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Luka Rooney
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Pese a la intención de coser a palos a aquél animalucho, sólo conseguí impactar un golpe de lleno en su rostro. Pronto se empezó a revolver y me sentí como un humano intentando domar un caballo salvaje.
Claramente fracasé y caí al suelo tarugo en mano a la par que daba un par de vueltas y me incorporaba.
Dí un par de pasos hacia atrás y me coloqué en pose ofensiva. El animal parecía tener la suficiente fuerza como para tirarme. Seguro que no tenía más fuerza que yo si no había distancia que nos separase, pero la cosa cambiaba cuando le diera un par de metros, ya que según el libro del Gyojin aventurero, tenían unas potentisimas embestidas.
“La cosa está clara, tengo que combatir cuerpo a cuerpo, como le de espacio puedo estar perdido” Pensé a la par que salía corriendo hacia el animal.
A toda velocidad y con el tarugo en la mano empezó a sorprenderme cada vez más las dimensiones del animal. Un metro aproximadamente de altura y casi dos de envergadura, sin duda tendría que tener más fuerza que yo incluso sin distancia.
“A ver como me las apaño…”
Estando cerca del animal, aproveché el impulso de la carrera para hacer un potente barrido hacia su pata derecha delantera a la par que daba golpes hacia arriba con el tarugo, intentando de alguna manera desestabilizar al animal mientras intentaba lesionar una de sus piernas, lo cual sería la manera más eficiente de evitar sus embestidas.
Si el animal caía, me subiría a él de nuevo e intentaría golpearle de nuevo como antes, en caso contrario, me encontraría en el suelo y probaría a golpear a base de puñetazos la pata más cercana.
De cualquier manera, el animal estaba en mi camino y tenía que intentar conseguir, de alguna manera, mellar sus patas para poder estar “seguro” ya que si lo que el libro contaba era cierto, una embestida de aquel animal podría ser incluso mortal.
Afortunadamente, la batalla consiguió algo que no esperaba, y eso era volver a sentirme cálido. El fragor de la batalla conseguía acentuar mi adrenalina y potenciar mis movimientos. Mi mente estaba centrado en otra cosa que no era el frío, lo cual me venía en gran parte bien. Aunque, pensándolo fríamente… ¿Cuánto tiempo podría aguantar antes de que el frío me afectase más aún?
“Vamos Rooney, tienes que acabar con ese animal, ni siquiera era de los más potentes según el Gyojin. Acaba con él y ponte ese pelaje, parece tan cálido...” Se me empezó a hacer la boca agua sólo de pensar cómo de caliente estaría con el pelaje sobre mis hombros.
Claramente fracasé y caí al suelo tarugo en mano a la par que daba un par de vueltas y me incorporaba.
Dí un par de pasos hacia atrás y me coloqué en pose ofensiva. El animal parecía tener la suficiente fuerza como para tirarme. Seguro que no tenía más fuerza que yo si no había distancia que nos separase, pero la cosa cambiaba cuando le diera un par de metros, ya que según el libro del Gyojin aventurero, tenían unas potentisimas embestidas.
“La cosa está clara, tengo que combatir cuerpo a cuerpo, como le de espacio puedo estar perdido” Pensé a la par que salía corriendo hacia el animal.
A toda velocidad y con el tarugo en la mano empezó a sorprenderme cada vez más las dimensiones del animal. Un metro aproximadamente de altura y casi dos de envergadura, sin duda tendría que tener más fuerza que yo incluso sin distancia.
“A ver como me las apaño…”
Estando cerca del animal, aproveché el impulso de la carrera para hacer un potente barrido hacia su pata derecha delantera a la par que daba golpes hacia arriba con el tarugo, intentando de alguna manera desestabilizar al animal mientras intentaba lesionar una de sus piernas, lo cual sería la manera más eficiente de evitar sus embestidas.
Si el animal caía, me subiría a él de nuevo e intentaría golpearle de nuevo como antes, en caso contrario, me encontraría en el suelo y probaría a golpear a base de puñetazos la pata más cercana.
De cualquier manera, el animal estaba en mi camino y tenía que intentar conseguir, de alguna manera, mellar sus patas para poder estar “seguro” ya que si lo que el libro contaba era cierto, una embestida de aquel animal podría ser incluso mortal.
Afortunadamente, la batalla consiguió algo que no esperaba, y eso era volver a sentirme cálido. El fragor de la batalla conseguía acentuar mi adrenalina y potenciar mis movimientos. Mi mente estaba centrado en otra cosa que no era el frío, lo cual me venía en gran parte bien. Aunque, pensándolo fríamente… ¿Cuánto tiempo podría aguantar antes de que el frío me afectase más aún?
“Vamos Rooney, tienes que acabar con ese animal, ni siquiera era de los más potentes según el Gyojin. Acaba con él y ponte ese pelaje, parece tan cálido...” Se me empezó a hacer la boca agua sólo de pensar cómo de caliente estaría con el pelaje sobre mis hombros.
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Tu barrido da en la pata, consiguiendo desestabilizar al animal, pero atacar de frente a un ser con grandes colmillos tiene sus consecuencias, y más cuando haces caiga estando delante. Al desestabilizarse y caer uno de sus afilados colmillos te roza la pierna produciendo un corte. No parece muy profundo, pero puede que si usas la pierna te duela al estirarse la piel de la zona. A causa de esta herida, te cuesta subirte algo más encima del bicho, pero llegas a asestar otro golpe antes de que empieza a removerse de nuevo. El animal comienza a chillar desde el suelo, menos mal que hay ventisca. Si actúas rápido puede que evites que se levante, pero tendrás que usar la cabeza, no la fuerza bruta. Fuera notas como la ventisca comienza a amainar, que está bien o mal……..
- datos::
- Es una herida leve en el gemelo derecho de unos cuatro centímetros.
Luka Rooney
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El barrido había salido “relativamente bien”. La parte positiva había sido que había conseguido su objetivo; Desestabilizar a aquella bestia. Mal porque al caer ésta, había creado una herida en mi gemelo.
La adrenalina del momento hacía que apenas notase la herida, pero al ver sangre empecé a preocuparme ligeramente. Tras subirme, sólo un impacto duró la tranquilidad del animal, el cual empezó a chillar y revolverse de nuevo.
“La misma historia de antes” Pensé a la par que saltaba hacia delante del animal.
Aproveché el salto para agarrar con la mano izquierda uno de los cuernos, mientras asestaba golpes en el cuello del animal con el objetivo de intentar cortarle la voz de alguna manera. Recordaba como el Gyojin aventurero había dicho que, si una manada de estas bestias conseguía pillarte, estabas perdido.
Al dar el salto, casi me caigo debido a la herida, aunque intenté caer sobre la pierna buena. Además, al estar enfrente de la entrada, vi como la ventisca empezaba a cesar. Eso quería decir dos cosas: La positiva era que podría salir tras el combate, en caso de mantenerme vivo. La negativa, que el ruido de la ventisca estaba cesando, lo cual indicaba que, de no acabar pronto con el animal, sus iguales vendrían y tendría un combate mucho más dispar.
“Rooney, tiene que ser ahora o nunca”
Tras asestar los golpes en el cuello, intentaría aprovechar la humedad del lugar para, usando el Gyojin Karate, realizar un combo en la cara del animal, centrándome en el mentón y la nariz.
“Seguro que si le parto la nariz, se desestabiliza” Pensé justo antes de intentar realizar el combo.
La adrenalina del momento hacía que apenas notase la herida, pero al ver sangre empecé a preocuparme ligeramente. Tras subirme, sólo un impacto duró la tranquilidad del animal, el cual empezó a chillar y revolverse de nuevo.
“La misma historia de antes” Pensé a la par que saltaba hacia delante del animal.
Aproveché el salto para agarrar con la mano izquierda uno de los cuernos, mientras asestaba golpes en el cuello del animal con el objetivo de intentar cortarle la voz de alguna manera. Recordaba como el Gyojin aventurero había dicho que, si una manada de estas bestias conseguía pillarte, estabas perdido.
Al dar el salto, casi me caigo debido a la herida, aunque intenté caer sobre la pierna buena. Además, al estar enfrente de la entrada, vi como la ventisca empezaba a cesar. Eso quería decir dos cosas: La positiva era que podría salir tras el combate, en caso de mantenerme vivo. La negativa, que el ruido de la ventisca estaba cesando, lo cual indicaba que, de no acabar pronto con el animal, sus iguales vendrían y tendría un combate mucho más dispar.
“Rooney, tiene que ser ahora o nunca”
Tras asestar los golpes en el cuello, intentaría aprovechar la humedad del lugar para, usando el Gyojin Karate, realizar un combo en la cara del animal, centrándome en el mentón y la nariz.
“Seguro que si le parto la nariz, se desestabiliza” Pensé justo antes de intentar realizar el combo.
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Los sonidos del animal cambian de tono con los golpes, volviéndose más débiles, pero aún es capaz de emitirlos. En lo que tú te recuperas del salto que has realizado, dejando un reguero de sangre por el camino, el animal también lo hace, aunque no tan bien como antes. Parece que este choque será el último, caiga quien caiga. Tu enemigo comienza a correr contra ti, pero tiene la cara algo girada, puede que a causa de tus golpes tenga una contractura o algún otro problema, pero no estás seguro de ello. Cuando llegáis al combate cercano, el animal hace un giro de cabeza, barriendo la zona frente a él con los colmillos. Tú ya has lanzado tu combo potenciado, lo que sin duda te salva de lesiones peores. El animal cae frente a ti, le has conseguido hundir la nariz, rompiéndole el hueso tras ella y provocando heridas internas en su cerebro. Pero no todo es tan bonito, durante el barrido uno de sus cuernos te hace otra herida, esta vez en el brazo. Unos tres centímetros de largo y no es demasiado profunda. Ya tienes tu presa, ¿qué será lo siguiente que hagas?
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El frío del ambiente era contrarrestado con el fragor de la batalla, que en aquél momento se tornaba decisiva. Gyojin vs Jabalí. Una bestia contra otra. Quizá, el ambiente era favorable al jabalí. Casi con total seguridad, ninguno de los dos sabía dónde se había metido.
Mi cuerpo arrastraba una gran cantidad de problemas, los cuales no afectarían en demasía al combate, pero me limitarían de todos modos. A todo ello, había que sumarle la más que tediosa esperanza de ganar el combate por parte de aquella bestia, incesante en sus intentos de abatirme, lo cual empezaba a ser más que molesto. Tras mi enésimo intento por tumbar a la bestia, ésta hizo un par de amagos con la pata derecha delantera, dejándome bastante claro su siguiente movimiento.
“Me parece que no me queda más remedio que comprobar cómo de potente es su embiste”
No pude evitar sorprenderme ante la pose del animal, que tenía girada la cabeza hacia la derecha. Quizá era algún tipo de movimiento propio de su raza con el cual intentaban intimidar a sus víctimas. Pero no iba a ser el caso. Aún tenía mucho que demostrarme aquél animal para conseguir intimidarme.
La insistente bestia embistió hacia mí a una elevada velocidad, lo cual me sorprendió, ya que seguía con la cara girada y parecía que era parte de su plan. ¿Sería algún tipo de ataque? Pronto lo sabría.
Adopté una pose ofensiva, a la par que preparaba mis golpes. Había dudado hasta el momento de qué estrategia usar, pero justo en ese instante, tenía bastante claro cómo debía realizar los golpes y en qué zonas para causar el mayor impacto posible.
Pude ser más rápido que el animal, lo cual, sin duda, sirvió para parar en gran parte su embestida y posibles ataques, pero éste realizó un giro de cabeza en el último momento que consiguió que sus colmillos realizasen un corte leve en el brazo que me hizo sentir un intenso hormigueo desde la muñeca hasta el codo, pese a que el corto era de menor dimensión.
Maldije al animal por tal hecho, a la par que veía cómo su cuerpo inerte caía al suelo. Me acerqué para ver el golpe mortal y una ligera sonrisa brotó en mi rostro. Pese a que no había sido del todo limpio, había logrado mi objetivo. Tenía la nariz partida, y uno de mis golpes había llegado casi hasta el cerebro. No sabía cómo de duro sería el cráneo de mi oponente, pero mis puños habían sido lo suficientemente contundentes como para abatirlo.
Moví al animal cerca del fuego, para después remover entre la mochila y sacar los utensilios medicinales apropiados para curar mis heridas. Primero traté de nuevo la de las piernas, que con tanto movimiento, anularon parcialmente las primeras curas. Después, me puse con el resto, incluida la última del brazo.
Todos los tratamientos fueron bastante similares, primero procedí a desinfectar para después aplicar una crema antiséptica. Finalmente, procedí a hacer un vendaje fuerte, aunque no tanto como para limitarme más aún los movimientos. Además, aproveché para vendarme también los puños. Ante los últimos golpes, se podían notar algunas magulladuras en los nudillos.
Tras ello, eché algún que otro tarugo más al fuego, mientras sostenía un pequeño bisturí médico. No dejaba de mirarlo y seguidamente, mirar al animal. El destino había puesto una piedra en mi camino, pero gracias a esa piedra, podría caminar más tiempo. Le clavé el bisturí al animal ya inerte a la altura del cuello, pasando por toda su piel y cortando los extremos de ésta. El objetivo era rasgar la piel y realizar un corte alrededor de la zona con más pelaje, la cual sería idónea para aguantar el frío. Después, tiré con fuerza de la piel en el sentido contrario a la cabeza. En cuestión de media hora tenía una improvisada capa con la parte superior del pelaje del animal. Con ella podía cubrir desde los hombros hasta la cintura. Rasgué un par de pelajes más de las piernas utilizando la misma técnica y colocándolas sobre los muslos. Entonces, saqué una aguja y empecé a coser las pieles de los muslos, quedándome estas fijas. Caminé durante unos segundos notando como mi movilidad estaba algo reducida, aunque sorprendentemente no tanto como me esperaba.
Cada vez en la cueva olía peor, la sangre del animal y el haberle quitado la piel, quizá ayudaba. Cogí un coco y me lo bebí, pensando que quizá sería buena idea salir ya. Aquella maldita aventura casi me había costado la vida. En un principio, debido al frío, y posteriormente, al maldito jabalí raro. Sin duda, el Gyojin que estaba buscando se las había ideado mucho mejor que yo, pero en cualquier caso, la misión parecía haber sido un fracaso considerable.
Me cargué la mochila y salí hacia la puerta, notando como el viento era más fuerte que cuando entré en la cueva. Miré hacia atrás, donde el fuego caliente parecía hacerme ojitos.
“Puede que me arrepienta de esto pero… No puedo salir con una tempestad así. Quizá deba descansar”
Me acerqué de nuevo al fuego y alejé al jabalí unos metros para no tener su olor tan presente. Quizá, tras la noche, podía cortar unos trozos de carne con el bisturí y hacerlos con el fuego, aunque eso debía ser antes de que la carne se pudriera. Aún así, el hambre no era en ese instante mi mayor preocupación, si no que cualquier cosa entrase por la cueva o el olor de la bestia atrajera maś. Pero, con semejante vendaval, era poco probable que aguantase fuera.
Me acurruqué en un lateral del fuego con la esperanza de que la ventisca cesara, intentando descansar algo, aunque tenía claro que no dormiría, pues aquello podía significar mi adiós a esta vida.
Mi cuerpo arrastraba una gran cantidad de problemas, los cuales no afectarían en demasía al combate, pero me limitarían de todos modos. A todo ello, había que sumarle la más que tediosa esperanza de ganar el combate por parte de aquella bestia, incesante en sus intentos de abatirme, lo cual empezaba a ser más que molesto. Tras mi enésimo intento por tumbar a la bestia, ésta hizo un par de amagos con la pata derecha delantera, dejándome bastante claro su siguiente movimiento.
“Me parece que no me queda más remedio que comprobar cómo de potente es su embiste”
No pude evitar sorprenderme ante la pose del animal, que tenía girada la cabeza hacia la derecha. Quizá era algún tipo de movimiento propio de su raza con el cual intentaban intimidar a sus víctimas. Pero no iba a ser el caso. Aún tenía mucho que demostrarme aquél animal para conseguir intimidarme.
La insistente bestia embistió hacia mí a una elevada velocidad, lo cual me sorprendió, ya que seguía con la cara girada y parecía que era parte de su plan. ¿Sería algún tipo de ataque? Pronto lo sabría.
Adopté una pose ofensiva, a la par que preparaba mis golpes. Había dudado hasta el momento de qué estrategia usar, pero justo en ese instante, tenía bastante claro cómo debía realizar los golpes y en qué zonas para causar el mayor impacto posible.
Pude ser más rápido que el animal, lo cual, sin duda, sirvió para parar en gran parte su embestida y posibles ataques, pero éste realizó un giro de cabeza en el último momento que consiguió que sus colmillos realizasen un corte leve en el brazo que me hizo sentir un intenso hormigueo desde la muñeca hasta el codo, pese a que el corto era de menor dimensión.
Maldije al animal por tal hecho, a la par que veía cómo su cuerpo inerte caía al suelo. Me acerqué para ver el golpe mortal y una ligera sonrisa brotó en mi rostro. Pese a que no había sido del todo limpio, había logrado mi objetivo. Tenía la nariz partida, y uno de mis golpes había llegado casi hasta el cerebro. No sabía cómo de duro sería el cráneo de mi oponente, pero mis puños habían sido lo suficientemente contundentes como para abatirlo.
Moví al animal cerca del fuego, para después remover entre la mochila y sacar los utensilios medicinales apropiados para curar mis heridas. Primero traté de nuevo la de las piernas, que con tanto movimiento, anularon parcialmente las primeras curas. Después, me puse con el resto, incluida la última del brazo.
Todos los tratamientos fueron bastante similares, primero procedí a desinfectar para después aplicar una crema antiséptica. Finalmente, procedí a hacer un vendaje fuerte, aunque no tanto como para limitarme más aún los movimientos. Además, aproveché para vendarme también los puños. Ante los últimos golpes, se podían notar algunas magulladuras en los nudillos.
Tras ello, eché algún que otro tarugo más al fuego, mientras sostenía un pequeño bisturí médico. No dejaba de mirarlo y seguidamente, mirar al animal. El destino había puesto una piedra en mi camino, pero gracias a esa piedra, podría caminar más tiempo. Le clavé el bisturí al animal ya inerte a la altura del cuello, pasando por toda su piel y cortando los extremos de ésta. El objetivo era rasgar la piel y realizar un corte alrededor de la zona con más pelaje, la cual sería idónea para aguantar el frío. Después, tiré con fuerza de la piel en el sentido contrario a la cabeza. En cuestión de media hora tenía una improvisada capa con la parte superior del pelaje del animal. Con ella podía cubrir desde los hombros hasta la cintura. Rasgué un par de pelajes más de las piernas utilizando la misma técnica y colocándolas sobre los muslos. Entonces, saqué una aguja y empecé a coser las pieles de los muslos, quedándome estas fijas. Caminé durante unos segundos notando como mi movilidad estaba algo reducida, aunque sorprendentemente no tanto como me esperaba.
Cada vez en la cueva olía peor, la sangre del animal y el haberle quitado la piel, quizá ayudaba. Cogí un coco y me lo bebí, pensando que quizá sería buena idea salir ya. Aquella maldita aventura casi me había costado la vida. En un principio, debido al frío, y posteriormente, al maldito jabalí raro. Sin duda, el Gyojin que estaba buscando se las había ideado mucho mejor que yo, pero en cualquier caso, la misión parecía haber sido un fracaso considerable.
Me cargué la mochila y salí hacia la puerta, notando como el viento era más fuerte que cuando entré en la cueva. Miré hacia atrás, donde el fuego caliente parecía hacerme ojitos.
“Puede que me arrepienta de esto pero… No puedo salir con una tempestad así. Quizá deba descansar”
Me acerqué de nuevo al fuego y alejé al jabalí unos metros para no tener su olor tan presente. Quizá, tras la noche, podía cortar unos trozos de carne con el bisturí y hacerlos con el fuego, aunque eso debía ser antes de que la carne se pudriera. Aún así, el hambre no era en ese instante mi mayor preocupación, si no que cualquier cosa entrase por la cueva o el olor de la bestia atrajera maś. Pero, con semejante vendaval, era poco probable que aguantase fuera.
Me acurruqué en un lateral del fuego con la esperanza de que la ventisca cesara, intentando descansar algo, aunque tenía claro que no dormiría, pues aquello podía significar mi adiós a esta vida.
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Con tu nueva y sangrienta piel de animal por encima parece que si estás entrando en calor rápidamente. La masa sanguinolenta del animal sigue por ahí en la cueva, con este tiempo tardará bastante en ponerse mala, aunque ahora que está alejada del fuego y a muerto, la temperatura de la carne desciende rápidamente. Es posible que por la mañana tengas helado de carne para desayunar. El ruido de la ventisca sigue disminuyendo, si tomas como referencia su formación no crees que le quede demasiado para pasar de largo. No tienes más sorpresas, de momento, y tus heridas no parecen que vayan a ser un problema tras el tratamiento. Que vas a hacer ahora que la ventisca está a punto de pasar y tienes un cadáver por ahí tirado manchando todo de sangre.
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Los ojos se me cerraban durante minutos, fruto del cansancio y el frío que, aunque era menor en la cueva, se notaba y empezaba a hacer mella en mi cuerpo.
Aguanté abriendo y cerrando los ojos durante un par de horas, acurrucado al lado del fuego y con la piel del animal dándome más calor aún, algo que ayudó bastante a que encontrase el sueño. Caí rendido ante la atenta mirada de la ventisca, que me reconfortaba con un sonido cada vez más agudo con el cual perdía más y más fuerza.
Soñé con animales correteando, con el mar y mi cuerpo inmerso en él. Con una cálida cabaña con una enorme chimenea. Con comida y bebida. Soñé con tantas cosas que ahora parecían tan complicadas… Que por un momento pensé que jamás las volvería a tener.
De repente, una gota de la cueva golpeó en mi cabeza, levantándome algo exhaltado.
”Mierda, me he dormido” Pensé a la par que me incorporaba.
Quizá aquél no era el mejor sitio para dormirse, pero uno no puede evitar sus más básicos instintos cuando pasa una eternidad entre nieve, agua, ventisca por aquí y por allá y sobrevive a una intensa pelea contra una bestia de afilados colmillos.
Me hice un breve chequeo por si hubiese ocurrido algo mientras estaba dormido, pero nada más lejos de la realidad, mi cuerpo estaba tal y como lo recordaba tras la pelea con aquél extraño animal.
Salí a la entrada de la cueva, notando como la ventisca era bastante menos violenta que cuando me dormí. A sabiendas de que quizá era una oportunidad única, cogí mis pertenencias mientras miraba el fuego, o lo que quedaba de él. Se había debido apagar mientras dormía. Afortunadamente, el pelaje me había dotado de un calor corporal que me había mantenido vivo… De momento.
Salí de aquel sitio con la mochila colgada y el pelaje sobre el cuerpo. Caminé justo por donde había venido, yendo en dirección al hombre que se había encarado conmigo.
De encontrarlo, le daría los pelajes para que los vendiese, seguro que valían algo y podía pagar de esa manera mi actitud anterior.
Si no le encontraba, me dirigiría al pueblo, con la clara intención de tomarme cualquier bebida caliente y alejarme de aquella desdichada isla lo antes posible. El frío es bastante agradable si se toma en la porción justa. Pero en la que yo lo había tomado, quizá cansaba hasta tal punto de aborrecerlo.
”Mi próxima parada será una isla con un clima más cálido. Lo tengo claro”
Aguanté abriendo y cerrando los ojos durante un par de horas, acurrucado al lado del fuego y con la piel del animal dándome más calor aún, algo que ayudó bastante a que encontrase el sueño. Caí rendido ante la atenta mirada de la ventisca, que me reconfortaba con un sonido cada vez más agudo con el cual perdía más y más fuerza.
Soñé con animales correteando, con el mar y mi cuerpo inmerso en él. Con una cálida cabaña con una enorme chimenea. Con comida y bebida. Soñé con tantas cosas que ahora parecían tan complicadas… Que por un momento pensé que jamás las volvería a tener.
De repente, una gota de la cueva golpeó en mi cabeza, levantándome algo exhaltado.
”Mierda, me he dormido” Pensé a la par que me incorporaba.
Quizá aquél no era el mejor sitio para dormirse, pero uno no puede evitar sus más básicos instintos cuando pasa una eternidad entre nieve, agua, ventisca por aquí y por allá y sobrevive a una intensa pelea contra una bestia de afilados colmillos.
Me hice un breve chequeo por si hubiese ocurrido algo mientras estaba dormido, pero nada más lejos de la realidad, mi cuerpo estaba tal y como lo recordaba tras la pelea con aquél extraño animal.
Salí a la entrada de la cueva, notando como la ventisca era bastante menos violenta que cuando me dormí. A sabiendas de que quizá era una oportunidad única, cogí mis pertenencias mientras miraba el fuego, o lo que quedaba de él. Se había debido apagar mientras dormía. Afortunadamente, el pelaje me había dotado de un calor corporal que me había mantenido vivo… De momento.
Salí de aquel sitio con la mochila colgada y el pelaje sobre el cuerpo. Caminé justo por donde había venido, yendo en dirección al hombre que se había encarado conmigo.
De encontrarlo, le daría los pelajes para que los vendiese, seguro que valían algo y podía pagar de esa manera mi actitud anterior.
Si no le encontraba, me dirigiría al pueblo, con la clara intención de tomarme cualquier bebida caliente y alejarme de aquella desdichada isla lo antes posible. El frío es bastante agradable si se toma en la porción justa. Pero en la que yo lo había tomado, quizá cansaba hasta tal punto de aborrecerlo.
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Tras un rato caminando a través de la ventisca, la cual cada vez tiene menos fuerza, vuelves a sentir el frio, aunque no tanto como la vez anterior. Los pelajes funcionan bastante bien por lo que parece, aunque ha sido un desperdicio dejar casi todo el animal en la cueva. Cuando llevas un rato ya caminando escuchas un aullido que te hiela la sangre. Viene de la zona por la que has venido y te suena mucho a algo que habías leído en el diario.
Te encuentras ya en el recodo donde encontraste el escrito, puedes continuar por tierra o volver por el agua, pero acuérdate de lo que paso la última vez. La ventisca a desaparecido por completo, ha tapado casi todos los arbustos con nieve, por lo que ir por tierra puede ser….doloroso. tendrás que elegir, frio o posibles heridas para seguir avanzando. Algo raro, según vas avanzando parece que los efectos de la ventisca son menores. Cuando llegas hasta el sitio donde debía estar el pescador no lo ves, pero escuchas otro aullido a lo lejos. ¿Seguirás hasta el pueblo o descansaras?
Te encuentras ya en el recodo donde encontraste el escrito, puedes continuar por tierra o volver por el agua, pero acuérdate de lo que paso la última vez. La ventisca a desaparecido por completo, ha tapado casi todos los arbustos con nieve, por lo que ir por tierra puede ser….doloroso. tendrás que elegir, frio o posibles heridas para seguir avanzando. Algo raro, según vas avanzando parece que los efectos de la ventisca son menores. Cuando llegas hasta el sitio donde debía estar el pescador no lo ves, pero escuchas otro aullido a lo lejos. ¿Seguirás hasta el pueblo o descansaras?
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Al salir de aquella cueva nada me hacía esperar un camino de rosas.
Empecé a caminar por la nieve, a través de la ventisca, la cual empezaba a amainar a cada paso que daba. Sonriente por escapar con vida del combate, algo triste por las pocas pistas obtenidas del Gyojin.
Fue entonces cuando un escalofrío recorrió desde la parte inferior de mi columna hasta el cuello. Un imperioso aullido resonó por cada rincón de aquella montaña.
Miré hacia todos lados intentando divisar algo, quién lo había emitido o, sobre todo, si estaba cerca, pero nada pareció aliviar esa sensación de intranquilidad que tenía en ese momento.
El sonido me hacía pensar que quién aulló se encontraba alejado de mí, algo que me alivió. A la par que andaba, hice un esfuerzo de memoria, intentando casar aquel aullido con alguna descripción del diario del Gyojin.
Pronto llegué a la conclusión de que sería un Muryn, aunque sin certeza ninguna, pues el libro estaba repleto de distintos animales que desconocía y, por raro que pareciese, aquel aullido podría ser de cualquiera de ellos.
”No me imagino a un ave realizando ese aullido, aunque tras los años, he decidido pensar que nada es imposible”
Proseguí mi marcha hasta que llegué al lugar donde había encontrado el diario. Hice una pausa, ya empezaba a notar algo de frío pese a los pelajes, pero tendría que aprender de mis errores. Anteriormente había ido a través del río, ganando bastante velocidad, pero al salir, noté un notable frío que se empezó a colar a través de mis huesos. Quizá, de no haber encontrado la cueva y haber podido hacer fuego, habría muerto allí mismo.
Coloqué los pelajes repartidos por las piernas para que cubrieran casi su totalidad, de modo que, al pasar a través de aquél camino, no me hiriese como anteriormente. Probablemente sacrificaría todos los pelajes salvo el que tenía sobre los hombros, pero merecería la pena dada la cercanía con el pueblo. Allí podría tener un hogar caliente y algo que tomar para volver a la normalidad.
Descartando pues la opción del río, anduve a través del camino, llegando finalmente hasta la ubicación anterior del pescador. Pero este no estaba. Había perdido la noción del tiempo, por lo que realmente no sabía cuántas horas habían pasado, pero era normal que, tras como mínimo pasar una noche, el pescador decidiese irse.
Ojeé de nuevo mis alrededores, indeciso ante qué decisión tomar y, entonces, un nuevo aullido petrificó mi cuerpo durante unos segundos.
”Puede que el pescador tenga alguna cabaña por aquí. Al fin y al cabo, si viene hasta aquí es que tiene un gran hobbie por la pesca.“
Pero pese a mis pensamientos, no parecía haber nada cerca. Intenté divisar algún rastro de sangre, a la par que olfateaba el terreno. Sin duda, aquel aullido debía significar algo. Y, como anteriormente, se daba en solitario. ¿Sería posible que pasase algo similar a lo del extraño jabalí? ¿Que aquel animal estuviese perdido?
Inmerso en un interno dilema moral, pensé durante unos segundos cuál sería le mejor opción.
Por una parte, ir al pueblo pondría con casi total seguridad fin a mis aventuras en la isla. Aventuras, por llamarlo de alguna manera, pues lo único que había hecho era vagar por la nieve, casi morir de frío, estar a punto de enfrentarme a un hombre aparentemente tranquilo que estaba pescando y, por si fuera poco, medir mis fuerzas contra un jabalí de inmensa decisión.
Por la otra parte, seguir el rastro del lobo era arriesgado. Había una pequeña posibilidad de encontrar al Gyojin, o incluso al humano pescador al cual casi me enfrento, pero estaría muerto de encontrarme una manada Muryns. Aunque aquello parecía bastante improbable dado que sólo uno de ellos había aullado, corría un riesgo que, por otra parte, parecía improbable.
Tras unos segundos más cavilando opciones, me decanté por la segunda.
Si bien es cierto que ansiaba más que nada llegar al pueblo y estar un par de horas en alguna cálida taberna tomando una sopa hirviendo, debía arriesgar para conocer la verdad sobre el Gyojin. Un pálpito me decía que también me encontraría al humano por el camino, puede que incluso el lobo tuviese algo que ver en todo ello.
Decidido a encontrar algo interesante que pudiese dar fin a unas aventuras algo más vivas, proseguí el camino del cual procedía el aullido.
Empecé a caminar por la nieve, a través de la ventisca, la cual empezaba a amainar a cada paso que daba. Sonriente por escapar con vida del combate, algo triste por las pocas pistas obtenidas del Gyojin.
Fue entonces cuando un escalofrío recorrió desde la parte inferior de mi columna hasta el cuello. Un imperioso aullido resonó por cada rincón de aquella montaña.
Miré hacia todos lados intentando divisar algo, quién lo había emitido o, sobre todo, si estaba cerca, pero nada pareció aliviar esa sensación de intranquilidad que tenía en ese momento.
El sonido me hacía pensar que quién aulló se encontraba alejado de mí, algo que me alivió. A la par que andaba, hice un esfuerzo de memoria, intentando casar aquel aullido con alguna descripción del diario del Gyojin.
Pronto llegué a la conclusión de que sería un Muryn, aunque sin certeza ninguna, pues el libro estaba repleto de distintos animales que desconocía y, por raro que pareciese, aquel aullido podría ser de cualquiera de ellos.
”No me imagino a un ave realizando ese aullido, aunque tras los años, he decidido pensar que nada es imposible”
Proseguí mi marcha hasta que llegué al lugar donde había encontrado el diario. Hice una pausa, ya empezaba a notar algo de frío pese a los pelajes, pero tendría que aprender de mis errores. Anteriormente había ido a través del río, ganando bastante velocidad, pero al salir, noté un notable frío que se empezó a colar a través de mis huesos. Quizá, de no haber encontrado la cueva y haber podido hacer fuego, habría muerto allí mismo.
Coloqué los pelajes repartidos por las piernas para que cubrieran casi su totalidad, de modo que, al pasar a través de aquél camino, no me hiriese como anteriormente. Probablemente sacrificaría todos los pelajes salvo el que tenía sobre los hombros, pero merecería la pena dada la cercanía con el pueblo. Allí podría tener un hogar caliente y algo que tomar para volver a la normalidad.
Descartando pues la opción del río, anduve a través del camino, llegando finalmente hasta la ubicación anterior del pescador. Pero este no estaba. Había perdido la noción del tiempo, por lo que realmente no sabía cuántas horas habían pasado, pero era normal que, tras como mínimo pasar una noche, el pescador decidiese irse.
Ojeé de nuevo mis alrededores, indeciso ante qué decisión tomar y, entonces, un nuevo aullido petrificó mi cuerpo durante unos segundos.
”Puede que el pescador tenga alguna cabaña por aquí. Al fin y al cabo, si viene hasta aquí es que tiene un gran hobbie por la pesca.“
Pero pese a mis pensamientos, no parecía haber nada cerca. Intenté divisar algún rastro de sangre, a la par que olfateaba el terreno. Sin duda, aquel aullido debía significar algo. Y, como anteriormente, se daba en solitario. ¿Sería posible que pasase algo similar a lo del extraño jabalí? ¿Que aquel animal estuviese perdido?
Inmerso en un interno dilema moral, pensé durante unos segundos cuál sería le mejor opción.
Por una parte, ir al pueblo pondría con casi total seguridad fin a mis aventuras en la isla. Aventuras, por llamarlo de alguna manera, pues lo único que había hecho era vagar por la nieve, casi morir de frío, estar a punto de enfrentarme a un hombre aparentemente tranquilo que estaba pescando y, por si fuera poco, medir mis fuerzas contra un jabalí de inmensa decisión.
Por la otra parte, seguir el rastro del lobo era arriesgado. Había una pequeña posibilidad de encontrar al Gyojin, o incluso al humano pescador al cual casi me enfrento, pero estaría muerto de encontrarme una manada Muryns. Aunque aquello parecía bastante improbable dado que sólo uno de ellos había aullado, corría un riesgo que, por otra parte, parecía improbable.
Tras unos segundos más cavilando opciones, me decanté por la segunda.
Si bien es cierto que ansiaba más que nada llegar al pueblo y estar un par de horas en alguna cálida taberna tomando una sopa hirviendo, debía arriesgar para conocer la verdad sobre el Gyojin. Un pálpito me decía que también me encontraría al humano por el camino, puede que incluso el lobo tuviese algo que ver en todo ello.
Decidido a encontrar algo interesante que pudiese dar fin a unas aventuras algo más vivas, proseguí el camino del cual procedía el aullido.
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Avanzas por el camino que va en dirección al aullido, que curiosamente y si no te falla la memoria va a pasar muy cerca de la ciudad. ¿Estarán atacando esos animales la ciudad? Si decides seguir en lugar de desviarte a ver qué pasa, acabarás llegando a una pequeña finca cercada. La valla de madera no es muy alta, por lo que puedes ver un Muryn sentado junto a l puerta de la cabaña que hay en el centro del terreno. En cuanto te ve suelta un aullido de advertencia y enseña los dientes. Te puedes fijar en que lleva un collar de color plateado y que su tamaño es algo mayor al que se describía en el diario. Si no te mueves el animal soltara un segundo aullido, si intentas entrar es probable que se lance al ataque.
Unos segundos después del segundo aullido sale el pescador por la puerta de la cabaña a ver qué está pasando. Parece sorprendido de verte, pero te invita a pasar, dándole una orden al lobo para que se calme. Si decides entrar veras una cabaña normalita, no tiene demasiado a parte de una mesa, sillas, la chimenea con la lumbre, los aparejos de pesca y un camastro. A la luz del fuego ves que las pieles que llevas en las piernas apenas se han estropeado con el roce de las plantas.
-¿Qué haces aquí muchacho? Me imaginé que estarías congelado en algún lugar de las colinas cuando te vi marchar y comenzó la ventisca en la zona interior de la isla, me ha sorprendido que sobrevivieras. – Si te fijas en él verás algo curioso, parece tener branquias en el cuello, aunque están algo disimuladas.
Unos segundos después del segundo aullido sale el pescador por la puerta de la cabaña a ver qué está pasando. Parece sorprendido de verte, pero te invita a pasar, dándole una orden al lobo para que se calme. Si decides entrar veras una cabaña normalita, no tiene demasiado a parte de una mesa, sillas, la chimenea con la lumbre, los aparejos de pesca y un camastro. A la luz del fuego ves que las pieles que llevas en las piernas apenas se han estropeado con el roce de las plantas.
-¿Qué haces aquí muchacho? Me imaginé que estarías congelado en algún lugar de las colinas cuando te vi marchar y comenzó la ventisca en la zona interior de la isla, me ha sorprendido que sobrevivieras. – Si te fijas en él verás algo curioso, parece tener branquias en el cuello, aunque están algo disimuladas.
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A la par que iba caminando hacia el ruido del Muryn empecé a pensar si realmente estaba haciendo lo correcto. Aunque no tardé mucho en darme cuenta que quizá había mejores posibilidades.
No anduve mucho hasta encontrar una gran valla de madera que delimitaba lo que parecía ser una pequeña finca y, para mi asombro, la estaba custodiando un Muryn.
”¿Podrán domesticarse estos animales?” Me pregunté mientras le miraba fijamente.
El Muryn no tardó en reparar en mi presencia y aulló de nuevo, ante lo que pensé si lanzarme a por él. Pese a que no estaba en las mejores condiciones para enfrentarme a él, si seguía aullando constantemente, no descartaba que una manada viniera hasta aquí, y eso era algo que no podría permitirme.
Dí un par de pasos lentos, adoptando a cada paso una posición ofensiva más evidente. Pero entonces, alguien salió de la caseta y de una orden hizo que el Muryn dejase de estar tan agresivo. Suspiré aliviado a la par que miraba hacia la caseta y, cual fue mi asombro. El pescador era el dueño de aquella parcela, o al menos era quien habitaba en ella.
Pese a su evidente sorpresa, me invitó a pasar, a lo cual acepté gustoso.
Pasé al al lado del Muryn con cierto pánico, pero éste no se movió ni un centímetro. Cuando ya había llegado a la entrada, el Muryn volvió a su posición de guardián.
Al entrar me llama la atención la pequeña cantidad de utensilios dentro de la cabaña. Alguna que otra mesa y silla y poco más. Pero lo que más me llamó la atención fue la lumbre, a la cual fuí sin mediar palabra, para despueś disculparme por ello.
- Lo siento, pero fuera hacía frío. - Espeté mostrando cierta vergüenza ante mi repentina marcha hacia el fuego.
Tras ello, ví como las pieles estaban casi intactas y, después, el hombre me preguntó qué hacía allí, a la par que mostraba su sorpresa por verme vivo.
- Conseguí entrar a una cueva, y pude sobrevivir. También tuve que enfrentarme a uno de esos jabalís extraños. - Deposité con sumo cuidado las pieles mientras me las iba quitando de una en una sobre la madera de la cabaña, intentando manchar lo menos posible. - No soy un entendido, pero me gustaría que te las quedases si tienen algún valor. Así me disculparé por haberte chafado un día tranquilo de pesca. - Espeté mientras notaba un ligero tufo que emanaba de mí mismo. - ¿Te importaría que me duchase? Es por nuestro bien. - Esbocé una sonrisa.
Si aquél buen hombre me dejaba ducharme iría hacia allí, si no, seguiría en la lumbre calentando mis fríos huesos.
No podía evitar mirar en todas direcciones de aquella cabaña. Sin duda me llamaba la atención como el hombre podía vivir allí. Me giré para mirarle y, entonces, ví algo en su cuello que me empezó a incomodar. ¿Había visto bien? Pronto cambié la mirada hacia las pieles, colocándolas de nuevo pese a que ya estaban bien colocadas.
- Y dime… ¿Por qué vives aquí, alejado de la civilización?
Entonces, me dí cuenta que aún conservaba el diario en la mochila. ¿Sería buena idea dárselo? Quizá sería agresivo contra mí, como había demostrado cuando le conocí. Aunque después de todo, puede que no fuese él el Gyojin, y simplemente tuviese alguna especie de cicatriz.
Tras esperar a su respuesta, me acerqué a la mochila y saqué el diario.
- Durante mis aventuras en esta isla encontré esto. Parece un diario en el cual un aventurero cuenta sus vivencias. ¿Quieres echarle un ojo? - Dije sin apartar la mirada de la suya, con la firme intención de averiguar si escondía algo.
No anduve mucho hasta encontrar una gran valla de madera que delimitaba lo que parecía ser una pequeña finca y, para mi asombro, la estaba custodiando un Muryn.
”¿Podrán domesticarse estos animales?” Me pregunté mientras le miraba fijamente.
El Muryn no tardó en reparar en mi presencia y aulló de nuevo, ante lo que pensé si lanzarme a por él. Pese a que no estaba en las mejores condiciones para enfrentarme a él, si seguía aullando constantemente, no descartaba que una manada viniera hasta aquí, y eso era algo que no podría permitirme.
Dí un par de pasos lentos, adoptando a cada paso una posición ofensiva más evidente. Pero entonces, alguien salió de la caseta y de una orden hizo que el Muryn dejase de estar tan agresivo. Suspiré aliviado a la par que miraba hacia la caseta y, cual fue mi asombro. El pescador era el dueño de aquella parcela, o al menos era quien habitaba en ella.
Pese a su evidente sorpresa, me invitó a pasar, a lo cual acepté gustoso.
Pasé al al lado del Muryn con cierto pánico, pero éste no se movió ni un centímetro. Cuando ya había llegado a la entrada, el Muryn volvió a su posición de guardián.
Al entrar me llama la atención la pequeña cantidad de utensilios dentro de la cabaña. Alguna que otra mesa y silla y poco más. Pero lo que más me llamó la atención fue la lumbre, a la cual fuí sin mediar palabra, para despueś disculparme por ello.
- Lo siento, pero fuera hacía frío. - Espeté mostrando cierta vergüenza ante mi repentina marcha hacia el fuego.
Tras ello, ví como las pieles estaban casi intactas y, después, el hombre me preguntó qué hacía allí, a la par que mostraba su sorpresa por verme vivo.
- Conseguí entrar a una cueva, y pude sobrevivir. También tuve que enfrentarme a uno de esos jabalís extraños. - Deposité con sumo cuidado las pieles mientras me las iba quitando de una en una sobre la madera de la cabaña, intentando manchar lo menos posible. - No soy un entendido, pero me gustaría que te las quedases si tienen algún valor. Así me disculparé por haberte chafado un día tranquilo de pesca. - Espeté mientras notaba un ligero tufo que emanaba de mí mismo. - ¿Te importaría que me duchase? Es por nuestro bien. - Esbocé una sonrisa.
Si aquél buen hombre me dejaba ducharme iría hacia allí, si no, seguiría en la lumbre calentando mis fríos huesos.
No podía evitar mirar en todas direcciones de aquella cabaña. Sin duda me llamaba la atención como el hombre podía vivir allí. Me giré para mirarle y, entonces, ví algo en su cuello que me empezó a incomodar. ¿Había visto bien? Pronto cambié la mirada hacia las pieles, colocándolas de nuevo pese a que ya estaban bien colocadas.
- Y dime… ¿Por qué vives aquí, alejado de la civilización?
Entonces, me dí cuenta que aún conservaba el diario en la mochila. ¿Sería buena idea dárselo? Quizá sería agresivo contra mí, como había demostrado cuando le conocí. Aunque después de todo, puede que no fuese él el Gyojin, y simplemente tuviese alguna especie de cicatriz.
Tras esperar a su respuesta, me acerqué a la mochila y saqué el diario.
- Durante mis aventuras en esta isla encontré esto. Parece un diario en el cual un aventurero cuenta sus vivencias. ¿Quieres echarle un ojo? - Dije sin apartar la mirada de la suya, con la firme intención de averiguar si escondía algo.
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Parece que el pescador se interesa bastante por las pieles, examinándolas con cuidado. Le ves esbozar una sonrisa durante lo que es una fracción de segundo. Comienza a recoger tu regalo y lo almacena en una esquina de la casa, donde ves que hay más cosas que podrías llamar pieles, pero en mucho mejor estado que las tuyas.
-Pues la única ducha que tengo es el rio, aunque no estoy seguro de que quieras ir ahora a bañarte. Cuéntame más acerca de la cueva y el animal con el que luchaste, parece que lo dejaste bastante mutilado y maltratado. – El tono de estas últimas palabras es algo más oscuro, pero no amenazante. – Y antes de que empieces, vivo alejado porque soy una especie de ermitaño, me acerco al pueblo a por víveres, o me los traen ellos a la cabaña. Nunca me han gustado los vecinos y aquí no tengo ninguno.
Esperará a que le respondas contándole tus aventuras, pareciendo especialmente interesado en como derrotaste al animal. Cuando termines y le intentes dar el diario, veras durante una milésima de segundo como su cara se ensombrece mucho.
-Así que alguien lo ha encontrado………………….. chico, esto estaba mejor en el lugar donde lo encontraste. - Hace una pausa larga, como meditando. – Me recuerdas mucho a mí, aunque cuando yo vine a esta isla era bastante más mayor y ya había cometido actos de piratería demasiado deshonrosos como para volver bajo el mar. Cuando me interné en esta isla helada solo pensaba en una cosa, perderme y desaparecer. Y así lo hice mucho tiempo, hasta que me encontré con Ulises. Sus propios compañeros lo habían echado del grupo y vagaba moribundo, al igual que yo, por las colinas. Conocernos nos cambió a los dos, pero no tanto como para que me considerara digno de volver a casa, así que me establecí aquí. Te daré algo por las pieles, pero a cambio quiero una promesa por tu parte, no te dejes llevar nunca por la ira ciega, te destruirá y seguramente acabes como yo antes de venir aquí.
Si se lo prometes te tenderá unos guantes de cuero.
-Pues la única ducha que tengo es el rio, aunque no estoy seguro de que quieras ir ahora a bañarte. Cuéntame más acerca de la cueva y el animal con el que luchaste, parece que lo dejaste bastante mutilado y maltratado. – El tono de estas últimas palabras es algo más oscuro, pero no amenazante. – Y antes de que empieces, vivo alejado porque soy una especie de ermitaño, me acerco al pueblo a por víveres, o me los traen ellos a la cabaña. Nunca me han gustado los vecinos y aquí no tengo ninguno.
Esperará a que le respondas contándole tus aventuras, pareciendo especialmente interesado en como derrotaste al animal. Cuando termines y le intentes dar el diario, veras durante una milésima de segundo como su cara se ensombrece mucho.
-Así que alguien lo ha encontrado………………….. chico, esto estaba mejor en el lugar donde lo encontraste. - Hace una pausa larga, como meditando. – Me recuerdas mucho a mí, aunque cuando yo vine a esta isla era bastante más mayor y ya había cometido actos de piratería demasiado deshonrosos como para volver bajo el mar. Cuando me interné en esta isla helada solo pensaba en una cosa, perderme y desaparecer. Y así lo hice mucho tiempo, hasta que me encontré con Ulises. Sus propios compañeros lo habían echado del grupo y vagaba moribundo, al igual que yo, por las colinas. Conocernos nos cambió a los dos, pero no tanto como para que me considerara digno de volver a casa, así que me establecí aquí. Te daré algo por las pieles, pero a cambio quiero una promesa por tu parte, no te dejes llevar nunca por la ira ciega, te destruirá y seguramente acabes como yo antes de venir aquí.
Si se lo prometes te tenderá unos guantes de cuero.
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Aquél hombre no tenía ducha. Me sentí bastante inútil en ese momento, pues la cabaña no era para nada grande, siendo visible todo lo que había en su interior desde la entrada.
Pese a ello, salió del paso diciendo que quizá no me gustaría ir al río, tras lo cual asentí y esbozamos una tímida sonrisa entre ambos.
Todas las pieles juntas hacían una gran montaña, aunque parecían ser de distintos animales. El pescador se interesó entonces por cómo sobreviví, preguntándome por la bestia que me atacó, así como por la cueva. Me pregunté por un instante si el resto de pieles las había cazado él.
- Encontré la cueva cerca de donde me topé con el diario, un poco más al norte. Era pequeña, y parecía ser el único lugar donde resguardarse de la ventisca. - Hice una pausa para sentarme al lado del fuego, estando así más cómodo. - La verdad es que no me lo pensé. Hice un fuego con una serie de troncos que cogí y me tomé uno de los cocos que había cogido cerca del diario. Todo iba tranquilo, hasta que empezaron a suceder cosas extrañas. Primero ruidos que, tras examinar la cueva, parecían ser de fuera de ésta, ya que no había nada en su interior. Después, vino el jabalí, quizá alertado por el fuego. En un principio no quería hacerle daño, pero tras ver sus pelajes y mi estado… No tenía mucha alternativa. Mis articulaciones estaban algo frías, por lo que mi agilidad se vió mermada. Tras recibir un par de golpes de sus colmillos y que me hiciese alguna que otra herida. - Paré para señalar las heridas mientras me incorporaba, para que se vieran algo mejor. - Pude usar uno de los tarugos de madera para romperle la nariz y que cayera fulminado. - Emulé el golpe que le dí en aquél momento para que visualmente fuese más sencillo de entender. - Tras ello, utilicé un bisturí para rasgar su piel y ponérmela alrededor del cuerpo. Hubiera deseado contártelo de manera más épica… pero fué lo que realmente sucedió.
Entonces, tras darle el diario, puso un gesto bastante sospechoso, a la par que me decía que estaba mejor donde lo había encontrado. Intenté indagar de qué se trataba, pero el tipo pronto me dió una respuesta, tras lo cual le dejé expresarse sin incomodarle ni un segundo.
No pude evitar fruncir el ceño, en señal de incredulidad. Él no era a quién buscaba, pero sabía de su existencia, o al menos de quién escribió el diario.
Entonces, empezó a hablar. Olvidé todo lo que me rodeaba para centrarme en el pescador y en lo que tenía que decirme. Por lo visto tenía un turbio pasado que le producía cierta vergüenza recordar. Había sido pirata y debía haber hecho una serie de cosas que no eran para nada honorables. Me contó como vagó junto a Ulises, quien debía ser el Gyojin, y cómo pese a encontrarse y humanizarse, no se sentía válido para volver con los suyos. Y finalmente, terminó dándome un sabio consejo, intentar controlar la ira antes de que ella me controlase a mí.
- Me quedo sin palabras. - Espeté acercándome a él. - No sé qué habrás hecho, quizá no quieras entrar en detalles, pero ahora se vé que has cambiado. Y de eso va esto, pescador. - Paré para recordar que ni siquiera sabía su nombre. - Salí al mar con unos ideales equivocados, juzgando a los humanos por ser simples humanos, y generalizando el odio que tantos años había ido cocinando. Pero me dí cuenta de mi error, y estoy luchando por el cambio de mentalidad de todos aquellos que erran, como yo lo hice. Sin embargo… Creo que, al igual que tú, cometí atrocidades. Aún a día de hoy, algunas de ellas me despiertan por las noches, pero eso no es suficiente como para hacerme desaparecer. Todo lo contrario, me incita a cambiar, a intentar hacerle entender a la gente por qué está pensando de una manera equivocada al generalizar. Creo que tú has pasado por todo eso. ¿Por qué no te unes a mí y juntos intentamos cambiar el mundo? Podrías aportarme mucha más experiencia de la que probablemente jamás consiga por mí mismo. - Finalicé dándole tiempo para responderme y asimilar todo lo que le estaba contando. - Por cierto, aún no sé cómo te llamas. Mi nombre es Luka Rooney, encantado de conocerte. - Tras ello, le tendí la mano, independientemente de lo que me contestase, para finalmente, darle la respuesta a su consejo.
- Claro que haré lo que me dice. Intentaré evitar la cólera en la medida de lo posible. Sé que ese es el camino, todo pasa por el control de la ira.
La verdad es que ansiaba que el hombre viniese conmigo. Parecía fuerte, y había vivido multitud de batallas. ¿Por qué no querría vivir unas cuantas más?
”¿Qué importa si este pescador es humano, Gyojin, o cualquier otra raza? Lo importante es cómo se ve su interior. Y pese a lo que haya sido capaz de hacer, ha cambiado y ahora es alguien nuevo.“
Pese a ello, salió del paso diciendo que quizá no me gustaría ir al río, tras lo cual asentí y esbozamos una tímida sonrisa entre ambos.
Todas las pieles juntas hacían una gran montaña, aunque parecían ser de distintos animales. El pescador se interesó entonces por cómo sobreviví, preguntándome por la bestia que me atacó, así como por la cueva. Me pregunté por un instante si el resto de pieles las había cazado él.
- Encontré la cueva cerca de donde me topé con el diario, un poco más al norte. Era pequeña, y parecía ser el único lugar donde resguardarse de la ventisca. - Hice una pausa para sentarme al lado del fuego, estando así más cómodo. - La verdad es que no me lo pensé. Hice un fuego con una serie de troncos que cogí y me tomé uno de los cocos que había cogido cerca del diario. Todo iba tranquilo, hasta que empezaron a suceder cosas extrañas. Primero ruidos que, tras examinar la cueva, parecían ser de fuera de ésta, ya que no había nada en su interior. Después, vino el jabalí, quizá alertado por el fuego. En un principio no quería hacerle daño, pero tras ver sus pelajes y mi estado… No tenía mucha alternativa. Mis articulaciones estaban algo frías, por lo que mi agilidad se vió mermada. Tras recibir un par de golpes de sus colmillos y que me hiciese alguna que otra herida. - Paré para señalar las heridas mientras me incorporaba, para que se vieran algo mejor. - Pude usar uno de los tarugos de madera para romperle la nariz y que cayera fulminado. - Emulé el golpe que le dí en aquél momento para que visualmente fuese más sencillo de entender. - Tras ello, utilicé un bisturí para rasgar su piel y ponérmela alrededor del cuerpo. Hubiera deseado contártelo de manera más épica… pero fué lo que realmente sucedió.
Entonces, tras darle el diario, puso un gesto bastante sospechoso, a la par que me decía que estaba mejor donde lo había encontrado. Intenté indagar de qué se trataba, pero el tipo pronto me dió una respuesta, tras lo cual le dejé expresarse sin incomodarle ni un segundo.
No pude evitar fruncir el ceño, en señal de incredulidad. Él no era a quién buscaba, pero sabía de su existencia, o al menos de quién escribió el diario.
Entonces, empezó a hablar. Olvidé todo lo que me rodeaba para centrarme en el pescador y en lo que tenía que decirme. Por lo visto tenía un turbio pasado que le producía cierta vergüenza recordar. Había sido pirata y debía haber hecho una serie de cosas que no eran para nada honorables. Me contó como vagó junto a Ulises, quien debía ser el Gyojin, y cómo pese a encontrarse y humanizarse, no se sentía válido para volver con los suyos. Y finalmente, terminó dándome un sabio consejo, intentar controlar la ira antes de que ella me controlase a mí.
- Me quedo sin palabras. - Espeté acercándome a él. - No sé qué habrás hecho, quizá no quieras entrar en detalles, pero ahora se vé que has cambiado. Y de eso va esto, pescador. - Paré para recordar que ni siquiera sabía su nombre. - Salí al mar con unos ideales equivocados, juzgando a los humanos por ser simples humanos, y generalizando el odio que tantos años había ido cocinando. Pero me dí cuenta de mi error, y estoy luchando por el cambio de mentalidad de todos aquellos que erran, como yo lo hice. Sin embargo… Creo que, al igual que tú, cometí atrocidades. Aún a día de hoy, algunas de ellas me despiertan por las noches, pero eso no es suficiente como para hacerme desaparecer. Todo lo contrario, me incita a cambiar, a intentar hacerle entender a la gente por qué está pensando de una manera equivocada al generalizar. Creo que tú has pasado por todo eso. ¿Por qué no te unes a mí y juntos intentamos cambiar el mundo? Podrías aportarme mucha más experiencia de la que probablemente jamás consiga por mí mismo. - Finalicé dándole tiempo para responderme y asimilar todo lo que le estaba contando. - Por cierto, aún no sé cómo te llamas. Mi nombre es Luka Rooney, encantado de conocerte. - Tras ello, le tendí la mano, independientemente de lo que me contestase, para finalmente, darle la respuesta a su consejo.
- Claro que haré lo que me dice. Intentaré evitar la cólera en la medida de lo posible. Sé que ese es el camino, todo pasa por el control de la ira.
La verdad es que ansiaba que el hombre viniese conmigo. Parecía fuerte, y había vivido multitud de batallas. ¿Por qué no querría vivir unas cuantas más?
”¿Qué importa si este pescador es humano, Gyojin, o cualquier otra raza? Lo importante es cómo se ve su interior. Y pese a lo que haya sido capaz de hacer, ha cambiado y ahora es alguien nuevo.“
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Te estrecha la mano con una fuerza increíble, sin duda es de tu misma raza. Espera a que hayas cogido los guantes antes de levantarse hasta una mesita y sacar un objeto extraño de ella. Es una esfera de cristal con algo metálico dentro y todo ello enmarcado en madera de color blanca.
-Mi nombre es Ybom kid. -Has visto ese nombre en algún otro lado y hace poco. – Toma, esto es una eternal pose, una brújula que siempre señalara hacía esta isla. Úsala si el odio comienza a dominarte y necesitas encontrar la paz. Mi cabaña siempre estará abierta para ti, le diré a Ulises que no ataque si vienes y esta el solo vigilando la casa. Esos animales son increíbles, pueden recordar olores durante décadas, o más. en cuanto a tu oferta, debo rechazarla, este mi hogar ahora y aún me queda mucho por expiar antes de poder partir de aquí.
Puedes quedarte o irte Ybom te ofrecerá algo de cenar y un poco de licor si te quedas, si decides marcharte, Ulises te olisqueará unos instantes antes de que te vayas. Es de noche, pero no nieva ni hace viento, lo que sin duda quita mucha sensación de frio.
-Mi nombre es Ybom kid. -Has visto ese nombre en algún otro lado y hace poco. – Toma, esto es una eternal pose, una brújula que siempre señalara hacía esta isla. Úsala si el odio comienza a dominarte y necesitas encontrar la paz. Mi cabaña siempre estará abierta para ti, le diré a Ulises que no ataque si vienes y esta el solo vigilando la casa. Esos animales son increíbles, pueden recordar olores durante décadas, o más. en cuanto a tu oferta, debo rechazarla, este mi hogar ahora y aún me queda mucho por expiar antes de poder partir de aquí.
Puedes quedarte o irte Ybom te ofrecerá algo de cenar y un poco de licor si te quedas, si decides marcharte, Ulises te olisqueará unos instantes antes de que te vayas. Es de noche, pero no nieva ni hace viento, lo que sin duda quita mucha sensación de frio.
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Ybom Kid. Así se presentó aquél hombre, que sin duda era Gyojin como yo a juzgar por su fuerza y aquellas marcas en el cuello que pude divisar al saludarle y estar más cerca de él. Intenté recordar aquél nombre, que por algún motivo me sonaba, pero no logré acordarme de qué.
El tipo era tan caballeroso que sin duda le honraba. Aún seguía sin ver aquél lado malo que le impedía venirse conmigo. Quizá ya no lo tenía. Puede que después del todo, hubiese salido de manera favorable de aquél tratamiento que él mismo se dió a lo largo de los años.
Cogí los guantes y empecé a examinarlos, pero no pude finalizar, ya que tenía un segundo regalo aguardándome. Una peculiar brújula llamada ”eternal pose”, la cual apuntaba a la isla constantemente.
Ybom me comentó que si alguna vez me sentía tentado o no podía controlar la ira volviese y él me acogería e intentaría ayudarme. Gesto que sin duda acepté y le honró.
- Siento no tener una vivre card o algo por el estilo, pero le digo lo mismo. Si en algún momento cree que es el idóneo para salir al mar, no dude en contactar conmigo de algún modo. Quizá oiga noticias sobre mi posición, o puede que pueda hacerme llegar una carta. Estaría encantado de tenerle a mi lado como aliado.
Tras ella, el propio Ybom Kid me invitó a cenar, prometiendo tras ello un licor.
Dudé si salir o no, viendo que no hacía demasiado frío y, sobre todo, que no había ventisca.
- Está bien. Me quedaré a comer algo y me tomaré un licor a su salud, pero después me marcharé hacia la taberna para informarme de cuál es el próximo barco que sale de aquí. Mi aventura ha llegado a su fín. Casi me enfrento a un pescador sin querer - le señalé sonriendo - casi muero de frío después, para que me ataque un jabalí más tarde y, finalmente, conozco a una buena persona que sin duda, ya ha sanado su mentalidad.
”Ahora que lo pienso, ha sido un viaje bastante completo. Si no llego a ver esta cabaña, me habría ido con un muy mal sabor de boca”
Comería lo que fuese que me diese Ybom para después tomar un licor y brindar por él y por mantener a raya la ira.
Después, metería en la mochila el eternal pose y los guantes y me marcharía si Ybom no tenía nada más que decirme. Quizá acariciase al Muryn si no me gruñía, e iría a la taberna lo más rápido que pudiese para no volver a sentir esa sensación tan amarga de frío.
La vida a veces te da sorpresas que no te esperas. No necesariamente buenas. Hasta el momento, no podía haber ido peor, bueno, sí, si hubiera muerto a manos del jabalí. Pero había rozado la muerte en varias ocasiones, y me había zafado de ellas con éxito. Pero las buenas noticias acababan de llegar, conociendo al honorable pescador cuyo nombre jamás se me olvidaría; Ybom Kid.
¿De qué me sonaría aquél nombre?
El tipo era tan caballeroso que sin duda le honraba. Aún seguía sin ver aquél lado malo que le impedía venirse conmigo. Quizá ya no lo tenía. Puede que después del todo, hubiese salido de manera favorable de aquél tratamiento que él mismo se dió a lo largo de los años.
Cogí los guantes y empecé a examinarlos, pero no pude finalizar, ya que tenía un segundo regalo aguardándome. Una peculiar brújula llamada ”eternal pose”, la cual apuntaba a la isla constantemente.
Ybom me comentó que si alguna vez me sentía tentado o no podía controlar la ira volviese y él me acogería e intentaría ayudarme. Gesto que sin duda acepté y le honró.
- Siento no tener una vivre card o algo por el estilo, pero le digo lo mismo. Si en algún momento cree que es el idóneo para salir al mar, no dude en contactar conmigo de algún modo. Quizá oiga noticias sobre mi posición, o puede que pueda hacerme llegar una carta. Estaría encantado de tenerle a mi lado como aliado.
Tras ella, el propio Ybom Kid me invitó a cenar, prometiendo tras ello un licor.
Dudé si salir o no, viendo que no hacía demasiado frío y, sobre todo, que no había ventisca.
- Está bien. Me quedaré a comer algo y me tomaré un licor a su salud, pero después me marcharé hacia la taberna para informarme de cuál es el próximo barco que sale de aquí. Mi aventura ha llegado a su fín. Casi me enfrento a un pescador sin querer - le señalé sonriendo - casi muero de frío después, para que me ataque un jabalí más tarde y, finalmente, conozco a una buena persona que sin duda, ya ha sanado su mentalidad.
”Ahora que lo pienso, ha sido un viaje bastante completo. Si no llego a ver esta cabaña, me habría ido con un muy mal sabor de boca”
Comería lo que fuese que me diese Ybom para después tomar un licor y brindar por él y por mantener a raya la ira.
Después, metería en la mochila el eternal pose y los guantes y me marcharía si Ybom no tenía nada más que decirme. Quizá acariciase al Muryn si no me gruñía, e iría a la taberna lo más rápido que pudiese para no volver a sentir esa sensación tan amarga de frío.
La vida a veces te da sorpresas que no te esperas. No necesariamente buenas. Hasta el momento, no podía haber ido peor, bueno, sí, si hubiera muerto a manos del jabalí. Pero había rozado la muerte en varias ocasiones, y me había zafado de ellas con éxito. Pero las buenas noticias acababan de llegar, conociendo al honorable pescador cuyo nombre jamás se me olvidaría; Ybom Kid.
¿De qué me sonaría aquél nombre?
Vilya sûlceleb
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El lobo no llega a dejarse acariciar, quizás la próxima vez que vengas por aquí puedas tratar de hacer amistad con él. El camino es corto, y más si vas deprisa, por lo que llegas a la taberna bastante rápido. En ella te informan que hay un barco a primera hora que parte de la isla y que te podrían llevar por una pequeña suma. Te pasas gran parte de lo que te queda despierto dándole vueltas al nombre, hasta que caes en la cuenta. El diario estaba firmado con ese nombre.
Parece que al final sí que habías encontrado a la persona que buscabas, aunque las historias nunca son lo que parecen.
Parece que al final sí que habías encontrado a la persona que buscabas, aunque las historias nunca son lo que parecen.
- Fin:
- Por mi parte hemos terminado, siéntete libre de poner otro post si lo deseas narrando como te marchas.
Lista de cosas:- https://www.onepiece-definitiverol.com/t20095-guante-de-kairoseki
- Eternal pose de Murynos
- Desagrado: El frío intenso (desarrollado por casi helarte, puedes agrandarlo en la ficha con tus palabras)
- PU: Resistencia al frío del 25%
- https://www.onepiece-definitiverol.com/t20095-guante-de-kairoseki
Luka Rooney
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Había salido de allí con alguna que otra pregunta en el aire, pero tampoco quería incomodar más aún a Ybom kid, por lo que decidí que era suficiente.
Tras comer un buen guiso acompañado del licor, noté como mi cuerpo empezaba a recobrar la temperatura normal, aunque era una pena, pues tendría que salir de nuevo en dirección a la taberna.
Decidí pues, desipidiéndome amablemente de Ybom salir de la cabaña, rumbo a un nuevo destino tras darle las gracias y la mano de nuevo. A la salida, intenté agacharme para saludar al perro, pero este decidió que no era el día, refunfuñando y mirándome con cara de pocos amigos.
Anduve por el mismo camino por el que subí hacía ya unos días, para después empezar a correr al notar algo de frío. Pronto llegué al pueblo, sentándome en la taberna y solicitando la ayuda del camarero.
- Póngame algo de sake y tráigame una manta si puede, se la pagaré bien. - Espeté acurrucándome en la taberna.
Tras un par de minutos esperando, el camarero vino con una copa de sake y una manta bastante gruesa.
- Me gustaría preguntarle si conoce de algún barco que parta hoy mismo o mañana a muy tardar.
- Claro señor, mañana a primera hora sale uno, pero le costará más caro dado la brevedad con la que me avisa.
- No se preocupe por el dinero. Tome, le pagaré ahora mismo.
Entonces, tras rebuscar en la mochila en busca del monedero y toparme con el diario, me dí cuenta de quién era Ybom. Era el dueño del diario, quién había vivido todas las aventuras.
Atónito durante unos segundos, el camarero me dió en el brazo para sacarme de mi ensimismamiento, obligándome a pagar, tras lo cual me disculpé y le di un 20% extra de propina, por las molestias.
Aguardé toda la noche en la taberna, ya que al camarero no le molestó, para por la mañana salir en dirección al puerto, metiéndome de nuevo en un barco de pequeñas dimensiones que me llevaría a otra isla, quién sabe cual.
Entonces, hice balance de la aventura. Podría haberme imaginado en mil sueños cómo acabaría todo, y no habría acertado en ninguno de ellos. Pero aquello me había hecho ser más fuerte, había resistido al frío durante mucho tiempo, había aumentado mi capacidad de supervivencia, viéndome obligado a comer cocos y ponerme los pelajes de una bestia para sobrevivir. Y, además, había conocido a una persona que marcaría en parte mi vida, un superviviente de lo que en la isla Gyojin denominábamos ”ira incontrolable”. Parecía haber hecho muchas cosas en el pasado, pero aquél al que yo vi era una persona diferente de la que decia ser. Alguien bondadoso y honrado. Alguien en quién confiar en un futuro.
Ojalá nuestros caminos se volvieran a cruzar algún día. Ojalá...
Tras comer un buen guiso acompañado del licor, noté como mi cuerpo empezaba a recobrar la temperatura normal, aunque era una pena, pues tendría que salir de nuevo en dirección a la taberna.
Decidí pues, desipidiéndome amablemente de Ybom salir de la cabaña, rumbo a un nuevo destino tras darle las gracias y la mano de nuevo. A la salida, intenté agacharme para saludar al perro, pero este decidió que no era el día, refunfuñando y mirándome con cara de pocos amigos.
Anduve por el mismo camino por el que subí hacía ya unos días, para después empezar a correr al notar algo de frío. Pronto llegué al pueblo, sentándome en la taberna y solicitando la ayuda del camarero.
- Póngame algo de sake y tráigame una manta si puede, se la pagaré bien. - Espeté acurrucándome en la taberna.
Tras un par de minutos esperando, el camarero vino con una copa de sake y una manta bastante gruesa.
- Me gustaría preguntarle si conoce de algún barco que parta hoy mismo o mañana a muy tardar.
- Claro señor, mañana a primera hora sale uno, pero le costará más caro dado la brevedad con la que me avisa.
- No se preocupe por el dinero. Tome, le pagaré ahora mismo.
Entonces, tras rebuscar en la mochila en busca del monedero y toparme con el diario, me dí cuenta de quién era Ybom. Era el dueño del diario, quién había vivido todas las aventuras.
Atónito durante unos segundos, el camarero me dió en el brazo para sacarme de mi ensimismamiento, obligándome a pagar, tras lo cual me disculpé y le di un 20% extra de propina, por las molestias.
Aguardé toda la noche en la taberna, ya que al camarero no le molestó, para por la mañana salir en dirección al puerto, metiéndome de nuevo en un barco de pequeñas dimensiones que me llevaría a otra isla, quién sabe cual.
Entonces, hice balance de la aventura. Podría haberme imaginado en mil sueños cómo acabaría todo, y no habría acertado en ninguno de ellos. Pero aquello me había hecho ser más fuerte, había resistido al frío durante mucho tiempo, había aumentado mi capacidad de supervivencia, viéndome obligado a comer cocos y ponerme los pelajes de una bestia para sobrevivir. Y, además, había conocido a una persona que marcaría en parte mi vida, un superviviente de lo que en la isla Gyojin denominábamos ”ira incontrolable”. Parecía haber hecho muchas cosas en el pasado, pero aquél al que yo vi era una persona diferente de la que decia ser. Alguien bondadoso y honrado. Alguien en quién confiar en un futuro.
Ojalá nuestros caminos se volvieran a cruzar algún día. Ojalá...
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