Es tan sólo una isla tropical inexplorada, ¿qué podría ir mal? [Conquista de isla]

Participantes: Yoko y Byakuro
Nivel: 5
Objetivos:
*Comprobar si la isla está habitada.
*Asegurar el terreno.

Acabáis de aterrizar sobre la cala sur con Mostaza. Estáis en una hermosa playa de aguas azules cristalinas y arena blanca. Frente a vosotros se alza la impresionante cordillera que rodea la isla, dividida por un desfiladero en el cual hay un camino ascendente que va al interior de la isla. Hace una temperatura agradable y... y no, de hecho, no. Agradable no es la palabra. ¿Apetecible para un día de playa? Sí ¿Caliente? También. Tal vez incluso bochornosa. Es más, tenéis una sed horrible. ¿Qué hacéis?

Byakuro saltó a la arena de la playa, y tras acariciar en la testa a Mostaza, hizo un gesto para que el animal alzase el vuelo. El pájaro empezó a aletear y se elevó en el aire. Byakuro llevaba con él su bolsa y su bastón, y vestía con una chaqueta blanca y unos pantalones desgastados. El cazador sonrió a Yoko, y agarró un dial de color azulado de su colección. Tras lanzar un breve chorro de frío en la arena, agarró con ambas manos el pequeño cubito de hielo resultante y dejó que se fundiera para beberse el agua resultante. Tras eso, le tendió el dial a la jovencita y dijo:

- Tengo unos cuantos, pero será mejor que dosifiquemos un poco el agua. No sabemos cuánto tiempo estaremos aquí... -el chico señaló la ruta que llevaba a las montañas y al interior de la isla-. Vamos, es por ahí.

Sin esperar ni un minuto, el cazador empezó a caminar por la playa de arena ardiente. El calor no suponía un problema para él, así que no le preocupaba aquel fuerte sol, aunque debería estar atento a Yoko.

- Imoto, si quieres y estás cansada, puedo llevarte. -se ofreció con una sonrisa amable.

En la ruta que asciende entre las montañas no hace tanto calor. Las paredes rocosas que flanquean el camino os dan sombra, pero también hacen angosto y algo claustrofóbico el camino. Mientras avanzáis, es posible que advirtáis un ligero movimiento entre las alturas, en la pared de la derecha. ¿O ha sido vuestra imaginación? Es raro, porque si tenéis mantra podréis comprobar que no hay nada en ese lugar, aunque sí detectaréis algunas formas de vida animales en las cercanías. Ninguna particularmente peligrosa, en apariencia. Al cabo de un rato de ascenso, podéis ver el final del desfiladero y una espesa jungla.

- No te preocupes, Yoko-chan. -sonrió el chico, ante el movimiento de cabeza de la chica y sus palabras teñidas de un ligero miedo.

La chica parecía ir cómoda en la espalda del cazador, y este empezó a subir la ladera, potenciando su cuerpo con las flamas vitales. El ascenso no era duro, pero si tedioso, o al menos así lo fue hasta que el cazador empezó a sentir presencias más allá de la ladera. Pequeñas auras que destelleaban, seguramente animales. Eran como estrellas en el firmamento, pequeñas chispas que estaban ahí, entre la maleza.

- ¿Recorrerla? ¿Quién ha dicho que vayamos a ir andando? -preguntó, divertido, mientras flexionaba las piernas y se impulsaba hacia arriba, con una explosión de energía. El cazador empezó a caminar por el aire, sobre los árboles, mientras con su haki rastreaba la jungla bajo él.

Mientras el viento en la cara le refrescaba, el cazador se hizo un rápido esquema mental de la isla: Tres anillos concéntricos, y en el centro, un lago. Ahí era a donde se dirigían. Reclamar una isla deshabitada no era emocionante, pero podían aprovechar para hacer un picnic o algo así, ya que estaban...

- ¡Quita bicho! -gritó el cazador cuando vio al animal acercarse a toda velocidad hacia ellos. Teniendo a Yoko en la espalda, sería difícil un enfrentamiento en condiciones, así que el cazador decidió ir a lo sencillo. Al centrar su mantra en el animal, detecta una serie de insignificantes auras donde debería haber una de mayor tamaño, así que llega a una rápida conclusión: ese bicho no es fuerte, y seguramente tampoco sea real. El cazador genera una explosión con los pies para alejarse de la guadaña y evitar así que Yoko pueda llevarse algún daño colateral, y entonces deja que la hoja lo atraviese a la altura del estómago. La tinta rezuma por la herida, pero el chico no parece afectado. Otra explosión para mantenerse en el aire y lanza una fuerte patada vertical imbuida en llamas rojas y negras al cuerpo de la mantis. Esas llamas provocaban un aumento de fuerza en Byakuro, además de hacer que la patada adquiriese un factor cortante, como si de una espada se tratase. Si lograba darle, esperaba arrancarle la cabeza de golpe.

Byakuro maldijo en voz baja. Se había hecho un poco de daño en la pierna al golpear. Nada que no pudiera solucionarse con un poco de descanso o...

- Micaiah. -de pronto el dolor pareció remitir un poco, lo suficiente como para no aquejarle durante la visita a la isla-. Yoko, agárrate bien.

El chico cerró los ojos, y creó una barrera protectora de tinta alrededor de él mismo y de Yoko, cubriéndolos por completo a excepción de los ojos del chico. El cazador endureció la tinta, volviéndola sólida, y creó una explosión tras él, impulsándose a toda velocidad contra la nube de mosquitos.

- No vais a tocarnos... ¡Mosquitos de mierda! -gritó mientras penetraba en el interior de la nube de insectos. La coraza de tinta que los recubría a ambos era gruesa como para resistir un picotazo de uno de los animales, además de estar endurecida. La parte delantera estaba imbuida en haki armadura, dado que al impulsarse, lo más probable era que los animales intentasen picarle de frente, ya que no podrían maniobrar hasta colocarse en su espalda. Cuando estuvo en medio de la nube, el cazador liberó su presencia. Una oleada de voluntad salió de su cuerpo, teniendo como objetivo todos los pequeños animales a su alrededor. Yoko quedaría fuera del efecto del haki del conquistador, por lo que seguiría consciente. En cuanto los mosquitos cayesen, Byakuro descendería hasta la jungla. Tal vez fuera el momento de caminar y evitar el peligroso cielo.

Los mosquitos caen, y el ser se pierde en el horizonte. Bajáis a la jungla, y al hacerlo, Byakuro nota un pinchazo en su pierna herida. Sólo le molesta un poco, pero sin el Micaiah tal vez hubiese sido ligeramente grave. En fin, estáis rodeados por vegetación en todas las direcciones, tan espesa que apenas entra luz. Byakuro notas muchas presencias cerca, cientos de ellas, pero no veis nada y ninguna es particularmente intensa. Si ponéis atención podéis ver sutiles pistas de dónde hay animales cerca, como una rama ligeramente doblada o una pata medio comida de alguna clase de pequeño mamífero en el suelo, junto con un montón de raíces de las que sobresalen protuberancias bulbosas. En un árbol cercano podéis ver, si prestáis mucha atención, a una serpiente camuflada sobre una rama. Bienvenidos a la jungla.

Byakuro aterrizó en la espesura y dejó que Yoko se descolgase de su espalda. La humedad del bosque de árboles tropicales envolvió al chico, que suspiró y dijo:

- Está bien, Yoko. Estamos rodeados de animales. No sabemos si alguno de ellos es hostil o no, así que tenemos que estar atentos.

El cazador estaba atento a cualquier posible amenaza, mientras avanzaba lentamente por la jungla, siempre en dirección al centro de la isla. El chico observó a Yoko, esperando que no estuviese cansada. Podía volver a cargar con ella, pero en una pelea le sería más difícil combatir si la tenía colgando a su espalda. En la situación actual, el chico prefería la seguridad a la comodidad, y más que la suya, la de Yoko.

- Vamos con cuidado... -murmuró en un tono bajo, casi para sí mismo.

Byakuro tuvo una sensación demasiado familiar. Calor, mucho calor, ganas de quitarse la ropa y de hacer cosas indecentes. Su mente pensó en tres cosas en ese momento. Primero: aquellas flores que había despertado Yoko tenían polen afordisíaco. Segundo: pensaba sacarle partido a aquello. Tercero: la imagen de Yoko desnuda lo atraía mucho en aquel momento.

Sacudió la cabeza, tratando de evadirse de aquello. Maldita sea, Yoko era su alumna, era como su hermana pequeña, no podía hacerle eso. Trató de respirar con calma, cerrando los ojos y tensando el cuerpo. El chico tenía experiencias con afrodisíacos, y sabía que aquellas sustancias podían tener efectos muy intensos. Empezó a sudar, tratando de mantener la concentración. Y entonces sintió una presencia tras unos arbustos.

- C-cuidado, Yo-Yoko... -murmuró con dificultad. La presencia era intensa, y en su estado actual, mantenerse alerta era algo difícil.

El cazador agitó la cabeza, tratando de espabilarse y se encaró al arbusto, tratando de no imaginarse que Yoko estaba a su lado.

Byakuro se separó un par de pasos de Yoko. Los suficientes como para poder intervenir si ella se encontraba en peligro, pero también lo bastante lejos como para no dejar que el animal pudiera atacarla a ella con un daño colateral. Además, bastante le costaba separarse de ella, como para alejarse más.

- Psssss... bichito... -dijo el cazador. Su cuerpo se cubrió con una armadura de tinta de color rojo intenso-. Tengo cosas más importantes que hacer que dejar que tú me molestes. -el chico giró el bastón en sus manos y lo agarró en horizontal.

El animal cargó contra el chico, que con unos reflejos envidiables generó una pequeña explosión en el suelo que lo impulsó sobre el animal. El cazador quedó bocabajo en mitad del salto, buscando algún punto débil en la armadura, posiblemente en las zonas de las patas. Imbuyendo el arma en haki, el cazador lanzó un golpe lateral hacia el lado contrario a la posición de Yoko, tratando de desequilibrar al animal.

Tras eso se colocó el bastón en la espalda, y cogió a la chica, sintiendo su dulce aroma. Le agarró con firmeza por la cintura, bajando las manos a la altura de las nalgas sin poder evitarlo, y creó otra explosión para subir hasta uno de los árboles cercanos con ella. Aquel animal no tenía pinta de saber trepar, y menos con aquella enorme armadura.

Byakuro observa a Yoko. Maldita sea, normalmente no le preocuparía algo así, pero...

- Yoko... ¿po-podrías ponerte esto? -pregunta, dándole su chaqueta a la joven de pelo rojo.

Espera que si la chica muestra menos cuerpo, le sea más sencillo reprimir sus instintos. Bajo ellos, los perros con armadura empiezan a reunirse, como una manada hambrienta de huargos.

- ¡Fus!¡Fuera, chuchos! -grita, enfadado-. Iros a molestar a otro...

Los animales parecen ignorarle, ante lo que Byakuro suspira, con cierta exasperación. Tal vez traer a Yoko no haya sido tan buena idea, al fin y al cabo. A la chica aún le queda mucho por aprender, y en esta circunstancia es una dificultad añadida. Frustrado, agarra una ramita y se la lanza a los perros, mientras se incorpora y agarra a la chica.

- Vamos, salgamos de aquí. -el chico espera a que se agarre bien para rodearla con los brazos y hacer brotar un par de alas. Sale volando en dirección a la meseta central. Vuela bajo para evitar los ataques en cielo abierto, pero con el mantra activo, atento a cualquier posible sorpresa.