Gallufas en la isla.

Tenía los ojos clavados en el ya tercer vaso de... zumo. Una chica aparentemente de veinte años, pero en realidad de diecisiete no se ve bien bebiendo alcohol en un lugar tan sucio como ese. Me encontraba sentada en un piso frente a la barra en donde el cantinero se paseaba de un lugar para otro, lavando vasos y llenándolos con uno que otro alcohol. No tenía intención de hablar con nadie; ninguno me llamaba la atención. Tras darle un sorbo a mi vaso, intenté recordar lo que estaba buscando en un lugar tan lejano a mi hogar, pero no pude conseguirlo.

–¿Hay algún rumor interesante por ahí? –Le pregunté al hombre tras la barra, sin despegar los ojos de mi vaso.

Escuché unos pasos que se aproximaban a mí y con ello el rechinar de la casi podrida madera de la taberna. Esta estaba en mal estado, pero cumplía perfectamente su función de... emborrachar a los aventureros que querían un poco de acción en sus vidas. Volteé y me encontré con un sujeto bajo y barbudo, como si fuera un enano de esos de fantasía. Me vino con una historia que no me hizo más que arquear la ceja, ¿acaso valía la pena responderle? Estaba en búsqueda de un rumor interesante, no de una idiotez mal pagada.

Di otro sorbo al vaso y miré al hombrecillo.

–Deberías hacerte de valor y recuperar tú esa piedra preciosa –comenté con frialdad–. Al menos así puedes morir con algo de honor.

Estaba completamente segura que mi respuesta no le agradaría, así que estaría atenta a sus movimientos. Llevaba la guadaña mitológica en mi espalda y con tan solo una acción podía inundar esa miserable taberna de una oscuridad que ni los mismos demonios podrían atravesar. Diga lo que diga, no tenía intención de hacer un encargo como ese... ¿Primero? No quería involucrarme con una lechuga gigante asesina devora hombres. ¿Segundo? No era una gran rastreadora, en mi última aventura fue John quien hizo todo ese trabajo.

Esperaría pacientemente la respuesta del cantinero y vería qué responder.

Escuché las palabras del dueño de la taberna y a medida que iba hablando, me iba decepcionando cada vez más de haber venido a este lugar. Arqué la ceja y lo miré a los ojos, para ver si me estaba tomando el pelo…, pero no, el hombre estaba completamente confiado de lo que decía. ¿Rumores en el norte de patatas fritas que atacan personas? ¿Calabazas gigantes devora hombres? ¿Patos de goma satánicos con cuernos y… quien sabe que cosas? Lo único que había en todo esto era un patrón: incoherencia.

No me quedaría en ese apestoso lugar, prefería pasar la noche afuera. Contaba con una capa de pieles lo suficientemente abrigadora para resistir frías temperaturas, además, mi invocación (el Daemencer) era la criatura perfecta para cuidarme mientras dormía; por otra parte, era sumamente calientito dormir a su lado. ¿Quién, en su sano juicio, se acercaría a un monstruo cornudo de más de dos metros de altura? Aunque… ya estaba dudando de la cordura de estos hombres.

–Señor, no intento faltarle el respeto, pero… ¿Está consciente de lo que dice? Si es así, me largaré hacia el norte. Prefiero que me coma una lechuga gigante asesina devora hombres que seguir escuchando estas estupideces.

Todo dependería de la respuesta del hombre… E-Espera, ¿aventureros que se reúnen para “subir de nivel”? Había escuchado algo sobre eso, aunque no tenía idea de lo que era “subir de nivel”. Tal vez, habría un lugar donde todos se reúnen y conseguiría mucha más información. Tenía dinero suficiente para contratar a un guardaespaldas, un guía y un cazador. El problema sería donde encontrarlos.

–Por cierto, necesito contratar a un hombre que sepa cazar y me sirva de guía. Si tengo planeado ir al Norte, necesito un hombre que conozca el camino.

Causa del viaje que realicé con John, conocía en cierta medida las colinas del norte; hogar de bárbaros y bandidos, seguramente aún estarían las ruinas del templo cuyo culto alababa un estúpido dragón que ahora yace muerto. No quedaba más que esperar y escuchar qué historias contaría el cantinero.

Noté que el hombre tenía la mirada un poco desviada, tal vez debía hacer algo para arreglar el problema. Lo más sorprendente de todo esto es que ni siquiera llevaba escote, sino una armadura ligera cuyo peto tapaba todo mi tórax. ¿Acaso tenía mucha imaginación? En fin, en mi espalda llevaba una gruesa capa de piel de lobo blanco para protegerme del frío. Vestía como cualquier aventurera que quería un poco de acción, después de todo, las mazmorras siempre dejaban una buena fortuna.

–Gracias por la información –agradecí con los ojos cerrados–. Para la próxima vez, le aconsejo buscar otras tetas para mirar; entre desconocidos no debe haber ningún problema… o accidente, ¿verdad?

Me levanté del asiento, pasando a llevar el vaso del que bebía con el fin del mango de mi guadaña. Volteé la cabeza para mirar directamente al cantinero, no creía que tuviera agallas para meterse conmigo. Sin embargo, si buscaba problemas, los tendría; podía traer al Daemencer para que se cargue todo el bar. Ya estaba aburrida de escuchar estupideces.

–Ups –señalé–, lo siento.

Me aproximé hacia la salida con la intención de ir a ver a uno de los hombres que el cantinero me recomendó. Tenía que encontrar a un explorador de sucias andanzas, no me animaba mucho… Pensándolo bien, no tenía muchas opciones en un lugar como este. Caminé tranquilamente por las calles, sin apuros. Al no presentar mucho interés en lo que había escuchado, no necesitaba ser la primera en comprobar los sucesos.

–No sé por qué presiento que todo esto terminará mal… –susurré tras soltar un suspiro.

Tras haber pasado la segunda calle, busqué con la mirada a un hombre que estuviera pendiente de mirar al prostíbulo desde su jardín. Caminé con paso seguro hasta encontrarme en la puerta de la propiedad. No quería que me confundiera con una prostituta, aunque no tenía las pintas; ¿una mujer que viste armadura y lleva una enorme guadaña en la espalda da para parecer una mujer de tal profesión? Lo dudaba.

–Disculpa, ¿eres Muder Jakobsweb, el explorador? –Pregunté con un tono de voz carente de expresiones.

En caso de que dijera que sí, le propondría mi idea sobre formar una compañía para explorar los caminos del norte, tal vez nos podíamos encontrar una buena fortuna… u objetos raros. En caso contrario, sólo me alejaría para ir en busca del hombre de los caballos. Seguramente me encontraría con muchos aventureros de paso y podía unirme a su grupo.

Un hombre fumaba de su pipa estando sentado en una mecedora. Ese era el hombre que estaba buscando y, para mal, no parecía ser lo suficientemente capaz de ayudarme en mi aventura. Sin embargo, se ofreció voluntariamente para acompañarme hasta el puente del norte. Era un buen plan, siempre y cuando no estuviera involucrando con actos ilícitos; y ello yo no lo sabía. Necesitaba un día para reclutar más aventureros dispuestos a arriesgar sus vidas por una buena aventura.

–No me gusta que los hombres arriesguen sus vidas porque sí, así como si nada –repliqué con los brazos cruzados bajo mi voluminoso busto–. Si no tienes problemas, me gustaría que partiéramos mañana. Si todo sale bien, te daré un par de monedas por tu gentileza.

Dependiendo de su respuesta, me voltearía y buscaría a algún aventurero dispuesto a unirse a mi grupo. Sin embargo, ahora estaba presente ante otro problema: ¿dónde los podría encontrar? Seguramente el viejo de la mecedora sabría el lugar exacto.

–Por cierto, ¿no hay un edificio en dónde se reúnan los aventureros? Me gustaría formar un buen grupo antes de marchar hacia el peligroso norte.

Escuchando las palabras del hombre, llegué a pensar que no era buena idea involucrarme con una ladrona, aunque no podía pensar que sería muy buena si todos conocían su verdadero oficio. Muchas veces tuve que robar para sobrevivir, pero en ninguna ocasión me atraparon; además, ¿qué tan buena sería una ladrona si todos sabían el lugar en dónde se encontraba? Al menos yo no le encontraba demasiado sentido, tal vez sería mejor tratar con la mujer amante de las hierbas y setas.

Mientras caminaba tuve la visión de encontrarme en un prado, bajo un árbol de hojas secas las cuales caían formando una confortable cama. La brisa se sentía bien y el aire era puro…, lamentablemente no conocía ningún lugar como ese. La imagen que me entregaba tanta paz se fue desvaneciendo poco a poco, hasta quedar una completa oscuridad. ¿Acaso tenía algún significado? En fin, tenía que llegar hasta mi próximo objetivo: Rotss Kreuz.

–¿Hola? –Pregunté, entrando a un extraño edificio con ciertas… distinciones, comparado a los demás– ¿Se encuentra Rotss Kreuz?

Como siempre, tenía que estar atenta ante el peligro. No sabía con qué tipo de personaje me encontraría, aunque tenía cierta seguridad de que sería alguien sumamente incoherente, como la mayoría de hombres que rondaban el lugar. ¿Cómo es que habré terminado en un lugar así? Anhelaba una aventura, pero no quería que empezara de esta forma. Investigaría lo suficiente para intentar convencerme de que hay algo interesante, pero si no… El barco a casa sería la mejor opción.