se limitó asentir con la cabeza, pero entonces se quedó tieso. La chica lo miraba a los ojos, agarrada a su manga. "Espera... ¿ha dicho lo que creo que ha dicho? No, no puede ser. Sería una locura, ¿verdad?" Pero no parecía que hubiese oído mal. Azumi realmente pretendía irse a vivir con él.
- ¿¿¿Quéeeeeeee???
El peliblanco abrió los ojos como platos. El onigiri a medio comer volvió a caérsele en el plato. Tras un par de segundos reaccionó, y le intentó dar un golpecito con los dedos en la frente, suave pero firme.
- No puedes invitarte a vivir a casa de nadie sin más. Aparte, tendrías que buscarte un trabajo. No puedes ir por ahí sin dinero - suspiró y juntó las manos - Vamos a ver, Azumi-san. ¿No hay nadie buscándote? ¿No está tu familia preocupada porque te fueras? Puedo ver que hasta que te marchaste tuviste una vida fácil, pero en el mundo las cosas no son tan sencillas como simplemente viajar y esperar que cualquier desconocido te invite a comer o a su casa. Además, ¿cómo sabes siquiera que soy de fiar? Con esa actitud cualquiera podría aprovecharse de ti. Deberías tener más cuidado.
Aquella chica le generaba una sensación rara. Era casi como cuando le tocaba cuidar de los hijos de otros esclavos y les reñía para que no hicieran trastadas. Azumi era casi una niña y sentía que si nadie le metía un poco de sensatez en la cabeza (y tenía la certeza de que más que un sentimiento era una deducción correcta) acabaría metida en sabe dios qué problemas.
- Lo siento por tu padre. Supongo de todos modos que con esa vida... - se frenó.
No tenía muy claro cómo seguir sin ofender su sensibilidad. No tenía claro cuánto quería ella a su padre o cómo llevaba su muerte. Inicialmente iba a decir que la gente con esa clase de vida no debía vivir muchos años, pero luego se dio cuenta de que no era el mejor comentario. Demasiado insensible y bruto. La verdad era que le resultaba una situación un poco incómoda... ¿y si simplemente dejaba el comentario en el aire y simplemente esperaba que se quedara olvidado? No tuvo que hacer mayores esfuerzos, pues Azumi se ocupó de que él mismo se olvidara de lo que había dicho. Al principio tardó en darse cuenta de lo que había dicho y se limitó asentir con la cabeza, pero entonces se quedó tieso. La chica lo miraba a los ojos, agarrada a su manga. "Espera... ¿ha dicho lo que creo que ha dicho? No, no puede ser. Sería una locura, ¿verdad?" Pero no parecía que hubiese oído mal. Azumi realmente pretendía irse a vivir con él.
- ¿¿¿Quéeeeeeee???
El peliblanco abrió los ojos como platos. El onigiri a medio comer volvió a caérsele en el plato. Tras un par de segundos reaccionó, y le intentó dar un golpecito con los dedos en la frente, suave pero firme.
- No puedes invitarte a vivir a casa de nadie sin más. Aparte, tendrías que buscarte un trabajo. No puedes ir por ahí sin dinero - suspiró y juntó las manos - Vamos a ver, Azumi-san. ¿No hay nadie buscándote? ¿No está tu familia preocupada porque te fueras? Puedo ver que hasta que te marchaste tuviste una vida fácil, pero en el mundo las cosas no son tan sencillas como simplemente viajar y esperar que cualquier desconocido te invite a comer o a su casa. Además, ¿cómo sabes siquiera que soy de fiar? Con esa actitud cualquiera podría aprovecharse de ti. Deberías tener más cuidado.
Aquella chica le generaba una sensación rara. Era casi como cuando le tocaba cuidar de los hijos de otros esclavos y les reñía para que no hicieran trastadas. Azumi era casi una niña y sentía que si nadie le metía un poco de sensatez en la cabeza (y tenía la certeza de que más que un sentimiento era una deducción correcta) acabaría metida en sabe dios qué problemas.
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La morena permaneció quieta pese al pequeño toquecito en su frente y simplemente se quedó mirándole con su expresión perezosa de siempre. Se dio cuenta de que la bola de arroz se le había caído y estuvo a punto a cogerla, pero se contuvo y continuó atenta a sus palabras. Su forma de tomárselo no fue agradable para la joven, pues ahora empezó una especie de sermón que hizo a la morena fruncir el ceño. Parecía ser demasiado protector, tal y como eran con ella en el castillo y por ello se negaba a que fuese así. Ya le mostraría que podía defenderse sola, pues la chica parecía tonta y en su mundo, pero era bastante lista. Permaneció callada mientras seguía mirándole a los ojos con una tranquilidad sobrehumana. Se llevó la mano derecha a la mejilla y se rascó un poco. Después de aquello le dedicó una sonrisa siniestra y después le contestó.
- Puede parecer una estupidez, pero mi madre me dejó. Al principio me costó, pero con la condición de enviarle cartas una vez a la semana se contenta. Y en cuanto a lo del trabajo… Puedo trabajar en lo mismo que tú si hace falta. – Respondió con firmeza mientras le cogía de la manga de nuevo.
Ella tenía conocimientos buenos sobre cocina, medicina y algo de espionaje, por lo que con esas cosas podría defenderse. Fue en ese momento cuanto se quedó algo pensativa. Cierto era que se había fiado del peliblanco, pero algo en sus ojos que no podía explicar le dijo que lo hiciera. No era mala persona y no la había juzgado por su tamaño o aspecto. Era algo bajita, pero aquello le daba lo mismo. Soltó un pequeño bostezo y después se cruzó de brazos volviendo a mirarle de forma seria.
- No creo que nadie se aproveche de alguien como yo, no soy muy agraciada que yo sepa. Dejando eso de lado, me pareces de fiar y punto. Tengo conocimientos médicos, sé moverme, usar bien la espada y además… No eres el único que entiende de cocina. – Le dijo sonriendo de forma siniestra para darle a entender a lo que se refería.
La joven en ese momento acarició un poco la funda de su katana. Desde que había entrado lo había hecho varias veces, pero no por amenaza. Una de sus manías. Dejó de sobar a Sasori y después de aquello se rascó un poco más la cabeza pensando que más decirle para intentar convencerle. A lo mejor él era un líder de restaurantes o crítico profesional. Incluso por la pinta podía ser actor, se veía guapo y además exótico. No, no podía adivinar a qué podía dedicarse Hachiro. Soltó un suspiro de frustración y después de unos momentos soltó su manga.
- Supongo que ordenarte llevarme contigo será inútil y me llevaré una colleja… Ya he visto que fuera nada es como en palacio. Ahora puedes aceptarme y dejarme ayudarte en todo lo que pueda, como si debo unirme a un cuerpo de combate de peliblancos. O puedes negarte y simplemente seguir tu camino. Yo… Supongo que comer plantas del bosque y dormir bajo puentes no es tan malo…
Claramente iba a dar pena. Esperaba poder convencerle con aquello, pero no podía hacer nada si era rechazada. Soltó un enorme suspiro y después clavó sus azulados ojos en los de él, mostrando su expresión de cachorrito más perfecta, pero siempre con ese toque orgulloso de parecer seria al mismo tiempo. Era una experta en aquella clase de cosas. No quería aprovecharse ni nada, pero él era la única persona que la había entendido desde que salió. No como el payaso del marine pervertido.
- Puede parecer una estupidez, pero mi madre me dejó. Al principio me costó, pero con la condición de enviarle cartas una vez a la semana se contenta. Y en cuanto a lo del trabajo… Puedo trabajar en lo mismo que tú si hace falta. – Respondió con firmeza mientras le cogía de la manga de nuevo.
Ella tenía conocimientos buenos sobre cocina, medicina y algo de espionaje, por lo que con esas cosas podría defenderse. Fue en ese momento cuanto se quedó algo pensativa. Cierto era que se había fiado del peliblanco, pero algo en sus ojos que no podía explicar le dijo que lo hiciera. No era mala persona y no la había juzgado por su tamaño o aspecto. Era algo bajita, pero aquello le daba lo mismo. Soltó un pequeño bostezo y después se cruzó de brazos volviendo a mirarle de forma seria.
- No creo que nadie se aproveche de alguien como yo, no soy muy agraciada que yo sepa. Dejando eso de lado, me pareces de fiar y punto. Tengo conocimientos médicos, sé moverme, usar bien la espada y además… No eres el único que entiende de cocina. – Le dijo sonriendo de forma siniestra para darle a entender a lo que se refería.
La joven en ese momento acarició un poco la funda de su katana. Desde que había entrado lo había hecho varias veces, pero no por amenaza. Una de sus manías. Dejó de sobar a Sasori y después de aquello se rascó un poco más la cabeza pensando que más decirle para intentar convencerle. A lo mejor él era un líder de restaurantes o crítico profesional. Incluso por la pinta podía ser actor, se veía guapo y además exótico. No, no podía adivinar a qué podía dedicarse Hachiro. Soltó un suspiro de frustración y después de unos momentos soltó su manga.
- Supongo que ordenarte llevarme contigo será inútil y me llevaré una colleja… Ya he visto que fuera nada es como en palacio. Ahora puedes aceptarme y dejarme ayudarte en todo lo que pueda, como si debo unirme a un cuerpo de combate de peliblancos. O puedes negarte y simplemente seguir tu camino. Yo… Supongo que comer plantas del bosque y dormir bajo puentes no es tan malo…
Claramente iba a dar pena. Esperaba poder convencerle con aquello, pero no podía hacer nada si era rechazada. Soltó un enorme suspiro y después clavó sus azulados ojos en los de él, mostrando su expresión de cachorrito más perfecta, pero siempre con ese toque orgulloso de parecer seria al mismo tiempo. Era una experta en aquella clase de cosas. No quería aprovecharse ni nada, pero él era la única persona que la había entendido desde que salió. No como el payaso del marine pervertido.
Ichimura Hachiro
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Akuma no mi
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Le parecía un poco increíble el cuento ese de que hubiesen dejado a una princesa irse a vivir su vida por ahí bajo condición de mandar una carta por semana, pero tampoco tenía motivos para rechazarlo de plano. "Aceptamos pulpo como animal de compañía" pensó, irónicamente y divertido por la comparación. En todo caso si la chica se las había apañado para llegar entera tras todo el viaje desde el Nuevo Mundo entera, no era precisamente una chiquilla indefensa. Se acarició la barbilla metido en sus pensamientos, aún algo sobrepasado por el curso de los acontecimientos y lo rápido que estaban yendo las cosas, sorprendiéndose a sí mismo contemplando seriamente el ofrecerle un techo al menos por una temporada. Si entendía de cocina al menos tendría una mano en casa, pues aunque le encantaba cocinar nunca tenía tiempo para sí mismo a base de hacer las tareas de la casa. Ya iba a plantearle seriamente una oferta cuando ella jugó la carta de dormir debajo de un puente y puso cara de corderito degollado. Con un suspiró, se llevó una mano a la cara preguntándose cómo diablos se las apañaba para acabarse rodeando de mujeres como Azumi o Minami.
- Está bien, está bien. Pero con una condición, deberás ayudarme con las tareas de la casa, y si planeas quedarte una temporada deberás sacarte un dinero por tu cuenta para ayudar. Ya tenemos las cuentas un poco ajustadas ahora mismo, así que si metemos a una tercera persona sin más dinero acabaremos teniendo que apretarnos el cinturón.
Cogió el onigiri caído y se lo llevó a la boca, disfrutándolo con fruición. El regusto de aquel otro horrible plato aún perduraba, así que pidió un poco de jengibre encurtido para quitárselo definitivamente antes de seguir tomando el resto de su plato. Entonces vio la mirada de hambre de la chica y conteniendo un suspiro puso el plato entre ambos. No le importaba compartir el resto, en casa aún le esperaba un generoso pedazo de tarta de chocolate en la nevera. "Y ahora que lo pienso, viendo el apetito de esta mujer me temo que corre peligro" pensó, temiéndose que aquella no iba a ser la única inconveniencia de llevarla a casa. Por un momento se planteó seriamente que aquello fuese una trampa; había mencionado lo de trabajar en lo mismo que él y de tratarse de una espía enemiga que fuese consciente de su afiliación aquello podía ser una táctica para infiltrarse a través de él. Sin embargo en el caso de que lo fuera, llevársela consigo era la mejor de las ideas. Minami podía ser una vaga y un desastre para todo lo que fueran tareas de la casa, pero era buena en su trabajo. Si aquella chica era una enemiga, era probable que la acabara pillando. Y un espía capturado era una pequeña victoria.
- No creo que puedas trabajar en lo mismo que yo, al menos no de inmediato. Soy agente del Cipher Pol.
Se terminó la última bola de arroz, algo apenado y sorprendido por lo rápido que se habían acabado, y se levantó para reclamar su paga. El dueño del bar le dio un sobre ligeramente abultado, y con una sonrisa Hachiro lo abrió y se puso a contar billetes. Satisfecho, se acercó a la mesa de nuevo y guardó el sobre en un bolsillo interior de la chaqueta, poniéndosela a continuación. Era hora de marchar para casa y esperar que Minami no se tomara demasiado mal el que metiera a una extraña en casa. Dejó unos berries encima de la mesa y miró a la chica, ajustándose el cuello.
- ¿Vamos? Así te enseño la casa y te presento a mi madre. No te asustes demasiado, está loca pero es inofensiva. Más o menos.
- Está bien, está bien. Pero con una condición, deberás ayudarme con las tareas de la casa, y si planeas quedarte una temporada deberás sacarte un dinero por tu cuenta para ayudar. Ya tenemos las cuentas un poco ajustadas ahora mismo, así que si metemos a una tercera persona sin más dinero acabaremos teniendo que apretarnos el cinturón.
Cogió el onigiri caído y se lo llevó a la boca, disfrutándolo con fruición. El regusto de aquel otro horrible plato aún perduraba, así que pidió un poco de jengibre encurtido para quitárselo definitivamente antes de seguir tomando el resto de su plato. Entonces vio la mirada de hambre de la chica y conteniendo un suspiro puso el plato entre ambos. No le importaba compartir el resto, en casa aún le esperaba un generoso pedazo de tarta de chocolate en la nevera. "Y ahora que lo pienso, viendo el apetito de esta mujer me temo que corre peligro" pensó, temiéndose que aquella no iba a ser la única inconveniencia de llevarla a casa. Por un momento se planteó seriamente que aquello fuese una trampa; había mencionado lo de trabajar en lo mismo que él y de tratarse de una espía enemiga que fuese consciente de su afiliación aquello podía ser una táctica para infiltrarse a través de él. Sin embargo en el caso de que lo fuera, llevársela consigo era la mejor de las ideas. Minami podía ser una vaga y un desastre para todo lo que fueran tareas de la casa, pero era buena en su trabajo. Si aquella chica era una enemiga, era probable que la acabara pillando. Y un espía capturado era una pequeña victoria.
- No creo que puedas trabajar en lo mismo que yo, al menos no de inmediato. Soy agente del Cipher Pol.
Se terminó la última bola de arroz, algo apenado y sorprendido por lo rápido que se habían acabado, y se levantó para reclamar su paga. El dueño del bar le dio un sobre ligeramente abultado, y con una sonrisa Hachiro lo abrió y se puso a contar billetes. Satisfecho, se acercó a la mesa de nuevo y guardó el sobre en un bolsillo interior de la chaqueta, poniéndosela a continuación. Era hora de marchar para casa y esperar que Minami no se tomara demasiado mal el que metiera a una extraña en casa. Dejó unos berries encima de la mesa y miró a la chica, ajustándose el cuello.
- ¿Vamos? Así te enseño la casa y te presento a mi madre. No te asustes demasiado, está loca pero es inofensiva. Más o menos.
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